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El misterio de las tres motocicletas
Dirección editorial Cnl (R) Omar Locatelli
Coordinación editorial Lic. Juan Ignacio Cánepa
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Diseño y diagramación Alejandro Arce
Corrección Ximena Riera
El misterio de las tres motocicletas
Primera edición 2021
© Editorial Universitaria del Ejército (EUDE) Cabildo 65, Ciudad Autónoma de Buenos Aires www.iese.edu.ar/eude/
Queda hecho el depósito que establece la ley 11.723.Libro de edición argentina.
No se permite la reproducción total o parcial, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.
Las imágenes son meramente ilustrativas, sin fines de lucro, los créditos de estas imágenes pertenecen a sus respectivos dueños.
EL MISTERIO DE LAS TRES MOTOCICLETAS
Carlos Jurado
EUDE
2021
EL RELATO DE UN VECINO
Mi nombre es Rafael Lucas, soy periodista e investigador del periódico Nueva Era de Tandil. Los acontecimientos que voy a relatar comenzaron durante una fría madrugada del 1 de junio de 1992, cuando se produjo el avistamiento de un extraño artefacto en el cielo de las localidades de Azul y Tandil.
Pasadas las 9.00 h de ese día, llegó a la redacción del diario el señor Carlos Enrique Juárez, un vecino que se desempeñaba como ingeniero en refrigeración de una empresa local, para mostrarnos una fotografía que había tomado con su cámara desde el patio de su casa (ver il. 1).
Mi jefe de redacción me mandó a llamar. Al reunirme con él me fulminó con la mirada y espetó: “Lucas este un caso para un especialista en misterios, así que realice la entrevista con el ingeniero Juárez y continúe con la investigación”. Para cumplir con la directiva, le solicité a Juárez que me acompañara a mi oficina para escuchar su relato y, de paso, enviaría a analizar la fotografía por nuestro laboratorio.
El ingeniero Juárez comenzó explicando que, a las cinco de la mañana, cuando estaba desayunando en la cocina, escuchó un zumbido extraño que provocó que los perros dejaran de ladrar. Salió al patio y vio un aparato con forma de cigarro elevado en el cielo y a poca altura. Atónito por el avistamiento, corrió a su dormitorio y despertó a su esposa y a sus hijos para que salieran a ver. Tomó su cámara fotográfica, con un lente zoom Súper Takumar de 80 mm por 200 mm, y logró capturar las imágenes que me entregó.
El aparato en cuestión —según el relato del ingeniero— había comenzado a balacearse y, sin emitir otro sonido, se alejó con rumbo a Azul 1 . En ese momento, al cesar el zumbido, los perros iniciaron, nuevamente, su concierto de ladridos. Como Juárez era fotógrafo amateur reveló su rollo para ver cómo habían salido las imágenes.
1 Azul es uno de los ciento treinta y cinco partidos de la provincia argentina de Buenos Aires. Está ubicado en el centro geográfico de la provincia y su cabecera es la ciudad de Azul. Se encuentra a una latitud de 36°48’ Sur, una longitud de 59°51’ Oeste y una altitud de 136 m s.n.m. Ocupa 6615 km² de superficie.
SE INICIA LA INVESTIGACIÓN
Finalizada la entrevista con Juárez, comencé a redactar la nota para tratar de develar este nuevo misterio. Para corroborar la historia, envié las fotografías a nuestro laboratorio, con el fin de que los expertos las analizaran en busca de un posible montaje.
Mientras trataba de conseguir alguna respuesta lógica a este relato futurista, la operadora del conmutador me transfirió el llamado de un vecino de Azul que deseaba informar de un avistamiento parecido. Al relato, similar al de Juárez, le agregó que el “aparato” había desaparecido entre los cerros, y que después de unos instantes se vio un fuerte resplandor detrás de la sierra.
Con estos nuevos datos, le pedí autorización al jefe de redacción para trasladarme hasta la vecina localidad, quien, como conocía mis habituales inquietudes detectivescas, me dijo: “Lucas, hace todo lo que creas conveniente, porque tus notas suelen generar noticias de primera plana y eso vende”.
El jefe, por sus contactos, ya había hablado por teléfono con el comandante de la 1.ª Brigada Blindada “Brigadier General Martín Rodríguez”, por lo que me aseguró que este me apoyaría con lo que necesite para facilitar el acceso a eventuales lugares complicados dentro de las sierras. Además, me explicó que quien mejor colaboraría, por la ubicación de su unidad y por su constante búsqueda para solucionar todos los interrogantes mundanos, y de los otros, era el jefe del Regimiento de Caballería de Tanques 10 “Húsares de Pueyrredón” (RC Tan 10), el teniente coronel Darío Mauricio Rey.
Con esas buenas perspectivas de apoyo, reuní mis primeros apuntes y armé mi estuche de fotografía, junto con mi equipo de campaña, preparado acorde a las instrucciones de mi amigo, el mayor Alberto Maren.
Como si lo hubiera convocado con el pensamiento, Maren me llamó para contarme que había sido convocado por el jefe del Regimiento 10, a fin de colaborar en una profunda investigación, pero no le había dado detalles de la misión.
Sin aclararle el caso le pregunté: “¿Por qué te llaman a vos para esta tarea?”. Mi amigo Alberto me respondió que cuando había sido Oficial de Operaciones de ese regimiento, al regresar de un curso de exploración en EE. UU. trajo una idea revolucionaria para dotar de elementos aéreos a los escuadrones de exploración independientes. La propuesta fue asignar aviones Pucará para apoyar la búsqueda de información y, además, apoyar las acciones terrestres. La idea de esa elección —me contó— era que estas máquinas no necesitaban de prolongadas pistas para su despegue, por lo que podían hacerlo en 300 m. Además, me aclaró que las primeras organizaciones blindadas británicas, previas a la Segunda Guerra Mundial, tenían aviones ligeros en apoyo. Por intentar introducir esa nueva visión de apoyo a la exploración tuvo que lucir durante toda una ejercitación un distintivo que tenía un ovni, como primer ejecutor de esa peregrina idea.
Entendí que por ese antecedente y por su afinidad laboral con el jefe del 10 de Caballería, este lo había pedido para participar, a sus órdenes, en lo que creía que iba a ser una investigación fuera de lo común. Además, con el precedente de haber concluido exitosamente otra investigación anterior (develar el misterio de la cueva en el campo de tiro) el comandante no dudó, ante el pedido del jefe del Regimiento 10, en autorizar que el Escuadrón de Exploración de Caballería Blindada 1 (Esc Expl C Bl 1) quedara a órdenes del 2.º jefe, y que su jefe, Maren, partiera a Azul para realizar la investigación. Un dato más a tener en cuenta fue que, sabiendo de las buenas relaciones del regimiento con los medios periodísticos de la zona, el comandante le había adelantado al jefe del 10 de caballería que solo autorizaba las crónicas periodísticas mías, bajo el control de Maren y con su revisión posterior.
Antes de terminar la comunicación, con Maren acordamos vernos en el regimiento, a la mañana siguiente, a las 8.00 h. Para finalizar, le dije que nos encontraríamos en la entrada de la mayoría para “matar dos pájaros de un tiro” (reunirme con mi amigo y presentarme al jefe de regimiento).Maren soltó una carcajada y me respondió: “Perfecto, soldado Lucas. La aventura comenzó”.
