Pan y Vino Vol 3 No 5 Parroquia La Dolorosa fr. Estuardo López Milián, O.P. 24-diciembre-2020, San José Costa Rica.
Liturgia de la Palabra Ver a Dios en la criatura.
Del Profeta Isaías 9,1-6 El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz. Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia, como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián. Porque las botas usadas en la refriega y las túnicas manchadas de sangre serán presa de las llamas, pasto del fuego.
fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz». Su soberanía será grande, y habrá una paz sin fin para el trono de David y para su reino; él lo establecerá y lo sostendrá por el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto.
Palabra de Dios.
Ver a Dios en la criatura, - ver a Dios hecho mortal - y ver en humano portal la celestial hermosura. ¡Gran merced y gran ventura - a quien verlo mereció! - ¡Quién lo viera y fuera yo! Ver llorar a la alegría, - ver tan pobre a la riqueza, - ver tan baja a la grandeza - y ver que Dios lo quería.. ¡Gran merced fue en aquel día - la que el hombre recibió! - ¡Quién lo viera y fuera yo!,
Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: «Consejero maravilloso, Dios Pan y Vino Vol 3 No 5 Parroquia La Dolorosa fr. Estuardo López Milián, O.P. 24-diciembre-2020, San José Costa Rica. -2-
Salmo Responsorial. Sal
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Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.
Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.
Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.
Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.
Canten al Señor un canto nuevo, cante al Señor toda la tierra; canten al Señor, bendigan su Nombre.
Alégrese el cielo y exulte la tierra, resuene el mar y todo lo que hay en él; regocíjese el campo con todos sus frutos, griten de gozo los árboles del bosque.
Griten de gozo delante del Señor, Porque Él viene a gobernar la tierra: El gobernará al mundo con Justicia, y a los pueblos con su verdad.
Día tras día, proclamen su victoria, anuncien su gloria entre las naciones, y sus maravillas entre los pueblos.
De la Carta del Apóstol San Pablo a Tito 2,11-14 La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado. Ella nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad, mientras aguardamos la feliz esperanza y la Manifestación de la
gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús. Él se entregó por nosotros, a fin de libramos de toda iniquidad, purificamos y crear para sí un Pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien. Palabra de Dios.
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Del Evangelio de Lucas 2,1,14 Apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque donde se alojaban no había lugar para ellos.
Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador
En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Ángel les dijo: «No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
«¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres amados por Él!»
Palabra del Señor
Dios con Nosotros La Navidad, la gran oportunidad de la fiesta de la vida, manifestada en el nacimiento de un bebé, bajo el cuidado de su padre y su madre y con la esperanza de un mundo mejor.
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“encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Hemos llegado a esta noche santa con un corazón agradecido y esperanzado. La Navidad siempre nos ofrece esa oportunidad de encontrarnos y alegrarnos de ello. Es una Navidad diferente, es una Navidad con distanciamientos, con protocolos de bioseguridad. Sin embargo, lo más importante y profundo de esta celebración no se ha perdido. El nacimiento de Dios entre nosotros para ser uno de nosotros. Esta es la gran noticia de esta noche y del cristianismo. A Dios no hay buscarlo lejos o en el cielo sino a nuestro lado, en nuestro caminar y en nuestra historia. Si bien es cierto, Dios se manifiesta en lo portentoso y maravilloso, en Navidad celebramos que en el silencio de la noche Dios asume nuestra fragilidad para mostrarnos que la vida tiene sentido si aprendemos a ser seres humanos y compañeros de camino. El Dios con nosotros envuelto en pañales, en un pesebre, junto a sus padres, he allí nuestra riqueza y nuestra fe.
No había lugar para ellos. José y María, cansados de una larga jornada, no encuentran donde pasar la noche. Les ofrecen un establo que, sin duda alguna, agradecen. En ese contexto se da el nacimiento de Jesús. Su compañía es la de otros seres vivos que nosotros llamamos animales, y no obstante fueron testigos de un acontecimiento habitual de la vida. El nacimiento de un bebé. En un lugar prestado, sin las atenciones requeridas, pero con una gran esperanza María y José se convierten en padres y la luz del firmamento es su abrigo. Tanta escasez y pobreza no desdice en nada la entrada de Dios en la historia, en la noche de los tiempos. Es en esa situación que el Todopoderoso besa y abrasa a la humanidad. La paternidad de José y la maternidad de María no se determinan ni por lo que tienen ni por lo que no tienen, sino por lo que son. La iniciativa de Dios va al ser de María y al ser de José, al ser de la humanidad. La vida de un bebé empieza en la indigencia, y el Dios con Nosotros, padre de todos y de Todo, asume nuestra fragilidad, nuestras debilidades, pero también nuestras esperanzas, ensanchando nuestras expectativas.
Los trabajadores de turno. A esas horas nocturnas solo los pastores están despiertos y velando por el bien de sus rebaños. Son ellos los primeros seres humanos en enterarse del nacimiento del Hijo de Dios. Entre diálogos, alguna bebida caliente y la espera de la gran intervención de Dios en favor de los más débiles los alcanza el mensaje y canto de los ángeles. Haciendo lo que les corresponde, con diligencia, reciben lo que esperaron toda la vida. El acontecimiento, esperado como inaudito, los toma de sorpresa, esperan al Salvador, pero esa noche no, será un día, una noche, pero no esa, que es una noche oscura y silenciosa. En ese contexto viven una gran epifanía, la gloria de Dios los envolvió con su luz, al punto que se llenan de temor. No teman, es la introducción angélica, para luego iluminar sus vidas con el mensaje esperado. “les ha nacido un Salvador”. Un Salvador envuelto en pañales. Alentados, iluminados y alegrados por dicho acontecimiento no podrán hacer otra cosa que ir a verle, recibirle y agradecer a Dios.
La gracia del Dios con nosotros es ponderada por el canto angelical que de una manera especial abre a la comunión entre el cielo y la tierra, entre Dios y la humanidad. “¡Gloria a Dios en el cielo, y en tierra paz a los hombres de buena voluntad!”. Hoy nos ha nacido un Salvador, hoy nos ha nacido el Niño Dios.
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Tres aspectos para tomar en cuenta en esta Navidad 1.La presencia y la inhabitación de Dios nos enriquecen. Lo ocurrido hace veintiún siglos constituye la oportunidad más maravillosa de ensanchar lo que somos para que Dios more en nosotros y nosotros en él. Al poner su casa y su presencia entre nosotros, Dios nos muestra que aprender a vivir esta vida humana y estar en comunión con la vida toda, es el camino de la alegría, de la paz y del ser.
2.Hacer lo que nos toca diligentemente. Los pastores, si bien es cierto hacían lo que tenían que hacer diligentemente, y no obstante no estar listos para su gran sueño y expectativa, el estar despiertos y diligentes les permitió ser encontrados por la gracia de la luz de Dios. Dormidos no se hubieran dado cuenta de la irrupción en la historia del amor humanizado. En este contexto valdría la pena que nos preguntemos cuáles son nuestras diligencias que nos permiten estar despiertos para dejarnos sorprender por el amor que llega y llena con su luz.
3. Ser parte de la buena voluntad. La gloria de Dios y las personas de buena voluntad se identifican en la paz. Cuando encontramos este camino y esta identificación, ya no somos extraños entre nosotros ni con los otros, nos convertimos de manera consciente, en parte de la manifestación de la gloria de y en la voluntad buena que camina y empuja para que todos podamos ser. Para pensar Una hermosa leyenda cuenta que, cuando Jesús nació, los pastores corrían hacia la gruta llevando muchos regalos. Cada uno llevaba lo que tenía: unos, el fruto de su trabajo, otros, algo de valor. Pero mientras todos los pastores se esforzaban, con generosidad, en llevar lo mejor, había uno que no tenía nada. Era muy pobre, no tenía nada que ofrecer. Y mientras los demás competían en presentar sus regalos, él se mantenía apartado, con vergüenza. En un determinado momento, san José y la Virgen se vieron en dificultad para recibir todos los regalos, muchos, sobre todo María, que debía tener en brazos al Niño. Entonces, viendo a aquel pastor con las manos vacías, le pidió que se acercara. Y le puso a Jesús en sus manos. El pastor, tomándolo, se dio cuenta de que había recibido lo que no se merecía, que tenía entre sus brazos el regalo más grande de la historia.
Se miró las manos, y esas manos que le parecían siempre vacías se habían convertido en la cuna de Dios. Se sintió amado y, superando la vergüenza, comenzó a mostrar a Jesús a los otros, porque no podía sólo quedarse para él el regalo de los regalos. Compañeros que nos ayudan a reflexionar. «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is 9,1). Esta profecía de la primera lectura se realizó en el Evangelio. De hecho, mientras los pastores velaban de noche en sus campos, «la gloria del Señor los envolvió de claridad» (Lc 2,9). En la noche de la tierra apareció una luz del cielo. ¿Qué significa esta luz surgida en la oscuridad? Nos lo sugiere el apóstol Pablo, que nos dijo: «Se ha manifestado la gracia de Dios». La gracia de Dios, «que trae la salvación para todos los hombres» (Tt 2,11), ha envuelto al mundo esta noche.
