Boletín 3 Paz y desarme cultural. Raimon Panikkar

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Raimon Panikkar

Paz y desarme cultural

Centro de Cultura y Espiritualidad Frailes Dominicos La Dolorosa


El tercer capítulo de Paz y desarme cultural aborda los 9 sutras propuestas por Panikkar, indicando que estos se inscriben en lo que él ha llamado

“philosophia pacis”

“Cuando nuestra alma está debidamente cultivada, y nuestro espíritu armoniosamente formado, lo que surge entonces espontáneamente es una philosophia pacis. Una filosofía que es algo más que una filosofía pacífica; una filosofía que refleja la armonía de la realidad y, a la vez, contribuye a ella; una filosofía que es a la vez causa y efecto de la paz: es efecto de la paz porque surge de un espíritu sosegado y pacífico; es causa de la paz, porque acrecienta o re-establece la

armonía del universo.

Es una filosofía que toma en cuenta la observación pasiva y la participación activa.

Son dos

caras de la misma moneda.


9 Sutras

Philosophia pacis


I. La paz es la participación en la armonía del ritmo del ser.

La paz significa la participación en el ritmo constitutivo de la realidad y la contribución armónica a este mismo ritmo. Nosotros somos también responsables de la armonía del universo. Cooperando con él, lo acrecentamos y transformamos. Esta cooperación, esta sinergia, es activa y pasiva, todo a la vez. El ser es rítmico, es ritmo. Y el ritmo es integración no-dualista del movimiento y del sosiego, del esfuerzo por alcanzar la meta y la posibilidad de gozar ya de ella, siendo aún peregrinos en camino. El ritmo es la naturaleza más profunda de la realidad, el devenir mismo del ser, que es un estar siendo, precisamente porque llega a ser.


II. Es difícil vivir sin paz exterior; es imposible vivir sin paz interior. La relación es nodualista (advaítica)

Ninguna espiritualidad auténtica defiende la evasión del mundo real, y ningún sabio verdadero se encajona en su individualidad o autosuficiencia.


Luchar por la paz es una contradicción. Los regímenes que nosotros imponemos no son paz para quien los soporta, ya sea un niño, un pobre, un extranjero, una familia o una nación. Necesitamos una actitud más “femenina” de receptividad, para que, al recibir, sepamos transformar lo que aceptamos… Aceptamos un don; pero también hacemos algo con él. El don de la paz no es un juguete. La paz no es una situación ya acabada, un dato puramente objetivo. No se puede alcanzar la paz regresando simplemente a un estado primitivo, una vez quebrantada la inocencia. La paz es siempre una nueva recreación. Es Gabe y Aufgabe, don y responsabilidad.

III. La paz no se deja conquistar para uno mismo ni imponer a los demás. La paz se recibe, a la vez que se descubre, y se crea. Es un fruto (del Espíritu).


IV. La victoria jamás conduce a la paz.

Esto es una afirmación teórica cuanto una constatación empírica. Nos lo demuestran, a lo largo de milenios de historia humana, los ocho mil tratados de paz aproximadamente que conocemos o conservamos. Ninguna de estas victorias trajo nunca una paz verdadera. Y no podemos responder que ello se deba a la naturaleza humana, puesto que la mayoría de las guerras empezaron y se “justificaron” como medidas de reacción a anteriores tratados de paz… La paz no es un re-establecimiento de un orden quebrantado. Es un orden nuevo. A pesar de nuestras distinciones, la victoria es siempre victoria sobre la gente, y la gente nunca es absolutamente malvada… La paz no es el resultado de ningún proceso dialéctico.


V. El desarme militar requiere el desarme cultural. Tenemos que desarmar nuestras respectivas culturas al mismo tiempo que procedemos a la supresión de las armas, o incluso antes. Nuestras culturas suelen ser beligerantes y tratan a los demás como enemigos, bárbaros… paganos, infieles, etc. Añadamos aún que más de una cultura se sirve de la propia razón como arma: se utiliza la razón para ganar y convencer. El desarme cultural no significa la vuelta al primitivismo. Conlleva una crítica de la cultura, no sólo a la luz de todos los fallos de la cultura occidental, sino también en la perspectiva de un planteamiento intercultural auténtico.


VI. Ninguna cultura, religión o tradición puede aisladamente resolver los problemas del mundo.

Ninguna religión es hoy autosuficiente ni puede proporcionar respuestas universales (aunque sólo sea porque las preguntas ya no son las mismas). Es imperativo plantearse interculturalmente los problemas del mundo. Aún estamos sufriendo las secuelas del colonialismo, cuya esencia es la creencia en el monomorfismo de la cultura. Todos necesitamos los unos de los otros, y todos somos interdependientes en todos los ámbitos.


