MÉRIDA
A PUERTAS ABIERTAS BEHIND CLOSED DOORS
MÉRIDA A PUERTAS ABIERTAS
BEHIND CLOSED DOORS
Contenido | Table of Contents
Lucía Reyes | Pía Rosado
Presentación
Mérida, la entrañable ciudad blanca, posee un extraordinario pasado arquitectónico que ha adquirido nuevos aires desde hace algunos años. Talentosos arquitectos y diseñadores, tanto mexicanos como extranjeros, han puesto su mirada en las construcciones antiguas del centro y, con gran creatividad, las han provisto de estilo y funcionalidad. Así, las casonas abandonadas y en avanzado deterioro, como resultado del éxodo que ha ocurrido por años de la población local a la periferia de la ciudad, han sido rescatadas, transformadas o intervenidas para ser habilitadas con los más modernos estándares de diseño y confort. Son residencias, comercios, hoteles y haciendas privadas que, en ocasiones, recuperan con nostalgia elementos de la arquitectura original yucateca utilizando técnicas y materiales ancestrales, mientras que en otras predominan los espacios abiertos, de líneas limpias y diseño contemporáneo. El incremento de la población extranjera, que durante más de una década ha adoptado esta ciudad de Yucatán como su hogar, también ha contribuido a este afortunado fenómeno.
Mérida a puertas abiertas, es un testimonio de la grandeza que ha sido recuperada en el centro histórico de la ciudad en años recientes. Invita al lector a disfrutar los interiores de estos espacios, a la mayoría de los cuales solo se puede ingresar por invitación personal. En este libro se ilustran algunos ejemplos sobresalientes de esta nueva tendencia en la transformación de espacios insospechados y sorprendentes que le dan a esta ciudad blanca una amplia gama de matices.
Se hace referencia a las casas por el nombre propio con el que se conocen. Esta es una costumbre muy arraigada en Mérida y, en palabras de algunos lugareños con los que platicamos, el nombre es el espíritu de la casa, habla de su personalidad y de quienes la habitan. Con ese espíritu nos quedamos, celebrando esta aventura que apenas empieza.
Presentation
Eva Lucía Reyes and Pia Rosado
Mérida, the beloved white city, possesses a remarkable architectural past that has been taking on new life for several years. Talented architects and designers, both Mexican and international, have revisited age-old constructions in the downtown city center and with amazing creativity, they have infused them with style and functionality. In this way, abandoned mansions in advanced stages of deterioration, as a result of the rising exodus of locals to the city’s outskirts, have been transformed, intervened, or remodeled to meet the latest standards of style and comfort. They are residences, businesses, hotels, and private haciendas that, on occasions, nostalgically recover elements of the original architecture of Yucatán, using ancestral techniques and materials, whereas in others, they offer open spaces, clean lines, and contem-
porary design. The growing foreign population, which for more than a decade has adopted this city in Yucatán as its home, has also contributed to this felicitous phenomenon.
Merida behind closed doors attests to the grandeur that has been recovered in the historic downtown center of the city in recent years. It invites the reader to delight in the interiors of these spaces, most of which can only be entered via a direct, personal invitation. The volume illustrates some outstanding examples of this trend in the transformation of spaces, unexpected and surprising spaces that give the white city a wide array of nuances.
The houses are referred to by the names they are known by. This is a longstanding custom with deep roots in the city. In the words of some locals we talked to, the name is the spirit of the house, it speaks of its personality, and of who dwells within it. We embrace this spirit, celebrating this adventure that is just beginning.
La casa meridana
La casa meridana condensa un espesor histórico cargado de tradiciones constructivas con raíces que se remontan al pasado milenario regional. Las moradas de los siglos xix y xx que hoy en día apreciamos en el centro de la ciudad decantaron cualidades ancestrales del espacio habitable yucatanense, ya que su historia inicia con la antigua ciudad maya conocida como T’Ho.
Desde la fundación de Mérida en 1543, se conjuntaron dos modelos constructivos. En primer término, la urbe fue creada como una villa para españoles o ciudad para blancos quienes implementaron, según sus costumbres, el tipo de edificaciones propias de su país de origen; en segundo término, este sincretismo también se debió al hecho de que esta fundación ocupó el lugar donde estaba establecida T’Ho, lo que intensificó la utilización de materiales de construcción locales y mano de obra procedentes tanto del expolio de las antiguas edificaciones prehispánicas, como de la sujeción de la población maya nativa. La ciudad se trazó para albergar y prestar servicios a un centenar de españoles, conformando así el área fundacional con un poco más de treinta y seis manzanas urbanas. Con el paso de los siglos aumentó la población española y criolla, y fue hasta el siglo xviii cuando los blancos comenzaron a ocupar gradualmente parte de las áreas que habían sido relegadas a las “castas inferiores”. Entre el final del periodo colonial y, sobre todo, durante el siglo xix, la ciudad se expandió hacia lo que se denominó popularmente como barrios: al norte, Santa Lucía y Santa Ana; al sur, San Juan, San Sebastián con la Ermita; al oriente, La Mejorada y al poniente, Santiago y Santa Catarina (hoy desaparecido). Algunos de estos barrios eran pueblos o zonas rurales predominantemente habitados por los mayas.
