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5 pilares para la educación de tus hijos. Una publicación digital de Montevideo College y Montevideo Kids. 1era edición 2013, Montevideo, Uruguay. Autores:Dr. Ariel Gold, Psic. Alejandro de Barbieri, Psic. Roberto Balaguer, Psic. Fanny Berger y Psic. Jorge Bafico. Edición e Introducción: Lic. Raquel Oberlander Corrección de textos: Magdalena Miller Prohibida la reproducción total o parcial sin consentimiento de los autores y/o editores. Por consultas dirigirse vía e-mail a info@montevideocollege.edu.uy
Montevideo College: 26 de marzo 1130 esq. Martí / www.montevideocollege.edu.uy Montevideo Kids: 26 de marzo 3198 y La Gaceta / www.montevideokids.edu.uy
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ÍNDICE
Prólogo. Introducción. El desafío de educar hoy. Capítulo 1: Guiar con sentido a niños “consentidos”. Por Psic. Alejandro de Barbieri. Capítulo 2: Ejercer la autoridad que el rol de padres confiere. Por Psic. Fanny Berger. Capítulo 3: Fortalecer la autoestima. Por Dr. Ariel Gold. Capítulo 4: Educar ciudadanos digitales. Por Psic. Roberto Balaguer. Capítulo 5: Afrontar los síntomas de la infancia actual. Por Psic. Jorge Bafico. Sobre Montevideo College y Montevideo Kids. Testimonios de padres de los alumnos de Montevideo College. Bibliografía recomendada. Sobre los autores.
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Prólogo Un niño que empieza hoy la escuela se jubilará aproximadamente en el 2075. ¿Cómo será el mundo en ese momento? ¿Con qué dispositivos tecnológicos contará la humanidad? ¿Qué nuevas profesiones existirán? ¿Cómo viviremos los humanos cuando seamos diez mil millones? ¿Cuál será la esperanza de vida? La única certeza que podemos tener hoy es que vivimos en un mundo de incertidumbres. ¿Cuál es el rol de la educación en este contexto? Esta pregunta es la que se hicieron hace más de 10 años Graciela Taranto, Soledad Amuedo y Mariana Bomba, quienes se juntaron para pensar, soñar y diseñar un jardín diferente. Así surgió Montevideo Kids. Y funcionó. Por eso al poco tiempo los padres empezaron a preguntar: “¿no es hora de tener una escuela? Nuestros hijos no quieren irse de acá” y “queremos que continúen por el mismo camino, con las mismas ganas y la misma energía de siempre”. Entonces se puso en marcha una obra gigante, que se materializó en Montevideo College. Un colegio con una arquitectura única, especialmente desarrollada para enseñar y para aprender donde el cometido es claro: lograr chicos felices y entusiasmados por la vida, que se transformen en buenos ciudadanos para el país y el mundo. Pero como donde hay respuestas surgen nuevas preguntas, aparecieron con fuerza estas otras: ¿Sobre qué pilares debemos educar? ¿Cuál es la mejor forma de lograr una verdadera sinergia entre la educación formal y la educación familiar? Esta indagatoria se transformó en una iniciativa que quiso traspasar las paredes de Montevideo College y no sólo dirigirse a los padres de la institución, sino compartir con la sociedad toda un material que ayuda a arrojar luz sobre un tema en el cual a veces parece haber tanta oscuridad. El resultado es esta publicación, que elaboramos junto al Psic. Alejandro De Barbieri, el Dr. Ariel Gold, la Psic. Fanny Berger, el Psic. Jorge Bafico y el Psic. Roberto Balaguer, cinco referentes en materia de educación y crianza en Uruguay que nos honraron con sus aportes. Casualmente -o causalmente- terminamos de editar este e-book en un momento en que el país sufre otra vez paros y movilizaciones de maestros y profesores con la consiguiente pérdida de días de clase para los niños, que pasan a ser víctimas de una situación que ellos no pueden modificar, pero que sin duda repercutirá en su futuro. Porque, como señala el periodista Andrés Oppenheimer, “el siglo XXI es el siglo de la economía del conocimiento, y lo único que nos llevará hacia el futuro, es la educación.”
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Introducción
El desafío de educar hoy. Había una vez una niña muy inquieta. En la escuela molestaba, conversaba, atrasaba a sus compañeros. La maestra llamó a sus padres y les solicitó llevarla a un especialista que detectara y tratara su dificultad. El profesional escuchó atentamente el relato de la madre y luego le dijo: “Necesito conversar a solas con usted. Pidámosle a la niña que espere en la habitación contigua”. Encendió la radio para que la música acompañe a la pequeña durante la espera, dejó la puerta entreabierta y le dijo a la madre: “Ahora observe.” La niña, sola en la habitación, comenzó a bailar y hacer piruetas. Entonces el médico le dijo: “Su hija no tiene ningún problema. Ella es una bailarina. Inscríbala en una escuela de danza”. El resultado fue la exitosísima carrera profesional de Gillian Lynne, coreógrafa de musicales tan famosos como “Cats” o “El fantasma de la ópera”. Podríamos decir entonces que esta historia, es una historia con final feliz. La educación dio sus frutos. Pero no todas lo son. Cada vez más personas transitan su existencia sin descubrir su vocación y viven sumidas en un estado de angustia, desesperación y vacío interior. Para confirmarlo, basta con mirar unos pocos minutos las noticias y sus escenas de violencia, robos, corrupción, adicciones; sin considerar la cantidad de niños y adolescentes que son diagnosticados con depresión o déficit atencional y son medicados para “tapar” los síntomas. Evidentemente hay un porcentaje de estos casos que corresponden a personas portadoras de alguna psicopatología, pero en muchos de ellos simplemente se trata de que las personas no pudieron regular sus conductas y hacerse responsables de su propio bienestar. Podríamos decir que “falló la educación” si la definimos como un proceso de socialización y endoculturización, mediante el cual las nuevas generaciones asimilan y aprenden los conocimientos, normas de conducta, modos de ser y formas de ver el mundo de las anteriores y crean unos nuevos que permitan un desarrollo positivo y exponencial de la humanidad. 1
La educación suele categorizarse como formal, cuando es impartida por una institución (escuela, colegio, liceo, universidad, etc.) e informal cuando se recibe en los ámbitos sociales
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Definición del autor, a partir de la consideración de diccionarios y referencias varias.
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que van desde la familia hasta los diferentes tipos de grupos, cursos, academias, que no se rigen por un particular currículo de estudios. Según Platón, la educación es un proceso que permite al hombre tomar conciencia de la existencia de una realidad plena de la que procede y a la que se dirige. Paulo Freire señala que el ser humano educado debe estar preparado para mirar con sentido crítico la realidad y tener capacidad de elección sobre si lo que está ocurriendo es bueno o malo para su desarrollo integral. También podemos citar a Erich Fromm, quien entiende que educación es ayudar al niño a llevar a la realidad lo mejor de él. También se denomina educación al resultado del proceso, que se materializa en la serie de habilidades, conocimientos, actitudes y valores adquiridos, produciendo cambios de carácter social, intelectual, emocional, etc.2 El resultado de la educación es, entre otras cosas, la capacidad de regularnos y eso es lo que nos separa y diferencia a los humanos del resto de los animales: no actuar en base a los instintos, sino en base a decisiones pensadas y razonadas.
Un gran número de profesionales, entre los que se encuentran los autores de este material, coincide en que una de las razones por las que falla hoy la educación es porque la mayoría de los padres, en el deseo de que sus hijos “sean felices” intenta evitarles cualquier tipo de frustración.
Como solemos confundir felicidad con placer,
intentamos “darles todo” con el
objetivo de cumplir ese cometido. Pero eso no es educar. Educar es poner límites y es un desafío diario. El que piensa lo contrario, es porque aún no tuvo hijos. Educar comienza por casa, y luego continúa en la escuela. La escuela es un gran lugar de socialización y aprendizaje, pero los padres somos los primeros adultos significativos, modelos de conducta social y afectiva. Por supuesto es importante que exista coherencia entre estos ámbitos. Si como padres no estamos de acuerdo con las pautas del colegio o escuela, es mejor elegir otro, porque al igual que es nefasto para los hijos un discurso contradictorio entre los progenitores, lo es un discurso contradictorio entre la escuela y el hogar. Desde este punto de vista podemos decir que educar a nuestros hijos requiere una sociedad entre los padres y la escuela. Debemos escoger un lugar que refleje los valores que queremos inculcar a nuestros niños y debe ser un lugar con el cual estemos orgullosos de hacer
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Fuente: Wikipedia, definición de educación.
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sociedad. Si sentimos hostilidad por las filosofías o las personas en la escuela, nuestros hijos responderán de la misma forma. Pero volvamos al hogar. Aparentemente el problema actual se da porque la mayoría de los padres sienten que el modelo con el que fueron educados no es adecuado pero no tienen herramientas para desarrollar otro. Quieren hacerlo bien, pero manifiestan que no saben cómo. Y el resultado es que sus hijos se pelean, no hacen caso, son rebeldes y es frecuente escuchar en los consultorios psicológicos frases como “me supera” o “no sé qué hacer con él”. El Lic. Pablo Rossi, Presidente de la Fundación Manantiales, en “Conductas Tóxicas: Drogas y Nuevas Adicciones” explica que antes los niños eran tomados como adultos pequeños y se desconocían sus necesidades; “se los sometía a castigos físicos, se ignoraba la importancia de la comunicación y los efectos en su desarrollo. Con las nuevas ciencias esto ha cambiado, pero muchas veces en este oscilar que aún no encuentra su punto medio, llegamos al polo opuesto. Encontramos padres excesivamente permisivos, que confunden amor con dejar hacer al hijo lo que quiera, sin la conciencia de que los límites, conforme a la edad y necesidad de los hijos, sirven para protegerlos”. Podríamos decir que nuestra época nos plantea el desafío de conservar nuestros valores tradicionales al mismo tiempo que debemos adaptarnos a los cambios constantes. Rossi afirma que un niño que sólo conoció el sí ante sus caprichos, al crecer se encontrará con un medio que no está dispuesto a hacer concesiones y cada NO que reciba le provocará una ansiedad insuperable que necesitará calmar de inmediato con algún sustituto: la adicción. Por lo tanto hoy en muchos casos un fracaso no está en el rol nutritivo sino en el normativo. Querer a los hijos no es suficiente. Esta publicación pone por lo tanto el acento en cómo ejercer el rol de padres guiando, poniendo límites, fortaleciendo la autoestima, considerando los cambios tecnológicos y los síntomas que presenta la infancia actual, para lograr que cada niño se convierta en un adulto capaz de hacerse cargo de su vida y su bienestar. Para ello un desafío que debemos enfrentar es el de la cultura imperante que pone el acento en valores tales como el éxito rápido, la importancia de la imagen y la eficiencia de modo que “es habitual que las necesidades legítimas de los hijos como afecto, comprensión, juegos compartidos y límites, sean olvidadas por sus padres preocupados por cuidar su propia imagen
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y sostenerse en un mundo altamente competitivo, como si no les quedara resto para educar y dar sostén emocional a sus hijos”.3 Por su parte, Laura Gutman, directora del Instituto Crianza de Argentina, menciona otra dificultad con que nos enfrentamos los padres a la hora de educar: nuestras propias carencias, nuestro propio desamparo. Antes contábamos con una sociedad entera para criar a los chicos. Hoy los padres están muy solos y experimentan temor y desorientación. La era industrial trajo como consecuencia un lento pero progresivo aflojamiento de los lazos comunitarios y la imagen del artesano o campesino que trabajaba en casa o compartía las tareas rurales con miembros de su familia fue cambiando por la del empleado o comerciante que llega a su hogar rendido luego de muchísimas horas de trabajo sin tiempo ni ganas de dialogar con sus familiares. A esto se sumó el ingreso de la mujer al mercado laboral, que hoy dispone de menos tiempo y energía para ejercer una función tradicionalmente femenina. Sin embargo, cada vez más voces coinciden en que es impostergable revisar los valores de la sociedad actual, “la civilización del espectáculo” como la denominó Mario Vargas Llosa, donde la inmediatez y el placer ocupan el lugar que antes tenían metas más trascendentales. A su vez, hoy asistimos también a una crisis del sistema educativo formal, que se basa fundamentalmente en el éxito académico y cuya comprensión exige remontarnos al origen del mismo. Las escuelas tal como las conocemos hoy, surgieron en la época de la Revolución Industrial y se inventaron con dos propósitos: enseñar habilidades útiles para el trabajo y “llenar” las necesidades de la industrialización. Por lo tanto, era frecuente que alejaran a los niños de aquello que les gustaba, diciéndoles que no iban a encontrar trabajo en ese ámbito: ni de músico, ni de cocinero, ni de artista. Abundan los ejemplos de personas brillantes y creativas que crecieron pensando que no eran buenas para nada, simplemente porque eran malos estudiantes que no se ajustaban al sistema. Incluso, con el paso de los años, la habilidad académica llegó a dominar nuestra visión de inteligencia, considerando que era más inteligente la persona quien tenía mejores notas por ejemplo. Pero hoy el mundo está viviendo una revolución. Recientemente entrevistado por un informativo local, el Prof. e investigador académico Gonzalo Frasca decía: “El mundo cambió de verdad. Nuestro bien cultural más preciado era la información, era lo que no había. Antes el sabio era el que tenía la información. Pero con Guthemberg eso empezó a cambiar, y lo hizo 3
ROSSI, Pablo: Conductas tóxicas: drogas y nuevas adicciones, Ed. Planeta, Montevideo, 2013. 8
más con Google y con Internet. Cualquier niño tiene acceso a más información de lo que tuvo cualquier sabio en nuestra historia”.4 También lo señala el reconocido pedagogo italiano Francesco Tonucci quien dice: "La misión de la escuela ya no es enseñar cosas. Eso lo hace mejor la TV o Internet. Debe ser el lugar donde los chicos aprendan a manejar y usar bien las nuevas tecnologías, donde se transmita un método de trabajo e investigación científica, se fomente el conocimiento crítico y se aprenda a cooperar y trabajar en equipo". 5 Otro texto que señala con claridad meridiana la ausencia de parámetros precisos en la educación es el del sociólogo suizo Phillipe Perrenoud en un artículo que tituló: “La escuela no sirve para nada” y que comienza así: “Bin Laden y los terroristas son personas muy instruidas. Como muchos tiranos y fanáticos. Como la mayor parte de quienes organizan el crimen. Como los dirigentes de las multinacionales que juegan con el dinero de los accionistas y se burlan de los usuarios tanto como del bien público. Entre los doce dignatarios nazis que decidieron crear los campos de exterminio más de la mitad tenían un doctorado. Los acontecimientos que agitan el mundo prueban una vez más que un elevado nivel de formación no garantiza nada en el orden de la ética”.6
Es decir, que uno puede tener un altísimo nivel de instrucción y ser un perfecto sinvergüenza. Como lo son quienes planifican crímenes o fabrican armas.
Hoy cambiar la educación es una prioridad y el debate se está dando en todo el mundo. El peruano León Trahtemberg, Magíster en Educación, sostiene que las preguntas que debemos hacernos todos son: “¿A qué llamamos éxito del sistema educativo? ¿Cuál es el fin que persigue la Escuela? ¿Qué tipo de ciudadanos y ciudadanas queremos obtener como resultado de la acción educativa? ¿Cómo conseguir que la sociedad, a través de la acción ciudadana, sea cada día mejor?”.
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Gonzalo Frasca entrevistado por el periodista Daniel Castro. Video disponible en: https:// www.youtube.com/watch?v=AG8OBhwtuE0 5
Entrevista en diario argentino La Nación: http://www.lanacion.com.ar/1085047-la-mision-principal-de-laescuela-ya-no-es-ensenar-cosas 6
Citado en:http://blogs.opinionmalaga.com/eladarve/2009/06/20/la-escuela-no-sirve-para-nada/
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Este profesor afirma que la escuela debe tener dos cometidos básicos. El primero consiste en desarrollar la solidaridad y el respeto al otro sin los cuales no se puede vivir juntos ni construir un orden mundial equitativo. Y el segundo, brindar herramientas para hacer el mundo inteligible y ayudar a comprender las causas y las consecuencias de la acción, tanto individual como colectiva, tanto propia como ajena. Esto sin dejar de lado el objetivo de ayudar a los niños a encontrar sus fortalezas y sentirse personas productivas que puedan encontrar un camino y sentirse plenas con el mismo. “Es inquietante ver (si la pretensión es conseguir la formación de ciudadanos solidarios) que algunos alumnos terminan la escolaridad siendo egoístas, violentos e insolidarios. Es inquietante comprobar que (si la pretensión es conseguir ciudadanos críticos) que algunos alumnos salen de la Escuela siendo repetitivos, adocenados y sumisos.”7
La llegada de la tecnología impone un nuevo desafío. Siguiendo a Seth Godin en TED (“Stop Stealing Dreams: On the future of education & what we can do about it”) hay varias características que trae consigo la revolución tecnológica en las comunicaciones que pueden tener potencial para transformar la educación. Explica que la clase tradicional casi la podrían ver los alumnos en su casa, por video. Las tareas, las preguntas e inquietudes individuales son las que deben trabajarse cara a cara en la clase. También sugiere que los libros deben estar abiertos todo el tiempo. No se necesita memorizar nada. Hay que aprender a buscar la información relevante. No se necesitan más pruebas estandarizadas con respuestas previsibles para marcar. Ya no se trata de hacer méritos por cumplir al pie de la letra con todos los mandatos del profesor, el trabajo se debe hacer de modo cooperativo, dejando de lado el antiguamente valorado trabajo aislado. El rol de los profesores pasa a ser el del “coach”.8 El mensaje a los alumnos no debería ser ajustarse al currículo, no te salgas del libreto, no hagas preguntas fuera del tema, limítate a cumplir con lo preestablecido para así ser un buen alumno. El mensaje debería ser más bien “busca algo que te parezca interesante, que te provoque investigar, y consúltame si necesitas ayuda”. Esto requiere derribar el mito escolar de que el desempeño escolar académico sobresaliente conduce al éxito y a la felicidad. No hay ninguna prueba que lo valide.
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http://www.trahtemberg.com/
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http://www.youtube.com/watch?v=sXpbONjV1Jc
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El siglo XXI demanda gente capaz de pensar. Por lo tanto, la escuela del siglo XXI debe focalizar sus estrategias pedagógicas para cultivar en los alumnos su capacidad de pensar e imaginar soluciones a problemas nunca antes vistos. Pensemos que además de a nuestros hijos, estamos educando a los futuros líderes de nuestro país y el mundo, por lo que la responsabilidad es enorme. Un cambio sólo es posible uniendo esfuerzos. Padres, docentes e instituciones públicas y privadas. Esta publicación pretende ser parte de este camino que nos toca transitar. Para ello seleccionamos cinco pilares que hacen a los desafíos de esta época y solicitamos la colaboración de referentes nacionales en estas temáticas. El primer capítulo, Guiar con sentido a niños “consentidos", a cargo del Psic. Alejandro de Barbieri, se refiere a la presencia física, activa y consciente de los padres en la educación de los hijos. Vivir bajo el mismo techo no es suficiente. Ser humano es otorgar un sentido a la existencia y ese debería ser el cometido de educar. Esa es la visión de la Logoterapia y el lugar desde el cual el Psic. Alejandro de Barbieri aborda el primer capítulo de este libro: en una sociedad que seduce a comprarlo todo, a tener y poseer, cómo transmitir sentido; cómo ejercer nuestro rol activamente, a pesar del cansancio, el estrés y el desánimo que a veces nos alcanza. Lo primero que tenemos que hacer para educar a nuestros hijos es estar. Pero estar, estando bien cono nosotros mismos, porque somos el ejemplo. Habla también de la figura del padre y de la madre donde la autoridad debe estar presente pero también las emociones. Todo esto para lograr que en el futuro nuestros hijos alcancen la libertad. Porque, como explica De Barbieri, la historia de vida de cada persona es una historia que va de la dependencia total y absoluta (cuando somos pequeños no podemos vivir si otro adulto no nos sostiene y alimenta) hasta la libertad de ser nosotros mismos para poder construir nuevos vínculos y el día de mañana nutrir a otros. En este capítulo aparece la frustración. Los padres no debemos temer a las frustraciones, porque la vida está llena de ellas y los niños deben aprender a frustrarse en casa, con rabia, pero sostenidos por el amor de sus padres. Todo en la vida se aprende con práctica: andar en bicicleta, manejar, caminar, y también amar. ¿Cómo van a enfrentar nuestros hijos las frustraciones del futuro si no practicaron en casa? El resultado de la imposibilidad de frustrarse es claro: tapar esa angustia con drogas, alcohol, riesgos, sexo. Una vez que los padres están presentes y disponibles emocionalmente, deben animarse a ejercer la autoridad que el rol les confiere. A esto se refiere la Psic. Fanny Berger en el segundo capítulo, explicando la diferencia entre autoridad y autoritarismo y exhortando a decir NO cuando es necesario. Para ello presenta un modelo muy didáctico, llamado “Las 4 E”, que se refiere a conductas concretas que deben adoptar los adultos a la hora de educar. 11
La primera E es esperar el transcurso del tiempo. Como señala, los niños en todas las culturas y épocas necesitan un adulto que les brinde la oportunidad de esperar. La segunda E es expresar claramente los límites. Para ser efectivos, estos deben tener características como la brevedad, consistencia, coherencia y a la vez flexibilidad. La Psic. Berger ayuda a reconocer estas características mediante diversos ejemplos cotidianos de interacción familiar. La tercera E es educar con responsabilidad y la cuarta es escuchar relatos de los padres y abuelos como forma de integrar a los chicos en un marco intergeneracional que traspasa su existencia presente. Berger también explica cuándo y por qué falla la autoridad, mediante el método de “Las 4 C”, que ayuda a evitar conductas negativas en grandes y chicos. Finalmente Berger ayuda a distinguir los comportamientos rebeldes de las simples rabietas y explica cómo es aconsejable actuar frente a cada caso. El tercer capítulo está a cargo del Dr. Ariel Gold y nos introduce en el tema de la autoestima. Una palabra que todos hemos escuchado pero a la que nos cuesta darle una aplicación práctica. Sin embargo, reforzar la autoestima es fundamental, porque una persona con alto nivel de autoestima se animará a tomar los riesgos que implique la vida, podrá sobreponerse a los fracasos y salir adelante. Y como señala el Dr. Gold en las conferencias que brinda, “si hay algo que tienen en común todos los niños, es que a lo largo de su vida se van a enfrentar con problemas, por más que los padres querramos impedirlo”. La autoestima es un concepto teórico que implica sentirse valioso, sentirse competente, e ir desarrollando la capacidad de regular las emociones y conductas. Es clave para que el niño, y luego el adulto, tome las decisiones correctas. La autoestima es como la armadura para enfrentar los desafíos de la vida. Gold indica que los reforzadores sociales deben provenir de figuras significativas y que las primeras y más importantes son los componentes de la familia, donde se producen los primeros intercambios de conducta social y afectiva, valores y creencias. Insiste en que la felicidad no es algo que los padres podemos brindar a los hijos. Pero sí tenemos la obligación de entregarles una cajita de herramientas a la que deberán acudir ante cada acontecimiento que les depare la vida. El cuarto capítulo está a cargo del Psic. Roberto Balaguer, quien se refiere a una realidad ineludible: los nativos digitales. Porque Internet llegó para quedarse, de eso no hay dudas. ¿Cómo es educar a niños hiper-conectados? ¿Cómo cambiaron los vínculos a partir de las redes sociales? ¿Cuál debe ser el rol de los padres respecto al uso de las tecnologías? El
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cuarto pilar es educar ciudadanos digitales. Sobre este tema Balaguer señala que no debemos confundir “respetar la privacidad” con abandono y que los chicos vulnerables lo serán aún más en el mundo digital, por lo que fortalecerlos y acompañarlos es hoy más crucial que nunca. Esto implica imponer normas que deben ser reales, a pesar de referirse a un mundo virtual. También se refiere a la importancia de enseñarles a manejar su reputación online. Porque en la red no hay pasado, presente o futuro. Todo está ahí para ser visto, siempre. La participación en las redes implica también la existencia de una identidad digital que incidirá el día de mañana a la hora de buscar trabajo ¡o hasta novia! El quinto capítulo, a cargo del Psic. Jorge Bafico, nos habla de afrontar los síntomas actuales de la infancia. Lo veremos en función de dos sintomatologías relativamente recientes que se han impuesto en los colegios y en las consultas psicológicas: el bullying y el trastorno por déficit atencional. El bullying no es un fenómeno novedoso, pero se ha incrementado dramáticamente en la última década. Se ve frecuentemente a niños que se ubican como espectadores mudos de la violencia que algunos le ejercen a algún compañero, que callan o aplauden para no convertirse en víctimas ellos también. Por ello, el bullying plantea siempre un ternario formado por el agresor, la víctima y el grupo de espectadores, y desde esa globalidad debe manejarse. En cuanto al Trastorno por Déficit de la Atención (conocido como ADD por sus siglas en inglés) pareciera que se ha convertido de una pandemia donde se ubican todos los chicos que tienen dificultad para concentrarse y son muy inquietos. El problema que genera esta clasificación es que todo niño que pudiera manifestar una dificultad para sostener la atención o el control de los impulsos o revelar a una actividad excesiva, plantearía la posibilidad de padecer un DDA. La nueva forma de mirar los patrones de conducta desde la psiquiatría puede confundir, ya que muchísimos niños poseen estas características. Por eso Bafico sostiene que es imprescindible entender que el niño es portador de una singularidad, de una historia única e irrepetible y que debemos ser extremadamente cuidadosos con las generalizaciones.
Dicen que el proceso de escribir un libro no termina nunca, y eso es lo que nos sucedió. Una vez que tuvimos el material editado, surgieron naturalmente los temas que quedaron fuera, como el vínculo entre los hermanos, la capacitación emocional, el desarrollo de los talentos. Ojalá todos ellos sean una oportunidad para reencontrarnos.
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Por el momento, queremos cerrar esta introducción con una mirada optimista. La que nos recuerda el proverbio chino que señala que "el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del planeta". Porque si bien es frecuente que cada uno perciba que no puede hacer
nada para cambiar la realidad, puede. Cada padre y cada madre
tiene
la posibilidad, la
responsabilidad y la fortaleza para educar a sus hijos de forma que muy pronto el país cuente con buenos líderes y mejores personas. No se trata únicamente de qué mundo dejaremos a nuestros hijos, sino de qué hijos dejaremos a este mundo.
