Capitulo 1 - Ciudad de fuego celestial

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Primer Capítulo de Ciudad del Fuego Celestial Jace interrumpió el beso. Antes de que Clary pudiera decir algo, un coro de aplausos sarcásticos vinieron desde la colina cercana. Simon, Isabelle y Alec los saludaron. Jace suspiró, "¿Deberíamos unirnos a nuestros molestos y voyeristas amigos?” “Desafortunadamente ese es el único tipo de amigos que tenemos.” Clary rozó su hombro contra su brazo y se dirigieron hacia las rocas. Simon e Isabelle estaban lado a lado, hablando suavemente, Alec estaba sentando un poco aparte, mirando la pantalla de su teléfono —con una expresión de intensa concentración. Jace se dirigió abajo, hacía su Parabatai. “He oído que si miras fijamente a esas cosas, suenan.” “Ha estado mensajeando a Magnus.” Dijo Isabelle con una mirada de desaprobación. “No lo he hecho.” Dijo Alec automáticamente. “Sí, lo has hecho.” Dijo Jace estirando el cuello para mirar por encima del hombro de Alec. “Y lo has llamado, puedo ver tus llamadas hechas” “Es su cumpleaños.” Alec cerró el teléfono. Él lucía más pequeño estos días, casi delgado en su desgastado suéter azul, agujeros en los codos, sus labios mordidos y agrietados. El corazón de Clary dolió por él. Él pasó la primera semana después de que Magnus terminó con él en una especie de aturdimiento de tristeza e incredulidad. Ninguno de ellos podría creerlo realmente. Ella siempre había pensado que Magnus lo amaba, que realmente lo amaba; claramente Alec también había pensado lo mismo. “No quería que él pensara que yo no —que lo había olvidado.” “Estás suspirando” dijo Jace.


Alec se encogió de hombros. “Mira quién habla. ‘Oh, la amo. Oh, ella es mi hermana. Oh, por qué, por qué, por qué—’” Jace tiró un puñado de hojas secas a Alec, haciéndole farfullar. Isabelle se estaba riendo. “Sabes que está en lo cierto, Jace.” "Dame tu teléfono", dijo Jace, haciendo caso omiso de Isabelle. "Vamos, Alexander." "No es asunto tuyo", dijo Alec, alejando el teléfono. "Olvídalo, ¿de acuerdo?" "No comes, no duermes, miras fijamente el teléfono, ¿y yo tengo que olvidarme de ello?" dijo Jace. Había una cantidad sorprendente de agitación en su voz; Clary sabía lo mal que él había estado porque Alec era infeliz, pero no estaba segura de que Alec lo supiera. En circunstancias normales, Jace habría matado o al menos amenazado a cualquier persona que lastimara a Alec; esto era diferente. A Jace le gustaba ganar, pero no puedes ganar sobre un corazón roto, incluso el de alguien más. Incluso de alguien que amabas. Jace se inclinó y cogió el teléfono de la mano de su parabatai. Alec protestó y trató de alcanzarlo, pero Jace le mantuvo a raya con una mano, expertamente con la otra mano se desplazó por los mensajes en el teléfono. ‘Magnus sólo llámame. Necesito saber si estás bien’ Él negó con la cabeza. “Bien, no. Simplemente no.” Con un movimiento decisivo, rompió el teléfono a la mitad. La pantalla se quedó en blanco mientras Jace dejó caer los pedazos al suelo. "Allí está.” Alec miró los fragmentos dispersos con incredulidad. "¡HAS ROTO MI TELÉFONO!." Jace se encogió de hombros. "Los chicos no dejan que chicos sigan llamando a otros chicos. Vale, eso no ha sonado bien. Los amigos no dejan que los amigos sigan llamando a sus ex y cuelguen. En serio. Tienes que parar.”


