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El Minotauro La verde calamidad
El Minotauro
Nicolás Durán de la Sierra
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LA VERDE CALAMIDAD
Nicolás Durán de la Sierra
Aunque exagerado parezca, el Par-
tido Verde es una verdadera calamidad y no sólo en el Estado, donde tan mala fama tiene, sino en el país entero.
Si su punta más visible es Jorge Emilio González, el “Niño Verde”, es fácil imaginar cómo está la trama de la madeja.
Lo que es un enigma es su liga con Morena; los votos y escaños que aporta, a estas alturas, deben resultarle pesados.
Contrario a lo que muchos opinan, no se le ve al Partido Verde la astucia para estructurar una conspiración de gran aliento o el talento necesario para jugar al ajedrez político de grandes ligas; están los intereses mafiosos de grupos de clase económica alta pugnando por trafiques y prebendas aunque, desde luego, ello no los hace menos lesivos al bienestar comunitario.
Las sonoras rabietas en el senado de Manuel Velazco, el exgobernador de Chiapas al que se acusa de millonario desfalco en aquel Estado, o el reciente sainete del “Niño Verde” al que se incluye en una llamada telefónica que enturbia el proceso electoral estatal, una llamada que, real o no, brilla por su memez y su procacidad, prueban el aserto: no tienen los tamaños para un gran complot.
De menor índole, abundan los ejemplos de lo baladí que han resultado sus notables, como Gustavo Miranda, el extitular de la Junta de Gobierno del Congreso, y al que se debió en gran parte la toma del edifico legislativo por grupos feministas, o el diputado Pedro Pérez, ligado al Partido Verde que -para Ripley- pugna porque vuelvan al Estado las corridas de toros y las peleas de gallos.
De allí, para muchos, lo desatinado de la campaña del Movimiento Ciudadano al hablar de grandes intrigas verdes, en vez de subrayar los activos intelectuales y morales de su candidato al gobierno estatal.
Cierto es que el Partido Verde es una ambiciosa calamidad y que el aroma les arrebata, pero no es capaz de acometer grandes operaciones… Ni las pequeñas le salen bien.
LA ULTIMA PALABRA
A MITAD DEL CAMINO, ¿ALIANZA CONTRA EL NIÑO VERDE?
Por: Jorge A. Martínez Lugo
Este pasado fin de semana fue la mitad
del camino, entre el 3 de abril y el 5 de junio, cuando conocimos a la madre de todas las encuestas. Justo cuando se vive una escalada en las campañas, con rasgos inéditos y vueltas al pasado. En las dos campañas pequeñas, hasta el momento, vemos una exitosa y otra que no logra despegar. Nivardo (MAS) ha cumplido con ser una sorpresa, al mostrar músculo en sus convocatorias y posicionamiento de un discurso polémico pero presente. Leslie Hendricks (PRI) se mantiene en perfil bajo, con buenos diagnósticos, aunque no logra romper el hielo histórico de su partido. Tanto Nivardo como Leslie, parece van a refrendar el registro de sus partidos -con un techo de 10% en los mejores escenarios-, mientras se recomponen, rumbo a la gran elección presidencial de 2024.
¿ALIANZA?
El tema principal, sin duda, es la posible alianza de facto entre “Va por Quintana Roo” y Movimiento Ciudadano. Comenzó como rumor la semana pasada y ahora alcanzó su clímax, con la presencia en Quintana Roo de los arquitectos de este proyecto:
Por parte del PAN, su presidente nacional Marko Cortés y el ex gobernador de Jalisco, Emilio González, delegado nacional en el estado. Por MC, el fundador y líder moral, Dante Delgado Rannauro.
Tanto Markito como Dante, han dicho sí a la alianza, pero cada quien quiere encabezarla. Ambas partes argumentan que están en segundo lugar y merecen abanderar la lucha común: “No dejar que el niño verde se apodere de Quintana Roo”.
Más que Marko Cortés, es Emilio González el arquitecto real de este proyecto con Dante Delgado. Ambos fueron protagonistas de la alianza en Jalisco que llevó a la gubernatura a Enrique Alfaro por MC.
Emilio González, en su calidad de gobernador, sabía que su candidato panista carecía de toda posibilidad de triunfo y para impedir que Jalisco cayera en manos de AMLO-Morena, prefirió pactar con Dante y entregar Jalisco a la fuerza naranja en 2018. Pero Jalisco, no es Quintana Roo. ¿Quién está hoy en segundo lugar: Laura o Pech? Cada quien tiene sus propios datos, sólo ellos los conocen, pero son diferentes entre sí.