EL ENCUENTRO DE DOS AMIGOS
Al día siguiente, 2 de junio, llegué al regimiento a la 7.30 h y me anuncié en la guardia de prevención. El jefe de Guardia me hizo acompañar por un soldado hasta el despacho del teniente coronel Rey, quien me recibió con su cordialidad habitual, diciéndome: “¡Hola, Lucas! Bienvenido al regimiento para una nueva aventura”. Me invitó a sentarme, mientras él acomodaba varias carpetas, con distintos cartelitos amarillos, desplegadas sobre el escritorio. De una de estas sacó unas hojas que contenían un resumen de lo acontecido hasta el momento.
El dialogo se inició comentando el suceso. La conversación se interrumpía cuando sus dos teléfonos fijos y su móvil no paraban de sonar. Él hacia una pausa y los atendía. Entonces, yo traté de minimizar la reunión diciéndole que venía por el asunto de un supuesto avistamiento de un objeto no identificado. A lo cual me preguntó: ¿Un ovni, tal vez? Me quedé sorprendido por el conocimiento del tema y me dijo: “En el día de ayer, cuando el oficial de servicio se presentó para darme las novedades, yo ya estaba al tanto porque en mi primera recorrida a la unidad, bien temprano, vi el extraño aparato surcando el cielo. Inmediatamente le informé al comandante de la brigada”.
El teniente coronel Rey me aclaró que el tema en cuestión no era nuevo para la región. Me relató que el 24 de junio de 1947 un empresario norteamericano, que viajaba en su pequeña avioneta, había divisado unos extraños objetos ovalados que volaban a gran velocidad, parecidos a platos soperos al revés, en una perfecta formación “V”. El empresario era Kenneth Arnold, quien bautizó a esos extraños objetos como “platillos voladores”. Desconcertado por su amplio conocimiento del tema, me despedí para evitar interrumpir su trabajo. Me agradeció la deferencia y me dijo que fuera a desayunar al casino de oficiales para luego reunirme con el mayor Maren en su antigua oficina de oficial de Operaciones. Le agradecí su consideración y nos despedimos con un apretón de manos.
Mientras estaba desayunando observé que Maren se dirigía a la Mayoría. Cuando lo vi salir, fui a su antigua oficina para encontrarme con él. Mate de por medio me puso al tanto de las precauciones que el jefe de regimiento le había transmitido: “Mi amigo, estimado Lucas, otra vez nos convoca un suceso rodeado de misterio. No obstante, en esta oportunidad hay fuerzas paradojales que, eventualmente, podrían afectarnos y hasta poner en riesgo nuestras vidas”.
Maren me comentó que el jefe de regimiento le había advertido que iniciara una investigación del suceso para saber si el destello que se vio en la zona de las sierras tenía alguna relación con este avistaje. También me pidió una absoluta reserva en cuanto a la difusión de las noticias, en razón de que si eran difundidas por otros medios sensacionalistas podían causar pánico entre la población. Me alojé en el casino, ansioso de empezar una nueva extraña aventura de investigación.
LOS CERROS OCULTAN UNA ILUSIÓN
Como estaba pactado, al otro día, 3 de junio, cuando finalizó la formación habitual, fuimos con Maren al parque automotor y subimos al Jeep. El sargento Esquivel ya estaba instalado en el puesto del conductor. Yo ocupé el asiento trasero y, cuando iniciamos la marcha, comencé una rueda de mates.
Durante la marcha —especialmente durante el trayecto a campo traviesa—conversamos de varios temas. Yo les conté que la información que tenía se iniciaba con los múltiples avistajes que se habían registrado en esta zona en la década del 60. Estos, debido a la trascendencia lograda, dieron origen a que un equipo fílmico realizara la serie televisiva “Los invasores”, entre 1967 y 1968 (cuyo argumento consiste en la supuesta invasión de alienígenas al planeta Tierra). En razón de ello, Quinn Martin Productions anunció en esa oportunidad la decisión de viajar a la Argentina con el objetivo de recoger argumentos útiles para sus capítulos.
De pronto, se hizo imposible continuar con el desplazamiento en el jeep porque teníamos al frente los cerros y no existían sendas para avanzar. Entonces, Maren y yo comenzamos a escalar el cerro para observar si del otro lado del cordón serrano se podía ver algún rastro de actividad inusual (ver il. 2).
Esta tarea nos llevó tres horas, pero no pudimos ver nada que nos indicara alguna actividad inusual, pues solo hallamos las pequeñas sendas marcadas por los animales del lugar. Debido a la pendiente abrupta del terreno, tampoco podíamos descender hasta el pequeño valle que se divisaba delante de nosotros. Entonces, Maren sacó sus binoculares y pudo avistar una especie de cueva, localizada sobre el sector norte, que parecía tener un objeto metálico semienterrado. No obstante, la posición nuestra y la disminución de la luz solar nos hizo dudar sobre si estábamos en presencia real de un objeto o era una simple ilusión óptica, debido al color del terreno circundante.
Esta tarea nos llevó tres horas y no pudimos ver nada que nos indicara alguna actividad inusual, pues solo hallamos las pequeñas sendas marcadas por los animales del lugar. Debido a la pendiente abrupta del terreno, tampoco podíamos descender hasta el pequeño valle que se divisaba delante de nosotros. Entonces, Maren sacó sus binoculares y pudo avistar una especie de cueva, localizada sobre el sector norte, que parecía tener un objeto metálico semienterrado. No obstante, la posición nuestra y la disminución de la luz solar nos hizo dudar sobre si estábamos en presencia real de un objeto o era una simple ilusión óptica, debido al color del terreno circundante.
Viendo que nuestra expedición había llegado a un punto muerto, Maren decidió regresar al regimiento. El viaje de vuelta se hizo sin novedades, pero con la desazón de no haber encontrado ninguna pista para la investigación. Arribamos a destino y fuimos con Maren a informar al teniente coronel sobre la observación del valle y aclarar hasta donde podíamos informar al diario.
LOS VALIOSOS APOYOS DE LOS CONTACTOS DEL JEFE
Cuando llegamos a la Mayoría el ayudante nos hizo pasar al despacho del jefe, quien nos esperaba ansioso de noticias. El jefe, con su carácter afable, nos invitó a sentarnos en un sector que estaba amueblado con unos sillones de estilo y una pequeña mesa en el centro, y nos convidó con café. Entonces, Maren inició la conversación explicando el desarrollo de la travesía y la observación del objeto de apariencia metálica que divisó en el valle Rey haciendo gala de su capacidad para resolver cualquier tema nos dijo: “Como imaginaba, un resultado similar. Ya me comuniqué con el comandante y me autorizó para que yo tome los cursos de acción que considere más convenientes”.
Nos explicó que la Fuerza Aérea estaba saturada de estos informes y no deseaba tomar este caso, por lo que él había pedido hacerse cargo. Una vez recibida la autorización, había llamado al capitán de Aviación de Ejército (retirado) Luis Soler, que está trabajando en la NASA, quien le ofreció viajar hasta la Argentina para ayudar en todo lo que estuviera a su alcance. También —nos explicó— había convocado a Atilio Acosta (que había pedido la baja como teniente primero), quien era un investigador reconocido internacionalmente. Ante nuestro estupor, nos contó que ambos, Soler y Acosta, habían realizado un patrullaje marítimo en el año 1982, planificado para alertar de posibles incursiones de comandos británicos sobre el continente.