Gracias por permitirnos hoy ser parte del tuyo.
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CAPITULO 1/ PRIMER PILAR
GUIAR CON «SENTIDO» A NIÑOS CONSENTIDOS. POR PSIC. ALEJANDRO DE BARBIERI
La Logoterapia es un modo de hacer psicología. Es un enfoque que hace más énfasis en el futuro que en el pasado, considerando que el futuro es el que realmente determina nuestro pasado. Una paradoja existencial: el modo en que nos proyectamos determina lo que vivimos y no al revés. Hemos crecido enmarcados en un modelo determinista, que nos dice que el pasado determina nuestro futuro. Es así que esta interpretación de la realidad fue dejando al ser humano sin libertad, sin capacidad de decidir, limitándose a desempeñar un «guión» ya escrito en los primeros años de su vida. Este enfoque humanista existencial fue creado por el médico y psicoterapeuta austríaco Viktor E. Frankl, autor de El hombre en busca de sentido.9 En este libro relata su experiencia durante la segunda guerra mundial, cuando fue confinado junto con su familia a los campos de concentración nazi. Este texto se ha transformado en un best seller, dada su alta carga emocional y su visión esperanzadora de la vida. En resumen: su teoría inspirada en la vivencia personal, le permite confiar siempre en la vida; es una teoría que sostiene que todos somos hombres y mujeres en búsqueda de un sentido en la vida, y que enfermamos si no lo encontramos. La enfermedad actual sería el «vacío existencial», la falta de sentido, la falta de horizonte, la falta de futuro. Este vacío existencial se ve reflejado hoy en día en adicciones, depresiones, violencia, etcétera. Intentaremos en este espacio recorrer desde la «mirada existencial», el desarrollo del niño/a, el rol de padres, madres, abuelos, tíos y hermanos. En suma, intentaremos abordar «la génesis del sentido», ¿qué es lo que pasa que no podemos transmitir la confianza en la vida, la intuición de que lo que hacemos tiene un sentido? Este es el primer pilar sobre el que creemos debe sostenerse la educación: Presencia activa de los padres para transmitir la búsqueda de sentido. Se puede responder a esta pregunta desde muchas líneas. Intentaremos abordar algunas.
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FRANKL, Viktor E.: El hombre en busca del sentido, Ed. Herder, Barcelona, 1991.
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Erik Erikson10 afirma: «Los padres no solo deben contar con ciertas maneras de guiar a través de la prohibición y del permiso, sino que también deben estar en condiciones de representar para el niño una convicción profunda, casi somática, de que todo lo que hacen tiene un significado». Existen claras diferencias en cuanto al rol de los padres entre las distintas épocas. Es muy común escuchar a los abuelos decir: «En mi época esto no pasaba. Antes no nos preguntaban: “¿Qué querés comer?”». El pediatra francés Aldo Naouri sostiene que nuestros abuelos fueron criados en la sociedad de la pobreza. Antes ―afirma―, las personas crecían sabiendo que no se podía obtenerlo todo y se disfrutaba lo poco que se lograba. Se crecía en la esperanza. En la actualidad, los niños crecen y son educados en la sociedad de la abundancia, la sociedad del «no sé lo que quiero, pero lo quiero ya». La sociedad que seduce a comprarlo todo; y nosotros lo compramos. Estos niños crecen con poca tolerancia (o nada) a la frustración, crecen en un mundo en el que domina el «principio del placer». No será de extrañarnos que al llegar a la adolescencia, se vuelvan adictos y les cueste mantener un estudio, un trabajo, una pareja. Son víctimas de esta sociedad de la abundancia, pero también de sus padres; padres cansados, en burnout y sin tiempo para educar. La sociedad de los hijos huérfanos diría el investigador y escritor argentino, Sergio Sinay.
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¿Qué podemos hacer frente a algo aparentemente inmodificable? Desde la Logoterapia proponemos recuperar nuestro rol como padres y educadores, recuperar la presencia y la autoridad. No se puede educar por Whatsapp, se educa estando presente. Primero con la presencia, después con los hechos y recién en tercer lugar con la palabra. Proponemos recuperar el sentido de lo que hacemos, el sentido de nuestra tarea como padres. ¡Para que nuestros hijos vivan una vida con sentido (sean felices), primero debemos vivir nosotros felices! No hay mejor receta para educar en la felicidad a nuestros hijos que el ejemplo de que nos vean felices con nuestra pareja o solos; felices con nuestra actividad diaria, con nuestros vínculos bien cuidados y sabiendo incorporar a la vida los momentos de dolor, de tensión y de frustración. La felicidad no es ausencia de sufrimiento, y educar implica fortaleza y convicción para saber que lo que hagamos en la actualidad con nuestros hijos será valorado muchos años después.
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ERIKSON, Erik: Infancia y sociedad, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1983.
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SINAY, Sergio: La sociedad de los hijos huérfanos, Ediciones B, Buenos Aires, Argentina, 2007.
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Por eso titulamos este artículo «niños consentidos». Un juego de palabras, también una realidad que nos invita a actuar inmediatamente como profesionales, como padres, como educadores, para guiar en la frustración, sabiendo y siendo conscientes de que la frustración los hará más fuertes y resilientes.
Logotips: •
Educar desde la presencia.
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Confiar en nuestro rol, no claudicar del rol.
•
No delegar a otros (abuelos, televisión, maestros) lo que nos corresponde como padres.
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Animarse a ser «el malo de la película» (sin autoritarismo, claro está)
•
Saber esperar para crecer en la esperanza.
•
No desesperar para no caer en la desesperanza.
•
Basarnos en «optimismo sólido».
MUFASA Y SCAR: DOS FORMAS DE SER PADRE Sergio Sinay señala en su maravilloso libro, Ser padre es cosa de hombres 12, que «ser padre» en la actualidad implica presencia. Es muy común escuchar en la consulta a padres que dicen: «No quiero hacer con mi hijo lo que mi padre hizo conmigo». Muchas veces esta actitud se refiere al haber sido «víctima» (o tener esa vivencia) de una educación paterna rígida, poco afectiva. Con lo cual el papá «moderno» se pone en un rol de amigo y de confidente de sus hijos. Cuando esto pasa, si el papá es amigo del hijo, este pierde un padre. El rol del padre tiene mala prensa, es el «malo de la película». Es el que tiene que poner el límite, el que indica lo que está bien y lo que está mal, el guía, el modelo. Esta «función paterna» ―es sabido en psicología― puede ser desempeñada, tanto por el varón como por la mujer. Por otro lado, si el hijo nace en un contexto de ausencia de figura paterna (real muchas veces y simbólica en otras) pierde el sentido, pierde la noción de lo que se debe o no se debe hacer. No obedece las normas de la casa o de la escuela y puede terminar con conductas transgresoras como las adicciones, la violencia y la delincuencia. No nacemos padres, nos hacemos; fruto de las acciones y actitudes que tenemos para con nuestros hijos.
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SINAY, Sergio: Ser padre es cosa de hombres, Ed. Nuevo Extremo, Buenos Aires, 2009.
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Todos recordamos la ya clásica película El rey León, recientemente actualizada en 3D. En este filme aparece Mufasa, el papá de Simba, y su tío Scar. Mufasa representa el padre «arquetípico» (al decir de mis colegas junguianos), el padre bueno que pone límites con amor, marca su rol (lo que se espera de él), guía a su pueblo y a su hijo, pero también es cercano emocionalmente. Y es presente. Recordarán ustedes la escena en donde Mufasa y Sarabi (su esposa) se despiertan con los saltos de alegría de Simba y este le reclama a su papá, «me prometiste que me ibas a llevar a jugar». Y Sarabi le dice a Mufasa: «Es hora de que hables con tu hijo». He dado charlas con esta temática en varios lugares y siempre, al contarlo, le pregunto al auditorio: ¿qué madre no ha dicho esto? «Es hora de que hables con tu hijo». Porque hay un momento, una hora, en que el papá debe aparecer y hablar con su hijo. Contarle de él mismo, de dónde viene, cuál es el trabajo que tiene, qué se espera del hijo. Y este, que crece sabiendo lo que se espera de él, será un hijo con expectativas, que le puede responder a su vida. Y que incluso, en la adolescencia podrá rebelarse contra eso que se esperaba de él, para construir su propia identidad, como hace Simba cuando huye hacia Hakuna Matata. Otra enseñanza que nos deja esta escena es que cuando Sarabi invita a Mufasa a que hable con su hijo, Mufasa escucha y acciona. Es un padre que escucha emocionalmente las necesidades de su familia. No es un padre ausente emocionalmente, o tomado, como dice Sinay, por una masculinidad tóxica, donde lo único importante es traer el dinero a la casa. Como contrapartida (o sombra) aparece Scar, el «tío malo», el que cuando muere Mufasa gestiona el reino en un estilo dictatorial, autoritario pero sin autoridad. La verdadera autoridad se da cuando el padre educa con amor y el hijo y el reino (familia ampliada) respetan y valoran esa autoridad. Es un límite que sostiene para seguir y lanzar a la persona hacia el mundo con una tarea y una misión. Cuando nace Simba ―el futuro rey―, Rafiki (el profeta, chamán o psicólogo del reino) lo muestra en alto y lo presenta al pueblo. Ese gesto es un gesto masculino por excelencia, se lo conoce como el «gesto de Héctor». En el canto VI de la Ilíada de Homero un personaje eleva al niño y ruega a Zeus que este sea más fuerte que el padre. El padre bueno, descripto por Homero, es un padre no necesariamente envidioso del niño como lo ha descripto Sigmund Freud en su obra. También el padre romano debe alzar al niño, de esta manera para declararlo hijo oficialmente. Es un gesto que está en las leyes romanas: si el niño no es alzado en público no es el hijo del padre, aunque haya nacido en el matrimonio. En este requisito jurídico queda claro que el hijo es una voluntad, un programa, una intención y no simplemente un hecho natural. Es por esto que podríamos decir que «todos somos hijos adoptivos», una paradoja 18
existencial que describe Gabriel Castellá. Todos somos hijos adoptivos, porque la adopción sería un acto de amor ―espiritual si se quiere―, de aceptar, de amar y de guiar a los hijos biológicos o no. Tanto es así que muchas personas nos dicen en consulta: «Soy hijo, pero no tengo padre», o «fulano es mi padre biológico, pero el que hizo de padre es el esposo de mi madre». Con esto nos están diciendo y confirmando que el padre se hace padre en los hechos concretos, en la presencia amorosa pero fuerte, como Mufasa, que guía a Simba y le dice lo que está bien y lo que está mal, lo que se debe y lo que no se debe hacer. El rol de la figura paterna es el control del mundo impulsivo del niño. Ayuda a que el hijo o hija pueda organizar su mundo impulsivo. En otra escena de la película, Mufasa le dice a Simba: «Ser rey es más que hacer lo que a uno le da la gana…». Así, lo está educando en el manejo de sus instintos. El ser humano tiene instintos, pero no es poseído por ellos. El animal no puede salir de su mundo biológico, pero el ser humano puede elegir y «educar sus instintos». A la falta de figura paterna, la desvalorización social del rol, si se suma que la madre no le da lugar al padre, no lo deja entrar, entonces el límite no llegará al niño. Esta función normativa es una función necesaria y clave para que el niño «entre en su mundo» o tome su lugar «en el círculo de la vida», como Simba. Muchas de las carencias emocionales y afectivas suelen tener raíz en estas vivencias de la infancia. Pero la Logoterapia enseña que uno es lo que hace con lo que hicieron de uno. Muchas veces escuchamos las definiciones de lo que es normal y de lo que no, cada uno de nosotros carga con una historia que nos ayuda o no a crecer, pero como dice el Dr. Gerónimo Acevedo: «Somos hijos de nuestro pasado, pero no esclavos de él, y somos padres de nuestro futuro». Con todo esto, en la actualidad, el varón tiene la oportunidad para reconstruir el rol desde los vínculos y las vivencias reales, fuertes y de intimidad con los hijos. Los padres de hoy no debemos buscar la aprobación de lo que hacemos para mitigar la culpa del límite que pusimos. Si debemos jugar el rol de «malo de la película», no debemos olvidar que estamos viendo los primeros diez minutos de esta. Pero a la película hay que verla hasta el final. Muchas veces el malo del principio no lo es al final. En suma, el padre en la actualidad une normas con amor, escucha con acción, tiene la mano firme para guiar y orientar y las espaldas fuertes para cargar el dolor del otro.
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Logotips: •
Padre con P de «presencia» para educar hijos responsables.
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Recuperar los atributos de la paternidad: crianza, acompañamiento, nutrición emocional de los hijos, contención afectiva, seguimiento educacional, cuidado de la salud.
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El padre es único; es guía, modelo y memoria.
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El padre ayuda a caminar en libertad.
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El padre es amor.
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El padre es un hombre que brinda confianza y seguridad.
SALIR DE CASA PARA AMAR AFUERA El gran sentido de la vida se podría resumir en ir de la «dependencia» a la «libertad». Desde que nacemos somos dependientes. Dependemos de nuestra madre para que nos alimente; dependemos del cariño y del amor de padres, hermanos y/o seres queridos para que el psiquismo se fortalezca. El ser humano es más dependiente que otros seres vivos y si no tiene ese amor como base, quizá alcanzar su madurez como persona le cueste más. Pero para ser persona, el ser humano debe superar esta situación de dependencia afectiva y emocional primaria con su madre o grupo familiar para salir de casa, pararse sobre sí mismo y amar afuera. En definitiva, para ser libre hay que dejar. Actualmente, en los consultorios de los médicos y psicólogos suelen aparecer demandas de personas de más de 25, 30 y hasta 35 años (¿40?), que recién se están independizando afectivamente de sus padres. Puede ser que tengan novio o que estén ya viviendo con su pareja, pero muchas veces nos comentan: «extraño mi casa» o «con Fulano peleamos todo el día. Él discute y se va a la casa de sus padres». Todas estas realidades que acompañamos diariamente nos enfrentan al dilema existencial de si esta persona que está aquí delante, frente de mí, sentada, llorando, angustiada, ¿es persona? ¿Es libre? ¿O simplemente está huyendo de sus padres, en el fondo huyendo de sí misma, o tapando con un vínculo su vacío existencial? La palabra dependencia viene de «pendiente». Pendiente tiene múltiples significados: que pende de un hilo, cuesta abajo, asunto sin resolver, alhaja que se lleva como decoración, etcétera. Estas acepciones nos remiten a que cuando vivo un vínculo dependiente (sea con mis 20
padres o pareja o amigos) estoy como sin terminar, incompleto, en cuesta abajo y soy o llevo al otro/a como un objeto de decoración. En el fondo, este simple ejercicio nos sirve para reflexionar en cómo estamos en nuestro camino hacia la libertad interior, como decía Viktor Frankl. En la película Buscando a Nemo podemos observar la lucha de Nemo por su propia individualidad. Para recordarles brevemente el argumento principal, Nemo es un pez que vive con su papá (Merlín) en su casa (anémona). La mamá y sus hermanos murieron poco tiempo después de que él naciera, con lo cual el papá de Nemo y este se transforman en una familia. Ante esta situación, Merlín se pega a su hijo. Lo ama tanto (¿amor?) que no lo deja salir de su casa, lo sobreprotege. En el inicio de la película, Nemo quiere explorar el océano (ser solo individuo, dejar a su padre y ser él mismo, salir de su casa). El padre lo ve, lo detiene y le dice: «Tú no puedes nadar solo». Nemo se rebela y le dice: «Porque tú tienes miedo, no quiere decir que yo también». Esto es muy importante: ¡la rebelión! Rollo May, en su libro El hombre en busca de sí mismo, dedica el capítulo IV al mito de Orestes, para explicar la evolución de la conciencia de ser persona. Al inicio, está la conciencia ingenua (cuando Nemo vive con su papá, previo a la salida). Luego está la conciencia rebelde, que es cuando se opone al padre y lo enfrenta; se rebela y esta rebelión es clave para tomar la vida en sus manos. Sin transgresión no hay creatividad. Luego, Nemo es capturado por unos pescadores y termina en la pecera de un dentista en Sidney, con lo cual el papá debe cruzar todo el océano para encontrarse con su hijo. ¡Qué hermosa metáfora de la vida! Hasta que el papá no vence sus propios miedos no se encuentra con su hijo. En el fondo se puede interpretar que el rol del padre fue más bien materno, de sobreprotección y cuidado por la pérdida de la mamá. Próxima escena: están en la pecera, con otros amigos, otro mundo (el mundo propio que el niño va creando) y Nemo queda atrapado en al tubo de oxígeno. Sus amigos lo quieren ayudar pero Gill (el viejo sabio de la aldea) les dice «no», enfáticamente. «No lo ayuden, él puede solito». Nemo lucha por salir hasta que lo logra. No hace falta ser Sigmund Freud para darnos cuenta de que este hecho se ancla en la autoestima del niño. Él solo salió. Él solo pudo resolver sus conflictos. Para eso tiene que aparecer la figura de Gill (otro padre o el padre mismo en su rol), que lo ayuda a Nemo a pararse sobre sí mismo. Esta es la conquista de la libertad, la conquista del ser: ser libre. Volviendo al ejemplo del inicio del artículo, actualmente, los psicólogos solemos cumplir este rol de Gill, tratamos de ayudar a las personas que quieren volver a su “anémona” (con su papá y mamá, protegidos, asustados del miedo a vivir). 21
Para eso tenemos que ayudar a generar espacios de transición, para que los jóvenes pierdan el miedo a vivir, y se animen a salir afuera, que aunque hace frío, afuera está la vida. Esa es la resolución existencial del drama de Edipo: AMAR AFUERA. El que se queda «amando adentro», queda condenado a un amor inmaduro, a su dependencia emocional y no se anima a tomar la vida en sus manos. Sucede que afuera hace frío, porque afuera está el mundo, están los demás, pero aquel que no se arriesga a vivir no vive. El pediatra Aldo Naouri dice que los adultos de la actualidad, no se animan a ser padres, con lo cual condenan a la generación anterior a seguir siendo «hijos». Es como si Nala nunca hubiera ido a Hakuna Matata a sacar a Simba. ¿Recuerdan aquella escena? Imaginen un Hakuna Matata ad eternum, estar siempre condenados a un carpe diem adolescente, sin nadie que te venga a buscar y ayudar a que salgas de ahí y tomes tu vida, tomes tu alma, tu lugar en el mundo. Sería muy triste, sería un vacío existencial permanente y estaría el joven en una frustración tan grande de su alma, que no podría decir que no a las drogas de moda. Le diría que sí a cualquier cosa, se dejaría manejar, se dejaría sujetar por el otro, manipular y depender, con tal de no pasar frío, de no rebelarse contra lo que intentan hacer de él (como Nemo con su padre). No podría disfrutar de su libertad, de la alegría de ser él quien decide su destino. No puede haber peor castigo para el ser humano que vivir una vida que no quiere vivir y no saber cómo salir de allí. Por eso el otro, los otros ―los padres, los educadores― son claves en este proceso de recuperar nuestra adultez, nuestra madurez y saber ayudar al niño y al joven a que pase frío, a que luche por lo que quiere, a que salga de casa para poder amar afuera. El sentido de la vida es respirar fuera de casa hasta formar tu propio hogar. Pero no ahogar al otro porque «sin ti me muero», eso son los vínculos dependientes y simbióticos. El amor sano y libre dice: «Porque puedo estar con otros, elijo estar contigo». Porque contigo sigo creciendo y soy mejor persona. Entonces a tirarse al agua, a vencer los miedos y a luchar por la libertad como persona de nuestros hijos.
Logotips: •
De la dependencia a la libertad.
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Ser libre es importante para que el otro crezca.
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Amar afuera versus amar adentro.
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Amor que asfixia versus amor que fortalece y libera.
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PREVENCIÓN DE «CONSUMISMO» EN NIÑOS: DEL VACÍO EXISTENCIAL AL VACÍO FÉRTIL. CERRAR LA BOCA PARA QUE ENTRE ALGO NUEVO. Se dieron a conocer nuevas cifras vinculadas al consumo de drogas de los uruguayos. Según la información, estos beben más y fuman menos que hace cinco años. El 25 % de los consultados tiene una relación problemática con el alcohol (para que se visualice mejor, son más de 250.000 personas). Otro dato que surge es que los psicofármacos se han extendido como si fueran analgésicos. Para mí, no hay «como si». Son analgésicos directamente, calman el dolor, para eso se fabricaron y hay personas que sí los precisan y que les son literalmente vitales. Pero ¿qué nos ha pasado como sociedad? ¿Qué dolores, que antes se resolvían en el seno familiar o en la escuela o con amigos, ahora no se pueden resolver? Sucede que la familia no puede sostener los dolores que sostenía antes. Nosotros mismos, cada uno de nosotros no somos los mismos. Según el pediatra Aldo Naouri, el niño en la actualidad ha madurado muchísimo biológicamente, pero ha retrocedido psicológicamente. No es el mismo. Producto de la sobreprotección paterna y materna actual, es más inmaduro, frágil y dependiente. Debemos retomar nuestro rol de padres ―del cual hemos claudicado― para ayudar a la construcción de un psiquismo fuerte que pueda integrar la frustración como parte del aprendizaje de vivir. Toda esta introducción es para partir de lo actual, para ayudarlos a prevenir adicciones o una «vida de consumo» como dice Zygmunt Baumann.13 Vivimos una vida de consumo, desde que el niño nace, lo empachamos de cosas, de regalos, de comida, de juguetes ya hechos, y no dejamos espacio para el aburrimiento, para el silencio, para la creatividad. Nuestra tarea pasa por ayudar a que se desempachen. “Empacho no es felicidad”, dice mi amigo y autor especialista en vínculos, Sergio Sinay. Asociar empacho a felicidad es parte del camino que hace que el niño desarrolle poca o casi nula capacidad para tolerar la frustración. Cuando éramos niños, en nuestra generación (aclaro que ya pasé los 40 años) pedíamos la bicicleta para Papá Noel y esperábamos todo el año.¡Esperábamos todo el año! Esto ya no pasa. Los niños no pueden esperar, o el propio papá no puede esperar, que es más grave. ―Vieja, ¿qué te parece si con la tarjeta en seis pagos le compramos la bici que el nene pidió para Reyes? La señora le contesta: ―Pero viejo, si todavía falta… dejá.
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BAUMAN, Zygmunt: Vida de consumo, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2007.
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―No, dale, es una oportunidad… Surgen ejemplos que ustedes conocen y viven a diario, y yo también, claro. No nos dan tiempo para esperar cuando ya estamos empachando al nene. ¿Cuándo es más feliz un perro, cuando usted le está por dar de comer, o cuando le da de comer? ¡Cuando usted le está por dar de comer! ¡Esa es la felicidad! Los niños en la actualidad deberían ser educados por docentes que no les den de comer, sino que «les estén por dar de comer» durante todo el año. Entonces tendrán al niño «meneando la cola» durante todo el año, igual que su mascota. «Profe, profe, mañana ¿qué vamos hacer?» Saber esperar o como dice nuestro compatriota Jorge Drexler «amar la trama más que el desenlace». Estamos educados (o entrenados) para amar el desenlace, con lo cual no podemos disfrutar el camino. El niño que esperaba la bicicleta todo el año tenía un sentido, un motivo por el cual llevarse bien con su hermano, y estudiar para tener buenas notas para fin de año. ¡Tenía una esperanza! La educación basada en el empacho es el cimiento de la desesperanza de hoy en día de los jóvenes, por lo tanto se expresa en el vacío existencial. Luego, cuando llegan a la adolescencia e incluso a la adultez joven, no saben qué quieren, porque no saben quiénes son ni a dónde van. Están desorientados. Necesitan desempacharse, para volver a desear. El empacho incapacita para desear, para caminar y para tolerar las frustraciones que implica caminar.
COMER PARA LLENAR EL VACÍO Según un estudio patrocinado por el Centro de Control y Prevención de Enfermedades en Estados Unidos, para el 2030 se pronostica 42 % de obesidad en ese país. Facundo Ponce de León14 señala en su excelente artículo «Consumirse» (en su blog Filosofía y periodismo15 ), que se desperdicia el 30 % de los alimentos a nivel global. Parece inconcebible que se tire el 30 % de comida en el mundo mientras al mismo tiempo hay desnutrición. Yo le llamo a esto el «complejo Susanita», en honor al personaje de Mafalda que dice siempre «por suerte el mundo queda tan lejos». Hacemos como si nosotros no viajáramos en la misma nave, como si hiciéramos la vista gorda: el Titanic se está hundiendo, pero seguimos en la planta alta, cenando, como si nada pasara.
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Facundo Ponce de León es doctor en Filosofía por la Universidad Carlos III de Madrid; licenciado en Filosofía y en Ciencia de la Comunicación por la Universidad de la República del Uruguay (Udelar). Periodista y autor del libro Daniel Finzi Pasca: teatro de la caricia. Docente de Antropología en la Universidad Católica del Uruguay (UCU). 15
<http://blogs.montevideo.com.uy/bloghome_22808_1_1.html>.
