Liz andrews corazones heridos

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Liz Andrews

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Argumento:

Erin Riley recibe una carta de ruptura, pocos días antes de que su prometido vuelva al hogar después de dos años en servicio activo. Al principio enfadada, se convence de que debe ser porque tiene sobrepeso, mientras que él se ha convertido en un musculoso militar. Decidida a convencerlo de que sólo es porque se ha olvidado de quién es realmente, ella junta coraje y se dispone a seducirlo a pesar de sus propias dudas sobre su figura. Pero se sorprende al descubrir que Patrick es un hombre cambiado. Ya no es su amoroso novio de secundaria, es más duro y descubre que tiene un lado oscuro. A pesar de que sucumbe a sus encantos exuberantes, permanece firme en que su compromiso debe seguir en pie. Afortunadamente, Erin no es alguien que se de por vencida fácilmente. Patrick O'Rourke ha visto mucho durante sus dos años lejos de casa. Después de un trágico incidente, está convencido de que no es bueno para nadie, especialmente para su joven e inocente prometida. Él no es el mismo hombre que era hace dos años y no quiere contaminar a Erin con sus necesidades y deseos. Pero desde el momento en que entra por la puerta, ella deja perfectamente claro que no va a ninguna parte ni está dispuesta a rendirse sin luchar. Intenta espantarla, permitiendo salir el lado oscuro de su personalidad y asumir el control. Sin embargo, en lugar de huir, Erin abraza las nuevas experiencias que ofrece. Una buena comunicación y un poco de sexo caliente, no convencional, es lo que se necesita para sanar dos corazones heridos.

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Capítulo 1

Revisando ansiosamente su correo electrónico, Erin Riley buscaba la dirección que siempre leía primero, antes que cualquier otra. Los correos electrónicos de su novio eran tesoros que abría con el mismo fervor que abriría los paquetes en la mañana de Navidad. Desafortunadamente, no había recibido una en más de una semana y estaba empezando a preocuparse. Por lo general trataba de ignorar el hecho de que Patrick estaba en el extranjero, luchando en una guerra donde la muerte era algo que podía ocurrirle en cualquier instante, pero en momentos como esos, cuando no había correspondencia, los temores se infiltraban. Afortunadamente, Erin, finalmente descubrió el codiciado correo electrónico y dio clic al el mensaje.

“Querida Erin, No quería hacer esto en un correo electrónico, pero no puedo seguir fingiendo que las cosas no han cambiado. Soy una persona diferente y tú también. Tu foto en la fiesta de la oficina lo dice más allá de ninguna sombra de duda. Éramos demasiado jóvenes para comprometernos y en los últimos dos años hemos madurado separados. Tenemos que terminar las cosas ahora en vez de seguir con la farsa, para que ambos podamos empezar a seguir adelante con nuestras vidas, por separado. Nunca quise hacerte daño. Patrick.”

Erin se quedó quieta como una estatua, incapaz de comprender lo que estaba leyendo. Se sentía como si el corazón le hubiese sido arrancado del pecho y lo único que quedase fuese la concha vacía de su antigua felicidad. Oyó un fuerte lamento y se dio cuenta que estaba llorando. —Erin, ¿qué diablos pasa? —Marianne, su hermana gemela entró en la habitación, sacándola de la silla—. ¿Le ha pasado algo a Patrick? Una risa histérica burbujeó antes de que pudiera controlarla.

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—En realidad, no, no ha pasado nada, excepto que me ha dejado. Erin se sacudió de los brazos de su hermana y se dejó caer en la cama. Escuchando los movimiento a través de la sala, se dio cuenta que Marianne debía estar leyendo la fuente de su miseria. Mientras Erin repasaba el correo electrónico en su mente, una frase seguía en pie, “Soy una persona diferente y tú también. Tu foto en la fiesta de la oficina lo dice más allá de ninguna sombra de duda”. Ella sabía a qué imagen se refería y sus mejillas ardieron con ese pensamiento. Nunca fue delgada, pero Erin había aumentado dieciocho kilos más en los últimos dos años. Sin embargo, no se había dado cuenta lo mal que se veía hasta que le tomaron esa foto en la fiesta. En la imagen, ella estaba hablando con uno de sus colegas, riéndose de una broma estúpida que había hecho. Sin darse cuenta de que alguien estaba tomando una foto, no había estado metiendo la barriga, lo cual se había convertido en su modus operandi habitual. En cambio, la imagen mostraba cada curva, cada protuberancia y cada michelín. La única razón por la que se la había enviado fue porque Marianne la había obligado a hacerlo. Ahora lo lamentaba amargamente. Erin había planeado ponerse a dieta y perder peso antes de que Patrick volviera a casa, y si no para entonces, al menos para la boda. Por supuesto, ahora no iba a haber boda. Patrick finalmente se daba cuenta que estaba comprometido con un dirigible y quería escaparse. —Bastardo. —No lo llames así —Incluso ahora Erin sentía la necesidad de defenderlo. A pesar de que Patrick y Erin eran novios desde el instituto, Marianne nunca había pensado que fuera lo suficientemente bueno para ella. Todo era muy estereotipado, ella había sido el cerebro y él era el chico malo. Se habían conocido cuando él estaba en su último año. Había suspendido inglés y ella le fue asignada como su tutora. Después de que el semestre terminó, él la invitó a salir. Nadie se sorprendió más que Erin, pero le dijo sí y nunca se había lamentado de aprovechar esa oportunidad.

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Todo el mundo predijo que sólo sería una aventura para él, pero habían salido durante los últimos seis años. Mientras que ella había ido a la universidad, él se había unido a la reserva y trabajaba en la fábrica local. Hacía buen dinero y Erin no se preocupaba por su falta de título. Cuando Patrick fue llamado para ir al extranjero hacía dos años, le pidió matrimonio a Erin. Él no tenía mucho, pero tenía el anillo de su abuela. Erin atesoró esa antigüedad e incluso se había imaginado transmitirla a sus propios hijos. —Erin, no vale la pena. No dejes que te haga daño así —Marianne se sentó en el borde de la cama, acariciándole el pelo para reconfortarla. —Lo amo —Para Erin, esas palabras lo decían todo. No podía apagar y encender sus emociones a voluntad. A pesar de que su correo electrónico la había herido, su amor por él todavía estaba presente. —Entonces lucha por él. No dejes que se salga con la suya —La dura declaración de Marianne fue una sorpresa. —Pensé que no te gustaba Patrick. —Y no me gusta. De hecho, ahora me gusta aún menos. Pero si realmente lo amas, tienes que luchar por él y averiguar por qué te dejó. —¿No es obvio? Vio esa maldita foto mía en la que parezco una ballena y decidió cortar y correr. —Date un respiro. Sólo has engordado unos pocos kilos. Erin puso los ojos en blanco. A veces su hermana podía ser totalmente inconciente. Unos pocos kilos, por favor, si parecía embarazada. Marianne y ella podrían ser gemelas, pero sus similitudes eran pocas y distantes entre sí. A pesar de que ambas tenían el pelo oscuro, Marianne llevaba el suyo corto y muy chic. Siempre estaba vestida con ropa de diseñador, pero también tenía el cuerpo para ello. Alta y delgada, podía competir con cualquier modelo de los catálogos. En marcado contraste, Erin se había dejado crecer el pelo y lo llevaba rizado sobre los hombros, en un caos ingobernable. Su vestuario apuntaba más hacia la comodidad en lugar de a la moda. Los kilos de más que llevaba, hacían que la ropa de moda le fuera imposible de usar.

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—No me mires así. Sé cómo te miraba. Él amaba a la persona que eres y no le importaba mucho tu peso. —Eso fue hace dieciocho kilos. Como él dijo, los dos hemos cambiado. Es un pedazo de militar magnífico y yo soy gorda como un cerdo. No fue difícil subir dieciocho kilos en dos años con todo el estrés y el aburrimiento que Erin había pasado. Las relaciones a larga distancia eran duras y siempre había usado la comida como una fuente de consuelo. Por desgracia, esto se le había vuelto en su contra de la peor forma posible. Marianne se puso de pie con las manos en las caderas. —No voy a sentarme aquí y escuchar que hablas mal de ti misma. Cuando decidas salir de la fosa en la que estás revolcándote, házmelo saber —se volvió y salió a las zancadas de la habitación. ¿Qué sabía ella? Acababan de dejarla. Tenía derecho a revolcarse. Erin se quedó en la cama el resto del día, alternando entre llorar y enojarse. Su punto más bajo llegó cuando se dio cuenta de que no había comido durante todo el día y ni siquiera tenía hambre. Si Patrick hubiera roto antes con ella, podría haber dejado de comer y no ganar tanto peso. La estupidez de su reflexión, finalmente la sacó de la cama. Al entrar en la sala de estar, Erin se dejó caer en su cómoda silla favorita. Marianne, que estaba sentada en el sofá leyendo, levantó la mirada por un momento, pero no dijo nada. Finalmente, Erin rompió el silencio haciendo la pregunta que la inquietaba. —Si no es por mi peso, ¿por qué iba a romper conmigo? —No lo sé, cariño, pero podemos averiguarlo. ¿No está a punto de tener unos días libres de servicio? —Sí, debería de venir para pasar los próximos dos meses. Estábamos esperando a saber la fecha concreta. —Estoy segura de que puedes obtenerla de alguna persona de la base. Luego, creo que debes proponerte seducirlo.

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Erin se quedó mirando a su hermana en estado de shock. —No creo que… —Shh, yo soy la que piensa aquí. Tú necesitas desafiar al león en su guarida. —¿Qué diablos significa eso? —Eso significa que para enfrentarte a él con valentía, no habrá más camisones de franela. Tenemos que ir de compras y encontrar algunas ropas nuevas, cosas que le atraigan. También es necesario dejar la modestia y que te sientas más cómoda con tu cuerpo, independientemente del tamaño que tenga. Y, por último, significa que te vas a mudar. —Espera un minuto. ¿Me voy a mudar? —Erin se sintió atrapada en medio del huracán Marianne. Su hermana era un torbellino cuando ponía su mente en un proyecto y Erin tenía la sensación de que su vida amorosa era el más reciente proyecto de su hermana. —Sí. Si realmente quieres que esto funcione, necesitas estar siempre presente y eso significa vivir bajo sus narices. Él te dejó la llave de su apartamento. Te ibas a ir a vivir allí cuando te casaras. Yo digo que empaques y te mudes lo antes posible. Erin se mordió el labio, preguntándose si realmente podría hacer todo lo que Marianne sugería. Sería un cambio completo para ella, un giro de ciento ochenta grados. Podía fallar. Sin embargo, sabía que si no hacía nada, de todos modos ya había fracasado. —Está bien, dime por dónde empezar.

*****

Patrick O'Rourke se abrió paso entre la multitud de gente. Había oído que el aeropuerto organizaba un espectáculo por el retorno de los militares, con globos y carteles de bienvenidos a casa. Por supuesto, las familias y los amigos de los soldados se unían a la fiesta, felices de Traducción de Musa

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reencontrarse con sus seres queridos. Pero nunca esperó ver tanta pompa. Mierda, si incluso hasta estaba tocando una banda de escuela. Patrick no imaginó a nadie esperándolo y no se decepcionó. Sus padres habían muerto el año después de graduarse de la escuela secundaria, había alejado a todos sus antiguos amigos y Erin... bueno, se había asegurado que no estuviera alrededor. —Bienvenido a casa, soldado —Una rubia de piernas largas que lo estaba mirando como si fuera su dulce favorito, trató de entregarle un globo. Patrick siguió caminando, haciendo caso omiso de ella. No estaba interesado en una muchacha que usaba goma de mascar y que quería ligar con un soldadito. Sólo quería escapar de todas esas personas. Una mano en su brazo le hizo caer la bolsa de lona y girar en torno a la amenaza. La rubia, que había pensado capturar a su presa, dio un salto atrás con miedo evidente. —Lo siento, no importa —se alejó, de regreso con sus amigos mientras Patrick tomaba su bolsa y salía. Rápidamente llamó a un taxi, más que listo para salir del ajetreo y el bullicio del concurrido aeropuerto. No estaba en condiciones de estar con otras personas en ese momento, lo que era evidente por su reacción a la mujer en el aeropuerto. Era obvio que había reaccionado de manera exagerada. De hecho, apenas había frenado el golpe que quería asestarle. —¿A dónde? Dando al conductor la dirección, Patrick se acomodó en el asiento de atrás y cerró los ojos. La tranquilidad de la cabina era un cambio bienvenido. Los múltiples estímulos del aeropuerto fueron un asalto a su cerebro. Después de dos años de suaves arenas del desierto de color beige, los colores de la civilización eran abrumadores. Por si fuera poco, se sentía como si estuviera saltando ante cada sonido. —Todos estamos realmente orgullosos de usted —Forzando un ojo a abrirse, Patrick se quedó mirando al taxista, que se le devolvía la mirada en el espejo retrovisor—. Usted es un verdadero héroe americano — siguió con entusiasmo el taxista.

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—Gracias —Aunque era lejos de la verdad, Patrick no quería insultar al hombre. Se había unido a las reservas porque quería servir a su país y sabía que lo más probable era que lo enviaran al extranjero. Lo que no se esperaba fue el costo devastador para su alma. Ya no era el hombre despreocupado que solía ser, Patrick ya no era bueno para nadie más—. Los verdaderos héroes son aquellos que no regresan. —Supongo que vio muchos por allí, ¿eh? Suspirando, Patrick supuso que su esperanza de un tranquilo viaje en taxi quedaba en el olvido. Había respondido al hombre y ahora estaba atrapado. —Sí, supongo que sí. El conductor asintió con la cabeza, pensativo. —Yo estuve en Vietnam —hizo una pausa dramática, como esperando la respuesta de Patrick antes de continuar—. Ustedes tienen suerte. Incluso aquellos que se oponen a la guerra, apoyan a las tropas. Patrick imaginó que el hombre estaba en lo cierto, pero de alguna manera no se sentía afortunado. En vez de eso, se sentía cansado. Sabía que debía estar contento de estar vivo, pero su regreso no era la experiencia feliz, agradecida, de la mayoría de los soldados. El taxi llegó finalmente a su complejo de apartamentos y Patrick sacó su billetera. —Sin cargo, soldado. Como he dicho, estamos todos muy orgullosos de lo que ustedes hicieron. —Gracias, pero no es necesario —Patrick trató de presionar el dinero en las manos del hombre, pero éste se apartó. Finalmente salió y vio que el conductor se alejaba. El alivio que sintió al llegar a su apartamento era palpable. Rebuscando su llave, Patrick abrió la puerta a un ambiente sorprendentemente seductor. La música suave sonaba de fondo y la única luz en la sala venía de un crepitante fuego en el hogar. Una cubitera de hielo se asentaba en la mesa de café, enfriando una botella

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de vino y una bandeja de fresas estaba ubicada a su lado. Pero lo más sorprendente estaba tumbado en el sofá. Exuberantes curvas estaban cubiertas con tela vaporosa, permitiendo un vistazo de un cuerpo que no había visto en dos años. Era más atractiva así que si hubiera estado tumbada desnuda. Parecía un regalo que quería desenvolver. Su pelo era tan oscuro que parecía negro en la luz tenue. Ella se lo había dejado crecer en los últimos dos años y estaba rizado sobre los hombros. Sus brillantes ojos azules brillaban mientras se lamía los labios. —Bienvenido a casa —el ronco susurro le produjo un escalofrío. No esperaba volver a verla, no después de su correo electrónico. —Erin… —Simplemente decir su nombre le trajo una oleada de sentimientos que no esperaba: anhelo, esperanza, y luego desesperación. —Veo que no has olvidado mi nombre. —¿No recibiste mi correo electrónico? —Esto no debía estar sucediendo. Ella no debería estar allí. —Por supuesto. He guardado todos tus mensajes —Erin se movía sensualmente, lo que le hizo ahogar de nuevo un gemido. Patrick seguía de pie en la puerta, poco dispuesto a entrar más en la habitación, más cerca de la tentación que ella le estaba proporcionando. —Me refería a mi último correo electrónico. Una pequeña mueca torció el gesto de Erin por un breve momento antes de que ella sonriese. —Sí, lo recibí —Se puso de pie y cruzó la habitación hacia él—. Decidí no hacerle caso. Patrick cerró la puerta y cruzó la habitación para dejar caer su bolsa de lona, efectivamente dejando a un lado a Erin mientras ella se acercaba a él.