En este punto están las negociaciones. Ahora, en modo presencial, con Dante Delgado y Marko Cortés-Emilio González en Quintana Roo, podrán tener un cara a cara, en algún momento, en algún lugar top secret, para darle otra vuelta de tuerca al proyecto aliancista de facto.
¿QUIÉN DECLINA POR QUIÉN?
En el escenario hipotético, muy remoto hoy, que se logre alcanzar este mega pacto, ya sea que Pech decline por Laura o Laura por Pech, aún así, ¿les alcanzará para derrotar a Mara Lezama y a la fuerza obradorista en Quintana Roo? Ser o no ser, esa es la cuestión, diría Hamlet, a la hora de enfrentar sus propios miedos. ¿Cómo están los números? En algunas encuestas, ni sumando los votos de Laura y Pech: 20 más 20 igual a 40. Mara tiene más que eso.
Pero en política se diría: “dos más dos, igual a cinco; menos uno, igual a seis”. Claro, así funciona la política.
Primer escenario: Cuando dos fuerzas diferentes se unen, no todos los votos se suman al otro. Ambas pierden potencia y se dispersa el votoenergía.
Segundo escenario: Cuando dos fuerzas diferentes se unen, puede darse el efecto “contagio”, en donde, al ver que hay posibilidades, se genera espiral de entusiasmo opositor y podría sumar a indecisos. Hasta aquí lo dejamos por ahora, al fin que usted tiene la última palabra.
Chetumal.
PINCELADAS Pinceladas Santiago J. Santamaría Gurtubay
*Columnista Colaborador
NO ESTARÍA MAL QUE EN CATALUÑA Y EN QUINTANA ROO VOLVIÉSEMOS A VER ‘THELMA Y LOUISE’
Las decisiones que va adoptando el Gobierno catalán se asemejan a las que escogían las protagonistas ‘Thelma y Louise’: cada una de ellas hacía más difícil el regreso y la reconciliación con su vida anterior, y las abocaba a una huida alocada, arriesgada y de futuro difícil de gestionar. Parece que los dirigentes catalanes han decidido hacer lo mismo, pero, en este caso, arrastrando con ellos a los millones de ciudadanos de Cataluña. En este punto, es de lamentar la postura adoptada por partidos, supuestamente de progreso, al apoyar ideas que a lo largo de la historia han sido la causa de infinidad de guerras y responsables de millones de muertos. Esperemos que el futuro se cimente en Estados sin naciones.
La sociedad es un conjunto de intereses en conflicto, el principal desafío de las democracias representativas es gestionarlo. La crisis de la democracia representativa no es el resultado de la ola populista que recorre las sociedades avanzadas. Es su causa. Tampoco es la consecuencia directa de la recesión económica, aunque ésta haya podido contribuir a profundizarla. La crisis política se fraguó durante las últimas décadas en la progresiva desconexión de los partidos de la ciudadanía, tanto en España como en México: en su incapacidad para articular los intereses de aquéllos a quienes decían representar. ¿Qué puede sustituir a la democracia representativa? Unos dicen que la gente. Otros dicen que los expertos. Pero ninguna de estas propuestas es novedosa, pues el pulso populista y tecnócrata existe desde que surgió la democracia de partidos. Populismo y tecnocracia critican a los partidos desde ópticas opuestas: el primero los acusa de no responder a los problemas de la gente. La tecnocracia critica que estén sometidos al dictado cortoplacista de la opinión pública, por encima del interés general. Sin embargo, como apunta el politólogo Daniele Caramani, populismo y tecnocracia comparten algunas características. Una de ellas es que ambos asumen que existe un interés objetivo y común en la sociedad y
que éste puede conocerse, bien porque el interés general se equipara a la voluntad del pueblo (populismo) o porque se descubre a través de la razón y el procedimiento científico (tecnocracia). La segunda es que ni populismo ni tecnocracia están interesados en que los políticos rindan cuentas ante los ciudadanos. Como el primero asume que es la voluntad popular la que dirige el comportamiento de los políticos, el control de abajo a arriba resulta innecesario. En cambio, la tecnocracia considera que la ciudadanía no posee el conocimiento suficiente para evaluar las decisiones sobre lo público. Su objetivo es aislar al poder de la opinión pública. En definitiva, populismo y tecnocracia se alejan de la idea de sociedad como pluralidad de intereses en conflicto. Esquivan, así, el principal desafío de las democracias representativas: gestionar ese conflicto y los desacuerdos fundamentales en unas sociedades más complejas y fragmentadas.
