EL ES UI ZOIDE
Edici贸n Octubre 2012
Editorial Estimados lectores: Les doy la bienvenida a la semana de escuela, la semana de webeo de la prestigiosa/ degenerada escuela de piscología de la Ponticuica Universidad Católica de Chile. Qué orgullo. Una escuela que está constituida gracias a miles de esquizoides como yo. En un contexto así no me queda otra que hablar de lo más importante de la semana. Y no, no es la copa falo ni la copa pecho bueno (la cual te recomiendo no perderte porque verás más de un balón en la cancha), tampoco es la bailetón, ni el gangnam style, ni la competencia entre alianzas que se dan entre pocos participantes. Lo más importante, lo que más convocatoria tiene en la escuela, es la gala. Y es que puse atención a lo que me dicen las voces que escucho pelearse constantemente en mi cabeza y contaré algunas de las cosas que pueden
pasar en ese evento. Uno de los mayores miedos para las mujeres en fiestas formales es: que otra yegua llegue con tu mismo vestido. Porque claro, para los hombres no es tema: con suerte varía la corbata. En caso de que te suceda tienes tres opciones: la primera es tener mucho valor y estar segura de que a ti te queda mucho mejor, y que ella y su cuerpo de pera sólo sirve para resaltar tu belleza. La segunda opción, para las más tímidas, es tener un vestido de reserva en la cartera (la cual te recomiendo no guardar en guardarropía ni dejar olvidada en el “rincón de las chaquetas”). La última opción y más recomendada por mí es tener un plan malévolo. Ahora, como no puedes llegar y acercarte con una tijera a cortarle el vestido ni mucho menos su hermoso y ondulado pelo largo, siempre puedes optar por la “accidental” tragedia de que se le dé vuelta tu copete en el vestido. Pero eso no es la única preocupación en esta dificultosa-pero no por eso menos honorabletarea de ser mujer: que el calzón se te marca, que el colalés te molesta, que las costuras te pican, que la panty te marca el rollito, que no “alcanzaste” a hacer dieta, que se te rompió la panty y no estai bien depilada, que pareces pantruca de lo blanca que estai, que pareces pingüino andando con tacos, que con tacos te ves más alta que tu pololo, que el autobronceante te dejó las piernas naranjas, que la transpiración del bailoteo te cagó el peinado, que justo entrando a la gala te salió una espinilla en la nariz de esas que la base no tapa, que la base te manchó el vestido, que te llegó la regla y que no existe vestido que pueda disimular tu hinchazón, que los sostenes de silicona son lo peor y los parchecitos no te sujetan ni el pezón.
Editorial Ahora, para los hombres es más fácil. Siempre tendrán un primo que le preste una chaqueta o le podrán sacar la corbata al papá. El problema, eso sí, es que ellos, zorrones siempre listos para la acción, que piensan aprovechar la mezcla de vestidos cortitos y copete a disposición, olvidan en la euforia una cosa muy común en estos eventos de barra libre: el conocido efecto embellece-ratas del alcohol y su casi siempre consecuente “caña moral”. La perna del curso, a esa que nunca le haz hablado pero de quien, por alguna razón, siempre obtienes y estudias sus apuntes, de repente te parece más atractiva que nunca. Ahora, para que esto suceda tienes que asegurarte de llegar temprano: probablemente el copete se acabará a las 2 AM (una vez más). En fin, pueden pasar muchas cosas, pero hay algo que no tiene que dejar de pasar, y es que espero verlos a todos witriando ese día. Y yo estaré ahí, vigilándolos de cerca para idear la editorial de la próxima edición. Se despide, con amor esquizofrénico, El esquizoide.
Columnas
La PUC.
