número 0 octubre 2014
Dispositivos Clínicos Autismo y Psicosis
Cero Dispositivos clínicos Debates
Entreotros Huellas Saberhacer
Revista entreUnos Staff Idea, realización y dirección: Gustavo Slatopolsky, Florencia Fiorentino, Aracelli Marchesotti Corrección a la letra: Aracelli Marchesotti, Ricardo Seijas y Pablo Dymant Traducción: Gustavo Slatopolsky Corresponsal al otro lado del Atlántico: Christophe Le Poëc La obra que compone el arte en este número pertenece a Alejandra Koreck Diseño y composición: Julián Azzolina Agradecimientos: A quienes participan con sus textos Pablo Dymant Gustavo Slatopolsky Mirta Gotleyb Mimi Lindqvist de Samban María Jimena Romero Florencia Fiorentino Analía Poillini Laura D´Agostino Esther Roman Martina Cicchetti Mariana Calatroni Sabina Castillo Magdalena González Mercedes Medina Christophe Le Poëc
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Con las entrevistas Alexandre Stevens Claudia Lijtinstens Claudia Esteve Viciano, Viviana Garbero, Marcela Piaggi Graciela Currás y equipo Alejandra Koreck A los invitados especiales en este número: Gracia Viscazillas y Pedro Gras Liliana Cazenave María Inés Sotelo Juan Mitre Ricardo Seijas Ana Cristina Ramírez Carmen Rita Vani A todos los que participando de la cigarra, pacientes y analistas, por el hecho de poner sus invenciones en juego nos fuerzan a formalizar y empujan a escribir. Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. ISSN: Centro de salud mental Nro. 1, Dr. Hugo Rosarios. Hospital de día infanto juvenil la cigarra Ministerio de Salud del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires Manuela Pedraza 1558, CABA, Argentina.
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Índice Cero (Obra: Solo un amor - Alejandra Koreck)
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entreUnos (Obra: Dispersión- detalle - Alejandra Koreck)
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Dispositivos clínicos: lo singular (Obra: Bracelet nudo de palabras - Alejandra Koreck) La cigarra y los náufragos del orden simbólico. Yo me escapé muy lejos.
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Pablo Dymant Tachar al nombre, salvar el punto: un uso posible del límite.
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Gustavo Slatopolsky Taller Lo digo por escrito o lo digo como puedo. Mirta Gotleyb,
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Mimi Lindqvist de Samban, María Jimena Romero Cuarto. Gustavo Slatopolsky
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Dispositivos clínicos: los talleres (Obra: Borges, la dicha collar, detalle copia - Alejandra Koreck) Taller de Magia: ¿cuál es el tiempo del taller?. Florencia Fiorentino,
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Analía Pollini Obstáculos en el acceso a lo imaginario. Taller de sombras, un espacio con
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niños. Laura D´Agostino, Esther Romano Taller del disparate. El armado de un taller sobre la voz. Florencia Fiorentino
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Un nombre en la serie de los número naturales. Gustavo Slatopolsky
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Dispositivos clínicos: presentación clínica de pacientes (Obra: Xushi, detalle - Alejandra Koreck) A veces ni siquiera me gustaría tener asperger. Martina Cicchetti
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Los sujetos autistas en el dispositivo de presentación de enfermos.
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Liliana Cazenave Dispositivos clínicos: Debates (Obra: Irrupción - Alejandra Koreck) Dispositivos clínicos. Gustavo Slatopolsky
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Índice El taller ¿un tratamiento en sí mismo?. Mariana Calatroni
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De un deseo que no sea anónimo. Sabina Castillo, Magdalena González,
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Mercedes Medina Cierre de las jornadas, dispositivo clínico la cigarra. Cristophe Le Poëc
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entre otros (Obra: Libro SHHH, detalle - Alejandra Koreck) Centes 2. Claudia Esteve Viciano, Viviana Garbero, Marcela Piaggi
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Equipo Asistencial El Duende. Graciela Currás y equipo
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Fundación Avenir. Claudia Lijtinstens
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Intercambio Zaragoza - la cigarra. Florencia Fiorentino
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Courtil. Alexandre Stevens
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Huellas (Obra: SHHH - Alejandra Koreck) ¿Por qué pasé por la cigarra?. Juan Mitre
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Huellas. Ricardo Seijas
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Práctica entreunos, práctica entre varios. Ana Cristina Ramírez Carmen
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Saberhacer (Obra: Moebius, anillos - Alejandra Koreck) Solución Kusama. Rita Vanni
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La música (no) amansa a las fieras. Inés Sotelo
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Entrevista a Alejandra Koreck. Gustavo Slatopolsky
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Cero
la cigarra, causa de un deseo no anónimo Florencia Fiorentino y Aracelli Marchesotti fflor14@hotmail.com - aracoelli74@hotmail.com Cero es la inauguración de un proyecto que se gestó a partir del tránsito de una experiencia y un modo de hacer clínica. entreUnos psicoanalistas que con la apuesta permanente al tratamiento de niños y jóvenes con autismo y psicosis, sostienen vivo el deseo de analizar y poner al trabajo la falta de saber sobre lo real que abre el encuentro con esta clínica. Y entreUnos sujetos que aportando sus soluciones sintomáticas pulsan, provocando el compromiso de pensar, de inventar, de escribir. En esa travesía que supone la tarea de ejercer el psicoanálisis en un dispositivo del hospital público, se ofrece entrada al sujeto apostando a un tratamiento de lo singular. De los analistas, la orientación empuja a crear un modo de hacer con esas preguntas que suscitan las señales del sujeto; buscando el consentimiento para ingresar en su mundo y desde allí incidir mediante un dulce forzamiento. Del sujeto, el desafío de verse convocado a localizar objetos y lugares por donde enlazar un modo singular de habitar el lenguaje. El dispositivo clínico la cigarra se formaliza en un incesante movimiento de apertura y cierre: desde aquellos que lo habitan, que permanecen y vuelven cada día, cada semana. Desde quienes rotan y practican, y nos modifican tras su paso. Desde el diálogo con otros dispositivos y otros modos de hacer y pensar la clínica, la cigarra se cuenta entre otros. Jornadas, reuniones, controles, espacios de formación y discusión, talleres, tratamientos, presentaciones clínicas y prácticas profesionales. Una maquinaria que pone en tensión lo que se viene sosteniendo y que busca renovarse, manteniendo encendido el deseo encarnado en cada uno y entreUnos. La cigarra se abre a la interrogación, porque allí se nutre y se
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la cigarra, causa de un deseo no an贸nimo
fundamenta. Una revista en la web es para la cigarra un nuevo modo de testimoniar sobre su pr谩ctica cl铆nica, una nueva forma de recuperaci贸n de goce orientada hacia el encuentro con otros y para otros. entreUnos vector de un nombre, un saberhacer de la cigarra a la espera de nuevos retornos.
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entreUnos
Dispositivos clínicos Lo singular Las jornadas de Hospitales de día del CSMNro.1 del 2012 nos encontró compartiendo una mesa sobre tres talleres distintos en la que los tres trabajos presentados se focalizaban en un mismo paciente. El azar en su presencia recuperado a partir de las jornadas. Al recorrido singular que de cada chico se recorta en lo colectivo del taller, se le suma aquí un efecto de interpretación: tres trabajos escritos a un mismo tiempo sobre un mismo paciente intentando captar su recorrido –sin habernos puesto de acuerdo -, dice también del lugar preeminente de una transferencia que busca sus coordenadas de manera urgente en los diferentes espacios de la cigarra. Algo de lo que está en juego nos interpela. Es una manera posible, entre otras, de dejar resonar algo de lo real que nos implica. Finalmente: a los tres trabajos originales se le suma un cuarto que busca en su articulación alguna nueva lectura posible.
La cigarra y los náufragos del orden simbólico Yo me escapé muy lejos Pablo Dymant pablodymant@hotmail.com Haciendo un poco de metáfora podemos pensar a los pacientes de la cigarra como náufragos, náufragos del orden simbólico –náufragos, también, del discurso amo del siglo-. Pero más allá de este punto en común que es la de-sujeción de todo discurso, la nuestra sigue siendo una clínica del uno por uno, siendo todos los casos excepcionales. Nos encontramos así con un amplio abanico de posiciones subjetivas cuyas expresiones, por más bizarras que se nos aparezcan, pensamos siempre como la solución singular que cada paciente encontró para estar en el mundo y arreglárselas con su difícil anudamiento. Lógica del taller de lenguas extranjeras “Chinese en chino”: Se trata de un ejercicio colectivo de traducción a diferentes idiomas de frases y palabras propuestas por los pacientes. Para ello se arman pequeños grupos, cada uno provisto de un diccionario español-lengua extranjera, generalmente compuestos por un niño junto a uno o dos analistas que lo asistirán en la búsqueda. Desde cierto ángulo podríamos pensarlo como un simulacro que nos deposita a todos los participantes en igualdad de condiciones frente al Otro de la lengua extranjera. Entendiendo que esta característica del dispositivo acentúa nuestro posicionamiento como partenaires del sujeto psicótico frente a la potencia avasalladora del Otro, abriendo a una dimensión de extrañeza compartida y a un lazo de complicidad. Muchas veces nos sorprendemos cuando se
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La cigarra y los náufragos del orden simbólico
mantienen semejanzas o equivalencias entre diferentes lenguas, otras veces nos reímos a causa de la sonoridad de ciertas palabras. En este sentido el éxito de las cacofonías parece ser transestructural. A grandes rasgos podemos distinguir cuatro momentos del taller: 1- Solicitación de una frase, una palabra, a veces un dibujo. De modo que ponemos al niño ante una elección. Luego la palabra o frase es transcripta al pizarrón por el coordinador o por el mismo paciente. 2- Traducción de las frases elegidas, momento de búsqueda en los diccionarios durante el cual los pacientes son asistidos por los analistas, solucionando juntos las eventuales encrucijadas que este tipo de tarea plantea, tales como la conjugación de los verbos que sólo aparecen en infinitivo, o bien la ausencia de ciertas palabras que por alguna razón u otra no figuran en el diccionario, y ante lo cual se suele proponer el uso de sinónimos, de modo que incluso este Otro que encarnan los diccionarios muestra también su inconsistencia. 3- Las frases traducidas a los diferentes idiomas se van escribiendo en el pizarrón debajo de la frase original. Nuevamente, puede ser el coordinador o el mismo paciente quien pasa a escribir. 4- Cada ronda culmina en un momento de lectura y pronunciación de la frase en el idioma que cada cual tradujo. Finalmente se realiza un breve análisis de semejanzas y diferencias entre las lenguas junto con la notación de ciertas curiosidades que eventualmente pudieran surgir. A continuación procuraremos interrogar algunos movimientos producidos por un paciente, en este caso B, en su recorrido por los talleres de la cigarra en general, y particularmente por el taller de lenguas extranjeras.
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La cigarra y los náufragos del orden simbólico
Primer momento: “Disparen sobre el Otro” B. es un adolescente de 17 años que gusta mucho de comunicar, a pesar de sus claras dificultades para la articulación fónica de las que, como veremos, nada quiere saber. Busca la mirada del Otro y se dispone a hablar con toda naturalidad; sin embargo nosotros apenas podemos ubicar algunos significantes aislados en medio de su jaculatoria, sin que podamos distinguir el armado verdadero de una sintaxis. En un primer momento, hace dos años y medio, cuando intentábamos entablar un diálogo, lo que encontrábamos como respuesta era la irrupción de la violencia contra el Otro, en especial cuando no se lo comprendía. En el marco de los talleres, todo esbozo de identificación con el semejante era en principio dominado por una tensión imaginaria sólo fuente de agresividad, lo que abría a una dimensión del Otro que no daba lugar a ningún intercambio. Cualquier lazo que se armara con él al cabo de instantes solía desembocar en ciertas escenas fijas que imaginariamente lo ponían en situación de destruir al semejante. En contraposición con el autista que eventualmente puede dejarnos pagando por completo, su respuesta no es tan sólo evasiva, sino que manifiesta su enojo y su rechazo ametrallándonos imaginariamente, lanzándonos una granada (no sin antes quitarle el perno o presilla con los dientes), o echándonos kerosene y luego un fósforo encendido. La cuestión de la hostilidad aparece entonces como modalidad prevalente en la relación al Otro. Así, en un principio, el Otro de la cigarra comenzó siendo para el paciente un Otro radicalmente malo. Por entonces B. se mostraba cómodamente alojado en esta coyuntura. Se trata de un caso para el cual ante todo fue necesario restituir, o bien instituir, un mínimo de atmósfera para que un Otro pudiera hacerse interlocutor del paciente (ref. Di Ciaccia). En los comienzos, durante los talleres se autoexcluía, a veces lo encontrábamos
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La cigarra y los náufragos del orden simbólico
haciendo como si hablara por teléfono. Si lo convocábamos obteníamos su respuesta habitual, ametrallarnos o lanzarnos una granada, no obstante rápidamente B. comenzó a participar aunque haciendo uso de un lenguaje meramente denotativo para responder a las consignas, es decir, eligiendo objetos al alcance de su campo escópico, pudiendo de este modo señalar de inmediato su palabra elegida: piso, techo, pared, pizarrón, ahorrándose de este modo la incomprensión del otro que despertaba su respuesta agresiva. Segundo momento: “La guerra fría” Su enemistad con el Otro comienza a ceder y vemos al paciente participar activamente de los talleres. Más tarde, en el taller de idiomas comienza a sugerir nuevas palabras y frases para traducir cuyas temáticas recurrentes son la guerra o las artes marciales. No obstante la cuestión belicosa persiste, B. deja de eludir el encuentro con el Otro diciendo frases y pasando a escribirlas. A principios de año nos sorprendió trayendo su propio diccionario de inglés, lo que nos habla de cierta implicancia que este chico tiene armada con el dispositivo. Al llegar las vacaciones de invierno, se lamenta ampulosamente por la suspensión de los talleres. Actualmente elige siempre el idioma alemán para participar del taller, dando cuentas de una nueva localización en su goce. En el último encuentro cuando un practicante comienza a enumerar los diccionarios disponibles, de inmediato B se anticipa exclamando ¡alemán! Cuando se le pregunta por qué le gusta trabajar con ese idioma, como de costumbre es difícil comprender sus explicaciones, pero por los gestos que realiza evidentemente se trata una vez más de algo relacionado con la guerra. Al momento de traducir las frases el paciente se muestra sumamente expeditivo, buscando con la colaboración de un analista las palabras a traducir,
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La cigarra y los náufragos del orden simbólico
y luego pasando al pizarrón a escribirlas él mismo. Para esto solicita la asistencia del coordinador que le dicta letra por letra cada una de las palabras en alemán de modo que de muy buen grado B. las transcribe a la pizarra. Verificamos en este maniobrar una atenuación de la agresividad, dejando la presencia del Otro de ser tan intrusiva. El paciente muestra gran entusiasmo y compromiso al realizar esta tarea. De todas formas, al terminar de escribir, antes de regresar a su silla suele proponer al coordinador alguna especie de juego donde aún persiste la hostilidad, estrechándole por ejemplo la mano como un caballero -en una suerte de broma engaño- para luego apretar con todas sus fuerzas. O bien, puede proponerle realizar un choque de cuerpos al estilo rugby. Nos sorprendió ver como en uno de los últimos talleres, ante la negativa del coordinador, B. le propusiera entonces realizar el mismo movimiento pero en cámara lenta. Por lo demás, B. no parece prestar demasiada atención a las palabras traducidas, si bien al momento de leer y pronunciar las frases se esfuerza por hacerlo bien, lo fundamental para él parecen ser los momentos de búsqueda de las palabras y de pasar a escribirlas, y no el producto de la traducción en sí; no le interesa la producción del sentido, sino la tarea formal misma, durante la cual puede armar un lazo con el analista que lo asiste y con el coordinador. Tercer momento: “Tiempo de pazlabra” En ocasiones, al comenzar intentamos sostener un breve diálogo antes de solicitar su frase. Un día B. nos comenta, o mejor dicho, logra hacernos entender, que se había escapado de su casa, realiza todo un despliegue de esto, durante el cual no deja de hablar y gesticular. Se le pregunta si quiere que escribamos para traducir algo de esto, a lo que asiente de inmediato,
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La cigarra y los náufragos del orden simbólico
recortando la frase “Yo me escapé muy lejos”. Luego de dictarle la frase al coordinador, a través de sus gestos B. nos deja entender que en el lugar donde estuvo hacía mucho frío. En su frase se vislumbra una presencia enunciativa que contrasta con la elección de palabras alusivas a la guerra y al karate. En los últimos encuentros B. se muestra muy participativo. Borra servicialmente el pizarrón antes de comenzar. Se le pregunta que frase quiere traducir y aparece la palabra: “Hola”. Argumentando que había espacio para escribir dos palabras más el paciente cede a nuestro pedido y obtenemos la frase: “HOLA MAMÁ PAPÁ”. Se trata de palabras elegidas discontinuamente, sin que el paciente se ocupe demasiado porque las mismas articulen un sentido. Talleres más tarde al ser convocado una vez más a decir su frase, mira a su alrededor y al ver a otro paciente jugando con un bebé, señala por primera vez una figura humana eligiendo precisamente BEBÉ como su palabra a traducir. Luego se le propone decir algo acerca de este bebé, se le pregunta que podría estar haciendo, en un sutil empuje a armar un mínimo relato del cual pueda hacerse cargo. “El bebé come” dice. “¿Y qué come?” B. piensa unos segundos y responde: “papa”. Estos últimos recortes testimonian del cese transitorio, en el marco del taller de lenguas, de las palabras y frases alusivas a la guerra y a las artes marciales con las que el paciente solía responder a las consignas. Al tiempo que emergen producciones que lo conducen a tejer nuevos efectos. La cigarra parece operar como un lugar donde poco a poco toda esta cuestión de la agresividad se va mitigando, permitiendo al paciente hacer un nuevo tratamiento del goce e instaurando un Otro pacificador, distinto del que traía en los comienzos, un Otro del que no precisa escaparse lejos. Versión corregida del texto presentado en las Jornadas de Hospitales de día del CSMNo1 2012.
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Tachar al nombre, salvar el punto: un uso posible del límite Gustavo Slatopolsky slatopo@gmail.com “Pues nada mejor que el conjunto vacío para sugerir el uno” Jacques Lacan/Seminario XXII. Clase 11-3-75 “Si, como lo dice Lacan, hay algo de la lengua que ha permitido el nacimiento de las matemáticas, hay algo dentro de la lengua que lleva algo del número (…) Eric Laurent/El sentimiento delirante de la vida Existen talleres que precipitan como amalgama de un deseo y fragmentos de real. “Cerocomauno”¹ es uno de ellos y permite leer cómo nace cada taller en la cigarra: de un lado, deseo de interrogar la función del 0 y del 1 a partir de la forclusión; del otro una presencia: al momento de contar los puntos en otros talleres B. llegaba al número 11 y no podía continuar; se topaba con un abismo que al irrumpir lo dejaba en la perplejidad. Frente a esto y por esto, en cerocomauno se ubican 12 cartones: del 0 al 11. Como puede observarse, este taller lleva su marca. A lo mejor sea por ello que frente a una presentación, que en los diferentes talleres lo aproxima a una posición de débil, sorprende cómo B se anima en el taller cerocomauno. Si en otros talleres cuenta solo con unas pocas palabras y ninguna frase, que se limitan a objetos presentes en el espacio a los que señala, para de esta manera suplir la dificultad que presenta en la articulación fónica y que torna casi
¹ La lógica del taller “cerocomauno” se encuentra detallada en el trabajo “Un nombre en la serie de los números naturales” en el apartado “los talleres” de esta misma revista. Se recomienda la lectura para seguir mejor lo expuesto
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Tachar al nombre, salvar el punto: un uso posible del límite
ininteligible lo dicho, B participa activamente en este taller y diferencia correctamente cuándo conviene sacar el número 0 y cuándo el número 11. Así, elige alternativamente el uno u el otro en función de ganar más puntos en la competencia. 1/ una diagonal en dirección a lo simbólico: su puesta en función En función del propósito que busca alcanzar, cuando busca el número 0 en lugar de dar vuelta algún cartón al azar, B los ordena a todos en una serie lineal meticulosa que puede tener diferentes formas pero que siempre respeta un orden. Puede ser una línea recta: x-x-x-x-x…; Puede que sea escalonada: x-x-x x-x-x x-x-x pero siempre engarza una dirección obligada a partir de la cual se cuenta. Se recorta entonces un orden que antepone al Otro del azar ¿Cómo funciona? Recordemos que los cartones se encuentran boca abajo, por lo que no es posible saber qué número porta. B establece un ordenamiento: al primer cartón de la serie lo nombra 1; al siguiente, lo nombra 2 y así sucesivamente, según el orden de la serie de los números naturales. De acuerdo al lugar que ocupe en la serie es posible deducir ahora qué numero le antecede y cual le sucede; cada cartón dado vuelta se ubica en el lugar del número que B. le establece – el cartón puesto arma el lugar en acto - ; el número en la serie es el lugar vacío al que viene a inscribirse cada cartón y al ocupar dicho lugar ese cartón pasa a encarnar dicho número.
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Tachar al nombre, salvar el punto: un uso posible del límite
El modo en el que esto se realiza realza el lugar de resto al que viene el cero en la serie para B: una vez ordenados en la serie lineal, B pasa a nombrar cada cartón con el número al que le corresponde en la serie. Así, los cartones ordenados en fila pasan a ser contados por su nombre conforme a su lugar en la sucesión: x-x-x-x-x-x-. . . 1-2-3-4-5-6-. . . ¿Cómo alcanza el 0, que es el número que se encuentra buscando? Cuando B llega al último cartón, mira a los ojos al coordinador, asiente y dice “cero”. Por ej, si quedan 8 cartones: x-x-x-x-x-x-x---------x 1-2-3-4-5-6-7--------0 Se lee bien que la cuenta no comienza con el cero sino que cero es lo que sobra al final de la serie; cuando quedan los dos últimos cartones el anteúltimo será 7 y el último devendrá necesariamente el 0. x-x-x-x-x-x---------x-x 1-2-3-4-5-6---------7-0 El cero, tal como se observa, no da comienzo a la serie; B quiere sacar el cero porque quiere ganar un punto² pero no impresiona un vacío simbolizado que sostenga el orden de la sucesión en el nivel de asegurar el lugar del 1 en más que sostendría la progresión al infinito - constituir un lugar vacante hacia ² Quién obtiene el número cero gana un punto y escribe un deseo./Ibid
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Tachar al nombre, salvar el punto: un uso posible del límite
adelante, siempre vacío-. De todas maneras, se las arregla para maniobrar con el cero pero a la manera de un resto que cae: cuando la serie se detiene, lo que queda es el cero. En este sentido este cero vale como el objeto necesario para alcanzar el punto buscado pero no como el símbolo que inscribe su falta. El punto crucial en juego, más allá del estatuto imaginario o no de este cero, es el armado de la serie que opera la puesta en forma de una primera implicación, en la que una cadena simbólica inscribe una primera forma de lo necesario y su consecuencia: lo imposible. Ordenar los elementos sobre la mesa en una secuencia direccionada - de izquierda a derecha- permite el cálculo a partir de una deducción que se torna necesaria: sería imposible que ese cartón no fuese el cero. Que el resultado cotejado con la realidad ponga en entredicho el cálculo no altera el hecho de haber producido una implicación que hace entrar una versión de lo imposible en su vertiente lógica. Que lo que inscribe la estructura se trate de lógica no obsta que el punto que retiene nuestra atención desde el psicoanálisis es que la implicación que habilita el primer armado de una cadena se constituye pasando por la mirada del coordinador que la inscribe: arma la serie, cuenta, mira al coordinador a los ojos y concluye. 2/de la implicación y su consecuencia A partir de ahora, la puesta en forma de una primer modo de la presencia de lo simbólico por la vía de la lógica que establece la correlación entre dos números de manera ordenada, arranca a B del anonimato y produce algo inédito en su
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Tachar al nombre, salvar el punto: un uso posible del límite
posición, pues se da solo en este taller: B comienza a disputar al coordinador – que en este caso coincide con la persona de su analista - la coordinación del taller. B quiere coordinar el taller y el coordinador consiente. Desde este lugar B se dirige a cada participante preguntando primero por su nombre, luego acerca de cuál es el número que quisiera sacar, y llevar adelante todo lo concerniente al taller (cuando poco tiempo antes ¡solo disponía de 4 ó 5 palabras sueltas y ninguna frase!). En esta posición B toma frases y gestos del coordinador y todo parece dirigido a él, a quién no deja de mirar buscando su asentimiento. 3/ el reverso de la debilidad ³ Una suerte de compulsión a la eliminación del Otro ha tomado cuerpo en B. La vivificación sorprendente que presenta B en el taller se acompaña de nuevas palabras: “bomba”, “granada”, “lanzallama”, que no solo pronuncia sino que son imaginariamente arrojadas al partenaire de turno en un gesto letal. Si bien al momento de contar con pocas palabras ya entraba el gesto de disparar al otro con el dedo como manifestación de desacuerdo o molestia,
³ El término “debilidad” está tomado aquí en la imposibilidad de pensamiento por no contar con una sintaxis. En este sentido, por “reverso de la debilidad” debe entenderse aquello que se hace presente ahora que la implicación produce sentido necesario. No estamos tan lejos de la idea de flotación entre dos discursos (Lacán,J./S XIX, clase 15-3-72) pero sí de su posición que conlleva el sostenimiento a ultranza del saber del lado del Otro (Bruno,P./ “Al margen, sobre la debilidad mental”). Aquí, como se verá, el Otro que ahora se torna posible y da lugar al pensamiento resulta altamente intrusivo por lo que “debilidad” habría que ponerlo más en la cuenta de “perplejidad”. A su vez, ahora que se hace presente dicha dimensión del Otro, es posible sostener la “debilidad” como posición en el lugar de una regulación con la intrusión de lo simbólico que hace entrar un goce letal sin límite.
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ahora toda la transferencia se abrocha al gesto y parece no haber nada por fuera de esto. Una suerte de presencia paranoide con escenificaciones grotescas de alucinaciones auditivas y visuales – que las vuelven sospechosas de tan dirigidas al Otro – contaminan el lazo y presentifican el nuevo escenario en el que Otro parece altamente intrusivo. En este contexto, un día pasa a sacar un número, obtiene el cero y esto le permite escribir un deseo, introducirlo en el hueco del cero y ganar un punto. Escribe su nombre y dibuja un arma con su disparo correspondiente saliendo de la misma; se lo entrega al coordinador del taller y le dice “para tu” con tono imperativo, en señal de que el disparo lo tiene por objeto. Hace la mímica de aniquilar al analista, índice de que el dibujo no alcanza a contener un goce que desborda el tratamiento por el dibujo, y por momentos da la impresión que para B. no hay diferencia entre desearlo y hacerlo. Se le señala que se trata de un deseo fuera de marco, que desborda y en consecuencia, se le anota el punto conseguido y se lo tacha en el pizarrón. El acto inscribe una nueva regla: los deseos tienen un límite; fuera de ese marco dejan de serlo y eso se escribe en el taller con el punto tachado. El odio de B no se disimula; hace el gesto de disparar pero se contiene al amenazar el coordinador con tacharle otro punto. Su deseo de ganar parece mayor al impulso de disparar. En otra ronda del mismo taller, B. pasa y obtiene nuevamente el cero. Le toca escribir un nuevo deseo. Mira al coordinador en un guiño de lo que urge ser escrito; el coordinador devuelve el guiño mudo señalando al pizarrón con la tiza: si el deseo pasa el límite, perderá un nuevo punto. B. gruñe pero divertido, se trata claramente de una escena con guiños. Entonces B. toma el papel y pide al coordinador las letras de su nombre – B. solo sabe escribir su propio
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Tachar al nombre, salvar el punto: un uso posible del límite
nombre- : el coordinador se nombra lentamente y B. extrae cada letra de la voz que resuena, acompañado por el asentimiento letra por letra del lado del coordinador. Una vez escrito, alcanzado el nombre completo del coordinador, lo tacha y debajo escribe su nombre simbolizando el triunfo. Se produce un salto. El gesto de aniquilar al otro opera un primer relevo en el dibujo del arma que sigue disparando “para tu” para ser entonces relevada en una operación que prescinde de la imagen y pasa a soportarse en la letra que escribe el nombre. Ahora no dispara, tacha. Hace propia la barra que caía sobre su punto operando una pérdida para servirse de ella en el registro de la letra produciendo la pérdida ahora del lado del Otro. La viñeta acerca una intervención: el punto se anota y se sanciona la emergencia de un goce desmedido que arrastra al sujeto, en la vía del aniquilamiento del otro, tachándolo. B sacrifica el empuje a disparar para no perder un punto. Aquí se hace necesario interrogar el estatuto de este nuevo goce en juego que disputa mano a mano el goce desmedido y que permite establecer un marco para el deseo – y su consecuente “fuera de marco” – a partir del deseo novedoso de no perder el punto. ¿Cuál es la satisfacción novedosa en juego que permite renunciar puntualmente al empuje del goce del Otro para alcanzar algún orden de satisfacción posible en el ganar el juego? ; ganar un punto o mejor: saber que es posible perderlo sin que ello desencadene pasaje al acto ¿desde dónde se torna posible? ¿cómo es posible que el acto mismo de tachar no transforme inmediatamente a quién lo realiza en el Otro de un goce arbitrario sin límites que cae sobre el sujeto?
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Tachar al nombre, salvar el punto: un uso posible del límite
En el caso de B esto parece advenir pero se contiene porque se goza más de que el punto no sea tachado. Es en este punto preciso que cabe interrogar por el lazo al coordinador, aquello que constituye la transferencia que permite el paso de una satisfacción a otra El lugar de la necesidad del asentimiento del analista en el caso de B es evidente; el ejercicio de tomar su lugar y ser el objeto preferencial de la irrupción letal permite interrogar acerca de si lo que permite transferir una satisfacción a otra no habrá que pensarla sostenida en algún tipo de amor en juego que por alguna maniobra en juego que se nos escapa, se encuentra a resguardo de la irrupción erotómana.⁴
Versión corregida del texto presentado en las Jornadas de hospitales de día del CSMNo1 2012.
⁴ “Es que el llamado clínico debe adaptarse a una concepción del sujeto de la cual resulta que como sujeto no es ajeno al vínculo que lo coloca para Schreber, bajo el nombre de Fechsig, en posición de objeto de cierta erotomanía mortificante,(…)”/Lacan, J “Presentación de las memorias de un neurópata”/Otros escritos /pg.235
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Taller Lo digo por escrito o lo digo como puedo Mirta Gotleyb, Mimi Lindqvist de Samban, María Jimena Romero mlsamban@sion.com
El taller “Lo digo por escrito o lo digo como puedo” se realiza desde hace cinco años en el hospital de día la cigarra. La propuesta del taller es invitar a los pacientes a producir mediante el dibujo y la escritura aquello que tengan para decir, bajo la consigna “lo digo por escrito o lo digo como puedo”. El taller funciona en un espacio y tiempo regular, se da una vez por semana en un horario y espacio fijos. Nos sentamos alrededor de una mesa donde se encuentran hojas con una determinado formato, láminas con imágenes y textos, lápices, tijeras, plasticola, sello fechador; elementos que forman parte del encuadre. El cual tiene doble función: la de abrir y acotar a la vez. Términos que aluden al proceso y tiempo de alojar, de hacer entrar a cada niño a las particularidades del dispositivo, no rígido, sino flexible a la variabilidad de producciones que puedan surgir. A los efectos de la escucha analítica orientada a localizar y acotar el goce desregulado a través de la consigna y de los materiales ofrecidos. Consideramos el dispositivo de taller como un artificio que permita el tratamiento de lo Real por medio de lo Simbólico¹. El taller establece una rutina que instala un principio, un desarrollo y un cierre. Al concluir los encuentros, cada uno cuenta -como puede- a los otros lo que J.Lacan: Seminario XI: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Editorial Paidos. Buenos Aires. 2006.
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Taller Lo digo por escrito o lo digo como puedo
tiene para mostrar y decir de lo gestado, luego adviene el momento de ser aplaudido. Desde un primer momento se lo pensó como un espacio clínico que posibilitara el lazo con el Otro y los otros mediante la escritura: objeto valorado en nuestra cultura. La posibilidad de su uso permite dejar constancia de hechos e ideas como también para la expresión poética, “el uso de la escritura permite la separación entre la marca y el productor de la misma, se produce con ello una objetivación de la marca en s픲. Las características de las diferentes formas notacionales³ se podrán convertir en objeto de reflexión. Emilia Ferreiro⁴ plantea que la escritura considerada como una representación del lenguaje es un sistema que abre a multiplicidad de sentidos. Si bien el taller de “Lo digo por escrito o lo digo como puedo” no consiste en un lugar de aprendizaje de la escritura, se le da valor de escritura a esa realización singular de la que da cuenta el registro de lo producido. Jean Claude Maleval dice⁵ acerca de la escritura: “Desde los garabatos vacíos, no menos esenciales a tal esquizofrénico como no lo son para el literato loco su compleja elaboración escritural, el psicótico pone su producción al servicio de una tentativa de extracción del objeto “a” encarnado en un depósito de letras“.
