PAYASOS
MEDICINALES
Payasos
Medicinales somos...
Edición: Corrección de estilo: Diseño: N ° ISBN Editorial:
Catalina Artecona - Freskita Apa Angeloni - Aparicia Marco Benvenuto - Lúdico Daniel Gómez - .. uy... Andrea Domenech - Graciela Andrés Fagiolino - Polux Fernanda Jimena - Uga Adolfo Noguerol - Grafito Rodrigo Peña - Timo Agustina Pezzani - Capuleti Lichi Sánchez - Bartolo Verónica San Vicente - Estela
“Valoramos el arte y el humor como una herramienta para promover la alegría y así la salud.”
Bicicleta Robada Hace algunos años, los payasos Bastión y Uga íbamos caminando por la sala donde hay muchas, muchas camas detrás de muchas cortinas. Y como de costumbre, antes de entrar a lo que llaman apartados, que es detrás de la cortina, miramos para darnos cuenta si somos bienvenidos a entrar. Ese día, vimos a un hombre muy joven que lloraba como uno pequeñito. No era un llorar de dolor, era más bien de tristeza. Enseguida nos miramos, entre los payasos, ya que el hombre que lloraba todavía no nos había visto; ninguno emitió palabra. Volvimos a mirar y el hombre nos quedó mirando mientras seguía llorando. Y nosotros también empezamos a llorar, y establecimos un diálogo desde el llanto, nos presentamos, hablamos del día llorando, y poco a poco ninguno de los tres lloraba más. Entonces le preguntamos al hombre que lloraba pero que ahora no lloraba más:¿De donde sos? Y él respondió: Pajas blancas. Y como si hubiera dicho algo muy terrible, Bastión empezó a llorar fuertemente.
Le pregunté por qué, qué le había pasado. Y Bastión explicó: Pajas Blancas me hace acordar el motivo por el que lloraba hace un rato. Y sin entender muy bien, ni Uga ni el hombre que ahora no lloraba más le preguntamos por qué Pajas blancas le hacía acordar el motivo por el cual lloraba. Y nos contó que le habían robado su bicicleta hacia unos días, y que cuando escucho Pajas blancas recordó que la podían estar vendiendo en la feria de ese barrio. Luego que el hombre que ya no lloraba consoló al payaso que lloraba en su lugar, dejamos el apartado. No sin antes Uga hacerle un dibujo de la bicicleta por si las dudas la viera al regresar por su barrio. Nos fuimos a otros apartados y continuamos la intervención ese día. Antes de irnos de la sala donde hay muchas camas y muchas cortinas, decidí mirar de nuevo entre aquella cortina y la pared. L noo primero que ví fue el dibujo de la bicicleta en una mesita, y el hombre que lloraba y luego no lloraba más, ahora descansaba.
Ilustradora: Claudia Autora: Uga, payasa medicinal
carta de amor
Era un martes de tardecita en la sala de espera de emergencias del Hospital de Clínicas. Había mucha gente sentada, entre ellos una pareja de unos 70 años. El señor estaba esperando a ser atendido, era una consulta rápida. Me senté entre ellos, les pregunté cómo se habían conocido y me contaron, y también me dijeron que estaban cumpliendo 50 años de casados. En ese momento el señor entró a la consulta, me quedé con la mujer y le propuse que le escribiéramos una carta de amor a su esposo. Saqué un papelito, mi lapicera gigante y le pregunté ¿Qué le pongo?, la señora pensó y dijo: Te quiero mucho.
Escribí y pregunté: ¿Algo más? Volvió a pensar y agregó: Y tá. Martha. Así que debajo de Te quiero mucho, agregué: Y tá. Martha. Doblé la carta y cuando salió el señor de la consulta se la entregué y le dije: Tomá, me pidió que te de esta carta. El señor la leyó y con una gran sonrisa me dijo: Es mi primera carta de amor, la dobló y la guardó en el bolsillito transparente de la billetera.
Ilustrador: Sebastián Santana Autora: Capuleti, payasa medicinal
bicho bolita
Encontramos a un hombre bicho bolita en medio de un campo de flores. Me tocó ser una libélula. Me llevé una flor de su campo y la dejé en la cama de otro señor.
Ilustrador: Carolina Díaz Autora: Capuleti, payasa medicinal
Músico Profesional
Una tarde tranquila del Clínicas estábamos con una compañera payasa cuando entramos en una sala donde había pocos pacientes. Nos separamos y empezamos a acercarnos a las camas. En un momento veo a una pareja, señora y señor mayores, que nos miraban sonriendo. Me acerco a saludarlos y me preguntan: ¿Qué música tocás con eso? Yo llevaba un instrumento de cuerda casero, hecho con una botella de agua Jane y un palo, así que les dije: Toco cualquier música, pero en especial música clásica y cumbia. Luego de mostrarles cómo sonaba y que largaran una carcajada los dos, comencé a desarrollar mi carrera como músico contándoles que tocaba en todos lados, con músicos importantes y en obras muy reconocidas.
