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La cosa pública Tulum no está exento de la
Votar o no votar. Esa, es la cuestión.
Aunque sólo fuera por la estruendosa y vociferante promesa de una nueva era frente a la degradación del eterno autoritarismo revolucionario -envilecido por la corrupción populista y neoliberal, y crucificado por sus contradicciones y su desfondada y enlodada reputación-, la emergencia de la alternancia presidencial panista y de la diversidad representativa, hace más de veinte años, alzó, con Fox, el furor de un nuevo orden democrático, y, al cabo, lo sabido y padecido: la pluralidad sólo era la del reparto del saqueo nacional en un nuevo espectro multipartidista y de oportunismo pragmático y desideologizado, con una demagogia nueva e institucionalizada de transparencia y anticorrupción, y con sofisticados y complejos mecanismos inaugurales para la legitimación constitucionalizada del fraude electoral y de los nuevos representantes del estatus quo, cuyo saldo fue el de la fatuidad y el libertinaje públicos, la ingobernabilidad, el dispendio inédito, la anarquía, la pulverización más óptima del Estado de Derecho, y el estallido irremediable y generalizado del crimen, la suprema crueldad del narcoterror, y la guerra de todos contra todos por los miserables despojos del país. El fervor electoral de la alternancia derivó muy pronto hacia la nueva desilusión. La democracia era simulada, fallida, violenta y enemiga de la nación. El autoritarismo de la ‘Revolución institucionalizada’, en su monopólica e inapelable verticalidad, por lo menos garantizaba la paz social. El pluralismo democrático era el caos institucional, la corrupción multiplicada y legitimada, y la impunidad al servicio del hampa sangrienta.
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Y las urnas volvieron a llenarse de esperanzas con la victoria de la bandera de la regeneración nacional –del Morena- y de una verdadera y esperada y nueva transformación histórica –la 4T-. Y en eso llegaron los panistas, los priistas y los perredistas emigrados de las cavernas a treparse en el tren del futuro de la revolución moral. Y en el colmo del descarrilamiento anunciado se apoderó el Niño Verde de la locomotora del morenismo y allí va, bajando la cuesta de las ilusiones de tantos, como en el Caribe mexicano, como en Cancún y Puerto Morelos y Playa del Carmen y Chetumal, para no ir más lejos. Y así, sólo mirando el futuro nacional en el espejo de los sepultureros del verdemorenismo quintanarroense, el camino más al alcance de la mano es el de la historia, el del regreso al pasado, el de lo mismo o de lo peor de siempre. Hay esa posibilidad democrática. Pero acaso la mejor de todas sea la del confinamiento sanitario y electoral. La de no salir de casa ese domingo de las elecciones más concurridas de candidatos y mediocridades y naderías simuladas de vocaciones de representación popular. Total, se aplicará la ridícula y estúpida Ley Seca.
SM
El Minotauro
Nicolás Durán de la Sierra
EL RESCATE DE LA SOBERANÍA
La noticia más importan-
te de los últimos meses es, sin duda, la compra de la refinería Deer Park en Texas, por parte de Petróleos Mexicanos, adquisición que junto con la planta de Dos Bocas, en Tabasco, nos permitirá en un par de años la autosuficiencia de diésel y gasolinas, con lo que se estabilizará el precio de estos productos, con positivos corolarios económicos. La compra de la refinería no sólo es importante por sus efectos económicos, sino también porque fortalece la soberanía del país, una soberanía pisoteada una y otra vez en los Gobiernos de Felipe Calderón y de Peña Nieto, por citar los dos últimos descalabros; una soberanía a la que había de recatar para seguir teniendo un proyecto de Nación, para poder hablar de un país soberano. El orgullo nacional es el que fragua la edificación de un país, es el que le hace salir adelante hasta en los peores momentos, y ese orgullo es el que se ahora está siendo rescatado. Hubo momentos en los citados sexenios que ser mexicano, en el contexto mundial, daba vergüenza, y de ello menudean las anécdotas. Hoy, por fortuna, la situación es muy diferente. En este contexto, las censuras de la oposición al nuevo Gobierno, sus opiniones que buscan hacer creer que la refinería de Houston era chatarra; sus resentidas voces perfilan su baja estatura moral. La refinería costó casi 600 millones de dólares… ¿Por qué no la compraron los Gobiernos anteriores? Porque compraban la gasolina en el exterior y cobraban dividendos en México. La adquisición de la refinería de Houston sin tener que endeudar al país, perversa táctica de antaño en la que los operadores políticos hacían fortunas; la compra coordinada por Octavio Romero Oropeza, el director de Petróleos Mexicanos, es ejemplo de que las cosas se pueden hacer con pulcritud. México ya cambió, aunque todavía existen peligrosos resabios que sortear.