Derivado del auge económico de las haciendas productoras de henequén, durante los siglos xix y xx las antiguas mansiones coloniales fueron objeto de grandes remodelaciones y transformaciones; muchas de ellas se convirtieron en majestuosas residencias, otras en lugares para importantes negocios vinculados a la producción y comercio de la fibra del henequén o “sisal” —con este nombre se conocía en el extranjero porque provenía del antiguo puerto de Sisal. En esos años, muchos ricos hacendados se mudaron del área urbana central y construyeron sus residencias en el nuevo Paseo Montejo, o en otras zonas en crecimiento. La arquitectura ecléctica de la época acontecía en el mundo europeo, expandiendo el gusto historicista y, sobre todo, el estilo neoclásico. Tendencia que también influyó en la nueva imagen de las casas en Mérida, ya que estaba muy conectada con el exterior debido al comercio internacional de la fibra de henequén. Así, nuevos materiales, como el hierro y láminas, llegaron a la región y permitieron construir espacios más amplios, de mayor altura, cambiando las proporciones de las obras en relación con su pasado colonial. Se importaron elementos decorativos prefabricados como cornisas, balaustres y pilastras, lo cual ocasionó una
profusión de decorados en plafones, paredes y pisos en las casonas de las familias de hacendados y comerciantes que tenían los medios económicos para importar esos implementos para sus suntuosas propiedades.
Durante la primera mitad del siglo xx, Mérida continuó expandiéndose y el área histórica de la ciudad también, incluso más allá de los barrios. Nuevas influencias arquitectónicas y grupos sociales heterogéneos ya habitaban ese gran territorio urbano, que iba de la mano de la funcionalidad de la arquitectura conocida entonces como moderna y que a su vez introdujo cambios en los materiales, las proporciones y los elementos decorativos formales. De las corrientes que emanaron de la arquitectura moderna, en Mérida proliferó el gusto por el decorativismo del art decó; estilo caracterizado por una decoración lineal y geométrica utilizada en elementos arquitectónicos e incluso mobiliario, que surgió en la década de 1920 en Europa y se adoptó de inmediato en México. Sin embargo, la preferencia por enmarcar puertas, ventanas y fachadas, en general, fue muy recurrente en las casas meridanas construidas en ese periodo del siglo pasado y, en numerosos casos, logró insertarse con armonía en la arquitectura preexistente en el contexto histórico; muchos de estos ejemplos hoy conservan cualidades valiosas para su preservación.
El legado de la construcción colonial que implementó, desde su inicio, la imagen urbana pública del sector histórico de Mérida es el gran paramento urbano conformado por las fachadas continuas del conjunto de casonas, solo interrumpido por ventanas, puertas, cornisas y jambas, entre otros elementos decorativos. Este sistema de paramentos ha permanecido a lo largo del tiempo solo con cambios menores en alturas, dimensiones y ornamentos, que revelan su época al observarlas desde el exterior. El diálogo entre los tipos de arquitectura diferenciados por siglos y unificados por la continuidad de la línea de fachadas representa el enorme valor de la identidad urbana local.
La casa meridana, caracterizadas por su planta arquitectónica introvertida desde su origen colonial, organiza una espacialidad funcional plena hacia el interior que ha perdurado por siglos hasta el presente, a pesar de los cambios de época y gustos arquitectónicos. Los espacios cubiertos, las áreas semiabiertas como corredores y las áreas abiertas como patios, traspatios y jardines coexisten para crear una atmósfera acogedora y resplandeciente, colectiva pero privada, abundante en detalles pero sobria en su envolvente. Por otro lado, las condiciones del clima tropical húmedo local llevaron a edificar estas obras con techumbres de elevadas alturas hacia donde sube el aire caliente, que sale al exterior a través de discretos tiros de ventilación. Asimismo, el ordenamiento de la casa tradicional con patios intercalados en secuencia favoreció la circulación del aire entre el interior y el exterior, y la ventilación cruzada por los espacios interiores para refrescarlos. La profusión de corredores, como se denomina a las loggias yucatecas, se debe a las condiciones del medio ambiente
soleado y cálido en Mérida, haciéndolos siempre presentes en los patios interiores de la casa para proteger y ser espacio de transición entre la luminosidad cálida del sol al aire libre y la penumbra fresca del interior.
La casa siempre estuvo cerca de una fuente de agua natural o artificial, como pozos, veletas, tanques, estanques y canales, para extraer o dejar correr el cristalino líquido que se encuentra en el subsuelo, cenotes o cavernas subterráneas. Los materiales empleados en su edificación, tradicionalmente piedra, madera nativa y hierro, determinaron los rasgos esenciales de la constructividad entre los siglos xix y xx, los cuales se perciben en los elementos de su arquitectura, texturas y cromáticas múltiples: los mampuestos de muros, las vigas, los mosaicos, las puertas, las ventanas, los balcones, etcétera, que en conjunto dan cuenta de la esencia de la casa meridana típica en las áreas históricas de Yucatán.
