PROGRAMACIÓ JULIOL 2013 ORBA
APROXIMACIÓN AL ESTUDIO SOBRE EL ORIGEN DE LA FIESTA Y DEVOCIÓN AL SANTÍSIMO CRISTO DE LA AGONÍA DE ORBETA Francisco J. Caravaca Dasí Cuando se cumplen cincuenta años de la construcción de la Ermita del Cristo de Orbeta, es ocasión más que justificada para esbozar algún comentario en torno al origen y evolución de la Fiesta a lo largo del tiempo. En el primer inventario que se conserva en el archivo parroquial correspondiente a 1852 y referente a los ornamentos, objetos sagrados y demás bienes de la iglesia, se constata la existencia de una imagen del Cristo que bajo el título “del Consuelo” se veneraba en su propio altar -el mismo que hoy está dedicado a la Mare de Deu d’Agost y al Perpetuo Socorro- y del que se decía además, que disponía de andas propias para sacarlo en procesión en el día de su fiesta. Pero puede que por razones económicas, o porque la cofradía encargada de su organización estuviera en decadencia, o simplemente porque el párroco de turno así lo hubiera determinado, lo cierto es que la fiesta en su honor dejó de celebrarse. Nada se decía en cambio, en aquellos primeros inventarios de la imagen del Cristo de la Agonía, que de existir, probablemente sería de propiedad particular y por ello dejaba de consignarse. A partir de 1864 es cuando comienza a referirse la celebración de una fiesta específica en honor al Cristo de la Agonía, a cargo según se decía de “los mayorales de Orbeta”; oficiándose desde entonces y de manera más o menos regular hasta el presente. Quién hizo posible aquella reinstauración fue un joven sacerdote que había tomado posesión de la parroquia tres años antes: D. Juan Bautista Estruch y Poquet. Estruch llegó a sintonizar muy bien con la feligresía. De tal manera llegó a encariñarse de este pueblo, que cuando en 1870 falleció a la temprana edad de 36 años, a pesar de que ya no ejercía en Orba, dispuso ser enterrado aquí. Era este párroco natural de Ador y por esta circunstancia no extraña que tuviera especial devoción al Cristo dado que allí se le tenía, y se le sigue teniendo, como patrón de aquella localidad aunque bajo otra advocación. Él inculcó en los feligreses de Orba el fervor hacia el Cristo de Orbeta y a él se le debe en última instancia que desde entonces se haya venido celebrando cada mes de Julio esta entrañable festividad. Pero lo que realmente debió de influir en el ánimo del propio párroco y en el de la feligresía en general a la hora de acogerse a la protección del Cristo de la Agonía, fue un hecho singular que resultó especialmente doloroso para Orba y Orbeta. El año 1864, marcaría un antes y un después en la historia demográfica local: una terrible epidemia de sarampión se cebó entre la población infantil arrebatando la vida a cuarenta y tres criaturas de corta edad. Cuarenta y tres “albats” o “párvulos” como se les denominaba en la terminología de la época que forzosamente tuvieron que enlutar directa o indirectamente todos los hogares de Orba y Orbeta. Nunca antes se habían registrado cifras tan altas de defunción y menos, en niños de tan corta edad; y nunca jamás se volverían a repetir, ni aún en el también fatídico año de 1918 en que otra epidemia, la de cucaracha, hiciera igualmente estragos. La agonía en el difícil trance de la muerte de aquellas inocentes criaturas debió pues de influir, de manera decisiva, en el ánimo de nuestros antepasados a la hora de implorar la protección del Cristo bajo la advocación de La Agonía o de La Buena Muerte, como también se le suele denominar en otros ámbitos geográficos. Y esta circunstancia se quiso que quedara de alguna manera, reflejada en el estribillo de la antigua plegaria o cántico dels Gojos cuando textualmente se dice: “Por vuestra pasión y agonía, dadnos Señor buena muerte”.