Por Lucas Harcha
Que linda es mi universidad. Su conservadurismo, sus dogmas
medievales. Que linda es la violencia que día a día me aplican, desde que me cobran una multa por atrasarme 8 horas en pagar, un lunes en la mañana, hasta las 5 de la tarde de ese mismo día, cuando me voy resignado mientras veo como destruyen el pasto donde me siento todos los días, donde converso, donde me siento a gusto. Y eso no les gusta, claro. Por otro lado, la paga al día sí que les gusta: 820.000 quedan este año, y ni siquiera sé, vagamente, dónde irán a parar. Quizás sea para financiar un seminario anti memoria, un seminario que hará sufrir a la gente que quiero, homosexuales o lo que quieran ser, ¡que son felices así, mierda!, un seminario de los violentos y arbitrarios que pueblan ésta, la hermosa universidad de la que soy parte. Pero, cómo dijo alguien por ahí, funciona. Y punto.
Columnas El primo. Por Anónimo
Recuerdo haber estado en una cena familiar,
en el hogar de un primo de mi madre. Este primo es homosexual y vive junto a su pareja. Desde ahora les llamaremos “primo” y “pareja” por un asunto de confidencialidad. A lo que voy es a la historia que “primo” nos contó. Una historia repleta de emociones y malos recuerdos, una historia de lo que fue para él ser homosexual. Primero que todo, él era incapaz de hablarlo con alguien. Ni con sus amigos, ni con su familia. Era un tema bastante más complejo y tabú de lo que es ahora. No fue sino hasta que intentó suicidarse cuando pudo contarle esto a sus padres. Pero sólo podía hablar de ello si asumía que quería volver a “ser normal”. Sus padres no aceptarían tener un hijo “maricón” así no más, por lo que debió someterse a “terapias curativas de la homosexualidad”. Antes de adentrarme en las terapias, cabe destacar que “primo” también quería ser “normal”, puesto que en el Chile de hace 40 años, nadie podría vivir tranquilamente siendo homosexual. Si lo decías abiertamente, era difícil encontrar pega, o conocer gente, se vivía constantemente rodeado de insultos y palizas. La otra opción era fingir. Pretender ser heterosexual ante el mundo, viviendo en disonancia constante con lo que “primo” es y quería ser. “Primo” se incorporó inicialmente en una
terapia psicoanalítica, donde se le atribuía la culpa al sujeto por no resolver bien sus complejos edípicos e identificarse con el género femenino (¿…?). Todo esto, acompañado de reportes semanales que enviaba la terapeuta a sus padres, pidiéndole a la madre que se alejara de él, y al padre que se acercara, llevándolo al trabajo o a tomar cerveza con los amigos. Cuando la terapia ya llevaba un tiempo, y “primo” aún no eliminaba los sentimientos por los hombres (pero si generando una pequeña fobia hacia ellos), la terapeuta recomendó al padre enviar a “primo” a una casa de putas. Sin dudarlo, el padre lo llevó a un “puterío”, donde “primo” perdió su virginidad, pero además comenzó a tener un fuerte rechazo por las mujeres “atractivas” como también un rechazo absoluto a su padre. Al ver que la terapia no estaba funcionando como los padres lo deseaban, decidieron probar otro método. Un método que un amigo de la familia había recomendado, que había tenido muy buenos resultados en Europa y en Norteamérica: conductismo. Pero no cualquier tipo de terapia conductista, sino que la famosa terapia de shock. Sentado frente a una pantalla, atado de manos y pies, es como tenía el terapeuta a “primo”, quien además poseía cables y
Columnas
electrodos rodeando todo su cuerpo. La terapia comenzó, y aparecieron en la pantalla imágenes pornográficas, tanto heterosexuales como homosexuales, por un periodo aproximado de 5 minutos cada escena. El método era bastante simple, como también humillante e inhumano. “Primo” estaba absolutamente desnudo
frente a tales escenas, y se enviaban shocks eléctricos cada vez que tenía una erección frente a escenas homosexuales, mientras que lo dejaban descansar 10 minutos cada vez sucedía lo mismo con escenas heterosexuales. Posterior a una cierta cantidad de meses yendo dos veces a la semana, la terapia tuvo éxito, y se declaró “heterosexual”. Por supuesto, duró solo un par de años antes de que se diera cuenta de su real naturaleza y volviera a sentir atracción por hombres. Pero aquí entran las dudas: ¿Vale la pena ofrecer terapias que pueden llevar
a profundos daños psicológicos, considerando que no existen garantías de que tendrán resultados? ¿Es mejor ofrecer este tipo de terapias, o simplemente asumir que no es un problema y comenzar a enseñar que no es una enfermedad?. Finalmente, cabe pensar que la homosexualidad es “enfermedad” si la sociedad lo permite, por que hasta donde yo sé, no tendría implicancias físicas, biológicas ni psicológicas si no fuera por el rechazo de la sociedad, por lo que no habrían razones internas para desear cambiar. Esto lo escribo en el marco del seminario con sus curas a la homosexualidad. Ya tantas personas han sufrido por estas “curas”, que no creo que sea necesario seguir experimentando para corroborar su eficacia. Simplemente se debe comenzar a aceptar, y así, ni para nosotros como homosexuales, ni para ustedes como heterosexuales, sería un tema, y estas distinciones de “hetero” – “homo” o de “nosotros” – “ustedes” no serían distinciones que nos separen.