² A.Teberosky –L.Tolchinsky: Más alla de la Alfabetizacion.AulaXXI.Editorial Santillana.1995. ³ Ídem Nota 2 ⁴ Emilia Ferreiro: Los sistemas de escritura en el desarrollo del niño.5ta Edicion.Editor Siglo Veintiuno.19996. ⁵ Jean Claude MalevalFunción del escrito para el psicótico. Tomado de la Revista SamedisPsychanalytiques de Bretagne, No. 4, p. 89-98 [Traducción Ricardo Rojas] Publicado en http://www.centroencontrarte.com
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Taller Lo digo por escrito o lo digo como puedo
Tomando lo que plantea el autor, en el taller la escritura se utiliza a modo de herramienta esperando como efecto posible que se produzca vaciamiento de goce. Como escritura no tomamos solo a la producción convencional, sino también aquellos trazos, marcas, dibujos que tal como plantea Maleval⁶, son producciones que no son menos letra, encarnando la materialidad que se encuentra en los principios de la significación. Que podrán abrir a variados relatos, los cuales podrán ser dictados a los analistas, quienes escriben lo no posible aún para el niño. Y en el caso de quienes no disponen del habla se registra su hacer, tomado como su modo de poder decir, para luego ser leído prestándole la voz. La materialidad de la escritura da origen al objeto al que se puede retornar para re-leer, reflexionar, modificar ,archivar, recordar, memorizar, interpretar, emitir juicios , promover su continuidad y/o secuenciar la temporalidad; su circulación es un medio para propiciar el lazo social. Los niños que asisten al Taller, si bien están en el lenguaje, se hallan por fuera del discurso que hace lazo social. Mirta Berkoff⁷ dirá que el lenguaje es lo que armamos con la lengua para comunicarnos, hacer lazo, “el lenguaje está del lado del Otro, mientras que la lengua está del lado del Uno”. Plantea que lo único que va a poner orden en la semántica absoluta de la lengua es ser capturado en un discurso, en un “lazo social”. En estos niños el funcionamiento
⁶ Jean Claude MalevalFunción del escrito para el psicótico. Tomado de la Revista SamedisPsychanalytiques de Bretagne, No. 4, p. 89-98 [Traducción Ricardo Rojas] Publicado en http://www.centroencontrarte.com ⁷ Susana Goldber y Et el Stoisa compiladoras; Psicoanálisis con niños y adolescentes: Lo que aporta la enseñanza de J.Lacan: Departamento del Pequeño Hans. 1ra Ediciones Buenos Aires. Ediciones Grama.2007
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de la lengua está desde un comienzo desenganchado del Otro, “no hay un funcionamiento común normalizado”⁸ , lo cual también tiene consecuencias en el proceso de construcción de la lengua escrita, debido a las dificultades que estos presentan para acceder a lo simbólico. Más allá de esto, en el Taller les ofrecemos un lugar que los aproxime a la misma. -Por qué… “Lo digo”?… Lo digo hace referencia al pronombre que supone a esa primera persona tener algo para decir. “Lo digo por escrito, o como puedo”, es complemento circunstancial y tiene que ver con la circunstancia de cada uno. Es el punto donde el taller se hace diverso e inclusivo. De la forma “cual sea” ya que es absolutamente singular y a la vez incluye al todo, sin renunciar a la posibilidad de pensar al niño como posible sujeto de enunciación. Él tiene algo para decir y manifestar como propio. Utilizaremos una viñeta clínica que nos ayudará a describir el trabajo que se realiza en el Taller. De “el fuego” a “los fueguitos” Primer Tiempo B. (14 años) es uno de los chicos participantes del taller “Lo digo por escrito…”, su asistencia fue discontinua. Al comenzar el taller presentaba impulsividad respondiendo con golpes ante cualquier interpelación de los otros. Presentaba problemas en el sistema
⁸ Susana Goldber y Et el Stoisa compiladoras; Psicoanálisis con niños y adolescentes: Lo que aporta la enseñanza de J.Lacan: Departamento del Pequeño Hans. 1ra Ediciones Buenos Aires. Ediciones Grama.2007
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fonológico, esto dificultaba entenderle. Sólo escribía su nombre y sus dibujos eran precarios, lo cual sigue sucediendo pero sin impedir, ampliar y enriquecer con otros elementos figurativos su imaginario gráfico. La guerra, temática insistente, no solo se presentaba en sus dibujos; la acción también se manifestaba en el propio cuerpo: B. como personaje la actuaba en un continuo indiferenciado junto a la producción realizada, cuya particularidad era acumulación de efectos sin articular sentidos. Debido a la permanencia en dicha forma y temática, la intervención fue introducir en la hoja el formato historieta: dos recuadros de distinto tamaños y un sector de escritura e invitarlo a enumerar los trabajos. Introducir desde la estrategia clínica un elemento ordenador que enmarque eso en otro lugar. La secuencia introduce sentido, obliga armar algún sentido, convoca la palabra, detiene la acción del cuerpo, el texto circula. B. tomó la propuesta enumerando las hojas a manera de capítulos, recordando esto en cada encuentro. Durante este período los golpes van cediendo, se van construyendo otros modos de expresión: el gesto de matar da paso a la mímica y de la yuxtaposición grafica a cierto encadenamiento de las escenas. Segundo Tiempo: B. comienza a dibujar escenas de fuego, principalmente casas y edificios incendiados a causa de explosiones. Hay destrucción y muerte. De los muertos nos anoticiamos por sus dichos, no aparecen elementos que los simbolicen. Tercer Tiempo: Continúan los incendios pero ahora en otro escenario, al tiempo que emergen nuevos significantes: el barco y la isla, siendo estos el punto de partida de la
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temática que continúa trabajando. A causa de la explosión y el incendio del barco que produce su hundimiento, sus producciones se desarrollan en dos espacios diferentes de la hoja. En un recuadro dibuja una isla rodeada de agua donde se encuentra el sobreviviente que llego hasta allí, en balsa, y pudo contar la historia. En el otro solo hay muertos dibujados uno al lado del otro, siempre en números cambiantes, estructura que se mantiene e insiste. Notamos movimiento respecto a los dibujos del segundo tiempo, donde solo se enunciaban los muertos. Ahora que los muertos aparecen en el dibujo, aparece un estado posible para ellos: el estar enterrados. Pero el espacio es forclusivo: de un lado los muertos, del otro, el sobreviviente solo, sin posibilidad del semejante. En el recuadro donde enmarca a los muertos dibuja una cruz apoyada en el borde exterior, el interior lo cubre de tierra, utiliza para representarla crayón marrón claro, este no es suficiente ya que la transparencia deja ver los cuerpos. Lo imposible no concluye; la mirada no alcanza a ser extraída produciendo una pérdida definitiva. Los muertos no terminan de mirar, la tierra no vela produciendo un antes y un después, un esto se ve, esto no: el objeto a mirada no opera extraído. Se le ofreció la posibilidad de utilizar el marrón oscuro, intervención a la espera de ser tomada o al encuentro de otra estrategia que haga referencia a lo perdido “con lo real los humanos nada podemos hacer sino anudarlo a sus representantes simbólicos para poder hablar de él”.⁹ Con respecto al personaje del sobreviviente a veces es un nene, un hombre, o un tal Martín. En este trayecto anual el significante “fuego” fue perdiendo la univocidad del significado atribuido: “quemar= destruir”, fueron surgiendo otros sentidos en relación a lo vital, B. dibuja fueguitos y dice: para calentarse, ⁹ Jerusalinsky, Alfredo y col. "Psicoanálisis en problemas del desarrollo infantil - Una clínica transdisciplinaria" Editorial. Nueva Visión.1988, p75.
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para cocinar en la isla. Algo se discontinúa, surgen cambios que inscriben diferencias que morigeran los efectos de la repetición mortífera producida por el significante “fuego”. B, mediante gestos, mímica y palabras, (algunas se hace necesario que las repita para entenderle), en intercambio activo y sostenido con el analista interviniente, va armando el texto. Este será escrito por la analista, luego de lo dibujado por B. quien, ahora, escribe su nombre y las palabras “parte” y “fin”: esta es su modalidad de trabajo. Nos parece significativo resaltar que al comienzo de cada encuentro B. está pendiente de la continuidad temporal de sus producciones. Primero escribe su nombre, luego la palabra “parte” (termino que introduce la continuidad), y para saber qué número sigue necesita del soporte material, demanda mirar el trabajo anterior ya que no dispone de la serie numérica. Es interesante percibir que el retorno a buscar y encontrar ese dato, lo relanza al trabajo, cada vez, Ante la intervención de haber abrochado las hojas trabajadas, al verlas se sorprende, manifiesta alegría y entusiasmo esto podría estar relacionado con la posibilidad de ser autor de un objeto de su propia autoría “la marca, lo propio, objetivado” admirado por él y valorado desde el lugar de un Otro instituyente: tanto por los analistas intervinientes en el espacio como por sus pares. Objeto que adquiere valor, podría transformarse en una revista, si le hace tapas. Esta es la invitación a la espera de ser tomada, mientras continuaremos dando la vuelta por el cada vez para sostener el trabajo que oriente a la construcción de un velamiento más eficaz al acecho de lo Real.
Versión corregida del texto presentado en las Jornadas de hospitales de día. CSMNo1. 2012.
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Cuarto Gustavo Slatopolsky slatopo@gmail.com Las diferentes propuestas de los talleres puestas en una lectura de conjunto acercan una idea del modo en que en la cigarra busca ponerse al trabajo el desarreglo del sujeto. Los tres recortan la irrupción de un goce disruptivo que busca la destrucción del Otro y operan como modalidades diferenciales de su tratamiento. El taller “Lo digo por escrito o lo digo como puedo”, que nace en la idea de acercar la lectoescritura, oferta el armado de una historieta a la irrupción de la guerra en dirección hacia el sentido. Es esto lo que oficia como una primera intervención; se trata de leer y escribir pero la emergencia obliga la maniobra clínica como marco para encausar un goce. “Chinese en chino” reencuentra la guerra en el gesto de ametrallar o incinerar al otro. En virtud de su propuesta de traducción que oficia una suerte de vía de escape de la lengua materna, de manera sorprendente le permite servirse a B. del idioma alemán de un modo puramente imaginario para encarnar el gesto de la guerra en su versión más pueril: “vertiente nazi”. La resonancia de la lengua alemana traccionando el goce en el armado de escena sin pedir nada al sentido. La traducción como semblante desentendida del producto en su dimensión de trabajo, de puro hacer. El alemán es una primera elección en el sujeto, en dirección a abrochar una imagen que lo resta de la posición de objeto. “Cerocomauno” se plantea como un taller cuya configuración misma se amalgama con el goce en el sujeto: el número de elementos en juego se conforma a partir del punto donde se le interrumpe la cuenta. Su recorrido arranca de más lejos ya que ubica la guerra como consecuencia de la salida de lo que ubica como “debilidad” (Chinese la refiere en términos de “lenguaje
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denotativo”). La operación que lo arranca de lo posición de “débil” se sitúa a partir de un primer ordenamiento de los cartones en fila. Si su relación a la concatenación de signos – por no hablar de significantes –es pobre o nula (hasta aquí, utilizaba una sola palabra por vez y el dedo que señalaba en la realidad la referencia), el trabajo plantea que el armado de dicha serie le permite concluir por primera vez. Y la conclusión es efecto de articular dos signos en una implicación que instituye un lugar vacío que obliga la deducción del tercer término. Si la articulación de dos términos es propiamente simbólica, el efecto de implicación hace presente un real por la vía de un primer armado de lo imposible. La deducción del cero como consecuencia de la implicación deja por fuera todos los otros números posibles y recién ahí ese ir contra el otro toma el nombre de “guerra”. Ahora sí es preciso ubicar qué hace este taller frente a la modalidad de la transferencia que plantea la palabra novedosa: aun cuando la aniquilación pasa por el dibujo y la palabra (“para tu”) la intervención sanciona un goce imposible anotando el punto ganado para luego tacharlo. Hasta aquí, a la presencia de guerra en el lazo se le propicia una trama simbólico imaginaria que le permita desplegar algún sentido no tan fijo (“lo digo por escrito”); la posibilidad de nuevas lenguas entrama el goce en las imágenes de la segunda guerra (chinese); se la pone en jaque en la posibilidad de perder el punto ganado (cerocomauno). ¿Cuáles son los efectos en las diferentes modalidades de acoger el exceso? En “lo digo por escrito” la dirección por el sentido permite la configuración del escenario que lo deja recortado del lazo: eso que incendia lo deja solo porque del otro lado solo hay muerte. Los muertos irrumpen como mirada que no alcanza a ser velada y entonces una nueva intervención: marrón oscuro. Ahora no es la vía del sentido sino un hacer con la materialidad de la pintura para hacer entrar un orden de imposible –si están muertos bajo tierra no será ya posible verlos -y la transformación que opera: el fuego que incinera, que
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quema el barco que lo conminaba a ser el sobreviviente por siempre mirado “pierde univocidad”. Del fuego a los “fueguitos”; el fueguito que calienta, un fuego amigo posible. “Chinese en chino” sirviéndose del gusto por el tono alemán que le permite participar del taller -¡hasta trae un diccionario propio!- pesca “presencia enunciativa”, S1 que lo presentifica – no lo representa- e invita al sujeto a consentir una cesión del goce poniéndola en esa máquina trituradora de la traducción. La nueva frase a traducir, HOLA MAMÁ PAPÁ y el señalar hacia una dimensión humana ilustra más que todo lo que pueda decirse del orden de cesión en juego. En “cerocomauno” un orden de pérdida parece haber sido consentida como viniendo desde afuera. Es el coordinador, nada menos que en la persona de su analista, quien en un escribir para luego tachar permite la consecución de la guerra por otros medios. Y no solo la guerra sino la posibilidad de privarse del goce de la aniquilación por querer ganar. El trabajo se pregunta por un nuevo goce que rivaliza con la destrucción. La pregunta toma todo su valor ya que parece evidente que la barra sobre el punto tachado busca inscribir un goce pero no alcanza a inscribirlo, solo transporta – y no es poco – la dimensión donde se pone en juego la destrucción. El momento en el que B transporta del sonido a la letra el nombre de su analista para luego tacharlo y escribir su propio nombre debajo dice tanto de la cesión en la retranscripción que opera, como de su límite para hacer otra cosa que no fuese la guerra. El efecto de sorpresa de los analistas al escuchar la dimensión de lo mismo en juego en los diferentes talleres así como la deriva que esto va encontrando permite pensar que, en principio, no se hace necesario una lectura estratégica a priori sino que prevalece una apuesta por dejar venir y en la posición del analista de intervenir a partir de lo real en juego. De la misma manera que es posible seguir el derrotero de B, lo mismo puede hacerse con cada paciente presente en los talleres. Se trata con cada chico de
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hacerse partenaire de alguna manera –y esta alguna manera a partir de la dirección que imprime cada taller – sin privilegiar algún registro en particular lo que, a partir de lo presentado más arriba, podría dejarse a la cuenta de las ofertas de cada taller. Cada taller en sí parece orientar un sesgo más cercano a tal o cual registro. De todas maneras, la máquina de tracción que cada taller encarna en su sola propuesta es máquina muerta sin la apuesta de los analistas por la transferencia para salir a la pesca de lo más singular del sujeto: yo me escapé muy lejos; los muertos visibles bajo tierra; arma la serie, cuenta, mira a los ojos al coordinador y concluye.
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Dispositivos clínicos Los talleres Los talleres son inventos, producciones que nacen del deseo de los analistas en el intento de tratar con lo real de esta clínica. El encuentro entre el sujeto y el analista despierta, en este último, un saber en falta y una ajenidad con lo real que operan como causa del deseo de investigar y trabajar preguntas que ponen en marcha un posible tratamiento. Si bien esta oferta no es demandada de entrada por el sujeto, existe la suposición que -a su tiempo y bajo el modo que le sea posible-, hará uso de ese recurso que originalmente fue del analista. A continuación presentamos algunos textos que cuentan acerca de esa invención.
Taller de Magia. ¿Cuál es el tiempo del taller? Florencia Fiorentino - Analía Pollini fflor14@hotmail.com - analiapollini@yahoo.com.ar
“El tiempo pasa solo si algo ocurre. Solo habrá progresión de un tiempo a otro si se engendra una alternancia renovada entre ese tiempo en el cual el objeto falta, y ese otro momento en el que el objeto se hace presente.” A partir de los efectos recorridos en una secuencia de trabajo con un paciente del taller de magia, nos proponemos reflexionar sobre el armado del tiempo subjetivo e interrogar lo ocurrido allí. Para ello partimos de un material clínico presentado en las Jornadas de hospitales de día del año 2009, al que se agregan dos viñetas en las que leemos una continuidad en la orientación de trabajo del sujeto. Un poco de historia El taller de magia se origina a partir de la escritura de una frase en la caja de juegos de un paciente de la cigarra: “Martín el mago”. Su analista presenta la inquietud de poner a trabajar dicha escritura y sugiere realizar “algo” con la magia. Así fue que comenzamos a pensar en la creación de un taller de magia para Martín. En aquel momento, convocamos a un mago de oficio con el propósito de que trasmitiera algo de su “saber” a Martín y los chicos que participaban de este incipiente taller. Lo no calculado fue que los magos no cuentan los secretos de su arte y esto presentaba un primer problema. El funcionamiento del taller se parecía más a un show de magia, con consecuencias inquietantes en sus
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participantes: perplejidad frente a “El Mago” con mayúsculas que, para algunos pacientes, personificaba un gran Otro sin barradura. ¿Cómo convocar a los chicos a participar sin que ello los confronte a la situación de ser amedrentado por un saber que no controlan? Un primer viraje: el mago de oficio deja de venir, pero dona algunos objetos de magia al taller con los que una de las analistas toma este lugar junto a Martín. A partir de ese momento, Martín ocupa el lugar del mago y la coordinadora oficia de asistente en la ejecución de los trucos. Es de destacar que a Martín no le preocupa saber el truco, sino que es la analista-asistente quien sostiene el mecanismo para que él despliegue la escena de magia todos los viernes. Como consecuencia de este pasaje, la participación de los chicos en la ejecución de los trucos empezó a cobrar mayor protagonismo. En cada truco de aparición y desaparición de diferentes objetos, la analista-asistente entrega la varita mágica -en primer lugar al mago- y a cada participante al tiempo que pregunta: “¿cuál es tu palabra mágica?”. Palabra mágica La consigna del taller invita a los chicos a realizar trucos de desaparición y aparición de objetos (una bolita roja, un huevo, un perrito o un conejo) a partir de una palabra mágica. El efecto mágico se produce si el sujeto ha dicho su palabra mágica. ¿Cuál es tu palabra mágica?, pregunta que funciona al modo de un automaton, un enunciado común para todos los participantes del taller (los adultos que participan también deben decir su palabra mágica) a partir del cual es posible leer las diferentes formas de respuesta subjetiva. Esta función de la coordinación se orienta a que el taller sea un espacio donde el sujeto pueda realizar un tratamiento sobre el objeto que lo invade en exceso. La analista-asistente no ostenta el arte de hacer magia, sino que opera como un facilitador del trabajo singular. Incluso, el modo de dirigirse a cada sujeto es
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diferente, acorde a la modalidad de funcionamiento propio que presenta. Es la palabra que pronuncia el sujeto lo que posibilita la desaparición-aparición de un objeto. Desde la coordinación, no se impone una palabra mágica para todos, no hay la palabra que posea tal atributo. Cada paciente pronuncia la suya -algunos siempre la misma- y a dicha palabra se añade una potencia: hacer desaparecer un objeto. Deviene mágica, entonces, por los efectos que produce en lo real. A esto invita el taller, cada vez. El trabajo clínico en el taller Aparece la palabra mágica A continuación un recorte clínico que da cuenta del estatuto de la palabra mágica. L. usa “río” como su palabra mágica. Cada vez que el conejo desaparece él dice “apareció”. Esto da lugar a un incesante parloteo que lo toma en el cuerpo: “donde está el conejo, apareció el conejo, desapareció, apareció”. En un encuentro posterior, al desaparecer el conejo, L. dice: “apareció”. La asistente-analista le pregunta: “¿qué apareció?”. “La palabra mágica” –responde-. La analista vuelve a preguntar: “¿y qué paso?”, él agrega: “desapareció el conejo”. Recortamos: aparece la palabra, desaparece el objeto. El taller ofrece un recurso para manipular el objeto; no para perderlo, puesto que su extracción no se ha producido en la psicosis, sino para que el sujeto encuentre la forma de controlar su intrusión. Que el objeto pueda perderse momentáneamente y que esa pérdida dependa de él. Es de destacar que L. generalmente llega tarde al taller y, a pesar de eso, lo recibimos con el truco que entendemos le permite un cierto apaciguamiento para ingresar y permanecer, este es el truco de hacer desaparecer y aparecer
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una bolita roja. Usos fuera del taller Primer Tiempo Tiempo después de la aparición de la palabra mágica en L. ocurre la siguiente secuencia durante el taller de computación: L. dice que quiere ir al baño y sin esperar respuesta sale apurado en esa dirección. Luego de esperarlo un rato, la analista va a buscarlo y cuando él sale dice: “¿puedo ir al baño?”. Lo acompaña hacia el taller y cuando están por entrar repite: “¿puedo ir al baño?”. Le pregunta: “¿querés entrar al taller?” y respondiendo que no, corre a la cocina tomado por un torbellino de palabras. Luego dice: “¿me dejas ir al baño Analía?”, irrumpe: “Portáte bien, ya fuiste al baño, boludo grande!” La analista sorprendida le pregunta: “¿quién dijo eso?” L: - el chancho A. A: - lo sacamos?L: -síA: -¿Cómo lo sacamos? L: -¿Cómo lo sacamos?, repite. A: -¿Cómo lo sacamos?, insiste. L: - Con una palabra mágica. ¿Dónde está la varita, Analía? Se dirigen al armario donde esta “la caja de magia”, L. continúa preguntando: “¿dónde está la varita Analía?”. Se le entrega, él mira y apunta la varita hacia el techo diciendo su palabra: “río!” Queda en silencio y tratando de prestar atención dice: “el chancho A. se fue, el chancho A. desapareció con la palabra mágica”. Se sienta al lado de la analista, permanece en silencio, tranquilo y dice: “guarda la varita Analía”.
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Juntos la guardan en la caja y L. se va en silencio. Segundo Tiempo L. sale del taller de sombras, se encuentra con Analía afuera y habla sin parar: “me compras Analía un choripán sin grasa? Tenés un choripan vos Analía?”. Irrumpe: “la concha de la lora!”. La analista lo mira y le dice: “uh! qué pasó?”. L.: “el chancho A. dijo la concha de la lora”, luego de un silencio, continúa: “Portáte bien! Eso no se dice!”. Analía afirma: “Cuántas cosas te dicen, te están molestando”, y mirándola él agrega: “y asustan”. Analía confirma que lo están molestando y lo asustan y que él podría decirles que se vayan. Él responde levantando el puño hacia arriba y dice: “Fuera!” La analista le pregunta si se fueron y él responde afirmando, Analía lo invita a regresar al taller. L. queda en silencio y regresa al taller. Tiempo e Intervalo Es de señalar que sólo la primera viñeta ocurre en el tiempo y espacio del taller de magia, las restantes son por fuera. Esto motivó la pregunta que guía nuestro trabajo ¿Cuál es el tiempo del taller? Eric Laurent en Psicosis y debilidad plantea: “Entre el fort y el da, entre esos dos primeros significantes, se introduce la función y el lugar exacto del intervalo. Dentro de dicho intervalo, que producirá el lugar del objeto a en su vertiente metonímica, que no es la única, allí se introducirá el objeto a. La hiancia se supera si se introduce una estructura que permita la alternancia: apertura y después cierre, que instala la función temporal en el sujeto”. Teniendo en cuenta que el espacio entre el S1 y el S2 en las psicosis se holofrasea ¿cómo pensar entonces la función temporal del Sujeto? En este
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caso, la alternancia ocurre en lo real de la experiencia, a partir de la introducción de una distancia momentánea entre el objeto y el sujeto. En la primera viñeta, es durante la experiencia del taller donde el sujeto encuentra una palabra y un soporte material (la varita) que puede hacer desaparecer un objeto, y entonces el intervalo acontece. Pensamos, en este caso, el tiempo del intervalo como el espacio que posibilita un alejamiento respecto del goce intrusivo del Otro. Separación que hace lugar al sujeto para construir una distancia posible desde donde operar con “eso” que se le encima: “el chancho A. está, -el chancho A. desaparece”. En ese momento, la voz puede faltar, se silencia y, entonces hay un antes y un después. Ahora bien, ¿qué introduce esa diferencia?, ¿qué hace posible que L. pueda subjetivar que algo habló en él? La pregunta y la presencia del analista: “¿Quién dijo eso?”. Intervención que arma una apertura a partir de la suposición de que algo habla en él. La operación de lectura de la analista causa el intervalo para el sujeto, en tanto supone su existencia allí. Por otro lado, el armado del intervalo se produce porque la presencia del analista opera como punto de constancia y exterioridad a partir del cual el sujeto se orienta, punto a partir del cual puede ir y venir. El intervalo es posible con la presencia del analista en lo real de la transferencia. Alojando al sujeto con su trabajo particular en el transcurrir del taller, se hizo posible que L. haga uso de ese recurso con posterioridad (en otros talleres) y bajo el modo de funcionamiento que a él le era posible. Variaciones Nos preguntamos por el estatuto de la variación que se produce entre la segunda y la tercera secuencia: en el primer caso, el armado del intervalo le posibilita a L. decir lo que la voz decía, mientras que, en el segundo caso,
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aparece un enunciado del sujeto sobre aquello por lo que fue afectado. “Asustan” surge como un momento de subjetivación en que L. logra dar cuenta de lo sucedido, poniendo palabras a lo vivido en el cuerpo. Efectos de la palabra mágica Pensamos la función de la palabra mágica como el lugar al que puede venir un recurso del que el sujeto se sirve y cobra una potencia particular: hacer desaparecer, momentáneamente, de la vista y el oído lo que, por estructura, no ha sido extraído. Es una palabra que tiene que ser mágica porque en el autismo y las psicosis sólo mágicamente la palabra entra en función como tal, es decir, donde al ser dicha hace desaparecer lo que toca. En este caso, es dicha en presencia del objeto y no en el lugar de la misma, en tanto la sustitución no se ha producido. En el caso de L. toca la voz, la hace desaparecer porque no está recortada de antemano. Se arma un intervalo de tiempo para no escuchar, un intervalo que él muestra con su silencio. Primero fue el hallazgo de una palabra mágica para sí (aparece la palabra, desaparece el conejo) y ahora puede desaparecer la voz con la palabra mágica. Para concluir De este esqueleto que constituye la consigna fija que ofrece el taller de magia, siempre la misma ¿cuál es tu palabra mágica?, y esa disposición para recibir los diferentes modos de respuesta de cada uno de los chicos, el dispositivo crea un mundo del taller que opera más allá del taller pudiendo hacer uso de los recursos por fuera de él. No sin transferencia. No sin la presencia del analista. Pero esta vez por fuera del taller. Respecto a la pregunta que orienta nuestro trabajo suponemos que el tiempo
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tiempo del taller sería el tiempo en que cada sujeto pueda producirse a través de los distintos lazos transferenciales que se construya en la cigarra.
Versión corregida del trabajo presentado en las jornadas de hospitales de día del año 2010
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Obstáculos en el acceso a lo imaginario Taller de sombras, un espacio con niños Laura D’Agostino - Esther Romano lauradagostinorudich@hotmail.com
Introducción El taller de sombras está en funcionamiento hace cuatro años. En un principio seguíamos los lineamientos que señala el teatro de sombras chinas¹ en relación a utilizar nuestras propias manos para producir sombras, luego algunos niños comenzaron a tomar objetos para realizarlas. Con el tiempo seguimos esta propuesta y seleccionamos algunos objetos. Hoy vamos a hablar acerca de la clínica de los niños que asistieron en el año 2005. Lo que este taller nos muestra son los obstáculos en el acceso a lo imaginario cuando la forclusión del Nombre del Padre inclina la balanza hacia una estructura psicótica. La falta de soporte de la consistencia imaginaria, no permite a lo real adquirir un sentido, una significación. Es como si el sujeto desconociera que algo puede significar. Una observación clínica a partir de la actividad del taller es que en muchos de los niños y jóvenes que participan no están dadas las condiciones para que se constituya una imagen. Sabemos que la imagen deviene de un plano virtual, de la posibilidad de un intervalo, una distancia y de un punto exterior de mirada. ¹ Propuesta original del nombre Taller “Sombras chinas” corresponde a la Lic. Alicia De Rosa. El teatro de sombras trabaja con el lenguaje de la imagen, que es su vehículo. La cuestión lúdica original: distracción a través del drama y la comedia. En el taller pensamos lo lúdico en relación a una posibilidad terapéutica: jugar en el espacio virtual de las sombras aquello que está prohibido: tocar , pegar golpear en el espacio real
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Lo que se hizo evidente en este taller fue la dificultad para localizar la sombra y a partir de esto fuimos a investigar las condiciones necesarias para el armado de una imagen en la constitución subjetiva. Estas condiciones necesarias se encuentran ausentes en varios de los niños que asisten al taller. Podemos observar la estructuración fallida de la subjetividad, a través de la lectura de los siguientes modelos y conceptualizaciones teóricas propuestas por Lacan y Freud: - Estadio del espejo - Modelo óptico - Función de la negación Dinámica y orientación clínica del taller Se trabaja en una sala a oscuras, donde la luz está dada sólo por un foco que ilumina una superficie plana de la pared. Tanto jóvenes como terapeutas se sientan intercalándose uno a uno, en un semicírculo, mirando hacia la pared donde se realizan las sombras. Todos, a su turno, participan de la actividad. La consigna del taller se establece bajo la modalidad de un juego que consiste en: que un participante por vez pase al lugar del escenario para producir una sombra con su propio cuerpo o con objetos. Se sanciona con un aplauso la finalización. Lo lúdico se establece por las diferencias visuales: los cambios de tamaño, forma, luz, distancia entre el objeto y su proyección que permiten una variabilidad más cercana a lo enigmático que a la certeza. La sombra * La sombra es un punto de intersección entre la luz y la oscuridad, no existe si
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no hay luz * Insinúa sin dejar ver. * Deforma al objeto que representa, desaparece y se esfuma con un simple cambio de intensidad lumínica y de acuerdo a los movimientos del protagonista. Lo que da cuenta de su fugacidad. Una sombra es el efecto del traslado de cada punto del objeto real a un plano imaginario o virtual y se obtiene una figura deformada en perspectiva, es decir una anamorfosis². En el taller se trabaja esencialmente en el campo esópico. El campo perceptivo es a construir a partir de una pérdida de la luz como absoluta. Para su posible construcción nos valemos de la función pantalla, es decir la sombra, que oficia de corte, negatividad. Nuestra tarea en el taller es dar juego a las condiciones para hacer lugar a esta función pantalla. Siguiendo el seminario de J. Lacan sobre la Identificación en la clase 4 del 6-12-61 nos señala que: “Sin la desaparición... no hay nada que se forme en el plano de la imagen”. Entonces, para que una imagen pueda constituirse como tal, es necesaria una ausencia. En función de que haya una desaparición del objeto, y no su presencia continua, es lo que permitirá que se produzca una diferencia. Fundamentos lógicos del taller a) Principios de la imagen J. Lacan en el Seminario XI indica que las bases de la óptica dan cuenta de uno de los principios de la imagen: “La visión se ordena según un modo que ² La anamorfosis es el dibujo o pintura que ofrece a la vista una imagen regular o deforme, según el punto de donde se la mire. Deformidad que presenta la imagen de un objeto al ser reflejada. Nuevo Diccionario Enciclopédico Ilustrado de Mentor, Editorial Sopena Argentina, 1963
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podríamos llamar la función de las imágenes, que se define por una correspondencia punto por punto de dos unidades en el espacio (...) ya sea una imagen virtual o real, la correspondencia punto por punto es esencial”. (p.93 ) Las dos unidades en el espacio constituyen de por sí dos espacios diferentes, instituyendo un trayecto de uno a otro, “un entre”, es decir la posibilidad de salir del uno. Observamos en la clínica que en estos niños hay ciertos movimientos que responden a lo simbólico y son repetidos sin interrupción, mecánicamente como repetición de palabras o estribillos y/o la repetición de una motricidad sin detención. Entonces, podemos señalar que falta el enlace a lo imaginario que detenga estas manifestaciones. Por la no inscripción del Nombre del Padre, la alteridad en el autismo no es posible y la instalación de lo binario no se produce. Para que una imagen pueda constituirse como tal, es necesario un no-todo, un borde, una ausencia. b) El armado de lo imaginario – Estadio del espejo El organismo nos es dado. El cuerpo es a construir por la imagen y se unifica a través de ella. En el texto “La Tercera” J. Lacan nos dice: “el cuerpo se introduce en la economía del goce (...) por la imagen del cuerpo”. Recordemos que la constitución narcisista es un proceso que Lacan descubre con el estadio del espejo, en el cual propone una matriz simbólica donde el yo (moi) se precipita. El estadio del espejo es la captación amorosa del sujeto en la imagen que permite la constitución de lo imaginario como una identificación, es decir la transformación producida en el sujeto cuando asume una imagen. Es un acceso mediatizado por el campo de la palabra, es decir esta constitución no es sin el Otro simbólico. Desde la lectura del modelo óptico repasemos que la imagen real del cuerpo,
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representa al cuerpo real perdido al cual el sujeto no tiene acceso, la imagen real es visible a través de la imagen virtual del cuerpo. Esta imagen virtual es donde el sujeto se reconoce, es su primer lugar dónde dice ese soy yo, nombrado yo ideal. Me veo como el Otro me ve, si el otro me ve como ganador me voy a ver como ganador. Sabemos que el A inviste con sus palabras y produce esa imagen virtual que constituye el imaginario c) La función de la negación Recordemos que Freud sobre la negación señala, que ésta posibilita la función del juicio, tiene en lo esencial dos decisiones que adoptar: atribuir o des-atribuir una propiedad a una cosa y admitir o impugnar la existencia de una representación en la realidad. Muestra la diferenciación yo – no yo, a partir de una primera expulsión donde lo malo y ajeno se expulsa, marcando un afuera, y donde lo bueno y lo placentero es incorporado al yo. Tiene que haber expulsión de goce para que haya afirmación primordial y un trazo que represente al sujeto. La ausencia de la afirmación lo deja al sujeto sin la posibilidad del no ante su propia afirmación y ante la afirmación del otro. Es así como, la negación constituye el germen de la simbolización y muestra la constancia de la falta de objeto que rige la estructura. Subrayamos esta frase de Jacques Lacan en su respuesta al comentario de Jean Hyppolite: “Nada existe sino en cuanto que no existe”³. Singularidades de la clínica del autismo y las psicosis Nos proponemos tomar lo propio de cada niño, que de su decir se desprende Lacan J.: Escritos I: “Respuesta al comentario de Jean Hyppolite sobre La Verneinung de Freud,”. S. XXI editores, 1988. Pag.376.
