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Ampudia Y El Conde De Salvatierra

Tras la toma de Tordesillas, de enorme valor político y estratégico, la Junta se apresuró a reorganizarse en Valladolid, donde se establecería la Santa Junta, para reemprender sus operaciones militares. Sin nombramiento de facto, sí de hecho, aclamado por las multitudes, Juan de Padilla (1490-1521), hasta entonces capitán general de la Comunidad de Toledo, se convertiría en capitán general del ejército sublevado. Su posición personal era ajena a entablar cualquier diálogo con los realistas. Junto a él, el obispo comunero de Zamora, Antonio Osorio de Acuña (1460-1526), el más radical de los cabecillas de la Comunidad, iniciarían durante el mes de enero de 1521 una activa, prolífica y exitosa campaña militar por la Tierra de Campos vallisoletana y palentina. […]

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Señor de AmpudiA y conde de SAlvAtierrA. Pedro López de Ayala (1470-1524) era el Señor de Ampudia. Entre sus altas distinciones destacan: I conde de Salvatierra, merino mayor de Guipúzcoa, Señor de los valles de Ayala (Álava) - Llodio, Arceniega, Arrastaria, Urcabusturiz, Cuartango, Valdegovia, Morellas y Orduña - mariscal de Castilla, y capitán general del norte del ejército comunero, nombrado por la Junta de Tordesillas el 26 de noviembre de 1520. Su responsabilidad comprendía Guipúzcoa, Álava y de “Burgos a la mar”. Los títulos de conde, merino y mariscal eran hereditarios por línea paterna. [...]

BAtAllA de AmpudiA (17-21, enero 1521). Una obra imprescindible para mejor conocimiento de los hechos acaecidos en Ampudia, en el invierno de 1521, es la estupenda obra de Epifanio Romo Velasco, La batalla de Ampudia en la Guerra de las Comunidades. Antología de textos (Ediciones de la Corredera de Ampudia).Es imprescindibíe. […]

En la madrugada, fria y desapacible, del 15 de enero, los realistas salían de Tordesillas al mando del navarro Francés de Beaumont, con sus veteranos de Gelves y las tropas aportadas por otros señores, y del asturiano Pedro Zapata, comendador de Mirabel y corregidor de Oviedo y Asturias, que había llegado meses atrás a Medina de Rioseco con sus soldados asturianos. La fuerza conjunta era importante: 1300 infantes, 150 lanzas - hombres de a caballo - y 40 escuderos. Durante la noche hicieron a buen ritmo los más de 60 kilómetros que separaban Tordesillas de Ampudia.

Por la mañana llegaban a la villa, no siendo bien recibidos por los lugareños. Tumultos, griteríos y desórdenes públicos obligaron a Beaumont a tener que hacer uso de sus arcabuces para restablecer la paz. En principio, su pretensión era garantizar el aprovisionamiento de su tropa, pero estaba claro que sus intenciones eran las de tomar la fortaleza, algo que ocurrió de manera, si no amigable, sí pacífica, al menos sin una resistencia violenta. […]

Conocidos los hechos en Valladolid, la Santa Junta dispuso de manera inmediata una bien pertrechada milicia comandada por Juan López de Padilla y Dávalos (Juan de Padilla), capitán general in péctore de la Comunidad, aunque sin nombramiento público ni oficial. Con él llevaba diversas piezas de artillería con las que batir las defensas ampudianas. Era la noche del 15 al 16 de enero. La movilización había sido ágil y efectiva. Se dirigió a Trigueros del Valle, a unos 25 kilómetros, en donde se encontraría con el ejército del obispo comunero, Antonio Osorio de Acuña, que se encontraba en Palencia, muy probablemente en Dueñas, apenas a 14 kilómetros de la villa vallisoletana. Entre ambas milicias sumaban unos cuatro mil infantes y un número impreciso de hombres a caballo. […]

Durante la noche del 16 al 17 de enero llegan a Ampudia, habiendo recorrido unos 18 kilómetros. Ante la inminente amenaza, Francés de Beaumont huye buscando refugio en Torremormojón, perseguido por Padilla. La guarnición que defiende la fortaleza, pese a ser poco numerosa - 40 escuderos y 30 soldados -, está bien protegida por sus murallas. Ante esta situación, los comuneros conscientes del alto coste en vidas humanas que sufrirían en el asedio, deciden entablar una negociación con los sitiados en los siguientes términos: si se rendían, se les garantizaba salir con vida y a resguardo, respetándoles armas y caballos.

La lucha es difícil y ardua la labor de los asaltantes en sus intentos baldíos por escalar sus murallas. Son muchos los comuneros que caen ante su pétrea defensa. El asedio se prolonga hasta su rendición el 21 de enero. Son recordadas por los historiadores y los cronistas las enardecidas arengas de Acuña a sus soldados, instándoles a la lucha y la pelea. No debemos olvidar que el obispo de Zamora, durante aquella contienda, contaba con sesenta y un años de edad. Más allá de sus métodos crueles y expeditivos, más allá de sus reivindicaciones político-religiosas, fue un líder carismático, mitad soldado - vestía armadura completa - , mitad monje - era obispo confeso y devoto -, que no escatimó esfuerzos ni energía en sus galopadas y disputas, tanto en Tierra de Campos como por Toledo.

Decisivo para el desenlace fue la toma de Torremormojón (18 de enero), tras lo cual Padilla y Acuña reemprenderían el asedio final de Ampudia. Ambos ya planeaban la expedición contra Burgos, todavía contenida por el condestable, en coordinación con Pedro López de Ayala, conde de Salvatierra, que atacaría desde el norte de Burgos.

El inesperado y atrevido ataque realista sobre Ampudia, vino precedido de la victoria en la batalla de Tordesillas (5 de diciembre). Exultantes por el éxito cosechado, por los refuerzos y suministros llegados en forma de armamento, se lanzaron a frenar la iniciativa que en enero habían protagonizado los comuneros en Tierra de Campos. Cuatro largas jornadas vivó sitiada la fortaleza de Ampudia, días de inquietud y desasosiego entre los ampudianos, temerosos de verse sometidos al pillaje y saqueo de los comuneros o, cuando menos, a tener que sostener el aposentamiento de la numerosa milicia congregada.

Más de cinco mil hombres combatieron entre ambos bandos, en un momento crucial para el desarrollo de la contienda. Los realistas aspiraban a que el hostigamiento de Acuña por Tierra de Campos no quedara sin respuesta. Pese al triunfo de la Comunidad, la victoria en Ampudia y Torremormojón, supuso un frenazo a la expansión comunera, enardecida y radicalizada tras haber perdido Tordesillas y haber fracasado en el empeño de querer ocupar Medina de Rioseco.

El sueño de libertad todavía podía ser real en aquellas jornadas invernales del mes de enero de 1521. Por otro lado, se agravaba el delito de traición de los cabecillas de la Comunidad. Sabían que ya no había marcha atrás, que la disyuntiva era la victoria o el cadalso, al que, paradójicamente, ya se acercaban conforme pasaban los días y los acontecimientos. Febrero será el mes definitivo para el desenlace producido en Villalar.

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