AUTOBIOGRAFÍA Nací en 1958 en una fábrica de Laussane (Suiza), aunque mis antecedentes son muchísimo anteriores. Al parecer ya en 1629, antes de que se hicieran los primeros relojes en la Selva Negra, un noble de la ciudad de Augsburgo, fue el primero en describir un reloj de cuco. Mi nombre, “reloj de cuco” o “reloj de cucú”, se debe a mis peculiares características. Estoy provisto de un péndulo y un gong y me caracterizo por tener una abertura por la cual, cada media hora, sale un autómata con forma de pájaro que emite un sonido onomatopéyico “cucú”. Mi historia comienza en 1960, cuando mi primer dueño, un trabajador español emigrado a Suiza, me compró unas Navidades en unos grandes almacenes suizos para llevarme como regalo familiar a España. Así que después de un largo viaje en tres, en el que fui apilado con otros muchos objetos en el vagón de carga, llegué sano y salvo a mi nueva ciudad y pude conocer a mis nuevos dueños. Mi nueva familia estaba compuesta de cinco miembros, padre y madre y sus tres adorables hijos, los cuales vivían en Málaga, ciudad natal de mi comprador. Mi primer dueño, hermano mayor de este segundo dueño, ayudó a colocarme en la pared de mi nuevo hogar, ante la expectación de los tres hijos, y pasé desde el minuto cero a formar parte de esta adorable familia. A lo largo de estos años he visto crecer a cada uno de los miembros de esta familia, sus dos hijos mayores y su hija, y he tenido la oportunidad de conocer a sus descendientes, seis pequeñajos que son la alegría de mis dueños y que siguen observándome con la misma curiosidad con la que me observaron sus respectivos padres. Uno de los momentos más felices de mi ya larga vida ha sido la noche de Año Nuevo de 1985, poder sincronizarme con las 12 campanadas de las uvas no ha sido tarea fácil, cada año las ponen más lentas, pero ese año recuerdo cumplir con las expectativas. Los brinidis y las risas del año nuevo de mis dueños y sus familiares al inaugurar el año me hicieron sentir realmente feliz y orgulloso con mi excelente trabajo. Sin duda, uno de los momentos más duros, fue despedir a mi dueña, murió en 2001 y durante unas semanas, por respecto a la familia, dejé de sonar. Ellos creen que fue algún problema en mie mecanismos, pero he de confesar que no tuve la suficiente fuerza para amenizar las jornadas en esos días tan tristes. En la actualidad disfruto muchísimo con la visita de los nietos de mis dueños, concretamente, los dos más pequeños. Se aúpan en la silla y tratan de cazarme, cada vez me cuesta más zafarme de sus garras. Creo que no resistiré al empeño del pequeño, pero es realmente divertido y me hace rejuvenecer durante unos minutos. Definitivamente, si hago balance de mi vida puedo decir que he sido un reloj de cuco muy feliz, sin apenas confrontaciones, porque a pesar de la aparición de los relojes digitales, he seguido ocupando siempre mi lugar privilegiado en el salón de la casa.
Me gustaría acompañar a mi dueño hasta sus últimos días y después me gustaría que me apagasen y descansar. He sido muy feliz y creo que hay que darle paso a las nuevas maquinarias que vienen pegando muy fuerte.