Alec se veía furioso. "¿Así que has roto mi nuevo teléfono? Muchas gracias". Jace sonrío serenamente y se recostó en la roca. "De nada". "Mira el lado bueno", dijo Isabelle. "No va a ser capaz de recibir los mensajes de mamá nunca más. Me envió seis mensajes hoy. Apagué mi teléfono." Ella palmeó su bolsillo con una mirada significativa. "¿Qué es lo que quiere?" Preguntó Simon. "Reuniones constantes", dijo Isabelle. "Las interrogaciones. La Clave sigue queriendo escuchar lo que pasó cuando luchamos contra Sebastian. Todos hemos tenido que dar cuentas, como, cincuenta veces. Cómo Jace absorbió el fuego celestial de Gloriosa. Descripciones de los Cazadores de Sombras oscuros, la Copa Mortal, las armas que utilizaban, las runas que estaban en ellos. Lo que estábamos llevando, lo que llevaba Sebastian, lo que todo el mundo llevaba... como el sexo por teléfono, pero aburrido.” Simon hizo un sonido ahogado. "Lo que creemos que Sebastian quiere", añadió Alec. "Cuando va a volver. Lo que va a hacer cuando lo haga.” Clary apoyó los codos en las rodillas. "Siempre es bueno saber que la Clave tiene un bien pensado y confiable plan.” "Ellos no quieren creerlo," dijo Jace, mirando al cielo. "Ese es el problema. No importa cuántas veces les digamos lo que vimos en Barren. No importa cuántas veces les decimos lo peligroso que los Oscuros son. Ellos no quieren creer que los Nefilim realmente podrían estar corrompidos. Que los Cazadores de Sombras podrían matar a Cazadores de Sombras.” Clary había estado allí cuando Sebastian había creado al primero de su ejército. Había visto el vacío en sus ojos, la furia con la que había luchado. Le aterrorizaba. “Ya no son más cazadores de sombras,” añadió en voz baja. "No son personas.”


“Es difícil de creer eso si no lo has visto,” dijo Alec. “Y Sebastian sólo tiene tantos de ellos. Una pequeña fuerza, dispersa, pero no quieren creer que sea realmente una amenaza. O si es una amenaza, prefieren creer que es más una amenaza para nosotros, para Nueva York, que para los cazadores de sombras en general.” "Ellos no están equivocados de si Sebastian se preocupa por algo, se trata de Clary," dijo Jace y Clary sintió un escalofrío en la espalda, una mezcla de repugnancia y aprensión. "Él realmente no tiene emociones. No como nosotros. Pero si los tenía, los tendría por ella. Y los tiene por Jocelyn. Él la odia. " Hizo una pausa, pensativo. "Pero no creo que sea probable que ataque directamente aquí. Demasiado... obvio. " "Espero que le dijeras a la Clave eso,” dijo Simon. "Alrededor de un millar de veces,” dijo Jace. "No creo que ellos tengan mis ideas en alta estima." Clary miró sus manos. Ella había atestiguado ante la Clave, al igual que el resto de ellos; le había dado respuestas a todas sus preguntas. Aún había cosas sobre Sebastian que ella no les había dicho, que no había contado a nadie. Las cosas que le había dicho que quería de ella. Ella no había soñado mucho desde que volvieron desde Burren con las venas de Jace llenas de fuego, pero cuando ella tenía pesadillas, eran sobre su hermano. "Es como tratar de luchar contra un fantasma,” dijo Jace. "No pueden rastrear a Sebastian, no lo pueden encontrar, no encuentran a los cazadores de sombras que ha transformado." "Están haciendo lo que pueden,”dijo Alec. "Están apuntalando las protecciones alrededor Idris y Alicante. Todas las salas, de hecho. Han enviado a decenas de expertos a la isla de Wrangel .” La isla de Wrangel fue la sede de todas las salas del mundo, los conjuros que protegían el mundo e Idris, en particular, de los demonios y la invasión demoníaca. La red de salas no era perfecta y los demonios se deslizaron a