Sin embargo, entre las décadas de 1960 y 1980, muchas de estas construcciones históricas atravesaron un largo periodo de abandono al ser desocupadas o, en su defecto, subutilizadas y sin mantenimiento, lo que ocasionó un alto deterioro e incluso destrucción. Fue en la última década del siglo xx cuando la labor conjunta de las autoridades municipales y el Instituto Nacional de Antropología e Historia, inició la loable tarea de recuperar fachadas que convocó a los propietarios de los predios. En muchos casos, el trabajo de rescate fue integral porque el programa impulsó la recuperación de los espacios interiores. Al mismo tiempo, en 2004 la Zona de Monumentos Históricos de Mérida —declarada en 1982 y la segunda más grande del país después de la Ciudad de México— fue subdividida en zonas para su atención por el gobierno municipal: la Ermita y San Juan, Santiago y Santa Lucía, Santa Ana y Paseo Montejo, así como La Mejorada. En este contexto, en los albores del siglo xxi, surgió un fuerte interés entre los extranjeros — con una presencia incipiente en la década de 1990— por adquirir una casa histórica de Mérida. Se intensificó la promoción y comercialización en el mercado inmobiliario a través de medios de difusión internacionales que destacaban esta zona. Como resultado, los nuevos residentes, principalmente estadounidenses y canadienses, establecieron su casa permanente o de vacaciones en el centro urbano meridano. En años más recientes, los mexicanos también han centrado su atención en esta ciudad y han adquirido estas casas como una nueva o segunda residencia; en consecuencia, hoy en día varias de las casas intervenidas se conservan y utilizan como vivienda, una función sin duda altamente compatible con usos nuevos y antiguos. No obstante, el reto para su remodelación es enorme debido a las necesidades contemporáneas de comodidad y estilos de vida que demandan espacios y estructuras con instalaciones más complejas. Las construcciones intervenidas, en muchos casos, han mejorado con éxito el valor de los preceptos históricos básicos arriba mencionados,
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pero ahora con el propósito de atender nuevas formas de vivir, adaptando e incorporando obras, equipamiento, mobiliario y decoración que responden a gustos y sensibilidades propias de sus nuevos habitantes.
El centro histórico registra cientos de edificios intervenidos en sus fachadas e interiores, con cambios y adaptaciones en la estructura de las nuevas viviendas que, en su mayoría, perdieron sus dimensiones originales y han sido seccionadas, creando predios angostos y largos donde se desarrolla la planta arquitectónica. El esquema básico iniciado por los primeros arquitectos que intervienen el centro histórico se ha replicado. Consiste en ocupar los extremos de la propiedad con espacios cubiertos conectados por una o más galerías y en medio crear el espacio para la alberca y jardines; también aprovechan las azoteas para terrazas y jardines: el roof garden, que tiene su origen en la arquitectura moderna del siglo xx. El gusto por la ruina ha llevado a conservar elementos expuestos en las construcciones, como mamposterías aparentes en muros derruidos, vegetación inserta en la misma edificación “en ruinas” o detalles como gárgolas, depósitos de agua y otros que han sobrevivido al paso del tiempo.
De los elementos sustanciales en la preservación de las casas, además del respeto y mejoramiento de la imagen urbana en las fachadas, es destacable la conservación de las crujías históricas y el conjunto de elementos en techos, paredes y pisos, como vigas, decorados, carpinterías y pisos, pero donde la sensibilidad de muchos habitantes ha incorporado el presente con sus propias ideas, sin perder la atmósfera original de las casonas del pasado. Otro aspecto esencial visible en varios ejemplos son las estrategias para ventilar de manera fluida las crujías del edificio, conservando las alturas en la obra nueva y alternando los jardines interiores sin desarticular la estructura histórica de la casa meridana, propiciando nuevos espacios en armonía con los antiguos. Finalmente, la carpintería y la herrería yucatecas, caracterizadas tanto por su sobriedad, como por su funcionalidad, han sido muy apreciadas por quienes remodelan estas edificaciones, introduciendo innovaciones con la misma lógica de belleza y utilidad e incorporando nuevas carpinterías y herrajes al repertorio. Del mismo modo, los mosaicos, cuyas decoraciones coloridas y variadas se han reutilizado, replicado o reelaborado en su diseño, se han convertido en otro rasgo emblemático la casa histórica en Yucatán. La casa es el universo de la expresión personal y, a través del tiempo, concentra el cúmulo de gustos entre una diversidad de habitantes. Siempre será diferente vivir en un espacio con historia, pues se recibe con una configuración establecida, con una identidad preservada, con una riqueza cultural asociada; sin embargo, la reelaboración obligada del diálogo resulta infinitamente más diversa, heterogénea y rica cuando se abre paso a una nueva propuesta creativa y sensible que expresa la temporalidad del siglo xxi
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Fachada característica en el centro de Mérida Typical facade in the center of Mérida
“Se ha dicho que, en su mejor momento, la preservación
involucra al pasado
en una
conversación
con
el
presente sobre una preocupación mutua por el futuro”
“It has been said that, at its best, preservation engages the past in a conversation with the present over a mutual concern for the future”
William Murtagh’s
Mérida Homes
Blanca Paredes Guerrero
Homes in Mérida condense a historical density laden with building traditions with roots dating back to an age-old regional past. The habitable spaces in dwellings from the nineteenth and twentieth centuries in the city today tend to have qualities known ancestrally in Yucatán, for the city’s history began with the original Maya center known as T’Ho.