Y más concretamente aún en la cuarta estrofa del citado cántico cuando se dice: “El párvulo te saluda / con su plegaria / y en su agonía postrera / solo su fe les escuda / pues nadie pide tu ayuda / quien tu amor no sienta. En origen los encargados de organizar y recabar los fondos necesarios para sufragar los gastos de la fiesta según hemos apuntado más arriba, eran los Mayorales o Clavarios de Orbeta, que en número de cuatro eran elegidos anualmente. Estos eran además quienes debían de custodiar en sus propias casas la imagen del Cristo. El día de la Fiesta, se improvisaba en casa del Clavario Mayor un altar primorosamente adornado donde se colocaba la imagen. Después, desde allí y como hoy, se trasladaba a la Iglesia; se le oficiaba la misa en su honor, y se concluía la jornada festiva con el traslado del Cristo, de nuevo y en solemne procesión desde Orba a Orbeta, donde quedaba depositada hasta el año siguiente, en casa de alguno de los Clavarios entrantes. Ocurría algo similar a como sucedía con otras celebraciones festivas de Orba: como la de San Vicente Ferrer en que la familia de los “Arandas” siendo de inmemorial los custodios de la imagen eran quienes organizaban, costeaban y celebraban la fiesta en honor al santo valenciano. O la de la Virgen de los Dolores a cargo esta vez de la familia “dels Pastors”. La fiesta del Cristo comenzó por celebrarse los miércoles; concretamente el miércoles siguiente al primer jueves de cada mes de Julio; pero con el tiempo se fue relegando hacia el fin de semana para quedar definitivamente establecida desde 1923, en el segundo sábado de Julio. Así se vino ejecutando hasta 1935, último año en que se celebró antes del estallido de la Guerra. Acabada la contienda, sin imágenes, sin apenas ornamentos sagrados y total o parcialmente destruidos los altares, todos los esfuerzos se centraron en la recomposición de estos y en la paulatina adquisición de las imágenes que en función de las disponibilidades económicas se fueron reponiendo al tiempo que se restablecían sus respectivas fiestas. A San-Cristo, se le volvió de nuevo a celebrar fiesta el sábado 12 de Julio de 1947, aunque solo con misa y sermón pero sin procesión puesto que aún no se disponía de imagen. Y no la habría hasta diez años más tarde cuando de los talleres del imaginero D. Vicente Jerique Just saliera la que hoy se venera en Orbeta; era este el mismo artista a quien también se le encargaron para la iglesia de Orba, las imágenes de la Virgen de la Asunción –Mare de Deu de Agost- y la de San Antonio Abad. A finales del S. XIX, se construyó una hornacina adosada a la fachada de la que entonces era casa de Salvador Sendra Ballester en Orbeta, para alojar la imagen del Cristo; se ponía fin de esta manera al constante deambular por las casas particulares permitiendo además, que quienes quisieran orar ante la imagen lo pudieran hacer libremente. Hasta 1963, se veneró en aquella ubicación. Pero las filtraciones y humedades constituían un verdadero problema con el consiguiente deterioro de la propia hornacina y de la imagen. Aquel año, D. Vicente Alemany Martínez y su esposa Dª María Ángeles Fenollosa entusiastas fervorosos del Cristo decidieron concluir el proyecto que otra devota de Orbeta iniciara cuarenta atrás con la adquisición de la parcela sobre la que finalmente se erigió la actual ermita. Cincuenta años han transcurrido desde entonces. Cincuenta años en los que además, el inconfundible sonido de la campanilla, el dolçainer, los banderines y guirnaldas de colores, la barraca, o el “castell de focs” que en otro tiempo prepararan con verdadero interés los miembros de la familia de “Salvaor de Federico” conforman unos recuerdos que inevitablemente han quedado asociados a esta fiesta peculiar.