través de ellas de todos modos, pero Clary no podía imaginar lo mal que la situación se pondría si no existieran las salas. "Oí a mi madre decir que los brujos del Laberinto Espiral han estado buscando una manera de revertir los efectos de la Copa Mortal” dijo Isabelle. "Por supuesto que sería más fácil si tuvieran cuerpos para estudiar..." Se interrumpió; Clary sabía por qué. Los cuerpos de los cazadores de sombras oscuros que murieron en Burren habían sido llevados de vuelta a la Ciudad de Hueso para que los Hermanos Silenciosos los examinaran. Los hermanos nunca tuvieron suerte. Durante la noche, los cuerpos se habían podrido hasta el equivalente de cadáveres de hace una década. No había habido nada que hacer salvo quemar los restos. Isabelle encontró su voz de nuevo: "Y las Hermanas de Hierro están produciendo armas. Estamos recibiendo miles de cuchillos serafín, espadas, chakhrams, todo... forjado en fuego celestial.” Isabelle miró a Jace. En los días inmediatamente posteriores a la batalla en Burren, cuando el fuego se había desatado a través de las venas de Jace con la violencia suficiente para hacerle gritar a veces de dolor, los Hermanos Silenciosos le habían examinado una y otra vez, lo había probado con el hielo y llamas, con metal bendito y hierro frío, tratando de ver si había alguna manera de drenar el fuego de él, de contenerlo. No habían encontrado manera. El fuego de Gloriosa, después de haber sido capturado una vez en una espada, no parecía tener prisa para habitar en otro, o incluso abandonar el cuerpo de Jace por cualquier tipo de vasija. El Hermano Zachariah le había dicho a Clary que en los primeros días de Cazadores de Sombras, los Nefilim había tratado de capturar el fuego celestial en un arma, algo que podría ser usado contra los demonios. Nunca lo habían conseguido, y, finalmente, los cuchillos serafín se habían vuelto sus armas preferidas. Al final, otra vez, los Hermanos Silenciosos se habían rendido. El fuego de Gloriosa yacía acurrucado en las venas de Jace como una serpiente y lo mejor que podían esperar para controlarlo era que no lo destruyera.


El fuerte pitido de un mensaje sonó; Isabelle había encendió su teléfono otra vez. "Mamá dice que volvamos a el Instituto ahora", dijo. "Hay alguna reunión. Tenemos que estar en ella.” Se levantó, sacudiéndose la suciedad de su vestido. "Te invitaría,” le dijo a Simón, "pero ya sabes, prohibido por ser un no-muerto y todo eso." "Lo recuerdo,” dijo Simon, poniéndose de pie. Clary se levanto y tendió una mano hacia Jace. Él la tomó y se puso de pie. "Simon y yo vamos de compras navideñas,” dijo ella. "Y ninguno de ustedes puede venir porque tenemos que conseguir sus regalos.” Alec lucía horrorizado. "Oh, Dios. ¿Eso significa que tengo que conseguirles regalos?” Clary negó con la cabeza. “Los Cazadores de Sombras no celebran… tu sabes, ¿la navidad?” Recordó de repente la más angustiante cena de Acción de Gracias en la casa de Luke, cuando Jace, a quien le habían pedido cortar el pavo, había destrozado al ave con una espada hasta que no habían quedado más que pequeños pedazos de pavo. ¿Tal vez no? “Nosotros intercambiamos regalos, en honor al cambio de estaciones,” dijo Isabelle. “Solía haber una celebración en invierno por el Ángel. Por el día en que Los Instrumentos Mortales habían sido dados a Jonathan Cazador de Sombras. Creo que los Cazadores de Sombras se enojaron al ser excluidos de las celebraciones mundanas, aunque muchos institutos tienen fiestas de navidad. La de Londres es famosa”. Se encogió de hombros. “Solo creo que no vamos a hacerla… este año”. “Oh”, Clary se sintió terrible. Por supuesto que no querían celebrar la navidad después de perder a Max. “Dejadnos daros regalos, al menos. No tiene que ser una fiesta, ni nada como eso”.


