INSTITUTO DE ENLACES EDUCATIVOS, A.C. MAESTRIA EN CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN FAMILIAR
DINÁMICA DE LA COMUNICACIÓN FAMILIAR
INDICE Introducción a la materia Currículum vitae-Presentación del tutor Carta al alumno Objetivos Generales Bibliografía Metodología 1 INTRODUCCIÓN. 2 COMUNICACIÓN HUMANA 2.1 Fundamentos científicos de la comunicación y su aplicación en la vida familiar: Aspectos antropológicos. 2.2 Concepto de comunicación humana como un proceso sistémico a favor de la integración familiar. 2.3 Comunicación interpersonal: proceso, aplicación y resultado. 3 COMUNICACIÓN VERBAL Y NO VERBAL 3.1 Elementos y efectos. 3.2 Manejo posicional de la comunicación con relación a la autoridad. 4 ANÁLISIS DEL MENSAJE 4.1 Semántica y semiótica en los mensajes familiares 4.2 Mensaje y formación de autoestima. 5 LA COMUNICACIÓN COMO MEDIO DE EDUCACIÓN FAMILIAR 5.1 Algunas actitudes educativas respecto a la comunicación. 5.2 Condiciones para emitir y recibir comunicación eficaz y asertiva. 5.3 La comunicación y la toma de decisiones: 5.4 La comunicación y las actividades comunes. 5.5 Contra comunicación, barreras de la comunicación y sus efectos en la vida familiar. 5.6 Influencia de las barreras de la comunicación en la formación de perjuicios educativos y sus efectos en la vida familiar 6 EL DIÁLOGO FAMILIAR 6.1 ¿Cómo lograrlo? 6.2 Conocimiento de las características de recepción del mensaje en los niños, jóvenes y la pareja 7 INFLUENCIA DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN EN LA FAMILIA 7.1 Medios de comunicación y familia. 7.2 Recepción del mensaje en los niños, los jóvenes y la pareja.
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INTRODUCCIÓN A LA MATERIA Currículum Vítae Mtra. Verónica Corral B. Su experiencia se encuentra orientada principalmente hacia el área de servicio; brindar apoyo y asesoría ha sido lo característico tanto en el ámbito laboral y estructurado de una empresa, como en el desarrollo e impartición de pláticas y talleres a padres de familia. Maestría en Ciencias de la Educación Familiar, ENLACE. Diplomado en Orientación Familiar, ENLACE. Diplomado en Dirección del Hogar, ESDAI. Postgrado en Mercadotecnia, UNITEC. Licenciatura en Administración de Empresas, UNITEC. Diversos programas de actualización en temas como: o “Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad” (Grupo Educare). o “Canales de Percepción para una Mejor Educación” (Grupo Educare). o Estilos de Aprendizaje. Experiencia en programas de “Escuela para Padres”; diseño e impartición de talleres y cursos.
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CARTA AL ALUMNO Al ir avanzando y adentrándote en la lectura de está asignatura, podrás pasar de los conceptos abstractos y teóricos de la comunicación humana a cuestiones de apoyo y ayuda en la vida práctica, puesto que los conceptos se volverán útiles, detectables y funcionales para nuestro diario vivir y por ende, para un continúo crecimiento personal, familiar y laboral si tomas el reto. Especialmente para ti que estudias la Maestría en Ciencias de la Educación Familiar, encontrarás en estas páginas una herramienta que con toda seguridad cambiará tu perspectiva y forma de trato con tus alumnos, compañeros de trabajo, con tus hijos y cónyuge, así como también se modificará la manera de ver a de los medios de comunicación y su influencia en tu vida cotidiana, y su intervención e impacto en la educación. Espero que así como a mí, esta materia sea un aliciente más en tu búsqueda personal de mejora continúa. Sólo me queda darte la bienvenida recordando a Máximo Bontempelli con su frase… “Conversar es entrar en el surco que ha trazado el otro y proseguir en el trazo y perfección de aquel surco”. OBJETIVOS
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Adquirir los conocimientos básicos para comprender y analizar los fenómenos comunicativos individuales y sociales que se presentan en la vida cotidiana y que afectan a la familia.
• BIBLIOGRAFÍA • • • • •
Aguilar Álvarez Bay, Ernesto. (2001) “Vulgarianos en la Puerta”. Nueva York, Pág. 71. Aguilar, Eduardo. (1986) “Padres positivos”. México: Editorial Pax México, 207 pp. Asociación “A favor de lo mejor”. (1998) Manual de recepción critica. México. Pág. 91. Instituto Panamericano de Ciencias de la Educación. (2002) Diplomado en familia y desarrollo: Comunicación humana, México: U.P. Polaino Lorente, Aquilino y Martínez Cano, Pedro. (1998) “Evaluación psicológica y psicopatológica de la familia”. España: Instituto de Ciencias para la familia. Pág. 342. 3
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Polaino Lorente, Aquilino y Martínez Cano, Pedro. (1999). La comunicación en la pareja. España: Instituto de Ciencias para la familia. Pág. 302. Sánchez Muñiz, Consuelo y Sánchez Muñiz Rosario. (2006) .El que tiene la clave tiene la llave. México: Editorial Trillas. Satir, Virginia. (2002). Nuevas relaciones humanas en el núcleo familiar. México: Editorial Pax México. Pág. 402. www.afavordelomejor.org.mx www.tomaelcontrol.com
METODOLOGÍA DE ESTUDIO
LECTURAS
FOROS
EJERCICIOS
1. INTRODUCCIÓN
E1
2. COMUNICACIÓN HUMANA
E2
3. COMUNICACIÓN VERBAL Y NO VERBAL
4. ANÁLISIS DEL MENSAJE
6. EL DIÁLOGO FAMILIAR
E3
P1 P2
E4 E5 E6
P3
EVALUACIONES
Foro 1
5. LA COMUNICACIÓN COMO MEDIO DE EDUCACIÓN FAMILIAR
7.INFLUENCIA DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN EN LA FAMILIA
PRÁCTICAS
EVA1
E7 E8
Foro 2
EVA (EJERCICIO DE VALORACIÓN DEL CURSO)
Se recomienda realizar las actividades en el orden presentado, a fin que se facilite la comprensión y asimilación de los contenidos, y por ende la elaboración de las actividades a realizar. Para la calificación de las actividades de la materia se considerarán los siguientes aspectos: La claridad e ilación en la idea expuesta Calidad en la presentación y contenido de las prácticas: Atractivas visualmente Exposición de temas con propias palabras (se permite el uso de citas de textos de manera moderada, no permitiéndose más de un párrafo) Bibliografía consultada de al menos 3 fuentes (libros e internet) El seguimiento de instrucciones: Tipo de letra, espacios, etc. Anotación en prácticas de sus datos (nombre y sede) La ortografía Para el mejor desarrollo de la materia, se recomienda mantener retroalimentación con sus compañeros de sede, con su tutor y con el docente en las actividades a realizar. Finalmente les recomiendo realizar las actividades de la materia poniendo su mayor empeño, ya que ésta, así como se apoya en otras, servirá de base para cursos posteriores. Planeación de actividades del curso 4
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PORCENTAJES DE CALIFICACIÓN PARA ACREDITAR LA MATERIA
SISTEMA DE EVALUACIÓN
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Ejercicios (abierto 2 oportunidades, cerrados 3 oportunidades)
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Prácticas Se tiene una oportunidad
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Evaluaciones Se tiene una oportunidad
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Foros Comentario basado en argumentos y fundamentos de las lecturas y situaciones actuales.
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1. INTRODUCCIÓN
Objetivo general: Adquirir los conocimientos básicos para comprender y analizar los fenómenos comunicativos que ayuden a fortalecer la unión familiar a fin de mejorar las relaciones entre sus individuos.
En todas las relaciones interpersonales, la comunicación es una condición esencial para que esta se de y de la mejor manera. La vida en familia es comunicación, la relación entre pareja; entre padres e hijos; y entre hermanos es dialogo. El amor que une a los miembros de una familia tiene como condición la comunicación. “Mediante el encuentro y el diálogo interpersonal, un "yo" abre su interioridad, libremente, y la traslada a la intimidad de un "tú", por cuya virtud acaban por constituirse en un "nosotros". Dicho de otra forma, lo que se comunica, une; lo que une, permite compartir la existencia, y la coexistencia entre dos personas −las vidas vinculadas y entretejidas− hace que ambas se identifiquen en la comunión interpersonal.”1 Sin embargo, en la vida de familia siempre se presentan ocasiones difíciles en donde la comunicación se obstaculiza, se agota o desaparece. En estas situaciones es difícil encontrar una respuesta para la pregunta: ¿cómo proceder para mejorar la dinámica de nuestra comunicación? La finalidad de incluir esta materia dentro del plan de estudios es: ayudar en el proceso de autorreflexión o de autoevaluación, a fin de mejorar la comunicación en la familia. Escenario de la comunicación familiar en la actualidad A principios de la década de los 90, comenzó a vivirse en México un cambio substancial en la concepción de la familia, pasando ésta de un modelo integrado, con un tiempo claro para la convivencia, con una definición de roles tradicional: hombre-proveedor y mujer-ama de casa a un modelo diferente. Hoy, tanto el hombre como la mujer, requieren de más tiempo para progresar en el trabajo, por lo cual hay menor convivencia y se requiere de mayor autonomía. La madre se convierte en coproveedora y el hombre comienza a ayudar en las labores del hogar. Esto ha propiciado que en esa adaptación a la nueva realidad, haya una ruptura de la comunicación, pues tanto el hombre como la mujer están aprendiendo como afrontar una realidad novedosa y con múltiples retos. El mundo está cambiando, la televisión, el radio, el Internet, y los teléfonos celulares han cambiado la dinámica de la persona, de las sociedades y del mundo entero. Un dato del estudio realizado por el DIF sobre la familia en México, señala por ejemplo que el 80% de la convivencia familiar se da frente al televisor…La familia ha cambiado con esas influencias. En el pasado el respeto a los padres, los valores, la disciplina, la represión, la rigidez, la exigencia, el castigo, la mirada amenazante eran suficientes para “EDUCAR” y comunicarse con el hijo. No había apertura a temas sexuales o de drogas, no había tolerancia de los padres para con los hijos, ni los hijos cuestionaban la autoridad de los padres.
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Polaino Lorente y Martínez Cano, La comunicación en la pareja, editorial. 6
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La situación de la familia hoy es diferente. Hay una mayor tolerancia, libertad de expresión, diálogo al mismo nivel, pero también hay más falta de respeto de los hijos a los padres y un libertinaje notorio por la falta de disciplina, autoridad, respeto y tiempo de convivencia. Aunque hoy hay una mejor comunicación entre el padre y sus hijos y la madre y sus hijos, la comunicación entre papá y mamá es cada día más difícil. Esto propicia un mayor índice de divorcios. Según un estudio realizado por la agencia de investigación de mercado, De la Riva, hay tres situaciones concretas en las cuales la comunicación une a la familia de manera fundamental. Por un lado están los momentos de crisis, aquellos en los que hay enfermedad, muerte, pérdida de trabajo o problemas con un hijo. Esas situaciones fomentan y propician la comunicación ideal entre los miembros de la familia. Por otro lado, la familia mexicana disfruta enormemente la comunicación en las comidas familiares y los festejos que forman parte de una tradición específica en cada familia. En estos momentos padres e hijos pueden demostrarse afecto a través del diálogo, del contacto físico, con momentos de intimidad y respeto mutuo que fomentan la convivencia y la comunicación verbal y no verbal enriquecedora de todos los miembros de la familia. En la intimidad la comunicación se da cuando la pareja se queda sola en la recámara, sin hijos, sin distractores, lo cual permite un intercambio muy enriquecedor para ambos. Lo mismo sucede con las madres que ven televisión con sus hijas, pues el intercambio de opiniones y comentarios ayudan a compartir valores y visiones sobre la vida. 2. COMUNICACIÓN HUMANA
Es difícil elaborar una definición de comunicación que sea objetiva y completa. Sin embargo, para hablar de comunicación humana debe tomarse en cuenta todos los factores de estructura biológica, social y psicológica, porque influyen en la asimilación del significado. Toda práctica social, dentro de la cual se encuentra en primerísimo término, la comunicación conlleva un modo de interpretación de la realidad, que impone o construye un marco, no solo de referencia, sino de relación con el mundo, un tipo de filtro a través del cual se afina una óptica social. Por esto, es importante el estudio de la comunicación humana, pues mientras cada uno de los miembros de la familia comprenda desde qué perspectiva interpreta la realidad el otro, podrán entenderse mejor y optimizar su nivel de comunicación y así lograr afecto y unión en sus hogares.
2.1 Fundamentos científicos de la comunicación y su aplicación en la vida familiar: aspectos antropológicos Los fundamentos antropológicos de la comunicación humana requieren de la comprensión de algunos conceptos en torno a lo que significa el ser humano y las notas que lo caracterizan y singularizan.
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Intimidad, capacidad de expresión y libertad Hay un primer concepto importante. Según afirma Yepes (1996)2, la inmanencia es una de las notas que caracterizan a los seres vivos. El término inmanencia significa «permanecer dentro, estar en el interior, pues lo inmanente es lo que se guarda y queda en el interior». Así, cuando una persona lee, el contenido de la historia leída se arraiga en él, hecha raíces en el lector, grabándose en su memoria. En este sentido, se dice que lo inmanente queda. Los seres no vivientes no poseen la capacidad de apropiarse de lo que les ocurre. La conducta del ser humano comporta un «enriquecimiento personal», en la misma medida en que lo que sucede en su vida pasa a formar parte de él. Pero conviene diferenciar entre las diversas formas de «quedarse con lo vivido». Según Yepes, en función del grado de inmanencia del comportamiento de los seres vivos podemos clasificar los diversos grados de vida: «comer es menos inmanente que refunfuñar (esto no es sólo una función orgánica), y refunfuñar es menos inmanente que pensar "Fulanito no me ha saludado". Los animales realizan operaciones más inmanentes que las plantas, y el hombre tiene capacidad para comportarse de modo más inmanente que los animales. Los hombres realizan diversas operaciones con distinto grado de inmanencia». Así, por ejemplo, ciertas funciones superiores del ser humano como el conocimiento intelectual y el querer, al no ser materia visible y tangible, no poseen una expresión orgánica −como, por ejemplo, el bajo nivel de glucosa en el fluido sanguíneo en relación a la sensación de hambre−: son «interiores». Solamente conoce lo que una persona quiere quien quiere, quien posee ese querer. El único modo de transmitir el querer y ponerlo en común con otros, es a través del comportamiento, sea éste verbal o gestual. Nadie puede saber lo que yo estoy pensando hasta que se lo comunique, sencillamente «porque está dentro de mí». Sólo mi decisión puede hacer externo lo que, «a priori», antes de actuar de ningún modo, es interno, está en mi interior. Así, pues, el primer concepto antropológico que se desvela, en lo que acabamos de afirmar, es el de intimidad. «La intimidad hace referencia a un dentro que sólo conoce uno mismo. Mis pensamientos no los conoce nadie, hasta que los digo. Tener interioridad, un mundo interior abierto para mí y oculto para los demás, es intimidad: una apertura hacia dentro» (Yepes, 1996). «La intimidad −continúa el autor citado− es el grado máximo de inmanencia, porque no es sólo un lugar donde las cosas quedan guardadas para uno mismo sin que nadie las vea, sino que además es, por así decir, un dentro que crece, del cual brotan realidades inéditas, que no estaban antes: son las cosas que se nos ocurren, planes que ponemos en práctica, invenciones, etc. La intimidad tiene capacidad creativa. La persona tiene imaginación, que es la facultad de actualizar lo no presente, la capacidad del ser humano para traer a su conciencia aquello que tiene en su memoria guardado. Por eso, la persona es una intimidad de la que brotan novedades, una intimidad creativa, capaz de crecer.» Ahora bien, todo lo que uno posee en su interior, ya sea por aprendizaje o por creación imaginativa, tiende a salir fuera. Por ejemplo, cuando me siento feliz, toda una hermosa sinfonía de movimientos musculares perfectamente armonizados me llevan a expresar exteriormente lo que siento en mi interior. Y esto casi sin darme cuenta. En consecuencia, «la persona tiene una segunda y sorprendente capacidad: sacar de sí lo que hay 2
En la exposición que sigue, nos fundaremos en el texto del profesor Yepes (1996), antes aludido. 8
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en su intimidad. A esto puede llamarse manifestación de la intimidad». La persona es un ser que se muestra a los demás, que manifiesta lo que tiene dentro, lo aprendido y lo creado: «es un «ente» que habla, que se expresa, que muestra lo que lleva dentro». La intimidad y la tendencia natural a su manifestación apuntan hacia la concepción del hombre como dueño de ambas. El hombre es dueño de sí mismo y de sus actos, pues puede decidir si exterioriza lo que permanece en su interior y, por tanto, es el motor de su comportamiento. Esto pone de manifiesto que «la libertad es la tercera nota definitoria de la persona y una de sus características más radicales: la persona es libre, vive y se realiza libremente, poseyéndose a sí misma, siendo dueña de sus actos». Expresar lo que uno es o lo que uno tiene es, de algún modo, ponerlo a disposición de otro, darlo. Ese es otro rasgo importante de la persona humana: la capacidad de dar. El ser humano es, en este sentido, expresivo, es decir, «capaz de sacar de sí lo que tiene, para dar o regalar. Sólo las personas son capaces de dar». El hombre es el único ser vivo que puede ser capaz y saber que da algo. Sólo el hombre entiende lo que significa dar. Pero, para que sea posible la donación de algo, es necesario que «alguien lo acepte, que alguien se quede con lo que damos. A la capacidad de dar de la persona le corresponde la capacidad de aceptar, y aceptar es acoger en nuestra propia intimidad lo que nos dan. Por eso no hay dar sin aceptar, y no hay aceptar sin dar. Es decir, lo más alto de lo que es capaz la persona, el dar, exige otra persona que acepte el don. En caso contrario, el don se frustra». En ese mismo sentido, para que alguien dé al otro cónyuge, en el acto de la fundación de la pareja, es necesario que exista ese otro, el cónyuge, que acepte la donación, pues sin tal aceptación no puede fundarse ningún matrimonio. Entregar, dar o regalar algo no es dejado en la calle; dar lo que pienso no es montarse en una tarima para manifestar todo cuanto quiera. Resulta imprescindible que alguien se apropie de mi regalo, «que alguien lo recoja». Abandonar las cosas que no queremos debajo de un puente no es lo mismo que llevarlas a un lugar donde alguien pueda aprovechadas. Si nadie recibe las cosas, acabarán por estropearse del todo: «alguien tiene que quedarse con lo que damos. Si no, no hay dar; sólo dejar». Si no pudieran darse las cosas a alguien, el resultado de cualquier donación humana sería la frustración, pues es tan propio del hombre dar como recibir, regalar como aceptar el regalo. Por tanto, del mismo modo que no puede haber aceptación cuando se da nada, tampoco puede haber donación si quien recibe no recibe nada. «Se da algo a alguien. Por tanto, otra nota característica de la persona es el diálogo con otra intimidad, el yo doy y tú recibes, yo hablo y tú escuchas, yo te pregunto y tú me contestas, tú me llamas y yo voy. Una persona sola no puede ni manifestarse, ni dar, ni dialogar: se frustraría por completo. El hombre no puede pasarse sin manifestar su intimidad, dando, dialogando y recibiendo» (Yepes, 1996). Pues bien, un modo de dar y expresar lo que tenemos en la intimidad, se realiza mediante un conjunto de actos que se llaman expresivos, comunicativos o relacionales; los cuales constituyen el conjunto de comportamientos que se conocen con el término de «comunicación no verbal». A su través el hombre habla el lenguaje de los gestos: expresiones del rostro, de las manos, etc. «Con los gestos el hombre expresa sus sensaciones, imaginaciones, sentimientos, pensamientos, deseos, o incluso la conciencia que tiene de sí mismo (el enfermo que no puede hablar asiente con 9
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los ojos). Reírse, llorar, fruncir el ceño, echar una mirada de indignación, o desviada, incluso «tener mala cara», son expresiones de lo que uno lleva dentro» (Yepes, 1996). Otro modo de expresar la intimidad es hablar. «Es un acto mediante el cual exteriorizo la intimidad, y lo que pienso se hace público, de modo que puede ser comprendido por otros. La palabra nació para ser compartida. Lo que expreso no es apenas un gesto −más o menos acertado−, sino una manifestación de algo que es comprendido en su significado por los demás. La persona es, ante todo, un ente que habla, un hablante». En cuanto que hablante, el hombre emplea la comunicación verbal para transmitir, para poner en común con otros aquello que posee. En consecuencia, «el hombre encauza la creatividad de su intimidad a través de la acción, mediante la cual trabaja, modifica el medio, y da origen a la cultura, que en su conjunto puede definirse como la manifestación del hombre». Necesidad de compartir Por tanto, una forma de desvelar lo íntimo es hablar. Esta manifestación íntima, decir lo que uno lleva dentro, se dirige siempre a un interlocutor: el hombre necesita dialogar. La necesidad de diálogo es una de las cosas de las que más se habla hoy en día. Tenemos necesidad de explicarnos, de que alguien nos comprenda. Necesitamos ser comprendidos o incluso sentirmos comprendidos. Una de las quejas más frecuentes de las personas que acuden a una consulta de orientación o terapia familiar es que nadie las escucha. Lo que una persona expresa «no se dirige al vacío. La necesidad de desahogar la intimidad y compartir el mundo interior con alguien que nos comprenda es muy fuerte en los hombres y las mujeres. Se puede uno pasar sin ello, pero la inclinación a abrirse es natural y radical, siempre que ese alguien nos escuche (si nos comprende o no, sólo lo sabremos al terminar de hablar). «El hombre no puede vivir sin dialogar porque es un ser constitutivamente dialógico y así, el que no dialoga con otras personas, lo hace consigo mismo o adopta ciertas formas de diálogo con la naturaleza, con los animales, etc. En esos casos se personaliza un ser natural, como hace Walt Disney con los animales, los poetas con la naturaleza y los hombres primitivos con las fuerzas cósmicas que eran divinizadas. Por ser persona, el hombre necesita el encuentro con el tú, alguien que nos escuche, nos comprenda y nos anime. El lenguaje no tiene sentido si no es para esta apertura a los demás». «Esto se comprueba porque la falta de diálogo es lo que motiva casi todas las discordias, y la falta de comunicación lo que arruina las comunidades humanas (matrimonios, familias, empresas, instituciones políticas, etc.), pues la comunicación es uno de los elementos sin los que no hay una verdadera vida social». Así ha sido comprobado experimentalmente por Martín López (texto inédito) en una encuesta en la que el 80% de las mujeres españolas casadas declararon como primer problema que las distanciaba de su marido la incomunicación. «Esta es una experiencia tan corriente que muchos estudiosos (sobre todo de ética, filosofía, política y derecho) conciben hoy la sociedad ideal como aquélla en la cual todos dialogan libremente para ponerse de acuerdo sobre las reglas de la convivencia. La preocupación teórica y práctica por el diálogo es hoy más viva que nunca, tanto en la ciencia como en la vida social, en la política, en las relaciones interpersonales, etc. Cuando una sociedad tiene muchos y grandes problemas, hay que celebrar muchas y largas conversaciones, para que la gente se ponga de acuerdo y encuentre soluciones. Que el diálogo y la comunicación existan no es algo que esté asegurado» (Yepes, 1996). 10
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«Todo esto −continúa el autor citado− se puede decir de un modo más profundo: no hay yo sin tú. Una persona sola no existe como persona, porque ni siquiera llegaría a reconocerse a sí misma como tal. El conocimiento de la propia identidad, la conciencia de uno mismo, sólo se alcanza mediante la intersubjetividad, es decir, gracias al concurso de los otros (padres, etc.)». «Este proceso es la formación de la personalidad humana, mediante el cual se modula el propio carácter, se asimilan el idioma, las costumbres y las instituciones de la colectividad en que se nace, se incorporan sus valores comunes, sus pautas, etc., y se llega así a ser alguien en la sociedad, a tener una identidad propia y una personalidad madura e integrada con el entorno, de modo que se puedan establecer unas relaciones interpersonales adecuadas. Se abre aquí una amplia línea de consideraciones: sin los demás, no seríamos nada, pues todo ese proceso es un diálogo educativo constante». Ese proceso de formación de la personalidad humana (Polaino-Lorente, 1976) en el que lo más importante es el establecimiento de relaciones con los demás es tan radical y profundo que incluso la identidad personal se forma en relación con los demás: uno se llama Fulano de Tal porque sus padres decidieron llamarle Fulano y porque el apellido paterno es Tal. Tan necesario es el diálogo y la participación de los demás en la vida de uno mismo que incluso el nombre es relativo a la familia de la que uno procede. «Cuando una persona se siente querida por muchas otras, sin apenas merecerlo, es lógico que entienda esos afectos y su propia vida como un regalo. Surge de forma inevitable, entonces, el agradecimiento. Si no disponemos de ninguna cosa adecuada para agradecer un regalo de esa naturaleza, sólo hay una opción posible: pagar con la misma moneda, agradecer el regalo −el querer− regalando algo de la misma naturaleza, es decir, queriendo» (Polaino-Lorente, 1997). Sentido de la comunicación Como ha escrito ya en otro lugar Polaino Lorente, (1990), «hemos de preguntamos en qué consiste el hecho de comunicarse. Comunicarse es instalarse en un particular modo de ser en el mundo: el de la interpersonalidad, una situación por la que el otro o los otros se nos unen hasta formar con ellos un quiasma, un entrecruzamiento intersubjetivo». «Comunicarse supone el establecimiento de un juego dialógico articulado mediante: •
Clausuras y aperturas. Con la comunicación se cierra el estado de soliloquio −coloquio con uno mismo, pues la incomunicación no es posible desde la antropología−, a la vez que nos abrimos al mundo intersubjetivo.