No existe un concepto único de paz... La paz es polisémica: tiene numerosos sentidos. Es también pluralista: tiene muchas interpretaciones doctrinalmente incompatibles… La paz no es una ideología. “Paz” no es sinónimo de “pacifismo”. Un mito es algo en lo que de tal manera creemos que lo damos por supuesto. Un mito no es incomprensible o irracional. Es aquello en que se funda la inteligibilidad en cada situación dada. La paz no es un simple concepto. La paz es el mito sobresaliente de nuestros días.

VII. La paz pertenece esencialmente al orden del

“mythos” y no al del “logos”


Hoy asistimos a una transformación de la noción misma de “religión”, un hecho que podríamos expresar diciendo que las religiones son los diferentes caminos por los que acercarse y alcanzar esa paz que se está convirtiendo, probablemente, en uno de los pocos símbolos verdaderamente universales… Cada religión entiende la paz como un símbolo lo suficientemente polisémico y pluralista como para poder hacer uso de él.

VIII. La religión es un camino hacia la paz.


IX. Sólo el perdón, la reconciliación y el diálogo continuo conducen a la paz y rompen la ley del

“karma”.

La inocencia perdida pide una nueva inocencia y no el regreso a un paraíso soñado… El único camino. Ningún tipo de compensación podrá deshacer lo que ya está hecho. La paz no es la restauración. La historia humana es dinámica… El único camino hacia la paz es un camino hacia “adelante” y no hacia “atrás”. Pero para andar hacia adelante hace falta a veces deshacer el camino andado sin volver atrás… Para poder perdonar se necesita una fuerza que está más allá del orden mecánico de la acción y de la reacción; se necesita al Espíritu Santo. Karuna, charis, el amor… no son sólo los buenos sentimientos de algunos individuos. Son los cimientos del universo.


Un samurai, conocido por todos por su nobleza y honestidad, fue a visitar a un monje zen en busca de consejos, no obstante, en cuanto entró en el templo donde el maestro rezaba, se sintió inferior, y concluyó que a pesar de haber pasado toda su vida luchando por la justicia y la paz, no se había ni tan siquiera acercado al estado de gracia del hombre que tenía frente a él. -¿Por qué me estoy sintiendo tan inferior? – le preguntó, no bien el monje hubo acabado de rezar. – Ya me enfrenté muchas veces con la muerte, defendí a los más débiles, sé que no tengo nada de qué avergonzarme. Sin embargo, al verlo meditando, he sentido que mi vida no tenía la menor importancia. -Espera. En cuanto haya atendido a todos los que me han buscado hoy, te daré la respuesta. Durante todo el día el samurai se quedó sentado en el jardín del templo, viendo como las personas entraban y salían en busca de consejos. Vio como el monje atendía a todos con la misma paciencia y la misma sonrisa luminosa en su rostro. Pero su estado de ánimo iba de mal en peor, pues había nacido para actuar, no para esperar. Por la noche, cuando ya todos habían partido, insistió: -¿Ahora podrá usted enseñarme? El maestro lo invitó a entrar y lo llevó hasta su habitación. La luna llena brillaba en el cielo y todo el ambiente respiraba una profunda tranquilidad. -¿Ves esta luna, qué bonita es? Ella cruzará todo el firmamento y mañana el sol volverá a brillar. Solo que la luz del sol es mucho más fuerte y consigue mostrar los detalles del paisaje que tenemos a nuestra frente; árboles, montañas, nubes. He contemplado a los dos durante años, y nunca escuché a la luna decir “¿Por qué no tengo el mismo brillo que el sol? ¿es que quizás soy inferior a él?” -Claro que no, -respondió el samurai,- la luna y el sol son dos cosas diferentes, y cada uno tiene su propia belleza. No podemos comparar a los dos. -Entonces, ya sabes la respuesta. Somos dos personas diferentes, cada cual luchando a su manera por aquello que cree, y haciendo lo posible para tornar a este mundo mejor; el resto son solo apariencias.


Los sutras son como los hilos de un mismo collar; el uno conduce al otro, y todos dependen los unos de los otros; sĂłlo entrelazados constituyen esa joya que llamamos

“paz�.

Raimon Panikkar


El presente boletín es un servicio del Centro de Cultura y Espiritualidad de los Frailes Dominicos de La Dolorosa para la Universidad de La Salle, Costa Rica. Responsable: Fr. Estuardo López Milián, O.P. Diciembre de 2018.


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