“Exacto,” Simón estiró sus brazos. “Yo debo comprar los regalos para Hanukkah. Es un mandato de la ley Judía. El Dios de los judíos es un Dios enojado. Y muy orientado a los regalos”. Clary le sonrió. Él encontraba cada vez más fácil decir la palabra “Dios” en esos días. Jace suspiró y besó a Clary – un beso rápido de despedida en su frente, pero la hacía temblar. No ser capaz de tocar a Jace, o besarlo adecuadamente estaba empezando a hacerla saltar en su propia piel. Le había prometido que nunca importaría, que lo amaría incluso aunque nunca pudiera volver a tocarlo, pero lo odiaba de todas formas. Odiaba extrañar la seguridad de la forma en la que siempre encajaban físicamente. “Nos vemos más tarde”, dijo Jace. “Voy a regresar con Alec e Izzy–” “No, no lo harás”, dijo Isabelle inesperadamente. “Rompiste el celular de Alec. Aceptado, todos habíamos querido hacer eso por semanas.” “ISABELLE” dijo Alec. “Pero el hecho es que tú eres su parabatai y tú eres el único que no ha ido a ver a Magnus. Ve y habla con él”. “¿Y decirle qué?” dijo Jace. “No puedes convencer a la gente para que no rompa contigo… o tal vez puedes,” dijo precipitadamente al ver la expresión de Alec. “¿Quién puede decirlo? Lo intentare.” “Gracias”. Alec palmeó el hombro de Jace. “He escuchado que puedes ser encantador cuando quieres serlo.” “He escuchado lo mismo,” dijo Jace caminando hacia atrás. Era incluso elegante haciendo eso, Clary pensó melancólicamente. Y sexy, definitivamente sexy. Ella alzó su mano en señal de despedida. “Nos vemos luego,” dijo ella. Si no estoy muerta de la frustración para entonces. ____


Los Frays nunca habían sido una familia observante de la religión, pero Clary adoraba la Quinta Avenida en época de Navidad. El aire olía como castañas asadas y las ventanas brillaban de luces color plata y azul, verde y rojo. Este año había grandes copos de nieve de cristal atados a cada farola, devolviendo la luz del sol de invierno en rayos de oro. Sin mencionar el gran árbol en Rockefeller Center. Arrojaba sus sombras sobre ellos mientras ella y Simon se cubrían a sí mismos, dirigiéndose a la terminal al lado de la pista de patinaje, viendo a los turistas caerse mientras intentaban navegar por el hielo. Clary tenía una taza de chocolate caliente en sus manos, el calor se extendía por su cuerpo. Se sentía casi normal -esto, venir a la Quinta y ver los escaparates y el árbol, había sido una tradición para ella y Simon durante tanto tiempo del que podía recordar. "Se siente como en los viejos tiempos, ¿no es así?"" dijo él, haciendo eco de sus pensamientos mientras apoyaba la barbilla sobre sus brazos cruzados. Ella le dio una mirada de reojo. Él llevaba un abrigo negro y una bufanda que acentuaba la palidez invernal de su piel. Sus ojos estaban ensombrecidos, lo que indicaba que no se había alimentado de sangre recientemente. Se veía como lo que era -un vampiro cansado y hambriento. Bueno, pensó ella. Casi como los viejos tiempos. "Más gente para comprar regalos" dijo ella. "Además, la siempre traumatica pregunta de qué-comprar-a-alguien-por-las-primerasnavidades-después-de-empezar-a-salir". "¿Qué comprar a un Cazador de Sombras que lo tiene todo?" dijo Simon con una sonrisa. "A Jace le gustan sobre todo las armas," Clary suspiró. "Le gustan los libros, pero tienen una enorme biblioteca en el Instituto. Le gusta la música clásica..." Se iluminó. Simon era músico; a pesar que su banda era terrible, y siempre estaban cambiaban su nombre -actualmente se llamaban Letal