Mientras escuchábamos el relato con gran intriga, Rey tomó un sorbo se café y continuó su explicación: “Por motivos que aún permanecen calificados como ‘secreto militar’, Soler tuvo que desviarse de su plan de vuelo original y cambió el rumbo para sobrevolar el continente. Después de recorrer cierta distancia el avión que piloteaba se precipitó a tierra en las cercanías del arroyo Azul. No obstante, los tres ocupantes de la máquina pudieron utilizar sus paracaídas y resultaron ilesos”.
El teniente coronel Rey prosiguió con la narración de los hechos: “El final de ese episodio hizo que Soler solicitara el retiro y que meses después fuera convocado por la NASA para desempeñarse en un puesto jerárquico como investigador. Acosta también solicitó su retiro y se dedicó a la investigación de estos casos, que involucran a los objetos voladores no identificados”.
Ambos estábamos escuchando estas explicaciones con gran sorpresa, cuando Rey nos pidió que esperáramos la llegada de Soler y Acosta y que suspendiéramos las actividades de búsqueda hasta que el comandante nos enviase un helicóptero que pilotearía Soler. En ese momento, se dirigió a mi diciéndome: “Lucas, si usted prefiere puede quedarse alojado en el casino, así disfruta un poco de la vida militar”. Acto seguido, Rey se puso de pie, me extendió la mano y le indicó a Maren que se hiciera cargo de cualquier cosa que necesite.
UN ENCUENTRO INESPERADO
Como me aconsejó Rey, me dirigí a la habitación del casino de oficiales, acomodé mis pertenecías y comencé a redactar mis notas acerca de las actividades realizadas, las que fueron publicadas en el diario al día siguiente (ver il. 3). Cuando me preparaba para cenar, sonó el teléfono. El llamado era de Maren, quien me invitaba a cenar en el quincho con el teniente coronel Rey.
Cuando llegué al lugar me recibió el jefe y me presentó al capitán Acosta. Me explicó que él nos iba a acompañar junto a Soler. Nos dijo que con el helicóptero podíamos llegar hasta el lugar que habíamos identificado en el valle y agregó que pasado mañana (5 de junio), según los informes meteorológicos, iba a ser un día soleado y sin vientos.
Finalizadas las presentaciones, ocupamos los sitios asignados en la mesa. Rey nos explicó las generalidades de las investigaciones que debíamos realizar. Por su parte, Acosta manifestó que, en los últimos años, el extenso territorio de la provincia de Buenos Aires se había convertido en la zona geográfica del país con mayor cantidad de avistamientos de objetos voladores no identificados, comúnmente llamado ovnis. Agregó, además, que muchas historias se replicaban en distintos municipios de la provincia, lo que posicionó a la región como la de mayor cantidad de avistajes del país. Mientras lo escuchábamos con gran atención, continuó explicando que la primera zona se extendía desde las afueras de la capital provincial hasta la bahía de Samborombón, y desde la Ruta 2 a la costa ribereña. No obstante, la más importante se ubicaba en las sierras de la provincia de Buenos Aires, en las localidades de Azul, Balcarce, Olavarría, Tandil y Sierra de la Ventana. Afirmó, además, que estas observaciones estaban avaladas por varias fotografías tomadas por habitantes o turistas que daban testimonios de estos aparatos surcando los cielos.
Después, la conversación continúo con trivialidades. Finalizado el postre, Rey nos indicó que mientras esperábamos la llegada de Soler, organizáramos los detalles finos, entre ellos el equipo fotográfico y los elementos de seguridad. Nos despedimos y cada uno fue a su habitación en el casino.
Al día siguiente, 4 de junio, acatando la sugerencia de Rey, fui a comprar varios rollos de película 35 mm, con distintas sensibilidades para cubrir todas las variables lumínicas. Al salir del negocio de fotografía me llamó la atención la presencia de dos motocicletas, con apariencia extraña, que estaban estacionadas frente a la plaza. Al acercarme para verlas se aproximaron dos hombres vestidos con ropa de motociclistas; me saludaron cortésmente y se dieron a conocer como Alberto Leone y Leonardo Lombardo. Cuando me presenté, les aclaré que siendo periodista y aficionado al motociclismo no conocía estas máquinas.
Para continuar dialogando con ellos, los invité a tomar un café en una confitería cercana que yo frecuentaba regularmente. Nos instalamos en una mesa ubicada frente a un ventanal que permitía visualizar las motos, las que eran observadas por varios curiosos reunidos a su alrededor. Esta situación había puesto nerviosos a mis invitados.
Mientras yo le pedía al mozo tres pocillos de café, comencé con un dialogo trivial respecto a mis investigaciones sobre extraños avistajes de naves desconocidas. Ante lo insólito de mi relato, les indiqué que mi profesión me facilitaba fabular historias. Me llamó la atención la trascendencia que le dieron, ya que el tono inquisidor fue creciendo hasta denotar un interés mayor al que se le puede dar a una fábula.
Como yo necesitaba continuar con mis actividades y mis invitados no pedían la cuenta, llamé al mozo y realicé el pago. Entonces, Leone me preguntó “¿El regimiento está interesado en tu historia?” Ante mi estupor, mi ingenuidad me hazo responderle en forma afirmativa. Acto seguido me sorprendió con otra pregunta: “¿Serías tan gentil de preguntarle al jefe del regimiento si nos puede conceder una audiencia?” No sabía si mi prudencia era mayor a mi intriga al respecto. Pensé, rápidamente, que un encuentro con mi amigo Maren sería la respuesta.
Entonces, lo llamé por teléfono y le expliqué la extraña situación. Me dijo que en quince minutos me esperaba en la guardia de prevención del regimiento y que fuera con estas personas. Al salir de la confitería, sus motocicletas extravagantes habían reunido a un grupo de curiosos. Para calmar la situación, ambos dijeron que eran extras en una película sobre la velocidad de las motos en las sierras y que la estaban promocionando, luego entregaron fotos vinculadas al filme (ver il. 4).
UNA PRESENTACIÓN INESPERADA
Cuando arribamos a la Unidad, Maren nos estaba esperando en la Guardia. Leonardo y Alberto descendieron de sus motocicletas, se quitaron los cascos y adoptaron la posición militar. Leonardo se presentó diciendo: “¡Buen día, mi mayor! Capitán Alberto Leone, ingeniero en Cibernética y Física Cuántica”. A continuación, Alberto hazo lo propio, presentándose como el teniente primero Leonardo Lombardo, ingeniero mecánico y piloto de caza.
Con estas presentaciones yo quedé azorado, en ese momento no entendía nada. El capitán Leone nos hizo una seña para que nos alejáramos de la guardia y comenzó a explicar: “Mi mayor, nosotros estamos realizando un experimento científico relacionado con la barrera temporal, y gracias al providencial encuentro con Lucas pudimos contactarnos con usted con la idea de presentarnos al jefe del regimiento”.