Since the foundation of Mérida in 1543, two construction traditions merged. In the first place, the city was created as a settlement for Spaniards or a city for whites who built, according to their customs, the type of structures characteristic of their country of origin. In the second place, this syncretism was also due to the fact that this foundation occupied the location where T’Ho was established, which intensified the use of local construction materials and manpower, from pillaging ancient preHispanic constructions and subjugating the native Maya population. The city was laid out to house and provide services to a hundred Spaniards, forming the functional core composed of slightly more than thirty-six urban blocks. As the centuries passed, the numbers of Spaniards and Creoles grew, and the eighteenth century saw the white population gradually encroaching on areas that had formerly been relegated to the “lower castes.” Between the end of the colonial period and above all during the nineteenth century, the city expanded to what are popularly known as barrios: to the north, Santa Lucía and Santa Ana; to the south, San Juan, San Sebastián with Ermita; to the east, La Mejorada; and to the west, Santiago and Santa Catarina (no longer extant). Some
of these barrios were towns or rural zones predominantly inhabited by the Maya population.
Between the nineteenth and twentieth centuries, the economic boom of henequen-producing haciendas triggered the remodeling and transformation of former colonial mansions. Many of them became majestic residences, others, places for important businesses tied to the production and sale of henequen or sisal fiber; the latter name by which it was known abroad came from the ancient port of Sisal. In those years many wealthy hacienda owners moved away from the central urban area and built their residences on the majestic new boulevard, the Paseo Montejo, or in zones that were beginning to sprout up. The eclectic architecture of the period came from the European world, which expanded the historicist taste and especially the neoclassical style. It also influenced the new image of the home in Mérida, which had close ties abroad, as a result of the international henequen fiber trade. New materials, such as iron and sheet metal, arrived in the region and made it possible to construct larger spaces, with higher ceilings, changing the proportions of constructions known from the colonial past. Prefabricated decorative elements were imported, such as cornices, banisters, and pilasters, which led to profuse decoration on soffits, walls, and floors in the mansions of hacienda-owning and merchant families, who commanded the economic means to import materials for their sumptuous properties.
In the first half of the twentieth century, Mérida continued to expand along with the historical part of the city, beyond the barrios. New architectural influences and heterogeneous social groups now occupied this growing urban territory, which went hand in hand with the
functionality of architecture then known as modern, which in turn introduced changes in materials, proportions, and formal decorative elements. Of the trends that arose from modern architecture in Mérida, the taste for Art Deco decorative flourishes proliferated. This style, characterized by linear and geometric decoration used in architectural elements and furnishings, arose in the 1920s in Europe and was immediately embraced in Mexico. However, the preference for framing doorways, windows, and facades in general was recurrent in Mérida houses built in that period of the past century. In numerous cases, it was harmoniously inserted into preexisting architecture in the historical context; many of these examples today preserve qualities worthy of preservation.
The colonial building legacy that shaped the public urban image of the historical sector of Mérida since its inception is that of the grand urban parameter composed of continuous facades of groups of large homes, interrupted only by windows, doors, cornices, and jambs, among other facade components. This system of parameters has continued over the years with only minor changes in height, dimensions, and decorative elements; observing them from the outside reveals the era they belong to. The dialogue between types of architecture differentiated by centuries and unified by the continuity of the facade line displays the enormous value of local urban identity.
The Mérida home, characterized by its inward-oriented architectural plan since its colonial origin, organizes a fully functional use of space in the interior and has endured for centuries to the present, despite shifting time periods and architectural tastes. Covered spaces, semiopen areas as hallways, and open areas such as patios, back patios, and gardens coexist in it to create a cozy
and dazzling, collective but private atmosphere, with an abundance of details, but restrained in its surrounding quality. The conditions of the local wet tropical climate led to the construction of these structures with high roofs, where warm air rises to be carried outdoors through discrete ventilation shafts. In addition, the organization of the traditional house with sequences of interspersed patios promoted air circulation between inside and outside, and cross ventilation through indoor spaces to refresh them. The profusion of corridors, as loggias in Yucatán were referred to, is a result of the hot and sunny conditions, making them ever-present in interior patios of homes to protect and serve as the transitional space between the hot sunlit luminosity outdoors and the fresh darkness indoors.
On the one hand, the house was always close to a natural or manmade source of water, such as wells, water vanes, tanks, ponds, and canals to extract or promote the flow of the crystalline liquid found underground, in cenotes, or subterranean caverns. On the other hand, the materials employed in the construction of homes—traditionally stone, native wood, and iron—defined the essential features of construction between the nineteenth and twentieth centuries. They were perceived in the architectural elements, textures, and multiple tonalities: the stone masonry of walls, beams, cement tile floors, doors, windows, balconies, and so forth. As a whole they attest to the essence of the typical Mérida home in the historical areas of Yucatán.