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para dar significación, armar imagen y quizás alguna trama ficcional. Significancia que permite, en algunos casos, acotar el goce y un reordenamiento pulsional, posibilitando la localización de la imagen. Tomamos lo que se repite del decir o movimiento del cuerpo para hacer algo en otro lugar y así producir un desplazamiento hacia otro espacio. Es decir, tomar lo que muestran para producir otra cosa. Por ejemplo: Martín juega a representar con su cuerpo en la sombra la figura de un deportista. Puede seguir el recorrido que proyecta entre el espacio real de su cuerpo y el virtual, el de las sombras. Tiene la particularidad de imitar a un jugador de fútbol o de básquet haciendo picar, golpear la pelota sobre su pie o sobre la pared. Se observó en él la facilidad en apropiarse de los rasgos característicos de estos deportistas con la destreza y precisión de sus movimientos. Aquí valdría reconocer una diferencia entre la imitación y el mimetismo. Según el diccionario: Imitar es hacer algo a ejemplo o semejanza de otra cosa. Para la imitación es necesario que haya un otro al que se imita y una imagen a imitar. En cambio, la función de lo mimético es producir algo parecido a una imitación sin llegar a serlo. Es un primer esbozo de algo que se presenta diferente o de una manera no idéntica a sí misma. Dar a ver u oír algo distinto de sí mismo. Es una incipiente respuesta subjetiva. En la mayoría de los niños que participan del taller hay obstáculos para alcanzar esta distancia, ya que no se ha constituido una esquizia, una fractura del ser, que les permitiría dar a ver otra cosa. J. Lacan en el Seminario 11, en el capítulo: “¿Qué es un cuadro?, refiere que el ser ahí se descompone entre su ser y su apariencia, entre él mismo y ese tigre de papel que da a ver. En síntesis, la sombra es huella del objeto que no está, implica una pérdida y es así como aparece una diferencia que muestra la distancia entre ese objeto y su sombra. La enseñanza del estadio del espejo nos señala que la imagen especular es a
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construir, esta lógica da cuenta que es faltante en la estructura del autismo. Viñetas Clínicas del taller de sombras La dirección de la cura en la estructura de las neurosis se encamina hacia la interrogación
del sentido cristalizado en el síntoma o en el desborde
fantasmático, mientras que para la clínica de las psicosis la función del analista es intentar intervenciones o inventar algo en el orden de la significación. A los chicos que llamaremos: Darío, Mariela, Franco y Leandro Darío: Este niño se divierte, puede seguir la consigna del taller, localizar la sombra y armar imágenes, como por ejemplo representar un caballito saltando, un hombre con sombrero, un nene tirando agua. En cambio, algunos chicos no llegan a armar ni a localizar la sombra, por ejemplo: Leandro: Cuando le toca su turno pasa con un objeto pero no puede producir la sombra del mismo, por ejemplo: toma un cilindro de plástico y lo incrusta, lo pega a la pared, no produce distancia alguna. Está muy fijado al objeto. No produce distancia entre el objeto y su sombra. No hay un orden fundado a partir del Nombre del Padre que impida ese choque, ese incrustamiento y la consiguiente colisión. Podríamos pensar que el cilindro que toma guarda un vacío al que no puede darle significación, representación al no producir el intervalo necesario que posibilite armar una sombra. Franco: M.M Ponty dice en “La fenomenología de la percepción” que la iluminación y
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el reflejo juegan el papel de conducir nuestra mirada en lugar de retenerla, esto significa hacer ver el objeto y que percibimos según la luz. La dificultad en Franco es que le atrae el foco luminoso, se acerca a la luz quiere tocarla, no puede conducir su mirada hacia lo que esa luz refleja. Pegado al foco de luz, queda petrificado. Por lo tanto no puede ni mirar, ni reconocer la representación del objeto en la sombra. Fue necesario introducir un objeto que mediara entre la concentración de la luz y la mirada del niño para producir una discontinuidad. Que se ordene algo de ese goce sin ley. Acá el trabajo consistió en discontinuar ese puro goce autosensible de fascinación por la luminosidad. Mariela: Una invitación, una apuesta. La niña nombra la palabra anillo dos veces y una terapeuta apuesta desde su deseo de analista, entonces pasa al lugar de la escena para mostrar a Mariela la sombra que produce su propio anillo, repitiendo la palabra “anillo”; observamos la atracción que ejerce este objeto, la niña quiere sacárselo a la terapeuta. Nos sorprende porque sale de su ensimismamiento, del repliegue sobre sí manifestado por sus manos cerradas, movimiento de dedos y cuerpo. En otro momento toma un guante, lo nombra y trata de ponérselo a Franco, entonces una analista pasa a representar la escena en el marco de la actividad, la niña la sigue atentamente con su mirada. Esto permitió otro movimiento que consistió en seguir con la mirada la sombra del objeto representado, como efecto su fascinación y por primera vez hubo captura en el encuentro con la imagen. Nos sorprendió que pudiera salir nuevamente de su ensimismamiento a partir del efecto de atracción de unos papeles de celofán en diferentes tonalidades de colores. La convocaba a moverlos, pero esta vez, no pudo hacer su sombra.
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Preguntas que guían nuestra clínica 1-. ¿Qué es lo que posibilita que en estas estructuras algunos niños puedan ver, localizar y jugar con las sombras y otros no? ¿Se trata de fenómenos de imitación o mimetismo? Creemos que cuando pueden ver y localizar las sombras estaría asociado a la imitación, desde la perspectiva que hay un Otro y una imagen a imitar. La dificultad para localizar las sombras se hace evidente en el autismo. Leído desde el modelo óptico podemos decir que queda detenido en la imagen real y falta un Otro que le permitiría constituir la imagen virtual y producir el pasaje de imagen real a imagen virtual. 2- Se debate en el hospital de día si los analistas que intervienen en los talleres deben conocer los datos de la historia de niños que participan en los talleres, si esto propicia un saber hacer allí con las intervenciones o si este saber opera como obstáculo. Sabemos que leer en la singularidad que presentan los niños permite intervenir. Por ejemplo en Mariela la palabra anillo. A partir del trabajo en el taller, al tomar su palabra que la convocaba, ‘anillo’, posibilitó una intervención que la sacó de su ensimismamiento, del goce en el movimiento con los dedos, pudiendo mirar las sombras. En este caso no sabíamos de la estructura en juego, sin embargo se trabajó a partir de su decir y ofreciendo significación. Algunas Conclusiones 1- Podemos conjeturar lo poco fundamentado que es la exclusión de los pacientes en los talleres por sus estructuras, por ejemplo que un autista no pueda estar en un taller, parece prejuicioso. Por ejemplo Mariela.
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2- Sabemos que la dificultad de la práctica clínica no es sin las resistencias del analista. 3- El hecho que haya un terapeuta por cada niño produce efectos de acotamiento por su presencia. Asimismo el entusiasmo que puede generar el ingreso de profesionales nuevos al taller produce discontinuidad y rompe la inercia. 4- Las intervenciones analíticas van en la línea de producir distancia respecto del ensimismamiento, de lo univoco del goce encapsulado en el propio cuerpo Es decir intervenir para modular lo que se muestra fijo que insiste y persiste reproduciéndose sin variantes.
El objetivo es producir discontinuidad y
distancia. 5- La especificidad de la transferencia en la psicosis: a) La marcada diferencia para estos niños entre estar y no estar con sus semejantes se deja ver en el incremento de la agresividad y el erotismo en los espacios colectivos, diferencia que desde la teoría remite al estadio del espejo y su estructuración fallida. b) Cómo obstaculiza o propicia en el movimiento transferencial la presencia del analista con su paciente en el mismo espacio colectivo. ¿Son prejuicios que circulan en relación a lo transferencial extrapolado del campo de la neurosis a la psicosis? Cuando esto no es interrogado podemos caer en un dogma.
Trabajo presentado en Jornadas de Hospital de Día de la cigarra, año 2006
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Bibliografía consultada - Freud S.: “La negación” ( 1925) Tomo XIX, Amorrortu editores,2002 p.249 - Lacan J.: Seminario I “Los escritos técnicos de Freud”, Capítulo “La tópica de lo imaginario “ - Lacan J.: Seminario IX. “La identificación”, Cap.4,clase 6-12-61, inédito - Lacan J.: Seminario X1, Capítulo VI: “La esquizia del ojo y de la mirada”, Capítulo VII “La
anamorfosis”, Capítulo VIII: “La línea y la luz”, Capítulo IX
“¿Qué es un cuadro?”. - Lacan J.: Escritos 1 “El estadio del espejo como formador de la función del yo” p. 86 - Lacan J.: Escritos 2:”Observación sobre el informe
de Daniel Lagache:
psicoanálisis y estructura de la personalidad” p. 627,”Comentario hablado sobre la Verneinung de Freud, por Jean Hypolite”, p. 859 Editorial Paidos, 1989 - Lacan J.: “La Tercera”, en Intervenciones y Textos, Editorial Manantial, 1991 - Merleau Ponty M.: Fenomenología de la percepción, Capítulo III, “La cosa y el mundo natural, a) Las constancias perceptivas”. pag. 324 - Yankelevich Héctor “Lógicas del goce” Capítulo VI La forclusión del sentido, p 125, Editorial Homo Sapiens, 2002
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Taller del Disparate. El armado de un Taller sobre la voz Florencia Fiorentino fflor14@hotmail.com
Introducción Este taller surge con la inquietud de brindar tratamiento a la voz y sus variedades. Entendemos que en el caso de los chicos que asisten al taller la voz, en tanto objeto pulsional, no ha caído como resto de la palabra, no se ha separado la sonoridad del sentido necesaria para ingresar al campo de la significación. Al no faltar, dicho objeto aparece en lo real sobrando, ya sea como voz suelta e imparable, como puro ruido que no permite descifrar lo que se escucha, voz imperativa que comanda el cuerpo, sumersión en lo real. La orientación del taller es partir del exceso para producir alguna transformación o resta que promueva un alivio ante el padecimiento del sujeto. El juego en el que se basa el taller es el del teléfono descompuesto: consiste en ubicarse en ronda y secretamente decir al oído del compañero una palabra que circulará a través de las voces de los demás hasta concluir al final de la ronda en la que el último participante enunciará lo que quedó dicho en voz alta para todos. Generalmente, se produce una transformación del sentido apareciendo un sentido disparatado al original, lo que queda sancionado con la risa de los participantes. La dirección del juego va del sentido al sin sentido (causando risa el efecto sonoro).
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El taller La dinámica del taller se basa en el juego del teléfono descompuesto con algunas variaciones. Al comienzo se eligen tubitos de diferentes formas y texturas para hablar y/o escuchar. A continuación se anotan la cantidad de rondas en el pizarrón con los nombres de quien comienza la ronda (quien dice) y donde termina (quien escucha). La consigna del juego es “decir en voz baja una palabra, a través del tubo, al compañero de al lado y al final de la ronda, el último compañero deberá decir lo que escuchó en voz alta para todos”. Se escribe en el pizarrón lo que el último escuchó y a continuación lo que el primero dijo. Por último, se vota si entre lo dicho y lo escuchado hay coincidencia total, parcial o no hay coincidencia. También se anotan las abstenciones de votos. Hay dos tubos por fuera de la ronda: el tubo papagayo en el que se depositan sonidos o palabras que deben quedar extraídos de la ronda por ser intrusivo para el sujeto. Tiene la particularidad de ser un recipiente cerrado en su fondo, por lo que al taparle la boca lo que entra queda encerrado. El otro es el tubo de objetos perdidos donde se escriben las palabras que se transformaron (perdiendo su sentido o sonido original) por ingresar a la ronda y que es necesario conservar escritas para poder perderlas. La diferencia entre uno y otro tubo es que al segundo puede volver para recuperar la palabra, mientras que al primero no conviene volver. La orientación del trabajo es: tanto hacia la producción de la coincidencia entre lo dicho y lo escuchado, como hacia la diferencia entre uno y otro. Ya sea, forzando a que la sonoridad se pierda para hacer entrar el sentido de alguna palabra del sujeto o escuchando la sonoridad que hace perder el sentido y permite la existencia al sujeto autista, apuntamos a producir una direccionalidad en el decir.
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A través del juego que se propone como marco simbólico-imaginario, se aloja lo real. Tomando las maniobras que cada sujeto armó frente al traumatismo de lalengua, apuntamos hacia la creación de un lenguaje que enlace vía el sentido o el fuera de sentido y separe al sujeto de la posición de objeto. Algunos interrogantes A medida que el taller va tomando forma, nos vamos encontrando con distintas dificultades en el trabajo con cada paciente, lo que orienta nuestra búsqueda hacia posibles soluciones que permitan la continuidad del juego como marco para trabajar la voz. Variadas son las preguntas que se abren en relación a las distintas funciones de los elementos que forman parte del taller: ¿qué permite esta consigna a los chicos? ¿Cuál es la particularidad de los tubos y su uso en el taller? ¿Qué lugar tiene el voto y que función cumple? ¿Cómo pensar el pasaje hacia lo escrito y la coincidencia o no de sentido/sonido? Para este trabajo recortamos algunas: 1. Qué función tienen los tubos, en tanto cada chico hace un uso particular de los mismos permitiendo, en algunos casos, emitir pero no escuchar, elegir cuando escuchar y cuando no, establecer la medida de cuanto quiere escuchar (hay tubos grandes y tubos chiquitos). Qué manifiesta este uso de los tubos, respecto a la estructura de los pacientes que asisten al taller. 2. ¿De qué habla esta necesidad de hacer lugar en lo real para escribir las palabras como perdidas cada vez? Y también, ¿por qué el tubo papagayo para que quede afuera el exceso?
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La clínica en el taller A continuación comentaremos algunas viñetas con las cuales reflexionar sobre nuestras preguntas: Un tubito a la medida del goce Uno de los chicos que asiste al taller -al que denominaremos Chico panpresenta un modo de hablar cercano al sonido gangoso, cuesta recortar algún sentido en las palabras que pronuncia y además suele decirlas muy rápido o todas juntas, pegoteadas. Al comienzo de este taller no se mostraba muy entusiasta con el uso de los tubos, se negaba a tomar alguno y, en ocasiones, tampoco quería participar de la ronda. Parecía presentar cierta desconfianza con el uso del tubo y los miraba con desagrado. Decidimos conseguir nuevos tubos con diferentes formas y tamaños. Un día se le ofrece uno pequeño y se le dice que en ese “entran pocas palabras”. Es de destacar que una solución encontrada por él es hablar con pocas palabras, ya que si dice demasiado no se le entiende. Por lo que, la intervención lo entusiasma enormemente, permitiéndole apropiarse del tubito como instrumento para hablar y escuchar, seleccionando cada vez que eligen los tubos “este es el mío”. Incluso si alguno de los analistas lo usa y llega él, con gesto imperativo solicita su tubito. Creemos que en este caso el tubito posibilita hacer lugar y espacio en la cavidad de la boca pegoteada, recorta y bordea un pedacito en eso que aparece apelmazado. Al mismo tiempo, se introduce una medida acorde a las posibilidades de chico Pan: poquito. Decir poco (Pan) hace posible un modo de intercambio con el otro y así, una manera de hacer lazo dentro del código común del taller. Chica Spiderman y el tubo de los objetos perdidos
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Ella es una paciente que solía presentarse hablando en un continuo de palabras sin interrupción, pasaba de una cosa a otra, con una ausencia de direccionalidad en lo que decía y un movimiento incesante en el cuerpo. Durante la ronda le era difícil controlar el volumen e intensidad de la voz, no pudiendo decir su palabra en un tono bajo, por lo que en varias ocasiones quedaban interrumpidas algunas vueltas del circuito en las que ella comenzaba. En una ocasión en la que se interrumpe la vuelta para hacer un nuevo intento, Chica Spiderman se pone muy inquieta, empieza a agitar los brazos hacia atrás y hacia delante, se pone a hablar fuerte exigiendo decir la misma palabra nuevamente. Ante esta situación le proponemos que en la ronda no, pero ofrecemos que la deposite en el tubo de los objetos perdidos: “Acá sí la podes decir y la vamos a escribir”. Esto la alivia, permitiendo que se escriba la palabra al tiempo que ella introduce el papel escrito dentro del tubo y cierra la caja. Puede volver al juego a decir otra. En talleres posteriores Chica Spiderman utilizará el tubo de los objetos perdidos cada vez que quiere mantener el sentido original de la palabra que dijo en el comienzo. Algo notable es que a partir de la introducción de los tubos que operan afuera de la ronda, chica Spiderman sistemáticamente comienza el taller solicitando que, en su turno, algunos adultos queden afuera del circuito. Es decir, que ella ordena quienes entran y quienes no. Solo en la primera vuelta del juego. En este caso nos preguntamos ¿qué le permite esta exclusión?, ¿sería la posibilidad de diferenciar un adentro y un afuera del circuito?, ¿permitirá ello que este sujeto se apropie de un instrumento en el que tiene intervención sobre los otros? El uso que puede hacer chica Spiderman de los dos tubos nos hace pensar en la producción de una localización del objeto sonoro que ubica una fisura a la chorrera de palabras en las que permanecía al comienzo del taller. Haciendo
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posible recortar un significante que, por momentos puede entrar al circuito y cuando no entra puede quedar alojado en otro espacio para perderlo transitoriamente, y así continuar el juego. La consigna y el tubito hacen posible direccionar el decir hacia algún lugar: dentro del circuito o fuera de él. Lacan en el Seminario de la Angustia en el capítulo “Lo que entra por la oreja” dice: “Si la voz, en el sentido en que nosotros la entendemos, tiene importancia, es porque no resuena en ningún vacío espacial, (…) resuena en un vacío que es el vacío del Otro en cuanto tal (…). La voz responde a lo que se dice, pero no puede responder de ello. Dicho de otra manera, para que responda, debemos incorporar la voz como alteridad de lo que se dice. (…) separada de nosotros, nuestra voz se nos manifiesta con un sonido ajeno”. Es decir, que para responder al encuentro frente al deseo del Otro es condición perder la voz, silenciarla, perder el objeto vocal y así acceder al sentido. Entonces, hace falta que la división entre sentido y sonido se produzca, que el goce sonoro quede cedido. Incorporar el vacío del Otro, en términos de falta, entendemos opera como lugar donde el sujeto puede dirigirse a buscar el objeto y en ese recorrido armar un modo propio para responder. Lo que el sujeto cede al campo del Otro es un objeto separable del cuerpo, lo que implicaría no tener que responder con todo el cuerpo. Ahora bien, en el caso de la psicosis y el autismo esa división no se produjo, el objeto no fue desprendido y en el lugar donde la voz debería estar silenciada, aparece el ruido, la voz deslocalizada sonando como un goce absoluto e invasivo. Más a delante Lacan agrega: “Que el deseo sea falta, diremos que es su fallo inicial, en el sentido de algo que hace falta”. Efectivamente hace falta, de esto los pacientes del taller dan sobradas muestras.
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Siendo así, como armar un vacío, una resta de goce allí donde el deseo falta en tanto falta? Los tubos podrían pensarse como un artefacto para limitar y regular el desparramo de goce falto de agujero. De hecho su forma presenta dos agujeros, uno donde se coloca la boca y otro donde se ubica el oído. Creemos que el tubo arma la localización de un vacío, en términos de intervalo real, una distancia, una separación a través de la cual hacer pasar el objeto que se presenta en exceso. En ese sentido ¿un vacío espacial? En palabras de Ricardo Seijas: “Es como si el goce se concentrara en el objeto y funcionara como barrera al exceso de cantidad; o estableciendo un espacio, una distancia entre boca y oreja; o por el contrario: reducción del espacio de transmisión del sonido a un tubo (entre boca y tubo), recortando la infinitud del espacio; o posibilidad de dirigir espacialmente la voz.” Cada uno de estos diferentes modos de uso dependerán de la modalidad singular de presentación de cada sujeto, de la modalidad de goce de cada quien. Chico Río y el tubo papagayo Al inicio del taller chico Río está permanentemente hablado, no puede detener el cuerpo moviéndose de un lado al otro del espacio, todas las palabras y los sonidos que resuenan se le pegan y pasan por su cuerpo como si fuera un tubo más. No contando con la distancia necesaria para diferenciar entre lo escuchado y lo emitido con la voz. Esto se manifiesta cuando le dice a Analía “decime animales salvajes”, al mismo tiempo que le ofrece el tubito para que ella lo diga. En general, está interceptado por palabras injuriosas, lo que genera que cuando aparecen deba retirarse del taller ahí donde no logra ubicar un cuerpo para aquietarse y participar. Y si logra quedarse necesita colocarse fuera de la ronda con el cuerpo de un analista a su lado haciéndole soporte. A partir de esta dificultad, en la que no encontrábamos la manera para que
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Chico Río entre al taller nos preguntábamos: ¿cómo armar un punto de silencio en Chico Río? A una de las analistas se le ocurrió incorporar el tubo papagayo que tiene la particularidad de ser un recipiente cerrado en su fondo, además de la significación que posee como lugar al que van a parar los desechos. Se propone entonces a todos los participantes que allí vayan a parar los sonidos, las palabras o frases que no pueden entrar al taller y que deben quedar afuera necesariamente. Afuera que para muchos pacientes del taller no está constituido como tal. En una oportunidad, en que la coordinadora y chica spiderman se van afuera del taller para decir la palabra sin que sea escuchada por los otros participantes, Chico Río se acerca a la analista acompañante y murmurando dice: “chica spiderman se fue a decírselo afuera. Nos quedamos solos”. A continuación grita: “Animal!”. La analista le pregunta: “¿Dónde escuchaste eso?”, el responde-“el chancho A. dijo animal!”. Ella propone que lo diga en el tubo papagayo, pero él se niega. Ella le ofrece decirlo en su lugar y él accede, y ella enuncia dentro del tubo: “el chancho A. le dijo animal a chico Río”, -y agrega: “quedo acá” y tapa la boquilla. Chico Río la mira y pregunta “¿quedo acá?”. La analista afirma y él queda en silencio. A partir de allí, Chico Río se sirve del tubo papagayo, ya sea para permanecer en el taller como también para colocar las injurias que recibe y armar la mínima distancia posible para habitar ese momento del taller. Algo a destacar es que a partir de estas intervenciones se incorpora a la consigna del taller la posibilidad de elegir (para algunos chicos) si quieren escuchar o no. Frente a ello chico Río usualmente responde “no quiero escuchar”, haciendo de este pedido un ejemplo claro para nosotros del uso que este sujeto hace del taller: armar el silencio que no operó estructuralmente. En esta secuencia clínica aparece el uso del tubo como recipiente para hacer caer en tanto resto la injuria de la que el sujeto no alcanza a recortarse. El tubo
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caer en tanto resto la injuria de la que el sujeto no alcanza a recortarse. El tubo opera como una barrera separadora. Allí donde la analista tapa la boquilla, el sujeto se alivia y queda en silencio. Es con la presencia del tubo y del cuerpo de la analista que se separa. Es con la presencia real que el objeto queda alojado en otro espacio que el cuerpo del paciente. Por otro lado, aparece la posibilidad para este sujeto de tomar intervención y limitar lo invasivo, “no quiero escuchar”, ejerciendo una maniobra para acallar el goce, pero también seleccionando de qué modo es posible para él permanecer en el taller. Deja de escuchar por un momento, pone distancia, la del tubo, mientras se mantiene cerrado. Conclusión Consideramos que existen varios elementos que operan en este taller para articular el armado de un escenario lúdico que aloje el padecimiento de cada uno de los sujetos que allí participan. Hoy nos circunscribimos a la incorporación de los tubos como instrumentos que al concretar un vacío y recorte de la voz permiten un uso singularizado para hacer pasar alguna palabra, allí donde la palabra está cargada de algo en más, donde no desliza, no remite a otra cosa, donde el sentido y el sonido se pegan. O para hacer posible silenciar el objeto, condición necesaria para alcanzar un enunciado en un segundo tiempo. A partir del recorrido clínico de este trabajo podemos concluir que en este taller apuntamos a suponer un sujeto agente de su elección de hablar o escuchar, de callar o no escuchar. Apuntamos a construir un artificio para el oído y para la boca que sea posible abrir y cerrar cuando el sujeto lo disponga, al menos durante el espacio y tiempo del taller. En el caso de los chicos que participan el oído y la boca, los dos agujeros que hacen a la pulsión oral e invocante, están siempre abiertos involuntariamente. Abiertos, en tanto el
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goce del Otro no ha sido cifrado como para perderlo parcialmente permitiendo tenerlo a resguardo para responder a la demanda con objetos recortados del cuerpo. Se trata, entonces, de inventar artefactos que posibiliten una resta, una localización, un ordenamiento y tratamiento de ese goce, a fin de hacerlo soportable y acorde a la medida de cada sujeto. Un tubito a la medida del goce de cada quien.
Versión corregida –octubre 2014- del trabajo presentado en Jornadas de Hospitales de día año 2010.
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Un nombre en la serie de los números naturales Gustavo Slatopolsky slatopo@gmail.com
“Este cero es absolutamente esencial para toda orientación cronológica natural. Y entonces comprendemos lo que quiere decir el asesinato del padre” J. Lacan/SXVIII 16/6/71 “Todo lo que sabemos es que “uno” connota muy bien el goce, y que “cero” quiere decir “no lo hay”, lo que falta, y que si cero y uno hacen dos, esto no vuelve menos hipotética la conjunción del goce de un lado con el otro” J. Lacan/SXXI 19/2/74 “La historia no existe. Todo lo que existe son los individuos y de ésos sólo momentos singulares, tan separados como vertebras aplastadas” Joyce Carol Oates/ “La hija del sepulturero” Son muchos los talleres en la cigarra en los que se pone en juego diversas modalidades del vacío que permitan alojar un significante en lo real o algún orden de presencia en exceso. En el taller “cerocomauno” se interroga la dificultad del armado de la serie numérica y sus arreglos posibles cuando la disyunción estructural que hace entrar el cero contable que se cuenta como uno¹ se encuentra puesta en cuestión.
¹ En su diferencia con el cero absoluto (Frege
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Un nombre en la serie de los números naturales
A partir de un juego en el que se trata de contar cuantos elementos quedan dentro de un conjunto una vez que este ha sido vaciado se llega al momento crucial: cuando ya no queda ningún elemento dentro ¿no hay, hay nada, o directamente la circunferencia del círculo no alcanza a enmarcar algo que permita diferenciar adentro/afuera y el cálculo se torna indiscernible? En el momento en que la nada pasa a ser un elemento contable, operacionable en sentido aritmético, es posible pensar que si a 2 le saco 2 queda 0 y en consecuencia, si donde es dable suponer el falo no lo hay, queda…ausencia de falo y no cuerpo fragmentado. Es necesario alcanzar a enmarcar la nada para dar consistencia de vacío que permita simbolizar una falta. Lacan se interroga a la altura del seminario IX² en torno a las marcas inscriptas en el hueso de un animal cazado – cada traza conmemora un animal cazado -, como aquellos palotes que permiten desprenderse de la imagen, del hecho en sí – ya no es preciso dibujar de manera realista cada animal - para alcanzar un orden de “inmanencia” como mojón necesario en el armado de la serie. Los palotes, sin más parecido entre sí que el hecho de anotar el acontecimiento acaecido, solo valen en tanto que unos. Connotan, en palabras de Lacan, “la diferencia en estado puro”. Es preciso tallar – un animal/una marca, un animal/ una marca, un animal/una marca - para en algún momento precipitar el salto que alcance la cuenta: tres marcas, he cazado tres x. La posibilidad de poner en relación cada palote, de articularlos para alcanzar la cuenta de tres, tiene como reverso que cada uno de ellos participa de la x pero ninguno la es. La necesariedad de contar con la marca para alcanzar la cuenta es puesta en relación para pensar el rasgo idéntico a sí mismo que permita el desarrollo de la significación articulada a la marca. Dicha marca, en tanto idéntica a sí misma y que no entra en relación, Lacan propone pensarla como vacía de sentido. El mundo efectivamente pasa a ser otro, pasa a ser mundo ² Lacan, J. S/IX, clase 6/12/61( inédito)
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Un nombre en la serie de los números naturales
cuando es posible pasar de una-una-una al ordenamiento de dichas marcas al ser puestas en relación: la primera, la segunda, la tercera: campo de la representación, ley del significante. Años más tarde, a la altura del S XVIII y luego en S/XXII, Lacan retomará el armado que posibilita la serie de los números naturales a partir de la constitución del lugar del sucesor. Interesa particularmente para este taller la perspectiva a la que apunta Lacan en relación a la teoría de Peano, al plantear la necesidad del cero como condición para establecer una lógica de sucesor (espacio siempre abierto al número por venir).³ El taller recorre la pregunta acerca de modos posibles de ordenar una serie cuando no es posible contar con el cero. Qué invención para anudar el comienzo y proseguir la cuenta sin que la serie se deshilache cerocomauno Se trata de un juego en el que hay un círculo sobre una mesa –vacío enmarcado- que contiene 11 elementos dentro. A su vez, sobre la misma mesa se encuentran 12 cartones numerados – del 0 al 11 – boca abajo sin que pueda saberse que número porta cada cartón. Cada participante a su turno pasará a elegir un cartón y deberá darlo vuelta para poder ver cuál es el número que le ha tocado. Cuando sale el número cero, todos los elementos que se encontraban dentro
³ “Cuando se intenta axiomatizar la posibilidad de tal serie [ de los número naturales], se percibe que el último delos axiomas mínimos de Peano es el que plantea el cero como necesario para esta serie, sin lo cual (…) sería innumerable(…)”. Clase 16/6/71 “(…)parece que el n+1, el sucesor que Peano le da el valor le da el valor de estructurante del número entero, esto con una sola condición, que en el punto de partida hay uno que no sea el sucesor de nadie, es decir lo que imita muy bien este redondel de hilo, lo que él designa como el cero” Clase 14-1.75
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dentro del círculo salen: el círculo se vacía. En un mismo movimiento, todo lo que sale encuentra su correspondencia en un elemento, diferente, que ahora entra: el cero, sancionando que como el círculo quedó vacío, hay nada de elementos dentro. El número cero del cartón, en nuestro taller, posee la capacidad de vaciar los elementos apelmazados que se hallan dentro. Aquel que consiga el cero y vacíe el círculo gana un punto, que se escribe en el pizarrón. Ahora el escenario ha cambiado radicalmente: hay once elementos fuera y un círculo grande que contiene un círculo más pequeño (el círculo original tiene al cero dentro -un círculo pequeño de elástico con un agujero en el centro). Aquel que ha conseguido vaciar puede escribir un deseo en un papel que será colocado en el agujero del cero: el cero aloja un deseo. Recién a partir de aquí - una vez vaciado, inscripto el cero y escrito el deseo alojado en su seno – los elementos fuera entran en correlación con los números de los cartones y pasan a ser contables. Así, si ahora sale el 5, entran cinco elementos; sale el 6 se le adiciona uno, hasta que sale el 11 – el más alto -y el círculo se llena. Quien saque el 11 se lleva once puntos. Y vuelta a empezar: el cero afuera y el círculo lleno a la espera del número mágico que produzca una superficie apta para empezar a contar la clínica M. participa con enorme dificultad en todos los talleres en los que se encuentra. La irrupción permanente de una mirada intrusiva lo paraliza y lo obliga a funcionar con movimientos bizarros en su cuerpo para no darse con ella. Asimismo, solo participa valiéndose de algún doble real encarnado⁴ en ⁴ “El doble autista es pacificador (…)no se impone a él” /Maleval, JC, L’autiste et sa voix”,
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algún analista del taller – en general mujeres – para que anime su cuerpo, a los que tiende la mano al aire en un mirar de reojo, en un modo elusivo y errático, para levantarse de la silla y funcionar en espejo con el mismo. En “cerocomauno”, para gran sorpresa, participa con un entusiasmo con el que no cuenta en ninguna otra actividad. Así, en ocasiones pasa solo sin necesidad del doble que lo anime a elegir el cartón del número pero irrumpe la mirada en el momento de tener que girar el cartón y mostrarlo al público para ver cuál es su número. Esto lo petrifica. Comienza entonces el trabajo de vaciamiento de la mirada, un trabajo que puede tardar largos minutos: apoya su dedo índice en el cartón elegido (nunca mirándolo directamente; es como si su dedo cayera casualmente sobre el cartón mientras su mirada se pierde hacia ningún lugar); empuja el cartón hacia el canto de la mesa y se agacha para ser el único en ver el número sin que los demás puedan hacerlo (la flexibilidad de su cuerpo y su posibilidad de contornearse es sorprendente). Una vez restado el objeto a la mirada del Otro, cuando puede, da vuelta el cartón y muestra el número a los otros participantes. En otras ocasiones, cuando se ha servido de un doble para pasar, arrastra de manera desenfadada el cartón por la mesa hacia el doble para que este tome la posta, atraviese la mirada y lo muestre Un día saca el número cero y, sin necesidad de servirse de ningún doble, en una iniciativa desconocida hasta entonces en los largos años que lleva en la cigarra, toma el lápiz y el papel y escribe un deseo para colocarlo dentro del cero. Aquello que escribirá será su nombre en letra cursiva, escrito por primera vez. Durante años desconocimos que sabía escribir su nombre; durante años escribió en otro taller, cada vez, un trazo que semejaba la inicial de su nombre pero solo en la persistencia de producir un vacío para entonces hacer entrar series ordenadas, en un maniobrar con objetos que entran y salen, llenan y vacían, hace su entrada su nombre escrito para ser colocado, cedido, inscripto en el elemento diferencial que se reconoce por tener un agujero donde poder depositar deseos escritos: el cero. Allí coloca su nombre.
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A partir de allí una pregunta nueva en la coordinación: ¿M no muestra el número al público porque no consigue extraer la mirada y en consecuencia no alcanza el dar a ver, solo articulable a partir de haber alcanzado un punto de vacío, o en ese no dar a ver busca articular algún punto de vaciamiento sirviéndose del público en el lugar de un Otro encarnado al que sería posible sustraerle algo a la mirada? Se propone una nueva regla en el momento mismo en que M se encuentra detenido, petrificado frente al cartón, una regla que solo vale para él: M decidirá si quiere mostrarlo o no – M será el único que puede decidir que nadie vea su número. No más pronunciar la nueva regla por el coordinador, M sale de la petrificación, gira el cartón con decisión y da a ver su número al público. Una regla singular solo es posible en tanto que paradoja. En tanto que tal es la condición que hace de un taller un espacio clínico. Una regla singular es la traducción, el modo en el que toma lugar en un espacio colectivo,
la
intervención analítica, siempre singular, por la que en cerocomauno M no viene aprender matemática sino a servirse del cero para extraer la mirada.⁵ Resta aún la pregunta acerca si cerocomauno presenta alguna condición particular que promueva dicho trabajo. consideraciones Cerocomauno parece figurar un tiempo lógicamente anterior de la estructura en comparación al resto de los otros talleres de la cigarra. Mientras que en los demás talleres se parte de la superficie dada o mejor, el taller mismo oficia y oferta dicha superficie para la inscripción o enmarcamiento de aquello que ⁵ “Tachar el nombre, salvar el punto” da cuenta de otro uso del cero en el armado efectivo de la serie. En M, como se verá más adelante, el estatuto del cero refiere un objeto maniobrable que en ninguna circunstancia pone en juego el armado de la serie.