Maren estaba desconcertado, pero lo disimulaba muy bien, pues su cara no se inmutaba. Les pidió que estacionaran sus motos frente a la Mayoría para ir a ver al jefe. Cuando nos reunimos con Maren en la Mayoría, el ayudante del jefe nos hizo pasar al despacho. Rey estaba sentado frente a su escritorio, se puso de pie y los dos viajeros realizaron sus presentaciones protocolares. Seguidamente, Rey nos invitó a sentarnos y les pidió que explicaran el motivo de su presencia y la misión que les habían encomendado.
Ante el asombro y la expectativa del jefe, Maren y mía, el capitán Leone comenzó su relato diciendo: “Vea mi teniente coronel… Aunque le parezca insólito, nosotros fuimos convocados por el Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas para la Defensa 2 en el año 2030, con el propósito de integrarnos como voluntarios para conducir una máquina experimental que puede realizar viajes en el tiempo”. Su compañero, Leonardo, continuó con la exposición explicando que los trabajos que había realizado Albert Einstein sobre una teoría denominada Relatividad Especial establecieron las bases para confirmar que sí se podría viajar en el tiempo. Además, agregó que otros estudios realizados por Tesla habían inspirado a los científicos y militares norteamericanos para probar suerte con el famoso Experimento Filadelfia, en 1943. Este experimento, supuestamente, se habría llevado a cabo el 12 de agosto de ese año sobre un destructor de escolta, identificado como USS Eldridge, (DE-173). También, explicó que durante la guerra fría se conocieron varios experimentos realizados por los Estados Unidos, tras la cortina de hierro, que implicaban la transposición temporal y los agujeros de gusano que permitieran, al menos, visionar el interior de estos.
2 El Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas para la Defensa (CITE- DEF), ex Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas de las Fuerzas Armadas (CITEFA), fue creado en el año 1941, sobre la base del Departamento Técnico de la Dirección General de Fabricaciones Militares. Con la misión de prestar apoyo técnico para la producción militar, la planta de su personal estaba integrada (inicialmente) por investigadores argentinos y técnicos extranjeros. En 1969 se unificó su sede en la localidad de Villa Martelli, provincia de Buenos Aires y en 1973 se crea el régimen para el personal científico de las fuerzas armadas. El Instituto cambia su designación por Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas para la Defensa (CITEDEF) en 2007. Entre algunos de los más significativos avances en materia de desarrollo armamentístico, se cuenta el misil aire-superficie CITEFA AS-25K, descendiente del CITEFA MP1000, Martín Pescador. También se encuentra en etapa final de desarrollo el sistema de la granada propulsada por cohete CITEFA Mara. Además, trabaja en el desarrollo de computadoras cuánticas a través del Departamento de Láseres y Aplicaciones (DEILAP), investigando en conjunto las particularidades de los procesos de cálculo que involucra la computación cuántica.
Sin embargo, quienes habrían tenido más posibilidades de lograr algún éxito en esta área fueron los científicos del Vaticano. En la década del 50, Pellegrino María Ernetti, un sacerdote benedictino y uno de los exorcistas que trabajaba en la zona de Venecia, afirmó que junto con otros científicos (entre los que incluía a Enrico Fermi y Wernher von Braun) habían creado un “cronovisor”, una máquina que permitía captar imágenes del pasado. Esta noticia fue difundida por el periódico italiano Domenica del Corriere en un artículo publicado el 2 de mayo de 1972 con el título “Inventata la macchina che fotografa il passato” (“Inventada la máquina que fotografía el pasado”) (ver il. 5).
Como secreto de Estado, a fines de la Segunda Guerra Mundial el Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas de la Argentina creó un invento nacional, desarrollado sobre un viejo proyecto secreto designado con el nombre clave “Cronos”. Los técnicos y científicos del Instituto habían diseñado una máquina que era capaz de alcanzar un nivel energético muy elevado. Este era tan alto que hasta podía generar un potente campo de torsión para deformar el tejido espacio-tiempo y curvarlo hasta el punto de crear un túnel que permitiese viajar a través de él hacia otros lugares y otras épocas.
Varios científicos continuaron, entre los años 1960-1982, con ese desarrollo, denominado la “Cronomáquina”, en el que utilizaron una tecnología novedosa para esa época. No obstante, el invento no pasó de la fase experimental, ya que el conflicto de Malvinas lo dejó sin financiamiento. Así, el proyecto quedó archivado en un cajón, como otros tantos.
En el año 2040, el director del CITEDEF, el general Olegario Arturo Lozardo, otro ingeniero militar, rescató del olvido al viejo proyecto “Cronos” e impulsó su desarrollo utilizando para ello los apuntes del compañero de Einstein, Kurt Gödel. Este émulo de Einstein fue el primero en encontrar una solución para una de las ecuaciones que permitiría el viaje en el tiempo. Gracias a este aporte, el desarrollo de la Cronomáquina culminó, exitosamente, a principios del año 2045, cuando se cumplían los cien años de las investigaciones iniciales desarrolladas por CITEFA.
El piloto de ese ingenio transportador en el tiempo ya se había entrenado durante un año en el manejo de los instrumentos de navegación temporal. También, ambos explicaron que los acontecimientos del momento se habían precipitado vertiginosamente y, ante la eventual reducción de fondos, las autoridades decidieron adelantar la experimentación para demostrar su utilidad.
Además, agregó que, ante la urgencia de la partida, no habían podido comprobar adecuadamente la calibración de los lugares de aterrizaje, por lo que lo hicieron por aproximación visual sin el apoyo electromecánico geoespacial. Esa circunstancia los obligó a aterrizar en medio de dos cerros y en la maniobra chocaron con una roca, lo que les impidió elevarse para su partida. Ante tal circunstancia, supusieron que en alguna unidad militar encontrarían el apoyo necesario para solucionar su problema. Por último, el capitán, ante el asombro despertado y creyendo interpretar la pregunta de por qué habían llegado, arriesgó, dubitativo, que la finalidad era viajar al pasado para ver la posibilidad de corregir errores en las políticas de defensa y facilitar la tan ansiada repotenciación de las Fuerzas Armadas.
UN JEFE CON RESPUESTAS A TODOS LOS PROBLEMAS
Todos estábamos asombrados por el relato de ambos viajeros, menos Rey, quien, impasible, nos dijo con voz calma: “Como podrán apreciar esta revelación no puede salir de esta oficina por ningún motivo y deberá permanecer amparada por el secreto militar”. Y agregó, dirigiéndose a mí: “Lucas, en su caso necesito su palabra de honor ¡asegurándome que usted respetará esta consigna! Caso contrario, si desea convertirse en un notorio periodista publicando esta historia, este es el fin de la misma”.
Instintivamente, oyendo a mi espíritu aventurero y a sabiendas de los retos de mi jefe, me puse de pie y dije, con la mano derecha levantada en actitud de juramento: “Así será mi teniente coronel. Seré el relator de una historia que jamás sucedió, en un espacio sin tiempo”.
Entonces, Rey comenzó a impartir órdenes, con la coherencia de haberlas meditado, recordando a Patton cuando exclamó: “Hay que adaptar los planes a la realidad y no al revés”. A Maren lo hizo responsable de la seguridad de los viajeros. Le ordenó darles uniformes actuales y que los alojara en la casa de huéspedes (que estaba en el predio del cuartel, pero cruzando el arroyo Azul), a fin de preservarlos de la vista del resto de la Unidad.