However, between the 1960s and 1980s, many of these historical constructions underwent a long period of abandonment, being unoccupied or else under-used and without maintenance, which led to considerable deterioration
and even destruction. It was in the final decade of the twentieth century when the joint efforts of municipal authorities and the National Institute of Anthropology and History (INAH) began the laudable task of recovering facades by calling upon property owners. In many cases the salvage work was holistic, because the program advanced the recovery of interior spaces in a number of cases. At the same time, the Historic Monuments Zone of Mérida—declared in 1982 and the second largest in the country after Mexico City—was subdivided into zones of attention in 2004 by the municipal government: Ermita and San Juan, Santiago and Santa Lucía, Santa Ana and Paseo Montejo, as well as La Mejorada.
It was in this context, at the dawn of the twenty-first century, foreigners—with an incipient presence in the 1990s—became interested in acquiring historic homes in Mérida. Then promotion and sales in the real estate market intensified in the international media, spotlighting these zones. As a result, new residents, mainly from the United States and Canada, established their permanent or vacation homes in the urban center of Mérida. In more recent years, Mexicans have focused their attention and acquired these homes as a new or second residence. Consequently, today a number of the intervened houses are preserved and used as homes, a function highly compatible with new and old uses. Nevertheless, the challenge for contemporary remodeling is high, due to contemporary needs for comfort and ways of life that require spaces and structures with more complex installations. Today in many cases the intervened constructions have successfully enhanced the value of the above-mentioned basic historical precepts, but now placed at the service of new ways of life, adapting and incorporating works, outfitting,
furniture, and décor that respond to the diverse tastes and sensibilities of the new inhabitants.
The historic center reports hundreds of buildings with intervened facades and interiors, changes and adaptations in the structure of the new homes that in most cases lost their original dimensions and that have been subdivided, creating long, narrow pieces of property where the architectural plan unfolds. The basic layout begun by the earliest architects who intervened in the historic center has been replicated. It consists of occupying the ends of the property for covered spaces connected by one or more galleries and in the middle, creating the space of the swimming pool and gardens. They also introduced the exploitation of roofs for terraces and gardens, the proverbial roof garden, which originated in twentieth-century modern architecture. The taste for ruins has often led to preserving exposed elements in constructions, such as visible stone masonry on ruined walls, vegetation inserted into the “ruined” building itself, or details such as gargoyles, water storage, and others that have survived the passage of time.
Of many elements in the preservation of homes, in addition to the constant respect for and improvement of the urban image of facades, efforts have also focused on the conservation of historical building divisions in homes, with roofs, walls, and floors that qualify as beams, decoration, carpentry, and floors, but where the sensibilities of many inhabitants have incorporated the present, with their own ideas, without losing the original atmosphere of the mansions from the past. Another essential aspect visible in a number of examples are strategies to fluidly ventilate the building divisions, preserving the height of the new work and by alternating indoor gardens,
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Piso de pasta con motivo
tradicional
Traditional cement tile floor
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Centro de Mérida
Downtown Mérida
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Villa Jardín
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Patio central de la antigua Fundación de Artistas
Main patio in former Fundación de Artistas
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Villa Jardín
without disarticulating the historical structure of the Mérida home, producing new spaces in harmony with old buildings. Finally, the carpentry and ironwork of Yucatán, characterized by both its sobriety and targeted functionality, have been highly prized among those who remodel these structures. In the pursuit of the same logic of beauty and utility, new carpentry and ironwork have been integrated into the repertoire. Similarly, just as cement tiles whose colorful and varied decorations have been reused, replicated, or re-elaborated in interior design, they have become another essential feature of historical homes in Yucatán.
The home is the universe of personal expression and through time it condenses the accumulation of tastes among a diversity of inhabitants. It will always be different to live in a space with history, for it comes with an established approach, with a preserved identity, with an associated cultural richness. However, the necessary re-configuration of the dialogue is infinitely more diverse, heterogeneous, and rich when it is open to a new creative, sensitive approach that expresses the new time frame of the twenty-first century.
CLASSICAL MÉRIDA
“Original es aquello que vuelve a la simplicidad de las primeras soluciones”
“Original is what returns to the simplicity of the first solutions”
Antonio Gaudí
L’ermita de santa isabel
La casa toma su nombre de uno de los barrios más antiguos de Mérida. La Ermita de Santa Isabel es una construcción del siglo xvii que conserva en gran medida su carácter original gracias al cuidado y buen gusto de su propietario, John Powell. John, un experto en arte y arquitectura, acumuló experiencia trabajando en galerías de arte en Houston y Nueva York antes de residir en París durante varios años. Allí, trabajó como diseñador para prestigiosas firmas como Hermès, Christian Lacroix Couture y Sonia Rykiel. En la década de 1990, se trasladó a Nueva York, donde, junto con Josh Ramos, fundó Naturemorte, un negocio especializado en la venta de piezas provenientes de Francia y México. Por este motivo, realizaron durante algunos años frecuentes viajes a México a bordo de un viejo Volkswagen. Después de varias travesías, decidieron establecerse en Mérida en 2001, convirtiéndose en pioneros de la revitalización urbana de la ciudad. Desde entonces, han restaurado, remodelado y decorado con éxito más de 15 propiedades en el centro de Mérida.