Color
Columnas
Por André Kazanci
V
erdes sus ojos, y todo lo que éstos miraban; el carro, las ventanas, su celular, la falda de ella, los ojos de ella. Cuando él la miraba, Sofía se descontrolaba, soñaba, caía en un nerviosismo no característico en ella, sentía mariposas en la guata y todas esas cosas que se dicen cuando uno cree que está enamorado, o que le gusta alguien, o que tiene fe en alguien. Las miradas se conectaban cuando llegaban a la estación Rodrigo de Araya, ambos sabían que bajaban juntos ahí. Sus miradas siempre se buscaban, llevaban tres meses buscándose, pero ninguno daba el paso. Tres meses y aún no sabían los nombres del otro, tres meses que llegaban a sus casas frustrados, arrepentidos, con una nueva esperanza para el día siguiente. Sofía sabía que él se llamaba Sergio, estaba segura. Quizás Daniel, o Miguel Ángel… en realidad, no estaba tan segura… pero los anónimos sólo esperaban su momento, el de los dos. Ámbar su cerveza, la primera de muchas que se tomarían juntos, pero esta fue la primera, la que rompió el hielo, la que produjo el conocerse, la que los llevó a perder la cabeza. En realidad no sólo esa, fueron unas siete las que les hicieron perder la cabeza, pero el resultado es el mismo. La descarga de esos tres meses de espera,
la emoción del descubrirse, la excitación del mirarse sin miradas escondidas. En cuatro horas estaban mirando sus reflejos en el espejo colgado del techo del motel más cercano. Cansados, felices, insatisfechos. Fernando se llamaba el chascón de ojos claros que le había robado el sueño, ese que tanto tiempo se había demorado en invitarla a una cerveza, pero que bien aprovechada que estuvo ésta. Amarillas las flores que adornaban su jardín, cuatro años juntos, un par de peleas, unos viajes y mucho de caminar al lado del otro; era su fórmula para la felicidad. Eso, que sus ojos nunca dejasen de buscarse y que la cerveza siempre estuviese helada. Roja la sangre en las manos de Fernando en el momento del accidente. Amarillo, rojo, destello y más rojo. Cuando se dio cuenta, el cuerpo de Sofía estaba cubriendo al de Miguel Ángel. Pero Sofía ya no estaba, se había perdido, buscaba el olvido, nunca más encontraría sus ojos. No la encontraría. Grises los ojos de Fernando el día que le anunciaron el cáncer fulminante a Miguel Ángel, tres años después de Sofía. Otro más se escondía, se perdía, se olvidaba. No se encontraría. Negra la noche en la que salió a caminar y se escondió, se perdió se olvidó. No se encontró frente al destello fulminante que nadie vio. Un destello que no iluminó a nadie y solo encontró olvido.
Acerca de la invasión del espacio universitario.
