3 minute read

EN LOS HOMBROS DE UN PAPÁ

Para algunos la figura paterna es ejemplo; para otros, autoridad, para otros un fantasma y para demasiados, un ogro. Lo cierto es que independientemente del tipo de padre, el impacto de tenerlos (o no tenerlos ) cerca es definitivo en la vida de los niños. No necesitamos todos esos estudios científicos que se realizan constantemente para saberlo. Aunque muchas veces son infravalorados, este mes rendimos homenaje a los papás, a esos que saben que dar un apellido es un mero trámite y que deciden llevarnos en hombros toda una vida

Sé que nos parecemos en muchas cosas. Sobre todo, en varios defectos que ya tengo asumidos. (La nariz torcida, la impaciencia, y a veces el exceso de confianza en la gente.) Cuando hago chistes y monadas me dicen “sosigualitaatupapá”. Y eso me enorgullece. También me lo dicen cuando me pongo cabezona y terca. Eso no me enorgullece, pero estoy segura de dónde lo saqué.

Conforme han pasado los años, hemos archivado algunos disgustos. Es importante diferir. Es importante que alguno llame al otro y nos perdonemos. También es importante comprender que ese señor es así, que está haciendo su mejor esfuerzo por adaptarse a un mundo que va demasiado rápido. Me gusta recordarle que no es un viejito – no lo es, jamás debe sentirse así -, y que si cuida su salud como debería, va a tener una segunda o tercera adolescencia y podrá seguir disfrutando de atardeceres en la playa con cerveza en mano, como tanto le gusta. También le corrijo cuando dice “Eso yo no lo sé hacer”. Si puedo, lo tomo de la mano y le enseño. Si fue paciente para enseñarme a usar la cuchara y el tenedor, ¿cómo no le voy a tener paciencia para aprender de aplicaciones, internet y demás revoluciones? En sus hombros me sentó para que pudiera ver pasar a Juan Pablo II en su papamóvil, allá por 1983, aquí en San José.

Y SI SE ARREPIENTEN DE ALGO, TAMBIÉN CUÉNTENNOS ESO

Fue tan alcahueta cuando pudo. ¡Y casi siempre pudo! Le gustaba que estrenara, descubrió que me gustaba estudiar y me animó a hacerlo. Nunca escuché un “no podés”, nunca dijo “como sos mujer, no deberías intentarlo”.

Para mi hermana y para mí, nunca hubo pellizcos ni maltratos. Miedo le tenía, sí, pero porque tiene una voz de trueno, y suena muy enojado cuando quiere enfatizar algo. Pero a esa mano, a ese cinturón, nunca les tuve pavor. No tuve que correr nunca para huirle a un golpe, aunque en aquella época no era mal visto.

Él sabe la clase de papá que ha sido, qué se perdió cuando se divorció de mi mamá y nos dejó. También sabe que efectivamente, como me lo dijo esa vez, esonoiba aserelfindelmundo, ni el fin de la familia. Hemos seguido siendo padre e hija, un nosotrosextraño y único.

Este papá quiso enseñarme a nadar, no pudo. A andar en bici, tampoco pudo. Todo lo que sí sé hacer lo aprendí sola, ya vieja. Y vieja es cuando me gusta darle gustos al niño que él sigue siendo. Me gusta llevarlo a comer, me gusta sorprenderle con buenas noticias. Y aunque pueda ir sola al aeropuerto, me gusta mucho que me lleve él, o me reciba. Sé que siente que verme “volar” es una manera de haber hecho bien las cosas. Pocas veces lo he visto llorar, o con miedo. Sé un par de sus secretos, se los guardo y me los callo. Creo que ustedes, papás, no saben que verlos llorar o afligidos, no los hace menos wowa nuestros ojos. Es hermoso que se muestren vulnerables, que nos dejen conocer su lado débil. No tienen que ser “el señor de la casa” todo el tiempo. Para algunos la figura paterna es ejemplo; para otros, autoridad, para otros un fantasma y para demasiados, un ogro. Ojalá solo sean ustedes mismos, sean francos. Digan que no sabían, que siguen sin saber cómo criarnos. Que estar ahí todo el tiempo pesa mucho. Confiésenlo, que a veces se cansan, que tienen miedo también. Y si se arrepienten de algo, también cuéntennos eso. Dar el apellido es un trámite. Compartir una paternidad amorosa, eso sí es un mérito enorme. Y no crean que porque les damos regalos aburridos – pañuelos, medias, colonia y corbata – significa que los queremos menos. En realidad, entre más los conozcamos, mejor podremos sorprenderlos. Bajen la guardia, sean así no más, como son. Debe ser agotador llevarnos en hombros física y moralmente toda una vida. Pero eso eligieron ustedes, ¿verdad? Este 19 de marzo me lo llevo a tomar café donde nos gusta.

Ya sé lo que va a pedir, ya sabe lo que voy a pedir. Ya en ese café saben que viene “ese señor con su hija”, y yo sé que nos vemos geniales juntos, desde que me llevaba en hombros, y hasta hoy que lo llevo del brazo y le recuerdo sus pastillas.

Dior combina los códigos esenciales de la sastrería con los de la ropa deportiva. El resultado: suits de cortes limpios que se adaptan al menswear urbano

This article is from: