Cuestionario de un reportero sobre el reporteo de la fuente cultural

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Cuestionario de un reportero sobre el reporteo de la fuente cultural

Gustavo está por terminar la carrera de Ciencias de la Comunicación. Un amigo le consiguió trabajo en un periódico cubriendo la fuente cultural porque, como tantos estudiantes mexicanos, Gustavo tiene que trabajar para poder seguir estudiando, aunque eso implique no tener todo el tiempo que necesita para estudiar e incluso dormir. A Gustavo lo enviaron a cubrir la presentación de un libro del que realizó una nota de manera apresurada y la entregó. Al revisar la nota publicada, notó que en realidad no informaba nada relevante: ¿por qué era importante el libro presentado en comparación con otros tantos que se presentaban en la ciudad? En general, su nota se basaba solamente en el boletín que le había entregado la oficina de Comunicación Social de la editorial. Luego, con el tiempo, se dio cuenta de que su nota no era muy diferente a la que muchos de sus nuevos colegas entregaban en sus respectivos medios. Esta y otras experiencias despertaron el interés en Gustavo de mejorar su trabajo y no ser como aquellos colegas que se conformaban con la mediocridad. Tuvo la idea de solicitar a sus colegas los correos electrónicos de periodistas ya establecidos que conocieran o tuvieran el medio para contactarlos. Él le enviaría a los periodistas un cuestionario sobre la preparación de los periodistas culturales y les cuestionaría si también percibían una mala preparación en una parte importante de ellos. A partir de esas respuestas escribiría un texto sobre el tema. Quedó sorprendido del éxito de su convocatoria. A excepción de Marcela Turati, prestigiada reportera de Proceso (quien muy amablemente le respondió que lo sentía, pero que ese no era su campo), todos a quienes escribió le mandaron su opinión, incluso Edith Carbajal, asesora y coordinadora nacional de Medios del Senado de la República quien, como Turati, tampoco era periodista cultural, sino de la fuente política. Otro convocado, Gerardo Young, reportero de OnceTV, expresamente le pidió que le informara cómo había usado sus respuestas para su trabajo académico. 1


Algunos se habían tomado la molestia de responder de forma amplia y destilando su gran experiencia. Pensó que más adelante, si había oportunidad, debía dar a conocer completas esas respuestas, porque sería una lástima que sólo se conocieran en el ámbito de sus amigos o en la Facultad. En general coincidían en la mala preparación de muchos periodistas culturales, aunque con importantes matices. La voz discordante había sido la de David Lida, cronista, autor del libro Las llaves de la ciudad, quien contestó, muy molesto por recibir al azar el cuestionario, que las preguntas de Gustavo no representaban un periodismo de rigor, dando a entender que inducían las respuestas, y que como Gustavo parecía haberse formado ya una opinión del tema le parecía que poco le interesaría una opinión contraria. Ante la negativa de Lida a siquiera exponer su punto de vista Gustavo trató de dar realce en lo posible a la breves respuestas que en parecido sentido le había mandado Javier Hernández Chelico, periodista especializado en rock, autor de la columna En el Chopo de La Jornada, aunque su misma parquedad impedía hacerlo. En contraste, otro de a quienes escribió, el cineasta Nick Zedd, uno de los fundadores del llamado Cine de la transgresión, le manifestó en inglés, de forma apasionada y contundente, que, en su experiencia, en ambos países México y Estados Unidos, el periodismo cultural era “abysmal” (muy malo, pésimo), básicamente porque se pagaba mal y los editores respondían a intereses corporativos que rehuían cualquier tema polémico y realmente novedoso.

¿Falta formación en algunos reporteros culturales? Alfredo Campos Villeda, editor en jefe de MILENIO Diario, le escribió que hay una mala preparación en reporteros de todas las fuentes. Que no quería decir que todos estuvieran mal preparados, pero que veía llegar a las redacciones a los jóvenes universitarios desde hace más de 20 años y no conocían los fundamentos mínimos para hacer una nota. Gustavo se acordó de sus clases y contrastó la