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Encuentros y despedidas. Porque con cada palabra que sale de nuestros labios nos encontramos con el otro, al tiempo que al pronunciarla nos despedimos de algo que hasta ese instante había quedado velado en nuestra intimidad.
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Donaciones y posesiones. Porque con cada palabra pronunciada nos damos a nosotros mismos, a la vez que nos apropiamos del mundo al nombrarlo; y no sólo del mundo en general, sino también del personal, en tanto que la palabra supone ese adentrarse expansivo en la intimidad del otro.
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Lejanías y acercamientos. Porque al nombrar cada cosa nos acercamos al ser que esa cosa es, pero a la vez ponemos distancia para diferenciar entre los contenidos significados en ese contexto y los restantes que no vienen al caso.
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Silencios y atenciones. Porque para permitir que penetren en nosotros las palabras del otro hay que atender, a la vez que permanecer en silencio».
«He aquí la rica y sugerente sinfonía, trenzada de paradojas y ambigüedades, en que la comunicación humana se despliega. Por eso, quizá resulte fácil perderse o extraviarse, e incluso la incomunicación, en el intento de trasladar a otro nuestra intimidad. Pero a pesar de todas esas dificultades, también gracias a la comunicación podemos trascender nuestra experiencia personal y la experiencia del otro, hasta conseguir mudarlas en experiencia de lo trascendente. Con la comunicación humana acontece algo parecido a lo que sucede con nuestro propio cuerpo, que es simultáneamente transparencia y máscara, ocultamiento y desvelamiento del yo. En efecto, el hilo de nuestro discurso puede servir tanto para transmitir nuestra intimidad como para ocultarla. Cuando predominan esos velos y ocultamientos, surge la incomunicación, por fluido e intenso que sea el parloteo del hombre» (Polaino-Lorente, 1990). En realidad, comunicarse, como escribe Marcel, «es lanzar el propio discurso interior en el espacio interior del otro; generar desde mi silencio la palabra que entra en el silencio del tú al que se dirige». La comunicación en el matrimonio Siguiendo con el texto citado más arriba de Polaino-Lorente (1990), «la comunicación entre los cónyuges es una nota esencial del matrimonio sin cuya continua presencia es muy difícil que éste no zozobre, encallando definitivamente. Es un hecho sociológicamente comprobado, como ya se ha dicho antes, que la queja más frecuente de las esposas es precisamente la falta de comunicación con sus maridos, la incomunicación que existe entre ellos». «La comunicación, la capacidad de diálogo sincero constituye también una nota distintiva de la madurez personal. Entre los adolescentes, en cambio, es muy frecuente que cualquier conflicto se exprese a través de la incomunicación, del aislamiento, incluso del mutismo. Por el contrario, la persona madura jamás se repliega sobre sí misma, sino que es permeable, es capaz de suscitar el encuentro dialógico con el otro, cualquiera que sea la naturaleza del conflicto». «Si se admiten los conceptos hasta aquí expresados, es lógico que resulte tan relevante y manifiesta la importancia de la comunicación en el ámbito conyugal». Sin comunicación no puede haber unión, como sin ésta no es posible la comunión. Comunicar es sinónimo de compartir; se comparte con el otro lo que el otro nos traslada a través de la comunicación. Y únicamente puede uno aceptar lo que el otro nos ha dado, al casarse conmigo, si es capaz de desplazado, un día tras otro, desde su interior hasta el mío, lo que esa persona es. Desde este horizonte, la vida conyugal se nos manifiesta desplegándose a través del siguiente iter (camino) dialógico: comunicación-unión-comunión-coexistencia. Laín Entralgo ha puesto un gran énfasis al subrayar atinadamente el aspecto sodalicio (de compañía) de la comunicación humana, en virtud del cual el hablante aspira a recibir la compañía de aquél a quien habla, del oyente. Esta función es la que caracteriza y entrevera la comunicación conyugal. Por ella el hablante se percibe no sólo como un yo que dice, sino como un tú-y-yo, fundamentando la encarnadura dialógica interpersonal. Así emerge un «nosotros» en el que por naturaleza consiste el matrimonio; una nueva realidad en la que el vivir se transforma en convivir y el existir en coexistir.
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Por la comunicación, ambos cónyuges subrayan lo que les une y no lo que les separa, participan conjuntamente en un proyecto común y comparten solidariamente un mismo afán. Por la comunicación, los cónyuges se transforman en «una sola carne», asistiendo al enlace indisociable de sus respectivas biografías. La fenomenología de la comunicación interpersonal ha de asumir el reto de describir, lo más objetivamente posible, cómo vivo el encuentro con el otro y cómo me vivo yo en la experiencia de vivir al otro. Y es que, como escribe Millán Puelles, «el otro me es vivido en la medida que yo mismo me vivo como vivido por él». Sólo a través de este factum, de esta experiencia, alcanzo el logos de mí mismo, a la vez que descubro al otro por la heterología de que estoy dotado. La comunicación humana supone el encuentro interpersonal, un encuentro que no es sino la vivencia de la convivencia, una estructura con dos polos subjetivos irreductibles a mero objeto por la que «yo vivo su vivirse y el otro me vive su vivirle» (Millán Puelles, 1967). En este encuentro no hay ni tautología objetiva ni reflexión objetivante, sino una forma propia de reflexión originaria, intersubjetivamente trascendente. Como concluye el autor antes citado, la comunicación es la «vivencia de una comunidad que se hace explícita en la experiencia de sentirse instalado justamente en un ser como el mío». La comunicación entre los cónyuges, para ser verdadera, supone el encuentro sujeto-sujeto; un salir de sí para encontrar al otro, a la vez que uno se experimenta compartiendo su vida con el otro y coexistiendo con él. Es, pues, un acceso a la participación que deviene participación misma. Esa apertura ganada en la comunicación le conduce al acceso del conocimiento de su propio ser, al vivir la experiencia de su propio revelarse ante el otro. Y así, en la conciencia de participar del otro y del vivir participado por el otro, resurge de nuevo el «nosotros», que ahora nos define en la misma medida en que somos nosotros mismos los que creamos, esta vez en la realidad, no en la imaginación, nuestra propia historia, que no es sino nuestra propia identidad, pero ahora referida y relativa al cónyuge. Elementos de la vida social Como la sociología afirma, el fundamento de la vida social es la persona y su conducta, que se compone de acciones prácticas. Por tanto, el comportamiento humano es el primer elemento de la vida social, la primera pieza básica que la constituye, y sin la cual, como es obvio, aquella no surge: los cadáveres o los cuadros no conviven, aunque estén juntos. Desde esta perspectiva puede afirmarse, también, que la familia es la célula del tejido social: el origen de la entera sociedad. Por tanto, en torno a la acción humana se articulan otros elementos importantes, que son la condición de posibilidad de la vida social, a partir de los cuales ésta surge. De nuevo, el segundo elemento que hace posible la vida social es el lenguaje, pues sin él no existiría sociedad, ya que no podríamos manifestamos, ni compartir el conocimiento, ni ponemos de acuerdo con los demás. Aristóteles (Política, 1253a, 718) lo expresó de una manera que se ha hecho ya proverbial: «La razón por la cual el hombre es un ser político, más que cualquier abeja y que cualquier animal gregario, es evidente: la naturaleza, como decimos, no hace nada en vano, y el hombre es el único animal que tiene palabra. Pues la voz es signo de dolor y de placer, y por eso la poseen también los demás animales, porque su naturaleza lleva hasta tener sensación de dolor y de placer e indicársela unos a otros. Pero la palabra es para mostrar lo conveniente y lo perjudicial, así como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio del hombre frente a los demás animales: poseer él solo el sentido del bien y del mal, de lo justo y lo injusto y de los demás valores, y la participación comunitaria (koinonía) de estas cosas es lo que constituye la casa y la ciudad». 13
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Cuando Aristóteles (Política, 1253a, 7-18) habla en este texto de voz se refiere al lenguaje icónico y cuando habla de palabra, al lenguaje digital. El lenguaje es el vehículo para compartir el conocimiento, los sentimientos, los proyectos, los valores, para distribuir las tareas, para expresar en suma todo lo que hay en nuestro pensamiento y en nuestra intimidad, de modo que pueda articularse con el pensamiento y la conducta de los demás. «El lenguaje tiene, pues, dos funciones desde el punto de vista antropológico: manifestarse o expresarse, y comunicarse. En consecuencia, la comunicación y el intercambio son el tercer elemento de la vida social. Sin comunicación no hay sociedad, como sin diálogo no hay relación interpersonal. Pero la comunicación es lo que permite el intercambio entre las personas. La sociedad puede definirse entonces como un sistema de intercambio. Se intercambian, en primer lugar, según nos indica Aristóteles, palabras, y mediante las palabras, conocimientos. Pero además se intercambia todo aquello que se refiere a las necesidades humanas. Son los bienes repartibles: el fruto del trabajo, los instrumentos y la propiedad. La sociedad es también el sistema de intercambio de los bienes necesarios y útiles para la vida humana» (Yepes, 1996). Tipos de acciones expresivas Dado que todos los actos expresivos o comunicativos constituyen y son cultura, podemos intentar agrupados, siguiendo a Yepes (1996), del modo siguiente: a) Los gestos del cuerpo y de la conducta tienen un valor simbólico o representativo de los sentimientos o de la voluntad interior: saludar, sonreír, dar la bienvenida, etc. Los gestos son la primera forma de lenguaje; a veces el silencio es más expresivo que la palabra. El hombre es el único ser que hace del callar un gesto suyo característico, que también indica algo. b) El lenguaje hablado expresa el discurso racional teórico, las decisiones o intenciones prácticas, los sentimientos, los estados interiores, las situaciones, etc. Todo pensamiento se expresa mediante el lenguaje. Decir palabras es usar términos que tienen un significado convencional conocido por otros: lo que queremos decir es esto o aquello. Añadimos a la palabra su significado, construimos una frase que expresa nuestro pensamiento. El lenguaje hablado es quizá la acción expresiva y comunicativa más importante en la cultura. c) Las costumbres son, desde esta perspectiva, gestos repetidos, muchas veces periódicamente, que sirven de apoyo y seguridad a la vida humana. Las costumbres fácilmente se convierten en ritos: el rito de una comida de fiesta, o de una ceremonia nupcial. Costumbres y ritos tienen un valor simbólico: expresan algo, son una manera de hacer las cosas nacidas de la libertad, la convención y la conveniencia de todos, que es aquello en lo cual los hombres se ponen de acuerdo para convivir. Conducir por la derecha o por la izquierda es algo convenido, una costumbre y, al mismo tiempo, una ley, y cumplida es un cierto rito, cuya omisión es muy peligrosa. Las normas de cortesía son gestos rituales: dar los buenos días, besar la mano a las damas o, como antiguamente, descubrirse la cabeza levantando el sombrero. d) Algunos gestos son ya auténticas acciones receptivas porque implican cultivar la atención hacia algo, esperar o dirigirse hacia un ser que nos atrae o que queremos: escuchar, mirar, saborear, explorar, buscar, contemplar, esperar, comprobar, otear, escudriñar, fisgar, olfatear, palpar, etc. Las acciones receptivas son tremendamente expresivas, pues en ellas los sentimientos modulan la manera, modo y ocasión en que se realizan. Las acciones receptivas son la manera de dirigir nuestra atención hacia el mundo y significan un modo peculiar de abrirse a él en una determinada dirección.
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Las acciones receptivas suelen exigir silencio, pues éste es condición de la atención: sólo quien calla puede atender. El ruido mata el callar. Es la condición de apertura a los demás la que nos permite atenderles. Este requisito configura el aceptar el don que se nos ofrece a través de la palabra pronunciada. Es la disposición desde la que podemos aceptar lo que nos regalan y, así, no frustrar al comunicante. e) Otros gestos, frecuentemente acompañados del lenguaje hablado, son más bien donales, porque otorgan un bien o un mal, como sucede con los actos propios del amor y del odio: enseñar, ayudar, cuidar, asentir, insultar, engañar, etc. Sin embargo, las acciones donales forman parte de una vasta constelación de acciones comunicativas que podemos llamar relacionales, y que se dirigen, de un modo u otro, a los demás: desde firmar un contrato hasta pedir un billete. A través de las acciones relacionales comunicativas es como se establecen los intercambios interpersonales de cualquier tipo. En síntesis, que la comunicación humana nace del ser mismo de la persona, un ser constitutivamente abierto hacia dentro y hacia fuera, y por ello capaz de manifestarse y dialogar. Las acciones expresivas y verbales constituyen el primer medio de comunicación humana, merced al cual acontece el encuentro entre personas, entre lo común y la entera vida social con toda la diversidad pluricultural de sus comunidades. Sin comunicación no es posible la sociedad, y ni tan siquiera la vida o el espíritu: sólo los seres inertes carecen de comunicación, puesto que son materia mostrenca. En cuanto aparece la simultaneidad propia de lo inmaterial, surge la comunicación activa. Comer, reproducirse, ver, oír, oler, etc., son ya formas de comunicarse del ser vivo con su entorno y con otros. La inteligencia y la voluntad son las capacidades humanas que permiten la comunicación más profunda de la persona y de su intimidad. De aquí que vivir no sea otra cosa que comunicarse.
2.2 Concepto de comunicación humana como un proceso sistémico a favor de la integración familiar Una aproximación al concepto de comunicación La comunicación humana, según lo visto hasta ahora, es una determinada forma de interacción social en la que se dan, en mayor o menor medida, intercambios de mensaje entre las personas implicadas. El estudio e investigación sobre la comunicación humana viven en la actualidad un momento de esplendor. El interés por los problemas relacionados con esta función vital para la persona ha experimentado un notable aumento. La información es poder, se dice. Y ésta es una postura vital que ha calado hondo en nuestro modo de ser. De aquí que resulte evidente que sea propio del ser humano el estar, en algún modo, en un continuo proceso de comunicación. La persona vive sumergida, en la actualidad, en una corriente de comunicaciones interpersonales y/o institucionales. Un poco más y será habitual hablar de la conexión que se ha establecido, vía «Internet», con el foro de opinión de los más calificados expertos acerca del crecimiento de las hormigas, el último programa de neurocirugía o la noticia más reciente acerca de otras galaxias.
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Y, sin embargo, a pesar de que empleamos la mayor parte de nuestro tiempo comunicándonos −todo nuestro acontecer es, en realidad, comunicación con otros o con uno mismo−, lo normal es que ignoremos la complejidad que caracteriza a los actos de comunicación. En este punto, lo primero que habría que cuestionarse es acerca de ¿cuál es el objetivo de la comunicación, qué fin persigue, cuál es su meta? Por lo sostenido hasta ahora, puede afirmarse que nos comunicamos para relacionamos y compartir algo que tenemos, aunque esa relación, en la mayoría de los casos, sea imperfecta, pues no es posible transmitir con absoluta fidelidad lo que de verdad nos pertenece personalmente y tenemos dentro. En cualquier caso, el término «comunicación» contiene numerosos significados, un tanto ambiguos e imprecisos. Acaso por esta razón, sea un concepto no muy apto para constituirse en objeto de una sola disciplina. La comunicación parece exigir, obviamente, de la interdisciplinariedad. De hecho, los diversos autores que se ocupan de ella, apenas si se ponen de acuerdo en el punto de vista que debe adoptarse para afrontar el estudio holístico de la comunicación humana. El problema emerge, y hasta eclosiona, cuando percibimos que el término «comunicación» se refiere tanto a los diversos tipos de transporte («vías de comunicación» terrestre, marítima, aérea), como a la información, a los medios de comunicación de masas, a la comunicación entre personas, a la comunicación verbal −cuyo medio son los símbolos lingüísticos−, a la no verbal o gestual, a la comunicación animal, etc. En las líneas que siguen sólo atenderemos a la comunicación conyugal, a la interpersonal, a la que se da entre personas con un peculiar vínculo entre ellas: el matrimonio. Sin embargo, incluso al atender a sólo este ámbito, no siempre encontramos un término unívoco. De hecho, en la literatura especializada, aunque ha sido predominante el empleo del término «comunicación», nos encontramos con otros, considerados como sinónimos, con los que se ha intentado sustituir como «información», «interacción» o «conducta comunicativa». En el contexto de la psicología se prefiere emplear hoy la expresión «actividad comunicativa», aunque sea en la práctica intercambiable con otros como «acto comunicativo» o, simplemente, «comunicación interpersonal». Se adelantan aquí algunos conceptos, que será necesario estudiar y concretar con mayor detalle, en los capítulos siguientes, pero con los que, sin embargo, conviene contar para establecer un punto de coincidencia −y, en algunos casos, de discrepancia− desde el que abordar frontalmente las cuestiones propias de la psicología de la comunicación en el matrimonio. El diccionario de la Academia de la Lengua Española reconoce al verbo comunicar cuatro acepciones diferentes, referidas a las relaciones entre personas y una sola para las cosas inanimadas. Considerémoslas, a continuación, en detalle: 1) 2) 3) 4) 5)
«Hacer a otro partícipe de lo que uno tiene». «Descubrir, manifestar o hacer saber a uno alguna cosa». «Conversar, tratar con alguno de palabra o por escrito». Úsase también como reflexivo: por ejemplo, «comunicarse por señas». «Consultar, conferir con otros un asunto, tomando su parecer».