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irrumpe desanudado (el casillero en el taller de la palabra, el secreto, los tubos, la varita y la palabra mágica, la lengua singular), cerocomauno figura el tiempo precedente: hay goce en exceso que es preciso extraer, para que una vez extraído pueda retornar transformado en elementos recortados, posibles de ordenar en una serie contable. Lo que retorna, al ser elemento de la serie contable, al participar de la serie de los números naturales, ya no puede ser aquello que fue extraído; el retorno se torna imposible, todo retorno ahora será de otra cosa; lo que salió no es idéntico a lo que entra. Mirado de cerca se acerca bastante al cuadro que escribe Lacan en el Seminario Xt en torno a un goce mítico que en el proceso del encuentro con el lenguaje opera un vaciamiento en la producción del sujeto y su resto irreductible. En nuestro taller podríamos decir en un principio era solo el goce a la espera de que a alguien le toque el número cero; el cero produjo dos espacios al salir ese conglomerado imposible de cuantificar y la entrada de un elemento extraño que no se cuenta pero es condición para empezar a contar. A su vez y de una manera particularmente extraña, eso que entra en el círculo al haber sido vaciado cuenta con su propio vacío y esto hace posible la introducción de un deseo y lo aloja. La entrada del cero produce en un mismo acto dos agujeros: el círculo en el que entra el cero, que redobla el agujereamiento al portar el suyo propio. (Esto no era un efecto que hubiésemos anticipado: en medio del taller nos pusimos a buscar un elemento para colocar dentro del círculo que simbolizara la entrada del cero – gran problema: cómo introducir un elemento real que represente ausencia de elementos. Esto dió lugar a que una analista cediera su gomita del pelo, que tiene la forma del cero; y al comenzar a ⁶ Aún en sus diferencias, los distintos esquemas que ensaya Lacán en dicho seminario, parten de la idea de sujeto mítico en correlación a un goce pleno sobre los que es preciso producir una pérdida. S/X, clases 21-11-62, 23-1-63, 6/13-3-63-, 15-5-63
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a maniobrar con ese objeto que portaba su propio agujero, surgió la ocurrencia de solicitar un deseo para localizarlo dentro). Un elemento que tiene la forma del cero no alcanza la dignidad de la cifra pero tampoco es solamente un elemento bruto sin margen de alguna correspondencia en la vía del signo; es como el cero sin serlo. Si se contara con el cero no habría necesidad de introducirlo en lo real como un objeto más, maniobrable. (Tiempo atrás, en los inicios del taller cuando aún no tenía la forma actual, una niña a la hora de contar los elementos dentro del círculo nombraba “aparece el cero – recorriendo con su dedo índice un círculo sobre el círculo real sobre la mesa – aparece el uno, aparece el dos…”; no podía contar sin nombrar el cero como elemento de la serie. Otro niño, si se le preguntaba cuantos elementos se encontraban dentro del círculo cuando quedaban tres, señalaba con el dedo: “hay uno, hay uno, hay uno”; y, cuando se retiraban todos los elementos y se le preguntaba cuantos quedaban ahora – había cero elementos – señalaba el último elemento retirado, ahora afuera del círculo y decía “ahí está”. Le estaba vedada la posibilidad de simbolizar la ausencia pero en su caso porque no había agujero posible en lo real que localizase otro espacio en el que alojar el exceso y producir un menos). En la viñeta presentada, M no cuenta ni con la posibilidad de hacer existir el cero con el dedo, cada vez, para armar la serie, ni con “hay uno, hay uno”. Exilado del discurso – al igual que los otros, pero ellos algo han podido inventar – transita el lenguaje en un orden de palabra deshilvanada, sin dirección. Su poco de lazo emerge articulado a una fuente libidinal exterior encarnada y, quizá lo más llamativo, basta con dirigirse a él de manera directa, sin mediar la encarnadura del doble, para que la dirección misma de la demanda lo aniquile. Es quizá debido a la presencia de esta modalidad de real que habita, que un dispositivo que esencialmente produce vaciamiento de manera mecánica, tornando al cero agente en la producción de un agujero, le ponga al alcance un espacio propicio para la producción de un acto inaugural. En este punto es más
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preciso decir que en él, el objeto que tiene forma de cero, tiene la consecuencia de producir un primer agujero en lo real⁷. Para M el cero no es el número 0; más bien un objeto a la mano que produce un primer agujero en el que es posible localizar el goce de viviente⁸ que toma el relevo a la presencia real del doble encarnado como lugar de localización de un real pleno. Es notable el instante de vivificación que lo arroja al acto. Confrontado con un primer efecto de agujero en el que el goce en exceso ha quedado puntualmente capturado⁹, toma carrera sin necesidad de un doble que lo anime para dar cuenta de un primer deseo – deseo que demás está decir, no articula lo inconsciente simbólico¹⁰ - ; el agujero que se ha abierto ahora no ⁷ E. Laurent en “La bataille de l’autisme” define como la característica más importante del espacio auitsta el hecho de ser sin agujero ( “ le fait d’etre sans trou”, pg.66) ⁸ Laurent en el mismo texto retoma una idea J.A.Miller: en el caso del autismo se busca inscribir un menos en lo real. Pag.68 ⁹ Perrin, M.”Construction d’un dynamique autistiuque de l’autogire a la machine a laver” pg. 87-91 en “L’autiste, son doublé et ses objets” ¹⁰ Nombrarlo “deseo” dice de nuestra dificultad de con cuales coordenadas situar su determinación inédita Si se toma el hecho de que la escritura de su nombre fue solo en aquella ocasión, sin lazo de continuidad en su paso posterior por cerocomauno, es posible acercarlo a la frase de Birger Sellin “Devuélveme mi bola” pronunciada de golpe para retornar al mutismo. En relación a la misma, Laurent habla de “holofrases radicales” para diferenciarlas de mensajes interrumpidos y las sitúa en términos de “situación de cuerpo” .No se trata aquí de “palabra” sino de “emisiones”: frente a situaciones de extrema angustia el sujeto las emite como si perdiera un pedazo de sí mismo ( Laurent, ibid. pag.90/91). Maleval subraya que su carácter imperativo testimonia del goce vocal que lo moviliza: “palabras que salen de las tripas”, señalando una toma de la palabra “en nombre propio” / Maleval, JC “Langue verbeuse,langue factuelle et phrases sontaneés chez l’autiste” pg. 91, en “Des autistes et des psychanalystes” Creemos que es preciso aquí diferenciar una situación de contexto: la reiteración casi mecánica del juego cada vez frente al encuentro con el imprevisto y la emergencia de angustia extrema del caso de Selin(a quien le habían sacado el objeto autista). Lo que solemos encontrar en M, en momentos de extrema angustia es su apelación a la maniobra vía el doble y en la viñeta se desprende del mismo y escribe.
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solo no se lo traga sino que es espacio de inscripción, superficie que se ha vuelto apta para tallar una letra. Una inscripción que signa – al fin y al cabo, es nada menos que su nombre en cursiva lo que escribe – el encuentro con una imagen real sostenida en esa letra que articula una realidad sostenida en el campo del signo¹¹ y ya no en ese mar de sensaciones caóticas que no permitía alcanzar alguna imagen estable que no fuera por la vía del doble. Hasta aquí, los efectos de una lógica del dispositivo en sí que alcanzan a capturar el orden del ser para producir algún orden de cesión. Una regla que solo vale para él se desmarca de la máquina que tracciona goce por el solo hecho de vaciar - iniciar la cuenta. Testimonia del efecto producido en la coordinación en el encuentro con el nombre escrito. El afecto que hace entrar la división, la pregunta acerca del lugar a otorgar su no mostrar el número es ya lectura que llama al acto, y acto es solo de lo singular. La dimensión de interpretación se lee en la respuesta de M a la dirección de una palabra que lo singulariza por un deseo que lo espera al leer un sujeto en la petrificación: vale solo para él; por un instante el universal de la consigna del taller es puesta entre paréntesis para buscar nombrar el acto que inscriba lo que acaba de suceder. El dar a ver el número sin la suplencia del doble encarnado revela el estatuto de nominación a que ha dado lugar la invención
¹¹ Maleval al retomar la problemática que sitúa Lacan en el Seminario X en torno a la incorporación en la identificación primaria, plantea que el sujeto autista accede al habla por la vía de una asimilación de signos – en contrapartida a la incorporación de la voz del Otro (L’autiste et sa voix, pg. 82). Dichos signos “”quedan parasitados por el referente, no borran la cosa representada”, con la consecuencia de no presentarse aptos para representar la pulsión. (“Langue verbeuse..” pg. 88-89, traducción personal) Rey Flaud, H en sus textos “L`enfant qui s`est arrete au seuil du langage” y “Les enfants de l’indicible peur”, plantea a partir de la afirmación de Temple Grandin “Pienso en imágenes”, que el autista habita el campo del signo –cuando lo alcanza- pero le está vedado el acceso a lo que llama con Freud “traces”
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de su regla. La palabra ha llegado a destino en una posición subjetiva que se caracterizaba por el rechazo masivo de la misma. Esa quizá sea la apuesta de todo taller: una suerte de máquina discursiva que sea capaz de alojar el fuera discurso, forzar algún orden de cesión y dar lugar a la operación analítica que solo es posible en la medida en que el universal de la consigna haga lugar al destello de lo singular y permita leer la coordenada en el recorrido del sujeto, uno por uno, haciendo explotar el para todos por el aire. Tan solo por un instante, mágico.
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Dispositivos clínicos Prsentaciones clínicas Este espacio propone a los sujetos y a los analistas que los atienden pasar por una instancia de presentación clínica por única vez, que opera un antes y un después en la dirección de la cura. El sujeto, previamente invitado por su analista, decide prestar testimonio de su experiencia frente a otro analista que lo entrevista y una audiencia que ocupa un lugar tercero. La cigarra pone a prueba el alcance de este dispositivo que daría entrada a otro lugar y otra escucha. Algunos de sus efectos son para leer a continuación.
"A veces ni siquiera me gustaría tener asperger" Martina Cicchetti martinaci@hotmail.com
A través del desarrollo de este trabajo intentaré pensar las consecuencias de una presentación clínica de enfermos en la dirección de la cura de un sujeto. Primero es necesario establecer una diferencia ubicando el lugar del dispositivo de la presentación de enfermos para el psicoanálisis, contraponiéndolo a la perspectiva de la psiquiatría clásica. Para la psiquiatría la presentación de enfermos respondía al imperativo de la mostración y la mirada, el paciente se presentaba para "ser visto", se recortaban algunos signos con los cuales la audiencia de entendidos reconocía un síndrome patológico. El psicoanálisis, más precisamente Lacan, toma este dispositivo y lo reconstruye teóricamente. Liliana Cazenave¹ nos dice que: “un dispositivo es un aparato de lenguaje que instaura determinados lazos que acotan el goce y hacen lugar al sujeto". Es un encuentro único con un analista, que no es el propio, en el que se transita una experiencia en donde de lo que se trata es "hacer emerger la presencia de un sujeto como efecto de la operación de un analista”². Entonces
un dispositivo clínico tiene como
particularidad ofrecer su estructura para ser llenado con la palabra propia, con experiencia propia, en donde el sujeto testimonia sobre su relación al lenguaje. Ahora bien, en qué momento del análisis de un sujeto, su analista propone, ofrece, la posibilidad de la experiencia de la presentación como dispositivo clínico. R. Llega a la cigarra (diciembre 2011) a los 17 años luego de una lista diversa de ¹ Dispositivos en la psicosis: El dispositivo de la presentación de enfermos en niños. ² Ídem.
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tratamientos. A los 12 años le diagnosticaron síndrome de Asperger con la concomitante tramitación del certificado de discapacidad. Según la mamá su hijo “no tiene un plan B. No tiene como entender un afecto, o un chiste o un doble sentido. Para él es todo blanco o negro”. Al momento de la consulta R. no quiere ir más a la escuela. La madre dice que “entró en una depresión y el psicólogo que lo atendía no advirtió nada”. Un año antes llegan al CSMN°1 y comienza un tratamiento psiquiátrico, luego de la estabilización a través del tratamiento farmacológico es derivado a la cigarra. Hace dos años que R. no va al colegio, le queda cursar cuarto y quinto año de colegio secundario. Cabe destacar, que ha transcurrido sus estudios en escuelas comunes. En el primer encuentro R. entra solo pero se lo ve claramente enojado, fastidioso, se sienta y se tira encima de la mesa. Al comenzar a hacerle preguntas del tipo ¿Cómo estás?, ¿Qué te gusta hacer?, no contestaba con palabra sino con gestos, se mofaba. Le digo que parece enojado, y dice: “si, y si me sigue haciendo preguntas me voy a enojar más”. Decido dejar de preguntar y empezar a hacer un relato de mi encuentro con sus padres. Las sesiones siguientes apenas me mira, muchas veces se sienta dándome la espalda. La incomodidad de atenderlo cae de mi lado. “¿Ya me puedo ir?”, es la pregunta que pronuncia una y otra vez. En un momento de fastidio de su parte le pregunto ¿Qué pasa? Y dice: “cuando van a entender que venir a un psicólogo no es la solución. La tengo que encontrar solo pero si me ponen ayuda es peor”. Se anota una diferencia, hay una solución a ser encontrada. Eric Laurent en “La batalla del autismo” nos advierte, “Esforzarse por entrar en relación con un sujeto autista, enfrentarse a ese imposible, ese real, partir de una perspectiva psicoanalítica, supone apelar a la invención de una solución particular, a medida. En efecto, la invención es el único “remedio” del sujeto autista y debe incluir, cada vez, el resto, o sea, aquello que permanece en el límite de su relación con el Otro: sus objetos autísticos, sus estereotipias, sus dobles”.
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Dos idiomas originales/ propios surgen en transferencia, el inglés y la informática. Traigo a sesión una tableta electrónica. La ofrezco sin mucho entusiasmo. R. se distiende, se ríe, parece jugar. Se lo ve cómodo. Punto de viraje, se dirige a un otro en busca de una pregunta, a la sesión siguiente dice: “necesito la respuesta de un profesional, necesito una respuesta que no puede ser negativa”. Ante su imposibilidad de enunciarla verbalmente le propongo que la escriba, escribe: -¿es correcto que un hombre de un país conociera a una chica de otro país a través de internet mediante actividades recreativas y se enamoraran los dos (conocerse de cara, voz, etc.) lo suficiente como para que sean novios por internet?-, me la da y dice: “no puede decirme que no”. Pregunta que se contesta sola, pregunta que no espera respuesta, de hecho no tiene la estructura de una pregunta. Pero está dirigida a un otro, como si necesitara pasar por su analista, allí presente, para poder formular un enunciado. Me pregunto: ¿Qué es este lugar de la presencia que se vuelve necesaria? Pensemos ahora en algunos de los testimonios de los sujetos autistas. Temple Grandin ha necesitado de la construcción e invención de objetos a partir de los cuales encontró un lugar en el mundo, un lazo social, dice “solo empecé a estudiar cuando me di cuenta de que los conocimientos eran necesarios para construir el aparato que me proporcionaría esos estímulos que me habían faltado en mi infancia” (hug machine). Un objeto que adopta una forma y que le da una forma al sujeto³. Maleval describe con mucha precisión el hecho de que Donna Williams vive en un mundo poblado de imágenes del doble, en los que se apoya, mientras que carece de un sentido de su cuerpo interno⁴. “En el autismo el retorno del goce no se efectúa ni en el lugar del Otro, como en la paranoia, ni en el cuerpo, como en la esquizofrenia, sino más bien en el borde. ³ Eric Laurent: “La batalla del autismo” pág. 88 ⁴ Maleva: “El autista y su voz”. Los compañeros imaginarios de Donna Williams
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Ese neo- borde que es el lugar donde está situado el sujeto, un lugar de pura presencia. El doble funciona como un borde del cuerpo del sujeto autista. La inexistencia del borde y la imposibilidad de que un objeto pueda separarse de él –por no existir borde-, produce un redoblamiento de la inexistencia del cuerpo, entonces la existencia del espejo se reduce a la del doble”⁵. Como Donna Williams R. parece apoyarse en la invención de dobles en diversos momentos en el encuentro con el otro, con el semejante. En las sesiones siguientes trae una frase familiar “se realista R.” y dice: “la gente no acepta mi falta de humor”. En otro momento cuenta que se fue a las cataratas de vacaciones: “me dijeron que era un bello lugar. Yo no sé cómo reconocerlo. No vi nada diferente. Sólo vi una catarata y ya”. Relatos de un mundo que necesita ser interpretado, cada vez. La lengua puede reducirse a un sistema de reglas, sin equívocos posibles⁶. R. vuelve al colegio. Se produce, en transferencia, un segundo momento en el que me dirige una pregunta: “¿me podrías hacer una prueba de IQ? Quiero entrar a MENSA y necesito tener 130 o 135 de IQ”. Cuando le consulto sobre este lugar dice: “hacen cosas intelectuales. Hay algunas personas con Asperger.” ¿Qué significa tener Asperger?, “inferioridad social”. Corto la sesión. En el siguiente encuentro enumera las características del asperger, “ser único entre varios. No único de lo común. A veces ni siquiera me gustaría tener asperger”. Algo del testimonio de este sujeto se pone en juego en transferencia, le propongo participar de una presentación clínica de enfermos, dice: “mejor así tengo dos veces a la semana alguien que me escuche” ¿Qué presenta, qué testimonia? R. dice no llevarse bien con la gente, “porque yo soy diferente a todo el mundo. ⁵ Maleva: “El autista y su voz”. Los compañeros imaginarios de Donna Williams ⁶ Eric Laurent “La batalla del autismo”
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Es como si ya supieran que soy la oveja negra y me tratan mal. Recién cuando yo tenía ocho años, mi mamá vio un video en el canal utilísima que mostraban los rasgos de una persona con asperger. Lo grabó y se los mostró a todos en mi familia y concordaron que yo hago lo mismo que eso. Y entonces ahí mi mamá se dio cuenta que yo tengo el síndrome de asperger. A veces en la primaria yo me salía del aula y a nadie le importaba, nadie notaba mi ausencia”. ¿Cuáles son tus planes para el futuro? R. suspira, cambia la actitud corporal, y dice: “la verdad, no sé, no pienso mucho si yo tengo futuro si sigo así. Que me voy a empezar a sentir solo, solo. Me molesta ir al aula y ver a mis compañeras besándose con mis compañeros, no solo porque está mal eso de besar en el aula sino porque me da como una especie de sentimiento que nunca sentí antes, envidia”, agrega, “les tengo envidia a todos”. Se establece un segundo momento de la presentación en el que el público presente lee los signos que presenta el sujeto. Se recortan dos posiciones, la posición esquiva con la mirada y el uso del lenguaje, un lenguaje sorprendente. Subjetivar un punto de falta, que se constituye a partir de poder nombrarlo, es su soledad en el mundo. Impactó el registro de la oportunidad para testimoniar algo de esto y el manejo del tiempo ahí. Él se ha podido sostener en otros lenguajes y le está inhabilitado el encuentro con el semejante. Después de la presentación La madre dice: “ahora está mejor, habla, cuenta lo que le pasa”. R. Dice: “Se acuerda cuando le pregunte si dos personas se pueden enamorar en dos partes del mundo. Creo que es posible”. Agrega: “entre los 17- 18 estudie psicología para saber del asperger. Aprendí a enseñarle a la gente que me trate con cuidado”. Comienza a traer recuerdos de su infancia y relatos de la infancia de sus padres. No se puede desconocer que el significante Asperger se presenta a partir de
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mirar un programa de televisión. (¿Puesta en forma de un circuito pulsional?) En el recorrido de la presentación se puede leer la subjetivación que va realizando de aquellos acontecimientos que se le presentaban vedados. No sin la estructura del tercero, el público, esto es nombrado. “Hace falta siempre cierto tiempo después de que algo se haya podido enganchar para que ese neo- borde (sin borde/ sin agujero) se afloje, se desplace, constituyendo entonces un espacio –que no es ni del sujeto, ni del Otro- donde puede haber intercambios de nuevo tipo, articulados con otro menos amenazador. Esta perspectiva permite una clínica original, que llamo, una clínica del circuito. El circuito metonímico puede servir para la construcción de bordes pulsionales.”⁷ Arribar al significante asperger le ha permitido a R. un modo de ubicarse, de situarse, él tiene asperger, no lo es. Diferencia fundamental para buscar un nombre propio, a partir de un significante aportado por el otro social en la coyuntura del circuito pulsional. Actualmente el sujeto construye/ inscribe una y otra vez preguntas por el amor, por la soledad, por su propia posibilidad/imposibilidad de estar con otros. Parece anudarse sintomatizando la soledad del autismo. Trabajo presentado en las Jornadas anuales de hospitales de día de la cigarra durante el 2012 Referencias Eric Laurent: “La batalla del autismo” Maleval: “¿Qué tratamiento para el sujeto autista?” Entrevista a Maleval en la presentación del libro “el autista y su voz” en ⁷ Eric Laurent “La batalla del autismo”
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Barcelona. Karina Millas: Presentación de enfermos de la psiquiatría al psicoanálisis. L. Cazenave: Dispositivos en la psicosis: El dispositivo de la presentación de enfermos en niños. L. Donnarumma: Consideraciones sobre la transferencia en dos dispositivos Testimonios de Donna Williams y Temple Grandin Lacan: “Función y campo de la palabra”
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Los sujetos autistas en la presentación de enfermos Liliana Cazenave lilianacazenave@gmail.com
Entablar un diálogo con el sujeto autista - en toda la variedad de sus espectros - en el dispositivo de presentación de enfermos, requiere ante todo ser dócil a su manera de habitar el lenguaje. Sabemos que la particularidad de esta estructura subjetiva es el rechazo a ser afectado por el significante. En este sentido la palabra diálogo resulta extraña para aplicar al autismo. Sin embargo los autistas no están excluidos de su condición de parletres, de estar marcados por el lenguaje. Prueba de ello es el objeto particular que han inventado, el objeto autista, o las frases espontáneas que profieren inesperadamente en medio del mutismo. ¿Cómo situarse como partenaire de un sujeto sumergido en lo real, excluido de la interlocución simbólica y fuera de toda reciprocidad imaginaria? Será preciso partir más bien de las diversas instancias de la letra, antes que del campo de la palabra. Desde el sujeto autista que no habla hasta aquel que se expresa en un lenguaje de signos, hay letras de goce a leer, no como mensajes dirigidos al Otro, sino como signos del traumatismo de lalengua en el cuerpo. Esta lectura nos permitirá elaborar una estrategia para situarnos como partenaires y recibir su testimonio y también apostar a que algún acontecimiento se produzca. El dispositivo de la presentación con el lugar tercero que constituye la audiencia silenciosa, puede hacer jugar un lugar de semblante de agujero donde la letra pueda moverse. ¿De qué modo podemos dar cuenta - sobre todo en aquellos casos en que no se dispone de la palabra - que el sujeto quiere testimoniar y no lo estamos
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tomando como un objeto a mostrar? El dispositivo de la presentación apunta a hacer emerger al sujeto como respuesta a lo que la lengua como aparato de goce le plantea. El sujeto es elección, resulta de una elección. Es por ello que es de vital importancia respetar el consentimiento que el sujeto da en cada momento de la entrevista. “Consentir” implica no solamente admitir lo que el otro ha propuesto, sino tomar responsabilidad sobre ello, es decir el modo en que compromete su participación. Para dar cuenta de ello, tomaré tres extractos de presentaciones de sujetos que se ubican en distintos niveles del espectro autista. Mutismo (1) Si hablar es un acontecimiento del cuerpo, el silencio del autista no puede ser abordado sin tener en cuenta primero la relación singular que tiene el sujeto con el cuerpo. T, de 8 años no habla. En casa permanece horas escuchando la radio. En su tratamiento al principio no se dejaba tocar, gritaba cuando el otro se dirigía a él. Últimamente permanece aislado haciendo funcionar una cajita musical. En la presentación el niño entra tomado de la mano de la analista presentadora y comienza a prender y apagar la luz. En un momento el niño mira el reloj pulsera de la presentadora y acerca su oreja para escuchar el sonido. Ella se lo ofrece, el niño lo toma y recorre la sala con el reloj cerca de la oreja escuchando. La analista interviene imitando el sonido: "Ti-tac, tic-tac”. El niño la mira de costado. Se establece un diálogo de sonidos: el niño hace ruido con los pies, la analista lo imita, va variando los ritmos. Se produce en la entrevista algo inédito. El niño comienza a emitir frases:
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"Apago la luz" "¿Qué estás haciendo?" Como broche de la presentación se destaca un momento en que el niño se dirije a la ventana como desconectándose de la situación. La analista interviene escondiéndose y llamándolo por su nombre. El niño no aparenta buscarla, pero dice una palabra que suponemos no ecolálica y bien aplicada a la situación:"¿Va?" T se presenta acoplado a un objeto sonoro electivamente erotizado - una radio, una cajita musical- que funciona de burbuja que lo protege de la interlocución con el Otro. La estrategia de la transferencia en la presentación propone partir de este objeto autista como punto de apoyo y no como obstáculo. El reloj, tomado del cuerpo de la analista, permite que el objeto autista se articule al Otro y entre en un circuito metonímico que va del sonido del reloj, al tic-tac de la voz de la analista, al diálogo de sonidos hecho con el ruido de los pies. Este circuito escribe un borde que delimita un agujero que permite ceder el ruido de lalengua. Un acontecimiento de cuerpo parece producirse ya que a partir de allí algunas frases holofrásicas pueden advenir y también un esbozo de enunciación. Iteración (2) Si bien la iteración de lo mismo da a la clínica del autismo su extraña fijeza, es también a partir de la matriz de la repetición que se elaboran cadenas más complejas que permiten al sujeto un acceso a una literalidad más rica. Al entrar a la sala con la analista presentadora F vacila y retrocede, gira la silla que se le ofrece de modo tal de quedar frente a la audiencia dejando al costado a la presentadora. Comienza a contar a los integrantes de la audiencia, señalando a uno por uno con el dedo. Cuando termina de contar a la audiencia, que son 23, F hace una
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y elevando el tono de voz se señala diciendo 24. La presentadora se incluye: “Y yo, 25” y recorta a F y a ella del resto diciéndole: “1F, 2 Alicia”. F comienza a escribir números con placer y visiblemente relajado. Escribe distintos números hasta llenar una página, los cuenta al finalizar, acepta responder a la pregunta por su edad, escribiendo el número 13. Prosigue con la escritura de la serie de letras del alfabeto y finaliza con la escritura de los números del 1 al 100, que escribe sin detenerse, ocupando todo el espacio de una carilla. Es evidente que frente a la amenaza que operan la mirada y la voz del Otro sobre su mundo, F encuentra tranquilidad reduciendo el lenguaje a sus atributos esenciales de estructura: cifras y letras. F encuentra en los conteos incesantes y en la enumeración de la serie alfabética, una forma de tratamiento de lo insoportable del encuentro con el Otro traumático del lenguaje, queriendo reducir el ruido de lalengua al Uno de la letra que itera. Se trata de la repetición de un significante aislado que no se arraiga en lo simbólico. El conteo incesante da cuenta de que se trata de un escrito fallido que no se desembaraza de lo real, que no cierne el vacío ni se articula al Otro. Es por ello que F vacila cuando le toca contarse en la cuenta y no puede incluir en la misma a la analista presentadora, en tanto encarna para él un exceso de presencia cuya ausencia no ha sido simbolizada. La intervención de la entrevistadora de articular el 1 y el 2 a los nombres de ambos habilita el camino hacía otro tiempo lógico en la entrevista. F escribe el alfabeto pronunciando las letras y solicitando a la presentadora que pronuncie el nombre de la letra que sigue en la serie. Luego escribe otra serie de números y al lado de la cifra, como en una especie de traducción, escribe el número en letras, solicitando a la presentadora que lo deletree. Leemos aquí un intento de vaciamiento de la voz, un juego de escucha del fonema que sitúa la voz como áfona para sostener el significante. Se trata ahora de un jugar con lalengua que permite descongelar la letra para aparejarla a lo
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simbólico. Nos encontramos aquí con otra posición: F ha girado su silla y se ubica frente a la presentadora. Consiente a la escritura que le permite insertarse de algún modo en el Otro. El lenguaje separado del cuerpo (3) Los autistas de alto nivel dan cuenta de querer testimoniar acerca de lo que han inventado para defenderse de lo real. El espacio de la presentación puede ser también un lugar propicio para validar sus experiencias y obtener nombres para tratar su caos afectivo. R, de 18 años, cursa quinto año del secundario; su analista le propone el dispositivo de la presentación cuando éste le formula por escrito, ante la imposibilidad de hacerlo verbalmente, una pregunta sobre el amor: “¿Es correcto que un hombre de un país, conociera a una chica de otro país a través de internet, mediante actividades recreativas y se enamoraran los dos (conocerse de cara, voz, etc.), lo suficiente como para que sean novios por internet?" R ha descubierto el sentimiento amoroso e intenta manejarlo por el intelecto, le pide al Otro que lo ayude a construir una regla para orientarse, organizarse y tranquilizarse. R acepta entusiasmado la propuesta, dice querer ser escuchado. Se presenta con una actitud corporal muy particular: tuerce acentuadamente su cabeza y mira hacia un costado. A diferencia de los sujetos psicóticos, R se identifica con su síndrome de Asperger, del que fue diagnosticado a los 13 años, y reivindica que debe ser tenido en consideración por su diferencia. "Yo iba a la escuela a finales del siglo XX. Esto del síndrome de Asperger y de Tourette no era tan conocido y por eso mis compañeros no sabían nada y me trataban mal". "Estudié uno o dos meses psicología para saber los síntomas: inferioridad social, que no me podía
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comunicar bien, que no puedo mirar a los ojos a nadie, dificultad para mentir". Es consciente de sus dificultades, dice no llevarse bien con la gente por ser diferente."Mis compañeros son todos de parrandear, de ir a fiestas, de divertirse, yo no soy así. Simplemente me quedo en casa, me invitan al boliche y digo: ´no, no me gusta´. No me gusta nada lo que a ellos les gusta. Nadie en toda la escuela piensa así como yo". ¿De qué quiere testimoniar? Le interesa particularmente ubicar sus emociones y sentimientos y aprender su lenguaje. La primera preocupación que trae es un episodio en el que se enoja e insulta a un compañero que le tira un joystick. El compañero amenaza con pegarle. Ante esta emergencia de afectos, R no habla directamente de su susto; tiene que pasar por el otro en tanto que doble para reconocerlo. Dice: "Mi compañero al final se disculpó porque él y la clase entera se dieron cuenta de que me asusto demasiado". "Mi abuela está en los ochenta y tantos, mi mamá me dijo que a ella le gustaba sentarse sin hacer nada porque estaba esperando la muerte. Eso me hace sentir muy triste". E: “Lo que contás de tu abuela es triste". R: "Me hizo llorar una vez...No me lo tendría que haber dicho mi mamá". No solamente las señales de afecto del Otro son peligrosas sino fundamentalmente teme la violencia de sus propias emociones, en la medida en que su incapacidad para nombrarlas las torna arrasadoras. Sin embargo en lugar de aislarse del mundo y desconectarse de su cuerpo, R ha ido más allá de su defensa y tomado la decisión de no negar más aquello que viene de su cuerpo y trata de anudarlo a las palabras. ¿Qué solución ha encontrado este sujeto para lo insoportable que vive? "Me gusta la educación, leer, aprender”. Desde los 4 años aprendió solo computación, actividad que llama"su ocupación". El año pasado hizo un curso con el que obtuvo el título de técnico. Trabaja esporádicamente reparando
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computadoras. En este curso ocupaba por su saber el lugar de "superior a los demás" y era amigo de todos, los ayudaba. Sin embargo este amplio islote de competencia a partir del cual obtiene un saber para dirigirse al mundo, arreglarse laboralmente y tener un lugar en el lazo, es un saber separado de su cuerpo, no es suficiente para controlar el caos emocional que puede significar para él el amor. Interrogado sobre sus planes para el futuro manifiesta que no piensa tener mucho futuro así. Sabe que terminará sus estudios, que va a tener trabajo fijo, pero que se va a sentir solo. R está advertido de su funcionamiento subjetivo, no está satisfecho porque sabe que los otros habitan sus cuerpos. Dice:"Lo que más me molesta de ir al aula es que veo a mis compañeras besándose con mis compañeros, no solo porque está mal eso de besar en el aula sino porque eso me da una especie de sentimiento que nunca sentí antes, envidia". La envidia, sentimiento inédito que R abrocha en la entrevista, supone localizar una falta y una completud imaginaria con la compañera, que podría taponar esa falta. E: “¿Y qué podrías hacer para lograr eso que querés?”. R: “No puedo hacer nada. Dejar de pensar en eso me ayuda un poco.” E: “¿En qué cosa?”. R: “Soledad, depresión, ansiedad, nervios, todos sentimientos negativos.” No negar más aquello que viene del cuerpo también lo puede dejar arrasado en el caos angustiante de su goce, si no obtiene del Otro las reglas para anudarlo al pensamiento. R se despide preguntando si tendrá otra entrevista proximamente. Se lo remite a su tratamiento y se le ofrece ubicar en el equipo otros espacios en los que pueda participar.
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Notas: 1- Presentaci贸n realizada por Liliana Cazenave. 2- Presentaci贸n realizada por Alicia Vilchansky. 3- Presentaci贸n realizada por Liliana Cazenave.
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Dispositivos clínicos Debates Interrogar el dispositivo de la cigarra, revisar sus horizontes. Las jornadas operan una constante puesta a prueba que lejos de buscar puntos conclusivos, relanzan el movimiento. Cada texto que puede leerse a continuación porta su pregunta sobre el dispositivo. Pensamos con Lacan que interesan más las preguntas, en tanto anotician a quien las formula de una respuesta anticipada que será necesario poner al trabajo.
