Oarso1973

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SEGUND A

EPOCA,

N. °

11

RENTERIA,

2 2

DE

JULIO

1973



S A L U T A C IO N

A G U R R A

Un saludo , una vez m ás, desde m i querida «OARSO ». es/a de 2P7<3, sm centrarnos en un tema, hemos querido desarrollar, con la sencillez a que obliga la intimidad de una gran familia, algo de lo poco que hemos realizado , y lo mucho que nos queda por hacer.

Berriro, nere «OARSO » maite onen bidez, nere agurrik beroena. 1973'go onetan ez degù gai berezirik erabilli; argi ta garbi, famili aundi baten artean azaltzen dirán bezela, ikusten ditugu egiñak izan dirán gauzak— ez geiegiak— eta egiteko dauzkagunak.

Seguimos adelante en nuestro empeño, la meta siempre es la misma, R E N T E R I A . Su industria, su problemática, su crecimien­ to, sus montes, su cultura, sus inquietudes...

E R R E N D E R I beti elburu degula, gure bideari jarraitu nai diogu, ain garrantzi aundia duten bertako zereginei begiratuaz : industria, erri-aunditzea, jakintza, mendi ta lurraldeak, eta ainbat eta ainbat arazo gure artean sortzen dir ana k...

Conscientes siempre y con la preocupación dentro del alma, de que un día la historia nos juzgará como responsables de lo que con un esfuerzo más pudimos llegar a realizar. Seguiremos trabajando y venciendo las dificultades, alentados siempre por el espí­ ritu que nos hace superarnos. La tarea no es fácil, ya lo dijo el poeta...

«Caminante, no hay camino, Se hace camino al andar...» Desde un lado de ese camino, recibid todos al pasar, los de dentro y los de fuera, el afectuoso saludo y el abrazo de vuestro Alcalde,

Gure lanei ekiterakoan, al degun ezaguera osoarekin beti, barru-barruko kezka bat sor­ tzen zaigu: Gure ondorengoak ez dezatela bota gure gain, arreta aundiz artuak ez izatea esku artean darabilzkigun arazoak, eta gure egin-bearrakbear bezela beteak ez izanak. Oztopo guzien gañetik, gure gogoa bizkortuaz, beti lanean jarraituko degu. Eginbearra ez da errexa, olerkariak esan zuan:

«B idezti, biderik ez dago, Bidea ibilliaz egiten da...» Bidé orren alde batetik, bertan zabiltzaten guziok, naiz etxeko, naiz kanpoko, ar zazute zuen Alkatearen agurrik beroena,

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RECORDANDO A LOS RENTERIANOS ESPARCIDOS POR EL MUNDO ■

En alguna ocasión anterior ya se ha dicho en las páginas de OARSO que uno de los m otivos que concu­ rren en la publicación de esta revista es el deseo de establecer un contacto entre Rentería y aquellos hijos su­ yos que algún día, por uno u otro motivo, tuvieron que to m a r uno de entre los rum bos de la rosa de los vientos pa ra ir a fijar su vivir lejos de la tierra que les vio nacer. En cumplimiento de este propósito es por lo que se ha venido invitando, en los tres últimos años, a todas aquellas personas que conocen direcciones de renterianos ausentes, a que las manifiesten en las oficinas del A yuntam iento, con el fin de que allí donde haya un renteriano llegue la revista OARSO. Como consecuencia de haberse enviado esta publi­ cación en 1971 y 1972 a muchos renterianos esparcidos por el mundo, llegaron h a s ta el despacho de nuestra prim era autoridad municipal gran número de cartas por ellos enviadas expresando su agradecimiento por haberles m andado la revista y que nos hablan de las nostalgias y añoranzas que ha suscitado en ellos la lectura de OARSO.

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Entresaquem os, a título de ejemplo, algunos p á ­ rrafos de una de ellas. «Reciban mis sinceras gracias de haber tenido la bondad de m andarm e por segundo año la interesante revista OARSO, la cual me ha ocasionado muchísi­ ma alegría y me ha despertado muchos recuerdos de mi infancia. A unque ausente de Rentería desde 1929, no olvido nunca mi tierra madre...» (Cavaillon/Francia). Podríam os transcribir aquí muchas frases, redac­ tadas en parecidos términos, de cartas procedentes de los más diversos puntos de la geografía de nuestro pla­ neta. Argentina, Italia, Estados Unidos... Pero creemos que ba sta rá el decir que en todas ellas podemos leer entre líneas que hay ojos que se humedecen, m iradas que se nublan de emoción, al hojear la revista OARSO lejos de Rentería. Ellas han aportado nuevas energías a los que en uno u otro cometido colaboramos ilusionadamente en la gestación de OARSO.


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UM elemento despreciado Y POCO CONOC

Por Manuel E C H E V E S T E

D os de los c o n ta d o s p ue n te s p or los que puede, todavía, c ru z a rs e e¡ rio A ñ a rbe. Su estam pa podrá s e rv ir de re c u e rd o y te s tim o n io cu an d o , d en tro de poco tie m p o , q u e d e n s u m e rg id o s e in s e rv ib le s .

Cuando Arquímedes investigaba sobre su famoso principio, que perm itió determinar el volum en de un cuerpo m idiendo la presión que el agua ejerce sobre él, distaba de imaginarse que con el tiem po este líquido tan poco apreciado (algo así como un sim ple bien venido del cielo) se convertiría en constante preo­ cupación para los gobernantes de todo el mundo.

Es necesario y urgente adm inistrar mejor los recursos n a tu ­ rales disponibles, por ser fuente de vida cuando abunda, y provoca la muerte cuando desaparece o se contam ina. H oy en día una planificación adecuada del uso de los recursos hidráu­ licos disponibles resulta esencial, para un desarrollo equilibrado de los países.

Pero lo paradójico y realm ente sorprendente es que pro­ vincias como Guipúzcoa que se caracterizan por sus abundantes precipitaciones, padezcan hoy una escasez, y como consecuencia unas restricciones que com ienzan a ser preocupantes. ¿Quién no recuerda todavía hace m uy pocos lustros en que podía d is­ poner sin tasa de estos caudales, de aquellas fuentes públicas que hacían las delicias de los niños, donde lo pasábam os «bomba» y nos poníam os perdidos y calados hasta los huesos?

Prueba palpable de la gran preocupación de todos los gober­ nantes del mundo son las numerosas reuniones de técnicos y políticos a nivel internacional, tales como La Curta Europea del Agua, Comisión Económ ica de Europa, El Consejo de Europa, La Organización Mundial de la Salud, El Congreso Internacional de la lu s a sobre Distribución de Agua celebrado en Viena en septiem bre de 1969, Congreso Internacional de Villas y Poderes Locales (U. I. V.) celebrado en 1967 en Bangkok sobre la gestión de los servicios públicos, etc.

El ritm o de crecim iento de la población, el gran consumo de las industrias así como el uso creciente im puesto por el progreso, están creando serios problemas a los responsables de los pueblos. A esta creciente dem anda de agua, las corporaciones no tienen más rem edio que esforzarse en buscar nuevas fuentes que den satisfacción a las necesidades; pero, como es lógico, cada vez hay que ir más lejos a buscarlas, hay que instalar nuevas con­ ducciones, construir nuevos depósitos y a cotas más elevadas, mejorar las redes de distribución, algunas de eHas con más de 40 años.

La Carta Europea del Agua fue adoptada por el Consejo de m inistros de los países miembros del Consejo de Europa en octubre de 1967, y fue solem nem ente prom ulgada en E stras­ burgo el 6 de m ayo de 1968. De dicha carta entresacam os algu­ nos párrafos: «Sin agua no hay vida posible, es un bien preciado indispensable a toda actividad humana.» «No hay com ida ni bebida, ni luz ni calor, ni lluvia, ni nieve, ni rocío... ¡No hay vida sin agua!»

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«Los recursos en ag u a dulce no son inagotables, es ind isp en ­ sable preservarlos, controlarlos y, si es posible, acrecentarlos.» «Ya no h a y b a s ta n t e ag u a p a r a to dos nosotros.» «Alterar la calidad del agua es p e rju d ic a r la v id a del h om b re y de los otros seres vivos que de ella dependen.» «Los que c o n ta m in a n el ag ua d estru y e n la v id a en el agua.» «El m a n te n im ie n to de la c o b e rtu ra vegetal ad e cu a d a, p r e ­ f e r e n te m e n te forestal, es esencial p a r a la conservación de los recursos hídricos.» «Sin vegetación no h a y agua. Sin agua no h a y vegetación.» «Es necesario m a n te n e r la c o b e rtu ra vegetal, p r e fe re n te m e n ­ te forestal, y re c o n stitu irla lo m ás rá p id a m e n te posible cada vez que desaparece.» «Preservar el bosque es un factor de gran im p o r ta n c ia p a r a la e stab ilidad de las cuencas y de su régim en hidrológico. Los bosques, adem ás, son ig ua lm e n te útiles por su valor económico o como lugaTes de esparcimiento.» «El agua es un p a trim o n io com ún cuyo valo r debe ser re ­ conocido p or todos, y cada uno tiene el deber de utilizarle con cuidado y no desperdiciarla.» «Un don precioso que debemos en tre g a r a n uestros hijos.»

E s in te re sa n te c o n s ta ta r la gran preo cupación que h a exis­ tid o de siempre en el A y u n ta m ie n to de R e n te ría hacia los p ro ­ blem as del agua. G am ón deja b u e n a constan cia de ello, en sus escritos; según el gran jesu íta , el 9 de enero de 1764 se concertó u n a escritu ra en tre el A y u n ta m ie n to y don A ntonio Im az y consortes por la que se obligaron éstos a ejec u tar las obras de la «nueva fuente» y su frontis, con las correspondientes arcas y cañerías, por la c a n tid a d de 35.728 reales de vellón. L a obra se ejecutó, pero el coste ascendió a 49.882 reales. Según se lee en un d o cu m en to que g u a rd a in d u d a b le relación con este asunto, se e s tim a b a necesarios p a r a la conducción del a g u a 7.000 caños barro. E n 1843 se realizó la t r a í d a de aguas desde el m a n a n ti a l de S a b a ra «para ab aste cim ien to de la fuente y el lavadero», m o ti­ v a d a según se dijo entonces p o rq u e «se h a b ía n ag o tad o las p e q u e ñ a s fuentes de la cercanía del pueblo que h ac ía n m ás lle v a d e ra la escasez de aguas potables». Dirigió las obras el a r q u ite c to don M ariano José de L ascurain y co staron 126.972,12 reales de vellón, que se cubrieron m e d ia n te em préstito. El m a n a n ti a l de S a b a ra b r o ta de una cueva n a t u r a l f o rm a d a por gran des peñas en la fald a del m o n te San Marcos. E n 1871, tr a s un litigio con el A y u n ta m ie n to de Pasajes de San J u a n , se realizaron obras p a r a d eriva r tres litros p or se­ g u n d o (que luego se a u m e n ta ro n con el fin de su r tir a la b a ­

D os a s p e c to s del esta d o a ctual de las o bra s del em ba lse , d u ra n te una de las v is i­ tas realizadas p or m iem b ro s del A y u n ta m ie n to en com pañía de los té c n ic o s de la obra .

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rria d a de Capuchinos) del arroyo den om inado A rrarte , que corre en la jurisdicción del citado A y u n ta m ie n to de Pasajes. Costó la o b ra 36.053,56 pesetas. E n 1884 comenzó a organizarse el servicio de distribución de agua a domicilio. E n 1905 se condujeron las aguas del m a n a n tia l de Lete, según concesión del 17 de enero de 1903 y p u b lic a d a en el B. O. del E sta d o del 23 de enero de 1903. Caudal de la concesión 5,3 litros p or segundo y am p lia d a a 6,6 litros p or segundo. E s tá situado en la ladera no rte del m o n te Jaizquíbel, jurisdicción de la U niversidad de Lezo, p a r a lo que tu v o que efectuarse la p e r­ foración de u n túnel. Costó la o b ra to ta l, que fue dirigida por don R a m ó n de C ortázar, 252.395,74 pesetas. Y en 1907, se ad q u irió la p ro p ied a d del m a n a n tia l. D espués de las fechas citad a s se realizaron diversas obras, tales como la construcción de un depósito en el caserío Iparraguirre, p a r a recoger las aguas de A rrarte , realizada en 1914, y la reno vación de la tr a í d a de aguas de S ab ara, ab a n d o n a d a s h ac ía unos años, que se efectuó en 1916, bajo la dirección de don Marcelo Sarasola. E n 1919, se c a p ta ro n las aguas de A guindegui y U rgaizto (no h a y que alarm arse por el sentido peyo ra tiv o de la designa­ ción), m e d ia n te tr a b a jo s dirigidos por don G um ersindo Bireben y p or el coste de 39.300 pesetas. P ero a pesar de t a n to s esfuerzos el p ro b lem a del agu a seguía en pie p o r la escasez de los m a nantiale s. E n v is ta de ello el A y u n ta m ie n to consideró que la m ejor solución era la a d q u is i­ ción de los m a n a n tia le s de A rguiñoz, A lta m u g a rri, Txacolo y otros en la r e g a ta de E dotz. Compró el salto de dicho no m b re y r á p id a m e n te com enzaron las obras de tra íd a de agua, tr a s la concesión del 18 de abril de 1927, p u b lic a d a en B. O. del E s ­ ta d o del 30 del m ism o mes y año. El caudal de la concesión fue de 29 litros por segundo. P a r a ello se ob tu v o un an ticip o de la Caja de A horros P rovincial. Dirigió los tra b a jo s don G um ersin­ do Bireben, y costó 768.335 pesetas, y se inau g u ró el 24 de julio de 1928 con asistencia del P residente de Consejo de Mi­ nistro s y del A y u n ta m ie n to presidido por su alcalde don Carlos Ichaso-Asu. Dicho m a n a n ti a l está situado en la v e rtie n te se p ­ te n tr io n a l del m o n te E ld o tz en jurisdicción de la villa de Oyarzun. El 14 de julio de'1962, se o b tu v o la concesión (p u blic ad a en el B. O. del E sta d o del 30 del mismo mes y año) de 25 litros por segundo de la r e g a ta de K arrik a-erre k a, en jurisdicción de la villa de Oyarzun. Los tiem pos ca m b ia n y otro ta n to ocurre con la m e n ta lid a d de las corporaciones. H o y en día no cabe p en s ar en solucionar los problem as que a c a rre a n los servicios com unes de los pueblos de f o rm a aislada. L as nuevas ten d en c ias v a n dirigidas a la u n ión de los pueblos, bien sea en m a n c o m u n id a d e s u otra formapero siem pre bu sc an d o la form a m ás eficaz de solucionar los problem as, bien sea de contrain cen dios, b asu ra s, m a tad e ro s, depuraciones de aguas, etc...; p o rq u e de no a u n a r esfuerzos los pueblos no p o d r ía n p or sí solos s o p o rta r las cargas de los eleva­ dos costos que supone la construcción de u n a presa, las c o n d u c­ ciones del ag ua desde varios kilóm etro s de distan c ia, asi como los nuevos depósitos a co nstruir, depuraciones, etc. Con este se n tir nació la idea de la m a n c o m u n id a d de aguas del embalse del río Añarbe. L a idea asociativa, que desde hacía varios lu stro s se hallaba la te n te en varios A y u n ta m ie n to s com arcanos, p a r a c o n ju n ta r y racionalizar diversos servicios municipales, tom ó cuerpo, en c u a n to al de abaste cim ien to de aguas, con m o tiv o de la fórm ula se ñala da en el D ecreto 1.065 de 8 de abril de 1965, de donde se d esprende que el Gobierno concedía auxilios excepcionales con destino a las obras de construcción de la presa en el río

A ñ arbe, que em balsaría aguas con destino al ab astecim ien to m a n c o m u n a d o de la com arca de San Sebastián, in te g ra d a p or esta capital, por los m unicipios de H e rn a n i, U rn ie ta y U súrbil en la zona sur y p or los de Lezo, O y arzun , P asajes y R e n te ría en la zona nordeste. El 21 de o ctub re de 1968, se reun ieron en la Casa Consistorial de San S ebastián los catorce r ep rese n tan tes designados p or los ocho A y u n ta m ie n to s y celebraron la p r i­ m era sesión oficial declarando c o n s titu id a la «Mancomunidad M unicipal de Aguas del E m balse del río Añarbe». El proyecto de la p resa fue r ed a cta d o por el ingeniero de­ legado de la Confederación H idrográfica del N o rte de E s p a ñ a en San S ebastián, don Jo sé Zuazola U rd a n g arín . El em balse tie n e u n a ca p acidad de 43,5 millones de m etros cúbicos, la a l tu r a de la presa es de 78,50 m etros y su a n c h u ra de 224 metros. E l grueso de la p a re d de la p resa es en su base de 65 m e tro s y en la p a r te a lta de 6 metros. El g ran lago que se forma u n a vez concluida la presa te n d r á a p r o x im a d a m e n te unos 12 kilóm etros de longitud. E l p r e s u ­ puesto inicial del proyecto de la presa es de 434.288.712 p e ­ setas y se espera esté te rm in a d o p a r a finales del año 1974 o principios del año 1975. De acuerdo con la m o d a lid a d financiera establecida en el citado Decreto 1065, el E s ta d o a p o r ta r á el 50 % del coste de las obras en calidad de su bvenció n a fondo perd ido, y la o tr a m ita d , como an ticipo sin interés, reintegrable en 20 anualidades. A ésta h ay que a ñ a d ir las obras com p lem en­ ta rias de la presa p a ra el ab a ste cim ien to y san ea m ien to de las poblaciones m a n c o m u n a d a s, cuya misión fu n d a m e n ta l consiste en s itu a r las aguas del em balse, d eb id a m e n te tr a t a d a s y p u r i­ ficadas, en los depósitos reguladores de la d istribuc ión interior de cada m unicipio. E sto supone ejec u tar un c o n ju n to de obras e instalaciones de m u c h a im p o rta n c ia , que no están incluidas en el proyecto técnico y financiero de la presa (conducciones, depuraciones, depósitos de cabecera, depósitos regulados p a r a ca da m unicipio, etc., etc.). El ingeniero delegado de la Confederación en Guipúzcoa, don José Zuazola U rd a n g arín , red a ctó un estudio completo de las referidas obras e instalaciones com plem entarias, que ac ep­ ta d o p or la Confederación mereció la a p ro ba ción inicial del Consejo de M inistros el 21 de febrero de 1969. Su coste asciende a 773 millones de pesetas y serán a u x ilia ­ dos p o r el E sta d o con u n a subvención del 25 % . L a M ancom u ­ nidad Municipal de Aguas del E m ba lses del río A ñ arb e se c om p ro m etió ex p lícitam en te a la en tre g a de los terren os que fuera preciso o cu par te m p o r a lm e n te o definitivam ente, p or las obras en su caso, al abono de las expropiaciones que de la m ism a se deriven, así como a la ap o rta ció n del 75 % del costo que so bre dichas obras resulte. E n su día, u na vez finalizadas las obras, el A ñ arb e p o d rá a b a ste ce r con u n caudal de 2.200 litros p or segundo. E n p r in ­ cipio se ha establecido un rep a rto de caudales entre los distintos municipios, teniendo en cu e n ta sus actuales caudales, así como sus f u tu r a s necesidades, según el desarrollo prev isto , con lo cual q u e d a establecido de la siguiente forma: Caudal a re cib ir del A Ñ A R B E Litr o s por segundo

San S e b a s tiá n ............................................................. R e n t e r í a ........................................................................ P a s a je s .......................................................................... O y a r z u n ........................................................................ L e z o ................................................................................ H e r n a n i ............................. ........................................... U r n i e t a .......................................................................... U s ú r b il..........................................................................

1.459 255 150 39 41 202 30 24

T o t a l .......................................................

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por las aguas del embalse, miles de árboles, así como m u c h as hec tá re as de esos para jes llenos de belleza, que son un a u tén tico regalo p a r a la v is t a y descanso del espíritu. C uá nta s veces, cu ando subim os p o r S usperregui arriba, h ac ia M albazar, t o ­ m a m os la falda de U r d a b u r u a tra v e s a n d o el bosque de Zutola cam ino de Pico rren a, no resistim os la te n ta c ió n de desviarnos un poco de la r u t a y b a ja r un ra to , así como el que hace u n a v isita (quizás p en san d o que d entro de m u y poco tie m p o no volveremos a verle más) al caserío de «Añarbe», y a las a n tig u as ferrerías del mismo nom bre, cargadas de historia. E n nn informe que d a t a del año 1875, los G am ón no tie n en n ingún inconv eniente en ca ta lo garla como la m ejor de Gui­ púzcoa. L a ferrería de A ñ arb e comenzó a funciona r en el año 1592, y en el 1845 se t r a b a j a b a en ella alrededor de 3.000 quintales, de 100 libras castellanas, de hierro en b a rra s y tocho, y de éstos se elaboraba n 2.550 q u in ta le s de cuadradillo, pletina, b arrilla redonda, cortadillo, etc. E l valor an u a l de la p r o d u c ­ ción en aquella fecha se calculaba en 250.000 reales de vellón, y se o cu p a b an en la in d u s tria 120 obreros, que g a n a b a n de 7 a 8 reales de jornal. El hierro se fu n d ía a la c a ta lan a , con fuelles de cuero, y h a b ía u n a t r o m p a de agua-viento p a r a uso del m a rtin e te de relabra. L a fu erza m otriz se calculaba en 90 caballos. H ace unos días co m e n ta b a con un amigo todo esto, y en p a r ­ tic u la r del m aravilloso p a r a je de las ferrerías, con su rem anso de paz, y yo le decía: «¿Y pensar que todo esto v a a q u e d a r por debajo del agua?» El me contestó: «Sí, tienes razón en cua n to dices, si lo to m a m o s como un trozo de la h isto ria de nuestro pueblo, pero ta m b ié n la h isto ria h a b la r á algún día de esta gran diosa o bra y h a s ta es posible si cabe que m ejore el paisaje con el embalse.» Sea cierto o no, lo que es in d u d a b le es que R e n te ría , u n a vez más a lo largo de su historia, h a contribuido (a costa de sacrificar p a r te de sus magníficos bosques) al bien co m ún y prim a rio del aba ste cim iento de aguas. Es posible que cuando v ay a m o s al m o n te en nuestros ac o stu m b ra d o s paseos, la v ista de ese grandioso lago nos invite a la m editación, y pensemos un poco en los sacrificios que h a su p u e sto esta gran obra. Si este granito de arena sirve p a r a que el agu a sea un elemento un poco m ás conocido, y a la vez un poqu it o menos despreciado, nos darem os por m u y satisfechos.

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Por Rafael AGUIRRE FRANCO

SOBRE EL ENTORNO DE UN PUEBLO

L a vieja fotografía nos trae del recuerdo el amargo sabor de las cosas idas pa ra siempre: un paisaje, el calor de las tradiciones, el entorno de un pueblo. El grabado tiene aquí un especial significado afec­ tivo. Su a utor fue Miguel Aguirre, primo abuelo de quien esto escribe, que en los últimos años del pasado siglo, captó la imagen de los pueblos guipuzcoanos y las cos­ tum bres de sus habitantes en miles de placas, ofreciendo a nuestra comparación el brusco cambio que se ha producido en todos los órdenes de la vida. H a y pueblos y paisajes que conservan, más que otros, su particular fisonomía. Tal es el caso de San Sebastián. H a crecido su casco urbano, surgieron nuevos barrios, fueron derribados muchos edificios y construidos otros de nueva planta. Pero su particular configuración geográfica— el m onte Igueldo, la isla de Santa Clara, el m onte Urgull— la silueta de la bahía, el río, Ulía, le hacen fácilmente identificable pese a las muchas transformaciones que haya sufrido.

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En otros, en cambio, situados en paisajes más llanos, sin accidentes geográficos notables, el crecimiento de la aglomeración urbana transform a to ta lm e n te las perspectivas y cuesta reconocer en las viejas fotografias la actual población. Sólo pa ra el nativo, pa ra quien lo conoce a fondo, es posible ir señalando puntos de iden­ tidad: la silueta de las m ontañas que cierran el horizonte, la iglesia secular, poco más. Tal es el caso de Renteria. ¿Cuántos de sus h a b ita n ­ tes reconocerían en esta foto su pueblo? E n 1900 contaba R entería con 4.000 habitantes, que vivían fundam entalm ente de la agricultura, aunque existía ya una industria de cierta im portancia. Su en­ torno rural ayudaba a m antener unas características propias en el núcleo urbano constituido alrededor de la iglesia. J u n to a este centro existían, ya en el siglo X V III, aglomeraciones urbanas minúsculas en la zona de Versalles (alto de Capuchinos), Ondartxo y Gaztaño. Dos factores iniciaron el crecimiento demográfico de Rentería: el ferrocarril de vía estrecha a la frontera y la instalación de industrias en su término municipal por empresarios domiciliados en San Sebastián. La industria precisó mano de obra y ésta fue n u ­ triéndose de la inmigración, procedente, en los primeros años, de las provincias limítrofes, y más tarde de todas las regiones españolas. Así va creciendo la población de R entería al ritm o siguiente: 5.527 habitantes en 1910; 6.956 en 1920; 8.973 en 1930; 10.106 en 1940; 12.784 en 1950, y 18.642 en 1960. En los años anteriores a la guerra surgen las p ri­ meras construcciones urbanas en Iztieta, Alaberga y Galzaraborda, m ientras se extiende considerablemente el núcleo urbano llamado centro. La construcción en el decenio 1950-1960, alcanza un fuerte ritm o en Alaberga Agustinas, Gaztaño, Ondartxo, Iztieta y Galzaraborda. Pero el salto se produce incontrolado en la década de los 60, pasándose de los citados 18.642 h a b itantes a 34.333, con un aum ento en porcentaje del 84,2, explosión demográfica que se ubica, especialmente, en Galzara­ borda, Centro, Agustinas, Gabierrota, Alto de Capu­ chinos y Beraun. El crecimiento del centro ha ido llegando a los llamados «barrios» y hoy es el día que existe una con­ tinuidad en las edificaciones que cubren laderas, se extienden por los valles, se agolpan en las márgenes de las vías de comunicación y, faltas de la adecuada plani­ ficación, asfixian el paisaje. Cara al futuro, el panoram a no puede dejar de inquietar, pues al ritm o de crecimiento de los últimos años, la población alcanzará 46.000 habitantes en 1975, 61.500 en 1980 y 82.500 en 1985. A esta a ltura de cifras, la foto de Rentería que ilustra estas páginas ha de sumir en cierta tristeza a quien siente la desaparición irreparable del m undo rural. ¿Hacia dónde crecerá Rentería ? ¿Se extenderá hacia el sur, por San Marcos, A itzbitarte, Landarbaso, Añarbe, en el valle que enm arcan U rdaburu y la Peña de A y a ? El río Oyarzun es el más pequeño de Guipúzcoa. Apenas 15 kilómetros. P o r su orilla izquierda recoge todos sus afluentes: el A rtolata, Segotegui, Mispirazarreta, Pontica y Zillarguiñene. Nace a 680 metros de altura, en el corazón de la Peña de Aya, y de allí se precipita en violentísima pendiente hasta el valle de Oyarzun. P e n e tra en R entería y a encauzado y aquí sirve de vertedero a las industrias ubicadas en su término municipal. Corría antes entre verdes praderas y campos de cultivo y hoy lo hace en u n a trinchera de hormigón y ventanas. Desemboca finalmente en el puerto de Pasajes.

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EN TORNO A LA DOCENCIA DEL AYER, HOY Y M AÑANA Por Pedro ARRASTIO

P a rv u la rio de C astañ o .

L a ex isten cia, d o c u m e n ta lm e n te c o m p ro b ad a, de m aes­ trescu ela en R e n te ría se re m o n ta a la p rim e ra m ita d del siglo X V I, c o n c re ta m en te a 1523. Claro e stá , que pudo h a b e rlo , y de hecho lo h a b ría , a n te s de esa fecha, pero no se h a n e n c o n tra d o a c ta s de A y u n ta m ie n to an terio res a 1520. E l A y u n ta m ie n to re n te ria n o se o cu p ab a y a en 1565 de que los beneficios de la en señ an za se e x te n d ie ra n a los n ecesitad o s, y n o m b ra b a en 1572 m aestrescuela a Diego G arcía de L asao, vecino de A zp eitia, en las m ism as co ndi­ ciones en que ocupó el cargo su an teceso r, A ndrés de Ira zazáb al, de V erg ara, o sea, p o r el tiem p o de c u a tro años. L lev aría a cad a chico, p o r señ alarle a leer y a escribir, un real al m es, y p o r en señarle a c o n ta r, o tro real, y h a b ría de rec ib ir m edia docena de chicos pobres a razó n de m edio real al m es. E n 1601, se h a b ía n a u m e n ta d o de m odo consi­ d erab le los em olu m en to s del titu la r d o cen te; enseñaría a leer, escrib ir y c o n ta r y recib iría de los chicos que aprendiesen a leer y escribir, u n real de p la ta al m es, y de los que a p re n ­ diesen a c o n ta r, dos reales. Sería el Concejo el que satisfa ría p o r los n ecesitad o s que no p u d ie ra n p ag ar. L a re m u n eració n del m aestrescu ela siguió en escala ascen d en te. E s ta se consideró en 1641 com o u n a re trib u ció n de ca ra c tere s fabulosos, d e n tro de la tra d ic ió n de sordidez

P a rv u la rio de P ontika.

que aco m p a ñ ab a al pago de atenciones de en señanza, y sería el propio alcalde quien m a n ife sta ría , a n te la v a c a n te ex iste n te por la m u e rte de J u liá n de A ra n d a , que con u n salario ta n grande se po d ría b u sc a r un m aestrescuela esco­ gido y a v e n ta ja d o y que en to d o caso se pro cu re que sea bu en escribiente p a ra que los niños salgan bien ap ro vechados. N ad a nos dicen h a sta ah ora los d o cum entos con re fe re n ­ cia al local donde se e n señ ab an las p rim era s le tra s. No e x istiría , p ro b a b lem en te , con c a rá c te r fijo, ni m ucho m enos acondicionado especialm ente p a ra los fines a que se le des­ tin a b a . La p rim era referencia a la in stalació n de la escuela la hallam os en un escrito del año 1773, en el que se declara que era m aestro don Miguel de A rd an az, quien te n ía la escuela o aula en la casa T olosanea. Más ta rd e , en 1975, al encom endársele el cargo a don Jo sé Lorenzo de G ainza, se en co n tró éste con que dos años an tes se h a b ía tra sla d a d o la escuela al coro de la B asílica de S a n ta M aría M agdalena, desde la casa T olosanea; y perm aneció en el coro h a sta 1796, en que de nuevo pasó a la casa in d ic ad a , p o r h a b e r d e sa p a ­ recido las causas de la guerra con F ra n cia , que obligaron al A y u n ta m ie n to a tra sla d a rla a la B asílica en ocasión en que las tro p a s enem igas ocuparon la casa T olosanea p a ra alm acén.

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E n 1821, se sabe que h ab ía en R e n te ría u n m aestro de p rim eras le tra s y tre s m a e stra s de p árv u lo s. E l m aestro recibía 3.300 reales de salario y las m a e stra s no te n ía n asignado nin g u n o y sólo p erc ib ía n lo poco que los niños p a g a b a n . E l n ú m ero de niños de am bos sexos que re u n ía n e n tre las tre s m a e stra s era el de o c h e n ta y seis. E n 1824 h a b ía u n a sala d e stin a d a a escuela en la sala concejil, donde se realiz a ro n , en 1843, a fin de h a b ilita rla m ejo r p a ra su es­ pecial fin alid ad , o b ras p o r un im p o rte de m ás de 4.000 reales. L a escuela de n iñ as e sta b a in s ta la d a , en 1866, en la v ieja alh ó n d ig a, situ a d a en la p laza del A rra b a l, y m ás ta rd e en la calle de A b ajo . L a m unificencia del caballero m ondrag o n és don P edro V iteri, d o tó a R e n te ría , com o a o tra s poblaciones guipuzcoan as, de un edificio p a ra escuelas, co n stru id o , con arreglo al estilo a d o p ta d o p a ra to d a s las d o n ad as, p o r el a rq u ite c to don Jo sé J u a n A g uinaga. La e n tre g a de la o b ra se verificó, con c a ra c tere s de so lem nidad y de h o m en aje al b ienhechor, el 31 de ju lio de 1903. E l A y u n ta m ie n to dio el nom bre de V iteri a la a n tig u a calle de la C a rre te ra y en cargó al p in to r guipuzcoano E lias S alav erría la ejecución de un re tra to del generoso d o n a n te que hoy se ve en la sala de sesiones. E l m unicipio am plió a sus exp en sas este edificio donado co n stru y e n d o en el año 1909 u n piso a lto , y a que no ten ía m ás que u na sola p la n ta . E n el año 1905, el m u nicipio c o n stru y ó ta m b ié n a sus expen sas u n a escuela ru ra l en el p u n to d en o m inado T olareb e rri, E n 1928, se le v a n tó un edificio contig u o al a n te rio r, p a ra resp o n d er c o n v e n ie n te m en te a la a m p litu d de la m a ­ tríc u la . S o stu v o , asim ism o, las escuelas ru d im e n ta ria s en los caseríos B onacho, B e rin g a ra te y A izate.

P a rvula rio de O lib e t.

P a rv u la rio rie A ra m h u ru .

E n 1959 fue in a u g u ra d a la ag ru p ació n escolar m ix ta de A laberga y en 1962 la de Calvo Sotelo. Al com ienzo del curso 1969-70 se pone en fu n cio n am ien to el colegio n acio n al Pío B a ro ja d e n tro del Polígono de G a ltz a ra b o rd a . E n 1972, se in a u g u ra n los p a rv u la rio s de régim en de P a tr o n a to , u b icad o s uno en la p laza de G am bo y o tro en la calle U rd a b u ru . Como se o b serv a, el a u m e n to de edificios escolares es co n sid erab le, sobre to d o estos ú ltim o s años, que es cuando el m ov im ien to dem ográfico de n u e stra villa es m ás creciente. D e n tro de este curso escolar 1972-73 se h a n p u esto en m arch a un colegio nacio n al de E . G. B ., y cinco p a rv u la rio s, con stru id o s p o r p a rte del M inisterio en p la n de u rg en c ia; el curso próxim o se p o n d rá en m arch a u n n u evo p a rv u la rio de c u a tro u n id ad es en el Polígono de P o n tic a . E sta s rá p id a s y num ero sas p u e sta s en m a rc h a de centros ed u ca tiv o s nos lleva a la conclusión de que ex istía en R e n ­ te ría u n a p ro b le m á tic a e d u c a tiv a . De m ás de 5.500 niños en ed ad de c u rsa r los estu d io s de E . G. B ., se h a lla b a n es­ co larm en te d e saten d id o s cerca de 200. Y de m ás de 1.500 n i­ ños en edades de 4 y 5 años, se e n c o n tra b a n en sus c asita s cerca de 600. E s ta p ro b le m á tic a e d u c a tiv a parece que de m o m en to e stá so lucionada en g ran p a rte , pero ten ie n d o en cu e n ta que el crecim iento dem ográfico sigue en n u e stra v illa a m arch as forzad as, lógico es que su rja n o tra vez nuevos p roblem as. Con v ista s al fu tu ro e stá n en p ro y ecto tre s colegios de E . G. B .: d e n tro del Polígono de B e ra u n , uno de 22 u n i­ d ad e s; en el Polígono de C astañ o , uno de ocho u n id ad es, y d e n tro del Polígono de las A g u stin as, uno de 16 un id ad es.

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P arvula rio s de Beraun y E snabide.

C ole g io de E. G. B. « C ris tó b a l de Gam ón».


ASFALDI KO BERRIAK K. M I T X E L E N A

Hemen naukazue nondik haslko, etxera baino lehen herrira zerbait bidali behar dudaka età. Behingoz behintzat, gai «sakonak» età geure artean darabiltzagun mokoka gogaikarriak baztertu nahi nituzke. Età, besteri ekitekotan, urteek ematen didaten eskubideaz baliatuko naiz, zenbait oroitzapen honera ekartzeko. KOLDOK bere lanaren bidez zenbat gaztetzen gaitu... Ta lari onen apaingarririk egokiena, gure ustez, bere laguri età bera bezela errikoseme ospetsua izan genduan AYALDE'ren «M IKELA-ZULO ». «Zty/o» au iku si utsak, ez al gaitu era berean gaztetzen? ...

A spergarri xamarrak omen gara geure belaunaldikoak kontu kontari hasten garenean: beti batekin, dakizuen zerarekin, ari omen gara. Horrexegatik agían bestelako gertakariak, gerra aurrekoak, berritzeko asmotan agertu natzaizue. Bizibide franko, irabazpide nahiz galbide, izan dugu; jostaketarako gogoa ere bai, arteka-marteka. Oraingoan, beraz, geure herriko kirolak età kiroltzaleak (hórrela zuten izena) aipatu nahi nituzke, laburzki bederik. Uso arrazoizkora heldu nintzenean, edo horretarako adina etorri zitzaidanean, baziren bi elkarte: «Lagunartea» Olibet-eneko aldamenean età «Euskalduna» Lartzabalen. Bataren korrikalariak ezagutu nituen, Migel Peña nagusi zutela, età bestearen futbolistak. Badut, haatik, halako susmo bat bazutela elkarren artean, ezker-eskuin, bestelako bereizkuntzarik ere. Ez dago gogoratu besteriknon zuten bizilekua batzuek età besteek: «Zirkuloan» haiek età artean berria zen Batzokian hauek. Ze alde zegoen ez da orain erraz ikusten, batzuek età besteak (gehienak behintzat) elizara joaten baitziren. Nekez bereiz zitzakeen euskaltzaletasunak, lllarramendi, Elizetxea età Joan Inazio IJranga Zirkuloan ibiliak zirenez gero.

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Geroago agertu ziren, nik uste, «Touring» età «Rapid», Etxeberrietako «Rapid»: tokitan gelditu dira Errenderiako «rive gauche»-an bizi ginenentzat orduan Etxeberriak zirenak! Ez nioke inori deus kendu nahi, baina ez dut uste lehengoak età gerokoak erdi maila batetik gora igo zirenik. Nola igo, izan ere? Gure herriak izan zitzakeen gaitasunak janak zeuzan Donostiak XVIgn. mendean, Pasaiko portuarekin batera, età handik honera irensten ari da gelditzen zitzaizkigun pixarrak. Astelegunez Donostiara behar genuenok irundarrak genituen kontsolagarri, etxekoak aski ez zirenean. Gaur egun, «Reai Unión»-en izena età omena ere galduxe ditugu. Ez dakit, bada, zer egin dezakeen errenderiar jatorrak, donostiarren alde agertzen ez baldin bada. Ni umea nintzelarik, don Migel-ek bakea età futbola, berak asmatuak ez baziren ere, ekarri omen zizkigun. Urteen buruan aldegin zuenean, futbola gelditu zitzaigun; ez, ordea, jaun età jabe, artean bezala. Haize berriak jo zuen età haizearen ondotik abiatu ginen gu ere, zapiaren gisa. Batzuek gogoko zuten haize aldatze h o r i; zenbaitek, berriz, ez. Egingo nuke, halaz guztiz, ongi baino hobeki hartu genuela gazterik gehienek, hangoek età hemengoek. Haize berriak lege berriak ekarri zituen: ohitura, hizkera, jolas età kirola berriak. Liburuak ere ugaritu ziren. Nik zinetan età benetan ezagutu nuen «Lagunartea», esate baterako, besterik izan zen, Susperregi adiskideak ederki dakienez: herriko liburutegi aski aberatsa zegoen etxea. Lartzabal utzi età mendira abiatu ginen, «haize osasuntsuaz bizitza indartzera», bospasei urtez lehenago hasiak ziren haziagoen atzean. Inguruan lehenbizi (Jaizkibilen, harri arteko pinuetan; Sutolan, bagoharitzen itzalpean), urrutiago gero, Euskal herrian età are Euskal herritik kanpo. Mendia nonbait ez genuen aski età, zeren bila genbiltzan ez genekielarik, atletismoarekin egin genuen topo. A tletism orako bidea, egia esan, ez genuen guk aurkitu. Bestek erakutsi zigun, artean geneukan fede berriaren apostoluak, eskola-lagun izana nuen Eusebio Zubillagak. Euxebio, gure garaikoren bat edo beste oroituko da, lasterkaria genuen ordurako: osaba korrikalariaren iloba lasterkaria. Ez nolanahikoa, gai­ nera. Nolanahiko lasterkariak, bada ezpadakoak, erdi aldera ¡bili ohi dira beti, ez aurreneko sekulan, ez azkeneko. Ba, ez dakit non ikasia zuen ebanjelioa ederki irakatsi zigun zenbaiti, arraioak ez badu. Hasi ginen jende bila, mordoxka polita bildu arte, izenak età markak buruz ikasten età geure saiotxoak ahai genezakeen lekuan (Zumardi handiko indigaztainen azpian età) egiten. Orduan ezagutu nuen, berak argitara berria duen bezala, Hernandorena adiskidea, laguntza eske agertu gintzaizkionean; orduan lguaran,Tolosakom aisua, Mendizabal età Gabino Lizartza plazan agertu zirenez gero aski sonatura. Horrela sortu zen Eusko Gaztedi Kiroltzalea. Dirua ez dakit nondik atera genuen (behar ere, ez zen orain adina behar izaten), baina, hala-holako tresnak erosi ondoan, «Euskalduna»-koei—beheraka zebilen ordu­ rako—errentan hartu genion Lartzabalgo kanpoaz zenbait orduz età egunez baliatzeko eskubidea. Lurrak ezin utzi, ordea, zeuden zeudenean, saltalekua età gainerakoak behar genituelako. Luzaroan aritu ginen zulogintzan, porlan età hondar karraio, Euxebio genue­ la—akuilu zorrotza eskuan—gidari, katapaz età buruzagi.

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Kirol-kontuan, aski aldatua zen giroa ordurako Gipuzkoan eta ez ginen kontrakorik gäbe gelditu, geure errainuarekin borroka. Garaitsu hartan bertan, «Tour­ ing» zaharrari kimu berria sortu zitzaion, atletismo sailean, A n to n io Quiroga buru zuela; diodan ahopean ni izendatu nindutela beste faldearen buru. Bazegoen aldea bion artean, biok Laneran ari baginen ere. Q u i­ roga, buru izateaz gainera, mutila zen pixua botatzen: A g u stin Mitxelena, genuen pixularirik azkarrena, menderatzen zuen behintzat. Ni, berriz, ez naiz sekula trebea izan ez lasterka, ez saltoka, ez jaurtiketan. Teknokrata gisa edo, avant le mot, hartu bide ninduten, paperak astintzeko, ez pisua edo mailua. Horrela, nik ateratzen nituen kontuak paperean, karez markatu behar genituen kaleak behar bezalako neurriak eta atze-aurreak izan zitzaten. Gero, egia aitortu behar badut, paperean neurtuak ez ziren berdin gertatzen Lartzabalgo belarretan, zenbaiten onerako eta beste zenbaiten kalterako. Behin eta bitan izan genuen norgehiagoka elkarrekin Errenderian bertan, eta bi aldietan galduan atera ginen gu eta irabazian haiek. Orduko gauzen berri dakienak igerriko zion behar bada bazela batzuen eta besteen artean, mailloten koloreaz gainera, beste bereizgarririk. Halaz guztiz, susmo eta goganbeharrak gora-behera, ederki moldatzen ginen, Erdi Haroko zaldunen edo Versaillesko gorte-jendearen antzera, gizalegean eta kortesi paregabean. Eta onenak eraman zezala. Ez uste, horrenbestez, beti galtzaile ginenik. A spaldidanik zetorren herriko jaietan (Madalen-egunean bertan, oker ez banabil) «cross-country» luzea egiteko ohitura: hör ikusi ditugu, besteak beste, «Lairon» eta «Zorrotz» lasterka, zein lehenago eta zein beranduago. Ba «cross» hori guk irabazi genuen azkeneko bi urteetan. Azkeneko bi urteak, jakina, 1934-35 dira. 1936-ko jaiak prest zeuden, Berlingoak bezala, baita bateko eta besteko lasterkariak ere. Badakizue noski, ordea, Madalen bezperako etxefuegoa baino lehentxeago programa zertxobait aldatu behar izan zela. Gure korrikalarietarik franko, beraz (onenak, Mañero gizagaixoak, ez zuen luzaroko bizirik), eta sekula korrikalari izateko usterik izan ez zuten zenbait A rtikutza aldera abiatu ziren ehiztari gisa, eskopeta bizkarrean. Nafarroa aldetik zetozen erbiek, ordea, bazuten eskopetak baino harma hoberik. Orduantxe hasi omen zen gure lasterkarien lasterra; handik O ia rtzun a iro motelenak, arnasarik hartu gäbe, eta bizkorrenak etxeraino. Eta, diotenez, Azken Juizioko egunean gertatuko den bezalaxe, azkenak izan omen ziren aurren eta aurrenak azken. Non eta noiznahi egin diren marka guztiak ere hautsi omen zituzten. Zorigaitzean, ez zuten «homologatzailerik» aurkitu. Ezta ere, ongi merezia zuten arren, ez kanta zaharrik ez bertso berririk aterako zienik. Quiroga Touringdarrak eta nik urtebeteren buruan edo egin genuen topo elkarrekin. Ez, alajaina, Lartzabalen, Seven Sea's Spray zelakoaren bodegan baizik Eta Jones ezaguna (Potato Jones ala bere anaia?) bagenuen ere kapitan-pilotu, ez gintuen urrutira eraman, alabeharrez. Onerako edo gaitzerako, nork daki ? Badirudi zahartu ahala aberatsago behar genukeela izan, jakitez eta oroitzapenez bederen. Gu ere, ez in­ guruan dugun mundua bakarrik, aldatuz goaz: atertu gäbe darion urak garamatzi. Nik, sakelak arakatu on­ doan, ez dut gehiegizko ondasunik aurkitu. Hemen dituzue, urri eta murri, esku artean irauli zaizkidan sosak: txanponak, txakur txikiak eta bixentimokoak.


A D IO S A LOS VIEJOS B O S Q U E S ... Por Miguel PELAY 0R0ZC0 Oyartzun'go euskal ¡dazle trebea dan Elorri'ri.

Yo no soy de los que piensan que todo lo viejo —leyes, personas, ideas, costumbres, creencias—, sólo por el hecho de serlo, ha de merecer necesaria­ mente nuestra aprobación y aun nuestro aplauso. No creo haber com partido nunca ese tipo de entusiasmo nostálgico y un tanto gratuito que mucha gente de mi tiem po profesa por el pasado en bloque. A l contrario. Más bien diría que he sido siempre un hombre que ha esperado mucho del progreso y que ha propendido a ilusionarse fácilmente con toda suerte de cambios, evoluciones e innovaciones. Tendencia que, a decir verdad, con el correr de los años me ha producido no pocas decepciones. Si estampo de primeras esta especie de confesión es para que nadie vea, en lo que voy a decir a co ntin u a ­ ción, como una predisposición mía a resaltar in co nd i­ cionalmente cuantas reliquias históricas y cuantas tradiciones más o menos venerandas y empíreas se coloquen ante mis narices.

Es el caso que, hace unos días, hojeando en casa un viejo libro de don Serapio Múgica, me encontré, de pronto, con un pasaje que detuvo mi atención por estar relacionado con un tema que a mí me viene preo­ cupando desde hace mucho tiempo y cada día que pasa, más. En el pasaje del libro de don Serapio se advertían la sorprendente sindéresis y la admirable previsión codificadora que, en época ciertamente lejana, mostraban nuestros antepasados guipuzcoanos cuando se trataba de proteger el acervo forestal de la provincia. Lo que, en puridad, equivaldría a significar que tampoco lo viejo, por viejo, ha de ser forzosamente malo y recusable. Pero, dejando de lado estas peque­ ñas argucias de aire ecléctico y volviendo al punto que llamó mi atención, entiendo que lo mejor será ceder la palabra al propio Múgica. He aquí su texto: «Desde los tiem pos más remotos se han ocupado las a u to ri­ dades de este solar de la conservación y fomento del arbolado, único ramo de la agricultura que merecía la atención de nuestros mayores, y al efecto pudiéra­ mos citar diversas disposiciones que contiene el libro de los Fueros en su título XXXVIII y siguientes sobre plantación y corte de árboles, prohibición de dejar las

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yeguas y cabras en el monte por el daño que ocasiona­ ban en el arbolado, etc., a cuyas disposiciones de carácter provincial se podían añadir otras consignadas por los municipios en sus ordenanzas, tal como el p rohibir a los pastores, en determinado número de años, llevar su ganado a terrenos incendiados, por considerar causantes de las quemas con el indicado fin a los encargados de los rebaños. La Corporación Provincial llegó al extremo de obligar a los pueblos a que presentasen anualmente testim onios, levantados ante escribano, de los árboles plantados en sus res­ pectivas jurisdicciones, para castigar con multa de 50 ducados a los que no hubiesen puesto el mínimum de las plantas señaladas, y a conceder el premio estipulado por cada planta a los que hubiesen llenado las condicciones acordadas.» Don Serapio se lamentaba en su trabajo de los efectos de las guerras padecidas en el país durante los siglos XVIII y XIX y que ocasionaron grandes talas en las zonas que habían de recorrer las tropas, así como en las proximidades de las plazas guarne­ cidas, que convenía mantener despejadas para evitar sorpresas. Lo mismo sucedía con las montañas que pudieran convertirse en circunstanciales refugios del enemigo. A todo ello había que añadir los efectos de las leyes de desamortización y las ventas de las pro­ piedades municipales a particulares, para hacer frente a los gastos ocasionados por la llamada guerra de la Independencia, amén de ciertas enfermeda­ des que afectaron a algunas especies arbóreas del país. Don Serapio transcribe una estadística elaborada por la Diputación provincial, según la cual, a p rin ci­ pios del siglo pasado, el árbol que más abundaba en Guipúzcoa era el roble, con la friolera de cinco millones y un importante pico de ejemplares. Tan importante, que uno se contentaría con que alcanzaran el tal pico los que hoy puedan quedar en pie en todo el país. Seguía después el haya, con cuatro millones sete­ cientos m il; a continuación venía el castaño, que no llegaba a los novecientos m i l ; luego el nogal, el fresno, la encina, etcétera. En total aparecían censados en la relación más de once millones de árboles, pero por la apostilla del propio Múgica vemos que la citada estadística no resultaba muy completa, ya que no f i­ guraban en ella especies muy extendidas por entonces en el país, como lo eran el abedul, el tejo, el acebo, etcétera. Cualquiera que tenga aficiones montañeras sabe que en nuestra Guipúzcoa actual cuesta trabajo toparse en el campo con un roble. Puede decirse que los viejos bosques de robles, de castaños y de hayas han desaparecido por completo de nuestro territorio. Puede añadirse que han sido substituidos por pinares. Por vastos, espesos e ininterrum pidos pinares que están impartiendo al paisaje un aspecto uniforme, m onótono y sombrío. Yo comprendo que a mi buen amigo Joshe Mari Busca, hombre de conocim ientos muy varios y singulares, puede asistirle toda la razón del mundo cuando afirma que el pino en Guipúzcoa ha cum plido una misión providencial, puesto, que de no haber sido por su presencia, grandes zonas de nuestro campo hubiesen resultado definitivamente erosionadas. Pero, con todo... confieso que no acabo

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de sentir simpatía por este conifero advenedizo, ab­ sorbente y adocenado, que con tanta eficacia sirve a los impacientes intereses industriales de la época. Por ese árbol oscuro y osado, que va desbraveciendo y achabacanando la fisonomía de nuestros montes. Por ese árbol presuroso y expeditivo que parece creado ex profeso para nuestra codiciosa sociedad de consumo. Por ese árbol que, en palabras del gran Oteiza, no conoce la infancia...