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De acuerdo a las anteriores definiciones, Martín López (1990) establece algunas reflexiones en torno a este concepto. «La idea común a todas las acepciones es la de participación o intercambio, pero mientras las tres últimas se centran sobre contenidos mentales −ideas, opiniones, sin excluir sentimientos, creencias, actitudes−, la primera permite incluir en la comunicación cualquier cosa que uno tenga −posesiones, derechos−. Este aspecto lo concreta el Diccionario al definir el término comunicativo, en este sentido: «Que tiene aptitud o inclinación o propensión natural a comunicar a otro lo que posee», distinguiéndolo de la acepción de «fácil y accesible al trato con los demás». Siguiendo el uso funcional de este término en nuestra lengua, la comunicación puede definirse como «acción y efecto de comunicar o comunicarse» y también como «trato, correspondencia entre dos o más personas». Por último, y dado que por la comunicación algo se hace común, también con ella se relaciona no sólo el concepto de comunidad, de la «calidad de común», sino también el «trato familiar, la comunicación de unas personas con otras». Y, por extensión, las correspondientes acepciones que de ello se derivan en el plano político, social y religioso. Según el uso de nuestra lengua, siguiendo a Martín López (1990) por comunicación puede entenderse lo que a continuación se indica: • •
«La participación (o el intercambio), de contenidos mentales −ideas, opiniones, sentimientos, creencias, etc.−, y, en estos casos, de palabras o por escrito e incluso por señas, o de cosas que uno posee −bienes, derechos, etc.−; en ambas acepciones la comunicación es tanto el proceso a través del cual se realiza la participación (o intercambio), como el resultado de ella: esto es, lo que por participación se hace común.
En adelante, entenderemos por comunicación, la acción y el efecto de hacer algo común a los dos términos −individuales y colectivos− de una relación interhumana, algo que en principio sólo estaba o era propio de uno de ellos. Entendida como acción, la comunicación es el proceso de transmisión de lo propio que, por recepción del otro, se hace común a ambos. En tanto que efecto desencadenado por ella, la comunicación es la modificación que la transmisión de lo propio produce: 1) En el que lo transmite, pues quien comunica algo lo pierde, aunque, en alguna manera, siga bajo su posesión. 2) En el otro de la relación, pues, ahora posee algo de lo que antes carecía. 3) En la relación entre ambos, en sí misma considerada, pues a partir de este acto la relación propiamente dicha se enriquece con la donación/aceptación de los contenidos, que por su virtud se ponen en común. Obviamente, estudiar la comunicación humana resulta un problema erizado de dificultades, por muy diversas razones que han de revisarse, aunque algo se haya dicho ya en el capítulo anterior. Comunicación animal y lenguaje humano El término lenguaje, al igual que la mayoría de los términos que tienen que ver con los signos, es ambiguo, ya que su caracterización puede tomarse según términos de muy variadas dimensiones. 17
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Así, el formalista se inclina a considerar cualquier sistema axiomático como un lenguaje, sin tener en cuenta si hay cosas que denota, o si el sistema es realmente usado por algún grupo de intérpretes; el empirista se inclina a acentuar la necesidad de la relación de los signos con los objetos que denotan y cuyas propiedades enuncian verdaderamente; el pragmatista se inclina a mirar un lenguaje como un tipo de actividad comunicativa, social en su origen y naturaleza, mediante el cual los miembros de un grupo social son capaces de realizar más satisfactoriamente sus necesidades individuales y comunes. Pero si el lenguaje fuese tan sólo un sistema de signos con que referirse a algo, los gestos rituales con que se cortejan los patos, ¿no serían lenguajes como el humano? Un resumen de las notas diferenciales propuestas esclarecerá la pregunta, tal y como uno de nosotros sostuvo (Polaino-Lorente, 1980): 1) La palabra fija el mundo. La vida sin palabras del animal se consume en lo fugitivo de las impresiones que cambian a cada momento. Por la palabra, las impresiones quedan articuladas en complejos permanentes con significados y situadas ante la conciencia como campos de orientación objetivos y abarcables. La aplicación de la palabra al mundo es un proceso de organización, es una clasificación de lo percibido en el espacio vital del hombre. El animal es uno con su ambiente, es además un exponente y función. En cambio, el ser dotado de lenguaje se halla enfrentado con su mundo exterior. Mediante el símbolo de la palabra, las imágenes 2) percibidas son llevadas a cierta distancia. Con el lenguaje se realiza no solamente una fijación del mundo, sino también un distanciamiento de él. Por la formación del lenguaje resulta posible esta separación. 3) El lenguaje humano permite referencias a lo ausente, a lo lejano en el tiempo y el espacio; el animal se halla confinado al presente. 4) El lenguaje es productivo. El hombre genera locuciones, expresiones nuevas, nunca por él dichas, con frecuencia no oídas a nadie, de acuerdo con las situaciones que se van produciendo. 5) Además, el lenguaje humano está caracterizado por su dimensión social: existe en forma de lenguas o idiomas propios de distintas comunidades históricas. 6) Gracias al lenguaje, el hombre se encuentra no sólo libre frente al mundo, sino que también queda liberado del mutismo de la propia intimidad. Sólo el hombre puede decir lo que sufre. Mediante la palabra no se expresa, como en el sonido del animal, solamente un estado subjetivo, sino lo que del mundo penetra en la intimidad de la vivencia. De esta manera se muestra el hombre como un ser que puede inquirir más allá de sí mismo y hacer visible el mundo bajo el signo del pensamiento. La comunicación entre personas es, desde luego, algo muy distinto del acto comunicativo entre animales o de la transferencia de información de la memoria de un ordenador a otro. La persona dispone de lenguaje, y sólo la persona lo posee. Martín López (1990) insiste en este hecho al sostener lo que sigue: «El hecho insoslayable de que el lenguaje significativo sea específicamente humano, ya desde su localización cerebral, introduce una distancia insalvable entre ambas comunicaciones −la humana y la animal−, y hace que cobren toda su dimensión específica la intencionalidad y la experiencia interna de la comunicación».
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«Ciertamente −continúa el autor de procesos de interacción, de general que toda interacción es embargo, hay que ser preciso y según su calidad comunicativa.
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citado−, toda comunicación interhumana se lleva a cabo a través relación social. En este sentido, hay que afirmar con carácter cauce de comunicación y tiene un contenido comunicativo. Sin distinguir con nitidez la modalidad de las interacciones sociales,
De aquí se sigue que sea necesario considerar si, por razón del modo y del contenido, toda comunicación o interacción comunicativa entre hombres, merece recibir con igual propiedad el nombre de comunicación humana o si tal denominación debiera reservarse para un tipo determinado y especialmente selecto y exigente de comunicación entre personas. A este respecto, conviene tener presente aquellos casos en los que se habla de relaciones impersonales o deshumanizadas, de relaciones meramente biológicas, etc., en las que, sin duda, existe algún tipo de comunicación entre personas, pero cuyas características y modalidades −falta de intencionalidad, desimplicación en el otro, violencia, fingimiento, etc.−, parecen alejar la comunicación de lo que es específico y diferencial del hombre. A fin de cuentas, éste es un problema análogo al que se plantean los autores −por ejemplo, Max Weber− a la hora de determinar cuáles de los diversos tipos de actos que pueden realizar los hombres y que afectan a los demás, deben considerarse como actos sociales». La comunicación es un proceso porque es dinámico y continuo. Para que este proceso se cumpla, es necesario que el mensaje se transmita de una persona a otra u otras, y generalmente se produce una respuesta a nuestra comunicación. El lugar donde mejor puede estudiarse la conducta y comunicación humana, es la familia, ya que esta funciona como un sistema en relación, donde este aspecto relacional esta en constante definición. Cada unas de las partes de un sistema esta en relación con las demás y un cambio en una de ella genera otro cambio en las demás y en consecuencia en el sistema total. Además todo sistema esta inmerso en un medio y cualquier cambio en este afecta al sistema y viceversa. Desde la perspectiva de la teoría general de sistemas, la familia es un sistema autocorrector y dinámico y por lo tanto, nuestras observaciones deberán ir dirigidas tanto hacia las transacciones que suceden en su interior, como hacia la estructura interna del sistema; dicho de otro modo, lo que nos interesará será conocer la interacción entre los miembros, sus modos de relación y las reglas que rigen esa relación. En el momento de estudiar las conductas de los individuos, estas deberán ser interpretadas en función de la influencia que posean en relación con el sistema, y nunca deberán interpretarse de forma individual.
2.3 Comunicación interpersonal: proceso, aplicación y resultado Las relaciones interpersonales se practican diariamente, minuto a minuto, pues se refieren al intercambio de mensajes que se dan entre personas. Sin embargo, la comunicación interpersonal se define por la situación en la que se da: momentánea o duradera, cercana o lejana, etcétera. El estudio de la comunicación interpersonal ayuda a la adaptación con el entorno y con las personas que nos rodean. Las relaciones interpersonales más trascendentes, y por lo tanto más complicadas son las afectivas, particularmente las que se dan en el núcleo familiar. 19
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En la vida tenemos diversas relaciones: con el cónyuge, con cada uno de los hijos, con amigos, compañeros, etc. Algunas de estas relaciones son buenas y otras no lo son. Algunas nos parecen más valiosas que otras. ¿Cuál es la diferencia entre unas y otras? La comunicación permite satisfacer las necesidades humanas de sentirse incluido, considerarse valorado y el tener cierto control de la vida. Las relaciones en las que nos comunicamos de esta manera las consideramos mejores que las relaciones en las que no lo hacemos así. Aunque las relaciones satisfactorias puedan parecer muy diferentes entre sí, la comunicación dentro de ellas generalmente participa de características comunes. Cuando se comprenden las características de la comunicación interpersonal, las relaciones y la comunicación con otras personas, cercanas y no cercanas, serán más exitosas. Las interacciones en la comunicación no son o una comunicación impersonal o una interpersonal como dos ideas opuestas y distantes. Imaginemos una línea continua en la que en un extremo está la comunicación impersonal y en el otro la comunicación interpersonal. Una interacción es un proceso continuo. Cuando éste presenta un incremento de ciertas características se convierte cada vez más en interpersonal. Cuando estas características tienden a disminuir se va convirtiendo en impersonal. La mayoría de nuestra comunicación son impersonales más que interpersonales, están basadas más en los papeles que desempeñamos, que en, conexiones individuales con otros. Una interacción comunicativa es proceso continuo que se vuelve más interpersonal mientras refleja de manera creciente las siguientes características: 1. Única en los esquemas de comunicación Entre más interpersonal es la relación, se refleja una mayor singularidad en las pautas de comunicación. Las situaciones interpersonales son orientadas por reglas comunes o por convencionalismos. En estas ocasiones se tiende a etiquetar o generalizar a otra persona, y después se interactúa en concordancia. Podemos comunicar según ciertas reglas para tratar a niños, adolescentes, mujeres, hombres y demás grupos de individuos. Sin embargo, si los padres conocen a su hijo adolescente de manera interpersonal y se comunican con él a ese nivel, es imposible que lo traten de acuerdo a un estereotipo. Es posible que sepan lo que le gusta o le molesta a su hijo, y que el padre y la madre actúen con eso en mente. 2. Insustituible para la relación En la medida en que una relación sea única, también es insustituible. Si el padre, la madre y su hijo o hija comparten algún gusto, tienen cierto tipo de conversaciones, realizan alguna actividad y se preocupan mutuamente, su relación tenderá a ser única. Su hijo o hija será diferente a los otros miembros de la familia; y sus padres serán para él o ella un padre o una madre especial. Esto significa que su relación también será irremplazable. 3. Interdependencia de las personas involucradas Cuando una relación llega a ser cada vez más interpersonal, el futuro de las personas involucradas cada vez estará más ligado. En ocasiones este vínculo es satisfactorio y otras veces no lo es. Lo que sucede a algún miembro de la familia afecta a los demás de algún modo. Los estados de ánimo positivos y negativos de los miembros influyen en el ambiente familiar general.
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4. Reveladora de información personal Otra manera de medir el nivel interpersonal de una relación es considerar la cantidad de información personal que los individuos comparten entre sí. En la medida en que una relación va siendo interpersonal las personas se sienten más a gusto compartiendo, hasta cierto punto, pensamientos y sentimientos. 5. Satisfactoria intrínsecamente La mayor parte de la comunicación impersonal tiene alguna intención. Se está tratando de conseguir algo y no de crear la relación. En una relación interpersonal, la comunicación se da por la satisfacción intrínseca. Las personas no necesitan hablar de algo en particular. No necesitan conseguir nada. Lo que es importante, es simplemente platicar, construir la relación. Si en la familia o en el matrimonio se habla sólo para pedir cosas, planear actividades, o solicitar servicios, NO hay una auténtica comunicación personal. 6. Poco frecuente La gran parte de nuestras interacciones comunicativas son impersonales. Este hecho no es lamentable, sino práctico. En un día normal de trabajo las personas no tienen tiempo para desarrollar relaciones interpersonales con toda la gente que tratan. De esta manera, la auténtica comunicación interpersonal y las relaciones interpersonales son especiales y notables, ya que no es posible hablar profundamente, comunicar la intimidad constantemente. 3. COMUNICACIÓN VERBAL Y NO VERBAL
El hombre es el único ser que tiene una capacidad simbólica que despliega en el lenguaje. El lenguaje es un instrumento del pensar y no sólo del comunicar. Todo saber humano se desarrolla gracias a la capacidad de abstracción del hombre que se da gracias al conocimiento derivado de la información que se percibe a través de los sentidos. Toda esta información se obtiene de dos fuentes de dos formas: verbal y no verbal. La comunicación verbal se refiere a los signos orales y palabras habladas o escritas. La comunicación no verbal se realiza a través de multitud de signos: imágenes sensoriales (visuales, auditivas, olfativas...), sonidos, gestos, movimientos corporales, etc. Sin embargo, suelen emplearse juntas. 3.1 Elementos y efectos Todo mensaje depende del emisor en cuanto éste es el encargado de codificarlo y del receptor en cuanto es capaz de interpretarlo. El acto comunicativo no se realiza si el emisor no utiliza un código conocido por el receptor. Mientras más familiares sean los mensajes verbales y no verbales especialmente, más cercana será la interpretación del receptor al propósito del emisor. Los mensajes no verbales son especialmente importante porque a través de ellos es posible captar percepciones, significados, sentimientos, emociones, etcétera, cuestiones que el emisor expresa con poca intencionalidad. Para comprender la importancia de la comunicación verbal y no verbal y los efectos que pueden tener en las relaciones familiares te recomendamos las siguientes lecturas: 21
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La comunicación verbal Una de las características que diferencian al hombre de otras especies animales, es el disponer de un lenguaje que resulta fácilmente manejable y muy apropiado para la comunicación. El uso del lenguaje está implicado siempre, de una u otra forma, en las interacciones de unas personas con otras. Ningún otro sistema de comunicación −incluso el utilizado por las especies animales más próximas al hombre− está adornado con la complejidad y la sutileza del lenguaje humano. Sin embargo, si comparamos el lenguaje humano (como sistema de comunicación) con cualquier otro sistema empleado por el hombre u otros animales, observamos que comparten algunas de sus características. Es decir, que algunos de los rasgos del lenguaje humano −aunque no todos, ni los más específicos− pueden encontrarse también en otros sistemas de comunicación animal o humano. Hockett (1963) sugirió que el lenguaje tal vez podría ser caracterizado en términos de un número determinado de elementos definitorios. Como ejemplos de estos rasgos, Hockett enumeró los siguientes: a) desplazamiento: un sistema de comunicación tiene la capacidad para referirse a cosas que no están inmediatamente presentes; b) apertura: capacidad para crear y comunicar nuevos significados; c) tradición: capacidad para aprender y comunicar a las siguientes generaciones nuevos símbolos y mensajes; y d) dualidad de diseño: capacidad para combinar un número finito de palabras, símbolos y componentes según un número infinito de mensajes posibles. Muchos sistemas de comunicación tienen algunos de estos rasgos, pero sólo el lenguaje humano dispone de todos ellos. Por eso, los intentos de Gardner y Gardner (1969) y de Premack (1971) de enseñar a algunos animales el lenguaje humano no fueron tan fructíferos como se esperaba. Tradicionalmente, el estudio del lenguaje se ha dividido en las siguientes partes: a) la sintaxis, que estudia el orden y la estructura que regulan cómo deben enlazarse las palabras; b) la fonología, que estudia los sonidos y las regularidades del lenguaje hablado; y c) la semántica, que estudia el significado del lenguaje. Desde el punto de vista de la psicología social, se atiende otro nivel de análisis del lenguaje: el que se ocupa de cómo los mensajes son emitidos y recibidos en las situaciones reales. Morris (1946) empleó el término «pragmática» para describir la ciencia que estudia cómo se utiliza el lenguaje. Ciertamente, es importante conocer las palabras, la gramática y las reglas de pronunciación, pero ello no es suficiente. Es necesario conocer también qué, dónde, cuándo, cómo y a quién se comunica algo. Acaso por eso, Forgas (1985) concede una importante función a la sociolinguística, en tanto que disciplina que estudia el modo en que tales variables sociales condicionan la forma de emplear el lenguaje. Veamos a continuación las líneas de investigación más relevantes sobre este particular.
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El lenguaje y el encuentro interpersonal El primer paso en cualquier encuentro social y uno de los más relevantes usos del lenguaje es dirigimos a nuestro potencial interlocutor. El modo en que se emplean determinadas formas lingüísticas, como los pronombres personales y las fórmulas de interacción en una conversación, están fuertemente influidas por las convenciones culturales. Cada cultura, cada lengua dispone de sus propios repertorios lingüísticos, como los más convenientes y económicos para las interacciones cotidianas, según su peculiar idiosincrasia. Según Brown (1968) y Brown y Gilman (1960), las formas de dirigirse a otra persona, en cada cultura, siguen reglas explícitas que son universalmente reconocidas por las personas adscritas a dicha cultura. Dos son esas reglas principales y sustantivas: la norma del status y la norma de la solidaridad. La norma relativa al status prescribe que las formas familiares o formales del lenguaje han de emplearse siempre que nos dirigimos a personas de un estatus social más bajo, con independencia de que el hablante sea o no de ese mismo estatus. Las formas «polite» de dirigirse a otras personas, en cambio, deben emplearse, de acuerdo también con la norma del estatus, siempre que nos dirigimos a personas de un puesto social más alto, poco importa que el hablante pertenezca o no a esa misma posición social. Sin embargo, estas normas no tienen hoy ni la vigencia social ni el uso estereotipado que antaño. La antigua rigidez se ha mudado, al parecer, en flexibilidad no reglada, con independencia de cuáles puedan ser sus consecuencias. La norma de la solidaridad regula las interacciones, en función de la intimidad existente entre los interlocutores. Esta norma prescribe que las formas «polite» se utilicen cuando apenas si se tiene confianza con la persona que nos escucha. Por el contrario, los modos informales de interacción lingüística se emplean con aquellas personas con las que el hablante tiene mucha confianza, con independencia de cuál sea su posición social. Sin embargo, hay también otras muchas variables que pueden influir de un modo decisivo en las formas del lenguaje empleadas en estas interacciones. Este es el caso, por ejemplo, de la ideología política de una persona, que puede resultar determinante de la forma en que se dirige a los demás. El lenguaje y los grupos sociales Cuando dos o más personas interactúan de forma habitual, casi inevitablemente se desarrolla entre ellos un código lingüístico específico, restrictivo y particularizante. Una de las razones que explican este fenómeno es que cuanto más se conocen dos personas, menor necesidad hay de pronunciar todos y cada uno de los detalles que exige una exacta comunicación verbal entre hablantes desconocidos. Una gran parte de los mensajes que se emiten entre ellos no son explícitamente expresados, sino que quedan indicados o implícitos. Por decirlo de alguna manera, dado que se conocen y saben a qué se están refiriendo cada uno en cada momento, economizan la interacción empleando códigos propios, implícitos y no completamente desarrollados. En esto consiste la economía del lenguaje: un ahorro de recursos y esfuerzos, que, naturalmente, son siempre escasos. Esto supone que los ambientes sociales que comparten un determinado grupo de personas, forzosamente acaban por crear códigos propios, sea por el conocimiento último entre los interlocutores, sea por economía del lenguaje.
