¿ES POSIBLE DOMAR LA LENGUA? Algunas personas siempre dicen «pero» a todo. Ponen «peros» siempre que escuchan algo que no quieren aceptar. Aun cuando se les dice la VERDAD, responden con: ¡PERO! ¡PERO! ¡PERO! «Me parece bien lo que haces, pero...» Es un buen hombre, pero...»; «Sí, sé que tienes razón, pero...» Había una vez una mujer muy dada a los «peros», que se disgustaba con las cosas que le decía un viejo cura muy respetuoso de Dios. Un día, las palabras de aquel anciano le resultaron inaguantables. Eran verdad, «pero» se enfadó tanto que soltó una sarta de «peros». Fue por todas partes contando mentiras y chismes maliciosos sobre él. Se esforzó cuanto pudo por poner a todos en contra del amable cura, con sus terribles habladurías y su cotilleo. Pero cuanto más hablaba, más se entristecía. Al final se sintió tremendamente desdichada y empezó a arrepentirse de todas las mentiras que había dicho. Por fin, con lágrimas en los ojos, acudió a casa del cura para pedirle que la perdonara. --He dicho muchísimas mentiras sobre usted --le dijo--. Le ruego que me perdone. El viejo padre tardó un buen rato en responder. Parecía estar profundamente sumido en sus pensamientos y orando. Al fin dijo: --Sí, te voy a perdonar; pero antes tendrás que hacer algo por mí. --¿Qué quiere que haga? --dijo un poco sorprendida. --Sube conmigo al campanario y te lo explicaré --le
respondió, mirándole fijamente a los ojos--. Pero antes iré a buscar una cosa a mi habitación. Cuando el cura volvió de su cuarto traía bajo el brazo una gran almohada de plumas. La pobre mujer apenas podía ocultar su asombro y su creciente curiosidad. La mujer, nerviosísima, casi no podía contenerse de preguntar para qué era la almohada y para qué subían al campanario. No obstante, guardó silencio; y algo jadeantes los dos llegaron por fin al campanario de la iglesia. El viento soplaba suavemente por las ventanas abiertas del campanario. Desde la torre se divisaba una gran extensión de campo, hasta más allá del pueblo. De pronto el cura, sin decir palabra, rasgó la almohada y tiró todas las plumas por la ventana. El viento y las brisas se llevaron las plumas dejándolas caer por todas partes: en los tejados, en las calles, debajo de los autos, en las copas de los árboles, en los patios donde jugaban los niños, aun en la carretera y más allá, hasta perderse en la distancia. El cura y la mujer se quedaron un rato viendo revolotear las plumas. Por fin el anciano cura se volvió hacia la mujer y le dijo: --Ahora quiero que vayas y me recojas todas esas plumas. --¿Recoger todas esas plumas? --dijo con voz entrecortada--. ¡Pero eso es imposible! --Sí, lo sé --dijo el cura--. Esas plumas son como las mentiras que dijiste de mí. Lo que has empezado, ya no lo puedes parar, por mucho que te arrepientas. Tal vez logres decirles a algunas personas que lo que les contaste de mí era mentira, pero los vientos de las habladurías han desparramado tus mentiras por todas partes. Es fácil apagar un fósforo
(cerilla), pero imposible extinguir el gran incendio forestal que puede ocasionar ese mismo fósforo. «Así también la lengua es un miembro pequeño. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!» (Santiago 3:5) ¿Has cavilado alguna vez sobre la lengua? ¡Es realmente un miembro asombroso de nuestro cuerpo, a pesar de su reducido tamaño! Mide apenas entre ocho y diez centímetros de largo y unos cinco de ancho. ¡Es minúscula; y sin embargo, si la dejamos suelta, es capaz de causar estragos, de fastidiarnos el día y de echar a perder nuestra relación con los demás! ¡De todas las armas bélicas, hasta ahora la lengua ha sido la más destructiva! Me refiero a la lengua descontrolada, desamorada, amarga, que lanza críticas despiadadas y se ensaña con los semejantes. Cuando se deja suelta una lengua mala, ¡todo el mundo sufre! Como dice la Biblia: Santiago 3:5,6 "La lengua es un miembro pequeño del cuerpo, ¡pero qué gran daño puede hacer! Fíjate en el gran bosque que incendia una chispita. ¡Entre los miembros del cuerpo, la lengua también es una llama de fuego llena de malicia! Puede corromper a toda la persona e inflamar toda su vida; ¡y ella misma es inflamada por el Infierno!" Por otra parte: "La lengua apacible es árbol de vida" (Proverbios 15:4). ¡Nuestra lengua puede hablar inspirada por el Cielo en vez de inflamada por el Infierno! ¡Si decimos palabras amorosas, sabias y alentadoras --las Palabras de Dios--, podemos consolar, fortalecer, alentar, inspirar y animar a los demás con nuestra lengua! Pro.15:23 El hombre se alegra con la respuesta de su boca; y la palabra a su tiempo, ¡cuán buena es!
