Masters and johnson - Esto merece ser contado

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Maters & Johnson


“El único requisito para una buena vida sexual es una pareja interesante e interesada”



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William Howell Masters (Cleveland, 1915 - Tucson, 2001) Ginecólogo y científico estadounidense que, junto a Virginia E. Johnson, su esposa a partir de 1971, destacó por sus estudios sobre la sexualidad humana y sus disfunciones. William Howell Masters nació el 27 de diciembre de 1915 en Cleveland, Ohio, hijo de Francis Wynne Masters y Estabrooks Taylor. Los acomodados Masters les procuraron, a él y a su hermano, Francis Wynne, una infancia feliz y se preocuparon por que tuviesen una buena educación en las mejores escuelas del país.


ión tabú Una vez que hubo completado los estudios primarios en Kansas City, el aplicado William fue enviado a estudiar a la Lawrenceville School de Nueva Jersey, una institución privada y exclusiva, donde se graduó con nota a los dieciocho años y se preparó para su posterior ingreso en el Hamilton College del estado de Nueva York. Muy aficionado a los deportes, el activo joven supo compaginar en la institución neoyorquina un brillante expediente académico con la práctica del béisbol y del baloncesto, además de tener tiempo para participar en debates y otras actividades propias de los estudiantes.




Inquieto observador de la realidad, Masters pronto descubrió que su lugar estaba en el laboratorio. Las prácticas despertaron en Masters el interés por la investigación y, tras graduarse en 1938, decidió cursar los estudios superiores en la Escuela de Medicina y Odontología de la Universidad de Rochester. Su interés por la sexualidad humana se desarrolló durante su período de formación en Rochester, donde se especializó en ginecología y obstetricia. Ahí tuvo el privilegio de trabajar al lado de uno de los discípulos del célebre pionero en el estudio de las relaciones sexuales Alfred C. Kinsey, el doctor George Washington Corner, quien dirigió a Masters en un estudio comparativo sobre la reproducción en los animales y los seres humanos.




Tras un breve lapso en el que tuvo que cumplir el servicio militar en la marina estadounidense, Masters siguió los consejos de Corner y decidió trasladarse a Saint Louis, con la intención de servir como interno en la especialidad de ginecología y obstetricia en el Saint Louis Maternity Hospital y, posteriormente, en el Barnes Hospital. Este apuesto y atlético joven de buenos modales también tuvo tiempo de flirtear con las chicas en Rochester y de conocer a su primera mujer, Elizabeth Ellis, con la que contrajo matrimonio en 1942, y con quien tuvo dos hijos, Sarah y William Howell Jr. Tras acabar la carrera de un modo sobresaliente, en 1947 Masters entró a trabajar como profesor auxiliar en la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington, donde llevó a cabo un revolucionario trabajo sobre terapia hormonal. El éxito de dicho estudio le permitió obtener una beca del United States Institute of Health, con la que el emprendedor doctor inició un largo y detallado proceso de investigación sobre las disfunciones en el comportamiento sexual humano. Dos años después de haber iniciado el proyecto, Masters optó por hacerse con los servicios de un ayudante, a quien seleccionó a partir de varias entrevistas. Virginia E. Johnson, una antigua estudiante de psicología que nunca llegó a graduarse, fue la elegida para compartir una larga aventura profesional que, con el paso de los años, derivó en una estrecha relación sentimental.


Durante diez años, Masters y Johnson encerraron en su estudio a 276 parejas que accedieron de modo voluntario a ser objeto de observación y estudio mientras mantenían relaciones sexuales. Fruto de este largo proyecto fue la publicación, en 1966, de La respuesta sexual humana, libro escrito en términos científicos y dirigido a los especialistas en la materia, pero que tuvo un éxito sorprendente entre el público en general, hasta el punto de convertirse en un éxito de ventas traducido a varios idiomas. Polémico y criticado por los sectores sociales más conservadores y por algunos científicos que argumentaban una supuesta falta de objetividad y un afán de notoriedad, el estudio descubrió nuevas

vías para tratar a los pacientes con problemas sexuales.