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Pero hay también una tercera razón adicional: disponer de un lenguaje propio ayuda a identificarse con el grupo de pertenencia. Entre otras cosas, esta es la regla que suele emplearse para determinar quién pertenece y quién no pertenece al grupo. En este sentido se han realizado algunos estudios empíricos relativamente importantes como las investigaciones de Friendly y Glucksberg (1970) o, más recientemente, las de Forgas (1983). A lo que parece, muchos grupos sociales adoptan y utilizan palabras muy especializadas, más bien como un símbolo de su estatus, que como un modo peculiar de ayudarse en la comunicación. Esta es una característica común, por ejemplo, entre casi todos los grupos de profesionales afines, algunos de los cuales «inventan» o establecen una jerga excluyente y exclusiva. De otro lado, hay muchas variables situativas y contextuales que, de algún modo, influyen en la forma de comunicarmos verbalmente. Puesto que una misma idea podemos expresarla verbalmente de muy diversas formas, es lógico que casi siempre optemos por la forma que mejor se adapta a la situación en que nos encontramos. Con otras palabras, los requerimientos de la situación social particular en la que nos encontramos, ejerce una influencia importantísima en qué decimos y en cómo lo decimos. Algunas investigaciones sobre la poliglosía han demostrado que se emplean diversos registros lingüísticos para hablar con los familiares que para hablar con los compañeros del trabajo. Investigaciones, consideradas hoy como clásicas, fueron llevadas a cabo por Fishman (1971), Rayfield (1970) y Gumperz y Hymes (1972), quienes confirmaron con los resultados que obtuvieron mucho de lo que líneas atrás se ha aludido. Sin duda alguna, la situación social particular influye también en cómo se interpreta lo que percibimos. Gallois y Callan (1985) encontraron que las personas reaccionan de forma diferente al acento de quien habla, dependiendo incluso de la situación en la que lo oyen. También Garton (1983) y Pratt (1983) han podido confirmar estas diferencias. Otra interesante cuestión es cómo seleccionamos, entre las numerosas alternativas semánticas, la que mejor se adapta a la situación. Los investigadores en sociolingüística han concluido que las personas tenemos una idea muy clara de los requerimientos de las diversas situaciones, el estatus, las relaciones entre quienes hablan y la oportunidad del mensaje en cada circunstancia (Forgas, 1985; Gibbs, 1985). En una conversación, cada palabra pronunciada es cuidadosamente seleccionada entre un vasto número de alternativas lingüísticas posibles, que tienen significados similares, para, de esa forma, ajustarse lo más posible a los requerimientos de aquella situación concreta. No podemos poner fin a este breve análisis de la conducta verbal interpersonal sin mencionar aquí los mensajes que se emiten sin significado y la influencia que, en ocasiones, ejercen poderosamente en la relación. Según hemos observado, nos relacionamos verbalmente con los demás, de acuerdo a ciertas reglas. En cada conversación, hemos de decir cosas que sean relevantes, dichas en una secuencia que sea apropiada, ser considerados y educados, intentar evitar los silencios, etc. A todo ello hay que atenerse si deseamos establecer una comunicación interpersonal. Sin embargo, en algunas ocasiones lo que se busca precisamente es decir algo que no signifique nada. Así, por ejemplo, ante una pregunta que consideramos inoportuna y que no nos sentimos obligados a contestar.
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A este tipo de mensajes, Bavelas (1985) los denomina con el término de «descualificados», y sostiene que las personas emitimos este tipo de mensajes cuando nos encontramos ante un conflicto de evitación-evitación, es decir, cuando tenemos que elegir entre dos opciones ninguna de las cuales nos gusta. Estos mensajes, como precisa la autora, son relativamente frecuentes en la vida diaria de cada persona. Características y variedad de los mensajes no verbales Los mensajes verbales constituyen únicamente una pequeña parte de la comunicación interpersonal, pero una parte muy importante. Los mensajes emitidos mediante el lenguaje verbal van normalmente acompañados de abundantes señales no verbales que apoyan, modifican, niegan e incluso sustituyen completamente el contenido enunciado por el mensaje verbal. En algunos encuentros sociales apenas si se emplea algo más que los mensajes no verbales. En situaciones en las que la comunicación verbal explícita no es posible (excesivo ruido, una larga distancia, o la natural discreción entre enamorados, en presencia de otras personas), numerosos signos y señales no verbales pueden llegar a sustituirla: la mirada, la sonrisa, los gestos, los cambios de postura, etc. No es infrecuente que encuentros entre personas del sexo opuesto comiencen con elaborados intercambios de señales no verbales. Con algunas de estas señales se indica al otro, antes de que ninguna palabra haya sido emitida entre ellos, el interés y la oportunidad de iniciar un diálogo verbal. La habilidad para emitir y recibir efectivamente estos mensajes no verbales resulta esencial para la interacción social exitosa. Argyle (1969) sugirió que «esta habilidad es una estrategia aprendida, al igual que cualquier otra. Algunas personas simplemente son mejores que otras. La ausencia de esta habilidad supone desadaptación, lo que puede ser remediado con un adecuado entrenamiento en estas estrategias». Por último, hemos de señalar que la investigación en el ámbito de la comunicación no verbal es relativamente reciente, aunque ya Darwin (1872) escribiera acerca de la expresión de las emociones en personas y en animales, en el pasado siglo. Comunicación verbal y no verbal: similitudes y diferencias Los mensajes no verbales no son meras o simples alternativas al uso del lenguaje. La comunicación no verbal (en adelante, CNV) tiene características y peculiaridades que la diferencian del lenguaje verbal, como sistema de comunicación. De una parte, la decodificación y la reacción a los mensajes no verbales suele ser mucho más rápida, automática e inmediata que respecto de los mensajes verbales. En la CNV puede sostenerse que casi no necesitamos analizar y decodificar, conscientemente, lo que esos mensajes significan. Por contra, los mensajes verbales suponen, normalmente, una secuencia de codificación y decodificación más concienzuda y parsimoniosa, ya que cuesta más tiempo entender, interpretar y preparar una oportuna y pertinente contestación a una sentencia verbal. De aquí, que hoy se sostenga que los mensajes no verbales están mucho menos sujetos a la interpretación y consciente autorregulación que los mensajes verbales. Estas señales y signos no verbales nos informan de aspectos que son tal vez difíciles de comunicar de forma verbal, como ciertas actitudes, emociones y sentimientos respecto de los cuales la persona que gesticula no querría comunicados. 25
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Los mensajes no verbales pueden informamos también acerca de cuándo una persona dice la verdad y cuando está mintiendo. En este sentido, los experimentos más sorprendentes los realizaron Ekman y Friesen (1969, 1974), quienes pudieron demostrar que los mensajes del cuerpo son mucho más eficaces para desvelar el verdadero sentido de lo que dice el paciente. De otra parte, la comunicación verbal y no verbal difieren en lo que se refiere a los contenidos comunicados, ya que los mensajes no verbales tienden a ser mucho más eficientes en la transmisión de actitudes y emociones que la comunicación verbal. A esta conclusión llegaron Argyle, Salter, Nicholson, Williams y Burgess (1970) y Argyle, Alkema y Gilmour (1971). Esto tal vez puede parecer sorprendente, ya que de ordinario se supone que la comunicación no verbal sólo acompaña y, si acaso, completa a la comunicación verbal. Una explicación de estos sucesos se dio una vez que se estudiaron las restricciones culturales respecto de lo que puede ser o no comunicado, mediante el lenguaje. En la mayoría de los países de la cultura occidental, no se acepta la expresión verbal directa de actitudes y emociones interpersonales. Esta negación obliga a comunicar tales contenidos mediante señales no verbales, que no pocas veces contradicen el contenido del mensaje de lo que se dice de palabra. Darwin explicó este fenómeno en términos evolutivos: el sistema de señales no verbal es mucho más primitivo que el verbal y, por consiguiente, está más adaptado a la comunicación de mensajes básicos de tipo emocional. En síntesis, podemos decir que los mensajes no verbales se emiten y reciben mucho más rápidamente, no están bajo control consciente, y son más poderosos y eficaces que la comunicación verbal para trasladar a las otras personas ciertas actitudes y emociones. De este modo se establece una relativa especialización selectiva respecto de los canales de comunicación que empleamos. Para referirnos a cosas externas o ajenas a nosotros mismos, para solucionar problemas, etc., utilizamos por lo general el lenguaje verbal. En cambio, para comunicar contenidos de la vida social y personal como valores, actitudes y reacciones, que atañen a la propia intimidad, utilizamos el canal que es pertinente en la comunicación no verbal. De aquí que los mensajes no verbales jueguen un rol imprescindible en la comunicación a otras personas de los personales estados emocionales y de la propia y recóndita intimidad. Funciones de la comunicación no verbal Acabamos de observar que el lenguaje y los mensajes no verbales, en tanto que sistemas de comunicación, tienen muy diferentes características, lo que condiciona en buena parte que el principal rol por ellos jugados esté al servicio de la interacción social. En la mayoría de nuestros encuentros diarios utilizamos mensajes verbales y no verbales, simultáneamente, e incluso para muy diversos propósitos. Sin embargo, estas dos modalidades de comunicación están usualmente coordinadas y se apoyan una a otra, lo que corrobora el hecho de que los gestos enfatizan, completan y añaden cierta información a la que expresamos mediante el lenguaje. Entre los estudiosos de estos temas, hoy se reconoce que la investigación acerca del lenguaje debe incluir también la comunicación no verbal, tal y como acontece en la realidad (Forgas, 1985). Es posible que quizá dos vías de información resulten contradictorias o que funcionen con cierta independencia una de otra, manteniendo −por decirlo de alguna manera− dos conversaciones a la vez. De hecho, los mensajes no verbales suelen restringirse para comunicar propósitos no fácilmente expresables mediante el lenguaje verbal. En síntesis, que las señales no verbales se emplean, principalmente, para cumplir las cinco funciones siguientes: 26
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1) 2) 3) 4) 5)
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Dirigir la situación social. Autopresentarse. Comunicar ciertos estados emocionales. Comunicar algunas actitudes íntimas. Servir de canal de control para matizar lo afirmado.
Estas son, según Argyle (1969 y 1972), las funciones que hoy se atribuyen a la comunicación no verbal. 1. Dirigir la situación social No nos damos cuenta de ello, pero incluso la más simple interacción social requiere una dirección cuidadosa y compleja por parte de quienes participan en ella. De hecho, necesitamos continuamente indicar al interlocutor cuáles son nuestras reacciones positivas o negativas a lo que nos están comunicando, el aumento o descenso de nuestro interés por lo que nos está diciendo, nuestro deseo de redefinir o de poner fin al encuentro, así como otros muchos mensajes, cuyas funciones son esenciales para la continuidad de la interacción. Cuando dos personas inician un diálogo, sus intercambios verbales suelen estar dirigidos, soportados y apoyados en la modalidad de la comunicación no verbal. Este hecho es muy significativo. A pesar de emitir algunas expresiones verbales de un relativo interés, es imposible continuar una conversación con alguien que a través de ciertas señales no verbales nos está expresando su aburrimiento o ausencia de interés. Así, por ejemplo, es muy difícil comunicamos con las personas que no nos miran, que no asienten a lo que estamos diciendo o que toman una postura distante respecto de nosotros, orientando su cuerpo hacia otra parte. Sea cual fuere el tópico de la conversación (por muy burdo que éste sea), sin las continuas manifestaciones no verbales que apoyan, reivindican un cierto interés y dirigen el intercambio de información, sería imposible mantener la interacción. Otro momento secuencial en el que la comunicación no verbal es especialmente significativo es al iniciar y terminar una interacción. Incluso antes de mediar la primera palabra, ha existido ya mucha interacción no verbal entre las dos personas que se encuentran en una reunión social o en un congreso profesional. Introducirse en un círculo de personas que están hablando en una fiesta, exige poner en marcha uno de los más complejos ejemplos del ritual no verbal que es previo a la pronunciación de una sola palabra. También para poner fin a una conversación es conveniente y muchas veces necesario manifestar ciertos comportamientos, lo que supone ciertas habilidades y destrezas no verbales 2. Autopresentarse Un rasgo esencial de toda interacción social es que nuestra auto estima y auto imagen son puestas en tela de juicio, durante el encuentro interpersonal. En ese escenario natural es donde precisamente debemos establecer exitosamente ciertas interacciones (con nuestros nuevos amigos) y mantener el adecuado punto de vista acerca de nosotros mismos. Pero la situación puede resultar azarosa si estamos fuera de nuestro medio social habitual o si hemos de presentarnos ante muchos desconocidos, sin apoyarnos en las personas que previamente nos conocen como somos. 27
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En esta última situación, la comunicación verbal es de mucha ayuda. Puesto que, en cierto modo, la cultura prohíbe la comunicación verbal explícita de tales mensajes, la comunicación no verbal se hace cargo de estas tareas mediante las sonrisas, los movimientos de asentimiento, los gestos corporales, etc., o tal vez a través de determinadas ropas, joyas, etc. Marsh, Rosser y Harre (1978) estudiaron la función del vestido como señal representativa de determinado estatus. 3. La comunicación de ciertos estados emocionales La expresión facial es un medio universal para comunicar ciertos estados emocionales. El canal verbal no sólo es más lento e infructuoso para comunicar este tipo de información, sino que es también más ambiguo. Un problema relacionado con la comunicación de emociones (García Villamisar y Polaino-Lorente, 1998a, b y c) es que para comunicarse al otro a través de las palabras, debemos primero identificar y etiquetar la emoción que estamos experimentando, lo que en muchas ocasiones constituye un proceso difícil y complejo. Por contra, no suelen darse muchos problemas para emitir este tipo de información a través de la expresión facial. Ekman y colaboradores (1983) comprobaron que es muy fuerte la vinculación entre las emociones y su expresión facial. En uno de sus estudios más relevantes sostuvieron que las personas con las que trabajaron parecían experimentar la emoción apropiada, sencillamente, cuando eran instruidos para mover de determinada forma los músculos de la cara, movimientos que eran equivalentes a los que suelen manifestarse, espontáneamente, cuando experimentamos esa emoción concreta. Además, como ya hemos observado, las normas culturales de las sociedades occidentales suelen limitar la comunicación verbal de emociones. Los mensajes no verbales son los que, de ordinario, se ocupan de cumplir esa importante función. Pero no sólo a través de la expresión facial se comunican las emociones. La postura, los gestos, la distancia, la mirada, etc., son, qué duda cabe, fuentes emisoras de ese tipo de información. En este sentido, la conducta de las mujeres parece ser mucho más elocuente, brillante y precisa, tanto para la emisión de mensajes no verbales con contenido emocional, como para su exacta recepción. 4. La comunicación de actitudes La mayoría de las actitudes pueden ser expresadas tanto de forma verbal como no verbal. Lo que sucede es que las señales no verbales normalmente reafirman, subrayan y completan el significado transmitido mediante el lenguaje. En los encuentros sociales, muchas otras actitudes −particularmente las que son temporales y/o muy versátiles− son exclusivamente comunicadas a través de mensajes no verbales. Como hemos observado líneas atrás, estos mensajes no sólo informan acerca de las actitudes, sino que forman parte también e intervienen en la dirección de aquella concreta situación social. Es interesante mencionar cómo varía la importancia de los distintos canales empleados en la comunicación de actitudes. En este sentido, las experiencias de Mehrabian (1969), confirman que los rasgos faciales soportan cinco veces más peso en la comunicación de actitudes que los contenidos verbales. De acuerdo con Argyle, Alkema y Gilour (1971), parece haber una fuerte evidencia respecto del importantísimo rol que desempaña el canal no verbal de comunicación −mucho más relevante que el verbal− en la comunicación de actitudes interpersonales 28
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5. El uso de un canal de control Un factor irrenunciable en la dirección de las interacciones sociales es controlar quién está hablando, durante cuánto tiempo y quién va a tomar el relevo. La interacción social está por lo general muy organizada y estructurada, ya que el canal auditivo de comunicación tiene una capacidad muy limitada. De hecho, sólo una persona puede hablar en cada momento, si los demás desean entenderla. Mediante la comunicación no verbal el grupo social dirige la conversación, dando alternativamente el turno a una u otra persona o dirigiendo la mirada todos los que escuchan hacia el hablante. Es así como suele emplearse el control del canal verbal de comunicación. Los experimentos de Walker (1983) lo pusieron de manifiesto en las estrategias no verbales empleadas para dar el turno en la emisión de palabras de una a otra persona. Kendon (1967) mostró que los patrones de comportamiento de la mirada empleados al inicio y término de una intervención verbal son significativamente diferentes. También Walker (1983) profundizó por su parte en el estudio de estas estrategias. Hacia una clasificación de los mensajes no verbales Los mensajes no verbales no se emiten y se reciben de forma aislada. La comunicación humana consiste más bien en la combinación de múltiples señales a través de una gran variedad de modalidades.Mehrabian (1969) sugirió que el significado de los mensajes no verbales puede ser descrito en términos de tres dimensiones independientes: 1) Las indicaciones de inmediatez o intimidad que se emplean para comunicar una cierta unión y/o evaluación. 2) Las indicaciones de relajación que se emplean para comunicar ciertas diferencias de estatus y de control social. 3) Las indicaciones de actividad que se emplean para comunicar una relativa viveza e interés. Estas tres dimensiones de los mensajes no verbales, propuestas por Mehrabian, tienen su justa correspondencia con otros procedimientos de clasificación de la comunicación, que fueron enunciados por Osgood, Suci y Tannenbaum (1957). Los últimos autores citados clasificaron muchas palabras y otras unidades semánticas en tres dimensiones. Schlossberg (1954), en cambio, clasificó las expresiones de las diversas emociones, según tres características. Evidentemente con estas clasificaciones se pretendió simplificar y codificar mejor los trabajos de investigación, especialmente de aquellos procedimientos observacionales cuyos contenidos eran precisamente los mensajes no verbales. De otro lado, Pierre Guiraud (1980), en su libro El lenguaje del cuerpo hace una análisis de las señales que los seres humanos emitimos a través de los gestos. En esta publicación, el autor estudia el cuerpo como emisor de información. Sin embargo, sus explicaciones no son muy congruentes y rigurosas, ya que sigue procedimientos poco precisos, muy del gusto de las pseudociencias que, a lo largo de la historia, han tratado de estas cuestiones. No obstante, Guiraud distingue entre la información suministrada por el propio cuerpo y la información proporcionada por los movimientos que realiza. Respecto de la información obtenida a partir del propio cuerpo, tal y como se nos presenta, tres han sido las principales disciplinas que lo han estudiado. De una parte, la fisiognomonía o carácter de la morfología, que estudia los rasgos físicos de las personas como signos que suministran cierta 29
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información acerca de las facultades psíquicas. Todavía hoy se sigue empleando en algunas caracterologías, aunque su estudio ha sido abandonado. La apariencia física de una persona nos permite, hasta cierto punto, calificada como enérgica o tímida, franca o pérfida, inteligente o estúpida, simpática o antipática. Sin embargo, estas inferencias, «prima facie», resultan engañosas con harta frecuencia. Son muchas las caracterologías que se han construido a partir de ciertos rasgos. Sin embargo, las comprobaciones experimentales no parecen estar de acuerdo con lo que de ellas se afirma en la teoría, aunque, sea también evidente que los rasgos de una persona nos dicen algo acerca de ella y constituyen una cierta información para el interlocutor, al que, de hecho, acaba por influirle en mayor o menor medida. De otra parte, la patognomía estudia la kinética de las emociones (temblores, contracciones musculares, variaciones de temperatura, etc.). Sobre estas cuestiones, todavía hoy se sabe muy poco. El estudio de las señales y manifestaciones externas de nuestras emociones, constituyen indicios naturales y, en ocasiones, razonables, además de espontáneos, a través de los cuales aquéllas se manifiestan. Por último, los rasgos fisiognómicos y patognomónicos dan origen a la construcción de ciertas metáforas. Así, por ejemplo, inferimos a partir de ellas si un recibimiento ha sido frío o cálido, cortante, distante, etc. A lo que parece, cualquier imagen de la actividad corporal (respiración, calor vital, gestos, movimientos, etc.) sirve para estructurar vastos y complejos campos léxicos. El simbolismo y el empleo analógico de la fisiognomía y de la patognomía hacen el resto en la construcción de este discurso implícito. Hasta aquí los indicios naturales y/o espontáneos aportados por el propio cuerpo. Pero disponemos, además, de otros sistemas explícitamente arbitrarios y convencionales. Tres son también las disciplinas que han estudiado este tipo de información no verbal suministrada por el cuerpo humano. La kinética se dedica al estudio de los gestos y de la mímica, como signos de comunicación, sea en sí mismos considerados o como signos que acompañan al lenguaje articulado. La proxemia estudia las posiciones y desplazamientos del cuerpo como fuente capaz de suministrar importante información. Por último, la prosodia, es la disciplina que estudia los sonidos que emitimos cuando hablamos. También la forma en que modulamos la sentencia que estamos pronunciando suministra cierta información al interlocutor, a través de algunos de sus componentes como la melodía, el ritmo, el volumen, el timbre, etc. 3.2 Manejo posicional de la comunicación con relación a la autoridad Las personas comunicamos más con nuestra apariencia, movimientos del cuerpo y con nuestras expresiones, que con nuestras palabras. Pues nuestra comunicación no verbal es capaz de decir lo que nosotros no podemos o no queremos expresar. Podemos saber si alguien esta mintiendo viéndolo a los ojos u observando la manera como reacciona. Los comportamientos no verbales acompañan y en ocasiones suplantan al comportamiento verbal. Dentro de los comportamientos no verbales más reveladores se encuentran: la apariencia, el tono de voz, la mirada... de aquí la importancia de saber observar para captar lo que en realidad quiere decir el otro.
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Una de las acepciones de la palabra autoridad en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua es "carácter o representación de una persona por su empleo, mérito o nacimiento". Así pues, los padres llevan a cabo la representación de un papel que les ha venido al fundar una familia, tener que ejercer la autoridad en la misma. El ejercicio de la autoridad tiene varias fases: 1) Conocimiento de las metas comunes que tienen los miembros que forman el grupo. La familia como grupo humano está compuesta por personas que tienen niveles distintos de maduración, de responsabilidad, pero que tienen unos vínculos, espacios y metas comunes. Esto no es percibido conscientemente cuando los hijos son pequeños, pero al madurar lo asumen de manera implícita. 2) Comunicar y consensuar con los otros miembros lo que quiere conseguir quien ejerce la autoridad. Quien ostenta 3) la autoridad tiene que saber qué quiere para el grupo. Necesita de un tiempo de clarificación personal. Cuando lo ha realizado, precisa exponerlo de manera explícita a los otros que forman el grupo, de forma verbal como a través de su conducta y decisiones para hallar el consenso entre los miembros del grupo. 4) Cumplir y hacer cumplir las metas marcadas y consensuadas. Pero no basta que todos los miembros del grupo sepamos qué hay que hacer, es necesario que se lleve a la práctica lo previsto. Es la capacidad de mover que tiene quien ejerce la autoridad, ya sea por su fama o prestigio, ya sea por procedimientos más coactivos. Prescindir de las fases, puede dar lugar a deformaciones de la autoridad. Cuando se prescinde de comunicar y consensuar entre los miembros las normas, surge el autoritarismo −ejercicio arbitrario de la autoridad−; cuando no se cumplen ni se hacen cumplir las normas marcadas y consensuadas, se instala el abandonismo −la renuncia a la autoridad−. Los padres tienen autoridad por el hecho de ser padres. Pero la autoridad se mantiene, se pierde o se recobra por el modo de comportarse. La autoridad se mantiene o se recobra por el prestigio. Esta afirmación es equivalente a la de "educamos por lo que somos". Es decir, por la congruencia entre lo que somos, lo que hacemos y lo que decimos.
