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Para abreviar digamos Taller Escribanía
Para abreviar digamos Taller :
A. J. Aragón
Ahora pasan al centro de atención los talleres literarios. Si bien mi incursión en ellos se asoma por el retrovisor a casi cuarenta años de distancia, distingo en la penumbra reminiscencias de grupos, individualidades, espacios y atmósferas en las que aparezco como tertuliano, inicialmente, para ocupar luego la posición de coordinador. Me pregunto ¿cuál es el centro de un taller literario, así como para los antiguos astrónomos la Tierra representaba el lugar concentrador y equidistante de las órbitas planetarias? Tal vez, para nuestro caso, ese objeto, generalmente cuadrangular llamado mesa, sea el centro gravitacional de las miradas, el estabilizador horizontal de los papeles, la fuerza confluente de las voces dialogantes, el apoyo fervoroso para reunir a versificadores y relatores de historias, como sucedía antaño en torno a una fogata.
De los talleres literarios de nuestro país citados con mayor frecuencia, recuerdo los de Juan José Arreola, en Casa del Lago
Para abreviar
de la Ciudad de México, los de Juan Bañuelos en la UNAM, de Miguel Donoso Pareja del INBA y de Paula de Allende, quien fue la impulsora de esa actividad en Querétaro. Tuve oportunidad de conocer a los tres primeros autores. Con Arreola asistí a una serie de conferencias que impartió a mediados de los setenta en la Universidad de Guadalajara; participé a principios de los ochenta en el taller piloto que coordinaba Donoso en San Luis Potosí, y con respecto a Bañuelos, fui ponente en el Seminario Nacional para Coordinadores de Talleres Literarios, que él dirigió en Mérida cuando empezaba a correr el siglo XXI. Paula de Allende murió en 1979, y mi actividad como coordinador inició en 1983 en el taller que llevaba su nombre en la Casa de la Cultura de Querétaro.
La atracción primera, en mi historia formativa, fue el café Madoka de Guadalajara, sonorizado por la lectura poética, el aleteo inconfundible del paso de las hojas del libro y el tintineo de cucharillas y porcelana, donde la espontaneidad desenvolvía extensas conversaciones literarias, imaginativas y sólidas, como eran también las firmes mesas acordes al prolongado diálogo y la lectura.
Las estancias posteriores en Querétaro, San Luis Potosí y Guanajuato acrecentaron mi participación en esta actividad creativa que, si bien no despierta la atención generalizada hacia su actividad y trascendencia, motivó, en cambio, mi curiosidad y se arraigó en mi vida personal y profesional.
No es fácil abordar en la actualidad el tema de algo que de tan conocido suele ser ignorado en ciertas ocasiones. Puede darse la situación de que exista quien, a la hora de exponer su semblanza, refiera más fácilmente su afición a la gastronomía o a los
paseos dominicales en compañía de su schnauzer por las calles desoladas de su colonia, que su asistencia por años a un taller de poesía o cuento, donde adquirió hábitos de lectura, una relación placentera y a la vez rigurosa con la escritura creativa o la virtud de redactar amplios textos con destreza, belleza y precisión.
Los talleres literarios, por lo menos en la forma en que los conocemos, han contribuido desde mediados del siglo XX a cimentar la literatura actual. La mayoría de los escritores reconocidos han formado parte, en alguna de las posibilidades de participación, de talleres, ya sean eventuales, permanentes o incluso escolarizados, que brindan la atmósfera de creación y crítica que requiere el aprendizaje y desarrollo del oficio de la palabra.
De los diversos talleres que he coordinado, quiero referir en particular, como ejemplo, el Taller Universitario de Creación Literaria: altaller, que se desarrolló como actividad regional del centro-occidente del país durante quince años, y que los productos creativos, poemas y cuentos de los autores participantes, fueron recogidos en libros de publicación anual por la Universidad de Guanajuato en la colección Letras Versales. En el panorama literario se cruzan con frecuencia los libros de quienes, habiéndolos conocido como integrantes de mis talleres, han continuado con firmeza su actividad de escritores.
Cuando pensamos en talleres literarios nos viene la imagen de un grupo de personas con libros y papeles dispuestos sobre una mesa central. Esa imagen, aparentemente ordinaria y trivial, se ha vuelto difícil de conservar. La virtualidad todo lo toca, lo trastoca, lo mueve y lo conmueve. Lo acostumbrado da un salto de improviso, si bien no un salto mortal, sí un salto vital y virtual.
Para concluir, quiero referirme a un aspecto que en momentos me ha parecido muy importante: se trata de lo invisible y lo intangible en relación con los objetos de uso ordinario —si bien esta observación parecería surgida de una sensibilidad destacada, en la actualidad resultan para todos perceptibles, en circunstancias cotidianas las transformaciones en peso y materia de las cosas que nos rodean—. En el caso de los talleres literarios, después de cuarenta años de coordinarlos, he llegado al lugar que me faltaba: sustituir la mesa ancestral por una pantalla de líquido cristalizado, nueva circunstancia que no disuelve esta actividad formativa y que, para abreviar, le seguiremos diciendo: Taller.
Actitudes literarias
A. J. Aragón
Libro extenso, Actitudes de Tomás Segovia (edición facsimilar realizada en 2018 por la Universidad de Guanajuato, a partir de la primera edición de 1970, de la misma institución), se abre, desde el género ensayístico, hacia temas literarios (Xavier Villaurrutia, Juan Ramón Jiménez, Giuseppe Ungaretti, Gilberto Owen, etc.) e incursiona en el abordaje de destacados autores de amplio interés cultural como Claude Lévi-Strauss y otros.
El escritor español Tomás Segovia (19272011) expresa su postura ante destacados temas literarios de novedad en su momento, en los que se desenvuelve con destreza frente al lector. Por una parte, los contemporáneos mexicanos; por otra, su laureado coterráneo Jiménez, y en sentido riguroso, los autores de presencia universal y polémica que nutrieron su tiempo.
Quiero destacar el ensayo del tercer apartado, al centro del libro, titulado: “Introducción y saludo a Giuseppe Ungaretti”, poeta italia-
LECTORES UNIVERSITARIOS
no (1888-1970) de prestigiada voz de carácter intimista. Con pluma ligera despliega una significativa biografía del poeta nobel, contextualizándolo a partir de sus contactos con otros poetas y artistas europeos. Este texto es, a su vez, el prólogo que escribió Segovia de manera especial para el libro Sentimiento del tiempo, mismo que tradujo para la UNAM en 1960.
Para un lector inquieto en la búsqueda de opiniones bien informadas sobre la literatura del siglo XX, Actitudes es un valioso acercamiento, por lo que su nueva edición le proporcionará información valiosa y significativa.
Tomás Segovia Actitudes Presentación: Lilia Solórzano Esqueda Estudio introductorio: Daniel Ayala Bertoglio Colección: Fondo Editorial, 4 Programa Editorial Universitario Universidad de Guanajuato, 2018
Los títulos publicados por el Programa Editorial Universitario se pueden adquirir en la Librería UG, Plazuela Enrique Ruelas, Lascuráin de Retana, Centro, Guanajuato, Gto., C. P. 36000, y a través de su tienda virtual en https://libreriaug.ugto.mx/
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