Dispositivos clínicos Gustavo Slatopolsky slatopo@gmail.com
La idea del trabajo es comenzar a plasmar por escrito una discusión abierta en torno a la problemática de dispositivos clínicos en diferentes grados de interlocución tomando como referencia la idea de “práctica entre varios”, y ver a partir de allí si la cigarra se inscribe en esa modalidad institucional o toma una dirección divergente. Vaya mi agradecimiento a Christophe Le Poëc quien tras haber rotado por distintas instituciones que se referencian en la “práctica entre varios” del Campo Freudiano en Europa, en su vuelta a la cigarra dedicó largas horas a la conversación de estas cuestiones. Es a sus preguntas incisivas y reflexiones agudas con los que este trabajo reconoce su deuda. La denominada “práctica entre varios” da cuenta de la apuesta de Di Ciaccia a mediados de los años 70 en Bruselas de sostener un modelo institucional que pusiese a prueba la afirmación de Lacán en torno a que el niño autista se encuentra en el lenguaje. Plantea como la especificidad de dicha práctica “la intercambiabilidad de los miembros del equipo como partenaire del sujeto que sufre. Esa intercambiabilidad es estrictamente en función de la clínica del sujeto en cuestión”.¹ Al respecto, escribe V. Coccoz²: “para el funcionamiento de la institución se necesitan operadores, uno por uno, que se conviertan en partners del niño”. ¹ Di Ciaccia, Antonio. A propósito de la práctica entre varios (Conferencia) http://es.scribd.com/doc/104719152/ ² Coccoz, Vilma, Presentación (e intervenciones*) del libro de Martin Egge, “El tratamiento del niño autista” en la Biblioteca de Orientación Lacaniana de Bilbao/ http://www.blogelp.com/
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“El desafío de la Antena 112 es acompañar al sujeto en su construcción hasta donde su estructura le permite llegar.”³ Continúa Coccoz, “delicada maniobra que se transforma en una cura antinarcisista para los operadores que no responden a jerarquías ni títulos, sino sólo a su condición de acompañante de este particular transcurso subjetivo” Por último, una afirmación de Zenonit: “Cuando el estado clínico de la psicosis puede permitir el embrague de la transferencia sobre un analista, no es necesario -ni siquiera deseable-, que el sujeto sea instalado en una institución o insertado en una red de asistencia”. A partir de aquí es posible comenzar con el intercambio. Tenemos: Una práctica sostenida en la “intercambiabilidad” como necesidad de la clínica; “operadores” que no responden a jerarquías. ¿Es esta una especificidad en la cigarra? Entiendo que no. Y posiblemente la clave se encuentre en la idea de Zenoni: si la transferencia ancla en un analista, la inclusión en una institución no es deseable. La cigarra comienza por el análisis, no hay paso por la cigarra sin análisis – al menos hasta ahora, es una discusión -. Esto define un primer problema: ¿hay el análisis en la cigarra y luego, un eventual pasaje por la cigarra? No se plantea desde aquí el pasaje institucional frente a la imposibilidad del anclaje a un analista. Nuestra experiencia valida un forzamiento posible en casi todos los casos para el establecimiento del análisis; pero también es cierto que la mayor parte de quienes cursan un análisis en la cigarra no hacen uso de los talleres como instrumento. El comienzo por el análisis explica la dificultad para pensar la cigarra como ³ Egge, Martin. “El tratamiento del niño autista”, Madrid, Ed.Gredos, 2008. ⁴ Zenoni, Alfredo. Orientación analítica en la institución psiquiátrica. Rev. Bitácora Lacaniana/ El Psicoanálisis hoy N° 1/ - mayo 2006/ http:// contrasentido.net/wp-content/ uploads/2007/01/a_zenoni-orientacion-analitica-en-la-institucion-psiquiatrica.pdf
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variante de la “práctica entre varios”, la intercambiabilidad de “partners” equivalentes se topa aquí con la presencia desde el comienzo del analista que lleva la cura. Ese no es intercambiable y en muchas ocasiones participa en los talleres junto a sus analizantes.⁵ Cuando Zenoni plantea la no institucionalización del niño psicótico nos confronta con otro modelo de institución. En la práctica en Antenne, la “aplicación del discurso analítico a la práctica institucional como tal”⁶ incide a partir de una lectura del acontecer cotidiano; la invención, la posibilidad de “acompañar al sujeto en su construcción hasta donde su estructura le permite llegar”⁷ se funda en continuidad con el acontecer cotidiano⁸. En esto se plantea una diferencia de peso. En la cigarra “lo cotidiano” queda enchufado a una máquina de localizar goce creado a partir del deseo de algún analista y a eso lo llamamos “taller”. La construcción de la solución en cada niño es empujada⁹ por el artefacto creado a partir de ese deseo, que aspira el goce deslocalizado para enlazarlo, en el marco de una propuesta colectiva. A diferencia del “partner” que acompaña la invención a partir de una contingencia, aquí más que acompañar se busca hacer encajar el goce desencadenado en una matriz que opera para todos de manera centrífuga en la que la intervención del analista recorta la posición del sujeto en dirección a ⁵ Al respecto, en este mismo número de “entreUnos”, “Herir el nombre…” , en la dirección del disparo “para tú”. ⁶ Zennoni, A. ibid ⁷ Coccoz,V. ibid ⁸ Un excelente testimonio de cómo se opera: “F. tiene problemas con la comida, hay muchas cosas de las que no quiere comer. Se le pregunta sobre el tema, él va diciendo sus motivos: la textura de esto, el sabor de aquello, que la cocinera cocina mal… Se le pregunta qué podría comer y dice, por ejemplo “una tortilla de atún”, se le ofrece la posibilidad de hacerla y, también la de hacer un taller de cocina para que nos enseñe cómo hacer la comida para que él pueda comer. F. come”. Un testimonio de la práctica “entre varios”; en l´Antenna 112. Ana Jiménez ⁹ Dulce forzamiento, con DiCiaccia
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producir una nueva solución con el goce, siempre singular. Así es posible establecer en los talleres el encuentro entre: a) un deseo (del coordinador) en la invención de dicho artefacto: las preguntas en torno a las psicosis y el autismo que lo llevaron a recortar ese sesgo b) un sujeto en su relación a eso (objeto autista, S1 desencadenado, lenguaje cernido al signo, etc.) c) el instrumento que tironea de eso (lo invita a enlazarlo de otra manera, a tomar distancia, producir una relación nueva menos limitante) d) los otros (que a su vez se encuentran en una relación a su eso) Podemos ver que hay dos niveles de soluciones que se enlazan: el sujeto y el tratamiento que dispensa a su cosa, y el artefacto que la recibe - que da cuenta a su vez de la solución que el analista ha encontrado para vérselas y hacer en la confrontación con un goce fuera de discurso. Esto opera un límite en relación a lo intercambiable ya que el artefacto mismo es del orden de la invención y no es indiferente, en el lugar de la coordinación, la relación de sujeto a la invención. Se busca alojar eso (lo más singular del sujeto) en la invención propuesta (casillero de palabra, secreto, tubo, traducción, etc.) y se lo sigue en su construcción singular pero a partir del marco fijo – dulcemente fijo –del taller. Así planteado, la transferencia debe ser leída en su relación: con el analista, con el coordinador del taller, con los otros del taller y con cada taller en su vertiente de solución, que abre a lo más íntimo de aquel que lo ha creado. Esto lleva a que en la práctica las intervenciones del coordinador – al menos en mis talleres - lo coloque más cerca de la posición del analista que de la del operador.
Versión corregida del texto presentado en las Jornadas de hospitales de día del CSMNo1. 2013.
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El taller ¿un tratamiento en sí mismo? Mariana Calatroni calatroni.mariana@gmail.com
La cigarra ofrece, en el ámbito de lo público, una propuesta de atención para niños con, lo que se denomina, trastornos mentales severos. Luego de ser admitido, cada niño cuenta con un espacio terapéutico individual y dos jornadas semanales de talleres en las que puede incluirse, o no. La inclusión en los talleres, por ahora, es optativa y la decisión es evaluada, en cada caso, por el profesional a cargo del tratamiento del niño, y por el coordinador de los talleres en reunión de equipo, contando con el consentimiento o el interés del niño. En una de las primeras reuniones de equipo a las que asisto, se plantea el siguiente problema: hay muchos niños en lista de espera. No hay turnos disponibles y esto se traduce en un tiempo de espera considerable para comenzar tratamiento individual. En la discusión acerca de qué medidas tomar se debate acerca de la posibilidad de que los pacientes admitidos puedan participar de entrada en los talleres, a la espera de un turno para tratamiento individual. Se pone en forma la siguiente pregunta: ¿Puede el taller constituir un tratamiento en sí mismo?, ¿Podría prescindirse del tratamiento individual? Dicho interrogante surge a partir de un interés de gestión y administrativo, pero presenta, a su vez, un interesante desafío a nivel teórico y ético con implicancias a nivel de la práctica, sin duda. Más aún, teniendo en cuenta que la práctica en la cigarra busca estar orientada por el psicoanálisis. Propongo tomar estas interrogaciones como punto de partida y sumar otro
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interrogante que me surge a continuación: cuando se habla de tratamiento, tratamiento ¿de qué? ¿qué es lo que se trata? Gustavo Slatopolsky, en la Editorial de Ensayos N°3¹ propone despegar la propuesta de la cigarra de la idea de un hospital de día como el tipo de abordaje específico para determinadas patologías: “Se torna imprescindible extraer al hospital de día de su vertiente técnica para devolverle su dimensión de aventura única, singular e irrepetible. (…) Tomar partido por el artificio más que por un dispositivo en sí, busca ponernos a distancia prudencial del universal, aún sin ser antídoto”. ¿Cuál sería el artificio? En cuanto a los talleres, se pretende producir “una especie de máquina simbólica”². Hay un coordinador a cargo que plantea una consigna y la tarea a realizar, que se repite cada semana a la misma hora y que es sostenida en gran parte (no toda) por los analistas que asisten al taller. Ahora bien, una máquina sirve para hacer con algo, algo otro. Entonces ¿para qué sirve esta máquina? ¿De qué sirve a aquellos a quienes está dirigida la propuesta? A partir de mi corta experiencia en los talleres, puedo decir que por medio de esa máquina simbólica se ofrece un artefacto del que cada quién puede servirse para elaborar algo del goce en más que lo excede, de un modo singular. Ahora bien ¿eso implica que puede prescindirse del tratamiento individual? Consideremos el caso de un niño que participa de algunos talleres: ¹ Slatopolsky, Gustavo. Editorial. En Rev. Ensayos N°3 “Hacia una política para las psicosis y el autismo”. Publicación del Espacio de Investigación en Psicoanálisis del Centro 1, Buenos Aires, edición GCBA, 2010. ² Seijas, R.; Slatopolsky, G. Escritura del síntoma en la psicosis infantil. Una política de lo singular en lo colectivo. En Rev. Ensayos N°3. Buenos Aires, edición GCBA, 2010.
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NT. no se sienta ni permanece junto a otros participantes. Desparrama su cuerpo sobre un baúl grande ubicado detrás de la fila de bancos, quedando parcialmente por fuera, pero participa de la tarea que se desarrolla alrededor de la desaparición y aparición de objetos, con la consigna de que cada una de estas acciones este mediada por un significante. NT. quiere ser primero y más rápido, que los otros. Cuando algo interfiere en relación a eso, le cuesta soportarlo. Pasa al acto. El cuerpo cae preso de explosiones agresivas que se descargan contra una puerta o un compañero. Proliferan significaciones degradantes casi siempre expresadas en femenino referidas a la tarea o a otros participantes. En una oportunidad, exige con perseverancia “el truco de la coca cola”. Alienta para que la botella desaparezca pero luego pide insistentemente que vuelva. En el universo simbólico donde la tarea se desarrolla, no está contemplado que la botella aparezca, y no vuelve. NT se inquieta, grita, putea, golpea lo que tiene a su alrededor y se aprieta los genitales con fuerza. Exige otro truco “el del libro”. Se trata de hacer dibujos en un espacio imaginario y mediante la intervención del significante los dibujos se escriben en un libro. De ese modo aparecen, y luego se los borra para que desaparezcan. NT. manifiesta que no quiere que se vacíe su dibujo, cada vez alzando más la voz, con cierta desesperación. Así como no soportó el vacío dejado por la botella tampoco soporta el vacío en su dibujo. Se decide respetar la consigna y NT. pasa al acto en una crisis de agitación teniendo que ser sacado del taller. En este caso, el taller ¿posibilitó un artefacto mediante el cual tratar con el goce que invade? ¿es el taller el espacio para realizar un tratamiento del goce que aún no condesciende al lazo? Propongo una segunda escena de NT. Esta vez, se trata de armar una figura a la que, una vez completa, se lo pondrá nombre, edad y la actividad que se encuentra realizando. Por turnos, cada uno puede dibujar solo una parte del cuerpo. Nuevamente NT quiere pasar primero y dibujar toda la figura él solo.
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Desde la coordinación se sanciona que eso no está permitido y que si no está dispuesto a consentir, como consecuencia pierde su turno. NT. comienza a impacientarse, se revuelca sobre el baúl donde se ubica generalmente, se incorpora para pegar patadas a la puerta, o con una caño de plástico que tiene la punta rota y que él llama espada, mientras mira amenazadoramente al coordinador. Desde el lugar de la coordinación se decide quitarle la espada porque tampoco está permitido portarla en el taller dado que, se le señala, puede dañar a otros. NT. rompe en llanto, el cuerpo se detiene en el lugar por un instante, le dirige una puteada al coordinador, llamándolo por su nombre y luego el cuerpo se vuelve a poner en movimiento para agredirlo. NT. sale del taller. Durante toda la secuencia, a diferencia de la escena anterior, hay una localización clara en la figura del coordinador. Cuando se reincorpora al taller NT dice que quiere dibujar un "ninja total". Significante que retorna en los distintos talleres. Se precipita al pizarrón y dibuja la cabeza pero también un antifaz y parte del cuerpo. El coordinador lo detiene y se borra lo que dibujó de más. Decido pedir mi turno para pasar al pizarrón y me dirijo a NT apelando a sus conocimientos sobre los ninjas: “¿los ninjas tienen antifaz?” Me mira y responde afirmativamente. Se acerca al pizarrón para tomar una tiza pero le digo que es mi turno, que él me explique cómo hacerlo pero que lo voy a dibujar yo. Con el dedo marca el pizarrón, se va a sentar al baúl, tranquilo y dibujo el antifaz siguiendo sus líneas. Durante el desborde de NT. otro niño, pedía, por lo bajo, al coordinador que hiciera algo e incluso en reiteradas oportunidades borra partes dibujadas por NT. para localizar en la figura el punto de retorno de su propio goce. Lo que a mi entender se produce en esta escena, en el marco de la propuesta colectiva del taller, es una intervención encarnada en distintos participantes del taller dirigida, uno por uno, al punto de retorno de goce singular de cada quién. Si tomamos las dos escenas, queda claro cómo “la máquina simbólica” puede
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ser utilizada para la creación de un artificio y cómo puede también fracasar. Dependerá del caso y de la ocasión. Por ahora, nada permite afirmar, ni deducir, que el taller pueda prescindir de un espacio individual.
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De un deseo que no sea anónimo Sabina Castillo, Magdalena González, Mercedes Medina sabinacastillo@gmail.com - mdlmercedesmedina@gmail.com magdalenamgonzalez@gmail.com Lunes por la mañana. Taller 208x. El coordinador convoca por turnos a cada niño y analista presente en el taller para dibujar una parte de la figura humana en el pizarrón. S. pasa y dibuja un círculo que representa la cabeza. Sigue N., que dibuja dos círculos vacíos, a modo de ojos. Pasa un analista quien agrega las pupilas, las pestañas y las cejas. O., quien se encuentra con su madre, es invitado a pasar varias veces. “¿Querés pasar?”, le dice el coordinador. O. dice que no y señala a un analista, quien se acerca al pizarrón y le pregunta: “¿dibujo yo?” O. asiente. “¿Qué querés que dibuje?” O. responde: “las manos”. Niños y adultos continúan pasando y dibujan las diferentes partes del cuerpo. Un niño pasa y hace dos palotes que salen del tronco. “¿Qué es eso?”, le pregunta el coordinador. “Las piernas”. Luego pasa un adulto que dibuja un pantalón con rayas para recubrir la transparencia. Otro adulto hace el pelo con muchos rulos y con un moño. Risas. Otro niño pasa y realiza un círculo al lado de la figura. Mientras tanto, M. está a un costado tirando papeles por la hendija de la reja de la ventana. Un analista lo acompaña. Otro niño sale del taller intempestivamente y un analista se levanta y lo sigue; al rato vuelven juntos. Al considerarse la figura terminada, el coordinador pregunta si alguien quiere agregar o sacar algo. Un analista pasa y completa el círculo que había quedado al lado de la figura transformándolo en un globo. El encuentro con la cigarra conlleva algo del orden de lo inesperado y de lo no previsto. Su funcionamiento, los talleres, los niños que circulan, que entran y salen, los analistas que coordinan, los analistas que participan de los talleres...
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¿qué lógica puede leerse en lo que acontece en cada taller? ¿cómo se articula cada taller con los demás? ¿cuál es la lógica en el devenir de aquello que se produce en la cigarra? Los avatares relatados son los que se desarrollan reiteradamente, algunos más, otros menos, en los talleres. De todos ellos, hay uno en particular que nos ha suscitado muchos interrogantes dado que nos interpela directamente a nosotras: ¿qué hacemos allí?, ¿cómo podemos pensar la función de los analistas que, no siendo coordinadores de un taller, participan del mismo? Éste es el interrogante que nos ha motorizado a escribir este texto. Anudar deseo y angustia Lo que podemos leer en el material presentado es, ante todo, una escena en la que participan los niños y los analistas, donde circula la palabra, las risas, los chistes. Una escena enmarcada por una consigna, con un comienzo y un final, en la que cada uno imprime su estilo particular al devenir del taller. Podemos decir que se trata de un entramado ficcional activamente sostenido por cada uno de los analistas allí presentes. Es decir, se ofrece una escena que pone a circular el deseo, lo que posibilita que los niños puedan ser alojados y servirse de la misma, para dar lugar a que algo del orden del acontecimiento pueda suceder; acontecimiento imposible de prever de antemano pero al que la escena apuesta e invita. Pero no sólo circula el deseo, también circulan los cuerpos: cuerpos que van y vienen, que buscan a un niño que se retira intempestivamente de la escena, que “atajan” a otros, miradas que circulan, voces que convocan y significan. Es la presencia real y efectiva de los analistas lo que permite el despliegue de dicha construcción imaginaria-simbólica. En este sentido, se puede pensar que se trata de una intervención en acto que permite operar de borde enmarcando y sosteniendo dicha escena¹. Se trata de ofrecer un marco propiciatorio que
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brinde la oportunidad de, al decir de Di Ciaccia², trocar real por semblante, en un movimiento que implica un efecto de subjetivación, apuesta ética del psicoanálisis. A la hora de pensar la clínica con el autismo, una de las cuestiones a tener en cuenta y que se plasma en el funcionamiento de los talleres tiene que ver con la posibilidad de una cierta discontinuidad e intercambiabilidad de los analistas que hacen las veces de partenaire del sujeto que sufre³. Se trata de un funcionamiento permutativo que permite la instauración de un Otro reglado y limitado, sostenido en ese mismo devenir. Se apuesta a que, a través de esta “presencia atenta y plural”⁴, se puedan ampliar progresivamente las vías por las que el niño puede abrirse al mundo. ¿Qué hacemos allí, entonces, nosotras en tanto que analistas no coordinadores sino participantes del taller? Creemos que con algo de nuestra presencia “pluralizada”, regulada por las mismas consignas y normas en juego, ayudamos a construir una trama que teje un real soportable... por momentos, prestando un significado o velando aquello que ha quedado sin velar, a la vez que acompañando el despliegue de una construcción que invita a que algo acontezca, a la espera de aquellos “divinos detalles”. Ahora bien, tal como afirma Lacan en “La dirección de la cura...”, el analista ¹ Argento, A. & Bonardi, V. Taller de juegos: una experiencia en movimiento. En: Revista Psicoanálisis y el Hospital, No.40, Buenos Aires, 2011, pp189-193. ² Di Ciaccia, A. La pratique a plusieurs. En: Habitar el discurso (pp. 9-32). [En línea]. Asociación Psicoanalítica de Orientación Lacaniana. Recuperado el 20 de octubre de 2013 desde: www.apol.org.mx/img/habitar%20el%20discurso%20word.doc, 2006 ³ Di Ciaccia, A. Ver nota 2 ⁴ Laurent, Eric. La batalla del autismo: de la clínica a la política. Buenos Aires, Grama Ediciones, 2013.
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paga con su persona. ¿Cómo poner el cuerpo sin comprometer el ser? Si tal como sostuvo Lacan⁵ (1977) “La clínica es lo real en cuanto que es lo imposible de soportar”, la clínica con niños graves nos pone en los desfiladeros de lo real. Creemos que dicho entramado permite anudar la angustia de los analistas mediante los chistes y las risas, que introducen algo de la significación fálica compartida, relanzando el deseo hacia adelante. Qué pasaría si... Lunes por la mañana. Taller 208x. El coordinador convoca por turnos a cada niño para dibujar una parte de la figura humana en el pizarrón. Llama a S., quien quiere hacer un ninja él solo. El coordinador le dice que no y S. se enoja, profiriendo insultos. Pasa N., que dibuja un círculo grande con dos círculos adentro. O., quien se encuentra con su madre, es invitado a pasar varias veces. “¿Querés pasar?”, le dice el coordinador. O. dice que no. Mientras tanto S., insiste en que quiere dibujar un ninja. El coordinador reitera su negativa y S. comienza a gritar. Ante lo insoportable de la escena N. se retira. Mientras el coordinador intenta contener a S., O. pasa y borra lo que se había dibujado hasta el momento. Otro niño pasa y realiza líneas inconexas. Mientras tanto, M. está a un costado tirando papeles por la hendija de la reja de la ventana. K. se levanta y comienza a cantar a los gritos. Otro niño sale del taller intempestivamente. El coordinador se desespera y corre tras él. ¿Qué pasaría si no contáramos con la presencia de los analistas? La desesperación y la angustia desbordarían los talleres, impidiendo que lo traumático sea tramitado. ⁵ Lacan, J. Apertura de la Sección Clínica. En Ornicar? 3. Publicación Periódica del Campo Freudiano, 1981.
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Entonces, retomando el interrogante que motivó el presente escrito, podemos introducir una cuestión que está estrechamente vinculada al mismo y que nos permite darle “otra vuelta de tuerca” a las cuestiones aquí planteadas: ¿cómo pensar los efectos de lo grupal en el tratamiento del autismo? Si bien excede al presente trabajo, podemos dejar planteado que en función de lo que hemos desarrollado y tomando la idea de C. Soler⁶, se tratará de ser un “suplemento de libido” tanto para los niños como para los analistas. Libido que le permita mantener su carácter orgánico a la cigarra. Versión corregida del texto presentado en las Jornadas de hospitales de día del CSMNo1. 2013. Bibliografía: • Argento, A. & Bonardi, V. Taller de juegos: una experiencia en movimiento. En Rev. Psicoanálisis y el Hospital No.40, Buenos Aires, 2011, pp189-193. • Di Ciaccia, A. La pratique a plusieurs. En Habitar el discurso (pp. 9-32). [En línea]. Asociación Psicoanalítica de Orientación Lacaniana. Recuperado el 20 de octubre de 2013 desde: www.apol.org.mx/img/habitar%20el%20discurso%20word.doc, 2006 • Lacan, J. (1958). La dirección de la cura y los principios de su poder. En Escritos II, Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2008. • Lacan, J. (1977). Apertura de la Sección Clínica. En Ornicar? 3. Publicación Periódica del Campo Freudiano. 1981. • Laurent, Éric. La batalla del autismo: de la clínica a la política. Buenos Aires: Grama Ediciones, 2013. ⁶ Soler, C. (2004). Autismo y paranoia. En: El inconsciente a cielo abierto de la psicosis. Buenos Aires, JVE Ediciones, 2004.
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• Pipkin, M. & Spezzafune, L. Intervenir en talleres: una apuesta analítica. En Rev.Psicoanálisis y el Hospital No. 40, Buenos Aires, pp166-168. • Soler, Colette. Autismo y paranoia. En El inconsciente a cielo abierto de la psicosis. Buenos Aires: JVE Ediciones, 2004. • Vallebella, V. La invención de un dispositivo: un trabajo en equipo. En Bertrán, G. (comp.): Hospital de Día. Particularidades de la clínica: temas y dilemas. Buenos Aires, Ed. Minerva, 2004.
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Cierre de las jornadas. Dispositivo clínico la cigarra Christophe Le Poëc christophe.le.poëc@hotmail.fr
La idea de esta presentación es detenerme sobre un punto que me parece atravesar varios talleres de la cigarra y que me generó preguntas. Hay un momento preciso en el que en unos talleres aparece una suerte de « demanda »: « tomar la palabra ». ¿Cual es tu palabra? ¿Cómo se llama este personaje? ¿Sonido o silencio? Ante esa pregunta donde un sujeto neurótico puede encontrar algo de la división o del deseo del Otro, ¿cómo puede ser que un niño psicótico o autista no se encuentre automáticamente incómodo con esa pregunta o claramente confrontado con un Otro gozador? No es un acto tan sencillo el de tomar la palabra… Esto me recuerda primeramente esta cita de Lacan en el Seminario Las Psicosis en la cual dice que lo mas complicado que se le puede proponer a un hombre, y a lo cual su ser en el mundo no lo confronta siempre « es lo que llamamos tomar la palabra, en el sentido de la suya propia, todo lo contrario de decir sí, sí, sí a la del vecino. No se expresa necesariamente en palabras. La clínica muestra que es justamente en este momento, si sabemos verlo a niveles diversos, que la psicosis se declara. Algunas veces se trata de una pequeña tarea de toma de palabra, mientras que el sujeto vivía hasta ahora en su capullo como una polilla»¹. En el caso del autismo, por ejemplo, se conocen ahora estrategias como ¹ Lacan., Jacques., Le Séminaire livre III, les psychoses, Seuil, Paris, 1981., P 285. traducción personal
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aquellas de D. Williams a las que recurre para mantener la ausencia de enunciación. ¿Qué puede estar en juego entonces en esta pregunta del coordinador del taller para que, los niños no se precipiten sobre él para sacarle un ojo o no persistan en la mudez? Lacan al principio de la conferencia en Louvain pide a unos participantes que le hagan preguntas, afirmando después « Las preguntas me interesan, las preguntas me interesan porque una pregunta no se funda más que sobre una respuesta. Es cierto que ponemos preguntas únicamente allí donde ya tenemos la respuesta »². Yo retomo esta frase en el sentido que preguntando algo, si no tenemos “La” respuesta, por lo menos tenemos una idea de ella. Por supuesto, en los talleres de la cigarra no se trata de este tipo de pregunta. ¿De qué se fundan entonces? Taller del silencio A la pregunta: « ¿Pedro, sonido o silencio? » Pedro responde « las pelotas » El coordinador « ¿Cuál es el sonido de las pelotas?» Pedro « Tun tun ». Taller del diccionario « Mateo ¿cuál es tu palabra? » Mateo « ¡Caa! » La coordinadora « ¿¡Caa!? ». ² Principio de la Conférence à Louvain.
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Mateo « Sii » Taller del secreto Agustín durante varios talleres a la pregunta « ¿cuál es tu secreto? » respondía « no se », « cualquiera». El coordinador siempre escribía su respuesta: « cualquiera » o « no sé ». Un día un secreto apareció « hay bichos sobre el piso y no sé qué hacer con eso ». Me parece que lo que distingue esta pregunta y que puede sustraer un poco esa dimensión de demanda depende mucho de la manera en que se recibe la respuesta. La manera en que se recibe aquello que queda afuera del discurso, la emergencia de una respuesta carente de significación. Esta pregunta no se sitúa por el sesgo de una búsqueda de sentido, no es una pregunta que podría hacer un educador, un maestro o un estudiante. Desplazándose un poco de la idea de una respuesta tomada en una búsqueda de sentido y tomando esa pregunta en el automatón del taller, porque cada semana es siempre la misma, es la misma y para todos, coordinador incluido, me parce que se abre un camino del orden de lo posible, de lo soportable y como lo vimos en los tres casos precedentes, se abre a la sorpresa. Así pues, de este esqueleto que constituye la consigna fija, siempre la misma, y esa manera de recibir la respuesta de cada uno, desde el lugar del analista, esa demanda aparece como “barrada”. En este sentido me permito decir que se crea como un mundo del taller y en este mundo de treinta minutos, es así. Antonio Di Ciaccia, director de la Antena 110, cuando se pregunta para qué sirve su institución, juega con una metáfora . De una manera un poquito fantaseosa plantea al Otro del sujeto como su atmósfera. Un sujeto
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inconcebible sin este Otro que es su atmósfera. [...] Pero en el caso del autista ésta está asfixiada. Y en el caso de los psicóticos, más precisamente del paranoico, está parasitada. [...] Él concluye: Tenemos entonces para estos sujetos que crear o recrear una atmósfera que pueda permitirles tomar o retomar la palabra: que devengan sujetos de su palabra, sujetos de su propia enunciación. De este modo me parece que haciendo un tratamiento del Otro se crea así esta especie de mundo del taller, mundo en el que el discurso corriente queda momentáneamente suspendido, y en el que a veces estos niños pueden encontrar una atmósfera del orden de lo « respirable ». 25 de noviembre de 2009
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entreotros Otros dispositivos, otros modos de abordar la clínica del autismo y la psicosis en la infancia, otras experiencias. entre otros abre el juego y pregunta a distintas instituciones dedicadas al abordaje del autismo y la psicosis en la infancia, sobre aquellos temas que nos interrogan, desde la cigarra. El lugar del psicoanálisis, la vigencia de la causa deseante, la incidencia de las políticas en salud y el corazón de aquello que ese colectivo de trabajo va inventando para encontrar soluciones a la diversidad de problemas que esta tarea clínica nos plantea.
Centes 2 Claudia Esteve Viciano, Viviana Garbero, Marcela Piaggi mbpiaggi@yahoo.com
¿Qué lugar tiene el psicoanálisis en su dispositivo? El lugar del psicoanálisis es fundamental en la institución como marco de un dispositivo que permite acceder a una experiencia de vida, que acceda a crear un lugar posible a ser habitado. Desde los años 70 se ha trabajado para fundar una Institución que aloje a los niños que quedaban por fuera del sistema educativo. Tomando como referencia las experiencias de Maud Mannoni, y otros pioneros de la época, pensamos al psicoanálisis como punto de partida para un cambio hacia una experiencia posible, otra manera de transitar un trayecto educativo, poniendo en cuestión cada una de las intervenciones de las estructuras educativas habituales pensadas en torno a la homogeneidad, valiéndonos de la lógica del “uno por uno”. A lo largo de este tiempo ¿se han encontrado con algún rastro particular que singularice su dispositivo en el abordaje del autismo y la psicosis en la infancia? Es difícil y compleja la respuesta. Podemos decir que a lo largo de este tiempo nos hemos encontrado con un rasgo que se sostiene, aunque va modificando su modo de presentación, ese rasgo es la exclusión. En general los niños llegan al Centes expulsados de otras escuelas, o bien arrasados por ellas. No sólo los niños sino también las familias vienen de experiencias negativas. Existe el supuesto que todos los niños son iguales y que tienen el derecho de asistir al
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mismo tipo de escuela. Entonces se fuerzan políticas de integración en las escuelas comunes, muchas veces recomendados por su tratamiento de orientación cognitiva, que implican el directo fracaso. También hemos encontrado el mismo rasgo en casos donde la familia no ha considerado aún la posibilidad de escolarización para su hijo/a. Al preguntarnos por este rasgo, encontramos que el modo del “uno solo” con que se presentan estos niños y familias responde a la propia estructura. La propuesta frente a esto es “la práctica entre varios”, modalidad a la que responde el dispositivo y se funda principalmente en cuatro pilares: los dos referentes de cada niño, la reunión de equipo diaria, la función de la conducción y la referencia teórico-clínica. Es este modo el que permite construir una trama institucional desde donde se aborda la singularidad con la que se presenta cada niño. Trama, urdimbre que se sostiene en la especificad del saber hacer de cada uno de los profesionales que integra el equipo. Marco de un dispositivo que permite acceder a una experiencia de vida e inaugura un lugar posible a ser habitado: una escuela, donde se transmiten los valores y los objetos de la cultura. En el encuentro con la experiencia han tenido la necesidad de reformular el modo de pensar el dispositivo? A partir de qué impasse? Qué interrogantes aún no han alcanzado a responder sobre su dispositivo? Estos últimos años nos hemos encontrado con la particularidad de la edad con que llegan los niños a nuestro dispositivo. Observamos que las demandas institucionales son cada vez por niños más pequeños. En ocasiones han llegado niños de 3 o 4 años, algunos derivados de educación Inicial, otros que nunca han sido escolarizados. Consideramos que esto responde más a la época. Las cifras del autismo se han multiplicado en los últimos años, debido a la multiplicación de certificados de discapacidad suministrados por sugerencia de algunas terapias de orientación cognitiva, aunque no exclusivamente.
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Consideramos que este rasgo es plurivalente. Por un lado resulta positivo que sean detectados en forma precoz algunos signos particulares en los niños, ya que posibilita un tratamiento en forma temprana. Por otro lado este rasgo habla de cierta intolerancia a la que se someten niños con una modalidad diferente a la tradicional. Hemos tenido que modificar algunos aspectos del dispositivo. Algunos talleres, materiales de trabajo, pero no hemos modificado el fundamento del proyecto. Este movimiento nos llevó a demandar otra institución complementaria, hasta que la supervisión del Área de Educación Especial crea, luego de 25 años, el Centes 3, recientemente inaugurado pensado con el mismo proyecto del Centes 2 pero para niños menores a 7 años. Muchos son los interrogantes que sostenemos y que a la vez sostienen nuestra práctica. El principal que ha atravesado transversalmente siempre el proyecto es cómo pensar la escolarización del niño articulada a la singularidad del modo de funcionamiento, o de goce, de cada niño. ¿Encuentran algo que desde el dispositivo opere como causa para sostener el deseo de los analistas en el tiempo? Creemos que el deseo de cada participante se ha sostenido siempre en el espíritu de “la práctica entre varios”. Volver, frente a cada impasse, cada vez, a la reunión de equipo, espacios de control, conversaciones con otros profesionales nos lleva a tomar distancia del peligro de caer en espejismos con otros, sean colegas, padres u otros profesionales. La escritura es otro modo de cernir, reducir el sentido excesivo que muchas veces se le otorga a determinadas situaciones y que nos desorienta en el recorrido de un niño por el dispositivo.
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¿Qué incidencia consideran que tienen las políticas de salud mental y las políticas públicas en salud dentro de su dispositivo? Nuestro dispositivo está incluido en el Sistema Público. Estamos atravesados por la política que emana de dicho sistema. A pesar de la urgencia o demanda imperiosa resolutiva para dar solución a los casos que se presentan en los últimos 25 años, hemos inventado un hacer que nos permitió sostener dichas exigencias. Para ello construimos un dispositivo que cada vez particulariza el modo de respuesta. Ofreciendo una diferencia, donde reside la mirada subjetiva, al modelo médico con el que se abordan tanto la psicosis en la infancia como el autismo.
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Equipo asistencial El duende Graciela Curras gracielacurras@hotmail.com
Cuando recibí la invitación para hacer una entrevista como directora del equipo asistencial El Duende, inmediatamente surgió la idea de presentar el dispositivo de trabajo en un espacio de reunión. Así como se trabajaron las preguntas de la entrevista, se intenta reflejar el movimiento que produce el ingreso y el trayecto de tratamiento de cada niño que es asistido. Dado que nuestro dispositivo se sostiene “entre varios”, hemos puesto al trabajo en nuestra reunión de equipo estas preguntas que orientaron nuestra conversación, las distintas miradas que entraman el soporte teórico que hace lugar a la diferencia, como cada uno lee y arroja al equipo esa ocurrencia, que permite mover lo instituido. Las líneas de expresión de diferente naturaleza forman procesos en desequilibrio, pensamos en esas líneas móviles que nos mantiene en una pulsación clínica que alterna entre curvas de visibilidad y curvas de enunciación. Lo vivo se sostiene en las variaciones de dirección, producidas por las mismas derivaciones que nunca alcanzan contornos definitivos, en este sistema diferencial producido en cada dispositivo individual, se despliega una economía subjetiva singular, que vuelve a modificar el curso; teniendo que acompañar esas transformaciones atravesando umbrales que nos ponen a re plantear cada vez, su dimensión ética, estética y política en juego. Lunes. 20 hs. Reunión de equipo. Proponemos poner al trabajo, acá entre todos, estas preguntas que han surgido para la revista virtual de la cigarra.