4. ANÁLISIS DEL MENSAJE
El mensaje es el contenido de la información que va del transmisor al receptor y de regreso y cobra importancia en cuanto a la forma cómo se interpreta. Los mensajes pueden ser semánticos o semióticos y el significado de cada uno depende de la relación de la palabra (semántica) o signo (semiótica) con el transmisor o receptor. La familia es muy importante en la elaboración de códigos (palabras o signos), pues ésta da la pauta de interpretación, ya que cada persona aprende según el lugar en el que vive. *Un signo también puede ser una palabra.
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4.1 Semántica y semiótica en los mensajes familiares La semántica se refiere a la relación entre las palabras utilizadas en los mensajes y los objetos o ideas que los representan. Si el objeto o idea designada por la palabra está totalmente fuera de la experiencia del receptor, el mensaje pierde significado. Se pierde la comunicación. La semiótica es el estudio de los signos, es decir, la representación de un objeto por un signo. La función de la familia es establecer códigos para que sus miembros puedan corresponder con una interpretación semejante. En la comunicación familiar se emplean tanto signos verbales como no verbales, y es importante conocer la manera en que funcionan para elegir los signos adecuados al momento de transmitir un mensaje. La semántica va de la mano de la Semiótica. El estudio de los significados de los signos es importante para aprender a expresarse de manera adecuada, evitando confusiones o malos entendidos y logrando que nuestro mensaje sea claro y entendible. 4.2 Mensaje y formación de autoestima Autoestima significa tener confianza en uno mismo, ser independientes y tener control sobre nuestros actos. Cuando el niño se siente amado y respetado y ha podido recibir el mensaje de la madre a través de la mirada, entonces es más fácil que acepte los valores y normas familiares, se identifica con los padres, los toma como modelos para expresar sus sentimientos hacia los demás, puede desarrollar un sentido de confianza básica (seguridad), evitando el temor y la inhibición de sus actos. Es muy importante lograr un ambiente familiar favorable que estimule la confianza. Esto se puede lograr partiendo de la base de que los padres poseen confianza en ellos mismos, haciendo que su hijo desarrolle las habilidades que le permitan tener éxito; y así mismo entenderá que los triunfos no llegan siempre a la primera y se esforzará por conseguir siempre lo mejor. El riesgo de no brindarle una traducción sana a nuestros hijos de lo que son, es decir, inflarle mucho el EGO o por lo contrario desinflarlo ocasionara graves problemas en la estructuración y formación del SELF (instancia psíquica que nos permite darnos cuenta de qué somos nosotros, porqué nos sentimos nosotros mismos y no alguien más dentro de un parámetro de la realidad). Para ayudar a nuestros hijos a que confíen en sí mismos, debemos: 1) Considerar a cada uno de nuestros hijos como individuos con valor. De esta manera se sentirán como seres capaces de desarrollar sentimientos positivos. 2) Siempre debemos estimularlos con frases de aliento y tratar de evitar las frases ofensivas o que minimicen sus tareas diarias. 3) Aunque nuestras ocupaciones nos absorban el 99% de nuestra vida, debemos mostrar interés en lo que hacen nuestros hijos y preguntarles qué piensan de los asuntos de la vida cotidiana, para que expresen su opinión y evitar forzarlos a que piensen como uno. 4) Apoyarlos siempre cuando las cosas no marchen bien aunque las hayan provocado. (Recuerden que siempre hay acuerdos y tratos). 32
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5) Respetar su individualidad, tratar de no escoger los juegos o la forma de la vestimenta, se les sugiere y ELLOS ELIGEN. 6) No sobreprotegerlos, esto los limita ya que los hacemos seres pasivos, faltos de iniciativa y dependientes. A la larga, como padres, vamos a sentir un gran fracaso. En casa, las cosas que deben de propiciarse para conseguir esto, son: 1) Amar y respetar a los hijos como son, con su temperamento, carácter, necesidades educativas especiales, etc. 2) Nunca debemos hacer comparaciones entre los hermanos y amigos, esto los lastima mucho y genera agresividad entre ellos y hacia nosotros como padres. 3) Como papás ser buenos modelos y SIEMPRE actuar con el ejemplo. 4) Propiciar un ambiente democrático en el hogar. Esto significa distribuir responsabilidades en la medida de su madurez y ser escuchados cuando lo soliciten. Con esto estamos dándole el lugar que le corresponde a cada quien. 5) Intentar integrar un hogar estable, es decir, que promueva el compañerismo y el apoyo para resolver juntos algún problema de cualquiera de los hijos. La autoestima y la comunicación están muy relacionadas, porque según como se diga algo, el efecto será positivo o negativo, de aprendizaje o de resentimiento, que se transmite desde la infancia hacia el futuro. Por esta razón, se entiende que los padres y madres que dañan la autoestima de sus hijos no siempre lo hacen intencionalmente, ya que ellos fueron educados del mismo modo. Cuando los padres quieren que sus hijos reaccionen como ellos desean, suelen comportarse de maneras particulares. Estas maneras pueden ser: Mártires: controlan al niño haciéndolo responsable de su sufrimiento y culpable por todo lo que pueda querer o hacer que no le caiga bien a estos mártires, a quienes nada les viene bien, y recurre a las quejas, los reproches, las lagrima, las amenazas de que les va a dar una ataque, etcétera. - Ves como me sacrifico por ti y no te importa- Dejé todo para criarte y me lo pagas haciendo eso- ¿En que nos equivocamos que nos haces estas cosas?Los dictadores: controlan al niño o la niña atemorizándolos cuando hacen algo no autorizado, son estrictos y amenazantes para que obedezcan y todo los enfurece. Condenado de manera inapelable al niño, con burlas, gritos, despliegue de poder y dominación. Como puedes ser tan estúpido/a, como no te das cuenta de las cosasTe avisé y ahora vas a ver lo que te pasa por no obedecerYo no tengo que darte explicaciones, lo haces porque te lo ordeno y puntoA veces estos roles (mártir y dictador) se combinan, se alternan y agregan mas confusión a los chicos porque también van acompañados con demandas o manifestaciones de cariño. Y si un hijo llega a quejarse, a llorar o a reclamar por el trato que recibe puede volver a ser juzgado, culpado y descalificado. 33
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Según se hallan comunicado nuestros padres con nosotros así van a ser los ingredientes que se incorporen a nuestra personalidad, nuestra conducta, nuestra manera de juzgarnos y de relacionarlos con los demás. Esas voces quedan resonando dentro de nosotros toda la vida. Por eso hay que aprender a reconocerlas y anular su poder para que no nos sigan haciendo sufrir, para liberarnos de esos mandatos distorsionados y para no volver a repetírselos a nuestros hijos e hijas. Ninguna forma de maltrato es educativa y ningún mensaje o comunicación que culpabiliza, critica, acusa, insulta o reprocha es un buen estímulo para nadie. Y menos en la infancia, cuando no hay posibilidades de defenderse, protegerse o entender que es la impotencia y el desconocimiento de otras formas de trato lo que lleva a los padres y madres a asumir ese papel de mártir o de dictador. "Lo primero que hay que entender es que no podemos hacernos cargo toda la vida de los problemas que amargaron o hicieron de nuestros padres y madres personas mártires o dictadoras. Basta con empezar a investigar de que manera nos afectaron esas actitudes, para comenzar a liberarnos de sus efectos y no repetir nada de esto con los propios hijos e hijas, con nuestros alumnos, con cualquiera de nuestros chicos o chicas que puedan estar a nuestro cuidado." 5. LA COMUNICACIÓN COMO MEDIO DE EDUCACIÓN FAMILIAR
Se podría decir que la gran parte de los problemas que se dan entre marido y mujer son por falta de comunicación, pues la comunicación en el matrimonio es un proceso necesario para que la pareja se una y forme un proyecto en común, incluso podemos decir que el matrimonio es comunicación, pues si lo esencial en el matrimonio es el amor, este amor es por naturaleza comunicación. Gracias a la comunicación se pueden conseguir los objetivos educativos trazados, pues el diálogo estimula el clima de confianza en la familia y así se puede llegar a conocer el problema de un hijo antes de que se produzca, o se haga más grande. La comunicación conyugal es un factor necesario dentro de la comunicación familiar. Si la primera marcha bien, la segunda se dará con mayor facilidad. El trato mutuo de los esposos es el espejo en el que miran los hijos. 5.1 Algunas actitudes educativas respecto a la comunicación La comunicación en la familia responde a una necesidad real y ofrece un método de solución de conflictos, pero antes de que se presenten los problemas, debemos establecer un trato agradable entre los cónyuges para enseñar a nuestros hijos a comunicarse y constituir relaciones armoniosas. El hombre es un ser de naturaleza familiar, y la comunicación con sus padres, hermanos y demás miembros de la familia es fundamental, principalmente en el proceso de su formación, y en su capacidad de integración a la sociedad. Por ello, en la literatura pedagógica y psiquiátrica se observan múltiples referencias al papel que juegan los hogares desintegrados como un factor de riesgo importante en el uso y abuso de drogas, baja autoestima y otros problemas en niños y jóvenes. El tiempo que dedican los padres a sus hijos debería ser una prioridad.
Los padres responsables deberían preguntarse: ¿Cuántas horas, o minutos, paso al día con mis hijos? ¿Con qué intensidad vivo ese tiempo? ¿Estoy en casa con ellos y para ellos? ¿Me dedico seriamente a mirarlos, a conocerlos, a quererlos, a comprenderlos? 34
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Muchos padres se dejan vencer por el egoísmo y sólo piensan en sí mismos, en su comodidad, en ver la televisión y en olvidarse de los problemas después de lo mucho que han trabajado. Pero la estabilidad familiar se logra con esfuerzo, y es esencial para que los hijos no paguen más adelante las consecuencias. De qué sirve exigirle a un hijo que sea «Licenciado», cuando ni siquiera hemos hecho de él una persona. Es asombroso como, en una sociedad de consumo como la nuestra, la prioridad es el trabajo ya que sólo éste, según nuestros estándares, podrá elevar nuestro nivel de vida. Pero el tiempo dedicado al trabajo se lo restamos a los hijos, sin que la calidad de vida de nuestras familias aumente, pues ni siquiera nos damos tiempo de convivir y comunicarnos con ella. Un estudio hecho en Estados Unidos demostró que el tiempo que un padre de clase media pasa con sus hijos no llegaba a más de tres contactos al día; es decir, los veía tres veces al día, y este contacto era a través de un beso o un saludo, con un tiempo aproximado de cuarenta segundos. Realmente trágico, y esto no sólo sucede en Estados Unidos; esto también pasa en nuestro país, nos pasa a todos. Por lo tanto, no basta estar físicamente cerca: es necesaria la aproximación de mi «yo», de mi intimidad, que lleva a encontrar el tiempo de conversar con los hijos, de valorar sus virtudes y de buscar la mejor manera de incrementarlas. Esta aproximación nos lleva a intercambiar criterios educativos, opiniones, cariño, y tantas cosas más, aparentemente pequeñas y sin importancia, pero que van logrando que nuestros hijos abran también su intimidad, y van haciendo que el hogar sea, tanto para los padres como para los hijos, ese lugar de alegría y felicidad. Para hacer realidad el diálogo entre padres e hijos, antes debe existir un puente tendido, abierto, franqueable, a través del cual la vida, las inquietudes, los problemas de los hijos, encuentren respuestas prontas y eficaces. La base del trato con los hijos es una buena amistad. Se puede armonizar perfectamente la autoridad paterna y materna que la educación necesita, con un sentimiento de amistad, que exige ponerse de alguna manera al mismo nivel de los hijos. Ellos, aun los que parecen más despegados o fríos, desean siempre ese acercamiento, esa amistad con sus padres. La amistad con los hijos no devalúa la paternidad; por el contrario, la engrandece, si se sabe tener con la debida proporción que debe de existir entre un niño y un adulto, o una adolescente y una madre. Ser amigos no significa ser el confidente en la adolescencia, o el «cuate» del alma. Significa, más bien, que exista la suficiente confianza para abrir la intimidad hasta donde el otro quiera. Porque la puerta de la intimidad de los hijos no se puede forzar, hay que tocar. Ellos nos contarán lo que quieran si nos hemos sabido ganar su confianza. Para que un joven te cuente algo, antes habrá que haber oído muchas cosas, desde que fue niño; a veces cosas que para uno son intrascendentes, pero para él muy importantes. La amistad con los hijos se desarrolla con naturalidad, con sencillez en el trato, participando en sus diversiones, con jovialidad al comentar los hechos que de una u otra manera los afectan. Se logra compartiendo algunas actividades con ellos, comentando aspectos personales con facilidad, interesándose en sus cosas, compartiendo vivencias, contando historias. En una palabra, podemos aprender a disfrutar de la compañía de los hijos como se disfruta la compañía de un buen amigo. El trato requiere tiempo y dar tiempo es exigencia de la verdadera amistad; para que se conserve es necesario cultivarla, dedicarle largos ratos, conversar, escuchar, conocerse. El mejor logro de todos los esfuerzos que se realizan en la vida son los hijos, más que el trabajo profesional o que cualquier otro negocio. Triunfar en la empresa, en los negocios, en la vida política, en el arte o en la ciencia a costa de los hijos, con la posibilidad incluso de fracasar en la vida familiar, es realmente salir derrotado en aquello que en la vida tiene una mayor trascendencia. Muchos padres que se matan trabajando justifican su esfuerzo con la disculpa de que lo hacen por sus hijos. Pero éstos los necesitan más a ellos que a su dinero. Se puede atender bien ambos aspectos, trabajo y familia, si se sabe jerarquizar objetivos, organizar el trabajo, evitar horas extras de oficina; si llegar a casa se da uno a los hijos, en vez de ponerse a ver 35
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televisión para descansar, si se, aprovechan los fines de semana para actividades familiares. Y si se interrumpe cuando sea necesario, lo que se tenga que interrumpir. Los amigos abren el corazón cuando hay confianza, pero ésta hay que conquistarla, confiando en los hijos desde que son pequeños. Es preferible dejarse engañar alguna vez, porque la confianza que se pone en los hijos hace que ellos se avergüencen de haber abusado y se corrijan; en cambio, si ven que no confiamos en ellos, se sentirán movidos a engañar siempre. Un día en una cafetería oímos a una adolescente decirle a su mamá: «Si no me crees nada, entonces mi vida es una mentira». Otorgándoles confianza se les facilita que se abran sin reservas, expongan sus inquietudes y consulten sus problemas, convencidos de que siempre encontrarán comprensión y ayuda. Conviene evitar siempre la impresión de que la televisión, el teléfono o las amistades son más importantes, pues de lo contrario no expresarán sus inquietudes, o se encerrarán en sí mismos. No escuchar, no contestar sus preguntas, no conocer sus inquietudes y necesidades es una de las razones del fracaso educativo, que viene a descubrirse cuando el hijo, ya grande, no quiere nada con sus padres. Saber de sus gustos, afanes, sentimientos e ilusiones nos llevará a conocer íntima y profundamente a los hijos, a estar en sus éxitos al igual que en sus fracasos, en los aciertos como en los errores; a reír con sus bromas y a compartir de sus tragedias para, de ser posible, hacerlas más livianas. A no rechazar porque sí a sus amigos, su música, su vestido, su peinado… Un adolescente comentaba: «¡Se molestan por tenerlo a uno, para luego criticarlo!». En los periodos difíciles de la vida, se debe dar más efecto. A veces será necesario dar un giro en la estrategia y tener más paciencia y serenidad. Sin embargo, una cosa es comprender y otra dar la razón en todo. Los padres poseemos una experiencia que comunicar y una riqueza de conocimientos que entregar, pero hay que ayudar a los hijos a que comprendan también el trabajo, a veces heroico, que representa sacar una familia adelante. Crear un ambiente cálido, cariñoso, apoyador y motivador es, probablemente, lo más importante que puede hacer uno por su familia. Ser buen escucha Un aspecto clave en la comunicación y que generalmente falla es el saber escuchar. Por ello, vale la pena dedicarle un poco de espacio. Para volverse un oyente eficaz la primera condición es el respeto mutuo. El respeto significa aceptar lo que el otro dice, aunque no esté de acuerdo. Y significa que los hijos y los padres puedan expresar sus creencias y sentimientos, sin temor a ser rechazados. No podemos escuchar a nuestros hijos mientras preparamos la comida, o mientras arreglamos los cajones, o le echamos una ojeada a la televisión. No podemos comunicarnos porque estamos pendientes de otra cosa, no de los sentimientos de nuestro hijo. Escuchar implica establecer un contacto visual, y una determinada postura física que diga: «Te estoy escuchando». Hay que saber reconocer los sentimientos que están detrás de lo que los hijos dicen, y de lo que no dicen. Esto es lo que llaman saber oír con el corazón. Como dijo la zorra en el libro El Principito, «Sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos». Así, hay que comprender lo que el niño siente, lo que nos quiere dar a entender, y después explicar ese significado, de tal manera que el niño se sienta comprendido y aceptado. Por ejemplo, un niño rebelde lo que está pidiendo a gritos es atención, es que platiquemos con él. Pero de tal manera está viciada la relación con sus padres, que eso lo demuestra con rebeldía. No nos dice: « ¡Es que te tengo coraje!», porque si lo hace corre el riesgo de que le den una tunda y, entonces, mejor no dice nada.
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Los niños pequeños lloran, pero no por lo evidente: a lo mejor tienen hambre, o sueño, o se pelearon en la escuela, pero no lo dicen. Eso es lo que hay que preguntar para que se sientan comprendidos, en lugar de « ¿qué te pasó?» A veces el niño llega triste o preocupado porque no lo incluyeron en el equipo de fútbol, y entonces le decimos: «Por eso no se acaba el mundo», «Eso no es problema»; es decir, le damos la solución, en lugar de ayudarle a resolver su verdadero problema. Si nuestra hija adolescente termina con el novio, debemos preguntarnos con empatía cómo se sentirá, en vez de decirle: «Ya conseguirás otro», «Así es la vida», o «Al fin que ni valía la pena». Lo importante es reconocer los sentimientos y encausarlos, no negarlos. Al reconocer los sentimientos se abre la comunicación y nuestra hija se sentirá comprendida. Si nuestro niño no quiere ir al colegio, en vez de decirle: «Vas porque vas, no seas flojo», podríamos preguntarle: «¿Por qué?, ¿Estás enfermo?, ¿Te enojaste con la maestra?, ¿Tienes algún problema? Así dejaremos que el niño se exprese y abriremos la comunicación. En la comunicación cuentan mucho los gestos, el tono de voz, la mirada, la postura. Comunicamos más con los gestos que con las palabras, y todas estas expresiones fortalecen mucho la comunicación. Uno debe aprender a captar el comportamiento del niño. El comportamiento expresa el significado, y lo hace más claramente que las palabras. Hay que estar atentos, porque la conducta nos puede manifestar un problema, como un complejo o una enfermedad, etc. Por otro lado hay que cuidar la impulsividad en la respuesta. Las respuestas impulsivas llevan a una mala comunicación, y refuerzan las conductas inadecuadas del niño. Los padres impulsivos son fácilmente manipulados por sus hijos, porque éstos hacen lo que les viene en gana y los padres no tienen argumentos para impedírselos. Por ejemplo, si un padre dice de manera reiterativa a su hijo: “No te metas a nadar”, y el niño lo ignora. Para una buena comunicación en la familia es necesario aprender a manejar los mensajes «yo», en lugar de los mensajes que generalmente solemos manejar, por ejemplo, «Eres un sucio», «Eres un desordenado», «Me desesperas», etc. Estos mensajes «tú» etiquetan y acusan, conllevan críticas al niño y sugieren que él es el culpable. Generalmente cuando regañamos mandamos mensajes «tú». Los mensajes «yo», por el contrario, describen mis sentimientos respecto a las consecuencias de un comportamiento: «Cuándo no llamas, o no regresas a casa temprano, me preocupa que algo te pueda pasar, porque no sé dónde estás». Este tipo de mensajes no acusan y hacen reflexionar sobre el comportamiento, se centran en el padre o la madre y no culpan. Otro aspecto importante en la comunicación es evitar el enojo. El enojo constante produce sordera en el hijo, refuerza el objetivo de poder, o de revancha del niño, y provoca una comunicación tirante, además, el niño se siente amenazado y se pone a la defensiva. Lo más triste es que casi nunca se consigue lo que se quiere, pero, en cambio se desgasta uno mucho. Claves en la comunicación familiar • • • • • •
Siempre encontrar el tiempo apropiado para comunicarse. En medio de un conflicto o una pelea, retirarse. Esto es lo mejor, a fin de no perderse el respeto. Jamás ridiculizar ni utilizar el sarcasmo. Estos dos elementos hacen tensa la comunicación y destruyen las relaciones. Creer que el hijo es capaz y valioso; cuando nos comunicamos hablamos de nuestras creencias y valores. Preocuparse por lo que se puede hacer en el presente, más que angustiarse por lo que no se hizo en el pasado. Recordar que son los errores y no los triunfos los que nos hacen aprender más en la vida. 37
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Desarrollar el coraje de hacerle frente a los retos que nos presenta la vida. Aprender primero a entender, para poder seguir entendiendo. Tener paciencia y autocontrol para escuchar primero, en segundo lugar volver a escuchar, y en tercero, preguntar. Crear un ambiente familiar acogedor. Escuchar más los significados que las palabras. Ya que son las claves no verbales de lo que nos quieren decir nuestros hijos.
