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Prólogo al lector
Cincuenta años consecutivos de participación de la Universidad de Guanajuato en el Festival Internacional Cervantino es una conmemoración ineludible. Para llegar hasta aquí se ha requerido de una invaluable suma de energía, trabajo, esfuerzo, colaboración de mujeres y hombres —algunos rostros muy conocidos y otros anónimos, pero no por eso menos importantes—: artistas en distintas disciplinas, expertos técnicos escénicos en las distintas áreas, administradores, gestores, funcionarios y, desde luego, académicos y estudiantes. Esta caballería de creadores ha hecho posible mantener vivo el espíritu del Festival: que el arte sea un instrumento de comunicación con nuestros pares y de desciframiento del mundo, a la vez que amparo y esperanza (esto lo sabía muy bien Cervantes). Es bien conocido que el Teatro Universitario fue el germen del Festival
Internacional Cervantino, que este 2022 cumple —dichoso— medio siglo.
La vocación teatral que con pasión esparció don Enrique Ruelas en Guanajuato a través de la representación de los Entremeses cervantinos, y otro puñado de obras, fue el artificio que forjó un festival que se ha convertido en patrimonio colectivo a la altura de los mejores del mundo. Por ello, no se exagera cuando se afirma que la Universidad de Guanajuato es parte de la esencia del Festival. El diálogo que Universidad y Festival han mantenido por cinco décadas ha sobrepasado, con creces, las aspiraciones iniciales: ha animado la creación, ha dado cabida a la tradición, pero también a nuevas expresiones, ha fomentado la formación de públicos, el intercambio y la confrontación de experiencias entre nuestros artistas, académicos y estudiantes y los de otros estados, países y continentes. De la misma forma en que los Entremeses cervantinos nacieron por el gusto y esfuerzo de unos muchachos obstinados, con ese tesón se han fundado numerosas agrupaciones que han trascendido el ámbito institucional universitario para posicionarse en el internacional. De eso quiere hablar este libro. Sabemos que reunir todo cuanto ha sucedido en estas cinco décadas es una empresa imposible. Lo que buscamos, simplemente, es brindar un primer mapa de la participación de la Universidad de Guanajuato en diez estaciones; a saber: 1. El origen del festival; 2. El Teatro Universitario y el otro teatro universitario; 3. Las propuestas dancísticas —ballet folklórico
y danza contemporánea—; 4. La música popular —estudiantinas y rondallas—; 5. La música académica —orquesta, agrupaciones corales, ensambles y otros grupos—; 6. El papel del Cine Club; 7. Las artes visuales universitarias y sus espacios de exhibición; 8. La radio universitaria como elemento de disfusión del Festival; 9. Los espacios universitarios que hacen posible que el Festival suceda; y, por último, las iniciativas universitarias vinculadas a la difusión de la obra de Cervantes más allá del Cervantino. Acompaña este recorrido un anexo que reúne, en orden cronológico, las participaciones universitarias en el Festival. A través de estas estampas es posible apreciar cómo las propuestas artísticas universitarias han sabido aprovechar la rica tradición, sin que esto haya minado el interés por seguir en la experimentación y búsqueda de nuevos lenguajes.
Lo que en este libro se expone se ha fundamentado en decenas de documentos (impresos y digitales) consultados —en bibliotecas y archivos públicos y privados— para dar cuenta de la colaboración Universidad y Festival: memorias, programas de mano, periódicos, revistas, informes, libros, boletines, documentos en red. Esa información se vio enriquecida con entrevistas, charlas de café, llamadas telefónicas, correos electrónicos y decenas de mensajes con algunos de los actores o testigos de estas historias, quienes, con generosidad, nos obsequiaron sus palabras y algunos buenos recuerdos. En ese sentido, el lector entenderá que cada uno de los apartados pueda variar en detalles, pues se fueron construyendo con el material obtenido, a veces con mejor suerte que otra. Sobre todo, fue complejo reconstruir las muchas actividades realizadas por universitarios fuera de la programación oficial, o que apenas se mencionan en las memorias. No quisimos desatender, aunque los abordamos de manera breve, a aquellos proyectos gestados y producidos de manera independiente por universitarios, pues su trabajo sigue representando, con orgullo, a esta Institución. Sabemos que no logramos incluir aquí todos los datos históricamente relevantes ni todos los nombres, y que las fuentes son falibles, como lo es la memoria y nuestra capacidad de registro, pero sin duda las historias referidas son verdaderas. Tienen el peso de la verdad que da el arte, y son inspiradoras, pues reúnen, a un tiempo, valor, disciplina e imaginación.
En el prólogo al lector de Ocho comedias y ocho entremeses, nuevos, nunca representados, Cervantes se lamenta —como el título indica— por no haber visto sus obras en escena, ya que “no hallé autor que me las pidiese, puesto que sabían que las tenía; y así, las arrinconé en un cofre y las consagré y condené al perpetuo silencio”, silencio del que fueron rescatadas gracias a que un audaz librero se ofreció a comprárselas para imprimirlas y venderlas. “Torné a pasar los ojos por mis comedias, y por algunos entremeses míos que con ellas estaban arrinconados, y vi no ser tan malas ni tan
malos que no mereciesen salir de las tinieblas del ingenio de aquel autor a la luz de otros autores menos escrupulosos y más entendidos”, se justifica Cervantes. Resulta conmovedor que aquellas obras no vistas representadas por su célebre autor hayan sido revividas en otro siglo, en otro continente, por un grupo de universitarios y parroquianos que por setenta años no han parado de actuar, ganando con este acto —sin saberlo— para la ciudad, la Universidad y el Festival un lugar de privilegio en el coloquio universal de las artes. Esto es —o eso parece— justicia poética.
Diana Alejandra Espinoza Elías
Efigie de Enrique Ruelas, gran propagador del entusiasmo cervantino en Guanajuato, en la icónica Plazuela de San Roque (db)