En este año 2021 se cumplieron 25 años de graduados de la Promoción 1996 del Colegio Provincial San José. Por este motivo se realizó el reencuentro de egresados donde tuve la oportunidad de leer, en medio del conversatorio principal, estas palabras que preparé de manera improvisada pero con los recuerdos y la emoción a flor de piel.
Basket Days
Gracias a la pandemia muchos de nosotros hemos retomado algunos hobbies o deportes. En mi caso, volver a jugar baloncesto se convirtió nuevamente en un hábito muy grato y así, de manera inevitable, comencé recordar a todos aquellos que participábamos en esa época inicial donde aprendimos a jugar. Y es que era el basketball el motivo de encuentro. Y ya fuera del colegio, eran conversaciones alrededor del lenguaje del básquet. En décimo grado empezamos a jugar y claro, debo hablar en plural porque del salón y del grado fuimos varios. En este año llego un alumno nuevo proveniente de Bucaramanga, alto con mirada de pocos amigos y con una contextura atlética que expresaba su genética al ser este nieto de Chepe Acero: Carlos Flórez. Era un pívot rápido de excelente lanzamiento de media, muy aguerrido, de risa burlona y, en ese momento, metalero. Además de ser uno de los mejores encestadores del equipo en la categoría sub 17, creo que el mayor aporte que merece ser reconocido es haber logrado por primera vez que el colegio femenino “El Rosario” nos hiciera barra en los intercolegiados, aunque el cómo lo hizo haya sido es “harina de otro costal”. En el salón también contamos con dos aleros rápidos, Rodolfo Cabeza quien era influenciado por el juego de Grant Hill, algo que se veía a primera vista por sus botas marca FILA, que llevaban el nombre de este jugador, con estilo de juego rápido, de entradas y cortes al aro y también con un muy buen sentido del humor, prudente, creativo y muy gracioso. Él contagió ese gusto al baloncesto a su compañero Gérson Albino Angarita quien terminó siendo otro alero, de juego agresivo, con buen lanzamiento de media, influenciado por Michael Jordan y muy enamoradizo, razón por la cual no se alcanzó a graduar con nosotros.
Mi amigo y vecino Andrés Sarmiento Villamizar quien era sub 17, jugaba de armador con un estilo de juego “sui generis”, adelantado para su época, se podría decir que Stephen Curry le copió y perfeccionó su lanzamiento, algo que parecía como si mezclara el baloncesto con vóleibol. Físicamente por su apariencia y posición de juego, era como John Stockton quien también era su influencia. Andrés como buen crack era uno de los fichajes en los equipos de juego callejero. Jugar con Andrés era chévere pero no se le comparaba con el tener que perder estando en el mismo equipo, porque con sus chistes, burlas e imitaciones nos hacía mejorar el momento y disminuir las cargas de cualquier culpa. Entre los que nos acompañaban a lanzar y hacían buen parche estaban Fabián González. Era un recién llegado que se veía distinto, hablaba distinto y parecía medio gomelo, pero tenía fama de ser bueno con los puños así que se le respetaba. Él estaba con nosotros y, a veces, no entendía mucho de lo que hablábamos en cuanto a básquet, pero hay que decir que era un monstruo para jugar fútbol, era simpaticón y contaba que cuando estaba en intercambio en Estados Unidos le decían “el Tom Cruise güero”. También estaba Gustavo Andrés Leal que era más del parche de Rodolfo y Angarita , un man súper gracioso de risa pegajosa, un gran cantante que, de hecho, era quien nos representaba como acto principal cuando al grupo de clase le correspondía alguna participación cultural. Creo que al día de hoy debe de saberse de memoria todos los capítulos de “El Chavo” de los que siempre referenciaba con sus chistes. En clase dibujaba carros futuristas y decía que quería ser diseñador industrial. Era de los mejores, académicamente hablando, y al mismo nivel que Ely niño, quien también era un atleta destacado y siempre concentrado en sus estudios, aunque después de Juan Pablo Soler. Juan Pablo Soler tenía toda la actitud que debía tener un jugador de baloncesto: alero rápido, aguerrido, de entrada a doble ritmo, de esos que atacan la pintura sin miedo no dejándose achicopalar por la defensa, era muy concentrado y un jugador muy confiable, de mucho respeto no solo por su juego sino también por su excelente rendimiento académico, que de hecho fue el mejor graduando de la generación.