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academia con la realidad laboral. (Los tiempos y la presión al ejercer periodismo en el trabajo no son los mismos que en el salón de clases.) Luego escuchó al escritor y periodista Alejandro Toledo, quien había ido a la Facultad de Ciencias Políticas a presentar un libro: “Yo pienso que al reportero le falta más formación, más información porque el fin no es promover las obras, sino dar al lector una orientación. No están orientando a los lectores, sino que están repitiendo lo que les dicen los funcionarios, las personas inmiscuidas.” Platicó también con Mauricio Coronel, editor de la revista Zócalo, quien coincidió con la opinión de Toledo porque, decía, hace falta una mejor formación para los periodistas, porque algunos no son capaces de hacer un análisis crítico literario. Gustavo recordó sus clases en la universidad, que no tuvo una clase de análisis y crítica literarias. Pero Gerardo Young, al contrario de Toledo, sostenía que “el reportero no es un analista, sino eso, el que lleva la noticia que acontece y lo que acontece es la presentación de un libro. En suma, la conferencia del autor es más importante que leer o revisar la obra.” Pensó que Toledo y Young deberían debatir eso. Él no tenía una opinión al respecto porque apenas estaba empezando. En otro momento pudo leer la opinión de Emiliano Balerini, reportero cultural de MILENIO Diario. En palabras de Balerini es muy pobre analizar la mala formación de los periodistas culturales desde su trabajo diario, cuando lo cierto es que el conflicto es mucho más trascendente y afecta a la sociedad en su conjunto. Hay encuestas de gobierno que demuestran que 90 por ciento de la población mexicana nunca ha asistido a un teatro, y que en este país, la gente lee un libro al año. Para Balerini el otro problema que contribuía a la mala formación de los reporteros de cultura era que a los dueños y directores de los medios en general no les interesaban las secciones culturales porque no venden como las de

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espectáculos ni eran de interés nacional como las de política y economía. Que las mismas persistían porque “queda mal quitarlas”. Tal vez era falta de visión de esos dueños de medios, pero podía haber sorpresas al respecto como le había dicho con alguna esperanza su profesora de la Facultad, Josefina Estrada, también escritora y periodista, quien

le había

comentado: “Se sigue creyendo que la cultura no da dinero y a muy pocos interesa, y se han ido acabando los suplementos en función de que la prensa escrita está en peligro. Podemos tener cosas sorprendentes como el renacimiento de Confabulario (suplemento cultural del periódico El Universal). Hay que buscar dónde está lo bueno y la parte digital está funcionando.”

¿Por qué algunos reporteros culturales no son críticos? Gustavo pensó que esa podría ser la clave de una mejora del trabajo de los reporteros culturales: orientar al lector con una visión crítica hacia los materiales de los autores. Pero para Edith Carbajal la visión crítica era una cuestión muy subjetiva, sin conocer el caso particular de cada reportero, su formación y su trayectoria; para ella cada reportero construía su propia visión, crítica o no. Esto le recordó otros conceptos de Alfredo Campos: que es cierto que todos los reporteros se alimentan de los boletines y está bien. Lo que debe exigírseles es ir más allá del boletín, por supuesto. El boletín es una herramienta más del reportero y qué bueno que los consulten. Pero esa consulta debe estar completada por entrevistas, investigación documental, cruce de datos entre fuentes que disienten, solicitudes de información al IFAI. El puro boletín no era suficiente pero es indispensable consultarlo. Como en todo: hay reporteros boletineros y de conferencia de prensa, y hay otros investigadores. Ahora, hay otra especie: los voladores, es decir, los que ni siquiera checan el boletín e inventan. Para Campos eran los peores. Añadía que el reportero no debe militar, debe 4


informar. No debe hacer propaganda, debe investigar y difundir. Que ahí está el punto para ser crítico. Una cosa es ser crítico y otra ser golpeador o militante. Empezó a notar un problema arraigado en el periodismo no sólo cultural, la falta de capacitación o de su actualización y si esto era un asunto individual o del medio. ¿Cómo ser crítico si no se está capacitado? Javier Hernández Chelico, a la pregunta de si había actualización de los reporteros le respondió escuetamente: “En algunos diarios sí. Pero eso corresponde y es obligación de cada reportero: actualizarse.” Campos, quien trabajó durante trece años en La Jornada donde ahora estaba Hernández Chelico, comentó que ahí pagan cursos de lengua extranjera, y que en MILENIO también se imparten cursos de inglés y de nuevas tecnologías a todo el personal de redacción. Que no sabía en el resto de medios. Para Gerardo Young cuando hay alguna oportunidad de capacitación, suele no servir de nada a la formación del reportero que cubre alguna fuente en especial. Contó que había atestiguado casos en los que se capacitaba a reporteros de la sección internacional de una televisora en un curso de locución, cuando era más necesario enviarlos a un curso de inglés para agudizar mejor su dominio en esa lengua y comprender mejor el panorama geopolítico. El punto de vista de Edith Carbajal era que se podría sugerir a los jefes de información y editores que implementaran programas especiales donde los reporteros puedan reforzar sus conocimientos al respecto y actualizarse, de ser el caso. Para ella el editor es el responsable de que los reporteros cuenten con las herramientas que necesiten para desarrollar su trabajo, entre ellas, una preparación adecuada. “Por lo visto en general no hay una política establecida en los medios para la preparación y actualización de los reporteros, ya no sólo culturales sino en general”, pensó Gustavo.