Columnas
Por Pala
El 2012 es el fin del mundo, estamos
en octubre y ya se ven señales del fin. Muchos piensan que la tierra se abrirá, que el fuego caerá desde el cielo o que vendrán invasiones marcianas. Si usted opinó esto último, estuvo más cerca de ganar, porque empezó la campaña FEUC 2013 y la invasión de carteles es la guinda de la torta, considerando que ya uno viene abrumado de publicidad por las municipales. Los discursos son los mismos, las caras son casi las mismas (típicas de la raza superior que los apropiados aranceles de nuestra universidad se preocupan de filtrar); lo único que cambia es el volumen con el cual los postulantes llegan a nuestra sala a gritarnos (como si pensaran que así motivan más) que ellos son la solución a los problemas de lo que sea que se nos ocurra. Pero también cambian las campañas, sabemos que entre el rojo, el naranjo, el verde, el azul (sí, hay una lista
azul) y el pajarito (que es el único que no se casa con un color, porque ya se lo quitaron un par de sujetos solidarios) no hay mucha diferencia, pero los carteles cambian. Cada año espero que ansias los distintos carteles que “adornarán” nuestros costosos y hermosos campus. Así el Movimiento Gremial llega con unos carteles que dicen que uno se une a algo… y ahí quedan, sale uno que otro monito, pero sería… hasta que ¡chan! En un desborde de creatividad y jugando con la incertidumbre de los nenes y nenas puc, nos sorprenden agregando a esos carteles que no decían nada, otro cartel (ahora entiendo porqué escucho poco al mg hablar de sustentabilidad) y estos sí dicen a que me tengo que unir: “ir contra la corriente”, “ir más allá de los discursos” y puras cosas que ninguna FEUC hace. Si nos quedamos en esa vereda, aparecen los carteles de Solidaridad. Una vez más son carteles con monitos de palo o más bien esos monitos que ponen para indicar cuál es el baño de mujeres y cuál el de hombre, pero haciendo distintas cosas (unas más o menos inútiles que la otra) y otro monito en blanco, como apuntando a ese loco que no hace nada, que no participa y que probablemente no está ni ahí con participar tampoco. Y además preguntando cómo la UC aporta, qué pasa con el “sello UC” y puras preguntas basadas en mirarse el ombligo PUC. Cruzando un poquito la calle, aparece la publicidad NAU!, son carteles donde en distintos fondos cortaron a muchos personajes en tres
Columnas
(onda la cabeza, el cuerpo y las piernas) y las combinaron para simbolizar así como diversidad, como exacerbando un mestizaje ideológico en el cual uno puede ser judío, comunista, pelolais, mapuche, nazi y PUC, sin sentir contradicción alguna. Apuesto mi voto (aprovechando a que eso es valioso ahora) a que ninguno de los frankenstein creados por la campaña de la NAU! puede dormir en las noches. Y por último, en la misma calle, pero sin llegar a la otra vereda están los carteles de CRECER. Hermosos carteles hechos con muchos colores que no muestran demasiada creatividad porque es como si hubiesen secuestrado a Andy Warhol y
lo hubieses obligado a hacer sus típicos retratos de gente que por lo demás en su mayoría está muerta; sí, claro, uno asocia que podría ser de izquierda, pero ninguno está vivo para poder dar testimonio de que en verdad apoyaría a CRECER. Por suerte las pre-campañas terminaron y ahora son los bellos rostros de nuestros candidatos los que nos saludan y dicen adiós cada vez que uno entra y sale de la universidad. Lo único bueno de eso, es que al menos los carteles no te interrumpen el almuerzo para leerte su programa, porque simplemente, no pueden hablar.
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homosexual, tienes una herida provocada por un traum familiar, y nunca podrás s al feliz, nunca. Así que aquí ti ásti ma e i t scuchar dis s i r una terapia de reconversión cursos como esos” Paula C para que puedas, gracias a e “¿P nosotros, tus salvadores, se or q ué n Pero, si no estás de acuerd o se tole olvídate de entrar al foro, ra a los q fleto conchetumadre”. ue p iens Lucas Harcha an d istint itar o? ¿N cia el lim a o es un r c o m e d a contradicción a la
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“Un seminario de una universidad católic
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“Me parece una vergüenza que se utilice el espacio universitario para promover políticas que menoscaban el desarrollo de áreas de estudio como la psicología, además de ir en contra de la dignidad humana, pasando a llevar a un porcentaje importante de la población universitaria. En lo person las desafortunadas declaraciones de Mario Correa me atacaron directamente me hicieron cuestionar, entre otras cosas, la veracidad del discurso inclusivo q presenta la Universidad.” Claudio Cantillana
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“El hecho de que unos pocos estén orgullosos de ideas tan marcadamente discriminatorias, no debiera ser suficiente para atribuírselas a toda la universidad. Todos hemos sido testigos de las reacciones en contra desde todas las facultades y de parte de la mayoría de los estudiantes.” Manuela Maturana
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respetarse, mientras no se atente contra la n a í r e b e D v id a rla?
