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Funciones que hacen crecer

Funciones que hacen crecer

Irene Arrimadas, María Teresa Fernández, Abraham Gutiérrez, Jacobo Lería, César Poyatos, Sonia Ramos (Equipo de Educación Especial de Escuelas Católicas)

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Año tras año, han ido naciendo en Escuelas Católicas proyectos dirigidos a la población escolar con Necesidades Educativas Especiales (NEE), conscientes de que nos permiten avanzar en el conocimiento de la compleja relación entre función, cognición y conducta y acceder a un más adecuado modo de intervención en el aula.

El proyecto ha sido una experiencia que ha permitido anteponer la persona sobre el aprendizaje

Maestros y participantes de nuestros proyectos son quienes nos dan pistas y encuentran nuevas respuestas al reto de mejorar la calidad educativa con el alumnado con Necesidades Educativas Especiales. Tras cinco años de investigación y fomento del uso de los medios tecnológicos, el pasado año desarrollamos el Proyecto “Funciones Ejecutivas para alumnos con Necesidades Educativas Especiales derivadas de discapacidad”.

Un año que, pese a las tremendas dificultades y limitaciones provocadas por la COVID-19, no dejó de ofrecernos conclusiones, interrogantes y certezas que favorecen el cambio en la formación del docente, y benefician el desarrollo de las funciones ejecutivas en muchos niños y jóvenes con NEE.

Y es que cuando existe un factor que dificulta o impide la correcta percepción del mundo, la intervención pedagógica adquiere un claro papel constructor. Para mejorar el necesario desarrollo de competencias en el alumno y del proceso de enseñanza-aprendizaje, la escuela debe ser capaz de ofrecer respuestas a la singularidad que la discapacidad marca en cada alumno. Aunque las acciones cambien y ganen novedad, lo que no desaparece nunca es la necesidad de que todo niño disponga de los medios necesarios que le permitan alcanzar su mejor techo. Le va la vida y la felicidad en ello, y el proyecto nos ha ayudado a entenderlo mejor.

De este modo, lo aprendido le servirá para minimizar los efectos de la conciencia de sentirse diferente, para borrar el oscuro sentimiento de ser peor que otros y para elevar poco a poco su autoestima. Su paso por la escuela no mermará el bienestar personal y el sentido de dignificación propia. Sin el respeto a la diferencia y sin una atención especializada, no podremos hablar de inclusión real. Si la escuela no lo hace, habrá traicionado su finalidad esencial.

Es cierto que los genes se heredan, pero su manifestación no es inalterable como en otro tiempo se pudo pensar. El milagro del progreso cognitivo es natural a todo ser humano, pero, además, se puede potenciar y la escuela es parte significativa en ese cambio. Y es aquí donde las funciones ejecutivas emergen con fuerza y se justifica su proceso de entrenamiento, porque con la acción reiterada, sistemática y profesional, es posible provocar el avance exponencial del ser humano.

¿Es tan determinante el papel de las Funciones Ejecutivas?

En Escuelas Católicas llevamos varios años trabajando con ellas, justificando su oportunidad e introduciendo, además, un instrumento de alto potencial de impacto en la enseñanza y el aprendizaje, las TIC, para provocar el pensar, el sentir y el actuar del alumno con NEE, porque potenciarlas es enseñarles a vivir mejor.

Sabemos que el cerebro recibe la información por medio de los estímulos y sensaciones que le llegan a través de los órganos de los sentidos (vista, oído, tacto, gusto, olfato) y del sistema nervioso central. Después procesa, organiza, interpreta y transforma esos estímulos del exterior y de su propio interior, los registra en la memoria y los convierte en idea. Es el proceso individual de la percepción que deja huella, para hacerse aprendizaje en base a la experiencia. Si la información no llega, la percepción no produce la huella esperada.

Así llegamos al Proyecto “Funciones ejecutivas para alumnos con Necesidades Educativas Especiales derivadas de discapacidad”. Convencidos de la posibilidad de provocar el progreso cognitivo y del derecho inalienable del niño a alcanzar un más alto nivel de calidad de vida, vimos que era imprescindible conocer mejor las funciones ejecutivas en relación con la discapacidad, e investigar el modo de entrenarlas eficazmente y, de nuevo, las TIC volvían a presentarse como herramientas de interés. Así se soñó el proyecto.