BREVE INTERMEDIO ELEGIACO ¡Yo protesto! Soy e! viejo poeta campesino, iracundo y reaccionario, que se revuelve contra la indiferen­ cia, la incomprensión y el acorchamiento que se van adueñando del país. Contra esas gentes materialistas y groseras que, por ganar unas mo­ nedas, se entregan con entusiasmo a la triste tarea de destrozar y de desnaturalizar nuestro ámbito secular. Contra el pueblo insensibilizado que les deja actuar... ¡Yo protesto! Soy el viejo poeta campesino, iracundo y reaccionario. Ya sé que mis reprobaciones no son escuchadas por nadie, quizá porque m i voz es ahora demasiado débil y cascada y no alcanza a imponerse sobre la algarabía imperante. Pero, a pesar de todo, ¡ Yo protesto! He visto funcionar la terrible sierra mecánica y he sentido escalofríos. Ahora sé que bastan un par de m inutos para que el árbol más corpu­ lento y pletórico de vida caiga abatido para siem­ pre. Siquiera antes se hacía precisa la acción enérgica y prolongada de varios vigorosos «aizkolaris» para que un roble de treinta metros de altura o un haya nudosa y entrada en años sucumbieran a golpe de hacha. En adelante... ¡Yo protesto! Soy el viejo poeta campesino, iracundo y reaccionario. M i Intuición no me habla enga­ ñado: el progreso está en contra del campo. Las torres metálicas van surgiendo aquí y allá, como fortines estratégicos. Por dondequiera que se dirija la vista no se ven sino talas estremecedoras y ríos contaminados. La ciudad es nuestra enemiga y llevamos las de perder. Nuestros viejos bosques, lo que queda de aquellos que, desde el umbral de la historia, aparecen identificados con el país; aquellos que podían hacer gala de la más legitima au­ toctonía vasca; aquellos que configuraban nues­ tro propio talante; aquellos en que se inspiraban nuestras leyendas fantásticas y truculentas; aquellos que nos enoblecían con su sello m iste­ rioso y tramontano... nuestros viejos bosques desaparecen para siempre. Se dice que ios árboles que los poblaban no cumplen los requisitos pragmáticos exigidos por los tiempos. Que han de transcurrir demasiados años desde que nacen hasta que llegan a la edad adulta. Que hay otros


por ahí más precoces y de mayor rendimiento'. Es posible. Pero yo, que soy un viejo poeta cam­ pesino, iracundo y reaccionario, protesto y pro­ testaré mientras me quede un soplo de vida. ¡Adiós, robles centenarios, cuyos troncos en­ hiestos y gallardos se recortaban en nuestro cielo como esbeltos mástiles m arineros! ¡Adiós, hayas corpulentas y frondosas, con sus ralees enormes, tentaculares y doloridas! ¡Adiós, ve­ tustos castaños de armadura retorcida, rugosa y agujereada, que alimentasteis a los p rim itivos euskaldunas! ¡Adiós, viejos árboles de Euskalerria! Sabed que, cuando desaparezcáis del todo, nuestro país, vuestro país, jamás volverá a ser el mismo... Uno, que ha sostenido en alguna ocasión la tesis de que el paisaje y el hombre se corresponden y se complementan siempre de alguna manera, no puede menos de preguntarse si los habitantes de esta región tenemos derecho a asistir impasibles al bárbaro aten­ tado que se está cometiendo con nuestro paisaje. Con la tierra que nos alberga. Con nuestra casa. Si tenemos derecho a contemplar con pasiva resignación—o con culpable indiferencia—este drástico y brutal trastroca­ miento de nuestro habitat milenario, este genocidio forestal y aun metafísico, si se me permite la expresión, que puede llegar a determinar en el país—en la tierra y en sus habitantes—profundas íriodificaciones psico­ lógicas, ecológicas, culturales y hasta folklóricas. Pues, así como los cuentos y las leyendas que se ofre­ cen al chico de la ciudad no son los mismos que escucha habitualmente el niño que ha nacido en las estribaciones de una montaña, tam poco Basajaun, Tártalo y Mari pueden ser personajes de tierras llanas y despejadas ni de pinares alineados a cordel, sino de montes boscosos, accidentados y dramáticos, con abundancia de cuevas, de foscarrales y de recovecos. La mentalidad y la fantasía del niño vasco—vale decir, la del hombre vasco del futu ro —no se forjan solamente con la instrucción que pueda recibir en los centros de enseñanza, sino también con los ingredientes mágicos absorbidos en la primera infancia. Llegado aquí debo señalar que si hay algo que me resulta incomprens'ible y que me produce además mucha tristeza es que el hombre guipuzcoano actual haya perdido hasta el últim o ápice de aquella extrema sensibilidad forestal que caracterizara siempre a sus mayores. La verdad es que el guipuzcoano de nuestros días se ha convertido en un espectador apático e in d i­ ferente—tentado estoy de añadir que en un c ó m p lic e de los más inicuos y escandalosos arboricidios. Esta bochornosa insensibilización resulta tanto más inexplicable cuanto que el árbol, especialmente el roble, ha tenido, desde las brumas de la Prehistoria, una im portancia y una significación extraordinarias, no solamente en nuestra provincia sino en todo el País Vasco. El roble está presente en la mitofogía, en el folklore, en la leyenda y en la historia. Y, por supues­ to, se constituye en elemento indispensable y sacra­ mental de las famosas biltzarres, de aquellos singulares areópagos en los que se tomaban acuerdos y se ela­ boraban leyes que afectaban a las comunidades cam­ pesinas representadas por uno s cuantos ju nteros de edad y juicio maduros. Sabido es que estas biltzarres

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legislativas tenían lugar siempre al aire libre y bajo la sombra tutelar de alguno de estos robles venerables. A s í han pasado a la historia, entre otros muchos, el célebre roble de Aitze, en Ustaritz; el de Aretxabalagañe, en Larrabezúa; el de Avellaneda, de las Encar­ taciones; el de Guerediaga, en Durango; el de la Rebolla del Concejo, de Arcentales. Y, por supuesto, el de Guernica, el roble sagrado por antonomasia para todos los vascos, cantado por Iparraguirre en su inmortal himno, y cuya sombra se ha extendido ge­ nerosa a otros países, tal como lo deseaba el viejo bardo.

En Aránzazu, en las inmediaciones del caserío Bildotsa, se yerguen todavía unos cuantos robles año­ sos. No son muchos—me da miedo airear la inform a­ ción—, pero constituyen una especie de pequeño bos­ caje. Se trata de unos árboles soberbios, majestuosos, quizá centenarios, con el airoso y robusto tronco re­ vestido por un tupido retículo de ju goso musgo, que parecen elevar al cielo su espesa fronda como impe­ trando la protección de las alturas. Todos los años, al irme acercando a aquel maravilloso paraje, siento el tem or de no encontrarme ya con ellos. De haber perdido para siempre unos viejos amigos. La última vez que estuve allí permanecían todavía en pie, pero, al pasar junto a ellos, tuve la impresión de que me contemplaban con un vago sobrecogimiento. Se diría que presienten ya la proximidad de su fin... —¿ Puede nadie tener el derecho de derribar e s to ? — dije, o más bien grité, en ese último paseo, a mis am i­ gos, deteniéndome al pie de uno de los más esplén­ didos ejemplares del pequeño arbolado. Un poeta vizcaíno, Sancho de Beurko, que partici­ paba en la excursión campestre, se paró a su vez para contem plar detenidamente el roble. — Derribar esto—expresó al cabo de un rato gra­ vemente, remedando y aun acentuando la irritación que se contenía en mi improvisado substantivo—es como derribar un templo. Es un pecado para el que no hay remisión. Por cierto que aquel paseo le sugeriría a Beurko un bello poema que apareció publicado hace unos meses en la revista Aránzazu, bajo el título de «Vete, pino, vete». Título de suyo intencionado y beligerante...

A mi entender, entre las muchas tareas que le incumben al e scritor vasco de hoy, una de las p rin c i­ pales es la de despertar la conciencia de nuestro pueblo en torno a este trágico éscamoteo, a esta tro ­ pelía vejatoria e ignominiosa que se está cometiendo con nuestra propia naturaleza. Desgraciadamente, muchos de nuestros escritores jóvenes, obsesionados con el tema socioeconóm ico (cuya trascendencia en el contexto actual de nuestro país y de cualquier otro país proclamo de antemano, con la salvedad de que no debe constituirse en objeto exclusivo de nuestra atención, puesto que existen otros problemas muy

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acuciantes a los que también debemos hacer frente) no parecen inquietarse mucho por la atroz mutación que está experimentando nuestro paisaje y que a mí me preocupa y me saca de quicio. Pienso que es una lástima, porque ellos disponen de una energía y aun de una machaconería persuasivas que, por su propio aire desenfadado y juvenil, resultan atractivas y suelen obtener inesperados logros en sus empresas de captación. Puede que estos escritores jóvenes, estos escritores vascos del presente y de nuestro co m p ro ­ metido porvenir inmediato, piensen que el planteamien­ to que yo he dado aquí a la cuestión es un tanto apa­ ratoso y melodramático y que la cosa no reviste tanta gravedad. Si es así, yo les pediría que reflexionen un poco. Porque, si mi tesis de una reciprocidad configurativa del hombre y su entorno físico es válida, la gravedad de la situación salta a la vista. Entre otras razones, porque el cambio abrupto de nuestro paisaje puede determinar un cambio, también abrupto, del hombre vasco. Si ello resulta o no deseable es harina de otro costal. Lo que no puede hacer un escritor joven y preocupado por su país es alzarse de hombros ante una coyuntura tan crítica y decisiva.

En medio de este clima general de pasividad y de indiferencia, se ha registrado últimamente una alenta­ dora excepción. La ha co nstituido precisamente el pueblo de Rentería, cuyo A yuntam iento ha tenido el acierto de restaurar, hace pocos meses, la fiesta de la plantación del árbol, con la participación de los niños de las escuelas. Para los que estamos empeñados en promover a lo largo y ancho del país una urgente e intensa campaña que nos conduzca a la recuperación de nuestra perdida vocación forestal, la iniciativa de Rentería constituye una esperanza y un estímulo. Después de todo, pensamos, quizá no esté todo perdido.

Hace unos años, cierto periódico local publicó una información procedente de una capital escandinava, en la que se daba cuenta de un violento enfrentamiento acaecido entre un numeroso grupo de estudiantes, que se manifestaban por las calles para protestar por la inminente tala que amenazaba a algún arbolado de la ciudad, y la policía encargada de custodiar ei orden. Un detalle que se me quedó grabado es que el corres­ ponsal español que transmitía la información calificaba a aquellos estudiantes de gamberros. ¡Unos jóvenes que se enfrentan abiertamente a la fuerza pública por defender unos cuantos viejos ár­ boles de su pueblo, dando al mundo entero una lec­ ción de civismo, de nobleza, de cultura, de sensibilidad y de patriotismo de ley, confundidos con gamberros! Siempre la incomprensión. Siempre el adjetivo fácil. Siempre la audacia del cretino. Mi pensamiento final: Muchos gamberros como ésos los quisiera yo para mi país...


ía s t i La escuela de Rentería. Salamanca. Tuy y Avila. Lezo y Madrid.

Los libros suelen hacer durar la fama de los hom ­ bres. Estos desaparecen, aquéllos quedan. Tal es el caso del «Compendio Historial» escrito por el Dr. don Lope de Isasti. Oculto desde 1625, por fin vio la luz en 1850. A partir de entonces el nombre de su autor contó entre los historiadores de Guipúzcoa. Además, rompiendo el pudor instintivo vasco, nos refirió no pocas cosas en él acerca de su familia, que de otra suerte hubieran permanecido ignoradas. Don Onofre de Isasti, padre de nuestro historiador, sirvió de oficial en la Tesorería de los Estados de Flandes en Am beres a las órdenes del tesorero ge­ neral, el eibarrés Dom ingo de Orbea. Más tarde fue comisario de artillería. Luego se enroló en la Armada del pasaitarra Joanot de ViIlaviciosa, fabricando y artillando previamente la nave, y llegó a ostentar el

por J. Ignacio TELLECHEA IDIGORAS

cargo de proveedor de armadas. En la fam ilia de la madre del Dr. Isasti descuella, en cambio, un eclesiás­ tic o : el Dr. Dom ingo de Lezo. Colegial y más tarde catedrático de la Universidad de Alcalá, sacerdote y vicario de Lezo, probó fortuna lejos de su villa natal como provisor de Córdoba, canónigo de Sevilla y ad­ m inistrador del mismo arzobispado en tiem pos del ondarrabitarra don Cristóbal de Rojas y Sandoval. Y murió electo obispo de Cuzco (Perú). De la sangre le viene al galgo... El Dr. Isasti heredaba de sus padres talento organizador y adm inistrativo, d e l'q u e daría buena cuenta a lo largo de su vida. De los ocho hijos del matrim onio, conocemos un tanto la historia de tres de ellos. Juan fue comisario de la Real Fábrica de Galeones de Lezo a las órdenes del general Urquiola y más tarde del coronel don

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D om ingo de Idiáquez. Durante 15 años fue ayudante de tenedor de bastim entos y materiales. Murió en 1624 como lugarteniente del veedor y contador mayor Ruidíaz de Rojas en la A rm ada del Brasil. Otro her­ mano, Onofte, sirvió de capitán en una nao de su padre. Dejó la mar para llevar cuenta del pilotaje de la Arm ada de Recalde y se adentró definitivamente por vías adm inistrativas como tenedor de pertrechos de los astilleros de Lezo a partir de 1596. El mismo oficio desempeñó ocasionalm ente en la fabricación de quince grandes navios que tuvo lugar en 1607. Cuando rendía cuentas en Madrid en 1612 falleció inesperadamente. Esta circunstancia influiría decisivamente en la vida de nuestro doctor Lope de Isasti. Iniciado en las primeras letras en la escuela de Rentería por el maes­ tro vergarés A nd ré s de Irazábal, se encaminó con otros dos hermanos a la Universidad de Salamanca, donde todos alcanzaron doctorados. Llamó junto a sí al nuevo doctor el obispo fra n c is ­ cano fray Francisco de Tolosa, como maestro de ceremonias y confesor de su casa. Pronto murió el obispo. Otro guipuzcoano obispo de Avila, el oñatiarra Otaduy, llamó al Dr. Isasti a su servicio como confesor y secretario personal. Otra muerte vino a interferir en el cam ino: esta vez la de su madre. Cuando el Dr. Isasti se encaminaba a una mitra, lo abandonó todo y volvió a su villa natal para quedarse en ella. Por último, la muerte de su hermano Onofre le obligó a hacerse cargo de su oficio y de sus cuentas en la Corte. A llí tuvo que ir el Dr. Isasti. Muchos años le retuvo el liquidar las viejas cuentas de su hermano. El flamante doctor, avezado por igual a organizar ceremonias, llevar contabilidad de co n ­ ciencia o manejar números de codos de madera y quintales de clavazón, ocupó sus ocios recopilando y narrando la historia de Guipúzcoa. Su libro es un repertorio incalculable de noticias, muchas de ellas próximas a su vida y experiencia. Si en las cosas an ­ tiguas cede a la credulidad y en las modernas pudo a veces ser inexacto, el conjunto de su obra es suma­ mente apreciable y en muchos casos es fuente pre­ ciosa de información. Su célebre libro acaba de re­ editarse en Bilbao. En la escuela de Rentería aprendió a manejar la pluma el doctor Isasti, que luego la em­ plearía tan cum plidam ente en narrar los fastos de Guipúzcoa y cada una de sus villas y en hacer el re­ cuento de sus hijos y casas ilustres. A lg ú n recuerdo de tan aprovechado hijo debiera figurar en los muros que hoy acogen a los nuevos escolares. ¿No podría bautizarse algún grupo escolar con el apellido de hijo tan ilustre? He tenido en mis manos algunos papeles escritos por los Isasti mencionados. En ellos figura la caligrafía aprendida en la escuela renteriana. Quiero hacer honor a sus firmas autógrafas dándolas a conocer. Ellas nos traen la proximidad, el pulso nervioso o tranquilo de sus pendolistas. Nos permiten la ilusión de posar nuestros ojos y tocar con nuestras manos un trozo muerto que un día fue vida, algo personal e inconfundible como la firma. Nos parece saltar en el vacío trescientos cincuenta años para palpar rasgos un día escritos en Lezo.

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O-,

L


GUARDERIA INFANTIL

BERAUN Por N atalia C A S A D O

Una de las grandes preocupaciones del A y u n ta ­ miento, con la de la creación de parvularios y colegios de enseñanza básica, ha sido la de las guarderías in­ fantiles. El pueblo de R entería ha visto cómo cam biaba su panorám ica con la formación de los nuevos barrios que se asentaban en su periferia. Son barrios alegres, de amplias calzadas y casi todas sus viviendas adquiridas por m atrim onios jóvenes, siguiendo el sistema de dar una entrada al recoger las llaves y el resto en largos plazos. Es de todos conocido que para poder vivir con un pequeño desahogo y pagar los plazos del piso han de t r a b a ja r los dos esposos. Al poco tiempo y por causa com pletam ente natural suele presentarse el prim er

problem a. Nace el prim er hijo y la esposa se ve ante el dilema de criar a su hijo, dejando el trabajo, con lo que disminuye notablem ente el ingreso familiar, o procurando que éste sea adm itido en algún estableci­ miento en el que por una módica cantidad se lo atiendan para poder así seguir trabajando. En el primero de los casos, sin duda el mejor para el niño, este descenso en los ingresos familiares supone un estrecharse el cinturón y el privarse de muchas cosas necesarias, y eso si la familia no sigue creciendo, en cuyo caso el problem a suele ser v erdaderam ente alarm ante. Viendo las necesidades de estos m atrim onios y las de los que por tener un negocio cuyos ingresos no les perm iten pagar una niñera o m ujer que atienda a los hijos en su propio domicilio, el A yuntam iento consideró

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la urgente necesidad de crear un establecimiento en el que se pudiera atender a los niños, cuyos padres lo solicitasen, d u ran te las horas del día. La tarea no ha sido fácil. Se requieren locales acon­ dicionados con arreglo a unos cánones establecidos de luz, superficie, instalaciones, zonas exteriores de recreo, soleados y bien ventilados. En la p a rte vieja de Rentería, propiam ente el casco, no existe ninguno que esté dis­ ponible reuniendo estas condiciones. El pasado mes de marzo entró en funcionamiento la prim era guardería infantil municipal, en uno de estos populosos barrios, el barrio de Beraun. Ha sido posible gracias a la buena voluntad de unos y al empeño de otros. Un buen resultado de trabajo en equipo. En prim er lugar el c o n tra tista don Celestino Oyarzábal, cedió al A yuntam iento en propiedad unos locales de 300 m .2 de superficie. La entrega la efectuó completa de instalaciones: calefacción, servicios, ex­ tractores de humos, solado de m adera barnizada y

terrazo de m árm ol, amplios ventanales y material per­ m anente en la fachada. Cuenta la guardería adem ás con 540 m .2 de super­ ficie de antepuertas, urbanizada, con cercado de verja de hierro y plantaciones de arbolado. Según el canon establecido, esta guardería podrá alojar a 70 niños de edades comprendidas entre los 0 a 3 años. Las necesidades de este barrio son mucho m ayo­ res y no digamos si contam os con las necesidades de todo el pueblo de Rentería. Se espera que en breve plazo podrá ponerse en fun­ cionamiento otra guardería infantil en el barrio de Alaberga. Los terrenos ya han sido cedidos y su capa­ cidad será para 100 niños en un edificio construido ex­ presam ente a este fin. Sería de desear que cundiese el ejemplo de don Ce­ lestino Oyarzábal entre los c o n tra tista s que edifican en nuestro pueblo y dispusiesen en sus cesiones lugares p a ra este fin.

D os m o m e n to s d e la vida de lo s p e q u e ñ o s a c o g id o s a la g ua rd e ría re cié n in a u g u ra d a en B e rau n .

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JUEGO?, tw stes Los de m i q u in ta iniciam os la d écad a de los tre in ta con p a n ta lo n e s c o rto s— m ix to s, m ejo r dicho, pues era esto lo que se e stila b a — y la concluim os a p u n to de v estirn o s de caqui. L a im p ro n ta d e te rm in a n te de la d écad a, su m ás d ra ­ m á tic a ex p resió n , fue la c ru e n ta g u erra civil. Y p o r ello, el h o m b re, si no tru n c a d a s sí vio a lte ra d a s las fases evolutivoexistenciales del ju g a r, a m a r y t r a t a r de v iv ir lo m ejor posible, com o rec la m a el in s tin to , sim p lem en te. Y no es que los chav ales de m i q u in ta p erm aneciésem os im p e rté rrito s a n te la tra g e d ia — p u e sto que al que se libró de la ola le a lcan zaro n sus sa lp ic a d u ra s— , sino que la fase del ju g a r es ta n v ita l que su p e ra to d o s los cataclism os. De ah í que a p esar de la tris te z a de la d écad a, los del ju g a r, ju g á ra m o s . Y lo hicim os así:

Por Adolfo L E I B A R

A la cuerda: Y en obligada gracia a n u e stra s co n te m p o rán e as co­ m encem os con el salto de la com ba, ta n co n su stan cial a ellas, a u n q u e m ás de u n p izp ireto nos diéram os cierta m añ a en este ejercicio arm ónico y sa lta rín . Se decía: «¿ V am os a ju g a r a la cuerd a ?» Y seg u id am en te elegíam os en tre sus m odalidades de: a salto s, a «bikos», a v u e lta s, a las olas y a la liga. A «bikos» era la que exigía m a­ yor a p titu d . L a to n a d illa m ás clásica p a ra «a bikos» corresp o n d ía a esta je rg a : P in is , p in is Terrosinó T irrip itin a

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Ta-ti-nó A l español E l trangüé L a regalé M u x u lapá De lapasé (¡Qué bello re to p a ra los lingüistas!) Otra «a bikos»: Una y dos, P atin a r, p a tin a r, patinaba U na n iñ a en P a rís, Resbaló, resbaló Y a la orilla del puente cayó Y de pre y de pre Y de prem io le vamos a dar Un vesti, un vesti, Un vestido para carnaval. (¿ Su a u to ra ? U na ta r ta m u d a , sin d u d a.) A la liga: L ejía « E l conejo» E s la mejor lejía, Se vende en todas partes M enos en la Cooperativa (Qué in d iv id u alista!), Coo-pe-ra-ti-va A saltos: A v ila , Segovia, S o ria , Logroño, Burgos, Santander, Palencia y Valladolid. Ochocientos m il Se ju n ta ro n a dorm ir (¡Q ué b a rb a rid a d ! ¿D ónde?), J u a n , Pedro y A g u stín (¡A h, m enos mal!) Otra: A ria , m ataxa, loria. A las olas: A l p a sar la barca me dijo el barquero, L as n iñ a s bonitas no pagan dinero. Y o no soy bonita n i lo quiero ser. (¡B olera, m ás que bolera!) ¡A rrib a la barca: una, dos y tres! T am b ién u n d e te rm in a d o en te político-social c a n ta b a esta sin co p ad a c a n tin e la eu sk é rik a , pero no recuerdo p a ra qué v a ria n te de a la cuerda. Jolastu gaitezen danok S o k a jo k u a n , S o k a jo k u a n , A u rtxo euskotarrari D agokion eran, D agokioñ eran, E u sko utsean B at eta bi, iru, lau eta bost A m a r geiagokin dirá am a bost. Y h ab ía alg u n as m ás, com o: Al p im ien to colorado, azul y v erd e, la se ñ o rita Ix ia r casarse quiere. (Y supongo que p a ra estas fechas ya lo h a b rá hecho, porq u e si no...). Soyla rein a de los m ares. E n el cam po h ay una rosa. Al coche-

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rito leré. C uatro v e n ta n a s de M aría, etc.

tien e m i caserío. El nom bre

Y , finalm ente, dos m ás a bikos: Santa F austinita, h ija de un rey moro, Le mató su padre con cuchillo de oro. (¡C aram ba, cara m b a, con su padre!) N o era de oro ni tampoco plata, E ra un cuchillo de pelar patatas. (¡Pues qué desi­ lusión!) De los árboles frutales M e gusta el melocotón, Y de los reyes de España A lfonsito de Borbón. Pero tam p o co los v arones nos q u ed áb am o s m ancos a la hora de in v e n ta r le trillas p ara ju g a r, por ejem plo: A burros: Morro P iko Callo ¿Qué? T xu rru ta in a M edia m anga M angotón ¿Dónde está? E n este juego, cuyo títu lo p uedo d a r fe que no tra ic io ­ n ábam os en n ingún m om ento, lo fu n d a m e n ta l era la h o n ra ­ dez del am a, que no p asara señas ni m etiera bola. P ero siem ­ pre m en u d e ab a n los follones por aquello de las suspicacias. A «txibas»: Q ue corresponde al de la peonza. C o n tab a con m uchos ad ep to s y con verd ad ero s especialistas que in tro d u c ía n boñiga de cab allería, a p oder ser fresca, p a ra a ju s ta r m ejor la p u n ta (¡m ira que no p a te n ta rlo !), afilada com o un b is­ tu rí; q u ita b a n la kankarra, in tro d u c ía n plom o en el agujero, h u m edecían la cuerd a y ¡hala, hala! con su txiba c o n v ertid a en arm a a p a r tir la de aquellos que, com o yo, siem pre las bailáb am o s de kankarra y no conseguíam os ponerla en zurrunga ni de churro. A canicas: T en ía sus v a ria n te s de a ka xk a s y arras y al bertan-zulo. H a b ía de b a rro , de p ie d ra , de m árm o l, de acero y eran m uy ap reciad as las m ulticolores de vidrio y las que se utilizab an p a ra m a n te n e r la presión de las botellas de lim onada en ­ tonces en uso. No explico la form a de ju g a r a ka xk a s y arras porque to d a v ía se ju eg a , au n q u e sí señ alaré que en el m o ­ m ento de iniciarse el juego se to m a b a n las posiciones de p artic ip ac ió n a las voces de ¡ A z k e n ! ¡U rre n !, según la tá c tic a preconcebida de cada ju g a d o r y a te n o r de las d i­ ficultades de la erreka, que era la p ista h a b itu a l del juego. E n c u a n to al bertan-zulo consistía en lan z ar la canica desde una d istan c ia d e te rm in a d a h a s ta conseguir m eterla en el agujero, bien al p rim er envío o a base de ap ro x im arse em ­ p u já n d o la a golpe de dedo y cu id an d o de no ser desp lazad o por los dem ás ju g a d o re s; u na especie de p e ta n c a a escala red u cid a. Los h ab ía ta n m añosos que al hacerse con to d as las canicas se veían obligados a p re s ta rla p a ra proseguir el juego. A m í me da en la nariz que este juego es m ás bien árab e por lo m ucho que to ca ponerse en cuclillas.


Con un p ie , Con el otro p ie , Con una mano, Con la otra mano, A l tepeté, A trá s y adelante, A la redondelita P a los estudiantes. (¡Sí, p a ra eso, p rec isam e n te, e sta b a n ellos!)

A tabas: N u e stra s a d o ra d a s c o n tra ria s eran p rim o ro sas ju g a n d o a ta b a s con sus v a ria n te s de a txixu a y a z a p a tito s, y a prim eras, seg un d as, te rc e ras y c u a rta s , que se ad e c u a b an p e rfe c tam e n ­ te a su c a ra c te rístic a h a b ilid a d m a n u a l. Y m ie n tra s re a liz a ­ b an sus juegos m ala b a re s se a c o m p a ñ a b a n de esta estro fa: S a n Isidro labrador, Hombre pequeño y trabajador. S a n José Bendito Tiene un niñito Que n i come n i bebe, Pero siem pre está gordito. A guerras: Y m ie n tra s tro n a b a la de v e rd a d hacíam os n u e stra s pro p ias g u erras; in c ru e n ta s, sí, pero que tam p o co eran m ancas. L as m esn ad as re p re s e n ta b a n m ás a las calles que a los b a rrio s. P a ra m í, los de G oiko-kale era n los genuinos gue­ rrillero s. L as acciones no se h a lla b a n e x e n ta s de e stra te g ia — la re tira d a p recisab a ta m b ié n e sta r a se g u ra d a — y los cam pos de b a ta lla p red ilecto s p a ra d irim ir la su p erio rid ad en tre u n a y o tra calle se c o n c re ta b a n p re fe re n tem e n te en el ka xko de A rra m e n d i, el de L a p a s, A lab arg a, los tro n co s o en la escarbilla. E n c u a n to a las arm as a rro ja d iz a s: el in se p a ra b le b razo , el tira g o m a s y la h o n d a, p a ra la p ied ra. Y p a ra la v arilla del p a ra g u a s— bien afilada su p u n ta en la p a re d aren isca del fro n tó n — el tem ib le arco. Mi h erm an o L iteo y mi am igo B oni g u a rd a n algo m ás que recu erd o de estas escaram u zas en las que el tira g o m as, con su xa rd i bien e q u ilib ra d a y sus gom as te n sa s, venía a ser el fusil de la in fa n te ría . H a b ía e x p erto s « tirag o m istas» con u n a p u n te ría excepcional que m a ta b a n p á ja ro s al vuelo... Yo m e especialicé con la h o n d a y llegué a tir a r b o n ita m e n te , con zum bido y to d o ¡zass, zass! Y cuando g an áb am o s una b a ta lla , lo que se tra d u c ía en refren d o y prestigio de n u e stro y a in cip ien te m achism o, los salto s de alegría eran e q u ip a ra b le s... casi, a los de aquel h om b re tra n q u ilo que en p la c e n te ra siesta can icu lar en u b érrim o cam po se d esp ertó b rin c a n d o p o r m or de un p a r de alo cad as avisp as que se le h a b ía n colado p o r la b ra g u e ta . ¡Sí, a ese te n o r era n n u estro s salto s, ta l era la im p o rta n c ia de n u e s tra s g u erras! A rm a ta n curiosa com o su n o m b re, rarísim o in v e n to que podía h a b e r sido el p recu rso r del b azo k a, fue el tik ilitá k u lo . C onsistía en un tu b o de m ad era en el que se in tro d u c ía papel p ren sad o p ro y e c tá n d o se éste a base del golpe que se d a b a con la m a n o o con el v ie n tre , c a ta p u lta n d o así a u na b a rrita que se in tro d u c ía en el tu b o . Ineficaz p a ra n u e stra s g u e rra s y de u n in fan tilism o p rim itiv o enorm e. Creo que su ca d u c id a d rad icó en que el p ap el h ab ía que con v ertirlo en p u lp a y n osotros lo h acíam os con la boca y a base de p u ra saliv a, y, claro, después de p re p a ra r tre s o c u a tro proyectiles n u e stra s m an d íb u las no te n ía n fuerza ni p a ra m a stic a r n a tilla s. A la pelota: N o se t r a ta del jueg o m ás p o p u la r y de m a y o r arraig o en aquellas fechas, sino del que p ra c tic a b a n las chicas a base de u n a p elo ta del ta m a ñ o de las de m ano, que la hacían b o ta r a d iv ersas a ltu ra s p asán d o sela p o r en tre las p iern as m ien tra s se ac o m p a ñ a b a n diciendo:

A «txingos», que ta m b ié n se conoce p o r la coxcojilla: Lo p ra c tic a b a n m ucho n u e stra s m ozas y alg ú n «m arisu k alde» que o tro . A lgunas variaciones del m ism o: Con descanso y sin descanso; v a rian d o de p a ta ; m iran d o al cielo, p isan d o y sin p isa r la ra y a ni la p ie d ra . Se m a rc a b a n los rectán g u lo s y los núm eros en el suelo y an tes de tir a r la tiz a y, p ro b ab le m e n te siguiendo los atáv ico s d ictad o s del su b ­ consciente, la m ás g arbosa y decidida escribía en la p a re d : «T xom in, te quiero» Y en alguna ocasión: «A dolfo, guapo» (¡G racias, m o nada!). P ero las m ás de las veces se decidía por esta m u e stra prodigiosa de ingenio y de am ista d : « T onto el que lo lea» A bañas: E ra u n a especie de béisbol, por darle algún parecido. Lo ju g a b a n dos: uno se colocaba d en tro del clásico círculo tra z a d o en el suelo y con la c o rresp o n d ien te m a k illa en la m ano a tiz a b a a la b a ñ a , que salía d isp a ra d a , m ie n tra s el o tro p ro c u ra b a cogerla al aire o bien del suelo tra ta n d o de in tro d u c irla en el círculo, en cuyo caso c a m b ia b a n las to rn a s. E l juego re su lta b a peligroso d ad a la d ificu ltad en d o m in ar la dirección y los reb o tes de la b a ñ a que, en base al p o rc e n ta je de accidentes, m o stra b a su predilección por los ojos de los ju g ad o res. A «santos»: A pro v ech an d o que en «Y alverde» fa b ric a b a n las lito ­ grafías p a ra las cajas de cerillas, no re su lta b a difícil— p o r lo de las recom endaciones— el proveerse de «santos» de desecho. A sim ism o, los reco rtes que «L a P ap elera» recibía de la F osforera de Irú n n u tría n n u e stra s existencias. Los «santos» se colocaban d e n tro del círculo— ¡cuántos juegos con círcu­ lo!— y , desde fu era, con u n a p ied ra p lan a se in te n ta b a sacar a los « santos»... lap idándolos, según bíblica co stu m b re. O tra v a ria n te de a «santos» consistía en, u n a vez d e te rm i­ n ado el núm ero de «santos» en juego por p a rtic ip a n te , a rr i­ m arse a u n a p ared y a u n a a ltu ra ap ro x im ad a al m etro se so lta b a el «santo» — previo el azken, urren— , g an an d o final­ m en te el ju g a d o r que m o n ta b a su « santo» sobre el caído en el suelo. Como se puede a d iv in a r no h acía fa lta m ucha ciencia p a ra ju g a rlo , pero sí algo de h a b ilid ad en p lo ­ m ad a y b a s ta n te su e rte. A cromos: E llas lo p ra c tic a b a n en escaleras, bancos o m esas. H ab ía ejem plares m uy crom áticos y artístico s a los que fijaban a p rio ri una escala de valores. P a ra darles la v u e lta convenía fo rm a r con la m ano u na especie de cuenco-ventosa* pero sin ex ag erar, p u esto que p o d ían d a r doble v u e lta y qued arse com o an tes. A quí p a sa b a como con las canicas: las h ab ilid o ­ sas fin alm en te se c o n v e rtía n en p re sta m ista s.

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A pies:

¡ N o m oriré! ¡ S í m o rirá s! (H ay que v er, ¡qué ca­ zurros !)

De ám b ito redu cid ísim o , creo que local. Lo ju g áb a m o s en la especie de rep isa que se halla en la iglesia p a tro q u ia l, fre n te a la tie n d a de K anttalen. Los que se en c o n tra b a n sobre ella te n ía n que esconder los pies p a ra que no se los to c a ra el p a ra , que e sta b a d eb ajo . C uando lo conseguía b a ja b a el to cad o y subía el p a ra . ¡Así de iñohsente!

Y o tro m ás:

T am b ién llam áb am o s h acer pies, au n q u e no se tr a ta b a de ju eg o alguno, al p ro ced im ien to h a b itu a l p a ra fo rm ar equipos de juegos. Se n o m b ra b a u n c a p itá n y p a ra elegir al prim ero , en lu g a r del cara o cruz clásico, desde d e te rm i­ n a d a d ista n c ia se ib a n a d e la n ta n d o los m ozalbetes pie a pie y el que m o n ta b a fin alm en te su pie sobre el o tro te n ía opción p a ra elegir a los m ejores según su criterio

Y luego, ra y a n d o quizás a m ay o r a ltu ra :

Potos al aire: D e m i to ta l predilección. E ra esp e c ta c u lar, b a s ta n te técnico, algo arriesg ad o y con un no sé qué de em ocionante b ru je ría . U n b u en p o te de to m a te , ag u jero fab ricad o con un clavo de d iá m e tro p erfecto , carb u ro de p rim e ra calid ad, el agujero en la tie rra to ta lm e n te re g u la r con los b ordes presionados p o r p ied ras y cu b rien d o al p o te h a s ta m ed ia a ltu ra y, re ­ m ed an d o a los m ás técnicos, en lu g ar de ag u a... a b u n d a n te p ix a calien te, p o rq u e d ab a m ás fuerza y ... a p ren d erle fuego. ¡B uu u u m m m ! ¡Allí salía el p o te, m ás alto que la to rre de la iglesia! R a ra vez me hacía can d il. Y me satisfacía en o rm e­ m en te con sid erarm e u n « p o to n a u ta » p isto n u d o .

A la kin kirrin era , A la sanguirrinera, A rrautza plaza berriko Girari beste aldera.

La señorita Ix ia r ha entrado en el baile. Que lo baile, que lo baile, que lo baile, Y si no lo baila, medio cuartillo más, Que lo pague, que lo pague, que lo pague. Entre usted que la quiero ver bailar, saltar y brincar dar vueltas por el aire, Con lo bien que lo baila la moza, déjala sola, sola en el baile. Que salga la m adam a vestida de m arinero, Que aunque no tenga dinero será capitán del cielo. Este cuerpo, este talle, este bonito meneo, Este cuerpo tan gracioso que vale tanto dinero (¡Qué m alévola provocación!); Las manos en la cadera, que son para m i querer (N osotros, m ás prosaicos, decíam os «los pollos en la cazuela»), Que son para B asilisa, que lo sabe componer, que lo sabe componer. Y así tra ta b a n de em ular a la P a u lo v a. No se puede afirm ar a b so lu ta m e n te la carencia de b ailarin es, pero sí que N ijinski no corría peligro alguno de p erd er su diadem a.

Al baile: A u n q u e no c o n ta b a n con u n a escuela de b a le t como la de M oscú, p o r c ita r alg u n a, no p o r eso n u e stra s m ozas d e­ ja b a n de c u ltiv a r la d an za. Y se co n to n e a b a n al son de v a ria s que les serv ían p a ra a n d a r p o r casa, si bien sus letras p o d ría n co n fu n d ir o c o n tra ria r al p o eta ex ig ente. E l baile m ás clásico, su v e rd a d e ro «lago de los cisnes», era este: A m b o , ato, m atarile-rile-rile, A m b o , ato, matarile-rile-TÓn. ¿D ónde están las llaves?, m atarile-rile-rile, ¿D ónde están las llaves?, m atarile-rile-rón. E n el fo n d o del m ar, m atarile-rile-rile, E n el fo n d o del m ar, m atarile-rile-rón. ¿Q uién irá a buscarlas?, m atarile-rile-rile, ¿Q uién irá a buscarlas?, m atarile-rile-rón. L a señorita Ix ia r , m atarile-rile-rile, L a señorita Ix ia r , m atarile-rile-rón ¡C him pón! (¡Perfecto!) O tro , p arecido al F rère Ja c q u e s: Debajo el bastón, ton, ton Del señor M a rtin , tin , tin H abía un ratón, ton, ton ¡ A y qué c h iq u itín /, tin , tin. R a tó n , ratón, N o salgas m ás de ese rincón, U na tram pa te han puesto ¡ A y , si caes en ella te m orirás! ; N o moriré ! ¡ S í morirás !

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A «hay-luz»: P a rtic ip a b a n dos grupos com puestos por 4 ó 5 ju g ad o res. Y consistía en e n tre la zarse los com ponentes de uno, hom bro con hom bro y con la cabeza h u m illad a (cuando e sta b a a lta , se decía: «¡B aja la pasta!» ) form ando un com pacto círculo de bu rro s. H ab ía u n am a por cada grupo y se h ac ía n p re v ia ­ m en te pies p a ra v er a cuál de ellos le to c a b a ponerse de b u rro s. La a p e rtu ra del juego la hacía el am a al grito de «¡H ay-luz!» C o rreteab an entonces los p resu n to s jin e tes en to rn o a los b u rro s p a ra eludir la vigilancia del am a y m o n ­ tarse sobre éstos. Si los b u rro s a g u a n ta b a n m an teniéndose todos de pie g an ab an , co n virtiéndose en jin e te s. Y cuando no re sistían el peso se decía «¡R ev en tó n !» y a c o n tin u a r de b u rro s e n tre el regocijo general. Y si el am a a tra p a b a a a l­ guno de los jin etes a n tes de m o n ta rse o bien, m o n ta d o y a, to cab a con los pies en el suelo, se co n v ertía en b u rro ju n to con sus com pañeros. Sobra decir que cada grupo c o n ta b a siem pre con algún ju g a d o r de peso p a ra p ro v o ca r el ¡re ­ v e n tó n ! E l juego o riginaba m uchos enfados, pues nadie se resigna fácilm ente a que le llam en b u rro y q ue encim a se le m o n ten .

P u es, sí, to d a v ía se p ra c tic a b a n m ás juegos, pero h a b rá que lim itarse a relacionarlos, siq uiera con brev es c o m e n ta­ rios, no sea que la im placable tije ra de los red a cto res de la re v ista e n tre en funciones.


A «tres navios en el m a r » : Y o tro s tre s en b u sca v a n . ¡T ierra d escu b ierta! A bules: Con su v a ria n te de a p o te-b u le, ésta m ás de chicos. A aros: D e m a d e ra p a ra las chicas y de hierro p a ra los chicos. ¡Qué carrerazas! Al yo-yo: E l foráneo p o r excelencia. T u v o u n m o m en to im p resio ­ n a n te . L legaron a celebrarse h a s ta com peticiones nacionales. A prendas: Q ue ju g a d o a su m áx im a ex p resió n re s u lta b a un b u rd o « strip -te a se » .

Como lo hacen los señores. ¡A lu p é , alupé, sentadita me quedé! (¡P ues m ira qué bien!) A la toca. A bolos: P ra c tic a d o s m a y o rm e n te p o r quienes fre c u e n ta b a n las sid rerías. A aviones: D e papeles diversos y que con sus form as de flecha, laala en d e lta y clásico aeroplano, h acían n u e stra s delicias con su largo p la n e a r los días de v ien to sur. A com etas: Q ue si ju zg am o s p o r las veces que se las veía d e sta c a r en el aire no c o n ta b a con m uchos ad e p to s, pero sí m u y ex p erto s. L a m ay o ría eran de fabricació n m u y ru d im e n ta ria , a u n q u e con b rillan tes colores, y con rem iendos y coseduras de c in ta em palm e y e sp a rad rap o .

A dedos: O nek, etonek, etonek B art eztayak zituzten O nek oneri zer ezan? K onbiratzeko au eta a u , K onbiratzalleak au eta au Orra n u n ditu zu ogei ta lau A «erre-irten»: Con su grito e n tu s ia s ta de p resa: ¡ E r r ia ! A l fútbol: P u es, sí, ta m b ié n al fú tb o l. A sopas: H acien d o re b o ta r p ied ras p la n a s sobre la superficie del río O y a rz u n ... en los m e a n d rito s de la A lam ed a G rande. A chapas: Casi siem pre en el fro n tó n . A b ase de dos m onedas de diez céntim os (dos «gordas») y a cara o cruz. A lgunos se ju g a b a n b a s ta n te « p a s ta » . A «goiti-beras»: ¡Oh, n o stá lg ic a goiti-bera de n u e stro s sueños! E l vehículo m ás an tip o lu ció n — que no a n tirru id o — que h a ex istid o . A las cuatro esquinas: Q ue no sé p o r qué, pero siem pre era n c u a tro árboles. Al diábolo: A irdsa p a ja r ita . ¡Qué b ien la p ro y e c ta b a M elchor Guru ceag a! T a n b u en o en esto com o lo fue p u n tis ta . Al corro de la patata (pero sin p a ta ta ): Comeremos ensalada, N a ra n jita s y lim ones

Al ir a c e rra r estas líneas pido excusas p o r los errores deslizados que, in tu y o , serán b a s ta n te s , pues, a m edida que h ila b a el re la to , m ay o r me cu n d ía la c e rtez a de que el tra b a jo exigía m ás dedicación..., pero y a no h a b ía tiem p o . M enos m al que p asad o este ru b o r uno p u ed e d escan sar co nfiadam ente a n te la certeza de que el lec to r av isp ad o o curioso que h a y a a g u a n ta d o h a s ta el final sa b rá su b sa n a r los y erro s y cu b rir las om isiones. T am b ié n c o n v e n d rá in d ica r que no se h a p reten d id o rea liz ar u n tra b a jo etnográfico— cad a parcela tie n e su d u e ­ ño — , sino m ás b ien u n a p iru e ta lite ra ria , m ejo r u n escorzo n a rra tiv o sobre algo que, sin d u d a , en d eterm in ad o m o m en to , influyó en las v ivencias de algunas personas y que p o r ta n to pu ede re su ltarles de am able recu erd o , que, é sta sí, es la p re te n sió n definitiva. B a sta n te s de los juegos citad o s p ersisten , a u n q u e m u ­ chos en decad en cia; varios y a d e sap areciero n ; y ta m b ié n h a y otros nuevos, si b ien éstos ca d a día m ás con predom inio de lo foráneo sobre lo in d íg e n a— esto bien p o d ría llam arse u n iv e rsa lid a d — . De to d a s form as re su lta in te re sa n te y a g rad ab le cons­ ta t a r que el afán de d isfru ta r-ju g a n d o es m anifiesto, ta n to en tre los niños com o e n tre m ayores. Y esto siem pre es b ueno p a ra que el m u n d o no se h ag a viejo. ¡Juguem os, pues! Y , ¡finalm ente y a!, hagám oslo: A la u n a an d a la m u ía : S a n J u a n de M atuté Se cagó en el monté, Tres arrobas y m ás, A m agar y no dar, D ar sin reír, D ar sin llorar, Todos m irando al cielo Porque se ha muerto m i abuelo, Todos m irando a la tierra Porque se ha muerto m i abuela. (R. I. P.)

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N o sé por qué parecen llenas de mágica melancolía las cosas pasadas; no se explica uno bien; se recuerda claramente que en aquellos días no era uno fe liz , que tenía uno sus inquietudes y sus pen a s, y sin embargo, parece que el sol debía brillar m ás, y el cielo tener un azul más puro y más espléndido. « L a s in q u ie tu d e s d e S h a n ti A n d ía » P IO B A R O JA

ENTE

NO STALG ICA

po>aqujrredeccheveste

El sa ló n re ple to de v isita n te s .

C uando hace u n año escribía en las p ág in as de O A RSO sobre la exposición re tro sp e c tiv a que e sta b a p re p a ra n d o la A sociación de F o m en to C u ltu ra l, no po d ía im ag in a r el im p a c to , la sensación, que ib a a ca u sa r en R e n te ría la c itad a exposición. S ab ía— p o rq u e e sta b a p a rtic ip a n d o en su recogida— que h ab ía g ran c a n tid a d de m a te ria l de m u y d iversa índole, recogido p o r m edio de p acien tes v isitas a dom icilios de m uch as fam ilias re n te ria n a s. E ra ta m b ié n conocedor de las voces de ánim o que p o r d iferen tes co n d u cto s lleg ab an a los o rganizadores. P ero nadie, a b so lu ta m e n te n ad ie de los que e stáb am o s en el meollo de la o rganización, llegam os a im a g in a r la m asiva asisten cia de público a la exposición. Sabíam os que lle v á­ bam os en n u e stra s m anos algo que podía ser im p o rta n te . P ero la realid ad su p eró casi to d a s las previsiones. E l hecho de que en plenas «m agd alen as» acu d a n 8.000 p ersonas a c o n te m p la r a n tig u a s fo tografías, v iejas re v istas de las fiestas, am arillen to s reco rtes de p ren sa, todos ellos referen tes a tem as re n te ria n o s, es un d a to lo suficientem ente elocu en te como p a ra d e m o stra r lo a c e rta d o de la p re p a ra ­ ción de aquel ac to . D ecía el año p asad o c o m en tan d o la exposición que se e sta b a p re p a ra n d o , que ésta sería «U na visión que

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por razones obvias será m uy in com pleta y ta m b ié n in e ­ v ita b le m e n te n o stálgica p a ra los re n terian o s m aduros y ancianos». Y así fue en efecto. P erso n a lm en te creo que la in u ­ sita d a afluencia de gente a la exposición fue debida a la p ro p ag an d a que en la calle hacían quienes prim ero la h ab ían v isitad o . E ra n hom bres y m ujeres que se veían n u e v a m e n te tr a n s ­ p o rta d o s a sus años jóvenes a n te la foto de u n a excursión que hicieron hace m ucho tiem p o ... La visión de u n a casa, de u n caserío, de u n paisaje desaparecido, que d e sp e rta b a recuerdos dorm idos p o r el paso de los años... H ubo u na señora que a n te u na foto— la de u na casa que hoy no ex iste— después de largo ra to de co n te m p lac ió n , se dio cu e n ta de que a u na de las v e n ta n a s esta b a ella asom ada. C uando era m uy jo v e n . H ab ía nacido y vivido allí h a s ta que el edificio fue d errib ad o . Así se po d rían c o n ta r infinidad de a n é cd o ta s, de re e n ­ cu en tro s con viejos recuerdos por p a rte de re n te ria n o s con edad p a ra te n e r recuerdos. A quella vieja e rm ita ... La im agen de la e rm ita ... La arb o led a de La F a n d e ría ... Incluso las inundaciones de 1933 con sus d ra m á tic a s consecuencias..., ta n ta s y ta n ta s cosas


que v ista s n u e v a m e n te en fo to g rafías, to m a b a n n u ev a vida en el recu erd o y se ag o lp ab an en la m em oria. ¿Y la ju v e n tu d ? La ju v e n tu d , los jó v en es e ran quienes m ás cu rio sid ad se n tía n , los que m ás p re g u n ta s h acían . Los jó v en es no re c o rd a b an . P re g u n ta b a n el p o rq u é d e esto y de aquello y de lo de m ás allá. Se d a b a n c u e n ta de que existe en cad a pueblo u n a p eq u eñ a h isto ria so te rra d a , que con el p aso de los años v a a d q u irie n d o m ás v a lo r y que es preciso conocer. Y que es d eb er de to d o s el p ro c u ra r que los testim o n io s de esa h isto ria ín tim a y e n tra ñ a b le no d esa p a re zcan y caigan en el olvido por cau sa de la desidia de unos y de la ignorancia de los m ás. M uchas p ersonas h a n p re g u n ta d o a los o rg anizadores de « R e n te ría a y e r...» , cuáles h a n sido las conclusiones, las enseñ an zas que se h a n o b ten id o con aq u ella exposición. La re sp u e sta siem pre es id é n tic a . Se consiguió revalorizar m u ch as cosas a las que a n te s el re n te ria n o de la calle, el re n te ria n o m edio, no h a b ía concedido im p o rta n c ia . A d ­ q u irie ro n un n u evo v alo r, u n a n u e v a dim ensión, m uchas viejas re v ista s y fo to g rafías que h a b ía n p a sa d o largos años olvidados en el fondo de arm ario s y e s ta n te ría s. C uando no cu b ierto s de polvo en alguna « g a n b a ra » de a n tig u a casona re n te ria n a . Y en segundo lu g a r— la conclusión m ás im p o rta n te en m i opinión p erso n al— , que el p ueblo sabe resp o n d e r con en tu siasm o cuan d o se le ofrece algo que a fe c ta a su e n tra ñ a m ism a. E n este caso los re n te ria n o s resp o n d iero n m agníficam ente en dos aspectos o v e rtie n te s. P rim ero con la p restac ió n , con el ofrecim ien to de to d o aquello que p u d iera te n e r un v alo r p a ra p o d er ser p re se n ta d o en la exposición. P o r o tra p a rte acu d ien d o a v er to d o lo que se ex ponía y que de u na form a u o tra , d ire c ta o in d ire c ta m e n te , a fe c ta b a a casi todos los v isita n te s. Sí. R e n te ría supo co rresp o n d er al esfuerzo de los o rg an i­ zadores, y a R e n te ría to d a le co rresp o n d e el ro tu n d o éxito de aq u ella m u e stra . Y a h o ra p a ra finalizar, u n d e ta lle que sirve p a ra dem os­ tr a r que el tiem p o p asad o sigue in te re sa n d o a m ucha gente. E n tre los d iversos libros ex p u esto s, h u b o uno que en la a c tu a lid a d es m u y difícil de e n c o n tra r y que es o bra de un re n te ria n o . Se tr a ta de A n d a n za s y m udanzas de m i pueblo, de E v a ­ risto Bozas U rru tia . E ste libro e d ita d o en R e n te ría en 1921, es com o digo casi im posible de h allar. E l libro, cuyo te m a c e n tra l es R e n te ría está rep leto de n o ticias y d a to s que son in te re sa n te s a los ojos de c u alq u ier re n te ria n o . Con d ecir que en él se h a b la de aq uella que «dicen» que h u b o «rep ú b lica foral de L a n d a rb aso » creo que está todo dicho. P u es bien. H u b o varios v is ita n te s de la exposición que se in te re sa ro n p o r a d q u irir el volu m en ex p u esto . N a tu ra l­ m e n te aquel e je m p la r ni e sta b a a la v e n ta ni ten ía precio, d a d a su rareza. A n te este hecho m e p re g u n to , ¿no sería posible u na nueva edición de A n d a n za s y m udanzas de m i pueblo?

Un d e ta lle del sa ló n de A . F. C. d u ra n te la e x p o s ic ió n re tro s p e c tiv a .

E n mi opinión la v e n ta se podía d a r p o r a se g u rad a. Sólo hace fa lta que alg u n a p erso n a o e n tid a d se d ecidiera a la n za r la edición. Como q u ed a lan zad a la id ea...