ORBETA, ANYS CINQUANTA Els cronistes diran si eren moriscos o jueus; o famílies que fugien de les pestes amenaçadores o de la justícia. Potser volien arrimar-se a l’aigua necessària, tan fresca de la Font de dalt o treballar al voltant de la terrisseria de cassoles. O si era el Cristo, qui va arribar abans i atraia els primers pobladors, que esperaven miracles. El que pareix clar, és que van trobar un lloc tranquil, ben assolejat, al peu del Seguili i a la perifèria. Ara, al tancar els ulls i anar-me’n cap arrere en un bot de seixanta anys, veig el paissatge, persones en blanc i negre, imatges fugisseres. Casimiro, tan florit, contrastava amb la resta, la música adormidora del seu acordió, companya de quadrilles pasqüeres. Enfront, la llarga família dels Federico, Julian dels Bandos, la frontera de sa casa encara igual, se vende, la del tio Rafelet, els Lloser, els Rabosa, els Tério, els Mosquit, el Blanquet, els Pato, Assanya i encara, Nandín el fill de Juana, la reina del safareig i, amb la sària plena d’anys, Electo i Maria. A l’hivern, velles i vells ajupits al sol, gats i gossos pel carrer. Era a l’estiu quan Orbeta s’animava: la festa de juliol, la de Sant Cristo, dolçaina i tabalet de mestres callosins guardians de la tradició valenciana, carreres de xiquets, llarga processó, castell que deixa solta la rodeta menuda i, a voltes, pluja inoportuna que pinta de colors dels paperets les camises blanques; bous al carrer per la collita generosa de margall; i per a refrescar les vesprades polsoses, aigua llimó, fosca de canyella. Cap a ponent, el sequer del tio Modesto que ens mostra ara, al carrer, al sol, les pedres colossals de l’almàssera, silencioses, esperant que vinguen de fora a senyalar-nos la importància dels vestigis del nostre passat. A l’esquerra del camí la presència de restes del que era una bassa i un pou per al fang; i allà baix, la Font de Dalt: tres xorros de vida que naixen d’una cava llarga de les entranyes del Castellet i del Racó de Pastor i omplin la pica, aigua fresquíssima que omplirà les botiges per a refrescar els dinars de l’estiu i els cànters que regaran plantons en mesos de sequera; va a l’abeurador joijosa per a apagar la set de bèsties imprescindibles, suardoses, que vénen de llaurar o porten càrregues de renda, sofrint a voltes al paladar les carícies apegaloses d’alguna sangonera. I ompli el safareig, àgora femenina, mans que es deixen la pell per a traure la suor de la roba faenera ; va per la sequieta, cavallera, a la bassa dels Sapos, l’ompli de tarquim i d’adob que es transformarà, més avall en fruits i verdures en les Hortetes. Anem cap a la muntanya, per l’Assegador, cap al Seguili, cap a l’Aspre: llenya, cassera, pastura pel ramat, esclatasangs, margallons, per a una vida senzilla i conformada. I el barranquet, la frontera natural que ens separa de les Casetes, del centre, de la plaça; l’olor a humitat, els tolls on buscàvem granotes i, fugint de la calor, ens capbussàvem en aigües fangoses plenes de serps i de vespes; també, dins dels tolls abocàvem, des del sac, la lletigada de gatets cecs encara des del paritori de la pallissa, per a mantindre a ratlla l’equilibri demogràfic de la fauna domèstica. En tardors de molta pluja, eixien les fonts i anàvem tots cap allà per a vore l’aigua brollar pel camí, pels bancals, cap al barranc, cap a la mar. Ara que celebrem l’aniversari de l’ermita que li dóna acollida a la imatge del Cristo, aleshores itinerant, me’n recorde i ho passe al paper abans de que arribe la boira de l’oblit. Joaquim Miralles Sendra
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ORBA CENTRO MÉDICO ALTER, S/N
JUEVES 18 de JULIO 2013 DE 17:00 A 20:30 HORAS. Más Información: CENTRE DE TRANSFUSIÓ DE LA COMUNITAT VALENCIANA http://centro-transfusion.san.gva.es
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