5.2 Condiciones para emitir y recibir comunicación eficaz y asertiva ¿Se observa a si mismo diciendo "Sí" en situaciones en las que en realidad sentía que debía decir "No"? ¿Encuentra dificultad para expresar su descontento a un miembro de su familia aun si cree que es justificado? ¿Le cuesta aceptar un elogio? Si respondió afirmativamente a cualquiera de las anteriores preguntas podría no ser tan asertivo en su forma de comunicar como desearía serlo. La palabra asertivo, de aserto, proviene del latín assertus y quiere decir "Afirmación de la certeza de una cosa", de ahí podemos ver que está relacionada con la firmeza y la certeza o veracidad, y podemos deducir que una persona asertiva es aquella que afirma con certeza. Ahora bien, ¿Qué es ser asertivos? Es la relación con nuestra consciencia de nosotros mismos primero, de quienes nos rodean, y del medio en que nos desenvolvemos. Asertividad, una voz relacionada con las comunicaciones que se ha incorporado al lenguaje común de las personas. Al decir asertividad nos referimos a una forma para interactuar efectivamente en cualquier situación, incluyendo aquellos momentos en las relaciones entre los seres humanos que representan un reto para quien envía un mensaje, debido a que a través de éste se puede confrontar o incomodar a quien lo recibe. Cuando hablamos de aprender a ser asertivos me refiero a promover el desarrollo de las habilidades que nos permitirán ser personas directas, honestas y expresivas en nuestras comunicaciones; además de ser seguras, auto-respetarnos y tener la habilidad para hacer sentir valiosos a los demás. Ser asertivo implica: Tener una comunicación intrapersonal muy efectiva consigo mismo: Ser conscientes de nuestros pensamientos, sentimientos, motivaciones, necesidades y deseos sin juzgarlos, administrar nuestras emociones y asumir la situación de manera responsable. Encontrar el valor que se tiene por quien se es, la consciencia de ser tan importantes como cualquier otra persona en este planeta. No más importantes, pero tampoco menos, ni el mejor ni el peor, todos igual de importantes. Es administrar nuestras emociones y asumir la situación de manera responsable. Saberse y sentirse bien por los talentos recibidos y por las cualidades desarrolladas. Es reconocer que nuestra inteligencia es suficiente para valorar nuestras situaciones, y tomar decisiones sin necesidad de la aprobación de otros. Haber aprendido a reconocerse, y esto representa tener una imagen positiva de si misma(o), y un sentimiento positivo que se han logrado a través de un aprendizaje continuo, idealmente el ser asertivos debería de llevarnos a trabajar conscientemente hacia una solución de "Ganar–Ganar” esto significa asegurarnos que todas las partes involucradas encuentren satisfacción a sus necesidades tanto como sea posible.
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Es un sentido de igualdad fundamental en todo. Es también la disposición a sintonizarnos con la experiencia de otros sin saltar a conclusiones ni juicios acerca de ellos o nosotros, desarrollar la habilidad de aplicar el raciocinio derivado de la experiencia para tomar decisiones responsables y beneficiosas. Es la disposición de lograr lo que deseamos manteniéndonos conscientes que los resultados dependen de muchos factores, sin embargo es válido mantenernos flexibles al elegir y si es necesario permitirnos cambiar de opinión. Es asumir riesgos calculados, pero sin evadir la realidad, aceptar que existen situaciones más allá de nuestro control, y mantenernos confiados que al permanecer centrados en aquellas que si podemos influenciar, la mayoría de nuestras necesidades serán satisfechas. La asertividad es innata y aprendida De manera que el camino hacia la asertividad, puede convertirse en un aprendizaje, un proceso nuevo de descubrimiento de las potencialidades que se tienen en una relación consigo mismo es un comportamiento aprendido. Si corremos con la suerte de contar con buenos modelos de personas asertivas durante nuestra infancia, será natural para nosotros desarrollar ese hábito, de otra manera posiblemente nos encontremos en la situación de desear cultivarlo. Los hombres y a las mujeres tradicionalmente tienen la orientación social de formas diferentes. En ocasiones es socialmente aceptable para los hombres ser agresivos, mientras que se espera que las mujeres sean pasivas y sumisas, en la actualidad la realidad es otra. Algunas mujeres al intentar romper el "molde" sumiso con el que pretende "etiquetarlas" la sociedad frecuentemente creen que la única manera de hacerlo es adoptando la postura diametralmente opuesta, la de la agresividad, al mismo tiempo que reconocen que el comportamiento agresivo es poco femenino. Es entonces cuando consideran ser asertivas, lo cual, a diferencia de la agresividad, si es compatible con la feminidad. Podemos decir que el primer paso hacia la asertividad se genera en la relación del ser humano consigo mismo. Algunas personas evitan ser asertivas porque temen desagradar a otros y no ser aceptados por esto. Sin embargo, aunque se podría evitar una desavenencia inmediata al evitar ser asertivos, a la larga podría lastimarse la relación. Esto también podría suceder si evita hacer valer sus derechos y permite que se aprovechen de usted una y otra vez. Algunas personas encuentran dificultad en ser asertivas por actitudes negativas aprendidas durante la infancia, en esos casos ayuda concentrarse en lo positivo en nosotros, los demás y la situación. Comience a expresar lo que le agrada de sus amigos y familia y pronto le devolverán los elogios. Etapas de la conducta asertiva Describa la conducta: “Cuando estoy hablando contigo y no me pones atención.” Exprese sus sentimientos: “Yo me siento mal, pienso que no te interesa lo que te estoy comentando.” en vez de "Tu eres", El enfoque aquí se encuentra en la parte "Yo siento", "Yo quiero" de la exposición. Al expresar rabia es frecuente tender a acusar a la otra persona, exagerar e involucrarse con las emociones. El emplear esta técnica nos permite enfocarnos constructivamente en nosotros mismos y estar claros con respecto a nuestros propios sentimientos. Cree empatía: “Entiendo que estás muy presionado por los exámenes.” Negocie un cambio: “Sin embargo quiero que tú me pongas atención cuando te hablo.” Informe las consecuencias: “Porque si no lo haces, yo prefiero que no vengas a visitarme.”
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Técnicas Para ayudarnos a ser asertivos es importante tener una visión positiva de la vida y un sentido de nuestro valor como seres únicos, tener claros nuestros derechos y responsabilidades, resulta útil expresar algo positivo a cada persona con quien trate en el día, aunque sean solo pequeños detalles, recuerde que estos pueden hacer grandes diferencias. Hacer una lista de las cosas que más nos gustan de nuestro trabajo y hogar es una buena idea para comenzar a entrenarnos para ver lo positivo de cada situación. Una vez terminada esa lista elabore otra con sus mejores atributos personales, esto le permitirá mantener una perspectiva clara al surgir situaciones que le brinden la oportunidad de actuar asertivamente. Para facilitarle ser asertivo es importante identificar sus derechos, como ser humano usted tiene derecho a: • • • • •
Alcanzar sus metas Decidir el rumbo de su vida Sus propias opiniones Mejorarse a si mismo Privacidad Cometer errores
Emplear alguna o todas las siguientes técnicas nos facilitaría la labor: Comunicación asertiva Haga valer sus derechos. Insista en ser tratado de manera justa. Sea tan claro y específico como pueda al expresar lo que quiere, piensa y siente. Disentir pasiva y activamente Cuando usted no esté de acuerdo con alguien, no es recomendable fingir estarlo sólo por "mantener la calma" sonriendo, asintiendo o prestando atención. Sería más beneficioso a largo plazo cambiar el tema o expresar nuestro desacuerdo más activamente. Preguntar por qué Si una persona le solicita hacer algo que le parezca poco razonable o desagradable pregunte "por qué" debe hacerlo. Como adultos merecemos una explicación y es nuestro derecho insistir en una explicación convincente. Hablar de usted mismo Si ha hecho algo que considera deseable de compartir hágalo, permita que los demás se enteren. También permita que los demás conozcan su opinión y sus sentimientos sobre cualquier cosa que le parezca de interés. No se trata de monopolizar las conversaciones, pero de participar cuando sea apropiado.
Algunas tácticas de comunicación asertiva Si es que sus emociones se encuentran involucradas con lo que espera lograr por medio de la comunicación asertiva, se recomienda observar con neutralidad la situación; para ello se sugiere tomar altura, esto es, analizarla visualizándose fuera de ella, como si fuera otra persona. Después envía su mensaje al otro y espera la respuesta, escuchando e interactuando con él o ella, 40
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buscando llegar a una solución de colaboración, con la intención de participar en un proceso en el que ambas partes estén conformes con el resultado. Podemos decir que una persona asertiva ante una situación difícil o de conflicto es capaz de: describir claramente el problema; expresar sus sentimientos; comprender al otro al ponerse en su lugar; solicitar lo que requiere para cubrir sus necesidades de manera segura, con la claridad que le proporciona conocer los objetivos que pretende lograr a través del mensaje; ofrecer alternativas; y dar a conocer las consecuencias que tendrá el receptor de acuerdo con su respuesta. Todo ello con sinceridad, de una manera abierta, receptiva, equilibrada y con armonía. Rasgos de una persona asertiva Las personas asertivas son personas comunes y corrientes, y pasan desapercibidas hasta que se encuentran ante una situación en la que es necesario negociar, es entonces cuando se diferencian por: • • • • • • • •
Saber lo que quieren Asegurarse de ser justos Solicitar lo que desean con claridad Mantenerse calmados Aceptar la critica y el elogio con ecuanimidad Expresar elogios y afecto abiertamente Ventilar constructivamente sus emociones negativas Como puede ver son simples detalles, pero al combinarlos y aplicarlos eficazmente podemos lograr grandes cambios positivos para nosotros y todos quienes nos rodean.
Tipos de asertividad Acción asertiva básica Está es una expresión simple y directa de sus creencias, sentimientos u opiniones. Usualmente una simple exposición de la forma "Yo quiero" o "Yo siento". Acción asertiva por empatía Demuestra sensibilidad hacia la otra persona. Usualmente contiene dos partes, un reconocimiento de la situación de la otra persona o sus sentimientos, seguida de una exposición que hace valer nuestros derechos. A continuación un ejemplo que recientemente le sugerimos a una joven y fue empleado con éxito para mejorar la comunicación con su pareja: "Yo se que has estado muy ocupado, pero me gustaría sentir que nuestra relación es importante para ti. Me gustaría que hicieras tiempo para mi y para nosotros." Acción asertiva progresiva Esto ocurre cuando la otra persona no responde a nuestra aserción básica y continua intentando violar nuestros derechos. En ese caso gradualmente escalamos en nuestra aserción y nos mostramos progresivamente firmes. Esto podría incluir el mencionar algún tipo de acción como consecuencia; realizada sólo después de varias exposiciones asertivas básicas.
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Por ejemplo: "Si mañana cuando vuelva mi computadora no está lista me veré forzado a acudir a la oficina de protección al consumidor." Enfocar el "Yo" Esto es especialmente útil para expresar sentimientos negativos. Comprende una exposición de tres partes: Para comenzar sería recomendable desarrollar un sistema de creencias y valores que le permita ser asertivo consigo mismo. Se trata de darse permiso a si mismo, permiso para enfadarse, para decir "No", para solicitar ayuda y para equivocarse. Aprenda a emplear los diferentes tipos de acciones asertivas y técnicas mencionadas anteriormente. Emplee sus mejores técnicas de comunicación. • • • • • • •
Mantenga contacto visual directo Adopte una postura abierta y relajada Asegúrese que su expresión facial coincide con su mensaje Mantenga un tono de voz bien modulado y estable Escuche a los demás y demuéstreles que les escuchó De ser necesario haga preguntas para aclarar dudas Trate siempre de encontrar una solución "Ganar - Ganar", y muy importante, elija un buen momento para ser asertivo.
Sólo leer estas líneas no le convertirá en una persona más asertiva, pero el poner en práctica la información que le ofrecen si podría hacerlo. De ser posible póngase de acuerdo con un amigo o familiar para ayudarse mutuamente. Al practicar con un amigo o familiar podemos obtener su ayuda y escuchar su opinión sobre como lo estamos haciendo. A la larga el comunicarnos honestamente puede beneficiar nuestras relaciones. Al principio es preferible probar cambiar nuestro comportamiento en las situaciones de menos riesgo, con la práctica podremos asumir una actitud asertiva como nuestro comportamiento natural. Actuando Si le parece que lo anterior es simplemente una exposición de ideas felicítese, es una opinión asertiva, esa es nuestra parte de la ecuación "Ganar - Ganar" nuestro compartir de lo que hemos encontrado hasta ahora funciona para nosotros. Nosotros ganamos cada vez que las ponemos en práctica al permitirnos encontrar soluciones satisfactorias para todas las partes involucradas, ganamos en satisfacción al compartirlas con usted, y usted está en posición de ganar también al ser asertivo y elegir cuales de ellas decide adoptar para permitirse alcanzar mayores niveles de satisfacción personal. El ser asertivos es una cuestión individual, no existe fórmula mágica alguna, se trata de evaluar opciones y elegir la más apropiada para nosotros, tal vez después de adaptarla a nuestra personalidad. De cualquier manera si al leer las anteriores líneas por lo menos pudo encontrar un punto con el cual identificarse, eso ya es ser asertivo, sólo resta ponerlo en práctica para cosechar los beneficios. 42
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La habilidad de expresarnos de una manera amable, franca, abierta, directa y adecuada, logrando decir lo que queremos sin atentar contra los demás, se denomina asertividad. La comunicación asertiva es apropiada, considerando el lugar, la oportunidad, la intensidad, las características del interlocutor y el lenguaje no verbal. Comunicarnos en forma asertiva no es fácil. Desde la infancia, en la familia, luego en la escuela y después en el trabajo, aprendemos a veces a callar nuestros verdaderos sentimientos y pensamientos debido a las consecuencias que pueda tener el expresarlos abiertamente. Pero no nos hace felices el callar o el expresar lo que sentimos o pensamos de manera tímida o disculpándonos, en tal forma que somos ignorados. Toda persona tiene derecho a expresarse y a ser ella misma y a sentirse bien por hacerlo así, siempre y cuando no lastime a otros o viole sus derechos. La asertividad se encuentra a la mitad entre dos extremos: la no-asertividad y la agresividad (buscar lo que se quiere sin tener en cuenta el efecto en otras personas y en las relaciones). El trato con una persona no asertiva, produce sentimientos de lástima o desprecio hacia esa persona. El trato con un agresivo hace sentir nuestros derechos transgredidos, ofensas y humillaciones, y produce una postura defensiva o a su vez agresiva. En contraste, tratar con una persona asertiva nos lleva a sentir respeto por esa persona que es capaz de expresarse con fuerza y amabilidad sin atropellarnos. "No ser ni el camello que absorbe adversidades y lleva a otros a cuestas, ni el león que impone a la fuerza sus condiciones..." Rafael Echeverría Por lo anterior, los puntos básicos para la Asertividad son: 1) 2) 3) 4)
Derecho a TOMAR LAS DECISIONES acerca de su vida. Derecho A DECIR “NO” a las solicitudes de otros. Derecho de DEFENDERSE DE LA GENTE que critica o trata de pisotear. Derecho de COMPARTIR SENTIMIENTOS de coraje y miedo, así como los de felicidad y amor. 5) Derecho de RESPONDER en caso de ser violados algunos de sus derechos. Perre S. y Lucien A.: Las Relac. Interpersonales (Trd.: Kirchner, Monserrat), Barcelona; Herder, 1999. En otra definición de Asertividad que menciona Keith Davis en su libro "El Comportamiento Humano en el Trabajo", menciona que asertividad es el proceso de expresar sentimientos, pedir favores razonables, dar y recibir una retroalimentación honesta. El individuo asertivo no tiene miedo pedirle a la otra persona que modifique su conducta ofensiva y no se siente incómodo por tener que rechazar las peticiones no razonables del otro. Ejemplo: retroalimentación. Tres tipos de respuesta. El padre ha llamado a su hijo: Padre - (Enojado) ¡Luis! ¡Tus calificaciones son un desastre! ¡Eres un pésimo estudiante! (Claramente, el padre ha tomado una actitud agresiva. Veamos posibles respuestas del hijo). Hijo - (No asertivo) (se queda callado, o dice) Sí papá (echando humo por dentro). (El mensaje que está mandando el hijo es en realidad: "Yo no cuento. Te puedes aprovechar. Mis sentimientos no son importantes").
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Hijo - (Agresivo) ¡Eso no es cierto! ¡Y ya me cansé de que me esté regañando! ¡Un buen padre debe apoyar a sus hijos! Padre - ¡Vete a tu habitación! (La respuesta del hijo no es respetuosa; lanza un reto a la autoridad del padre al tratar de dominar la situación en forma unilateral. El mensaje es "Esto es lo que yo pienso y no me importa lo que tú pienses o sientas. Le tiro a ganar"). (A continuación, veamos como el hijo aplica primero escucha activa y empatía, antes de dar una respuesta asertiva). Hijo - (Escucha activa, reflejando el contenido). ¿Tú sientes que mis calificaciones pueden mejorarse? Creo que has observado casos en los que no he actuado con el suficiente empeño en mis estudios ¿es así? Padre - ¡Así es! (De paso, el hijo ha aplicado lo que Kofman atinadamente llama verbal aikido - en lugar de recibir el impacto, lo ha desviado en su favor, al sugerir mejora y casos en lugar de las generalizaciones del padre). Hijo - (Empatía, reflejando sentimientos) Comprendo. Percibo que estás molesto por esta situación. (Empatía, tratando de entender motivos) Te agradecería mucho me indicaras alguna situación específica en la cual sientes que me ha faltado empeño. (Más aikido). Además, apreciaría tus valiosas sugerencias para mejorar en este aspecto. (Nota el Percibo que estás molesto, haciendo referencia a la percepción, las emociones del padre). Padre - Con mucho gusto... (Describe una o dos situaciones, y da algunos consejos. El hijo aplica más escucha activa para entenderlo). Finalmente: Hijo - (Asertivo, firme pero atento). Agradezco tus observaciones y sugerencias. Cuando me indicaste que "mis calificaciones eran un desastre" me sentí agredido. En futuras ocasiones, te agradeceré tus observaciones de otros casos específicos y sugerencias para mejorar. A propósito, quisiera aprovechar para destacar los siguientes logros importantes en mis estudios... (Mensaje: así pienso, siento, percibo la situación yo, el hijo, quien como persona digna, soy tan importante como tú). En este ejemplo, podemos notar cómo el escuchar, entender y comprender están íntimamente relacionados con la asertividad (puede decirse que forman parte de ella). No hubiera sidoadecuado que el hijo respondiera de inmediato al primer mensaje de su padre, antes de entender claramente el mensaje y los motivos y sentimientos ocultos que lo habían provocado. "Strive first to understand, then be understood", dice Covey. Es interesante analizar la estructura de la última respuesta del hijo, típica de muchas respuestas asertivas: "Cuando tú hiciste ESTO en particular, me afectó ASÍ. En futuras ocasiones, te agradecería que mejor hicieras ESTO OTRO. “¿Distingues esta estructura en la respuesta del hijo? El siguiente tipo de respuesta se puede confundir con el anterior: "Cuando TÚ ERES ASÍ CONMIGO, me HACES SENTIR ASÍ. Sería mejor que fueras ASÁ". ¿Te imaginas el efecto si el hijo le hubiera dicho a su padre "cuando tú eres agresivo y regañón, me haces sentir fúrico? Te agradecería que fueras más educado...?" El hijo estaría culpando al padre por como él es, no por 44
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uno de sus actos. Luego le dice que LE HACE SENTIR algo. Nadie nos "hace sentir" nada. Nosotros nos sentimos de alguna manera. Por si fuera poco, acaba recetándole un cambio en su personalidad... La comunicación no asertiva despierta el sentimiento de quedar lastimado, dolido, utilizado. La comunicación asertiva despierta sentimientos de confianza, auto-respeto. Nos sentimos bien al ser asertivos. Se abre un espacio para el acuerdo y la sinergia. El caso anterior también muestra una situación de dar retroalimentación de manera inadecuada (Padre) y de recibirla, por parte del hijo. Comunicación eficaz La asertividad es un requisito necesario para lograr una Comunicación eficaz, sin embargo, no es el único. Veamos a continuación qué otros aspectos son básicos para lograrlo. Es imposible no comunicar De forma continua estamos emitiendo conductas. Nuestras conductas provocan en otros el efecto de un mensaje, de una comunicación. Incluso en aquellas ocasiones que elegimos " no comunicar", estamos transmitiendo a nuestro interlocutor lo que sentimos sin expresarlo. La comunicación transmite una percepción personal del mundo. Lo que piensas, sientes o percibes sobre el entorno, los demás o ti mismo, lo reflejas en tus palabras: estás comunicando. La comunicación es un proceso de influencia MUTUA entre dos o más personas. Para que el mensaje sea eficaz es necesario adaptarlo a quién lo escucha. Seguro que utilizas diferentes palabras para hablar con tus "colegas" que para hacerlo con tus padres o con un desconocido. Comunicar es lanzar información (y recibir) dando en el blanco. El fin es cambiar conductas, no conocimientos. Para que la comunicación cambie las conductas, el mensaje debe de ser: 1º percibido 2º comprendido 3º aceptado 4º integrado El mensaje es eficaz cuando es intenso, duradero y posee un tono afectivo positivo, agradable. El tono es agradable si el mensaje crea seguridad, simpatía, autonomía. El tono es desagradable si el mensaje genera inseguridad, hostilidad, dependencia. Problemas de la comunicación En el proceso de la comunicación existe una perdida de información desde quien recibe y desde quien emite. Se piensa decir un 100%, se trasmite un 80 %, se recibe un 60%, se interpreta un 50 % y ¿cuánto de esto aceptará y pondrá en práctica el receptor? Los problemas fundamentales están en: • -
No dije todo lo que quería decir Prepara el mensaje Escribe los puntos fundamentales previamente Prevé las objeciones Prepara las contestaciones
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No oyó todo lo que dije Escoge las mejores condiciones físicas y psicológicas para realizar la comunicación. Acostumbra a volver atrás en caso de interrupción. Ayuda a retomar el hilo del mensaje.