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De unos años a esta p a rte cuando leo publicaciones y libros de n u estro país, vengo a d v irtie n d o en los escritores una ten d en cia que p a ra mí re su lta h ala g ü e ñ a y esperanzadora . U n a ten d en cia que in tu itiv a m e n te in iciad a por algunos «errikoxem es», v a haciendo prosélitos y que h o y , a fo rtu n a ­ d am en te , se acusa cada vez m ás en tre n u e stra gente de plu m a. Se n o ta que es algo que y a no p u ed en soslay ar y que lo m ism o al tr a ta r sobre perso n ajes, paisajes, urb an izació n , in d u stria s o lo que sea, se exp resan englobando siem pre en el concepto a u n a c a n tid a d que poco a poco y m erced a la v o lu n ta d de los que la in te g ra n , v a dejan d o de ser solam ente geográfica. Es algo que me atrev o a calificar com o to d o u n m ovim iento, como u n nuevo y a le n ta d o r fenóm eno que se está desarrollando en tre n u e stra s gentes, y que an tes de m ucho creo v a a te n e r necesidad de u n a definición. Me refiero al G U IPU Z C O A N ISM O . U n concepto que como viejo lo es ta n to como n u e stra s h isto rias de v árdulos y de vascones y que allá en tiem pos de las J u n ta s G enerales tu v o u n a g ran im p o rta n c ia — re p re se n ta b a la enseña de un a b a n d e ría — ... p a ra los ju n te ro s. U na im p o rta n c ia que te n ía sentido «oficial», adem ás de m uy «trad icio n al» , y que solía servir p a ra asegurar alianzas g u erreras en tre los m unicipios, co n tra el enem igo c o m ú n —v erd ad e ras re p ú b li­ cas in d ep en d ien tes en casos— y p a ra d irim ir a escala supralocal las querellas que e n tre sí a rm a b a n y lia b a n de continuo los propios m unicipios, pero que no servía p a ra que las gentes de los pueblos pu d ieran unirse y en ten d erse. H a sta n u e stra s generaciones hem os podido c o n sta ta r que cada pueblo, y h a sta cada villorrio, ha venido m an ten ien d o con


sus lim ítrofes un tr a to b asad o en la rencilla y en la querella, a p ed ra d a s, y que de los o tro s pueblos, de los de m ás lejos, casi no se ten ía n o ticia. E ste p ro b lem a, v e rd a d e ra m e n te , no lo es solam ente n u e stro . Sabem os que en todos los lugares de la tie rra se h an desconocido los herm an o s d u ra n te siglos, n a d a m ás que en razó n de la d ista n c ia y la fa lta de m edios de com unicación, pero creo que e n tre n osotros, adem ás, reconociendo n u e stra form a de ser, po d ríam o s a ñ a d ir p a ra n u e stro país o tra razón: n u estro in d u d ab le se n tir localista. Nos llam an nacionalista? cuand o con m u ch a m ás p ro p ied ad p o d rían m o te ja rn o s de localistas. P o r lo vivido, sé del arraigo de este sen tim ien to e n tre los vascos y ta m b ié n sé, p o r lo ev id en te, que esta n u e stra form a de ser no nos ha acarread o n in g ú n beneficio. Sin em bargo, si me a tre v ie ra a an alizar esta p a rte de n u e stro cará c ter, diría que, au n q u e p arezca p arad ó jico , se t r a ta solam ente del reflejo de u n a de las v irtu d e s que m ás u n á n iin a m e n te nos a trib u y e n : n u e stro culto y n u e stra e n treg a por la A M ISTA D . A clarem os. E l vasco, a c o stu m b ra a te n e r tra to y con­ fianza to ta le s con sus am istades, pero ocurre que el alcan zar esta categ o ría, p a ra él no es cosa de dos días. B ajo esta prem isa, no sería fácil el que u n vasco de entonces tuviese d em asiados am igos fu era de su p ueblo, en aquellos tiem pos en que u n a legua sup o n ía g ran d istan cia y los burgos se g u a rd a b a n tra s de p u en tes levadizos y rastrillo s. Si a esto añadim o s o tra s m uchas causas, com o las que se llam an h istó ricas y que no p a sa n de ser «guerrilleriles», trallazo s sin fin y sin fu n d a m e n to e n tre poderosos, «paqueos» del señor de... c o n tra el de... p o r «un q u ítam e a llá...» , d esorbi­ ta d o sen tid o de H O N R A que los vasallos— vascos sum isos, vascos c ristian o s— , a c a ta b a n com o evangelio y dogm a, la casi carencia de escritos en n u e stro idiom a que h u b iera podido p o n er en co n ta c to a unos con otros y que es, quizá, la causa m ás im p o rta n te , etc., etc., h an hecho posible que esta situ a c ió n h a y a p e rd u ra d o y que a ú n hoy quede en tre n o sotro s b a s ta n te de ese aislacionism o lo calista. V olviendo a h o ra al prin cip io , quisiera in v ita r al lector de aq u í, a que observe con cuidado lo que dicen los escritores de aq u í, y ta m b ié n a com o lo dicen. Si en ello ven lo que yo, a d v e rtirá n que en sus tem as tr a ta n h a b itu a lm e n te del con­ ju n to m ás que del « txoko» y que en sus consideraciones a fav o r o en c o n tra de algo, tie n e n m ás en cu e n ta el in terés general que el del «clan», au n q u e éste sea el suyo. S olam ente la le c tu ra de O A RSO puede ser suficiente p ru eb a de esto. E n re a lid a d , h a sido esta le c tu ra la que m e h a dado pie p a ra estas cu artillas, pues m e h a hecho se n tir la necesidad de d e sta c a r la p o s tu ra de estos hom b res de b u e n a in ten ció n y grandes p reocupaciones, que se e stá n «rom piendo los c u e r­ nos» p o r hacernos v e r a todos lo que som os o, m ejor dicho, lo que debem os ser: guipuzcoanos. D ecir sus nom b res, ¿ p a ra qué ? Cada uno podem os h ace r n u e stro propio «rol» según la p ren sa, radio y confe­ rencias de n u e stra p referencia. E n eu skera o en castellano, que p a ra el caso ta n to vale. Lo que im p o rta es que gracias a ellos, n u e stra m e n ta lid a d colectiva está ascendiendo u na «m alla» m ucho m ás a lta y de m ás am p lia visión que aquella en la que le en c e rrab a su an c e stra l localism o. D ecía al principio, y me re p ito , que este im pulso h acia la in teg ració n guipuzco an a lo p ercibí hace años, y ah o ra tengo que a ñ a d ir que quien m e lo tra n sm itió fue Jo sé de

A rteche, desde las páginas de su «C am inando» donde venía en v u elto . H a y que decir tam b ién que la ocasión no podía ser m ejor. B rin d arle aquellas sensaciones a un m o n tañ ero de 20 años, al que se le p o nían «los ojos com o p lato s» «;n cada cum bre, en u n a noche en que esta b a solo con su p erro en A ralar, en aquellos años en que era casi u n a a v e n tu ra c ru zar la sierra, era ponérselas com o a Felipe II . P ero creo que aú n sin ta n to escenario, «C am inando» y «Mi G uipúzcoa» hicieron su m ella en m uchos. A lgunos sólo lo recibieron, pero a otros no les b a stó esto y c o n tin u a ro n trilla n d o sobre la m ism a era y ... cam inando. Creo que po d ría h ab larse de u na generación de guipuzcoanos «consagrados», que h a b la n y escriben del en can to y la placidez de los reco ­ rridos por m ontes, p o r sus m ontes. Son, en tien d o yo, los de la escuela de A rteche, los que y a podem os llam a r de la vieja escuela. P o rq u e el guipuzcoanism o no se h a q u ed ad o en eso. Tal com o yo lo veo, se tr a ta de un m ovim iento que cada vez v a afectando a zonas m ás am plias y d ispares. Y a no se co n te n ta con los goces puros de la contem plación y hoy aflora en todos los terrenos. E n esta evolución hacia o tras m etas, se ha hecho m ás dinám ico y m ás p ráctico, al com pás de los tiem pos que corren y sin d e jar escapar el tre n de las m o­ d ernas tendencias. H ace apenas unos días, u n grupo de am igos reunidos en to rn o a u n a m esa bien serv id a— c arac terística m u y g u ipuz­ coana ta m b ié n é s ta — , oíam os cómo uno hacía esta sencilla cu en ta: v ein te duros por diez m il guipuzcoanos, u n m illón; ju sto lo que h aría fa lta p a ra sa lv ar Sasiola, po rq u e Sasiola es n u e stro y debem os salvarlo nosotros, decía él, que no es de M endaro n i de A stig arrib ia, sino de las orillas de un río b a s ta n te alejado del D eva. Al poco, escasos días después, alguien me llam ó p a ra p re g u n ta rm e : « ¿ E s ta ría s dispuesto a firm ar en u n docum ento que p id a raz o n a d a m en te a la D ip u ta ció n la suspensión de las obras en la c a rre te ra que co n stru y e en A ralar, y que en beneficio de pocos nos v a a «jorobar» a todos u n a de las escasas salidas que nos q u ed an ?» Y éste, el que me p re g u n ta b a , vive a la orilla del m ar. Y el otro , que si bien h a ido a buscarse el problem a en casa, pues él es de O ñate, no es esta la razón que le m ueve a im p ed ir que se haga la c a rre te ra desde A rán zazu a U rb ía, abogando por la solución de un teleférico que no m ancillase las p ra d e ­ ras. Conozco ta m b ié n al p reo cupado por la g u ard a de n u e s­ tro s vestigios prehistóricos, al celoso recolector de m elodías a n tig u as, a los de los estudios sobre ro m anización y a otros y otros. E m peños propios p a rtic u la res, bajo form as diversas, pero con un com ún e id én tid o fondo de preocupación. R e su lta p a te n te la diferencia e n tre el guipuzcoanism o de los p a rie n tes m ayores y el de los estudiosos de hoy. Q uizá re su lta ría de u n análisis, que este de hoy viene a ser u n reto ñ o del de ayer, pero por m i p a rte prefiero al v á sta g o sobre su antecesor y ah ora sí me g usta ser guipuzcoano. P o rq u e lo soy y porque me siento ta l y en línea con los de hoy. Con los que aten d ien d o el clarinazo que supuso «M I G U IPU Z C O A », y que cubrió to d a u n a época p rese n ta n d o u na tie rra bucólica y plácid a, como hecha sólo p a ra ser c o n te m p la d a con visión ensoñadora desde sus m o ntes, sin olvidarse de estas bellezas, p ropias siem pre p a ra ser d isfru ta d as casi en soledad, h a n evolucionado en busca de la guipuzcoanización m asiva, en b usca de la elevación que haga com prender al hom bre de esta tie rra , que es ta re a de todos ju n to s la de sa lv a g u a rd a r y a la vez seguir au p an d o a esta «G U IPU Z C O A , N U E S T R A C IU D A D » de hoy, según reza el acertad o «slogan» del que B usca, el gran a rtis ta del «cashueleo» y de la p lu m a, se a trib u y e la p a te rn id a d .

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ESTAMPAS QUE FUERON Por B I D A Z T I

— A quí no h a y qu ien p a re ...!— opinó en a lta voz M ateo A zpilicu eta. C laro que ta l aserto no c u a d ra b a con su e s tá ­ tic a situ ació n , de pie sobre u n a silla sacad a de un b a r; pero, com o A rn ald o de A lcorcón, tu r is ta de «M adriz»— que ta m ­ bién los h ab ía en to n ces— ratificó ta l opinión, pese a enco n ­ tra rs e en id é n tic a fa c h a ; e s ta b a claro que allí «no hab ía quien parase» . Y la re a lid a d era q ue todo lo que a lc an zab an a v er desde lo alto de sus im p ro v isad o s b asam en to s se a g ita b a , bullía, refluía... de un lado p a ra o tro . G entes de am bos sexos y to d a edad d e a m b u la b a n en direcciones c o n tra ria s, e m p u ­ ja n d o , haciendo quiebros, deslizándose de co stado, riendo, im p recan d o , g rita n d o , h ab lan d o y h a sta llo ran d o , bajo un techo de g u irn a ld a s y farolillos de p apel y con el beneplácito de to d a s las b a n d e ra s del orbe oscilando a la su ave b risa de una serena noche de ju n io . Los destello s de coloreada luz que em itían las lu m in arias llen ab an de gam as de cuadro a b stra c to a la m u ltitu d a la p a r que m a n te n ía n en d iscreta p en u m b ra las fach ad as de las viejas casas— no m uy pulcras a veces— por a rrib a del segundo piso. La noche era cálida y, a u n cu ando farolillos y hum o no d e ja b a n tra slu c ir n ad a, «allá arrib a» b rillab a n las es­ tre lla s...

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E ra víspera de la O cta v a del Corpus y el gentío esperaba, flu ctuando de aquí p a ra allá,' el em piece de las fiestas del b a rrio que se iniciaban con la «gran ta m b o rra d a » y la p re ­ sentación de las bellas del año, como a p eritiv o a los bailables que, en ta n estrech a calle, se c o n v ertía n en «em pujables», «piso tab les» , «arrim ables», etc., etc., con la m úsica como in citad o ra y cóm plice de algo que T erpsícore, seg u ram en te, no co nsideraría que estab a b a jo su égida y que, de todos m odos, rim a b a con «am able». P ro n to el « ta ra rí, ta ra rí... ¡pom , porrobom , pom , pom , porrobom !», fue ab rien d o brecha e n tre el gentío, ay u dado por algún que o tro propicio «em pellón» de los sudorosos m unicipales encarg ad o s de « em p u jar» a la gente fuera de la tra y e c to ria del desfile. Con los ab ierto s faldones de las azules lev ita s a rra stra n d o y las d o rad as c h a rre te ra s casi en el codo, m orriones atad o s — sólida e in có m o d am en te— al m en tó n , enorm es tam bores o escurridizos cubiletes de m a d era, golpeados ta n to por las rodillas al a n d a r com o por los palillos, los «tam b o res de g ranaderos» av a n zaro n im p e rté rrito s en in tré p id a carga c o n tra el gentiazo, reflejando en sus im berbes ro stro s el m ás m arcial de los en tusiasm os, rem arcad o d ig n am en te por sendas filas de c h isp o rro te an tes a n to rch a s que, m ás que luz,


e m a n a b a n negro h u m o y fu e rte olor a b rea q u e m a d a, p e r­ fu m a n d o así, con u n in g re d ie n te m ás, el a m b ie n te y a de p o r sí recarg ad o con to d o s los olores típicos de u n a m u ch e­ d u m b re en fiesta... D e trá s de los g ran ad ero s v en ía la carroza y, tra s ella, «Los In can sab les» , cuyos tro m p e ta z o s sa c u d ía n al aire hacien d o estrem ecerse esp asm ó d icam en te las h u m a red as desp ren d id as -por las teas. P ero ... d eten g ám o nos u n m o­ m en to en la «carroza» Sí,' señores, ¡LA C A R R O ZA ! Así la rem arcó A zpilicueta y así lo decim os noso tro s, con m ay ú scu la p a ra hacer honor a las b eld ad es que re s a lta b a n su ju v e n tu d y su p a lm ito con fantasio so s tra je s de b rilla n te s telas, d estacán d o se en m edio de u n bosque de ra m a s verd es m ás o m enos a rtístic a m e n te e n tre la z ad a s, de cuyos arcos colg ab an pintorescos farolillos de p ap el. U n cansado y pesado b u e y im p u lsab a el c a rru a je guiado p o r u n boyero v estid o de m akil-d a n tza ri y a quien su lab o r de h a c e r a n d a r, p a ra r y re a n u d a r la m a rc h a al pacien te asta d o , e n tre la m asa de la g en te d esb o rd a d a que q u ería « ver de cerca» a las m u ch ach as, las a n to rc h a s, el tro m p e te o , los ra ta p la n e s , los zam bom bazos de los cohetes, las risas, los aplausos, los can to s y , en general, el fo rm id able «ruido de fondo», hacía so lta r taco s de to n o lo b a s ta n te convincente com o p a ra e v ita r que el sufrido ru m ia n te a g u a n ta se sus im pulsos de salir corriendo llev an d o tra s de sí carro za, beld ad es y ra m ito s, y no p a ra r h a s ta G aztelu cho... A zp ilicu eta— p o b re — o p in ab a que las chicas de « ahora» no e ra n ta n g u ap as com o las de an tes. — ¡Qué to n te ría !— arg ü y ó A rn a ld o — . ¿No dicen, con D a rw in a la cabeza y to d o u n equipo de científicos d e trá s, q ue «los anim ales nos vam o s perfeccio n an d o de generación en g en eració n » ? ¡Pues enton ces...! P ero A zp ilicu eta no e sta b a conform e: — ¿Llegó u s te d a conocer a la M a ritx u ... ? — ¡No, señor! ¡Yo era m u y niño to d a v ía p a ra fijarm e en ella...! — ¡Claro! ¡Por eso se a tre v e a d isc u tir...! Así que sus consideraciones no m e m erecen n in g u n a aten ció n . C onque, ¡a callar, niño! — ¡H om bre! ¡Con estas razo n es..., ¿quién d iscu te m éritos a la ta l M a ritx u ... ? P ero esto era « p eccata m in u ta » en el « g ran desfile». A dem ás del «esclavo» v estid o de m a kil-d a n tza ri, au rig a de la gloria de las bellas, h a b ía o tro m ucho m ás esclavo to d a v ía , A quél, u n a vez reco rrid o triu n fa lm e n te su cam ino e n tre g u irn ald as y b an d erin es, re c u p e raría su lib e rta d y sosiego, m ie n tra s que C am acho— a él nos referim os— no d escan saría h a s ta m ucho m ás allá de las tre s, las c u a tro o q u ién sabe qué ta n ta s de la m a d ru g a d a . Y sólo era el p relu d io ... — ¿Ese es C am ach o ?— p re g u n tó el m ad rileño... — Sí, señor, ése. ¿Es que no le conocen en M adrid ? ¡Así a n d a n las cosas en E sp a ñ a ... ?

— ¡H om bre..., es que si...! — ¡N ada! C am acho, p a ra que u ste d lo sepa, es el o rg a­ n iz ad o r y d irec to r de «Los In c an sab les» ¡Y «Los In c a n sa ­ bles» son eso...! P ero esto es lo de m enos. Lo de m ás es que él es el org an izad o r de las fiestas ¡Y las fiestas era n in c a n ­ sables! ¡Y «Los In can sab les...» ! — Eso. — Sí, eso. ¿Qué p asa ?

« P o rro m , pom , pom », los ú ltim o s p orrazos a los sufridos p arches señ alaro n el fin de la c a b a lg a ta de las bellas que com enzaron a descender de la c a rre ta ¡P erdón, CA R R O ZA ! Sus tra je s especiales relu cían con el c a ra cterístico brillo de los saten es y sedas— entonces no se conocía el n y lo n y dem ás— y sus jo y a s co m puestas p o r larg as ris tra s de m o ­ n ed as de cobre p u lid as y c u en ta s de c ristal d estellea b an d e slu m b rad o ras dándoles aires de princesas o rien tales. H a b ía piropos, lisonjas y algunas « v erd u lerías» que n a d a te n ía n que v er con las e n ram ad as carroceriles, o acaso sí, p o r aquello de los «faunos». E ste m o m ento u n ta n to bucólico del descenso de las V enus de su p ed e sta l, se ro m p ía in o p in a d a m e n te com o en u n a p o te n te explosión— y te n ía que ser m u y p o te n te p a ra d o m in a r todos los otros ru id o s— al in iciar su acción, in d e ­ p e n d ien te del desfile a n te rio r, «Los In can sab les» Como siem pre, C am acho era quien d a b a la p a u ta . A ga­ rra n d o con u n a m ano a la «reina» y con la o tra su saxofón p la te a d o in te rp re ta b a el últim o ch arlestó n de m oda, coreado p o r sus satélites y ja le a d o p o r el público, llenando de sofoco a su d am a que se las veía y deseaba p a ra sa lv a r los rasos de sus larg as faldas de los pisotones de su p a re ja ...— «¡N oches de c a b a re t!» — c a n ta b a M agaña p o r el m egáfono y luego se c a rc ajeab a feliz— ¡ja, ja , ja , ja ....!— y en este re p etid o «ja» le a c o m p añ ab an los chiquillos del b a rrio , y a m u y alegres desde m uchas ho ras an tes. Sin tra n sic ió n se p a sa b a in m e d ia ta m e n te al baile. E n alegre pasacalles, la c h a ran g a se tra s la d a b a al im provisado ta b la d o y com enzaba el «jaleo». Los « tam b o res de gran ad ero s» , pesarosos de que les hubiesen q u ita d o tam b o re s, m orriones y lev itas p o r aquello de que h a b ía que devolverlos los m ás incólum es posible, se o lv id ab an p ro n to del sin sab o r y h acían sus p in ito s de « co n q u ista» en u n rinconcito de la calle a d onde lleg a b an suaves y dulces los arpegios del co n ju n to m usical (hoy lo h u b ie ra n llam ado así). Se p e d ía n «favores» a las chicas de la ed ad . Todos te n ía n sus p a re ja s elegidas, p are jas que ¡ay! no siem pre coincidían con los gustos de ellas. No o b sta n te , a veces se conseguía b a ila r con la secreta re in a de corazones que em p ezab an a se n tir m o rd e d u ras de esos bichos que se llam a n am or, celos y desengaños. Los pasodobles eran los preferidos ¡E ran ta n fáciles! Y los co m ­

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pases de la a tre v id a «Cirila» serv ían com o fondo a osadas declaraciones am orosas: — Si quieres ser mi n o v ia, cu an d o sea m a y o r te com praré ta z a s y p lato s de oro... — ¡Bah! ¡F u lan ito me ha dicho que me reg alará so rtija s y collares de d ia m a n te s...! — ¡Yo ta m b ié n lo h aré y adem ás a ñ a d iré pulseras y p e n d ie n te s y...! — ¡Qué to n to s sois! ¿De dón d e vais a sa c ar todo eso ? Mi p a d re gan a m ucho en la fáb rica y n u n ca tu v o dinero como p a ra re g a la r cosas de esas a mi m ad re... — P ero ... ¡Es que yo seré rico...! v ricos eran en to n ces, ricos en esa riq u eza m aravillosa y p u ra de las ilusiones in fan tiles, riq u eza q ue no hacem os sino d e rro c h a r día tra s día, sem an a tra s sem an a , año tra s año, h a sta q u ed arn o s p o b recito s com o unos d ep au p erad o s d o larcito s cualesquiera. Los m ayores ta m b ié n v iv ían sus sueños flirteando o « co n q u istan d o » con el baile com o excusa y m otivo. T odos b a ila b a n y b a ila b a n , h a sta ren d irse p o rq u e los m úsicos eran

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«Los Incan sab les» que, cual secuaces del « flau tista de H am elin » , h acían b a ila r a todos au n cu ando estos todos estu viesen ex h au sto s com o los pueblerinos del cuento. Y así d iscu rría la víspera. Luego v e n d rían tres o cu a tro días m ás de fiestas en honor de algo ta n a b s tra c to como la O c ta v a del C orpus... P ero el tiem plo p asa y con él m uchas cosas. Y a no se celebran « O ctavas» en mi calle. No h ay h ip o tético s Azpilicu etas d iscu tien d o m éritos, ni tu ris ta s que quieren v er «festejos típicos». Y a en mi calle no h ay n ad a que se parezca a aquello. ¡Ni siquiera queda «Z orrotz»...! E sta a p a tía ¿a qué es deb id a ? ¿E s que y a no h ay jóvenes em prendedores con g anas de ja le o ? ¿O es que, en los tiem pos que corren, el baile ya no tien e las secuencias em ocionales que entonces y ha p asado a ser, com o el pollo, m a n ja r de todos los días y no de los e x tra s com o era a n te s ? T am b ié n puede ser que y a — ¡oh m a te ria lista época!— nadie q u e rrá p e rd er el tiem po en org an izar lo que no re p o rta o tra satisfacción que la de hacer felices— au n cu ando no sea m ás que por unas h o ra s— a los dem ás...


MANOLO MARTINEZ: CINCUENTA AÑOS DE EJECUTANTE EN LA BANDA DE MUSICA

Un g ru p o de m ú s ic o s de nue stra banda p osan, allá p o r el a ño 1930, ju n to al d is c u tid o m o n u m e n to a los h ijo s ilu s tre s de R entería, la p o p u la r y efím e ra «D 'a m a ssa» de la « A la m e d a G rande». En el g ru p o , ju n to a M a no lo M artínez « T ríbolí», Jo s é Liza rd i, Is id ro S u s p e rre g u i y los herm a n o s J u lio y M anolo A n s o re n a .

( Conversación m antenida po r R afael B andrés con M anolo M artín ez, que fu e d ifu n d id a po r R adio S a n Sebastián en su espacio « G uipúzcoa Inform ativo» ). H o y ten em o s a n te nosotros a un p e rso n aje de la vida p o p u la r re n te ria n a , a un co m p o n en te de n u e stra siem pre q u e rid a B an d a de M úsica de R e n te ría , com o p o p u la rm e n te la llam am os los re n te ria n o s, a u n q u e tra s de p a sa r por dis­ tin to s n om bres y situ acio n es, hoy es la B a n d a de la A socia­ ción C u ltu ral M usical R e n te ria n a , pero, p a ra nosotros, siem pre ha sido la m ism a... H o y , p ues, tenem os a n te nosotros a don M anuel M artínez, uno de sus m iem bros, quien con el concierto del dom ingo de R esurrección cum plía e x a c ta ­ m en te 50 años to can d o en la B a n d a ... M artínez es el se­ gundo de los m úsicos que alcanza las bodas de oro estan d o en activ o . E l a n te rio r fue don Jo sé L ecuona, que los cum plió el p asad o 11 de ab ril de 1971. C incuenta años al servicio de la m ism a B a n d a son m uchos años de sacrificio y sobre to d o de afición, y llenan u n a g ran p a rte de la h isto ria de un pueblo... — Señor M artínez: ¿ P o d ría decirnos cu án d o y por qué com enzó a to c a r en la B a n d a , y qu ién era el d irecto r en aq u el año de 1923 ?

— D esde aquel entonces h a s ta nu estro s días h a n ca m ­ biado m uchas cosas, m uchas co stu m b res. E n aquellos años ex istía u na g ran afición p o r la m úsica y todos q u erían llegar a p e rte n e c er a la B an d a. La ju v e n tu d de hoy quizás no p u e d a com p ren d er aquella ilusión que yo en aquellos años tu v e , la que a base de m ucha con stan cia y am o r propio, e stu d ia n d o m ucho, me hizo conseguir el deseado anhelo de llegar a to c a r en la B an d a. F u e aquello p a ra m í el m ejor prem io que me podían d a r en aquellos años y en aquel a m ­ b ie n te , y d eb u té con g ran em oción, por vez prim era, el Ju e v e s S a n to , en la procesión del año 1923... E s decir, hace 50 años, y luego el p rim er concierto del dom ingo de R esu ­ rrección. A ctu a b a com o d ire cto r don Jo sé M aría Irao la. — C incuenta años en la B a n d a ... ¿ P o d ría decirnos, d u ­ ra n te estos cin cu en ta años, c u án to s directores h a conocido ?... — Los d irectores que he ten id o d u ra n te esos 50 años, son: don Jo sé M aría Ira o la , don H ip ó lito G uezala, don Sabino Z arran z, don V alen tín M anso y a c tu a lm e n te don Ignacio U b iría. De todos ellos g u ardo un e n tra ñ a b le recu erd o , au n q u e sus caracteres eran d istin to s, pero de todos ellos hem os ap ren d id o m ucho. E sp ecialm en te g u ard o un g rato recuerdo y destaco la g ran la b o r de d on H ip ó lito G uezala, que fue el que m ás colaboró en la enseñanza del solfeo en n u estro s com ienzos, los m ás difíciles...

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— L a B a n d a de R e n te ría fue co n sid erad a com o u n a de las m ejores del país. ¿ Me p u ed e decir dón d e y cóm o o b tu ­ v iero n u n ro tu n d o éxito que le d iera e sta fa m a ..., y en cu án to s certám en es o alard es m usicales h a n ac tu a d o .. ? ¿Qué nos dice, señor M artínez ?... — E fe c tiv a m e n te , am igo B an d rés, com o tú indicas, a n u e s tra B a n d a se la consideró com o u n a de las m ejores B a n d a s de n u e stro P aís V asco... E l m a y o r éx ito y fam a se consiguió en P a m p lo n a , el año 1917, cu an d o yo to d a v ía es­ ta b a e stu d ia n d o en la A cadem ia M unicipal de M úsica. A quel año n u e s tra B a n d a se p re se n tó en la serie B, consi­ guiendo el p rim e r prem io, y consiguiendo laureles. E n se­ gundo lu g a r q u ed ó D iap asó n , de T olosa... E n alardes he esta d o en m uchos. E l p rim ero que recuerdo fue en P a m p lo n a , n o recu erd o el año, pero sí recuerdo el d etalle de que e sta n d o en P a m p lo n a nos en teram o s que en el fam oso circu ito au to m o v ilístico de L a sa rte ganó C hirón... Luego siguieron los alardes fam osos de F u e n te rra b ía , T olosa, y los que se re a liz a ro n en S an S eb astián , que fueron v arios... R a ro era el año en que no se celeb rab an alard es m usicales, y el ú ltim o fue el año 1969, en u n concurso en Z aragoza... Creo, y m is com pañeros p u ed en aseg u rarlo , que en todos ellos hem os d ejad o u n a g ran im presió n y , sobre to d o , hem os p u esto m u y a lto el p ab elló n m usical re n te ria n o ... — E n c in cu en ta años p u ed en h a b e r sucedido m uchas cosas. R ecu erd a alg ú n caso an écd ó tico , alg ú n suceso que p u e d a ser jocoso o h istó rico , al m ism o tie m p o ..., algo que siem pre se rec u e rd a p o rq u e y a fo rm a p a rte de n u e stra his­ to ria ..., señor M artín ez ? — T engo m uchos recuerdos y m u y in te re sa n te s, pero p a ra eso sería m ejo r re u n im o s en am ena conversación en la sociedad, a n te u n a b u en a « cash u elita» . E se sería el am b ien te ideal. — E s tu p e n d a id ea... P o r curio sid ad , querem os a cla rar u n a cosa. C uando to can u sted es «E l C entenario» en n u e stra s q u erid as « m agdalenas», los que lo escucham os en ese tr a d i­ cional com ienzo de fiestas, nos em ocionam os... U stedes, com o m úsicos, qué es lo q ue sien ten , sobre to d o u ste d que y a lleva 50 años en la B a n d a ... ¿Qué sien ten al e je c u ta r ese e n tra ñ a b le «C entenario»... ? — C uando toco el « C entenario», te puedes im ag in ar, am igo B an d rés, que si el p ueblo se em ociona, n o sotros que som os los que lo ejecu tam o s y le dam os ese a m b ien te em ocio­ n al al p úblico, no so tro s los m úsicos, ta m b ié n tenem os u n corazón y som os h u m an o s. P u edes co m p ren d er que nos

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em ociona ta n to com o a vosotros al com enzar a to carlo , y luego, u n a vez que lo estam os e je cu ta n d o , ponem os todo n u estro corazón en él. Es algo que no puedo ex p licar; pero, e fectiv am en te, ta m b ié n nos em ocionam os, au n q u e lo d isi­ m ulam os con n u e stra s n o ta s. E s ésa n u e stra form a m ás d i­ re c ta de h a b la r al p u eb lo ...; pero v e rd a d e ra m e n te cuando sentim os triste z a , al m enos yo, es al d a r el cerrojazo a las fiestas, que p a ra n u e stro s ad en tro s solem os decir H A ST A E L AÑO Q U E V IE N E ... — P a ra te rm in a r, le cedo n u estro s m icrófonos, p a ra que diga algo al pueblo de R e n te ría , a los m uchos que h a b rá n bailad o al son de su B a n d a , y a sus com pañeros de B a n d a. U sted d irá, señor, M anolo M artínez. — Al pueblo de R e n te ría le p ed iría, en p rim e r lu gar, que tu v ie ra en consideración a la B a n d a. E sa B a n d a que ta n to g u sta te n e r, y que tien e sus v erd ad ero s p ro blem as. Que sean m ás conscientes con ella y p ro cu ren a y u d a rla p a ra que se m a n te n g a y podam os enorgullecem os de ella. U na p a u ta a seguir p u ede ser la m a rc a d a p o r don R a m ó n M úgica, que ta n to colaboró p a ra la reorganización de la B a n d a , al fo rm a r la a c tu a l A sociación, de la cual él fue el p rim e r p resid en te. D esde aq u í m ism o quiero ex presarle m i m ás sincero a g ra d e­ cim iento por aquella g ran labor, que espero co n tin ú e ah ora que es alcalde.Y a en sus prim eros pasos, debem os agradecerle la consecución de la n u e v a A cadem ia de M úsica en los bajos de la p la za de los F u ero s, en el C entro C u ltu ra l X e n p ela r, y a que con ella se d a fin a las v icisitudes p o r las que hem os ten id o que p esar a lo largo de ta n to s años... E n cu an to a m is com pañeros de la B a n d a , a todos ellos, sin excepción alg u n a, las ofrezco m i g ra titu d p o r la g ran fam ilia que hem os fo rm ado d u ra n te ta n to s años, y les deseo salud, sobre todo m uch a salud, y que sigan form an d o esa g ran fam ilia, con ese hu m o r que se h a d erro ch ad o h a s ta el p re se n te... Y p a ra los jóvenes co m p on entes, el consejo de u n viejo am igo: recom endarles p ersev eran cia, sacrificio y e stu d io ... Siem pre p o r y p a ra n u e stra B an d a y en ho n o r del p ab elló n m usical re n te ria n o ... E so es to d o lo que deseo decir... — M uchas gracias, am igo M artínez, p o r su atención. Q uizás el te m a m erecería h a b e r sido m ás am plio, pero nos lim itam o s al espacio, y a lo m ás im p o rta n te que el público g u sta sab er... M uchas gracias, y n u estro m ás reconocido ag rad ecim ien to a esos 50 años de en tre g a, de sacrificio, de g ran afición dedicados a n u e stra B an d a. E s algo que no tien e com pensación...


UNA POBRE SANTA.

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Por TXIRITXA

Nació en Magdala, célebre plaza fuerte etíope en el valle superior del Bexilo. Luego es abisinia, y por tan to morena y de sangre ardiente. Es indiscutible que su contextura moral tenía muchas lagunas e incluso lagos, por cuanto ya entonces y pese a la a m plitud de miras con que los rom anos—los americanos de entonces— m iraban las «love histories» de su tiempo, se la consi­ deraba «pecadora». Todos sabemos que, al final, se redimió con una auténtica «historia de amor», de un cariño puro, real y verdadero que, como tam bién sabemos, term inó en la

más terrible y espantosa tragedia, viendo cómo, tras vejarle atrozm ente, atorm entarle y coronarle de espinas, m ata b an crucificándole a su adorado, a cuyo entierro asistió sacando fuerzas de flaqueza... Pero por su querer, su inmenso y puro querer, obtuvo el premio, la gran ventura de ser la prim era en verle esplendente, luminoso, ¡resucitado! ¡Oh poder del am or puro! Ni aun la divina Madre de Jesús tuvo el privilegio de ser la prim era en verle así, en todo el esplendor de la gloria, sino que fue ella, la pecadora que encontró el amor, la que tuvo esa inmensa dicha...

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Y más ta rd e se c o n ta b a de María de Magdala: «Ahora está en el cielo tom ando café...», y se la dejó tra n q u ila .

Muchas cosas pasaron desde entonces en el ancho m undo, en Jerusalén e incluso en Magdala, donde un e m perador se suicidio por no caer en m anos de sus ene­ migos... Mas la S anta seguía en el Cielo y tenía sus devotos en la Tierra, unas veces más y otras menos. P o r lo que a nosotros respecta, ahora debemos estar en período «de menos», lo cual parece una incongruencia en esta época de «love histories» y defraudante sexualidad. Porque, ¿cuándo ha sido más esperanzador el ejemplo que nos dio la S a n ta ? ¿Por qué no ondearlo hoy a todos los vientos como una acogedora solución a ta n to s y ta n to s problem as de «love» y sexo como hay por a h í? Y R entería, que a ta n sim pática S anta tiene por p a trona, quizá la tiene más olvidada que nadie porque... he ahí su erm ita: se crean nuevos tem plos y en ésta... se crían telarañas y «sagutxos»; se cae a pedazos la verja de su pequeñísimo terreno a dyacente— antes tenía m ucho m ás— bajo cuyos hierbajos reposan antiquísimos renterianos. L a S anta—pobre Santa, en v e rd a d — sólo es visitada en la Octava del Corpus y en las fiestas que, nom inal­ m ente al menos, se hacen en su honor. Es una verdadera suerte que los vestidos de la Venerable sean p a rte fija de la imagen y, aunque descoloridos, no se caen a pe­ dazos cual hubiera sido si, al modo de ciertas imágenes andaluzas, hubiera vestido con telas. E stas hubieran podido ser, en algún tiempo, suntuosas, pero hoy... ¿cómo hubieran sido? ¿No hubiera que vestirla con el transitorio boato de las flores que suelen a d o rnar su peana p a ra m ostrarla al público con un mínimo de decencia? Y ello sin c o n ta r con la aguda «avitaminosis» que sufre la pobre, ta n pálida, ta n pálida, que ni ojeras tiene... Si la Santa de Magdala es un símbolo, como tal debiéramos cuidarlo. Es la P a tro n a , ¿no?, y como tal abarca bajo su acogedor m anto a todos cuantos en R e n ­ tería residen, sean renterianos natos o no. Sobre todo, los oriundos del Sur tienen tradiciones de cofradías en sus soleados pueblos. ¿Por qué no constituyen aquí una que tom e a ésta olvidada imagen como fuente de fe y camino de gloria? Quizá, quizá, ya que los vascos la hemos dejado ta n olvidada, así podría renacer una costum bre y uso y bajo su am paro progresar todos. Así, al año próxim o podríam os presum ir, además de las nuevas barriadas que crecen y crecen, de la p oten­ cia industrial,del crecim ientogalopantedelapoblación..., de ten e r la S anta más idónea a los tiem pos que vivimos y la más cuidada y venerada...

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I X

a

vi *

Á\

IN V E R N A L Por U R D A B U R U

Hace tiempo que albergábamos en nuestra mente la idea de escalar en tem porada invernal P u n ta Aragón, en el macizo de Midi D ’Ossau (Pirineos franceses). U na ascensión que si en verano no presenta proble­ mas, en invierno se recrudecen por el frío, la nieve y, en su m itad superior, escalada m ixta de roca y nieve. Nos ponemos en camino un viernes 10 de marzo a las seis de la tarde y llegamos a Formigal (Sallent de Gállego) a las doce de la noche.

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Como la carretera a P o rta le t está cerrada por la nieve-—en tram os hay hasta cuatro m etros— , dejamos el coche y ordenamos nuestras mochilas, al tiempo que nos recibe un viento gélido. Echamos m ano de las lin­ ternas frontales y nos ponemos en camino con una tem ­ p e ra tu ra que ronda los 18° bajo cero. Son las dos y media de la m adrugada cuando rem ontam os el collado y, en frente, se recorta erguida y reta d o ra la negra silueta de esa mole pirenaica, el Midi D ’Ossau. E n aquella noche silenciosa, el único ruido que nos acom pañaba era el «cris-cras» de las botas al pisar la dura nieve. Pero de repente: «¡Raaaas!», un ruido que nos es fam iliar por desgracia; me vuelvo de súbito y uno de mis compañeros había resbalado por el nevero, afo rtu n ad a m en te sin consecuencias. Llegamos a las cinco y media al refugio de Pombie, después de dar un pequeño rodeo por un despiste en la noche. Abro la m itad superior de la puerta, hasta la cual la nieve lo cubría todo, y... ¡Voilá!, todo el refugio solito para nosotros. E stab a frío, m uy frío, los conductos de agua y bu tan o helados, pero aun así, después de la c am inata, nos parecía el Hotel Londres. Sacamos la comida que llenaba poco a poco la m esita del refugio, que se convirtió en un autoservicio: m er­ m elada, jamón, foie-grass, almendras, fruta, chocolate..., todo se comía o más bien se devoraba, parecía un gran festín, y luego a la cam ita un p a r de horas, no sin antes habernos enfundado en cuatro m an ta s y un saco cada uno. Me despierto, abro la v e n ta n a del refugio, y un día espléndido me recibe, sin una sola nube. Los negros paredones de la cara sur del Midi están salpicados de pequeños neveritos en las zonas no verticajes, el frío aire m atinal me despeja del sopor, miro a lo alto y allí está nuestra codiciada m eta, P u n ta Aragón, con sus 2.717 metros que poco costaba recorrerla con la mirada, pero cuántos esfuerzos costaría hollar su cumbre. La nieve está en buenas condiciones y pienso que con un poco de suerte tenemos el éxito al alcance de la m ano. Nos ponemos en camino por el «couloir» de L a Grand Raillirée y rem ontando éste hacemos un pequeño des­ canso acom pañado de unas naranjas. Nos encordamos y nos ponemos los cascos, por si a alguna linda piedrecita se le ocurre ro ndar nuestras

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cabezas. Comienzo por una pala helada b a sta n te ver­ tical. El piolet y los crampones muerden en la excelente nieve, y establezco la reunión como m ontado a caballo en u na cornisa de hielo. Aseguro a mis compañeros, llegan donde mí y pasan ahora delante, haciendo una travesía a la derecha, a la que sigue otra pala helada, y luego comienza la escalada m ixta. Nos quedan unos doscientos metros de roca y nieve hasta la cumbre, pero el tiempo avanza rápido y nosotros lentos, pues vamos tres en una cordada, que, aunque es más segura que una de dos, es más lenta. Nos reunimos y acordamos subir en U V E (el que va en cabeza es el que va en medio de la cuerda y luego asegura a los otros dos a la vez). Es en estos casos lo más rápido y práctico, y como voy en el medio me toca la china. Empiezo por unas chimeneas y lajas de tercer grado, bonitas, aunque algo sueltas, y continuo por unos estrechos pequeños «couloirs»; noto que se va el piso, son ya la una de la tard e y, con el sol, la nieve se ha puesto blanda y peligrosa. Meto un p ar de clavos y prosigo h asta la antecima, donde nos reunimos los tres. Una estrecha chimenea de diez metros nos separa de la cumbre. Se mete en ella mi compañero y a cada movimiento que hace resopla más fuerte. Sube en oposición de sólo manos, a modo de equilibrista, y así consigue salir a la izquierda y llegar a la cumbre. Es un paso de 5o que no nos lo esperábamos a estas alturas. Al e n tra r en la chimenea, tam bién a mí me cuesta pasar el tram o es­ trecho; no parece haber sitio para mí y la mochila, y pienso que este paso se ha vuelto contra mí, pero al fin... me olvido de esta estúpida idea y consigo salir airoso de la prueba. Dos pasos suaves y a las dos y m edia pisamos la cumbre. Una amplia sonrisa recorre nuestras caras, algo desencajadas y con aspecto hambriento. Aspe, Collarada, Telera, Bisaurin, Balaitus, con sus agudas cumbres y cubiertas por el blanco m anto inver­ nal, son únicos testigos y mudos espectadores de nuestra escalada. Iniciamos el descenso y decimos adiós al Midi D ’Ossau, pues aunque en dos ocasiones nos rechazó, esta vez se dignó aceptar nuestra visita. La alegría nos invade, esa peculiar alegría del que sabe que no consigue nada a cambio, sino su propia satisfacción.


O R O IT Z A P E N A K BORDARI

Egia esan, Errenderiak badu neretzat alako erakarpen atsegin bat. Izan ere Lezo urrean daka; ta, dakizutenez tx it fam atua bertako Kristo gurutz iltzatua. O ndarribiarrak jaiera aundia zioten (diogu ?), eta aur b a t etzan gelditzen Lezoratu gabe. Jaio berriarentzat eskari bizi ta gartsuak, eta fedez ornituak, egin bidé zituzten garai a rta n gure gurasoak. Bidé batez, noski, egun-pasa alaigarri bat euren buruai emanaz. K o xkortuta ere eram an ninduten; ondo gogoan dakat. Correoa Iru n ’go gel-tokian a rtu , lendabizi, ordea, zaldiak tir a tu ta k o tranbia Ondarribian artzen genduala. G aintxurizketako tunelean sartzean, tre n a ’ren tx istu a ta ke beltzak Jesús, zer ikara. Bidé luzea Irundik Errenderira; neri ala iduritzen orduan. Gel-tokitik irten orduko orko besa-motz, anka-bakarrak, elbarriak, agure ta atsoak; limosnatxo bat, arren, eskale. Bizi naizen arteño iraungo dute nerean orduko ikuskizun unkigarri aiek. Basilikako Kristo-gonadunak baiño geiago arritu m nduen, tx a k u r aundi b a t ozkaduratik sa rtu ta , eskerrak emanaz, burua jeixten zuan monagillo sotana gorridunak. Eskola lagunei orren berri eman ere azkar, urrengo egunean. Burua jetxi alajaña! Esan bearrik ezdago plazako erroskilla, medallazintak, kandel eta jostaillu ikusketak ere asetzen zutela, erritik lenengo aldiz ateratzen zan aurra. Utzi dezadan Lezo. E txerakoan «OLIBET» galleta fabrikan sartzen zan gure ama; galleta p u z k a tu a k merkeagoak izan n u n b a it eta gure p a rteak jan eta sartzen giñan etxera. A, denbora aiek. Aitarekin ere izandu nintzan bein batez. M ATEO’ nean bazkaldu genun; nik ordea ango ollasko-ixterra baño naiago O L IB E T ’eko Mariak.

G aztearoan noiz-nai urbiltzen giñan, Jaizkibel ba­ rrena, Errenderira. Negu p a rtean batez ere. E ta T opo’ko gel-tokiko ondoan zegoan euskal-kutsuzko etxe apain batek, baita ere barrua a n p a tu . Zoragarria zan. Gerora, E rrenderi’ko erria, maixu ta irakasle aurkitu genduan. Adiskide zintzo asko genitun. Mendizaleak giñan da, ñola ez; Landarbaso, U rd a b u ru ta inguruak gureak genitun. Oroitzapen b a t zuei illak zeratenoi; Lizaso txistularia, K ortabarria, Gandi, K orta ta abar. Anai-arreba m odura ere neska-m utillak ibiltzen giñan. Ta M adalenetan, merienda koxkor b a t egin da gero, Zum ardian (Oi, ura nolako!) «sotto voce» amaika k a n tu biotzi abestutako toki bedeinkatua. Sabin, (Eup!) oroitzen alaiz? E ta gu ara ta aiek onara; aiek mendia guk itxasoa, Baionako barraraño. Beti alaitasunez, pake-ederran, umore-onean, anaitasunean. E ta , E rre n d e ria ’kiko m aitasunak diardu. Orduko lagunak lagunak ditu t; zintzoak, leialak, m aiteak. Oraingo E rre n te riy a ? Zer esango d u t; bai ta ez, ez eta bai. E rria asko a u n d itu da. A ldakuntzak aundiak leku guztietan bezela. Alaere bere nortasuna ta jatortasunaren erraiñuak gordetezen ditu. Ta, zeukanak daka ta maixu ta irakasle jarraitzen du. X enpelar sortu zuan erria, oraindik ereintza onaren erria da. Agur, errenderiar maiteok; jaiak ondo igaro. Agur, Errenderi or dago, oraindik «Panier-Fleuri» Madalenetan bertan, bazkallzeko asmotan; zeok... 41


RENTERIA R E T R O S P E C T I V A ESTADISTICA DE ASISTENCIA A MISA DOMINICAL EN 1964 P o r A . A R R IE T A

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V iene bien con el carácter de archivo docum ental renleriano que— en parte—tiene O A R S O , el presente trabajo, concienzudam ente realizado en su día, y no obstante inédito hasta el presente. Del estudio de sus cifras pueden sacarse m uchas consecuencias, aunque, sin duda, estas tendrían m ayor valor si pudieran ser com paradas con las de otro estudio del m ism o carácter que pudiera hacerse en la actualidad>, tal como propone su autor.

Nueve años en el transcurso d é la vida de un pueblo, no tienen generalmente una im portancia decisiva. Sin embargo, los años transcurridos desde 1964 es m uy probable que la tengan, porque pueden reflejar la vida de un pueblo, en un período de continuo y profundo cambio. Rentería, como todo otro pueblo, ha sido testigo estos años postconciliares de cambios incesantes en la vida religiosa. Además, nuestra villa, en este lapso, ha pasado de tener una sola parroquia a tener, prácticamente, ocho. Por todo ello, puede tener algún valor para la historia de Rentería, en especial de su vida religiosa, el rescatar del olvido los resultados de una encuesta llevada a cabo el domingo día 6 de diciembre de 1964. Es obvio decir, que «la práctica religiosa» no es el único síntoma ni el más seguro, para poder juzgar sobre la vitalidad religiosa de una comunidad determinada. Puede que este signo esté revestido de otras adhesio­ nes, sean éstas políticas, clericales, ambientales, etc. Lo que ahora nos interesa es dejar constancia del dato histórico. El clima de esta jornada (primer domingo de diciem­ bre) fue seco y de suave tem peratura. Fue un domingo normal, sin nada extraordinario que pudiera influir en los resultados de esta encuesta.

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ENCUESTA DE ASISTENCIA DOMINICAL EN RENTERIA (6-12-64) Lugar del culto

La A su n c ió n ...................

H ora

4

Hombres

6

18 236

7

112

8

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1970 TOTAL

155 9 226 10 172 355 11,15 12,15 694 500 1 9 ? l8 197; 2.468

C a p u c h in o s.....................

7

(C a p illa d e l C o n v e n to v ie jo )

8 9

10 11 12

221

19

111

TOTAL A la b e r g a .......................... Z u m a lb id e ....................... A g u s tin a s ........................ L a C r u z ............................ H o s p i t a l ...........................

65 91 176 233 337 1.234

8,30 10,30 9 9 11,30 8,30

8 9,30

53 145 92 37 105

Mujeres

87 273 345 530 486 456 921 687 3.785 97 198 262 244 241 455 230 1.727 148 288 61

112 42

Total

18 323 385 500 756 658 811 1.615 1.187 6.253 162 289 438 465 474 792 341 2.961

201 433 153 149 147

20

100

120

62 81

166 190

228 271

8

112

9,30

15

10 11 12

295 26 160 190 7 17

18

310 34 161 192 17 35

T O T A L P A R C IA L ..

1.042

1.161

2.563

TOTALES G E N E R A L E S.

5.104 43%

6.673 57%

100 %

T ellerialde....................... D om B o sco .....................

8

(Sólo feligreses de R e n te r ía )

9

8 1 2 10

112

11.777


El trabajo fue realizado por un equipo de personas adultas, colocadas estratégicam ente junto a las entradas de las iglesias. El recuento no fue tan científico como se estila en sociología religiosa, pero quedó la impresión de haber trab ajad o con seriedad y haber tom ado los datos con exactitud. La población oficial al 31-X II del 64 era de 23.356; pero la población de hecho rebasaba, sin duda alguna, los 24.000. Partiendo de esta últim a cifra, obtendremos un porcentaje bruto de asistencia de un 49,7 % del to ta l de la población. Pero descontando los niños menores de siete años, los enfermos y ancianos, llegaremos a un 58 %. Se pueden hacer muchas comparaciones con pobla­ ciones vecinas, con pueblos semejantes, según estudios hechos ya. Francia, por ejemplo, logró hacer el m apa «prácticareligiosa de Francia». E ntre nosotros se ha hecho más bien el m apa de asistencia dominical en algunas diócesis determinadas. Un simple botón: Mataró, en 1955, con 35.000 habi­ tantes, no dio los 10.000 asistentes. Rentería, con m ucha menos población, se acercó a los 12.000 asistentes. E n cambio, Vergara, en 1960, con 13.163 habitantes, asistieron 8.347, lo que supone un 63,4 % bruto y un 74 % neto. La diferencia por sexos, en pueblos pequeños, suele suele ser casi nula. En las grandes urbes, sobre todo en los suburbios, la diferencia de sexos es destacadísima. E n Rentería, de cada 100 habitantes 57 fueron mujeres, y 43 hombres. No es una diferencia muy acu­ sada. Una última sugerencia. Sería m uy interesante que el año 1974, a los diez años exactos, pudiéramos sacar u na fotografía de la asistencia dominical a todos los centros de culto. Quizá, si alguien se decidiera a realizarlo, sería un buen fruto de este trabajo.

jX - V


«Lizaso, Liza rd i, Errazquin età G oñi, Euskal erriko tx is tu la ri o be n e ta ko laukote o s a tu zuenen garaian».