“#RenunciaCorrea” Isabel Quintana
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Columnas De amores (im)posibles. Por G.
Llegaste a la gala. Estás nerviosa, lo
buscas con la mirada en la fila de la entrada. Tienes la secreta esperanza de que ésta por fin sea la noche… compraste el vestido, la ropa interior de encaje e hiciste dieta durante un mes para acentuar tus caderas. Llegas a la gala y matas dos vasos al hilo para darte coraje, pasas al baño y te ves con el pelo alborotado: estás lista. Intentas encontrarlo entre la multitud de psicólogos, te caes como dos veces (el suelo del lugar del evento siempre se las arregla para quedar “deliciosamente” resbaladizo), pero
no importa, pasaste piola en una y en la otra no se rieron tanto. El weón no está. Pasas de rincón en rincón buscándolo como loca, cuando a la octava vuelta (ya sin los tacos, la cartera ni la dignidad) lo hallas atracando/tirando/agarrando (como quieras llamarlo, la wea es que hay cuatro labios y dos lenguas)… a alguien que no eres tú. Que no eres tú y que más encima tiene pene. ¡Por la cresta! Y tú que te hiciste hasta la brasilera. Pero tranquila amiga, una terapia curativa y vo dale.
El Opus Dei y mi terapia curativa por Florencia Campos
Hace unos días me junté a almorzar con
Raúl. Raúl es uno más de los estudiantes de la PUC que se sintió irritado por el seminario sobre las “terapias curativas” que promocionó el seminario homofóbico hace pocas semanas. Pero su irritación va un paso más allá que la del resto, porque él experimentó una de esas terapias. De hecho, una promocionada por el Opus Dei.
ponerlo a prueba por seis meses, a ver si se curaba. Todo eso con la condición de que Raúl rezara cada vez que cometiera la “impureza” de pensar en un hombre o cualquier cosa erótica u homosexual. Y si orar no bastaba para evitar esos pensamientos, tenía que meterse a una ducha fría. Muy fría. Y volver a rezar.
Raúl era un quinceañero cualquiera, pero tenía un secreto: le gustaban los hombres. Por lo que tenía que mentirles a sus papás cada vez que quería salir con sus amigos, para luego sentirse culpable y angustiado. Porque al final, no estaba bien lo que sentía, no estaba bien andar a escondidas, no estaba bien ser homosexual. Por eso, cuando su papá, que era del Opus Dei, lo invitó a conocer a la juventud del círculo religioso, el aceptó, con la esperanza de que el camino de la religión lo pudiera, de alguna manera, cambiar, pausando su homosexualidad hasta que, simplemente, “se le pasara”. Así fue guardando su secreto y adentrándose cada vez más al mundo del Opus Dei. Tanto así que decidió que quería ser numerario. El problema era que Raúl seguía pensando en hombres. “Quería compatibilizar mi vocación religiosa con la homosexualidad. Pero no podía. ¿Cómo practicar algo que mi iglesia rechaza y no tolera?” Así que le contó a su director espiritual, quien decidió
Seis meses no bastaron, así que le dieron seis meses más. Después de pasado un año, Raúl seguía pensando en hombres y había perdido la oportunidad de ser aspirante a numerario del Opus Dei. Pero quitada esa oportunidad, le llegaba una nueva: el director espiritual le había sugerido una terapia que le solucionaría todos sus problemas, y que era implantada por un psiquiatra y una psicóloga de la Universidad de los Andes. Pero era una terapia cara, y que si bien el Opus Dei se ofreció a pagar, a él le dio mucha vergüenza aceptar. Por lo tanto, si quería terapia, tenía que contarles a sus papás. Así, con mucho miedo, le pidió al director espiritual que se lo dijera a su papá, y así evitar los golpes de éste. El director, por su parte, le pidió a Raúl que le contara con detalle cada una de sus experiencias homosexuales, tarea que él, con humillación y vergüenza, tuvo que realizar.