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—Se ha terminado, Erin. Pensé que había sido muy claro. Estoy rompiendo nuestro compromiso. —No soy tonta, lo sabes. Soy capaz de leer. He optado por ignorar tu estúpido correo electrónico, ya que me hiciste una promesa y estás atado a ella —acompañó sus palabras con un gesto de la mano, mostrando el anillo de compromiso de su abuela. Parecía haber pasado toda una vida ahora. En aquel entonces había estado esperando con ansias el futuro y su vida en común. Antes de que la vida hubiera interrumpido bruscamente y le recordase algunos hechos duros, fríos. —No siempre consigues lo que quieres, Erin. Puedes pasarlo por alto, pero no cambia los hechos. Hemos terminado. Él quería que sus palabras la hiriesen lo suficiente como para que se retirara y así evitar las preguntas que seguramente plantearía. Patrick estaba agotado. Nunca había previsto un enfrentamiento con Erin. Era un cobarde y lo sabía muy bien. Había esperado que el correo electrónico hiciera todo el trabajo sucio y si volvía a encontrarse con Erin en algunos años, sería capaz de manejarlo. Pero encontrarse con ella así era como echar sal sobre una herida abierta. Estaba todo demasiado fresco para que él pretendiese no estar afectado. —Te olvidas, Patrick, que no eres un dictador o una deidad. No puedes hacer declaraciones y esperar que el resto del mundo caiga a tus pies y haga tu voluntad. Patrick trató de ignorar el temblor que oyó en su voz y sus ojos que parpadearon rápidamente. Si Erin comenzaba a llorar, estaría acabado. La tomaría en sus brazos para consolarla, y todos los sacrificios que había hecho se irían por el desagüe. Lo estás haciendo por ella. No te olvides de eso, idiota. —Toma tu propio consejo. No voy a caer simplemente porque tú hayas decidido hacerme caso omiso. El compromiso ha terminado. Déjalo ya y madura. Su aliento fue la única indicación de que le había dado un golpe. Ella lo miró fijamente, la profundidad de su traición era evidente en sus ojos. Patrick la vio tragar saliva, como si estuviera reuniendo valor para

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preguntarle la última pregunta, “¿por qué?”. Antes de que ella pudiera tener la oportunidad, salió de la línea de fuego. —Mira, ya es tarde. Me voy a tomar un trago. Espero que por fin hayas captado el mensaje y que te hayas ido antes de que vuelva. Adiós, Erin.

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Capítulo 2

Anoche no volvió a casa. Fue el primer pensamiento de Erin cuando se despertó a la mañana siguiente, todavía sintiéndose agotada de la noche anterior. Después de que Patrick se fuera, lo esperó tres horas antes de irse a la cama. Su cuidadosamente establecido plan de seducción sabía a ceniza amarga en la boca a la luz de la fría mañana. Aunque Marianne la había convencido de que Patrick se estaría arrepintiendo y que una vez que estuvieran juntos de nuevo Erin podría arreglar el problema entre ellos, ya no estaba tan convencida. La única cosa que finalmente la llevo a la cama, fue el saber que tenía que trabajar esa mañana. Arrastrándose al baño, Erin miro su reflejo en el espejo, con su negligé, Marianne la había convencido para comprarlo y suspiró con disgusto. Había intentado comprar algo que cubriese todos sus defectos sin dejar de ser seductor. Obviamente era totalmente inadecuado. Por un momento casi creyó que había ganado algún interés sexual por parte de Patrick, pero sus palabras negaron algo que pensó que había visto. Por el contrario, Patrick parecía perfecto en su uniforme. Los músculos que había adquirido en los últimos dos años le sentaban bien y el corte casi a rape no le restaba ni un ápice a su apariencia. Su piel estaba dorada como el bronce de trabajar duro en el sol y las líneas destacaban sus ojos. Lucía como si hubiera envejecido más que los dos años que había estado fuera, luciendo más maduro, pero también más cauteloso. Patrick parecía un hombre diferente, más duro y más frío que cuando se había ido, sobre todo cuando lo miró a sus oscuros ojos. Al darse cuenta de que su ensoñación matutina no iba a hacerla llegar a trabajar más rápido, se apresuró a ducharse y vestirse para el trabajo. Mientras se dirigía por el pasillo de la cocina, Erin hizo una pausa cuando le pareció oír un ruido procedente de la sala de estar. Ella entró de puntillas para encontrar a Patrick doblando una manta afgana. Si había pensado que él se veía bien la noche anterior, lucía mejor

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parado allí con solo sus calzoncillos. Por desgracia para él, Erin no estaba de humor para apreciar su buena apariencia en el momento. —Así que, supongo que sí volviste a casa anoche. —Parece que sí —La actitud despreocupada de Patrick le hizo hervir la sangre. —No tienes por qué esconderte aquí, en la sala de estar. No es como si te fuera a atacar en tu propia cama —Erin tenía la sensación de que era la única persona que estaba bromeando con esa afirmación. —No me di cuenta de que todavía seguirías aquí —Patrick esquivó totalmente la cuestión de dónde había dormido, obviamente concentrándose en lo que más lo estaba molestado, el hecho de que ella estaba viviendo en su apartamento. —Sea como sea, es tu apartamento y tu cama. Puedes irte a dormir ahí en el momento que quieras. —Te dije que te fueras. Erin dejó que su resentimiento la abrumara. —Bueno, entonces es una putada que esté viviendo aquí ahora, ¿no? —recogió su bolso y las llaves. Erin cerró de golpe la puerta del apartamento, su ira estaba dando paso a la desesperación. En este punto no veía manera de llegar a él. Por otra parte, su proximidad era su mejor herramienta en esos momentos. No le iba a ser fácil olvidarla cuando ella estaba viviendo en su casa. Una vez que se apartó de la acera, Erin abrió su teléfono celular para llamar a Marianne. Necesitaba hablar con alguien y su hermana era la única que sabía sobre la ruptura de Patrick a su compromiso. —Ey Erin, ¿por lo que puedo asumir las cosas van bien? —Su hermana siempre comprobaba el identificador de llamadas, por lo que Erin no estaba sorprendida por su saludo. Además Marianne sabía que anoche había sido la noche de la seducción. —No, las cosas no salieron bien. Estuvo bastante lejos de estar bien —Erin procedió a contarle a Marianne, paso a paso, lo de anoche y los acontecimientos de la mañana. Traducción de Musa

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—Lo siento —Marianne hizo una pausa como si estuviera decidiendo si debería continuar—. Sé que fui yo la que te convenció de probar este plan, pero ahora estoy dudando de la sabiduría de mi consejo. Tal vez es hora de dejarlo ir. Ella creía en él, en ellos y no estaba dispuesta a rendirse todavía. —Yo lo amo. No puedo renunciar a él. Parece tan diferente, como si estuviera ocultando algo. —Sí, algo como su corazón —murmuró Marianne. —Marianne. Pensé que estabas de mi lado. —Lo estoy. Realmente lo estoy. Es solo que no quiero que te lastime de nuevo. —Lo sé y te lo agradezco, pero tengo que seguir este plan hasta el final. Deséame suerte. —Buena suerte, cariño. Te quiero. —Yo también te quiero, adiós. Erin colgó el teléfono. Cuando por fin llego al trabajo, Erin probó algunos ejercicios de respiración profunda en un intento de calmarse. A solo unos minutos de tratarlo, se vio interrumpida por la visita de su compañero de trabajo. —Buenos días, Erin. ¿Que estás haciendo? —Dave Kinner trabajaba en el cubículo de al lado de Erin y ellos habían hecho amistad en el último año. Marianne estaba convencida de que Dave estaba enamorado de Erin, pero ella pensaba que él sólo estaba siendo amable. A pesar de que habían salido a cenar un par de veces, él sabía que estaba comprometida y nunca había intentado nada. Si ella nunca hubiera conocido a Patrick, Erin podría sentirse atraída por alguien como Dave. Era inteligente divertido, siempre diciendo una broma y haciéndola reír. Aunque no era devastadoramente guapo, Dave tenía un encanto juvenil, ojos verdes, y un cabello color arena bañado por el sol. Desafortunadamente, Erin comparaba a todo

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hombre que conocía con Patrick y nadie estaba a la altura de su prometido. Renunciando a respirar profundamente, Erin abrió los ojos y le sonrió a Dave. —Solo un pequeño mantra matutino para hacerme empezar. —Oye, ¿tal vez me lo puedas enseñar a mí? Necesito algo para pasar el día —Erin se echó a reír. —Pensaba que tu café de la mañana te hacía pasar el día. —Lo hace, junto con mi rosquilla de la mañana, hablando de eso... —sacando las manos desde su espalda, Dave le presentó a Erin una rosquilla de chocolate—. Tu energizante matutino ha llegado. A pesar de que la rosquilla lucia celestial, Erin sabía que debía negarse. Si quería ganar de nuevo a Patrick tenía que perder esos dieciocho kilos de más. Por otro lado, podría usar el consuelo del chocolate por la noche y la mañana que había tenido. Extendió la mano y empezó a tomar la rosquilla. —Erin —La voz ronca pronunciando su nombre la hizo congelarse y bajar la mano de la rosquilla. —Patrick, ¿que estás haciendo aquí? —Erin se puso de pie de un salto, sorprendida de que él hubiera aparecido en su trabajo. Sabía que probablemente sonaba culpable, ¿pero por que tenía que aparecer cuando ella estaba a punto de comerse una rosquilla? No podía lucir peor. Cuando eres gorda, nunca quieres que la gente te vea comer, especialmente algo poco saludable como una rosquilla y sobre todo alguien ante quien quieres lucir bien. Desde luego, no parecía demasiado contento cuando se le quedó mirando. Tenía el ceño fruncido y estaba echando miradas de odio a Dave. —¿Me quieres presentar a tu amigo? —Uh, Patrick este es Dave Kinner, el contable de nuestro departamento. Dave, este es Patrick...

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—Su novio, ¿verdad? —Dave estrechó la mano de Patrick mientras Erin se quedaba estupefacta. —Si nos disculpas —Patrick miró fijamente a Dave, quien rápidamente se excusó y salió de vista. —Has sido muy grosero con él. —No he venido aquí a hablar de tu... —¿Por que has venido aquí? —Erin quería esperar que fuera a decirle que había cometido el peor error de su vida, pero al verlo de pie ante ella, sabía que era una débil esperanza. —¿Dónde están mis llaves? —Erin dio un paso atrás, sorprendida. No podía creer que la quisiera tanto fuera del apartamento como para haber venido a buscarla al trabajo para recuperar sus llaves. Dios querido. ¿Como podía haber cambiado tanto de ser el hombre cariñoso que una vez conoció? —Yo... —tragando saliva, trató de empezar de nuevo, pero en su intento por contener las lagrimas, apenas pudo formar palabras. Podía sentir su corazón latir con fuerza y ociosamente se preguntó si él podría oírlo. —Yo quería hacer unos recados hoy y no he podido encontrar las llaves de mi auto. He tenido que tomar un taxi hasta aquí. Las llaves del auto, él sólo quería las llaves del auto. El alivio que sintió fue palpable. Dejándose caer en su silla, Erin podía sentir su corazón, que finalmente comenzaba a disminuir sus latidos. —Las dejé en el escritorio, cajón de la derecha. —Gracias —Patrick se quedó parado torpemente allí por un momento antes de girar sobre sus talones—. Hablaré contigo mas tarde. Se alejó mientras Erin se quedaba mirando su espalda al retirarse. Si las cosas seguían por ese camino, su espalda era todo lo que iba a ver de él.

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Patrick dejó escapar un suspiro de alivio cuando abrió la puerta del apartamento más tarde esa noche. La habitación estaba oscura y Erin no estaba a la vista. Pero por desgracia, aún podía oler su perfume en el aire. Tomando una respiración profunda, guardó el recuerdo de su fragancia dentro de él. A propósito se había mantenido alejado de Erin cuando ella llegó a casa del trabajo, sin estar seguro de estar listo para tener otro encuentro con ella. Patrick la había seguido al trabajo para ver como estaba después de que saliera volando del apartamento esa mañana. La falta de las llaves del coche fue la excusa perfecta. Él nunca había podido soportar ver a Erin sufrir y sabiendo que él era la causa, era doblemente agonizante. Pero realmente creía que el breve dolor que ella estaba experimentando era mejor que vivir con él por el resto de su vida. Por desgracia, no había esperado encontrarse cara a cara con un rival en los afectos de Erin. Por supuesto que no debía preocuparse, ya que él había sido quien había roto el compromiso. Por mucho que pretendiera que con Erin todo estaba terminado, Patrick sabía la verdad. Todavía la amaba. En el momento en que Patrick envió el correo electrónico, había estado seguro de que era lo correcto. Pero ahora, después de ver lo herida que estaba, empezaba a dudar de sus decisiones. Por desgracia, era demasiado tarde. Había elegido el camino que llevaba a la breve miseria de Erin, pero sabiendo que finalmente la conduciría a llevar una vida de felicidad. Una en la que él no sería parte. Estaba visto que presenciar el amargo final era la parte más dolorosa. Sentándose bruscamente, Patrick se quitó las botas y los calcetines y se sacó la camiseta por la cabeza. Estaba agotado. El sueño había sido difícil de alcanzar en el último par de meses y con frecuencia tenía que llegar hasta la extenuación para conseguir dormir una pocas horas. Estaba a punto de caer en la cama y olvidar los últimos dos días. Olvidar la visión de Erin acostada en el sofá, esperando para darle la bienvenida a casa. Y olvidar la mirada de dolor en sus ojos cuando él le dijo adiós.

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Patrick se levantó y se dirigió hacia el dormitorio, diciéndose a sí mismo que sólo quería comprobar su bienestar. Se detuvo un momento en la puerta. Permitió que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad, no tuvo problemas en ver a Erin acurrucada, durmiendo en su cama. Ella había pateado las sábanas y el corto camisón que tenia la última noche, se arrugaba entre sus piernas, dejando completamente al descubierto las pálidas caderas a su ardiente mirada. Las pequeñas braguitas a juego que usaba, apenas la cubrían. Las manos estaban metidas debajo de su cabeza y con la luna brillando en la habitación, estaba seguro de que vio huellas de lágrimas secas en su rostro. Justo cuando estaba diciéndose que hiciera las cosas bien y la dejara en paz. Erin se dio la vuelta sobre su espalda. La tela de su camisón se tensó sobre su torso, mientras sus abundantes pechos prácticamente rebasaban los confines. Ella debió sentir su presencia en la habitación porque parpadeó y abrió lentamente los ojos. Habían pasado dos años desde la última vez que habían estado juntos y la vida real era mejor que la fantasía de cualquier día. Su propia mano no podía sustituir la exquisitez que tenía frente a él. Sabía lo que debía hacer, lo que necesitaba hacer, pero su cuerpo y su corazón le decían algo completamente diferente. Esta era su mujer. —Si no sacas tu culo fuera de mi cama en los próximos veinte segundos te vas a encontrar follada y follada duro —Su polla luchando contra el cierra de la bragueta, le decía que tomara lo que se le presentaba. Patrick estaba seguro que ella correría por su amenaza, pero siguió en silencio, mirándolo fijamente mientras seguía observando la suculenta oferta en su cama. Patrick se soltó los pantalones y los empujó hacia abajo sobre sus caderas. Se quedó desnudo ante ella, su polla parada en anticipación. Sin decir una palabra, Erin abrió los brazos. Él se acercó y se unió a ella en la cama. —Esto es sólo sexo —Quería alejarla, pero no pudo resistirse a la llamada de sus encantos.

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—Sigue diciéndote eso —Erin extendió la mano y agarro su polla, sus cálidas manos suaves lo acariciaron. Patrick gimió ante el contacto. Tenía que mantener la cabeza, aunque sólo fuera por un minuto más. —Entiendes que esto no cambia nada, ¿verdad? —Deja de hablar y ven a amarme —Erin soltó su pene y tiró de Patrick hacia ella. Él quería negar sus palabras, pero no podía mentirse a sí mismo tan fácilmente como le había estado mintiendo a ella. Amaba a Erin y no podía imaginar cuándo dejaría de hacerlo. Empujando fuera esos pensamientos, rodó hasta sujetarla en la cama. Patrick comenzó a besar la línea de su mandíbula, bajando por su cuello. Mientras la mordisqueaba alrededor de la clavícula, ella se estremecía en respuesta. Sentándose por un momento, alcanzó el camisón de gasa y se lo quitó, dejándola totalmente al descubierto para su mirada. Sus pezones inmediatamente se fruncieron, ya fuera por el aire frío o por su mirada, no estaba seguro. Erin respiraba pesadamente, haciendo que el pecho subiera y bajara con cada inhalación. Ahuecando un pecho en su mano, masajeó la abundante carne. Chupó el pezón dentro de su boca, mordiéndolo y jugando con él hasta que se puso como roca dura. Luego tomó el otro pezón entre sus dedos y lo pellizcó con fuerza. —Tan bueno —gimió Erin suavemente, retorciéndose bajo su toque rudo. Nunca había sido rudo con ella antes, siempre la trataba con respeto y amabilidad. Ver la reacción de ella lo puso a toda marcha. Soltando sus brazos, Patrick viajó hacia abajo por su cuerpo, besando y mordiendo hasta que llegó a la cúspide de sus muslos. Metió los dedos en el elástico de las mojadas bragas y se las sacó. Erin arqueó el cuerpo contra él, en silencio pidiendo más atención. —Dime lo que quieres —tenía que oírselo decir, algo que ella nunca había estado dispuesta hacer antes. Erin era virgen la primera vez que habían hecho el amor y no tenía más experiencia. A pesar de que a menudo la impulsaba a hablar de lo que le gustaba, ella era tímida para expresarse en el dormitorio.

