3 minute read
Enlace Médico 2 Resumen
SALUD MENTAL
Advertisement
¿ QUIÉN ES EL ESPECIALISTA ?
Ante la responsabilidad que representa el cuidado de la salud, los especialistas pueden llegar a presentar padecimientos psicológicos relacionados al alto nivel de estrés, jornadas laborales demandantes y un genuino involucramiento con sus pacientes.
Posiblemente al escuchar hablar de Salud Mental, usted piense que el especialista dedicado a ésta área de la atención lo sea el psicólogo o el médico psiquiatra. Sí, en efecto lo son. Sin embargo, no hay ningún médico que en una o muchas ocasiones haya tenido que tranquilizar la angustia de su paciente.
El cirujano explica cuidadosamente a la persona, que la operación de vesícula es cuidadosa pero no mortal, que no debe tener miedo. Le garantizará que va a hacer todo lo que esté en sus manos para que la intervención resulte un éxito. El odontólogo trabaja todos los días con la fobia de sus clientes al zumbido del taladro. El cardiólogo despierta varias veces en la madrugada para responder al teléfono y calmar al hombre que está sintiendo un piquetito en el pecho y asegurarle que no es un infarto.
¿Y qué hace el médico en casos de depresión? Lo mismo, cada vez que el galeno informa a su paciente que tiene Diabetes y que a partir de ese momento tendrá que tomar hipoglucemiantes, modificar su dieta y cambiar todo su estilo de vida, deberá también manejar la depresión reactiva que es natural ante tan mala noticia. O sea que todos los médicos ejercemos de alguna manera la labor de psicólogo, todos hacemos Salud Mental.
Como es natural, en algunas ocasiones nos sentimos rebasados y pensamos que la mejor y más rápida manera de solucionar el caso, es prescribirle un ansiolítico o un antidepresivo. Esa no es la mejor respuesta. Porque el paciente se angustia, se pone fóbico o se deprime ante una razón que el médico puede identificar.
La mejor opción es que el tratante, ejerza su habilidad psicológica. Todos los médicos la tenemos aun cuando no tengamos la especialidad. Sabemos decir las palabras que nuestro paciente necesita para tranquilizarse, reanimarse o alejarse del miedo. Basta con recordar a aquellos médicos de antaño, los que nos atendieron cuando niños. Esos sabios humildes que iban a las casas a visitar a sus enfermos, que sabían de todo, atendían partos, curaban las indigestiones, extraían apéndices, alineaban fracturas, calmaban resfriados y sobre todo lograban calmar a las madres angustiadas, bajar el miedo disfrazado de enojo de los padres e inspirar confianza en los chamacos.
Sería muy bueno echar un vistazo a esos personajes de nuestra historia familiar y recuperar la serenidad, la bondad y la tranquilidad de que hacían gala. ¿Cómo lo lograban? Yo creo que hacían una equilibrada combinación de sabiduría, estudio constante y sobre todo un profundo conocimiento humano. Conocían la enfermedad, pero conocían mejor al ser humano. Tal vez los impresionantes avances tecnológicos nos han permitido audacias poco imaginables. La gran variedad de nuevos fármacos nos han dado gran seguridad en los tratamientos. Los bien equipados hospitales nos garantizan mayores éxitos. Pero no por ello debemos pagar el precio de la deshumanización, sobre todo cuando hay que ejercer la Salud Mental en el mismo médico.
La revista Mental Health News Mayo 2018, revela que cada día un médico se suicida en Estados Unidos. Incluso ocurre más que en los militares cuya profesión se considera de alto riesgo. La Dra. Tanwar del Hospital Central de Harlem N.Y. encontró en su investigación que los médicos residentes, estudiantes de medicina y jóvenes se suicidan mucho más que los experimentados. La razón fue fácil de hallar, se debe al gran estrés al que están sometidos por aprender la enorme cantidad de información, tecnología, padecimientos nuevos, el crecimiento impresionante de la farmacia y la ansiedad por alcanzar o superar a sus maestros.
La misma estudiosa encontró en 2016 que la mayoría de la ideación suicida ocurre en las mujeres médicas, y lo sorprendente es que no buscan ayuda profesional para no ser estigmatizadas como débiles o incapaces. Y situando el tema a nivel más local, encontramos que una gran cantidad de colegas pueden estar sufriendo angustia, fobias, fatiga crónica, irritabilidad e insomnio ocasionados por su mismo trabajo.
A esta condición de sufrir por ejercer la profesión el Dr. H.D. Bradley le denominó en 1969 el “Síndrome de Burn Out” o de la quemadura, porque estaba tratando a bomberos que vivían angustiados ante el temor de ser dañados por un incendio o porque ya habían tenido lesiones por quemadura. Posteriormente lo encontró también en policías y militares. Pocos años después del Dr. Herbert Freudenberger en 1974 le cambió el nombre a “Síndrome del Desgaste Profesional” y lo encontró en prácticamente cualquier actividad.
Ambos médicos lo estudiaron con mayor detenimiento en sus propios compañeros y encontraron cifras alarmantes. El conflicto está en que: A ningún estudiante de Medicina se le prepara para manejar el estrés del servicio de urgencias, de un caso difícil o de las largas jornadas sin descanso. Ningún médico estudia las complicaciones emocionales del padecimiento en el que se especializa. El profesional de la salud, llega a creer que como es curador y sanador, no podrá o no tendrá derecho de enfermarse y cuando sucede, no lo soporta.
Y finalmente cuando se siente deprimido, cansado o francamente angustiado, no sabe qué hacer. La solución puede estar en buscar la ayuda de un psicólogo o psiquiatra, pero mejor aún en estudiar Salud Mental y de esta manera ayudar a sus pacientes y ayudarse a sí mismo. Puede ser que la vida le vaya en ello.
Dr. Héctor Grijalva Tamayo
Director del Área de Salud Mental y Adicciones Complejo Médico Tercer Milenio