La fachada de la casa, pintada audazmente de negro, conduce a un corredor que conecta con la única habitación y una espaciosa estancia con vistas a un exuberante jardín. En el exterior, otra estructura de mampostería en ruinas enmarca y proporciona sombra a un comedor al aire libre. Una piscina rústica, que refleja los colores del cielo, y una pequeña cocina completan el jardín. Los pisos de cemento pulido, reminiscentes de épocas pasadas, confieren un toque contemporáneo a la casa, mientras que los techos originales de troncos reforzados con vigas de madera y las puertas pintadas en un intenso rojo ofrecen un espectacular contraste.
The house bears the name of one of the oldest neighborhoods in Mérida. The Ermita de Santa Isabel is a seventeenth-century construction that largely retains its original character thanks to the painstaking care and impeccable taste of its owner, John Powell John, an expert in art and architecture, gained experience working in art galleries in Houston and New York before residing in Paris for several years. There, he worked as a designer for prestigious firms such as Hermès, Christian Lacroix Couture, and Sonia Rykiel. In the 1990s, he moved to New York, where, together with Josh Ramos, he founded Naturemorte, a business specializing in the sale of pieces from France and Mexico, which led them to make frequent trips to Mexico aboard an old Volkswagen. After several journeys, they decided to
settle in Mérida in 2001, becoming pioneers in the urban revitalization of the city. Since then, they have successfully restored, remodeled, and decorated more than 15 properties in downtown Mérida.
The façade of the house, boldly painted black, leads to a hallway to the sole bedroom and a living room opening onto an exuberant garden. On the exterior, another masonry structure in ruins frames and refreshes a charming outdoor dining space. A rustic pool reflects the color of the sky and a compact kitchen complements the garden. The restored polished cement floors, as used in the past, give a contemporary flair, but the ceilings with gnarled beams reinforced with straight timbers and the doors painted in the same intense red offer a spectacular contrast.
Casa Olivia
Entrar a Casa Olivia es como entrar en las páginas de la historia. En el centro del barrio de Santiago, tras una sencilla fachada, se encuentra este hotel boutique que nos transporta al lujo de antaño. Alguna vez fue una casa particular en el siglo xix, este tesoro arquitectónico que ha sido cuidadosamente restaurado a su antigua gloria por la reconocida diseñadora de interiores, chef y orgullosa propietaria, Ivette Beltrán, quien ha puesto su corazón en la reinvención de este espacio que combina sin esfuerzo elegancia y calidez. El nombre del hotel hace honor a su amada mascota y fiel compañera, Olivia, una elegante y apacible galgo italiano, que pasea con aire distinguido por el hotel, como la verdadera reina que es.
El corazón de Casa Olivia es el maravilloso espacio de convivencia del hotel, un amplio patio exterior con su refrescante alberca al centro, flanqueada por la protectora sombra de tres Majahuas. A un costado, bajo un techo de gran altura que aun luce sus vigas de madera originales, encontramos un fresco “corredor yucateco” con el piso de pasta ajedrezado en blanco y negro y decorado con armarios franceses, sillones barrocos, espejos, lámparas y arte del siglo pasado, que conviven con finas artesanías mexicanas de colección. Es en este gran espacio entre palmeras y helechos, donde se alojan el bar, la sala de estar y un suntuoso comedor exterior.
La cocina, centro de inspiración para las grandes creaciones culinarias de la chef, nos remonta a un espacio de la Toscana en Italia que contrasta con el resto del hotel por la sencillez y limpieza de su diseño. Alrededor del patio, las cuatro suites del hotel son verdaderos santuarios de lujo y comodidad, meticulosamente diseñadas para mimar los sentidos y rejuvenecer el alma. Al recorrer los salones, y espacios de este pequeño oasis urbano, nos envuelve una atmósfera de opulencia refinada, que resulta reconfortante al volver del agitado exterior. Los atardeceres de suave iluminación ambiental, escuchando una buena música de fondo acompañados de una margarita de la casa y disfrutando del aroma de las exclusivas fragancias de Casa Olivia, que flotan en el aire, nos transportan a una época de tiempos pasados y lugares lejanos.
En Casa Olivia pareciera que el tiempo se detiene y cada momento es una invitación a disfrutar de la renovada hospitalidad yucateca.
Entering Casa Olivia is like stepping into the pages of history. Situated in the heart of the Santiago neighborhood, behind a modest facade, this boutique hotel transports us to the luxury of yesteryears. Once a private residence in the 19th century, this architectural gem has been meticulously restored to its former glory by the renowned interior designer, chef, and proud owner, Ivette Beltrán. She has poured her heart into reinventing this space, effortlessly blending elegance and warmth. The hotel's name pays tribute to her beloved pet and faithful companion, Olivia, an elegant and serene Italian greyhound who gracefully roams the hotel like the true queen she is.
