MARIO ONZAIN GUTIÉRREZ
Uso de razón Los hombres que temían a las mujeres y asustaban a los niños
USO DE RAZÓN
© Dibjulo de Jon Onzain, 2014.
Imagen de portada:
M ario O nzain G utiérrez
Mario Onzain Gutiérrez
Nace en Lalín, Pontevedra. Estudia bachillerato en el colegio de los jesuitas de Gijón, siendo atrapado por la literatura gracias al estupendo profesor de la asignatura. Contemplando el acueducto de Segovia descubre una épica diferente a la de la Odisea, y, sintiéndose un poco Ulises, se traslada a Madrid para recorrer caminos y estudiar Caminos. En 1966 debuta como ingeniero en el “Abastecimiento de Aguas al Gran Bilbao” y posteriormente, durante muchísimos años, profesa en la contrata (Ferrovial, ACS...), también en la promoción inmobiliaria, viviendo intensamente la mística de la cuenta de resultados. Para huir de la barbarie escribe desde siempre, pero hasta 1996 no publica su primera novela El paso alegre de la Paz; después llega La Ría de Bilbao y varias intromisiones en los libros de la Fundación Esteyco. Sus otras dos novelas llevan por título Un ángel más y La estirpe de Lilith. En el presente libro, tras dar las gracias a nuestra antepasada, la primera bacteria que apareció en el agua hace unos tres mil ochocientos millones de años, viaja, Uso de razón mediante, hasta nuestros días para alertar a sus descendientes sobre un peligroso legado, el de Los hombres que temían a las mujeres y asustaban a los niños.
Uso de razón Los hombres que temían a las mujeres y asustaban a los niños
Mario Onzain Gutiérrez
© 2014 Fundación ESTEYCO © 2014 Textos: Mario Onzain Gutiérrez © Portada: dibujo de Jon Onzain, 2014 Diseño Gráfico: Pilar Carrizosa Fotocomposición, fotomecánica e impresión: Estugraf impresores S.L. Editado por la Fundación ESTEYCO. Menéndez Pidal, 17. 28036 Madrid. Impreso en España Depósito Legal: M-35139-2014 1ª Edición: diciembre 2014
A Mario, a Marta, a Ella, que siempre está conmigo. A Ana, sin la cual lo aquí escrito nunca hubiese visto la luz. Y a Javier, a quien tanto debo, entre otras cosas la publicación de este libro.
Contenido
Introducción
7
1. En el principio
11
2. De la especie al individuo. Yo
21
3. La supervivencia de la especie. Del sexo al erotismo
27
4. La lucha por la Vida. Juego. Fuego. Divinas Palabras
39
5. Del Paraíso Terrenal, POR la luminosa Atenas, CAMINO DE ROMA
53
6. El sentido de la vida
71
7. Los hombres que temían a las mujeres
83
8. La Biblia y sus derivados
95
9. El Cristianismo
109
10. Asustar a los niños
133
Introducción
Estamos sentados frente al televisor, la locutora, muy guapa, habla de la crisis; de la prima de riesgo, del hundimiento de la bolsa, del desempleo galopante, de la desconfianza hacia los políticos, etc. No hay dramatismo en su expresión, ni en su voz bien modulada, pero sí contundencia en su forma de decir mirándonos fijamente, casi sin pestañear. Yo diría que mientras nos da cuenta de la hecatombe que se nos avecina, esconde un punto de indiferencia, un matiz guasón que tiene el efecto de provocar complicidad en el espectador, al menos conmigo. “Hemos hecho lo normal, más o menos lo que nos han dicho, como siempre, y ahora resulta que estamos al borde del abismo.” Como para morirse de risa ¿no?, parece decir. Sí, desde que el mundo es mundo, pienso, la mayoría siempre hemos hecho, más o menos, lo que nos han dicho en base a unos principios, a unas creencias. Hemos sido respetuosos con la autoridad competente o incompetente; hemos confiado, más o menos, pero sobre todo hemos obedecido; y sin embargo las cosas han ido como han ido. Ahora parece que de mal en peor. No es la primera vez, ni será la última que ha habido una hecatombe, un desastre; a veces mucho mayor que el que se nos avecina, y sin embargo, esos principios, esas creencias, ese respeto por la autoridad, apenas se ha resentido. Seguimos obedeciendo. Miro a la bella locutora que esboza una casi imperceptible sonrisa. Sí, parece una broma, una tomadura de pelo. Seguimos obedeciendo. Tú, con cinco años, estás a mi lado intentando enchufar el cordón de una lámpara de mesa. 7
MARIO ONZAIN