Suflé - él tenía capacitación. "¿Qué le darías a alguien a quién le gusta tocar el piano?". "Un piano". "Simon". "¿Un metrónomo realmente enorme que también pudiera usarse como arma?" Clary suspiró exasperada. "Partituras. Rachmaninoff es complicado, pero a él le gustan los retos." "Ahora estás hablando. Voy a ver si hay una tienda de música por aquí." Clary, habiéndose acabado el chocolate caliente, tiró la taza en un bote de basura más cercano y sacó su teléfono. "¿Qué hay sobre ti? ¿Qué le regalarás a Isabelle?" "No tengo la menor idea," dijo Simon. Habían empezado a moverse a través de la avenida, donde un flujo constante de peatones obstruían el paso parados frente a las ventanas de las calles. "Oh, vamos. Isabelle es fácil." "Es mi novia de la que estás hablando." Las cejas de Simon se juntaron. "Creo. No estoy seguro. No hemos hablado de ello. De la relación, quiero decir." "Tienes que DLR*, Simon." "¿Qué?" "Definir la relación. Qué es, a dónde va. ¿Son novio o novia, o sólo están pasándolo bien, 'es complicado', o qué? ¿Cuándo va a decírselo a sus padres? ¿Tienen permitido ver a otras personas?"


Simon palideció. "¿Qué? ¿En serio?" "En serio. Mientras tanto -¡perfume!" Clary agarró a Simon por la parte trasera de su abrigo y lo arrastró a una tienda de cosméticos que alguna vez había sido un banco. Era enorme en el interior, con filas de relucientes botellas por todos lados. "Y algo inusual," dijo ella, dirigiéndose al área de fragancias. "Isabelle no va a querer oler como todos los demás. Va a querer oler como higos, o vetiver*, o..." "¿Higos? ¿Los higos tienen olor?" Simon parecía horrorizado; Clary estaba a punto de reírse de él cuando su teléfono vibró. Era su madre. '¿Dónde estás? Es una emergencia.' Clary rodó los ojos y envió un mensaje de vuelta. Jocelyn todavía se ponía nerviosa cuando pensaba que Clary había salido con Jace. A pesar de que, como había señalado Clary, Jace era probablemente el novio más seguro del mundo desde que prácticamente se ‘encendía’ si (1) se enojaba, (2) tenían avances sexuales, y (3) hacían cualquier cosa que pudiera producir una descarga de adrenalina . Por otra parte, había sido poseído; ella y su madre habían estado ahí mientras él dejaba que Sebastian amenazara a Luke. Clary todavía no había hablado de todo lo que había visto en el apartamento que había compartido con Jace y Sebastian por ese breve tiempo, una mezcla de sueño y pesadilla. Ella nunca le había dicho a su madre que Jace había matado a alguien; había cosas que Jocelyn no necesitaba saber, cosas a las que Clary no quería enfrentarse por sí misma. "Hay tantas cosas en esta tienda que me imagino que Magnus querría,” dijo Simon, agarrando una botella de cristal con brillo para el cuerpo en aceite. "¿Va en contra de algún tipo de regla comprar regalos para alguien que rompió con tu amigo?" "Supongo que depende. ¿Es Magnus tu amigo más cercano o Alec?” “Alec se acuerda de mi nombre,” dijo Simon, y dejó la botella donde estaba. "Y me siento mal por él. Entiendo por qué Magnus lo hizo, pero Alec está tan


destrozado. Siento que si alguien te ama, deberían perdonarte, si estás realmente arrepentido.” "Creo que depende de lo que hiciste," dijo Clary. "No me refiero a Alec, sólo quiero decir en general. Estoy seguro de que Isabelle te perdonaría cualquier cosa,” se apresuró a añadir. Simon parecía dudoso. "No te muevas,” anunció ella, blandiendo una botella cerca de su cabeza. "En tres minutos voy a oler tu cuello." "Bueno, yo nunca lo haría,” dijo Simon. "Has esperado mucho tiempo para hacer tu movimiento, Fray." Clary no se molestó con una réplica inteligente; ella todavía estaba pensando en lo que Simon había dicho acerca del perdón y recordando a alguien más, la voz de otra persona y la cara y los ojos. Sebastian sentado frente a ella en una mesa en París. ¿Crees que puedas perdonarme? Quiero decir, ¿cree que el perdón es posible para alguien como yo? "Hay cosas que nunca se pueden perdonar", dijo. "Nunca podré perdonar a Sebastian." "No lo amas." "No, pero él es mi hermano. Si las cosas fueran diferentes-" Pero no eran diferentes. Clary abandonó el pensamiento, y se inclinó para inhalar en su lugar. "Hueles como higos y albaricoques." "¿De verdad crees Isabelle quiere oler como un plato de frutas secas?" "Puede que no." Clary agarró otra botella. "Entonces, ¿qué vas a hacer?" "¿Cuándo?" Clary alzó la vista para mencionarle la cuestión de cómo un nardo era diferente de una rosa regular, para ver que Simon la miraba con asombro