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—Dentro —jadeó—. Te quiero dentro de mí —Patrick se sorprendió por su respuesta y quedó complacido al mismo tiempo. —¿Así? —Deslizó dos dedos dentro de ella, probando la profundidad de su excitación. Se empapó la mano mientras ella retorcía las caderas y clavaba los talones en la cama. —Más —Erin gemía mientras Patrick acariciaba y jugaba con su clítoris, antes de empujar sus dedos atrás y adelante. Erin respondía a cada toque, agarrando su mano y atrapándola entre sus piernas. —No, no —Sacó su mano mientras ella se quedaba sin aliento, obviamente con la intención de lograr su orgasmo. Empujando sus piernas, Patrick empezó a mordisquearle la rodilla, mientras avanzaba a lo largo de la cara interna de su muslo. Cuando llegó a su coño, pudo oler la evidencia de su excitación y ver el rocío brillante. Sin tocarla allí, él sopló suavemente, causando una inhalación brusca en Erin. Riéndose, pasó a la otra pierna, lamiendo de nuevo del muslo a la rodilla. —Deja de provocarme —Patrick quería probarla, aunque solo fuera por un momento. Inclinándose, deslizó su lengua a lo largo de su abertura, recogiendo la humedad de allí. Erin sabía como fruta deliciosa, aún caliente como si fuera recién recogida del árbol. Podía comer en ella toda la noche, pero habían pasado dos años y necesitaba estar dentro de ella. Extendiendo sus piernas abiertas, se arrodilló entre ellas, colocando la polla en su centro. Patrick estaba duro como una piedra y no tuvo problemas en deslizarse en el coño chorreante. Erin gritó mientras él la llenaba, rogándole incoherentemente por más. Ella alzó las piernas, envolviéndose alrededor de su cintura. Los brazos de ella rodearon su espalda y comenzó a pasarle las manos arriba y abajo por su columna. Patrick sintió su toque detenerse por un momento y se dio cuenta de que había descubierto sus cicatrices. Echándose hacia atrás, agarró sus manos de alrededor de su cuello y las puso sobre su cabeza. No quería que ella explorara sus heridas. Eso sería iniciar una ronda de preguntas que no estaba dispuesto a responder. En vez de eso, comenzó a bombear en su coño tan duro como pudo, sin retener nada. Erin gritó cuando el orgasmo la golpeó, apretando las piernas con fuerza alrededor de él a medida que arrasaba Traducción de Musa

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a través de ella. Patrick se echó hacia atrás, empujando una última vez y se derramó dentro de ella antes de desplomarse sobre su cuerpo tendido. Finalmente rodó sobre su espalda, las consecuencias de sus acciones se filtraron lentamente en su conciencia. Esta no era la forma en que quería reafirmar la ruptura de su compromiso. Tener sexo con Erin sin protección no era un paso en la dirección correcta. Mirando de reojo, vio que ella ya se había quedado dormida, acurrucada contra su aliviado cuerpo. Mientras ella yacía dormida, Patrick podía mirarla con el corazón satisfecho, el amor que el trataba de ocultar era evidente en su mirada. Su deseo, como su amor por ella no habían disminuido en los últimos dos años. De hecho era más fuerte que nunca. Patrick amaba el cuerpo de Erin tanto como amaba su alma. Pero sin duda era su cuerpo el que estaba mirando ahora. Nunca pensó que tuviera un “tipo”, a él simplemente le gustaban las mujeres hermosas. Las curvas de Erin le atraían como ninguna otra mujer lo hacía. A pesar de que había subido un par de kilos desde de que habían estado juntos, le gustaba el hecho de que no fuera una mujer delgada como un palo que necesitase ser tratada como cristal. Por desgracia, pensamientos como estos no le estaban haciendo ningún bien. Tenía que desterrarlos y seguir adelante. Al menos por esta noche, podía hacer la única cosa que nunca podría hacer cuando ella estaba despierta. Patrick envolvió sus brazos alrededor de ella, atrayéndola hacia sí. Su agotamiento por fin lo alcanzó y se quedó dormido.

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Capítulo 3

Erin se despertó cuando se cerró la puerta del baño. Se desperezó lentamente a medida que su cuerpo protestaba por los músculos que no había usado en dos años. En el pasado, Patrick siempre había tratado su cuerpo con respeto, con cuidado de su inexperiencia. A veces había sentido que había algo más, pero él había sido nada más que un caballero. Anoche, sin embargo, vio un destello de algo que había estado reteniendo. Cuando anunció su intención de follarla duro, hizo que sus jugos fluyeran, a pesar de que casi parecía que Patrick estaba tratando de asustarla con su declaración. En lugar de huir de sus demandas, sin embargo, las había abrazado. La tímida virgen de años atrás se había ido. La luz de la mañana entraba por las ventanas. Echando un vistazo al reloj le indicó que eran casi las siete. Como era temprano, se sorprendió por el tenue sonido del teléfono desde el otro cuarto. Inmediatamente notó que el teléfono no estaba en el cargador de la mesita de noche. Erin estaba constantemente llevando el teléfono de una habitación a otra, olvidándose de volver a ponerlo en la base. Saltando de la cama, cogió su bata y se la cerró mientras corría hacia la sala. Por desgracia era demasiado tarde y escuchó el clic del mensaje y una voz extraña. —O'Rourke, soy el capitán Bryant. Su cita con el terapeuta está programada para el lunes por la mañana a las nueve. No llegue tarde. Era una voz de mando y no admitía discusión. Erin miró hacia el dormitorio, pero Patrick no debía haber oído el timbre del teléfono desde el baño. Recordó el mensaje. Cita con el terapeuta. Eso era, sin duda, una clave del comportamiento de Patrick, pero quería que se abriera a ella por su cuenta. No quería que se sintiera atrapado por lo que había escuchado. Caminando de regreso a la habitación, Erin pudo oír la ducha correr. Se quitó la bata, dejándola caer al suelo mientras abría la puerta del baño. El vapor de la ducha oscureció su vista por un momento, pero Traducción de Musa

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luego vio a Patrick parado en la acristalada ducha, una mano apoyada en la pared, con la cabeza hacia abajo y el agua golpeando en su cuello y hombros. Las cicatrices que solo había sentido la noche anterior eran crudamente visibles con las luces brillantes del cuarto de baño. Por primera vez desde que había regresado, ella podía ver su vulnerabilidad y se le rompió el corazón. Abrió la puerta de la ducha, entro, cerró y se dio la vuelta. Antes de que él pudiera hablar, Erin se puso de rodillas delante de él, sus manos sujetaron en sus muslos para mantener el equilibrio. Ella se inclinó, tomando su aroma. —Erin... Erin rara vez iniciaba el sexo cuando habían estado juntos antes y nunca el sexo oral. A menudo se sentía intimidada por su falta de experiencia. Y estar desnuda en la fluorescente iluminación del baño no aportaba a su auto confianza. Por desgracia no podía esperar hasta que la oscuridad de la noche cayera para esconderse bajo las sábanas. Patrick la necesitaba ahora, estuviera dispuesto a admitirlo o no. La necesidad que sentía de tomarlo en la boca y darle alivio, la consumía por completo. —Shh, no hables —Erin besó la punta de su pene suavemente antes de tomar las bolas de Patrick en sus manos. Pasó la lengua alrededor de la corona y luego a lo largo de su polla, sonriendo cuando se sacudió en respuesta. Cuando él gimió de gusto, le acarició la parte sensible bajo la cabeza, disfrutando la textura que cambiaba de suave y sedosa a duras curvas. Dejó que sus labios viajaran de regreso a la punta, lamiendo el líquido preseminal que se filtraba allí. Un silbido se escapó de su garganta cuando Erin lo envolvió con su boca. Poco a poco ella se relajó, dejando que su longitud se deslizara profundamente por su garganta. Antes de que él se fuera, Erin solo había tenido experiencia en dar sexo oral solamente cuando él se lo pedía y siempre había tenido miedo de tratar de tomarlo profundo en su garganta. Tirando hacia atrás lentamente, Erin acarició suavemente la polla con su lengua. Patrick le puso las manos sobre su cabello, guiando sus movimientos mientras deslizaba su cabeza hacia arriba y abajo a lo largo de su pene.

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Ella todavía tenía sus bolas y comenzó a acariciarlas, rodándolas en su mano. Patrick gimió y luego se apoyó en la pared de la ducha mientras Erin chupaba más fuerte, acelerando los movimientos. Su cuero cabelludo le ardió cuando sus dedos apretaron en su cabello, gritando fuerte mientras explotaba en su boca. Erin tragó convulsivamente, bebiendo su semilla. Patrick respiraba entrecortadamente cuando Erin lo vio luchar para recuperar el control. La levantó de los brazos metiendo su cabeza debajo de la suya, descansando la barbilla sobre ella. Erin trató de envolver sus brazos alrededor de el, pero Patrick le dio la vuelta, tirando de ella contra su pecho, bloqueando su abrazo. —¿Por qué no dejas que te toque? —En lugar de responder, Patrick abrió la puerta de la ducha y salió. Agarrando una toalla, la envolvió alrededor de su cintura antes de mirar hacia Erin. —Termina tu ducha —Patrick cerró lentamente la puerta entes de girar y salir del baño. Mientras estaba en la ducha ahora fría, Erin se dio cuenta de que sus lágrimas se mezclaban con el agua que corría por su rostro. Después de anoche y luego esta mañana, Erin había estado segura de que ellos superarían su mayor obstáculo. Había sido una tonta una vez más. Él le había advertido que era solo sexo y se había convencido a sí misma de que podía hacerle ver su error. Frotándose la cara, Erin trató de lavar la evidencia de su desesperación. No quería que él viera lo mucho que sus acciones le afectaban. En cambio, estaba dispuesta a darle una parte de su mente. ¿Como se atrevía a tratarla así? Cerrando la ducha, entró en la habitación encontrándola vacía. Él podía huir, pero no podía esconderse. Rápidamente se puso la ropa interior, agarró sus pantalones de chándal y una sudadera de gran tamaño. Su sujetador no estaba por ningún lado, así que decidió renunciar a él por ahora. No había mucho que pudiera hacer con su pelo, por lo que se lo peinó con los dedos, la intención era dejar que se secara naturalmente. Se cambiaría para ir a trabajar después de enfrentar a Patrick.

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Con las manos en las caderas, Erin entró en la sala de estar para ver a Patrick sentado en una silla, mirando pensativamente hacia el espacio. —No has contestado a mi pregunta —Cuando Patrick levantó la cabeza para mirarla, Erin pudo sentir la intensidad de su mirada hasta su centro. Realmente tuvo que detenerse para no cruzar las piernas o ponerse la mano sobre la vagina. Sus pezones se alzaron bajo la tela de la sudadera mientras continuaba mirándola fijamente. —No necesito tus caricias —Erin parpadeó, realmente confundida por un momento, por lo que estaba diciendo, antes de darse cuenta de que él finalmente contestó su pregunta. El anhelo que sintió en su mirada estaba anulando todo pensamiento coherente en su cerebro. Finalmente sacudió la neblina que la engullía, y replicó a su ridícula respuesta. —Parecía gustarte bastante anoche —Patrick inclinó la cabeza en reconocimiento. —Eso fue sexo. Ni quiero ni necesito tu amor. Erin se clavó las uñas en la palma de la mano, determinando que no iba a reaccionar. Si eso era lo que él quería, ella le daría exactamente lo que pedía, nada más. —Si todo lo que quieres es sexo, entonces ¿por qué no has tomado lo que ha estado esperándote aquí mismo? Soy lo suficientemente conveniente. Patrick la miró durante un rato largo, ella se sintió como un insecto bajo el microscopio. Erin quería retorcerse ante la fuerza de su atenta inspección mientras que al mismo tiempo odiaba su reacción a eso. Casi podía oírlo mentalmente enumerando sus defectos, preguntándose si ella valía la pena el esfuerzo. Tal vez Marianne tenía razón. Tal vez había llegado el momento de tirar la toalla y declarar muerta su relación. Erin no sabía si podía estar parada ahí más tiempo esperando su respuesta. Y el hecho de que estaba dispuesta a ofrecerse como una salida sexual sin amor, estaba tan lejos de los resultados que buscaba que era ridículo pensar que su táctica iba a funcionar. Traducción de Musa

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—Quiero sexo a mi manera —Erin se estremeció ante el timbre de su voz. No tenía ni idea de lo que quería decir, pero la resonancia que venía de él le daba ganas de derretirse en un charco en el suelo. —¿Cómo es el sexo a tu manera? —Erin estaba orgullosa del hecho de que había sido capaz de controlar el temblor que sabía que había en su voz. —Como quiera y cuando quiera —La mirada de Patrick nunca vaciló mientras hablaba, sus ojos la miraban fijamente, como si calibrara su reacción. Erin estaba desconcertada. Nunca le había negado el sexo a Patrick y siempre había disfrutado hacer el amor. Pero tuvo la sensación de que aquí no estaba hablando del sexo estándar del misionero, en la oscuridad. No, esto era, “lo que fuera” que había vislumbrado anoche. Ahora tenía que tomar la decisión de si estaba dispuesta a abrir la puerta a lo que él estaba pidiendo. Ella amaba a Patrick y sorprendentemente, confiaba en él. Si esto era la única abertura que él estaba dispuesto a dar ahora, ella la iba a tomar. Tirando la precaución al aire, Erin dio su respuesta. —¿Cómo y cuándo lo quieres?

*****

Patrick dejó escapar el aliento reprimido que había estado conteniendo. ¿Quería que ella aceptara lo que estaba pidiendo o quería asustarla? No lo sabía todavía. Lo único que sabía era que ante su sumisión, su polla se puso inmediatamente dura. Sin embargo, Erin no había escuchado sus demandas todavía. El huir y gritar podría ser inminente. —Quítate la camiseta —Patrick creyó ver un temblor en su mano antes de agarrar el dobladillo de su sudadera y pasarla por su cabeza. Aunque había sospechado que ella no llevaba sujetador, la visión de sus pechos sin restricciones le quitó el aliento. La palidez de su piel cremosa

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le llamaba de una manera que no podía explicar. Quería ver su marca en ella, mostrarla con orgullo—. Haz endurecer tus pezones —Sabía que sus demandas sonaban ásperas, incluso a sus propios oídos. La frente de Erin estaba fruncida y abrió la boca para responder. Patrick estaba seguro de que sería el momento en que le diría que se fuera a la mierda. Era como si pudiera leer su mente, sin embargo, en vez de hablar, cerró la boca lentamente y levantó sus senos en cada mano. Erin frotó sus pulgares a través de las puntas de sus pechos, el tacto suave hizo responder sus rosados pezones. Al alcanzarlos con los dedos índices, comenzó a pellizcar ligeramente, inocentemente, se mordió el labio en respuesta a su propio toque. Patrick vio cómo sus ojos lentamente se cerraban y su cara obtuvo esa suave apariencia que él amaba tanto. Antes de que comprendiera lo que estaba haciendo, se desabrochó los vaqueros y los empujó hacia abajo sobre sus caderas para liberar su pene. Mirando a Erin jugar lentamente con ella misma, era el mejor porno o fantasía imaginable que alguna vez pudiera recrear. Al acariciarse el pene, Patrick se preguntó cuántas veces ella se habría tocado así en los últimos dos años. Ciertamente parecía saber lo que a su cuerpo le gustaba. Sus ligeros toques eran más firmes ahora y sus pezones, antes rosados, eran ahora de un color frambuesa cuando la sangre se agolpó en la zona. Patrick se sentó, aturdido por un momento cuando Erin usó sus uñas para pellizcar y arañar a través de la tierna carne. Ahora ella estaba tirando con fuerza de sus pezones, aplanando la carne cuando los tironeaba lejos de su cuerpo. Ni siquiera sabía si ella se daba cuenta que sus caderas estaba ondulando al ritmo con sus tirones. Patrick deseaba tener pinzas de pezones para adornar las protuberancias ahora duras como diamantes. —Detente —La voz de Patrick era cortante por el deseo. Al principio pensó que Erin no lo había oído, pero luego se dio cuenta de que estaba cerca del orgasmo, simplemente por la estimulación de sus pezones. Estaba seguro de que si la tocaba el clítoris en ese momento explotaría en sus brazos—. Te he dicho que pares —Más firme ahora, su voz de mando finalmente la llevó a romper el contacto.