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El tema es que el agua está empezando a subir por el Titanic, y la Tierra está empezando a expresar que no puede más, que si todos los habitantes del planeta vivieran como un estadounidense medio, se necesitarían cuatro planetas Tierra para regenerar lo consumido en solo un año.16 ¿Qué relación tiene todo esto con lo que venimos desarrollando? Pues tiene todas las conexiones que ustedes imaginan. Ya que la obesidad es una de las manifestaciones del consumo, o de las vidas de consumo. La gente está desorientada, está triste, entonces, ¿qué hace? Come y/o toma para llenar el vacío o se embota de comida como si fuera el fin del mundo o como si no fuera a poder comprar o conseguir comida por semanas. Así razona el psiquismo de nuestros hijos y adolescentes hoy: devoran, no se alimentan. Necesitamos entonces desarrollar estrategias de prevención desde niños y ya hay algunas medidas alentadoras, como el descenso en el consumo de tabaco o el sacar la sal de las escuelas, pero es poco. Todavía faltan medidas más fuertes en el ámbito educativo y familiar. En el ejemplo que señala Aldo Naouri, nuestros abuelos se educaron en la sociedad de la pobreza, «crecían sabiendo que no se podía lograrlo todo, pero disfrutaban lo poco que lograban». Nuestros hijos crecen en la sociedad de la abundancia, «no sé lo que quiero pero lo quiero ya». Por esto afirmábamos que crecen en la desesperanza. Debemos ayudarlos a que recuperen el entusiasmo por vivir. ¿Cómo? Primero, siendo felices nosotros. Cuando los papás me preguntan en la consulta: «Alejandro, ¿cómo hacemos para que nuestro hijo sea feliz? » Siempre les respondo: «siendo felices ustedes». ¡No hay otra receta! Si yo logro transmitirle a mi hijo que soy feliz, entonces mi hijo crecerá desde esa actitud de optimismo como punto de partida. Pero debemos cerrar en casa ―desde niños― las posibles bocas, sean de pasta base, de marihuana, de alcohol. Por ejemplo: cuando nuestros hijos nos dicen: «Papá, estoy aburrido, ¿qué hago?». Si yo salgo desesperado a resolverle el aburrimiento y le digo «comé algo», o le digo «prendé la televisión», ahí estoy tapando la boca del niño con algo externo, lo que a su vez «abre» las posibles bocas de droga en el futuro. Si cada vez que se aburre le digo: «En esta casa hay dos horas de aburrimiento por fin de semana», vayan que yo controlo el tiempo», y cuando pasen las dos horas... ahí aparezco, de esa manera no lleno su vacío, no tapo su boca, no lo empacho con comida, televisión o
16 Ver
informe de la BBC: «El estado del planeta»: <http://www.docuciencia.es/2009/08/informe-tierra-el-estadodel-planeta-2009>.
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cualquier pantalla, y logro o trato de lograr que el niño salga solo de su vacío, que transforme el aburrimiento, que transforme el vacío existencial en un vacío fértil, que es donde nace la creatividad. Cuando hago eso, estoy cerrando posibles bocas de pasta base o de alcohol en el futuro. Estoy previniendo, estoy por lo menos haciendo algo diferente. Salgo a jugar con el niño, pero no lo ayudo a tapar su vacío con algo externo, sino que le enseño a que él pueda salir solo y por lo tanto fortalezco su psiquismo para que, en el futuro, si se encuentra en una situación de consumo (que es seguro que se va a encontrar) esté más fortalecido para decir no. Por supuesto, que no es la única variable que influye, pero es una de las más importantes. En resumen, no claudiquemos de nuestro rol, podemos todavía ayudar a que nuestros hijos transformen sus vivencias de aburrimiento en «espacios de creatividad». De esa manera lograremos que crezcan en la esperanza y que salgan de la situación de vacío que viven hoy, que los lleva al consumo de alcohol, como relata el estudio, o a las picadas en moto y en auto, para ver si se «sienten vivos». La analgesia vital que tienen no los hace sentir vivos con una vivencia sencilla familiar o personal de leer un libro, pasar la tarde con un amigo tomando mate o pescando. Ahí está la vida, en las pequeñas cosas cotidianas que nos recuerdan. Como decía Julio Cortázar, «lo maravilloso puede darse sin que haya una modificación espectacular de las cosas». ¡A descubrir la maravilla!
Logotips: •
Dos horas de aburrimiento por fin de semana.
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Apagón familiar: una vez al mes, se corta la luz (casualmente) y es una excusa para prender velas, desconectarse y jugar a las cartas.
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Crear una materia desde 5º de la escuela y durante todo el liceo para trabajar emociones, actitudes, prevención de adicciones.
•
Seguir el ejemplo de una estación de servicio de San José, que no vende nafta a motociclistas que no usan casco.
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¿PUEDE EL DOCENTE SER PESIMISTA? “La educación y la medicina avanzan hacia la personalización y nos obligan a engendrar un nuevo modelo social. La prevención será más importante que la curación”. Eduard Punset Quiero dedicar un último espacio a hablar del optimismo como herramienta fundamental a la hora de educar. Desde el lugar de padres, pero también entre quienes ejercen la docencia. “La enseñanza presupone el optimismo, tal como la natación exige un medio líquido para ejercitarse. Quien no quiera mojarse, debe abandonar la natación; quien sienta repugnancia ante el optimismo, que deje la enseñanza y que no pretenda pensar en qué consiste la educación. Porque educar es creer en la perfectibilidad humana, en la capacidad innata de aprender y en el deseo de saber qué la anima, en que hay cosas (símbolos, técnicas, valores, memorias, hechos) que pueden ser y que merecen serlo, en que los hombres podemos mejorarnos unos a otros por medio del conocimiento. De todas estas creencias optimistas uno muy puede bien descreer en privado, pero en cuanto intenta educar o entender en qué consiste la educación no queda más remedio que aceptarlas. Con verdadero pesimismo puede escribirse contra la educación, pero el optimismo es imprescindible para estudiarla y para ejercerla. “Los pesimistas pueden ser buenos domadores pero no buenos maestros”, dice Fernando Savater en El valor de educar.
Siempre se ha dicho que los primeros educadores son los padres. Pero en esta oportunidad quiero detenerme a reflexionar acerca de los docentes y su tarea. Eduard Punset, investigador español, sostiene que la educación y la medicina avanzan hacia la personalización. Nos invita a poner énfasis en la prevención. De aquí que la tarea del educador cobra más sentido en la actualidad y nos presenta nuevos desafíos. El síndrome del Burnout (o síndrome del «quemado») que educadores, docentes, psicólogos, entre otros trabajadores, experimentan hoy en día, tiene que ver con este desgaste al que están sometidos o expuestos diariamente, ya que el alumno hoy no llega «educado» a clase. Antes, llegaba educado. La tarea del docente era instruirlo en su materia, pero el niño ya entraba al aula educado. Recuerdo que cuando di ―en un liceo de Montevideo― el taller de Cuidando a los que cuidan: prevención de burnout en docentes, levantó la mano un profesor y me dijo: «Alejandro, yo soy profesor de filosofía. Yo sería feliz si pudiera dar clase de filosofía». Este testimonio grafica muy bien la situación actual; el docente, antes de dar clase, tiene que educar a su alumno. Ejemplos: «Sáquese el gorro», «siéntese derecho», «no ponga los pies sobre el banco», «pida permiso», «no discuta con su compañero». 27
Esta es una de las causas del desgaste actual del docente: debe educar aparte de dar su materia. A esto se suma la multiplicidad de roles que este tiene: es docente, también es padre, o madre, profesional, y debe cumplir con todo eso. Por lo tanto esto contribuye a la pérdida del sentido de la tarea, el docente ya no llega libre, creativo y con ganas al aula, sino que llega desgastado por su propia vida personal y por la desmotivación que surge también del aula. A su vez, el docente se siente exigido a «ser divertido». Es lo que la cultura actual le impone al docente. ¿Cómo competir con un Iphone o con la «civilización del espectáculo» para que el alumno sostenga la atención? Imposible. Creo que debemos enfrentar el tema por otro lado; si basamos nuestro cimiento pedagógico en competir con aquello que nos entretiene, estaríamos errando el camino. Los científicos, filósofos, pensadores, psicólogos y economistas están planteando que debemos ampliar nuestra comprensión del concepto de felicidad, un concepto basado en los vínculos, en un sentido de vida, en una alimentación sana, en un trabajo pleno, en tener tiempo para perder el tiempo, en el ejercicio físico, la actitud de agradecer, invertir dinero en «experiencias» y no en cosas, escuchar música, salir a bailar. No se puede bailar y estar triste al mismo tiempo. Estas premisas que proponen los investigadores nos enfrentan el desafío de integrarlos en nuestro plan de estudios y actividades diarias, sea en la escuela o en el trabajo. Frente al boom de internet, de las redes sociales y de las pantallas, surgen investigaciones que, por ejemplo, establecen una relación entre mirar televisión hasta altas horas de la noche o permanecer en la computadora y el aumento de las probabilidades de padecer una depresión. Conclusión: apague el televisor, vamos a ir a dormirnos como si fuéramos un bebé que está aprendiendo a dormir. Vamos a la cama con un libro, y luego nuestro psiquismo nos lo agradecerá, porque no solo estaremos protegidos contra la depresión, sino que estaremos leyendo. Cuán importante es dejar las pantallas y volver a leer. La mayoría de los alumnos actualmente sólo puede tolerar cinco minutos de un video de YouTube. Su psiquismo difícilmente puede sostener una lectura de una hora donde hay que imaginar los personajes y seguir una trama día a día. Los ingenieros de Google, Apple, Yahoo, eBay, y varias otras empresas claves en el desarrollo de la informática e internet, llevan a sus hijos a una escuela donde en las clases no hay computadoras; usan lápices, papel y plasticina. No hay pantallas, no están permitidas en el salón de clase y sus maestros prefieren que no las usen en la casa.17 Se educa a puro pizarrón, tiza, y el docente, claro. No se puede sustituir el vínculo pedagógico, persona a persona, por un instrumento, una herramienta, que debe quedar siempre en el lugar de herramienta.
17
Ver: <http://www.elpais.com.uy/111110/lault-605394/mirador/En-Silicon-Valley-sin-computadoras/>
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La sociedad de consumo lleva a los niños y sus padres a un estilo de vida de «todo ya». Esto confunde empacho con felicidad. La felicidad es un proceso de búsqueda que también incluye la frustración para llegar al final del camino. Volviendo a nuestros docentes, retomo la segunda cita de este capítulo. El filósofo español, Fernando Savater, nos confronta y nos alienta a basar nuestra tarea como docentes en un OPTIMISMO SÓLIDO.
Si usted está pasando un momento pesimista, no entre al aula, tampoco a la
sala de profesores. Tenemos que poder sostener nuestros dolores en nuestro mundo íntimo y privado. “Usted puede ser pesimista en privado”, dice Savater. Pero hemos perdido lo íntimo y lo privado, se ha desdibujado la esfera privada de manera que solemos decir todo lo que nos pasa al compañero de trabajo. Ese no es encuentro profundo, es una mera autoexpresión, sin un fin de comunicación que no ayuda a combatir el pesimismo ni permite entrar al aula con actitud optimista. Cuando el docente trabaja sin sentido o no encuentra sentido a su tarea, está vulnerable al burnout. ¿Cómo nos damos cuenta de esto? Porque va a trabajar sin ganas, como obligado o como empujado, no es creativo, no se siente libre, por lo tanto tampoco es responsable, no puede ver nada valioso en sus alumnos ni en sus compañeros docentes y termina fatigado. El descanso de verano en las vacaciones tampoco lo restaura para arrancar otro año de manera más optimista. En cambio, cuando el docente se siente libre, es creativo, no vuelve a utilizar las mismas fotocopias de hace años, sino que inventa algo nuevo, se siente vivo en la relación pedagógica y puede contagiar vida a sus alumnos. Este es el objetivo de la presente reflexión, tomar conciencia de que debemos ayudar a nuestros alumnos a recuperar el entusiasmo por la tarea y, para eso, es esencial profundizar en los docentes, que ellos mismos puedan recuperar ese entusiasmo para luego trasmitirlo. Esta actitud optimista no quiere decir ser divertido. El profesor puede ser aburrido, pero ser al mismo tiempo profundamente optimista en su creencia de que los alumnos pueden cambiar el mundo, que pueden perfeccionarse como personas, como dice Savater. Este es el gran desafío actual: restaurar al docente para que entre al aula con actitud optimista. Si su actitud al presentarse frente a los alumnos es pesimista, solo podrá domarlos, sin llegar a educar. ¿Cuáles son las patologías que más han crecido en los centros educativos públicos y privados? La agresividad, el bullying, el cyberbullying, el déficit atencional, las dificultades para poner límites, dificultades para obedecer órdenes, etcétera, que son desarrolladas por el Psic. Jorge Bafico en el último capítulo de este texto. Todas relacionadas con la crisis de autoridad actual del padre y de la madre en cada casa y luego de los educadores. El niño ya no ve al padre ni a la madre ni al educador como un «modelo a seguir». Todo es verborragia. Esta falta de la figura paterna (autoridad, jerarquía, límites) es la causa del desborde emocional de muchos niños hoy. Para reordenarnos es preciso volver a cada casa y ocupar el lugar de padres y no ceder. 29
La Psic. Fanny Berger expone con claridad en el siguiente capítulo cuáles son las claves para formar y sostener dicha autoridad. En segundo lugar, el docente deberá educar con optimismo; de lo contrario no hay educación y el niño queda víctima de sus pulsiones. De esta manera tendrá más probabilidades de asumir conductas agresivas. ¡Por favor, no domemos niños! ¡No somos domadores, somos educadores de personas que con libertad y responsabilidad deben tomar la vida en sus manos!Este es el gran desafío. De no ser así, seguiremos año tras año alarmándonos frente a las cifras de depresión y adicciones, pero sin cambiar culturalmente la sociedad para que estas cifras bajen, y para crecer en una sociedad más solidaria, menos «animal» y más «humana».
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“A orillas de otro mar, otro alfarero se retira en sus años tardíos. Se le nublan los ojos, las manos le tiemblan, ha llegado la hora del adiós. Entonces ocurre la ceremonia de la iniciación: el alfarero viejo ofrece al alfarero joven su pieza mejor. Así manda la tradición, entre los indios del noroeste de América: el artista que se va entrega su obra maestra al artista que se inicia. Y el alfarero joven no guarda esa vasija perfecta para contemplarla y admirarla, sino que la estrella contra el suelo, la rompe en mil pedacitos, recoge los pedacitos y los incorpora a su arcilla.” Eduardo Galeano en El libro de los abrazos. Por último, este texto de Eduardo Galeano nos ilumina para integrar el sentido de la vida como una actitud de agradecimiento hacia nuestros padres y abuelos, para que luego nuestros hijos y alumnos sigan el camino. No se puede avanzar sin una postura firme en nuestras tradiciones, que son los «acervos de sentido» que nuestra comunidad familiar y educativa tiene y sobre las cuales se sostiene. Un centro educativo debe ser una «comunidad de vida», un lugar donde se den los pilares de la autoestima para poder lanzarse hacia un futuro pleno y óptimo de sentido. El sentido del presente incluye el pasado, desde donde nos paramos para lanzarnos hacia el futuro. Los tres tiempos coexisten en uno, que es este, mi presente cotidiano que amenaza perderse si no rescato del pasado lo pleno de sentido para proyectarme a un futuro con esperanza. No se puede educar sin esperanza.
MOTIVOS PARA CELEBRAR A veces, los adultos dicen: «Nosotros nos divertíamos de otra manera». Escuchamos esta expresión cuando criticamos la forma violenta de los adolescentes y de los jóvenes de hoy. Nos cuesta entender por qué «necesitan beber alcohol o agredir» para divertirse y pasarla bien. ¿Por qué actúan de esa manera los jóvenes? No debemos olvidar que los jóvenes no se hacen solos. Ellos replican y amplifican conductas, actitudes; son espejo de los valores de los adultos. Cuando afirmamos que el problema está en cómo se divierten ellos, nos equivocamos. El problema está en cómo nos divertimos, cómo nos vinculamos e interactuamos nosotros, los adultos. Los jóvenes nos devuelven la imagen del espejo. Ellos ¿qué ven de nosotros? ¿Qué les mostramos nosotros? ¿Cómo resolvemos los problemas?
Vivimos una época violenta, donde nos cuesta mucho la tolerancia, la hospitalidad, y construir consensos; como dice Sergio Sinay, el poder «transformar las diferencias en fuente de 31
encuentros». Es una época de crisis espiritual y de vacío existencial. La anulación del otro, el no confiar en que el otro forma parte de mí, nos hace caer más en el vacío y en la angustia existencial. Esta angustia no se calma con lo material, ni aislándonos, ni comprando compulsivamente. Una empresa puede contratar un buen técnico, pero, ¿puede comprar entusiasmo? No puede. Debe restaurar a su gente para que encuentren sentido en la tarea cotidiana. Cuando nos encontramos con esta frustración, aparece el refugio en las adicciones o expresamos de manera violenta los conflictos. Acudimos al alcohol o a distintas adicciones socialmente aceptadas. Una adicción también puede ser el trabajo o los medicamentos. Es un modo adicto de vivir en el que estamos inmersos. Este modo de vivir exige, como salida, distintas maneras de diversión. ¿Para qué? Para olvidarnos momentáneamente de nuestra angustia existencial; necesitamos salir a divertirnos o ver algo divertido en la televisión, que «no me haga pensar» y me permita dormir tranquilo.
Divertirnos es salir afuera, recrearme, lo opuesto al aburrimiento. En el aburrido crece el vacío existencial, pero si logramos transmutar este vacío existencial en un vacío fértil, leyendo, escribiendo, cantando, siendo creativos, en suma, pasando directo a los hechos, lograremos salir de la «neurosis» que nos atrapa. En definitiva, nos hacemos más libres. Entonces, ¿qué conductas debemos tomar para cambiar nuestro modo de vivir, para que ello no siga replicando nuestras conductas? A los compromisos existenciales hay que pasarlos a la acción concreta para que no queden en el aire. Nosotros somos los responsables de que la diversión de nuestros hijos no sea trágica, para que su energía positiva y renovadora nos nutra a todos de creatividad para vivir. Debemos salir ―nosotros primero― de lo efímero, de lo pasajero, debemos recuperar nuestra capacidad de encuentro y de celebración, para que luego ellos puedan aprender otro modo de resolver los problemas. Cuando éramos niños pedíamos la bicicleta a los Reyes Magos y esperábamos todo el año. Ahora, la bicicleta espera al niño. Entonces este niño ya no encuentra motivos para esforzarse. Cuando nosotros celebramos el logro conseguido, gracias al esfuerzo, a la dedicación, al propósito en la vida, entonces estamos enseñando que brindamos por algo, tenemos un motivo. Celebrar, es alegría. La alegría del encuentro, la alegría de la familia reunida, celebrando un cumpleaños, un recibimiento, un examen salvado o un trabajo nuevo. El que ama se alegra por la alegría del otro, y si sabemos ver, como diría el Principito, tenemos todos los días «motivos para la alegría y la celebración». Si estoy deprimido o en burnout, lo valioso
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que pasa no lo veo. Siempre suceden cosas buenas y valiosas en mi trabajo, en mi familia, pero si yo estoy mal no lo puedo ver. También la alegría se nutre en el silencio. No es necesario tanto ruido para celebrar, se celebra profundamente en el silencio del trabajo, cuando se fueron todos, en el silencio de la casa, cuando los niños ya están durmiendo. Me tomo un tiempo para meditar y celebrar en privado que di lo mejor de mí. Necesitamos motivos sólidos para celebrar, y esta celebración nos ilumina y sostiene en el tiempo. Los ritos son necesarios, decía el Principito; son necesarios porque son huellas de sentido. El cumpleaños, el domingo, son motivos para llamar a los amigos y encontrarnos para celebrar la vida. La celebración es duradera; el divertirse es pasajero. Requiere estímulos constantes (como una adicción); la diversión se agota en sí misma. La fiesta es júbilo, es ruido música y canto. En cambio, la celebración es una fiesta silenciosa, es el sentimiento después de la fiesta. Cuando la fiesta terminó, y se fueron los amigos y los invitados, nos queda la celebración. Hemos brindado porque la vida sigue su curso, un año más, un logro que nos recuerda el camino de la vida, nos cierra un mojón más del camino y nos ayuda a seguir marchando y empujando. Tengamos el coraje de ofrecerles a nuestros hijos desde nuestro modo de vivir y de relacionarnos un nuevo modelo de celebración y de alegría. Un nuevo modo de vivir que incluye la pausa, el silencio, también el trabajo esforzado, dinámico y creativo y al final del día, el encuentro amoroso en familia para recoger lo sembrado, agradecer lo vivido y seguir; no parar de seguir, de empujar, de acostarnos plenos de sentido para levantarnos mañana con la alegría de estar vivos y contagiarles a los demás la vida ymandar un mensajito o un correo electrónico a los amigos, diciendo: «Los esperamos esta noche en casa para celebrar...».
Nota: Parte de los contenidos de este primer capítulo integran el libro del mismo autor: “Economía y Felicidad. Una vida con sentido.” en el que podrás ampliar los conceptos relacionados a la Logoterapia. Ver detalles en Bibliografía recomendada.
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CAPITULO 2/ SEGUNDO PILAR EJERCER LA AUTORIDAD QUE EL ROL DE PADRES CONFIERE. POR PSIC. FANNY BERGER
Es claro que atravesamos un período de crisis con respecto a la autoridad de los padres. Hemos pasado de un modelo autoritario a otro permisivo, sin lograr la integración de ambos estilos educativos. El objetivo de este artículo es que los padres puedan posicionarse como autoridad parental pues desde ese lugar solamente podrán educar hijos sanos y felices. El modelo autoritario duró muchos siglos y hasta hace veinte años era muy extendido. El padre era vivido como un ser autoritario, se lo obedecía por temor al castigo, el niño sentía miedo a su padre. Este modelo creaba niños sumisos, obedientes, temerosos y unos pocos niños se rebelaban. Debido a varias causas que escapan al tema de este capítulo se pasó de un modelo autoritario a otro permisivo, donde se permiten todo tipo de conductas. En este modelo no quedan claros ni los límites, ni que sucederá si no son cumplidos. Por lo tanto, los niños son inseguros, agresivos, inquietos, impulsivos y demandantes. Sostenemos que ambos modelos, el autoritario y el permisivo no educan niños ni responsables, ni seguros de sí mismos. La única salida es que todo padre se pueda posicionar frente a su hijo como autoridad ya que sólo esta inspira respeto y seguridad para el niño. Presentaremos un método recordatorio para educar hijos que lo llamamos de las 4 E.
CÓMO SE FORMA LA AUTORIDAD DE LOS PADRES DESDE EL PUNTO DE VISTA PSICOLÓGICO EL MODELO DE LAS 4 E La primera E es esperar el transcurso del tiempo. Los niños, en todas las culturas y épocas, necesitan un adulto que les brinde la oportunidad de esperar. Ahora se privilegia lo rápido, lo que ya viene hecho de fábrica. Sin embargo, es muy positivo hacer que los chicos esperen y no correr a saciarlos rápidamente. Si tu hijo pide y tú te apuras en darle lo que quiere, le quitas la oportunidad de esperar, de frustrarse y de fortalecerse. Un niño tiene que ejercitar la capacidad de esperar, no es bueno tener a su lado una persona que le de todo lo que pide al instante. Tú, padre, además de tener poco tiempo y sentirte estresado por todas las responsabilidades que pesan sobre ti, recibes la idea de que los productos que ahorran tiempo son valorados en el mercado de consumo. Esto es verdad en el mundanal mundo, pero en la relación padre-hijo,
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particularmente en los primeros cinco años de vida se necesita que tú estés presente, a su lado, para que desarrolle la capacidad de esperar. Los padres apurados programan hijos descontrolados. Esto es válido si el niño no es portador de trastorno de déficit atencional, trastorno bipolar u otros trastornos infantiles diagnosticados por el psiquiatra infantil o neuropediatra. Y por supuesto tampoco en la etapa de recién nacido, en que sí se recomienda que sea alimentado a demanda para incorporar la sensación de seguridad que brinda tener a la mamá cuando la necesita. Observo con preocupación profesional el apuro que presentan muchos padres para que sus hijos adquieran habilidades antes de lo esperado. Eso no es un salvoconducto para la felicidad de tu hijo. El ritmo de vida actual es mucho más acelerado, por lo tanto debemos prestar mucha atención de no trasladar esa medida a la vida diaria de los pequeños. La paciencia, que es la capacidad de esperar, se va construyendo en el día a día, junto a un adulto que en forma amorosa te dice “espera”, palabra muy útil y en desuso. Un niño sano, que no presenta ninguna patología, se transforma en impaciente o impulsivo porque no recibió las palabras “no,” “espera”, “después”, muchas veces durante su crianza. Los pequeños son cada vez más impacientes, no quieren y no saben esperar, se frustran muy fácilmente cuando se requiere que ellos esperen. El punto importante es que esa frustración los fortalece y se van acostumbrando a esperar. No existe ni máquina, ni psicofármaco que desarrollen dicha capacidad. Los dos errores más observados son, en primer lugar, que el padre que carece de tiempo corra a saciar a su hijo inmediatamente para conseguir silencio, ya que necesita mucha energía personal para cumplir sus obligaciones. Sentir las protestas de los niños es agotador. El segundo error es enojarse, gritar, poner mala cara y correr a saciarlo a pesar de hacerlo contra nuestra voluntad. El pequeño asocia el pedido con el enojo de su progenitor, a lo cual pensará que siempre hay que enojarse para conseguir lo que uno quiere. El peligro es que naturalice la rabia como si fuera parte de la vida cotidiana. Si cumples las demandas porque las consideras adecuadas y estás convencido del ritmo en que te relacionas con tu hijo, no sentirás rabia. La única salida es bajar las frecuencias cuando estás con tu hijo, no sucumbir ante sus demandas. Así el niño ejercerá la posibilidad de esperar, y se dará cuenta que se requiere tiempo y paciencia para convivir armoniosamente con otras personas. Con el tiempo se convertirá en un niño calmo. 35
Si tú corres a saciarlo, no ejercitará la capacidad de esperar y pensará que ante un pedido, la otra persona tiene que correr a saciarlo. Grave error, pues los otros no están en este mundo al servicio de tu hijo. Eso le podrá traer problemas en su vida social ya que siempre esperará de sus amigos, maestros o profesores la misma conducta que en su casa, causando peleas y conflictos inútiles que pueden ser evitados.