ERRENDERIKO TXISTULARIAK URTEAK ZEAR XABIER

Goizaldi ereski batean, txistularien zortziko alai b a t entzun nuanean, goizeko bederatziak ziran. Beren ibillaldiari asiera eman ziotenean gai b a t bururatu zitzaidan; gure erria bertsolari erria ez ezik, txistulariena ere ba dala. U rtie tan zear aldaketa asko izan ditu, bañan nere jakin naiean, gai au bear dan eran erabiltzeko laguntza berezi b a t izan det: gurea degun txistulari Periko L izardi’rena. Jo an zan gizaldiaren azkenetan lenengo txistu otsak entzun ziran gure errian. Manuel José Uranga, Francisco San Sebastián, Manuel Arocena, Ascensión Bidegain età Santos Uranga izan ziran lenengoetakoak; geroxeago Manuel Ansorena, F. Vergara eta Euxebio Berasategui; auen ondoren Jose Antonio Jauregui, bere seme Juan, età berriro Euxebio atabalero zutela. U rteak aurrera età bere lanak b eartuta, Jose Antoniok tx istu a utzi bearra izan zuan— au 1924’gn. urtean g e rtatu zan— . Ordezkoa auk e ra tu bear età artarako leiaketa b a t Udal E txean egin ondoren, mutil gazte b a t irten zan garaille: Isidro Ansorenaren ikasle berezia zan Alejandro Lizaso. Goi mallako txistularia zetorrela zioten guztiak, età ala gertatu ere; bere izena urtietan zear Euskalerri età erbestean oso goratua izan zan. Gazte onek aldakuntza berezi b a t eman zion taldeari; Ju a n Jauregui età Eusebiok bere lanari utzirik, lagun

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berriak arkitu zituan. Periko Lizardi, bere a ita Gui­ llermo, età Martin Goñirekin, talde berria eratu zuan lenengo aldiz txistularien laukotea gertatuaz. Beren egintzari tinko jarraituaz, 1925’gn. urtean lenengo aldiz leiaketa batera irten ziran, bai bakarka età baita ere laukotearekin. Donostian izan zanean, Miramar antzokian g e rtatu zan: amesei urteko m util gazte batek, orduan ziran txistulari a ip a tu Onraita, Vitoria, Lecca età Txanboliñen artean, lenengo zaria irabazi zuan epai maiekoak a rritu rik utzirik bere saio bereziarekin; talde osoakikoaren leiaketan bigarren gelditu ziran, Gazteiz’ko txistulariak aurren zirala. Urrengo urtean taldea berritu, gaztetu egin zuan, Eugenio E rrazkin (txistu aun di) età Evaristo Goñi (atabal) berekin artuaz, età ordutik aurrera taldeak, ikaskizun berriekin, jarraipide bereziak a rtu zituan. Garaille 1927’gn. urtean Donostia età Bergaran izan ziran leiaketan età andik urte betera, gurendarik aundiena Bilbo’ko Arenai berrian; Gazteiz, Sestao, Tolosa, Bilbao età Bermeoko txistulariak ziran Errenderiko gazteekin batera azaldu ziranak jai aldi artan, età lenengo saria gure erritarrak iritxi zuten. Ordukoak dira gure e n ik o aldizkarian azaldu ziran lerroak: «Bilboko lan ola età langille erri artako kemenpean. Lizasoren txistu otsa entsun zan bere antzesdun lagunak itzal olerki eresiz betea ematen ziotela. Ez amets egin


m utikoak garaille irtetzea (esaten die ertzain batek orren gazteak ikusita errukituaz) beren saioari ekitera zijoaztela; Gazteizko taldeak ezin ta obetoago egin baidu zuen aurretik. «Egon lasai, jo ta kia atera bear ziegu», esaten die Lizasok bere lagunei, età itz auen ondoren, igotzen dira Arenaleko Kiosko berrira.» Zer g e rtatu zan gero? Goralmen bat batekoa izan zan b e rta n zeuden guztien artean, epai maiekoak parremurriz arriturik, sinismen emanaz an gertatu zanari, lenengo saria gazte talde arreri eman zioten entzule guztiak aipakotzat artzen zituztela. Egun artan età gazte aien artean, an zegon, beti bezela, beren laguntzalle berezi izan zan Ignacio Lecuona, a inbat lan età laguntza beren alde egin zuana, età danak elkar a rturik ekarri zuten Errenderira sari berezi ura. Ordutik aurrera beren izena oso ezagun izan zan età dei asko izan zituzten Euskal Erri età erbestean; Paris età Barcelonak beren tx istu otsa entzun zuten, bai ta ere itxasoz aruntz Mexikotik dei egin zieten bertako Euskal-Etxeak. Lizaso età Lizardi joan ziran bertan azaldurik txistuaren ots alaiak età beren egoeran egin zizkieten goralmen età oroigarriak ez ziran nolanaikoak izan. 1936’go guda artean Euskal-erriko lurraldietan eriotza arkitu zuan goi m alletako txistulari izan zan Alejandro Lizasok. Berak ain maite izan zuan erriak geiago bere txistu soñurik ez du entzun; txistua tam al dago, egun aietan irten zan olerki batek esaten zuan, bañan ziur nago bere txistu otsa zeru goiean entzungo dala tam altasun ura aldenduaz.

Guda ondoren M. Rodriguez, Ubiria, Calafel età Gabarainek jarraitzen dute txistu otsak gure errian aztu ez ditezen, bañan 1946garren urtean berriro, età Lizardiren zuzenpean, elkartzen dira Errazkin, Goñi eta Mariano Goikoetxea lagun berria ta r te a n dutela. Denbora asko igaro bañon len Eugenio Errazkinek (txistu aundi), 1947’gn. urtean betirako utzi ginduan. Ura zalata, berriro aldaketa izan eta zan beste batzuek ere bai urrengo urtietan, orain ezagutzen ditugunak gelditu arte. Azken urte auetan, bai Luistar taldeak, Martinez anaiak, Salsamendi, Gaztelumendi, Bengoetxea età abar, età baita ere «Ereintza» elkarteak e ratutako talde bereziak izan ditugu: Izagirre anaiak, Oliveri anaiak. Bengoetxea, Bagües, Urruzola età beste gazte askok zaletasunez beterik jarraitzen dute txistuari tinko eutsiaz. «Ereintza» elkarteak gai onetaz gaztediaren artean lan onurakorra egiten du età gaztediak jarrai egiten dio beren ikaskizunak ontzaz artuaz. Zaletasun oneri jarraitzen bazaio, ziur egon giñezke Errenderi txistulari erria izango dala, eta zuek zeru goiean zaudeten Lizaso. Errazkin, Jauregi, Ansorena, Berasategi età gañerakoak, lagundu gaztedi oneri Errenderi txistuaren oñarri berezia izan dedin. Goizaldiaren ots garbiakin alai da egunsentia ka lerik kalez ortxen dijoa p o zik gaur txistularia entzum enetan amets bezela jartzen du bere eresia esnatu zaite a la itu rika n E rrenderiko erria. txistu zalea izango da ta m aite za ilu n gazledia.

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XENPELAR

RINCON DE CULTURA Y ARTE Por L E C E T A

Los a lu m n o s en X E N P E L A R e s tu d ia n y analizan la fo rm a y el c o lo r. No se tra ta de lo g ra r una co pia exacta del m odelo. El o b je tiv o es lo g ra r un d o m in io de lo s m e dio s de e xp re sió n .

Los grupos h u m a n o s, lo m ism o que las personas, recorren el ciclo vita l: nacen, se desarrollan y m ueren , y, al recorrerlo, ta m b ié n , de la m is m a m a n e r a que los individuos, deben afro n ­ t a r una serie de p ro blem as específicos que, de no ser superados a d e c u a d a m e n te , d e ja rá n un t r a u m a p a r a el fu tu ro . P or eso, de la a c e r ta d a o d e s a f o rtu n a d a solución que se dé a los pro b le­ mas del presente, depende, en gran p arte , el f u tu ro de las o rg a ­ nizaciones h um anas. Allá p o r el año 1320, Alfonso X I I de Castilla, o to r g a b a a V illanueva de Oiarso la c a r ta puebla. E s decir, la p a r t i d a de nac im ien to de esta c r ia tu r a u r b a n a que hoy se lla m a R e n te ría . Desde a quella fecha comenzó a describir su histo ria , sus triu nfos, sus d errotas, sus alegrías y penas. P ero en los ú ltim os decenios, ta l vez como u n a consecuencia de su definitiva vocación in d u s ­ trial, es c ua ndo se o pera en la villa u n v erd a d ero m ov im ien to ascensional, v e r d a d e r a m e n te im p re sio n an te, en su desarrollo demográfico. De 6.500 h a b i ta n t e s que te n ía en 1920, pasó a 11.000 en 1940. E n 1960 llega a los 18.000. H o y sobrepasa los 45.000. E ste incontenible a u m e n to acarreó u n a e n m a r a ñ a d a com plejidad de pro blem as que exigían urg en te solución: problem as de planificación u rb a n a , problem as de tipo socio­ económico, religioso y cultural. P o r todo lo cual, R e n te ría es h oy u n a ciu dad difícil. No cabe d u d a. L a m u lt itu d de dificultades origin adas a raíz de este rápido crecim iento, im piden que to d a s ellas p u e d a n ser afro n ta d a s, y m ucho menos solucionadas, a un tiem p o. D ebem os c o m p re n ­ derlo. Q uizá en algunos m o m e n to s ca b ría la d iscrepan cia en relación con el orden de p rioridad e s concedido a su solución, pero q u e d a n m u y justificadas ciertas lagunas que en el pasado,

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prese n te y fu tu ro pod am o s en c o n trar. H a s t a p u ed e pare cem o s, y ser cierto, que en algunos aspectos h a habido cierto retroceso o no ha existido u n desenvolv im iento de acuerdo con las cir­ c u n stan c ias. No creo que podem os afirm ar que en R e n te ría se h a m a n ­ te n id o u n a tra d ic ió n cu ltu ral p r o p ia m e n te dicha, p or más que h a y a visto nacer a h om bres e m in en tes de las artes y de las letras y siempre h a y a n existido sociedades dedicadas al fo­ m e n to de cua lq u ie r m anifestación cu ltural. L a p r o x im id a d de San S ebastiá n, con m á s recursos en tal sentido, ofreciendo o por­ tu n id a d e s y facilidades de cap ac ita ció n c u ltural, im pidió o no hizo t a n necesario este impulso. Pero hoy las cosas h an c a m ­ biado. R e n te ría es a d u l t a y debe valerse p or sus propios medios, y creo que lo es tá log rando con g ra n d e y la u d a b le esfuerzo. El a n u a rio local de efemérides culturales resulta v e r d a d e r a m e n te in te re sa n te y sin to m ático . Pero de e n tre tod os esos hechos, quiero referirme a uno, especialm ente: la in a ugu ra ción del Centro C ultural X enpelar, que inició sus a c tiv id a d e s el 10 de enero del presente año. P re te n d e ser este cen tro (y es algo que deben conocerlo los residentes en la villa), un lu g a r donde, de form a g r a tu i ta , p u e d a n ac u d ir los vecinos a d esarro llar o p r a c ­ tic a r sus aficiones a rtístic o -c u ltu r a le s . E n el Centro X en p e lar fu n cio n a la sección de música, con clases de solfeo, g u ita r ra , m e tal y m a d e r a ; la sección de arte s plásticas, y e s tá n p ró x im a s a in a u g u ra rse las secciones de biblioteca p a r a niños, d anza, de­ clam ación y te a tro . O rganizar un centro de ac tividade s plásticas (enseñanza, experiencias e investigaciones estéticas) es algo complicado. E sta m o s viviendo un m om e n to difícil en la h isto ria del A r t e q ue


ha degenerado, a veces, en la más perniciosa anarquía. Las tra­ dicionales vertientes individuales de la E stética, la subjetiva o análisis de los procesos creativo y perceptivo del arte, y la objetiva, estudio de los valores intrínsecos y formales de la obra, son som etidos a^ discusión y, frecuentem ente, se desechan solam ente por ser clásicos y tradicionales criterios estéticos adm itidos hasta ahora com o buenos. Pero en el panorama de la estética de hoy no podemos prescindir de la vertiente social. El hombre, aunque nos duela adm itirlo, se ha convertido en un engranaje, nada más, de esa im ponente m áquina llam ada sociedad. El individuo, sea artista o contem plador del arte, 110 puede liberarse de esa sociedad que le im pone hasta los modos y modas artísticos. PZ1 artista vive en la sociedad y para la sociedad, y, d ifícilm ente—a 110 ser que posea una genial potencia creadora deja de sentir com o la sociedad y ejecutar sus obras de acuerdo con la dem anda y gustos de la m ism a, que, a su vez, es una m áquina casi ciega, m ovida hacia derro­ teros im puestos por quienes, con frecuencia, sólo buscan in­ tereses particulares de clase, de negocio o de partido. De este m odo, el artista tropieza con insuperables dificultades para ejecutar su obra sincera y libremente. H oy los m edios de com unicación han roto las fronteras y el artista, viviend o un presente universal, evoluciona vertigi­ nosam ente con la sociedad. De otro modo queda relegado al olvido que le im pide v ivir com o hombre y trabajar com o artista. Del siglo XV al X IX aparecieron m uy pocos nuevos criterios plásticos, todos ellos, tenían el común denom inador de un form alism o naturalista, ob jetivo y concreto fueron el R enaci­ m iento, el Barroquismo, el N eoclasicism o y el R om anticism o. Pero, a partir de la segunda m itad del siglo X I X , observam os una sucesiva y a veces sim ultánea aparición de «ismos»: impre­ sionism o, puntillism o, cubism o, expresionism o, subrealism o, abstracción (un hito en la historia del arte) inform alism o, constructivism o, nueva figuración, pintura del signo y del gesto, arte de la acción, pintura espacial, pop art, m aterism o, arte del m ovim ien to..., por sólo citar ios más im portantes. Sintéticam ente podem os señalar varios capítulos en el d esenvolvim iento histórico del concepto de arte plástica. D urante m uchos siglos se consideró que arte es la expresión bella de un contenido m anifestado a través de la m ateria ponderable (es el concepto tradicional y clásico de las artes plásticas). Más tarde se pensó que 110 era preciso que esas formas fueran, necesariam ente, bellas. El arte es, ante todo y esencialm ente, una expresión. Es el concepto generalm ente adm itido en estética hasta hace m uy pocos años. Posteriorm ente la expresión entró en litigio y, para m uchos, estaba de más: el arte 110 tiene por qué expresar nada. Es el arte de las / armas sin contenido. Pero resulta que ahora hay quienes, tam bién, quieren prescindir de las formas. Es el informalism o. Arte sin belleza. A rte sin contenido. Arte sin form as... E sto suena a partida de defunción del arte. En la actualidad, no resulta tan difícil com o antes «hacer arte». Dicen que el arte ha llegado hasta los basureros, utilizando m ateriales de desecho (algunas ejecuciones del arte «pop» y del m aterism o) en la realización de la obra. Por otra parte, incluso lo «feo» es objeto de la obra artística. Recordem os el M anifiesto futurista de M arinetti y el «dadaísmo» de Tzara, Ducham ps y sus seguidores. Si «hacer arte» (?) no es tan difícil, aún lo es

R E M B R A N D T Y O U B O R G . T re s s ig lo s de d ife re n c ia . ¿ Se tra ta de un d e s a rro llo p ro g re s iv o en la o bra de e s to s a rtis ta s , o será un re tro c e s o a rtís tic o ? ... D e lo que no p od e m o s d u d a r es que e sta m o s ante d o s co n c e p to s de la E stética P lá s tic a c o m p le ta m e n te d ife re n te s .

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menos el «ser artista». Es cuestión de conseguirse un m arco de ap a riencias y un am asijo de estos ingredientes: u n a b u e n a dosis de im aginación, b a s ta n t e osadía y e xc entric ida d, y... claro está, el apoyo de u n crítico de m o d a o de u n m a r c h a n te bien relacioq ue se encargue de hacer la prom oción. Y si la o b ra no es a c ep tad a ... casi m ejor; el a r tis ta es incom prendido. E sto viste mucho. Señ alab a más arrib a que, en el m o m e n to ac tu a l, es m u y d i ­ fícil y arriesgado m eterse a o rganiz ar un centro de enseñanza, de experiencias e investigaciones estéticas. E s m u y sencillo equivocarse y d e s v irtu a r la misión del v erd a d ero pedagogo artístico. ¿ Qué posición se debe a d o p t a r ? ¿Qué m e ta se prete n d e conseguir?... ¿Qué cam ino o m étodo es el que debem os p r e ­ ferir... ? P a r a mi, es a l ta m e n te o rie n ta d o r el obje tiv o que E d u a r ­ do Freire señala p a ra la educación, en general; conseguir la arm o n ía en tre la vocación ontològica del hom bre, localizado en el m undo, y las condiciones p articu la re s en que él vive. Es decir, tr a t á n d o s e de la pedagogía artístic a: in v e stig a r los valores personales y desarrollarlos; p erc ata rse del m a rc o circunstancial síquico, social y económico en que vivim os y, sobre todo, a y u d a r a cada alum no a que enc u en tre su form a de e x p re sar su c o n ­ tenido. L a p lá stic a es u n a com unicación e n tre el a r t i s t a y su o bra y entre el a r tis ta , su obra y el m u n d o en que vive el a r tista . Yo, al menos, así lo considero. Y p a r a que se logre tal c o m u n i­ cación, se im pone un lenguaje que la haga posible. N osotros, en el Centro X en p e lar, no podem os crear a rtis ta s . No está a nu estro alcance ni es n u e s tra m isión fabricar conceptos, con­ tenidos, mensajes, en fin, todo aquello que el a r t i s t a lleva den tro p a r a expresarlo en su obra. S im p le m ente, y es nu estro objetivo, querem os enseñarle a h a b la r p a r a que p ueda p la sm a r su m u n d o vivencial, o más d isc re ta m e n te , a e x pa nsio na su respíritu en la p rá c tic a de u n a afición. H o y el h o m b re está m u y alienad o y es difícil en c o n tra r un lenguaje que sea universal sin d e ja r de ser propio. Con esa intención y con esta p ro b le m á tic a consciente, en X e n p e la r tr a t a m o s de a p r e n d e r y enseñar a d ib u ja r, a p in ta r , a m odelar, de hac er experiencias... In te n ta m o s e n c o n tra r «nuestros caminos», pero nos preo c u p an los senderos equ iv o ca­ dos. Los que llevan al absu rd o o a sub je tiv ism o s egoístas. Y es que el a r te es a l tr u is ta p or esencia. El d ib u jo y la p in tu r a «académicos» que se hacen en X en p e lar, no im plican una con­ tradicción con los criterios didáctico-estético s de lib e r ta d y a p e r t u r a que propugno. Más bien sup o n e n u n a confirmación. Son u n a fase o e ta p a p a r a conseguir los objetivos que nos hem os trazado. El análisis del modelo, el estudio de sus proporciones y la relación de las m ism as, la v alora ción de luces y som bras, la escala cro m á tic a del m otivo, etc.., y su represe ntac ión o bjetiva y concreta, 110 tie n e n razón de fin sino de medio. Todo esto co n s titu y e u n a disciplina p a r a lograr el dominio de la m a te r ia y de la form a en función de la expresión de un co n tenido, cla ra ­ m e n te concebido y d ec id id a m e n te p re te n d id o expresarlo. No me convence ni creo en el a r te surgido ocasio n a lm e n te como p ro d u c to del juego o de la casualidad. Pero al iniciar las clases de este centro, hem os p en s ad o ta m b ié n én otro grupo de ren te rianos adultos, con in q u ie tu d e s y am biciones de prom oción artístic o -c u ltu ral que, p erso n a lm e n ­ te, no hacen arte , pero les g u sta con tem plarlo y q u isieran com ­ prenderlo mejor. Les inte resa ría p o d er op in a r con criterio p e r­ sonal sin verse obligados, antes de e m itir un juicio de valor, a te n e r que escuchar el juicio de u n erudito o leer la crítica de un perio dista, y con este objetivo e s tá n p ro g ra m ad o s p a r a el p r ó x i­ mo curso u n a serie de coloquios sobre form ación estética. H a b r á u n a p re v ia orientación del te m a a t r a t a r , p r e s e n ta d a por u n a persona c o m p ete n te , q uie n se e n c a rg a rá de m o d e ra r el diálogo. Los te m a s serán conocidos con a n te r io r id a d a fui de d a r la posibilidad de d o c u m e n ta rs e a quienes estén in teresados en ellos. Lo im p o r ta n te será llegar, si es posible, a la form ulación de criterios personales de v aloració n estética. E sto s coloquios te n d r á n su com p lem enta ción con clases v isualizadas de h istoria del arte. ' Y este Centro C u ltural X e n p e la r tie n e ab ie rta s sus p u e r ta s a quienes lo deseeen, exigiéndoles n a d a más que tres condiciones p a ra su ingreso: e d a d m ínim a, 15 años; u n a sim bólica m a trícu la de 150 pesetas y, sobre todo , u na enorm e v o lu n ta d de su p e ra ­ ción a rtístic o -c u ltu ra l. Si R e n te ría tie n e o no tra d ic ió n cultural, en el exacto sentido de la p a la b r a , es algo que a h o r a no nos in te re sa dem asiado. El p asad o es irreversible, p or eso m ira m o s y nos in te resa el fu tu ro y querem os c o n t in u a r la o hacerla. H o y X e n p e la r es n a d a más que un rincón de cultura y arte. M a ñ an a esperam os q u e sea m ucho más.

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EL DEPORTE DE

TA EN RENTERIA P o r Rafael B A N D R E S Creemos oportuno hablar este año de esa valiente iniciativa que los jóvenes directivos de la Sociedad Cultural D eportiva Bukagaitz, del barrio de Gaztaño, impulsados y de la m ano de José María Galdós «Mondragonés», nom brado Delegado Local de la Federación Guipuzcoana de P elota en nuestra villa, han llevado a cabo con el fin de iniciar nuevam ente la afición a la pelota en una villa en que dicho deporte estaba dejado de lado, olvidado, dormido... Es triste tener que decirlo, pero así estaba en realidad, ¡dormido! Como decíamos, la unión del entusiasmo de esos di­ rectivos del Bukagaitz, con la gran afición— imposible disim ularla— de «Mondragonés», alim entaron la idea de organizar un cam peonato comarcal. Aunque las fechas y a no eran m uy propicias, pues el mes de agosto estaba m uy avanzado, y teniendo en cuenta que nuestro frontón no es cubierto, tom aron la idea en caliente y, sin m irar inconvenientes climatológicos, se lanzaron a su

organización. E ste dio comienzo el sábado día 9 de sep­ tiem bre de 1972, con la inscripción de 38 parejas de distintas localidades y contadas de Rentería, pa ra las categorías de aficionados, juveniles e infantiles... Así dio comienzo este Campeonato Comarcal de Pelota a Mano, en lucha con las inclemencias del tiempo. Al principio se acercaba el público un poco sorprendido de e n co n trar el frontón con am biente pelotazale, pues algunos creían y a que jugar a pelota en nuestro frontón estaba prohibido, y según iba transcurriendo el campeo­ nato, sobre todo en su fase de clasificados, el am biente se anim aba, y a todos nos agra d a b a el que la pelota habría vuelto a dar vida al viejo frontón municipal... El día 1 de enero de este año, se jugaron las finales del interesante cam peonato, fecha fatal p a ra reunir público entre las nueve de la m añana y el mediodía, tenida cuen­ t a de lo que pudo representar la despedida del año en casi todos los hogares, pero resultó todo lo contrario, ya

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que fueron muchos los espectadores y m uy disputados resultaron los encuentros, de gran categoría, dando al final las siguientes clasificaciones: En aficionados, campeones: H erm anos Rodríguez; subcampeones: Mund u ate y Goicoechea, todos ellos donostiarras. E n juveni­ les, campeones: Michelena y Cazabón, de Irún; sub­ campeones: Sagaseta y Y urram endi, de Añorga; y en infantiles, campeones: Olano y Jáuregui, de Tolosa; subcampeones: los donostiarras L arrea y Dorronsoro. P a ra com pletar la jornada, y a que no había pareja algu­ na renteriana clasificada en estas finales, se formó un encuentro de juveniles, con dos parejas renterianas, como ejemplo de continuidad p a ra nuestros jóvenes y como fomento de afición, ganando los Iparraguirre y Guillan a E izm endi y Galdós...

eso sí que no, y aunque esta vez ha sido el Bukagaitz, las demás sociedades de la villa debían colaborar con ella, u n ir sus esfuerzos conjuntam ente y entre todos dar u n m ayor impulso a la pelota a mano, introducirla en cam peonatos inter-escolares, inter-sociedades., comar­ cales, etc... Ya sabemos que la prim era respuesta, la que siempre sale, es la falta de lugares adecuados pa ra la práctica de cualquier deporte... Pero ha y en nuestro A yuntam iento u na gran preocupación en conseguir la realización de instalaciones varias. No serán en principio todas las que se necesitan, pero sí bastantes, si de verdad se consiguen. Al finalizar el año, en la últim a sesión plenaria, el señor Múgica, tras felicitar a los corporativos las Navidades, dijo que en 1973 se dedicarían con m ayor atención a la c ultura y al deporte...

Después de los encuentros, y con un am biente y a olvidado en nuestro viejo F rontón Municipal, se pro­ cedió a la entrega de trofeos a los vencedores y demás destacados, con la presencia de los federativos, señores: A yestarán e Iraundegui; alcalde de la villa, señor Má­ gica, acom pañado del concejal señor Yuste; directivos del B ukagaitz e invitados... El señor Múgica y el señor Y uste se entusiasm aron por esta gran iniciativa del Bukagaitz y prom etieron interesarse con más profun­ didad del resurgir de la pelota en nuestra villa, cuna de m uy grandes pelotaris...

No es nuestro deseo alargarnos mucho más, pero para term inar, a grandes rasgos, demos un repaso a las cesio­ nes pa ra proyectos deportivos en que se está trabajando actualm ente, aunque no podamos decir cuándo estarán realizadas:

Este cam peonato solam ente fue experimental, fue un tanteo, un sondeo dirían otros, una iniciación para nuevas cam pañas... Cuando estamos term inando estas cuartillas, los directivos de la Sociedad Cultural Depor­ tiv a B ukagaitz están tra b a ja n d o en la organización del II Campeonato Comarcal Relámpago del Bukagaitz, de Pelota a Mano para Aficionados, Juveniles e Infanti­ les, con el fin de que jugándose todos los días, en esta época menos lluviosa (?), se consiga que dentro de nuestras fiestas patronales puedan celebrarse las fina­ les del mismo... Tam bién, gracias a la iniciativa de esta Sociedad, Rentería estará representada en el VI Torneo InterPueblos, en sus tres categorías, de aficionados, juveniles e infantiles... con el apoyo del A yuntam iento. ¿A quién no le agrada volver a escuchar de activida­ des pelotísticas en nuestra villa, un deporte tan nuestro, que lleva el nom bre de «pelota vasca», deporte que no ha sido im portado, pero sí expo rta d o ...? Podríam os seguir cruzándonos de brazos y dejar pa sar el tiempo, pero no,

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Promoeión directa del Ayuntamiento: Frontón cu­ bierto en los terrenos de la desaparecida fábrica de ga­ lletas Olibet, con todas las instalaciones propias de un frontón cubierto p a ra espectáculo. Proyecto y a encar­ gado al señor Olarra, constructor del Galarreta... Promoción directa del Ayuntamiento: F rontón cu­ bierto en Galtzaraborda, con los servicios mínimos alum brado, aseos y duchas. Acuerdo con Construcciones Sarez de remodelación de un sector del Plan Parcial de Galtzaraborda. Proyecto de la zona, y a aprobado por el A yuntam iento y en espera de la aprobación por la Delegación de la Vivienda. Polígonos de Capuchinos y Beraun: E xisten unas amplias zonas deportivas que esperamos sean habilitadas por sus promotores, de acuerdo con la gran im portancia de ambos polígonos. Polígono de Agustinas: Parece que como consecuen­ cia de las obras de urbanización, existe la posibilidad de construir un frontón cubierto; habilitación y cobertura a cuenta del A yuntam iento, y ejecución según dispo­ nibilidades... Y, sin más comentarios, dejamos así este artículo deportivo dedicado al resurgir de la pelota en nuestra villa..., pero sin que volvamos a dejar que se nos duerma en nuestros mismos brazos...


B R A B A M T E -'K O JEM O BEBA AOZKO LITERATURA ERRENTERIA’N JUAN KRUTZ ZAPIRAIN LEKUONA’tar Manuel’ek

E rre n te ria ’k izan d itu bertsolariak; ez n o la n aik o a k ; aien a rte a n b a t b a te z ere: X e n p e la r— o y a rtz u a rra ez ote zan errezelo ta gu zi— ; p lazag izo n -b ertso lariak debalde festa preparatzen d a k ite n o ietak o ak ... B a ñ a n E u sk a le rria n , b ertso lariez g añ era izan d itu g u , izan, plazagizon ez d irán b este b e rtso la ri b a tz u e k ere: ze n b a it le k u ta n rapsoda esaten zaien a ie ta k o a k ; ra p so d a edo ju g la r; beren b e rtso a k ixillean egin eta gero b e ra k k a n ta tz e n edo b e ste ri k a n ta tz e k o em aten d izk ie te n a k ; ez b a it d irá, olerkari e saten z a ie n e tak o a k — beren o lerk iak irakurtzeko egiten d itu z te n a k , e ta o rta ra k o lib u ru b a te a n a rg ita ltz e n d itu z te n a k — . E z a rg ita ld u , ez irakurtzeko egin; e sk u tik esk u ra edo b e la rritik b e la rrira , k a n ta tu a z b a n a tz ek o baizik. G aztelerrian ju g la r esaten b a it zitzaien ; E u ro p a ’n zear, b erriz, rapsoda edo bardo. G ure E u sk a le rria k ere izan d itu e ta b a d itu olako rapsod ak. E ta o ie ta n b a t— oso o n a— e rre n te ria r b a t, ez ain ezag u n a az k e n -u rte o ta n — ain zan ixil ta j a to rra bere bertso g in tz a n — ; b a ñ a n bai ezag u n g arria, ezag utzea m erezi lu k e a n a : Z a p ira in ’d a r J u a n K ru tz , A rra m e n d i’koa.

E z ag u n g arria, b ai bere b e rtso -la n a ri b u ru z, b ai bere olerkarizko n o rta su n a ri b u ru z ere. Iz a n d ite k en ao-literatu ra z k o gizonik in te resg a rrien a; ez id az ten , ez ira k u rtz e n ere etz ek ia n a, e ta, ala ere, P oem a eder b a t em an ziguna: « B ra b a n te ’ko Je n o b e b a ’ren b izitza» oso-osoa eu n k a aapald ita n , 1300 b e rtso ta n ; eta em an ere, alako aozko k u ltu ra ja to r-ja to rre a n , ia-ia ez b a it liteke sinistu, gauza ñola izan zan. Ik u sta g u n . J u a n K ru tz , b ig arren k a rlista te -in g u ru a n jaio zan. G erra-ondoren gure errietak o g au zak o rain d ik ondo e ratzen asi g ab eak zeudenean. E z da arritz ek o , b eraz, gure J u a n K ru tz eskolatu gabea izana. T x ik ita n e tz u a n , eskolan ibiltzerik izan, o rd u an beste askok e ta askok bezela-bezelaxe. E tz u a n ikasi, ez id a z te n , ez ira k u rtz e n . A la ere, b io tz ro m a n tik o b a te n ja b e egin zuan gure J a u n a k . E ta ezer b a d a -ta , b e rtso a k g u sta tz e n zitzaizkion. A sko ta g ustora e n tz u te n eta ik a ste n z itu a n , e ta iñoiz b a ita b ürak ja rri ere.

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E z k o n tz e k o g araia e to rri zitzaio n ean , gure m u til gazte e d e rra k , D o n o stia ’ko L oyola’ko In d a b e re a ’ta r M ikaela egin zu an em azte. M ikaela’k b a zekian ira k u rtz e n , eta b a ita id a z te n ere. G a ra i a rta n , b a se rrie ta n , M ezako L ib u ru az gañera, gau za g u tx i ira k u rtz e n zan. B ertso b e rri-p a p erak noizean bein. B a ñ a n , J a u n a k ala n a irik , gure M ikaela’k, o rd u an e sk u tik esk u ra zebillen « B ra b a n te ’ko Je n o b e b a ’ren bizitz a» — erriak « S a n ta Je n o b e b a » e saten z u a n a ren b iz itz a — e sk u ra tu zu an n u n b a it— Schm id b a te k alem anez id atzi e ta A rru e e rn a n ia rra k e u sk e ra tu a — . E ta o rd u an b a se rrie ta n o itu ra zan bezela, neguko gau lu zeetan , afal-ondoan gure M ikaela’k lib u ru b itx i u ra ira k u rtz e n zu an , e ta gure J u a n K r u tz ’ek en tzu n . E s a ta b a t da gure a rte a n , ez d ala iñ o rtx o ere, « S an ta .Tenobeba’re n b izitza» n e g a rrik egin gäbe ira k u rri d u an ik ; ain d ira n e g a rg a rria k aren b izitzak o p a sa d iz u a k ... G ure se n ar-e m a zte a k ere, b izitza a rta k o z e n b a it p asad izu negarrez ira k u rrik o zitu zten . G auza da, e m a z te ak ira k u rri-a lea n , gure J u a n K r u tz ’i p asad iz u aiek b e rts o ta n ja rtz e k o gogoa so rtu zitzaiola. E ta , esan-da-egin, gabero su to n d o a n ira k u rtz e n zana, b e ra k gero, oiean lo ak a r tu b añ o len, d a n a b e rtso b irib illeta n — p u n tu luzeko b e rts o ta n — ja rtz e n zu an , e ta bigaram on e a n , la n e ra jo a n b añ o len, d a n a em a z te ari b u ru z k a n ta tz e n zion, e ta e m a z te ak d an a p a p e re a n ja rtz e n zuan, a rik -e ta lib u ru osoa b u k a tu zu ten a rte : se n a rra k k a n ta , e ta em az te ak id a tzi. O laxe egiña d a, gure J u a n K r u tz ’en en « B ra b a n te ’ko Je n o b e b a ’ren b iz itz a » : 163 b e rtso -a a p a ld i, 525 p u n tu eder d itu a n P o em a luze ask ia...

G u zti ori, A ozko L ite ra tu ra ja to r-j a to rra re n b a rru a n g e rta tu a b a it da. E m a z te a re n id a z k e ta ren b ita rte z s a rtu z a n J u a n K r u tz ’en aozko la n a , L ite ra tu ra « Id a tz ia re n » alo rre a n . B a ñ a n P o em a b e ra gure e sk u e ta ra e to rri ere, aozko bid e ja to rre z e to rri zan. J u a n K r u tz ’en lan a, e m a z te ak id a tz ia , etz an jo a n zuzen ean iñungo Ira rk o le ta ra . E rre a l biko k aie r-k u ad ern o tx o b a te a n k u rio so k i b irrid a tz ia , erriko jo stu n d e g i b a te ra eto rri zan. Jo stu n d e g ia k , gure Aozko L ite ra tu ra re n b a ra tz a ja to r izan b a it dirá b e ti. Jo s tu n d e g ie ta n k a n ta tu izan d irá, gure e rrie ta n iñoiz so rtu d irá n k a n ta g u ztiak , S a n tu -b izitza k , batez ere, e ta n e sk a -m u til-k a n ta k zer esanik ez. « S a n ta Je n o b e b a ’ren b iz itz a k ’» gure jo stu n d e g ik o nesk a tx a e n a rte a n a rre ra ona a rk itu bide zuan.

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Jo stu n d e g i a r ta tik eto rri zan nere e sk u e ta ra , 1925’gn u rte -in g u ru a n . O y a rtz u n ’go n e sk a tx a b a t— E s tr a ta b u r u ’ko J o x e p a — « E rre n te riy a n den d ari» ibilki (« d en d ari» , jo stu n , alegia) e ta a rk k u a d e rn o tx o a gu re a rre b a P ila r’i em an ira k u rtz e k o , e ta a rre b a k neri. G ogoan d et o rain d ik , nolako a rre ra egin genion e tx ea n k u a d ern o b itx i-b itx i arri. E g u n b erean , afalo n doan k a n ta ri asi giñan, b e rtso rik bertso . O rdu b ete igaro, b i o rd u igaro, e ta , iru ta ra tz e a n , gure am a, k ex a : «U m iak: am ab i o rd u a k d irala!» B añ an b era ere, gaxoa, gurekin, b e rtso u k ig arri aiek e n tz u te n , azkena k a n ta tu gen d u an arte ... O lakoxea izan zan n e re tz a t, gure J u a n K r u tz ’en Poem aren E p ifan ia. Gero neroek e ram an n u a n irark o lare, itz a u rre berezi b a te k in .

J u a n K r u tz ’en b izitzako b este alderdi b itx i-b itx i b a t em ango degù o rain ; T estam en ti! Z aarreko pasad izu b a t b a it dirudi. A lderdi au, b e ra ri en tz u n b ea r zitzaion esaten! « B u larreko a u r nint.zala, a m a rik gabe geld itu n in tz a n ni. A rreb a z a a rren a k azi n in d u a n ... b este re n b u la rre a n . Goizero p laz ara jo a te n ziran em akum een b u la rre tik azia naiz. E m a k u m e a k , p la z a tik e tx era zijoazen g ara ia n — goizeko a m a rra k ald ean — b id a g u ru tz e ta ra a te ra tz e n n in d u a n a rre ­ b a k , em akum e a ieta k o re n b a te k b u la rra em ango ote zidan. B a ita pozik em an ere aiek, ordu a rta n esnez le rtz en zeram ate n b u la rre tik ... O laxe azi n in d u a n gure a rre b a z aa rren a rk n i, em akum e m a ita g a rri aiek b id a g u ru tz e a n e x e rita m aitek i e m aten zid aten b u la rre tik . » U m e ta n gogoan d a u k a t, b a ita —ja rra itz e n zu an — ñola E rre n te ria ’ko S am ark o -m en d iaren oñean, gu um e koxkor, jo s ta tz e n ibiltzen giñan, soroan b illatzen g en itu a n , k arlistatek o b a la b irib illak in . B ig arren k a rlista te a , izan b erria b a it zan arte a n .» A u to-biografi-zati po lit b a t geiago o rain d ik , aozko L iteratxirari b u ru z : « G aztedanik, o s ta tu e ta n b e rtso -k a n ta tzea atsegin izan d e t n ik b eti: neronen b e rtso a k e ta bestere n a k ; X e n p e la r’en ak eta b . N ereetak o en a rte a n , k a n ta tu izan d itu t iñoiz nere e m aztearen erio tzak o ak ; b a ñ a n , ezin zitek ean : e n tz u te n zeudenak, negarrez asten ziran.»

O rra or, Aozko L ite ra tu ra -e re d u b ik a ñ a E rre n te rilu rre a n , b ertso lari plazagizon ez, b a ñ a n b ertso g in tz a n lan eder e ta aun d ia egiña, e ta b e n e ta n ezaguna iza tea m erezi zuana: JU A N K R U T Z Z A P IR A IN , A rram e n d i’koa.


LA GEOGRAFIA POLITICA GUIPUZCOANA Y RENTERIA Por José M.a BUSCA ISUSI

Hay días en los que le salen a uno las cosas sin querer. Hace unos años, estaba tra ta n d o de ordeñar de mis sesos una idea p a ra un artículo periodístico que debía enviar a don Carlos de la Valgoma, a la sazón director de «La Voz de España», cuando me saltó este título para el artículo: «Guipúzcoa: N uestra Ciudad», que así apa­ reció publicado. Pero don Carlos le dio la vuelta a la tortilla. Dando la vuelta a la tortilla, la tortilla es la misma (no como cree el decir pop ular que es cam biar las cosas), y sacó lo de «Guipúzcoa nuestra ciudad», que venía a significar otra cosa con las mismas palabras. Guipúzcoa, concretam ente sus valles, constituyen un área urbana. Sólo los pueblos con cotas m uy supe­ riores a aquellas por las que discurren nuestros ríos permanecen en su secular aislamiento.

De mi pueblo, Zum árraga, a San Sebastián, se puede decir que es casi una c o ntinuada sucesión de casas. Espero que dentro de poco, en los 57 kilómetros que nos separan de San Sebastián, habrá que obligar a los a u to ­ móviles a que sólo lleven luces de ciudad por las noches. Y si esto pasa en una carretera que comienza en Goyerri, ¿,qué diremos del tram o entre Irún y San Se­ bastián en el cual Rentería está en su m ita d ? Los guipuzcoanos, hemos sido entre los vascos ios que mejor hemos sujetado a nuestra capital, y entiendo que ha sido para bien de todos, de los capitalinos y los de la provincia. Aquí no tenemos la macrocefalia que se observa en otras regiones vascas de la Vasconia meri­ dional. Hoy, desde Lasarte hasta Gaintxurizketa hay una ciudad constituida por varias agrupaciones urbanas

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que conservan su singularidad. Cierto que tenemos el caso absurdo de Lasarte, que no es más que un reparto urbano entre tres entidades de población, y el de Alza y Astigarraga, englobados por el imperialismo donostiarra. P a r a confirmarnos de esto, diremos que cuando a un guipuzcoano se le pregunta tierras afuera de dónde es, dirá por lo seguro que es guipuzcoano, cuando no de Goyerri, como digo yo, o de E ib a r o de Rentería, como dicen con orgullo los nativos de am bas villas. Otros vascos dirán que son de Vitoria, Bilbao o Pam plona, aunque no hayan nacido en dichas ciudades, sólo porque vivan en el territorio de donde son capitales estas entidades principales. R entería, u n a de las más antiguas agrupaciones h um an a s de Guipúzcoa, m antiene su personalidad pese a verse englobada por la gran m asa hum ana que le viene por el Oeste: San Sebastián, H errera, Alza, P asa­ jes, y la presión que hace sobre ella la república barojiana del Bidasoa. Es singular en su vida económica. Cuando yo era niño, a los jugadores del E uskalduna se les llam aba por autonom asia los «galleteros», de la misma forma que a los de Vergara se les llam aba los «mahoneros». H oy las circunstancias económicas del país han cam biado y los de Rentería no son los «galleteros» ni los de Vergara los «mahoneros». Pero am bas villas guipuzcoanas han derivado en su vida y quehacer, y... en buena dirección. R entería fue de las más im portantes villas guipuzcoanas en cuanto al núm ero de habitantes. Uno, que siempre ha tenido alguna preocupación por estas cosas, recuerda que de niño m etía los h ab itan tes de Rentería entre los siete mil y ocho mil. E n el censo de 1970 apare­ ce con 34.000 y ahora creo que se acerca mucho a los 45.000 Es de las entidades de población que lleva un índice de crecimiento m ayor que el del conjunto gui­ puzcoano, el que no ha m ultiplicado por cinco el número de sus h a b ita n te s hace 50 años. Lo notable del caso es que el crecimiento de Rentería se ha hecho siguiendo esa m anera de ser guipuzcoana del industrial medio o pequeño. Cierto que hay grandes industrias en R entería, pero las que le han dado v i ta ­ lidad son las de tipo de empresario personal. U na de las cosas que me suele servir pa ra to m a r el pulso a los pueblos es la guía telefónica. Así vemos que en Guipúzcoa la capital sólo ocupa 96 páginas de la guía, los pueblos ocupamos 187, y de estas 187 R entería ocupa nueve. Pero u na ojeada fina de las páginas de R entería nos informa de un variadísimo quehacer: m aquinaria, bodeguera, muebles, plásticos, buenas im prentas y litografías, papelera, fundiciones..., o sea, que casi la pudiéram os considerar como un E ib a r de la cuenca del Oyarzun. Por te n e r de todo, R entería tiene uno de los mejores resta u ra n te s guipuzcoanos. Fue prim era en Guipúzcoa en la fundición de aceros al horno eléctrico, y todavía me recuerdo del susto que me produjo el chisporrotear de los electrodos en los hornos. Tam bién nos asustaba un poco la fundición de plomo de Capuchinos, cuando nos decían que los obreros que tra b a ja n en ellos term in a b a n enfermos. No se me olvidará nunca cuando los alumnos de los Corazonistas de San Sebastián visitam os esta fundición de plomo.

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Una característica que ha perdido la Rentería actual es que ya no es pista de baile de las m uchachas de ser­ vicio de San Sebastián. No sé si será porque ahora ape­ nas si hay m uchachas de servicio o porque las que hay prefieren las «boites» esas al paseo por la Alam eda renteriana. Solía ser un espectáculo pa ra los estudiantes de b a ­ chiller que y a empezábamos a querer chicolear, en nuestros paseos con los frailes, ver pasar llenos de «marmotillas» los tra nvías blancos que entonces unían a San Sebastián con Rentería. Lo que sí me gustaría es que con R entería se hiciese algo parecido a lo que hemos hecho en Goyerri, en Villafranca, que de ser de Oria ha pasado a ser de Ordizia. Que le hayan quitado lo de Oria me parece m uy bien. El estado actual del Oria es algo que nos avergüenza en lo m ás íntimo. Debiera d ar vergüenza a cualquier pueblo guipuzcoano llevar eso de Oria. Lo mismo que entiendo que a R entería habría que ponerle al menos lo de Orereta, que fue su prim itivo nombre. R entería suena a renta, derecho fronterizo, y esto, ahora que en E u ro p a parece que van a sobrar las fron­ teras, parece m uy poco actual. Me meto en lo que no me llam an y en lo que no soy entendido, pero creo que honestam ente debo expresar este estado de mi conciencia. Sólo me queda, para term inar, desear a los de R en­ tería de Orereta o no de Orereta, unas felices «magdalenas», en honor de aquella santa que si fue pecadora, ahora está en el cielo tom ando café, según el cantar. Los guipuzcoanos estamos cometiendo muchos pe­ cados contra nuestra ciudad, pero yo espero que como el Señor es bueno, nos llevará tam bién al cielo a tom ar un café, que espero no será de torrefacto o sucedáneo, sino un moka legítimo, como debe ser el café celestial.


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EVOCACION DE í/m OIARSO

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Por Manuel AGUD

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E n quienes estamos afectados de m anía histórica y arqueológica, cuando aparece el nom bre de Rentería, suscita la evocación in m ediata de aquel que debió de ser municipio rom ano de OIARSO. Séanos, por ta n to , perm itido rem o n tar el tiempo y sentirnos entre paisajes menos erosionados, preg u n tá n ­ donos cómo im aginarían el futuro (nuestro presente) los que fueron testigos del laboreo de las minas de A rditurri. Si ellos nunca pudieron concebir un estado como el actual, nosotros que, acaso desgraciadamente, tenemos m ás elem entos como puntos de p a rtid a pa ra ver con cierto espanto este otro futuro, tam poco podemos pensarlo como lejano, sino más bien próximo. Y puestas así las cosas, tendrem os que confesar nuestra absoluta y radical incapacidad pa ra imaginarnos la Rentería del año 4.000 (suponiendo que tal año se contemple un nuevo paisaje lunar). El ritm o histórico actual es infinitamente más veloz, y, por ta n to , los dos mil años que separan el presente, que era futuro p a ra los de OIARSO (perdónesenos la grafía, que creemos más aproxim ada a la prim itiva), con la aceleración histórica de hoy tendría un equivalen­ te quizá de la décima p a rte , y hemos de plantearnos de nuevo hasta dónde llegaría nuestra capacidad imagi­ n ativa. Tenemos, según se ha dicho, muchos puntos de arranque, y, además, esa «nueva» ciencia, la «santa» estadística, que de la m ano de la sociología puede cal­ cular num éricam ente el futuro. Ello si no fuera capaz la h u m an a naturaleza de tra sto c a r cualquier cálculo m a ­ tem ático, por muchos coeficientes de corrección que se le apliquen. Pero retornem os al p u n to de p artida.

Meses pasados, a propósito de los últimos hallazgos de Irún, se habló abu n d a n te m e n te de la presencia ro­ m ana, o más bien romanización sufrida en ciertas zonas por los indígenas. OIARSO y a no era una isla; form aba p arte de un conjunto más o menos estructurado que comprendía la hoy zona de Irún-O yarzun-Rentería, y, allá, lejos en­ tonces, siguiendo la costa, un pequeño poblado de pes­ cadores al arrimo de una isla (Urgull), pero con pequeñas entidades de población por el Antiguo y hacia Hernani (?). Hace años, acom pañando a Luis Michelena, Ju a n J. Beloqui y Jesús Elósegui, recorrí las minas de Ardi­ turri, aquellas galerías enorm em ente complejas, v erda­ dero nido de abejas, donde du ran te tan to s años, siglos, se extrajo el plomo (argentífero al parecer). Siempre impresiona una mina, mucho más una mina a bandonada, cuyo laboreo se rem onta quizá a dos mil años. Y quisiera recordar una anécdota. Nos servía de guía el señor Alvarez,. encargado de las instalaciones, y al llegar a cierto tram o preguntó a su hijo, que nos acom­ p añaba: «Esto no estaba el otro día...» (Era una enorme laja de piedra de un p ar de m etros cuadrados por unos veinte o tre in ta cm. de espesor, que se había despren­ dido.) A nte nuestra ingenua pregunta de si no e ntrañaba peligro tra n s ita r por allí, nos respondió: «El que muere en la m ina sale con honor». Orgullo legítimo de minero que nos dejaba un ta n to avergonzados. Luego estuvimos observando objetos encontrados en el lugar, que estudió posteriorm ente Luis Michelena entre los «Restos romanos de Guipúzcoa».

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l i a pasado mucho tiempo. Volví hace un p ar de años, y el paisaje había cambiado. En esta época mo­ derna, en esta nación con tan poca estim ativa en la actualidad por la H istoria y ta n ta por la Economía, se nos van los restos de un pasado, cuyo valor nos lo da el presente, hijo de aquél. El laboreo a cielo abierto va transform ando la orografía y nos tememos que aquellas minas sufran la destrucción exigida por este nuevo Molok de la sociedad de consumo y del beneficio por el beneficio. Nos informaron que quedaba una galería respetada como recuerdo, mas aquello presenta los caracteres de una geografía sucia. No vamos a defender el bucolismo a ultranza frente al desarrollo; pero, ¿es que no se puede lograr un desarrollo sin insultar a la historia y a la n a tu ra le z a ? Aquel OIARSO que vemos citado en Plinio, Ptolomeo y E strabón, aquel Oiarso que apeteció a los ro­ manos, como les apetecían además las tierras de pan, vino y aceite, acaso fue el germen que andando los años hizo de Guipúzcoa una de las provincias industriales más ricas de E spaña. Entiéndase, su germen histó­ rico, su germen cultural. Mucho había llovido hasta aparecer en esta tierra los primeros atisbos indus­ triales, sin embargo, no podemos por menos de im a­ ginar allí la simiente o el origen de la Guipúzcoa metalúrgica. Por eso nos duele la posibilidad de que desaparezca ese m onum ento histórico. Ya no es fácil visitar las viejas minas. Lo que se puede ver hoy no es lo de hace veinti­ cinco años, que acaso poco habría variado desde la época prim itiva. Es un paisaje distinto que afo rtu n ad a ­ m ente todavía no vence a la belleza incomparable de ese valle; mas la codicia hum ana y los «forracolinas» (en frase de un amable guipuzcoano) se encargarán, si Dios

no lo remedia, de liquidar uno de los puntos de más im portancia histórica de la provincia. ¿P or qué no se hace com patible la cultura con el desarrollo? ¿Por qué han de ser sustituidos los sueños de los hombres por los resultados de las co m p u ta d o ra s? ¿Por qué no han de estar éstas al servicio de aquéllos, sin esa pendiente por la que nos deslizamos hacia un m undo que nos esclavice a ellas? Rentería se está convirtiendo en una ciudad impor­ tan te . Si pasa ya de los 40.000 habitantes, al ritm o de crecimiento actual, y aun suponiendo que se estabilice para su digestión, no es difícil predecir una concentra­ ción urb an a doble en un futuro b a stante próximo. Pero ese crecimiento tiene que engarfiar sus raíces en el pasado. Tiene que buscar esencias puras en la tradición, que no es esa tradición de hace cuatro días con que nos suelen cansar los oídos, sino la que nos entronca con la existen­ cia del prim er municipio quizá de la provincia, y ya sabemos lo que suponía un municipio en época romana. Si Guipúzcoa es pobre en m omentos del pasado, es una obligación de todos salvarlos, y para hacer honor a ellos, fom entar cuanto suponga una corriente de cultura capaz de estimar algo más que lo puram ente utilitario. Grande ha sido el avance en este sentido en los últimos años, y es que se va adquiriendo conciencia del valor de lo auténtico. Nos atreveríam os a sugerir algo similar a lo hecho en Irún. La consigna pudiera ser: «¡Localizad OIARSO!». He aquí una bonita, rom ántica y ¡útilísima! labor. H a y que luchar sin descanso frente a las nuevas «hordas»; mas, ¿cuáles son éstas? Acaso no sólo lleven el caduceo de Mercurio, sino que les acompañe una pseudo-literatura que encubra, para incautos, el bastón de las dos serpientes.

A l p ie de la peña que c ie rra el va lle , los ro m a n o s d e s c u b rie ro n la m ina que se sig u e e x p lo ta n d o aún en n u e s tro s días.