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No escuchó todo lo que dije Procuremos evaluar regularmente (aburrimiento, despiste...).
las
comunicaciones
no
verbales
del
oyente
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Cuidar nuestra expresión oral y los medios para captar atención. Hacer preguntas de control, de forma que el oyente tenga que explicar, resumir o dar alguna opinión sobre lo escuchado. Repetir la misma información de diferentes maneras para facilitar la creación de huellas de memoria. No comprendió lo que dije Hablar el lenguaje del otro. Apoyar nuestra comunicación con medios técnicos que faciliten la comprensión. Lo comprendió pero no lo acepta Adaptar el mensaje a la personalidad del oyente. No retiene todo lo que acepto Hacer resúmenes parciales. Realizar síntesis escritas. Recordar brevemente los puntos fundamentales que se trabajaron en la sesión anterior.
Cómo mejorar la comunicación -
Mantener el contacto ocular con el que habla. Indicar que se escucha diciendo "si" y afirmando con la cabeza. No expresar inicialmente el propio acuerdo o desacuerdo. Dejar hablar. Dejar pausas para animar al que habla a seguir haciéndolo. Resumir de vez en cuando lo que se escucha para comprobar si se ha comprendido o no. No menospreciar al que habla o su forma de hacerlo. Responder a los sentimientos que están detrás de las palabras. Mostrar que se comprende.
En la familia se debe utilizar la Comunicación como un arma estratégica, basada en los siguientes aspectos:
1. – Los padres, líderes en comunicación El factor más importante es el liderazgo de los padres, que debe basarse en el comportamiento y en la filosofía. Deben de considerar la comunicación, una herramienta básica, los padres siempre deben estar dispuestos a los hijos y contestar todo tipo de preguntas, aunque sean difíciles y conflictivas, lógicamente esto muy bien valorado por las personas que escuchan. 2. - Comunicación ascendente En la familia siempre ha existido la comunicación de niveles jerárquicos superiores a inferiores, aunque cada vez, existe más el compromiso de una comunicación en dos sentidos, como un instrumento de participación. Todavía queda mucho para que sea igual de eficaz en ambos sentidos.
3. - Comunicación directa Hay que hacer énfasis en la comunicación directa con los hijos, es básico el contacto directo con ellos, ya que con esta relación damos confianza, sobre todo en conflictos y grandes cambios. En estos contactos se pueden utilizar las pláticas individuales, y las reuniones en las que los padres 46
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exponen un asunto ante los hijos; esta última presenta la dificultad de que los hijos, por falta de confianza en sus padres, digan amén a todo y no generen sus dudas y preguntas. 4. - Comunicación veraz Toda la familia debe responsabilizarse para que la comunicación fluya y sea creíble, los hijos exigen una comunicación veraz de sus padres, estos deben hacer fluir la información que manejan, incluso cuando las cosas van mal, sí estas se transmiten claramente se crea un entorno en que toda la información resulta más creíble. 5. - Instrumentos Siempre hay que cuidar la manera de cómo se emite y se recibe el flujo de los canales de comunicación, ya sean en casa o en el trabajo, por medio de e-mail, gráficos, boletines informativos, vídeos, entre algunos. Cómo mantener una comunicación eficaz Mala comunicación en la pareja El uso frecuente de frases del tipo: tú tienes la culpa, eres, haz, deberías, siempre. No escuchar, dar consejos antes de tiempo, no dejar acabar la conversación, hacer preguntas de reproche, justificar en exceso las opiniones tomadas (porque yo creo que…; sí, porque yo veo que…), no saber elegir el momento oportuno para hablar de temas conflictivos (por ejemplo, cuando la pareja está cansada o muy enfadada) o interpretar las respuestas (Eso demuestra tu falta de personalidad, claro es que eres una persona sin carácter), son ejemplos de mala comunicación. Orientaciones para mantener una buena comunicación en la pareja En general, ambos miembros de la relación han de expresar de forma directa y sincera todo lo que sienten, desean u opinan, tanto lo bueno como lo malo, sea referente a la propia relación o no (porque la persona está en interacción con otros ámbitos: el trabajo, los estudios, los amigos, la familia, que son también fuentes de continuas preocupaciones o alegrías y, en definitiva, “influyen” en la relación de pareja). Así, disponer de alguien con quien hablar y en quien confiar es una de las “tareas” que se ha de cuidar. Es habitual que en la pareja se den situaciones conflictivas que generen emociones como ansiedad, enfado, tristeza, etc. No manifestarlos impide llegar a una relación estrecha y comunicativa. Cómo expresar los sentimientos negativos Ante todo de forma directa, sin rodeos, espontáneamente y justo en el momento que aparecen. Para ello es importante que las frases que se emitan recojan realmente los sentimientos propios y no acusaciones contra el otro. Por ejemplo, cuando una persona quiere hablar con su pareja de un tema que le preocupa y nota que no le hace caso, podría decirle: “No estás escuchando- en tono severo y elevado-, eres un insensible, deberías preocuparte más por mí” (expresión de sentimientos inapropiada). O bien, podría decirle: “Me estoy sintiendo dolido, porque no quieres hablar del tema” (expresión de sentimientos apropiada). Así como han de saber expresarse, también han de saber cómo escucharse. Escuchar bien refuerza los lazos de confianza, neutraliza los conflictos y mejora el clima de la relación en la pareja. Cómo escuchar de forma comprensiva y atenta: En primer lugar, haciendo que no interfieran otros pensamientos. Escuchar todo lo que la pareja transmita con palabras y con gestos, en ese momento es lo más importante. Al mismo tiempo, ha de cuidar también sus propios gestos. Para ello es necesario que mantenga un contacto visual 47
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continuo, que la expresión de la cara muestre atención, que el cuerpo esté algo inclinado hacia delante (demostrando interés) y que mueva la cabeza o utilice palabras de asentimiento y comprensión (como “ya, ajá, sí”).
5.3 La comunicación y la toma de decisiones La comunicación es indispensable para la toma de decisiones en un matrimonio, pues mientras más conectados se encuentren los esposos en sus metas, mejor podrán formar a sus hijos en valores comunes. Las decisiones teóricas y empíricas se pueden ubicar en un extremo de la decisión racional, calculable y predecible; y en el otro la ambigüedad y la incertidumbre pasando por la no decisión racional. “Se asigna a la decisión tres funciones: a. Permite que el decisor actúe; b. Tiene por función permitir que el actuado, soporte al mundo; c. Tiene un papel de preservación social. Las decisiones que toman los participantes se hacen, principalmente, en dos sentidos: • •
Sin considerar el problema o conjunto de problemas que se estén afectando, lo que deriva en una "decisión por omisión"; o bien, Los problemas se asocian a ciertas decisiones en tanto no exista una mejor alternativa, lo que supone una decisión contingente.
Los participantes como los problemas y las soluciones varían de situación en situación. El resultado que tenga una decisión esta en función del tiempo de que se disponga, la situación contextual en el cual se desarrolla el proceso decisorio, los problemas que se estén enfrentando en ese momento y de la disponibilidad que tienen los participantes para atender su solución. Las decisiones consideradas como "no importantes" son las que, generalmente, resuelven más problemas. Hay aspectos que podrían afectar a la familia cuando tienen la necesidad de tomar decisiones, como una mala comunicación, cualidades de la toma de decisiones y perfiles personales de quienes toman decisiones ya que del resultado de una decisión puede ser la diferencia entre el éxito o fracaso. También podría observarse que una persona debería de tener ciertas capacidades y experiencia de acuerdo al nivel de la decisión ya que una persona que no conoce del tema a decidir no tiene una visión clara para enfrentar lo que pudiera estar a punto de decidir, una persona con habilidades podría tomar el control sobre las demás personas haciéndolas creer que sus propuestas son correctas y no dejar a los demás la oportunidad de poder pensar y que se adelanten a tomar una decisión buscada por uno y lograr los objetivos buscados. Una persona debe tener capacidades especiales que son captadas por la experiencia, como un buen juicio y creatividad. Un decisor es aquel que se apoya de otras decisiones y de otras personas con conocimientos adecuados para poder hacer una buena decisión. La toma de decisiones Planificar, resolver problemas, mejorar la eficiencia, reducir los errores; todo esto depende de que usted sea capaz de tomar e implementar decisiones correctas. Decidir sobre algo significa hacer una elección o llegar a una conclusión y ninguna de las dos cosas es fácil. A veces hay que tomar decisiones muy difíciles; por ejemplo, mudarse, cambiar de trabajo, casarse, divorciarse, etc. Pero es vital poder tomar decisiones correctas, porque el bienestar, incluso la supervivencia, de una vida o de una familia, depende casi enteramente de la 48
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calidad del proceso de la toma de decisiones. Además, ¡No hay vida tan completa como la que uno elige vivir! ¿Quién soy? ¿Qué es lo que quiero? Muchos de nosotros vamos por la vida sin hacernos y sin contestarnos estas cruciales preguntas. Sin embargo todos los días, todas las semanas, todos los meses y todos los años tomamos decisiones que influyen en gran medida nuestras posibilidades de fracasar o de tener éxito. ¿Cuáles son las grandes y pequeñas decisiones que nos gobiernan y qué hacemos con ellas? ¿Cómo podemos evitar el tomar decisiones negativas?
La cuestión de quienes somos y lo que logramos como individuos está determinada en gran parte por buenas decisiones. Si aprendemos a tomar decisiones correctas, y entendemos el papel que juegan en nuestra vida habremos descifrado la mayor parte de los fundamentos del desarrollo personal. ¿Qué es una decisión? Adoptamos y ejecutamos muchas de nuestras decisiones en segundos. A veces es algo que se da tan rápido que casi no somos conscientes de ello. Pero es importante analizar lo que sucede y cómo podemos mejorar el procedimiento, porque las decisiones que tomamos son el medio por el cual hacemos avanzar nuestra vida y alcanzamos nuestras metas. Tomar una decisión es como estar en un cruce de caminos. Hay que elegir una opción entre dos o más alternativas. Estas opciones generalmente están limitadas por condicionantes, por ejemplo: • • • • • •
La situación en la que nos encontramos ahora. La situación en la que quisiéramos estar en el futuro. Los recursos disponibles. Lo que los demás están dispuestos a aceptar. La factibilidad de las distintas opciones. El factor tiempo.
Identificar y apreciar estos factores correctamente es uno de los aspectos más importantes de la buena toma de decisiones. Tomar más conciencia de las decisiones que toma le ayudará a analizar el proceso de la toma de decisiones. Por ejemplo, ¿lleva sobre sus hombros toda la carga de la toma de decisiones, o hace participar a otra gente? ¿Toma las decisiones claves de un modo planificado y racional con mucha anticipación, o toma cada decisión sobre la marcha? ¿Se basa en su intuición para ayudarse a tomar una decisión, o prefiere usar el pensamiento lógico para hacer una elección apropiada? Tipos de decisiones Existen distintos tipos de decisiones, por ejemplo: Rutinarias. Estas son decisiones comunes en relación con una gran variedad de cuestiones. Muchas veces se ahorra tiempo si estas decisiones las adopta una sola persona. Urgentes. Algunos problemas se dan rápidamente y pueden traer serias consecuencias si no se los resuelve inmediatamente. Aquí también muchas veces una persona los resolverá personalmente y dará explicaciones o se justificará luego. Problemáticas. Este tipo de decisiones hay que tomarlas cuando emerge una dificultad y no hay una solución evidente. Generalmente resulta más útil que un grupo tome estas decisiones, e incluso que se consulte a gente externa al problema. Consultivas. Otras decisiones que uno toma afectarán a otra gente. Muchas veces es importante hacer participar a los que se verán afectados por los resultados de la decisión. 49
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También se puede distinguir entre decisiones programadas y no programadas. Programadas. Son las relativamente poco importantes o repetitivas. Comúnmente existen procedimientos o criterios preestablecidos para tomarlas. No involucran grandes riesgos y por lo tanto se pueden delegar con mayor facilidad. No programadas. Son las decisiones nuevas y donde los riesgos son altos. Se dan en situaciones inusuales o mal definidas, donde hay muchos cursos de acción posibles. ¿Por qué son importantes las decisiones? Las decisiones son importantes porque tienen el poder de ser el detonador del proceso que lleva a hacer realidad las aspiraciones y metas de toda persona. Las decisiones que adoptamos muchas veces afectan a la gente que nos rodea. Del mismo modo, las decisiones que toma otra gente muchas veces tienen consecuencias para nosotros. Para evitar problemas potenciales y aprovechar al máximo las oportunidades que se presentan, usted necesita usar toda una batería de capacidades, que incluyen pensar con lógica, analizar los riesgos, utilizar la creatividad y la intuición. En ocasiones no hay una sola decisión "correcta". Puede haber varias opciones y tenemos que usar toda nuestra capacidad analítica para elegir la mejor opción o la que cause menos daño. Tomar una decisión es parte de un proceso que incluye reunir información, generar opciones y analizar riesgos. Evalué sus decisiones Cuando se le pregunta a alguien ¿Quién es usted y qué es lo que quiere? La respuesta juega un papel muy importante en las decisiones que toma Un buen método para conocer la respuesta es descubrir dónde está usted ubicado uno con respecto a algunas decisiones básicas que toma, consciente o inconscientemente, a lo largo del día y que determinan su forma de actuar. Veamos algunos ejemplos: El aspecto personal. ¿Qué aspecto tiene? ¿Qué aspecto quisiera tener? ¿Se ha ocupado de su aspecto físico para ampliar las oportunidades de lograr objetivos personales y profesionales? ¿Cree que necesita dedicar más atención a su aspecto personal? Su aspecto personal ¿disminuye o incrementa su autoestima? El trabajo, la carrera o la posición. ¿Tiene el empleo o la profesión que quiere? ¿Está contento con el oficio o carrera que eligió? ¿Se queja de lo que tiene o lo disfruta? ¿Considera que está donde está por su decisión o siente que la decisión se tomo por expectativas de otro? ¿Tiene planes para hacer cambios? Si pudiera empezar de nuevo, ¿haría todo igual? La relación con otros. ¿Le satisface la relación que tiene con los demás? ¿Se esfuerza para mostrar lo mejor que tiene para ofrecer? ¿Sabe escuchar? ¿Se preocupa por los demás y lo demuestra? ¿Habla, expresa y presenta sus ideas, como quiere hacerlo? ¿La gente lo respeta por la manera en que usted la trata? Sus relaciones en general, en su casa, en el trabajo, con sus amigos, etc., ¿son lo que usted desea? ¿Toma decisiones conscientes con respecto a su relación con los demás? La actitud ante los problemas. Los problemas, ¿lo paralizan o lo ponen en movimiento? ¿Odia ver aparecer un problema o lo considera como una "cosa propia de la vida"? ¿Busca y encuentra las oportunidades que hay dentro de los problemas? ¿Elige considerar a los problemas como escalones para el "éxito" o como obstáculos que le impiden avanzar y no lo llevan a ninguna parte? La capacidad de enfrentar metas. ¿Elige fijarse metas? ¿Lo hace a menudo? ¿Las expresa por escrito? ¿Son metas específicas? ¿Se da plazos para cumplirlas? ¿Define claramente los resultados que espera obtener? 50
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La elección de amistades. ¿Elige sus amigos? ¿Se rodea de la gente que más respeta? ¿Sus amigos lo ayudan a superarse o lo mantienen sumergido? ¿Quiénes son verdaderamente sus amigos? Si pudiera elegir ¿con quién pasaría su tiempo? ¿Puede elegirlo? ¿Realmente le gusta la gente a quién llama sus amigos? El tiempo libre. Usted dispone de infinidad de maneras de pasar cada momento del tiempo libre, ¿lo emplea como usted elige o según la elección de otro? ¿Comparte sabiamente su tiempo libre? ¿Siente que controla conscientemente su tiempo libre o las cosas que hace simplemente "ocurren"? El nivel de educación. ¿Cuánto sabe usted? ¿Qué más le gustaría saber? ¿Qué piensa de la posibilidad de saber más? ¿Qué hace al respecto? ¿Cómo estimula su mente? ¿Está verdaderamente informado o elige no estarlo? Lo que espera de sí mismo. ¿Qué espera de sí mismo? Todos los ejemplos enumerados, son importantes, pero saber qué espera de sí mismo, es vital, porque requiere decisiones que llegan a la raíz misma de su autoestima, de quién usted es y de lo que espera de usted. Esta decisión lo confronta con estas importantes preguntas: ¿Quién es? y ¿qué es lo que quiere? Le sugerimos que se Siéntese solo/a en un lugar tranquilo y se haga esta pregunta: ¿Qué espero realmente de mí mismo/a? Escuche la respuesta. Esta pregunta, más que ninguna otra, lo enfrentará a lo que está haciendo con su vida. Lo que responda y elija hacer al respecto podría modificar profundamente el resto de su vida. Esta es la pregunta, mejor dicho la decisión, que afecta y dirige todas las otras decisiones que tomará. Hay gente que se ha hecho esta pregunta, pero nunca se tomo realmente el tiempo necesario para buscar la respuesta. Es lamentable que esto ocurra. No se puede dirigir la vida significativamente sin enfrentar interrogantes sobre lo que uno está haciendo aquí, lo que espera de sí mismo y lo que hará al respecto. Póngase de acuerdo con usted mismo acerca de cuál es su propósito y cuáles son los valores personales que tiene en la vida. Recuerde que Dios lo ama incondicionalmente y quiere lo mejor para usted. Déle la oportunidad de ser su guía en la aventura maravillosa de vivir una vida plena y abundante tomando decisiones correctas. La actitud al tomar decisiones Existen tres modelos o ciclos que establecemos consciente o inconscientemente, que controlan casi todo lo que sentimos y hacemos cada día. Es muy probable que usted se ajuste a uno de los tres.
Por pequeña y poco importante que parezca cada simple decisión, cuando se van sumando construyen un modelo. A su vez el modelo crea un ciclo y ese ciclo dibuja un modelo más grande que define para cada uno de nosotros, nos demos cuenta de ello o no, una manera de vivir. Es importante saber con qué modelo se identifica en este momento y en cuál le gustaría encontrarse, para poder decidir algo al respecto. Estos modelos son: Modelo I - decisiones que debilitan Las personas del modelo I toman pequeñas decisiones que debilitan y perjudican. Tienden a quejarse en vez de sacar el mejor partido de una situación difícil, ven los riesgos y no las oportunidades. Tienen el hábito (es decir el modelo de toma de decisiones) de pensar primero en lo peor y después en lo mejor. Contemplan la vida como una serie de luchas y no ven que esas mismas situaciones pueden significar desafíos y oportunidades de crecer y sentirse mejor. La gente del modelo I tienden a tener un pensamiento regido por un patrón negativo. Sin siquiera 51
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pensarlo suelen decir: "Yo sé que esto no va a resultar" "Para que voy a abrir el correo, no recibo más que facturas" "Cada vez que hablo con él, termino peleando" "Hoy no es mi día" "Nunca me atienden bien en este restaurante" "Nunca voy a tener suerte" o "Nunca tengo nada que ponerme". Las personas del modelo I ven la oscuridad y nunca el amanecer. Dicen qué cosas no van a funcionar, pero no saben qué cosas si lo harán. Claro que no viven siempre amargados. Son gente normal, como todos nosotros pero toman pequeñas decisiones que los debilitan en vez de fortalecerlos, y así, sin conciencia de lo que hacen, crean un ciclo descendente construido por ellos mismos desde el cual no pueden ver el horizonte. Modelo II - decisiones que mantienen Este es el modelo más numeroso. Se trata de personas que toman decisiones que las mantienen en permanente situación de empate, sin llevarlas a ningún lado. Andan bien, sobreviven. Debido a sus decisiones, nunca llegan verdaderamente a ninguna parte ni alcanzan un nivel de satisfacción personal acorde con su verdadero potencial. La mayor parte de la gente entra en esta categoría, porque las decisiones de este modelo son siempre las más fáciles y automáticas. El programa básico de esta gente es el de seguir a la multitud, se amoldan a la mayoría. Ciertamente no hay nada malo en ser así, pero tampoco nada demasiado bueno. Las investigaciones psicológicas revelan que estas personas se sienten calladamente frustradas con la vida, pero sin estar muy seguras de la razón. Este es el modelo que lleva a la deriva por la vida en vez de establecer una dirección clara. La gente del modelo II procura tomar decisiones que no creen conmoción. Sobrevive y se las arregla, se limita a existir. Hacen lo que se "supone" deben hacer y no logran más que una fracción de lo que la vida les ofrece. Decisión por decisión, día
tras día, se aseguran de permanecer en el mismo lugar. Sin ser reconocidos por un notable nivel de logros, tampoco llegan a un fracaso como los del modelo I. Modelo III - decisiones que fortalecen Las decisiones que toma la gente que pertenece a este modelo, incluso las más insignificantes, la ayudan a avanzar, a mejorar a cada instante y en cada día y a prepararse para el éxito. Por ejemplo: cuando no le dan la película que quiere ver, la persona del modelo III, en lugar de decir "lo que pasa es que nada me sale bien", dice "está bien, podemos ver otra cosa". Si el servicio no es muy bueno en un restaurante, en lugar de decir: "Este servicio es muy malo" dice, en forma casi automática "¡es una gran cosa esto de poder salir y descansar!". No es que la persona del modelo III ve todo "perfecto" o "maravilloso" sólo acepta que la vida no es perfecta. Las cosas no son siempre como uno quisiera que fueran. Al reconocer este hecho, usa cada oportunidad que se le presenta productivamente, para construir y mejorar. La gente del modelo III se queja poco o nada. Sabe que eso no sirve. Enfrenta cada situación, la ve como realmente es y saca el mejor partido posible de ella. En lugar de deprimirse, elige considerar la vida como una serie de oportunidades para fortalecerse y crecer. Métodos para tomar decisiones La enumeración que presentamos a continuación señala que existen distintos métodos de toma de decisiones: arriba, el estilo es autoritario; abajo, democrático; entre ellos una gama de acciones que se relacionan con el grado de autoridad utilizado por el líder y la cantidad de libertad de que dispone el resto del grupo para tomar decisiones.