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Ella levantó sus ojos vidriosos de pasión y se lamió los labios mientras estaba de pie ahí, sin sujetador y deseosa. —Quítate los pantalones —Erin cumplió rápidamente, sacándoselos de su cuerpo y pateándolos lejos. Se quedó allí, con los labios apretados, con nada más que un trozo de encaje cubriendo su dulce coño. Patrick decidió que necesitaba saber hasta dónde podría presionarla antes de que retrocediera y decidió ir a por todo. —¿Tienes algunas pinzas de ropa? —Patrick había tenido una personalidad dominante y controladora. Aunque las tendencias impregnaban gran parte de su vida, en el pasado, siempre las había minimizado en el dormitorio. Erin era inocente y pura y nunca quiso manchar su relación con necesidades agresivas. Él la amaba y creía que siempre tenía que contentarse con las cosas como estaban. Sin embargo, después de dos años lejos, ya no era capaz de reprimir sus necesidades sexuales. Durante su tiempo en el Medio Oriente había permanecido fiel a Erin, pero oyó hablar de un montón de cosas diferentes que nunca había conocido antes. Eso le hizo darse cuenta de que no estaba sólo en su necesidad de controlar a su mujer en el dormitorio. —¿Qué? —Ya me has oído. Responde la pregunta. —Sí. —Ve a por ellas. —¿Ahora? —Patrick no respondió, pero la miró fijamente hasta que Erin suspiró pesadamente y se dirigió a la cocina. Volviendo escasos segundos después, traía un puñado de pinzas de ropa en un puño. Parecía como si quisiera darle un puñetazo. Pero también notó que sus pezones estaban todavía duros, a pesar de que ya no estaba tocándolos. —Ven aquí y arrodíllate, con las piernas separadas —Los ojos de Erin se abrieron a su mandato y decidió que probablemente la había empujado demasiado. Una vez más, lo sorprendió cuando se dirigió a su

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silla y se arrodilló a sus pies. Tenía los ojos clavados en su pene, ahora en constante goteo de líquido preseminal. Casi gimió cuando ella se lamió los labios ante su vista. Finalmente liberando su polla, Patrick levantó su mano y forzó a sus dedos a abrirse, tomando las pinzas de ropa y poniéndolas todas, menos una, en la mesa lateral. —Quiero ver tus pezones sujetos —Patrick vio como los ojos de Erin cobraban vida antes sus palabras y su mirada volvió a la pinza de ropa que él tenía en la mano—. Doloridos por la presión constante y llenos. Estas pinzas no son bonitas, pero van a servir por ahora. Agarrando el pezón izquierdo entre su pulgar y el índice, jaló la carne tierna hacia afuera, imitando las manipulaciones anteriores de Erin. Presionando para que se abriera la pinza, la llevó a su pezón. —¿Quieres esto? Ella tragó saliva y se aclaró la garganta. —Quiero lo que tú quieras, como quieras cuando quieras. Patrick lo colocó, sujetando su carne con el broche de madera. Erin se quedó sin aliento por el dolor, las lágrimas estaban formándose en sus ojos mientras parpadeaba furiosamente. Patrick tomó su pezón derecho y el cuerpo de Erin se estremeció en reacción. No lo podía soportar. Rápidamente la liberó, Patrick se movió para quitar la pinza de su pezón izquierdo cuando Erin lo detuvo con una mano en su muñeca. —Por favor, no te detengas —Su respiración era superficial, pero no era dolor lo que vio en sus ojos, era deseo. Patrick metió la mano entre sus muslos y encontró sus bragas chorreando. Ella gimió ante su tacto y sacudió sus caderas hacia su inquisitiva mano, pero él rápidamente la retiró. Tomando su pezón derecho, Patrick lo sujetó mientras Erin gemía de nuevo. Ella se aferró a sus brazos con fuerza mientras luchaba por recuperar el aliento. Finalmente se sentó sobre sus talones, Erin lo miró

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con añoranza. Patrick se echó hacia atrás para mirar los ojos de la mujer arrodillada ante él con sus pezones bien sujetos. Erin gimió en apreciación cuando Patrick metió la mano entre sus piernas. Frotó el encaje empapado de sus bragas, empujando el material entre sus labios inferiores, mientras ella movía sus caderas en respuesta. Cuando él retiró la mano de sus caricias, Erin gimió con deseo. —Por favor Patrick, necesito... —Relájate y quítate la ropa interior. Inmediatamente se apresuró a obedecer. Patrick se echó para atrás, agarrándose la polla con la mano. —Quiero que te masturbes para mí, pero no quiero que te corras a menos que yo te lo diga. Sin dudar la mano de Erin fue a su coño, sus dedos acariciaron con firmeza a lo largo de la grieta. Patrick vio como sus ojos se cerraban y con los dientes se mordía el labio inferior mientras aumentaba la presión. En respuesta, Patrick acarició su polla mientras la veía conducirse a sí misma al borde del clímax, tambaleándose en el precipicio. Mientras observaba los dedos inmersos dentro de su coño mojado, su polla se sacudió en reacción ante la visión de ella follándose. —Pruébate, nena. La mano de Erin se detuvo por un momento y sus párpados se abrieron. Mientras lo miraba fijamente, sacó la mano de su cuerpo. Llevó los dedos a sus labios, los chupó en su boca y lamió con avidez, limpiándolos. Patrick estaba haciendo todo lo posible para contener su orgasmo mientras observaba el erótico espectáculo. Se agachó, alcanzando las pinzas de ropa y se las quitó. —Ahora, Erin córrete ahora —A medida que la sangre regresaba a sus torturados pezones, Erin gritó ante la sensación. Alcanzando su coño una vez más, se frotó el clítoris con furia mientras sus caderas se arqueaban en el suelo y su cabeza caía atrás y adelante. Viendo su

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orgasmo, Patrick eyaculó sobre su estómago. Se derrumbó en la silla mientras Erin yacía jadeando en la alfombra. Aunque agradable, Patrick no estaba satisfecho como podría haber estado si hubiera terminado dentro de su palpitante vagina. —Ese es el tipo de sexo que quiero, a mi manera. Rudo, exigente, inesperado. Si todavía estas interesada, te veré de nuevo aquí esta noche. Patrick se levantó y se fue al baño de visitas a limpiarse. Oyó a Erin tropezar desde la sala y se preguntó, no por primera vez, si había perdido el juicio y si este tipo de acción le haría ganar algo.

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Capítulo 4

Erin estaba contando los minutos hasta que pudo salir del trabajo. La frase “gracias a Dios que es viernes” nunca fue más apropiada que lo que era para ella hoy. Su encuentro con Patrick en la mañana la había dejado desbaratada todo el día. Todavía estaba tratando de luchar a brazo partido con lo que había aprendido. Patrick se había convertido en un héroe alfa, salido directamente de una de sus novelas románticas. Cuando pensaba sobre cómo había aceptado cada orden, podía sentir su rostro ardiendo. Por supuesto, su coño tampoco paraba de palpitar ante la idea. Ella era como un cachorro enfermo, pero sus acciones dominantes la habían hecho ponerse más caliente. De hecho, si él todavía hubiera estado en el apartamento después de que hiciera la limpieza esa mañana, nunca hubiera llegado a trabajar. El hecho más sorprendente fue su disposición a desnudarse para él. Aunque avergonzada por su aumento de peso, cuando lo vio mirándola con los ojos llenos de lujuria, estuvo más que dispuesta a quitarse la ropa y mostrar sus defectos, incluso a la luz del día. Era casi como si le hubieran dado carta blanca en la aceptación de su cuerpo. Si todavía estas interesada, te veré de nuevo aquí esta noche. Las últimas palabras de Patrick resonaban en su cerebro. Erin no podía hacer otra cosa que preguntarse lo que él tendría planeado. Si al menos supiera lo que significaba en referencia a su relación. ¿Podría seguir dejando que él la llevara a la cima del placer solo para dejarla emocionalmente despojada? No había manera de que pudiera ocultar su amor por él y no sabía cuánto tiempo podría durar en la relación si él no le devolvía los sentimientos. Por supuesto, nunca lo podría saber hasta que no saliera de allí. Echando un vistazo al reloj, suspiró de alivio. Cinco minutos para las cinco. La anticipación casi terminaba. —Has estado mirando el reloj todo el día —Erin se dio la vuelta y le sonrió a Dave, que estaba de pie en la entrada de su cubículo.

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—¿Has estado espiándome? —Me has descubierto —Dave sonrió, pero Erin notó que el gesto no alcanzó sus ojos. Se preguntó si Marianne tenía razón y él estaba más interesado en ella de lo que dejaba ver. —Bueno, estoy lista para irme. —Supongo que estás ansiosa por llegar a casa. No me había dado cuenta de que tu prometido había vuelto a casa. —Um, sí. Fue un poco inesperado. —Supongo que ya no te unirás a nosotros para las cenas de los viernes por la noche —Dave trató de parecer jovial, pero Erin podía oír la decepción subyacente en su voz. —No, probablemente no —Erin se puso de pie, cogió su abrigo y se lo puso—. Voy a salir tan pronto como tenga todas esas cajas de donaciones juntas. En los últimos meses, Erin había presidido en el trabajo una campaña de donación para recolectar paquetes de ayuda para los soldados, y había prometido tener organizadas todas las donaciones para los militares para ese fin de semana. A pesar de que no tenía ganas, debía llevarse las cosas a casa y resolverlo. —Parece que tienes un buen botín allí. ¿Te puedo ayudar? —Sí por favor, te lo agradezco —Cada uno tomó una caja y se dirigió hacia afuera, pero Erin no tardó en maldecir al llegar a la entrada del edificio y darse cuenta de que había empezado a llover. Después de la ajetreada mañana, salió apresurada del apartamento y olvidó coger un paraguas, así que parecía que tendría que correr para llegar al coche. —No me voy a disolver —Con firme resolución, le sonrió a Dave antes de echar a correr a través del estacionamiento, haciendo malabares con su caja mientras Dave le pisaba los talones. Finalmente llegaron al coche, Erin suspiró de alivio una vez que guardó las cajas y estuvo adentro. Sin embargo, su júbilo duró poco cuando trató de encender el coche. El encendido sólo hizo clic cuando giró la llave.

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Esto era simplemente genial. Erin no sabía una mierda de coches. Agarró su bolso, sacó su teléfono celular y casi gritó cuando se dio cuenta que la batería estaba muerta. Maldita sea, maldita sea, maldita sea. Golpeó el volante antes de bajar la cabeza con ganas de llorar. Saliendo de su coche, vio a Dave que se disponía a alejarse y se apresuro a ir hacia él. —¿Está todo bien? —No, mi estúpido auto no arranca. —Déjame echar un vistazo —Dave caminó hacia el frente del coche, mientras Erin agradecida abría el capó. Ella se quedó sentada ahí por unos minutos hasta que Dave cerró el capó y volvió, meneando la cabeza. —Parece que es un corto circuito en el sistema eléctrico, pero no soy experto. Vas a necesitar un mecánico. Ella suspiró. —Mi teléfono móvil está muerto. ¿Me puedes prestar el tuyo para llamar a alguien? Dave asintió con la cabeza. —¿Por qué no llamas a mi mecánico? Él puede remolcar tu coche a su garaje y yo te llevaré a casa. —Gracias, te lo agradezco. —No hay problema. Erin recogió su bolso y las cajas y se acomodó en el coche de Dave mientras él llamaba al mecánico. Pronto estuvieron en camino. Su conversación era informal y la incomodidad que había sentido antes se había ido. Tal vez estaba equivocada sobre su atracción por ella. Después de mucho tiempo por fin llegaron a su apartamento. —Gracias de nuevo por traerme. No puedo agradecerte lo suficiente.

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—Vamos a poner las cajas adentro. Cada uno levantó su respectiva caja y desafiaron la lluvia de nuevo. Rápidamente llegaron a la puerta, Dave siguió a Erin dentro del apartamento. —¿Dónde quieres poner esto? —En la mesa de la cocina. Creo. Una vez liberados de sus cargas, Erin sonrió con gratitud. —Me siento como si te hubiera dicho esto cientos de veces hoy, pero gracias. No sé cómo habría llegado si no me hubieras ayudado. —Para eso son los amigos —Erin se acercó para abrazarlo, pero saltó hacia atrás cuando la puerta principal se abrió. —¿No es esto agradable? —La voz de Patrick goteaba veneno y se veía como un ángel vengador de pie en el umbral. —No estoy seguro de lo que crees que está pasando, pero... —No me insultes. Solamente vete antes de que te avergüences más —La cara de Dave se sonrojó al oír las palabras de Patrick y Erin lo vio apretar los puños. —Dave yo... —Erin no sabía que decir y se calló miserablemente. La cara de Patrick era tormentosa y si ella pensó que ayer había parecido duro y frío, hoy parecía una máquina sin sentimientos. Dave se volvió hacia Erin, haciendo caso omiso de Patrick. —Me voy si vas a estar bien. —Por supuesto que ella va estar bien —La voz de Patrick estaba mezclada con irritación. Dave lo siguió ignorando, mirando a Erin. —Él tiene razón. Estoy bien. Ve a la cena y saluda de mi parte a todos. Dave asintió con rigidez antes de caminar hacia la puerta bloqueada y se paró firmemente hasta que Patrick se hizo a un lado para dejarlo salir. Una vez pasada la puerta, Patrick la cerró detrás de él, haciendo saltar a Erin.

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—¿Cual es tu problema? —Erin estaba avergonzada por la escena y agradecida con que Dave fuera discreto y no tuviera que oír de eso en el trabajo el lunes. —Mi problema es él contigo —Erin estrechó la mirada. —Mi amigo me ha traído a casa porque mi coche no arrancaba y me ha ayudado a llevar la caja pesada al apartamento. Eso es todo. ¿Por qué coño te importa de todos modos? Estás tratando de deshacerte de mí, ¿recuerdas? Patrick abrió la boca para responder, pero enseguida la cerró. Sus ojos se entrecerraron amenazadoramente mientras daba un paso hacia adelante. —Si él te ha tocado, es hombre muerto —Patrick bajó la mirada hacia sus manos y se dio cuenta que inconscientemente estaba apretando los puños. Tomó una respiración profunda para deliberadamente relajar sus manos, deseando calmarse. Esto era lo que él quería, que Erin siguiera adelante y encontrara a alguien en su vida. Por desgracia, su veta posesiva estaba mostrándose. —¿Y qué, no me quieres, pero nadie más puede tenerme tampoco? —Si sois amigos, entonces el asunto está muerto ¿no? Además, no he dicho que no quiera follarte —Erin cogió una almohada y se la tiró en la cabeza. Acercándose rápido, Patrick le arrebató el pisapapeles que ella empezaba a sopesar, y se lo sacó de las manos. Aunque podía imaginarse a sí mismo tirando cosas, nunca imaginó que Erin lo haría. —¿Que demonios estás haciendo? —Rápidamente la agarró de las muñecas, girando sus brazos hacia atrás y apretándolos a su espalda. —Actuando como una imbécil, igual que has hecho tú —Erin luchó contra él, pero no podía competir con su fuerza superior y ya estaba empezando a cansarse—. Suéltame. —No hasta que te calmes. Arrastrándola hacia él, Patrick continúo su agarre inmovilizándola con una mano mientras trataba de calmarla con la otra, acariciando su