RENTERIA

DESCONOCIDA POR MUCHOS RENTERIANOS P o r E steb an L O S S A N T O S

Ni R entería ni la ca lle de V ite ri son en la a c tu a lid a d co m o n os m u estran esta s fo to g ra fía s . ¿ H ace fa lta d e c irlo 7

No le faltará razón, según mi opinión, a quien afirme que R entería, a pesar de que hijos suyos han destacado y destacan en el m undo de la música, a pesar de haber protagonizado páginas más o menos relevantes dentro del contexto de la historia guipuzcoana, a pesar de la im portancia adquirida por su industria, no existiendo población alguna en una época no m uy lejana que a nivel nacional se le pudiera com parar en este aspecto —por citar algunos ejemplos— , 110 le faltará razón, decía, a quien sostenga que Rentería ha estado y está un ta n to ignorada, olvidada y desconocida, es decir, olvidada por desconocida. Y, como consecuencia, algo menospreciada. Es por esto, sin duda, que cuando en Rentería se hace algo im p ortante en el terreno cultural, por ejemplo — tengam os presente, por reciente, M U SIK A ST E — los guipuzcoanos que no nos conocen, que, dicho sea de paso, son bastantes, adoptan un gesto, mezcla de extrañeza y escepticismo, que en ocasiones les hace ex­ clamar: «¡Quién hubiera dicho que en Rentería...!» Pero no es mi intención el escribir en esta ocasión sobre el escaso conocimiento que de nuestro pueblo

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existe fuera de su término municipal, a pesar del cariz que sin proponérmelo ha venido a tom ar el comienzo de este artículo. Creo, además, que algún otro colabo­ rador de OARSO desea desarrollar este tema. Giro, pues, ciento ochenta grados el rum bo tem ático de mi bolí­ grafo para t r a t a r de algo que quizás pasa más desa­ percibido y que en su e n u rd a c ió n puede parecer un ta n to paradójico: el desconocimiento que de Rentería tenemos la mayoría de los renterianos. Quizás alguien me tilde de aguafiestas... Term inaba mi colaboración del año pasado en estas mismas páginas atreviéndom e a insinuar que debíamos de preocuparnos más en conocer el pasado de nuestro pueblo. A ello me em pujaba la realidad de que existen ta n to s renterianos, de los que se consideran «de pura cepa», que a la hora de referirse a lo que Rentería ha sido, solamente saben decir: «Hasta aquí llegaban las aguas del mar». Y poco más. Algo semejante podemos decir refiriéndonos al conoci­ m iento de su presente. Creer que Rentería es la calle Viteri, la Alameda de Gamón, la calle Magdalena y alguna otra es un gran error. Y, sin embargo, no se me negará que muchos de estos renterianos, al hablar de su pueblo, se olvidan de sus actuales dimensiones, incurriendo en un error que puede a rra s tra r al fracaso distintas iniciativas y actividades. E stas deben ser program adas, por muchos motivos, pensando en el R entería total.

Pero, ¿cómo puede conocerse R e n te ría? La Rentería actual está ahí, frente a nosotros. Sola­ m ente hay que a brir los ojos y m irar sin prejuicios, desterrando de nuestra m ente sentimentalism os y añoranzas que nos induzcan a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor. Además, quien sienta un especial interés por profundizar en este conocimiento puede recurrir al pormenorizado estudio «Rentería en 1970» que llevó a cabo el grupo GAUR, S. C. I. P a ra saber del pretérito renteriano podemos echar m ano de las obras de Gamón, Bozas U rrutia y Goñi. Pero aunque mucho nos dicen estos estudios históricos sobre la historia de Orereta-Villanueva de OyarzunRentería, algo nos ayudará al recorrer con tranquila curiosidad las calles y rincones del centro de la villa. Me atrevo a sugerir que sería interesante el editar un folleto en el que de forma sencilla y amena pudieran los niños renterianos conocer los rasgos más sobresalientes del pasado y del presente de su pueblo.

El interés por conocer qué ha sido y qué es Rentería nos puede llevar a tropezam os con muchas sorpresas. No hace mucho tiempo que alguien que siente esta inquietud me decía que todos los h a b ita n te s de un pueblo extrem eño habían emigrado pa ra afincarse en el nuestro. Aspecto este de la inmigración singularm ente im portante en Rentería, al cual dedicó OARSO muchas páginas en un número que vio la luz hace algunos años.

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Sorpresa semejante a la producida por la noticia anterior me produjo hace algún tiempo un sello—que vino a pa ra r a mis manos por circunstancias que no vienen al caso—po rta d o r del siguiente texto: «Centro de aviación de Rentería». Indagando un poco llegué a en­ terarm e de que el citado sello perteneció, al parecer, a un grupo de amigos que se reunían diariam ente a charlar y a jugar a las cartas allá por el año 1920. Por lo que parece, queriendo da r un nombre a su tertulia, echaron la imaginación a volar... Descubrimiento de m uy poca im portancia el mío. Pertenece a la «historia menuda». Pero creo que algo nos dice sobre el sentido del hum or de los renterianos de hace medio siglo. El que los renterianos nos preocupemos por conocer Rentería es, en mi opinión, uno de los pocos baluartes que nos quedan pa ra que nuestro pueblo conserve su personalidad.


REGOYOS EN RENTERIA Por V. COBREROS URANGA

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El paisaje renteriano de principios de siglo—un ayer, que aún tiene testigos de vista— era m uy distinto del que hoy contemplamos. «La pequeña Manchester» que Rentería comenzaba a ser— según expresión de un conspicuo «erribateko»— , más en potencia que en rea­ lidad todavía, por muchos «humos» de que se revistiera su tala n te , no había llegado ni en sueños a imaginarse lo que hoy es: u na ciudad de casi 50.000 habitantes, cuando apenas si llegarían entonces a 6.000. Y, esto, siendo más numerosos los «baserritarrak», los del agro, que los «kalekuak». Los del casco, se conocían y tra ta b a n todos, con el afecto que implica la entrañable convivencia de las largas hora del día vividas bajo el mismo techo. ¡Claro, menos los días de elecciones! en los que «beltzak eta txuriak», «abek eta aiek», ejercían el sacrosanto dere­ cho a la «kasketa», esto es, al pataleo. Por aquellos tiem ­ pos, aún c a n ta b a el serenólas horas: ” ¡«Ai»María purísi­ ma: «las ontze eo las dose» y lloviendo...!” Y, como to ­ davía no había alum brado eléctrico, los «paqueteros» de Lezo, p a ra en tra r el alijo en el pueblo, iban previam ente apagando los faroles de petróleo, por las calles que habían de pasar—encantadora ingenuidad— , ¡para que no los vieran! E n aquel Rentería comenzaron a señalarse, por foráneos, aunque pronto se identificarían con Errenderi, las figuras de un Groll, de un Mayer, de un Kredel, de un Dicherhof, de un Relutschke..., y así h asta dos do­ cenas: Peters, Laveran, Poirier, Chaudière, Chateigner, K rafft, Bruch, Schiefenbusch, Lamsfus, Bresanini, Nogués, Violeaud, Caubet, Saint Supery, Garrot, Vassart Dalemagne, Languer... y tan to s otros ingenieros, quí­ micos, técnicos y especialistas extraneros de las diversas industrias que iban a m arcar al pueblo con la im pronta fabril, al cabo de los años. No era raro ver a algunos de estos extranjeros, en sus horas de asueto, con los aparejos de pesca bajo el brazo, por las orillas del Oarso adelante, en busca de un ribazo propicio p a ra echar el anzuelo al agua y filosofar, m ientras algún despistado «arraitxo» picara en.él. Porque se daba el caso, aunque cueste hoy creerlo, que en nuestro río se criaban peces: más allá de La Fandería, había truchas; más hacia la bahía pasaitarra, se cogían angu­ las. Tenían fam a— merece recordarlo— , ta n to como las que más, las de Lezo. Convengamos en que han cambiado muchas cosas en tres cuartos de siglo. Uno de estos extranjeros—por tal que se le tenía— era español, pese a su tipo de fuera y sus trebejos, que no eran de pesca, aunque lo parecieran, sino de pintar: caballete, sillín, parasol v demás complicados adminícu­

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los. E ra Darío de Regoyos, avecinado en el piso tercero, del número (hoy) 15 de la calle Carretera, que por aquel entonces comenzó a denominarse de Yiteri; casa en la que nació uno de sus hijos. Antes, viviendo en San Se­ bastián, había pintado codo a codo con Sorolla, por la playa y el puerto, y tam bién, en Irún y sus alrededores, con Salís. A Regoyos le gustaba el paisaje vasco; y, con singu­ lar delectación, los del estuario bidasotarra, con La R hune por fondo, y el del Oarso, con Lezo y los Pasajes por rem ate. ¿Por qué, Darío de Regoyos, que había recorrido medio m undo pintando, echó el ancla frente a nuestro paisaje? Son aleccionadoras las razones que puedan satisfacer a esta pregunta, sobre todo, para aquellos a quienes les interese la pintura. Sin duda al­ guna, por las características intrínsecas, específicas de nuestro paisaje: el irisar de sus grises luminosos con tornasoles perlíneos; si difíciles, primero, de ver en el modelo, no menos, después, de recrearlos en la paleta y trasladarlos al lienzo: agravado el problema, si cabe, por la constante movilidad de la luz, que obliga al pintor a una vertiginosa rapidez de ejecución, a una directa y exacta pincelada, a un dominio sin titubeo, en suma, absoluto. La fina sensibilidad de Darío de Regoyos necesitaba de este acicate, pa ra crecerse ante la dificultad, que ponía en juego su buida y certera visión para percatarse del matiz, en extremo delicado, de cada toque, diferente de los demás. Y ello, en instantes en que la fugacidad de la luz los va tra n sm u ta n d o en otros distintos. Un con­ cepto puram ente pictórico de la p in tu ra —y no es re­ dundancia— el de Regoyos, desconocido hasta entonces — era el momento del impresionismo—y compartido por sus amigos Sorolla y Salís, cada uno dentro de sus peculiares e inalienables personalidades. Rentería, entre otros muchos rincones paisajísticos, fue, en un momento dado, el catalizador de la p in tu ra de Darío de Regoyos, al que se le ha considerado—y es verd a d — como el precursor del paisaje vasco, aunque muchos pintores vascos le han vuelto la espalda. U na tarde de verano, nos convencimos los arrapiezos del pueblo, que aquel señor «prantzés» que iba a pescar por los aledaños de La Fandería, no iba a pescar, sino a pintar. Y, por si hubiera dudas, nos inmortalizó bañán­ donos en Estitxo, a toda la cuadrilla. Cada vez que voy Bilbao y tengo tiempo, no dejo de visitar el Museo. Allí está el cuadro de Regoyos, refulgante de luz, como una gema. Me gusta asomarme a esa ventana, aparte de por saborear el goce estético del «momento», logrado por el m aestro en el lienzo, porque me retrotrae setenta años renterianos.


EL MEJOR LUGAR DEL M U N D O ... Por Alberto ECEIZA El lugar en que uno nace, si además es aquel en que ha transcurrido la prim era decena de sus años, es ya, para él, mejor que el mejor del mundo: el más dulce, el no va más de las aldeas o ciudades que puedan existir sobre la Tierra. Esos años, los más lloridos de una vida, hacen am ar al «txoko» aquel en que transcurrieron, donde, poco a poco, se despertó el interés por las com­ plejidades de la vida en la edad de los «por qué» y «cómo», al pretender analizar lo que ante sus fascinados e infantiles ojos se desplegaba: las llores, los insectos, los pájaros, etc... E stas y otras muchas pequeñas cosas— los amigos formados por afinidades sin pizca de interesadas y calculadas, la m aravilla de la existencia desplegándose, ampliándose día a dia—son el conocimiento de toda vida h u m an a y, como tal, nadie renunciará a él so pena de arruinar el edificio entero... Todo puro sabido y, por ta n to , siempre olvidado. Sin embargo, así podemos comprender a tantos y tantos inmigrantes que dicen que su lugar de origen «es mejor»... Allí discurrieron sus más felices años, y ya ni una mejor posición económica, una m ayor abundancia de bienes terrenales y un am biente más grato y hum ano harán que se difuminen. Y es na tu ra l ¿Quién no ama las raíces en que se asienta su ser todo ?

Un extranjero puede opinar, con cierta imparcialidad, que Andalucía es mejor que Vasconia, o viceversa; que Galicia lo es mejor o peor que Cataluña, etc., etc.; pero un nativo de esas regiones, no. P ara él, sea cualquiera su tierra de origen, ésta ten d rá «algo» que no tienen las demás, algo que siempre es «mejor», lo mismo da que sean las «mejores» sequías que los más grandes chapa­ rrones... Esto vale tam bién con el extranjero ése, imparcial y tal, si entre los lugares que se comparan se incluye su país. Entonces... éste hay que dejarlo aparte «porque tiene...»; Y no digamos nada si eseextranjero es francés... Partiendo de esta base, para mí Rentería es el mejor pueblo del mundo; para mí y para todos los que jugaron conmigo en los montones de arena que sirvieron de cama a los adoquines con que se revistieion muchas de las calles renterianas allá por el año 22 y 23; los que conmigo o con sus cuadrillas respectivas organizaban cacerías de «txurranguillos» empleando arcos y flechas fabricados con varillas de paraguas desechados— ¡qué habilidad m anual se adivinaba en algunos de aquellos arcos!— ; los que luego, un poco mayores ya, ahorrába­ mos desesperadamente para com prar camisetas de fútbol pa ra «nuestro equipo», camisetas compradas una a una y que, a veces, ni siquiera llegaban a completarse, bien

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porque el equipo hacia «culo», bien porque el comerciante había term inado sus existencias con los colores elegidos y ya no podía sum inistrar más de la misma clase. ¿Y el que conseguía un pa r de botas de fútbol? Aquél, indefectiblemente, era nom brado el capitán del equipo. Nadie osaba disputarle tal puesto, pues, ¿quién era el guapo que se atrevía contra botas con tacos y p u n te ra reforzada? Lo malo era cuando dos o tres conseguían tener tales botas. Entonces, si no se fraccionaba el equipo en tantos como pares de botas había, es que estaba m aduro para e n tr a r en una categoría superior: la de los Sporting, Iberia, Magdalen, etc., vivero de donde se surtían el Touring, el Rapid y el Euskalduna... Pero... ¡no vayam os tan lejos! Con el Touring y el R a p id — ¡qué rivalidades suscitaron entre todos los chaveas y no tan chaveas...!— nos metemos en los años en que ya empezaban las complicaciones de la vida, a com parar las pantorrillas de fulanita con las de menganita, a ruborizarnos cuando z u ta n ita se detenía a charlar con nosotros... Ya, en este momento, los pequeños de­ talles de nuestros cimientos han sido cubiertos por los primeros pisos del edificio y ya estamos m aduros para desarraigarnos del barrio y hasta del pueblo..., así que ¡volvamos, volvamos atrás! E n mi calle— como en todas las calles supongo— , las m entes de los niños se impresionaba con cosas que de­ jaban indiferentes a los mayores. Lo que éstos se to m a­ ban a broma, eran para nosotros cosas m uy serias, y esto valía ta n to p a ra nuestros «héroes» como para nuestros «malos»; pongamos a la «Adivinadora», a «Shanti», al al carpintero tu erto que hacía ataúdes, etc., etc... P ara nosotros todos ellos tenían algo fuera de lo común y nuestro ánimo hacia ellos se teñía con distintos matices: supersticioso, despreciativo, respetuosísimo... También había cosas que solían calificarse entre los chaveas de m uy diversas maneras: existía la «casa de los fantasmas», sólo porque su p ortal—siempre sombrío— al final tenía un cuarto de pétreas paredes de las cuales pendían argollas de hierro con tintineantes cadenas •— que usaban las «casheras» para a m a rra r sus borricos— y que a nosotros nos sugerían lúgubres m azmorras llenas de entes mefistofélicos; la casa del «cura»; la de los «Cartucho», con su bajo dedicado a la salazón de pieles; la de «Perico», con su inmensa sidrería..., todas tenían su peculiaridad, mucho más distintiva que el número (por lo demás, m uy posterior) con que fueron designadas... Tam bién entre los chavales teníamos nuestros héroes y nuestros malos. Todo el que vive aún y que fue chaval entonces, recordará muchos compañeros famosos por uno u otro motivo. No quiero m encionar nombres, pues, al fin y al cabo, no im portan, y podrían sentirse molestos algunos, lo que me sería m uy desagradable, y quizá otros halagados, pero a quien no silenciaré será a «Calicos».

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En su cuerpo contrahecho anidaba un alma hermosa que hacía que todos le quisiesen pese a su cara de «sagutxo» feo—ganó tan to s campeonatos de «caras feas» que ya el ínclito Camacho sólo le dejaba salir en ellos «fuera de concurso»— . Todos los niños y niñas más pequeños confiaban en él y no era raro que un pequeñajo llorón encontrase el consuelo de unas frases amables y unas caricias venidas de «Calicos», que más no podía dar, ya que era tan pobre como el que más, y sin embargo... Su recuerdo es para mí tierno y evocador. ¿Por q ué? Lo diré... Una buena ta rd e d e juniosurgió la ideaen lacuadrilla: — ¡Vamos a Centolen a ver el aeroplano y los pavos reales! H abía uno que no se atrevía a ir. Llevaba la blusa negra de huérfano y vivía aún en su pecho, sin ningún paliativo proporcionado por el tiempo, la imagen de su m adre recién fallecida. Por ello y por su corta edad, pasar ante los cementerios se le hacía m uy fuerte. Mas la insistencia de los demás y la curiosidad de ver un aero­ plano de cerca, le decidieron. Cuando dejaron atrás las que entonces eran las últimás mansiones de calle Arriba, «Calicos», sin decir oste ni moste, saltó por encima de una alam brada, a mano izquierda según se subía, y de las paredes de la última casa, llena de rosas, cogió un ramo. Los demás lo miraron extrañados de tal acto que suscitó las iras de la dueña y cuyos gritos hicieron correr a todos cuesta arriba... Mas al llegar a la pu e rta del cementerio, «Calicos» dio las conquistadas flores al huérfano diciéndole: — Anda, ponías en la tu m b a de t u madre... ¿Qué puede r e tr a ta r mejor su alma buena... ? Siempre habrá seres sensibles, pero el malogrado «Calicos», pese a su miseria y a sus harapos, a sus latro­ cinios de poca m onta, era un alma exquisita y dulce... Y cosas de estas son las que quedan grabadas para siempre en nuestros recuerdos y las que hacen que esos años infantiles sean los más bellos y dulces, reflejándose tal belleza y dulzura en todo cuanto nos rodeó. Así, para un renteriano, Rentería siempre será lo mejor del mundo. ¡Qué im porta que, de mayores, veamos un pueblo feo, mal urbanizado, «perfumado» con los olores de una ría que fue hermosa! ¡Qué im porta que no haya sitio para aparcar un coche, ni un parque decente, ni una galería de arte o museo, ni campos de deportes, ni piscinas ni ta n ta s otras cosas que hacen agradable u n a población que ronda en los cincuenta mil habitantes! Sabemos dónde sigue luciendo una de las tres pri­ meras bombillas eléctricas que aquí se instalaron y su luz— humildísima hoy—es símbolo de esa luz esencial que en nuestro interior se proyecta sobre un Rentería que siempre p a ra los «errikoshemes» será «el mejor pueblo del mundo».


EL CHORRO DE ARENA Por S h a n ti D E O A R S O

E l an d a m ia je que hace unas sem anas m o n ta ro n en la p o rta d a de la iglesia de la A sunción— iglesia m atriz y única en R e n te ría h a s ta hace pocos años— sorp ren d ió a todos los que p a sa b a n p o r la plaza. Los prim eros que supieron el fin de ta n ta lona y tu b o m etálico d ebieron ser los ju b ilad o s, m inuciosos observ ad o res del m enor cam bio físico que e x ­ p e rim e n ta el pueblo. «D icen que v a n a lim p iar la pied ra de la iglesia» «¡Y con un chorro de arena!» Y así ha sido. G racias a la aren a c a ta p u lta d a co n tra el poso oscuro de los años, la p o rta d a de la A sunción ha vu elto a nacer. No sé si nos dam os e x a c ta cu e n ta de lo que esto re p re se n ta . P o r de p ro n to , som os la a c tu a l generación de ren te ria n o s la segunda o te rc e ra que h a v isto así a su iglesia. Con seg u rid ad que no fueron m ás de dos las generaciones que p u d iero n ap reciarla n a tu ra l, con el to n o y la calidad que iba saliendo de los ta llista s. P ro n to la h u m ed ad y m ás ta rd e el polvo y el hum o la ennegrecieron de a rrib a abajo. F u e M alreaux quien un b u en d ía — con una lucidez y o p o rtu n id a d m u y francesas— m an d ó lim p iar los edificios m ás re p re se n ta tiv o s de P arís. P ero en n in g ú n sitio com o en N otre-D am e se ve el acierto de su d iscu tid a idea. La NotreD am e neg ra de hace unos años, se asociaba fácilm ente a los p ard o s uniform es nazi? h inchados de orgullo co n q u ista d o r o a h a ra p ie n to s q uasim odos señores de gárgolas y c a m p a n a ­ rios. E l efecto que causa N otre-D am e hoy es o tro. Su gótico n u n c a ha sido m ás etéreo , sus a rb o ta n te s m ás inverosím iles, su pro p o rcio n alid ad m ás m ilim e tra d a . H a sta la isla de La Cité en la que está an clad a parece flotar m ás ligera sobre el

Sena. D udo ta m b ién en que el tu ris ta que v isita hoy P arís se dé cu en ta de lo que re p re se n ta p oder v er Notre-D am e ta l como la le v a n ta ro n los tem p lario s hace siete siglos, con la m ism a b lan cu ra que hizo de ellos unos ilum inados. Creo que fue Louis V euillot quien pedía a Dios le d e ja ra d isfru ta r en el cielo de aquellas grandes y viejas cate d ra les blancas francesas que él sólo las pudo im aginar. Pues bien, algo de esto, y en tono m enor, h a pasad o en R en te ría. E s tá sucediendo que, casi inco n scien tem en te, sentim os hoy la necesidad de vo lv er al principio de las cosas, como si tra tá ra m o s de e n c o n tra r la pureza e ingen u id ad de m uchos c o n tin en tes y contenidos de esta v id a. Q uizá sea esta bú sq u ed a de diafan id ad lo que m ejor defina a la h u m a ­ n id ad a c tu a l, como en otras épocas fueron sus in te n to s por difum inarlo, oscurecerlo o ensuciarlo todo. E s curioso que en este m ovim iento de vo lv er a los o rí­ genes— incluso físicam ente, arrasan d o todo lo que la resaca del tiem po ha a rra stra d o h a sta n o sotros— las iglesias v a y a n en cabeza. Sin pensarlo dem asiado, hoy se a b a te y se destro za casi todo lo que esto rb a. T o d av ía no estam os lo suficiente­ m en te civilizados com o p ara g u ard arlo en u n g ran tra ste ro por si lo consideran de u tilid a d n u estro s sucesores. No nos dam os cu en ta de que estam os ta n inm ersos en la m area como lo estu v iero n en la suya los que hoy d en ostam os. Y es m uy posible que lleguen siglos— de no rom perse la ciclicidad de la H isto ria , lo que to d a v ía nun ca ha sucedido— en que se nos acuse de iconoclastas y de v andalism o, cuando en el etern o binom io pese m ás el a d jetiv o difuso que el diáfano.

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L a m isterio sa educación e n tre fondo y fo rm a— el g ran y y a tópico p ro b lem a del A rte —que hace que a n te situaciones ín tim a s n u ev as el ho m b re se co m p o rte y se rodee de cosas d istin ta s a las de las situaciones p reced en tes, pienso que pued e p la n te a rse ta m b ié n a la in v ersa. E s decir, conv en d ría e stu d ia r la influencia de la circu n stan cia en el hom bre, de lo percep tib le en lo im p ercep tib le, en u n a p a la b ra , saber si el órgano crea la función, lo co n trario del principio co­ m ú n m e n te a d m itid o en biología de que la ñ m ció n crea el ó rgan o . T odas estas elucubraciones vienen a cuento a n te u n a p re g u n ta que m e he hecho m u ch as veces. Si u n a g ran m a y o ría de no so tro s desde que tu v o uso de razó n h a p asado sem an alm en te p o r u n a iglesia, ¿ h a sta qué p u n to p u eden influir las c a ra c terístic a s a rq u ite c tó n ic as, lum inosas, so­ n o ras, etc., de ésta en el niñ o , poroso siem pre a to d a s las sensaciones ? C oncretando, ¿puede crecer con el m ism o ta la n te un niño en fre n ta d o en los largos serm ones a u n a lta r m ay o r b arroco, sinuoso, deform e, con grandes espacios oscuros, a o tro que se a b u rre a n te uno neoclásico, sim ple, p ro p orcionado, hom ogéneo ? No sé si nos hem os p a ra d o a p e n sa r en la su erte que hem os ten id o los re n te ria n o s al b o ste z a r en «la d o ctrin a» a n te u n a lta r ta n com pensado y ta n arm onioso como es el n u e stro . D iseñado p o r V e n tu ra R odríguez, su grandiosidad es lo p rim ero que llam a la aten ció n . J u n to a las m agníficas colum nas de m árm o l rojo local y los p años la te ra les de d ibujo m u y sencillo y leve, nos en co n tram o s con u n a A sunción re to rc id a , con ta l co rte de angelitos que se d e sb o rd an incluso del m arco que los envuelve. E s, pues, u n co n ju n to estu p en d o que co njuga p e rfe c tam e n te dos estilos y concepciones d is­ tin to s.

E s quizá en esta conjugación de estilos y técnicas a rq u i­ tectó n icas en donde está el secreto de la sin g u larid ad y de la u n id a d de la iglesia de R e n te ría . No es n a d a excepcional, pero tien e u n a solidez, u n a facha, u n a p eq u eñ a gran d io sid ad m agníficas. Y es p recisam ente esto — in d e p en d ie n tem en te de lo que uno sea o en lo que uno crea— lo que debem os se n tir y luego co n servar todos nosotros: el e sp íritu a b ierto con que se concibió u n a lta r m ay o r, la v a le n tía con que se le v a n ta ro n un as colum nas y que al en c o n tra rse con poco dinero, se prefirió c o n tin u a rlas p a ra a rrib a que hacerlas m ás c h atas pero ad o rn ad as, en fin, el saber d arse el pequeño lujo de u na bóveda como la que tenem os. E n to d o esto y en otros m il detalles está su sin g u larid ad . S in g u larid ad que hace a las iglesias góticas— en las que el h o m bre pudo p o r p rim era vez e n tr a r de pie p a ra p o strarse después si era su deseo— ser siem pre m odernas y funcionales, al socaire de concilios y refo rm as litú rg icas. P ero volvam os al chorro de aren a. U n h e rm e tista se se n tiría feliz ju g an d o con los sím bolos de la p ie d ra — el sílice, que es la are n a— capaz de p u rificar a la P ie d ra — la G ran O b ra— y volverla P ie d ra v iv a. Lo im p u ro , que purifica lo que fue p u ro . Lo g ran d e, que necesita de lo p eq u e ñ o — que n ad a co m p ren d e— p a ra re c u p e ra r su g ran d eza... Las ideas irían saliendo e n tre lazad as, como las cerezas. S aquem os n o sotros ta m b ié n la ú ltim a de este cesto lla ­ m ado p a rro q u ia de la A sunción de R e n te ría . C uando J u a n X X I I I , siendo card en al R oncalli, v isitó n u e stra p a rro ­ quia en uno de los días que pasó en P asajes S an J u a n , dijo al m arch arse: «T ienen ustedes u n a p eq u eñ a cated ral.» Y lo decía u n italian o que adem ás hab ía sido nuncio en F ra n cia , el país de las catedrales.


M tf& K H S T E SEMANA MUSICAL EN RENTERIA 14 -19 M ayo 1973

ALGO QUE SONO (Y BIEN)

«M USIK ASTE 73» P or Isidoro E C H E V E R R IA

L a Coral « A n d ra M ari» com o o rg an izad o ra y m a d re de la idea, y el A y u n ta m ie n to de la villa com o co lab orador, con el p atro c in io in d isp en sab le de C onstrucciones B erau n , C ajas de A horros P ro v in cial y M unicipal, D ip u ta ció n de G uipúzcoa y C om isaría de M úsica, ofrecieron en la sem an a del 14 al 19 de m ay o del p re se n te año su P rim e ra S em ana M usical « M usikaste 73». O A RSO se com place al d e ja r co n stan cia en sus p ág in as de lo que h a c o n stitu id o a u té n tic o aco n tecim ien to en la v id a m usical del país. ¿Q ué es « M u sik aste» ? ¿ P a ra qué n a c e ? Su o b jetiv o inicial es c la ro : u n a sem an a in te n siv a de estu d io de la m úsica v asca y su p ro b le m á tic a . E l asp ecto form al de cad a edición p o d rá y d eb erá v a ria r, con el fin de no re c o rta r horizontes ni em p eq u eñ ecer n u e s tra p ro p ia visión de la función de la m úsica en la m úsica u n iv ersal. M iradas así las cosas, «M usikaste» pued e te n e r u n lu g a r im p o rta n te en n u e stro q u eh acer m usical, y a sea com o coor­ d in ad o r de esfuerzos com unes, com o p ro m o to r de in q u ietu d e s in v estig a d o ra s, com o in stig a d o r de am biciones cread o ras o sim plem en te de apoyo a n u e stro s in té rp re te s. «M usikaste» n ace de la in q u ie tu d de u n a agru p ació n re n te ria n a , pero n ace p a ra to d o s cu an to s q u ie ra n agregarse a unos m ism os ideales. «M usikaste 73» se p re se n tó b a jo el lem a «L a m úsica v asca hoy». Q uería esto d a r a e n te n d e r que debe e x istir un análisis de la situ a c ió n de n u e s tra m úsica h o y , con relación a lo q ue de hecho se e stá hacien d o o p uede h acerse según las te n d en c ia s u n iv ersales. No se tr a ta b a , p u es, de b u sc a r el éxito fácil de lo y a ad m itid o y asim ilado p o r to d o s. «M usi­ k a ste » h a p ed id o , y pid e, a to d o s u n esfuerzo p a ra p re s ta r ate n ció n a quienes lu c h a n p o r co m u n icar sus ideas. Lo co n ­ tra rio sería tra ic io n a r al e sp íritu de n u e s tra m úsica, siem pre in q u ie ta , y , p o r ta n to , a «M usikaste», u n a pieza m ás en el m ecanism o que e n tre to d o s debem os a c e rta r a m o n ta r y a d a rle u n a p ro m e te d o ra y n ecesaria c o n tin u id a d .

ESTE FUE EL PROGRAM A: L u n es, 14 de m ayo, a las 20 horas. Salón de actos del Institu to N acional de E nseñanza M edia. ACTO D E A PE R T U R A Posibilidad de m a n te n e r hoy u n a trad ició n , por T om ás M arco. Sem inario sobre la p ro b le m á tic a de la M úsica V asca: a) b) c) d)

E l txistu , p o r J a v ie r H ern án d ez. Los coros, p o r Iñ a k i E ra u sk in . Las orquestas, p o r J a v ie r Bello P o rtu . Los compositores, por F rancisco E scudero. M antenedor: J u a n M aría L ecuona.

M artes, 15 de m ayo, a las 20 horas. Salón de actos del In stituto N aciona Ide E nseñanza M edia. D IA D E L TXISTU L a tra y ec to ria del tx istu , p o r Jo sé Luis A nsorena. a ) E l txistu en su origen. b) L a evolución del txistu. c) L a banda clásica de txistu. d ) E l txistu , ¿flauta de m úsica de cámara? e) Posibilidades del txistu en m úsica moderna. Ilu stra cio n e s m usicales: M auricio E lizalde, de A rizcun. B a n d a M unicipal de R en te ría . G rupo E x p e rim e n ta l, de San S eb astián. M iércoles, 16 de m ayo, a las 20,15 horas. Iglesia parroquial de N tra. Sra. de F átim a ( P P . C apu­ chinos ) .

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DIA CORAL Coro A m etsa , de Ir ú n . D ire c to r: F e rn a n d o E c h e p a re. Coro D onosti E re sk i, de S a n Sebastián. D ire c to r: J u a n U rte a g a . Coral L a rta u n , de O yarzun. D ire c to r: J u a n O ñ a tib ia . Coral S a n ta C ecilia, de S a n Sebastián. D irecto r: Iñ a k i G oñi. Schola Cantorum de N tra . Sra . del Coro, de S a n Sebastián. D irecto r: F e rn a n d o V erg ara. Coro O leskariak, de Zarauz. D irecto r: M anuel U rb ie ta . Ochote E rtizka , de A ñorga. D ire c to r: F ran cisco M endizábal. Ochote K a rn a b a , de Rentería. D irecto r: Jo sé L uis A n so ren a. Jueves, 17 de m ayo, a las 20 horas. Salón Victoria. CLASICOS VASCOS (SIGLO X X ) Cuarteto n ú m . 1, Cuarteto vasco, Cuarteto n ú m . 2,

J . C. A rriag a. J . M. U san d izag a. J . G u ridi.

p o r el C u a rte to Clásico de R ad io y T elevisión E sp añ o la. Viernes, 18 de m ayo , a las 20 horas. Salón Victoria. MUSICOS VASCOS DE VANGUARDIA M u n d u a k (m ú sic a electrónica) , A n tó n L a rra u ri. Im provisación, J o a n G u in jo an . Tres pequeñas p ieza s, M aría L uisa O zaita. Iru bat, M aría L uisa O zaita. T río , C arm elo A. B ern ao la. Cesuras, Luis de P ab lo . N u b a , T om ás M arco. Contracturas, A g u stín G. A cilu. O rq u e sta «D iabolus in M úsica», de B arcelona. D ire c to r: J o a n G uinjoan. Sábado, 19 de m ayo, a las 10 horas. Iglesia parroquial de S a n José Obrero ( Iztie ta ). DIA CORAL INFANTIL Colegio N acional P ío Baroja. D ire c to ra : A na M aría T orres M urillo. Colegio N acional Calvo Sotelo. D ire c to r: Jo sé Luis A nsorena. Colegio de R R . M M . A g u stin a s. D ire c to ra : M aría A rán zazu S alav erría. Colegio de H ija s de la Cruz. D irecto r: Ig n acio U b iría.

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Colegio del Sagrado Corazón. D irecto r: Ig n acio U b iría. Colegio de D om Bosco. D irecto r: A ngel A m igot.

llegado a las siguientes conclusiones, que ofrece a la consi­ deración de to d o s, y que celeb raría fu e ra n acogidas con au té n tic o en tu siasm o p o r el p aís: a)

Ikastola Orereta. D irecto r: Jo sé Luis A nsorena. E scolanía de T ip les del Corazón de M a ría , de S a n Se­ bastián. D irecto r: P a d re A nto n io S ierra. Sábado, 19 de m ayo a las 21 horas. Iglesia parroquial de N tra. Sra. de F á tim a ( P P . C apu­ chinos ) . CONCIERTO DE CLAUSURA D iez melodías vascas, J . B u rid i. R équiem en re menor K . 626, M ozart. S o lista s: M atilde P érez B erlan g a, soprano. M aría A ragón, mezzosoprano. Jo sé D u rá n C uesta, tenor. D aniel Suárez M arzal, barítono.

EL TXISTU

U no de los problem as m ás im p o rta n te s que la m úsica de tx is tu p la n te a , es de tip o m a te ria l, y consiste en el ca rá c te r a rte sa n a l que el in stru m e n to h a te n id o h a s ta hoy. D ado el av ance de la técn ica, no p arece que h a y a d ificu ltad seria p a ra la fab ricació n in d u stria l dé u n tx is tu té c n ic a m e n te afinado. Sería, p o r ta n to , de desear que su rgiera en el país u n a casa fa b ric a n te de dicho in stru m e n to , que so lucionaría defin itiv a m en te los problem as de afinaciórf y calid ad de sonido del m ism o. O tro pro b lem a es el pedagógico. Creem os qu& sería in te re sa n te a d a p ta r el tx is tu al m éto d o O rff de enseñanza in fa n til m usical y crea r academ ias que fo rm en profesores que sistem a tic en estudios y coordinen in ic iativ as. T odo esto difícilm ente se h a rá re alid ad sin la ex istencia de u n o rg an is­ mo sup erio r que encauce el ren acim ien to a c tu a l del tx is tu con sus te n ta tiv a s de grupos ex p erim en tales de v a n g u a rd ia y q ue pro v o q u e la in icia tiv a p riv a d a de todos los in teresa d o s. b)

LOS COROS

Coral A n d ra M ari, de R e n te ría . D irecto r: Jo sé Luis A nsorena.

Los coros y orfeones son u n a re alid ad gloriosa en el p a n o ra m a de la m úsica vasca. No o b sta n te , su co n tin u id a d está en serio peligro p o r la ap arició n de coros profesionales

O rfeón P am p lo n és, de P am p lo n a . D irecto r: M. L oren te.

de alto nivel técnico o p o r las dificultades tip o de en tid a d es, com o son:

O rq u esta Sinfónica de B ilbao. D irecto r: P ed ro P irfan o .

— la fa lta de asistencia de sus co m p o n en tes a los e n ­ sayos.

in te rn a s de este

ESTAS FUERON LAS CONCLUSIONES DEL SEM INARIO:

— la fa lta de elem entos nuevos con p re p a ra c ió n m usical suficiente.

R eunido el C om ité de R edacción de «M usikaste 73», de R e n te ría , y a la v ista de las ponencias y deliberaciones del sem in ario sobre la « P ro b le m á tic a de la M úsica V asca», ha

— la fa lta de asistencia económ ica, que p e rm itiría a los coros disponer de unos d irecto res dedicados de m odo p ro ­ fesional a su a c tiv id a d .

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Creem os, pues, que p a ra la consolidación de la existencia de n u e stro s coros debe prom overse u n a educación básica vocal, in iciad a en u n a a d ecu ad a pedagogía m usical in fan til, y c o n tin u a d a después en los cen tro s de en señ an za. T am bién juzgam o s im p o rta n te la creación de u n A rchivo P ro v in cial de M úsica V asca, que ponga a disposición de n u estro s coros las obras de n u e stro s co m positores. A sim ism o, consideram os de sum o in terés la celebración de jo rn a d a s corales, donde co n frate rn ice n n u e stra s agru p acio n es de c an to res, escu­ chándose m u tu a m e n te y crean d o , e n tre to d o s, días gloriosos de a rte v erd ad ero . c) LAS ORQUESTAS L a m úsica o rq u e sta l vasca h a ten id o h a s ta hoy unas o rq u esta s sinfónicas que en el m o m en to a c tu a l p asa n por u n g rav e a p rie to , debido en p a r te a la poca ate n c ió n que se p re s ta en el país a la m úsica sinfónica. Y no parece que re sid a el p ro b lem a ú n ic a m e n te en la escasa do tació n de dichas in stitu c io n e s, sino en la c a n te ra de in s tru m e n tista s, que son los co n serv ato rio s, de d o n d e salen los co m positores y los in té rp re te s que m a te ria lic en la obra del com positor. C reem os, p ues, que la solución del grav e p ro b lem a no e stá fu n d a m e n ta lm e n te en la creación de u n a d e te rm in a d a o rq u e sta , c u a n to en la re v ita liz a ció n de n u e stro s conser­ v a to rio s, que d irija n la form ació n de los alum nos según sus a p titu d e s ; la d o ta c ió n m a te ria l suficiente de las o rq u estas sinfónicas e x iste n te s; la educación de n u e stro pueblo en o rden a la asisten cia a los conciertos sinfónicos, cam ino in d icad o p a ra la elevación de n u e stro nivel c u ltu ra l y m edio ap ro p ia d o p a ra m a n ife sta r el aprecio y apoyo de nu estro s valores m usicales. d) LOS COMPOSITORES Al co m p o sito r vasco a c tu a l le a ta c a el d esaliento, la im p resió n de e s ta r p erd ien d o el tiem p o e incluso el deseo de o rie n ta r la a c tiv id a d cread o ra hacia o tra s c u ltu ra s que re c ib a n m ejor su o b ra. E s que la m úsica de hoy en cierra m ay o res dificultades y los o rg an izad o res de audiciones creen que el público no se h alla b ien d isp u esto p a ra con la m úsica co n tem p o rán ea.

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P o r todo lo cual sugerim os que n u estras agrupaciones m usicales, ta n to vocales como in stru m e n ta le s, ac ep te n con en tu siasm o las obras de los com positores vascos actuales, p a ra estim u larles en su ac tiv id a d cread o ra e in te re sa r al país en la audición de la m ism a. R e n te ría , 19 de m ayo de 1973. F irm a d o : Javier Bello Portu, José L u is A nsorena, M anuel Olaizola, J u a n M a ría Lecuona, Iñ a k i E ra u sk in y José M a ría A guirre.

Y ESTA LA CRO NIQUILLA DE UNA SEM A NA M USICAL: A p ertu ra . C iento c u a re n ta personas en el salón de acto s del I n s titu to de E n señ an za M edia en G alzarab o rd a. N o son m u chas, pero b a sta n te s de ellas dieron b u e n juego en el coloquio final. La m ay o r p a rte de los asisten tes, por no decir to d o s, estren am o s local. M uy b o n ito . L ástim a de tech o ta n b a jo que seg u ram en te lo in h a b ilita p a ra conciertos de c u alq u ie r tip o . U nas p a la b ras del alcalde a b re n el acto y u n as c u artillas de T om ás M arco ponen en m arch a «M usikaste 73». Y cu a tro ponencias de H ern án d ez A rsuaga, E rau squin, Bello P o rtu y E scudero sirven p a ra p la n te a r p ro b le ­ m as de la m úsica vasca a ctu a l y p a ra d a r pie a num erosas y sabrosas in tervenciones de g ran núm ero de asistentes. J u a n M aría L ecuona, eficiente m od erad o r, se las ve y se las desea p a ra d a r por te rm in a d a esta p rim era m an ifestación de «M usikaste» a las once de la noche. T ra b a jito les queda a los señores encargados de resu m ir y p re se n ta r las conclu­ siones. A cto in te re sa n te por to d o . P o r los p o n en te s, por el coloquio, p o r la selecta asistencia. P o r todo. D ía del tx istu . Jo sé Luis A nsorena nos dice in te re sa n te s cosas del tx is tu . Sabe m ucho de esto. Como de o tra s cosas. A sisten al acto dos venerables p a tria rc a s del tx is tu : Isidro A nsorena y el P a d re H ilario O lazarán de E stella. M auricio E lizalde y su a ta b a le ro F élix Iria rte con olor de algo a n ­ cestral y a u té n tic o . T iene su in tervención arom as de n a tu ­ ra lid a d : de hierb a seca, de p an recién hecho, de río lim pio, de ca n to de jilg u ero m u lticolor... Y la B an d a de R en tería com o siem pre: b u en a. Y a está dicho todo. Y m ás ren terian o s con fondo de p ian o : Jo se tx o O liveri y O legario E izaguirre.


teresados colaboradores de Irú n , San S eb a stián , O y arzu n , A ñorga y Z arauz. G ran jo rn a d a coral. Clásicos vascos (siglo X X ). A rriaga, U sandizaga, Guridi... Y pudieron ser m uchos m ás. P ero éstos los re p resen ­ ta b a n bien. Los c u a rte to s de cuerd a rezu m an in tim id a d , sa ­ bor de m úsica bien hecha, e x a c titu d , calid ad sonora. V ir­ tuosism o, en u n a p a la b ra . V irtuosism o en a b u n d a n c ia en el C u a rte to Clásico de R adio y T elevisión E sp añ o la. M uchos, en tre el p a r de c en ten ares de au d ito re s, descubrieron la m úsica de cá m ara al n a tu ra l. Y , según referencias de m u ­ chos, resu ltó a g rad ab le el d escu b rim ien to . «A siain y sus m uchachos», am ables ellos, nos o b sequiaron y d eleitaro n con «propi» y to d o : la preciosa Canzonetta de M endelssohn. V elada sa b o read a p o r aficionados a la m úsica de a ltu ra . R esum iendo el concierto: bord ad o p u ro sobre te la de la fina. Músicos vascos de vanguardia. ¿C uriosidad ? ¿ E x p ec­ tac ió n ?... ¿U na com positora ?... ¿«D iabulus q ué...» ? P o r lo que sea, pero el Salón V ictoria reg istró u na b u en a e n tra d a . L a rra u ri nos explica algunas cosas sobre m úsica de v a n g u a r­ dia. M úsica cósm ica, m undos, gritos desg arrad o res en una voz m agnífica. Sí, M u n d u a k tiene algo. Como lo dem ás, a u n q u e nos cueste com prenderlo. Los in stru m e n to s con­ vencionales, viejos y e n tra ñ a b le s conocidos, no su en an a lo suyo, a lo de siem pre. S uenan a o tras cosas. P ero a cosas. P asm o e n tre los au d ito res y d istin ta s reacciones. Y, salvo a lg u n a r a r a excepción, respeto delicado de un público que sabe e sta r a la a ltu ra de las circu n stan cias y com p o rtarse e d u c ad a m en te. Al final, opiniones dispares, discusiones, y la alegría de h a b e r d escubierto algo nuevo. Y n u e stro a p la u ­ so de ánim o a los audaces que saben a n d a r p o r cam inos n u e ­ vos. Son, siem pre, los que descubren algo.

Y , ¡cómo no!, u n « tx iru lero » de la in te rm in ab le d in a stía A nsorena. B ach con tx is tu , sí, señor. Y con u na afinación conseguible, algo que puede re s u lta r m u y in te re sa n te . La B a n d a E x p e rim e n ta l de T x istu , de San S eb astián , con un a n u trid ísim a re p re se n ta ció n de re n te ria n o s, cierra el día con su in terv en ció n . S orpresa en el au d ito rio p o r los efectos y sonoridades que consiguen. M uchísim os y fu ertes aplausos a la in terv en ció n y pu ed e p en sarse que ta m b ié n al fu tu ro que se v islu m b ra. R e p a rto de recuerdos de «M usikaste 73» y a ca sita con m uchos co m en tario s p o r el cam ino ¡Qué sorpresas! ¡Con lo difícil que re su lta h o y en día h acer y p re se n ta r algo so rp ren d en te! D ía Coral. L a iglesia de C apuchinos a rebosar. Los coros p a rtic ip a n te s ocu p an la p a rte d e la n te ra del recin to . D esde allí suben y b a ja n , se le v a n ta n y se sien ta n , y se oyen unos a o tro s. Cosa, p o r cierto , poco co rrien te. ¡Y cómo se ap lau d en los unos a los otros! (A lguno dice que se le h an qu ed ad o las m an o s ig u alitas a las que p re se n ta b a A tañ o I I I después de los p a rtid o s.) Los coros h a n d escubierto a los coros. Y , de re p e n te , se h a n co n v ertid o en h in chas unos de o tro s. ¿Pie p a ra u n a m ás frecu en te y estrech a colaboración e n tre los coros v a sc o s? ¡O jalá! Sería u n a de las cosas posi­ tiv a s que puede d e ja r «M usikaste 73». Y después algo que el esp ectad o r de a trá s no p resenció: u n a convivencia co rta pero in te n sa e n tre los afitriones de A n d ra M ari y sus desin ­

Día coral infantil. A corto plazo, algo sin d em asiad a im ­ im p o rtan cia : crios que c a n ta n y to c an . Ellos son los p r o ta ­ g onistas y los espectadores. A corto plazo, un p a satiem p o de u n día cu alquiera. A largo plazo, el fu tu ro de n u e stra m úsica. N u estra esperanza. L a c a n te ra , sin la cual n u e stra m úsica — la coral, la in stru m e n ta l y to d a — desap arecería in e v ita ­ b lem ente. «D ía in fan til» , sí; pero ta m b ié n se le p o d ría d e ­ n o m in a r «D ía de la sem illa», «D ía de la siem bra» o «D ía del m añ an a» . Q uizás sería m ás propio p a ra reco rdársenos su im p o rtan c ia. P ero sin olvidarnos de que to d o s los d ías deben ser «D ía del cultivo», si no querem os qued arn o s sin fu tu ro , sin p o ste rio r cosecha. P a ra esta rica e in ag o ta b le c a n te ra , necesitam os can teros que tra b a je n sobre las pied ras con las que h a b rá de co n stru irse n u estro edificio m usical del m añ an a. N u e stra afición debe g u a rd a r su aplauso m ás e n tu sia sta p a ra esos abnegados m úsicos— hom bres y m u jeres— que tra b a ja n en el cam po in fan til. Im p o rta n te cam po si es que p re te n d e ­ mos que la m úsica siga c o n stitu y en d o u n a p a rte d e sta c a d a de n u e stra c u ltu ra . Concierto de clausura. L a iglesia de C apuchinos v estid a de gala. Y los del O rfeón P am p lo n és, A n d ra M ari, solistas y o rq u esta. Todo a p u n to y a to n o p a ra ponerse a las ó r­ denes de P irfan o . E x p ec tac ió n y ten sió n en el a u d ito rio . Las D iez melodías vascas de G uridi su en an alegres, sa lta rin a s, dignas, m ajestu o sas... U na p a le ta llena de llam a tiv o s colores. Y el Requiem de M ozart llenándolo to d o : súplica, oración, esp eran za... E l concierto de clau su ra te rm in a , y te rm in a en u n m arco m agnífico, e n tre ovaciones ro tu n d a s y e n tu sia sta s, «M usikaste 73». H a finalizado u n aco n tecim ien to m usical en R e n tería . U n acontecim iento p a ra seguirlo v iv ien d o , sin p a ra d a s de m u e rte , con pasos de v id a, de a n d a r c o n tin u o . P o r cam inos e n trañ ab les por viejos, y por cam in o s de es­ p e ra n za por nuevos. «M usikaste 73» h a p a sad o y deja u n gratísim o recuerdo. «M usikaste 74» no q u e rrá ser m enos.

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MUSIKASTE VISTO A DISTANCIA Por José Luis ANSORENA

Cuando contem plam os a M U SIK A STE a distancia, lo estam os haciendo a derecha e izquierda, es decir, el pasado y el p o ret ir. En el transcurso de M U SIK A ST E 73 se han agolpado las ocurrencias de últim a hora, las sugerencias de unos y otros, y el recuerdo de lo que se quería y no se podía hacer. Pero ahora es la imagen de M U SIK A ST E 74 la que nos causa nueva acum ulación de sugerencias, sueños y posibilidades para el futuro. D elim item os, pues, una y otra visión.

MUSIKASTE 73 VISTO POR DETRAS Todo em pezó con una idea sim plicísim a: hacer una semana de m úsica. A m edida que los proyectos fueron tom ando cuerpo, m a­ duró la idea central: M U SIK A ST E debía ser una feria o m ues­ trario de la m úsica vasca en todos sus aspectos. La noticia com enzó a correr y se hizo de dom inio público. Inm ediatam ente los interesados en encontrar un sitio en el programa crecieron com o la espuma. Con su pizca de intriga entre com positores e intérpretes, que culm inaba en abundantes quebraderos de cabeza para la organización. A la hora de concretar todo, cuánto dolor por querer y no poder llevar a cabo ideas hermosas, ahogadas en embrión por m otivos m últiples. El día coral tuvo una hermosa realización, pero m uy distinta de la proyectada en su planificación. La primera parte hubiera estado integrada por la interpre­ tación de obras como las que se escucharon. En cam bio en la segunda se buscaba la presentación de obras vascas que por su estructura fueran una novedad: canciones de R em acha, .Juan

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María U garte, R afael Castro... Por expreso encargo de MUSIK A ST E , Lorenzo Ondarra había com puesto «Alkidantzan», obra politonal de gran dificultad, que no se interpretó. Sobre el papel se formó un coro experim ental integrado por elem entos de valía excepcional, encargados de interpretar las obras de m ayor dificultad. La im posibilidad de ensayos anuló su rea­ lización.

El PODER DE LOS INTERPRETES Si existe en la m úsica vasca actual un com positor destacado en el cam po sinfónico, ése es Francisco Escudero. No podía quedar fuera de M U SIK A ST E , pero así fue, si bien en el día coral se interpretaron sus com posiciones «Gizon dantza» y «Canción festiva». La ten tativa inicial de programar la intervención de la Orquesta Sinfónica del Conservatorio de San Sebastián hubiera solucionado la cuestión, pero sus fuertes exigencias económ icas com plicaron la situación, que ya había pergeñado su programa con Escudero (íomo número central. La Comisión de Cultura del A yuntam iento de San Sebastián, a través de su concejal representante, cerró el cam ino a la posibilidad de ayuda, por celebrarse M U SIK A ST E fuera de los lím ites m unicipales de San Sebastián. M U SIK A ST E dio una oportunidad im portante a «nuestra» orquesta, tan necesitada de vitalizarse, oportunidad que no fue considerada de interés. Con ella, Escudero tam bién perdía posibilidades. Ocupó la plaza de la Orquesta de San Sebastián el Cuarteto Clásico de R adio y Televisión española. Los primeros contactos con esta agrupación partieron de la base de incluir en su progra­ ma el «Cuarteto» de Escudero, no estrenado todavía en Guipúz­ coa. Tras una primera aceptación, las gestiones posteriores se convirtieron en serios im pedim entos, que definitivam ente eludieron a Escudero, con la consiguiente pena de la organiza­ ción de M U SIK A ST E. En su lugar se barajaron los nombres de R em acha y Arriaga. El primero era considerado de sumo interés para M U SIK A ST E , pero prevaleció Arriaga por dis­ posición del Cuarteto Clásico, a pesar de ser el que menos in­ teresaba por su notoriedad.

El día de los m úsicos de vanguardia concentró el m ayor número de dificultades y presiones. El reducido número de com ponentes de la orquesta de cámara «Diabolus in música» era un serio obstáculo para la elección de obras de nuestros com positores. No se programaba lo que se deseaba, sino lo que se podía. Por otro lado, ¿podía celebrarse una sem ana de m úsica vasca sin figurar en la jornada de vanguardia nombres como los de Bernaola, De Pablo, A cilu, Larrauri, Marco, etc... ?' ¿Cómo po­ der dar gusto a todos, com positores, intérpretes y público oyen te ? Por fin pudo com unicarse a la imprenta: «No más correc­ ciones». ¡Gracias!