Pro.12:18… más la lengua de los sabios es medicina. Pro.15:4 La sana lengua es árbol de vida. El rey Salomón dijo: "La muerte y la vida están en poder de la lengua" (Proverbios 18:21). ¡Menuda afirmación! ¡Las palabras que pronunciamos con la lengua tienen verdadera fuerza! ¡Bendicen o maldicen, levantan por las nubes o dejan por los suelos, salvan o condenan! ¡No es cierto aquel dicho de que "con piedras y palos gruesos me romperás los huesos, pero las palabras no me hieren"! En cierta ocasión, una chica llamada Jesse Pepper, de 18 años, fue declarada culpable de asesinato porque debido a los maliciosos chismes que divulgó sobre otra chica llamada Mary Ellen, ésta se suicidó, ¡de lo dolida y deprimida que se sintió! Lo llamaron "asesinato por chismorreo", ya que a causa de los chismes, Mary se quitó la vida. Una lengua áspera y maliciosa puede producir heridas profundas: Pro.12:18 Hay quien habla sin tino como golpes de espada. Pro.25:18 Martillo y cuchillo y saeta aguda, es el hombre que habla contra su prójimo falso testimonio. Pro.15:4 La lengua perversa hace daño al espíritu. Pro.26:18,19 Como un loco que lanza mortales flechas de fuego, así es quien engaña a su amigo y luego dice que todo era un juego. Una lengua maliciosa destruye y mata: Pro.11:9 Las palabras del malvado destruyen a sus semejantes. Pro.26:28 La lengua falsa atormenta al que ha lastimado; la boca lisonjera conduce a la ruina. Stg.3:8 La lengua parece un animal salvaje que nadie puede dominar, y que está lleno de veneno mortal. Sal.140:3 Su lengua es aguda, como de serpiente; sus palabras son como veneno de víbora.
Naturalmente que el anterior es un caso extremo; pero seamos francos, ¿es de veras tan extremo? ¿No has llegado alguna vez a sentirte tan deprimido y desanimado que tenías ganas de morirte, a raíz de unas palabras crueles y desamoradas pronunciadas por otra persona? ¡O tal vez hayas herido tú a alguien de esa forma! Debemos admitir que en una u otra ocasión, todos hemos pecado de crueles con nuestras palabras, más de una vez hemos ofendido a los demás con nuestra lengua... acaso sin intención, acaso con ánimo de bromear; pero así y todo tuvieron mal efecto y causaron una herida en un corazón ajeno. El Señor nos prohíbe chismorrear: Levítico 19:16 [El Señor dijo:] No andes con chismes entre tu gente. Éxodo 23:1 No propagarás falso rumor. Tito 3:2 Que no hablen mal de nadie ni discutan. Que sean amables con todos y muestren humildad en su trato con los demás. Santiago 4:11 Hermanos, no hablen mal de los demás. 1 Pedro 2:1 Dejen de hacer lo malo. No se digan mentiras, no sean hipócritas, no sean envidiosos ni chismosos. ¡Qué pena que a veces hiramos a alguien cuando tal vez ya está destrozado, o lleva una carga pesadísima sin nosotros tener ni idea! Quién sabe si en el preciso momento en que suspiraba por una palabra amorosa y alentadora, nosotros, en cambio, lo herimos profundamente con algún comentario mordaz, dejando una fea cicatriz en su corazón. Como dice este viejo poema: "Si supiera yo que una palabra mía,
Si supiera que el veneno de una palabra
una palabra poco amable y veraz,
quedaría en el aire y marcaría
podría dejar su huella
con una profunda y negra herida
en el rostro de aquella
el corazón de una persona querida,
persona querida, no la hablaría,
no creo que diría esa palabra,
¿tú sí?