La segunda E es expresar claramente los límites. Se ha escrito mucho sobre los límites, qué son y su importancia. En mi opinión hablar de limites hoy es como estar frente a un archipiélago y ver una sola isla. Existen otras islas que son muy importantes, una de ellas es ejercer la autoridad, pues solo el padre que ejerce la autoridad puede fijar y sostener límites. El límite es una guía, una señal que le muestra al niño hasta dónde puede llegar. Detallaremos a continuación las características que deben tener los límites para ser efectivos. *CLARIDAD. Significa pedir en forma clara y focalizada la conducta que se quiere obtener, por ejemplo: “Siéntate, no grites”. No sirve decirle al niño “pórtate bien”o “sé un buen niño” pues son términos muy ambiguos que dan lugar a diferentes interpretaciones. *BREVEDAD. Esta característica es de suma importancia para su eficacia. Es común que los padres comiencen con largas explicaciones, que en el momento de fijar el límite no alcanzan. Es mejor decir “no toques determinado objeto.” En otra instancia podemos explicar la causa del límite. *COHERENCIA. Una vez fijado el límite no lo podemos variar según nuestros estados anímicos que, debido a las características de la vida actual, son de por sí cambiantes. Si saben de antemano que no pueden sostener un límite, es mejor no imponerlo y pensar en algo que pueda ser mantenido. El niño tiene que saber predecir qué sucederá si tiene determinado comportamiento, de qué manera reaccionarán sus padres. Esto le da seguridad y confianza en sí mismo, pues empieza a ordenar el mundo que lo rodea. Si grita, su mamá se enojará, si realiza determinada conducta recibirá determinada respuesta. Ser previsible es un factor muy importante para un desarrollo emocional adecuado. Los padres deben ser figuras predecibles para el niño. Esto ayuda a formar una buena autoestima al brindarles seguridad. *CONSISTENCIA. Es común que existan diferencias en la pareja con relación a la educación de sus hijos. Esto es aplicable a los abuelos/as, quienes tienen un rol importante hoy en día. Si bien no podemos cambiar a las personas, es sustancial conversar sobre estos temas para llegar a acuerdos previos a la puesta de límites. Es frecuente que un padre fije un límite y el
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otro quiera imponer lo contrario. Esta contradicción entre adultos provoca una gran inseguridad en el niño, sobre todo en sus primeros años de vida. *FLEXIBILIDAD. Los límites no son murallas imposibles de traspasar. Los podemos adaptar a cada situación. Recuerdo un niño de diez años al que durante el año lectivo se le permitía ver televisión durante dos horas diarias. Un día de verano lluvioso en que estaba solo, sin amigos, su madre insistió con las dos horas diarias. El límite para que tenga efecto hay que sostenerlo, pero cuando cambia la situación externa lo podemos flexibilizar. Otro ejemplo de flexibilidad es cuando llegamos a un acuerdo por medio de una negociación y lo intercambiamos por algo similar. Si fijamos el límite de que le compramos una barra de chocolate todos los fines de semana, por ejemplo, lo podemos trocar por un paquete de caramelos. El niño criado sin límites se siente desprotegido, sin contención, inseguro, pues no encuentra un adulto que sea capaz de frenarlo. Poner un límite es un acto de amor. Esto lo comprueba el hecho de que los niños criados sin límites se sienten no queridos o no aceptados. La tercera E es educar con responsabilidad. Responsabilidad significa “responsa hábil”, o sea, responder en forma adaptativa. El tema de la responsabilidad está relacionado con la elección y la libertad. Es de vital importancia para una buena adaptación a la vida. Responsable no es sinónimo de obediente o puntual. Responsable es hacerse cargo de uno mismo. Una persona obediente es aquella que acata lo que se le ordena, asunto delicado cuando se está con personas peligrosas. Una persona puntual es aquella que llega a la hora establecida y no más tarde. Esto da lugar a malos entendidos, el niño llega en hora al colegio, es puntual, hace todo lo que le dice la maestra, es obediente, pero puede ser un irresponsable. No se hace cargo de su vida. Cuando le sucede algo, siempre se debe a sus amigos o a la maestra. Si se equivocó y obtiene un resultado bajo es porque la maestra estaba de mal humor, y no porque él no sabía la pregunta o no había estudiado. Cuando necesite realizar algo que puede hacerlo por sus propios medios le pedirá ayuda a su madre o a su padre, esperando que alguno de ellos acceda a su pedido. Entonces la responsabilidad es lo contrario a culpar al mundo exterior de todo lo que sucede. Es poder ver lo que le corresponde y hacer algo frente a los hechos. Se logra en los primeros años de vida, mucho antes de lo que los padres imaginan. La responsabilidad está relacionada con el tema de la elección. Tenemos que permitir que el niño pueda elegir entre dos opciones previamente seleccionadas por el adulto. El adulto ofrece el menú, y el niño elige el plato que comerá dentro de la lista ofrecida por el adulto. Respecto de los horarios de las comidas es habitual que cuando se llama a comer a un niño que está 37
jugando a la pelota en el patio —no importa su edad—, este continúe sin inmutarse con el juego. La madre (o quien cumpla ese rol) se enoja, levanta la voz y hasta le puede decir palabras que dañen la autoestima del niño que está en plena formación. En lugar de gritos, enojos y palabras innecesarias, propongo otra secuencia de hechos. Se le puede dar las opciones: a) Comes ahora y dejas la pelota. b) Sigues jugando con ella en el patio. Si eliges jugar con la pelota en el patio, tendrás que esperar tres horas para la próxima comida o la comerás fría. Los padres presentan esta alternativa basada en sus propios criterios. Este niño, que puede tener tres años, ya está ejercitando su responsabilidad, elige entre seguir jugando a la pelota o dejar de jugar y comer ahora. Si elige la opción b, sentirá el hambre al esperar hasta la próxima comida o experimentará el gusto que tiene la comida fría. La próxima vez pensará antes de elegir. Permítanles experimentar las consecuencias lógicas de su elección; lo único que puede suceder es que comerá la comida fría o esperará con hambre a la próxima. Sabemos lo que es el hambre pues la experimentamos alguna vez. Por medio de los libros no tomamos conciencia de su magnitud, sólo cuando estamos a dieta o no tenemos tiempo de comer experimentamos esa sensación en nuestro organismo. Permítanles elegir a ellos entre dos opciones propuestas por ustedes, para que puedan reafirmar su yo y para continuar eligiendo qué actitud tomar en la vida.
¿Qué le pasa al niño cuando elige dentro de las opciones impuestas por los padres? Empieza a autorregularse. Eso le da confianza y puede desarrollar una buena autoestima, tema que será ampliamente explicado en el capítulo siguiente. Su yo se fortalece pues elige y aprende que tiene fuerza, experimenta, por ejemplo, que si no come sentirá hambre, y así sucesivamente. En cambio, si se lo castiga por no comer puede que coma por miedo al castigo, y la motivación es el miedo que siente por un elemento externo a él. Así se programan futuros adultos miedosos, sumisos o, por el contrario, rebeldes guiados por temores y resentimientos. Si tu hijo come por miedo, no por hambre, dependerá del mundo externo. La cuarta E es escuchar relatos de los padres y abuelos. La posición del saber del padre dentro de la sociedad ha cambiado pues carece de la valorización que tuvo en el pasado. Más 38
adelante el Psic. Jorge Bafico desarrolla brevemente la evolución del padre, por lo que podrán visualizar más claramente cómo ha ido cambiando el rol. Hace unos años se preguntaba a las madres como hacer tal crema o sacar tal mancha en determinado material. El saber del adulto era necesitado y valorado por el niño. Hoy los chicos tienen derivados de las tarjetas de crédito de sus padres y ante cualquier duda van al supermercado y encuentra todo lo que necesitan y que hace unos años solamente los adultos podían enseñar. Son más independientes para asuntos de la vida cotidiana, pueden resolver problemas domésticos y técnicos sin sus padres, pero no son más independientes emocionalmente. Además, como dominan todo lo relacionado a la tecnología de manera más eficaz y rápida que los grandes, esto hace sentir a los padres que necesitan de sus hijos en diversas situaciones. Es preferible que otra persona te enseñe cómo funciona determinado equipo y no pedirle ayuda a tu hijo. Observamos que a todo niño le da inseguridad cuando su padre lo requiere en el funcionamiento de aparatos. Esta es una de las muchas situaciones donde el hijo necesita ver a su padre que sabe, para sentirlo fuerte. Los padres no deben sentirse desvalorizados por no estar al tanto de los últimos adelantos tecnológicos, pero sí es recomendable pedir ayuda a otras personas, excepto el hijo. Es importante que el padre comience a valorizar frente a los hijos otros saberes que posee en diferentes áreas de la vida. Tú, padre, tienes un saber fruto de tus experiencias de vida, en una situación distinta a la de tu hijo. Por lo tanto es importante que las comuniques. Es muy positivo que relates historias tuyas en infancia y adolescencia, cómo vivías, cómo era tu vida, qué pensabas y sentías. Eso enriquece el vínculo y acerca a los hijos hacia los padres. Todo adulto tiene un saber, fruto de sus vivencias personales y de la época en que vivió. Los niños necesitan escuchar tu saber, que no es el mismo que el de ellos, pero es un saber acumulado por experiencias de vida. Los niños para despegar, para volar en lo alto, necesitan el conocimiento y reconocimiento de las raíces de sus padres, familia y grupo de pertenencia.
En los últimos años dentro de nuestra sociedad se desvaloriza y no se respeta a las personas mayores. Una de las causas es que en la actualidad se venera la eterna juventud, que incluye tener cuerpos delgados con apariencia de jóvenes y pieles sin arrugas. Esto influye en la vida de los adultos ya que muchos se visten como jóvenes y se realizan distintas cirugías para parecer menos edad. Existe una idea que lo nuevo y lo joven es lo mejor, y se dejan de lado otros aspectos que hacen a la calidad humana. 39
Es nutritivo que los niños escuchen con respeto los relatos sobre el origen de sus familias, sin juzgar, solo conectándose con su origen. Observamos con preocupación que los grandes valorizan el saber de la nueva generación y se desvalorizan mucho, pues no toman consciencia de la importancia de su experiencia. El punto crucial es qué valor están transmitiendo, si quieren parecerse a ellos en lo físico y no se posicionan de sus conocimientos acumulados por la experiencia. Un adulto puede no saber chatear, pero tiene una experiencia muy rica en cuanto al vínculo con otros. Ninguna persona puede volar sin raíces. Para despegar, para tener alas se necesitan escuchar relatos sobre la historia familiar, para sentirse parte de un grupo valorado. Es muy fácil hacerlo en la vida cotidiana, si somos conscientes de su importancia. Por ejemplo cuando los hermanos se pelean, les pueden decir: “Yo de chico también me peleaba con mi hermano y mi mamá nos ponía en penitencia haciéndonos lavar los platos a los dos juntos”. O: “A mí no me gustaba cuando la maestra nos hacía dictados, pero me encantaba cuando podíamos dibujar en clase”.
Cuando los niños tienen 6 o 7 años, es una hermosa actividad construir juntos un árbol genealógico, pegando fotos de los diferentes familiares y contarles una breve historia de cada uno.
O sea que la autoridad se forma cuando: •
Educamos en la espera.
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Expresamos límites.
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Educamos con responsabilidad.
•
Escuchamos y transmitimos relatos a los hijos.
¿POR QUÉ FALLA LA AUTORIDAD DE LOS PADRES? EL MODELO DE LAS 4 C Hasta aquí hemos mostrado el método para que el padre pueda funcionar como autoridad. Ahora mostraremos las causas que le impiden dicho funcionamiento. Para eso mostraremos el método de las 4 C que te ayudarán a evitar conductas negativas. La primera C es complacencia, que es un fenómeno en el cual el padre tiene respuestas hacia su hijo con el único fin de satisfacer los deseos de este. El gran peligro es que esta no tiene ningún fin educativo. 40
Existe una gran diferencia entre correr a complacer y mimar a tu hijo. En la primera solo se busca satisfacer los deseos y gustos del pequeño. En el segundo caso el padre premia, da algo que le gusta a su hijo pero no pensando solo en lo que él quiere. El adulto que complace no tiene presente lo que realmente el niño necesita, en cambio el adulto que mima tiene consciencia de las necesidades de su pequeño. La complacencia tiene distintas causas: 1. Puede nacer, en primer lugar, de la culpa de los padres, los padres al sentirse culpables tratan de complacer al niño. Es muy frecuente cuando los padres trabajan muchas horas fuera de la casa y tienen poco tiempo para compartir con los hijos. Este tema aparece desarrollado más ampliamente un poco más adelante. 2. Un segundo factor que influye en este fenómeno es el ritmo de vida sin tiempo, por lo tanto es más fácil complacer al niño que educarlo. Los padres, a veces estresados, cansados de tanta responsabilidad, tratan que haya calma dentro del hogar. Es más rápido y fácil a corto plazo complacer que sostener límites y enojos. 3. Un tercer factor que la estimula son los mensajes que se reciben. Algunos son transmitidos a través de la publicidad que valoriza el dominio del placer. La búsqueda del placer es un valor en nuestra sociedad y cada día se inventan nuevos productos que producen más placer a través de los cinco sentidos. Se resalta lo que tiene gusto rico, fragancias y olores agradables. Como mencionó De Barbieri en el primer capítulo, es muy común confundir placer con felicidad. En una sociedad narcisista como la actual, donde se busca la perfección y el placer, la complacencia pasa desapercibida, pero deja huellas en la personalidad del niño. El padre complaciente sitúa al niño en el lugar de adulto. Se crea un fenómeno llamado inversión de roles, donde el niño es puesto en un rol adulto, decide, ordena, da sus opiniones en asuntos de grandes. El adulto se sitúa, sin darse cuenta, como un niño frente a su hijo. Esto trae consecuencias negativas en la formación de la autoestima del niño pues no ve un adulto fuerte, capaz de contenerlo. El niño se siente débil, inseguro, pues nadie le brinda seguridad. Sostenemos que la inversión de roles es un fenómeno muy nocivo que causa muchos problemas de conducta en el niño. En el consultorio se ven muchos chicos que son traídos por ser inquietos, impulsivos, agresivos, demandantes, desobedientes. Estos chicos son criados en forma complaciente, se les brinda todo lo que quieren y, a pesar de esto, tienen serios problemas de conducta. El niño es colocado como adulto y complacido.
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La complacencia surge del miedo, no del amor. El padre complaciente se mide por lo que causa en su hijo, complace para que lo quiera, para que lo acepte, para que no lo desapruebe. Tiene miedo a perder el amor de su hijo. Debemos recordar que los hijos no son quienes deben aprobar la conducta de sus padres, es el padre adulto que piensa y decide cómo educar a su hijo. Los padres complacientes temen no poder sostener la rabia del hijo, perder el amor de éste si no lo complace, miedo a que el hijo no lo quiera. Hasta hace unos años observamos el fenómeno de complacencia en niños, más entre niñas, con respecto a sus padres. Los pequeños sentían que debían complacer a sus progenitores para conseguir su amor. Hoy presenciamos que son los padres los que complacen, y no los niños. Recuerda que educar no es complacer, muchas veces es frustrar a tu hijo. En la complacencia no se tiene en cuenta lo que un niño necesita psicológicamente: se le brinda lo que quiere, lo que pide. La prueba es que se le da lo que quiere pero el niño se sigue sintiendo mal. En la complacencia los padres esperan que el hijo esté satisfecho, pero se queda insatisfecho pues ni el adulto ni el chico se conectan con sus verdaderas necesidades. Esto causa una gran frustración a muchos padres, que afirman “le doy de todo y siempre está mal”. El gran desafío es descubrir qué necesita tu hijo realmente. Cuando un niño demanda que le compren, que le den, que lo lleven y el padre lo complace, le quita la oportunidad de que descubra lo que realmente está buscando a través de esos pedidos.
La segunda C es control. Este se ejerce desde el miedo: la persona que controla tiene miedos no conscientes. Por lo tanto trata de controlar la situación, pero no siente sus temores que son la causa de muchas de sus conductas. Cuando una madre siente miedo, tal vez, de que le suceda algo peligroso a su hijo, lo llamará al celular para saber dónde está, a qué hora llegará, qué está haciendo. Controla para tapar su miedo, pero no contacta con lo que está sintiendo en ese momento, y al mismo tiempo transmite a su hijo su preocupación. El control no ayuda ni al controlador ni al controlado, ni al padre, ni al hijo, pues es un intento fallido de tranquilizarse por parte del adulto. Además si algo negativo tiene que suceder, el control no lo impedirá. El padre controlador tiene miedo de que le suceda algo incontrolable, se siente ansioso, es invadido por pensamientos negativos, recurrentes y persistentes. No puede dejar de pensar en su hijo, y esto le aumenta su temor y preocupación.
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Cada vez vemos más padres hiperpreocupados por sus hijos. Sostenemos que la vida actual eleva el estrés y éste aumenta los miedos. El control de los padres transmite inseguridad a sus hijos, pero no soluciona el tema de fondo que es el miedo que siente el adulto. Cuando una persona siente temor pero no se hace cargo del mismo, lo proyecta en otras personas. Nosotros dividimos los miedos de los padres en cuatro grupos según el tema o contenido de los mismos. Existen padres que temen por la salud de sus hijos y están todo el día pendientes de cualquier síntoma. Otros padres se preocupan de los vínculos sociales. Un padre obsesionado por la vida social de su hijo tratará de controlar como su pequeño se relaciona con amigos, compañeros de clase, si es invitado a distintas fiestas, a jugar a la casa de amigos. Otros padres se obsesionan por el rendimiento académico. Están pendientes de cuánto estudian sus hijos, qué calificaciones obtienen y muchas veces, debido a la presión que sienten, culpan a las maestras del bajo rendimiento obtenido. Otros padres presentan miedos a que ocurran todo tipo de accidentes: de tránsito, que se caiga, que pierda objetos importantes, que sucedan todo tipo de fatalidades. Como dice el dicho popular, no hay que preocuparse, sino ocuparse. Tomar las medidas necesarias para evitar los peligros, pero luego permitir que los chicos hagan su vida, de acuerdo a su edad y madurez. Observamos que los muchos padres sobreprotegen a sus hijos ante sus propios temores. La sobreprotección consiste en hacer lo que el niño puede hacer por sí solo, por ejemplo, puede cuidarse o realizar libremente ciertas actividades. El adulto temeroso no permite que las realice, y el chico empieza a sentirse inseguro, débil, temeroso, dependiente. Esto le origina fuertes sentimientos de rabia y hostilidad hacia la persona que lo sobreprotege. El tema es que el niño sobreprotegido no se pone en contacto con lo que él es capaz de hacer y en cambio se llena de miedos y rabia acumulada que no expresa. Los padres tienen que proteger a sus hijos, pero cuando los controlan o sobreprotegen no los ayudan. Para eso tienen que enfrentar sus propios miedos y desarrollar su capacidad de amar. La protección nace del amor, en cambio el control y la sobreprotección se alimentan del temor, de la preocupación, de la obsesión. Ante los miedos la única forma de enfrentarlos es llevarlos a la consciencia, nombrarlos, y con mucho amor y confianza disminuirán. Existe una marcada relación entre la confianza que el padre tiene y la que brinda a su hijo. Si el padre carece de confianza en sí mismo, le será muy difícil confiar en su pequeño. La confianza ayuda a enfrentar y disminuir los temores. Amor y confianza son dos elementos que permiten que la persona pueda enfrentar sus propios temores. Hace pocos días recibí un mensaje por mail que decía que la tristeza mira hacia atrás, la preocupación mira alrededor, la depresión hacia abajo, pero la fe, siempre mira hacia arriba.
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La tercera C es consumismo. Es la acumulación de productos, compra o consumo de bienes y servicios considerados no esenciales, entendido como adquisición exagerada. La persona consumista idealiza sus efectos y consecuencias asociando su práctica con la obtención de la satisfacción personal e incluso de la felicidad personal. El pensamiento que lleva al consumismo sería que cuanto más consumas, te sentirás mejor. El consumismo implica consumir nuevos productos y servicios por el solo hecho de consumir, sin necesidad. Es importante aclarar qué produce esto en el niño. Este punto ya fue mencionado en el capítulo anterior, pero lo retomamos como forma de completar el esquema de las cuatro C. Si estas aburrido, triste, te sentís solo, enojado, te brindo un objeto o servicio que vendrá del mundo exterior y te aliviará. Existen dos puntos peligrosos: la supuesta solución es pasajera, efímera y, en segundo lugar, viene siempre del mundo exterior. Así el niño pierde la oportunidad de contactar con sus propios recursos internos. Recursos internos son características que se encuentran en el interior de cada ser humano, inteligencia, simpatía, creatividad, humor, persistencia, imaginación, memoria, distintas habilidades que sirven al individuo para adaptarse en la vida diaria. Es sumamente engañoso y peligroso pensar que las soluciones a los problemas o el alivio a sentimientos displacenteros vendrán del mundo circundante. Así fomentamos la base psicológica de las adicciones. El adicto siente que ante su tristeza o desesperación, solamente la droga o el alcohol lo ayudarán. El obeso intentará en vano llenarse de comida, el comprador compulsivo de compras que no necesita, el jugador compulsivo intentará llenarse con lo que imagina ganará en sus juegos. En realidad, todos ellos recibirán solo un alivio muy corto, luego tendrán que aumentar su cantidad del objeto adictivo: alcohol, drogas, compras, comida, apuestas en el juego. En ese camino no se contacta con su mundo interior. Es un camino fácil al principio pero con el tiempo se transformará en muy peligroso. Este punto es crucial; hay que ayudar a que tu hijo busque y encuentre en sus recursos internos, de lo contrario será un dependiente emocional o de sustancias. La persona considerada dependiente emocional es adicta a los vínculos, presenta una tendencia a pegarse a las personas, sufriendo mucho pues lo único que le importa y la razón de su vida es el otro. Hace unos años había menos oferta de productos, menos estímulos en la sociedad, no se corría a los shoppings y hoy con toda la abundancia y facilidad para obtener, los niños no son más felices que antes. Los padres se estresan pensando en el futuro incierto de sus hijos y en los elevados costos de su educación y salud. Vemos padres que se endeudan para complacer a sus hijos. Esto está instaurado, aceptado, y a veces cuesta tomar distancia para analizar nuestros propios comportamientos. 44
La pregunta clave es si tu hijo lo necesita, si está triste o enojado. Tú no podrás borrar o anular mágicamente sentimientos displacenteros, y menos comprando objetos externos a él, engañándote y engañándolo que la posible solución vendrá mágicamente del consumo externo. La identidad de un niño no se puede formar por lo que tiene, eso es indicador de una personalidad débil y de muy baja autoestima. Esta tiene que ser formada no por posesiones materiales, sino por actitudes y conductas que realiza el niño, en definitiva, por el desarrollo de sus capacidades personales. El consumo no ha hecho que los niños sean más felices, ni favoreció el desarrollo de sus potencialidades.
La cuarta C es de culpa, la culpa que sienten muchos padres y que influye en la forma en que crían a sus hijos. Afirmamos que no es buena compañera para educar. La culpa está formada por una emoción que es la rabia retroflectada y exigencias introyectadas. Retroflexión es un mecanismo de defensa utilizado en terapia gestáltica donde el individuo envía a su interior sensaciones, sentimientos displacenteros y se hace a sí mismo lo que le gustaría hacer a los otros o lo que gustaría que le hiciese otro. La retroflexión se puede presentar de manera tanto negativa como positiva. De manera negativa sería cuando tienes muchas ganas de darle un cachetazo a tu hijo y como sabes que es malo prefieres apretarte tu puño o labios para evitar pegarle, y de ese modo orientas la rabia que sentís por algo que hizo tu hijo hacia ti. La manera positiva sería cuando necesitamos una muestra de amor por ejemplo una caricia y no tenemos nadie que nos acaricie entonces nos acariciamos nosotros mismos para sentirnos amados ya que es algo que nos gustaría que nos hiciese otro. La retroflexión es un proceso psicológico que en Terapia Gestalt supone la inhibición de la acción dirigiéndola hacia uno mismo. En su forma patológica, la retroflexión se da cuando evitamos enfrentarnos al ambiente conduciendo la energía hacia nosotros mismos y nos sentimos incapaces de actuar sobre el mundo. Introyectos son ideas fijas, preconceptos que todo ser tiene en forma no consciente y que le digitan la vida. Estos son tomados durante el crecimiento de los padres, maestros y adultos significativos en general. En Gestalt, nos referimos a introyecto para hablar de una idea que la introducimos en nuestro interior, es como si tragamos lo que nos dan o dicen sin masticarlo, sin crítica, selección ni ajuste a nuestra necesidad personal, corriendo el riesgo así de llenarnos de mandatos, órdenes, etc. Estas ideas, normas o valores las asumimos como propias pero vienen del
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mundo externo, e impiden la satisfacción de las necesidades. Así, tenemos ideas aparentemente asumidas como que las mujeres somos suaves por el hecho de ser mujeres, que los hombres no lloran, que la vida es un valle de lágrimas o que el trabajo, el esfuerzo y el sacrificio son sagrados. Que hay que pegar a los hijos para que obedezcan, que hay padres que tienen suerte con sus hijos pues le hacen caso, etc. Los introyectos muchas veces son estereotipos, refranes, dichos, modelos y creencias profundamente arraigados, tragados sin hacer un cuestionamiento. Para sentir culpa se necesita bronca sobre uno mismo y un introyecto llamado exigencia. Todo aquel que se sienta culpable tiene dentro de sí rabia y exigencias. Rabia sin exigencias no produce culpa. En los trastornos de personalidad antisociales y psicopatías, la persona no tiene culpa, arrepentimiento o remordimiento, lo cual hace imposible el tratamiento psicológico. El psicópata no sufre pues no siente culpa, el dolor ajeno no le llega.