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espalda y brazos. Podía sentir las suaves curvas de su cuerpo cuando la abrazó con fuerza, deseando solamente hundirse en su carne. —Shh, solo te vas hacer daño. —¿Más del que tú me haces? —Erin miró hacia arriba y él pudo ver las lágrimas brillando en sus ojos. Instintivamente sabía que no se refería a su agarre sobre ella. No debió haber visto lo que estaba buscando, porque inmediatamente se calmó y dejó de luchar. —Por favor déjame ir —Patrick la soltó inmediatamente, al instante extrañó su contacto. —Podría simplemente patearte. ¿Por qué no quieres hablar sobre el elefante sentado en medio de la habitación? —Patrick arqueó las cejas. ¿De qué demonios estaba hablando? —Hola, es sólo una expresión —la exasperación de Erin le llegó clara y fuerte. —Siempre fuiste confusa. —Y tú siempre fuiste obtuso. Volvamos al punto. ¿Por qué estás tratando de fingir que no te importo? —No me importas. —¿Entonces no te molestaría si confesara que he intimado con Dave? —Patrick sabía que tenía que estar mintiendo, pero al mismo tiempo podía sentir su pulso acelerarse ante la idea de Erin con ese hombre… mierda, con cualquier otro hombre que no fuera él mismo. Ella era su mujer. La rabia ante la idea estaba arrollando cualquier pensamiento racional de su cerebro—. ¿Qué si te dijera que él me folló hasta enloquecer? Aquí mismo, en el brazo del sofá. —Erin arrastró su mano sobre la suave tela de la gamuza. —Estás yendo demasiado lejos Erin —Patrick pronunció cada palabra con la mandíbula apretada con fuerza mientras hablaba. —Eso no fue lo que dijo Dave cuando estuve de rodillas ante él — Erin gritó cuando la mano de Patrick salió disparada y la agarró del brazo, tirando de ella contra su duro cuerpo. —Las niñas pequeñas no deben encontrarse con un montón de problemas. Traducción de Musa

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—Que te jodan, Patrick. No te importo, ¿recuerdas? Rápidamente le dio la vuelta en sus brazos, Patrick empujó a Erin sobre el brazo acolchonado del sofá, inclinándose sobre ella. Bajó su cabeza hasta que sus labios le tocaron la oreja. —Así que él te folló, justo aquí, ¿eh? —Ajá Patrick la sujetó inmovilizando sus brazos para que no se moviera. No estaba seguro por qué ella lo estaba provocando, pero todas las tendencias dominantes de repente lo estaban acelerando. —¿Así que me estás diciendo que te desnudaste, te tendiste sobre el brazo del sofá con el culo al aire y le rogaste que te follara? —Patrick presionó la polla contra su culo mientras le hablaba. Cuando Erin empujó hacia atrás contra él, Patrick sonrió, sabiendo que sus palabras la encendían. —Sí —la voz de Erin era apenas un susurro. —¿Por qué no te creo? —No. Es. Mi. Problema. —Las palabras fueron rígidas, aunque su cuerpo estaba contando una historia diferente. Patrick soltó sus brazos, pero la apretó aún más contra la tela. Deslizando las manos por su blusa, le tomó los pechos, agarrando sus pezones como guijarros a través de su sujetador de encaje. Erin jadeó mientras él tiraba de sus calientes puntas. Sus pechos, ya anteriormente abundantes, ahora se desbordaban en sus manos y Patrick podía imaginar presionando su verga caliente entre los carnosos montículos. Inclinándose, Patrick le lamió el lóbulo de la oreja, haciendo que Erin temblara en respuesta. —Sin duda hay mucho más de ti en estos días —A Patrick le gustaba su nuevo aspecto, pero siempre había sido un hombre de pechos. Erin inmediatamente se tensó en sus brazos, su reblandecimiento anterior desapareció por completo.

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—Déjame ir ahora —Su voz era filosa, como si estuviera luchando por contener las lágrimas, pero de espaldas a él, Patrick no podía ver su rostro. Al instante quiso gritar nunca, pero sabía que ya no tenía el derecho. En cambio, continuó su antagonismo. —¿Le rogaste para que te follara? —Yo no ruego —Erin parecía indignada, pero Patrick estaba dispuesto a apostar que él podría hacer que se tragara sus palabras. —Haré que ruegues al final de la noche. —Nunca. —¿Qué te he dicho acerca de las mentiras, cariño? Sólo vas a meterte en más problemas. —¿Qué tipo de problemas? —Podría simplemente azotar ese buen culo tuyo hasta que quede color rosa y rojo. —Ni de coña —Erin intentó enderezarse y Patrick aumentó la presión sobre ella. —Te encantará. Te pondría sobre mis rodillas y tú estarías temblando, preguntándote cuándo iba a caer el primer golpe. Tu coño lloraría por la anticipación. Entonces una palmada, abofetearía tu culo y vería como se mueve y tiembla. Erin estaba moviéndose contra él mientras Patrick hablaba. A pesar de que inicialmente se resistió cuando mencionó las nalgadas, sin duda ahora parecía estar excitada con sus sucias palabras. Y después de esa mañana, estaba más que dispuesta a explorar todas las fantasías que había el tenido. —Después de que tu culo quede brillante, separaré tus piernas y acariciaré tu pequeño y suave coño, recogiendo cada gota de tu esencia. Luego te acariciaré el trasero hasta que tu agujero se abra y empuje mi dedo pulgar adentro profundamente. Te retorcerás al principio, pero luego estarás empujando hacia mí, rogando por más.

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—Nunca rogaré —Era el comentario que Patrick estaba esperando. Arrastrándola con él, se dejó caer en la silla que estaba detrás, tirando a Erin sobre su regazo—. No te atreverás —Erin comenzó a luchar en serio y Patrick le puso la mano en la espalda para sostenerla sobre sus rodillas. —Te lo he advertido —Girando la cabeza, Erin lo miró fijamente con los ojos llenos de una mezcla de miedo y algo más… entusiasmo. —Patrick, no pienso que sea tan buena idea. —No pienses Erin, siente —Su falda se arremangaba alrededor de sus muslos y Patrick empujó hasta que las amplias caderas quedaron al descubierto. Contuvo el aliento cuando se dio cuenta que llevaba medias hasta el muslo y bragas. Agarrando las bragas, las rompió con un tirón fuerte. No quería nada entre su mano y la carne de Erin. En lugar de empezar de inmediato su castigo, Patrick la acarició por detrás, disfrutando de la sensación de su suavidad. Quería follarla por detrás, sujetando sus caderas mientras se sumergía en esa carne que se abriría para él. Ahuecando su mano, Patrick le dio una firme palmada. La piel pálida inmediatamente enrojeció con la marca de su mano. —¡Oh mierda!, eso duele —se retorció en su regazo, tratando de maniobrar con las manos detrás para proteger su culo al descubierto, pero Patrick mantuvo su mano firme sobre la espalda, atrapando sus manos delante de su cuerpo. Desafortunadamente, sus movimientos estaban causando que su polla se endureciera y presionara dolorosamente contra sus vaqueros. Patrick continuó su asalto al pobre culo indefenso, palmeándola con firmeza y viendo cómo las marcas color rosa pálido pronto se volvían color rojo cereza. Extendiéndose ante él, su culo se elevó al aire y su coño se abrió, Erin estaba aullando con cada golpe. Él podía ver la evidencia de su deseo brillando, su rocío revestía su rizado vello oscuro y su coño rosa se abrió, a la espera de que lo explorase. La tentación era demasiado como para resistirse y antes de que él supiera, su mano bajó firmemente entre sus piernas. Antes de que

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pudiera recobrar la compostura, había separado sus piernas y la golpeó con fuerza otra vez, palmeando también su clítoris. —Oh mierda, Patrick —Erin había dejado de protestar y arqueaba la espalda a la espera del próximo golpe. Su clítoris se asomaba desde su capucha y su mano se encaminó al nudo hinchado, mientras Erin se sacudía y gemía. Justo cuando pensaba que ella estaba al borde, él se retiró y Erin gritó por su pérdida. Deteniéndose por un momento, Patrick escuchó su débil jadeo mientras Erin yacía incrédula. Deslizó una mano entre sus muslos y su coño envolvió su dedo con entusiasmo mientras él comenzó a bombear lentamente dentro y fuera. Añadiendo un segundo dedo, los curvó, buscando el punto ideal en su interior. De repente Erin se sacudió y Patrick supo que lo había encontrado. Las uñas de Erin estaban calvándose en su muslo mientras continuaba con su dedos. Podía ver que ella se mordía el labio inferior mientras montaba su mano. Justo como había prometido, Patrick juntó la humedad que cubría su mano y apretó un dedo en su roseta. Erin gritó por la sorpresa, poniéndose de puntillas ante la invasión inesperada. —No puedo... es demasiado —gimió Erin, pero su cuerpo la traicionó cuando empezó a ondular con sus embestidas. —Imagina que esta es mi polla, extendiéndote para abrirte, follándote. —Oh Dios, Patrick… Ella debería estar protestando, pero él podía ver sus caderas rodar contra el algodón de su pierna, presionando su clítoris con fuerza contra él con cada empuje de sus dedos. Poco a poco retrocedió, quitó su mano mientras ella sollozaba en frustración. —La próxima vez que te corras, quiero estar adentro de ti, sintiendo tu coño cerrarse sobre mi polla. Quiero ver tu cara y mirarte cuando gritas.

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Capítulo 5

—Yo no grito —Su comentario sólo le provocó una risa malvada. Recostada sobre las rodillas de Patrick, temblando de deseo insatisfecho así como de indignación, Erin quería acurrucarse y morir. O matar a su antiguo novio. Cualquiera que fuera, no le importaba mucho. ¿Como se atrevía a decidir cómo y cuando ella tendría un orgasmo? Por supuesto, evitó convenientemente sus palabras de esa mañana. Inconscientemente había accedido a tener sexo como fuera, cuando fuera y como él quisiera. Eso fue antes de que la llamara gorda, golpeando su culo hasta que estuvo ardiendo y luego le metió los dedos por detrás. A pesar de que la paliza la había dejado jadeando por más, se negaba a admitir que había disfrutado que Patrick estimulara su roseta. Luchando para ponerse de pie, Erin se bajó la falda tanto como fue posible antes de enfrentar a su torturador. —Vete a la mierda, Patrick O'Rourke. No te necesito para correrme. He estado muy bien por mi cuenta durante los últimos dos años. Reuniendo la poca dignidad que le quedaba, Erin se fue al dormitorio a grandes pasos y cerró la puerta, poniendo el seguro por si acaso. Ella se lo demostraría. Iba a encontrar su vibrador y darse el más grande, más fuerte orgasmo que jamás hubiera tenido. El pomo de la puerta se sacudió y Erin saltó al darse cuenta de que Patrick la había seguido hasta el dormitorio. —Erin, maldita sea, abre la puerta. ¡Ja! como si fuera hacer algo tan estúpido. —Oblígame. —No hagas esto más difícil para ti. Una vez que entre ahí, la paliza que acabas de recibir te parecerá un juego de niños.

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Erin se quitó la blusa y se desabrochó el sujetador, estudiadamente intentando no prestar atención a Patrick. Por supuesto que haría un trabajo mejor ignorándolo si no estuviera excitada por el pensamiento de otra zurra. ¿Cuándo se había convertido en una rarita? no tenía ni idea, pero ahí estaba. Quitándose la falda, la tiró sobre la silla antes de sentarse para sacarse las medias. Ahora completamente desnuda, ella se miró en el largo espejo que llegaba al piso en la parte interna de la puerta del armario. Ni una vez le había gustado como se veía desnuda, los casi veinte kilos de más destacaban todos los defectos que nunca había notado. Sus pechos, que una vez perecieron naranjas, ahora eran melones. Sus muslos se sacudían con cada paso. Pero lo peor era su estómago. El peso extra era como una pelota de baloncesto gigante. No era de extrañar que Patrick dijera que había más de ella que antes. Demonios, era cuatro veces más grande de lo que era antes. —Erin, no quiero tirar abajo esta maldita puerta. —Entonces será mejor que me dejes en paz. Erin lo oyó suspirar fuertemente y luego escuchó sus pasos alejarse por el pasillo. Se convenció de que no estaba decepcionada de que se hubiera ido rápidamente. Sin embargo, iba a seguir adelante con sus planes de masturbación. Poniéndose su bata nueva de seda, apagó las luces de la habitación y se sentó en la cama. Abriendo la mesita de noche se encontró con su confiable vibrador y verificó que las baterías estuvieran cargadas. Ahora todo lo que tenía que hacer era entrar en el estado de ánimo adecuado. Erin puso en vibrador en baja potencia y cerró los ojos, recorrió la punta de plástico sobre sus pechos. Las ligeras vibraciones hicieron que sus pezones se irguieran en entusiasmo. Se abrió la bata y acarició todos esos errantes kilos de más de camino hacia su meta final. —¿Por qué no me dijiste que tenias tus propios juguetes? No hubiera perdido todo el día de compras.

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Absorta en las sensaciones que estaba creando, Erin no había notado que la puerta se abriese. Sus párpados se abrieron para encontrar a Patrick apoyado casualmente en la puerta, una llave maestra pequeña daba vueltas en sus dedos. —¡Fuera! Erin tiró apresuradamente de los bordes de la bata, juntándolos para cubrirse. —Creo que Dave no estaba haciendo su trabajo si tienes que recurrir a los juguetes para aliviarte tú misma. Estaba harta de sus continuas referencias a Dave. A sus oídos, sonaba como los pitidos de una olla hirviendo y se preguntó si él estaría secretamente esperando que ella lo hubiera engañado porque tenía algo propio que ocultar. —A Dave le gusta mirar. Le gusta usar los juguetes en mí. Los ojos de Patrick se dilataron y se enderezó, separándose del marco de la puerta. ¿De dónde venían esas pullas? Erin no tenía ni idea, pero era como si su lengua tuviera mente propia. Al entrar en la habitación Patrick azotó la puerta de la habitación, haciendo que Erin saltara con la vibración que causó. —Te he advertido acerca de presionarme. Patrick avanzó hacia ella y mientras Erin se revolvía en la cama, el cogió su cinturón y tiró, jalándola de regreso. Ella se aferró a su bata, pero no era eso lo que él buscaba, sino el cinturón. Sacándoselo, lo midió en sus manos con ojo práctico. —Creo esto va servir muy bien —Echándose sobre ella, Patrick luchó con Erin para ponerla de espaldas, estirando sus brazos sobre su cabeza—. Creo que tenemos que atarte ya que tienes la mala costumbre de huir. —¡Ja! Echa un vistazo al espejo. Yo no soy la alérgica al compromiso que está huyendo en esta relación.

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Rápidamente aseguró sus muñecas, y Patrick tuvo a Erin atada como un ternero en la feria del condado, con los brazos atados fuertemente a la cabecera. —Ahora voy a utilizar tus juguetes en ti y veremos qué nombre gritas. —Patrick esto es ridículo —Erin hizo una pausa, esperando una respuesta—. Tienes que desatarme. ¡Ahora! El vibrador seguía zumbando en el nivel bajo cuando Patrick lo tomó de donde había rodado en la cama. Erin empezó estar un poco preocupada cuando Patrick siguió ignorando sus comentarios. En su lugar, giró la base del vibrador, aumentando a nivel medio. Erin comenzó a usar sus piernas para patearlo, tratando de llamar su atención. Desafortunadamente la llamó demasiado bien. —Si sigues pataleando, voy a tener que atarte las piernas también —La seriedad de Patrick detuvo inmediatamente sus movimientos. Por suerte, las luces aún estaban apagadas desde que ella las apagase antes. Ese hecho no impidió que el rubor de la vergüenza la recorriera mientras él separaba la parte de arriba de la bata y bajaba la mirada a sus pechos. Erin se apartó de su mirada lo más que pudo. Patrick comenzó a jugar con sus pechos, tal como ella lo había hecho, rozando las puntas con el vibrador. Ya ligeramente excitados, rápidamente se levantaron en respuesta a las vibraciones. A medida que arrastraba el juguete de plástico por su cuerpo, Erin desesperadamente trataba de meter panza para ocultar el peso extra. Pero fue inútil. Las vibraciones constantes estaban causando la pérdida de su concentración, especialmente cuando él rodeó su ombligo antes de sumergir la punta del juguete en su hendidura. Afortunadamente, pronto se mudó de su estomago a su ahora chorreante coño. Una vez más la provocó, rodeando su clítoris sin hacer contacto. Erin se mordió el labio, decidida a no gritar y sobre todo a no rogar. Por otro lado, su cuerpo la estaba traicionando. Patrick se rió entre dientes cuando metió el juguete en su abertura y la cabeza del falso pene se deslizó sin ninguna resistencia. Cubriendo el juguete con su humedad, lo sacó de su cuerpo y comenzó a frotar de