En resumen, sus papás se lo tomaron muy mal y lo llevaron a la terapia, la cual consistía en sesiones de auto-conocimiento, en las que el psiquiatra se encargaba de echarle la culpa por su condición: “tú elegiste ser así, así que de ti depende cambiarlo”, y una terapia online (www.esposiblelaesperanza.com), que consistía en un foro de “homosexuales en rehabilitación”. Pero él por más que lo intentaba, no podía cambiar, y la lucha contra su esencia, contra su “enfermedad”, sólo proporcionaba en él un terrible y agobiante desgaste emocional. Iba sólo para que sus papás quedaran tranquilos después, porque al menos había intentado cambiar y no se había podido. Por otro lado, cuando comenzó la terapia, tenía la esperanza de que el doctor dijera que era algo biológico, y así poder descansar en la comodidad de que si era endógeno, no lo podía cambiar y punto. Pero no fue así. Y ahí, la depresión. Por el mal ambiente que había en su casa, la falta de confianza de parte de sus papás hacia él, por el psiquiatra que insistía en que
si él era gay era sólo por falta de voluntad para cambiar y por la gran impotencia que sentía reprimiéndose sin lograr curar su enfermedad. Finalmente, Raúl se retiró de la terapia con una dosis de antidepresivos, y con el tiempo aceptó que lo suyo no era una enfermedad. Y es que lo que de verdad enferma a la gente es la estigmatización social, que en éste como en muchos otros casos gatilló una depresión severa, y que no todos son capaces de superar. Enferma que se defina enfermo a quien es diferente y enferman las consecuentes terapias curativas, que poco tienen de curativas y demasiado de destructivas.
Guía para sobrevivir octubre. Por Ío
Sé que para ti como ser humano común y corriente, quizás octubre significa un mes más… pero NO. ¡DESPIERTA PECADOR! El fin está cerca, queda poquito para terminar el año y para el fin del mundo, además de que una serie de eventos se juntan en esta fecha. Por eso he creado esta práctica guía (prácticamente a finales de mes, lol), para tu beneficio. 5 ideas para disfrazarse psicológicamente en Halloween: 1. El perro de Pavlov 2. El satánico conejo blanco del pequeño Albert 3. El gatito de Skinner 4. Un ratoncito de Tolman 5. Y para aquellos que les gusta disfrazarse con sus parejas, pueden optar por Freud y Anna O.