La culpa conlleva algo negativo, pues parte de la base de que algo se ha realizado mal o se ha evitado llevar a cabo y se tiene que pagar por eso. Implica realizar un determinado comportamiento para reparar el daño efectuado. La persona tiene exigencias y cuando no las cumple aparece la rabia, inmediatamente se vuelca sobre sí mismo y sobreviene la culpa. Muchos padres se sienten muy exigidos con respecto a sus hijos. Existe un introyecto que dice que hay “que darle mucho a los hijos” sobre todo en lo material. Esto lleva que muchos padres se sientan culpables pues no cumplen con esas ideas tan de moda en la sociedad. La exigencia se formula racionalmente y comienza con los famosos: “debería comprarte”, “debería anotarte en tal curso” o “debería llevarte de vacaciones a tal lugar”. Existe una diferencia entre exigencias y motivaciones que son sentidas. Las primeras nunca se satisfacen, las segundas se sienten, no se razonan y pueden encontrar satisfacción. No es lo mismo decir “deberías ser solidario”, que crear en el niño el deseo o motivación de ser laborioso o cooperativo. Si se le transmite sin presiones la importancia de trabajar y ayudar a los otros, el pequeño las hará propias y lo orientarán para la acción. Lo más importante es que encontrará placer en sus actividades. Esto es crucial en su desarrollo emocional. Una misma idea puede ser transformada en exigencia o deseo según la forma de transmitirla. Si tiene la motivación o deseo de ser generoso, sentirá ganas de ayudar y no pensará “tengo que”, sino “quiero”. No te sientas culpable si se filtran algunas exigencias. El mundo está lleno de adultos exigentes infelices que no encuentran satisfacción pues viven pensando que “tienen que”. Trata de que tu hijo se sienta motivado, con deseos, para eso muéstrale las partes positivas de la vida, no lo
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presiones, pues así se construye el suelo fértil para las exigencias y culpas. Cambia el “deberías” por el “quieres”. Existe una gran diferencia entre “me siento exigido en el proceso de educar a mi hijo”, y “quiero y me preocupo por brindarle lo mejor en todos sus aspectos”. Los padres tienen culpa por diferentes causas: 1. Por el poco tiempo que están con sus hijos debido a las largas horas de trabajo y las múltiples actividades que realizan. No se puede reparar o compensar si tú, padre, estás poco tiempo. Sí podrás poner intención que durante el tiempo que estés junto a tu hijo, solo lo atiendas a él, te focalices solo en tu hijo. Para eso tendrás que realizar una conducta: apagar todos los teléfonos, computadoras, elementos que distraigan. Pon fuerza interior en la calidad del tiempo que pases con tu hijo. Es importante la cantidad y calidad de tiempo. Si no puedes estar más tiempo, por lo menos invierte esfuerzo en que la calidad sea buena. 2. Muchos padres sienten culpa por no poder comprar a sus hijos todo lo que ellos piden. Es bueno recordar que el consumismo, como lo explicamos en el párrafo anterior, no es la causa de la felicidad, solo de un placer pasajero. Se pueden cambiar los pedidos por generar actividades en conjunto que no cuestan plata y que generan gran satisfacción en los chicos. Los momentos compartidos en familia generan más recuerdos positivos que los objetos. 3. Otra fuente de culpa es la desintegración de la familia nuclear: la cantidad de divorcios y familias uniparentales. Observamos muchos padres divorciados y otros que forman familias sin pareja. En ambos casos sienten culpa por no educar a sus hijos dentro de una familia típica, (aclaro que no típica en la actualidad, sino hasta hace unos años, formada por padre, madre e hijos.) Todos los niños, sin importar el lugar de nacimiento, necesitan sentir la autoridad parental. La autoridad de los padres no tiene que ver con el estado civil de los adultos, ni posición económica, ni cultural de los mismos. Está relacionado con que el padre pueda saciar las tres subfamilias de necesidades afectivas para que el niño lo sienta autoridad. Dicho con otras palabras, el futuro de tu hijo no dependerá de lo que el compres, ni de tu situación civil;, lo más importante es que te posiciones frente a él como autoridad, ni autoritaria, ni permisiva. Los padres pueden prevenir muchos problemas si consultan en los primeros años de vida a un profesional especializado en niños.
En la consulta observamos que muchos padres piensan que fijan límites y no entienden la causa de que sus hijos no los obedezcan. El tema es que solo un padre que ocupa su rol de 47
autoridad fija y sostiene límites. Cuando el padre no está bien posicionado en su rol, el niño no lo respeta. Ante la frustración que produce la desobediencia de su hijo, observo que ciertos padres le piden, le imploran a sus hijos como de igual a igual, que hagan caso. Otros tratan de convencerlos y otros los amenazan. Las amenazas, como lo dice su nombre, no se sabe si serán cumplidas, por lo tanto brindan mucha inseguridad. El niño siente que su padre lo amenaza, pero no puede predecir si cumplirá o no dicha amenaza. En los primeros años de vida muchos padres, cuando los hijos no quieren realizar una conducta en la vida cotidiana como vestirse, comer, bañarse, amenazan con algo que es intocable: el amor que siente el padre hacia el hijo, a pesar de que puede estar muy enojado con él. Escuchamos frases como: “come todo o mamá no te quiere más”. El amor es incondicional y ni la frustración, ni el dolor, ni la furia que siente el progenitor, lo debe obnubilar. La amenaza nace de no saber como posicionarse frente al otro. El niño siente que el padre no tiene las herramientas para hacerse respetar y amenaza, pero esto lo coloca en una situación de debilidad. Si tratas de convencer, persuadir o amenazar te sales de tu rol pues eso no corresponde a la autoridad. El límite nace del amor, nunca de la rabia, ni desesperación que siente el padre. Observo que la mayoría de los niños que presentan problemas de conducta se educan en un ambiente sin límites, ya sea porque el padre no los fija o intenta a través de métodos que contradicen la puesta de límites y que fueron enumerados anteriormente.
Es importante no confundir conceptos como rabietas y desobediencia. Una rabieta o berrinche o pataleta es un ataque de llanto o gritos sin causa. El niño comienza a patalear, se desconecta de la realidad, no escucha, se descontrola. Comienzan en el final del primer año de vida y pueden durar hasta los cuatro años, inclusive. Se deben a la baja tolerancia a la frustración. No tienen una causa aparente, pueden comenzar sin motivo. El niño pequeño tiene un yo débil incapaz de soportar la frustración. Con un desarrollo emocional adecuado tienden a decrecer en intensidad y frecuencia hasta que desaparecen. Son fenómenos evolutivos normales, pero si persisten hasta los cinco años es una señal de que algo más está sucediendo. Lo que importa es la actitud de los padres para ayudar a los hijos a pasar este período.
¿Cómo podemos ayudarlos durante una rabieta? * Primero, respirar y calmarse. * Cuidar de que el niño no se haga daño, a él o a otros. * Darle algún objeto irrompible, un almohadón, por ejemplo, para sacar la rabia.
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El niño no lo hace a propósito, es un ataque de descontrol. Se desconecta de la realidad circundante, por lo tanto si le hablan, no escuchará. Ustedes se cansarán de hablarle y él no los oirá. Lo que NO debemos hacer es: * Amenazarlo. * Tratar de complacerlo.
A veces es tal la vergüenza o desesperación de los padres que lo amenazan para que cesen los gritos. En otras situaciones tratan de callarlo prometiendo comprarles algo. En este caso, el mensaje educativo es: Si gritas o pataleas, recibirás lo que quieres. Debemos distinguir entre una rabieta y un capricho. La primera no siempre tiene una causa y nada la calma. En el segundo caso, si se le da al niño lo que quiere, se calma. Es decir, el niño lo usa como un medio para conseguir algo, por lo tanto nuestra actitud tiene que ser distinta. Cuando estamos frente a una rabieta sólo pueden darle un objeto irrompible para que él pueda expresar su rabia contra éste. No hay otra cosa que lo calme. En los caprichos debemos poner límites, pues el niño tiene control y utiliza su fuerza para obtener lo que desea. Un ejemplo muy común son los gritos en el supermercado para que le compren más golosinas. El niño grita y los padres, muchas veces por vergüenza, sucumben y le dan lo que pide para que se calle. ¿Qué hacer en estos casos? *Antes de salir se hace un contrato: Te compro dos chocolates o un paquete de caramelos. Él elige entre dos opciones que los adultos le presentan, y lo que decida lo dejan estipulado claramente antes de ir de compras. *Si quiere más de lo pactado lo dejan gritar, gritará una vez, dos y luego aprenderá que con los gritos no consigue nada. *Deben sostener lo que se ha pactado en la casa. En el período de las rabietas comienzan los problemas vinculares entre los niños y sus madres, pues éstas no saben cómo actuar frente a aquellas. Algunas mamás se desesperan y esto aumenta la intensidad de las rabietas, lo cual trae como consecuencia un desgaste en el vínculo entre ambos.
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Es muy importante que el padre distinga entre una pataleta y un capricho pues se responde de distinta forma. Cuando uno recurre a consultar a un psicólogo infantil puede prevenir futuros problemas pues el niño está formando su personalidad. La psicología infantil y el trabajo con padres y maestros tienen un aspecto muy importante en la prevención. Nadie nace sabiendo la diferencia entre berrinche y capricho, ni qué es realmente y cómo se fija un límite. Todo padre hace lo máximo para el bienestar de su hijo, pero repite, en forma no consciente, modelos educativos que fueron aplicados con él cuando era niño y que no siempre son los más adecuados.
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CAPÍTULO 3 / TERCER PILAR FORTALECER LA AUTOESTIMA DR. ARIEL GOLD
¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE AUTOESTIMA? "El problema es que este niño tiene baja autoestima". Todos escuchamos este enunciado muchas veces. Por lo menos, la palabra “autoestima” asociada a las actitudes de ciertas personas. “La autoestima” es un concepto popularizado en los últimos tiempos. Y tal vez al hacerlo perdió su verdadero valor. Pero no por eso deja de ser cierto que una buena autoestima es fundamental para el desarrollo saludable de una persona, para poder establecer objetivos adecuados en su vida y tener o generar las conductas que le permitan lograrlos. La dificultad está en entender que la autoestima como tal es sólo un concepto teórico. Pero podemos transformarlo en un instrumento práctico, si analizamos una de las múltiples formas de entender cómo se conforma este constructo teórico. Para hacerlo comenzaremos por brindar una definición operativa. La autoestima es un concepto teórico que implica: • sentirse valiosos, por el mero hecho de ser humanos; • sentirse competentes, aunque nos equivoquemos muchas veces. • e ir desarrollando la capacidad de regular nuestras emociones y conductas. Claramente surgen de esta definición tres conceptos básicos que llamaremos “pilares de la autoestima”. Estos son: •
percepción de autovalía
•
percepción de competencia
•
autorregulación
Lo representaremos con el esquema siguiente:
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Dado que profundizaremos en primer lugar en dos de los pilares básicos, lo reordenaremos de la siguiente manera.
Percepción de autovalía es la idea básica que se va conformando el niño de “cuánto vale” como persona. Teóricamente la respuesta debiera ser una sola: “valgo, porque soy humano”.
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Pero en los hechos la percepción de autovalía está influida por varios factores, entre ellos: la historia de vínculos que va estableciendo el niño a lo largo de su vida, (y ya desde su concepción) con las figuras significativas, y status en su grupo de pertenencia, las diferencias que se establecen con los otros por su aspecto físico, status social, etc. La demostración explícita de afecto por parte de las figuras significativas del niño y el evitar la humillación (a través del maltrato físico o psicológico) han sido establecidos como los factores fundamentales.
Nos referimos a niños que son aplaudidos por su esfuerzo, mimados por sus padres y abuelos, reforzados ante sus buenas acciones y estimulados a corregirse cuando se equivocan, en contraposición con chicos que son abandonados, utilizando de modo indiscriminado y sin control las pantallas, sin que nadie preste atención a sus deseos y necesidades. Por otro lado, la percepción de autovalía puede verse afectada por la percepción de competencia. Este segundo “pilar de la autoestima” no responde al cuestionamiento “cuánto valgo” sino “cuánto puedo”. A través de la historia de éxitos y fracasos, el niño, y luego el adolescente, va a ir desarrollando la idea de su competencia. Todos tenemos diferentes potencialidades en las distintas áreas de competencia: social, académica, deportiva, etc. Pero una cosa es la “competencia” de cada uno y otra es la “competencia que yo pienso que tengo”. Esta es la percepción de competencia. Preguntemos a un niño de 10 años cómo se ve jugando al fútbol. Digámosle que se ponga un puntaje del 1 al 10, calificando 1 al jugador más flojo de su clase y dándole 10 puntos al mejor. Supongamos que dice “5-6”. Esta es su percepción de competencia deportiva como jugador de fútbol. Ahora vayamos a su profesor de Educación Física y preguntémosle qué puntaje le daría con la escala que hemos construido en base al mejor y al peor jugador. Tal vez nos diga “5-6”. Nuestro niño tiene entonces una adecuada percepción de competencia. Pero si el niño hubiera contestado 2-3, diríamos que tiene una baja percepción de competencia en esa área. Y tal vez nos diga que cuando lo invitan a jugar él no va porque “es espantoso”. Esto mismo puede sucederle respecto a dibujar, contar, leer, hacer cuentas, armar un puzzle, etc. En los casos de elevada percepción de competencia, al niño le cuesta medir los riesgos y el esfuerzo que tendrá que realizar para tener un resultado adecuado. Siente que todo lo puede y que es mejor que los demás.
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Imaginemos ahora un estudiante con dificultades en la lectura. Representaremos esta competencia en el esquema de autoestima.
Como se ve en este esquema, la baja competencia por sí misma no tiene por qué afectar la autoestima del niño. Esta se sostiene en la percepción de autovalía. Si tiene una adecuada percepción de competencia (pese a que en este supuesto caso su “competencia” lectora es baja), no rechazará en principio la ayuda de un profesor. Si tiene elevada percepción de competencia dirá que “con un repasito ya está”. Si tiene baja percepción de competencia, tal vez acepte ayuda pero la expectativa será de fracaso y no de éxito. Por lo tanto vamos viendo que la percepción de autovalía y de competencia no importan sólo en el campo teórico, sino que influyen directamente en las conductas de ese chico.
Los padres y la percepción de competencia de sus hijos ¿Qué aspectos del vínculo padres-hijos pueden influir en la percepción de competencia? Los factores más estudiados se refieren a: •
Exigencia exagerada de los padres (no acorde a su edad, por ejemplo).
•
Hacer por el niño lo que el niño puede hacer por sí sólo: la sobreprotección.
•
No permitirle fracasar. Que equivocarse sea vivido como una experiencia muy negativa, sin posibilidad de “probar de nuevo” o “reparar”. 54
Si el niño no experimenta situaciones de éxito (por exigencias a las cuales no puede acceder) o de fracaso (porque no lo dejan equivocarse, sobreprotegiéndolo), o si fracasa por falta de práctica o por impulsivo y es castigado sin posibilidad de reparación (de probar de nuevo), le transmiten la idea de “no poder”. Al igual que si hacen por él lo que él podría hacer por sí mismo, la idea básica que desarrollará es: “NO PUEDO”. Una forma de contrarrestar esto sería a través de la asignación de un rol en el hogar. Fomentar la idea de que es parte de un equipo, y su papel es, por ejemplo, ser el que levanta la vajilla de la mesa los fines de semana, o lavar su taza cada vez que la usa, o ayuda a escribir la lista del supermercado que la mamá le dicta, o ayuda a “sostener el destornillador” mientras el papá arregla la puerta del aparador, etc. El sentirse parte de un equipo mejora la percepción de competencia. Por eso es importante que tenga una integración adecuada en la institución educativa, club, parroquia, etc. En ciertos casos la percepción de competencia puede influir en la percepción de autovalia. Esto se debe ya sea a una baja percepción de competencia mantenida en el tiempo o adecuada pero con un funcionamiento “como si fuera baja”.
Decimos que tiene repercusión emocional. Este es el caso en que el niño sólo acepta la competencia “muy buena” o “excelente”. En estos casos sus padres y maestros podrán observar lo mal o poco que este estudiante tolera la mínima frustración. Hablamos de “baja tolerancia a la frustración”. El niño se enoja mucho cuando no es el mejor de la clase, o el más rápido en resolver determinado problema, o cuando su hermano obtiene más puntaje en un juego de computadora, etc. Puede suceder que el niño no quiera participar en juegos competitivos si no tiene la certeza de que va a ganar, o que abandone el juego en la mitad con cualquier excusa en el momento que se da cuenta que va a perder. En este tipo de niño , se van conformando “diálogos internos” del tipo “valgo si puedo”, “valgo sólo si tengo éxito”, “valgo si no me equivoco” o “valgo si soy el mejor”. Esto empieza a erosionar el concepto de “Valgo porque soy humano”.
Esto lo podemos esquematizar así:
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Como vemos, no siempre la baja competencia tiene que afectar la autoestima. Esto dependerá del ínterjuego entre los factores analizados.
Nuestros hijos y los otros: la competencia social Una vez que entendimos el concepto de competencia,
percepción de competencia y su
vínculo con la percepción de autovalía, profundizaremos en un tipo de competencia particular, fundamental en el desarrollo del niño: la competencia social. Se trata de “la habilidad para interactuar con otros en un contexto dado de un modo específico, socialmente aceptable y valorado y que sea mutuamente beneficioso o primariamente beneficioso para los otros”. Dado que vivimos en sociedad y a lo largo de toda la existencia tendremos que estar en contacto con otras personas, es clave para el devenir futuro de los chicos esta competencia. Las personas que no logran desarrollar adecuadamente esta capacidad, son vistas muchas veces como “genios – locos”, huraños, con dificultades para formar una pareja, un grupo de amigos, trabajar en equipo, etc. Existen múltiples casos de personas muy talentosas, que lograron generar grandes aportes a la humanidad, pero que tenían dificultades en este aspecto. Uno de ellos sería Steve Jobs, según se indica en las diversas biografías publicadas.
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Analicemos: la competencia social es una capacidad. Como toda capacidad, podrá desarrollarse como una fortaleza o como una debilidad. Esto dependerá entre otras cosas de ciertas “facilidades” o dificultades que traemos desde que somos concebidos. A partir de esta potencialidad, el contacto con “otros significativos” ayudará o dificultará el desarrollo total, parcial o nulo de esta capacidad. El resultado final será la competencia social como fortaleza o como debilidad. La competencia social como fortaleza es la que permite por ejemplo tener éxito en una entrevista de trabajo, generar rápidamente nuevos vínculos ante un eventual cambio de colegio o barrio, etc., lo que sin duda repercute en la sensación de bienestar de la persona.
Un concepto que manejamos con frecuencia, y que sugerimos a nuestros lectores, es la interacción capacidad – esfuerzo. La idea básica es que una vez que el niño va reconociendo su competencia social y logramos que se acerque a una percepción de competencia social adecuada, en la hipótesis de que su competencia social no es buena, podemos complementar este déficit, con esfuerzo. Podríamos entender el esfuerzo como la energía transformada en fuerza para lograr una meta determinada. La gran diferencia entre capacidad y esfuerzo es que este último depende de nosotros, o sea, está bajo nuestro control. El tener una mayor o menor capacidad en determinada área no siempre está bajo nuestro control. El realizar mayor o menor esfuerzo sí. El esfuerzo que le pediremos a nuestros hijos (o alumnos) es que no eviten el contacto social. Que busquen alternativas convenientes en su tiempo libre. Pero el esfuerzo no asegura el “éxito de nuestra gestión”. Muchas veces hacemos es-fuerzo poniendo el sentido de la fuerza en un lugar equivocado. Por eso a veces debemos re-direccionar el esfuerzo del niño para que sea más efectivo. Que si no se adaptan a grupos grandes, interactúen con grupos pequeños, que si no se animan a ir a dormir a la casa de amigos, empiecen por invitar amigos a casa, que si no se animan a quedarse solos en un cumpleaños, se queden solos por lo menos media hora, etc. Nuestro acompañamiento en este proceso será clave. De acuerdo a la definición que hemos elegido, no sólo son importantes las conductas que el niño presenta sino el contexto en que se emiten y la validación social de dicho comportamiento. Esto implicará además el concepto de los beneficios personales de las partes involucradas en la interacción. Hay estudios que muestran dos factores que parecen relacionarse estrechamente con la competencia social y la habilidad para hacer amigos: 58
1 – Percibir a los demás como fuente de satisfacción más que como fuente de privación. 2 – Tener la oportunidad de experimentar interacciones sociales que refuercen y hagan agradable el dar y recibir afecto. En el primer caso hablamos de un niño que sabe que si viene un amigo le deberá prestar sus juguetes, pero igual es más divertido que jugar solo, por ejemplo. El segundo punto refiere a todas las oportunidades donde el contacto con otro nos llena el alma: celebrar cumpleaños, el cuento de buenas noches, las cenas diarias en familia, etc. Sin embargo estas interacciones sociales no ocurren solo en casa sino que se darán en tres ámbitos fundamentales: •
El hogar.
•
La institución educativa.
•
El grupo de pares.
Entonces ¿La competencia social se aprende? Sí. Digamos que se va construyendo, pero la materia prima la traemos desde el nacimiento.
Yo te miro, tú me miras ¿Cómo aprenden los niños esto de relacionarse? Una de las formas de aprendizaje más poderosas en el ser humano es el aprendizaje por observación. El aprendizaje por observación requiere habilidades propias previas y actitudes determinadas del medio. Dentro de las habilidades propias destacamos cierta indemnidad de las llamadas funciones instrumentales.
Las funciones instrumentales son aquellas herramientas con las que cuenta la inteligencia para hacer más efectiva su labor. Podríamos emularlo a los programas de un ordenador. La inteligencia sería el disco duro, y las funciones instrumentales, los programas. Las funciones instrumentales que permitirán al niño desarrollarse con mayor facilidad son: •
El lenguaje.
•
La capacidad perceptivo- motora.
•
El Sistema Supervisor Interno.
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La afectación de cualquiera de estas funciones va a disminuir la competencia en diferentes áreas.
Dado el objetivo de este capítulo, reseñaremos el llamado Sistema Supervisor Interno, si bien es necesario que los padres también actúen cuando perciben dificultades en el lenguaje o capacidad perceptivo-motora.
Si bien excede el alcance de este capítulo su desarrollo, mencionaremos que los componentes básicos del Sistema Supervisor Interno son: -
Sistema atencional.
-
Memoria de trabajo.
-
Sistemas de control inhibitorio.
Y sus funciones principales: -
Detectar los estímulos del ambiente.
-
Clasificarlos en relevantes o irrelevantes para ese momento y ese contexto.
-
Decidir si vale la pena emitir ciertas conductas en este momento o no.
-
Evaluar beneficios y riesgos de lo que voy a hacer.
-
Modificar los comportamientos si lo decidido no era conveniente.
-
Supervisar lo que se está llevando a cabo.
Para que puedan cumplirse estas funciones, el niño deberá ir desarrollando una serie de capacidades que forman parte de su autorregulación.
El SI o NO que hacen la diferencia: hablemos de autorregulación Nos acercamos así al tercer pilar de la autoestima. De este pilar dependerá en gran parte la capacidad de toma de decisiones cuando el niño vaya creciendo, especialmente a medida que se va acercando a la adolescencia.
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Porque la autorregulación no es otra cosa que la habilidad de un individuo para parar, pensar y después actuar, por lo tanto será crucial cuando nuestros hijos se enfrenten a quienes les ofrezcan alcohol, drogas, o se enfrenten a un jefe o un compañero de trabajo desagradable, o tengan un altercado en la calle a raíz del tránsito congestionado, etc. Sigamos el mismo esquema de desarrollo que utilizamos cuando nos referimos a la competencia social. Nuevamente nos encontramos con factores propios y otros del ambiente influyendo en el desarrollo de la capacidad de autorregulación. Dentro de los factores propios destacamos el temperamento: una condición congénita que implica un modo básico de relacionarse y vivenciar la realidad con un trasfondo heredado. El temperamento estará presente durante todo el transcurso de la vida pero con el tiempo se verá integrado al resto de las funciones psíquicas y será modulado por toda la experiencia social.18 Sobre esta base congénita actuará el ambiente moderando, reforzando o extinguiendo determinadas conductas. Esto implica que los factores propios son condiciones importantes pero no suficientes. Deben estar complementadas por la respuesta social significativa. El refuerzo social es uno de los más importantes para la adquisición y mantenimiento de la conducta interpersonal. Este reforzador social debe provenir de figuras significativas. Las primeras y más importantes son los componentes de la familia. La familia, grupo social básico, donde se producen los primeros intercambios de conducta social y afectiva, valores y creencias, tiene una influencia decisiva en el comportamiento social. Los padres son los primeros modelos significativos de conducta social afectiva y los hermanos constituyen el subsistema primario para aprender las relaciones con pares. Veremos cómo el estilo de crianza adquiere peculiar importancia en el desarrollo del sistema de autorregulación. Un concepto básico a desarrollar es que el niño cuando nace tiene la potencialidad de autorregularse en el futuro. Pero su presente es totalmente desregulado. El pasar de un estado de desregulación a uno de progresiva regulación dependerá del ambiente en que se producen las primeras interacciones. El temperamento, entre otras condiciones, influirá en la mayor o menor facilidad del ambiente para que el niño vaya construyendo su sistema de autorregulación de las emociones y las conductas. 18
Sepúlveda, Juan E: “Adolescencia y delincuencia”, en Psiquiatría y psicología de la infancia y Adolescencia; Arturo Grau y Julio Meneghello, Ed. Panamericana, 2000).
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Para la construcción de este sistema, las figuras significativas de su familia deberán generar el desarrollo de dos sistemas básicos de autocontrol: el control de espera y el control de impulsos. Aprender a esperar antes de emitir una conducta es básico para convivir. Esto lo va aprendiendo el niño en la medida que en su medio familiar se desarrollen situaciones de espera. Esto se da mediante las rutinas del hogar. La mamá, a través de las rutinas de alimentación, de sueño, de higiene, de juego, va desarrollando en su niño la capacidad de espera. Si bien esto se seguirá desarrollando durante toda la vida, las bases se dan en los dos primeros años de vida. También son adecuados para este proceso los juegos de construcciones (incluso aquellos que llevan varios días), cocinar juntos para luego ver y probar el resultado, hacer manualidades en varias etapas, etc. Sobre este control de espera se desarrollará el control de impulsos. Esto implica el poder postergar la gratificación, el poder separar lo que “siento ganas de hacer” de lo que “es conveniente en este momento hacer”. Piense en la importancia de desarrollar este control en la toma de decisiones de nuestros adolescentes. Si bien muchos factores influirán en este desarrollo hay uno que es básico: que el niño haya escuchado algunas veces cosas tales como “yo sé que quieres esto, pero NO puedes”. Nos estamos refiriendo a los límites. El desarrollo del control de impulsos se dará toda la vida pero las bases se construirán en los primeros cinco años. De modo que para desarrollar estos dos controles básicos el niño necesitará un ambiente con rutinas y límites. Al principio los niños necesitarán de reguladores externos. Luego irán interiorizando conductas que terminarán en el desarrollo del sistema de autorregulación. Para esto es fundamental que aparezcan los actores que deben establecer dichas rutinas y límites: los padres,
que, como se mencionó en otros capítulos de esta publicación, deben
estar físicamente presentes y emocionalmente disponibles para educar.