¿tú sí?
Pero lamentablemente, muchas veces es eso lo que hacemos; y lo cierto es que basta un comentario hecho sin pensar para que el día empiece a ir cuesta abajo, ¿no es cierto? Así las cosas, ¿qué podemos hacer para evitar esas palabras desconsideradas y antipáticas que tan fácilmente brotan de nuestros labios? ¿Qué podemos hacer para domar nuestra lengua? Por mucho que nos esforcemos, ¡por lo general no conseguimos gran cosa! Lo más prudente es escuchar atentamente y pensar antes de hablar: Stg.1:19 Todos ustedes deben estar listos para escuchar; en cambio deben ser lentos para hablar y para enojarse. Pro.18:13 Es una necedad y una vergüenza responder antes de escuchar. Eclesiastés 5:2,6 No te des prisa en hablar, ni se apresure tu corazón a proferir palabra delante de Dios. Porque Dios está en el cielo y tú en la tierra; por tanto sean pocas tus palabras. No permitas que tu boca te haga pecar. Proverbios 15:28 El corazón del justo piensa para responder. Hay veces en que lo más sabio es hablar poco: Proverbios 17:27 Es de sabios hablar poco, y de inteligentes mantener la calma. Job 6:24 Instrúyanme, y yo me callaré. Proverbios 10:19 El que refrena sus labios es prudente. Proverbios 17:28 Hasta el necio pasa por sabio e inteligente cuando se calla y guarda silencio.
Cuidado con lo que dices: Salmo 39:1 Para no pecar con mi lengua; guardaré mi boca como con mordaza mientras el impío esté en mi presencia. Salmo 141:3 Señor, ponle a mi boca un guardián; vigílame cuando yo abra los labios. Proverbios 13:3 Cuidar las palabras es cuidarse uno mismo. Mateo 12:36 En el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de cualquier palabra inútil que hayan pronunciado. Proverbios 21:23 El que guarda su boca y su lengua, su vida guarda de angustias. "Toda naturaleza de bestias y de aves, de serpientes y de seres del mar, se doma y ha sido domada por los hombres. ¡Pero ningún hombre puede domar la lengua!" (Santiago 3:7,8) ¡El único capaz de domarla es Dios! Porque "para los hombres esto es imposible; más para Dios todo es posible" (Mateo 19:26), ¡hasta controlar nuestra lengua! La única forma de domar la lengua es ésta: dejar que Dios nos transforme el corazón, Mat.12:34 porque de la abundancia del corazón habla la boca. Si tenemos el corazón rebosante del Amor de Dios, las palabras que salgan de nuestra boca estarán llenas de amor, ternura y compasión, porque "¡Dios es amor!" (1Juan 4:8) ¡La única forma de transformar una lengua indomada es transformar el espíritu que la controla! Es imposible controlarla a voluntad. La única fuente verdadera de amor, amabilidad, bondad y dulzura es Jesús, y a medida que vamos dejando que Jesús domine nuestra vida, él se apodera también de nuestra lengua. ¡Al tener Su Espíritu en nosotros, éste nos inspira y hasta habla por medio de nosotros Sus maravillosas palabras de amor, luz y vida!