The heart of Casa Olivia is the magnificent communal space of the hotel: a spacious outdoor courtyard with a refreshing pool at its center, shaded by the protective canopy of three Hibiscus trees. Adjacent to it, under a high ceiling still adorned with its original wooden beams, is a cool "Yucatecan corridor" with a checkered black and white tile floor, adorned with French cabinets, baroque armchairs, mirrors, lamps, and art from the last century, harmoniously complemented by fine Mexican crafts from
the owner's collection. It is within this expansive area amidst palm trees and ferns that the bar, lounge, and sumptuous outdoor dining area are housed.
The kitchen, a focal point for the chef's culinary masterpieces, evokes a Tuscan space in Italy, contrasting with the rest of the hotel in its simplicity and clean design. Surrounding the courtyard, the hotel's four suites are true sanctuaries of luxury and comfort, meticulously designed to indulge the senses and rejuvenate the soul.
As you wander through the halls and spaces of this small urban oasis, you are embraced with an atmosphere of refined opulence that offers comfort upon returning from the bustling outside world. Sunset brings a soft ambient glow, accompanied by soothing background music, a house margarita, and the exclusive fragrances of Casa Olivia wafting through the air, transporting you to a time of bygone eras and distant places.
At Casa Olivia, time seems to stand still, and every moment is an invitation to enjoy the renewed Yucatecan hospitality.
Casa Pantera
Chase vivió dos años en Veracruz en sus veintes y desarrolló un profundo amor por la cultura y el idioma mexicano. Más tarde, como recién casados, él y su esposa Stephenie visitaron México durante 7 años, explorando nuevas partes del país que ambos amaban tanto. Su historia con Yucatán comenzó en 2017 durante un viaje improvisado desde Tulum. Por recomendación se aventuraron al corazón de la península y supieron que era donde querían tener su hogar y compartir su amor por México con sus dos hijos pequeños. La ciudad de Mérida, la vibrante capital del estado mexicano de Yucatán, los cautivó con su rica historia y su cultura dinámica.
“Mérida es increíble. Es un paraíso caminable con impresionante arquitectura, gastronomía exquisita y artes prósperas. Aquí puedes bailar con vecinos en fiestas semanales en plazas, visitar playas prístinas, explorar cenotes en la jungla o adentrarte en antiguas ruinas mayas. Cada rincón invita a sumergirse en su espiritualidad. Realmente no hay otro lugar como este en el mundo”, comenta Stephenie.
Amantes de la historia y las casas antiguas, cuando encontraron una casa en el lugar ideal del centro histórico de Mérida, supieron que era para ellos. Aunque muchos detalles originales se perdieron en renovaciones anteriores en la decada de 1990, la casa aún conservaba paredes de piedra caliza, techos altos y distribución impecable. Los anteriores propietarios sabían poco sobre su historia, salvo que a finales del siglo xix se rumoreaba que los dueños vendían monos desde la ventana de la esquina. Tras la compra, se embarcaron en una renovación completa que duró dos años, mientras criaban a sus dos hijos pequeños.
“Normalmente nos enfocamos en mantener todo original y trabajar alrededor de esos elementos. Como esta casa tenía mínimamente eso, nos dio la oportunidad de diseñar como nunca habíamos hecho antes, esto es volver a hacer todo desde cero, pero dentro del espíritu y período de la casa. Fue extraordinariamente importante para nosotros utilizar todos los materiales locales, artesanos locales y elementos de diseño que se alinearan con la casa”, nos comenta Chase.
Mientras estudiaban la arquitectura local, la idea de la pantera surgió de la mente de un amigo que los visitaba. Después de investigar más sobre el trasfondo y el simbolismo de la pantera, en la cultura maya, supieron que era el nombre adecuado. "La pantera es un símbolo de protección y de auténtico poder espiritual y físico. Esperamos ofrecer estos elementos a nuestros hijos y a cualquiera que visite nuestra casa."
Su experiencia en Mérida ha sido de pasión, transformación y persecución de un sueño. Desean que sus huéspedes se vean envueltos en el mismo espíritu de creatividad y autenticidad que ellos han experimentado desde su estancia en Mérida.
Chase lived for two years of his early twenties in Veracruz and developed a deep love for the Mexican culture and language. Later in life as a newly married couple he and his wife Stephenie visited Mexico for seven years exploring new parts of the country that they then both loved so much. Their love affair with the Yucatán began in 2017 during a spontaneous road trip from Tulum. On both a recommendation and whim, they ventured into the heart of the peninsula and knew it was where they wanted to have a home base and share their love of Mexico with their two young children. The city of Mérida, the vibrant capital of the Mexican state of Yucatán, captivated them with its rich history and dynamic culture.
“Mérida is incredible. It is a walkable paradise of stunning architecture, delectable cuisine, and flourishing arts. Here, you can dance with neighbors at weekly parties in town squares, visit pristine beaches, explore jungle-dotted cenotes, or delve into ancient Mayan ruins. Every corner of the city invites you to immerse yourself in its soulfulness. There is truly no place like it in the world.” Stephenie remarks.