Con respecto a ambos oficiales del CITEDEF, los comprometió a que permanecieran dentro de la casa y les mencionó que, si bien no estaban arrestados ni privados de su libertad, hasta que no se encontrara una solución a su situación particular deberían permanecer en total anonimato.
En cuanto a mí, me aconsejó que era conveniente alojarme con ellos para figurar algún movimiento en la casa de huéspedes. Al finalizar, Rey se puso de pie y saludó reglamentariamente a todos; luego nos dio la mano y le encargó a Maren la misión de instalar en la casa el centro de operaciones de este nuevo misterio.
EL FUTURO DESCRIPTO EN EL PASADO
Al otro día, 5 de junio, sonó el teléfono de la casa a las 8.00 h. Cuando atendí, el llamado era del sargento Esquivel (único ser que nos vinculaba con el mundo exterior), quien me informaba que tenía que preparar el living, pues el jefe de regimiento estaba en camino, con Maren y otros dos invitados, para comenzar la reunión prevista.
A las 9.00 h, llegaron Rey y Maren acompañados por Soler y Acosta. Acto seguido, los siete nos sentamos alrededor de la mesa, que tenía varias botellas de agua mineral, un termo con café, copas y tazas. La reunión comenzó cuando Rey, dirigiéndose al capitán Alberto Leone, le pidió que comenzara su relato.
El capitán mencionó que los viajes en el tiempo habían sido los sueños recurrentes de la ciencia ficción. Sin embargo, la masa de los estudios siempre buscaba viajar hacia el futuro. Los estudios desarrollados en el 2045, a un segundo por segundo, en nuestro reloj espacial, buscaron como interés principal poder viajar hacia. La física se preocupó por los viajes de curvas temporales cerradas y de los “agujeros tubulares”, que forman atajos a través del tiempo espacial. Los científicos del CITEDEF, aplicando estos conceptos, desarrollaron un aparato que pudiera viajar al pasado con una máquina a tal efecto, llamada “Cronomáquina”.
La estructura de la Cronomáquina tenía forma de cigarro, con una longitud de ocho metros y de tres metros en su parte más ancha. Los materiales con los que había sido construida eran secretos para nosotros, ya que había que evitar su copia por otras potencias. Esto nos dificultaba la eventual reparación de los daños, aunque supuestamente eran indestructibles. El adiestramiento que habían recibido solo les permitía operar las computadoras de navegación temporal y los equipos auxiliares. A Dios gracias, en palabras del teniente primero, los científicos que trabajaron tantos años en su diseño habían pensado en todas las posibilidades y para cubrirlas incluyeron en el equipamiento de abordo dos motocicletas eléctricas, que fueron las que se utilizaron en esta situación.
El piloto de la nave, Leonardo Lombardo, señaló que el vehículo se comportaba como una aeronave, desplazándose por el espacio en cada espiral temporal y eligiendo un lugar para “aterrizar” cuando el piloto lo deseara. Entonces, Alberto Leone comenzó con su relato valorando la precisión de todos los procedimientos que se realizaban en el Instituto. Así, puntualizó que el día 15 de mayo de 2045 fueron examinados por varios médicos (ver il. 6), que estaban vestidos con trajes especiales para preservar la asepsia. Después, fueron medidos y pesados micrométricamente, e higienizados con distintos antisépticos. También actualizaron sus datos en el chip que llevaban insertos en su muñeca (ver il.7).
Las medidas restantes incluyeron: rapado de cabello, depilación y vacunación con diferentes fármacos para cubrir todas las enfermedades conocidas. Además, hicieron hincapié en que los habían inmunizado, a sabiendas de la pandemia que había sufrido el planeta en el año 2020. En especial, y en la búsqueda del pasado en Argentina, también traían una nueva vacuna contra el virus denominado científicamente SARS-CoV-2, que desarrolló la enfermedad COVID-19 o coronavirus.
Luego, como final del adiestramiento, explicó que los mantuvieron durante quince días aislados en un ambiente aséptico, alimentados con una dieta especial, mientras la Cronomáquina establecía la sincronía temporal en el hangar esterilizado (ver il. 8). El 1.º de junio regresaron al laboratorio, les entregaron los trajes especiales y una asistente los ayudó con los detalles del equipo auxiliar para entrar a la nave.
Mientras ingresaban a la Cronomáquina escucharon la voz del ingeniero Lozardo, quien, con la excitación del momento, les decía: “Van a ser los primeros seres humanos en viajar al través del tiempo”. Antes de la despedida, les recomendó: “Bajo ningún concepto deben separarse del marcador temporal de sus muñecas y del antiguo reloj automático que llevan (ver il. 9), porque, si todo falla, con él podrán utilizar las tablas de conversión para volver a sincronizar el equipo temporal de la Cronomáquina y así regresar a nuestra época”.
Las indicaciones de operación instruidas por los ingenieros, técnicos y científicos especificaban que, para ese viaje experimental, se debían utilizar los siguientes parámetros: comando de tiempo fijando en su época (2045) y 1945, año en el cual habían comenzado con las investigaciones del proyecto “Cronos”, con las coordenadas 36°48’ S-59°51’ O, de la ciudad de Azul. Estas especificaciones no fueron elegidas al azar, pues, si ocurría un accidente fatal los técnicos de CITEFA, o de CITEDEF (según la época), sabrían que este aparato no era un ovni, ya que la estructura de la Cronomáquina llevaba grabados unos signos que fueron registrados por el Instituto para su identificación. Además, la ciudad de Azul estaba a solo trescientos kilómetros de la ciudad capital, tenía varios sectores en las sierras que permitían ocultar la máquina en caso extremo (como el actual) y su centenaria Unidad militar estaba activa, donde podrían solicitar ayuda.
LA OPERACIÓN “BRUMA” DEVELADA
El teniente primero Lombardo continuó con el detalle del viaje. La partida la habían vivido con ansiedad y nerviosismo, sobre todo al ingresar en la cápsula y después oír el cierre de la escotilla. Ambos se instalaron en sus asientos y se colocaron el arnés de seguridad. Leonardo registró en el comando temporal las fechas: JUNE 01 2045- JUNE 01 1945 (ver il.10). Al instante percibieron una extraña sensación de ingravidez, mientras el indicador del visor iba mostrando cómo retrocedían paulatinamente los años, hasta que, transitando el año 1982, vieron en el visor que un avión Twin Otter cambiaba su rumbo y los seguía.
Como respuesta, y para preservar el secreto de aparición, variaron la velocidad, aunque no podían deshacerse de su perseguidor. Entonces, recordaron que en esa época la Argentina mantenía un conflicto bélico con el Reino Unido, por lo que supusieron que el avión que los perseguía podría estar armado con misiles. Además, al no saber cómo los veían sus tripulantes y qué podrían suponer si percibían que un cilindro de ocho por tres metros se desplazaba por el aire, podrían considerarlo un aparato hostil y derribarlos.