Alejandro Cárdenas llegó en noveno y al parecer le tocó repetir el año por descuidar el estudio gracias al baloncesto. Noveno fue el único año que perdió y, pues, tan de buenas que se encontró con nuestro grupo que éramos basquetbolistas y se integró fácilmente. Alejandro era un alero pívot más de contacto, de rebote, también de entrada y con mucho salto, era de la sub 17, buena gente con los ojos azules muy de “los Cárdenas de toda la vida”, serio para jugar y puede que si se anima en esta ocasión suceda a Pisciotti. Vamos a ver. Carlos Valencia, jugador en la mayores, también rápido, era un alero más bien engañoso con mucha finta, de lanzamiento, el buen Carlos era un joven muy talentoso, bravo para el dibujo y las artes plásticas. Participó en la preselección de los Juegos Santanderinos y al no clasificar entre los 10 jugadores, se desquitó diseñando el logo de los juegos: el aguilucho en medio de la estrella, un excelente logo, que a mi parecer, el colegio debió institucionalizar, recuerdo que también nos ayudó con la estampada de los uniformes para los Juegos Intercolegiados de mayores: los Juegos de la Vida, los cuales ganamos. Misteriosamente, mis compañeros recuerdan a alguien solo por su sobrenombre, “Afiebreition”, me cuentan que este jugador era reconocido por llegar primero o más temprano a los entrenamientos, también por sus buenas o excelentes relaciones personales con los entrenadores y que estas le ayudaban a estar para envidia de muchos, en la Selección. Yo me atrevo a decir que cada cual hacía gala de sus talentos y actitudes para estar en el equipo y que un excelente relacionista siempre será necesario, además, como les dije, nuestro amigo Pepo se la sudaba igual que todos en los entrenamientos y bueno él era el que estaba siempre más pendiente de lo que decía Marcos, nuestro entrenador. Marcos Monroy: creo que él nos enseñó, no solo a jugar el juego, sino a ser competitivos y a ser tesos, a no amedrentarse ante el rival, a buscar siempre opciones y adaptarnos, a jugar duro pero con la cabeza, además de lo técnico, estratégico y físico, creo que todos en esta generación de los “basket days” le debemos algo a Marcos, porque si de alguna manera extrapolamos estas
enseñanzas a la vida diaria, esto nos sirve para afrontar mejor los retos del día a día. Giner Alejandro Conti: El poste de poder, de las posiciones de baloncesto más rudas y exigentes. Si bien como requisito se debe ser alto, para cumplirla no solo basta con esto, se necesita actitud y habilidad. Conti, como lo conocíamos, había llegado del Perú en noveno, lo recuerdo en clase sin uniforme y vestido de particular con un pantalón de sastre, zapato de material y medias blancas, tan formal como se podía ser, tan formal como era él en ese momento. No pasó mucho para que se acercara a Rodolfo y Angarita los que lo encaminaron al baloncesto y quienes a través del juego hicieron salir a flote ese Hulk que residía en ese Banner Peruano (aunque realmente es de nacionalidad Venezolana pero había llegado del Perú y asumíamos que era peruano). En sus comienzos realmente no nos parecía que fuera a aprender a jugar, pero nos sorprendió cómo, poco a poco, se llenó de confianza y se convirtió en un jugador fuerte para la defensa y el ataque, o sea, de ir y venir. Él entendía perfectamente su posición y lo que conllevaba. Conti se volvió tan bravo que un partido de intercolegiados le perforaron de un codazo el labio de lado a lado, en ese momento pidieron tiempo, lo limpiaron y él decidió con tesón seguir jugando por el bien del equipo. Su referente era el poste del momento Shwan Kemp, igual de bravo que el viejo Conti, de hecho tengo esta camiseta que conseguí después de graduarnos y que a pesar de ser mi talla pienso que me queda grande y me gustaría regalársela, como ese referente que fue Conti para nosotros, Total Respect. En mi caso, Esteban Rincón, pues no solo estaba al lado del camino como dice Fito Páez, pero si un poco distante porque mi categoría era sub 14. Sólo compartí desde el 11 grado con la sub 17 y allí entre a jugar con estos personajes en la Selección. Jugaba de ala y pívot pero como alero no era tan bueno como Rodolfo ni tan buen poste como Conti, aunque podía desempeñar ambas posiciones por mi juego y estatura. Hoy recuerdo con cariño los momento que nos dio el baloncesto, siendo sincero, como nuestra actividad extracurricular vinculante y más aún que el propio estudio a
nivel extra clase. Sé que hay muchas más historias y anécdotas. Me parecía importante darle el reconocimiento justo al deporte con el que pasamos tan buenos momentos y que hizo que el equipo de Décimo A del 95´ y Once A del 96´ fuera imbatible en interclases, como también cuando subíamos a La Normal y jugábamos todos en el mismo equipo y nadie nos sentaba, ni los del Seminario o los del Cemup o los de la Normal de Varones En lo práctico, el deporte me sirvió para que cuando a mi papá le preguntaran:¿Cómo le fue a Esteban en el grado? él respondiera: se graduó con honores, puntos suspensivos, DEPORTIVOS.
Esteban Rincón Graduando del ´96 Colegio Provincial “San Jose” Base Sub 14 Año ´95 Ala-Peavot Sub 17 Año ´96
De izq a der: Andrés “Stockton” Sarmiento, Carlos Flórez, Juan Pablo Jaimes (Generación 95 y el mejor amigo de Andrés que le heredó el número 10 de la camiseta), Esteban Rincón, Fabián “el Tom Cruise Güero”, González.
La Camiseta de Shwan Kemp del 96, para Conti .