Nada tienen de especial dos mujeres que se dan la mano. El matiz viene después, cuando lo hacen a 100 kilómetros por hora volando sobre el Cañón del Colorado y cortando la respiración a toda una generación de espectadores. Convertida en un clásico moderno, ‘Thelma y Louise’ cumple 25 años como un referente para Hollywood. Esta película demostró que otro cine era posible. Susan Sarandon y Geena Davis siguen hablando sobre ‘Thelma y Louise’ (hace poco en el Festival de Cannes), reivindicando su legado y, sobre todo, luchando para que el éxito de la película no se quede en una anécdota o una extravagancia.
‘Thelma y Louise’ es mucho más que un antes y un después en Hollywood. Es una fábula que de forma visceral nos sacude y nos invita a despertar del letargo. ‘Thelma y Louise’ deja marcado a todo el que la ve porque, aparte de ser una película sensible y madura, es un manual de supervivencia (quizá “supervivencia” no sea la pala-
bra adecuada) y si seguimos sus lecciones puede que no agrademos a todo el mundo, pero eso no es su problema. Mucho antes de que el selfie se llamase ‘selfie’, Thelma y Louise ya inmortalizaron este ejercicio de reivindicación personal: ellas no necesitan a nadie más para crear su álbum de recuerdos. Como en la vida real, su Polaroid no les permite repetir la foto si la primera no les gusta, así que ponen su mejor sonrisa, enfocan desde arriba y son felices con el resultado, por imperfecto que sea. No acepte imitaciones.
Quizá usted piense que no necesita aprender a robar un comercio, pero Thelma tampoco creía que le haría falta y miren cómo acabó. “Si nadie pierde la cabeza nadie perderá la cabeza”. Thelma es nuestra ladrona favorita. Puede que medio estado de Arkansas las esté persiguiendo y que cada nuevo giro en la historia las acerque a su fin, pero explotarle el camión cisterna al baboso que llevaba todo el viaje vejándolas sabe a triunfo. Tras años de ser despreciadas, ignoradas y humilladas por los hombres, estas dos forajidas se quedan como nuevas dándole su merecido a este cerdo sobre ruedas.
A veces nos enamoramos de alguien que nos acaba decepcionando. Pero Thelma ni siquiera puede hacerse la sorprendida: el autoestopista guaperas, Bradd Pit, le advierte sin pudor que es un ladrón, pero ella está tan excitada que prefiere dejarse embaucar por el cortejo chapucero del delincuente. “Yo soy un ladrón, pero tú me has robado el corazón” podría ser la dedicatoria de una carpeta del instituto, pero para Thelma es suficiente. No podemos culparla. Mientras Thelma apunta con un arma al policía para que se meta en el maletero, no deja de disculparse y agradecerle su colaboración. Ser una delincuente no significa que tenga que perder los modales y Thelma se despide con toda una declaración de intenciones: “sea bueno con su mujer, mi marido no fue bueno conmigo y mire cómo he acabado”.
Sí, le han robado 6,700 dólares. Sí, han vuelto a humillarla. Pero la cara de felicidad de Thelma cuando aparece en la cafetería como si acabase de salir de un huracán indica que ha merecido la pena. Puede que esto no sea demasiado feminista y Louise se revolvería en su tumba, pero sinceramente, si van a chulearte, por lo menos que estén buenos. Al principio de la película Thelma no quiere ni tocar esa pistola. Hacia el final de su huida, el instinto puro de supervivencia la convierte en una fiera, que protegerá con agallas esa dignidad que ha conseguido salvar. Un disparo certero es suficiente para volar por los aires el camión cisterna y, por extensión, cientos de años de heteropatriarcado. En la vida real, Geena Davis participó en los Juegos Olímpicos de Sidney en 2000 como parte del equipo estadounidense de tiro con arco. Cuidado con ella.
Tras dirigir ‘Alien’, ‘Blade Runner’ o ‘Legend’, Ridley Scott no era una elección previsible para esta aventura femenina de carretera. La idea fue de Michelle Pfeiffer y según Geena Davis es lo que ha conseguido que ‘Thelma y Louise’ sea un clásico atemporal. Según Davis, el sentido de la épica y la grandiosidad con el que Scott rodó la huida convirtió una película de bajo presupuesto en un deslumbrante espectáculo. El desierto, el asfalto, el polvo y las plataformas petrolíferas son un universo hostil en el que sin embargo las dos heroínas son libres. Eso no estaba en el guión, eso lo pone la cámara de Ridley Scott. Con Thelma y Louise aprendimos a desear que exista una copia de la película en la que las amigas acaban
bebiendo caipiriñas en Acapulco. Nunca antes habíamos apoyado tanto a unos criminales como cuando vimos esta película.