¿Eres fiel en leer y estudiar la Palabra de Dios? Si no lees Sus Palabras, ¿cómo van a permanecer en ti? ¿Dedicas tiempo a la oración, a amar a Jesús y esperar en Su presencia? Si no lo haces, ¡a tus palabras les faltará el poder, la inspiración y la vida que sólo él puede conceder! Si descuidas el tiempo que debes pasar con él, tus palabras sonarán poco sinceras, les faltará fuerza y estarán espiritualmente muertas. ¡O aún peor, serán cortantes, hirientes, antipáticas y frías, pues no procederán de un corazón sumiso que rebosa de Amor de Dios! Es imposible que tu tono de voz manifieste amor y dulzura si no hay amor y dulzura en tu corazón. Tus palabras serán vacías, huecas, y la gente se dará cuenta. Jesús nos enseña que nuestras palabras revelan nuestro carácter, nuestro estado interior. ¡Y eso es muy cierto! Tus palabras reflejan cómo es tu corazón, en un sentido o en otro. Si tu alma es superficial, frívola, egocéntrica y mala, las palabras que broten de tus labios estarán impregnadas de todas esas características. ¡Mientras que si el Espíritu Santo es dueño de tu corazón, las palabras que hables serán claras y amables, y estarán llenas de amor y luz! No habrá engaño, fingimiento ni dobles sentidos. Tus palabras tendrán cierto atractivo, cierto magnetismo, un calor poco común que atraerá a los demás. Si arde en tu corazón la llama del amor de Jesús, no es necesario que te esfuerces por que tu voz suene cariñosa o simpática, ¡sino que te saldrá así espontáneamente! ¡Tus palabras tendrán una chispa divina de vida y un poder cuyo origen puede estar únicamente en lo más profundo del Espíritu Santo que mora en ti! La Biblia dice: Proverbios 15:23 "El hombre se alegra al dar una respuesta acertada, y la palabra a su tiempo, ¡cuán buena es!" Proverbios 25:11 Y "¡Manzana de oro con figura de plata es la palabra dicha como conviene!" ¿Verdad que sería estupendo ser capaz de decir espontáneamente palabras amorosas que animen y ayuden a los que lo necesiten, justo en el momento oportuno y de la forma exacta que producirá un efecto
duradero? ¿No te parecería sensacional ser capaz de decir palabras llenas de fe que brinden consuelo a los demás y queden grabadas de forma indeleble en su memoria, palabras que den buen fruto en abundancia en sus vidas? ¡Pues no tienes más que abrirle tu corazón a Jesús, someterte por completo a él y pedirle que entre en ti y te llene de Su Santo Espíritu de Amor! A continuación, lee Su Palabra, la Biblia, ¡y esconde en lo más profundo de tu corazón las palabras más bellas, amorosas y profundas del mundo, para que de ahí rebosen sobre los demás! No cabe duda de que entonces hablarás con amor, porque "¡Dios es Amor!" (1Juan 4:8) "El que cree en Mí, ¡de lo más profundo de su ser correrán continuamente torrentes y ríos de agua viva!" (Juan 7:38) Lee la Palabra de Dios y deja que te purifique; así cambiará tu forma de hablar: Salmo 119:9 ¿Cómo puede el joven guardar puro su camino? Guardando Tu palabra. Juan 15:3 Ustedes ya están limpios por la palabra que les he hablado. Efesios 5:26…habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra. ¡Maravillosas palabras de vida y amor pronuncia la lengua de los que han entregado su corazón a Jesús! ¿Se lo has entregado tú? Tomado de los libros, "Tesoros", “Vida cristiana" y “Una Vida más fácil”, los 2 últimos de John Lee y Keith Phillips. Compilación y edición por Gaetan
gaetan.goye@gmail.com