La presencia en el programa de Mozart con su «Réquiem» en una sem ana de m úsica vasca a todos prom ovía la pregunta: «¿Por qué?» La explicación habrá que buscarla en los orígenes de MU­ SIK A ST E , que nació partiendo de la idea de un concierto gran­ dioso de clausura, concierto que será siempre el caballo de batalla. Porque, ¿de dónde sacar cada año una obra sinfónicocoral de gran estilo, que cierre clam orosam ente las jornadas de M U SIK A ST E ? En esta ocasión quiso paliarse de algún modo el extraño final, programando la «Ezpatadantza» de Larrauri. A nte la negativa de los Coros de la ABAO, que fueron los que la estrenaron, se optó por presentar «Contingencias», tam bién de Larrauri, obra que tuvo un gran éxito en la Tribuna Internacio­ nal de la UNESCO en 1972. E sta vez la negativa vino de la Orquesta de Bilbao, a través de su director, que impuso las «Diez m elodías vascas», que no solucionaban nada. Todo este cúm ulo de obstáculos, por evitar m ayor número de ensayos o por una extraña lucha entre clásicos y vanguardis­ tas o por la razón que sea, nos obliga a confesar que en M U SI­ K A STE 73 tuvieron más fuerza y poder los intérpretes que los organizadores. Pero, ¿será siem pre así?

LA CRITICA EX MUSIKASTE Comenzaremos por decir que la oficina de prensa de M USIK A STE funcionó extraordinariam ente bien, gracias a su en­ cargado principal. Pero sus com unicaciones llevaban el sello de la oficialidad, que no sirve a la hora de representar a la crítica m usical. Espontáneam ente honraron a M U SIK A ST E con sus opiniones Tom ás Marco, en el diario «Arriba», de Madrid, que adem ás acom pañó durante toda la semana con em isiones radio­ fónicas de m úsica vasca en B adio Nadional desde Madrid; Baldomero Barón, en el «Diario de Navarra»; «La Gaceta del Norte» de Bilbao; Juan O ñativia, en el «Diario Vasco», de San Sebastián; el semanario «Zeruko Argia», de San Sebastián; las em isoras de San Sebastián, que prestaron m áxim a atención a M U SIK A ST E. Como reverso de estas consideraciones, los críticos locales no estuvieron a la altura de sus funciones para con M U SIK A ST E. El más esmerado el del vespertino «Unidad». El detalle más la­ m entable ocurrió el día de los m úsicos de vanguardia: presentes los críticos, no tuvieron aguante para llegar hasta el final del concierto, del que no escribieron ni una sola línea, cuando todos sabem os que sus opiniones son en circunstancias sem ejantes m uy esperadas y leídas, para buscar entre todos la orientación que necesitam os.

Estas consideraciones, acres o ratos, no deben dejar ninguna impresión de derrotismo. No puede ser. A pesar de todo, MU­ SIK A ST E fue dem asiado hermoso para que renunciem os a él, tal como transcurrió. Pero aún pudo ser superior y nuestro deseo es rendir al m áxim o con los m edios que contam os. Aquí se señalan algunas m etas que quedaron a m edia altura. No queremos olvidar en este m om ento la opinión de algún patrocinador, técnico en planificaciones adm inistrativas: «MU­ SIK A ST E tuvo dem asiada actividad. Con m enos actos y un dinero mejor adm inistrado, M U SIK A ST E pudo realizarse con un presupuesto notablem ente inferior.» La opinión se nos antoja arriesgada y expresada en un terre­ no m uy resbaladizo. Lo decim os porque las com paraciones y m atices de que fue acom pañada estaban m uy lejos de pisar tierra firme. Las semanas de m úsica, sim ilares a M U SIK A ST E, que se celebran en España, funcionan con un presupuesto triplicado. No. M U SIK A STE no debe dism inuir su actividad. Tal vez no convenga aum entarla, pero sí m antenerla y dignificarla, m ientras el apoyo material lo perm ita.

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MUSIKASTE 1 \ VISTO POIl DELANTE Pues sí. Estam os ya con él entre manos. Pero, ¿cómo será ? El equipo de M U SIK A ST E ve en la investigación una labor típica y necesaria para el bien de la m úsica vasca. El gran p a ­ réntesis existente entre Joannes de A n txieta y los clavecinistas vascos es un pecado que debiera haber sido borrado hace m ucho tiem po. Como en tantas cosas, es el P. D onostia en su m onografía «Música y m úsicos en el País Vasco» el que mayores p istas nos ofrece. Por ellas podem os llegar al conócim iento de m úsica y m úsicos vascos de 4os siglos X V I, X V II y X V III, hasta ahora desconocidos por nuestra propia incuria. M U SI­ K A STE podría prom over la investigación durante el año y dar a conocer los resultados en las próxim as jornadas. Tam bién habrá una atención especial para con nuestros clavecinistas y com positores de m úsica de cámara. Se tratará de prom ocionar la m úsica de com positores vascos del siglo pasado, com o Arrieta, Gaztam bide, García, etc..., cuyas partituras adolecen del gusto de la época, pero no por eso deben ser relegadas al olvido. En cuanto a los contem poráneos, será necesario prestar atención superior a nombres de tanto mérito como Andrés Isasi y Fernando R em acha, tan desconocidos entre nosotros.

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También habrá que procurar oportunidades a com positores jóvenes o quienes no lo son tan to, pero cuyas obras yacen en los archivos: Isasa, Castro, Rodrigo de Santiago, Ibarrondo, Ondarra, P ildáin, etc... El día de vanguardia puede constituir una dificultad seria, puesto que las obras de corto número de intérpretes fueron programadas este año. Aum entar la plantilla de «Diabolus in música» encarece extraordinariam ente los presupuestos. ¿Por qué calle tiram os? Porque M U SIK A STE debe seguir presen­ tando a nuestros m úsicos de hoy. El concierto de clausura podía presentar algo de Escudero. ¿«Illeta»? ¿Habrá que recurrir anualm ente al encargo de una obra de gran estilo a uno de nuestros com positores? ¿Y quién corre con la financiación?

Todo lo expuesto de M U SIK A ST E 74 es un cúm ulo de interrogantes, pero bueno es tenerlos. V isto por delante, se nos antoja una extensa pam pa sin riberas ni lim itaciones de ninguna clase. Las m ies es inmensa, pero habrá que espigarla por necesidad. Por ahora nos confor­ mamos con presentar a M U SIK A STE visto a distancia.


LA/ C A LLE/ O E RE ATERIA Por Carlos RIBERA

Tengo delante unos grabados del gran pintor, y amigo inolvidable, Antonio Valverde. Son aguafuertes, realizados con esa despreocupación por la m anera eje­ cutiva, típica del artista. Su meta, su preocupación primordial, era la expresión de un contenido sentimental, nacido de la contemplación del paisaje, urbano o natural, desdeñando el efectismo de trazo o de sombreado, que clasificase su obra en el recinto de «lo clásico» o «lo moderno». Ni heladas fórmulas académicas, ni esnobis­ mos extrem istas, aparecen en sus creaciones, hechas con devoción, en «voz baja», pero uncidas de una entrañable emoción siempre. En estos sencillos grabados, aparecen las calles de R entería. Algunas calles típicas de la villa de Rentería. Vías ciudadanas que parecen ser la consecuencia de un hecho social espontáneo e irreversible, y no el resul­ tado de una planificación previa de escueta utilidad. La casona, que pervive con el aire inconfundible del

caserío, se alinea enfrente de la edificación industrial, y al lado de alguna venerable vivienda con recuerdos arquitectónicos nobles. Y al fondo, la chimenea alta de una fábrica o la torre gótica de la iglesia. Las calles de Rentería, antes tranquilas, silenciosas, con silencio de campo o m onte, son hoy día de un bu­ llicio incesante, de una sum a animación, de una agitación vital extrem a. Rentería ha crecido mucho, muchísimo, y rápida­ mente, m uy de prisa. Y sigue su crecimiento, su expan­ sión, que se refleja a la prim era mirada sólo con ver las nuevas edificaciones que surgen diariam ente por todas partes. Este aum ento desusado, se ha producido, sobre todo, por la aparición de gentes de regiones españolas lejanas, que han acudido atraídas por la actividad empresaria

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nativa. Es un dinamismo de creación económica encau­ zada, que ha producido ese verdadero estallido de con­ centración demográfica diversa. A nte este impresionante hecho, de aum ento masivo y de procedencia variada, no falta gente suspicaz que tem a por la desaparición de un estilo de ser y de vivir de en tra ñ a vasca', ante la riada integradora de tan to s ha b ita n te s de m entalidad alejada de nuestra geografia. Pensamos que ese tem or es com pletam ente infun­ dado. Y no sólo infundado, sino que se convierte, esta ocasión de integración numerosa, en m otivo de am plia­ ción, de propagación, de un estilo vital, tan marcado, ta n macizo, como es el de la región vasca. De siempre es conocida la cualidad del hombre vasco para asimilar, p a ra hacer propia, pa ra dar una im pronta estilística peculiar, a costumbres, modos de vivir y giros idiomáticos. Y esa facilidad de asimilación, sin ningún esfuerzo, sin perder su in nata personalidad, tiene un nombre: se llam a carácter. El carácter vasco, que no sólo se sustenta en el idioma ancestral y original, sino que se refleja continuam ente en un estilo de vida, un modo de producirse socialmente, y que se enraiza básicamente en el misterio telúrico de su país. En su suelo y en su cielo, en su paisaje. No hay cosa más contagiosa que el carácter vasco. La agitación inicial del forastero meridional, pronto se reposa. La fácil verbosidad se frena con la convivencia de un am biente de expresión habitual parca y exacta. El orden, la discreción, la actividad pausada, el equi­ librio del saber vivir y el saber tra b a ja r, el orgullo de ir creciendo, el tra to social democrático, igualitario, p ri­ mordialm ente hum aho, son factores latentes en el am biente primero que ya existía, y que actúa rápida­ m ente sobre el llegado, variando su modo de considerar la vida, cam biando la perspectiva m ental de sus valores sociales. Así, lejos de la estrangulación del estilo vital pror la invasión de m entalidades distintas, ocurre, y creo que no es difícil su demostración, la conversión continua a dicho estilo de ta n ta gente llevada a vivir en el ambiente m ental y m aterial de la región. La im pronta del estilo vasco, nacido de una personalidad fuerte y de unos ideales universales, marca, a todo el que llega a convivir en la región, aunque sea de pasada, y mucho más cuando llega a establecerse definitivamente. Pronto, con espontánea naturalidad, queda incor­ porado a la forma del trabajo, a la seriedad de la palabra, al género dinámico de sus fiestas, a la médula coral de su música...

Antonio Valverde, en sus numerosas estam pas, de las que son una m uestra los aguafuertes que tengo de­ lante en este m omento, supo recoger, insinuar, con delicadeza y hondura, ese hálito característico de lo vasco, que, a pesar de todas las variaciones externas, se m antiene y se m an te n d rá vivo entre las calles de Rentería, silenciosas o turbulentas, afanosas o festivas, como algo no sólo que no acaba, sino que se extiende, se amplía, se abre a m ayor número de particiantes, conquistados inesperadam ente por una convivencia brusca y abundante, que los tiempos nos han traído.

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A todos los renterianos encerrados en con­ tra de su voluntad en el circu lo , los cuales comprenderán mejor que yo mism o esta narración de pura pornografía industrial.

EL CIRCULO VICIOSO Por Raúl GUERRA GARRIDO

A las doce del mediodía, hora de Madrid, dio co­ mienzo el festejo. La botella de donzoilo describió una airosa curva y se estrelló contra la columna metalica; el sherry, denominación de origen jerez, alegró con su aroma la inmutable superficie y resbaló rodeado de aplausos hacia los vidrios rotos, los suyos y los del público, abundante, heterogéneo y con invitación personal. Desde el tenderete adornado con banderas de la patria, de la provincia y de la compañía telegráficofónica, la madrina lucía las piernas mientras el sumo director, enchaquetado a lo manager, remataba la ceremonia—unas breves palabras—del bautizo. —...del radiotelescopio mayor del mundo, cuyo alcance es de doce billones de años luz, con una ganancia neta del campo de longitud de onda de cinco centímetros, cifra diez veces superior, como mínimo, a la de cualquier otro radiotelescopio instalado hasta la fecha ¡y de íntegra construcción nacional! Su aero­ dinámica estructura viene rematada por un reflector parabólico de cien metros de diámetro para cuya confección se han utilizado dos mil cuatrocientos pétalos romboidales, montados flexiblemente a fin de lograr la mayor exactitud y todo ello sobre una estruc­ tura de acero especial (1) que reduce al mínimo la corrosión y el mantenimiento... Le salió bien, la memoria no le fallaba en las áridas cifras de los técnicos, tenía memoria fotográfica para números, n o m b re s 'y caras. «El A B C del Conductor de Hombres», capítulo primero. Se acabó, ya estaba abajo, a la sombra de la enorme estructura, recibiendo y devolviendo felicitaciones con palmeo de hombros. Políticos, ejecutivos, ingenieros, periodistas y la inevitable bella gente de siempre, izquierda divina, derecha gloriosa, comentaban, canapé-copa, canapécopa, el éxito según las normas no escritas de la crítica constructiva. —¿Será íntegramente de construcción nacional? Los de la in dustria auxiliar, pioneros del espíritu m ercadocom unitario y paganos del capítulo p ub lici­ dad, eran intransigentes al respecto. —En lo que a mi empresa toca, sí. Sin duda. Hemos colaborado con un pequeño grano de arena, pero un grano de arena fundamental. —¿De qué empresa es usted? —De «Plásticos Españoles SAE». Todas las juntas de caucho sin tético (2) son nuestras y fabricadas aquí..

Según decrecían los canapés y aumentaban las copas las palmadas se debilitaban, quizá por el tem or a las manchas de cóctel, y las conversaciones deri­ vaban de la crítica constructiva a la palpitante actua­ lidad. — No gana la Liga ni con oriundos. —Como dejen fichar extranjeros, verás, con uno solo, el delantero centro, le basta. —¡Bah! Lo fetén es todo nacional, como el A tlético de Bilbao y nosotros, «Grasas Gómez y Amorebieta», los colaboradores más enanos, pero sin nuestra grasa el cacharro ese no se mueve, y según normas interna­ cionales, menudo control nos metieron, no se lo creían. —Seguro que tenéis alguna patente de fuera. El entrenador del Bilbao siempre es de fuera. —Nada, palabra. Bueno, una tontería; el aditivo de extrema presión (3) lo im portamos porque aquí no hay, pero eso no es nada. A las ocho a. m. en New York, Miss Ethel Updike, primera secretaria del número uno, entró en el edificio de oficinas de la empresa. Sonrió al conserje que le alargó un paquete rectángular; empezaba bien el día, eran los habanos. Parecía tonto, pero últimamente estaban difíciles de conseguir, en especial los del tipo y marca favorita de Mister One. Subió en el ascensor vip porque así se saltaba las oficinas burocráticas, de información y el centro de cálculo. El vip sólo tenía parada en los últim os pisos, ios de oficinas ejecutivas de empresas con entidad world-wide, en la cúspide de la pirámide y situadas en orden jerárquico inverso a la altura, cada piso mani­ pulaba en todos los inferiores, pero obedecía las ór­ denes del inmediato superior. No prestó atención a los nombres... «37: Oilgrease».. «38: Chemical World»... «39: Internatiometal»... Iba al último, al cuarenta, la torre de marfil, la guarida inac­ cesible del vértice con supremo poder. «40: The One Entreprise». Mister One ya estaba trabajando, parecía tan alegre como recién afeitado. Sonrió a los puros y a la chica. Bloqueó el dictáfono y la pantalla de circuito cerrado. —Hoy es un día importante, inauguramos una in s­ talación de vanguardia, un radiotelescopio totalmente nuestro. Avise a mi mujer... —¿Vamos a celebrarlo, cariño? —En el trabajo, abstente. Que hoy sí me espere a cenar, y no te enfades, ya lo celebraremos nosotros. A cep tó la reprimienda. —Sí, señor, ¿algo más? —Un saluda a todos los managers europeos, fe ­ licitaciones, pero contenidas. Miss Ethel Updike so nrió,'siem pre sonreía, y tras hablar con la esposa del número uno, inició una correspondenciade cartas modelo que siempre terminaba con la rutina impresa de la misma dirección: The One Entreprise Building. New York, N. Y. 10005. (1) A c e ro norm a A IS I 316 L, re c o c id o b la n d o, in o x id a b le al n íq u el, lic e n c ia de la In te rn a tio -M e ta l Co. N ew Y ork. N. Y. 10005. U S A . (2) C au ch o de p o lis o b u ta d ie n o , norm a A S T M 14-D-251, con pate nte de P la s tic s E urope S a ri, E stra sb u rgo , s u b s id ia ria de la C he m ical W o rld C o. N ew York. N. Y. 10005. U S A . (3) A d itiv o E. P. d is u lfu ro de m o lib d e n o , norm a A S L E 88A -15, im p o rta d o de L u b ritt G m bh, M u n ic h , s u b s id ia ria de la O ilg re a s e C o. N ew Y o rk. N. Y. 10005. U S A


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NUESTRO CUERPO DIPLOMATICO

El simpático conjunto compuesto por «Los R a nger’s y sus M inoret’s» hizo su presentación ante sus paisanos el 15 de abril del pasado año. Sin embargo, a pesar de que la formación de este grupo es tan reciente, cuenta ya con un brillante historial, en el que el número de sus éxitos coincide con el de sus actuaciones. Siguiendo la idea que inspiró a sus promotores la creación de este conjunto, sus componentes no buscan otro fin que el llevar alegría allá donde se lo soliciten, principalm ente a aquellos que más la necesitan, bien m ediante su presencia o m ediante su participación en festivales de carácter benéfico. Bien merecidos han sido los éxitos de «Los R a n g e r’s y sus M inoret’s», puesto que van cumpliendo sobrada­ m ente los fines que se propusieron, haciéndose mere­ cedores al apoyo y al aliento de todo Rentería.

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Medio centenar de niñas y una decena de músicos van repartiendo alegría en nom bre de nuestro pueblo. Su distintivo es el escudo renteriano. ¿Podríam os contar con mejores em bajadores? Memos tenido ocasión de ojear el álbum en el que con cariño van reuniendo los comentarios aparecidos en la prensa a raíz de sus diversas actuaciones y en cada uno de ellos nos hemos tropezado con un elogio hacia este disciplinado grupo. Sentimos el que por razo­ nes de espacio no puedan ser reproducidos en estas p á ­ ginas. Por todo esto, OARSO envía desde aquí sus más sin­ ceras felicitaciones a «Los R a n g e r’s y sus M inoret’s», a la p a r que hace votos para que en el futuro continúen repitiéndose sus éxitos como premio a sus loables fines.


UN NIÑO EN BICICLETA Por Santiago AIZARNA

Ciertas horas de la vida son bellas porque no se ven, porque la niebla las visita y entonces nadie puede acercarse a ellas. No sa­ bíamos todo lo que hay de real y de diverso en la vida del lugar que amamos, ni siquiera la hora en que ese lugar no es uno y no es puramente negativo, puesto que se puede dar el encanto de todo eso. M A R C E L P R O U S T .- J e a S a n t e u i l

L a im agen es n ítid a . Tiene, eso sí, la p á t in a in e vitab le y gozosa de los años, pero m ás años que p u d ie ra n tr a n s c u r rir , m á s siglos que f u e r a n desfilando en la r u e d a v iv a de la m em oria no p o d r ía n b o rra r es ta visión un t a n t o global y sinc ré tic a del niño que yo entonces era en to r n o a su p aisaje e n t o r n a n te , y la visión an a lítica de hoy, ca zada en perfiles h a s t a de c a r ic a tu r a de aquel niño que m ir a b a , de aque l niño que era como un cor­ derino a s u sta d o p o r la ca rre tera, con u n a bicicleta de niño bajo sus piernas, p ed a le an d o bajo los glaciales fríos de aquellos inviernos de la niñez que eran m uch o m ás fríos q ue los de ahora o así nos lo pare cía n, identificados este ser y p arecer del p r e ­ té r i to y del prese n te en la carne del niño que sufrió su sevicia y en el análisis r e m e m o ra tiv o del perso naje m a d u ro que no p u ede p o r m e n o r de se n tir como p ro p ia la carne de aquel niño, y p ro p ia ta m b ié n la visión de aquel paisaje, y la crueldad del clima, y la c a rre te ra que u n ía a los dos pueblos vecinos con perfiles m edio c iu dada nos el uno, y c a m p e stre, labriego, rústico el otro.

R e m e m o ra r a este niño que, con su bicicleta en a n a h ac ía el recorrido en tre O y arzu n y R e n te ría , es como r e sc a ta r la infancia, como m o n ta r en el Pegaso incoercible y trá n s f u g a de los tie m p o s e ir a p a s t a r a los cam p os opimos en donde la edad se d etu v o , anclados a n t e el espejo e ternal y mágico de P e te r P an . R e c o rd a r a este niño es como v iv ir de n uevo en el a c endrad o sentim ien to de la m e m o ria bifocal, en el ayer p rese ntiz ad o, de la m is m a m a n e r a que, alg u n a vez, recordam o s h a b e r p asado e x a c ta m e n te p o r esa m ism a circ un sta ncia , lu g a r y tiem po, cuando en v erd a d , sabem os p o sitiv am en te , que n u n c a es tu v i­ mos en c irc u n sta n cia p arecida, c ua n do la c e r tid u m b r e del desconocim iento del lu gar nos h a convencido, y cuando la ceniza del tiem po ni siquiera tiene la suficiente u rd im b re como p a r a e n tin ta rn o s la duda. Pero vivo está el niño, y la bicicleta, y la ca rretera. Y al final, como u n a m e ta no deseada, el colegio de R e n te ría , donde el niño iba a a p re n d e r las prim eras letras, que co stab a n a p re n d er

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m ucho más de lo que cu alquiera p u d ie ra im aginar, p orq ue e s ta b a este p rim e r h a n d ic a p de la distan c ia, y después, el otro segundo h a n d ic a p de la lengua, p o rq u e en aquel R e n te r ía de hace unos 35 años que esto ocurría, se h a b í a p la n ta d o e im p la n ta d o el castellano, y aquel niño que llegaba con su bicicleta al pueblo con atisbos c iudada no s, no sabía otra lengua que la que en su ám b ito rústico y labriego solía hablarse, de fo rm a que y a era tro p ez arse con dos obstáculos de fuerza, pero q u e d a b a n to d a v ía m ás, y era el m á s i m p o r ta n te de ellos, esta tim id ez en que siem pre m e he d eb a tid o , p o rq u e yo m ismo era el niño campesino que se allegaba con su bicicleta en a n a a la escuela de R e n te ría , y al en c o n tra rm e a h o ra con aquel yo m ismo que fui se me re v e r­ dece u n poco la n o stalgia de la evocación, se m e q u e d a n como p ren d id o s en los telares de la m ir a d a todos los encantos in d e­ finibles de u n tie m p o y a ido, pero ta m b ié n to dos sus tem ores, sus an gustia s, sus fríos. No es difícil enco ntrarse, con las m anos ateridas, con las desn u d as rodillas a m o ra ta d a s , a un lado de la ca rre tera, m ie n ­ tr a s no p a s a nadie, no p as an m á s que de vez en cuando unas bicicletas, de obreros o y a rz u a rra s que v a n a t r a b a j a r a las fábricas de R e n te ría , y esta m is m a soledad recread a, esta des e rtid a d de u n a c a rre te ra en donde hoy los coches nos des­ b a r a ta r ía n los lagos de la evocación, es suficiente p a r a darnos conciencia de qué m a n e r a nos q ueda m os ya d efinitivam ente huérfan o s de aquel tie m p o, de su en can to, po rq u e e n c a n ta d o r era, p e r f e c ta m e n te vinculado a la elem e n ta lid ad y a la esencia de n u e s tr a preferencia a lo p r e té rito , ver esta c a rre te ra en aq u ella sazón, como un m eàndrico río perdiéndose en la a r ­ boleda, h a s ta que v en ía a dar, afluente, en el otro gran río de la ca r re te r a general, u n a vez t r a s p a s a d a la esq u in a v iv a de la casa de L a rz á b a l que se hub o de a b a tir cu ando el tr á n s ito inició su crecim iento. U no se p r e g u n ta , desde esa m e m o ria de los años, cómo todos somos en v erd a d , seres a m p u ta d o s de historia, p o r c u a n to que lo que las generaciones p resentes no vieron y si nosotros reco r­ dam os, ta m p o c o vim os anteriores acaecim ientos, ta m poco podem o s te n er el gozo de m em oria de recrear siglos anteriores que es, acaso, el dolorido placer que pod ría e n c o n tra r A ashaverus en su p eregrinaje inextinguible. Que es cu ando se tie n e el p à lp ito y la sensación de la h o ja efímera, y a que el árbol es la m is m a h isto ria con su tallo añoso, y las hojas fenecen y vuelven a r e b ro ta r, que es cuando p e n e tra m o s en la un ic id ad n u e s tra , y del tro nco h u m a n o sólo se nos cuelga el paren tesco, como u n a conciencia global de que h a y un h usm o de familia rodeándonos, pero n u n c a lo suficientem ente enterizo como p a r a podernos e nvolver en su significado general. P o r eso, acaso, po rq u e en la c a rre te ra no h a y nadie cuando h o y está dem asiado poblada, no se sabe quién m ira h ac ia dónde, si el niño h ac ia u n f u tu ro que es h o y presente, o el m a d u ro h ac ia el p re té rito ta m b ié n presente, de m a n e r a que las dos m ira das, como bisectrices de ángulos ideales v a y a n a configurar la a l tu r a m e d ia de u n a m ism a personalidad: crecido el niño h ac ia las alm enas de u n desarrollo de su e n tid a d y congraciándose el m a d u ro con su infancia, con un sendero tin t i n e a n t e de recuerdos a sus pies, como pozal de m aravillas en donde a b r e v a r su sed de ilusiones. Pero qu ed a ría fu era de esta evocación, la real a v e n tu r a de la c a rre te ra si no se d iera la tran sc rip ció n de u n dolor que nos p u ed e lacerar m á s a ú n el ánim o al saber que es u n dolor in fantil asim ilado en la congoja, congoja de esas m an os a te rid a s q ue h e ­ mos dicho y a n te la que el niño tie n e el gesto p rim itiv o y elem en­ ta l de calentarlas b ajo el sobaco, q ue es que perm a n ec e así, como m a n ia t a d o , como sujeto p o r u n a cam isa de fuerza m ie n tras llora (evocación del lloro del niño, g im otea n te, m o q u e a n te en la orilla de la ca rre te ra , con la bicicleta caída sobre un ribazo y los cristales de la h e lad a brilland o a n te la luz m a ñ a n e ra ) y no sabe qué decir po rq u e algo m u s i ta en tre los labios, no se sabe si u n rezo como es todo m u s i ta r en los labios de u n niño, y es que lla m a a su m a d re con las m anos quem án dosele de frío, que n u n c a le pare c e rá t a n fuego el frío como a h o ra en donde los millones de agu jas de la sangre le ta la d r a n los dedos, que n u n c a le p are cerá t a n larga, ta n desierta esta ca rre tera como

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cu ando a nadie p uede co lu m b rar en la distancia, ni siquiera el paso de u n a b u r r a de lechera llevand o su b la n ca ca rg a al m e r­ cado, ni siq uiera u n a «gurdiya» con el eje de m a d e r a d esg arrando el aire. Sólo el frío con el que no puede, — A m á, amá...! estirándosele el « a m á a a a ...» en la boca, estirándosele el «amáaaa...» en las lágrim as, en los puñ os que se le a p r ie ta n de coraje, y h a y u n desgarrado la m e n to de u n niño que llora de frío que se nos q u e d a a nidado en el recuerdo del corazón, y que es acaso, desde entonces, desde ese — A m á, am áaaa...! d esg arra d o r c u a ndo hem os e n tra d o en c o n ta c to con la o rfa n d a d universal del ser h u m a n o , cuand o h a llam ad o con voces de frío y de dolor a la a ld a b a de la m a n sió n de dios, y se h a e n c o n trad o d ándose de golpes en su propio pecho, resonándole el propio corazón como la a ld a b a que resu e n a t é tr ic a en los vacíos de la m a n sió n de dios, que es cuando se d a c u e n ta de que no h a y n a d a , de que no h a y n a d a m á s que un niño que llora sobre la ca rre tera, que no h a y n a d a m ás que este niño, n a d a m ás que e s ta c a rre te ra , n a d a m ás que u n llorar, n a d a m ás que un h u érfano, y la m a n sió n de dios está v ac ía p a r a siempre y la ald a b a no hace m ás q ue h erir su propio pecho, qued arse aquí co n tem p lan d o a la bicicleta que es tá en el ribazo, quedarse aq uí con las m ano s e n tre m e tid a s bajo los sobacos, h undiéndose en la conciencia del h uérfano y de la nada. E s t á ta m b ié n , el miedo a la noche, c ua ndo en las noches largas del invierno, la im ag inación que es el gran lad ró n del sosiego, le va d ib u ja n d o en la oscuridad form as vagas, y to d a s las viejas consejas oídas en fam ilia se le recrudecen, y h a y veces en que h a corrido p edaleando con fu ria h a s ta llegar sin aliento, pero h a y veces ta m b ié n que, con el sigilo de u n la d ró n se h a puesto a 1.a zaga de u n a bicicleta y h a peda le ado al unísono, acom pasado, con el ped a le ar del h o m b re q ue v a delan te suyo en su bicicleta, sintien do la protec ció n de la com pañía, — estaré aquí esperando, y a v e n d r á alguien... cuando los faros de la bicicleta, vienen c a rre te ra ade la n te y él se a p r e s ta a seguirlos, que sucede ta m b ié n que alguno se da c u e n ta del seguim iento y a p r ie ta el p eda le ar y el niño suda t e ­ rrores de no querer quedarse en este m a r de n e g ru ra s que es la noche, con rostros negros apareciéndosele contorsionados, y h a y veces ta m b ié n en que el h o m b r e se h a p a r a d o y h a sido él m ism o quien le h a provocado el susto, p or lo q ue le h a desfa­ llecido con el hecho la confianza qu e h a s ta a h o ra s u s t e n ta b a en el género h u m a n o , y que era esa a p ro x im a c ió n del que a h o ra tie n e que huir. L a m e m o ria del niño está de fugaces sensaciones que to d a s ellas tienen que ver algo con los fenóm enos n atu ra les , con las noches y las m a ñ an a s, con los clim as d istintos, con la lluvia y el frío, y el v ie n to sur que le t r a n s p o r t a como en v o la n d as y del cual le q u e d a r á se g u ra m e n te como arregostado ese deseo de siem pre del vuelo, del v olar que y a ha soñado incontables veces, prolongándose como la hoja que es en los aires de la ventolina, pero la m e m o ria del ad u lto está h ec h a de esas m ism as sensacio­ nes tr a s p a s a d a s y a a la categoría del dolor y del raciocinio. C uando a h o r a — la ca rre tera y a es d istin ta , y son distintos los p aisajes todos, y es d istin to el vehículo en donde el niño de ay er p a s a — se evoca al niño que uno fue, viene esa p es a d u m b re de la infancia en donde se sufrió en el paraíso, y el espacio de la m e m o ria se pierde en esa c in ta de ca rre te ra que m edia entre O y arzu n y R e n te ría , p or el que u n niño c a m in a b a y se le quedó pren d id o p a r a siem pre en el recuerdo. E s t a b a n después las clases, los juegos en la A lam ed a en tre la ca r re te r a y el río, la casa en el lím ite del p u e n te que ta m b ié n hub o q u e a b a tir , y está en la evocación de R e n te ría , to d a u n a eda d de la infancia, que la dejam os así, a m a n o izqu ierda según v am os, a m a n o derecha según venim os, m a rg in a d o por el p a s o frenético de nuestros quehaceres, pero q ue siem pre y siempre nos dejó como pren d id o en el pecho la escarapela del recuerdo, esa p l a n t a agraz a veces y a veces dulce que, de alg una m a n era, sirve p a r a am anecernos a edades de resurrección.


OTARIOS S PINTORES

ENTERIA sugeridos por Anthon OBESO Tarros con pinceles; lienzos en blanco, apenas comenzados; otros, preparados; un tubo vacío tirado en un rincón; una espátula olvi­ dada en una paleta en que las pinturas se secaron; los grandes frascos de aceite o de barniz. Y sobre los materiales y los instru­ mentos, comunicándoles la palpi­ tación conmovida del milagro hu­ mano— alegres señales de una liberación ansiosamente deseada— , la mano del hombre. La mano del hombre aceptando el desafío de la propia vida, luchando , dominan­ do, produciendo riqueza. La mano del hombre creando. (D e «Introducción a la pintura», de Mario D ionisio.)

L U IS B U S S E L O : A ia búsqueda de lo insólito.

E ste invierno pasado Luis ha pintado un cuadro que lo ha titu lad o «Sinfonía de color sobre fondo de tristeza». Luego ha pintado «El payaso», y después otro más. Pero antes de todo esto, Luis, y desde que em pezó, allá en los años m ozos, p intó, sobre todo, paisaje. Obras en las que, en m uchas de ellas, la Peña de Aya era el m otivo principal o parte de gran relieve.

La Peña de Aya ha influido en m í mucho desde m i niñez, porque yo dormía en una habitación desde donde veía la Peña desde el amanecer. Y me ha gustado siempre el paisaje de Oyarzun. Gusto, este, que se incrementó a raíz de conocer al estupendo p in ­ tor que fue Valverde, y que, por cierto, utilizaba el pseudónimo de «Ayalde» f junto a la Peña). Por todo esto es por lo que creo que la Peña de A ya ha sido como un símbolo para mí. Es innegable la atracción que ha supuesto en m uchos p in ­ tores, por la cantidad de obras en que está representada, la peculiar silueta de la Peña de A ya y la extraña y variada gama de reflejos que puede observarse, según incidan los rayos del sol durante el día, o en las diversas estaciones del año. Luis no podía sustraerse a esta tentación, m áxim e cuando esta Peña de A ya fue la primera obra enm arcada en la ven tana de su h abi­ tación. Pero ahora, Luis nos sorprende con su «Sinfonía....... — S í, ha sido un cambio, desde luego. La verdad es que yo no he

pintado mucho; dibujar, sí, dibujar he dibujado mucho. Pero, de todas formas, sí ha sido un cambio, sí.

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Yo siempre he pintado en un estilo realista, pero 'este cuadro ha sido una evolución. Este cuadro ha sido una explosión. Sí, una explosión de colores. H ay colores. Colores pintados en un momento de amargura. Colores que significan alegría, que vencen, en definitiva, a ese negro, a ese fondo negro. — Si...

— Creo que sobre lo neqro tiene que haber color, tiene que haber alegría. — ¿ Ha significado algo este cam bio... ? — S i, ha sido una experiencia, un tratar de evolucionar, de cam­

biar. Porque te diré que, a veces, hasta he dejado los pinceles para pintar con los dedos. —Finalidad... — líe tratado de expresarme más a m í mismo. Que m i pintura sea más personal. — «El payaso»...

— Entre la música que me gusta, me ha llamado siempre la aten­ ción el «Vestí la Giubba», de la ópera «Payasos » de Leoncavallo. Ríe, payaso, ríe, aunque tu alma llore. Y es un payaso con cara de medio brujo, con una sonrisa falsa, y su cara no refleja la alegría del payaso que ha tirado un pastel. Es una mezcla de co­ lores, por otra parte. Es un payaso que en su cabeza están bullendo una cantidad de penas y de preocupaciones, que tiene que hacer reír a la gente, porque un payaso es el tema principal del circo, tiene que dar alegría, es esa su m isión. En fin, es eso, un payaso que quiere ser alegre, pero que al mismo tiempo está triste. — ¿Cuándo em pezaste a p in tar?... — Yo quería pintar. Quería pintar. Y quería pintar lo que veía.

Y no hay cosa más hermosa que la naturaleza. Quería pintar la naturaleza, cualquier cosa, una vieja encina, un campo florido. Era una expansión. Yo creo que a la vez estaba rezando, mientras pintaba. Era como un acercamiento a Dios. — Y ahora...

— Ahora es hacer lo mismo, más o menos, pero bajo un punto de vista más personal, más íntimo. — ¿Es una ruptura con el p asado?...

— Es experimentar por otros caminos. — En lo social...

— M i preocupación por las cuestiones culturales fue lo que me llevó a desempeñar cargos en diversas asociaciones y en el A y u n ­ tamiento. Pero esta es otra cuestión. — C onstancia...

— Para m í el pintar ha sido un placer, una forma de expresar. He pintado en todo estado de ánimo imaginable, en momentos de alegría, llorando, en momentos de enorme amargura, olvidándome de todo, hasta de comer. Me concentro, y es una satisfacción. — Pintar hace vein te años, pintar hoy...

— E n cierto sentido antes me exigía más. Me exigía más porque deseaba ser fiel a lo que m is ojos veían. Hoy pretendo ser fiel a lo que m i alma me dicta.

A U R E L IO G A R A Y : Un profesor.

Cuando tiene siete años, una pulm onía doble le pone al borde de la m uerte. D esahuciado por la m edicina, aquella m ism a noche, agobiado por la fiebre, a veces delirando, pide a su madre sus lápices de pintar y papel. Y dibuja. Plasm a sobre el papel la silueta de una iglesia y un cem enterio. — H oy Aurelio Garay continúa pintando...

— He dibujado, he pintado, también lo he hecho con acuarela..., pero como más a gusto me he expresado ha sido con el óleo. Se adapta más a m is cualidades, se puede ser, con este medio, más fiel a los detalles y a la imagen..., las sombras, las luces, en fin, todos los detalles. — Los colores...

— M e gusta la luminosidad, los claroscuros, dar el mayor realce a la obra que estoy desarrollando. La cuestión es dar vida, huyo de los grises y de los tonos tristones. Para m í es luz lo que deseo ex­ presar. — M otivos...

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— Me gustan los bodegones. Creo que para pintar bodegones se requiere un gusto especial, una técnica, una técnica yo creo más depurada que para el paisaje. Me gusta más pintar bodegones. No es que rehuya el expresar otros motivos..., la naturaleza es una maravilla para pintarla, el paisaje... Todo es arte, desde luego. — Es necesario vivir la pintura... — Sí. S í es necesario vivir la pintura. Siempre he ienido nece­

sidad de vivir en la pintura. Cuando por circunstancias de la vida he pasado tiempos sin pintar no he sido feliz. Y a veces han sido tiempos prolongados... de hasta ocho años... — Y Aurelio Garay hace un gesto de pesar...

— Siempre he necesitado volver a los pinceles. E n la madurez es cuando uno ve claro y reconoce que lo mejor es vivir en la inclina­ ción en que uno está vocacionado, al que está llamado. Es por eso que ahora para m í la sociedad casi no existe, m i dedicación a la pintura es fuerte y me olvido de todo lo demás. Es posible que esto sea egoísmo, no voy a decir que no. — ¿ E s posible que el artista tenga que ser egoísta? ... — S í, yo creo que sí. — M adurez... — He llegado a la madurez. Y pienso que ha habido pintores que

han llegado a ser después de los cincuenta años. La experiencia de la vida, ver las cosas con una mayor perspectiva, dominio de la técnica. Y es desde hace un año, aproximadamente, que me he volcado con más pasión a pintar.

— P royectos... pretensiones...

— Para m í pintar es un sedante. Por otra parte uno saca lo que lleva adentro. ¡Hombre!, la mayor ilusión sería poderse dedicar exclusivamente a la pintura. Pero esto no es posible. Aparte de esto quisiera hacer para octubre una exposición en la Asociación de Fomento Cultural. Y sin m irar metas económicas desearía seguir con otras exposiciones, qué sé yo..., expresarme, expre­ sarme, expresarme artísticamente. Con dedicación. — D edicación... trabajo... — V uno desearía un montón de cosas. S í, desearía muchas

cosas. Porque ésta es una provincia que yo creo que es privilegiada. Creo que hay un sentimiento artístico superior. No sólo en el campo de la pintura, también en la música y en otras artes. Se puede observar en los niños. Y este gusto por el arte que se observa en esta provincia es algo que está comprobado. Está ya demostrado. Es interesante por lo tanto ambientar y divulgar. Sería interesante una escuela de Bellas Artes. Porque si hay una en la capital debería haber cuatro en la provincia. Tenía que haber. Ambientar y fo­ mentar más la cuestión artística. S í, desde luego que se hacen ya cosas por ahí, en fin, concursos de pintura y demás. Fomentar ese espíritu artístico tan arraigado en nosotros. Porque el arte hay que vivirlo en todas sus facetas. Por ejemplo, yo pinto, pero me gusta también mucho la música. Y está m uy bien esta semana musical que se ha desarrollado en Rentería. Y es que uno siente el arte en toda su extensión.

— Enseñar... — Y a enseñar. En la Asociación de Fomento Cultural doy clases

a chicos comprendidos entre los seis años a los catorce: dibujo infantil, preliminar. S i a los catorce años de edad veo que des­ puntan les pongo ya a dar colorido. M i labor es ésta, dirigir a los niños a realizarse por una expresión realista. Es necesario mar­ carles una directriz. Encauzarles sobre un sendero recto para dibu­ jar una cosa real. Porque, ahora mismo, yo creo que la pintura abstracta es precisamente porque esos señores no han tenido, para m í, para m i opinión, esa directriz de primero realizar, como Picasso, por ejemplo, que fue primero un pintor clásico, realista , m uy bueno, y que después se pasó al abstracto, en fin, a lo que él vió que a la sociedad le convenía; y para m i los niños siempre

M A R T A C A R D E N A S : Fiscal de la sociedad.

Marta Cárdenas es de San Sebastián. Sin em bargo, ha ins­ talado su estudio en R entería y es Rentería lo que le sirve de inspiración para expresar su obra. Es esta circunstancia lo que nos sirve de base para iniciar la entrevista.

— No sé cómo Rentería ha incidido en m í. Seguramente habrá incidido, pero no sé. Desde luego que no hay una sola circunstancia que rodee a la persona que luego no se refleje en los actos de esta persona, y un pintor, que es una especie de antena que capta todo lo que le rodea, es lógico que luego refleje en sus cuadros. De todas formas yo no sabría decirte cómo Rentería ha incidido en mí. No sé. Marta parece pensarlo un poco. Y después de un silencio...

deben de tener la buena directriz para realizar el dibujo realista, clásico. Luego, que vienen tendencias, como se suele decir, nuevas olas, en fin, yo a nadie quito que cada uno tenga su tendencia, su forma de pintar, pero en principio es necesario un conocimiento de la pintura clásica, de la pintura que nunca perecerá, la universal. — M otivo... técnica... — Y técnica. Porque la técnica es la base. Los niños tienen sus

tendencias y hay que imponerles la técnica para que luego realicen debidamente las obras.

liueno, sí. Rentería sí que ha incidido de una manera. Hace dos años, antes de dar clases en Rentería di en Zumárraga, y es un pueblo de unas circunstancias parecidas a éste, es un pueblo fabril, su construcción es caótica, como éste, la vida es m uy dura allí, aquí también, o sea, desde el punto de vista de la polución, no hay un jardín, no hay nada..., o sea, que lo que voy a decir es peyorativo... Y brota en su rostro una sonrisa tím ida, com o excusándose, com o no deseando continuar con el tem a. Pero querem os saber m ás..,

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Entonces, en este sentido, aquel pueblo me cambió mucho la manera de ver la pintura, y éste ha vuelto a darme el mazazo. Bueno, el mazazo, no, pero, vamos, que ha influido a que yo busque, cada vez más, lo inhóspito de estas construcciones tan apiñadas, de las fábricas unas montadas encima de otras, la gente viviendo entre el humo. Esto quizá sí, quizá yo lo intente reflejar poco a poco y vaya saliendo en m is cuadros. Ahora, no has visto ninguno, en la últim a exposición los he vendido, pero hice cuatro o cinco cuadros que eran vistas desde m i ventana, a través de la ventana, enmarcados en las fallebas y en los listones de la ventana, o sea, divididos en trozos, en parcelas, como está la ventana siempre, y se veían unas fábricas llenas de humo, unas casas oscuras y sucias de ese mismo humo. Una, no sé, de fábricas tenía dos o tres, sólo de fábricas; se veía la Esmalteria, la Papelera, luego tenía otro cuadro de la Lanera, mezclada con casas que también se ven desde aquí delante. Verás que tengo una vista de Rentería que a m í me parece preciosa, pero que es bastante escalofriante porque se ven todos los tejados, unos encima de otros, y tengo unos vecinos encantadores y que me quieren mucho, pero me insistían a ver por qué no p in ­ taba la iglesia. A m í la iglesia me parece m uy bonita, pero no es lo que más me atrae, lo que más me atrae es lo terrible de la cons­ trucción aquí. M e parece impresionante. Esto desde el punto de vista humano. Desde el punto de vista puramente plástico, o sea, estético, también me impresiona porque se producen unos juegos de lineas y de formas que a m í me atraen, me gustan mucho. Por ejemplo, ese dibujo, también es una vista desde aquí, que se ven una serie de tejados, de casas, todas apiñadas, y en primer plano ¡a grúa, todo esto lo veo desde m i ventana. Y a la derecha de esta grúa hay una chimenea inmensa, aunque no se ve en el dibujo, que es la chimenea de la Lanera. A l otro lado está la Esmalteria con sus chimeneas, también, que echan el humo negro. Y esta serie de líneas forman un conjunto que, estéticamente, a m í me interesan mucho. Una serie de formas... — Un poco caótico... — S í, desde luego, pero al mismo tiempo van regidas por la

geometría, o sea, que no son gratuitas, que no sale así porque si, sino que hay una belleza en la manera como se distribuyen las formas y como se interponen las líneas unas con otras. Tienen, no sé, como todo o casi lodo en la naturaleza y lo que nos rodea siempre hay una especie como de equilibrio de formas que a mí me interesa mucho... — O desequilibrio... — S i, sí, también. Es que es lo que es Rentería. Yo no sé quiénes

serían los organizadores; bueno, no ha habido organizador, no ha habido..., el Ayuntam iento no sé en qué medida ha sacrificado la

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estética y la tranquilidad de los habitantes, a cuestión de tipo eco­ nómico, industrial y demás. Indudablemente Rentería es un pueblo de mucho auge bajo el punto de vista industrial y económico, y tiene una vida enorme, pero los pobres habitantes tienen que tener unos pulmones hechos cisco, los crios no toman el sol ni el aire. Menos mal que Rentería se salva porque tiene unos alrededores magníficos, que también los veo desde aquí. Veo la Peña de Aya, el casco de Arramendi, San Marcos, el Jaizkíbel, en fin, es una maravilla. Y cuando llega el domingo la gente se escapa, trepa por esas laderas y ya toma el aire. Los lienzos están por aquí y por allá, apoyados en la pared, en el suelo...

En estos dos cuadros no se ve Rentería en concreto, se ve una especie de laberinto, de vigas, tablones, cemento, en fin, el laberinto que se forma en cada obra. Esta es una construcción que tengo frente a m i ventana, que la estoy viendo a diario, que está trepan­ do, que está creciendo a una velocidad bárbara. Se ve esta inquietud que ha sembrado Rentería en m í, de ver lo caótico que es lo que me rodea desde el punto de vista estético. Para m í el cuadro intenta ser un reflejo de estos caos, de esta desolación, y quizá por eso me atrae. Y en este otro cuadro, también. Toda persona que esté un poco familiarizada con la pintura podrá ver que a m í me interesa la composición, es decir, la división del cuadro en distintas zonas. Es para m í una constante en mi pintura, siempre, esta preocupa­ ción por las formas, por la geometría casi. Y uno em pieza a extrañarse de su extrem ada juventud , casi parece una adolescente, su voz, sus gestos repletos de intención, su sonrisa instantánea, libre...

Esto es un motor que lo he visto en un sitio, que, ahora te lo voy a explicar, porque estoy impresionada por ese lugar. Y esto es una serie de elementos que son casi iguales, van casi horizon­ tales- y de repente suben y luego se vuelven a poner horizontales y van todos en la m ism a dirección. Sin embargo, cada cual coge la curva en su momento, son como los dedos de la mano que aunque son m uy parecidos cada uno es distinto y tiene la curva en un momento distinto, 'i’ el grosor de estos tubos varía de uno a otro. Entonces se forma una composición, para m i gusto, m uy intere­ sante, aparte de que el tema es de un macabro que, como todo lo mío..., que, no sé si verás..., mira... Ahora te voy a explicar, porque he descubierto un lugar, un sitio de desguace, y me estoy pasando el día allí, porque es un sitio siniestro donde la polución es enorme, el río huele de espanto y trae una especie de napalm negro, donde el muelle está impreg­ nado de eso. Esto me ha impresionado mucho y he realizado estos tres dibujos y quiero hacer más. M e interesa mucho.


— Y q u é más...

!

— Me interesa también los efectos de luz, o sea, el claroscuro. Cómo la luz incide, cómo se forman sombras, cómo, por ejemplo, aquí, cada tornillo proyecta... — A tr a íd a p or los desperdicios...

— No es que me atraiga. Lo que pasa que el pintor, aunque no lo quiera, y yo sí lo quiero, tiene que ser un poco fiscal de lo que su­ cede a su alrededor. Tiene que denunciar. Y aquí, en Rentería, hay que denunciar de qué manera la industria se está comiendo a la gente, y esto se ve por todas partes. Entonces, esta fiebre de pro­ ducción, que es sanísim a por un lado porque es fuente de riqueza, pero también es inhumana, pues está acabando con todo lo que el hombre puede gozar. — ¿Camino d istin to al p in to r de paisaje o bodegón?... — Yo comprendo al pintor de paisaje o bodegón, pero no es lo mío.

Y, de todas formas, quizás, yo tendría que hablar un montón de todo esto. Primero, que pienso que hoy en día el pintor tiene que plantearse una serie de temas, de problemas, que sean distintos para cada pintor, o sea, no creo que el pintor pueda decir: «Como resulta que toda la vida-la pintura han sido bodegones, paisajes y retratos, yo voy a seguir haciendo bodegones, paisajes y retratos)). Yo creo que eso no resulta válido. Yo creo que el pintor debe plan­ tearse las cosas desde un punto de vista personal. E l pintor tiene que llegar y, con la m áxim a libertad que pueda disfrutar, que es m uy difícil, porque en realidad nadie tiene libertad, pues todos estamos condicionados por el ambiente en que hemos sido educa­ dos y por el ambiente en que vivimos, pero con la m áxim a libertad con que el pintor pueda disfrutar, plantearse el problema bajo el punto de vista personal, que es lo que me interesa, que es lo que me atrae, que es lo que verdaderamente le conmueve al pintor. Y, ante eso que l$ conmueve, pintar. Yo empecé atraída no por los temas, sino por la plástica, por la composición, por la forma, por el color, nada más. Entonces, te voy a explicar un poco m i trayectoria. Yo empecé a pintar a los quince años. Había tenido una serie de problemas con m is amigas, en el colegio, y me sentía m uy sola y m uy triste, me sentía des­ graciada, era la típica niña patosa que no tenía amigas. Y en­ tonces me refugié en la lectura y después descubrí que había una cosa: era la pintura. Aquello me fue gustando, me fue gustando y empecé a pintar. Entonces, no tenía experiencia en el campo de la pintura, se me daba m uy mal y era m uy cría todavía, empecé a hacer lo que yo creía que era la pintura, me iba al monte y hacía paisajes y demás, caseríos, etc. Y no se me ocurría que podía hacer otras cosas. Yo recuerdo cuando estaba en el colegio y que me sentía m uy desgraciada, como digo, cuando empecé...

M a rta vuelve a sonreír con su ca racterística e spo n tan e id ad ...

Entonces, entrábamos a las ocho de la mañana y salíamos a las ocho y media de la noche, comíamos allí y todo, era un plan ab­ surdo, monstruoso. Entonces, yo me levantaba a las cinco o seis de la m añana y me iba con m i cartapacio al monte. M e acuerdo que eran unos cuadros de blanco y negro, casi grises, oscuros, pues a esas horas no había ni luz. Y como yo iba a los alrededores de San Sebastián, me iba por detrás de la Tabacalera, al puente de hierro, a Urgull o por Ulía, y a esas horas todo era m uy oscuro, y uo creo que eso ha influido muchísimo a lo que he seguido hacien­ do toda m i vida. Luego empecé la carrera de Bellas Artes, en M adrid. Y cuando venía aquí, en verano, me refugiaba en casa de m is padres, y como me empezó a aburrir lo que se hacía siempre, el paisaje y lo que hacía lodo el mundo, entonces empecé a buscar temas que reunie­ sen las condiciones plásticas que a m í me interesaban, que hubiese un interés de color, de formas y demás. Y el tiempo me ayudó, pues empezó a llover y llover y no podía salir de casa. Y empecé a descubrir que dentro de casa había cosas interesantes. A l princicpio pintaba toda una habitación completa, luego fu i restrin­ giendo el interés a esquinas, a manillas, a puertas, la sombra que producía una silla en el suelo. Ya has visto que tengo cantidad de cuadros en es a línea. Y fu i descubriendo que aquello tenía mucho interés plástico, puramente plástico. Y uno c o n tin ú a aso m b ra d o , ca d a m o m e n to m á s a som b ra do, de su ju v e n t u d .. .