Probar la eficacia del entrenamiento con los alumnos, conocer el valor de las TIC como herramientas eficaces en el mismo, capacitar al profesorado y estimular la autonomía de los propios alumnos eran resultados deseados que animaban a intentarlo. Así nació y se puso en marcha el proyecto, desarrollado desde febrero a últimos de noviembre de 2020.

Guiados por un equipo de tutoras (Noelia Cebrián Marta, Irene García de las Heras, Miren Josune García Celada, María Dolores González Valls), participaron 25 profesores de cinco centros educativos (La Purísima de Zaragoza, Cristo de la Yedra de Granada, y los centros La Purísima, el Colegio Hospital San Rafael y San Viator de Madrid), y un total de 150 niños con diversos modos de discapacidad, de edades comprendidas entre los 3 y los 17 años, y en distintas modalidades educativas (inclusión en aula ordinaria y Educación Especial).

Con el beneficio de la disponibilidad de medios técnicos en cada uno de los centros educativos y los cedidos por la colaboración de Goldenmac, se realizó la intervención en el aula con el Programa de entrenamiento cognitivo Neuromindset (gracias a Lina Marcela Cómbita Merchán y Joan Paul Pozuelos López) y determinadas aplicaciones interactivas, que incidían de manera programada sobre cuatro funciones ejecutivas esenciales: el control inhibitorio; la flexibilidad mental; la memoria de trabajo; y la atención ejecutiva.

El proyecto ha sido una experiencia que ha permitido anteponer la persona sobre el aprendizaje y destacar que si en algo tiene que acompañar la escuela es precisamente en ayudar a ser. Si esto se logra, el otro aprendizaje se hará posible.

Finalizado el proyecto, y a pesar de que el tiempo de ejecución ha sido corto, y que ha habido algunas circunstancias poco favorables, no se ha mermado el enorme compromiso y la satisfacción de docentes y alumnos. Gracias a las observaciones cualitativas de todos ellos y a los logros cuantitativos registrados en los resultados testados en el proyecto, hemos comprobado que:

• El cerebro aprende y no tiene plazo determinante para hacerlo.

• Entrenar las funciones ejecutivas mejora la autoestima y la seguridad del niño o niña.

• La estimulación de las funciones ejecutivas posibilita la reflexión, el autoconocimiento y la autoevaluación en el propio alumno desde sus particulares circunstancias.

• Los aprendizajes esenciales suponen método, organización, reiteración y constancia o si no los logros, reales, corren el riesgo de ser efímeros.

• La escuela debe tomar conciencia de esta realidad y aplicarla como acción temprana y permanente, desde un cambio esencial en su acción educativa.

Con esta seguridad ha finalizado este proyecto, conscientes de cuánto nos ha enseñado.

¿Qué son las funciones ejecutivas?

El término funciones ejecutivas fue propuesto por la neuróloga norteamericana Muriel Lezak en el año 1982, fruto de su trabajo con soldados que volvían a Estados Unidos de la Guerra de Vietnam con lesiones cerebrales y en los que detectó problemas de falta de iniciativa y motivación y una clara incapacidad para plantear metas y objetivos. En ellos estaban alteradas funciones que tenían un alto valor social y que actuaban directamente sobre el sentimiento de bienestar de la persona. Son una serie de procesos cognitivos o habilidades mentales de gran importancia para la vida humana, porque permiten construir una experiencia vital satisfactoria al ayudarnos a alcanzar nuestros objetivos y regular nuestra conducta para conseguirlos o para enfrentar retos y dificultades, de modo que facilitan una satisfactoria calidad de vida y de inclusión social. El correcto crecimiento de las funciones ejecutivas en la infancia beneficia el desarrollo social del adulto. Cuanto mejor sea el índice de manejo del autocontrol, de regulación de conducta y de pensamiento conseguidos en la infancia, mejor podrá ser en el futuro el nivel de éxito en el trabajo, en el estudio o en la relación social y menor el riesgo de la aparición de conductas disruptivas.

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