A esta altura podríamos preguntarnos: ¿Por qué los niños vienen cada vez más difíciles? Son muchísimos los padres que relatan que sus hijos se pelean, que no hacen caso, que les agotan la paciencia, que no saben cómo controlarlos, etc. Tal vez parte de esta respuesta la
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encontremos en la dificultad para encontrar buenos reguladores externos. El sistema de regulación de la conducta será básico a la hora de tomar decisiones. Savater afirma en su "Ética para Amador" que “entre todos los saberes posibles existe al menos uno imprescindible: el de que ciertas cosas nos convienen y otras no”. Y Octavio Paz en “La otra voz”: “La libertad no es una filosofía, ni siquiera una idea. Es un movimiento de la conciencia que nos lleva en ciertos momentos a pronunciar dos monosílabas: SÍ o NO. En su brevedad instantánea como la luz del relámpago, se dibuja el signo contradictorio de la naturaleza humana”. La capacidad de decidir de manera conveniente o no es un proceso complejo, en el que en un tiempo muy breve se ponen en juego miles de momentos previos a ese momento de decisión. La diferencia entre un “bueno, está bien, acepto, porque tengo ganas”, y un “no, aunque tengo ganas, sé que no me conviene” implica poner en juego parte de nuestra historia anterior que nos lleva a pronunciar uno de esos dos poderosos monosílabos que conducen nuestro camino hacia uno u otro lado. Ya se imaginará el lector que una persona con un sistema de autorregulación adecuada podrá tomar decisiones que, por lo menos, fueron pensadas antes de ser llevadas a cabo. Pero la toma de decisiones implica una práctica previa. Y si el niño no fue “entrenado” para la toma de decisiones, le faltará la práctica necesaria para llevar a cabo esto. Esto podrá tomar tintes dramáticos en la adolescencia. Un adolescente está en mejores condiciones de tomar decisiones si tiene adecuada información y si le han permitido sus educadores pasar por experiencias en las cuales tuvo oportunidad de optar y hacerse cargo de sus eventuales equivocaciones. Jaime Barylco, en su “Volver a casa”, relaciona la necesidad de enseñar a optar con el respeto básico por nuestros hijos/educandos: ”Respetar a nuestros hijos en su inteligencia que espera ser cultivada. Respetarlos en su necesidad de ser guiados, conducidos hasta que crezcan lo suficiente para poder decidir y optar. Podrán optar si les damos opciones. Si no tienen opciones no son libres. Y están condenados a la primera opción facilista que le venga de la calle, de la nada...”.
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Resumen Repasemos entonces el esquema que hemos seguido hasta el momento. La definición operativa de auotoestima nos permite conocer tres conceptos básicos. La interacción entre dos de ellos puede afectar la idea global de cómo se siente el niño consigo mismo.
Por otro lado, la capacidad de regular las emociones y las conductas dependerá por un lado de la fortaleza o debilidad “congénita” de este sistema y por otro lado de la disfunción como consecuencia de un estilo de crianza donde los padres no están físicamente presentes o emocionalmente disponibles para educar. Y un buen sistema de autorregulación es importante para tomar decisiones pensadas. Esto será fundamental en la adolescencia. Como resumen podemos volver a nuestro esquema inicial y agregarle la base fundamental para el desarrollo de una adecuada autoestima.
En el acrónimo A.R.T.E. se encuentran alguno de los factores que debemos considerar a la hora de visualizarnos como educadores: -
Amor
-
Respeto
-
Tiempo
-
Empatía.
De esta manera podremos ayudar a que nuestro hijo desarrolle lo bueno que hay en él: su inteligencia, su iniciativa, su sentido de responsabilidad, su sentido del humor y su capacidad de ser sensible a las necesidades de los demás.
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CAPITULO 4 / CUARTO PILAR EDUCAR CIUDADANOS DIGITALES PS. ROBERTO BALAGUER PRESTES
Yo quiero tener un millón de amigos El mundo cambió y tanto nosotros como nuestros hijos vivimos en él. Un mundo donde la tecnología ocupa un lugar impensado hasta hace pocos años atrás y que obliga a los padres a educar hijos con una infancia y adolescencia muy diferente a la nuestra. Las redes han sido las hadas madrinas que han vuelto visibles círculos de amistad antes ocultos para nosotros. Los amigos de los amigos de los amigos se han acercado y se han vuelto visibles a través de esta gigantesca plataforma social llamada Facebook. Los círculos lejanos de amistades se han vuelto cercanos y los cercanos corren el riesgo, por la tesis de Dunbar que dice que el número máximo de vínculos cercanos que podemos manejar es 150, de quedar en una segunda línea. La paradoja es que los clásicamente denominados por la sociología “vínculos débiles” se han fortalecido, al tiempo que los fuertes parecen debilitarse. Dicho de otra manera: las redes sociales acercan a los lejanos y alejan a los cercanos. No deja de ser una situación paradójica. Los adultos, inmigrantes digitales y escépticos, dudan de la amistad que se pueda establecer con 500, 1.000 o 5.000 amigos. Les parece -según su propia experiencia vital- que eso no es amistad, en sentido estricto, y quizá tengan razón. El problema, tal vez, también esté en el propio concepto de “amistad”, que es el que se pone en cuestión con el auge de las redes sociales. Fulanito tiene 2500 amigos y Mengano se abrió otra cuenta porque tenía más de 5000 amigos. ¿Es lo mismo ser amigo de Facebook que amigo-amigo a la vieja usanza? Mientras para los denominados “inmigrantes digitales” hay claras diferencias, para los “nativos digitales” esta disquisición no tiene mayor trascendencia. Evidentemente, las redes sociales están reestructurando el propio concepto de amistad, pero también el de identidad, tema que nos ocupará bastante en este capítulo.
La importancia de tomar conciencia de la existencia de la identidad digital Ya adentrados en el tema redes, preguntaremos: ¿Qué es Ia identidad digital? Esta suele ser la pregunta que comienzo formulando tanto a padres como a jóvenes cada vez que tengo la oportunidad de dialogar con ellos sobre estos temas. Es una interrogante que invita 65
fundamentalmente a la reflexión sobre las formas y consecuencias de nuestro accionar en las redes sociales. Las respuestas a mi pregunta suelen ser diversas. Nunca falta quien comenta que es algo así como la cédula de identidad, pero en el ámbito de Internet. En buena medida, esa respuesta es correcta. La identidad digital es algo similar a ese documento de identidad que nos acompaña en el mundo pixelado de Internet. No es nada material que ocupe espacio o pueda llevarse en el bolsillo. Esa inmaterialidad suele favorecer la creencia en su inexistencia. Pero, sin embargo, a pesar de la imposibilidad de ser tocada, esta identidad tiene cada vez mayor importancia. Por varias razones que exploraremos a continuación, entendemos que es necesario profundizar en la temática de la identidad digital para manejarnos adecuadamente en este siglo. Primero, ¿cómo es que se obtiene esa cédula? No se trata de un documento que algún organismo otorgue, sino que es algo que se construye paulatina y lentamente con el correr del tiempo. La construcción de esa identidad se va dando en la medida que somos ciudadanos de las redes, participamos en ellas, las habitamos, y así, vamos conformando ese identikit digital. En segundo término, ¿cómo está compuesta esa cédula? Básicamente se compone de las cosas que cada uno hace, pero también de las circunstancias en las que los otros nos ubican, por ejemplo: el etiquetado de fotos en Facebook. Mucha gente cree “no existir en Internet” cuando en realidad lo que sucede es que ignoran que hay cientos de fotos de su persona desparramadas por los muros de Facebook y las búsquedas de Google. Cada vez es más difícil escapar a los tentáculos de las redes sociales.
Se ha comparado también la identidad digital con un Currículum Vitae (CV) abierto al público y disponible online. Lo cierto es que el CV es algo más formal, acotado, controlable, mientras la identidad online supone mayores complejidades y bastante menores posibilidades de control. La identidad online es como una cédula, como un CV, pero también como un puzzle que se va armando con piezas propias y ajenas, a medida que transcurre el tiempo.
Socialización 24 horas Mi generación buscaba el teléfono para reencontrarse con sus pares. En las horas en las que no estábamos en el colegio o en el liceo, el teléfono fijo era nuestro único aliado en la búsqueda de la continuidad de los vínculos con nuestros pares. Los jóvenes de estas generaciones están en una situación cualitativamente distinta a la nuestra. Se encuentran en conexión por defecto, una nueva forma de socializar y habitar el mundo, más parecida a la de las sociedades llamadas tradicionales. El estado normal es la conexión, es decir la 66
coparticipación permanente con sus congéneres en territorios virtuales. La llegada de los smartphones o teléfonos inteligentes ha significado una agudización de esta situación. La socialización juvenil actual pasa por las redes sociales. Hoy es clave estar en ellas, formar parte de las mismas para estar “dentro de la conversación”. El riesgo es quedar excluido de las conversaciones, perderse de los aconteceres que allí suceden. Por tanto, la propia existencia juvenil también está atravesada por las redes sociales. No es un mundo “más allá” del material, sino una continuidad de los vínculos offline. Esto marca una notable diferencia con mi generación, la de sus padres y profesores y por tanto, necesita de una comprensión de este fenómeno desde el ángulo de la normalidad. “Pasan horas y horas frente a la pantalla”, “ya ni salen” son comentarios que suelen escucharse al respecto del uso de las redes por parte de los jóvenes. Como antes en la esquina o en los muros, las horas transcurren frente a la pantalla a veces solamente para “matar el tiempo” y sentirse acompañados. Las redes sociales han provocado que las conversaciones de los jóvenes sean hoy continuas; a veces comienzan en la materialidad y se continúan en la virtualidad y viceversa. Básicamente, las redes sociales y la mensajería instantánea los hacen estar en conexión, por defecto. Según las estadísticas de Nielsen, en Estados Unidos el adolescente promedio envía 3,339 mensajes de texto al mes, o lo que sería el equivalente a más de 6 SMS por hora de vigilia o un mensaje cada diez minutos.
Esta conectividad permanente tiene también sus consecuencias. La conexión veinticuatro horas hace que algunas problemáticas de socialización del mundo material que ya conocíamos, comiencen a trasladarse al ámbito específico de las redes. Con una interacción veinticuatro horas, los jóvenes se exponen mucho más a que haya problemas. Yo denominaría “sobreexposición social” a este nuevo fenómeno al que estamos asistiendo y este sí es un aspecto atribuible a las redes sociales virtuales. Es similar a esas vacaciones donde nuestros hijos llevan amigos y al cuarto día de convivencia se genera una intimidad que lleva a roces primero, a peleas más tarde. Al estar muchas horas en conexión se genera una situación similar a la del encierro. El encierro tiene la particularidad de generar irritabilidad y a la vez mayor intimidad. Por eso en Internet abundan los “te amo” y cuando aparece el enojo, los “te odio” alcanzan grados de virulencia importantes.
Por eso, no es extraño que muchas situaciones de dificultades en los vínculos se hayan trasladado al ámbito de la red. La desinhibición propia de la interactividad digital, la necesidad de responder “ya” genera también más agresividad, menos filtro, más amor, más flirteo. En Facebook y Twitter hay más “te odio” y más “te amo” que en la vida material. Se piensa menos la respuesta. Esta es más espontánea y por ende, trae consigo más riesgos de decir algo 67
inapropiado buscando ser gracioso, ingenioso o popular. En esas redes sociales existe también mucha menos negociación, menos tonos grises y muchos más malentendidos provocados por la charla escrita. En otro sentido, las redes lo que hacen es catalizar. Los grupos que funcionan mal, socialmente hablando, empeoran en la red. Los colectivos humanos bien cohesionados, aprovechan la red para generar más ligazón afectiva. Los grupos complicados, tienen nuevas herramientas online para hacer las cosas más difíciles aun.
Las preguntas que nos hacemos los padres En los primeros tiempos de las redes sociales lo que primaba era el anonimato. Los jóvenes entraban a
las salas de chat a conversar con extraños que se agrupaban según lugar,
intereses, sexo, hobbies, etc. El ICQ dio lugar al MSN y luego vino el florecimiento de las redes sociales, primero Facebook, luego Twitter. En la esencia de tecnologías como el MSN, Facebook, Twitter está justamente conocer gente “nueva”. El joven vive un tránsito de salida del cascarón sobre finales de su escolarización primaria que lo empuja a querer ampliar sus círculos de amistad a través de las redes. El miedo más profundo y angustiante de los mayores es que su hijo chico o adolescente sea vulnerable al accionar de un adulto perverso que aproveche las vulnerabilidades e ingenuidades juveniles y sus ansias de ampliar el mundo. Por eso, los padres buscan controlar el consumo de Internet y apelan a lo conocido para ello: tiempo y espacio. Cuánto tiempo y a partir de cuándo los dejan navegar y dónde debe estar la computadora que usan los chicos, son las preguntas básicas. En medio de todos los mitos que se han creado en torno a Internet, no resulta sencillo delimitar y acotar los accesos a ese nuevo mundo. Los adultos nos encontramos a medio camino entre la fascinación, el temor y el desconcierto frente a las cosas que hacen y no hacen los jóvenes en la red, en los celulares y en los cyber. Los padres preguntan si está bien controlarlos y hay que ponerles normas. La respuesta es clara. Definitivamente hay que hacerlo. Es una pregunta que no admite dos respuestas. Si bien muchas veces un doble click a tiempo nos vuelve invisible la pantalla, mostrándonos a las claras que nuestros hijos tienen mecanismos para evadir nuestros controles, eso no necesariamente debe dejarnos impotentes y paralizados.
¿Dónde? Hay que evitar que el mundo digital sea una zona de exclusión para los padres, quienes, como
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son denominados “inmigrantes digitales” parecen quedar por fuera de este universo de teclas. La cuestión es qué entendemos por controlarlos y cuál es la forma más adecuada de hacerlo. Ahí es dónde comienzan las diferencias de enfoque entre los padres. En esa línea, una de las primeras preguntas que surgen al ingresar una computadora a la casa es: ¿Dónde la ponemos? Es una pregunta frecuente que debe también atender a la edad del joven en cuestión. Para los más pequeños, tener la computadora en un lugar común de la casa permite supervisar mejor su uso y hacer de la experiencia de navegación algo socializante. Lo que se descubre navegando, se puede compartir con la familia, generando discusiones e intercambios. Hay que reconocer que la presencia
de la computadora cambia las formas de ocio y
comunicación de la familia. Se puede pensar en ubicar la computadora en un rinconcito del living o del comedor diario. Hay que tomar en cuenta también que si llega al dormitorio de los chicos, es difícil que vuelva a salir, a no ser por alguna penitencia.
A medida que los hijos van creciendo es fundamental también que sientan que se confía en ellos, que se les brindan espacios de privacidad que también son necesarios para un adecuado crecimiento. Si se pueden encontrar lugares comunes, que a la vez ofrezcan cierta privacidad, esto es ideal para los adolescentes. Recordemos nuestras eternas charlas telefónicas. La privacidad se va ganando en la medida que los accionares en la red son adecuados. Los padres deberán ir manejándose entre el control y la confianza a medida que los niños crecen, para ir dándole cada vez más espacio al desarrollo de su personalidad. Por eso, muchos padres posponen el comienzo de la vida en Facebook de sus hijos. Temen que sus hijos se equivoquen. Pero tan importante como ese cuidado, es comprender que los chicos se equivocan y es ahí, donde deben tener a mano a sus padres para encontrar salidas a esos problemas que se presentan. No se trata de que hagan las cosas bien siempre, sino que intenten hacerlo y, si se equivocan, puedan corregir sus errores.
¿Cuándo? Existe una edad mínima para crearse una cuenta, que casi nadie respeta, porque se sabe también que ese límite es de algún modo ficticio y que tiene que ver más con la voluntad de Facebook de evitar demandas legales que con un criterio etario o de protección real de los menores. El joven menor de 13 años debe “mentir” su edad para poder abrir su cuenta. La mayor parte de los chicos “nacieron en 1950 o 1960”. La presión social es cada vez más fuerte. Ellos saben que los que no están en las redes sociales quedan fuera de las conversaciones. Su 69
padres empiezan a percibirlo también. Los niños a partir de los
diez años comienzan a
relacionarse de forma diferente, buscan armar grupos, comienza una nueva etapa en su proceso de socialización. Las redes sociales vehiculizan esas necesidades vinculares y a la vez brindan plataformas para el juego online con jugadores de aquí y de allá. Su universo de compañeros de juego se ha ampliado considerablemente.
Antes de apretar enter Muchos padres se preguntan: ¿De qué manera podemos leer sus conversaciones? ¿Podemos hacerlo? ¿Es correcto invadir su privacidad de esta manera? ¿Hasta dónde va el control y hasta dónde la confianza? ¿Está bien que no respeten la edad mínima porque “todos lo hacen”? ¿Cómo les hacemos entender, con ejemplos claros, el peligro potencial que implica que divulguen sus datos personales o los de su familia en la red? Hay algunos materiales que circulan por la red que vale la pena ver en familia para responder adecuadamente estas y otras preguntas.
"Take this lollipop" es uno de ellos. Se trata de una aplicación de Facebook que llega a ponerlo a uno en una situación inquietante: la de estar siendo acosado por un extraño psicópata que accede a nuestro perfil y maneja nuestros datos y fotos como si fuera “un amigo” más. Esta es siempre una de las grandes preocupaciones de los padres, uno de los temores más profundos que todos tenemos. Poder poner en palabras eso, ayuda a que los jóvenes tomen mejores y más eficaces recaudos.
La saga de Youtube “Piensa antes de publicar” nos muestra a través de personajes con los que los jóvenes fácilmente se pueden identificar, los riesgos inherentes al estar en red. Lo que publico lo hago público y eso hay que tenerlo en cuenta. “No es una cosa entre amigos” como los chicos quieren pensar. Los dos videos centrales de “Piensa antes de publicar”, son muy recomendables para ser vistos en familia. Son materiales que promueven la reflexión sobre nuestro accionar en las redes y las consecuencias de ello.
Mientras tanto, “Talk with strangers” es el lema de www.omegle.com, una red social reciente que al azar nos conecta con un extraño con el cual podemos iniciar una conversación. Para muchos chicos es una atracción muy grande. La red es para socializar y ampliar el capital cultural. ¿Y cuál es el rol de los padres en todo eso? De la encuesta 2008 de la compañía 70
española Telefónica en Iberoamérica aparece que la intervención de los padres cuando los hijos están navegando es relativa: el 46% de los chicos dijo que le preguntan qué hace, el 36% de los progenitores "no hace nada" y el 27% "echa un vistazo". El 9% contestó "hacemos algo juntos" y sólo el 5% "miran mi e-mail" o "comprueban por dónde navegué". ¿Nos ocupamos los padres lo suficiente del accionar de nuestros hijos en la red? Los que piensan que sí, solicitan software y preguntan si existen programas o sistemas que permitan
limitar el tiempo en la computadora. Sí existen programas. Inclusive el propio
Windows trae su sistema de control parental. El riesgo en esto es tercerizar el control, buscarlo exclusivamente fuera. El principal control es el acercamiento de los padres a sus hijos para saber en qué están, su humor, sus preocupaciones, sus miedos. Esa es la gran vacuna contra la vulnerabilidad y los riesgos en Facebook, o más importante aún: en la vida misma. Muchas veces se le pide a los colegios que controlen, pongan límites, que ejerzan una autoridad que no siempre los padres ponen en práctica. Tercerizar el control o los límites no pareciera ser la solución más sana.
Hablando a través del teclado Una reflexión bien importante para tener en cuenta es que no hay mejor secreto que aquel que simplemente se guarda. Si alguien quiere que algo no se sepa, que alguna foto no se vea, no debería publicarlo en Internet. Aún así mucha gente cae en la trampa y dice cosas de su casa, pareja, trabajo, amigos de las que luego se arrepiente. Se suele decir que las palabras se las lleva el viento, pero en Internet no hay viento, al menos por ahora, por lo que todo lo que decimos queda por ahí, disponible, al alcance de un click y formando aquello a lo que nos referíamos al comienzo: la identidad online. Se debe pensar antes de publicar. Esta es una máxima aplicable a todo el mundo: niños, adolescentes y también a adultos. Lo cierto es que en la red, dadas las características de la conexión, no es tan sencillo hacerse el tiempo para reflexionar. Todo conspira contra ello. Los jóvenes cuando están chateando interactúan como si hablaran entre ellos y no como si se estuvieran escribiendo mensajes. Cuando se les pregunta qué están haciendo, dicen “estoy hablando con fulano o mengano”. Ellos hablan a través del teclado. Como se ha dicho, el chat es un
laboratorio de lengua, con textos que distan mucho de las cartas de antaño, con
símbolos e íconos que transmiten vivencias, emociones, sentimientos.
El lenguaje que allí se utiliza dista mucho del lenguaje de la escuela, del académico. El tempo, el ritmo
de las comunicaciones electrónicas es rápido, las palabras fluyen velozmente cual 71
imágenes de videoclip. La red hace actuar impulsivamente. Los chicos para buscar su lugar en el mundo y ser aceptados, empujados
por toda la presión social, comentan y ponen
fotografías que involucran a otros, a veces sin reparar en sus consecuencias. Pero en Internet no hay derecho al olvido. Todo deja sus rastros. Así se va conformando nuestra identidad digital. ¿Por qué hacer en internet lo que no se hace en la vida real de todos los días? Es una pregunta que debiéramos hacerle a nuestros hijos, confrontándolos con la fantasía de que “no pasa nada”. Internet no es un viaje de egresados a Bariloche, un lugar donde se pueda hacer y decir de todo sin que haya aparentes consecuencias. Internet puede ser un dolor de cabeza si no lo tomamos en serio. Sin embargo, se observa una clara tendencia a minimizar los riesgos y complicaciones. “Es broma, es divertido”. Debemos recalcar que divertido es aquello que es divertido para todas las partes involucradas, sino es mera humillación en un ambiente público. Si ya la humillación es complicada de llevar, imaginemos el peso que tiene en un ambiente como el de Internet, donde un video puede llegar a ser visto por millones de personas, o una fotografía copiada y guardada miles de veces.
La red es parte de la vida Sin lugar a dudas la red moldea las nuevas formas de interacción. La pantalla hace tiempo que se ha transformado en el lugar de encuentro de los jóvenes. Hay una situación de co-presencia permanente, de conexión con sus allegados que marca una enorme diferencia con la generación de sus padres y profesores. Estos últimos suelen consultarme sobre cómo deben actuar los profesores cuando se presenta un problema entre chicos, generado a partir de la interacción en las redes sociales. Hay que problematizar eso que
aconteció en las redes
sociales. Las redes forman parte de la vida social de los chicos, son parte de la vida real de los jóvenes.
La idea es que los padres y profesores entiendan esto y además comprendan las lógicas de la red, que son particulares en el sentido que promueven determinados comportamientos y debilitan otros. Paradojalmente en Internet y las redes sociales o en la propia pantalla del celular muchas cuestiones juveniles han ganado visibilidad y, al volverse públicas, han dejado de suceder en la trastienda de las relaciones. Esto ayuda enormemente a la identificación de los protagonistas intervinientes y por tanto, a problematizar estas prácticas y poder abordarlas con eficacia. No hay que temer hablar de eso que los adultos se enteran que aconteció en las redes sociales. Internet no es un mundo “más allá”, no es territorio virtual, no sucede fuera del mundo. Forma parte de la vida real de los jóvenes.
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“Somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestros enter” El concepto de intimidad está mutando en estos tiempos culturales. En el presente, las cosas personales ya no están para ser “guardadas” sino para ser expuestas. La desinhibición de la red, el hecho de que no haya miradas y que un botón de enter pueda enviar algo tan fácilmente,es un fenómeno importante tanto a la hora de la revelación de intimidades como del comentario inapropiado o fuera de tono. Es común observar en los jóvenes una fuerte negación de las dificultades, bajo frases “no pasa nada”, “es broma”, “es divertido”, o “esto solo lo ven los amigos” o el más lacónico “vos no entendés nada”. Otros señalan que ellos solo cuelgan cosas en los llamados “grupos secretos” que están protegidos y lo que se publica allí exclusivamente puede ser visto por sus miembros. No es nada difícil ni fuera de lo común que esos límites se pierdan y aquello “secreto” devenga público. Pasado presente y futuro coexistirán en Internet y acompañaran a nuestros hijos de por vida. Eso es algo que esta vez, juega en contra de ellos. La sobreexposición social, la identidad online y el registro digital son parte de la cultura en la que les tocó nacer y crecer. De cada foto que subimos queda un registro. Cada etiqueta que ponemos y cada comentario que hacemos de nuestras vidas y de las de los demás, va arrimando una pieza más a nuestro puzzle identitario. Las redes sociales forman parte de la vida actual de los chicos. Hoy son elementos constitutivos de la cotidianeidad de los jóvenes. Por eso es que entendemos fundamental educar en ciudadanía digital. Es imperativo que padres y docentes comprendan esto. Muchos padres se enteran de lo que hacen sus hijos cuando les muestran una hoja de Facebook impresa por el colegio u otros padres. A veces ahí descubren que muchos chicos tienen una doble identidad online: la real y una con seudónimo. Ese seudónimo protege la identidad principal y es un vehículo para desplegar otros aspectos que en la vida cotidiana quedan fuera por distintas razones. Como en las salas de chat, estas identidades brindan la posibilidad de actuar un personaje creado para cada ocasión. Ese personaje puede ser un aspecto real de la personalidad difícil de ser desplegado en la cotidianeidad, una arista que el sujeto quiere explorar, o simplemente ser vehículo para una cuestión meramente catártica. Es la cuenta que utilizan para protestar, hablar mal de alguien o llevar a cabo cyberbullying. El anonimato característico del chat y de ese tipo de identidades, desinhibe a la gente generando
consecuencias de dos tipos: mayor número de conductas verbales
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agresivas, antisociales y por el otro lado, una mayor apertura emocional.
Vulnerabilidad Si tuviéramos que elegir un término que sintetizara lo que pretendemos transmitir sería: vulnerabilidad. Esa es la palabra clave. Diversos estudios internacionales de los últimos años han concluido que los niños más vulnerables del punto de vista psicológico, social y familiar tienen por lo menos cuatro veces más chances de quedar expuestos a situaciones de peligro en Internet. Como era de esperarse, la vulnerabilidad de su vida real se traslada al mundo virtual. Pero, en este campo los padres no tienen experiencia de vida. Por eso, el asunto fundamental no es qué hacer con las redes sociales, sino qué hacer con nuestros hijos, ahora también en el ámbito de Internet. La pregunta equivocada para hacernos es qué hacer o cómo controlarlos en Internet. Las preguntas que debemos pedirles a nuestros hijos que se formulen son: "¿Lo dirías a cara a cara?" y "¿Te gustaría que dijeran eso de ti o de alguien querido por ti?".