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Equipo asistencial El duende
¿Qué lugar tiene el psicoanálisis en su dispositivo? VG: Orienta nuestro trabajo y la manera de pensar el espacio. VI: En realidad podríamos decir que son los términos, que orientan el trabajo y la forma. VG: Además agregaría que hay que poder sostener el vacío, para que resuene algo. GC: Pensamos analíticamente cada presentación de los niños que se acercan a El Duende, leemos Uno por Uno y sostenemos un dispositivo para ese niño. Esta manera interfiere en cualquier universal en el abordaje. Apostamos al movimiento necesario del equipo para hacer lugar a lo que va pasando por el niño. Varias veces ha sucedido que alguno de los profesionales se ha tenido que restar por algún despliegue singular del niño, es también ponernos a disposición de una distribución singular de los recursos. Pero sobre todo, cada profesional va haciendo una experiencia con los alcances de su propio análisis y las vueltas en la lectura, que nos va permitiendo ese cruce de lo singular en lo colectivo. PV: Si, es “entre varios” que nos permite a cada Uno construir una manera singular de leer y escuchar lo que allí acontece. GOj: Me resuena esto de tomar lo singular de cada niño para pensarlo como un sujeto de derecho a conocer, jugar en y con otro, que hace de referente. A lo largo de este tiempo ¿se han encontrado con algún rasgo particular que singularice su dispositivo en el abordaje del autismo y la psicosis en la infancia? GC: La propuesta de El duende se sostiene en el hacer. Con eso que trae el niño en su presentación, haciendo con el elemento suelto o aislado, incluyendo eso en un campo de composición e intercambio. La propuesta de hacer alguna trama visible-invisible, audible-inaudible, poniendo en movimiento lo inercial. Por eso participamos en el armado del dispositivo analistas y artistas del campo de la música, pintura, escultura y otros oficios que surjan como necesidad,
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según la orientación que nos indica el despliegue del niño. En ese hacer deviene el llamado para cada Uno, se realiza el lazo que permite paulatinamente el intercambio con otros, se comienza a delinear alguna cartografía posible que oriente el andar y las intervenciones. VG: Es cierto, no hay de lo predeterminado, el punto de inicio lo indica aquello que el niño da a ver, inicio de alguna composición del trabajo. PV: Nos pasa que hay que dar lugar al silencio y a la espera, para poder escuchar por donde circula cada niño, hacer con lo que trae cada uno e introducir pequeñas variaciones. GC: te escuchaba y se me ocurría esto que muchas veces decimos de la “clínica del detalle”, el gesto, el cuarto de tono, en términos de composición musical parece minimalista… VI: Creo que lo más rico que tenemos en el equipo es el poder darnos el tiempo para que cada niño pueda desplegar su presentación singular y así orientarnos por donde abordar y componer con él. Sostener el caso por caso. Ahí leemos y eso deviene pensar, que luego tratamos teóricamente. CM: En este trabajo vamos haciendo a un lado las suposiciones o especulaciones, que quedan del lado del cálculo. Eso nos permite mantenernos abiertos para alojar lo singular de cada niño, desde la extracción de esos detalles, a partir de ver, estando ahí, vez a vez. GOj: Pensado desde la actividad física y el movimiento; donde no hay cuerpo se presta, donde no hay espacio se construye, con lo de cada uno y si no hay objeto ( juego-juguete) se presenta, se construye o se inventa. En el encuentro con la experiencia, han tenido la necesidad de reformular el modo de pensar el dispositivo? A partir de qué impasse? Qué interrogantes aún no han alcanzado a responder sobre su dispositivo? GC: Cuando hacemos la experiencia con cada niño, en ese encuentro singular que interpela nuestra posición, estamos verificando o reformulando nuestras
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hipótesis durante cada momento del tratamiento. Cuando decimos momentos, creo que ahí ubicamos algún pasaje que nos detiene a puntuar, es como anotar un trayecto con cada uno. VG: Si, se reformulan las hipótesis, pero en los encuentros se producen todas las vueltas necesarias para sostener el vacío, que aloje la singularidad del profesional y del niño. PV: Me parece importante estar abiertos a lo que acontece en cada encuentro, algo allí sucede que luego circula en el intercambio, nos interpela a repensar la orientación del trabajo. GC: Me estaba acordando de T, un momento de mucho aturdimiento y duplicación sonora, que decidimos suspender musicoterapia y en otro momento del trabajo, cuando volvió a funcionar el silencio, pudo volver a ese espacio. Las deformaciones del dispositivo para seguir alojando al niño. VI: También hemos cambiado operativamente cosas en la forma, en un momento no había profesional de referencia para cada familia, luego ubicamos a uno o dos, según cada caso (en relación a soportar la demanda familiar) Siempre se apunta al uno por uno, al caso por caso, intentando abordar y ver qué es lo que cada niño y su familia necesita como condición de posibilidad. CM: Me quedé pensando en esto de la ubicación de los momentos de cada niño, referidos a movimientos, las vueltas de lo mismo que vuelven a otro punto o resisten aferrándose a lo ya conocido. Esos momentos nos orientan y arman puntos de detención en los profesionales intervinientes, para repensar el modo de acompañar a cada niño GOj: En cada niño y en cada vez, ya desde el ingreso se dispone de lo que presenta, de ahí surge cómo se interviene, sin dejar de pensar qué necesita. ¿Encuentran algo que desde el dispositivo opere como causa para sostener el deseo de los analistas en el tiempo? PV: A mí me parece que en cada encuentro se genera un saber con libertad de
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trabajo, algo en la igualdad y en la diferencia, que se organiza en el pensar con el otro. Algo de lo que se dice muchas veces no comprendo, resuena, pasa y en otro momento, quizás en otro espacio como en mi análisis, algo de eso se articula. GC: Es interesante lo que contás, no se trata del comprender, esa pulsación que nos acerca y nos aleja de la comprensión, soportar que se trata de otro saber, no?, producido VG: En el equipo sucede también que cuando el dispositivo empieza a adormecer, hay otros ahí para mover eso, llama “al despertar”. VI: Bueno a mí se me ocurren las conversaciones en la cocina, encuentros azarosos, más allá de los lunes de reunión. Donde el pasaje por los otros es más que enriquecedor. VG: Cocinando con los tiempos de cada Uno. GC: Resuena el texto cuando nos pasa algo de la experiencia, la formación teórica ha quedado por fuera de El duende, la pulsación aparece en la forma de transmisión de saber, se genera en cada momento de conversación. CM: Creo que hay algo característico, ligado a que se hace espacio a lo que le pasa a cada uno, no de manera planeada, sino que simplemente ocurre, en el pasillo, en la cocina, se hace espacio a lo que pasa, y en ese hacer espacio a lo que pasa, van pasando cosas, resuenan sensaciones, ideas, preguntas, que permiten relanzar el juego. GOj: El constante intercambio entre pares permite repensar lo realizado, haciendo ajustes para una nueva intervención. El cruce de miradas en una misma intervención, está llena de riqueza para nuestros aprendizajes. ¿Qué incidencia consideran que tienen las políticas de salud mental y las políticas públicas en salud dentro de su dispositivo? GC: Es una línea que atraviesa cualquier dispositivo. Las políticas de salud mental y políticas públicas inciden desde el momento que hay que habilitar un
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espacio colectivo, atravesados por legislaciones que promueven o invalidan la prestación, instituciones clasificadas por categoría determinando que se pueda o no realizar determinadas prestaciones. Además hacemos convenios con el Estado, las Obras Sociales intermedian entre el paciente y el subsidio que el Estado otorga por discapacidad. Hay que poder sostener una práctica del Uno a Uno, que no es rentable, inventando formas de presentación que sean aceptadas por la administración, que nos permita sostener lo que necesita el paciente y su familia y no sea rechazado por la maquinaria estadística de los subsidios, que intenta que haya coincidencia entre los ingresos y egresos de la contabilidad de cada Obra Social, que no quiere que quede nada a pagar de su lado. VG: Podemos decir que el encuentro entre otros discursos habilita salidas inaugurales, cada vez, al aplastamiento que impone la política actual de Salud. CM: Al trabajar con convenios con el área de Discapacidad de las Obras Sociales cubiertos por SUR (servicio único de reintegros), es un trabajo muy delicado el ir ubicando lo posible respecto de lo que autorizan o no de cada tratamiento y a la vez , ir extrayendo la posibilidad de implicación de cada familia, ante las diferentes situaciones problemáticas que se pueden producir. Cómo alojar a cada niño sin que los costos queden siendo cubiertos por los profesionales, por ejemplo, es un tema delicado y a delimitar cada vez. GC: Bueno, sabemos los avatares que surgen en la clínica en relación al pago, lo que cada familia puede pagar por ese hijo para que salga de ese lugar de padecimiento, la tercerización del pago, abrir otras modalidades de pago, cuánto movimiento soporta cada familia para hacer lugar a un niño, es una cuestión económica producir otra distribución en relación al goce presentado en su articulación con el dinero. Lo complicado que nos resulta, cada vez que ubicamos que no está transmitida la deuda, que no hay deuda, porque no está en función el lazo social. GOj: Las políticas de salud Mental y las políticas públicas tienen tiempos y
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formas a su medida y no a la medida de las necesidades de los niños y su familias, ni tampoco la de los profesionales que diagraman el dispositivo de intervención que requiere el niño; generando muchas veces desolación ante la necesidad de atención. GC: Hay que contar, retomando la causa, con relanzar el deseo de querer apostar cada vez a lo niño. Lo niño que surge en el encuentro, que aloja lo que se presenta, haciendo espacio a lo vivo. Una invención que se genera de un modo singular. Marzo 2014. Equipo Asistencial El duende Graciela Currás. Viviana Garbero. Verónica Incarnato. Lisandro Landucci. Carina Moroni. Patricia Varela. Matías Morales Manterola. Graciela Ojeda.
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Fundación Avenir Claudia Lijtinstens clij@arnet.com.ar
¿Qué lugar tiene el psicoanálisis en su dispositivo? Avenir es un centro de asistencia y tratamiento psicoanalítico creado para adolescentes y jóvenes con alteraciones profundas en su lazo social. Su modalidad particular de trabajo se inscribe por su orientación y anudamiento epistémico, político y clínico con el psicoanálisis de la orientación lacaniana y el Campo Freudiano. Frente a un “lazo social devenido impracticable”, como dice Alfredo Zenoni en su texto “Institución, trabas y recursos”, nos propusimos con este dispositivo propiciar, para los jóvenes que alojamos, un modo no segregativo de encuentro con el lenguaje, un modo de acercamiento, de conexión, de introducción al discurso, entendido éste como lo social mismo. Era preciso para esto un abordaje que garantizara la singularidad de la mirada clínica y que evitara toda identificación a un rol o rendimiento estándar de los jóvenes. Para ello y orientados en las experiencias de Le Courtil y de L´Antenne 110, pusimos en marcha esta apuesta clínica. Es, siguiendo a Jacques-Alain Miller, una de las formas posibles de hacer uso del psicoanalista “por fuera del discurso analítico en sentido estricto” poniendo en práctica un encuadre original, diverso al encuadre tradicional de consultorio. Se enmarca en la esfera del psicoanálisis aplicado y conduce a lo que conocemos como “variantes de la cura tipo”.
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Fundación Avenir
Hay psicoanalistas que trabajan en la institución, aunque no llevan adelante la cura propiamente dicha en tanto no intervienen directamente con los jóvenes acogidos. La acción de los psicoanalistas, podemos decir, se orienta a “horadar la institución”, los S1, a ahuecar los significantes Amo, a dar lugar a la inconsistencia del Otro. Interpretando la experiencia institucional, hacen de la institución misma un sujeto barrado. Su función es la que permite introducir un des-completamiento que “hace girar el dispositivo a un punto cero”, vacío necesario en la acción institucional que hace que el saber imaginario o la respuesta “adecuada” no ocupe el lugar del supuesto saber, lo cual exige por lo tanto, cada vez, inventar nuevas respuestas frente a cada caso. El discurso analítico “atraviesa” la institución contribuyendo con ello a consolidar una clínica que responde a una ética que no es ni la del amo ni la de la ciencia. El discurso analítico es el que interpreta y descompleta el discurso del amo institucional, interrogando el saber y el hacer, y los principios mismos en los que se sostiene la institución son los que, operativamente, sirven para abordar la clínica. Esto se efectiviza a partir de las reuniones clínicas entre intervinientes y psicoanalistas, lugar privilegiado de construcción clínica en el cual las elaboraciones clínicas se orientan a aislar el caso, las coordenadas lógicas de un sujeto en relación a su Otro y la posterior transmisión de un cálculo posible en las intervenciones. Allí se introduce una “lectura constitutiva de la clínica” que transforma el trabajo radicalmente….pone en movimiento el saber…..lo causa, origina siempre algo nuevo.
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A lo largo de este tiempo ¿se han encontrado con algún rasgo particular que singularice su dispositivo en el abordaje del autismo y la psicosis en la infancia? Se podría decir que la singularidad del dispositivo institucional surge como el efecto de una articulación entre lo constante y lo variable, entre los principios y la praxis, entre el Uno -el principio fundador- y lo Múltiple que se genera a partir de allí. Es un efecto que parte y se asienta en una constante, generando y alojando aquello variable y contingente de la práctica. Cuando el discurso del analista atraviesa el cuerpo institucional puede efectivizarse un enunciado innovador. Y es desde allí que se despliega el dispositivo: un “aparato” para responder a aquellos estados de la psicosis -fundado en el cálculo posible de lo real en juego en la estructura- que permite alojar a estos sujetos en un marco institucional proponiendo una cierta constancia y permanencia a la vez respecto al tiempo y al espacio, constancia y continuidad consonantes a la instauración de un “Otro reglado y limitado, que hace barrera al Otro mortífero de la psicosis”. Pero en este eje “constante” se va intercalando la “variabilidad” que impone lo múltiple, lo múltiple del equipo de trabajo, de los sujetos allí acogidos y de las actividades puestas en juego, en síntesis, del dispositivo mismo. Lo múltiple y lo variable son dimensiones constatables en diferentes lugares. En el equipo: que, al privilegiar el estilo propio de cada uno de los intervinientes junto con el funcionamiento mismo de la institución a partir del trabajo entre varios, genera un movimiento siempre abierto a la contingencia y a la sorpresa. En la institución misma, ya que al no contar con un programa preestablecido de trabajo, una currícula de actividades a cumplimentar, deja el espacio abierto para que las actividades y los talleres que se generen surjan del encuentro
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contingente entre los intervinientes y los jóvenes. Esta disposición diversa hace posible un juego de alternancias, permutativo, que facilita la instauración de un Otro descompletado, vaciado de saber, y que al mismo tiempo funciona como regulador de dicha práctica. En el grupo de jóvenes, que no se conforma a partir de un rasgo o patología en común sino que, por el contrario, se organiza en un movimiento contrario a cualquier identificación a roles o rendimientos esperables según criterios previos. En el encuentro con la experiencia ¿han tenido la necesidad de reformular el modo de pensar el dispositivo? A partir de qué impasse? Qué interrogantes aún no han alcanzado a responder sobre su dispositivo? Este dispositivo funciona y se reformula permanentemente en una tensión entre estereotipia e invención. En tanto hay un vacío central en su constitución misma se generan movimientos y reformulaciones permanentes. El saber mismo permanece inacabado y en un cierto suspenso. Aún cuando se produce la precipitación de las hipótesis clínicas y diagnósticas con las que se opera en un cierto saber expuesto, son estas construcciones siempre no-todas. Esta incompletud fuerza, exige, que la acción institucional se afiance en una permanente interrogación, surcada por la ética de las consecuencias. Los impasses surgen a veces como detenciones, como repliegues en algunos casos, intentos de los intervinientes por encontrar infructuosamente la intervención precisa o la indicación última o infalible… Mientras, la construcción de los casos -a partir de los principios clínicos que ordenan- va a contrapelo de la ética preventiva-sanitaria o de las buenas intenciones. La orientación por lo real privilegia el funcionamiento singular, donde siempre hay un punto de fracaso, de fuga…
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Esto, muchas veces incomoda, perturba, hasta se vuelve por momentos difícil de soportar, diría por los mismos intervinientes. Este punto de impasse, conduce a enfatizar el valor del análisis personal y la formación analítica, como el espacio central de elucidación sintomática además de acentuar la función de las reuniones clínicas o de revisión como el lugar por excelencia donde se producen los hallazgos para cada vez fracasar de la buena manera. ¿Encuentran algo que desde el dispositivo opere como causa para sostener el deseo de los analistas en el tiempo? Considero que más allá de los rituales ordinarios que sistematizan y ordenan cualquier dispositivo -y que obedecen a algo de lo repetitivo que invariablemente se instaura en todo devenir institucional- existe un costado innovador y transformador en esta experiencia institucional que está vinculado específicamente a la manera de pensar una clínica a distancia de las clasificaciones y los diagnósticos estándar, de la burocracia fiscalizadora del estado y de la inercia institucional. Esto se vuelve posible a partir del discurso psicoanalítico y, más específicamente, del deseo del analista, que encuentra en estos ámbitos de psicoanálisis aplicado, una posible operatividad. El psicoanálisis -y los psicoanalistas en tanto analizantes civilizados, como dice Laurent- originan permanentemente reflexiones y acciones para repensar y elaborar una clínica del sujeto tomando como referencia las diferentes modalidades del retorno de lo real de la pulsión. Para pensar el deseo del analista en esta práctica evoco lo que anteriormente mencioné respecto al psicoanálisis aplicado, como el campo en donde “…se tratan especialmente casos en que el psicoanalista ejerce por fuera del discurso analítico en el sentido estricto”.
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Este tipo de dispositivo institucional es uno de los diversos modos de demostrar la inserción del discurso analítico y su acción, “haciendo pasar las consecuencias de dicho acto al Otro social”, es decir, es una evidencia de la intervención del psicoanalista en los circuitos sociales, en la que el deseo del analista opera como agente de una acción que ha sido designada por J. A. Miller como acción lacaniana. Esta acción implica un “tomar partido”, una acción concreta que no es sin consecuencias: “A la acción lacaniana la orienta el discurso analítico. Se dirige al Otro, pero no a la masa. Busca en la multitud la brecha donde se aloja el sujeto y su goce. Más aun, crea la brecha por donde el sujeto puede retomar la palabra”. ¹ Se trata de una cuestión de táctica, cuyo agente es el deseo del analista, deseo que favorece y privilegia la diferencia como un modo de nombrar lo más singular. Entonces, en este tipo de práctica el deseo del analista encuentra un permanente desafío y renovación. ¿Qué incidencia consideran que tienen las políticas de salud mental y las políticas públicas en salud dentro de su dispositivo? Durante los últimos 15 o 20 años en nuestro país la fiscalización gubernamental y no-gubernamental de la gestión de los dispositivos asistenciales, apoyados con un enjambre de normas y protocolos para su efectivización, han profundizado su acción para “regular” y “ordenar” prestaciones y servicios en el campo de la salud mental, la educación y la discapacidad. Mediante el uso sistemático de protocolos de evaluación basados en la epidemiología y la gestión sanitaria se ha logrado conformar el conjunto ¹ Baudini, S.: Virtualia VIII
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–supuestamente exhaustivo e inclusivo- de sujetos a quienes se ofrece aplicar la lógica distributiva de la ley, pretendiendo garantizar con la misma la equidad e igualdad en el acceso a servicios que también se pretenden “normatizados”. Es decir que en el mismo movimiento -conformado el grupo de “beneficiarios”se han establecido cuáles son las “buenas prácticas” destinadas a satisfacer sus necesidades, aquellas que se adecuan a lo establecido en las leyes, reglamentaciones y recomendaciones. Dar existencia a una institución y hacerla ingresar en los circuitos de la práctica social requiere, por supuesto, tomar en cuenta la función rectora de la autoridad sanitaria y sus lineamientos. Ahora bien, estos lineamientos no funcionan como el Uno que regula la originalidad del dispositivo que hemos conformado. En realidad, esta práctica pone en evidencia una doble ordenación: una, posible de establecer como dispensada por el Otro social, esto es, las reglamentaciones y normativas a las que se debe ajustar toda institución de atención sanitaria, de rehabilitación; otra, que hace a la originalidad de la intervención clínica y es lo que el discurso del analista y la orientación hacia lo real posibilitan en sus principios constitutivos.”² Entonces, la “puesta en pie” de un dispositivo como el que estamos refiriendo requiere no sólo de la estabilidad y firmeza del deseo para sostenerlo sino también de la “osadía”³ para decidir ponerlo en marcha utilizándolo en el sentido o dirección calculado para cada sujeto, más allá del ideal regulador normativo.
² Lijtinstens, C.: “Los principios de una práctica innovadora” 2003 ³ Miller, J-A.: “Diez preguntas” Inédito. Citado por G. Brodsky en “Psicoanálisis y salud mental.
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Intercambio Zaragoza - la cigarra Florencia Fiorentino fflor14@hotmail.com
El 24 de junio de este año tuvimos la oportunidad de conocer y conversar con dos psicoanalistas de Zaragoza, Gracia Viscasillas y Pedro Gras. Ellos trabajan con niños y jóvenes en el ámbito de la salud, educación y desarrollo social en la ciudad de Zaragoza, España, creando y coordinando diferentes dispositivos clínicos que se sostienen desde la “práctica entre varios” y principalmente, en el modo de abordaje para el autismo y las psicosis en la infancia. En esta oportunidad vinieron a la Argentina, entre otras cosas a presentar un caso clínico en la EOL, y tuvimos la suerte de recibirlos una mañana en la cigarra. Se produjo un intercambio interesantísimo en el que nos contaron su modalidad de trabajo y también participaron activamente de dos talleres de los viernes. Fue un gran encuentro! A continuación compartimos parte de la conversación en la que participaron durante la reunión de equipo: “Un lugar de vida” Hace 22 años crearon “Patinete”, un Jardín de Infancia, un Centro Educativo para niños de 0 a 6 años con una perspectiva clínica del sujeto. Se propone al psicoanálisis como práctica y herramienta de lectura, en tanto subvierte las líneas de fuerzas y las relaciones entre los sujetos. Una de las consecuencias de ello implica pensar a los niños como sujetos con derecho a desear otra cosa que la que el adulto desea para él. De esta manera, se ponen en cuestión los conceptos de adaptación e
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e integración escolar, dando lugar al proceso de separación como modo de ingreso del sujeto al lazo social. Consideran que no es el niño quien tiene que adaptarse a la institución y entonces, lo que ingresa con las familias al jardín es un trabajo en el armado de dicha separación que no se produce de cualquier manera, ni de modo uniforme: “…no se trata de poner el trabajo del lado del niño (que es la propuesta de la adaptación), sino que es la institución la que tiene que trabajar para incorporar a ese niño. Los padres entran a la institución el tiempo que precisen ellos y el niño, se admiten visitas cuando lo necesiten, y así se da ingreso a las problemáticas familiares que se presentaban al momento de la separación.” Ante ello aparece del lado de los educadores la sorpresa (dispuestos a dejarse sorprender, a escuchar) frente al campo de trabajo que se abre: un tratamiento sobre la mirada del educador, de los coordinadores, de los padres; otro sobre la posición de los padres con sus hijos, ya que al identificarse con nuevas versiones les hablan y se dirigen de otra manera a sus niños; la necesidad de parte del equipo de inventar respuestas acordes a la singularidad de cada niño. El centro educativo no tiene carácter de escuela especial. Se dirige a todos los niños y entre ellos se encuentran niños con autismo y psicosis. Es un jardín de infantes que no se propone como tratamiento en sí mismo y, aunque los tratamientos individuales funcionan por fuera de la institución, ante la modalidad de trabajo planteada se producen efectos terapéuticos en los sujetos. En este sentido, se proponen diferentes maneras para abordar la modalidad singular con la que se presentan los niños, por ejemplo que el deambular sin dirección de un sujeto se transforme -con la intervención de los educadores- en una topología por la que transitar: “el niño registra lugares y actividades y se orienta”. En este punto, sostienen que la transferencia no quede fijada en una sola persona, buscando “que cada educador se autorice a intervenir y realmente se pueda producir encuentro”.
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Lugar del educador: “es un trabajo que te trabaja” Sobre el equipo de profesionales mencionan que tienen una gran estabilidad en el plantel de educadores. Consideran que esto responde a la posibilidad de trabajarse a partir de la experiencia y de espacios institucionales donde circula la palabra: a nivel de la formación teórico clínica en psicoanálisis; espacios mensuales de supervisión y conversación clínica de casos; como también el análisis de cada quien. Pero principalmente, como efecto del lugar en que se concibe a los niños, pensarlos seres hablantes, deseantes, varía también el lugar y el tipo de intervención del educador. A los profesionales los nombran “educadores”, en su mayoría psicólogos y docentes, y trabajan desde la perspectiva del psicoanálisis lacaniano. En el hacer pedagógico, basados en la pedagoga Montessori, sostienen que: “…es el niño el que tiene que investigar el mundo y el educador no debe ser un obstáculo, sino aquel que acompaña esa investigación”. Se basan en el lema freudiano “educar es una tarea imposible” y agregan algo propio: “enseñar es dejar aprender”. No se pierde de vista que funcionan como un Centro educativo y que los niños van a aprender. Pero con la particularidad de que los educadores son tocados por el no saber, se los descompleta de saber y no sólo ante el encuentro con niños autistas y psicóticos, sino con cualquier niño. Ello promueve que los educadores estén atentos a inventar la circunstancia de un encuentro con cada sujeto, del que “…salís tocado de ese encuentro con lo real”. El educador no podría ser el mismo antes y después de la experiencia que lo mueve a un trabajo singular. El Torreón: “la atmósfera se crea” Es un centro terapéutico para niños y jóvenes que crearon hace algunos años y
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brinda tratamientos individuales, talleres terapéuticos, apoyo escolar, psicomotricidad, entre otros. Destacan otros modos de concebir al sujeto y el respeto por su modo de funcionamiento: “Cada uno lleva allí aquello en lo que está y se trata de poner eso en conversación”. “Se proponen como sitios civilizados, en los que a los sujetos se les respeta y se les deja estar. No esperamos más que estén a gusto, que estén bien, a la espera de que se ponga en circulación la palabra” “Los sábados cada quince días funciona un grupo de adolescentes que, además de las actividades que realizan en la institución, van a pasear por la ciudad, toman el aperitivo y conversan”. Señalan que parte de su trabajo se basa en el concepto de “atmósfera” de la práctica entre varios, destacando la importancia de la atmósfera de trabajo que se crea en la institución y los efectos producidos. Centro de Atención Temprana: Gracia nos habló también de su trabajo en un centro de atención temprana del ámbito público y que se incluye en un Programa de Atención Temprana dependiente de Servicios Sociales. Ofrece tratamientos individuales desde 0 a 6 años en psicoterapia, psicomotricidad, logopedia y fisioterapia. También trabajan neuropediatra y asistente social. Los niños llegan derivados desde servicios sociales y allí se evalúa si corresponde tal indicación o se considera otro plan de tratamiento para el caso. En este caso, algo que destaca la posición de la analista es que introduce algo diferente en el tratamiento que no se circunscribe al trabajo dentro del consultorio, sino que se busca intervenir en el “estar con los niños”, lo que conlleva transitar la sala de espera, o los espacios que se comparten con los otros profesionales, con las puertas del lugar, tomarse un café, intervenciones
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en lo cotidiano. Destacan la primacía del lenguaje y la importancia que tiene hablarles a las personas. Los efectos subjetivos en los padres operan como parte del trabajo con los niños y en esas intervenciones en lo cotidiano de una sala de espera: “cómo se dirigen de otra manera a sus hijos, cómo les hablan, cómo los padres recuperan a sus hijos”, hacen posible un modo de escucha en ellos. También nos cuentan que con algunos padres de pacientes han creado TEAdir-ARAGON una Asociación para padres de niños con autismo. TEA: Trastorno del Espectro Autista, DIR: en catalán se traduce Decir. Efectos en la cigarra: “talleres provocadores” En primer lugar, reconocemos un profundo agradecimiento a esta visita que nos puso al trabajo abriendo nuevas preguntas para reflexionar. Las primeras impresiones con las que nos encontramos al escuchar a estos dos analistas es la transmisión de una intensa causa deseante en el trabajo y tratamiento con niños autistas. Y, ante las dificultades que conlleva este abordaje, cómo se van inventando distintos modos para hacer con lo real. Por otro lado, el hecho de vernos convocados a dar cuenta de nuestro trabajo y ponernos a pensar en lo particular de la cigarra, nos vimos interpelados a un trabajo de reflexión, traducción y transmisión que nos encuentra hoy creando una revista como la que en este número lanzamos. Tanto las preguntas de quienes nos visitan en las jornadas, como las de rotantes, residentes y practicantes que hacen su recorrido por la cigarra y las propias de cada analista que se confronta a esta clínica, nos recuerdan la frescura de los primeros encuentros y relanzan nuestra apuesta deseante, evitando adormecernos en el trabajo clínico cotidiano. Para concluir, tomamos muy agradecidos un comentario de Pedro Gras –quien
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al escuchar nuestro trabajo sobre talleres se vio muy convocado a compartir su pregunta: ¿para qué sirven los talleres?- y, ante lo escuchado, nos regaló: “los talleres que ustedes cuentan son muy provocadores”. ¿Será que nos orientan y nos mueven las preguntas?
Buenos Aires, julio de 2014 Versión corregida por Gracia Viscasillas y Pedro Gras
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Courtil Alexandre Stevens Entrevista realizada por Christophe Le Poëc para entreUnos. Traducido por Gustavo Slatopolsky entreUnos: “La intercambiabilidad de los miembros del equipo como partenaire del sujeto que sufre”, propuesta por Di Ciaccia ¿necesita de una transferencia anclada de manera singular (no intercambiable) en algún lugar (un análisis, por ejemplo) o esto no tiene incidencia? Alexandre Stevens: En efecto, la intercambiabilidad es un término poco adecuado para la relación analítica. La relación analítica, establecida la transferencia, no es intercambiable. Por cierto, sabemos que en numerosas situaciones en las que alguien es empujado a dirigirse a otro analista se plantean problemas en relación a la transferencia. En los CPCT por ejemplo, en los que un analista de un equipo después de las primeras sesiones reenvía a otro analista, en general más joven, esto funciona bien. Pero es más difícil en ciertos casos, por ejemplo con adolescentes, donde se torna más difícil poner en movimiento la transferencia. Es una cuestión delicada; digamos que, en el fondo, el principio de la relación analítica es que ella no es intercambiable. El principio es que cuando una transferencia se ha instalado, incluso a veces antes del primer encuentro, a partir de allí ya no es pensable que el sujeto cambie de analista cada sesión. Los analistas no se reemplazan en las vacaciones, no se los reemplaza por otros. Excepto en situaciones particulares, cuando se trabaja con ciertos sujetos donde es realmente necesario algún otro, pero entonces se trata de un sujeto tomado en cierta circulación. Cuando Antonio habla de “intercambiabilidad” se refiere justamente a estos sujetos psicóticos o autistas para los cuales una relación transferencial demasiado masiva puede resultar
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difícil. Sabemos cómo la instalación de una cierta circulación, un poco allá, un poco con otro, dar una vuelta por la institución – porque por lo general es en las instituciones que esto se plantea – es útil. Pero en el consultorio privado también; hace algunos años he visto una señora, psicótica, que iba al analista tres veces por semana pero con tres analistas diferentes. Con el primero hablaba de sus sueños, con el segundo hablaba de todo lo demás y con el tercero, de su transferencia con el primero. Con esto alcanzaba una buena estabilización; no habría podido llevar todo con el mismo. Se trata de un caso particular, pero vemos que, en la psicosis en este caso, la particularidad de la transferencia que existe hace que el sujeto deba poder repartirla un poco. A partir de ese momento puede hablarse de “intercambiabilidad”. Es de todas maneras una noción limitada ya que, incluso aquí en Courtil, donde los jóvenes tienen la posibilidad del encuentro con numerosos intervinientes - de los cuales varios son analistas -, vemos que aún cuando es posible que cambie quien lleva adelante un taller sería muy difícil si cambia todo el tiempo. Hay una cierta fijación de efectos transferenciales que debemos tener en cuenta. Christophe Le Poëc: ¿Hay algo que no es intercambiable en la intercambiabilidad? AS: Exacto entreUnos: ¿Por qué “partners” y no “analistas”? AS: Es una cuestión de denominación. Eric Laurent, hablando de Antenne y de Courtil, utilizó la expresión “analistas civilizados”. Esto me parece bastante ajustado ya que algunos intervinientes son analistas, otros no lo son, y no son ni Courtil ni Antenne quienes reconocen analistas; pero la mayoría están en análisis en este proceso. Ahora, la cuestión esencial no es saber quién es
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analista y quién no lo es sino más bien de captar cómo, aquellos que no lo son, en la medida que son analizantes en trabajo, logran llevar el discurso analítico a los jóvenes que allí se encuentran. Utilizamos el término “intervinientes”; el término “partenaire” hace pensar en el sinthome, evidentemente. El analista es, después de todo, un partenaire del sinthome. entreUnos: En el encuentro con la experiencia ¿han tenido la necesidad de reformular el modo de pensar el dispositivo? ¿A partir de qué impasse? ¿Qué interrogantes aún no han alcanzado a responder sobre su dispositivo? AS: Tomemos la cosas en una doble vertiente. Una institución está siempre organizada por el significante amo. Es decir que hay alguna dirección, una cierta orientación y un dispositivo que hace que eso funcione. ¿Qué es el dispositivo? Un mínimo de reglas. Yo creo que solo es necesario un mínimo, pero de todas maneras se necesita un poquito; es necesaria al menos una interdicción, un “No” mínimo que debe estar presente, y eso constituye el dispositivo. Pero la institución, en la medida en que se orienta por el psicoanálisis, se orienta por algo que no es el significante amo; al contrario del amo, se tratará del uno por uno, la singularidad de cada sujeto. Dicha singularidad por la que un sujeto pone en juego sus marcas en el mundo, para algunos, eso se constituirá en el dispositivo institucional¹. Para otros, no. Una vez dije: una institución psicoanalítica debe fabricar una institución por sujeto. El dispositivo institucional de Courtil es en el fondo una tensión entre un dispositivo simple, hecho de alguna jerarquía, pero que siempre se agujerea por aquello que Lacan llamaba el gradus, que es el debate clínico en los equipos ¹ “Ce qui pour chaque sujet lui permet de trouver ses repères dans le monde et pour certain sujets, ces repères ce sera le dispositif institutionnel.”, puede leerse también en el sentido de que, al proponer una institución para cada sujeto, las marcas en el mundo de un sujeto son su dispositivo institucional.[N.T]
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equipos donde no es la jerarquía quien decide sino la lógica clínica. De un lado hay esto; y hay otro lado en que la institución, como el psicoanalista, debe borrarse ante cada sujeto siguiendo sus significantes y los pequeños elementos de significantes amos que hay que poder pescar, en su modalidad singular. Por lo tanto ese dispositivo está entre un dispositivo universal reducido al mínimo y un dispositivo adaptado, uno por uno, a cada sujeto. CLP: ¿Es esa la apuesta y a la vez lo que ocasiona los impasses? AS: Exactamente, esa es la apuesta y por ello, regularmente, se producen efectos de impasse; a su vez, esto nos lleva a retomar la pregunta de cómo reorientar el dispositivo para tal o cual sujeto. Sin tampoco engañarnos: tenemos a veces situaciones en las que un sujeto no llega a encontrar el dispositivo que le funcionaría. Entonces, es el dispositivo institucional el que decide interrumpir su permanencia al no entrar suficientemente en el dispositivo. Pero son casos extremos; se trata siempre de dar prioridad, en la medida de lo posible, al dispositivo sujeto por sujeto. entreUnos: ¿Encuentran algo que desde el dispositivo opere como causa para sostener el deseo de los practicantes del psicoanálisis en el tiempo? AS: Creo que lo que puede sostener el deseo en el tiempo en practicantes que trabajan con sujetos psicóticos o autistas es, esencialmente, la elaboración continua. La elaboración teórica, clínica, implica el sostén que da el acceso a la información en cada quién. Yo deseo que quienes trabajan en Courtil se formen también afuera, en la Escuela de la Causa Freudiana, en los colegios o secciones clínicas, no solo en Courtil. Es al volver sobre una elaboración clínica y teórica siempre más exigente que, según mi punto de vista y por mi experiencia, se sostiene el deseo de trabajar en un lugar como este.