With their love of history and old homes, when a home in the perfect location of Mérida’s historic Centro came up for sale, they knew it was meant to be. While much of the original details of the home were lost to previous renovations in the 1990s, the home still boasted it limestone stacked walls, soaring ceilings, and impecca-
ble layout. Not much history was known by the previous owners about the house other than it is rumored that the original owners in the late 1800s used to sell monkeys out the corner window. After the purchase, they found themselves embarking on a two-year, full-gut renovation of the home. All while juggling the joys and challenges of raising two young children.
“Usually we focus on keeping everything antique and original and working around those elements. Since this home minimally had that- it gave us the opportunity to design in a way we never had before –which was to completely redo everything– but within the spirit and time period of the home. It was extraordinarily important to us to use all local materials, local craftsmen, and design elements that aligned with the home.” Chase let’s us know.
While studying the local architecture and lore, the idea of the Panther emerged from the mind of a visiting friend while touring the city. After further research on the background and symbolism of the Panther, especially in the Maya culture, they knew it was the right name. “The Pantera is a symbol of authentic spiritual and physical power and protection. Both elements we hope to offer our children and anyone who visits our home.”
Their journey to Mérida has been one of passion, transformation, and the pursuit of a dream. They wish everyone to be enveloped in the same spirit of creativity and authenticity as they have been from their time in Mérida.
ECLECTIC MÉRIDA
“Las mejores habitaciones son las que tienen algo que decir de la gente que vive en ellas”
“The best rooms are those that have something to say about the people who live in them”
David Hicks
pp. 110-113
Casa Xuna’an Kab-La Loggia
p. 115
Residencia de Louis Navarrete y Ric Best
Louis Navarrete and Ric Best's residence
pp.116-117
Casa Lemeau
Quinta alegría
El barrio de La Mejorada debe su nombre al Templo de Nuestra Señora del Tránsito (conocido como La Mejorada) edificado en el siglo xvii; es uno de los más antiguos de la ciudad y el más rico en tradición. Desde la época colonial hasta finales del siglo xix, su plazoleta fue un lugar de encuentro donde personas de diferentes comunidades del estado se congregaban para intercambiar sus mercancías; quizás por eso ahí se construyó la primera estación de ferrocarril de Yucatán que conectaba Mérida con Puerto Progreso.
Quinta Alegría es el resultado de la fusión de dos edificios coloniales contiguos de gran tamaño. La visión de su propietario era preservar los espacios de doble altura y recuperar la galería interior. Con la asesoría de la arquitecta Graciela Gamboa, se integraron los inmuebles a través de un amplio vestíbulo de entrada. A la derecha, una espaciosa estancia abre sus puertas al patio con arquería, la cual se descubrió al derribar los muros de tablaroca que la cubrían. Las piezas de arte y la decoración abarcan desde lo clásico hasta lo modernista, combinadas en perfecta armonía para crear un ambiente acogedor. El corredor conduce a las habitaciones de invitados, una de ellas remata con un iluminado patio interior.
A la izquierda del vestíbulo está una sala de estar más formal, el comedor, la modernísima cocina y la alberca delimitada por un hermoso jardín. Sorprende un muro de la construcción original pintado de negro, que hoy es un elemento escultórico y separa la alberca en dos áreas: una al aire libre y la otra cubierta junto a la terraza techada con carrizo y decorada sobriamente en tonos oscuros. La habitación principal está en el segundo piso con ventanas que dan a la calle; los muros, en la parte superior, conservan fragmentos de los frescos originales de la casa.
The Mejorada barrio owes its name to the Church of Our Lady of Transit (known as La Mejorada, the Improved) built in the seventeenth century. It is one of the oldest in the city and the richest in tradition. Since colonial times to the end of the nineteenth century, its plaza was a meeting place where people from different communities in the state congregated to trade wares. Perhaps this is why the first railway station in Yucatán linking Mérida to the port of Progreso was built here.
Quinta Alegría is the result of the merging of two contiguous, sizeable colonial buildings. The vision of its owner was to preserve the two-story spaces and to recover the interior arcade. With the advice of architect Graciela Gamboa, they integrated the properties via a wide entrance vestibule. To the right, you can enter a sprawling sitting room whose doors open onto the patio with an arcade,
which was discovered by tearing down the drywall that was covering it. The pieces of art and decoration span classic to modernist, combined in perfect harmony to create a cozy setting. The corridor leads to the guest rooms, one of them crowned by an illuminated indoor patio.
On the left of the vestibule stand a more formal living room, dining room, an extremely modern kitchen, and the swimming pool accompanied by a pretty garden. A wall from the original construction painted black is a surprising detail and today is used as a sculptural element separating the swimming pool into two areas: one open air and the other roofed, beside the terrace, also roofed, with reeds and soberly decorated in dark tones. The main bedroom is on the second floor, with windows overlooking the street; the walls, on the upper part, preserve fragments of the original frescoes in the house.
“Gran parte de nuestro futuro radica en preservar nuestro pasado” “So much of our future lies in preserving our past”
Peter Westbrook