La red es una tomografía de lo que somos, lo bueno y lo malo. Si algo nos desagrada, no es culpa de Facebook, sino de toda la sociedad. Insistimos en que se ha vuelto necesario educar para una ciudadanía digital. Las mismas reglas éticas y morales del mundo material, hay que ponerlas a participar en el mundo digital. No existe tal cosa como la intimidad con 900 millones de personas que son las que conforman Facebook. Es un falacia cuando los padres dicen que les dejan las intimidad a sus hijos, que no se meten en sus vidas. Eso es abandono y así, de esa forma, lo leen sus hijos. Otros padres hipercontroladores manejan las contraseñas, eligen los amigos y revisan todas las conversaciones. Eso es sobrecontrol que muchas veces induce al joven a crearse una cuenta paralela para desplegar otros aspectos de su personalidad. De esa manera los chicos no aprenden, simplemente se someten. Los niños y adolescentes tienen que equivocarse, ese es el camino, solo que debemos estar cerca para enderezar sus conductas, guiarlos en el camino de crecer. Si los padres no se involucran en su vida online, por no “invadir” su privacidad, están cometiendo el grave error de dejarlos solos, huérfanos en el mundo digital y ese es el caldo de cultivo para los desbordes. Los límites siempre son necesarios, en Internet también. Igual de importante que preocuparse porque nuestros jóvenes sean víctimas en la red, debemos
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educarlos para que no sean victimarios y se manejen con respeto tanto en Facebook como en Twitter.
Algunos consejos finales •
Explicitar (aunque parezca ya sabido) que no todos los contactos en línea son confiables, aunque lo parezcan.
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No programar encuentros cara a cara y en caso de hacerlo, elegir un lugar público y concurrido.
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También en caso de definir hacerlo, informar a algún adulto y pedir que alguien lo acompañe. Es una buena forma de evitar sorpresas desagradables.
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Enseñarles y recordarles no dar ningún tipo de dato personal o familiar a través de la red a un desconocido y menos a quien se muestre muy insistente al respecto.
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Enseñarles a proteger su información personal y familiar con el uso de contraseñas seguras y la no suscripción a cualquier sitio sin permiso de los padres.
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Enseñarles a no publicar fotografías con nombre identificable en lugares públicos.
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Chequear con los chicos los criterios que utilizan ellos y sus grupos de pares para admitir nuevos contactos en las redes sociales y discutir al respecto.
La sensación de continuidad que ofrecen las redes sociales es parte de la clave emocional en todo esto del mundo digital. Poder sentirse sostenido, acompañado, motivado es una experiencia cognitivo-emocional difícil de abandonar. Por eso ya hace años he elegido hablar de "vidasconect@das" para referirme a lo que sucede en el mundo de la conexión. Pero en esa hiperconectividad van quedando los rastros que conforman la identidad digital y debemos ser conscientes de ello. Esta identidad digital tiene más importancia de la que generalmente le atribuimos. Pesará mañana cuando se presenten a un trabajo. Pesa más de lo que uno como adulto quisiera para sus hijos y más de lo que ellos piensan puede afectarles de futuro. Los rastros digitales que van dejando en la red son perennes, son fácilmente replicables y en la red no hay pasado, presente o futuro. Todo está ahí para ser visto hoy, mañana y pasado. La omnipotencia juvenil muchas veces hace que les cueste ver estas aristas de su participación en la red. Sus huellas digitales quedan ahí, accesibles y para más de uno puede resultar en un dolor de cabeza futuro si no ejerce sus derechos a expresarse con responsabilidad.
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No es solo un tema de chicos Hay otra cara de esta moneda llamada redes sociales. También tenemos chicos que se quejan que sus padres “se pasan en Facebook”. Sea para interactuar con conocidos, para intentar rastrear viejas amistades, para subir fotos o comentarios, para jugar o por mera diversión, lo social tiene una importancia capital, sumada a la posibilidad de autoexpresión que ofrece la plataforma social. Y los padres también son vulnerables a esto. La red permite ampliar el capital social digital y ofrece oportunidades de destaque y liderazgo a través del compartir de contenidos como nunca antes se había podido en la historia. Facebook es extremadamente seductor y adictivo; por su capacidad de mostrar las vidas ajenas y hacer circular dichos y significados, imágenes e ideas. Esa suerte de adicción se va intensificando en la medida que el usuario alcanza una masa crítica de amigos (esto se ve claramente en Twitter por ejemplo) y se acostumbra a recibir respuestas cada vez más rápido, y mayor y mejor feedback del mundo de sus amigos. Entre las posibilidades que se abren con el uso de Facebook aparecen el sentido de pertenencia, la integración social, la mera diversión brindada por la socialización de encuentro o de rencuentro o también de conquista. Todos ellos son escenarios propicios para el uso de esta red social. Continuar los intereses de la vida material; el seguir el ritmo de los conocidos y amigos o colegas, el fanatismo y activismo social de otros usuarios resulta atrapante. Las redes permiten alcanzar otros círculos de vínculos que décadas atrás quedaban ocultos aunque ejercieran influencia en nosotros. Hoy se puede estar en contacto con amigos de amigos de amigos y esto es tanto una ganancia como una pérdida de contacto con otros más cercanos, si éstos últimos no están atentos. Es el caso de los jóvenes que pasan conectados pero que están muy alejados de sus familias. Asumámoslo aunque nos cueste, si las redes sociales nos traen problemas con nuestros hijos, la culpa no es de Facebook, sino de nuestros vínculos con nuestros hijos. No nos olvidemos que las hadas madrinas se les aparecían a aquellos niños o adolescentes que estaban sufriendo.
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CAPITULO 5 / QUINTO PILAR AFRONTAR LOS SINTOMAS DE LA INFANCIA ACTUAL POR PSIC. JORGE BAFICO
Introducción Hace unos días vino una pareja de amigos a mi casa, estaban muy preocupados. Mi amiga muy angustiada contaba cómo su hijo le confesó que se sentía humillado por sus compañeros de clase. Desde hacía meses estaba siendo víctima de violencia emocional y física. Pequeñas y ocasionales bromas se fueron convirtiendo en desbordes de violencia permanente y feroces: le robaban la comida, lo golpeaban, lo ponían en ridículo, etc. Mi amiga lloraba desconsolada porque no se había percatado de esta situación que ya llevaba meses. Cuando por fin el niño se lo contó, fueron, junto a su marido, a plantear al colegio lo estaba sucediendo y a exigir respuestas. Habían resuelto cambiar a su hijo de colegio. La reunión se llevó a cabo con las maestras y la directora de la institución. Las autoridades escucharon impávidas y finalmente comunicaron que les parecía correcta la decisión de cambiarlo; entendían que su hijo no podía convivir con las bromas de sus compañeros ya que de alguna manera era “raro”, ya que no se podía defender de la violencia. Esta situación que relato no deja de sorprenderme aún, y lo más preocupante es que escucho cosas similares con bastante frecuencia. Como veremos más adelante, el bullying es uno de los síntomas de la infancia actual, que padres y educadores debemos afrontar. Miles de cosas podríamos plantear, pero sobre todo podemos pensar: ¿dónde se ubica la ley? Nadie podría dudar de que unos de los síntomas más destacados del mundo actual sea el fenómeno de la violencia. Ella se incrementa cada día más. Si bien la violencia ha existido desde los comienzos de la humanidad, nos encontramos frente a lo que algunos llaman una "violencia posmoderna", como muy bien lo define Silvia Ons en su libro “Violencias”19. Esta violencia es aquella que se infiltra por doquier y que no tiene límites, una violencia sin fronteras. Hoy vemos asombrados cómo la crónica roja nos muestra una violencia desbordada: en el fútbol, en las casas, en los colegios, en todos lados.
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Ons, Silvia: Violencia/s, Paidós, Buenos Aires, 2011.
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El mundo ha cambiado y con ello las relaciones sociales y los paradigmas: del amor, de la familia, de la amistad y de la moral. Entre estos cambios, como explicó el Psic. Balaguer en el capítulo anterior, se encuentran las relaciones mediatizadas. Las instituciones como la familia, las escuelas, la iglesia, que sostenían el discurso de una época, muestran en forma cada vez más evidente su ineficacia como patrones normativos reguladores de estos paradigmas. Se erige entonces un vacío que profundiza los sentimientos de inseguridad y desamparo colectivos que impactan fuertemente en la construcción de las nuevas subjetividades. Hace años, los psicoanalistas Jacques-Alain Miller y Eric Laurent caracterizaron esta época como la del momento del "otro que no existe", un tiempo donde la civilización es perfectamente compatible con el caos y donde el límite no es claro.
El problema de la paternidad en nuestros días ¡Qué problema para padres y colegios poder lidiar con los niños en este tiempo! Hoy invocar al padre como figura que sanciona ya no sirve de nada. Los maestros tampoco pueden corregir a los niños porque corren el riesgo de ser acusados de abusadores. El "vas a ver cuando venga tu papá" no funciona más. La función del padre como agente frustrador y sancionador hoy ha sido transformado en padres que son “pares” de sus hijos: amigos, conciliadores, confidentes, etc. No es que esté mal que los padres puedan ser todas estas cosas, pero también es muy importante que puedan decir “no”, que puedan frustrar a ese niño. En torno a la función paterna se pueden ubicar dos dimensiones del padre; una, donde aparece el padre de la ley que prohíbe y ordena, es el padre que dice “no”. En la otra dimensión el padre dice “si” pero no a cualquier cosa. Se trata de un padre que habilita, uno que introduzca el deseo. La capacidad de frustrar a los niños por parte de las familias es muy diferente a las de hace diez o veinte años atrás. La familia de la modernidad instauraba en el niño el principio de legalidad a través del padre, quien encarnaba la ley junto con la escuela, que continuaba la labor formativa. El pequeño tenía que ser educado, tutelado, pues ahí, en el origen, estaba contenido su desarrollo posterior. Actualmente estas instituciones han perdido su poder hegemónico. Si antes los padres eran los agentes de socialización primaria de los niños, ahora, en cambio, las computadoras, la televisión y la publicidad asumen la tarea de educarlos. Los padres 2 Miller, J.-A. y Laurent, E.: El Otro que tío existe y sus comités de ética, Paidós, Buenos Aires, 2005, págs. 9-29 (trad.: Nora González).
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trabajan demasiado y los niños tienen la compañía permanente de la computadora, los videojuegos y la televisión. La idea clásica de la educación tenía que ver con el renunciar a algo propio para conseguir un bien superior, a la pertenencia social y a la cultura como instrumento de desarrollo personal. Hoy este modelo parece no dominar, hoy más que nunca aparece la promoción del individualismo. La idea es que cada uno dueño es de sí mismo, y que por tanto no tiene que dar cuentas a nadie. Los ideales sociales que respaldaban la función de enseñar parecen no tener vigor, ahora las referencias son otras, por ejemplo, el mercado y el cuerpo y sus objetos de satisfacción. La moral colectiva flaquea, lo que predomina es el mandato individual que se orienta por la búsqueda de esa máxima satisfacción. Los objetos de consumo están hoy en primer lugar para los niños. La problemática del padre en la actualidad la podríamos observar en la figura paterna más popular: Homero Simpson. Una pregunta se impone permanentemente en la serie de tv: ¿qué significa ser padre? Para comenzar con la problematización del concepto padre es importante abordar primero, aunque más no sea de una manera sucinta, las discontinuidades que se han presentado con la noción de padre a lo largo de la historia. En los comienzos de la cultura occidental, la situación del padre era bastante diferente a la actual. Ser padre no remitía a un hombre que procreaba un hijo con una mujer, sino que señalaba una figura social, una función jurídica y comunitaria. En Roma, por ejemplo, el padre era aquel que reconocía jurídicamente, por medio de su palabra, a un niño como hijo suyo. Por su única voluntad podía matarlos o venderlos, ni que hablar de castigarlos. Su facultad era tan amplia que en los primeros tiempos del Imperio Romano, el padre podía disponer totalmente de los bienes de sus hijos. También tenía la facultad de abandonarlos. El hijo abandonado podía vivir junto al que lo recogiera como hijo o esclavo. La potestad sobre los bienes de los hijos era total, ya que existía un solo patrimonio familiar donde el padre era el titular. La Edad Media traerá algunos cambios con relación a la autoridad paterna, por un lado el padre además de transmitir bienes materiales (como ocurría en el pasado) también comienza a legar insignias simbólicas, más precisamente su apellido. A partir del siglo XI, el padre donará a su hijo un nombre y un apellido, escribiendo así una filiación. El otro cambio fundamental que acontece en este tiempo es la influencia que comienza a tener la Iglesia. La religión católica con su poder y su legislación promoverá un cambio esencial: ya no es la voluntad propia lo que constituye a un hombre como padre, sino que lo es con relación al matrimonio. Padre será quien engendre hijos dentro del matrimonio. La condición de la
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paternidad así como el ejercicio de la sexualidad quedará encuadrada y reglamentada por este sacramento. Desde entonces, todo hijo nacido fuera del matrimonio se convertirá en un bastardo. El universo del la Edad Media se llenará de padres terrenales, de padres de la Iglesia, de Santos Papas, pero sobre todo de un Santo Padre: Dios. Lo que comenzó y se desarrolló en la Edad Media se establecerá de manera definitiva en los siglos XVI, XVII y XVIII. El padre aparecerá sosteniendo la autoridad en la familia, pero también como representante de Dios. Para el cristianismo, la paternidad es una investidura que le otorga un poder avalado por Dios. El padre quedará asociado a una función sagrada; convirtiéndose en portador de su palabra. El cambio radical a este modelo se consolidará el 21 de enero de 1793 con la revolución francesa. La guillotina terminará con un modo político y social de gobernar el Estado, pero también con una forma de concebir la paternidad. El padre, a pesar de conservar prerrogativas, perderá su lugar de rector y de comandante supremo y pasará a ser un personaje limitado por leyes. El Estado se erigirá entonces como juez, guía y garante ya no del padre sino de los hijos; ya no velará por los derechos del padre sino por sus obligaciones. Una nueva sociedad surge, transformando la forma de vida. Balzac lo escribe claramente: “Cortando la cabeza del Rey, la República ha cortado la cabeza de todos los padres. No hay más familia hoy, sólo hay individuos”. A partir del siglo XIX, el padre ya no responde, es la autoridad estatal quien velará porque el padre cumpla sus deberes y sancionará sus excesos y carencias. El siglo XX, con las guerras mundiales, traerá padres degradados, padres arrancados de sus labores y de sus hogares para partir al frente de batalla. Lo presente será la ausencia. Además de las guerras, del capitalismo extremo surgirán padres marcados por exilios económicos y políticos, los campos quedan vacíos de padres y las ciudades se llenan de hombres solos buscando una oportunidad para sus familias. Todas estas cuestiones del siglo produjeron una nueva figura del padre: un padre ausente. El mito edípico, que representa a la figura del padre como encarnando la ley, cuya palabra podía prohibir y distribuir, restablecer una ley sobre el goce, ya no funciona como modo de situar una prohibición. Homero Simpson representa la paternidad perdida en la actualidad, esa autoridad que ya no está claramente definida y que la Psic. Fanny Berger nos insta a recuperar en el capítulo segundo. Homero carece de todo interés espiritual e intelectual. Dedica la mayor parte de su 80
tiempo a mirar televisión, comer y beber. No representa de la mejor manera el papel de padre: despreocupado de la vida en general y de sus hijos en particular. Simplemente obedece sus impulsos. En definitiva, un padre con serias dificultades de encarnar la función paterna.
¿Cómo encara este padre los problemas de la actualidad? Lo veremos en función de dos sintomatologías relativamente recientes que se han impuesto en los colegios y en las consultas psicológicas: el bullying y el trastorno por déficit atencional.
A) El bullying Al declinar la función del veto paterno nos encontramos con los vaticinios del psicoanalista Jacques Lacan: cada vez más patologías del acto, violencias, sujetos en conflicto con el orden público. La violencia y la incomunicación estallan a una escala nunca vista. Nos confrontamos así con sujetos agentes de síntomas sociales pero que no se verifica un síntoma subjetivo, en tanto para serlo es preciso creer en él. “No tiene insight”, dirían los psicólogos. El debate actual sobre el llamado bullying no deja de reflejar lo que estamos diciendo. El bullying no es un fenómeno reciente, si bien se ha incrementado dramáticamente en la última década. La violencia, a través muchas conductas en el colegio o escuelas, se sitúa, también, como respuesta a un cierto declive de la imagen social de la autoridad (maestro, padre), que da paso a una lógica de red y a una victimización horizontal. Ante el riesgo de convertirse en víctima, hay que situarse en el otro bando, como acosador y/o como espectador mudo. Esto es lo que se ve frecuentemente: niños que se ubican como espectadores mudos de la violencia que algunos le ejercen a algún compañero, o callar y aplaudir para no convertirse en víctimas, ellos también. Por ello, el bullying plantea siempre un ternario formado por el agresor, la víctima y el grupo de espectadores. ¿Por qué un niño es elegido como blanco para las burlas constantes de los demás? ¿Por qué hay chicos que son más propensos a que les hagan la vida imposible? Aparentemente, es el precio de ser gordos, tímidos, distraídos, tener algún defecto físico o no caerle bien a alguno de los “líderes” del grupito matón. Éstos son, generalmente, más fuertes, ya sea en fuerza física o en popularidad, lo cual los pone “por encima” del resto. Cabe destacar que el hostigamiento escolar no se da sólo en escuelas y liceos públicos. En nuestro país, quienes participan del bullying suelen ser un 15% de los alumnos de cada clase, según una investigación sobre hostigamiento escolar, realizada entre 357 estudiantes de entre 10 y 18 años, en cuatro colegios privados de Montevideo (publicada en Qué Pasa, El País). Un 81
6,5% de los estudiantes son víctimas de hostigamiento, no de forma aislada, sino frecuentemente, y un 8% son hostigadores. En las instituciones públicas este porcentaje aumenta, porque las clases tienden a estar superpobladas y hay menos adscriptos por alumno. La mayoría de las situaciones de acoso ocurren a la hora del recreo, porque es cuando hay menos supervisión adulta.
Víctimas Los niños acosados empiezan a tener miedo de ir a la escuela solos, se aíslan y se culpan a sí mismos de lo que les pasa. No siempre los adultos lo ven porque, según los especialistas, la violencia es casi siempre psicológica, y casi invisible para los padres y maestros. Muchas veces es una amenaza susurrada al oído. Los niños no dicen lo que les pasa porque tienen vergüenza y además están asustados de sus agresores. Según una tesis realizada por la Psicóloga Mariel Mazur, en un liceo público del departamento de Colonia, los adolescentes que eran víctimas de hostigamiento tenían un rendimiento académico de 6,82 (en una escala de 1 a 12). Representaban un 3,6% del total de la muestra de 308 alumnos de ciclo básico.
Victimarios Según la misma investigación, de los 308 alumnos, un 4,2% se identificaron como hostigadores, con un rendimiento académico promedio de 3,54. Curiosamente, un 0,6% de los alumnos se consideraba a la vez acosado y acosador. Esto demuestra que, contrario a lo que podría pensarse, los más perjudicados son los agresores, cuyo rendimiento liceal no es mejor por el hecho de ser más popular o más fuerte. Son ellos los que tendrán un futuro más complicado porque sus comportamientos agresivos, al ser incorporados, son mucho más difíciles de tratar que los problemas emocionales que sufren las víctimas del bullying. La investigación no derrumbó todos los mitos, sin embargo. Hay uno que se cumple en casi todos los casos. Es el estereotipo de “bully” o acosador: adolescente hábil, sociable y popular, con frecuencia varón, que logra poner a sus compañeros en contra del débil, retraído o gordito. Las causas por las que el hostigador se comporta como tal pueden deberse a que ha sido sobreprotegido en casa, o no lo han estimulado para interactuar socialmente.
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¿Cómo deberían actuar los padres frente a casos de bullying? Obviamente lo ideal es la prevención y para ello cabe todo lo que fue desarrollado en los capítulos anteriores: la presencia, la autoridad, los límites, el fomento de la autoestima de los niños. Por eso simplemente daremos algunas pautas, que suman a todo lo anteriormente expuesto: 1.Preocuparse por los hijos, hablando con ellos. Crear un canal de diálogo. Evitar los monólogos. Se aprende y se conoce mejor a los hijos oyéndoles. 2.Estar pendiente de los posibles síntomas como nerviosismo, falta de apetito, insomnio, bajo rendimiento escolar, fobia escolar, etc. 3.Controlar y supervisar las conductas de los hijos, observando qué hacen, a dónde van, con quién juegan, cuáles son sus intereses, proyectos, etc. 4.Determinar los límites y las normas. Exigir el cumplimiento. 5.Educar para controlar las emociones, para comportarse con los demás, para convivir con otros. 6.Observar los comportamientos, estados de ánimo, y estar atentos a los cambios en los hábitos de los niños. Muchos niños pasan varios meses sin animarse a contar que están siendo acosados, por lo que a veces preguntarlo directamente puede ser un puntapié para el inicio del diálogo.
B) Trastorno por déficit de la atención El Trastorno por Déficit de la Atención (conocido como ADD por sus siglas en inglés) es un síndrome que ha cambiado de definiciones a través de la historia. Las primeras descripciones clínicas de la falta de concentración e hiperactividad datan de 1902 y se conceptualizaron como “defectos en el control moral”. Años después, en la década de los sesenta, se habló de “Disfunción Mínima Cerebral”, “Hiperquinesis” o simplemente como el “Síndrome del Niño Hiperactivo”. En 1980, con la aparición en los Estados Unidos del Manual de Diagnóstico y Estadística III (DSM-III), se define por primera vez como “trastorno por Déficit de la Atención” y luego versiones más modernas lo definieron como “Trastorno por déficit de la atención con hiperactividad”.
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El DSM IV 20 define al trastorno por déficit de atención con hiperactividad como “un patrón persistente de desatención y/o hiperactividad-impulsividad, que es más frecuente y grave que el observado habitualmente en sujetos de un nivel de desarrollo similar. Algunos síntomas de hiperactividad-impulsividad o de desatención causantes de problemas pueden haber aparecido antes de los 7 años de edad”. Las características que plantean tienen que ver con dos indicadores concentrados en la falta de atención y en la hiperactividad.
Desatención (a) no presta atención suficiente a los detalles o incurre en errores por descuido en las tareas escolares, en el trabajo o en otras actividades. (b) tiene dificultades para mantener la atención en tareas o en actividades lúdicas. (c) parece no escuchar cuando se le habla directamente. (d) no sigue instrucciones y no finaliza tareas escolares, encargos u obligaciones en el centro de trabajo (no se debe a comportamiento negativista o a incapacidad para comprender instrucciones). (e) tiene dificultades para organizar tareas y actividades. (f) evita, le disgusta o es renuente a dedicarse a tareas que requieren un esfuerzo mental sostenido (como trabajos escolares o domésticos). (g) extravía objetos necesarios para tareas o actividades (por ejemplo, juguetes, ejercicios escolares, lápices, libros o herramientas). (h) se distrae fácilmente por estímulos irrelevantes. (i) es descuidado en las actividades diarias.
Hiperactividad (a) mueve en exceso manos o pies, o se remueve en su asiento. (b) abandona su asiento en la clase o en otras situaciones en que se espera que permanezca sentado.
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DSM IV TR, “Manual diagnóstico y estructuras mentales”, ED Masson, Barcelona, 2005.
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(c) corre o salta excesivamente en situaciones en que es inapropiado hacerlo (en adolescentes o adultos puede limitarse a sentimientos subjetivos de inquietud). (d) tiene dificultades para jugar o dedicarse tranquilamente a actividades de ocio. (e) suele actuar como si tuviera un motor. (f) habla en exceso.
Impulsividad (g) precipita respuestas antes de haber sido completadas las preguntas. (h) tiene dificultades para guardar turno. (i) interrumpe o se inmiscuye en las actividades de otros (por ejemplo, se entromete en conversaciones o juegos). El problema que genera esta clasificación es que todo niño que pudiera manifestar una dificultad para sostener la atención o el control de los impulsos o revelar a una actividad excesiva, plantearía la posibilidad de padecer un DDA. Necesariamente esta nueva forma de mirar los patrones de conducta desde la psiquiatría americana (léase mundial) puede llevarnos a pensar en una verdadera pandemia, ya que muchísimos niños poseerían estas características.
¿Qué es la Ritalina? La Ritalina es el nombre comercial de un compuesto derivado de la familia de las anfetaminas: el metilfenidato. El metilfenidato es un estimulante del sistema nervioso central. Su mecanismo de acción en el ser humano no se ha dilucidado por completo, pero se presume que ejerce su efecto estimulando el sistema activador del tronco cerebral y la corteza. Científicamente, aún no se ha determinado claramente el mecanismo por el que el fármaco produce sus efectos sobre la mente y la conducta de los niños, pero los estudios empíricos concluyen que el metilfenidato logra que el sistema nervioso priorice la información, mejorando el paso de adrenalina y noradrenalina (neurotransmisores comprometidos con la función de atender) entre las neuronas. También desde lo empírico se comprueba que sus efectos farmacológicos son muy similares a la metanfetamina o la cocaína: aumenta la capacidad de atención, genera una sensación de 85
euforia, incrementa los niveles de energía a corto plazo y permite una concentración mayor. Sin embargo, la Ritalina controla la hiperactividad durante un tiempo (entre dos a cuatro horas) pero no lo logra a largo plazo. Algunos médicos advierten que puede resultar adictiva en la adolescencia y puede tener como efectos colaterales el insomnio y la anorexia. Diferentes estudios desaconsejan el metilfenidato en caso de niños con tics porque algunos pueden agravarse, originando una forma extrema que es el Síndrome de Gilles de la Tourette21 y plantean que es riesgoso en niños psicóticos pues incrementa la sintomatología. También hay estudios que confirman retardo en el crecimiento. Por esa razón los médicos que recetan Ritalina a los niños recomiendan dejar de tomar el fármaco por algún tiempo. En dosis bajas no parece crear una adicción tan intensa como la cocaína, pero en dosis más altas sus efectos pueden ser similares. El profesor William Pelham, de la Universidad de Buffalo, comentó: "Creo que en el primer estudio realizado a fines de los ‛90 exageramos el impacto beneficioso de los medicamentos. Y también vimos que no hubo efectos beneficiosos".22
¿Hablamos de una pandemia? Según la revista inglesa “New Scientist” 23, el uso de Ritalina es uno de los fenómenos farmacéuticos más extraordinarios de nuestro tiempo. A principios de este siglo los estudios realizados atestiguaban que cuatro de cada veinte niños eran medicados con Ritalina en las escuelas de Buenos Aires, Santiago de Chile, Rio de Janeiro, San Pablo y Porto Alegre. Según un estudio que realizó la Oficina de Seguridad de Drogas de la FDA (la agencia norteamericana de control de medicamentos), en Estados Unidos más del nueve por ciento de los varones de doce años y casi el cuatro por ciento de las niñas están medicados con Ritalina. El mismo estudio indica que quince millones de estadounidenses están diagnosticados como trastorno por déficit atencional con hiperactividad. Durante los años noventa, en Argentina, el diagnóstico de trastorno por déficit atencional con hiperactividad se extendió como una epidemia en sectores medios y altos del país, siguiendo la misma tendencia que en Estados Unidos. Cada país tiene un cupo de importación de 21
El síndrome de Tourette es un trastorno neurológico caracterizado por movimientos repetitivos, estereotipados e involuntarios y la emisión incontrolable de sonidos vocales (tics). 22
Reportaje realizado en la BBC de Londres
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http://www.newscientist.com/
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metilfenidato acordado con la Junta Internacional de Control de Narcóticos de la ONU (Organización de las Naciones Unidas). El de Argentina, por ejemplo, es de 60 kilogramos por año. En el año 2003 Argentina importó 23,7 kilogramos de metilfenidato; un año más tarde se importaron 40,4 kilogramos, según informó la agencia nacional de control de medicamentos. En el 2005, los laboratorios importaron 49,5 kilogramos de metilfenidato, más del doble que dos años atrás. En el 2007 los siete laboratorios que comercializan el fármaco solicitaron autorización para traer al país una cantidad superior a los 80 kilogramos.