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atrás hacia delante, a lo largo de sus pliegues, rozando su clítoris con cada golpe. Justo cuando pensaba que un golpe final la empujaría otra vez, él se detuvo y Erin tuvo que tragarse la maldición que quería lanzarle. Girando la base del vibrador al nivel máximo, Patrick bajó el juguete, presionando dentro de su cuerpo en un empuje constante. Erin gimió cuando su carne se abrió para acomodar el vibrante juguete. Podía sentir los temblores reverberando en las paredes de su coño. —Quiero ver esto —Patrick volteó la lámpara de noche, iluminando la cama en un círculo con luz dorada. Erin se quedó sin aliento, sabiendo que ahora su cuerpo estaba mostrándose como el centro de atención. Trató de girarse lejos la lámpara, cualquier cosa para salir del foco incandescente—. Si lo que querías era darte la vuelta, nena, lo único que tenías que hacer era decírmelo. —Patrick la había atado a la cabecera de la cama de tal manera que sería fácil para él voltearla para que quedase acostada sobre su estomago. En cierto modo, se sentía agradecida, ya que no solo había salido de la luz, sino que se cubría también. Por otro lado, de alguna manera se sentía más vulnerable en esa nueva posición. Esa sensación aumentó cuando Patrick ajustó su cuerpo y empujó una almohada debajo de sus caderas, elevándola de la cama. La almohada estaba apoyada de tal manera que la parte pequeña del vibrador quedaba expuesta. El constante zumbido la mantenía en vilo, pero sin estimulación adicional Erin estaba lista, incapaz de hacer el salto final. Sin embargo, su tensión se incrementó a niveles más altos cuando él alzó la parte inferior de la bata, exponiendo su culo y el vibrador que continuaba zumbando. —Ésta es una imagen por la cual vale la pena volver a casa — Patrick acarició los suaves globos del culo de Erin, disfrutando de la acolchonada sensación que proporcionaba su nueva y llena figura. No podía esperar a hundirse en su suavidad, apretar sus caderas con fuerza mientras se apoderaba de ella. No había duda en su mente de que ella era una virgen anal y la idea de lo caliente y apretado que estaría, en

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especial con el vibrador alojado comodonamente en su coño, tenía a su polla goteando líquido preseminal libremente. Extendiendo la mano, Patrick disminuyó la velocidad del vibrador de nuevo a un nivel más tortuoso. No permitiría que Erin se corriera tan rápido. Definitivamente necesitaba ser castigada después de irse a los pisotones y encerrarse en su habitación. Por supuesto, si fuera sabio, Patrick sabía que esa era la oportunidad perfecta para irse. Él había roto su compromiso, por el amor de Dios. Pero en vez cavilar a solas acerca de eso, Erin estaba viviendo en su apartamento y estaban teniendo el tipo de sexo salvaje y desinhibido que sólo había soñado. Mirándola yacer sobre la almohada, atada a la cama y a su merced, Patrick sabía que no había ni una maldita manera que fuera a dejarla de momento. —Estás en la posición perfecta para que te folle por el culo. Y con el vibrador zumbando en tu coño, estarás totalmente llena. —¡Oh Dios! De ningún modo. —Hay un modo y empieza con montones y montones de lubricante. Erin giró la cabeza violentamente, estirando el cuello para mirarlo por encima de su hombro. —No tengo ningún lubricante. —Entonces mi salida de compras no ha sido completamente en vano —Inclinándose, Patrick mordió la parte superior de su carnoso culo, haciendo que Erin gritara de asombro—. No vayas a ninguna parte. Y no te corras. A medida que salía del dormitorio, pudo oír a Erin maldecir a todos sus parientes. Encontrando la bolsa marrón que contenía sus compras del día, Patrick rebuscó entre los elementos hasta que encontró el lubricante. Algunas de las otras sorpresas tendrían que esperar para otro día. Volvió a la habitación para escuchar a Erin que seguía quejándose amargamente, retorciendo las caderas hacia atrás y adelante mientras trataba infructuosamente de liberarse.

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—No puedo creer que me dejaras inmovilizada aquí. ¿Y si te hubiera pasado algo y me quedaba atrapada aquí de esta manera? —Entonces los equipos de rescate se encontrarían con una sorpresa —El grito de indignación de Erin le dio ganas de reír, pero Patrick no quería hacerla enojar otra vez. Su vergüenza por la posibilidad de ser encontrada en una situación comprometedora era adorable, pero no creía que ella lo viera así. En lugar de discutir sobre eso, él estaba más interesado en ver si la realidad podía igualar a sus fantasías. Patrick rápidamente se despojó de su ropa. —¿Has sido una buena chica mientras yo no estaba? —Patrick destapó el tubo de lubricante, extrayendo una generosa porción con la que comenzó a revestir su verga. —¿Que más voy a ser? Estoy atada aquí como un pavo en Acción de Gracias. —Todavía puedes mover la mitad inferior de tu cuerpo. Y creo que te he dejado muy claro que no quería que te corrieras. —Bien por ti entonces —la frustración anudaba su voz. —No nena, bien por ti. Será mucho mejor cuando tu cuerpo este latiendo alrededor de mi polla y me corra profundamente dentro de ti. Mientras hablaba, Patrick suavemente abrió sus nalgas y se inclinó para lamer a lo largo de la unión. —¿Que... que estás haciendo? —la voz de Erin sonó confusa, pero enriquecida con hambre también. —Hacerte sentir bien. Regresando a su culo, Patrick movió su lengua directamente sobre su roseta, girando de un lado a otro sobre ella. Cubrió su hoyo con saliva, aplicando más presión con la lengua hasta que se metió en el agujero prohibido. —Yo nunca... —Lo sé cariño, lo sé —sentándose hacia atrás, Patrick introdujo un dedo lubricado en su roseta. En lugar de la resistencia que había sentido

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antes en la sala, entrando en ella fácilmente en su debido al vibrador

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Erin se abrió a la invasión, la única evidencia de él era su aliento agitado. Aunque su dedo se deslizó interior, también podía sentir la tensión adicional zumbando suavemente aún en su coño.

Empujando un segundo dedo dentro de su culo, Patrick estiró la parte trasera de Erin, preparándola para su pene. A los pocos minutos, Erin gemía suavemente y empujaba hacia atrás contra él, sacudiendo sus caderas. —¿Estas lista, nena? —No... sí... no sé —Patrick se rió entre dientes. —Siempre y cuando estés segura. —No creo que vaya a ser capaz de manejar la situación —la voz de Erin se había vuelto suave y ya no era desafiante. —Sí, lo harás, porque vamos a estar en esto juntos. Tan pronto como las palabras salieron de su boca, Patrick quiso retirarlas. Su admisión sonaba demasiado íntima. Afortunadamente Erin no hizo ningún comentario. En su lugar, vio que su trasero empezaba a perder resistencia. Sacando los dedos de su culo, Patrick empujo las rodillas de Erin bajo su cuerpo, haciendo que su culo se presentase más plenamente a él. Patrick agarró su polla y coloco la cabeza en su capullo rosa. —Te ves hermosa como estás, nena —La inhalación brusca de Erin lo impulsó hacia delante, y siempre muy despacio, deslizó la cabeza en la entrada de su culo. Su cuerpo se sacudió cuando él comenzó a entrar en ella y Erin se agarró fuertemente, con sus manos atadas, del cinturón que las sujetaba. —¿Te hago daño? —No... Bueno, tal vez un poco, pero no te detengas —Su pequeña demonio todavía estaba tratando de dar órdenes.

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—No te preocupes, no lo haré —empezó a entrar y salir, yendo un poco más lejos cada vez, hasta que por fin estuvo completamente asentado en su interior. La sensación era diferente a cualquier cosa lo que jamás hubiera experimentado antes. La estrechez de su culo era inimaginable, pero más poderosa era la confianza que ponía en él para permitirle eso. Patrick estaba impresionado por su voluntad de hacer precisamente lo que él le pedía, aunque ella se resistiese al principio. —Maldita sea, nena, te sientes tan bien —Patrick osciló dentro de ella, tomándose el tiempo de hacerle el amor a su culo, para que ella pudiera acostumbrarse a su grosor—. Tan apretado, tan caliente. La delgada pared entre su culo y su coño era lo único que separaba el vibrador de los empujes constantes en su culo. Podía sentir los movimientos de ronroneo del juguete con cada zambullida que él hacía. Si la pulsación se sentía tan bien para él a través de la delgada barrera, Patrick solo podía imaginar la sensación que Erin estaba experimentando. Al diablo con la imaginación. —Dime qué sientes al ser follada por dos pollas a la vez. Erin intentó enterrar su cara en el colchón para no tener que responder, pero Patrick no iba dejar que se escondiera de él ahora. Si quería escapar, Erin debería haber corrido cuando le dio la oportunidad la primera vez. Con un movimiento de su muñeca, Patrick le dio un golpe certero a un costado de su culo. —Respóndeme —Sus palabras amortiguadas sólo le valieron otra cachetada—. No me obligues a decírtelo otra vez, Erin. Erin levanto la cabeza y miró por encima de su hombro con furia en sus ojos. —Se siente bien, ¿de acuerdo? —Sonriendo, Patrick frotó la palma de su mano contra la piel enrojecida. —¿Cuánto de bien? —Mucho. Traducción de Musa

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—¿Mejor que esto? —Patrick llegó con su mano por debajo de ella y agarró el vibrador. Enterró su polla bien dentro de su culo y empezó a follar su coño con el juguete. Por los sonidos de los gemidos de Erin, Patrick supuso que a su chica le gustaba la doble penetración. —Me estas matando —gimió Erin y se agarró a la cama desesperadamente, pero continuó empujando efusivamente con cada uno de sus impulsos. —Te gusta estar llena. —Si, me gusta —Erin jadeaba ahora, su cuerpo brillaba con el resplandor de sus esfuerzos. Patrick finalmente apagó el interruptor, el juguete detuvo su zumbido, aunque lo dejó enterrado profundamente en su coño. Erin sollozaba por la insatisfacción, pero pronto ronroneó con deleite cuando Patrick encontró su clítoris y empezó a frotar vigorosamente. —Oh Dios, me tengo que correr. —No te corras todavía. No hasta que yo te lo diga —Patrick comenzó a empujar más y más rápido. Por los gemidos de Erin, se podría decir que estaba muy cerca. —No puedo detenerlo. —Sí puedes. Lo harás —Patrick vio a Erin dejar caer la cabeza derrotada. Su cuerpo se estremeció en reacción cuando contuvo el orgasmo. Con un poderoso impulso final, le ordenó—: ¡Ahora Erin! ¡Córrete ahora! Erin echó la cabeza hacia atrás y gritó cuando el orgasmo estalló en su cuerpo. El apretón de sus músculos hizo que Patrick vaciara su semilla escasos segundos después. Colapsando sobre su cuerpo boca abajo, un solo pensamiento se centraba en su cabeza: Erin era gritona.

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Capítulo 6

Erin se afanaba trabajando en la cocina a la mañana siguiente, recopilando todos los elementos para los paquetes de ayuda para los soldados. Había dormido hasta tarde, pero Patrick todavía no se había movido y ella estaba a toda marcha desde hacía dos horas. Mordisqueando una zanahoria, comprobó su lista para determinar qué elementos todavía faltaban. Si era capaz de llenar los huecos ese fin de semana sería capaz de entregar los paquetes a la base el lunes. El movimiento desde la otra habitación le anunció que Patrick estaba finalmente despierto. Erin se mordió el labio inferior nerviosamente, preguntándose cómo iba a enfrentarse a él después de la pasada noche. Era capaz de admitir que todas las cosas que habían hecho le habían encantado, pero en la visión retrospectiva de la mañana, se preguntaba si se había logrado algo. Sus problemas no habían sido discutidos y nada había sido resuelto. Nerviosa, se alisó el pelo hacia atrás, preguntándose si debería haber dedicado más tiempo a su aspecto esa mañana. Oh diablos, ¿a quien quería engañar? Si realmente hubiera querido hacer algo, debería haber estado trabajando para perder esos dieciocho kilos de más antes de hoy. Patrick entró en la cocina y Erin brincó. Su presencia en la pequeña sala le abrumaba los sentidos. —El café huele bien. —Te doy una taza —Erin comenzó a preparar su café, la rutina asentó un poco sus nervios. Lo hogareño de la situación no escapó a su atención. Cualquiera que estuviera viendo la escena imaginaría que ellos eran una segura y feliz pareja. —¿Que es todo esto? — Patrick señaló los elementos esparcidos sobre la mesa de la cocina cuando le entregó la taza de café. —He estado recogiendo artículos para hacer paquetes de ayuda a los soldados. Tengo que terminar de chequear las listas hoy y luego comprar los elementos que faltan para que pueda entregar todo a la

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base el lunes —Erin sintió como si sus palabras estuvieran huyendo de su boca. Patrick asintió con la cabeza y se sentó en una silla con la pierna apoyada en el peldaño. La observó mientras ella regresaba a comprobar los elementos de su lista. Erin se sintió como si estuviera en una pantalla mientras trabajaba, preguntándose cuando iba a caer la próxima pregunta. No tuvo que esperar mucho. —¿Por qué no te sientas para hacer eso en vez de estar inclinándote? Tal vez porque mi culo esta dolorido, no solo por la paliza, sino también por la enérgica follada. —Es más fácil así —Patrick capturó su mano, deteniendo sus movimientos. Erin arqueó una ceja. —Te sientes bien esta mañana, ¿verdad? —Casi parecía preocupado, a excepción de la sonrisa de superioridad que jugaba en sus labios. —Excelente —Erin se apartó de él y cogió otra zanahoria, masticándola con un rápido movimiento de mandíbulas. —Son sólo las diez de la mañana. ¿Por qué estás comiendo zanahorias? —Son saludables. —Sin embargo, no es un desayuno muy apetitoso. Tú solías hacer panqueques los sábados por la mañana —Erin ahogó un gemido. Le encantaban los panqueques con un montón de jalea. No. Tenía que ser fuerte. —Demasiados carbohidratos Patrick la miró con confusión. —¿Y qué? Te encantan los panqueques. —No puedo —Erin le dio la espalda, aparentemente para agarrar una botella de agua de la nevera, pero en realidad para esconderse de sus ojos indiscretos.

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—¿Cuándo empezaste a vigilar tus carbohidratos? —¿Qué se supone que significa eso? —Erin se dio cuenta de que su culo sobresalía mientras buscaba el agua en la profundidad de la nevera. Cuando al fin localizó la botella, se puso de pie. —Significa exactamente lo que he dicho. —Es lo que no dices —Erin azotó la puerta del refrigerador cerrándola. —Por favor, ilumíname —Las palabras de Patrick fueron pronunciadas en voz baja, pero Erin tuvo la sensación de que estaba molesto y realmente no podía entender por qué. Si alguien tenía derecho a sentirse ofendida era ella. —Sólo me pregunto por qué me preguntas desde cuándo observo los carbohidratos ya que tu comentario lo has hecho sonar como si fuera obvio que ciertamente no lo había hecho hasta ahora. —No he querido decir eso. De hecho, sólo me lo preguntaba. —Bueno no necesitas preguntarte más. He comenzado hoy, ¿está bien? —No, no está bien. Hay algo más en juego aquí y me gustaría saber qué es. Mira quien fue hablar, señor “tengo el bote lleno de secretos”. Erin no quería tener esta conversación. Ya bastante malo era saber que él pensaba que estaba gorda. Realmente no necesitaba la confirmación verbal. Pero él podía ser como un perro con un hueso cuando tenía un problema con alguien o algo, y parecía que iba a hacer de esto un problema. —Estoy gorda, ¿de acuerdo? y quiero hacer algo al respecto. Así que estoy vigilando mis carbohidratos —Patrick se sentó en silencio por un minuto y Erin pensó que podría evitar la conversación más vergonzosa inimaginable, pero no, no fue así. —No estás gorda.

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—Por favor… no me mientas. Es bastante obvio que he subido de peso en los últimos dos años. —Bueno, no puedo decir que no me he dado cuenta de que has añadido algunos kilos de más. —Ya sé que lo sabes. He oído cada comentario. —¿Qué comentarios? —Erin empezó a contar cada humillación con sus dedos. —Vamos a ver: “Sin duda hay mucho más de ti en estos días” “Entonces los equipos de rescate se encontrarían con una sorpresa” ¡ah! Y por último, pero no memos importante, no hay que olvidar la carta que me enviaste rompiendo conmigo refiriéndote a la foto que te envié por correo electrónico como prueba de lo mucho que he cambiado. —No puedo entender la lógica de las mujeres, incluso cuando se me explica. ¿Como puedes tomar esos incidentes y convertirlos en un festival de ataques míos sobre tu peso? —Yo los llamo como los veo. —Bueno, abre tus ojos, pequeña. Sucede que estos últimos días he disfrutado mucho tus curvas, como no puedes ni imaginar. Nunca he estado interesado en follar un palo, y ser capaz de sostener tu culo mientras te follé anoche estuvo muy bien. No podía quitar mis manos de ti. Erin sintió que el rubor de la vergüenza pasaba sobre ella, junto con el placer que tomó de sus comentarios. —Yo supuse... —Sabes lo que dicen de asumir —El timbre del teléfono interrumpió la conversación y Patrick salió de la cocina para coger el auricular. Erin negó con la cabeza con asombro. Desde que había recibido el correo electrónico de Patrick sobre el deseo de romper su compromiso, había estado segura que el factor decisivo había sido su peso. Incluso cuando Marianne insistió en que era algo más, Erin se sintió segura de que su peso había contribuido al problema. Escuchar

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ahora que a Patrick no le importaba —demonios, ahora le gustaban sus curvas— era una píldora difícil de tragar. Erin podía oír a Patrick hablar por teléfono, su voz cada vez más fuerte. —No es necesario... Al entrar en la sala de estar, pudo verlo pasear por la habitación mientras sostenía el teléfono en la oreja. Se detuvo de repente la verla y le entregó el teléfono. —Es tu novio. Erin puso su boca en una línea firme y tomó el teléfono. —Hola. —Erin, soy Dave. —Hola Dave. ¿Qué pasa? —¿Estas bien? —Por supuesto —Erin escuchaba a Dave mientras veía a Patrick pararse frente a la chimenea, con las manos apretadas y oyendo cada palabra. —Estaba preocupado por ti después de dejarte anoche. Tu novio parecía que estaba realmente enojado. —Ningún problema Dave, pero gracias por pensar en mí. —Estoy preocupado por ti, Erin. No has sido tú misma los últimos meses y ahora que él está en casa, es peor. Prácticamente me estaba interrogando en el teléfono, deseando saber por qué te estaba llamando. —¿En serio? Lo siento mucho. Es... bueno, digamos que lo estoy manejando, ¿de acuerdo? —Quiero que sepas que tienes un amigo si lo necesitas. —Gracias Dave, te lo agradezco. Hablaré contigo el lunes.