Ahora, aunque, la verdad, debo reconocer que durante mucho tiempo yo era partidaria del arte por el arte, o sea, la pintura para los pintores y de buscar una satisfacción personal en lo que yo pintaba, ahora me doy cuenta de que, por un lado, eso llega a m uy poca gente, y por otro lado, yo estaba m uy alejada de los problemas de la sociedad en general. Ahora me preocupa mucho más los problemas de la sociedad, aparte de que estoy en un pueblo en que los problemas son m uy gordos, y aunque pienso que m i pintura, muchas veces, no va a llegar a la gente porque..., pero eso no es culpa m ía, ni de la gente, es culpa de la sociedad que permite que... que el arte sea para las altas esferas de la gente más culta y demás. Y ésta es una cosa que deseo combatir a fondo, por eso me dediqué a dar clases; quería que la pintura llegase a los crios, a la gente. La enseñanza es una maravilla. A sí yo veía que crios de todas las clases sociales que iban al Instituto, yo les enseñaba ciertos cuadros, les iba explicando y veían la pintura con agrado y con interés. Es cuestión de educación. Entonces, ahora, junto al interés por la plástica en sí, o sea, por la composición y el color y demás, cada vez tengo un interés mayor por los seres humanos que me rodean y por las preocupaciones y los problemas de estos seres humanos.

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UN P RO BLEM A

FORESTAL

LOS ROBLES DE RENTERIA, FRENTE AL PINO INSIGNIS Por Iñaki LINAZASORO E l m unicipio de R e n te ría h a d ado u n ejem plo y u n a p a u ta a seguir al re sto de los pueb lo s guipuzcoanos, sacando p a rtid o de u n a conm em oración u n iv e rsa lm e n te fe stejad a, cual es el «D ía M undial F o re sta l» . F u e a m ed iad os de m arzo — no recu erd o la fech a— cu an d o u n a c a te rv a de chiquillos re n te ria n o s a b a n d o n a ro n sus quehaceres escolares p a ra tra sla d a rs e al lejan o p a rq u e m u n icip al de L is to rre ta , y de allí h a s ta M alb azar, al o b jeto de p ro ced er a la p la n ta c ió n de tre s m il re to ñ o s de robles y h a y a s. L a ja c a ra n d o sa p e reg rin ació n in fa n til fue p resid id a p o r las a u to rid a d e s locales y a n im a d a p o r los txistularis, in s­ tru m e n to ta n v in cu lad o a la a c a ric ian te so m b ra de los caducifolios en las estivales ro m erías é u sk aras. L a fiesta fo re sta l de los errenderitarrak ab re u n p o rtillo a la esp eran za. A u nq u e no fu era m ás que p o r m im etism o, si to d o s los m unicipios guipuzcoanos co n m em orasen de esta guisa la in titu la d a « F ie sta del A rbol», en pocos años con­ te m p la ría m o s em ocionados el b r o ta r de m aravillosos b o s­ qu etes de a u tó c to n a s fro n d o sas, d isem inados p o r la sem pi­ te rn a m e n te v e rd e geografía v á rd u la . Fieles a u n ecosistem a, co n serv aríam o s n u e stro e n v id ia ­ ble p a isa je p a ra solaz de n u e stro e sp íritu y legado de fu tu ra s generaciones. P ero a ú n m e q u ed a o tro elogio p a ra los ediles ren te ria n o s que re m a n c o n tra c o rrien te con visión de fu tu ro , en altecien d o en u n acto d id áctico las nobles especies a r ­ bó reas, de u n tie m p o a esta p a rte a rru m b a d a s p o r la m a y o r re n ta b ilid a d del p ino «insignis». H ace e x a c ta m e n te cien años, que el a ris tó c ra ta y p o lí­ tico b ilb aín o , M ario A d án de Y a rz a , p la n tó el p rim e r ejem ­ p la r de p in u s radiata (co m ú n m en te d en o m in ad o in sig n is) en E u sk a le rri. P o r la co incidente efem érides c e n ten a ria, p e rm íta m e , le c to r am igo, que m e ex p lay e sobre el tem a . E X C E S O DE P IN A R E S

E n 1873, llegó a n u e s tra tie rra el pino in sig n is, que p o r carecer de n o m b re euskérico se le llam ó con u n a p restació n de su n o m b re lin n ean o : p iñ u a . Se aclim ató m u y bien y su crecim ien to era m ucho m ás rá p id o que el de las clásicas especies. A cien años v is ta de aq u ella ex p erien cia, a cam bio de bosques de fro nd o sas, ten em o s p in ares, que eq u ivale a d ecir fábricas de madera. Casi u n tercio de la superficie to ta l de G uip ú zco a— sesen ta m il h e c tá re a s— se h a lla n ocupadas p o r resinosas, con pred o m in io del pino insig n is. E s cad a día m a y o r el desfase e n tre la superficie o cu p ad a p o r las d iversas v a rie d a d e s de caducifolios a u tó c to n o s y las exóticas coniferas. Los m u y nuestros: aritza k (robles), pagoak (hayas), g aztañak (castañ o s), lizarrak (fresnos), u r k ia k (ab e­ dules)... su cu m b en b a jo el h a c h a im p lacab le y , en su lu g ar, se p la n ta el in sig n is. ¡C u án tas veces h a b ré invocado el p o n d erad o acuerdo de las J u n ta s G enerales de G uipúzcoa, re u n id a s en Azcoitia el 1657...! P ro h ib ie ro n ta la r árboles jó v en es, p e rm itien d o d e rrib a r los m ad u ro s, siem pre que p o r cad a ejem p lar ta la d o se p la n ta se n dos de su m ism a especie. A quellos d ip u tad o s

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guipuzcoanos de tre s ce n tu ria s a trá s , p ro fe tiz a b a n lo que iba a suceder resp ecto a la desforestización, p o rq u e si alguna profesión es rig u ro sam en te fiel a su n o m b re, es la de explo­ taciones forestales... D o n d e e n tra la m o to sierra, llegó la desolación. L a b ru ta l m etam orfosis de 60.000 h e c tá re as de pastizales, terren o s de la b ra n tío o bosques de caducifolios, tra n s fo r­ m ados en p in ares, inciden g ra v em en te y con signo n eg a tiv o en la visión del p a isaje, o tro ra risueño y de v a ria d o v erd o r. E l pino in signis es la m o rta ja del p aisaje vasco. T eniendo en cu e n ta el p rag m ático a m b ie n te de n u e stra sociedad con­ su m ista , el a rg u m e n to de la p é rd id a de u n v a lo r de signo esp iritu a l, el p a isa jístic o , es p ro b ab le que p ro v o q u e e stú p id as risita s, típ ic a reacción de u n país cív icam ente d e c ap ita d o . A V izcaya y G uipúzcoa, con el pino insignis les h a suce­ dido lo que a n u e stro organism o con el vino. B ebiéndolo en convenientes dosis, es re c o n fo rta n te y salu d ab le, pero si ab u sam o s de él, nos esclaviza y d estru y e. lio». ¿M P E R J U I C I O DEL M O N O C U L T I V O

E l abuso, m ejor dicho, el m on o cu ltiv o del pino insignis está creando serios p ro blem as. L as plagas ex isten allí donde el h o m bre a c tú a c o n tra los ecosistem as n a tu ra le s. E n el P aís V asco, la am bición de este ser h e te ró tro fo (léase el hom bre) h a a lte rad o el ecosistem a, p rovocado p o r el b á rb a ro m o nocultivo del in sig n is. Con ello, h a creado dos plagas fa tíd ic as que a ta c a n y p o nen en peligro la v id a de las resi­ nosas. L a Thaum etopoea P ityocam pa S c h iff conocida v u lg a r­ m en te com o procesionaria y el Pissodes N otatus Fabr, que a c tú a p re fe re n tem e n te en los ejem p lares jó v en es, llegándolos a secar en poco tiem po. C uando en tre caducifolios y coniferas ex istía u n eq u i­ librio c u a n tita tiv o , los p ájaro s se com ían a los bichos que a h o ra c o n stitu y e n plaga. E l m onocultivo del pino h a a h u y e n ta d o a los p ájaro s, y a que la im p reg n ació n resinosa en su p lu m a je ento rp ece su vuelo y an id aje. H u elg a in d ic ar que los peligros de incendio en nu estro s m ontes h a au m e n ta d o con el m o nocultivo de las resinosas. O tra de las espadas de D am ocles que se cierne sobre el insignis es el rigor del invierno, de m an e ra especial p a ra los ejem plares sitos en altitu d e s superiores a los 500 m etro s. Y p a ra te rm in a r, el pino acidifica la tie rra , siendo n o to ria la pobreza del hum us del insignis reflejad a en la escasa v a rie d a d de setas que se rec o leta n en el p in a r. A d m ite pocas p la n ta s sim bióticas y m u ch a m aleza que favorece el im p u n e desen­ v o lv im ien to de las alim añas. Los econom istas, esgrim en arg u m en to s favorables al in sig n is, y a que las personas físicas que lo p la n ta n p u ed en beneficiarse de su ta la . P ero este a rg u m en to que com prendo sea fa v o ra b le m en te acep ta d o en en tid ad es p a rtic u la res, n u n c a d ebiera de ad m itirse en n u e stra s C orporaciones p ro ­ vincial y m unicipales. Como p o r segunda vez lo h a hecho el A y u n ta m ie n to de R en te ría , p la n ta n d o robles en M albazar. P o r cu an to an teced e, pues, envío m i m ás en tu siástico Z O R IO N A K ! a don R am ó n M úgica, p rim era a u to rid a d rente ria n a , m endigoizale, a m a n te de la n a tu ra le z a , y a cu an to s le sec u n d an en la organización de la « F iesta del A rbol».

La pasada N och e b ue n a , los del « U rd a b uru » nos h ic ie ro n s u b ir hasta su m onte. E ntonces en M albazar no había más hayas que las que dan so m bra a la chab o la, y p o r sí un día ta m b ié n éstas fa lta n , las re tra ta m o s. A h o ra , sin e m ba rg o , se sien te n se gu ra s, m ie n tra s cu id a n de los 3.000 re to ñ os q ue las c irc u n d a n .


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DEL

ARBOL

Y

DEL

N ID O

Nos reu n im o s en la A lam eda de G am ón, los niños, p ro ­ fesores y a u to rid a d e s que vam os a p a rtic ip a r en la p lan tació n de los árboles. Se calcula, por los d ato s que p ro p o rcio n an los profesores y m aestro s de los colegios, que som os unos 3.000 niños; parecem os m uchos m ás. S uenan los a ltav o ces y los niños se p re p a ra n p a ra in te r­ p r e ta r el «H im n o al árbol», que será la señal de p a rtid a . El señor alcalde nos dirige unas p a la b ra s, hervim os de im p a ­ ciencia p o r salir. E n mi calid ad de « in d ep en d ien te» esto y fuera de la organ izació n , y a que v o y con un g ru p ito de am igos del Club D ep o rtiv o U rd a b u ru . No ten g o que en rolarm e en n in g u n a de las enorm es filas de niños que a cu d en con sus colegios. S ubido en el quiosco observo la p laza, parece que hierve u n enorm e caldero de c u e n ta s m ulticolores, ta l es el m o v i­ m ien to y colorido. Y a han com enzado a a g ru p arse y salen de la A lam eda enfilando en n u trid o y alarg ad o grupo hacia la c u esta de las A g u stin as. E ste es el com ienzo de un a de las m ás h erm osas jo rn a d a s que he viv id o . Con mis am igos a ta ja m o s p o r la cu esta de la E s tr a ta , re cien te m en te re fo rm a d a , pues querem os o b se rv a r desde un p u n to e stratég ico la m arch a de la co lu m na. El señor

P°,L,Vicente e l iz o n d o

alcalde al fren te , con a tu en d o m o n tañ e ro , au x iliad o por un «m unicipal» con uniform e y za p ato s reg lam en tario s. Le com padezco, por los zap ato s y po rq u e tien e que re te n e r el ím p e tu de la colum na de niños que le sigue. S en tad o en m i pu esto de m ira les veo p asa r. E sto y em ocionado, puede que sea porque me siento im p o rta n te — ¡voy a p la n ta r un árb o l— y puede ta m b ié n que me h ay a g anado la em oción del m o m en to . Oí en la A lam eda que hacía alred ed o r de 50 años que no se h ab ía celebrado un acto oficial de p lan tac ió n de árboles por los niños, p orque p a ra m í esto es u n acto oficial, ya que com o en la fecha que c ita n ta m b ié n asisten las a u to rid a d e s. La enorm e fila de niños co n tin ú a por la c a rre te ra ; noso­ tro s volvem os a a ta ja r, apresu ram o s el paso y llegam os an tes que ellos a «V entas», como era n u e stro p ro p ó sito . T om an el cam ino vecinal y siguen h a sta el P a rq u e de L isto rre ta . E stam o s en la p rim e ra quincena de m ayo y to d a v ía los árboles m u e stra n sus ram as desnudas de h o jas. A un así com o los veo ah o ra , sin h ojas, con sus ram a s de form as c a ­ prichosas alzadas al cielo, sus re to rc id a s raíces escapándose de la tie rra , no puedo v er en ellos su u tilid a d m a te ria l, no veo en ellos m uebles ni solivos p a ra te ja d o s, veo seres que v iv en dorm idos, que llenan m i alm a de alegría, de paz. No m e ha sido d ado to d a v ía v er n a d a m ás herm oso que u n bosque. Me gu sta p isa r las h ojas secas que cu b ren la tie rra

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y se n tir como c h asq u ean . A rra s tra r los pies llevándolas d e la n te de m í. Me g u sta tu m b a rm e b ajo los árboles y m irar hacia a rrib a tr a ta n d o de v er c u á n ta s capas de ram a s puedo c o n ta r. V er en p rim a v e ra cu an d o em piezan a asom ar las h ojas c u á n ta s to n a lid a d e s de v erd e localizo, t r a ta r de v er el azul p o r e n tre los huecos que qu ed an al m overlas el v ien to . C errar los ojos y ab riéndoles de re p e n te p illar el tono rosado que se quiere escap ar al a b rir co m p letam en te los párp ad o s.

haciendo algo que reco rd aré siem pre; tenem os árboles suficientes ya que son 2.000 los que se hab ía p rev isto colocar y com o decía a n tes sólo som os unos 760 los niños que hem os llegado. Claro que las a u to rid a d es ta m b ié n colab o ran , con ta n ta o m ás ilusión que nosotros. O bservo que p o r lo m enos en esto de p la n ta r árboles estam os m uy cerca las dos gene­ raciones. H em os te rm in a d o n u e stra h ilera; no resisto la te n ta c ió n de te n e r un árbol ex clu siv am en te mío y como to d a v ía q u e ­ d a n algunos sin p la n ta r, lo pido. T iene la p u n ta ah o rq u illa d a, y au n q u e ya no e n tra en la hilera que p la n té con mis am igos, lo conoceré fácilm ente. No sé p o r qué lo p la n to con algo m ás de em oción. Me parece que en éste pongo algo m ás de mí. Dos hileras m ás a rrib a u na niñ a p la n ta el suyo, es ru b ia y me a tra e el brillo que el sol pone en su pelo; he v isto alguna vez algo parecido, cuando el sol ilum ina las am arillas hojas de los árboles en el otoño. Pienso que las niñas tie n e n algunas cosas m u y ra ra s. E s ta pone u n as flores de San José ju n to a la raíz de su árbol; no la conozco y me g u sta ría p re g u n ta rle por qué lo hace, pero no me a tre v o , es m ás p eq u eñ a que yo. Sigo pisando la tie rra de mi árbol y me alegro que esté cerca del suyo, así p o d rá m irar él ta m b ié n las flores. La niñ a me m ira, tien e los ojos azules. Sé que m i árbol irá asociado p a ra siem pre en mi recuerdo a u na niñ a de pelo rubio y ojos azules. ¿Cómo serem os los árboles y nosotros cuando pase el tiem po ? Colocan los nidales, no p a rtic ip o , prefiero co n tem p lar cóm o ha q u edado n u e stra p la n ta ció n h a sta el m om ento de e m p ren d er el regreso. La p a ra d a p rin cip al y com ida es en el P a rq u e de L isto rre ta . Se ha in crem en tad o la asistencia con m uchos fam iliares de los niños. E l ta b la d o p a ra la b a n d a de m úsica e stá colocado, y sus com ponentes su b en en a u to ­ bús. E l a m b ien te es de bullicio y alegría, v a h a b e r juegos in fan tiles y to d o está p re p a ra d o . Comemos en g ru p ito s sen tad o s en el suelo. E l consum o de bebidas refrescan tes, a p esar de que sopla un fresco v ie n tec ito , es enorm e. E l sol que nos ha acom p añ ad o d u ra n te to d a la jo rn a d a sigue dando colorido al paisaje. La gente m en u d a em pieza a reclam ar que com iencen los juegos infan tiles; com o por lo que se ve p ri­ m ero está p ro g ram ad o que nos dé u n concierto la b an d a m unicipal, se colocan en el ta b la d o con su d ire cto r, el m aes­ tro U b iría, al fren te, b a tu ta en m ano.

H a y u na p a ra d a en el P a rq u e ; m uchos niños sé lian sen ­ tid o cansados o a tra íd o s p o r las posibilidades que ven de p a sa r la jo rn a d a ju g a n d o . Som os unos 750 los que seguim os h a s ta el pago de M albazar don d e se va a e fe c tu a r la p la n ta ­ ción de árboles y colocación de n idales. A hora que en tram o s en la p ista re cien tem en te c o n stru id a , sin tien d o la p ro x im i­ d ad del pago, crece m i em oción. H ablam os e n tre m is com ­ p añero s de p la n ta r los que nos co rresp o n d an en equipo, así ten d rem o s en com ún algo m ás que n u e stra incipiente am is­ ta d . H em os llegado, to d o está bien o rganizado, los arbolitos en o rd en ad o s m on to n es, los hoyos ab ierto s esperan en la tie rra . S iento crecer m i em oción. Nos d a n a cada uno un arb o lito y nos dicen que lo coloquem os donde queram os; pro cu ram o s elegir u n a fila e n te ra y e n tre los seis que fo r­ m am os el grupo los vam os colocando. S iento que estoy

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No sé por qué espero que suceda algo d iv e rtid o y ... sucede. A traíd as por la b a tu ta las n o tas salen de los in s tru ­ m entos. A nte la ex pectación de los a sisten tes se lan zan al aire al no e n c o n tra r sobre ellas el obstáculo de la c u b ie rta del quiosco. Ju g u e to n a s se cuelgan de las ram as de los árboles en im posible p e n ta g ra m a . O tras corren ladera ab ajo p a ra en ­ c o n trarse con el ru m o r de la erreka de «C uevas», p a sa n a l­ b o ro ta d a s ju n to a las m onjas de las «A gustinas» que h an d ejad o su clausura y su b y u g ad as por el azul del cielo y el verde de n u estro s cam pos no las sienten p asar. O tras p e ­ n e tra n por mis oídos y me in v ita n a unirm e a ellas, a c a n ta r... Sobre esta cima que el sol orea, por techo el cielo, por fondo el m ar... R egresam os al pueblo, las filas no son ta n o rdenadas com o por la m añ a n a. E sto y cansado y. no tengo ganas de o te a r horizontes. S iento em oción por los árboles que he p la n ta d o , por el día que he vivido. E s posible que o tro año p la n te otros árboles, pero éste fue el prim ero. Allí en M alba­ zar he dejado algo m u y mío que no podré vo lv er a d e ja r en ningún otro sitio.


U da!-etxeak e ratu ta ko e yskal fe ste ta n , an degù beti « E R E IN T ZA » elkartea. A ra em en atzeneko M ada le ne ta n , e lka rte onen bidez, kalez-kale ikusi g enituan Z u b ie ta 'k o zanpazarraren tu n tu rro a k .

ZATOZKIDA GOI ARNAS Mikel UGALDE

H orrela dio «O rixe» h a u n d ia k « E u sk ald u n a k » poem aren hasieran . B erak E u sk ale rriaren k a n ta età bizitza poem a b a te a n bildu n a h irik ekin zion lan ari su tsu e tà kem entsu. G uk ez dugu horrelako asm orik baina id azb u ru b erd in a ipini diogu, arn as, gogo, h a ts età in d a rrik beharko b a it dugu gure h e rria k , gutxienez, h o n e ta n ira u n dezan. S a rrita n gure h erriaz m in tz a tz e ra k o a n , E u sk ale rriaz ari g eran ean , h isto riaz età bere b erezitasu n az g u sto ra ja rd u n ohi dugu. A m aika e zta b a id a so rtu ohi da k u ad rilla età ta b e rn e ta n gai honi ek iten d io tenean. G ure irag an az, gure histo riaz, gure asab en berri em anaz O A RSO ale h o n eta n tre b e bezain egoki m in tz a tz e n zaigu z en b ait idazle. N eronek ere histo riaz, in d u stria tz e a ren g erta eraz, h itzegiteko te n ta ld irik izan d u te la a ito rtu beha*. d u t. B a in a gauza ez naizelako alde b a te tik e tà egungo egoerak gehiago k ezk atzen nauenez gero, egungo E rre n te ria ri a tx ik i nazaio. G ure so rterriaz, gaurko egoeraz jard u n g o dugu. E rre n te ria , b estald e , ez dugu beste h e rriak baino hobea e tà a u rrerak o iag o a denik esango. E usk alerrik o in d u stria d u n beste zen b ait h erriren an tzek o a da. B aina, era b erean , berezia. Je n d e z e tà n eu rriz ederki asko hazi età h a u n d itu zaigun h erria da E rre n te ria . U rte g u tx ita n berebiziko a ld a k e ta k ezag u tu d itu . U rte ta n k an p o an bizi zeraten e rre n te ria rro k h arri e tà zur g eldituko zin atek e O iartzu n ib aiaren ertzean b ild u rik ezag u tu zenuten herria gau rreg u n ikusiko b azenute. X en p e larren garaiko E rre n te ria e tà g au rkoa desberdinak direla edonork an tz em an dezaioke. B aina gerra ostean jaio ginanok ere g au r ez bezalako A labarga, M arkola, G altzarab o rd a, Iz tie ta , L a rz ab al ezagutu genuen. Ik u ste k o a da Gaz-

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ta n o k b e ra k egin d uen a ld a k e ta . E tx e a k b a n a n b a n a n p ila tu z , b a ta b estearen ald a m e n e an ip iniaz E rre n tc ria itx u ra g a b e h azi zaigu, e ta nola h azi g ainera. H azik era dela e ta egin d iren itx u ra g a b e k o g au zak a ip a tz e n hasiko b ag in a erre b ista osoa geure esku b e h a rk o genuke, noski. K a n p o ta rre k , E u sk a le rrik o g ainontzeko h e rrita rre k E rre n ­ tc ria h erri bizi, k e z k a ti, in d a rts u e ta din am iko bezala ik u ste n d u te . E ta ez da h a rritz e k o a. E rre n te ria k ez ag u tu d itu bere b a ita n la n ik asko egin izan d u te n era g u ztietak o ta ld e a k . B ai k u ltu ra , ekonom ia, p o litiko e ta b este era ask o tak o ta ld e la n a egin izan da hem en. Gai h a u garbiro e ta zeh atzk iag o azald u z aip am en ik ere egingo genuke. B a in a , la b u r b eh arrez, beste b a te ra k o u tzik o d ugu. E uskalta s u n e a n b e rta n ere, k a n p o ta rra k ain b este izanik, aurrera k o ia dugu E rre n te ria . B ai Ik a sto la , b a i soziedadeek, b ai ja ia ld ie k e u sk a lta su n a re n erag in a e ra k u ste n d u te. B ertsola ria k ere g u sto ra e to rri ohi d ira E rre n te ria ra , adi adi egon d itek een h a in b a t en tzu le ez b a it d u te beste zen b ait h e rrita n au rk itz e n . E rre n te ria asko h azi e ta h a u n d itu den h erria dela esan d ugu. H a z te a k , h a u n d itz e a k , z a b a ltz ea k kezka eta bu ru au ste a b erek in d a k a r. K in k a la rririk ezag u tu d u te b a p a te a n , ista n p e b a te a n h a z i diren h erriak . Iru n , E ib a r, Z u m arrag a, e ta a b a r lekuko. N olakoa izan da gure h erriaren hazikera ?

tz a k bere xede e ta h elb u r ubereziak izango d itu , b ain a elk a rte e n a rte a n a lk a rta su n a re n b e h a rra gero e ta gehiago su m atzen da. H auzo m ailan ari direnen eta gainontzeko elk a rte en h a rre m a n a k eg u n etjk egunera h estu a g o ak dira. A u rre ra n tz ea n , beraz, E rre n te ria k bere e lk a rte e ta n beste h erriek ez bezalako in d a rra izango d u berekin. E a b ad a goi a rn a sa k , gogoak, h a tsa k , h erri kezkak, su sp ertzen gaitu en . E a b a d a denon a rte a n , b a k o itza ren a sk a ta su n a e rre sp e ta tu z , lo tu ra h estuago b a t so rtzen dugun. E a b a d a h isto ria n o in a rritu rik , lehengo su stra itik , geroko E rre n te ria g e rtu tz e n dugun. G uk egindako la n ak , ereindako h aziak, fru itu rik em an dezake. G a raia n garaikoa egiten ez denean h e rria k , eta edonork, lu r jo tz e n du. E rre n tc ria h a u n d itu z e tà zab alduz doa. G au rd ain o bere n o rta su n a ri eu tsi diola ik u ste n dugu. G eroa, b e rria , gure e sk u te n dago. Z atozkigu goi arn as egizu gurekin lan ... E do X en p e la rrek k a n ta tu izan zuen bezala: «Ez gaitezen um ildu, elk arren g an a bildu...» B a zuen k ezk a rik b e rtso laria k , b a d u g u lan ik eta zereginik gure herrian .

A ieka asko d u g aldera honek, era a sk o tak o e ra n tz u n a k esk a tz e n d itu en galdera da. L ehen esan dedan bezala ez noa gau zak h irig in tza edo u rb an ism o m ailan a z te rtz e ra . E rrem ediorik ez duen gauza asko egin da gaizki. B aina goazen au rre ra . G ab ierro ta, A lab arg a, G a ltz a ra b o rd a so rtz erak o a n problem a eta gorab eh era fran k o so rtarazi izan d u te . Ez gera b a k a rk a b izitzeko ja io a k , e ta g iroak e ta in g u ru k o ak asko dezake n o rk bere b izitzan . N olako giro e ta in g u ruko ezag u tu d u te hauzo h a u e k h a z te ra k o a n ? B a tz u k b e rta k o a k , gehianak k a n p o ta rra k izan ik , n o la ta n hauzo giro egoki b a t so rtara zi ? H o rrelak o eginbidea dena egiteko dägoen h au zo etan betetz e a k la n ik asko em aten du. G abierro^an ta ld e b a te k la n ari ek in dio, L a g u n ta su n a e lk a rte a k b e rta k o zen b ait arazo k o n p o n tz e n b e re a k eta bi egin ditlu. A lab ergan, berriz, u r te ta n d abilzkigu su eta gar gizagii'oa alda erazi n a h irik . G ure-L ek u k o ek z erb ait gehiago egin 'sezaketen; lag u n tz arik ez d u te a u rk itu . G urasoen e lk a rte a k , em ak u m ezkoenak eta a b a r h au zo etan gogoz ari zaizkigu. E z dugu egindako lan az epaitzen h astek o asm orik, lan e a n a sm a tu d u te n ala ez hori geroak esango du. B aina la n ik asko egin d u te la edon o rk a ito /;z e n duen zerb ait da. E lk a rte h a u e n lan a ez b a ita haui'o m ailan m u gatzen. H a u z o a n h irig in tz a re n arazo a n e ik o a E<;z delarik, eskolarena, zerb itz u e n a, e ta a b a r ez d ira n o lan ah ik o ak . H alere herri m ailan z erb ait egin b e h a r d en ean , fe ste ta n , ja ia ld ie ta n , U d aletx ek o g o ra b e h e rata n e ta a b a r e lk a rte h au e k lan ean ik u s te a k p o zten g a itu . H au z o a k sen d o tu z, luzaroa gäbe z ip ristin a k Z am alb id era iritsik o dira, h e rrig in tz a hobeag otu k o da, eta E rre n te ria k ez d u bere h azik eran ainbesterainoko la rriu n e rik e ta k in k a rik ezagutuko. H errik o k a sk o a re n b a rru a n b a d a u d e e lk a rte a k ezin k o n ta ah ala. T rip a festa k u tsu k o a k b a tz u k (baina h au e k ere k u ltu ra g in tz a n b e ti lag u n tzek o gogoa erak u sten d u te), k iro l girokoak b e ste a k , k u ltu ra arloan ari denik ere b a d a , nola euskal g iroan h ala erd al giroan lan eginaz. B a tz u k in d a rts u , b e ste a k m otel, b a in a d en ak u stez eta asm oz h e rria re n aide lan eginaz. F o m en to C u ltu ral, O rereta, B ukagaitz, Ib a ik a , Ib a ia ld e , E re in tz a , e ta a b a r. B adago elk arterik e ta h e rria n n a b a ria da b e ra u e n la n e ta eragina. B akoi-

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G ure erria k duan tx o k o rik zarrenetakoa. M a rratz-arin o ne tan . M aria Jo s é E rro nd o so ro, e rre n d e ria r a rtis ta gazte onek g a u r-g a u rk o z bere b alioa azalduaz, m a rg o la ri ona izateko bere tre b e ta s u n a eraku sten digu.


Suena la esquila del convento. Tañido nervioso. A gudo. Oración. A la caída de la tarde..

LA PRIMAVERA QUE BROTO DEL SUELO ( A C la y to n )

Por David M .a TELLECHEA

El niño sonríe a la prim avera que brota del suelo. Flores... El verdor exhala fragancias conocidas. tierra húm eda y árboles... Vacas...

Musgo,

Aún quedan vestigios. Tocones a ras de suelo. Y no hay sombras alrededor. Sólo hierba, flores. Quietud. En la tarde de prim avera. El sol calienta. Y el arroyo fresco nace. Vive a lo largo del surco. Y desaparece por la ladera. Siempre...

Allá, la hierba desciende hacia la vía del tren. Trueno de engranajes al salir del túnel. Balanceo que se pierde tras una loma...

La carretera, cinta gris y silenciosa. Construida hace pocos años. Antes, camino de piedras y barro.

¡El castillo! Suena el corazón. Y golpea. La puerta. Ruido de silencios. Misterio...

Caseríos a su vera. Metas, perro y gallinas. Olor... Ladridos... Cacareo...

Corre. Las m argaritas se quejan. Y su sombra las acaricia, en un adiós...

Suena la esquila del convento. Tañido nervioso. Agudo. Oración. A la caída de la tarde...

El año pasado cayeron muchos pinos. Todos. Se los llevaron en camiones. A trozos. Muertos... ;

Y luego, el sol se pone rojo. Y se va. Por el horizonte. Avergonzado...

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Suben los bueyes. A la a ltura del depósito de agua. E^l carro cargado de helechos, chirría. Acom pasada­ mente. «Agur»... Y la boina se pierde tras un recodo. Tras ella, el vaivén de la y u n ta Y el chirrido. «Agur»... El niño mira. Observa la naturaleza. Canta el grillo. Y el río, allá abajo, se despide en un susurro. La presa chispea. Y la torre de la iglesia emerge sobre los tejados granates. Su reloj... Suena... Y el eco de sus c a m p a n a ­ das, penetra... E n el alma del niño... Que mira, observa. La naturaleza... En el cementerio. Los cipreses recitan. Poemas de viento eterno. Sudor de ánimas... Avemarias al pasar. Y agua bendita en la vieja piedra... Se huele a sidra en la calle. Un reguero moja los ado­ quines. Y los bueyes mugen impacientes. H erraduras c ontra la piedra. Y las latas, rubias y espumosas. De mano en mano... Y luego, tornan vacías... El niño y la noche... Y la naturaleza... El silencio... El recuerdo... Y el olvido...

La prim avera ya 110 b rota del suelo. Ni el niño sonríe. Tampoco el hombre. No hay flores, ni verdor. ’ ¡El castillo! ¿Dónde está?... Sólo el cemento. Y el sol caliente. Sin brisas de ju v e n ­ tud. Y el arroyo, bajo la calle. No m urm ura. Es sordo su discurrir. Obscuro. Profundo... Tan sólo casas. Hormigas sobre el asfalto. Y m ono­ tonía. Color gris. Sin balanceos, ni susurros. Se oyen radios. Y música de ruidos. ¿Y la loma llena de llores? ¿Y el grillo que carras­ peaba siem pre? Ya no existen... Sólo el recuerdo. Y las antenas de televisión... La carretera, llena de baches. Ruido. Movimiento. Ruido. Trasiego. Ruido. Inquietud. Ruido siempre... Y la esquila, gira. Aún debe sonar. Se nota su balan­ ceo. Y su sombra, en la espadaña. Sobre la piedra, m uda, que vio tam bién, alguna vez, la prim avera. B rotar del suelo... A los lejos, el sol. Se va. Sin horizonte. Solamente casas que, al fin, lo tapan. Huele. A gasolina. No hay bueyes en la cuesta, frente al depósito. Ni carretas. Ni un «agur», ronco, breve, en la tarde... Y en él cementerio. Los cipreses mudos. Y la piedra hueca, rota. Seca. Avemarias al recuerdo. Luego, la calle. Y más ruido. Y más coches. Por todos los sitios. Y el reloj. Con otra voz. Más potente. Canta fuerte, las horas. No hay bueyes... Ni sidra... Ni piedra... Sólo cemen­ to. E n el suelo. Y en el alm a del hombre. Que fue niño. Y vio la prim avera brotar del suelo. Hace muchos años... Huesca, junio 1973.

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VI CERTAMEN NACIONAL DE CINE AFICIONADO

OSCAR DE ORO PARA «HILO DE SEDA»

M ig u e l A n g e l Q u in ta n a y A n g e l B ernal re cib e n de m anos de don R am ón M ú gica , A lc a ld e de la v illa , el O sca r de O ro c o n q u is ta d o p or « H ilo de Seda».

El día 20 de julio del pasado año se reunía en R e n ­ tería el jurado calificador del VI Certamen Nacional de Cine Aficionado en 8 mm. y Super-8, organizado por el Cine-Club Rentería y patrocinado por el Iltre. A y u n ta ­ miento de la villa y la Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa. E n esta ocasión lo componían don J u a n Pedro Morín, presidente del Festival Internacional de Cine de 16 mm. de San Sebastián; don Luis Irisarri, realizador aficionado de Irún; don José Miguel Uribarren, presidente del Cine-Club de Pasajes; don Jaim e Cobreros, realizador aficionado; la señorita María José Sánchez y don Antonio Obeso, ambos del Cine-Club Rentería, actuando como secretario don Javier Hernández.. E n tre las cintas presentadas a concurso se otorgaron los siguientes premios: 1.° OSCAR D E ORO a la película «Hilo de seda», presentada por don Miguel Angel Q uintana y don Angel Bernal, de Rentería.

2.° OSCAR D E PLA TA a la película «Cimas», p re­ sentada por don Angel Lerma, de San Sebastián. 3.° OSCAR D E BRONCE, a la película «El minero», presentada por don Miguel Angel Quintana, de Rentería. Además de estos tres primeros premios se concedieron diversos trofeos entre las obras concursantes.

D u rante el presente mes de julio se celebrará la VII edición del Certam en—como abreviada y familiar­ mente denominamos a este concurso— , el cual será posible gracias al im portante e imprescindible apoyo del Ayuntam iento de la villa y al tesón de unos pocos renterianos, conscientes de lo que este acontecimiento cultural supone para Rentería, para cuya organización tra b a ja n sin esperar o tra recompensa ni otro aplauso que la íntima satisfacción de haber hecho algo im portan­ te por su pueblo.

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Curiosidades

6 abril 1929.

G racias a la a m ab ilid ad de uno de los m uchos co lab o ra­ dores esp o n tán eo s y m agníficos con que cu en ta O A RSO , nos h a n sido facilitad as algunas n o tas to m a d a s del cuaderno de encargos del año 1929, de la fam osa d u ra n te ta n to s años y h o y d esap arecid a « F o n d a E licechea». De en tre ellas, p u blicam os a co n tin u ació n algunas de las m ás destacad as, p o r creer q ue re su lta rá curiosa p a ra los ren terian o s de hoy la co m p aració n en tre los rnenús de entonces y los actuales, ta n to en su com posición— el pollo era el p lato de m ay o r precio de la c a rta — , com o p o r los precios, ahora que la p e se ta es m ucho m ás b a ra ta .

(D espedida de soltero.) Sopa P rim av e ra . H uevos A rlequín. 1/2 lan g o sta fría. Salsas tá r ta r a y m ahonesa. M enestra de cordero. Pollo asado. P a ta ta s D au p h in e-E n sala d a M imosa. H elado de fresas frescas. Delicias en espejos. P asteles de crem a. F ru ta v aria d a . Vinos: «R ioja A lta» y «Cosme Palacios». Sidra. Café con copa «D om ecq» o «Mono». Precio por cubierto: 15 pesetas.

1 enero 1929. (M erienda d espedida de so ltera. «Refresco».) C h arcu tería a b u n d a n te . M elocotón de conserva. F lan y ta r ta . C hocolate h ervido. Dos bizcochos. B olados. Vino de R io ja, y Jerez seco y dulce. Precio por persona: 5 ptas.

5 enero 1929. (B oda.) E n trem eses su rtid o s. Consom é de gallina con tropiezos. T o rtilla con ja m ó n y dos huevos. M erluza frita a b u n d a n te . T e rn e ra g uisada con guisantes. Pollo asado. E n sa la d a - P a ta ta s Chips F la n - F r u ta v a ria d a . Vino de R ioja. Sidra. Cafe con copa «D om ecq» o «Mono» C igarro p u ro de 0,50 p ta s. Precio por cubierto: 10 ptas.

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7 julio 1929. (P eregrinación a Lezo de la provincia de G uipúzcoa.) Sopa de fideos. T o rtilla con ja m ó n . M erluza frita. Pollo asado. E n salad a - P a ta ta s fritas. F la n - F ru ta v a ria d a . Vino y sidra. Precio por cubierto: 6 ptas.

19 septiembre 1929. (M erienda con m otivo de un bautizo.) T o rtilla con setas frescas. Chipirones en su tin ta . Pollo asado. E n sa la d a m im osa - P a ta ta s D auphine. F lan - F ru ta - T a rta . Vinos «Cosme P alacios» y «R ioja A lta». Sidra. Café con copa «D om ecq» o «Mono». Cigarro puro de 0,50 p ta s. Precio total para 15 personas: 148 ptas.

17 enero 1929. San Antón

(Celebración de u n a cofradía.) Sopa de fideo. G arbanzo y b erza. Chorizo - Carne - Tocino - M orcilla. A ngulas en a b u n d an cia. G allina en salsa M aría. F iletes con p a ta ta s fritas. A rroz con leche. G alletas O libet. F r u ta v a ria d a . Vino co rrien te y sidra. Café con copa «corriente» Cigarro p u ro de 0,25 p ta s. Precio por cubierto: 7 ptas.

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24 noviembre 1929. (Com ida de los m úsicos de la B anda.) E n trem eses surtidos. Sopa P rim av eral. H uevos con salsa tru fa d a y «foie-gras». 1/2 lan g o sta con m ahonesa. M enestra de te rn e ra . Pollo asado E n salad a - P a ta ta s fritas. F lan - F ru ta - T a rta . V inos: «R ioja U ta» y «Cosme Palacios»

Sidra. Café con copa «D om ecq» o «Mono». Precio por cubierto: 13,50 ptas.


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El o b is p o de la d ió c e s is , d on J a c in to A rg a y a , y el a lc a ld e , don R am ón M ú gica , o b s e rv a n c o m p la c id o s lo s tra b a jo s p re s e n ta d o s .

CONCURSOS BELENES - TARJETAS - CUENTOS - FOTOGRAFIA P o r A. O.

Ha transcurrido otro curso más en que la ASOCIA­ CION D E P A D R E S D E FA M ILIA de la localidad ha organizado, contando con la entusiasta colaboración del A yuntam iento, los ya tradicionales concursos para los más jóvenes del pueblo. El de fotografía como se celebra a final de curso, en junio, tenemos entonces que mencionar al celebrado en el curso anterior, pues cuando se escriben estas líneas, finales de junio, todavía no se ha celebrado el del curso actual. Al certam en se presentaron doce grupos, con un total de cuarenta y ocho concursantes, y aunque no todos eran portadores de cám aras, sí se cedían el to m a­ vistas para aquellas tomas que los compañeros deseaban realizar. En suma, labor de equipo realizado con e n tu ­ siasmo y cam aradería. Por otra parte, el tiempo fue espléndido y los p a r ti­ cipantes realizaron el itinerario previsto con la facilidad que sus ágiles piernas les perm ite.

El resultado fue el siguiente: Primer premio: Segundo premio:

Teresa Martín Rapado. Iñaki Gómez.

Tercer premio:

José Luis Echeverría e Iñigo Echeverría.

Los Concursos de B E L E N E S , T A R J E T A S DE NA­ VIDAD Y CU ENTOS se efectuaron en los días de Navidad. La exposición de los mismos se realizó en los locales de «Xenpelar» y la afluencia masiva de visi­ tantes constituyó un verdadero éxito. En belenes se presentaron cerca de las treinta obras, constituyendo, algunas, verdaderas creaciones de arte. El jurado, compuesto por m iem bros de la ASOCIA­ CION B E L E N IS T A D E GUIPUZCOA, dio el siguiente fallo:

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Grupo A, de 8 a 11 años. Prim er premio: Segundo premio: Tercer premio:

Luis Miguel Busselo. Colegio Ikastola. M.a Mercedes Sánchez.

Grupo B, de 12 a 14 años. Prim er premio: Segundo premio: Tercer premio:

Jesús Mendívil. M.a del Carmen Mar tos. Emilio Carballo.

En cuentos se presentaron unas noventa obras y el fallo fue el siguiente: Grupo A, de 8 a 11 años. Primer premio: Segundo premio: Tercer premio: Accésit:

Luis Miguel Rodríguez. A rantxa Camino. M.a P ilar Iragorri. A m aya Guetaria.

Grupo B, de 12 a 14 años. Prim er premio: Segundo premio: Tercer premio: Accésit: Accésit:

M.a Victoria López. Luis Boz. Adoración García. M.a Luisa Márquez. M.a Teresa Primo.

Cuentos en euskera. Prim er premio: Segundo premio: Tercer premio: Accésit: Accésit: Accésit:

Iñigo Echeverría. Aitor Mendiola. Am aya Zapirain. Elisabeth Martínez. P a tx i Larrañaga. M.a Carmen Ugartem endía.

En felicitaciones se presentaron cerca de trescientos trabajos. El resultado fue: Grupo A, de 8 a 11 años. Prim er premio: Segundo premio: Tercer premio:

Yolanda Berciano. Miradi Olaizola. José Ignacio López.

Grupo B, de 12 a 14 años. Primer premio: Segundo premio: Tercer premio:

Francisco Ja v ie r Mur. Emilio Azcárate. Grupo Escolar Viteri.

En total treinta y un nombres destacados en las diversas facetas del arte entre los miembros más jóve­ nes de nuestro pueblo. N uestra felicitación a todos ellos y a todos los entusiastas participantes.


ESQUI DE FONDO, TEMPORADA 1972-1973 Ib a rra en la m eta de la p rue b a de 30 K m . d e l C a m p e o n a to N a c io n a l

Dentro del esquí de competición existen dos m odali­ dades o especialidades que son la alpina y la nórdica, siendo esta últim a en la que mejores resultados se han obtenido y la que más renom bre ha dado a los corredores renterianos del G. M. U rdaburu en la tem porada pasada. Es por ello por lo que vamos a dar una breve reseña de cómo y en qué condiciones se entrenan, y los resul­ tados que se han obtenido a lo largo de las competicio­ nes del calendario vasco-navarro.

Este año no ha podido ser así, ya que en el mes de di­ ciembre la ausencia de nieve afectó a todas las estacio­ nes de invierno. Así, de la noche a la m añana, nos encontram os con el Memorial Mario Ruiz, carrera inter-regional que se celebró el 6 de enero en la L unada (Burgos) y que abría el calendario vasco-navarro, carrera ésta donde se obtuvieron los peores resultados de la tem porada.

Hoy en día para poder competir, bien sea a nivel regional o a nivel nacional, hace falta entrenarse du­ ran te todo el año si se quiere conseguir una buena preparación física. Es sabido por todos que Rentería carece de instalaciones deportivas, y ésta es una de las mayores dificultades con que se encuentran estos jóve­ nes, lo que salvan a base de sacrificios, voluntad y ganas de trabajar. Con estas tres virtudes nuestros corredores consiguen un estado físico aceptable, que luego les perm ite e n tra r de lleno en las competiciones.

Los mejores clasificados fueron: 5.°, J. L. Adúriz; 6.°, T: Ibarra, y 7.°, J . M. Legorburu, y así sucesiva­ mente los demás. Al día siguiente se celebró el Cam­ peonato Vasco-Navarro por equipos de tres corredores, sobre la distancia de 10 Km., siendo el U rdaruru el segundo clasificado en equipos masculinos y también en damas. Posteriorm ente y en la sierra de Aralar, se corrieron el Memorial Echedona y los Campeonatos Vasco-Navarros, con m uy poca nieve y muchas dificul­ tades. En éstos, nuestro mejor hombre fue José Luis Adúriz, m ientras que los Ibarra, Corral, Legorburu y Echeveste e ntraban entre los quince primeros. Los Juniors II, Cecilia, Salaverría y Bernal hacían 3.°, 5.° y 6.°. El 4 de febrero se corrió tam bién en la sierra de A ralar el Campeonato Vasco-Navarro de gran fondo

Norm alm ente, los entrenam ientos en seco suelen finalizar a primeros de diciembre, para a continuación coger las tablas y participar, si puede ser, en algún cursillo que la Federación Vasco-Navarra organiza.

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sobre la distancia de 30 Km., la prueba más dura de todo el calendario, clasificándose cinco corredores renterianos, ¡una verdadera marca!, Ibarra 3.° y Toledo 5.°, Legorburu, Gracia y Alvarez a continuación.

de pruebas sigue poco más o menos con la misma tónica y los corredores del G. M. U rdaburu a lo largo de la misma van m ejorando. Una prueba de ello es que en la últim a carrera celebrada en La Lunada, el Trofeo Prim avera, los puestos que ocuparon son los siguien­ tes: 2.°, 3.° y 4.°, Adúriz, Toledo y Legorburu. En juniors II, Cecilia, 2.°; en infantiles gana Franchés, y en damas, 2.° y 4.°, Zubeldia y Carrera. Como se ve, un fuerte final de tem porada.

Del 13 al 18 de febrero se corrieron en Val Grande, Pajares (León), los Campeonatos de E spaña de Fondo. En la selección que se hizo para participar en dichos campeonatos, de los cuatro seniors que presentó la Vasco-Navarra, tres eran corredores del G. M. U rdaburu: J. L. Adúriz, T. Ibarra y A. M.a Corral, y su actuación puede considerarse como m uy lucida, sobre todo en la prueba de 30 Km ., corrida en medio de una espantosa ventisca de nieve y viento. De los 28 corredores que tom aron la salida, los nuestros hicieron: 11, Adúriz; 13, T. Ibarra, y 17, A. M. Corral. H ay que tener en c u enta que en estos cam peonatos participan los com­ ponentes del equipo nacional y así mismo los de la G uardia Civil, corredores éstos cuya dedicación es total y encima se encuentran profesionalizados. En la de 15 Km . José Luis Adúriz quedaba en 9.° posición e Ibarra y Corral a continuación. Como podemos ver, y contando con los medios que tenemos, puede conside­ rarse la clasificación de estos jóvenes corredores renterianos como m uy buena.

En el concurso que organiza E l Diario Vasco para elegir al mejor deportista en cada especialidad, en la de esquí fue elegido José Luis Adúriz, corredor éste de cuya juventud y dedicación pueden esperarse grandes cosas, así como tam bién de Marcial Toledo, la revela­ ción de la tem porada. Estos dos corredores hoy en día se encuentran cumpliendo el servicio militar. H ay que destacar la gran labor de equipo realizado por Tomás Ibarra, ausente hoy de nuestro «txoko» y que se encuen­ tra tra b a ja n d o en tierras norteam ericanas. Asimismo hay que m encionar a los Corral, Legorburu, Gracia, Echeveste y Alvarez entre los seniors, y en los juniors a Toledo, Ceberio, Cecilia, Bernal y Salaverría. A F ra n ­ chés en los infantiles, y en damas, a Carrera, Zubeldia y Adúriz.

Después de los Campeonatos de E spaña, vinieron los Juegos del Cantábrico, que se celebraron en el Alto Campoo, Reinosa (Santander). La representación de Guipúzcoa la componían tres seniors, de los cuales dos eran renterianos, Adúriz e Ibarra. El calendario

Con esta plantilla y algunos más que se incorporen, esperamos que la próxim a tem porada sea ta n pródiga en triunfos como la pasada, y que los nombres de los corredores renterianos sigan destacando en esta dura y a la vez bella especialidad que es el esquí de fondo.

Los tre s re n te ria n o s, Ib a rra, A d ú riz y C o rra l, ju n to s d e sp u é s de la d u rís im a c a rre ra de lo s 30 Km .

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...ese mundo de trabajo, de esfuerzo, de lucha diaria que queda al pie de la ventana del estudio...

LA PINTORA

MARTA CARDENAS Por Luis-Pedro PEÑA SANTIAGO E s una m a ñ a n a fría de los últim os días de otoño cuando me en c u e n tro con M arta C árdenas en R e n te ría . H acía frío. La calle V iteri b rilla ba en grises. Las calzadas e s ta b a n llenas de barro , lo m ism o que el tú n e l que pasa bajo las viejas vías del «Topo». A lo lejos, d ifu m in a d a s en tre b ru m a s, e m p u ja d a s por el húm e d o noroeste, se e s tir a b a n las colinas que llevan hacia Z am albide. Comenzó a llover.

por los alrededores de la T ab a c a le ra , C ristina-enea, o el río U rum ea. Cuando am anecía m ás te m p ra n o , en p r im a v e r a , e x te n d ía n las salidas h a s ta el P u e n te de H ierro, la falda de Ulía y el p u erto d o n o stiarra . Los domingos, disponiendo de más tiem po, llegaban h asta A stiga rra ga, H e rn a n i, R e n te ría y O yarzun. E ra n dibu jo s de lápiz, y acuarela. Amaneceres. Contraluces. U n a b ú sq u e d a del paisaje, pero 110 f a lta b a n los a p u n te s a las m onjas, a sus vecinas de mesa o a sus h erm a n o s pequeñ os c u a n d o to d a v ía do rm ía n por la m a ñ a n a .

M a rta C árdenas nace en San S ebastiá n en 1944. Va al colegio. E stu d ia . No tiene u na m a y o r afición p o r la p in tu r a , y no parecía que iba a seguir la trad ició n a r tís tic a de su abuelo, don Manuel Cárdenas. U n buen día, a los catorce años, ve p i n t a r a Menchu Gal. Fue entonces cuan do d espertó su interés p o r el dibujo. Ya no lo aban donó.

E n la revá lida de sexto año le regalan la p rim e ra caja de p in tu r a s , y su p rim e r cuadro es un paisaje tr u c u le n to del A rno desde Deva, población a la que solía a c u d ir su familia. Algún tie m p o más ta rd e m a rc h a a e s tu d ia r a Ing laterra , y allí p in ta y escribe, haciéndole d e s p e rta r a una afición especial por la l it e r a tu r a la profesora E lv ira G ay urralde.

Seguía en el colegio, pero se le v a n ta b a a veces a las seis de la m a ñ a n a p a r a ir a p in ta r . Le a c o m p a ñ a b a u n a am iga de doce años, L'xua G ab a ra in , y m a rc h a b a n a realizar sus dibujos

C uando regresa ha decidido seguir el cam ino de la p in tu ra . Con esta d eterm in a ció n , y con el apoyo de su fam ilia, m a rc h a a e s tu d ia r a Madrid. Allí, en la ca pita l, se p re p a ra en la A ca­

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dem ia P e ñ a , y tr a s u n a t e m p o r a d a de duros estudios ingresa en la E scue la de Bellas A rtes de San F e rn an d o . E n las clases p r a c tic a el d ib u jo de e s ta tu a , el carboncillo, p in ta , tr a b a j a sobre formas, m o vim ien to y composición, procedim ientos pictóricos, histo ria del arte, p e rsp e c tiv a y descriptiva. Son siete años de ca rre ra , de ocho horas de clase. A ún, al te r m in a r a la ta rd e , iba a d ib u ja r un p a r de horas al Círculo de Bellas A rtes. E r a un a m b ie n te de p in ta r y p in ta r. Le a t r a e el paisaje, el co n tra lu z, el claroscuro. E s ta pasión p or el co n tra ste de luces ha p e r d u r a d o h a s ta n uestros días. A veces v ia ja n h a s t a S ala m anc a, A ran juez, la Sierra y Cuenca, y allí p in ta n . E n otras ocasiones, q u e d a n d o m ás cerca, se desplazan a H o rtale za , o b u sc an los rincones del B etiro. Con frecuencia, se s e n ta b a ta m b ié n en el Café U niversal y, con la m úsica de fondo de u n a o rq u estin a, con el bloc de dibu jo sobre la mesa, d ib u ja b a a los clientes, a las gentes que p asab a n , a los que se d e te n ía n a ch a rlar en las esqu inas y en las aceras.