—No juegues con eso, la electricidad es muy peligrosa. Me miras con tus ojos inmensos. —¿Sí?, ¿Por qué? —Porque es una forma de energía, que mal utilizada puede hacer daño. —¿Y qué es energía? —Pues energía es… Energía es algo parecido a la fuerza. Un golpe muy fuerte te puede matar ¿no?, pues una descarga eléctrica también. —¿Sí?. Las ventanas de los ojos abiertos de par en par, la boca también. Un niño atónito es la intensidad hecha interrogación. —Sí claro, de hecho hay un aparato que se llama silla eléctrica, en la que te sientas, te enchufan la electricidad y te matan. —¿Si? —Sí, y además en algunos países, la utilizan para eso, para matar gente. Parpadeas varias veces, abanicándote con las pestañas, como para ganar tiempo. —Pues yo no quiero ir a esos países. —Pero a ti no te puede pasar nada porque sólo matan a gente que ha hecho mucho daño, como por ejemplo matar a otros o cosas así. Una nueva pausa y rápido parpadeo. De nuevo los ojos como platos, y un punto de temor. —Abuelo yo cuando veo en la televisión o en la Play Station, matar gente y todo eso, no me da ninguna tristeza, pero si tú me dices que eso pasa de verdad, entonces me da muchísima tristeza. Sí, esa tristeza estaba reflejada con toda nitidez en tu mirada. Sonrío, te acaricio la nuca. Sí, a mí también, digo, volviendo de nuevo la mirada hacia el televisor. Tras una brevísima pausa, suena de nuevo tu voz. —Entonces la energía es mala, ¿no? —No, la energía ni es mala ni buena. En realidad parece ser que todo es energía. —¿Todo? —Sí, todo. 8
I N T RO D U C C I Ó N
—¿Nosotros también? —Sí, nosotros también, porque antes que el mundo, el sol y todas las cosas, existiesen, al principio de todo sólo había energía. Ya la atención se disipa. Tu mirada se dirige a la pantalla del televisor. Hay un anuncio de compresas que tampoco entiendes, pero la imagen succiona tu atención. —¿Qué es compresa? —Cosas para las chicas. —¡Ah!. Supongo que mi tono ha sido aséptico, como las compresas, pero me extraña que no pidas más explicaciones. Tu enorme curiosidad suele dar lugar a una retahíla de interrogaciones; ¿qué es?, ¿por qué?, ¿para qué? Y cuando doy por terminado el examen al que me sometes, te sueles quedar mirándome fijamente emitiendo un escueto ¿Y?, para el que ya no suelo encontrar respuesta. Sin embargo, ese cosas para las chicas no necesita aclaración. Ahora soy yo el que me pregunto por qué, ¿por qué el mero hecho de que las cosas sean para las chicas hace que no te interesen? Cosas de mujeres, cosas para las chicas, bah! Parece que con cinco años esas frases ya te han hecho mella. Parece que ya te hemos inculcado la importancia de ser hombre. Tal vez tenemos ya al machito orgulloso por el mero hecho de serlo, orgullosos de no ser chica, orgulloso de pertenecer a la categoría suprema. En la pantalla una multitud dice cantando que Coca-Cola es la chispa de la vida; llegan los deportes. Somos la primera potencia mundial en fútbol, somos campeones de Europa, somos campeones del mundo, la bella presentadora lo ha dicho con la misma incipiente sonrisa, con el mismo tono, un punto escéptico. Pero a ti el mensaje te hace mella. Es que, efectivamente, somos todo eso y tu, lógicamente, con cinco años te apuntas a ese somos. Apagamos el televisor. Te pones a revisar tus cromos de futbolistas, y yo te observo, mientras en mi mente bulle algún pensamiento consecuencia de la sesión de nieto y televisión. Somos, efectivamente, la primera potencia mundial en fútbol. 9
MARIO ONZAIN
Por otra parte la crisis nos tiene atenazados; estamos al borde del abismo y aceptamos lo que la autoridad ordena, aunque sea incompetente y nos empuje al fondo de ese abismo. Luego dicen que de las crisis siempre se sale, como de las guerras, salvo los que se quedan por el camino, claro. A ti te da muchísima tristeza el que yo te diga que es verdad lo de la pena de muerte, además te han dicho que no, que no se puede matar ¿En qué quedamos? Tampoco comprendes eso de que al parecer en el principio era la energía y de que, en cierto modo, nosotros también somos energía, como yo te he dicho. Caigo en la cuenta de que he sido un poco abuelo cebolleta. En relación con las compresas, no te interesa son cosas de chicas, como yo te he dicho, a lo mejor con un tono displicente. Bueno, el caso, pienso mientras observo cómo ordenas los cromos, el caso es, que te habrás hecho un pequeño lío. Así que hay que tener cuidado con lo que decimos a nuestros nietos, es decir a los niños y a las niñas, porque a ellas sí les interesan las compresas. Por otra parte, yo tengo setenta y dos años y noto, al estar contigo, que la senectud tiene mucho que ver con la niñez (todo tiene que ver con la niñez), y el caso es que yo también necesito aclararme y me propongo hacer un relato, que es más bien el Relato (como la Biblia), con aviso a navegantes, de cómo veo las cosas después de setenta y dos años dando bandazos sin rumbo fijo por estos mundos de Dios. Creo que ha llegado la hora de parar, de tomar perspectiva, y recopilar lo que uno, más o menos, cree, piensa. Así que como vejez y niñez tienen mucho en común, me resulta más fácil dirigirme a alguien que pregunta mucho, como tú, esperando que no seas muy exigente con las respuestas. Así que vamos allá. Te voy a contar cómo creo yo que han sido y son las cosas. Ya que estamos inmersos en la globalización, voy a intentar darte, nada menos que, una explicación global. Y para hacer esto hay que comenzar desde el principio. 10