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entreUnos: ¿Qué incidencia consideran que tienen las políticas de salud mental y las políticas públicas en salud dentro de su dispositivo? AS: Como en otros lugares, la situación es de inquietud en la actualidad por los efectos de directivas que puedan provenir de salud en relación al autismo, al estilo de la HAS en Francia. Pero al mismo tiempo que estamos lo suficientemente inquietos para dar la batalla posible contra eso, no existe al momento actual incidencia negativa sobre nuestro trabajo. Tememos que progresivamente eso venga de manera más insidiosa. Es importante seguir de manera activa las políticas a nivel de salud para evitar efectos negativos. CPL: Entonces, en lo que respecta a la actualidad y desde hace 30 años, nunca se vio obligado a tener que aceptar intervención de alguna autoridad? AS: No, jamás. entreUnos: A la inversa ¿encuentra incidencia de la idea de “Práctica entre varios” en la práctica del Psicoanálisis con psicosis y autismo en la infancia, más allá del Campo Freudiano? ¿retoman los servicios de los hospitales públicos este modo de la práctica? Es una buena pregunta y no es fácil de responder. Pienso que puede decirse que sí pero ¿qué es ese “más allá del Campo Freudiano”? En los hechos, el Campo Freudiano llega muy lejos: hay instituciones donde un psicólogo psicoanalista supervisa una institución. Si es un psicólogo psicoanalista del Campo Freudiano, va a introducir [esa lógica] de manera progresiva, insidiosamente; y ello va a tener impacto dentro de las instituciones, incluso después que se haya ido. Existen un número de instituciones verdaderamente orientadas por el Campo
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Freudiano, como Courtil, Antenne, y algunas otras. CLP: ¿E incluso en los hospitales públicos, no? AS: Así es. Y aún por fuera de esos lugares, existen algunos otros en los que la referencia a la práctica entre varios existe. Se da el caso de lugares orientados dentro del campo lacaniano pero que no pertenecen a la Escuela; es decir, por analistas orientados por grupos llamados “de la nebulosa”. Por el momento no me parece que aquello haya tenido una incidencia mucho más amplia. CLP: ¿Se puede decir que hay una influencia desde el momento en que alguien porta esta lógica de trabajo y de alguna manera, juega el “Coucou”, para retomar la metáfora utilizada por Eric Laurent en un viejo artículo publicado en las feuillets du Courtil? AS: Totalmente. ¿Recuerda algún modo de arreglo singular con el goce, alguna solución en un niño que lo haya sorprendido particularmente? El primer ejemplo que me viene, pero podrían encontrarse muchos, es este adolescente que era especialmente violento, golpeaba a los otros y resultaba imposible que pudiese quedarse en Courtil en esas condiciones. Cuando intentábamos captar lo que se ponía en juego para él, decía: “No soy yo, es mi brazo derecho”. Un día pidió volver a Courtil y se le preguntó: “¿Encontraste una solución?”, ya que no subjetivaba en absoluto. Respondió: “Sí, no soy yo quien pega, es mi brazo derecho pero pensé que tenía un brazo izquierdo con el cual podría sostener mi brazo derecho”. A partir de eso, encontró la manera de limitar el goce que surgía de su cuerpo, lo que es sorprendente y al mismo
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tiempo interesante. ¿Considera posible hablar de “tratamiento posible” o aún, de “cura”, en el trayecto por Courtil? No llamaría a esto cura, es demasiado atípico para llamarlo así; es fuera de cura [hors-cure] pero se trata de un tratamiento del sujeto por el discurso analítico dentro de un dispositivo que no es la cura analítica. Es decir que se trata de un proceso de psicoanálisis aplicado hors-cure. ¿Cuándo y cómo concluye el pasaje por Courtil en un niño? No hay una regla absoluta para eso. Al comienzo, había dado algunas reglas en relación al tiempo. Tenía la idea que aquello debía estar escandido y por ello la duración de la permanencia no debía exceder los dos años, renovable una vez; cuatro años entonces. De todas maneras, muchos no permanecen mucho más tiempo pero hay otros que
permanecen mucho más. ¿Cuándo puede
considerarse que se terminó? No hay un fin lógico como en la cura analítica. En algún momento, algunos sujetos se encuentran suficientemente calmos para volver a circuitos más ordinarios, lo que no quiere decir sin institución; un niño siempre está en una institución, porque si no está con nosotros, va a la escuela, además está su familia, y todo eso son instituciones. Pero esta reorientación solo puede efectuarse porque el niño se encuentra mucho mejor. Esto es así además, porque considero útil que el transcurso de la vida de un joven no pase enteramente en un mismo lugar. Personalmente creo, aún si no siempre se aplica en Courtil, que un niño no debe estar en la misma institución durante la infancia, la adolescencia y el comienzo de la edad adulta. Hay que poder poner allí puntos de detención, de cambios, para marcar simbólicamente esos puntos de cambio en la existencia. Las mejores salidas se dan, evidentemente, cuando
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un joven ha realizado un circuito, va realmente mejor y puede encontrar una orientación dentro de algún estilo que toma en cuenta sus propias invenciones, aquello que le gusta, etc. Hay también casos en los que sujetos no mejoran verdaderamente, es necesario entonces buscar una orientación afuera, para que tengan la posibilidad de encontrar otra cosa. No resulta agradable cuando se tiene la idea de un bloqueo en el trabajo porque eso denota más bien un fracaso, pero es muy importante para poder reorientar a un niño. Diría que lo esencial es que haya alguna satisfacción reencontrada en el modo de relación a los otros habiendo alcanzado algún orden de pacificación en el goce, y que encuentre respuestas sintomáticas mejor organizadas, más elaboradas. CLP: Porque hay que recordar que la entrada en Courtil se da luego de algunos recorridos, muchas veces después de una crisis… AS: Sí, es verdad. La entrada a Courtil se da siempre después de un recorrido bastante difícil, en el que el sujeto está desestabilizado y lo ideal es que pueda salir habiendo encontrado puntos de capitón que lo estabilicen. Podríamos decir esto: los sujetos llegan, sea porque no hay puntos de capitón, sea que los puntos de capitón han colapsado; la idea de la salida es en relación al establecimiento de ciertos puntos de capitón que den un punto de apoyo al sujeto, una orientación.
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Huellas Huellas recoge testimonios de psicoanalistas que han pasado por la cigarra y que dan cuenta de la impresión que sobre ellos ha dejado tal experiencia. Huella, en tanto es la señal que deja el pie del hombre en la tierra por donde pasa. Tal como se lee en estos textos, verificamos que no solo el hombre deja su rastro en la tierra. También y esencialmente la tierra deja su marca en el hombre.
¿Por qué pasé por La Cigarra? Juan Mitre mitrejuan@gmail.com
La invitación empuja a una enunciación personal, no hay duda de ello. Cuando recibí la invitación de Gustavo Slatopolsky a escribir acerca de las huellas que había dejado mi pasaje por la cigarra en mi formación como psicoanalista, enseguida pensé: ¿por qué siendo residente de psicología decidí ir a rotar a la cigarra? ¿Por qué decidí rotar por un dispositivo como la cigarra que aloja en general niños con diagnóstico de psicosis y autismo si nunca esa clínica estuvo en el centro de mis intereses? Lo voy a reconocer: nunca me interesó trabajar con niños que habiten la lengua de esa manera, nunca fue un interrogante para mí el autismo o la psicosis infantil, nunca fue un interrogante -me refiero-
a que nunca fue un
interrogante que tenga la fuerza de querer llevarme a ocuparme de él en la práctica o en la teoría. Por supuesto como muchos conocía algunos de los desarrollos teóricos del psicoanálisis lacaniano, también las discusiones políticas en torno al intento de reglamentar las psicoterapias, los debates con las TCC y la neurobiología, y por supuesto que apoyaba que los psicoanalistas se ocupen de esos sujetos, había firmado más de un petitorio. Pero de ahí a querer ocuparme del problema clínico que representa la psicosis y el autismo en la niñez había un enorme trecho. ¿Por qué fui a la cigarra entonces? Es un pequeño misterio, intentemos esclarecerlo. Año2005. Era lo que se llama un R2. Vanina Lorda, una compañera - en ese entonces una R4 -volvió entusiasmada de su rotación por la cigarra. Vanina fue
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¿Por qué pasé por La Cigarra?
la primera residente del Hospital Belgrano en elegir la cigarra para su rotación por un dispositivo de “rehabilitación” como se dice en la jerga de “La salud”. De ahí en más se ha transformado en una rotación habitual. Desde el 2005 a la fecha es habitual que residentes del Hospital Belgrano roten por allí. Primera conclusión: a veces, algo se trasmite en una residencia. Y sobre todo, algo se trasmite en la cigarra para que tantos profesionales en formación decidan pasar por allí. Pero antes de continuar ¿qué entendemos por formación? Me parece fundamental tomar posición al respecto, porque hoy pareciera que la formación se ha transformado en algo a consumir, en un objeto consumible en la serie de los objetos que nos ofrece el mercado, es un fenómeno de la época a la que el psicoanálisis se pliega. A veces se pliega de la buena manera y otras no tanto. Pero lo que me interesa plantear aquí no son tanto las ofertas ni ese debate, sino la posición que asume cada uno en torno a su formación. El acento puesto en cada uno y no en lo bueno o malo de dichas ofertas. Entonces, de qué manera se posiciona cada uno en torno a su formación. Creo que hay dos opciones: o se toma la formación como un objeto a consumir o se toma la formación como una experiencia. El pedido de escribir sobre mi pasaje por la cigarra entiende la formación como una experiencia. Un psicoanálisis puede ser un viaje, o más bien una aventura. En la aventura psicoanalítica, se sabe más o menos cómo se parte pero nunca a dónde y cómo se llega. En eso se diferencia de las TCC que tienen objetivos y metas de entrada, son terapias que proponen, por así decir, un viaje muy programado. La formación, si la pensamos como una experiencia, también puede ser un viaje o una aventura: un viaje incierto. No es posible controlar la formación, como tampoco es posible controlar las transferencias. Volviendo a mí caso, algo me llamó de lo que relató mi compañera, lo que capté enseguida es que la cigarra era un lugar donde el psicoanálisis estaba vivo, con
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sus talleres sobre el secreto, la palabra, el cuerpo... Dispositivos que apuestan al sujeto. Dispositivos -a diferencia de otros hospitales de día- armados especialmente en función de la lógica de las psicosis. No solo corroboré eso sino mucho más. Me encontré allí, para mi sorpresa, que se intervenía en los talleres sin saber demasiado de la historia de cada niño. No se revisaban las historias clínicas: quien no soportaba podía consultarlas. Algo de eso, de ese no saber sobre la historia del caso, de ese no saber sobre ese niño que estaba allí con un comportamiento rarísimo, algo de ese no saber empujaba al acto. Enseñaba a intervenir sobre ese comportamiento y sobre la literalidad de ese decir ahí, sobre lo a-histórico de la pulsión. La cigarra te separa de la historia, de ese sueño neurótico de querer explicar todo a partir de la historia. La cigarra me enseñó sobre el agujero que habita toda historia. También mi relación a lo “normal” se puso en cuestión. Considero hoy que el analista es alguien que soporta no normalizar. Y hay que poder hacerlo cuando uno se encuentra con niños tan a-normales, tan por fuera de la norma fálica. Por último, la insondable decisión del ser, no sé bien qué quiso decir Lacan con eso. Pero sí, son dos significantes de una potencia clínica enorme. Hay algo insondable en la causa de cada subjetividad, hay un real inatrapable que ni la ciencia, ni “la medicina basada en la evidencia” -tan en boga y tan esperanzadora para algunos hoy- puede terminar de explicar. Y hay también, una decisión. Suponer que ese niño que mira una luz y es lo único que hace, suponer que ese niño al que le han hecho miles de estudios neurológicos y no le encontraron nada, suponer ahí una decisión, una decisión sobre un modo de gozar, habitar la lengua y el mundo, es de una radicalidad, de una potencia y de una dignidad clínica enorme. Eso lo aprendí en la cigarra, eso que aprendí sobre la decisión del sujeto en torno a su modo de gozar me sirvió para elucidar mi propio caso, y luego así, para mi práctica analítica.
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Huellas Ricardo Seijas seijasr@yahoo.com
Me alegra haber recibido la invitación de los responsables de la revista para testimoniar acerca de las huellas que quedaron en mi posición de analista de mi paso por la cigarra, y les agradezco la oportunidad de hacerlo. En principio, no puedo soslayar que mi llegada a la cigarra se debió a la invitación de un amigo, Gustavo Slatopolsky, su coordinador. Amistad que debía y debe parte de sus fundamentos a haber compartido espacios y preguntas en torno al psicoanálisis. Por mi parte, no hubo ninguna otra razón para aceptar esta invitación que el interés por seguir sosteniendo esa transferencia de trabajo, pero también, debo reconocerlo, por tener cierta asignatura pendiente, cierto encuentro postergado con el autismo y la psicosis. Nunca había participado de una institución dedicada especialmente a ellos, y a la vez, desde que comencé mi formación siempre lo había tenido en mente, sin poder concretarlo. Mi encuentro inicial con la cigarra ofició de interpretación. Esperaba un lugar como otros, donde me dijeran cómo y dónde participar, donde hubiera obligaciones, en fin, que encarnara alguna demanda, para luego ubicarme como siempre lo hago. El hecho de que esto no fuera así, que hubiera justamente una especie de vacío de toda demanda, que por el contrario primara la oferta, me produjo un primer tiempo de desasosiego, de desubicación. En los talleres esta lógica se reproduce: no es necesario un saber previo acerca de los pacientes para participar como coordinador o acompañante, no hay acuerdos terapéuticos. Se trata entonces de estar atentos a lo real de la clínica
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Huellas
sin preavisos ni juicios de otros – aun cuando ese otro fuera el analista mismo del niño. Todo esto implica, veladamente, una especie de ausencia de jerarquías, aun cuando fueran imaginarias. Jerarquías tan caras en la institución estatal. En mi caso, las suponía, y uno de mis problemas era cómo ubicarme en ellas. Se notaba en mi dificultad de escribir la cigarra con minúscula. También implica la confianza mutua para que cada uno dé el paso al vacío que considere necesario, lo que en música se llama improvisación, que como se sabe, no está exenta de orientación. Por si hace falta, aclaro que no se trata solamente del encuentro con un dispositivo, una lógica de trabajo entre varios. El verdadero encuentro fue con quienes sostenían, y aún sostienen, esta posición, o sea, el coordinador y los miembros del equipo. Pero entonces, a la angustia inicial –comprobable en cualquiera que haya pasado por esta clínica- ¿se le sumaba esta otra, fruto del dispositivo mismo? Pues no, porque el dispositivo contaba con otro elemento, fundamental para causar el deseo de quienes se topan con sujetos que han decidido permanecer en un radical sinsentido, fuera del lenguaje, con sus cuerpos no constituidos, fragmentados. ¿Qué otro elemento? La invitación a formular y a sostener una pregunta propia, pregunta que a veces podía derivar en la invención de un taller para los pacientes o de un espacio de lectura o investigación en el equipo. Entonces, haber atravesado ese desasosiego, es la primer huella que encuentro, pues ya no pude ser totalmente el de antes, el que esperaba, el que se escondía, el que callaba. La segunda, un deseo que no se ha detenido desde entonces, que noto en lo que creo sus manifestaciones: una alegría por el encuentro con esta clínica, alejado definitivamente de los prejuicios y las barreras que ponía con los sujetos que la portaban, el no poder dejar pasar las preguntas que me asaltan, y el intento –por sobre todo divertido- de responderlas con la lectura y en compañía de otros.
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En cuanto a mi posición en la clínica, más allá de la estructura en cuestión, noto cierta convicción del valor del sinsentido, convicción que antes no existía, sumergido en la vacilación y en la ilusión del sentido. Todo esto no sería posible sin análisis, pero también es cierto que encontrarse en la vida con otros que facilitan –por decirlo de algún modo- la vía del sinthome y no la del síntoma, merece reconocerse y, sobre todo, agradecerse.
Ricardo Seijas, La cigarra: 2007-2010. Desde el 2010, coordinador del hospital de día de adultos del CSMNro.1.
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Práctica entreunos, práctica entre varios. Ana Cristina Ramírez Carmen anacris.ramirez@gmail.com
Siendo estudiante de psicología el encuentro con el hospital psiquiátrico en mi país dejó una marca imborrable; marca que quedó aparejada con la convicción de que ese no podía ser el único tratamiento posible. Fue esto lo que, en un primer momento, motivó mi acercamiento a Lacan, a su concepción de las psicosis y de las vías de un tratamiento. Ha pasado más de una década, pero ha sido ese encuentro el que me ha llevado por muchos lugares, algunos teóricos, otros geográficos; y fue así como llegué a la puerta de La Cigarra, empujada por la búsqueda de un saber sobre cómo hacer con lo insoportable sin el auxilio del Padre. Por esas cuestiones de la disparidad entre las búsquedas y los encuentros lo que me esperaba allí era el no saber, pero articulado de modos inesperados. Saber no saber Empecé mi práctica en La Cigarra a la par que me acercaba y descubría teóricamente la práctica entre varios. En ese momento me impactó profundamente un texto de Bruno de Halleux quien decía que el mínimo requerido para trabajar con el sujeto psicótico es una pobreza en cuanto al saber1 ese sentido, el autismo fue el encuentro con la confirmación radical de que cualquier saber a priori cuando del sujeto se trata es una mera ilusión y ¹ De Halleux, B. No sin los padres. Recuperado de: http://autismos.es/textos-online/29-nosin-los-padres.html
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Práctica entreunos, práctica entre varios
que la posición que conviene al analista es la de estar atento a las respuestas del sujeto y tener cierta docilidad frente a ellas. Dicho así, no es una gran novedad, pero una cosa es enunciarlo teóricamente y otra cosa es poder hacer algo con eso que no nos deje sumidos en la angustia y en la desorientación. En lo particular, este encuentro me permitió hacer pasar ese no saber, del lugar de un mero accidente a remediar, a hacerlo condición de la intervención y en consecuencia más soportable la angustia que conlleva el vacío. Aceptando que el hecho de preparar un canasto de juguetes e invitar al chico a jugar en el consultorio y que él salga sin siquiera mirarlos, ni mirarnos a juntar semillas y piedritas, no sólo es una posibilidad, sino que un tratamiento no consiste en adaptar el niño a nuestra oferta, sino adaptar nuestras propuestas y dispositivos al trabajo en el que él está inmerso; a darle cabida a sus invenciones y a las nuestras, sobre un fondo en el que no hay garantías. Entonces, si no sabemos hacia dónde nos dirigimos, ¿cualquier camino es bueno? ¿Cómo hacemos para intervenir? ¿Cómo no quedar petrificados ante el vacío? Un no saber que no inhiba Recuerdo un día en el que al terminar el Taller de granja2 día, no lograba separarse de los animales y subirse a la combi. Una vez en el auto, escupía, pataleaba, arrojaba cualquier objeto que se le ofrecía; ninguna promesa sobre la visita de la próxima semana, ni uno de los chicos, para quien era su primer día, no lograba separarse de los animales y subirse a la combi. Una vez en el auto, escupía, pataleaba, arrojaba cualquier objeto que se le ofrecía; ninguna promesa sobre la visita de la próxima semana, ni la oferta de una interpretación ² Taller realizado en Le Courtil (institución belga que acoge niños y adolescentes) cconsiste en ir a una granja
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sobre el malestar que experimentaba lograba aportar un alivio. Con el auto en marcha, se desata el cinturón de seguridad, le digo que llevar el cinturón es una cuestión de seguridad y trato de engancharlo de nuevo, a lo que reacciona con patadas y puños. Sin saber muy bien por qué, me veo empujada a agarrarle los brazos y sentarlo sobre mí, y en el mismo instante que hago esto se calma, lo cual me deja atónita. Luego, en la reunión de equipo en la puesta en común de lo que ocurría en el día a día con este niño, empieza a aparecer que las intervenciones en las que estaba en juego algo del orden del continente y del contenido, de lo que le ofrece un borde, producían en él un apaciguamiento. No fue la construcción del caso lo que permitió realizar intervenciones con algún orden de efectividad, fueron las intervenciones mismas y una lectura del detalle y de su lógica lo que permitió que algún saber sobre el padecer del chico decantara. El saber, sea este teórico o el saber clínico del caso, no es condición para hacer, el acto tiene que ver con una decisión que a priori no es ni errónea ni acertada y es por sus efectos que podemos juzgarla. Se trata de autorizarse a intervenir haciéndonos cargo de las consecuencias inesperadas de nuestro acto. Hacer de un vacío causa El saber, sea clínico o teórico, no ofrece ninguna garantía para el encuentro con los pacientes en la clínica. Como practicante que se inicia, uno tiende a pensar que es un defecto que se irá corrigiendo en la medida en que se estudia y se adquiere experiencia, cuando en realidad no es así. Y esta es una enseñanza que se aplica también para el trabajo con el síntoma en la neurosis: si hay una
³ Taller realizado en Le Courtil, consiste en ir a una granja abierta a toda la comunidad en la cual los niños pueden aprender sobre el cuidado de los animales y las labores que este implica.
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condición necesaria para que el trabajo de un análisis se produzca es que del lado del analista pueda haber un vacío con relación al saber y que este vacío no inhiba el acto, que no nos deje petrificados. El saber anticipado que nos ha legado Freud y Lacan es útil en tanto permite formalizar lo que ocurre en la clínica y es necesario hacerlo más riguroso, no porque desde él se intervenga, sino porque es un instrumento de lectura. Se suspende cuando uno escucha un paciente, y se recuerda cuando se trata de leer los efectos de ese encuentro. Fundamentalmente creo, que si sirve para algo investigar es para ser menos dogmáticos: para darnos cuenta de los límites y de la insuficiencia de cualquier teoría para dar cuenta de lo real. Para mantener, así, siempre abierta la pregunta. Más allá de los aprendizajes obtenidos y de las pistas encontradas sobre cómo hacer cuando no se cuenta con el padre, lo más valioso del trayecto recorrido, del encuentro con los colegas, con los niños y sus familias, fue que me permitió articular la angustia que produce el no saber de otra manera, convirtiendo ese vacío que me dejaba desorientada e inmóvil, en algo con que operar; haciendo de ese no saber, causa de un trabajo y de la angustia, motor. La Cigarra, como dispositivo que se habita desde las preguntas, ha sido una caja de resonancia en donde poder hacer eco de mis preguntas y el lugar dónde poder sostener con otros ese trabajo de formalización y de investigación.
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Saberhacer La vivencia de lo real sin límite y sin el recurso al Nombre del Padre, puede sumergir al sujeto en el padecimiento. Es entonces que una solución subjetiva puede formarse como un dispositivo en sí mismo, con una función estratégica: hacer emerger al sujeto y permitirle el acceso a una forma de regular lo desmesurado del goce. La música, la pintura, la literatura, la creación artística en definitiva, pueden convertirse en la materia sobre la que un sujeto despliegue y practique un saberhacer con lo real, que lo enlace al mundo y sumerja al espectador en el suyo, para disfrutarlo.
Solución Kusama1 Rita Vanni ritavanni@gmail.com Me siento feliz cuando realizo mis obras, cuando escribo poesía y pinto cuadros. (…) Mi arte mantiene una estrecha relación con mi salud mental. Yayoi Kusama Ni el sol, ni el frío, ni siquiera la lluvia detuvo a los visitantes que se acercaron durante poco más de dos meses a participar de la experiencia Kusama en el Malba. Con más de 206.000 visitantes, "Yayoi Kusama. Obsesión infinita" se transformó en la exposición más convocante de la historia de Malba, superando a la muestra de Andy Warhol. La muestra retrospectiva contó con más de 100 obras creadas entre 1949 y 2013. Incluyó pinturas, trabajos en papel, esculturas, videos e instalaciones. Ocupó no solo la sala mayor de exposiciones temporales, sino también la de arte contemporáneo, todos los vidrios de la fachada, intervenidos, y la plaza vecina con los árboles vestidos de lunares. ¿Quién es Yayoi Kusama? Artista célebre, figura de la postguerra, es famosa en todo el mundo desde ¹ Nota de la autora: El siguiente trabajo fue presentado inicialmente en la VI Jornada Enlaces que se llevó adelante el 2/11/ . El tema que dio cuerpo a la jornada fue: “Ficción y real” y es en el marco de dicho eje que se inscribe esta ponencia, intentado justamente, dar cuenta de lo que el arte nos enseña en su intento de recubrir lo real, ficcionalizándolo.
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hace décadas por sus polémicas y extrañísimas obras, pero también por su difícil historia personal. Nació en 1928 en Matsumoto en el seno de una familia japonesa tradicional, de clase media provinciana, sus padres eran dueños de un vivero a orillas del río en las afueras de la ciudad. De niña su madre le hacía seguir a su padre cuando se iba con sus amantes geishas, para luego obligarla a describir las escenas de sexo presenciadas y descargar sobre ella la ira. Comenta la artista en su biografía: “Comencé a sufrir alucinaciones visuales y auditivas desde chica” (…) “Veía auras alrededor de los objetos o escuchaba hablar a los animales y plantas”. Con las restricciones esperables de una familia conservadora y las privaciones propias del momento político-económico, no es hasta sus 20 años que sus padres le permiten inscribirse en la Escuela Municipal de artes y oficio de Kioto. Perfecciona su técnica y al cabo de tan sólo 4 años comienza a mostrar sus obras –con más de 250 trabajos-. Aún en los tiempos de mayor austeridad, amalgamaba pintura de pared, esmalte, arena y cola, semillas, bolsas. No se detenía. A sus 29 años viajó a Estados Unidos. Allí comenzó una nueva etapa. Instalada en Nueva York concibe sus pinturas de red monocromas, conocidas desde los años ´70 como Infinity Nets (redes infinitas) que se convertirán en su verdadera marca personal. Luego, una sorprendente ampliación en la escala de sus trabajos. En lugar de las primeras y minúsculas acuarelas comienza a realizar pinturas de escala industrial. La apreciación de su arte exigía un compromiso físico. Durante su estancia en Nueva York, estableció rápidamente su reputación en el movimiento avant-garde. Organizó “happenings” extravagantes en lugares visibles y concurridos como el Central Park y el Puente de Brooklyn. En los años 70, producto de algunas crisis, comenzó a viajar más seguido a
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Tokio y en 1973 se estableció en forma definitiva e ingresa voluntariamente en un hospital psiquiátrico. Sin embargo, su reclusión no le ha impedido participar en exposiciones y muestras de arte en todo el mundo, así como recibir importantes reconocimientos y galardones. Este crecimiento en su obra se pudo apreciar muy claramente en la exposición del Malba: la primera sala –con pequeñas pinturas abstractas sobre papel–, da cuenta de sus obras producidas en Japón. Pero a partir de la segunda sala comienza lo que la artista denomina “el intento de liberación”. Los objetos domésticos se cubren de penes de tela (campo de falos). Posteriormente una instalación fúnebre, con un bote también cubierto de penes de tela. Más tarde, lunares por todos lados. Finalmente el espectador se adentra en una instalación galáctica. Una caja cerrada, plena oscuridad, paredes, techo y pisos de espejos y agua que reflejan hasta el infinito los destellos de colores de pequeñas lucecitas que acompañan al asistente hasta el final del recorrido. Efecto Kusama ¿Qué razón motivó a los más de 200.00 concurrentes para apreciar la obra? Seguramente haya tantas razones como espectadores. Sin dudas el atractivo del color funcionaba y también, porque no, la infinita cola que motivaba a más de uno bajo el lema de que “si muchos iban a verlo estaría bueno”. Lo que sin dudas confronta al espectador con algo nuevo es la apreciación de este tipo de arte, el arte contemporáneo. Jorge Zuzulich² decía en la clase de Enlaces del 3 de septiembre de 2012: “frente al arte performativo o a las instalaciones, el cuerpo del espectador empieza a estar afectado en su totalidad y ya no solamente a partir de la ² Lic. en Gestión del Arte y la Cultura, crítico de Arte, ensayista, docente universitario
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aprensión visual del objeto”. No se trata entonces de la mera contemplación, sino de atravesar un recorrido, soportarlo, tocar la obra, intervenirla. El espectador ingresa a la obra y es parte de ésta con su recorrido, por lo tanto se rompe con la lógica del espectador clásico y los efectos en el cuerpo no se hacen esperar. El público es testigo y complemento de la obra. ¿Es acaso lo no-familiar lo que generó la heterogénea y numerosa cantidad de asistentes? ¿es el efecto en el cuerpo lo que derivó en tan copiosa concurrencia y en la viralización a través de las redes sociales de la visita de cada uno a la muestra? Solución Kusama No me adentraré aquí en una discusión diagnóstica en relación a la artista, no se trata de eso, sino de la obra en sí misma, de lo que sin dudas le ha permitido a Kusama. La creación artística se traduce aquí en un relato subjetivo, una representación singular como respuesta al vacío y a lo imposible de decir sobre el modo de gozar. El arte contemporáneo apunta a lo real y no a lo sublime. Nos muestra el agujero, lo exhibe. La solución Kusama aparece como una solución singular -al modo de un sinthome- que inaugura para la artista la posibilidad de, por la vía de la ficción que instala el arte, representar este imposible de decir. Puntos, lunares y más puntos que en su insistente reiteración no inscriben una diferencia sino que retornan en un real imposible de asimilar que vuelve una y otra vez hasta la obsesión infinita.
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Bibliografía: • Philip Larratt-Smith, Frances Morris. Yayoi Kusama. Obsesión infinita. Catálogo editado por Malba - Fundación Constantini de Buenos Aires en ocasión de la exposición. Buenos Aires, Junio 2013. • Kusama, Y. Acacia olor a muerte. Ed. Mansalva, Buenos Aires, 2013. • www.clarin.com/sociedad/Hago-sobrevivir-dolor-deseo-muerte_0_946705478.html • www.lanacion.com.ar/1596157-las-obsesiones-pop-de-yayoi-kusama • www.lanacion.com.ar/1593760-la-princesa-de-los-lunares • www.decollagedesign.com/abcdesign/yayoi-kusama-abcdesign/
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La música (no) amansa a las fieras1 Inés Sotelo inessotelo@gmail.com El aullido desgarrador es la llamada abisal…Los antiguos griegos pretendían que los dioses daban órganos a los hombres para responder al llamado del abismo del promontorio o de la gruta-manatial. Píndaro dice en la Pythica: XXII Atenea ofreció el aulos (flauta antecedente del oboe) a los hombres para que difundieran su lamento. Pascal Quignard- El odio a la música(Quignard 1996)
El conocido axioma: “La música amansa a las fieras” supone en ella un poder terapéutico per se, tranquilizador para todo estado de exaltación, descontrol y violencia. Sin embargo en el trabajo de formación de musicoterapeutas, vamos ubicando que el uso de la música, como de toda estrategia terapéutica: la palabra, la escritura, el dibujo, es siempre caso por caso. Tomaremos el texto de un film como referencia para situar, a partir de las conceptualizaciones de Freud y Lacan sobre la función paterna, el estatuto que la música cobra en la vida del protagonista. ¿Nace una estrella? David Helfgott desde muy pequeño desarrolla un enorme virtuosismo con el ¹ El presente artículo se encuentra en el libro “Esto lo estoy tocando mañana. Música y Psicoanálisis”, Fridman, Pablo (comp.), Buenos Aires, Grama Ediciones, 2011. Agradecemos profundamente su gentil autorización para esta presentación.