1. Temperatura: No es invierno, no es necesario seguir exhibiendo la parka North Face. Tampoco es verano, verte todo(a) desabrigado(a) en los días nublados le da frío al resto, no seas egoísta. Mi consejo: Es temporada de codos ocasionales. 2. Tu apolínea figura: Esas parrilladas, empanadas, copeteadas y múltiples postres y pastelitos del 18 siguen en tu organismo. La inminencia del verano y de las ocasiones que requieren un buen lucir (como nuestro último punto) pueden crear un sentimiento de culpa. ¿Mi consejo? Si estás en plan de bajar de peso, no necesitas publicarlo y hacer sentir mal al resto (y para que crean que tu belleza es producto de tus hermosos genes) y si eres un pasta de tiempo completo, trata de comer más sano: estamos hablando de bienestar a fin de cuentas. 3. Las alergias: Si eres nuevo en el campus, notarás que de vez en cuando caen pelusitas de los plátanos orientales que están plantados por toda la universidad. No creas que se ve tierno, y no se te ocurra comentar “parece nieve :D”. Serán la causa de tu moquedad octubre y noviembre. Consejo: Un papel confort en la mochila siempre apaña, 10 pañuelitos cagones no serán suficientes. Una bomba de loratadinas diaria te convertirá en zombie y tan próximos
a las pruebas finales no vale la pena: si tu caso es serio, catea otras opciones de antialérgicos. Por último, me daré el gusto de citar a uno de los personajes más notables de nuestra infancia para explicarte qué hacer cuando una ola de pelusitas se aproxime: “Huye Simba. Huye lejos y nunca regreses” (Scar, 1994). 4. Mar de rupturas: Las clásicas peleas de octubre son un mal augurio para los tórtolos. Quizás será porque se aproxima el fin de semestre y uno anda estresado o porque es la mejor fecha para terminar antes de que llegue el verano, pero la verdad es que octubre es un mal mes para el amor. Mi consejo: Keep calm and don’t panic. Regálale una florcita, hazle añuñú en el pelo y evita situaciones conflictivas. 5. Campañas electorales: Las listas y los candidatos ya se tiraron a la carrera. Probablemente haz sido víctima de más de un político buscando tu voto, tanto para su lista como para su consejero superior, consejero territorial y su lista para el centro de estudiantes. Si piensas en 3 minutos de charla por cada uno, multiplicado por el número de movimientos existentes para cada elección ya tienes como 10 años, 3 meses y 24 días de charlas seguidas, sumándole las de esos 10 años, es probable que no dejes de oír de política hasta que salgas de la U, y
posiblemente después tampoco. Mentira, pero cuando exageras las cosas suenan más interesantes. La verdad es que informarte al respecto de lo que pasa en tu universidad a nivel de política te toma eso: 3 minutos de charla por cada partido (si quieres tener una visión general). Nadie saldrá herido por el hecho de que te hagas el que ve su celular cuando se te acerque alguien con la polera de un movimiento que no te gusta, pero no puedes saber que no estás de acuerdo con ellos si no sabes de qué se trata primero. Mi consejo: infórmate para tener algún tema de conversación en el almuerzo en el nuevo mejorado pastito con caminito al medio. Además, puedes aprovechar de jotearte a las promotoras de algún movimiento si estás necesitado (o fuera de práctica): no hay forma de cagarla porque no te pueden poner mala cara. Por último: vota. Sino después pierdes derecho a quejarte. Es como escribir una prueba con lápiz mina. PD: Si algún movimiento quiere ofrecerme diez palos ($10.000.000) para promocionar su campaña (cualquiera que sea), por favor contácteme a mi celular: 08 9830431. Mi secretaria es medio ronca.
6. Semana de escuela: La competitividad que se vive dentro de la escuela en esta época es alarmante. Bueno no, en realidad no es tanta. Un estudio realizado en algún lugar, muestra que si vienes de un colegio con alianzas competitivas, tu percepción de la competencia dentro de la semana de escuela en una escala de 1 a 10 tiende a 0, subiendo en tercero por la presencia del ombligo y volviendo a disminuir después. Pero se pasa increíble. Sobre todo en el séptimo punto. Pero antes mi consejo: Participa, punto.
7. La gala: Un fabuloso momento para lucir fabuloso y bailar como nunca. Las luces bajas, la música fuerte, las multitudes, el momento, el bar abierto (sobre todo el bar abierto) el glamour, el calor y la guapetosidad de nuestra carrera son factores que se unen para crear una casa de remolienda una noche inolvidable. Si eres soltero(a) y loquillo(a) te recomiendo llevar pastillitas de menta. Si estay pololeando no seas huevón: no existe el “de aquí no sale”. El sábado siguiente es día internacional de la caña y el pelambre.
Guide en: Los dinosaurios fanรกticos del waterpolo. Por Jano con Jotas
¿Logró sobrevivir nuestro héroe? ¿Quién es ese extraño y guapo pato dinosaurio? ¿Mejorará la calidad de esta weá? ¡No se pierdan un próximo capitulo! ¡Guide, y los ratatas locos (por/d)el mate!
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“Si ya lo leíste, NO LO BOTES, ¡REGÁLALO! “