en sus ojos marrones. Ella dijo: "Bueno, no puedes vivir con Jordan para siempre, ¿no? Está la universidad…" "Tú no vas a ir a la universidad,” él dijo. “No, pero yo soy una cazadora de sombras. Seguimos estudiando después de los dieciocho años, nos mandan a otros Institutos -esa es nuestra universidad.” "No me gusta la idea de que te vayas a ir." Él se metió las manos en los bolsillos de su abrigo. "No puedo ir a la universidad,” dijo. "Mi madre no va a pagar por ello exactamente y no puedo sacar préstamos estudiantiles. Estoy legalmente muerto. Y, además, ¿cuánto tiempo se van a tardar en la escuela en notar que todos lucen más grandes, menos yo? Los chicos mayores de la universidad no lucen de dieciséis años. No sé si lo hayas notado.” Clary dejó la botella. "Simon ..." "Tal vez debería obtener algo para mi mamá,” dijo con amargura. "¿Qué dice 'Gracias por echarme de la casa y pretender que morí'?" "¿Las orquídeas?" Pero el estado de ánimo de Simon para bromear se había ido. "Tal vez no es como en los viejos tiempos", dijo. "Te habría conseguido lápices generalmente, materiales de arte, pero no dibujas más, ¿verdad? Excepto con tu estela. Tu no dibujas y yo no respiro. No es tanto como el año pasado.” "Tal vez deberías hablar con Raphael," dijo Clary. "¿Raphael?" "Él sabe cómo viven los vampiros," dijo Clary. "Cómo hacen sus vidas, cómo hacen dinero, cómo consiguen apartamentos, él sabe esas cosas. Él podría ayudar.” “Podría, pero no lo haría ,” dijo Simon, con el ceño fruncido. "No he oído nada sobre el grupo del Dumort ya que Maureen tomó el relevo de Camille.


Sé que Raphael es su segundo al mando. Estoy bastante seguro de que todavía cree que tengo la marca de Caín; de lo contrario, habrían enviado a alguien después de mí para ahora. Cuestión de tiempo.” "No. Ellos saben que no pueden tocarte. Sería una guerra con la Clave. El Instituto ha sido muy claro,” dijo Clary. "Estás protegido." "Clary," dijo Simon. "Ninguno de nosotros está protegido." Antes de Clary pudiera contestar, oyó que alguien la llamaba por su nombre; completamente desconcertada, miró y vio a su madre haciéndose camino a través de una multitud de compradores. A través de la ventana podía ver a Luke, esperando afuera en la acera. En su camisa de franela que parecía fuera de lugar entre los elegantes neoyorquinos. Liberándose de la multitud, Jocelyn se aproximó a ellos y lanzó los brazos alrededor de Clary. Clary miró desconcertada a Simon, por encima del hombro de su madre. Él se encogió de hombros. Finalmente Jocelyn la soltó y dio un paso atrás. "Estaba tan preocupada de que algo les habría pasado.” "¿En Sephora?" Dijo Clary. La frente de Jocelyn se frunció. "¿No lo has oído? Había pensado que Jace te habría enviado un mensaje ya.” Clary sintió un frío repentino por sus venas, como si se hubiera tragado agua helada. "No. ¿Qué está pasando? " "Lo siento, Simon," dijo Jocelyn. "Pero Clary y yo tenemos que ir al Instituto de inmediato." ____ No mucho había cambiado en el lugar de Magnus desde que Jace había estado allí. Jace usó una runa para abrir la puerta principal y subió las escaleras, tocando el timbre del apartamento de Magnus. Era más seguro de esa manera porque Magnus podría estar jugando videojuegos desnudo o cualquier otra cosa. Quién sabía lo que los brujos hacían en su tiempo libre.