Uruguay En el 2001 la importación de metilfenidato en Uruguay llegaba a los 900 gramos. Mientras que en el año 2002, alcanzó los 4.500 gramos. En el 2003 la cantidad se duplicó, llegando a los 9.180 gramos. Y en el año 2007 se alcanzó a un récord absoluto: casi 17.000 gramos. En definitiva, en 6 años la importación del fármaco se multiplicó por dieciocho. El experto uruguayo Enrique Ortega Salinas, autor de varios libros, entre ellos el recientemente publicado "Inteligencia extrema"24 , indicó al diario La República que: “"El aumento de la importación de Ritalina tiene mucho de negocio y más de irresponsabilidad, prejuicios; insensibilidad de algunos e ignorancia de otros". El especialista explicó que algunos niños con un coeficiente intelectual alto suelen ser revoltosos e incumplidores. Para que el niño se adapte al sistema le practican una especie de lobotomía, provocada por esta droga, y aquel que antaño tenía brillo en sus pupilas ahora tiene ojos opacos, perdidos”.25 El 24 de abril del 2009 el Tribunal de familia obligó al Ministerio de Salud Pública a ejercer más control sobre el metilfenidato y a llevar un registro de esa droga en los centros de salud públicos y privados a los efectos de establecer una verdadera política en esa área. El tribunal entendió que las omisiones del MSP en el control de esta droga vulneraban los tratados internacionales suscritos por Uruguay, así como el derecho a la vida, a la salud y a la “protección especial” de la infancia, consagrados en la Constitución de la República.
24
Ortega Salinas, E.: Inteligencia extrema, ED. Cruz del sur, Uruguay, 2008.
25
La República: http://www.larepublica.com.uy/comunidad/300365-a-clases-con-lapiz-goma-cuaderno-y-una-pastillapara-los-nervios
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De acuerdo con esa sentencia, mientras que las cifras indican que el 5% de los niños en el mundo sufren de Trastornos por Déficit Atencional con Hiperactividad en Uruguay es del 30%. Si esto es cierto, Uruguay sufre una epidemia de proporciones verdaderamente estremecedoras.
El problema del déficit de atención para los adultos y en los adultos Asistimos a un tiempo donde el campo de la singularidad trata de ser aplastado por los manuales médicos y sus tablas de síndromes y trastornos, uniformizando una gran variedad de fenómenos clínicos dispares. No hay dudas de que cualquier síntoma psíquico implica sufrimiento. En el caso del niño, además, no está ajeno a su entorno inmediato. Muchas veces su sintomatología está directamente ligada a la angustia o inquietud de los padres. Cuando se medica con Ritalina a un niño diagnosticado con un Trastorno por Déficit Atencional con o sin hiperactividad conviene preguntarse qué es lo que se está medicando. La medicación a veces congela definitivamente la posibilidad de que ese sufrimiento psíquico pueda ser desplegado, y el niño queda en un lugar de objeto. La Ritalina tiende a obturar la capacidad de interrogación de los padres en torno a lo que aparece designado como sintomático en sus hijos. Su cuerpo pasa a ser objeto de la medicación, o de la aplicación de diferentes dispositivos. De esta manera se silencia su demanda mientras se cree estar aliviando un síntoma. El metilfenidato puede producir un doble silenciamiento. Por un lado en el niño, ya que su demanda se agota en la administración de pastillas. Y por otro, el silenciamiento hacia los padres ya que permanecen en una posición de no saber respecto de todo aquello que los implica en la problemática de su hijo. No se trata de una postura contra la medicación, es claro que muchas veces es necesaria cuando no imprescindible la administración del fármaco. El problema es que corremos el riesgo de la cronificación de la medicación como respuesta. Los efectos que produce esta visión “biologizada” de la realidad es el apuntar exclusivamente a una modificación de la conducta del niño, en lugar de apoyar al despliegue sintomático que permita entender sus causas. La tos, por ejemplo, es un síntoma; nadie toma a esta manifestación clínica como una enfermedad en sí misma; se puede tener ese síntoma y tener angina, bronquitis, neumonía o alergia. Hay que leerla, interpretarla para conocer de qué se trata. Con el déficit atencional no 88
ocurre lo mismo. La desatención, la hiperactividad y la impulsividad no son leídas como manifestaciones que integran una singularidad, sino como elementos determinantes de un trastorno irreversible e incurable.
El lugar del síntoma en la estructura Edward Hallowell y John Ratey declaran en su libro “Controlando la hiperactividad”26 que el cuerpo médico una vez que comprende la naturaleza de este síndrome, tiende a verlo en todas partes. Francis Fukuyama, en la actualidad es miembro del Consejo Presidencial sobre bioética de los Estados Unidos de América, escribe en el “Ensayo sobre el fin del hombre” 27: “… el trastorno por déficit atencional con hiperactividad no es una enfermedad, sino más bien el extremo de la curva estadística que describe la distribución del comportamiento normal. Los humanos jóvenes, y en especial los niños, no han sido diseñados por la evolución para permanecer sentados ante un pupitre durante horas seguidas, escuchando a una profesora, sino para correr, jugar y desarrollar otras clases de actividad física. Que les exijamos, cada vez más, que permanezcan sentados en las aulas, o que los padres y profesores tengan menos tiempo para realizar con ellos tareas interesantes, es lo que crea la impresión de que existe una enfermedad que se está extendiendo. (…) La política de la Ritalina es muy reveladora acerca de nuestra insuficiente comprensión del carácter y la conducta, y nos ofrece un anticipo de lo que acontecerá si, en efecto, la ingeniería genética —con su potencial infinitamente mayor para perfeccionar el comportamiento— se hace realidad. Aquellos que creen padecer trastorno por déficit atencional con hiperactividad suelen aferrarse con desesperación a la idea de que su incapacidad para concentrarse o rendir en alguna faceta de la vida no obedece, como se ha dicho a menudo, a una cuestión de debilidad de carácter o de falta de voluntad, sino que viene determinada por una condición neurológica. Es comprensible, desde luego, que unos padres agobiados o unos profesores saturados de trabajo quieran hacer su vida más fácil tomando un atajo médico, pero lo que es comprensible no siempre se corresponde con lo que es correcto”. 26
Hallowell, E. y Ratey, J.: TDA Controlando la hiperactividad, ED Paidós, Madrid, 2008.
27
Fukuyama, F.: El fin del hombre. Consecuencias de la revolución biotecnológica, Ediciones B, Barcelona, 2002.
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Es importante remarcar que, sin duda, existen niños con dificultades de concentración y aprendizaje, tanto en la casa como en la escuela. La cuestión es ¿cómo entenderlo? y ¿cómo responder frente a estos cuadros? El trastorno por déficit atencional con hiperactividad no dice nada de los sujetos que portan ese malestar. Posee una significación vacía. Parece exagerado que todos los niños que presentan una manifestación de "inadaptación social" tengan problemas neurológicos. La Ritalina aplasta al síntoma y lo transforma en un trastorno. Más allá de todo lo planteado no podemos desconocer que el fenómeno del déficit de atención es evidente. Si hablamos de un porcentaje tan grande de niños que está diagnosticado con este trastorno, estamos hablando de un síntoma que articula la problemática individual con lo social. Para los psicoanalistas, se trata entonces de situar el problema en términos de localizar en cada caso cuál es la estructura del niño, cuál es su posición subjetiva y cómo juega en su universo familiar eso que lo aqueja. Si podemos pensar el problema de la atención, la impulsividad y la hiperactividad como producciones subjetivas particulares del niño y no como un problema universal, quizás podamos comprender lo específico del déficit de atención con hiperactividad en cada singularidad. Un caso clínico para ayudarnos a entender: “Árbol con hojas pegadas”28. “Una señora pide una entrevista por indicación del psicólogo escolar. Su hijo de siete años ha comenzado el segundo grado de la primaria y no aprende. En las condiciones en que se encuentra, repetirá. Se presentan a la entrevista el padre y la madre y me informan acerca del niño. Tomo nota de la información que me proporcionan y les propongo una cita para el niño y posteriormente una nueva entrevista con ellos. El informe del psicólogo escolar diagnostica DDA, con las siguientes características: ‛No presta atención. Incurre en errores. No mantiene la atención ni en actividades lúdicas. Parece no escuchar. No cumple las instrucciones. No finaliza las tareas. No se sabe organizar. Está permanentemente distraído. No aprende’.
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Caso clínico de la psicoanalista Marta Davidovich tomado del diario argentino “Página 12” (www.pagina12.com.ar).
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Con este informe, el pediatra ha indicado medicar con Ritalina y consultar a un psicólogo. Los padres se resisten a someter al niño a medicación. Han comprado la Ritalina, pero los efectos secundarios indicados en el prospecto los atemorizaron. A la entrevista siguiente llega el niño con su madre. En la sala de espera me presento al niño y lo hago pasar a la consulta. Me explica que tiene los bolsillos llenos de hojas de árboles que fue recogiendo por el camino, ya que la maestra las pidió para un trabajo a realizar en clase. En la consulta he dispuesto juguetes y materiales tales como hojas de papel, rotuladores de colores, tijeras, pegamento y plastilina. Al verlos el niño se inclina y comienza a jugar con los cochecitos, para luego ir probando cada uno de los juguetes. Finalmente toma los lápices, se da la vuelta y me pregunta: ‛ ¿Puedo pintar?’. ‛Sí, puedes pintar.’ Dibuja un árbol sin hojas. Se queda mirando el dibujo y comienza a sacar hojas de sus bolsillos. Se da vuelta con una barra de pegamento en la mano y me pregunta: ‘¿Puedo pegar?’. ‘Sí. Puedes pegar.’ Pasa la barra de pegamento por donde ha dibujado las ramas del árbol, va seleccionando hojas y las pega. Se queda mirando lo que ha hecho y, señalando con el dedo, me dice: ‘Pero estas hojas no son de este árbol’. La entrevista ha durado veinte minutos. Le hago saber que sus padres lo tendrán al tanto de próximas entrevistas. Al día siguiente tengo entrevista con los padres. Les pido que me relaten la historia del nacimiento del niño. La señora mira azorada a su marido. Se han puesto nerviosos. La madre, con voz temblorosa, dice: ‘Este niño es adoptivo’. ‘Eso es lo que ha motivado mi pregunta’, les aclaro. ‘Pero nadie lo sabe – continúa la madre–. Nos organizamos para que una mujer embarazada que no quería tener el niño me lo cediera y para que un obstetra certificara que lo había parido yo. ’ ‘El niño lo sabe”, respondí. Les expliqué que este saber del niño era inconsciente y me lo había trasmitido a través de los dibujos. Les di mi opinión: ‘El niño se ha hecho cómplice inconsciente. Nadie debe saberlo. Él tampoco debe saber. Para no saber, no debe aprender’. ‘¿Y esto cómo se soluciona? ’, preguntó el padre. ‘Contándole al niño su verdadera historia’, respondí. Ella se puso a llorar diciendo que no podía hacer eso, que iba a traer problemas, que no se sentía en condiciones de enfrentar la situación. La invité a tener entrevistas individuales para que pudiera entender qué le impedía enfrentar la situación, y también seguir teniendo entrevistas con el niño.
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Al cabo de un tiempo, el niño comentó en sesión la historia de su origen, del que había sido informado por sus padres. No manifestó ningún tipo de reacción negativa. Aprobó el primer trimestre y la jefa de estudios notificó a los padres que los obstáculos en el aprendizaje habían sido superados, que el niño había cambiado radicalmente de actitud y que ya no había riesgo de repetición de curso.”
Reflexión Final El pedagogo francés Philippe Meirieu señaló tres condiciones indispensables para que un dispositivo pedagógico cumpla su función: a) Tiene que conformarse un espacio sin amenazas, b) poder constituirse en un lugar en donde el niño pueda aliarse con un adulto contra todas las formas de adversidad y de fatalidad c) que debe ser rico en ocasiones y estimulaciones. Algunos sistemas escolares se están dando cuenta de esto y están empezando a fomentar estas cuestiones a partir de una colaboración fuerte entre institución-padre. Es fundamental que los padres y las instituciones educativas tengan un norte claro a donde apuntar con los niños, favoreciendo el lazo social entre ellos, pudiendo también decir “NO”, eso tan importante en esta etapa constitutiva del ser humano. Nos gustaría cerrar este capítulo enfatizando este concepto del vínculo padres-escuela. Al igual que no es saludable un mensaje incoherente entre ambos padres, no lo es un mensaje incoherente entre la casa y el centro educativo. Ambos deben complementarse poniendo siempre al niño y sus necesidades en primer lugar. Para eso es imprescindible entender que el niño es portador de una singularidad, de una historia única e irrepetible que lo hace un ser particular en el mundo.
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Testimonios de padres que eligieron Montevideo College para sus hijos
“Es una muy buena propuesta: bilingüe, doble horario, un edificio nuevo… había varios factores que se conjugaron para que eligiéramos Montevideo College. Mi hijo, Juan Antonio, empezó viniendo a Montevideo Kids desde que tenía un año y algo. Ahí vimos una muy buena evolución desde el punto de vista del aprendizaje y del relacionamiento con otros niños. Es un chico muy alegre y muy vivaz y creemos que parte de eso proviene de la formación que le dieron aquí.” Papá de Juan Pablo.
“Elegí Montevideo College porque me brinda todo lo que buscaba para mis hijos. Es un colegio bilingüe, pueden hacer natación, aikido, danza… Tienen todas las actividades aquí y eso me queda cómodo y mis hijos están contentos. Es una familia. Es un colegio chico, todos se conocen. No son un número más en el colegio sino que cada niño es especial y se preocupan por todos los detalles. Mis hijos están felices. Tienen un horario largo y nunca se quieren ir. Es impresionante. Estoy totalmente convencida de la elección de Montevideo College.” Claudia Alonso, mamá de Felipe y Sofía.
“Mi hija hace varios años iba a Montevideo Kids, y cuando se presentó el proyecto del colegio, sin dudarlo, con el papá dijimos que sí. Por la infraestructura, por el equipo docente, y porque es la continuación de Montevideo Kids. Destaco sobre todo la parte humana. Es un colegio donde se ve reflejado el afecto que los docentes tienen por los alumnos: en el cuidado, cómo los atienden, cómo los tratan, cómo vienen los chicos súper felices. Para mi hija, la escuela es el segundo hogar.” Romina.
“Yo veo que mi hija ha crecido mucho en los aspectos del aprendizaje, principalmente la veo muy motivada y muy dispuesta a esforzarse cada día para adquirir mejor los nuevos conocimientos. La veo muy entusiasmada. No le da ninguna pereza venir al colegio. Si la venimos a buscar dice: “Me quiero quedar un ratito más jugando”. Veo que adentro de casa reproduce mucho lo que va aprendiendo, más que nada en los aspectos corporales, todo lo que es educación física y danza. Y también veo que mejoró mucho los hábitos sociales, y que lo que le enseñamos en casa se viene reproduciendo en el colegio: el cuidado del medio ambiente, la higiene, los modales para conducirse con los demás, las palabras respetuosas, y tratar de convivir en armonía y no generar conflictos.” Mirá el video con más testimonios de padres ingresando a www.montevideocollege.edu.uy
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SOBRE LOS AUTORES Ariel Gold Es psiquiatra de niños y adolescentes. Es Director del Departamento de Niños en el Centro Clínico del Sur. Es miembro corresponsal de la Asociación Americana de Psiquiatría de Niños y Adolescentes y de la directiva de la Sociedad Uruguaya de Psiquiatría de la Infancia y la Adolescencia. Fue Profesor Adjunto de Psiquiatría Pediátrica en la Facultad de Medicina de la Universidad de la República y coordinador de Psicofarmacología Pediátrica en la Cátedra de Psiquiatría de Niños y Adolescentes, también de la Universidad de la República, además de vicepresidente de la Sociedad de Psiquiatría Biológica del Uruguay. Ejerció la docencia en primaria (1988-1992) y secundaria (1983 – 1993) y creó el programa de psicoeducación “El docente como agente de salud mental” para Uruguay, Colombia, Argentina y Chile. También fue médico pasante del Centro de Trastornos Afectivos en la Universidad de Pittsburg, Pennsylvania, Estados Unidos. Dicta conferencias en diversos cursos y seminarios en Uruguay y el exterior.
Fanny Berger Egresó de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República en 1980. Es máster en Psicología Educacional y en Psicología Clínica de niños y adolescentes, ambos títulos obtenidos en Israel, donde trabajó durante 13 años. Posteriormente egresó del posgrado Terapia Gestalt con Niños y Adolescentes en el Centro Gestáltico de Montevideo en 1999. Fue profesora de la Unidad de Formación Permanente de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República, docente de la Universidad Católica en diferentes seminarios, e invitada especial a los seminarios de Profundización en el Área de Psicopatología Infantil de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República. Ha publicado varios libros: Papis, miren qué me pasa, Ed. Fin de Siglo, Montevideo, 2005; El paraíso posible: cómo crecer espiritual y emocionalmente, Ed. Fin de Siglo, Montevideo, 2008; Padres sin autoridad, hijos sin rumbo, Ed. Fin de Siglo, Montevideo, 2010; y el más reciente: Entre padres e hijos. En busca del vínculo perdido, Ed. Planeta, Montevideo, 2012. Ha sido y es colaboradora en diferentes medios radiales y televisivos como “Tveo a diario” (Televisión Nacional de Uruguay), “Consentidas” (Radio Carve), “Puglia y compañía” (Canal 10), “Mateína” (AM Libre), “Viva la tarde” (Radio Sarandí) y “Buen día Uruguay” (Canal 4). También fue columnista de la revista mensual “Mamá y Bebé” y colaboradora del portal Mundobebe.com. Actualmente ejerce como psicoterapeuta de niños, jóvenes, adultos y familias, y como supervisora gestáltica para psicólogos. También coordina talleres donde brinda “herramientas para vivir en familia” en forma particular. Jorge Bafico Es psicólogo y docente del Instituto de Psicología Clínica de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República. Es psicoanalista y ejerce su práctica desde 1993. Entre 1992 y 1994 realizó un posgrado como psicólogo clínico en la Clínica Psicoanalítica de La Unión (servicio de la Universidad de la República). También tiene un doctorado en Psicología de la Universidad Del Salvador de Buenos Aires, Argentina. Ha publicado varios títulos: Casos locos, Ed. Fin de Siglo, Montevideo, 2006; ¿Hablamos de amor?, Ediciones de la Plaza, Montevideo, 2008; Lo cotidiano, Ed. Psicolibros, Montevideo, 2009; Los perros me hablan, Ediciones de la Plaza, Montevideo, 2011; Cosas que pasan, Ed. Aguilar, Montevideo, 2012. Además es coautor de otros dos libros y compilador de otros tantos.
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También ha publicado varios artículos y trabajos y participado en Jornadas nacionales e internacionales. Escribió en la revista “Anudar” y en la publicación psicoanalítica “Erreseí”. Fue columnista de la revista “El Estante”. Actualmente escribe en la revista de Psicolibros-Waslala y en “Trazas”, y es columnista del programa radial “Abrepalabra” en Océano FM.
Roberto Balaguer Es psicólogo clínico y educacional por la Universidad de la República y la Universidad de Minnesota. Realizó un posgrado en Psicoterapia Psicoanalítica de Niños y Adolescentes y de Adultos, y es docente universitario en CLAEH y la Universidad Católica. Investigador y consultor, ha participado en la capacitación del Plan Ceibal (OLPC en Uruguay) invitado por la Comisión de Educación del Plan Ceibal y también como parte del equipo técnico de la Universidad Católica del Uruguay. Ha dictado innumerables talleres y conferencias en Uruguay así como también en Argentina, México, Colombia, Brasil, Panamá, Costa Rica, y España. Ha escrito artículos en diversas revistas especializadas nacionales e internacionales, siendo coautor de varios libros, y autor de los siguientes: Internet: un nuevo espacio psicosocial, Ed. Trilce, Montevideo, 2003; Vidasconect@das. La pantalla, lugar de encuentro, juego y educación en el siglo XXI, Ed. Frontera, Montevideo, 2005; Plan Ceibal: los ojos del mundo en el Primer Modelo OLPC a escala nacional, Prentice Hall, Montevideo, 2009; Hiperconectados. Guía para la educación de los nativos digitales, Santillana, Montevideo, 2010; La nueva matriz cultural. Claves para entender cómo la tecnología moldea nuestras mentes, Pearson, Montevideo, 2012. Con veinte años de experiencia en instituciones educativas, hoy en día asesora instituciones y se desempeña como Coordinador del Programa Link.spc (TICs y Educación) en St. Patrick's College, Montevideo.
Alejandro De Barbieri Es psicólogo clínico, egresado de la Universidad Católica del Uruguay en 1994. Es logoterapeuta, egresado de la Fundación Argentina de Logoterapia Viktor E. Frankl en 1996. También ejerce como director del Centro de Logoterapia y Análisis Existencial (Celae), donde también es coordinador y docente de los cursos de 1º, 2º y 3er año de Logoterapia. Además es profesor grado 3 de la Facultad de Psicología de la Universidad Católica. Realizó un doctorado en Psicología en la Universidad de Flores, Buenos Aires, Argentina. Fue psicólogo en primaria y secundaria en los colegios Maturana y La Mennais en Montevideo. Dicta cursos y conferencias acerca de Logoterapia desde el año 1995 en Uruguay, Argentina, Paraguay, México, Perú, Guatemala, Colombia, España e Italia. Ha participado como columnista en “Tiempo presente” (Oriental 770 AM), y lo hace actualmente en “Abrepalabra” (Océano FM) y en “En perspectiva” (Radio El Espectador, 810 AM). También ha publicado Economía y felicidad: una vida con sentido, Ed. Fin de Siglo, Montevideo 2012.
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BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA: ARANOVICH, Ricardo: Quién nos robó el entusiasmo, Ed. Atlántida, Buenos Aires, 2009. BAUMAN, Zygmunt: Vida de consumo, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2007. BAFICO, Jorge: Cosas que pasan, Ed. Aguilar, Montevideo, 2012. BAFICO, Jorge: Los perros me hablan, Ediciones de la Plaza, Montevideo, 2011. BAFICO, Jorge: Lo cotidiano, Ed. Psicolibros, Montevideo, 2009. BAFICO, Jorge: ¿Hablamos de amor?, Ediciones de la Plaza, Montevideo, 2008. BALAGUER, Roberto: Internet: un nuevo espacio psicosocial, Ed. Trilce, Montevideo, 2003. BALAGUER, Roberto: Vidasconect@das. La pantalla, lugar de encuentro, juego y educación en el siglo XXI, Ed. Frontera, Montevideo, 2005. BALAGUER, Roberto: Hiperconectados. Guía para la educación de los nativos digitales, Santillana, Montevideo, 2010. BALAGUER, Roberto: La nueva matriz cultural. Claves para entender cómo la tecnología moldea nuestras mentes, Pearson, Montevideo, 2012. BARYLKO, Jaime: En busca de los valores perdidos, Ed. Santillana, Buenos Aires, 1997. BERGER, Fanny: Papis, miren qué me pasa, Ed. Fin de Siglo, Montevideo, 2005. BERGER, Fanny: El paraíso posible: cómo crecer espiritual y emocionalmente, Ed. Fin de Siglo, Montevideo, 2008. BERGER, Fanny: Padres sin autoridad, hijos sin rumbo, Ed. Fin de Siglo, Montevideo, 2010. BERGER, Fanny: Entre padres e hijos. En busca del vínculo perdido, Ed. Planeta, Montevideo, 2012. DE BARBIERI, Alejandro: Economía y felicidad: una vida con sentido, Ed. Fin de Siglo, Montevideo 2012. FRANKL, Víctor E.: El hombre en busca de sentido, Ed. Herder, Barcelona, 1991. FRANKL, Víctor E.: Ante el vacío existencial, Ed. Herder, Barcelona, 1992. MAY, Rollo: El hombre en busca de sí mismo, Ed. Central, Buenos Aires, 1974. PUNSET, Eduard: Viaje al optimismo. Las claves del futuro, Ed. Destino, España, 2011. ROSSI, Pablo: Conductas tóxicas: drogas y nuevas adicciones, Ed. Planeta, Montevideo, 2013. SINAY, Sergio: La felicidad como elección, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2011. SINAY, Sergio: La sociedad de los hijos huérfanos, Ediciones B, Buenos Aires, 2007. SINAY, Sergio: Ser padres es cosa de hombres, Ed. Nuevo Extremo, Buenos Aires, 2009. YALOM, Irvin: Mamá y el sentido de la vida, Ed. Emecé, Buenos Aires, 1999.
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