Un nuevo concepto de sexualidad En 1970, la ya célebre pareja abrió una clínica en Saint Louis, con el fin de aplicar sus teorías, algunas de las cuales fueron practicadas en todo el país por muchos de los estudiantes que pasaron por allí. Según Masters y Johnson, la incomunicación y el miedo al sexo eran trabas que podían llegar a provocar la impotencia o la frigidez, por lo que su programa de terapia sexual consistía en ayudar a la pareja mediante la oferta de una amplia información sobre el sexo y en facilitar una mayor comunicación verbal, emocional y física entre la pareja.




En 1971, tras divorciarse de Elizabeth Ellis, William H. Masters se casó con Virginia E. Johnson. Masters estaba dotado de un sutil sentido del humor y de una tierna capacidad de comprensión, que contribuyeron a una sólida relación matrimonial y profesional, según afirmó Virginia sobre su esposo en más de una entrevista. La pareja continuó sus investigaciones, cuyos resultados quedaron reflejados en otros libros como Inadaptación sexual humana, que tuvo la virtud de aportar la terapia sexual como innovador método para afrontar las dificultades en las relaciones sexuales; El vínculo del placer, que, con su publicación en 1975, ofreció una

nueva manera de afrontar la sexualidad a todas las parejas del mundo, o La sexualidad humana, escrito en 1982 en colaboración con su discípulo Robert C. Kolodny. La publicación a finales de la década de los ochenta de dos obras acerca de la homosexualidad y el sida (Homosexualidad en perspectiva y Crisis: el comportamiento heterosexual en la era del sida) dio al traste con muchas de las creencias conservadoras de entonces. Su contribución a la terapia sexual, a la desinhibición y a la resolución de traumas y desórdenes sexuales ayudó a miles de personas. Asimismo, Masters advirtió sobre posibles abusos que, como la violación, podían darse en la aplicación de las terapias a los pacientes.



La pareja Masters y Johnson trabajó sin descanso hasta 1992, aunque el éxito profesional no fue suficiente para mantenerla unida durante más tiempo. El espartano estilo de vida que supuso dedicarse por entero al trabajo durante años les ocupó demasiado tiempo en su vida e impidió que pudieran desarrollar más su relación o dedicarse a los amigos.

La sexagenaria Virginia se replanteaba su existencia, deseosa de encontrar más tiempo para viajar o disfrutar de la familia, pero el doctor Masters sólo estaba interesado en seguir trabajando en su despacho. En 1993 se divorciaron y un año después el propio William, enfermo de Parkinson, también decidió retirarse, dejando la que fue durante años su base de trabajo en Saint Louis para residir en Tucson, Arizona. Pese a gozar de una buena salud gracias al hecho de practicar deporte durante muchos años, el avance de la enfermedad obligó a Masters a depender físicamente de los mejores especialistas, y pasó los últimos años de su vida recluido en su casa de Tucson, atendido y arropado por su tercera esposa, Geraldine Baker Oliver. Tras el fallecimiento del doctor, Virginia Johnson y Mark Schwartz, director del Instituto Masters y Johnson, ensalzaron la tarea de Masters porque trató de ayudar a la gente a hablar de sexo de un modo abierto y sincero. La sociedad del siglo XXI no podrá olvidar la aportación de quien a los ochenta y cinco años de edad afirmó que el único requisito para una buena vida sexual era «una pareja interesante e interesada».


Human sexual response


En los años sesenta se rompieron bastantes de los tabúes que rodeaban el sexo; fue una apertura que se produjo, en buena medida, de la mano de la pareja Masters y Johnson. Sus estudios revolucionaron el mundo de las relaciones sexuales y se enfrentaron con todas las teorías que consideraban la práctica sexual exclusivamente como una mera forma de procreación. Sus investigaciones múltiples sobre las respuestas del cuerpo a la excitación erótica provocaron el rechazo entre los sectores más conservadores de la sociedad estadounidense, que no vieron con buenos ojos el desmoronamiento de los sólidos muros levantados en torno al mundo de la pareja, que para ellos era exclusivamente el de la familia.



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