Pero ¿qué es esta gracia? Es el amor divino, el amor que transforma la vida, renueva la historia, libera del mal, infunde paz y alegría. En esta noche, el amor de Dios se ha mostrado a nosotros: es Jesús. En Jesús, el Altísimo se hizo pequeño para ser amado por nosotros. En Jesús, Dios se hizo Niño, para dejarse abrazar por nosotros. Pero, podemos todavía preguntarnos, ¿por qué san Pablo llama “gracia” a la venida de Dios al mundo? Para decirnos que es completamente gratuita. Mientras que aquí en la tierra todo parece responder a la lógica de dar para tener, Dios llega gratis. Su amor no es negociable: no hemos hecho
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Se ha manifestado la gracia de Dios. En esta noche nos damos cuenta de que, aunque no estábamos a la altura, Él se hizo pequeñez para nosotros; mientras andábamos ocupados en nuestros asuntos, Él vino entre nosotros. La Navidad nos recuerda que Dios sigue amando a cada hombre, incluso al peor. A mí, a ti, a cada uno de nosotros, Él nos dice hoy: “Te amo y siempre te amaré, eres precioso a mis ojos”. Dios no te ama porque piensas correctamente y te comportas bien; Él te ama y basta. Su amor es incondicional, no depende de ti. Puede que tengas ideas equivocadas, que hayas hecho de las tuyas; sin embargo, el Señor no deja de amarte. ¿Cuántas veces pensamos que Dios es bueno si nosotros somos buenos, y que nos castiga si somos malos? Pero no es así. Aun en nuestros pecados continúa amándonos. Su amor no cambia, no es quisquilloso; es fiel, es paciente. Este es el regalo que encontramos en Navidad: descubrimos con asombro que el Señor es toda la gratuidad posible, toda la ternura posible. Su gloria no nos deslumbra, su presencia no nos asusta. Nació pobre de todo, para conquistarnos con la riqueza de su amor.
Se ha manifestado la gracia de Dios. Gracia es sinónimo de belleza. En esta noche, redescubrimos en la belleza del amor de Dios, también nuestra belleza, porque somos los amados de Dios. En el bien y en el mal, en la salud y en la enfermedad, felices o tristes, a sus ojos nos vemos hermosos: no por lo que hacemos sino por lo que somos. Hay en nosotros una belleza indeleble, intangible; una belleza irreprimible que es el núcleo de nuestro ser. Dios nos lo recuerda hoy, tomando con amor nuestra humanidad y haciéndola suya, “desposándose con ella” para siempre. De hecho, la «gran alegría» anunciada a los pastores esta noche es «para todo el pueblo». En aquellos pastores, que ciertamente no eran santos, también estamos nosotros, con nuestras flaquezas y debilidades. Así como los llamó a ellos, Dios también nos llama a nosotros, porque nos ama. Y, en las noches de la vida, a nosotros como a ellos nos dice: «No temáis» (Lc 2,10). ¡Ánimo, no hay que perder la confianza, no hay que perder la esperanza, no hay que pensar que amar es tiempo perdido! En esta noche, el amor venció al miedo, apareció una nueva esperanza, la luz amable de Dios venció la oscuridad de la arrogancia humana. ¡Humanidad, Dios te ama, se hizo hombre por ti, ya no estás sola!