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¿Hace falta tiempo e iniciativa? Para Gustavo fue de mucho interés lo que le escribió Nick Zedd porque tenía la perspectiva tanto de México como de Estados Unidos, pues desde hacía dos años se había instalado en la Ciudad de México después de que había iniciado su carrera y vivido mucho tiempo en Nueva York. Si algunos reporteros culturales mexicanos no tenían compromiso con su trabajo esa situación no era exclusiva de México, según le había manifestado Zedd, sino que según él se daba también en sus colegas norteamericanos. De nuevo lamentó que David Lida se hubiera negado a responder, porque sólo él y Zedd, como norteamericanos de origen ambos, podían hablar con conocimiento del periodismo cultural de Estados Unidos y hacer comparaciones entre aquel y el que se hacía en México. Zedd escribió que él había publicado durante siete años The Underground Film Bulletin (“El Boletín Cinematográfico Subterraneo”) para cubrir una floreciente escena artística que había sido completamente ignorada entonces por los periodistas y los curadores. Ahora, sostenía Zedd, la avaricia de los propietarios de bienes inmuebles había vuelto a la ciudad de Nueva York un cultural wasteland (“páramo cultural”), porque las altísimas rentas hacían imposible que los artistas crearan arte vanguardista en un ambiente bohemio. Para él los reporteros y editores eran notablemente lentos para darse cuanta de algo interesante que estuviera ocurriendo en ambas partes, México y Nueva York. Pero de regreso a la realidad de México, Gustavo se quedó meditando la opinión de Emiliano Balerini de que a la mayoría de los periodistas culturales, pero también a los reporteros de otras fuentes, les falta pasión para hacer su trabajo: no buscan exclusivas, adelantos; no se pelean con sus jefes para publicar una nota; no hacen su trabajo con la cabeza, los riñones, el estómago y el hígado, como debe ser, si no lo realizan pensando en irse lo más pronto posible a su casa. ¿Pero cómo hacerle, si como decía Edith Carbajal los tiempos editoriales son abrumadores, muchas veces no hay tiempo para dedicarte a una sola nota, cuando debes entregar 3 o 4 textos al mismo tiempo, esto es algo que sucede en 6


todos los medios de comunicación, impresos y electrónicos, el tiempo no alcanza para realizar varios trabajos a la vez. Gustavo no llegó a una conclusión definitiva sobre el tema porque faltaba preguntar y aprender más, también porque quienes sostenían un punto de vista minoritario como Lida y Hernández Chelico no se habían explayado y había que escucharlos si aceptaban hablar. Pero había aprendido mucho y se lo agradecía a todos y cada uno de sus interlocutores. Se dijo a sí mismo: “Yo opino que en la viña del señor hay de todo. Hay reporteros que investigan y se informan, y son muy cultos, porque ganan exclusivas, primicias, los citan en los boletines, leen los libros antes de entrevistar al autor, critican la obra del autor en su texto o en su cara, y aman lo que hacen porque esa es su vocación. Disfrutan trabajar la fuente cultural. “Porque siempre soñaron estar ahí. Claro que existen esos periodistas culturales. Hay unos que desde niños leen libros y es natural que estén en la fuente cultural. Lo que dicen Hernández Chelico y Lida es importante para mí porque saben que sí existen este tipo de reporteros culturales, que por convicción emprendieron su carrera en la fuente cultural y no llegaron ahí porque ahí les tocó, sino porque tienen afinidad de trabajar ahí. “Por eso hay que decir que hay algunos reporteros no sólo culturales que son de otra manera, como nos dicen la mayoría de los entrevistados. “Yo mismo estoy haciendo todo lo que me piden en la carrera y en el trabajo para no quedarme en la mediocridad y amar lo que hago, por eso quiero estudiar más, seguir aprendiendo.”

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