Mientras yo trataba de retener en mi cerebro de periodista, todo el relato de Lombardo, el teniente coronel Rey se dirigió al capitán retirado Luis Soler, diciéndole: “Soler, si tiene preguntas puede hacerlas ahora”. Soler tomó un sorbo de agua y comenzó su visión de ese momento: “El 22 de abril de 1982 piloteaba el Twin Otter junto al sargento Julio Fernández. Estábamos realizando un vuelo de reconocimiento, que se inició en la Base Militar de Campo de Mayo, para recorrer el litoral costero, desde el límite exterior del Río de la Plata, manteniendo la franja de la soberanía que corresponde a las 200 millas de la plataforma continental, para tratar de visualizar el desplazamiento de las posibles embarcaciones hostiles, hasta Bahía Blanca para aterrizar en la Base Comandante Espora, reabastecernos de combustible, y retornar a Campo de Mayo, bordeando la costa”.
Soler continuó con su relato. “La navegación se desarrollaba sin novedad, hasta que el sargento Fernández se dirigió a mí, sorprendido, diciéndome que estaba viendo una esfera de color rojo muy brillante que se dirigía hacia nosotros desde el lado de babor. Entonces, le ordené al sargento Fernández, que, entre otras actividades, era el operador de los equipos de comunicaciones, que informara la novedad a la Base por medio del sistema criptográfico. Fernández pasó el parte y el Jefe de Operaciones nos comunicó que continuáramos ‘con el juego’ para ver que sucedía. Pero ese ingenio se colocó, repentinamente, al frente de la aeronave y comenzó a tomar velocidad, alejándose tierra adentro.
Entretanto, continuábamos con la persecución, Fernández siguió transmitiendo el desarrollo de los acontecimientos a la Base. Pero el misterioso objeto aumentó progresivamente su velocidad, y, para mantener la distancia, puse los motores a máxima potencia, para llegar al límite de velocidad máxima permitida, que era de 340 km/h (210 mph). Simultáneamente, la comunicación entre la Base y nuestra aeronave comenzó a tornarse ininteligible hasta que Fernández perdió el contacto radial. Solamente recibía estática. De repente, el objeto desapareció detrás de un destello de luz que inundó la cabina de pilotaje y todo el avión. Al mismo tiempo, los mandos de la aeronave dejaron de responder y las palas de las hélices se colocaron automáticamente en paso bandera, mientras una vibración recorrió toda la aeronave. La hélice del motor izquierdo se desprendió y se incrustó en el fuselaje, mientras, a la vez, se detuvo el motor derecho. Además, los comandos de los alerones y del grupo de cola no respondían, entonces ordené evacuar la aeronave. Durante el descenso vimos como el avión se precipitaba a tierra.
Una vez en tierra firme, Fernández comenzó a operar su transceptor portátil, que podía emitir y recibir en varias frecuencias, y después de varios intentos, logró establecer contacto radioeléctrico con el operador de turno del Radio Club Azul (en la banda de 40 m) y le solicité un enlace radial con nuestra Base. Después de unos minutos lo atendió el operador de turno del aeropuerto militar de Campo de Mayo, y Fernández le informó nuestras coordenadas a su interlocutor. A las 15.00 h, dos helicópteros Puma de Aviación de Ejército vinieron a rescatarnos.
Finalmente, el conflicto de Malvinas concluyó. Nosotros pasamos varias vicisitudes, mientras tanto, una comisión investigadora, constituida para localizar al Twin Otter con matrícula AE 200 que utilizamos para esta misión, no pudo hallar ningún rastro del avión. ¡Así concluyó nuestro encuentro con vuestra Cronomáquina!”
LA BÚSQUEDA DE AUXILIO
Como solución para eludir al perseguidor del año 1982, Leonardo había aumentado la potencia. Así, avanzaron diez años y llegaron a 1992 (ver il. 11). En ese momento, por una aceleración incontrolable, la Cronomáquina perdió estabilidad. Entonces Leonardo decidió descender para realizar un “aterrizaje de emergencia”, ubicándola en una cueva que había localizado en el terreno y que les permitiría utilizarla como hangar para proteger la nave de las miradas indiscretas, mientras los equipos de propulsión se restablecían (ver il. 12).
Cuando la nave se detuvo por completo, la temperatura interior se elevó a 30 °C. los viajeros reprimieron un escalofrío y abrieron la escotilla (ver il. 13). Luego de comprobar que estaban sin lesiones, envueltos por una nube de vapor, salieron a tantear el suelo hasta tomar confianza. Cuando el vapor se despejó comprobaron que estaban en un sector de las sierras alejado de las rutas. Al instante, repentinamente, se produjo el derrumbe de algunas rocas que impedían la levitación de la Cronomáquina, lo que les imposibilitó continuar con su viaje.
Con este cuadro de situación, desactivaron las computadoras para evitar que algún intruso pudiera manipularlas. Se quitaron los trajes “de vuelo” y se vistieron con un atuendo que podría ser más contemporáneo. Agradecieron tener las motocicletas, cerraron la escotilla y luego salieron a buscar alguna solución para el problema que se les había presentado. Antes de partir, sincronizaron sus GPS, (acrónimo de Global Positioning System) 3 con los satélites y se dirigieron a la ciudad (ver il. 14). Tenían la referencia de que estaban cerca de una unidad del Ejército, pero no sabían cómo vincularse sin que fueran tomados por dementes o fabuladores. El resto de la historia ya la conocen.
3 El primer sistema de posicionamiento de la historia fue inventado por J. W. Jones en 1909 y se llamaba Jones Live Map. En realidad, era una especie de GPS que iba unido al odómetro del vehículo y hacía girar un disco de papel con una ruta preestablecida entre dos ciudades. Posteriormente, el 14 de julio de 1974 los estadounidenses pusieron el primer satélite de la serie GPS en órbita. En la década de los 80, la Unión Soviética inició la implementación de su propio sistema de navegación satelital: el Glogal Navigation Satellite System (GLONASS) que fue la respuesta rusa al GPS estadounidense.
OTRO MISTERIO REVELADO
Luego de la explicación de Acosta, Maren rompió el silencio y se dirigió al teniente coronel Rey, a quien le pidió contar su vivencia, vinculada también a un extraño suceso. El relato comenzó mencionando la relación con su viejo Oficial Instructor, el coronel retirado Evaristo Rosales. Continuó diciendo que a través de él había conocido al escritor holandés Gerlach Van der Berg, quien fuera comisionado en 1945 por la National Geographic Society (Sociedad Geográfica Nacional) para investigar el desarrollo y evolución de los fortines argentinos, con el objetivo de trazar un paralelismo con los fuertes estadounidenses.
En ese momento, el coronel Rosales le contó que juntos habían trabajado en la investigación de un extraño caso iniciado el lunes 16 de abril de 1945. La historia había comenzado cuando se presentó en la unidad de Olavarría el paisano Carlos Farías para denunciar el hallazgo de los restos de una aeronave siniestrada. Esta tenía pintada la bandera argentina en el empenaje vertical; llevaba la matrícula “AE 200” y la inscripción “EJÉRCITO”, y una escarapela argentina en el fuselaje. Los restos se hallaban en un campo cercano a la Ruta Nacional 3.