nada para merecerlo y nunca podremos recompensarlo. Queridos hermanos y hermanas: ¿Qué hacer ante esta gracia? Una sola cosa: acoger el don. Antes de ir en busca de Dios, dejémonos buscar por Él, porque Él nos busca primero. No partamos de nuestras capacidades, sino de su gracia, porque Él es Jesús, el Salvador. Pongamos nuestra mirada en el Niño y dejémonos envolver por su ternura. Ya no tendremos más excusas para no dejarnos amar por Él: Lo que sale mal en la vida, lo que no funciona en la Iglesia, lo que no va bien en el mundo ya no será una justificación. Pasará a un segundo plano, porque frente al amor excesivo de Jesús, que es todo mansedumbre y cercanía, no hay excusas. La pregunta que surge en Navidad es: “¿Me dejo amar por Dios? ¿Me abandono a su amor que viene a salvarme?” Un regalo así, tan grande, merece mucha gratitud. Acoger la gracia es saber agradecer. Pero nuestras vidas a menudo transcurren lejos de la gratitud. Hoy es el día adecuado para acercarse al sagrario, al belén, al pesebre, para agradecer. Acojamos el don que es Jesús, para luego transformarnos en don como Jesús. Convertirse en don es dar sentido a la vida y es la mejor manera de cambiar el mundo: cambiamos nosotros, cambia la Iglesia, cambia la historia cuando comenzamos a no querer cambiar a los otros, sino a nosotros mismos, haciendo de nuestra vida un don. Jesús nos lo manifiesta esta noche. No cambió la historia constriñendo a alguien o a fuerza de palabras, sino con el don de su vida. No esperó a que fuéramos buenos para amarnos, sino que se dio a
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esperar que el prójimo cambie para hacerle el bien, que la Iglesia sea perfecta para amarla, que los demás nos tengan consideración para servirlos. Empecemos nosotros. Así es como se acoge el don de la gracia. Y la santidad no es sino custodiar esta gratuidad. Querido hermano, querida hermana: Si tus manos te parecen vacías, si ves tu corazón pobre en amor, esta noche es para ti. Se ha manifestado la gracia de Dios para resplandecer en tu vida. Acógela y brillará en ti la luz de la Navidad. Papa Francisco 24-diciembre-2020 Kalenda Os anunciamos, hermanos, una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo; escuchadla con corazón gozoso: Habían pasado miles y miles de años desde que, al principio, Dios creó el cielo y la tierra y, asignándoles un progreso continuo a través de los tiempos, quiso que las aguas produjeran un pulular de vivientes y pájaros que volaran sobre la tierra. Miles y miles de años, desde el momento en que Dios quiso que apareciera en la tierra el hombre,
hecho a su imagen y semejanza, para que dominara las maravillas del mundo y, al contemplar la grandeza de la creación, alabara en todo momento al Creador. Miles y miles de años, durante los cuales los pensamientos del hombre, inclinados siempre al mal, llenaron el mundo de pecado hasta tal punto que Dios decidió purificarlo, con las aguas torrenciales del diluvio. Hacía unos 2.000 años que Abraham, el padre de nuestra fe, Hacía unos 1.250 años que Moisés hizo pasar a pie enjuto por el Mar Rojo a los hijos de Abraham, para que aquel pueblo, liberado de la esclavitud del Faraón, fuera imagen de la familia de los bautizados. Hacía unos 1.000 años que David, un sencillo pastor que guardaba los rebaños de su padre Jesé, fue ungido por el profeta Samuel, como el gran rey de Israel. Hacía unos 700 años que Israel, que había reincidido continuamente en las infidelidades de sus padres y por no hacer caso de los mensajeros que Dios le enviaba, fue deportado por los caldeos a Babilonia; fue entonces, en medio de los sufrimientos del destierro, cuando aprendió a esperar un Salvador que lo librara de su esclavitud y a desear aquel Mesías que tos profetas le habían anunciado
nosotros gratuitamente. Tampoco nosotros podemos y que había de instaurar un nuevo orden de paz y de justicia, de amor y de libertad. Finalmente, durante la olimpiada 94, el año 752 de la fundación de Roma, el año 14 del reinado del emperador Augusto, cuando en el mundo entero reinaba una Paz universal, hace 2020 años, en Belén de Judá, pueblo humilde de Israel, ocupado entonces por los romanos, en un pesebre, porque no tenía sitio en la posada, de María virgen, esposa de José, de la casa y familia de David, nació Jesús, Dios eterno, Hijo del Eterno Padre, y hombre verdadero, llamado Mesías y Cristo, que es el Salvador que los hombres esperaban. El es la Palabra que ilumina a todo hombre, por él fueron creadas al principio todas las cosas; él, que es el camino, la verdad y la vida, ha acampado, pues, entre nosotros. Nosotros, los que creemos en él, nos hemos reunido hoy (en esta noche santa), o, mejor dicho, Dios nos ha reunido, para celebrar con alegría la solemnidad de Navidad, y proclamar nuestra fe en Cristo, Salvador del mundo. Hermanos, alegraos, haced fiesta y celebrad la mejor noticia de toda la historia de la humanidad.
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Gloria in inxcelsis Deo Hoy a la tierra el cielo envía
Viene anunciando el nacimiento
Un mensajero angelical,
De nuestro amable redentor,
Al mundo anuncia paz y alegría
Llenos de agradecimiento
Cantando el himno universal: Gloria a Dios en el cielo.
Cantemos todos con amor. Todos aquí vengan, mortales, En un pesebre lo hallarán, Al que perdona nuestros males, Que hoy ha nacido en belén
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