Jace llamó de nuevo, esta vez apoyándose firmemente en el timbre de la puerta. Dos zumbidos más largos, y Magnus finalmente abrió la puerta, luciendo furioso. Llevaba una bata de seda negra sobre una camisa blanca y pantalones de tweed. Sus pies estaban desnudos. Su pelo oscuro enredado, y allí en la mandíbula tenía la sombra de una barba. "¿Qué estás haciendo aquí?" exigió. "Mi dios," dijo Jace, "Eres tan poco acogedor". "Eso es porque no eres bienvenido". "Pensé que éramos amigos," dijo Jace. "No, tú eres el amigo de Alec, Alec era mi novio así que tuve que convivir contigo. Pero ahora no es mi novio y no tengo que tratar contigo. No es que alguno de ustedes parezca darse cuenta de ello. Tú debes de ser el qué, ¿cuarto? de ustedes que me molesta." Magnus contó con los dedos largos. "Clary. Isabelle. Simon—" "¿Simon vino?" "Pareces sorprendido." "No creí que él intervendría en tu relación con Alec." "Yo no tengo una relación con Alec," dijo Magnus rotundamente, pero Jace ya había pasado más allá de él y estaba en su sala de estar, mirando a su alrededor con curiosidad. Una de las cosas que a Jace siempre le había gustado en secreto sobre el apartamento de Magnus era que rara vez se veía de la misma manera dos veces. A veces era un gran moderno loft. A veces parecía un burdel francés o un fumadero de opio victoriano, o el interior de una nave espacial. Ahora, sin embargo, estaba desordenado y oscuro. Las pilas de viejas cajas de comida china cubrían la mesa de café. Presidente Miau yacía sobre una alfombra de trapos, las cuatro patas extendidas delante de él como un ciervo muerto.


"Huele como a corazón roto, aquí,” dijo Jace. "Es la comida china." Magnus se arrojó sobre el sofá y estiró sus largas piernas. "Vamos, terminemos con esto. Di lo que has venido a decir." "Creo que deberías volver con Alec," dijo Jace. Magnus rodó los ojos hacia el techo. "¿Y eso por qué?" "Porque él es miserable," dijo Jace. "Y él lo siente. Siente lo que hizo. No va a hacerlo de nuevo. " "Oh, ¿él no irá a escondidas, detrás de mi espalda, con una de mis ex a planear acortar mi vida de nuevo? Muy noble de su parte. " "Magnus—" "Además, Camille ha muerto. Él no puede hacerlo de nuevo.” "Sabes lo que quiero decir," dijo Jace. "No va a mentirte, a engañarte u ocultar cosas de ti o hacer cualquier cosa que te moleste." El se dejó caer en una silla de cuero y levantó una ceja. "¿Así que...?" Magnus rodó sobre su costado. “¿A ti qué te importa si Alec es miserable?” “¿Qué me importa?” dijo Jace, tan fuerte que Presidente Miau brincó de golpe, como si hubiera sido sorprendido. “Por supuesto que me preocupo por Alec; él es mi mejor amigo, mi parabatai. Y él es infeliz. Y tú también, por como lucen las cosas. Contenedores tirados por todas partes, no has hecho nada para arreglar el lugar, tu gato parece muerto—” “No está muerto.” “Me preocupo por Alec,” dijo Jace, lanzando a Magnus una mirada fija. “Me preocupó más por él de lo que me preocupo por mí mismo.”