A esta altura de las exposiciones yo no podía creer lo que estaba escuchando, pues parecía que una historia de ficción se vinculaba con la otra. No obstante, mi juramento de guardar el secreto me impedía tomar desenfrenadas notas de estos misterios sin resolver, los que comenzaban a esclarecerse. También deseaba que mi afiebrada mente pudiera guardar alguna esencia de todos estos datos para darlos a conocer en algún momento.
Mientras yo hacía estas reflexiones, el teniente primero Leonardo Lombardo se dirigió a Rey diciéndole: “Permiso mi teniente coronel, yo creo que tengo la explicación de este suceso”. Entonces, apuntó su reloj hacía la pared y proyectó una imagen (ver il. 15) en la cual se podían apreciar los círculos con las fechas de sus recorridos temporales, donde también se observaban dos triángulos. Aclaró que el mayor indicaba una ventana atemporal que se había abierto por la proximidad del avión, haciéndolo retroceder desde 1982 hasta 1945, y el menor señalaba la detención actual, en 1992.
La imagen de los registros alojados en los sistemas cibernéticos de la Cronomáquina podía explicar por qué la comisión investigadora, constituida en 1982 para localizar al EA 200, no había podido hallar ningún rastro del avión que Acosta tripulaba. Esta es la razón por la cual esta ventana temporal permitió que los despojos fueron hallados en un desarmadero de la ciudad de Córdoba, en el año 2009, guardados en un cajón fechado en 1945.
LAS SOLUCIONES DEL PASADO Y LA DUDA DEL FUTURO
Como final del relato, Lombardo adujo que por ese motivo se podía apreciar que los supuestos ovnis o supuestos extraterrestres no eran más que humanos viajando del presente al pasado, por razones meramente científicas. Aclaró, además, que todos habían recibido estrictas órdenes de no hacer contacto para no alterar su futuro a través del momentáneo presente. Pero este desafortunado inconveniente los colocó en una situación que, si bien se debe olvidar, se necesita corregir para regresar sin causar alteraciones a la evolución del momento.
Cuando el piloto de la “cibernave” finalizó su exposición, el teniente coronel Rey (con su cordialidad habitual) miró a Soler y a Acosta y se dirigió a los dos viajeros del futuro diciéndoles: “Caballeros, vuestras exposiciones dejaron aclaradas todas nuestras dudas. Ahora díganme en qué podemos ayudar para regresarlos a su época”. Entonces, el capitán Leone dijo: “Mi teniente coronel, nosotros necesitamos que nos ayuden a desatascar nuestro vehículo, porque con tanta tecnología no tenemos palas a bordo ni otros elementos que nos permitan despejar las rocas que impiden la levitación de la Cronomáquina”. Rey, dubitativo, contestó que resolvería el problema mediante la colaboración de la Base de Apoyo Logístico de Tandil; y para tranquilidad de los viajeros afirmó: “Mañana solucionaremos este problema de baja tecnología con el equipo pesado que me enviarán”. El teniente coronel nos invitó a cenar para distendernos y para que los viajeros tuvieran un buen recuerdo de los “Húsares de Pueyrredón”.
Todos abandonamos el living y nos dirigimos nuevamente al quincho, donde nos estaba esperando el sargento Esquivel, que estaba vestido con su “uniforme de calle” y oficiaba de anfitrión. Al llegar le dijo a su jefe, Rey: “Mi teniente coronel, esta cena va a ser atípica pues, por el tipo de conversaciones que tendremos, el mayor Maren dispuso que sea autoservicio”. Rey le respondió: “Brillante. ¡El mayor siempre guarda los detalles!”.
La cena transcurrió afablemente hasta que el jefe de regimiento le preguntó a los viajeros: “¿Podrían contarnos cómo es la Argentina del siglo XXI? A lo que ellos le contestaron: “Por supuesto ¡sin incurrir en ninguna infidencia!”. Acto seguido, el capitán Leone comenzó su relato con voz pausada: “Para resumir estos cincuenta y tres años puedo decirles que en el 2020 el país sufrió una pandemia que comenzó a extinguirse durante el curso del año 2021, pero originó crisis económicas en todo el mundo”.
En su relato mencionó que la Argentina se había recuperado velozmente, gracias a su potencial agrícola y ganadero, y que con las exportaciones había crecido la balanza comercial y todo volvió a la normalidad. Sin embargo, aclaró que los estrategas militares y analistas políticos habían comenzado a vislumbrar distintos conflictos potenciales, y que para enfrentarlos se dispuso que cada fuerza armada debía autofinanciarse. Esto fue posible cuando el Ejército comenzó a desarrollar la producción masiva para exportación de sistemas de radar, vehículos blindados, misiles y armamento liviano, en sus diversas fábricas militares. La Marina hizo lo mismo; fabricó corbetas, fragatas y destructores; y la Fuerza Aérea repotenció la fábrica de militar de aviones con el mismo fin. Estas acciones conjuntas permitieron el autofinanciamiento individual de las FF. AA. y su desarrollo, por estos motivos el Ejército pudo finalizar el antiguo proyecto “Cronos”.
Para continuar con el relato, tomó un sorbo de agua y dijo: “Estimo que con esta explicación ustedes pueden tener cierta tranquilidad en su presente, pero, con todo respeto, debo decirles que no puedo contarles más detalles para no alterar su futuro”. La cena siguió con el postre, el café y un brindis con un buen espumante francés que aportó Rey, con particular conocimiento por haber cursado en Francia. Entonces, el teniente coronel se despidió y fue a su despacho, junto al mayor Maren, para coordinar las acciones del día siguiente. Más tarde, pidió que nos reuniéramos en la casa a las 7.00 h para salir de la Unidad sin dejar rastros de nuestra presencia.
REY Y MAREN FACILITAN LA PARTIDA DE LOS VIAJEROS
Al otro día, 6 de junio, como había adquirido las costumbres de la milicia, estábamos desayunando a las 6.00 h, compartiendo unos mates con Alberto y Leonardo en el comedor de la casa, cuando sonó el teléfono. Era Maren, quien nos informaba que ya podíamos desplazarnos al punto de reunión para comenzar las actividades previstas. Cuando llegamos al lugar ya estaban allí Rey, Maren, Soler y Acosta junto a un camión que había enviado el BAL Tandil (vehículo similar a los utilizados por los bomberos), con el sargento Esquivel en el puesto del conductor (ver il. 16).
Con todos a bordo, Rey le ordenó a Esquivel que avanzara siguiendo a las dos motos, ya que iban indicando el camino. La ruta elegida nos llevó por asfalto hasta una senda donde comenzó un recorrido a campo traviesa. Para identificar “la ruta más conveniente” por la cual podía transitar el camión de apoyo, Leone iba parado sobre los “pedalines” de su moto, oteando el horizonte, y cuando la establecía nos esperaba en los mejores puntos del trayecto (ver il. 17), mientras Lombardo se mantenía más cerca. Tras dos horas de marcha llegamos al lugar que Maren había observado con sus binoculares. Esquivel estacionó el camión a un lado de la cueva (ver il. 18).
Al llegar, todos descendimos del vehículo. En el lugar se podía ver la Cronomáquina, con su metal resplandeciente, mientras Leone y Lombardo se adelantaban para inspeccionarla (ver il. 19).