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Erin puso fin a la conversación y miró a Patrick a través del cuarto. Había temido un enfrentamiento, pero necesitaba saber dónde estaba con respecto a su relación con él. No había manera de que pudiera continuar en ese estado de limbo. Amar tanto a Patrick era su perdición. Mientras Patrick escuchaba la conversación de Erin con el imbécil, trató de frenar sus emociones. Una foto puesta en la repisa de la chimenea llamó su atención. Había sido tomada en su fiesta de compromiso y el fotógrafo había captado perfectamente la personalidad de ambos. Erin estaba riendo de algo que alguien había dicho, su alegría y exuberancia brillaba en su rostro. Patrick también tenía una sonrisa, pero en lugar de mirar al fotógrafo, estaba centrado por completo en Erin, con una mirada de amor y adoración brillando en sus ojos. Patrick pasó un dedo por la cara de Erin en la foto, recordando aquel día. Erin era una persona de luz y vida, alguien a quien le encantaba estar con otras personas y disfrutar las situaciones sociales. Esto era exactamente lo contrario de Patrick, que prefería pasar tiempo a solas con Erin. Él la amaba. Había estado muy seguro de que estaba haciendo lo correcto en el momento en que le envió aquel correo. Ella debería estar con alguien que la hiciera feliz. La realidad tiró todos sus planes por la ventana cuando llegó a casa y la encontró viviendo en su apartamento. En ese momento, Patrick debería haberse dado cuenta que estaba condenado. Cuando Erin no huyó de sus demandas sexuales, supo que nunca la dejaría ir. Ahora tenía que encontrar la manera de darle la noticia a ella. —¿Por qué estabas interrogando a Dave? —Erin parecía enfadada cuando colgó el teléfono. —Él no tiene ningún derecho a llamar aquí y preguntar si estás bien. —¿Por qué no? Es un amigo. Además, tú no tienes ningún derecho tampoco, sólo estamos follando y yo puedo follar o no a quien quiera.

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Patrick la agarró del brazo tirándola hacia él. Inclinando su rostro al suyo, le susurró: —Mientras lleves mi anillo, no follas a nadie más que a mí. ¿Entiendes? Nunca más follarás con otro, era lo que él quería decir. —Tal vez no debería estar usando tu anillo. Técnicamente el compromiso está roto, ¿no? —Erin jaló el anillo tratando de sacarlo de su dedo. —Ni se te ocurra. Erin se soltó de su agarre sobre ella y sacudió los brazos en el aire. —Estoy tan enferma y cansada de esto. Rompes el compromiso, no me deseas, pero quieres atarme, golpearme y follarme de todas las maneras y en cualquier lugar que desees. Decídete de una puta vez. —¿Así que una llamada de Dave y estás lista para quitarte mi anillo? —¿Estás jodidamente loco? ¡Tú rompiste el compromiso! —¿Así que eso te da carta blanca para follar con cualquiera, ¿no? Patrick no deliberadamente.

podía

entender

por

qué

la

estaba

cabreando

—No te mereces esto, pero aquí va: Nunca he follado con Dave. Tú eres el único hombre con el que he estado, el único hombre que ha estado dentro de mí, el único hombre que he amado. Patrick contuvo el aliento ante sus palabras. Había estado furioso cuando ella comenzó a bromear y provocarlo acerca de Dave. Instintivamente sabía que Erin le había permanecido siempre fiel, aunque realmente no podía culparla si hubiera encontrado a alguien más. Él no era ciertamente un premio. Habían estado separados por dos años y luego la había dejado por correo electrónico. Cualquier mujer estaría huyendo como alma que lleva el diablo. Traducción de Musa

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En vez de eso, Erin le dio la bienvenida a casa con amor, dispuesta a hacer cualquier cosa para mantenerlos juntos. Así que, naturalmente, él insultó sus buenas intenciones siendo tan grosero como le fue posible. De inmediato le vino a la mente que ella era todo lo que él no era: buena, amable, decente. Y al pensar en todas las cosas horribles que había hecho, todavía le declaraba su amor. Eso le quitó el aliento. —Bueno, puedo ver lo mucho que significa para ti esa declaración. —Las lágrimas obstruían su voz—. Sólo responde una cosa. ¿Por qué? Si no fue por mi aumento de peso ¿qué fue lo que te hizo querer romper el compromiso? —Parecía que era lo correcto para hacer en ese momento. Yo no estaba exactamente bien de la cabeza. Erin parecía un poco avergonzada cuando ella admitió: —Sé que tienes cita con un terapeuta el lunes. Escuché el mensaje que dejó tu capitán. Patrick asintió con la cabeza con asombro. Era un milagro que ella aún estuviera allí. —Ya veo. ¿Así que crees que estoy loco? —No, en absoluto. Puede que haya asumido demasiado, pero no creo que estés loco. Por otro lado, tengo que decir que cuando entraste por esa puerta hace un par de noches, ni siquiera estaba segura de reconocerte. Era como si toda la vida, toda la risa hubiera sido absorbida, dejando una cáscara vacía. Patrick se pasó una mano cansada por la cara. —Eso suena acertado. No sentía nada más que desesperación. —¿Desesperado por deshacerte de mí? —El dolor que ella sentía era evidente en su tono. —No fue así. —¿Cómo fue? Porque para mí fue la devastación total. Pensé que iba oír que finalmente volvías a casa por mí. En vez de eso, me entero

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de que vuelves a casa, pero no me quieres más. Mi familia y amigos no pueden entender por qué todavía quiero hablar contigo. —Yo nunca dejé de quererte. —Entonces, ¿por qué? —La voz de Erin se rompió mientras repetía la pregunta que Patrick nunca quiso contestar. Pero ella merecía la verdad. —Maté a mi mejor amigo —Erin lo miró con una breve mirada de sorpresa y horror en su rostro. Bueno, eso no era lo que tenía planeado decirle, pero antes de poder retractarse, Erin tomó su mano, la besó brevemente antes de colocarla sobre su corazón. —Cuéntamelo —su voz no tenía ninguna censura, sólo aceptación. Lo hizo sentir dispuesto a abrirse por fin a ella. —Yo estaba a cargo de una misión. Desafortunadamente nos dieron mala información militar y nos encontramos en una emboscada. Jerry quería retirarse, pero yo tenía órdenes y pensé que todavía podíamos completar la misión. En cambio, mi decisión lo mató. —Lo siento mucho por la pérdida de tu amigo, Patrick, pero yo todavía no entiendo. ¿Por qué no viniste a mí en vez de alejarte? Estamos comprometidos. Las promesas de matrimonio son para bien y para mal. ¿Creíste que te abandonaría en el peor momento? —Nunca, Erin. Nunca puse en duda tu amor. No sé si me explico. —Patrick necesitaba sentir su cuerpo junto al suyo y la tomó en sus brazos, envolviéndola con fuerza antes de continuar su relato—. Mi estado mental después de la misión no era precisamente estable. Durante mi interrogatorio, estuve perdido. Después del incidente, no creía que fuera bueno para nadie. Había estado leyendo tus correos electrónicos sobre ese tipo del trabajo que siempre estaba disponible para ayudar, el tipo que siempre parecía estar allí para ti. Cuando vi la foto pensé, “ella es feliz” y decidí que tenía que dejarte ir para que pudieras vivir una vida con alguien como él, alguien que pudiera ser bueno para ti —Al decirlo en voz alta, Patrick apenas podía creer que alguna vez hubiera pensado que fuese una buena idea—. No llores nena —le acarició los brazos al sentir temblar su cuerpo. Erin golpeó sus manos alejándose. Traducción de Musa

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—No estoy llorando, idiota. Estoy furiosa. ¡Tú renunciaste a nosotros! —No renuncié a nosotros, a pesar de lo que podría parecer. —¿En serio? —Cruzando los brazos sobre sus pechos, Erin lo enfrentó, lista para la batalla—. Entonces, ¿como lo llamarías? —Sólo necesitaba un poco de espacio. Un tiempo para adaptarme. —Espacio... espacio... te voy a dar todo el espacio que necesitas. Erin comenzó a dirigirse por el pasillo hacia el dormitorio. Ahora que había confesado todo, no estaba dispuesto a dejarla ir tan fácilmente. Persiguiéndola, la arrinconó más cerca mientras ella luchaba contra su agarre. —No puedo dejarte ir. —Estabas dispuesto hacer precisamente eso hace unos días. —Nunca estuve dispuesto a dejarte ir. Yo simplemente no quería hacerte daño. —Para con esa mierda. Tenias que haber sabido que el correo electrónico me haría daño. Y cuando llegaste a casa y me encontraste aquí no fuiste exactamente amoroso. Erin trató de alejarse, intentando escapar. —Estaba confundido. Pensé que serias más feliz con alguien que no tuviera tanto equipaje. —Entonces, ¿que ha cambiado? —Eres mía. No me dejaste ir, ahora yo no te dejo ir. —¡Vaya! Gracias por avisarme. Ayer querías arrojarme por la puerta, ahora has decidido que no vas a dejarme ir. —Debería haberlo dicho en su momento, pero nunca podría haber seguido hasta el final. No esperaba que estuvieras aquí, pero incluso si no hubieras estado, te habría encontrado, a su tiempo.

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—Es fácil decirlo ahora, pero trataste de empujarme a los brazos de otro hombre. —Maldita sea, Erin, la idea de que estés con alguien más me da ganas de arrancarle el corazón al tipo. Pensé que podría manejarlo, por ti. Al verte otra vez, verte con él, hizo que todas mis tendencias dominantes salieran a la superficie —Erin resopló con desdén. —Así que ahora es mi culpa que decidieras ser un matón —Patrick negó con la cabeza. —No, al principio pensé que estarías espantada. Pero luego respondiste tan bien a todo. Dios, Erin me hizo desearte más. —Quieres follarme, pero no amarme —Las lágrimas obstruyeron su voz mientras hablaba. —Te amo Erin —Patrick dijo las palabras, sabiendo que eran más ciertas hoy que nunca antes. Erin se quedó en silencio durante tanto tiempo que Patrick consideró soltarla, solo para poder mirarla a la cara. Finalmente ella habló, haciendo que su corazón se disparara. —Entonces demuéstralo. Hazme el amor y hazme olvidar que quisiste deshacerte de mí.

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Capítulo 7

Erin ya no quería pelear más. Ella amaba a Patrick y él le había declarado su amor por ella. A pesar de que no era tan ingenua como para suponer que sus problemas estaban resueltos, Erin tampoco quería prolongar lo inevitable. Patrick dijo que no iba dejar que se fuera. En lo que a ella concernía, todo sería finalmente resuelto. Estaba dispuesta a seguir adelante y llegar a las cosas buenas: el reencuentro, el sexo de reconciliación, cualquier cosa que le quieran llamar. Patrick se apartó de ella por un momento, mirando fijamente su cara, buscando algo, ella no estaba segura de qué. Pero debió haber visto lo que fuera que estaba buscando, porque lanzó un largo suspiro que ella ni siquiera sabía que estaba conteniendo. Alzando su mano para alaciarle el cabello y apartándolo de su cara, él le preguntó: —¿A mi manera? —Erin no pretendía hacerse la que no entendía. Pensar en lo que Patrick tenía en mente la había hecho apretar las piernas juntas. —Sí, soy tuya cuando quieras y como quieras —La pasión se encendió en sus ojos, haciendo que el calor le picara a través de la piel. Sabiendo que la deseaba con tanta intensidad que le hacía responder tan ferozmente. Aunque era nuevo para ella, su forma de amar era algo que estaba empezando a desear como una droga. —Buena chica —Patrick cogió una bolsa que ella no había visto y metió la mano, sacando una negra venda para los ojos—. Ve a la habitación, quítate todo, ponte esto y luego arrodíllate en medio de la cama. Erin tomó la venda para los ojos con dedos inertes, contemplando lo que estaba a punto de hacer. ¿Podría manejarlo? Mirando a Patrick, una sensación de calma se apoderó de ella. Lo amaba y confiaba en él y sabía que cualquier cosa que hiciera estaría bien. Patrick sonrió y la besó suavemente antes de palmear su culo para mandarla por su camino. Erin ya podía sentir sus jugos fluyendo y sabía que si tenía que esperar mucho tiempo por él, pronto estaría empapada en la cama.

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Una vez en el dormitorio, Erin rápidamente se quitó la ropa. Quería desesperadamente apagar las luces, todavía poco consciente de su cuerpo. Por otra parte, Patrick le había dicho que aún se sentía atraído de ella, sin importar que. Finalmente decidió dejar las dos lámparas de noche prendidas, trepó en medio de la cama y se puso la venda en los ojos, bloqueando toda la luz. La pérdida de visión la sumió en un mundo en que los otros sentidos de repente parecían mucho más importantes. Olía a quemado y se dio cuenta de que Patrick había entrado al cuarto y había encendido una vela. Los oídos de Erin se esforzaron por oír sus movimientos, pero era como si estuviera deliberadamente tratando de ser lo más silencioso posible para evitar que ella supiera lo que estaba haciendo. Así como ella predijo, la anticipación de lo que iba suceder, lo que podría ocurrir, tenía su sexo llorando de placer y sus muslos estaban mojados con la evidencia de su necesidad. Sus pezones eran pequeños puntos duros pidiendo atención y sus piernas estaban tensas por la posición de sus rodillas. Aunque sabía que sólo tenían que haber pasado unos minutos, se sentía como si fueran mucho más. La sensación de su mano, acariciando su vientre suavemente la hizo saltar de sorpresa y alegría. Sorpresa de que el la hubiera tocado esa parte de sí misma de la que estaba tan avergonzada, y alegría de sentir sus manos acariciándola amorosamente. —Eres tan hermosa —Al oír sus palabras le daban ganas de llorar por la profundidad de las emociones que escuchaba. Pensar en lo que hubieran perdido si se hubiese dejado llevar por sus inseguridades y no luchar por él. Inesperadamente sintió la succión húmeda de su boca sobre su pecho cuando Patrick chupó el pezón en su boca. Agarró el otro pecho con la mano, golpeando el pezón con el pulgar. El doble toque le hizo perder el equilibrio y cayó hacia atrás, apoyando su culo en el suelo y apoyándose con los brazos amarrados tras ella. Patrick soltó el pezón con un pop y Erin gimió ante la pérdida del contacto. —Tienes los pezones muy sensibles. Te he comprado un regalo para ellos —Erin se estremeció al recordar el dolor y el placer de las Traducción de Musa