Continuaron mirándome sonrientes hasta que la señora me contó: Qué bueno porque nosotros también somos músicos, fuimos integrantes de la primera generación de la Orquesta Filarmónica de Montevideo. Mi cara los hizo largar otra carcajada más fuerte, ¡no sabía qué responder ante esos músicos tan importantes! Así que les pedí que me contaran ellos de su carrera, para disimular mi condición de principiante.
Ilustrador: Maximiliano Celentano Autor: Grafito, payaso medicinal
Luchar con el bicho Entramos cuatro doctores a la sala, la guitarra y el ukelele sonando, los payasos bailando. Todos en dirección al fondo, donde nos esperaba la cantante de canciones francesas (vieja amiga de los Medicinales) con nuevos temas y regalitos para todos. La fiesta estaba por comenzar. A un costado veo a una señora que estaba cortando dulce para colocarlo en unas galletitas. La miro y le digo: Llego justo para la merienda. Ella me mira y me ofrece. Al instante me dice señalando una foto: -Tengo un dolor grande en el alma, perdí a esa hermosa niña hace nueve meses en este mismo lugar. -Pero yo la veo ahí -le digo señalando pecho. -Sí acá está. Me está ayudando a luchar con el tumor que tengo ahora. - Es hora de comenzar la batalla! -le digo, arrimándole el pompero, que se transformaría en un espada y agarrando entre mis manos una lapicera que sería otra.
Comenzamos a mostrar nuestros músculos de los brazos y a agravar la voz con gritos de guerra. El primer round fue nuestro, vencimos al bicho. El segundo round sería para asustar al bicho: - Cuidado con meterse con nosotras, somos como quinientos. ¡Aaagggrrr!” -entre risas y guiñándonos los ojos-. - Estamos armadas y no tendremos compasión con usted -con miradas desafiantes-. Pum, pum. Esta arma es la más poderosa del universo -dijimos ya paradas y estrechando las manos por la buena batalla dada. El bicho estaba muy asustado para un tercer round. Pero la señora ya sabía qué estrategia usar para cuando volviera. Nos despedimos con un fuerte abrazo por haber compartido la batalla y esperando encontrarnos en un festín de victoria.
Ilustrador: Juan Palomino Autora: Apa, payasa medicinal
Sonrisa de papel
Día de sala de Emergencias. Entramos al pasillo luego de saludar al policía y marcar tarjeta. Lo hacemos con más cautela, así, caminando como sin querer quebrar huevos. El colega payaso ve una puerta entreabierta y pasa. Es una sala chiquita, de atención individual. Sentada en la camilla sobre el papel azul que se le pone a cada paciente está sola una chica joven, llorando bajito y mirando hacia el suelo. El doctor payaso y yo nos acercamos a ella. Nos miramos entre los tres. La dupla de payasos nos aproximamos de a poquito, sin decir palabra. Entre miradas al piso y a nosotros, la chica seguía llorando despacito.
El doctor colega toma un pedazo del papel azul que estaba a su lado y lo corta en pedazos chiquitos. En los cachetes mojados por las lágrimas pone un papelito y este se queda pegado. Ella se ríe. Él pone otro pedacito azul y la mujer con papelitos se ríe un poquito más. Le ponemos varios, en los dos cachetes, para equilibrar. Le queda muy bien y queremos decorarnos como ella, así que cortamos otros papelitos y los ponemos en nuestros cachetes. Entre risas y con la cara empapelada nos despedimos y nos vamos del cuartito.
Ilustradora: Rosana Mesa Autora: Capuleti, payasa medicinal
Metraje Intestinal Hoy en el hospital conocí a Francisca. Me sorprendió ver que tenía junto a su cama una foto muy desagradable y a todo color de un tumor dentro de un intestino. Le pregunté y me dijo, muy orgullosa, que era de ella y que quería verlo ahí para acordarse de lo valiente que fue al decidir extirpárselo, pues los médicos le dijeron que sólo iba tener un treinta por ciento de posibilidades de vivir. Está esperando que en una semana le den el alta y lo primero que va hacer es irse a la playa a mojarse los pies. Le dije que seguro nos encontramos por ahí y que la voy a reconocer pues tengo un gran ojo clínico para identificar señoras con menos metraje de intestino.
Ilustrador: Fluvio Autor: Dr. Oliverio, payaso medicinal
Voce é de Rivera?