T erm in a d o s sus estudios, consigue u n a beca p ara hacer g ra b a d o en París. Son varios meses de estudio, y ta m b ié n de óleos. Son lienzos pequeños, c e rra d u ra s, detalles de h ab itac ió n , pestillos, lienzos en los que d istra e los días fríos y lluviosos del invierno parisino. La llegada del v eran o le tr a e a G uipúzcoa y a M adrid. Sólo piensa p a s a r aq u í u n a te m p o r a d a , la ca pital fra nce sa le a t r a e con fuerza y pien sa regresar a ella. A su regreso de M adrid a San S ebastiá n , en a u to s to p , le recoge don A rtu ro M artínez, que r e su lta ser profesor del I n s titu t o de Irú n , y quien al conocer la ca rre ra de M a rta C árdenas le ofrece u n p u es to de profesora en su m ism o In stitu to . A ceptó y se q uedó. C uando deja el I n s titu t o inicia u n a época m u y inte nsa en su p in tu r a . E x p o n e en la Galería H u ts , de San S ebastián , p r e s e n ta n d o cuadros de la época a n te r io r a P arís, de P arís, y el resu ltad o de sus últim os tra b a jo s. E s un éxito. D esarrolla, m á s si cabe, su a m is ta d con A m eztoy, Sanz y Z u riarra in , y ex p o n e n los cuadros ju n to s en el Museo de San Telm o, y m ás t a r d e en D u rango. H a p asad o ta m b ié n p or el I n s titu to de Z u m á rra g a , y de aqu e lla experiencia nos h a n q uedado sus d ibujo s oscuros, oscos, duros, tristes. E n tr a m a d o s y p u e r ta s cerradas. A cude de profesora a B e n te ría , y no t a r d a en afincarse en es ta villa guipu zco ana. D eja las clases, pero y a no a b a n d o n a la población in d u stria l de la lad era de San Marcos. L a p i n t u r a a bsorbe to d o su tiem po.

Su casa, su estudio, es chiquito. E s un ú ltim o piso, con el techo en pendien te. L as pared es e m p ap e lad a s de tonos ocres. El techo encalado. T odo lo a d o r n a u n a p e q u e ñ a arc a azul, u na lá m p a ra blanca y unas sillas de castaño. F r e n te a la p u e r ta blanca, la biblioteca. J u n t o a la v e n t a n a verde, c h iq u ita , el caballete. Un c a le n ta d o r de b u ta n o te rm in a de a m b ie n t a r unos m uros plagados de cuadros y dibujos. Aquí y allá pinceles y p in tu ra s. T ra s la v e n ta n a se alcanza a ver la P e ñ a de A ya, B iandiz, M unanier, E rren ga. Más cerca, las colinas que llevan a Lezo por A guerrezar, S alb a to re y G abiria. L as tie r r a s de D a rie ta con sus p rad o s verdes y sus viejos cam inos tr a n sf o r m a d o s en zarzales. Más cerca los espolones de O lalde-Bekoa, y la cuesta de las A gustinas, que m a rc an el paso hacia G az telu tx o , Zentole n ea y Z am albide. H a q u ed a d o lejos el B e n te ría que se es tira b a a la orilla del O y arzu n y del X a m a k o r re k a . E l B e n te ría de la calle A bajo, de la calle Medio y calle A rriba. El B e n te ría de la e r m i ta de S a n ta Clara, de Eliz-kale, de la casa T orrea, de Mikela-zulo, y las callejuelas de S an tx o n e a y K a p ita n e n e a . Sí, ese B e n te r ía está allí, aba jo, a los pies de la v e n t a n a , pero j u n to a él, h u m e a n las fábricas, sue nan las sirenas de la m a d r u g a d a invern al, y los cam pos de h ie rb a a m arille n ta , en p end ien te , se ven m a r c a ­ dos p or los desm on tes de las ex c a v a d o ra s, por las to rre s de los te n d id o s eléctricos, p or los nuevos polígonos q u e t r e p a n hacia G alzarab ord a, G am ón y Maleo. P o r los nuevos pabellones que se le v a n ta n ju n to a P ek ín, cerca de los a n tig u o s caseríos de E r r o t a y Tolare. Y es que las «errekas» ya no sirven p a r a m over las r u ed a s de los molinos, y P o n tik a - z a r y casa P ica b ea , y a no están al paso del cam ino, ni de las vías que lle v a b a n a las m inas de A rd itu rri. Y ese m u n d o c a m b ia n te , de t r a b a jo , de esfuerzo, de luc ha d iaria es el que q u e d a al pié de la v e n t a n a del es tu d io de M a rta Cárdenas. E s m u n d o silencioso, de m asa, gris de llovizna y viento, con la to r re de la iglesia p or fondo, y los te ja d o s rojos de h u m o s bajos a p lan a d o s por la niebla. Y esa vid a, ese e s ta r callado día a día, es lo que se refleja en la p i n tu r a de M arta. E s el p aisaje que ca m b ia , que se borra, que desaparece. E s el p icaporte. L a bom billa. L a es quina de u n a silla. E l detalle de u n a p u e r ta . L a p ersia na cerrada. E s la v e n t a n a h u m ild e que refleja una luz tib ia , un sol ap a g ad o , u n trozo de p aisaje que se v a a esca p ar p r o n to de la v is ta comido p or el cem ento. E s u n a p i n tu r a de som bras, de u n a luz q ue se va, que quiere que el t e m a te n g a un significado, que recuerde, que evoque, que te n g a poesía, u n poco de poesía de ese m u n d o h u m ild e y de tr a b a jo que ta n ca lla d a m e n te evoca.


EN PRO DEL MINUSVALIDO Por Y U S T E Los cambios y evoluciones se producen en el tiempo cada vez más vertiginosam ente. Por esto hace falta estar m uy despiertos para sensibilizarnos frente a necesidades y problem as que hoy en día se presentan a nivel de la colectividad social y que en tiempos pasa­ dos, aunque existiesen, no eran planteados. Rentería y los hombres que han regido y rigen sus destinos han dem ostrado siempre que saben estar al día, pues si en gran p a rte la Arm ada Invencible pudo tener existencia gracias a los hombres y los bosques de nuestro pueblo, hay que decir que hoy R entería piensa con seria preocupación en sus subnormales y minusváli­ dos y se esfuerza por incorporarlos a la vida social para que en ningún momento puedan sentirse marginados. Con este fin se adquirieron los terrenos del caserío «Belabaratz», pa ra poder ubicar en ellos un colegio para subnormales y un centro de educación para m inusváli­ dos donde el disminuido físicamente pueda incorporarse al engranaje social adquiriendo unos conocimientos profesionales. Con este mismo fin se adquirió un local en la casa Laurak, sito a tre in ta metros de la calle de Viteri.

El citado centro no sólo beneficiará a los minusváli­ dos de Rentería, pues dado que podrá albergar a cuarenta alumnos internos, en él podrán tener cabida otros dis­ minuidos físicos de la provincia o la región. El centro está ya cedido a la Asociación Nacional de Inválidos Civiles, la cual lo pondrá en funcionamiento en el mes de enero del año próximo, con los citados cuarenta puestos de trabajo, el cual consistirá en la confección de prendas de vestir, instalándose una moder­ nísima m aquinaria que hará posible que nuestros m inus­ válidos adquieran conocimientos que les ayudarán a incorporarse a cualquier empresa de esta especialidad. Así es como este taller servirá de puente p a ra la plena integración en la vida social de aquellos cuyas faculta­ des físicas necesitan esta previa preparación. Creemos que esta iniciativa municipal es merece­ dora del elogio y el apoyo de todos los renterianos, pues si esta institución servirá para que los minusválidos puedan integrarse a la vida social, su existencia denun­ ciará que hoy, al igual que en tiempos pasados, sabemos dar solución a los problemas que el discurrir de los tiem ­ pos nos plantea.

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ERRENDERIKO IKASTOLA GAUR BI TO R

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Malen jaiak dirala ta, gure errian ateratzen dan aldizkari ontan, joan dan urtean, ikastolaren alde dei b a t azaldu zan. Dei ontan, une artako ikastolaren egoera argi ta garbi azalduaz, galdera au egiten zan: Merezi al du ikastolari lag u n tzeak ? Merezi ote du ikastolak betetzen duen edo bete dezakean ekintza orrek gure sakrifizioen eskeintza? Gaur pozaren pozez esan genezake, gure erriak galdera orri eman dion erantzuna jakin ondoren, ikas­ tolaren etorkizuna a in tzak o tzat a rtu ta bete-betean baiezkoa eman diola. Ñola ulertu bestela, biurtza gabeko diru-eskeintzak izan duen arrera on izugarria? Leenengo ekiñaldi ontan bazkide edo sozio artean lau milloi inguru biltzeak, ori garbi azaltzen duela a ito rtu bearra daukagu. Baita ere, Errenderiko Ikastolak, aurten betetzen ditu sortu zanetik, ain zuzen, a m ar u rte ta orduko ogei b a t aur ta andereño-irakasle bateko eskolatxo ura iritxi da datorren kursorako 630 aurren m atrikula pasatzeraiño. E ra n tz u n auek garbi azaltzen dute, alde batetik, am ar urte auen buruan, asiera a rtako jende askoren beldur eta errezelo tx a r asko uxatu ta alde batera boteaz, konfiantza guztiarekin, beren seme-alabak ikastolara bialtzea erabaki dutela, eta b'estetik berriz, ikastolak asieratik eskeiñi ta agintzen zituanak, au da: l’go euskera ta euskeraz erakutsi; 2 ’gn. beste edozein eskoletan bezin ondo aurrak eskolatu eta 3’gn. urileen ordaiñak alik eta merkeen izatea. Iru elburu auek betetzen alegin guztiak egin ta ainbestean osatu dituala. Gauzak orrela, orain a rte bildu dan diru orrekin, A ñ a b ita rte baserri ta lurraldea erosteko egin genuan zorra ordaindu degù, ta argazkian ikusten dan bezela, ekin diogu b ertan egingo dirán ikastolaren lenengo etxe t a gelak izango dirán, jasotze lanari. Gaiñera, eziketako lege berriak eskatzen duana betetzeko, nolab a it ipiñiko bearko ditugu, jolas-leku eta kirol guziak egiteko toki zabal, pelota, fútbol, igeritako piszina ta abar. G erta leike, E s ta d u aldetik, berak eskeintzen dituanak, bai irakasle ordaiñak, bai eskola berriak egiteko laguntzak, lege berri orrek ots aundian zabaltzen eta agintzen duan ordaindu gabeko eskolatze o rtara noizbait irixtea. Ongi etorria ala gertatuko balitz... baño, eskeintzea eta em atea bi gauza ezberdiñak dirala aspaldi ikasi genduan... Ñola nai, gure aldetik, lenago ere bear ziran eskaerak egin gabe ez gaude, ta berriro ere bearrezko dirala iruditzen zaizkigunak, egin gabe ez gera geldituko. Bien b ita rte a n , zer gerta ere, gure k o n tu ak guk atera bearko ditugu ta laguntza berriak eska bearrean arkitzen gera. Gure arteko diru biltze au iñortxok pentsatzen etzuan aiñakoa izan arren ez da naikoa, bidé berriak aztertu eta eskua luzatu bearrean arkitzen gera; dala A urrezki-K utxa, Udaletxe, Diputazio, lantoki eta abar, gaur iñoiz baiño geiago, orain a m a r urte asi genduan lana aurrera eram an ta ekin geionari aurpegi emango badiogu. K o n turatzen gera bizi geran denborak ez dirala errezak e ta bizkarrean a r t u t a daukagun zama oso astuna ta pisua dala, baño onen gañetik aztu bear ez deguna da, gure izkuntz eta etorkizuna gaur une larri ta estuan arkitzen dala, ta guk ain euskaldun gerala esaten degunok, gure lan eta eskeintzarekin aurrera atera bear degula, eta danok alkarrengana bilduaz, orain arte bezela itxaropenez jan tz ita aterako degula.


IKASTOLA 1973 Por

M IK E L

Y ha transcurrido ya un año más en la vida de la Ikastola. Como todos los años, éste ha sido duro, pues cada vez lo son más, ya que los problem as se van m u lti­ plicando. Duro especialmente para el profesorado, a quien nunca agradeceremos lo suficiente los desvelos y entrega a su profesión, que van mucho más allá de cuanto su profesionalidad pudiera exigirles. Pero en c o n tra p artid a , ha sido asimismo un año m uy rico en nuevas experiencias. Rico sobre todo en la a c titu d de socios y padres de alumnos hacia la Ikastola. Al nacer el proyecto de construcción del prim er ciclo del nuevo complejo escolar de A Ñ A B IT A R T E , nuevo edificio que ha iniciado ya su construcción y se espera inaugurar en el nuevo curso, se iniciaron una serie de festivales como prim era forma de conseguir dinero pa ra a y u d a r a sufragar los gastos. Los socios y padres de alumnos respondieron extraordinariam ente con su asistencia a estos festivales. Pero, al recabar ya de padres y socios su ayuda económica a título personal y a fondo perdido, la respuesta que éstos han dado, ha desbordado las más optim istas previsiones. Que en una población como Rentería la aportación de socios y padres de alumnos rebase ya la cantidad de 4.000.000 de pesetas, da una autenticidad y respaldo a nuestra Ikastola como pocas podrán poseer. Confiemos que la respuesta que la industria y el comercio de Rentería den a nuestra próxim a petición sea tan generosa como lo ha sido la ya citada de socios y padres. Resulta alentador que en medio del difícil momento que nos está tocando vivir, nuestra Ikastola se m antenga en perfecta línea gracias al esfuerzo y sacrificio personal de todos quienes constituyen Ikastola, encabezándola por los profesores, socios, padres de alumnos, directi­ va, etc. Y que cada año, al escribir estas líneas, pueda seguir informando como en el presente de la maravillosa rea­ lidad que gracias al esfuerzo de todos R E N T E R IA va consiguiendo en su IKASTOLA.

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IN A Z IO T A B U Y O a b e sla ri o sp e tsu a k, ez zu an benere aztu bere ja io te rria . G u txi izan g o d ira a in e rrik o i izanak. Naiz m u n d u z -m u n d u ib illi bere a bo ts e d e rra re k in kantatuaz, g u re k in izaten gen d u an M adalen ja ie ta n , batez ere bere b izitza re n azken u rte e ta n . O ri ala izanik, E rre nd e rik bere se m e a ri o m e n a ld i bat egin zion, età o rd u k o a degù argazki au.

INAZIO TABUYO’K SANTA MARIA MAGDALENA EGUNIAN ERRENTERIKO ELIZAN KANTATUA Por Antonio ZAVALA, S. J.

Onako bertso auek, or goien jarri degun izenburuarekin, Donostiko Pepe Artola zanaren esku-idazki ba tean a rkitu ditugu.

«L a música fue escrita expresamente para ese día y para Tabuyo por el maestro Cándido de Soraluce, e igualmente la letra por José A rtola .»

Izenburuak ederki adierazten dii bertsoak zertarako egin ziran.

Soraluze ori nor izan zan ez dakigu. Besteren batek eman bearko du, beraz, jau n orren berri.

Inazio Tabuyo ori, edozeñek dakiana, Errenteriko semea zan, età fama aundiko kantorea. Ta, bertso auek erakusten dutenez, urte b a tean beintzat, M adalenetara etorri ta bertso auek k a n ta tu zituan elizan, meza nagusian-edo, bere erritarren atsegiñerako.

Ta bertso a uetarako jarri zuan musika, ez al da or n u n b a it ere, Errenteriko koruko paperetan-edo, izango?

B ertsoak Pepe A rtola’ren esku-idazki tu ta , pentsatzekoa zan jartzallea ere bera B aña esan ere ala egiten da bertsoen batean. Ta jartzallea ezik, musika-egillea bai. Onela dio oarrak:

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batean agerizango zala, ondoan, oar nor zan ere

.José Arlóla, berriz, edo danak deitzen zioten bezela esateko, Pepe Artola, donostiarra zan, ta oso bertsojartzalle ugaria. Bere a ita ere, Ram ón, ala izan zan: oso ugaria eta ona bertso jartzen. Semea, Pepe, 1864-14’an jaio zan, eta 1929-IV-29’an il. Bertsogintza ezik, teatroaren bi alderdiak ere landu zituan; alegia, teatroidazle ta teatro-egille edo antzezle izan zan. Egille bezela, batez ere komerietan, oso ona ornen zan.


Beste argibide jakingarri b a t ere badator bertsoen atzetik: «17 julio 1889.»

Ain zuzen, Bilintxen k a n ta ta bertsoai ere pasadatxo b a t eman zien.

Urte ori, bertso auek k a n ta tu zirana izango da, seguru aski. Onela egingo zuten: Uztaren 17’an, Pepe A rtola’k, Soraluze orren edo beste norbaiten aginduz, bertso auek jarri, eta andik irugarren egunera, 22’an, T a b u y o ’k k a n ta tu .

Oso gau tx a rra zegoan: otza, euria, kaskabarra... Ala ere, jende geiegiz-edo tolda berotu ta leioa idiki bear izan zuten, aizea berritzeko.

Ona bertsoak: (SOLO. B A R IT O N O )

Pozez gatoz Zugana, B ir jiñ a M a riya , Jesus onaren A m a oso m ir a ñ y a ; izar paregabia, zeruko argiya, izan zazu guretzat miserikordiya. M a r iy a Magdalena, pekaluan zana, negarretan urtu rik joan zan Jesús gana; gu ere, p ek a ta riy a k , n a ir ik joan Zugana, erru k itu rik artu gaitzazu Z u k , A m a !

Kalea uts-utzik zegoan, noski. Baña leioa idiki zuanak, an ikusi zuan, balkoi baten azpian eta geldigeldi, emakume bat. Lagunai onela esan zien: — Ara: dagoan egualdiarekin, emakum e b a t dago or, emengo k a n ta k entzuten! Deitu ta galdetu zioten: — Bañan... kanturako orrenbesteko zaletasuna al dezu ? Are erantzuna: — Nere aita zanaren k a n ta k kantatzen ari ziñaten da... Bilintxen alaba zan...

(CORO)

Zure anparo-pian geradenak azi, beli dizkigulzu gauz onak erakulsi; argatikan jedea ez degù na i ulzi, baizik Jesusen lege ona sendo eutsi. Erregulu dezagun B ir jiñ a A m a ri, egiñaz biolzetik otoitzak ugari, B er a k banatu dezan emen geranari, amorez begiratuz Errenleriyari. Pekatariyen A m a kutsu gabekua, eskatutzen dizugu zuri anparua, erabat ulzirikan, bai, m u n d i erua, izan dezagun gero betiko zerua.

Tabuyo orrezaz gertaera b a t konta genezake. Bilin­ txen liburuan jarria degu, bañan emen ere ez du gaizki emango. Tabuyo Madriden zan. Lagun batekin bildu zan gau-festa b a t egitera. Agidanean, lagunak ala naiko zuten eta k a n ta ka n ta ri asi zan.

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EN DEFENSA DEL ARCHIVO MUNICIPAL P o r J o x e b a M. GOÑI

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Se tra ta del to m o de m ayor a n tig ü e d a d e n tre lo s del A rc h iv o del A y u n ta m ie n to de R entería. En él se re cog e n lo s a c u e rd o s to m a d o s e ntre los años 1521 y 1547, re fe re n te s o d e riv a d o s de lo s c o n tra to s so bre o b lig a c io n e s , a rre n d a m ie n to s y re nta s del m u n ic ip io . En la a ctu a lid a d re s u lta una a u té n tica jo ya . Una joya q ue los re n te ria n o s e s ta m o s o b lig a d o s a p ro te g e r y s a lv a g u a rd a r con to d o e m p e ñ o , ya que en este to m o y en los q ue le sig u e n , se halla c o n ta b iliz a d a g ran p arte de la h is to ria de n u e s tra c o m u n id a d .

U n sencillo episodio de h isto ria re n te ria n a me da pie p a r a su sc ita r una reflexión en defensa del p atrim o n io histórico y c u ltu ral de n u e s tra villa, el A rchivo municipal. E s público y notorio p a r a todos los conocedores de la histo ria de R e n te ría , la im p o rta n cia p r e p o n d e ra n te que tu v o en ella la din a stía , hoy d esg ra cia d am en te ex tin g u id a , de los G amón. Ciñéndonos al tu r b u le n to período de fines del siglo X V I I I , que es ta n to como decir Revolución F ra n ce sa y n acim iento doloroso de la c o n te m p o ra n e id a d , la fam ilia G am ó n ejercía un dom inio a p l a s ta n te en los destinos espirituales y civiles de la villa ta n t o a nivel oficial como oficioso. B aste u n a sim ple enum eración. E l m á s ilustre de todos era sin d u d a J u a n Ignacio, sacerdote beneficiado de la p a rro q u ia , com isario del S anto Oficio de la Inquisición de la com arca, y, como suprem o título, h isto ria d o r de R e n te ría en defensa de sus derechos jurídicos en liza con los pueblos limítrofes. U n h e rm a n o suyo, Miguel Manuel, era ben e­ ficiado de la p a rro q u ia y el vicario de la misma, Manuel Asensio

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de A lzuru, era c u ña do de am bos. U n G amón (Manuel A ntonio) firma como alcalde en la encom ienda hecha a J u a n Manuel G am ó n, sobrino, p a r a la redacción definitiva de la h isto ria de R e n te ría , que h a b ría de realizarla, por causas que nos son des­ conocidas, el anciano tío J u a n Ignacio. P ero no te r m in a ahí la lista de los G am ón exhibiendo una larga h oja de servicios en servicio del pueblo. El p r o ta g o n ista de n u e s tra historia se llam a José Ignacio, h erm a n o del h is to ria ­ dor, sin duda. El A rchivo m unicip al conserva el litigio p la n te a d o por José Ignacio de G am ón al A y u n ta m ie n to , al re c a b a r de éste u n a c u a n tio s a indem nización en v ir tu d del éxito favorable de u n a comisión en c o m e n d ad a por dicho m unicipio y eje c u ta d a , según és-te, con una destreza «sin exemplar en el País», al conseguir salvar los bienes y tesoros parroq uiales y d o cu m en to s m u n ic i­ pales («plata, alajas de la Iglesia, papeles de archivo y num erias »)


d u r a n te la invasión de G uipúzcoa por los convencionales de la Revolución F ra n ce sa en agosto de 1894. José Ignacio de G am ón se to m ó la n a d a dudosa p rovidencia de traslad a rse con el precioso bagaje y toda su familia a las m o n ta ñ a s de S a n ta n d e r de las que no volvió h a s ta pasados trece meses de r e c ata d o y pacien te exilio. E n su ausencia, los bienes patrim oniales fueron del saqueo invasor, que le a r r e b a ta r o n «(treinta anclas, ciento

treinta u cinco fanegas de trigo y maíz, cuatrocientas cincuenta cargas de carbón y diferentes muebles», por todo lo cual solicitaba u n a indem nización que el A y u n ta m ie n to ju z g a b a in fu n d a d a y excesivam ente cuantiosa. Los renterian os de aquellos tiem pos, en v ir tu d de su ca rác­ te r fronterizo, te n ía n u n a a m a r g a y la rga experiencia de las invasiones francesas. Al poco de surgir la Revolución de 1789 en F ra n cia , en este lado de los Pirineos se vivían con inq u ie tu d todos los grandes episodios galos, incitando a las auto rid ad es a to m a r las m edid as m ilitares p rev e n tiv as con v istas a a m in o ra r los efectos de u n a invasión francesa. E n este estado de cosas el municipio rente rian o reunido en A y u n ta m ie n to general el 20 de n oviem bre de 1793, determ in a b a:

«los vecinos constituientes de la Villa ... en su congreso general de veinte de noviembre de m il setecientos no­ venta y tres, acordaron uniformemente con previsión de las consecuencias de la Guerra, se dispusiesen y travajasen los necesarios caxones para custodiar y reservar la plata y alajas de su Iglesia Parroquial, se solicitase el competente número de arcas para igual fin de custodiar los papeles de su archivo y numerias y que hecho así se trasladasen todos de sus respectivos sitios a los parajes que más conveniente juzgasen dicho Joseph Ignacio de Gamón y Joseph de Ysasa, a quienes por su notorio celo, pureza e integridad, dieron la co­ misión más amplia que fuese necesaria...». E fe c tiv a m e n te , el 1 de agosto de 1794, el ejército francés rom piendo las líneas fronterizas p e n e tr a b a en R entería. Las levas m ilitares de la provincia, un poco an tes en situación de superio ridad en la frontera, fueron v íctim as de un engaño estratégico, y a que c o n tra to d a lógica los franceses, en vez de p r e s e n ta r b a ta lla por el paso m ás favorable de Irún y Behobia, realizaron u n a m a n io b ra diversiva p en e tra n d o por la región de los Alduides, y corriendo r á p id a m e n te por el pasillo del valle de B a z tá n , r e m o n ta b a n O yarzun por el paso de Arrichulegui. F u e n te rr a b ía , San Sebastián V Tolosa, caían rá p id a m e n te en m anos de los franceses. Se iniciaba una confusa crisis y un período equívoco de negociaciones que nos alejan de nuestro a s u n to (1). T e r m in a d a la invasión, firm ada la P az de Basilea en 1795 en tre F ra n c ia y E s p a ñ a , G am ón pudo volver con su trofeo salvado a la villa. Sin em bargo, ni su am o r a los objetos sa­ grados salvados ni su localismo ferviente le parecieron suficiente gloria p a r a la p o ste rid ad ; quiso sacar inm e d ia to provecho del servicio p restad o a la c o m unid ad rente riana . P or todo ello, interpu so pleito a n te el T ribun al de Corregim iento de la P r o ­ vincia p a r a que se le devolviera en concepto de indem nización por las pérdidas sufridas en tiem po del destierro, 81.631 reales de vellón. El A y u n ta m ie n to , puesto en con tac to con sus ase­ sores jurídicos José J o a q u ín de Gorosábel y J u a n B a u tis t a de A nsorena, respondió reticente y evasivo a tal d em a n d a , alegan­ do f u n d a m e n ta lm e n te dos razones: la prim era, que la p érd ida de bienes no e s ta b a ligada n ecesariam ente a la ausencia de R e n te ría , y a que «muchísimos que no emigraron no pudieron

conservar los bienes de la violenta y rapaz mano de los Franceses, particularmente los géneros de Ferretería y también hubiera sido m uy difícil a Gamón la libertad de los suyos». El segundo m o tivo esgrimido por los ediles enciende la ira o ra to ria de G am ón en su escrito de contrarréplica. A rguyen aquéllos, p as a d a la to r m e n ta francesa, con un a rg u m e n to p u r a m e n te hipotético y ja m á s som etido a la p ru e b a de los he­ chos, a saber, «que después que entre los franceses empezó a reinar

el moderantismo, •pudieran ser bien discurrirse arbitrios para engañarles y dejar ilusorios sus intentos en orden al descubri­ miento de la plata». N a d a menos que el recurso a las arte s mágicas, o pina ba G am ón, en tie m pos de ocupación m ilitar ex tra n je ra . La solución de un a resistencia pasiva a n te el invasor. N a d a de e x tra ñ o que G am ón se com plazca en ac u m u la r razones p a r a d e s tru ir el espejismo de tal ev entualid ad. B a s ta rá con m ir a r a lo ocurrido en otros lugares de la provincia: la prisión de los asistentes a las J u n t a s Generales de G uetaria; la conducción de guipuzcoanos prisioneros al castillo de B a y o n a tr a s la m u e rte de Robespierre; las pruebas que sufrieron Miguel de A guirre y J u a n A nto nio de E eh eveste sin m ás m otivo que el recelo de que ellos fuesen los depositarios de la p la ta del m u ­ nicipio; los atropellos de A ndoain, donde tr a s la q u em a de los papeles de archivo se pudo descubrir, con am en azas de guillo­ tin a , u n a lá m p a r a de p la ta ocu ltad a en el regazo del río; la detención del párroco de U súrbil a quien se le a r r e b a ta r o n 50.000 pesos de p la ta. Consta, prosigue G am ón, que vino de

Tolosa a R e n te ría un oficial francés con el único obje tiv o de descubrir el p a ra d e ro de la p la ta de nuestro pueblo y «una infiel muger francesa indignamente residente en Rentería » co­ m u n ic a b a a otro oficial de que «hubiese yo recogido aun las cam­

panillas de las andas de la Madre de Dios, graduando de picardía y de agravio a los franceses esta oportuna reserva». P or lo dem ás, F u e n te rr a b ía , Irún, O yarzun, Lezo, Alza y otros pueblos su­ frieron la m ism a desgraciada suerte. Pero h ay un últim o aspecto en la arg u m e n ta c ió n de G am ón que m ejor d e m u e stra la sabiduría de habe r alejado el p a t r i ­ monio artístico e histórico del pueblo y es ca b alm en te la t e n t a ­ ción que h ub ie ra supuesto p ara c a p itu lar sin condiciones. La te n ta c ió n de la población rente riana , poco d isp u e sta a la resis­ te ncia heroica, siquiera fuera ésta sólo pasiva, y presurosa a co m p ra r la cóm oda paz a cualquier precio: «¿no decía un sugeto

de esta villa, tiempos despues de la invasión, que, por qué no había de venir yo a entregar la plata a los enemigos y a dar paz al vecindario con ellos?» No fue el A y u n ta m ie n to insensible a tal a r g u m e n tac ió n de G amón y, movido por sus consejeros jurídicos an tes citados, se avino a u n a am isto sa transacción. El A y u n ta m ie n to general del 28 de enero de 1798, an te el Corregidor Interino de la P ro ­ vincia, Manuel de Arizabalo, se convocó a G am ón a red uc ir sus pretensiones en 28.000 reales, q u ed a n d o fijada la co m p e n ­ sación to ta l en 53.631 reales de vellón de los cuales 4.000 se pagaron en m etálico y el resto en p a r tid a s de árboles de los m on tes de R e n te ría , secular e in a ca bable caja de caudales de los m unicipios renterianos del pasado.

L a m e n to que la a n é cd o ta h a y a ido para largo. Quede la sustancia de la narración: José Ignacio G am ón salvó, como él mismo dice, «importantes papeles de Archivo y numerias, m il veces más preciosas que todo el valor de aquellas alajas». E n un m unicipio en el que no todos los concejales sabían escribir, como e x p re sam e n te consta en las rúbricas de los docum entos de la época, no faltó en algunos una sensibilidad h istórica p a r a sal­ v a g u a r d a r los Privilegios R odados, Cédulas, A ctas Municipales, etcétera..., de u n a ev e n tu a l y d esastrosa desvastación. Y c ie rta m e n te que la previsión del m unicipio se reveló a los pocos años v e r d a d e r a m e n te providencial, pues el exilio m om e n­ tán eo de las cajas del archivo a las m o n ta ñ a s de S a n ta n d e r supuso n a d a menos que el hacer posible la definitiva redacción de la historia de R e n te ría de Gamón. No se olvide que la historia que hoy conservam os es en realidad la segunda salida de la p lu m a de J u a n Ignacio, cuando, ofendido su au to r, y todo el pueblo con él, de que en la edición del D IC C IO N A R IO GEOG R A F IC O -H IS T O R IC O D E E S P A Ñ A , por la A cadem ia de H istoria, en 1802, no se hubiese publicado el p rim e r m anuscrito íntegro red a cta d o en 1785, sino cercenado en aquellos p u n to s precisam ente en que se hacían valer los títulos jurídicos de R e n te ría en sus luchas con los pueblos lim ítrofes, y sobre todo, molesto el A y u n ta m ie n to de que tales acotaciones se hicieran según el criterio del Dr. Camino, histo riador de San S eb astiá n y por ello p a r te interesada en la contienda, determ in ó el A y u n ­ ta m ie n to u n a n u ev a redacción m ás prolija y más cla ra m e n te v indic adora de los derechos históricos de R en tería. E s ta es la historia editad a en 1930 (2).

Valía, a mi juicio, s u b r a y a r el episodio, ya que hoy día, en el vértice en que se ejec utan y m a d u ra n las resoluciones, esta­ mos abocados a p erde r irrem ediablem ente p atrim o n io s cul­ turales e históricos de au tén tico valor. E n un R e n te ría de 40.000 h a b ita n te s, cruelm ente deficitaria de instituciones que le o tor­ guen a sus vecinos ese suplem ento de alm a como son los centros culturales, las bibliotecas, salas de conciertos, p arq u e s de recreo y deporte, nos falta ta m b ié n un A rchivo m unicipal digno y propio. Sometidos al asedio de una nueva raza de c o n q u ista d o ­ res, como son los constructores, que sin p asar el charco de las Américas e n c u en tra n en las ango stas laderas de R e n te ría el au tén tico Dorado americano, parece legítimo elevar esta silen­ ciosa p ro testa de la h isto ria de nuestros mayores. V a y a n estas líneas, dirigidas a n te todo a los actuales res­ ponsables del m unicipio, quienes en u n a necesaria am pliación de las oficinas m unicipales y en la creación de u n a más que necesaria oficina té cnic a de urban ism o, no h a n e n c o n trad o aún en los muros del edificio un lugar digno y acogedor p a r a el Archivo, que si siempre debe q u e d a r sa lv ag u a rd a d o de ciertos espíritus desaprensivos, debe, así mismo, saber acoger a los estudiosos del pasado.

(1) C fr. A R O C E N A , F.: B ru m a s de n u e s tra h is to r ia . San S eb astiá n , Cap. X V , La irru p c ió n de los C o n ve n cio n a le s, págs. 89 • 95.

1952.

(2) In tro d u c c ió n de S e ra p io M ú g ica a la obra de G A M O N , J. I.: N o tic ia s H is t ó ­ ric a s d e R e n te ría . San S e b astiá n , 1930. págs. V III - IX.

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ERRENDERIARRA ILL ARTE!! X A B IN

GORO STO LA’ta r P E D R O T X O , txelista bikain età errita r obea dan orrek diyon bezela, naiz e tà bere erritik u rritu a rkitu arren, bere am ets età oroimen guziyak, beti bere jaiotz erri m aitagarri onetan omen dauzka. Ez da gutxiyorako!! Bejon daikela, Pedrotxo!!

orretaz, ain txikia izan arreni!... nolako gauz ikusgarriak dauzka gure E R R E N D E R I K O erriyakü... Jaizkibel, San Markos, Ayako-Arria, ta beste ganontzeko mendi oyen babesian dagon erri onek, nondik ateratzen ditu orrenbeste abeslari, txistulari, bertsolari t a a b a r?

Nik ere zerbait esan nezaket gai orretaz. Orain bi urte zuen a rtian arkitzen nintzan, ta orain berriro, Ipar Am eriketako New-York erri aundi onetan arkiturik, inoiz bano geyago gogoratzen naiz erri m aite

Nik uste det gure antzinako e rritar ayen ¡odola oraindik gure zanetan dagolako. Oraindik ez dira egun asko, nere anai X abierrek idatzi zidan orain berriro or egindako Euskal festatzaz. A rriturik gelditu nintzan,

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età b a ita ere pozez beterik, ikusirik nolatan ainbeste abesbatz, zortzikote età atzerriko ereslari onenak gure erri m aite onetan bildu ziran, batzuek abesten età besteak erestutzen... E t à emen, erri aundi età aberats onetan, zer dago? M aitetasuna urruti, laguntasuna urrutiago, emengo euskaldunak danak sa k abanatuak. Nik, J u a n Oùatibia em endik joan ezgeroztik, ez d a k it zer dan abestutzia... Emen gaiztakeriya ta lapurkeriya besterik ez dago, età jakiùa nik nere biyotza alaitu nai det zuen a rte tik u rru ti a rkitu arren. Or joaten naiz bada eun urte bañan geyago d ituan «La Nacional» bazkundera. B ertan geyenak galleguak dira età jakiùa, nerekin batera, tartek a , nere emaztea età alaba joaten dira. Orregatik nere alaba ikusi ondoren, bertako agintariak esan zidaten bera lorearen erregiñetako ona izango litzakela, età auteskunde gogor batzuek egiiì ondoren, garaille ate ra zan gure alabatxoa. Guk, bere gurasoak, zer esanik ez, poz a u n diya a rtu genduben jakiñik gañera, lenengo aldiz euskal abizen età izena dituan b a t erregiñ ateratzeak. N ew -Y ork’en erregiñ ateratzea eza baida errexa!! Orregatik Errenderiko seme baten alaba orrela ateratzia, nere biyotzar e n tz a t pozgarria da benetan. Errenderiko semea naiz ni ezin nezake ukatu itz txiro abek kantn onekin egin nai ditnl bukatu. Aurrera erritarrak, kale, baserrilarrak, beti erriya m aitatu umore on ta alaitasunez M adalen ja ya k p a sa tu !!! Besterik gabe «OARSO’ko» idazle, e rrita r età kanp o ta r danori, or dijoakizute nere bostekoa, m aitasunez betea. E resbatzako lagun danori, txistulari e tà nere lagun zar, sendi, lengusu età abar, nere oroipenik xam urrena. Zuena beti, età E R R E N D E R I A R R A ILL ARTE!!!


EL C. D. TOURING, CAMPEON DE GUIPUZCOA Por

ORERETA

De p ie : G o ro s tid i, S a cristá n , G arcía, G o ñ i, y A ro za m e n a .

Elcano, J u g u e ra , C a s te lla n o s (a u x ilia r)

Nuestro C. D. Touring culminó en la tarde del día de San Pedro su brillantísima ejecutoria en la Copa de Guipúzcoa, al obtener el título, venciendo en Larzábal al H ernani, por tres tan to s a uno, con todos los mereci­ mientos.

y

N ovoa

(e n tre n a d o r).

A gachados:

Balbás,

S ánchez,

O rru ñ o , J u lito , C abezas

ascenso, por lesiones, principalmente, haciendo abs­ tracción de otros imponderables, hubo que improvisarse otro conjunto pa ra cubrir los puestos que p a ra la Copa habían dejado los Yontzu, Isasi, Murua, Usandizaga y Ezquerra, entre otros.

Por ello, es obligada nuestra felicitación al veterano Y se habla de brillantísima ejecutoria, ya que en club renteriano, que este año cumplirá sus cincuenta de este Torneo de eliminatorias a doble partido participó existencia, tan to por el éxito que comentamos, como por en once encuentros, habiendo ganado en diez y em patado el hecho de que sus juveniles hayan logrado el ascenso en una ocasión, lo que equivale a finalizar invicto, con a la primera categoría, felicitación que se hace extensiva el balance de veintinueve goles a favor y seis en contra, a los técnicos que con buen pulso han llevado ambas tra s superar, por orden cronológico, al Trincherpe, naves, Alfredo Novoa y J u a n Mari Insausti, y a los Vergara, Aloña Mendi, Alegría de Alava, San Ignacio jugadores Yontzu, Goñi y Julito, del primero, y a Esquide Vitoria y Hernani. sábel, Gaztelumendi y Berasarte, del juvenil, que se Magnífico galardón conseguido por segunda vez han hecho acreedores a los trofeos instituidos pa ra consecutiva, ésta, a nuestro juicio, más m eritora, toda prem iar la deportividad, regularidad y m áxim a eficacia vez que perdida en el último m inuto la clasificación de realizadora, respectivamente.

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Carta abierta del Alcalde de la villa de R entería, don R am ón M ágica Lecuona, al E xcm o. Sr. don Federico Bergareche, Alcalde de la ciudad de Irá n . E x cm o . Sr.: P rim e ra m e n te , quiero ag rad ecer por esta c a rta la in v i­ ta c ió n oficial que he recibido p a ra asistir a las fiestas de San M arcial, com o A lcalde de la villa de R e n te ría. La v erd ad es que m e ha llenado de gran satisfacción. P rim ero porque m e u n en y a lazos de fam ilia con esa ciu d ad , y segundo p o rq u e tien e p a ra m í un hondo v alo r histórico. P o rq u e ta m b ié n los re n te ria n o s estu v im o s en la b a ta lla de S an M arcial. P a ra d em o strarlo po d ríam o s ad u cir d ocu­ m ento s, recuerdos y h a sta ley en d as, pero b ásten o s con c ita r lo que dice don Serapio M úgica en el « E stu d io m onográfico de la C iudad de I r ú n » : «D. Beltrán de la Cueva viendo su valeroso ánim o, pasó á la Rentería, donde de nuevo co n su ltaro n la d ificultad de la em p resa, que á rd u a era. Con ésto D. B e ltrá n , m ás por ver el ánim o de las gentes de la tie rra , que p o r conseguir su p a re c e r, salió de la Rentería con la m ayor parte de sus solda­ dos, y obra de ciento y cin cu en ta h om bres de á caballo, haciendo este nú m ero los v ein te y c u a tro ginetes, que R u y D íaz de R ojas te n ía en Irú n , y llegado á O y arzu n , to rn a ro n á nu ev a co n su lta, y como hallase allí aún m ás ánim o en las gentes, pasó a la tie rra del térm in o de Irú n , donde en un valle llam ad o A lzuvi de L eg arra, le m o stra ro n el cam ino de las sierras, p o r donde seg u ram en te podía cam in ar, á d a r sobre los enem igos, sin ser v isto , ni sen tid o . E n este p uesto un viejo de la m ism a tie rra llam ado P ed ro de B u ru ta rá n , aconsejó á D. B e ltrá n , que subiese la m o n ta ñ a , a ta d a s las lenguas á los caballos, p orque cesando con esto su relinchar, no suelen ser sentid o s de los enem igos. Así lo hizo, com o lo dijo el viejo. P a ra esta sazón ya las gentes de la tie rra de las com p añ ías del sueldo de los dichos dos C ap itanes Azcue y A m bulodi, y las dem ás de la tierra de Ir ú n y Oyarzun y Rentería que los unos y los o tro s sin las gentes de I). B eltrán serían obra de mil y q u in ien to s h om bres: e sta b a n con grande ánim o congregados. A boca de noche com enzando á cam in ar con ta l d enuedo, que parecía m o stra r el triu n fo de la vic­ to ria , que e sp erab an , m arch aro n dos leguas h a sta o tro valle, llam ad o S aroya de A guinaga, donde llegados dos horas a n te s del día, to rn ó D. B eltrán á c o n su lta r el negocio, que siem pre se le figuraba m ás difícil, que se le p re se n ta b a . Para engañar en el designio á los enemigos, mosén Pedro H irizar clérigo,

vecino de la Rentería que tenía oficio de tenedor de bastimentos, había comprado aquella noche más de cuatrocientas hachas de palo, de las que en toda esta tierra, para cam inar de noche se usan, porque con su grande luz se puede cam inar á placer en cualquier tiem po. Toda esta noche mosén Pedro, por orden que le había dado por dar á entender á los enemigos, que cargaría gente por la parte de Irú n , y hacerlos descuidar por la que el daño se les armaba, anduvo por el camino Real con estas hachas ardiendo, con mozos y mujeres que las traían, desde lo alto del camino Real, que divide los caminos de Oyarzun y la Rentería hasta la plaza de Irú n , que es distancia de una legua, resultando este ardid y cautela en mucha utilidad: porque como después los m ism os enemigos contestaron todo su recelo era por la parte de Irú n , y no por lo alto de la m ontaña, de donde les vino el daño. »Q uedando D. B eltrán en S aroya de A guinaga y mosén Pedro por otra parte no cesando en el camino R eal de ir, y volver con mozos y mujeres con sus hachas ardientes, los C api­ tanes Azcue y Am bulodi pasaron con sus gentes adelante, con la oscuridad de la noche á reconocer á los franceses de los señores de O rtu b ia y Sem per, que en lo alto de la m o n ta ñ a esta b a n , á cu arto de legua: y cu an d o los franceses de la sierra sentierón, el su sp irar de los caballos, que por te n e r a ta d a las lenguas, no podían relin ch ar, y después conocieron m ás, el ruido que los caballos en el cam in ar hacían en tre los pedregales, comenzaron a huir, sin esperar á nin g u n a pelea ni escaram uza, creyendo, pues á ta l h ora, y en sitio ta n fragoso y alto los ib a n á buscar con el silencio posible, eran m ás gentes o hab ía traición.» E xcm o. Sr. A lcalde de Irú n : Sé que c u e n ta vuecencia con m uchas com pañías en el A larde de San M arcial. Mis am igos y ciudadanos de la R e n te ría me h an encom endado una m isión. Me h a n pedido que en conm em oración de este hecho histórico des licencia p ara que una com pañía de h o m ­ bres de R e n te ría p u e d a desfilar P O R U N A SO LA V EZ en el A larde de San M arcial. P ensadlo, pero en caso de que la resp u esta sea afirm ativ a o n eg a tiv a , sabed que los renterian o s estarem os siem pre unidos a esa ciudad herm an a de Irú n . Siem pre a v u e stra s órdenes, R am ón Múgica Alcalde de R entería

Rentería, 30 de ju n io de 1973

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S U M A R IO SA LU TACIO N ........................................................................................................................................ RECO RD A ND O A LOS RENTERIANOS ESPARCIDOS POR EL M U N D O ........................ EL A GU A, por Manuel Eche veste........................................................................................................ SOBRE EL ENTORNO DE UN PUEBLO, por Rafael Aguirre Franco.................................... EN TORN O A LA DOCENCIA DEL AYER, HOY Y MAÑANA, por Pedro Arrastio. . . . ASPALDIKO BERRIAK, por K. M itxelena..................................................................................... ADIOS A LOS VIEJOS BOSQUES, por Miguel Pelay Orozco..................................................... UNA ESTIRPE DE LEZO, LOS ISASTI, por J. Ignacio Tellechea Idigoras............................. G U A R D ER IA IN FA N TIL DE BERAUN, por Natalia Casado.................................................. JUEGOS INFANTILES EN LOS TRISTES TREINTA, por Adolfo Leibar............................. INEVITABLEM ENTE NOSTALGICA, por Aguirre de Echeveste.............................................. DE LOS NUEVOS VARDULOS DE NUESTRA «NUM QUAM SUPERATA», por Boni Otegui........................................ ......................................................................................................... ESTAMPAS QUE FU ERO N, por Bidazti......................................................................................... MANOLO M ARTINEZ, por Rafael Bandrés.................................................................................... UNA POBRE SANTA, por T xirritxa ................................................................................................ INVERNAL, por Urdaburu........................ .......................................................................................... OROITZAPENAK, por Bordari.......................................................................................................... RENTERIA RETROSPECTIVA, por A. Arrieta............................................................................. ERR EN D ERIK O TXISTULARIAK URTEAK ZEAR, por Xabier........................................... XENPELAR, por Leceta........................................................................................................................ EL DEPORTE DE LA PELOTA EN REN TERIA , por Rafael Bandrés.................................... AOZKO LITERA TU RA ERR EN TER IA ’N JU AN KRUTZ ZAPIRAIN, por Lekuona'tar Manuel' e k .......................................................................................................................................... LA G EO GRA FIA POLITICA GUIPUZCOANA Y RENTERIA, por José M .aBusca Isusi. EVOCACION DE OIARSO, por Manuel Agud............................................................................... RENTERIA, DESCONOCIDA POR MUCHOS RENTERIANOS, por Esteban Los Santos. REGOYOS EN REN TERIA , por V. Cobreros Uranga.................................................................. EL M EJOR LUG AR DEL M UNDO, por Alberto Eceiza............................................................. EL CHORRO DE ARENA, por Shanti de Oarso............................................................................ M USIKASTE 73, por Isidoro Echeverría............................................................................................ MUSIKASTE VISTO A DISTANCIA, por José Luis Ansorena................................................... LAS CALLES DE REN TERIA , por Carlos Ribera........................................................................ EL CIRCULO VICIOSO, por Raúl Guerra G arrido....................................................................... LOS «R A N G ER ’S» Y SUS «M IN O RET’S», NUESTRO CUERPO D IP L O M A T IC O .. . . ÍJN N IÑ O EN BICICLETA, por Santiago Aizarna........................................................................ COM ENTARIOS DE TRES PINTORES EN RENTERIA, sugeridos por Anthon Obeso . . . LOS ROBLES DE RENTERIA FREN TE AL PINO «INSIGNIS», por Iñaki Linazasoro... DIA DEL ARBOL Y DEL N ID O , por Vicente Elizonllo............................................................... ZATOZKIDA GOI ARNAS, por M ikel Ugalde.............................................................................. LA PRIMAVERA QUE BROTO DEL SUELO, por David M .a Tellechea..................... ... .. . VI CERTAM EN N ACIONAL DE CINE A FIC IO N A D O : OSCAR DE ORO PARA «HILO DE S E D A »................ .................................................................................................... DE GASTRONOM IA RETROSPECTIVA...................................................................................... CONCURSOS, Anthon Obeso............................................................................................................. ESQUI DE FONDO TEM PORADA 1972-1973, por Pello........................................................... LA PINTORA MARTA CARDENAS, por Luis-Pedro Peña Santiago....................................... EN PRO DEL MINUSVALIDO, por Yuste.................................................................................... E R R E N D E R IK O IKASTOLA GAU R, por Bitor........................................................................... IKASTOLA 1973, por M ik e l................................................................................................................ INAZIO TABUYO’K SANTA MARIA MAGDALENA EG U N IA N ERR EN TER IK O ELIZAN KANTATUA, por Antonio Zavala, S. J .............................. ..................................... EN DEFENSA D EL ARCHIVO M UNICIPAL, por Joxeba M. Goñi.............................. ER R E N D E R IA R R A ILL A R T E !!, por X a b in ................................................................................ EL C. D. T O U R IN G , CAM PEON DE GUIPU ZCO A, por Orereta................... .. CARTA A B IE R T A ..............................................................................................................................

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Relación de aportaciones de entidades y empresas de Guipúzcoa que han financiado y han hecho posible la realización de esta revista: C A J A DE A H O R R O S M U N I C I P A L DE S A N S E B A S T I A N ..............40.000 C A J A DE A H O R R O S P R O V I N C I A L DE G U I P U Z C O A ................. ..... 40.000 B A N C O G U IP U Z C O A N O , S. A ..................................................................... 40.000 B A N C O S A N S E B A S T I A N , S. A ........................................................... ..... 40.000 B A N C O B IL B A O , S. A ...................................................................................... 15.000

pesetas pesetas pesetas pesetas pesetas

A P O R TA C IO N E S DE 5.000 Y 5.500 PESETAS B A N C O V I Z C A Y A , S. A. CAJA LABORAL PO PULAR P R O D U C T O S A IS L A N T E S N IE S S E N Y C IA ., S. R. C. F A B R IL L A N E R A , S. A. REAL C O M P A Ñ I A A S T U R I A N A DE M I N A S G. E C H E V A R R I A Y C IA ., S. en C. I N D U S T R I A S E S P A Ñ O L A S , S. A. E S M A L T E R IA G U IP U Z C O A N A H IJ O S DE J. L. U R A N G A V I C T O R I O L U Z U R IA G A , S. A. T R A N S P O R T E S SAN JOSE CANTERAS ARRUABARRENA M O N T A J E S E L E C T R IC O S L A U R A K C O O P E R A T IV A MOLXER

GAETXE MIGUEL E LO R Z A U R R U Z O L A , S. A. A LE JA N D R O ALZOLA IN M O B I L I A R I A B A Z T A N LA F A N D E R IA , S. A. IN M O B I L I A R I A U R D A B U R U C O N S T R U C C I O N E S A R E IZ A G A C O N S T R U C C I O N E S O Y A R B ID E C O N S T R U C C IO N E S IM A O Y A C O N S T R U C C I O N E S S A R E Z , S. A. IR A G O R R I Y E C H E V E R R IA M IC H E L E N A Y L E C U O N A E D IC O N , S. A. P A P E L E S P I N T A D O S Y M O O U E T E R IA I Z T I E T A

Dirección: BONIFACIO OTEGUI Asesoramiento y coordinación: JAIM E COBREROS ESTEBAN LOS SANTOS ANTONIO OBESO Ilustraciones de: A. VALVERDE («AYALDE») J. A. SOTA M.» JOSE ESTENSORO Fotografías de: V. CHAROLA J. M. MUGICA FOTO LLOR JESUS HOSPITALER ZARRAN Z I. ZAPIRAIN E. FIG URSK I J. A. SOTA M. ERRIONDO A. OBESO HERMANOS OTEGUI JOSE HOSPITALER J. M ENDIVIL R. M UGICA A. A G U IR R E F. NAVARRO G. GARRABELLA FOTO EZGAR I. U RK IA


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