En las selvas de los grandes lagos, donde crecen las coníferas (2) y los magnolios (3) habitan animales frágiles (1) de fuertes colas ponedoras. Bajo palmeras de anchos troncos (4) hemos establecido el campamento (5) donde podremos honrar a los muertos (6). El talismán escarabajo, (7) enterrado bajo las raíces del árbol sagrado (8) que cubre el amplio manto del techo nublado (9) ha sido debidamente embalsamado, reverenciado y ofrendado desde el cáliz de nuestros antepasados. (10) Tras largas noches ritualizando en las cuevas (11) lo hemos sellado todo. (12) El influjo de la energía cósmica circunscrita a este lugar ha propiciado una suave lluvia (13) y los hombres guerreros han custodiado la reliquia. (14) Todo nuestro espacio vital, (15) protegido por los grandes felinos (16) cuidadores (17) de hombres,
influye (18) mostrando facultades ocultas que impulsan a establecerse permanentemente en el lugar elegido. (19) Por ello no tememos a los cambios propiciados por los vivos y por los muertos, por el cielo y por la tierra. (20) La tierra alberga todo (21) bajo el sello (22) escarabajo. En las selvas de los grandes lagos donde crecen las coníferas y los magnolios, (24) las diversas especies de hormigas (23) aladas (26) han propiciado grandes cosechas (25) bajo el manto azul. (27) La generosa tierra ha otorgado fertilidad (28) a sus habitantes, (29) colmándoles de dicha y abundancia. (30) Desde lo más preciado de nuestras costumbres nos pusimos a trabajar ordenando los sistemas de reproducción. (31) Diferenciando y conservando semillas según su tamaño y ubicación. (31) Propiciando
una buena y dulce cosecha que se espera recolectar, en este mismo lugar, (33) después de las grandes nieves, cuando el preciso tiempo lo favorezca. (34) De esta forma la tierra ha conjurado nuestro lugar elegido, dándonos a entender que nos ha estado reservado, esperándonos desde la eternidad. (35) Luego viene el periodo que alterna la eficacia de los hechos con el descanso debido. La división de la tierra con la duda. El conocimiento con la nada. El nirvana con las sombras. (36) De nuevo el ciclo de la vida y la muerte, de los hombres y de los espíritus (37) en el valle de las coníferas (38) y de la fertilidad. (39) La tierra recoge sus semillas para luego esparcirlas a través del viento. (39) El halcón de acero (40) preside nuestro entorno implorando día y noche que se cumplan los ciclos naturales dando pie a soñar en una
fecunda cosecha y en un tiempo de calma y convivencia sin los ajetreos de cuando hay que ir de un lugar para otro sin saber dónde morar a consecuencia de la inestabilidad climática, (41) ni las penurias del hambre que nos obligan a salir de cacería y alcanzar a otros seres animados con ojos de estupor y pánico. (42) El río que atraviesa la planicie circula repleto (43) de truchas y nutrias y otras especies de peces fluviales. (44) También ello supone un gran beneficio que tranquiliza nuestros espíritus dotándolos de confianza. Bajo el manto protector del halcón de acero, las otras especies de anfibios ensambladas de ave (44) se mueven tranquilas en el clima suave compartiendo nuestro hábitat (45) de norte a sur y de este a oeste (46) en fluida comunión y empatía con nuestra especie formando una única
familia. (47) Por ello también veneramos a sus muertos (37) que, como nosotros, habitaron en las selvas de los grandes lagos pobladas de coníferas. (38) Los anfibios ensamblados de ave, crecieron tan prósperos y fuertes, (39) de manera tal que cuando el manto blanco cubrió la espesa llanura, fueron las únicas criaturas resistentes a tan bajas temperaturas. Los animales robustos, (50) el escarabajo común, el alado, (51) la naturaleza selvática (53) y la alfombra florecida del llano (52) bajo el cielo estelar, (54) comulgan en éxtasis perenne (55). Como un eco surgido del centro del planeta que crece, se forma y esponja hacia el exterior (56) configurando el templo vivo del espíritu (57) que da lugar a la perpetuidad infinita, por los siglos de los siglos (58) según la escenificación representativa de lo natural
contenido en la simiente divina (59), guardando (60) la convivencia de los seres anfibios, alados y (61) terrestres que conviven bajo la protecci贸n del escarabajo sagrado. (62)