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pinzas de ropa—. Shhh, está bien nena. Yo nunca haría nada para lastimarte. Patrick tomó su cara mientras le hablaba y Erin se derritió con su toque. —Lo sé —Brevemente se alejó de la cama, Patrick volvió al instante y toqueteó sus pezones, trayéndolos al centro de atención una vez más. Podía oír a Patrick respirar pesadamente antes de que sintiera una ligera presión en el primer pezón y luego en el otro. Una sensación de pesadez invadió las puntas de sus pechos, pero no había sido el dolor punzante de las pinzas de ropa. —Son un hermoso par de anillos de pezones con pequeñas piedras en forma de gota en ellos. Tal vez algún día podamos llegar a perforar tus pezones —Las caderas de Erin se sacudieron en reacción a la idea de marcarse permanentemente para él. Patrick se rió cuando vio el movimiento—. ¿Te gusta la idea? —Sí, nunca pensé que lo haría, pero sí. Me gusta mucho la idea. Avanzando entre sus piernas, Patrick abrió sus rodillas, separándolas más, antes de recorrer con sus dedos a lo largo de la apertura de su coño, extendiendo el líquido que encontró allí. Erin se resistió a su contacto, gimiendo suavemente. —Si, más. Oh, Dios, más. —Shhh, te voy a dar todo lo que necesitas —Patrick la acarició suavemente jugando con su carne. Los dedos, de vez en cuando, rozaban su expuesto clítoris, haciendo que Erin corcoveara un poco, tratando de prolongar el contacto. Deslizando el dedo dentro de los labios, penetró en su calor. Su coño envolvió su dedo con entusiasmo mientras él comenzaba a bombear lentamente dentro y fuera. Añadió un segundo dedo, encontrando un secreto y dulce lugar, que Erin ni siquiera sabía que existía. Gritó ante las sorprendentes sensaciones. Cuando llevó su otra mano arriba y pellizcó suavemente el clítoris con sus dedos, Erin supo

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que no le tomaría mucho tiempo. Su cuerpo palpitaba con la necesidad de liberarse. —Córrete para mí, nena. Córrete por toda mi mano. —¡Dios mío, Patrick! —gritó Erin mientras su orgasmo llegaba, sus caderas bombearon en sus dedos empujando. Se derrumbó en la cama, incapaz de soportar por más tiempo. Patrick le movió las piernas y se arrodilló entre sus muslos abiertos. Él seguía acariciando el fuego que había creado, inclinándose hacia adelante y lamiendo su dulzura, lamiendo su corrida—. No puedo soportarlo —gimió, pero su cuerpo la traicionó cuando empezó a ondular ante sus atenciones. Se balanceaba atrás y adelante, montando las estocadas de su lengua mientras Patrick seguía comiendo su coño, conduciendo su deseo más alto una vez más. Justo cuando pensaba que se iba a correr de nuevo, Patrick se echó hacia atrás, provocando un grito de frustración en Erin. —Tenemos toda la noche por delante —Erin gimió sabiendo que pensaba alargar cada tortuoso segundo, llevándola hasta el punto del clímax antes de dar marcha atrás y empezar de nuevo—. Acuéstate en la cama, con los brazos y las piernas abiertas como águila —Patrick estaba de vuelta en su modo de comando y Erin saltó para cumplir su orden. Rápidamente la había sujetado a los postes de la cama, limitando sus extremidades con solo un movimiento. Erin se preguntaba qué habría planeado a continuación, pero no tuvo que esperar mucho para averiguarlo—. Voy hacer algo, pero no quiero que te asustes —La pérdida de control la estaba asustando y estimulándola al mismo tiempo. Dado que no podía hacerse cargo de la situación, sólo tenía que permitir que su cuerpo reaccionara a lo que Patrick estaba haciendo con ella—. ¿Estás lista? Erin asintió con la cabeza, incapaz de hablar. La sensación de algo caliente que goteaba en su pecho tenía a Erin jadeando sin aliento. Se había hecho la cera del bikini antes, pero nunca esperaba sentir la cera caliente cubriendo sus pechos y pezones. La sensación era embriagadora, especialmente mientras arrastraba la cera por su vientre, rodeando el ombligo. Su clítoris estaba

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rogando por el contacto de la cera, pero Patrick se detuvo. Suavemente apretó la protuberancia hinchada, explicando: —No quiero utilizar la cera aquí hasta que estés completamente depilada. Solo puedo imaginar lo suave que será —Patrick acaricio su coño mientras hablaba y Erin tiró de sus ataduras, con ganas de tocarlo. —Eso no significa que no podamos disfrutar de este dulce coño. El goteo de agua en la cara interior de su muslo fue la única advertencia que tuvo antes de que Patrick recorriera con un cubito de hielo a lo largo de la abertura de su coño. Erin saltó ante la sensación de frío a lo largo de su núcleo caliente y trató de escabullirse lejos del hielo. —Shhh, quédate quieta y disfruta de lo que sientes —Patrick acarició a lo largo de sus labios hasta que llego a su clítoris, frotando el cubito en círculos alrededor de la hinchada protuberancia. Erin estaba gimiendo mientras el hielo se derretía y goteaba, añadiendo humedad en su coño. Cuando él le separó los labios y comenzó a presionar el cubo profundamente en su interior, Erin arqueó las caderas a la invasión. —¡Oh, Dios mío! está tan frió. —Déjame calentarte —Patrick sacó la lengua, lamiendo lentamente, desde su frío y apretado culo hasta el hoyo de su coño, donde enterró la lengua tan profundamente como pudo, lamiendo el agua fresca. La combinación de su calor y el frío hielo, la hizo sacudir sus caderas y presionar con fuerza hacia su boca. Poco a poco, finalmente se retiró, lamiendo hasta que llegó al clítoris. Envolviendo sus labios alrededor, Patrick chupó con fuerza hasta que Erin le suplicó. —Patrick, te necesito. Por favor, pensé que podría hacer lo que quisieras, pero no puedo esperar toda la noche —Erin odiaba la idea de darse por vencida, pero su cuerpo estaba en llamas por tenerlo dentro de ella. —Está bien, nena. Yo tampoco creo que tenga la paciencia de esperar mucho más esta noche —Patrick rápidamente soltó las ataduras, masajeó sus brazos y piernas para ayudar a la circulación. Su boca descendió sobre la de ella, presionando sus labios abiertos, Traducción de Musa

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aceptando la búsqueda de su lengua. Erin le envolvió los brazos alrededor de su cuello, agradecida de por fin tenerlo abrazándola una vez más. Rompiendo el beso, Patrick le quitó la venda de los ojos—. Quiero ver tu cara —Erin parpadeó mientras sus ojos se acostumbraban a la luz, por suerte atenuada. Le acarició los duros planos de su rostro, presionando besos en la línea de su mandíbula. —Ámame, Patrick. Te necesito dentro de mí. —Será un placer, nena —Patrick retrocedió por un momento y agarró su pene, empujando dentro de ella sin resistencia. Pero en lugar de moverse como ella había esperado que hiciera, rodó sobre su espalda, manteniéndose firmemente asentado en su interior—. Siéntate nena. Puedo ir más profundo dentro de ti de esta manera —Patrick dobló las rodillas, alzándolas a modo de respaldo para ella. Erin se sentó con cautela, insegura de sus movimientos, pero él tenía razón. Nunca lo había sentido tan profundamente antes—. Ahora cabálgame nena. Toma tu placer. Erin comenzó a mecerse en un primer momento, rodando sus caderas para encontrar el ritmo. Se sentía un poco incómoda e insegura, pero las palabras guturales de Patrick la animaron. —Eso es, buena chica —Patrick estaba sosteniendo sus caderas, dirigiendo sus movimientos y presionando hacia arriba para encontrarse con sus empujes. La apretó un poco hacia adelante y Erin se acercó, ofreciéndole sus pechos. Ella jadeó cuando el envolvió un pezón, succionándolo en su caliente boca. Pasando sus brazos por detrás de él, Erin se aferró a la cabecera de la cama mientras se impulsaba hacia atrás y adelante, montando su polla. —Dios, mujer me vas a matar —Erin sonrió, pensando que sería mutuo. Patrick cambió su atención al otro pecho, ligeramente rozando la cresta con sus dientes. Su clítoris estaba siendo estimulado con cada movimiento y Erin sabía que no sería capaz de aguantar mucho más. —Me voy a correr —Erin empujó hacia atrás, queriendo mirar a Patrick cuando se corrieran juntos. Su cuerpo se sacudió mientras el orgasmo la golpeaba, pulsando a través de cada uno de sus poros. Patrick agarró sus caderas y empujo duro por última vez, vaciando su

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semilla profundamente en su interior. Erin se desplomó sobre su pecho, física y emocionalmente agotada. El sentimiento de satisfacción pulsaba a través de su pecho recordándole a Patrick que estaba vivo. Esto no era un sueño o una aparición que hubiera conjurado. Todas las cosas que pensó que tendría que sacrificar estaban allí, al alcance de su mano, listas para ser tomadas. Acariciando la espalda de Erin con sus manos, Patrick se quedó asombrado por su buena suerte. No sólo estaba dispuesta a perdonarlo por romper el compromiso, un acto que incluso él podía ver como la más estúpida jugada que jamás hubiera hecho. Sino que ella estaba dispuesta a permitir que la dominara sexualmente. Demonios, incluso participó activamente. —Eres una mujer increíble, ¿lo sabías? —Erin apoyó la barbilla sobre su pecho, mirándolo fijamente con esos brillantes ojos azules. —Sólo para ti —Cuando Patrick le dio un manotazo en el culo, Erin chilló de sorpresa—. ¿Por qué has hecho eso? —Nueva regla: cada vez que te menosprecies, recibirás un castigo. —Yo no… —Patrick levantó una ceja y las palabras de Erin vacilaron por un momento—. Está bien, está bien, nada de charla autocompasiva. —Esa es mi chica. —Siempre que tú lo recuerdes —respondió ella sonriendo. Casi estaba listo para darle otro manotazo, pero no podía culparla por la verdad. —No voy a cometer el mismo error dos veces. Puedes contar con eso —Patrick sintió el suspiro de alivio de Erin y se maldijo por haberla lastimado. En retrospectiva estaba aclarado, y sabiendo lo que sabía ahora, hacía toda la diferencia del mundo. Había tratado de dejarla ir una vez y fue el peor tormento que jamás hubiera experimentado. Ella estaba unida a él.

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Erin yacía sobre su pecho, sus cuerpos todavía unidos juntos, ella deslizaba los dedos por su brazo. —¿Puedo hacerte una pregunta? —Por supuesto. —¿Cuándo decidiste que te gustaba esto? —De todas las cosas que podría preguntarle, eso era lo único que no esperaba. No quería lastimarla más, pero tenía que ser completamente honesto también. —Creo que de alguna manera siempre lo he sabido. —¿Incluso antes de irte? —Las palabras de Erin se amortiguaban sobre su pecho mientras hablaba. Patrick levantó la cabeza para poder mirarla a los ojos. Quería verla, pero también quería que ella viera su amor. —Siempre he tenido una personalidad dominante. Lo sabes. Había cosas que quería probar sexualmente, pero me pareció que estaba mal, algo a lo que no quería someterte. Erin se mordió el labio inferior mientras escuchaba y Patrick se preguntó qué estaría pensando, pero permaneció en silencio. Finalmente no pudo más con el suspenso y tuvo que preguntarle—. Vamos cariño, habla conmigo. ¿Qué pasa? —Me pregunto por qué no querías probar esas cosas conmigo antes pero ahora sí. Patrick dejó escapar su respiración contenida y trató de encontrar la manera de explicárselo. —Siempre te vi como si fueras inocente. Eras virgen la primera vez que hicimos el amor. —También tú, ¿no? —Técnicamente sí, pero tenía mucha más experiencia que tú. Y en ese momento pensé que tenía más deseo también. Cosas con las que una joven protegida como tú no debería tener que lidiar. Ella frunció el ceño.

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—Así que ¿no pensabas decírmelo nunca, o me ibas a engañar después de casarnos, cuando no pudieses tener en casa lo que deseabas? —Nunca me detuve a analizarlo —Patrick se sentía como si estuviera en una pendiente resbaladiza y al menor movimiento en falso pudiera estrellarse por completo. —Entonces, ¿qué ha cambiado? —La guerra cambia a las personas. Vi gente morir a mi alrededor. Me di cuenta que no podía ocultar una parte de mí mismo. Cuando llegué a casa y estabas aquí, ofreciéndote a mí tan dulcemente, fue como que algo se me rompió dentro, liberándose, y el hombre verdadero salió. El que te amaba y apreciaba, pero también el que quería controlar tu placer. Erin movió las caderas, volviendo la chispa de interés de Patrick justamente en esos placeres. —Yo no lo conocía, pero me gustó lo que me hiciste. Patrick se rió entre dientes. —Lo sé, cariño. Estabas tan caliente cuando te toqué que pensé que me quemaba. Erin hundió la cabeza en su pecho mientras se reía. —Dios, como te he echado de menos. No me dejes nunca de nuevo. No creo que pueda soportarlo. —Nunca más —Era una promesa que Patrick sabía que podía cumplir. Erin le había hecho volver del borde de la devastación a la luz. Era el lugar en el que quería estar siempre, con ella.

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Epilogo

Un año después.

Mientras conducían por el carril bordeado de árboles, Erin miró por encima de la hierba verde y exuberante que parecía seguir por kilómetros. Era hermoso, tranquilo y pacifico, pero sintió un ligero escalofrió de inquietud. Se volvió para mira a Patrick y una sonrisa apareció en su rostro. Había pasado un año desde que volviera a casa, y a pesar de que nunca iba a regresar a ser el hombre divertido y cariñoso que era antes de irse, Patrick había aprendido a relajarse un poco y a tomarlo con calma. Incluso en ocasiones lo había descubierto riendo, algo que ella había perdido la esperanza de volver a ver de nuevo, después de la primera noche de su regreso. Frenando contra la acera, Patrick aparcó el coche y saltó fuera, girando hacia su lado para abrirle la puerta. Erin se quedó sentada, sabiendo lo que oiría si trataba de salir por su cuenta. Le gustaba mimarla y uno de esos beneficios era ser un caballero que le abría la puerta y la ayudaba a bajar del coche. Sus manos se sentían frías mientras él las cogía ayudándola a ponerse de pie. —¿Como vas? —Erin no podía quitar la preocupación en su pregunta. —Bien. Ni muy bien ni muy mal, pero bien. Estoy más preocupado por ti. Erin sonrió y se frotó su ligeramente creciente vientre. Llevaban casados nueve meses y estaba embarazada de ocho. No queriendo perder el tiempo, Patrick quiso empezar a intentar tener una familia de inmediato. Dado que los dos eran jóvenes y saludables no les tomó mucho tiempo. —Estoy embarazada, no enferma —Patrick asintió con la cabeza, pero no parecía muy convencido. Por suerte no siguió con eso, en su

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lugar, puso su mano bajo su codo mientras la ayudaba a ir sobre el césped irregular. Caminaron a través de un mar de lápidas militares, cada una decorada con una bandera americana en ese Día de la Independencia. Finalmente llegaron a la que estaban buscando. Arrodillándose, Patrick colocó las flores delante de la cruz y pasó la mano suavemente sobre el nombre grabado ahí: Gerald “Jerry” Rightenour. Erin estaba detrás de él, su mano apenas tocaba su hombro y le ofrecía apoyo mientras él le presentaba sus respetos a su amigo. Poco después de su reconciliación, Patrick había comenzado a ver a un terapeuta, un hombre maravilloso que le había ayudado a superar la culpa que sentía por la muerte de su amigo. Ni Jerry ni Patrick tenían parientes vivos y se habían comprometido a cuidar el uno del otro en caso de que algo les pasara. Aunque Patrick había hecho todos los arreglos, era la primera vez que visitaba la tumba. Finalmente se puso de pie, tomó a Erin en sus brazos, abrazándola con fuerza. —Te amo. —Yo también te amo —Esa visita había sido el paso final para la curación de Patrick. Poco a poco comenzaron su camino de vuelta al coche, el brazo de Patrick cubría su hombro. —Sabes, Jerry puede ser el nombre de una niña o de un niño — dijo Patrick. —Uh, huh. —Odias la idea. Erin se echo a reír. —No, en absoluto. Estoy sorprendida de cuánto tiempo te ha tomado recomendarlo. —¿Por qué no me iluminaste antes, entonces? —Pensé que te darías cuenta de todo por ti mismo —Ayudándola a subir al coche, el silencio de Patrick era desconcertante. Ella se había Traducción de Musa

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acostumbrado a sus estados de ánimo y sabía que no era enojo, sino deseo lo que hervía a fuego lento bajo la superficie. Incluso después de un año de estar juntos y embarazada de ocho meses, una palabra, una mirada o una caricia, le hacían tener la crema fluyendo entre sus muslos. Una vez instalados en el coche, Patrick dio la vuelta para salir del cementerio. —Creo que alguien necesita un castigo. Lo malo es que tendremos que esperar hasta que nazca el bebé. Erin se lamió los labios con anticipación. —En realidad, el doctor me dijo que todavía era posible tener sexo, aun a estas alturas del embarazo. —¿En serio? Qué suerte para mí, entonces —Patrick le dirigió su diabólica sonrisa de poder. —No, suerte para nosotros dos. Erin le puso la mano en su muslo, acariciándolo suavemente. Ellos habían desafiado el fuego y finalmente sanado sus corazones heridos.

Fin

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