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piano, producto de la relación con su padre Elías Peter Helfgott, de origen polaco, obsesionado con la música, quien ha sido sobreviviente del holocausto. Esta historia dramatizada en la película Shine, Claroscuro en nuestra traducción, relata parte de la vida de este músico australiano que desencadena la psicosis precisamente en el momento en que ejecuta el Concierto para piano N°3, de Sergéi Rajmáninov Este film, que pone en el centro de la coyuntura dramática la relación entre David y Elías Helfgott, padre e hijo, permite recorrer cuestiones ligadas a la estructura en sus encadenamientos y desencadenamientos y la función de la música en la singularidad de este sujeto. Tótem y tabú Para situar la función de un padre, comenzaremos por la ineludible referencia freudiana de este texto central en su obra escrito en 1913, ubicando previamente algunos antecedentes. En el Manuscrito N encontramos ya una referencia al horror del incesto mencionando Freud la relación entre el desarrollo de la cultura y la sofocación de las pulsiones. (Freud 1982) En el año 1900, en “La interpretación de los sueños”, bosqueja la derivación de la autoridad real a partir de la posición social del padre de familia. (Freud 1979) Maleval afirma que “Tótem y Tabú” es la “proyección en la prehistoria de un fantasma recogido de la escucha de los neuróticos, que le da al psicoanalista la forma épica a una estructura inconsciente” (Maleval 2002). Más allá de la épica, Lacan dará cuenta de que la muerte del Padre es por el significante ya que “es el momento fecundo mediante el cual el sujeto se ata de por vida con la Ley, el verdadero Padre, en tanto que significa esta ley, es ciertamente un Padre muerto (Lacan 1985). Más adelante Lacan introduce otra dimensión con el Deseo de la Madre como Metáfora Paterna; abriendo otra perspectiva, la del
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padre deseante. Volvamos a “Tótem y Tabú” donde se ubican los principales elementos de la contribución de Freud a la antropología social. Especialmente en el 4° ensayo contiene sus hipótesis sobre la horda primordial y el asesinato del padre, elaborando la teoría según la cual de allí proceden todas las instituciones sociales y culturales. (Freud 1980) Este escrito fue uno de los favoritos de Freud y lo citó permanentemente hasta en su última publicación: “Moisés y la religión monoteísta” del año 1939. En este texto dirá “Nos valemos de analogías pero el inconsciente, universal en los humanos no es colectivo, es individual” (Freud 1980) indicación que además de estar dirigida a Jung es también una indicación ética en la clínica psicoanalítica del caso por caso. Presentará en la religión totemista las leyes de parentesco con las dos prohibiciones centrales: prohibición del incesto que establece la exogamia ligada al tótem en tanto limita el comercio sexual con las mujeres de su estirpe y la prohibición de matar al tótem; se establecen así normas de evitación de las tentaciones más poderosas. Recordemos que el tabú es una prohibición que une sacralidad y restricción. Es una prohibición de usos y costumbres que se vuelve ley, funciona como imperativo categórico y prohíbe actividades de intensa inclinación. Freud establece la relación entre Totemismo y Complejo de Edipo, afirmando que “es el punto nodal del desear infantil y el núcleo de la neurosis”. Al surgir los deseos de incesto y de muerte, quedan enlazados con la prohibición, la castración y la renuncia al exceso, regulándose de este modo el desborde pulsional. Afirma Freud que si el animal totémico es el sustituto del padre, los dos preceptos tabú, no matar al tótem y no usar sexualmente a las mujeres que le pertenecen, coinciden por su contenido con los dos crímenes de Edipo quien mato al padre y tomó por mujer a su madre, coincidiendo también con los dos deseos
primordiales
del
niño,
cuya
represión
insuficiente
retorna
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constituyendo el núcleo de toda neurosis. (Freud 1980) El Padre en la estructura Sabemos con Lacan que la psicosis está determinada por la forclusión del Nombre del Padre y esta idea, que no cambia en Lacan, encontrará importantes modulaciones en relación al concepto mismo de Nombre del Padre. En su artículo La familia (Lacan 1978), Lacan hablará de “la imago del padre” que concentra su función de represión y sublimación, y cuando en la teoría lacaniana la primacía de las imágenes es reemplazada por la del lenguaje, la función paterna revela la presencia del significante. Es en 1953, con el “Mito individual del neurótico” (Lacan 1985) y en “Función y Campo de la Palabra”(Lacan 1985), cuando Lacan forja el concepto de Nombre del Padre. Es en el campo del Otro, campo simbólico mas allá de lo imaginario, donde la verdad se articula y donde el sujeto trata de hacer reconocer su deseo, siendo el Nombre del Padre la instancia pacificadora de las trampas de lo imaginario, punto de capitón en la que el sentido se sella mediante su efecto retroactivo, siendo su función la de anudar elementos heterogéneos gracias a los cuales se sostiene el orden simbólico (Maleval 2002). De este modo el mito freudiano de Tótem y Tabú deja de presentar sólo su aspecto épico para fortalecer el concepto de estructura, articulando la paternidad con el significante. En el equívoco religioso se escucha el eco del fundamento de la ley, mientras que en la ambigüedad significante se transparenta la prohibición de la que es portadora el mandamiento negativo: Nom du Pere y Non du Pere; Nombre del Padre y No del Padre revela un significante que permite asegurar el orden de lo simbólico. (Maleval 2002) Las primeras conceptualizaciones sobre el Nombre del Padre lo ubican como un significante del campo del Otro “portador de la interdicción primordial, generador de la culpabilidad original e instaurador de anudamientos
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esenciales” (Maleval 2002) mientras que en 1969, en el Seminario “De un Otro al otro” Lacan sostiene: “La esencia, por decirlo todo, y la función del padre como nombre, residen precisamente en lo siguiente, que después de todo nunca se puede saber quién es el padre. Por mucho que busques, siempre es una cuestión de fe. Con el progreso de las ciencias, en algunos casos se llega a saber quien no lo es, pero al fin y al cabo sigue siendo de todas formas, un desconocido” (Lacan 2008) La fe en el Padre, mito religioso individual del neurótico, imprime para el neurótico su eficacia simbólica; “Un padre es el nombre que supone, por su propia esencia, la fe” (Lacan 2009) David y el (dios) padre El padre de David podría ser ubicado para su hijo con una presencia real; aquel que no pone en causa el deseo del niño limitando el goce sexual, sino más bien un padre que como el de Schreber, exige voluptuosidad. La exigencia de perfección se enuncia con el imperativo ¡Goza!, traducido en las palabras del padre: “Siempre gana” con el riesgo de desatar, de no cumplirse, la furia gozosa de este padre. Como un dios insensato, se erige en el lugar de todo para el niño, insiste en el relato de su odio hacia su propio padre repetido incansablemente a su familia: - “Cuando era pequeño compré un violín y ¿Sabes qué pasó?” - “tu padre lo destruyó”. Será la respuesta automática del pequeño - “David: ¡eres muy afortunado!” Trampa de amor endogámico que lo ata a esta familia desconociendo un más allá de la misma. La música, la práctica del piano no se transmite como deseo paterno regulado sino como el capricho incestuoso del padre que toma a su hijo varón mayor como objeto de goce.
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Las hermanas Susan y Margareth, también tocan el piano, todos lo hacen en esa familia, pero no ocupan el mismo lugar en la lógica de la pareja parental. El padre, erigido en único maestro, sólo acepta las clases que le ofrece el maestro Rozen al
encontrar un límite en sus propias
posibilidades de
enseñarle a ejecutar a Rajmáninov. Este compositor es el nombre del capricho paterno, no el mero anhelo de un padre sino que podría pensarse como un nombre del goce sin medida. El padre define el Concierto exigido como “la pieza más difícil del mundo” anunciando que sólo el día en que David la ejecute, se sentirá orgulloso de él. Insistiendo una y otra vez con el “¡Vamos a ganar!”. Estribillo que su hijo repetirá por muchos años, como metonimia del Otro. El maestro es quien pone un primer no a este padre e introduce a David en otros compositores, entendiendo que ese nombre debe quedar afuera. Como modo de preservar al niño; ubica ese detalle encarnando una posición asimilable a la del analista en el tratamiento posible de la psicosis: alienta, acompaña con la cautela de no empujar al sujeto a un lugar desde el que no podrá responder por estructura, más allá de la dificultad de la tarea. Este padre no soporta la salida de los hijos de la casa. Prohíbe a la mayor, Margareth, hablar con chicos de su edad, pero en realidad el amor desmedido, sin límites, endogámico se concentra en su relación con David, con él da curso a una venganza con su propio padre cruel. El crecimiento de David, la entrada en la adolescencia, el lazo con el maestro y luego la beca para estudiar en América lo enfurecen, prohibiendo tal viaje. La madre por su parte, es presentada cinematográficamente como una mujer estragada, abrazando a su hijo menor, un niño pequeño que parece más su objeto, su falo, que alguien separado de ella, es una buena representación de alguien para quien lo femenino ha sido arrasado, ¿Qué del deseo de esta madre ha metaforizado la función paterna? Un padre que se presenta como todopoderoso, fuerte, que luchó con fieras, se
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nos muestra en una posición arrasadora para el varón mientras que las niñas desde otra estructura lo enfrentan, o lo burlan o lo sostienen por amor. En ellas parece vislumbrarse una versión más cercana a la del “padre carente, discordante y humillado” (Lacan 1985) en tanto les es posible reírse con/de él. Para David en cambio no hay di-versión del padre, su dimensión más feroz lo aplasta. Paralelo entre el padre de Schreber y el de David “Helfgott quiere decir “ayuda de Dios”. Papá era religioso un poco malo y estricto”. Tal como afirmaba Freud para Schreber, este padre, Elías Helfgott, no es inapropiado para ocupar el lugar de dios. El padre de Schreber, cuyo nombre significa “querido de dios” fue un médico ortopedista, famoso en su época, fundador de la gimnasia terapéutica para educar a los niños. Freud dirá que era un hombre sobresaliente cuya teoría era la de moldear a los niños a su medida. El hermano mayor de Daniel Schreber también padeció psicosis y se suicidó. Recordemos el dios de Schreber quien en su delirio lo presenta como “puro nervio”, “maquinador de perpetrar el almicidio”, “no impone orden sino caos” “lo somete a su propia satisfacción en un gozar sin límites”, siendo las bienaventuranzas un estado de profundo gozar. (Freud 1980; Schreber 2010) Con algunos fragmentos de la película Claroscuro, podemos valernos de las analogías que nos permitan aproximarnos a la concepción de padre en la psicosis, es decir la función padre o madre en la estructuración del psiquismo. Recordemos que a propósito del historial de Schreber, Freud dirá: “Un padre así no es por cierto inapropiado para ser transfigurado en dios por el hijo…(Freud 1980)” El padre en la neurosis, mortificado por efecto del significante, sometido a la
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ley, castrado, que hace de una mujer causa de su deseo, puede ser exigente, y hasta esperar “imposibles” de los hijos. A través del mito individual del neurótico: sexualidad y muerte retornan en los síntomas: obsesiones, inhibiciones, dificultades en la vida, en el trabajo, en el amor, pero siempre con una brecha, un espacio donde la vida y el deseo pueden asomar. (Lacan 1985) En la psicosis, y en la película se lo dramatiza muy bien, Elías no quiere despertar en su hijo el deseo por la música, ni siquiera para que ésta sea el vehículo de sus ideales, sino que simplemente impone que cumpla con su capricho: tocar Rajmáninov. En el sistema delirante de Schreber, Freud sostiene que “La lucha con Fleschsig se le revela como un conflicto con dios, y nosotros no podemos dejar de traducirlo como un conflicto infantil con el padre amado, el cual ha comandado el contenido del delirio”. “En el desenlace del delirio la fantasía sexual infantil celebra un triunfo grandioso, el de la voluptuosidad que dios (el padre) le exige al enfermo. La amenaza de castración presta su material a la transformación en mujer que le toma el cuerpo”. (Freud 1980) Deseo de la madre /Nombre del Padre En Claroscuro, vislumbramos también una versión materna a través de la representación de alguien totalmente absorbida por esa función, es difícil pensar allí lo femenino, parece entregada-toda a esa función con un niño –falo al que sostiene con un abrazo que no transmite ternura, sino posesión desmedida. En 1957, en su Seminario “La relación de objeto”(Lacan 1995), Lacan introduce el concepto Metáfora Paterna, anudando el Nombre del Padre con el falo como falta puesta en juego en la deuda simbólica (Maleval 2002). Así la función paterna se introduce como una metáfora, elaboración que presenta en 1957
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(Lacan 1985) y que con la lógica de lo Real, encontró su formalización estando en el centro de la orientación topológica de Lacan. (Lacan 1975) En el 57 dirá que el Nombre del Padre suple “El lugar previamente simbolizado por la operación de la ausencia de la madre”. (Lacan 1995) Se inscribe el Nombre del Padre, la madre queda interdicta “ocupa el lugar del Otro y cae en el olvido, mientras que el falo es dado como significado al sujeto” (Maleval 2002). Este modo de entrar en la cultura, que el mito edípico señalaba, tomará con Lacan la forma de lazo social a través de los cuatro discursos que propone en su Seminario 17. (Lacan 1992) La eficacia de la función paterna separa al goce materno del niño, tachando el deseo materno, descompletándolo de ese espejismo imaginario en el que madre e hijo quedan atrapados. En las psicosis, la falta de sustitución, deja al niño atrapado en un goce indomeñable; el sujeto no cuenta con un significante fálico que posibilite la sustitución metafórica y el significado del Otro lo deja
arrasado por la
perplejidad frente al deseo de goce del Otro que toma entonces la forma de voluntad de goce sin medida. Con la formalización en El grafo del deseo, Lacan abre nuevas perspectivas acerca del lugar del Otro. En el 2° piso del grafo, el A/ da cuenta de la incompletud estructural del Otro; lugar de enunciación que se diferencia del Otro sin tachar (A) del piso inferior que desde su completud se erigía como garante de la verdad del mensaje. (Lacan 1985) El S(/A) ubica la sustracción del lugar del Otro, señalando una falta, es un significante exterior al Otro pero a la vez enlazado con él. “Está justificado considerar S(/A) como un matema del Nombre del Padre, en la medida que el orden simbólico demuestra estar articulado alrededor de un agujero”. (Maleval 2002)
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Hacerse hombre, ¿Hacerse nombre? En la vida de David, se dramatiza un momento crucial a los 13 años, la preparación del Bar Mitzvah, hacerse hombre, lectura de la letra sagrada, y que coincide con la posibilidad de viajar que el padre prohíbe. Metáfora de un padre que impide la salida, la separación. En “Tótem y Tabú” Freud afirmaba que el paranoico recrea en el delirio de persecución el vínculo con el padre al que se le atribuye una plenitud de poder” (Freud 1980) a la vez que en la “Sinopsis de la Neurosis de transferencia” sostiene que “mientras para la neurosis los hijos se marchan cuando alcanzan la pubertad, en otros casos se los castra y quedan en la horda como peones inofensivos. El efecto de la castración lo podemos imaginar como una extinción de la libido y la detención del desarrollo individual. La demencia precoz, especialmente la hebefrenia, parece repetir un estado así .Conduce al abandono de todo objeto de amor, a la involución de todas las sublimaciones y a la regresión al autoerotismo. El Joven se comporta como si hubiera sufrido una castración, incluso autocastraciones reales no son raras”. (Freud 2002) Lacan afirmará en “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano” que el padre de la horda no transmite ningún mensaje, su función se iguala a un significante sin significación, mientras que el Nombre del Padre al unir el deseo a la ley, le da una respuesta al enigma del deseo del Otro, impidiendo una búsqueda infinita de sentido. (Lacan 1985) Maleval por su parte sostiene que la ley paterna no enuncia lo que se puede y lo que no, sino que es inherente al ejercicio de un deseo que sólo se satisface por el encuentro de un objeto perdido, renunciando al objeto primordial de goce. Los ritos religiosos de circuncisión hablan de la pérdida que entraña la subjetivación del falo. (Maleval 2002) La ley paterna no puede localizarse sólo por el significante, porque al estar el Nombre del Padre excluido, forcluído, del campo del Otro, conduce a una
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nueva formalización de la forclusión por la vía del goce ilocalizado que no es ceñido por la operación analítica. Diferenciamos así la forclusión psicótica no ya como el rechazo de un significante primordial sino como la ruptura de un anudamiento entre la cadena significante y aquello que desde el exterior sostiene su ordenamiento. Volviendo a la película, algunos fragmentos dan cuenta de la coyuntura dramática: Este padre afirma: “No dejaré que nadie destruya esta familia. Yo sé lo que es mejor porque soy tu padre y esta es tu familia”. Una vez más un padre que no abre el camino de la ley sino que es la ley misma. Sin embargo, podemos señalar un movimiento de este sujeto que apela con responsabilidad a otra salida; David va a buscar al Profesor Rozen. Éste interpela al padre y le advierte: ¡no se atreva a forzarlo con Rajmaninov! Luego de un nuevo ataque del padre, el joven se mete en la bañera, y allí podríamos situar un primer desencadenamiento silencioso; sumergido en el agua defeca. El padre le pega, le grita “animal asqueroso! Hacerme estas porquerías a mi!“. La pubertad se caracteriza por la llamada, la irrupción de goce que convoca al sujeto y que probablemente nos permita vislumbrar en qué medida la regulación de ese goce se ha instalado por la vía paterna. Exceso, desborde de lo imaginario, desanudando los registros. Recordemos la referencia de Lacan acerca de Joyce en la última clase del seminario 23 cuando sus compañeros de clase le propinan una paliza y sin embargo esto no lo enoja sino que siente que el cuerpo se le desprende como una cáscara. Lacan afirma que este modo de dejar caer la relación con el propio cuerpo es muy sospechosa para un analista. (Lacan 2006) Es el desplome de lo imaginario que va por un lado como un error en el anudamiento de los registros.
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“¡Es terrible odiar al padre! La vida es cruel pero tienes que sobrevivir. Nadie te amará como yo. No puedes confiar en nadie. ¡Siempre estaré contigo! Siempre”. Ya mayor, le otorgan una beca para estudiar en Londres. Nuevamente la prohibición caprichosa del padre: “¿Crees que puedes hacer lo que te parezca? Soy tu padre, ¡hice todo por ti!”. Furia desmedida que concluye una vez más en golpes hacia su hijo. Nuevamente, una salida responsable de David, quien sostenido en el apoyo de ciertas figuras que funcionan transferencialmente: una escritora y su maestro Rozen, se opone al padre afirmando: “ya tengo edad para tomar mis decisiones” La respuesta paterna no se hace esperar echándolo del paraíso: “Si te vas nunca volverás, nunca serás el hijo de alguien, las niñas perderán un hermano. ¿Eso es lo que quieres? ¿Destruir a la familia? Si me amas no saldrás nunca por esa puerta. Te puedes arrepentir el resto de tu vida.” Amenaza que lo deja fuera del linaje, fuera de la ley de generaciones ordenada por la castración paterna y que culmina con la destrucción de los recortes de diarios y fotos del hijo: sin él no existe. Un Padre en lo Real: Rajmáninov Ya en el Royal College de Londres un profesor dirá que es virtuoso en la ejecución pero no tiene sensibilidad necesaria para la genialidad. Aquí podría situarse la diferencia entre el uso de una técnica con la creatividad y el talento de un artista. En los autistas suele verificarse una destreza insuperable para repetir incansablemente
algunos movimientos, lo que
también habla de una relación particular con un cuerpo que no ha sido atribuido por la castración. Encontrará un maestro, para quien Rajmáninov es su propio desafío y duplica la
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posición paterna empujándolo al riesgo, a la locura, a las heridas. “Domestica al piano o te tragará entero, ¡es un monstruo!” profetiza. ”¡Toca como si no hubiera mañana! Si lo haces ¡nadie te podrá despojar! No me decepciones.” Termina de ejecutar el Concierto para piano N°3, de Sergéi Rajmáninov y se produce el desencadenamiento. Encuentro con Un Padre en lo Real, con el nombre de goce sin medida, sin regulación ni ordenamiento fálico. Recordemos lo que ocurre cuando se produce la forclusión del Nombre del Padre que anula la significación fálica, como Schreber, David nos muestra lo duro que es vivir en el Goce, dirá que “vive como en olas de goce que llegan a inflarlo y desinflarlo, transformándolo en su textura misma”. (Miller 1987) Nos detendremos ahora en las versiones del síntoma que formula Lacan a lo largo de su enseñanza. En los años 50 Lacan destaca la dimensión simbólica del síntoma, asimilado a las formaciones del inconsciente tales como el lapsus, acto fallido, chiste o sueños. Aparece entonces como Significante de un significado reprimido, tal como lo define en Función y Campo de la palabra (Lacan 1985) agregando en 1957 su valor metafórico “Entre el significante enigmático del trauma sexual y el término al que viene a sustituirse en una cadena significante actual, pasa la chispa, que fija en un síntoma-metáfora donde la carne o bien la función están tomadas como elementos significantes-la significación inaccesible para el sujeto consciente en la que puede resolverse”. (Lacan 1985) En la última enseñanza Lacan modifica la versión del síntoma, mostrando el “síntoma-letra” del que se desprenden sus efectos de goce, no solo sus efectos de sentido. En La Tercera Lacan dirá “Llamo síntoma a lo que viene de lo Real. Esto significa que se presenta como un pececito cuya boca voraz sólo se cierra si le dan de comer sentido” (Lacan 1988) y un mes después en su primera clase del Seminario RSI dirá que el síntoma es efecto de lo Simbólico en lo Real,
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destacando su vertiente Real y su cara de goce. (Lacan inédito.) En el Seminario 23 Lacan propone una nueva grafía: “sinthome” que no será ni el síntoma- metáfora, ni el síntoma-letra. (Lacan 2006) Fabián Schejtman advierte la importancia de no confundir síntoma con sinthome ya que mientras el síntoma letra de goce corresponde a la cara real del síntoma, el sinthome no es ni real, ni simbólico ni imaginario sino que es una cuarta consistencia que anuda los tres registros y que Lacan propone como irreductible. El sinthome es propuesto como remiendo de lo que Lacan llama lapsus del nudo, un eslabón nuevo que se agrega para reparar aquello que ha fallado y que funcionará como corrección, compensación o suplencia. (Schejtman 2008) En el Seminario 23, a propósito de Joyce, Lacan propone la localización del error en términos de “dimisión paterna” o “Verwerfung de hecho” en esta cadena borromea de tres anillos, precisamente en uno de los puntos de cruce entre real y simbólico. Lo simbólico, en lugar de pasar por debajo de lo Real, pasa por arriba. (Lacan 2006) Para el neurótico, el “no hay relación sexual” funciona como lapsus y será el Nombre del Padre, el complejo de Edipo, la realidad psíquica lo que anuda como sinthome. Podemos preguntarnos si en David, tomado como caso, en su estructura psicótica la música opera como sinthome, como aquello que anuda y sostiene los tres registros anudados, allí donde el/los Nombre/s del Padre no opera/n. Tratamientos posibles Las intervenciones médicas como respuesta a la irrupción de la psicosis serán: internación, electroshock y prohibición por años de acercarse al piano. Para el psiquiatra, el piano será “la fruta prohibida”, “el monstruo”, “lo que lo enfermó”. Quedará solo, por años en la institución, sus hermanas han viajado a otras
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ciudades y los padres no lo visitan acorde a la expulsión paterna. Una profesora de música, ¿tal vez musicoterapeuta? lo reconoce, lo nombra, lo singulariza, lo externa y le consigue un piano, yendo más allá del orden médico. La respuesta de David es por el exceso: toca sin parar, sin corte, no puede detenerse, necesita de alguien que ponga una pausa. Será en esa lógica que tocar en un bar posibilita una estabilización en la medida en que los otros con sus aplausos ponen una pausa, deteniendo la ejecución metonímica que se le desliza en el movimiento permanente de los dedos aún sin el piano, en las palabras y en la música. En su “Teoría de los goces” Jacques- Alain Miller sostiene que el analista se ubica en un lugar desde donde el Jouis, Goza! se transforma en J’ouis, Oigo. (Miller 1987) Podemos pensar que el ¡Gana! pronunciado por su padre es reemplazado por el ¡Oigo! de ese público como interposición al goce pleno. Usos de la música “Estoy sorprendido, azorado, asombrado, asustado…” “Todo es inexplicable, inexpresable, insoportable” David Helfgott repite estas frases o mueve incesantemente sus dedos tenga o no un piano. “El piano y la lectura – en la medida que mi cabeza me lo permite- son los principales medios defensivos con los que logro hacer disipar las voces….” Daniel P Schreber (Schreber 2010) La apelación a lo musical como suplencia, sostiene Leonardo Leibson, implica un cambio de sentido que la música permite introducir a través de un vaciamiento del mismo. La sonoridad, la escansión, el silencio, permiten despegar el goce de la palabra, del parásito lenguajero que invade el cuerpo. “Así como algo de lo musical se presenta en la invasión misma, es mediante lo que se desencadena que se construirá el artificio (musical) del sinthome que
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repara el enlazamiento de simbólico, real e imaginario”. (Leibson 2008) Verificamos en David el papel
de la música en el momento del
desencadenamiento, así como su función reparadora, sinthomatizada. En su artículo “La música al margen”, Graciela Esperanza nos dirá que la música es un arte que requiere del oyente una atenta y, porque no, agradecida lectura. (Esperanza 2000). La música puede ser aquello que regula el goce, separando la exuberancia escópica que caracteriza el barroco que cuelga de las paredes de las iglesias de Europa, obscenidad exaltada, tal como indica Lacan en el Seminario 20. (Lacan 1981) Será necesario colocarla del lado de la pulsión invocante y que como en toda producción artística cumplirá la función de reguladora del goce, en los márgenes de la escopia corporal, es decir, del cuerpo, al margen de una “exhibición de los cuerpos que evoca el goce” (Baricco 1990) y al margen del phatos, del sufrimiento. (Esperanza 2000) Para David Helfgott, la música no queda al margen, a partir del desencadenamiento toma el cuerpo, lo atrapa, lo invade en una eterna metonimia. El aplauso, la intervención del otro, la interdicción de volver a tocar a Rajmáninov, ubica a la música en su lugar con la lectura, agradecida a través del aplauso, del público. Bibliografía Baricco, A. (1990). El alma de Hegel y las vacas de Wisconsin. Madrid, Siruela. Esperanza, G. (2000). "La música al margen." Colofon 18 . Bs As, Boletín de la Federación Internacional de Bibliotecas del Campo Freudiano. Freud, S. (1979). La interpretación de los sueños (I). Bs As, Amorrortu editores. Freud, S. (1980). Moisés y la religión monoteista, Esquema del psicoanálisis, y otras obras. Bs As, Amorrortu editores.
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Baricco, A. (1990). El alma de Hegel y las vacas de Wisconsin. Madrid, Siruela. Esperanza, G. (2000). "La música al margen." Colofon 18 . Bs As, Boletín de la Federación Internacional de Bibliotecas del Campo Freudiano. Freud, S. (1979). La interpretación de los sueños (I). Bs As, Amorrortu editores. Freud, S. (1980). Moisés y la religión monoteista, Esquema del psicoanálisis, y otras obras. Bs As, Amorrortu editores. Freud, S. (1980). Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente. Trabajos sobre técnica psicoanalítica, y otras obras (1911-1913), Sobre un caso de paranoia descrito autobio-gráficamente (Caso Schreber). Bs As, Amorrortu editores. XII. Freud, S. (1980). Totem y Tabú, y otras obras. Buenos Aires, Amorrortu editores. Freud, S. (1982). Fragmentos de la correspondencia con Fliess. Publicaciones prepsicoanalíticas y manuscritos inéditos en vida de Freud. Bs As, Amorrortu editores. I. Freud, S. (2002). Sinopsis de las neurosis de transferencia (Borrador del duodécimo trabajo sobre metapsicología). Bs As, Centro de Estudiantes de Psicología. Lacan, J. (1975). L´étourdit. París, Scilicet. Lacan, J. (1978). La familia. Barcelona, Argonauta. Lacan, J. (1985). De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis. Escritos 1. Bs As, Siglo XXI editores. Lacan, J. (1985). El Mito Individual del Neurótico. Intervenciones y Textos 1. Bs As, Ed. Manantial. Lacan, J. (1985). Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis. Escritos 1. Bs As, Siglo XXI editores. Lacan, J. (1985). La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud. Escritos 2. Bs As, Siglo XXI editores. Lacan, J. (1985). Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente
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freudiano. Escritos 2. Bs As, Siglo XXI editores. Lacan, J. (1988). La tercera. Intervenciones y Textos 2. Bs As, Ed. Manantial. Lacan, J. ( 1981). El seminario Libro 20: "Aun". Bs As, Ed. Paidós. Lacan, J. ( 1992). El seminario Libro 17: "El reverso del Psicoanálisis". Bs As, Ed. Paidós. Lacan, J. ( 1995). El seminario Libro 4: "La relación de objeto". Bs As, Ed. Paidós. Lacan, J. ( 2006). El seminario Libro 23: "El sinthome". Bs As, Ed. Paidós. Lacan, J. ( 2008). El seminario Libro 16: "De un otro al Otro". Bs As, Ed. Paidós. Lacan, J. ( 2009). El seminario Libro 18: "De un discurso que no fuera semblante". Bs As, Editorial Paidós. Lacan, J. ( inédito.). El seminario Libro 22: "R.S.I.". Leibson, L. (2008). La música de la psicosis: disonancias, contrapuntos, equilibrios. Ancla 2 (Psicoanálisis y Psicopatología). Buenos Aires, Ancla Ediciones. Maleval, J. (2002). La forclusión del Nombre del Padre, su concepto y su clínica. Bs As, Paidós. Miller, J.-A. ( 1987). Recorrido de Lacan. Buenos Aires, Manantial. Quignard, P. (1996). El odio a la música. Barcelona, Editorial Andrés Bello. Schejtman, F. (2008). Síntoma y sinthome. Ancla 2. Buenos Aires, Ancla ediciones. Schreber, D. (2010). Memorias de un neurópata (Legado de un enfermo de los nervios). Buenos aires, Centro Editor Argentino.
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(saber hacer) Entrevista a Alejandra Koreck, médica psiquiatra, psicoanalista y artista plástica argentina. Por Gustavo Slatopolsky GS: ¿Cómo llegaste a la joyería y a la textura en los objetos? AK: En el año 2000 quería retomar escultura y me encontré por casualidad con la joyería contemporánea. Fui a distintos talleres en Buenos Aires y el inicio fue desde la perspectiva del diseño. No tenía ninguna formación en arte, sólo una incursión en talleres de escultura mientras estudiaba medicina. Me entusiasmó poder usar materiales no convencionales en las piezas, generarlas a partir de un concepto y ver cómo después eran usadas en el cuerpo y qué significación le daba el portador. Cuando tuve que hacer una presentación de mi camino en joyería lo sinteticé con este escrito:
Joyería Contemporánea joyería contemporánea jO YE RÍA cONTE MPO RÁNEA j-Oy-eR-ía c-oN-t-em-P-or-áN-ea j.o.Y.e.r.í.a c.o.n.t.E.m.p.o.R.á.n.e.A j.O.y.e.R.i.a.c.O.n.t.e.M.p.o.r.A.n.e.a j. Y. r. a. c. n. E. p. R. n. a. O. e. i. o. T. m. o. A. e.
Hace unos siete años me interesó el libro de artista y por ejemplo, a partir de la lectura de Francois Cheng: “Vacío y plenitud, El lenguaje de la pintura china” presenté el libro Xu-shi (vacío-lleno en chino) que incluye papel calado,
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fotografía, joyería. Distintos workshops de experimentación textil y de arte en papel me ayudaron en el proceso. Fui inventando procedimientos y combinando distintas técnicas según el concepto y los materiales que elegía. Utilicé eso también para la joyería y en objetos. Me apropié de fragmentos literarios, en especial poesía (Borges, Pizarnik) para el trabajo textil, utilizando la letra en su materialidad, la escritura como objeto. Busqué diferentes soportes para la letra: papel, plástico, metal, rafia sintética. Tomé el texto como textura, tejiendo sentido y vacío, generando un nuevo espacio, una nueva trama. También tuve oportunidad de concurrir al taller de Edgardo Madanes, quien me enseñó a leer lo que estaba trabajando. GS: Al confrontarse con tu obra desde cierta perspectiva, pareciera que preguntas o problemas que son propios del Psicoanálisis atraviesan tu obra ¿cómo conviven los objetos de la obra con el lugar del Psicoanálisis? AK: Esa convivencia se fue dando paulatinamente y dejé que sucediera. Las preguntas que surgían de mi análisis, de la lectura de los seminarios de Lacan, del intercambio con otros analistas me empujaban a hacer. Pero lo que marcó un nuevo comienzo, un giro en mi trabajo artístico fue el final de análisis. GS: ¿Qué conceptos del psicoanálisis - en particular, del psicoanálisis con Lacan - resuenan al momento del encuentro con la estética singular que recorren tus obras? AK: Sólo puedo decirte los que a mí me resuenan: el trauma, lo real, la no-relación, S1, la letra, el agujero, los nudos, el movimiento de vaciamiento de sentido, de deconstrucción…
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(saber hacer)
GS: "Borges, la trama" y "Bracelet Thoreau" fueron
objetos que nos
resonaron fuertemente a la hora de pensar la tapa de "entreUnos" con el tema "Dispositivos clínicos para las psicosis y el autismo" ¿resuena esto de alguna manera en la artista? AK: Sí, cuando me enteré del nombre de la revista pensé que varios de mis trabajos podían ser nombrados así. GS: Podés decir lo que quieras... AK: Quiero agradecerles especialmente la invitación para acompañarlos en el nacimiento de “entreUnos”! Y compartir con ustedes el último trabajo “Shhh….” que estoy haciendo. Fue a partir del regalo que me hizo una amiga de un libro viejo escrito en Braile, que rescató de la basura. Intervenir el libro empezando con el calado de algunos puntos del sistema Braile, haciéndolo ilegible, hasta llegar a la perforación de todas las hojas. Al pasar del punto al calado de círculos de diferentes tamaños, se genera una textura con distintos agujeros y volúmenes. También va a ser una serie fotográfica. En el intento de escribir lo que no puede escribirse, encuentro un fragmento de Pizarnik: “…Silencio Yo me uno al silencio Yo me he unido al silencio Y me dejo hacer Me dejo beber Me dejo decir…” www.alejandrakoreck.com.ar
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GS: "Borges, la trama" y "Bracelet Thoreau" fueron
objetos que nos
resonaron fuertemente a la hora de pensar la tapa de "entreUnos" con el tema "Dispositivos clínicos para las psicosis y el autismo" ¿resuena esto de alguna manera en la artista? AK: Sí, cuando me enteré del nombre de la revista pensé que varios de mis trabajos podían ser nombrados así. GS: Podés decir lo que quieras... AK: Quiero agradecerles especialmente la invitación para acompañarlos en el nacimiento de “entreUnos”! Y compartir con ustedes el último trabajo “Shhh….” que estoy haciendo. Fue a partir del regalo que me hizo una amiga de un libro viejo escrito en Braile, que rescató de la basura. Intervenir el libro empezando con el calado de algunos puntos del sistema Braile, haciéndolo ilegible, hasta llegar a la perforación de todas las hojas. Al pasar del punto al calado de círculos de diferentes tamaños, se genera una textura con distintos agujeros y volúmenes. También va a ser una serie fotográfica. En el intento de escribir lo que no puede escribirse, encuentro un fragmento de Pizarnik: “…Silencio Yo me uno al silencio Yo me he unido al silencio Y me dejo hacer Me dejo beber Me dejo decir…” www.alejandrakoreck.com.ar
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