Caminando por un pasillo del Hospital veo a un policía a lo lejos y lo saludo con la mano. Giro hacia otro pasillo y siento que el hombre me llama, me dice algo que no entiendo bien. Me acerco a él y me dice: Oi, ¿como vai voce? Entrando en terreno bilingüe le contesto: Muito bem ¿y voce?
Ese día, apenas me habló yo le había escuchado acento mezclado, así que le había preguntado en portugués si él era de Rivera, justito le emboqué y le dije que yo también era de allí, así que nos quedamos conversando sobre una frontera a la que nunca había, ni he ido aún.
Se da cuenta que para mí es la primera vez que lo veo y me dice: ¿Voce nao lembra de mim? Voce é de Rivera. Eu te vi no Hospital Maciel. En mi cabeza hago un repaso rapidísimo de los últimos años de visitas al Hospital y de pronto me ilumina aquel encuentro de pasillo, unos cuatro años atrás, con este señor policía.
Después de esos años cuatro años de no vernos, claramente, para el señor policía, yo seguía siendo de Rivera e falando em portugues.
Ilustradora: Lucia Araujo Autora: Capuleti, payasa medicina
Un vals para el alma
Un conjunto de payasos camina hacia el hall entonando un vals. Al llegar la gente se anima y se reacomoda cual público. Un grupo de jóvenes enfermeras se asoman. Corte de canción. Va a cantar una payasa muy especial, una canción muy especial y la acompañará un músico pequeñito. Las jóvenes de túnica blanca se sientan en fila en el piso, las personas se codean para ver qué más puede suceder, y el Dr. Grafito saca de la guitarra los primeros acordes. La Dra. Gratziella comienza a cantar y pim pum pam todos los payasos bailando con alguien, el hall del piso 8 era ya una pista de baile.
Qué bueno que mientras están operando a mi padre puedo bailar. Así la espera se hace más corta y pienso menos en lo que puede estar sucediendo arriba, me dice bajito la señora que bailaba conmigo. El vals termina después de varios giros y pasos característicos de cada uno. Los payasos se retiran todos juntos para seguir entonando melodías y haciendo mover a otras salas.
Ilustrador: Enzo Tortul Autora: Aparicia
un globo que quería llegar a Tacuarembó Como siempre, todos los miércoles, salimos de dos en dos recorriendo diferentes pasillos, salas, camas, e historias. La imágenes siempre eran nuevas ya que nunca coincidìamos con las mismas personas. Esa vez por causas de del destino llegamos al Cenaque (centro nacional de quemados), por esas cuestiones que la vida nos sorprende, entre solo a una habitación. Allí estaba Susana, 43 años, sola, muy sola, de la zona rural de tacuarembò, la historia se desatò en los rincones que tiene extrañar cuando estamos tan lejos, lejos de la tierra, de nuestras cosas, de los más chicos,de los amores y encerrar la esperanza de volver pronto, es el motor para quemar los dìas y las horas, y amigarnos de esa manera con el tiempo y las querencias. Quizás el juego propuesto desde el clown, y el encerrar la esperanza en un globo hecho con guante de látex, mostrando una sonrisa dibujada con un drypen que pedía viajar a tacuarembó, fue el encuentro que cerró con una sonrisa ese miércoles.
Pasaron dos meses y como siempre, todos los miércoles salimos de dos en dos recorriendo diferentes pasillos, salas, camas e historias. Las imágenes siempre eran nuevas ya que nunca coincidíamos con las mismas personas..., toco el piso 7 y por alguna causa de la historia, del destino, o del azar abro una pequeña puerta de una habitación muy pequeña, Susana en la cama, en otra cama, como aquella vez hace dos meses, encerrando la impotencia, de quien extraña todo, absolutamente todo... Ese dìa no fueron necesarias las palabras, ni los juegos, solo una mirada que agarraba una mano tendida, fue el canal para que pequeñas lágrimas tímidas y silenciosas, brotarán desahogando tanta querencia, fue solo un momento en el cual solo restaba irme, cuando di vuelta para partir, vi el único espectador de ese pedacito de historia, el globo de guante de látex un poco desinflado aún brillaba su pequeña sonrisa de drypen, encerrando la esperanza de volver a tacuarembó... pronto.
Ilustrador: Alejo Schettini Autor: Sircorcho
Este libro
fue ilustrado por: Claudia SebastiĂĄn Santana Carolina DĂaz Maximiliano Celentano Juan Palomino Rosana Mesa Fluvio Lucia Araujo Enzo Tortul Alejo Schettini
Agradecemos a: Moncha Juan Dapueto Sr. Mosca
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