Nosotros los seguíamos y cuando pudimos llegar al lado del artefacto observamos que la tarea para despejar las rocas no era tan difícil como suponíamos y que, si bien llevaría bastante trabajo físico, no era nada fuera de lo común.
Entonces, Rey les sugirió a Leone y a Lombardo que se vistieran con sus trajes especiales, dentro de la espaciosa cabina del camión, para que pudieran emprender su viaje de regreso. Mientras tanto, todos nos pusimos a trabajar con el objetivo de despejar las rocas sueltas con unas palas. En ese momento, Maren observó que una roca de gran tamaño, que podría pesar varias toneladas, estaba ampollada en la estructura de la máquina, por lo que sugirió utilizar unas palancas de dos metros de longitud, que se encontraban en la caja del camión, para hacer fuerza con ellas. Después de tres horas y de varios intentos, con grandes esfuerzos pudimos liberar a la nave. Con tanto trabajo de zapadores, el tiempo transcurrió velozmente y cuando me di cuenta ya eran las 16.00 h, pero ya habíamos despejado todas las rocas que impedían el desplazamiento de la Cronomáquina.
Luego de varias horas de palear y sacar rocas del rededor de la nave, pudimos despejar totalmente toda su superficie. Nos llamó la atención que todos, desde el teniente coronel hasta Esquivel, nos vimos más que involucrados en relevarnos para utilizar todo tipo de herramientas manueles a fin de concretar la tarea. Nunca me imaginé trabajar a la par de tantos señores oficiales, en medio de la sierra pampeana.
Cuando vimos la tarea finalizada, y antes de la caída del sol, Rey les dijo a los viajeros: “Ahora nos despedimos para no contaminarlos; y si no les molesta, Lucas podría tomarles una fotografía que guardaremos de recuerdo con el secreto de vuestra visita”. Ambos contestaron casi al unísono que era lo mínimo que podían hacer por lo que habíamos hecho por ellos. En ese momento comenzaron los saludos protocolares y, después, ellos abordaron el camión.
Maren se acercó a la cabina del vehículo y les dijo a Leonardo y Alberto: “Si les parece bien, Lucas les tomará una fotografía en la caja”(ver il.20); y Alberto contestó:“¡Lo prometido es deuda! Y después, otra en la cabina de nuestro vehículo” (ver il. 21).
Una vez finalizada la sesión de fotografías, Lombardo nos dijo: “Bueno, ahora aléjense unos cien metros, así la hacemos levitar y partimos. Les agradecemos vuestra hospitalidad, ayuda y comprensión”. Fue así que nos alejamos, como nos habían indicado, y la Cronomáquina empezó a salir poco a poco de la cueva, luego comenzó a levitar y fue tomando altura con gran lentitud. Cuando alcanzó aproximadamente los cien metros de altura, hizo un movimiento de vaivén a modo de saludo (ver il. 22), y desapareció de nuestra vista (ver il. 23) con un destello de luz rojiza que el resplandor del sol no pudo ocultar.
Después de ese día agitado y cargado de emociones, regresamos a la Unidad, donde Rey nos invitó a cenar en el casino de oficiales a las 21.00 h.
A las 20.30 h llegué al salón comedor. Allí había una larga mesa con varias fuentes, distintas bebidas, copas y vasos, más dos termos con infusiones. Una vez más, Esquivel me convidó con una copa de vino y me dijo: “Lucas, hoy repetimos el autoservicio”.
En ese instante llegaron Maren, Soler, Acosta y Rey. Con una sonrisa, el jefe nos invitó a disfrutar, indicándonos que nos merecíamos una alegría luego de tantos momentos de intriga y zozobra. Todos nos fuimos sirviendo y nos sentamos alrededor de una mesa cuadrada para que facilitara nuestra conversación.
El centro de la conversación giró en torno a la extraña situación que habíamos experimentado durante el transcurso de estos días. Soler y Acosta estaban muy satisfechos porque, finalmente, sabían los motivos del accidente que había sufrido su aeronave en 1982. Rey, Maren, Esquivel y yo estábamos orgullosos por nuestro trabajo de contener a los visitantes y descomprimir la Cronomáquina.
Sin embargo, todos compartíamos una duda ¿Alberto y Leonardo ya habrían regresado a su época? Al respecto, el capitán Luis Soler emitió su opinión: “Seguramente, este enigma nunca nos será revelado. Sin embargo, los últimos estudios realizados por la NASA explican que, según los físicos actuales, los nuevos descubrimientos indican que es posible viajar en el tiempo, pero hacía atrás; pues, hacía adelante solo se podría detener el tiempo de un sujeto y volverlo al presente que ya sería pasado, pero futuro para él”.
Con la mente pensando en lo que había dicho Soler, nos servimos el postre, que continúo con un café y finalizó con el habitual espumante francés que aportó Rey para el brindis.
Al otro día, nos reunimos para desayunar con el teniente coronel en la casa de huéspedes. Cuando finalizamos el desayuno, Rey se puso de pie y nos dijo: “Caballeros, lamentablemente ya son las 7.30 h y tengo que continuar con mi trabajo habitual. Les agradezco vuestra colaboración y la predisposición que tuvieron para afrontar este acontecimiento sorprendente”. Terminada su despedida, nos saludó, y comenzó el éxodo de este especial grupo.
Soler y Acosta emprendieron su viaje de regreso hacia Buenos Aires, para que desde allí Soler volviera a los Estados Unidos. Maren y Esquivel permanecieron unos días más en la unidad con el fin de concretar acuerdos de ejercicios con el glorioso 10 de Caballería. Rey siguió dirigiendo su unidad y vinculado a la evolución de la profesión.
Yo volví a Tandil y mantuve mi palabra de honor de guardar el secreto de esta historia. Mi crónica para el diario, con el disgusto de mi jefe, se publicó en la portada del día 7 de junio de 1992 y decía “¡Sin rastro del supuesto OVNI!” (ver il. 24).
No obstante, en el momento en que salió a la calle esta primera edición, frente a la guardia de prevención del 10 de Caballería se detuvo una extraña motociclista que preguntaba por otros dos amigos, perdidos en Azul desde hacía unos días.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTA DA
Instituciones
Dirección General de Fabricaciones Militares Fundación Soldados Hospital Militar Central
Referencias periodísticas
New York Times, New York, 8 de septiembre de 1968. El Popular, Olavarría, 20 julio de 1968, p. 5. El Popular, Olavarría, 21 de julio de 1968, p. 5. El Popular, Olavarría, 22 julio de 1968, p. 3. Nueva Era, Tandil, 24 de julio de 1968. La Razón, Buenos Aires, 27 de julio de 1968. El Popular, Olavarría, 29 de julio de 1968, p. 3.
Imágenes 4
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4 Las imágenes utilizadas para ilustrar este cuento fueron obtenidas de las siguientes páginas de internet, y los créditos pertenecen a sus autores y o publicadores.
Nota aclaratoria
Esta es una historia de ficción y como tal, los sucesos, las tapas de los diarios, los nombres, los personajes, y ciertos lugares son ficticios. Sin embargo, es un sincero homenaje a los soldados del Ejército Argentino que, gracias a su esfuerzo y dedicación, siempre demostraron su valía ante las situaciones más inesperadas.