Aunque ahora resulte difícil de creer, hubo un tiempo en el que los dramas adultos daban dinero en taquilla. ‘Thelma y Louise’ es un ejemplo brillante de cómo el cine americano de aquella década sabía equilibrar las emociones: esperanza, miedo, satisfacción, decepción. Todo en su justa medida, todo en el momento adecuado. La película no nos trata como si fuéramos tontos, pero tampoco expulsa al espectador medio con torturados dilemas morales e intelectuales. Es una película con mil capas emocionales, todas complejas, pero ejecutada de forma sencilla. Es una película que puede disfrutar cualquier tipo de espectador. Es una película de las que ya no se hacen. Párese un momento a pensar en sus amigos y seres queridos. Imagine que necesita deshacerse de un cadáver. ¿Cuál de ellos le ayudaría sin hacer preguntas ni juzgarle? Quédese con esos, cuídelos.
Por si ‘Thelma y Louise’ no nos hubiese cambiado la vida ya, también le debemos el descubrimiento del mayor mito erótico de la década. Su pelazo, sus andares, su encanto irresistible y (citando a Thelma) “su precioso culo” definieron cómo debían ser los sex symbols de los 90: todos los que llegaron después eran versiones de Brad. Es paradójico que una película sobre la lealtad enfrentase a sus dos actrices a competir por el Oscar. Ninguna ganó. Jodie Foster logró el triunfo gracias a ‘El silencio de los corderos’ y desde entonces se considera peligroso enviar dos intérpretes de la misma película a la categoría de actor o actriz principal, pues se anularán entre sí. Es imposible montarse en el coche con una amiga y no decir “¡Arranca Thelma!” al menos una vez, aunque el destino sea Cancún o la Riviera Maya y no Tijuana. Muchos aprendimos que si alguna vez nos metemos en líos en Estados Unidos, lo mejor es salir pitando hacia la frontera con México. También aprendimos que los fugitivos nunca llegan porque sólo hay una cosa que se interponga entre Oklahoma y México: Texas, donde la pena de muerte sigue siendo tendencia.
Justo antes de que se desencadene la tragedia, Thelma se lo pasa bomba con su vestido de algodón blanco bailando country
en un bar de carretera. Sólo hay un tercer personaje femenino en la película: la camarera del bar donde agreden a Thelma que, sin conocerlas, advierte al policía de que “esas chicas no son asesinas” y que era cuestión de tiempo que el violador acabase como acaba. Amén, hermana. Hay una característica de la sociedad norteamericana sólo conocemos a través de las películas: todo el mundo tiene un arma en su casa. Y nunca acaba bien. Si tuviese lugar en España, ‘Thelma y Louise’ habrían acabado su aventura pescando en una casa rural en Segovia y en México deleitando una cochinita pibil en Cancún, frente a Bahía Azul, en el restaurante El Atajo.
Jimmy, el novio de Louise, le ofrece una vida de pasión y ceños fruncidos cuando ya es demasiado tarde. Pero demuestra quererla de forma implacable y la ayuda cuando más lo necesita. Jimmy es, junto al policía interpretado por Harvey Keitel, el testimonio de que hay hombres que merecen la pena por muy torpes que sean. La de ‘Thelma y Louise’ es probablemente la amistad más icónica del cine. Su lealtad es incondicional y sus reproches son pasajeros. Las dos amigas sólo se tienen la una a la otra, pero no necesitan más: se turnan para conducir, para cometer errores y para tomar decisiones. Y en ningún momento explican cómo se sienten. No hace falta.
En el mundo real, ‘Thelma y Louise’ se habrían entregado a la policía. Pero el espíritu de la película es libre: su final, como toda su aventura, debe ser en sus propios términos. Han llegado hasta ahí equivocándose, pero al menos son sus propios errores. Puede que ellas no hayan puesto las reglas del mundo en el que viven, pero durante dos días y medio mandan y eso es todo lo que importa. Geena Davis ha reconocido, decepcionada, que la película no cambió en absoluto la difícil posición de las mujeres en Hollywood. Y tiene razón. Al fin y al cabo, es sólo una película. Pero durante esas dos horas, las mujeres dominaron el mundo.