"Alguna vez has pensado," Magnus reflexionó, tirando un poco del esmalte de sus uñas, "que todo el negocio parabatai es bastante cruel. Puedes elegir a tu parabatai, pero entonces nunca puedes dejarlo. Incluso si se vuelve en tu contra. Mira a Luke y Valentine. Y a pesar de que tu parabatai es la persona más cercana en el mundo a ti en ciertas formas, no te puedes enamorar de ellos. Y si mueren, una parte de ti muere también." "¿Cómo sabes tanto sobre los parabatai?" “Conozco a los Cazadores de Sombras," dijo Magnus, palmeando el sofá junto a él, Presidente Miau dio un salto sobre los cojines y le dio un empujón a Magnus con la cabeza. Los largos dedos del brujo se hundieron en la piel del gato. "He estado aquí por un largo tiempo. Ustedes son criaturas extrañas. Toda la frágil nobleza y humanidad por un lado y todo el fuego irreflexivo de los ángeles por el otro.” Sus ojos se movieron hacia Jace. "Tú en particular, Herondale, porque tienes el fuego de los ángeles en la sangre." "¿Tú has sido amigo antes de algún cazador de sombras?" "Amigos,” dijo Magnus. "¿Qué significa eso en realidad?" “Lo sabrías," dijo Jace, "si tuvieras alguno. ¿Los tienes? ¿Tienes amigos? Quiero decir, además de las personas que acuden a tus fiestas. La mayoría de la gente tiene miedo de ti, o parece que te deben algo o dormiste con ellos alguna vez, pero amigos —no veo que tengas muchos de esos.” "Bueno, esto es novedoso,” dijo Magnus. “Nadie del resto de tu grupo intentó insultarme." "¿Funciona?" "Si te refieres a que de repente me siento obligado a volver con Alec, no," dijo Magnus. "He desarrollado un deseo extraño por la pizza, pero eso podría no estar relacionado." "Alec dijo que hacías eso,” dijo Jace. "Desviar preguntas sobre ti mismo con chistes." Magnus entrecerró los ojos. "¿Y yo soy el único que hace eso?"


"Exactamente,” dijo Jace. "Tómalo de alguien que sabe. Odias hablar de ti mismo, y prefieres hacer enojar a la gente que ser compadecido. ¿Cuántos años tienes, Magnus? La respuesta verdadera.” Magnus no dijo nada. "¿Cuáles eran los nombres de tus padres? ¿El nombre de tu padre?” Magnus lo miró con sus ojos de oro verde. "Si quisiera mentir en un sofá y quejarme con alguien acerca de mis padres, me gustaría contratar a un psiquiatra." "Ah," dijo Jace. "Pero mis servicios son gratis." "Escuché eso de ti." Jace sonrió y se deslizó en la silla. Había una almohada con un patrón de la Union Jack en la otomana. La agarró y la puso detrás de su cabeza. "No tengo ningún sitio en donde estar. Puedo sentarme aquí todo el día.” "Genial,” dijo Magnus. "Voy a tomar una siesta." Alcanzó una manta arrugada que estaba tirada en el suelo, justo cuando el teléfono de Jace sonó. Magnus miró detenidamente como Jace hurgó en su bolsillo y abrió el teléfono. Era Isabelle. “¿Jace?” “Si. Estoy en casa de Magnus. Creo que podría estar haciendo algunos progresos. ¿Qué sucede?” "Vuelve,” dijo Isabelle y Jace se sentó con la espalda recta, la almohada cayó al suelo. Su voz sonaba tensa. Podía oír la nitidez en la misma, como las notas de un piano mal sintonizado. "Al Instituto. De inmediato, Jace.” “¿Qué es?” preguntó. “¿Qué ha pasado?” Y vio a Magnus sentarse también, abandonando la manta en su mano. “Sebastian,” dijo Isabelle.


Jace cerró los ojos. Vio la sangre de oro y plumas blancas esparcidas por el suelo de mármol. Recordó el apartamento, un cuchillo en sus manos, el mundo a sus pies, el agarre de Sebastian en su muñeca, esos ojos negros insondables mirándolo con oscura diversión. Hubo un zumbido en sus oídos. “¿Qué sucede?” la voz de Magnus cortó los pensamientos de Jace. Se dio cuenta de que ya estaba en la puerta, con el teléfono en su bolsillo. Se dio vuelta. Magnus estaba detrás de él, su expresión rígida. “¿Es Alec? ¿Está bien?” “¿A ti qué te importa?" dijo Jace, y Magnus se estremeció. Jace no pensó que jamás había visto a Magnus inmutarse. Era la única cosa que contuvo a Jace de cerrar de golpe la puerta al salir.


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