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1) 2) 3) 4) 5) 6) 7)
El El El El El El El
líder líder líder líder líder líder líder
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toma decisiones y las anuncia. le vende la decisión al grupo. presenta la idea e invita a hacer preguntas. presenta una decisión tentativa sujeta a cambios. presenta un problema, obtiene el aporte del grupo y luego decide. permite al grupo tomar decisiones dentro de límites predeterminados. da a los integrantes del grupo completa libertad de acción.
Es importante notar que hay ventajas y desventajas en ambos extremos. Los líderes que eligen el método autoritario toman decisiones rápidamente y permiten que los miembros del grupo tengan todo su tiempo disponible para otras tareas. Sin embargo, no aprovechan al máximo las capacidades del grupo y sus integrantes pueden no sentirse comprometidos con decisiones que se les imponen. Los líderes que eligen el método democrático alientan a los miembros del grupo a sentirse responsables de las decisiones y se aseguran de que todos piensen a fondo en una amplia gama de ideas. Por otro lado, el método democrático muchas veces se hace lento y pesado. La medida en que se involucra a otra gente en la toma de decisiones, depende muchas veces de la cuestión a decidirse. Por ejemplo, puede resultar inapropiado discutir algunas cuestiones de disciplina o situaciones en las que es importante afirmar la autoridad personal. En realidad, es improbable que una persona adopte un solo estilo de toma de decisiones. Probablemente use varios de los métodos descritos en distintos momentos. Además, no se puede decir que hay estilos "correctos" e "incorrectos" para tomar decisiones. Sólo existen los que logran o no hacer que la gente se motive y comprometa con la decisión tomada. Como responder a las disyuntivas La respuesta meditada Para tomar buenas decisiones es importante dedicar un tiempo a meditar el problema o la cuestión. Desgraciadamente, muchas personas no dan una respuesta meditada porque se sienten bajo la presión de tomar decisiones instantáneas. Hay una cantidad de barreras que impiden pensar con claridad, incluyendo: • •
Las emociones. No tiene nada de malo que a uno le importe un problema, pero es vital desligarse de las emociones porque pueden nublar el entendimiento Estar demasiado pegado a la decisión. Uno puede tener una mejor perspectiva en relación con determinada decisión, si toma distancia.
Falta de tiempo. Si encuentra que toma malas decisiones por el apuro, debe reevaluar sus prioridades. Presiones de otra gente. Puede sentir que otros esperan que sea "resolutivo" y actúe rápidamente. Pero ser resolutivo significa tomar una buena decisión, apreciar las evidencias cuidadosamente antes de actuar, y no necesariamente tomar una decisión rápida. •
Pensar a fondo los problemas se parece al ejercicio físico. Parece más difícil si uno no lo hace mucho, pero cuanto más lo practica, tanto mayores son los beneficios que trae.
La respuesta intuitiva Con tanto énfasis puesto en la razón y en la lógica es fácil olvidarse de la intuición, esas corazonadas que nos dicen que un curso de acción particular es el correcto, aunque no podamos explicar por qué. La gente que ignora su intuición se priva de una fuente poderosa de sabiduría que puede ser extremadamente útil para ayudarla a tomar decisiones. La toma de decisiones puede exigir el uso de la intuición y de la razón en distintos momentos. 53
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La intuición, a la que a veces se llama instinto o "lo que me dicen las tripas", es algo que nos puede dar una comprensión directa de una situación sin que medie un pensamiento o evidencia racional visible. Aunque la intuición no sigue ningún proceso de pensamiento consciente, casi siempre se basa en experiencias pasadas. Se nos ha enseñado a respetar el costado racional, lógico, de nuestra naturaleza y desmerecer o negar el costado intuitivo. Si escuchamos y confiamos en nuestra intuición, tendremos la recompensa de una gran cantidad de información valiosa y una guía para la toma de decisiones. Recurrir de su intuición no significa que debe eliminar o no prestar atención a su mente racional. Su intelecto es una herramienta muy poderosa que tiene su mejor uso en el soporte y refuerzo de su sabiduría intuitiva. Pasos claves para la toma de decisiones Cuando la gente toma malas decisiones generalmente se debe a que no ha reunido toda la información que necesita o que no ha pensado en todas las consecuencias de sus decisiones. En síntesis, no ha sido sistemática en su método. La toma de decisiones malas provoca frustración, hace perder dinero, rebaja la moral, debilita la disposición a esforzarse y da por resultado un mal desempeño, por lo que vale la pena asegurarse de recorrer todo el procedimiento metódicamente. Puede sonar trabajoso, pero se hace más fácil con la práctica. Al fin se encontrará cumpliendo los pasos sin tener que pensarlo conscientemente. Un método sistemático El siguiente es un método que se puede implementar. Consta de: 1. Fijar objetivos Identificar los objetivos es el paso más importante de todos. Una vez que pudo centrarse en su meta, decidir sobre cómo alcanzarla será mucho más fácil. Hay dos tipos de objetivos de los que tiene que ser consciente: • •
Objetivos generales o mediatos, es decir lo que se quiere lograr en el largo plazo. Objetivos específicos o inmediatos, es decir lo que se quiere lograr tomando una decisión particular.
Saber cuáles son los objetivos da libertad y claridad para tomar decisiones dentro de las responsabilidades que se tienen asignadas. 2. Reunir información El segundo paso del procedimiento de toma de decisiones es reunir la información que sirva para lograr los objetivos que se buscan alcanzar. Para que la información sirva tiene que ser: • • • • •
Relevante. Si es irrelevante hace perder tiempo y oscurece datos vitales. Suficientemente detallada. Precisa. Completa. Oportuna.
Recuerde que siempre debe haber un equilibrio entre lo disponible y lo deseable. 3. Identificar opciones alternativas Cuando se tiene que tomar una decisión, siempre es tentador elegir la opción más obvia. Pero, muchas veces, es una de las respuestas menos evidentes la que ayuda a alcanzar los objetivos deseados. Para poder tomar decisiones de modo efectivo hay que aprender a buscar bajo la superficie y descubrir ideas innovadoras. 54
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Una vez que haya pensado en todas las opciones posibles, entonces sí reduzca las alternativas sobre la base de los criterios de decisión. A modo de sugerencia le podemos decir que: • • • •
Nunca piense que agotó todas las posibilidades. Evalúe los factores condicionantes. ¿Son reales todos los condicionamientos? Deje a su mente en libertad. Use la imaginación para pensar más opciones. Asegúrese de no estar partiendo de supuestos innecesarios.
Encontrar nuevas ideas puede no ser tan difícil como a veces se lo hace aparecer, simplemente tiene que usar la imaginación. Pensar creativamente es una clave para generar opciones o soluciones nuevas y diferentes para los problemas. Pensar creativamente es la capacidad de ver problemas o situaciones de modo distinto, de verlos en una perspectiva diferente, desde otro ángulo, de costado, de atrás para adelante, incluso patas para arriba. 4. Evaluar opciones Una vez que ha generado varias opciones, el siguiente paso es evaluar las más adecuadas. Para las decisiones de rutina o urgentes, puede tener que hacer esta evaluación rápidamente y de modo informal, guiándose por su experiencia y sentido común. En cambio, para las decisiones más problemáticas o decisiones que tendrán un efecto significativo sobre su vida, le resultará útil abordar el proceso de evaluación de modo más sistemático. Podría intentar usar algunos de los siguientes criterios de evaluación: Factibilidad. Puede evaluar la factibilidad de una opción tomando en consideración: a) Las capacidades requeridas para implementarla. b) Los costos. Este a menudo es el criterio de factibilidad más importante. Aceptabilidad. La aceptabilidad de una opción se da en la medida en que ésta responde a los objetivos originales de la decisión. Los objetivos le darán algunos criterios para medir la aceptabilidad de una opción particular. Riesgo. Una de las maneras más directas de analizar los riesgos es simplemente evaluar el peor resultado posible de la opción. Esto suele llamarse evaluar el riesgo de "peor variante" de una opción. Si está dispuesto a aceptar las consecuencias de ese riesgo, puede seguir adelante con esa opción con seguridad. Sí, por el contrario, decide que los resultados de "peor variante" serían demasiado graves como para soportarlos, lo mejor sería rechazar esa opción. 5. Elegir la mejor opción Uno de los pasos finales es elegir la mejor opción de la gama de soluciones o decisiones posibles que ha generado y evaluado. Las siguientes metodologías pueden ayudarlo con esta difícil tarea. Evaluar los pros y los contras. Éste es probablemente el método que más se utilice para llegar a una decisión. Involucra enumerar las ventajas y desventajas de los distintos cursos de acción y luego elegir el que tiene las mayores ventajas. Consensuar. Para alcanzar un consenso hay que producir una discusión hasta llegar a una decisión acordada. Este abordaje no funciona a menos que todos los participantes: • • •
Puedan decir lo que piensan. Expresen honestamente lo que sienten y opinan. Salgan de la reunión sintiendo que ha emergido una decisión como resultado de una discusión adecuada y un acuerdo.
Votar. Este método se usa generalmente cuando es difícil llegar a un consenso. Sólo debe usarse si todos los presentes están dispuestos a cumplir con lo que se vote.
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Negociar. Negociar es una manera de llegar a un compromiso. Se puede usar cuando las partes que tienen puntos de vista opuestos han llegado a una decisión aceptable para ambos. Si adoptó este método, debe apuntar a asegurar que la parte que pierda en un área la compense con ganancias en otra área. El objetivo de la negociación es asegurarse de que ambas partes se sientan ganadoras. Por último, antes de dar el paso final de hacer pública su decisión, verifique que: • • • • • •
Está conforme y confía en esta decisión. Será aceptable para sus líderes. Será aceptable para sus colegas y los miembros de su grupo. No establece precedentes peligrosos para futuras decisiones. Ha tomado en cuenta todas las opciones. Ha pensado a fondo en todas las consecuencias de su decisión.
Si ha cumplido un procedimiento sistemático y se hizo todas las preguntas citadas, puede finalmente tomar la decisión con seguridad. 6. Implementar y monitorear la decisión Tomar una decisión no es el fin del proceso. Hay que actuar y luego verificar si las cosas funcionan como se las pensó. Hay varios motivos por los que es importante monitorear los efectos de una decisión una vez que se ha implementado: •
•
• •
Monitorear una decisión hará que su acción sea lo más efectiva posible. Les demostrará a los demás que usted tomó seriamente la decisión y está decidido a hacer que funcione. Las decisiones muchas veces tienen consecuencias no previstas. No se puede saber siempre cómo va a resultar una acción particular o si su selección final se demostrará correcta. El monitoreo le permite aprender de sus errores así como de sus éxitos. La capacidad para la toma de decisiones se desarrolla con la experiencia, y el monitoreo lo ayuda a mejorar sus capacidades de toma de decisiones.
Las decisiones - los resultados Todos tomamos malas decisiones de vez en cuando, no importa cuánto lo hayamos pensado. Sin embargo, es igualmente importante reconocer el error y estar preparado para cambiar de decisión si no funciona. En algunos casos esto puede significar: • • • • •
Revisar los objetivos de la decisión. Redefinir el problema. Obtener más información. Encontrar opciones que no haya tomado en cuenta antes. Reevaluar las opciones.
Un fruto es un resultado que no aparece de inmediato, sino al final de un ciclo y para el inicio de otro. Un ejemplo de esto lo tenemos en los hijos; su calidad la vemos en el momento de enfrentar la vida. Un buen hijo es el que encara su vida con responsabilidad, lo que no significa ser perfecto, sino haber adquirido la capacidad de asumir los beneficios de los aciertos y el precio de los errores. En resumen, la persona que sabe tomar decisiones correctas, da buenos frutos y para ello deben desarrollarse las siguientes cualidades: Ser realista. Es la cualidad que permite aceptar limitaciones. Si acepta sus límites, descubre el espacio de lo que es realmente posible y el equilibrio de la vida se encuentra en desarrollar al máximo todas las posibilidades. Sin embargo, hay quienes se obsesionan queriendo desarrollar 56
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ciertas aptitudes, mientras desconocen otras que enriquecerán su vida. Ser sensible. Es la cualidad de estar atento a las informaciones recogidas por nuestros sentidos, sin desestimar ningún dato. No es una casualidad que Dios nos creara con cinco sentidos distintos para percibir lo que sucede, por el contrario, su claro propósito ha sido proveernos de distintas perspectivas para evaluar un mismo suceso. Ser ordenado. Es tener la capacidad de reconocer las prioridades (qué va primero y qué va después) para lo cual se utiliza un sistema de valores. Este sistema es una orden de principios ubicados de acuerdo a su importancia. Todo ser humano posee un sistema de valores que se forma desde la infancia y se consolida al llegar a adulto. Ser responsable. Es poder responder a cualquier circunstancia en forma consciente a nuestra calidad humana. Para poder ser responsable hay que tener noción de lo que sucede y de lo que uno es, a fin de asumir, las oportunidades de la vida y las consecuencias, buenas o malas, de nuestros actos. Ser constante. Es la cualidad que necesita quien está en camino para llegar a su destino. Se puede ser realista, se puede ser sensible, se puede ser ordenado, se puede ser responsable, pero si no se es constante no habrá resultado. Ser objetivo. Es la cualidad de percibir las cosas tal como son, lo que implica que cualquier perturbación en el observador traerá una perturbación en la observación, atribuyéndole al objeto observado, cosas que no tiene o restándole lo que si tiene. Toma de decisiones El saber tomar decisiones es un factor imprescindible: la vida y el futuro de una persona dependen en gran parte de ello. En las próximas tres sesiones hablaremos sobre este tema y aprenderemos y practicaremos un modelo de toma de decisiones que será fundamental en nuestra vida. Ya sea conscientemente o no, tomamos decisiones a diario; algunas son muy importantes, otras no tanto. Tal vez ni siquiera nos damos cuenta de decisiones como a qué hora levantamos, qué ponernos, comer algo o no, estar en clase a tiempo. A medida que crecemos nos vemos forzados a tomar decisiones cada vez más importantes, algunas no pueden tener respuestas simples; por ejemplo, el hecho de permanecer en la escuela, obtener un trabajo, etc. Estas decisiones son difíciles y las soluciones que elijamos pueden afectar nuestras vidas profundamente. En la toma de decisiones afectan diferentes aspectos: - Aumento de la conciencia de sí mismo. - Entendimiento de los valores personales y familiares. - La comunicación. Existen además otros factores de los que debemos estar conscientes: - Información: Muchas veces carecemos del conocimiento necesario para tomar decisiones informadas. - Presiones especiales. Podemos estar fuertemente influenciados por las opiniones y valores de los que nos rodean: familia, amigos, medios y, algunas veces, estas impresiones son contradictorias. - Situación: A veces nuestras decisiones son impulsivas por estar tomadas en situaciones específicas o de crisis. Las consecuencias de estas decisiones pueden ir más lejos de lo que suponemos.
5.4 La comunicación y las actividades comunes Dentro del núcleo familiar se comparten muchas actividades, pues generalmente lo que afecta a 57
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uno, repercute en otro, aunque sea solo afectivamente. La comunicación tiene la función de convertir las vivencias personales en convivencia, esto es que cada miembro de la familia comparta sus actividades para unificar los fines y construir metas juntos.
5.5 Contracomunicación, barreras de la comunicación y sus efectos en la vida familiar Así como la comunicación verbal y no verbal son herramientas básicas para establecer una buena relación familiar, también pueden significar conflictos si en esta se interponen barreras que dificulten la comunicación. ¿El ruido? ¡Sí! Sucede como cuando hablamos por teléfono. De pronto puede surgir en la línea un ruido extraño que dificulta el entendimiento. Si el ruido es leve, sólo molesta un poco pero se logra la comunicación, aunque sea a medias. En cambio, si el ruido es estruendoso, hace imposible que llegue el mensaje. En el caso del teléfono, la situación se arregla volviendo a marcar o entrevistándose personalmente los interesados. Pero en el caso de una pareja de novios ¡y sobre todo de esposos! Que hayan dejado entrar el ruido en su hogar, el problema se vuelve difícil, aunque no imposible, de resolver. Por eso, es importante, conocer los “ruidos” de todo tipo que pueden dañar a la pareja, para evitarlos. Tipos de ruido 1. Egoísmo •
El esposo llega del trabajo y no puede, o no quiere, desconectarse de los problemas o pendientes que tiene en su empleo y con ello bloquea la comunicación con su familia.
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La esposa esta tan entusiasmada hablando de su clase de cocina que no deja al marido hablar de nada más. Alguno de los dos ha tenido un día horrible y no puede quitarse el mal humor, pero ni siquiera lo intenta, más bien se desquita con el cónyuge o con sus hijos, como si ellos tuvieran la culpa. Uno de los dos no esta en disponibilidad de comunicarse: esta muy cansado, tiene demasiado sueño o se siente mal. Y en lugar de explicar su malestar, únicamente se duerme dejando a todos con una sensación de no haber sido tomados en cuenta y de que algo anda mal.
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Todos estos casos son muestra de que las personas actúan a veces pensando sólo en sí mismas y esto no resulta justo para los demás. Este tipo de ruido resulta ser el más común. No tiene que ser drástico para que corte la comunicación, basta con que uno de los dos interlocutores −el que habla o el que escucha–no este realmente con ánimos de conversar para que se impida una verdadera comunicación. 2. Activismo 58
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“¡Ya vine, vieja!...!ya me voy vieja!” ¿Alguien recuerda esta conocida frase, extraída de una película de Pedro Infante? Se trataba de un señor que tenía varios empleos, así es que llegaba “volando” a su casa, nada más para cambiarse de uniforme y volvía a salir “disparado”. Claro que la esposa no alcanzaba ni a contestarle pues nada mas lo veía como una ráfaga que cruzaba varias veces al día por su casa. Aunque éste es un caso exagerado, sí sucede muchas veces que estamos todos tan envueltos en el activismo que descuidamos la plática tranquila con nuestra pareja, y esto, tarde o temprano, afecta la unión de los dos. 3. Agresividad No hay nada que corte más la disponibilidad de una persona para escuchar que una ofensa. Si tenemos quejas o diferencias con nuestro cónyuge o novio, lo mejor es buscar las palabras que tengan el significado de lo que queremos decir pero sin ofender. Algunas frases que podemos prohibir en el hogar son: -Te lo dije... -Siempre que yo, ..., tú... -Nunca me... -¿Qué? ¿no entiendes? Hay veces que el enojo o el orgullo nos hacen imposible este propósito de no ofender, pero es mucho más difícil pedirle a una persona que nos escuche y nos entienda, si se siente ofendida.
Aquí también cabe el otro propósito de olvidar las fallas que se han cometido en el pasado, como quien dice: “perdón y olvido”, ya que recordar las ofensas es otra forma de ruido dañino. 4.
“Adivinanzas”
Pedro y Sandra llevan cinco años de casados. Cada año él se va una semana de cacería y también cada año Sandra se niega a ir con la excusa de que a ella no le gusta dormir en el campo. Este año, Pedro organizó la casería para fin de año y pensó que sería bueno invitar a sus hijos mayores, pero no a Sandra. Pedro pensó: “No le voy a preguntar ni siquiera si me quiere acompañar de casería, al cabo que ya se que a ella no le gusta acampar”. A su vez, Sandra pensó: “No puedo creer que se vaya a ir en fin de año, que me vaya a dejar sola, sin los niños y ni siquiera me invite”. Aquí puede surgir un conflicto que se pudo haber evitado hablando. Se trata de un marido “adivinador”. Es cierto que muchos años de convivencia permiten a la pareja conocerse mejor, pero aun así, en muchas ocasiones es mejor consultar para saber a ciencia cierta los deseos y pensamientos del otro. Por otro lado también es mas conveniente explicar lo mal que nos hace sentir cierta decisión, o que se nos tenga “tanta consideración”, que armar toda una tragedia interiormente. No esperar que nos adivinen lo que realmente queremos si no lo decimos abierta y tranquilamente.
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5. Miedo de hablar Miguel tiene inquietud de cambiar de residencia, siente que podría tener mejores oportunidades en otra ciudad, pero no sabe como decírselo a Susana. Piensa: “La última vez que toque este tema, se soltó llorando, mejor no digo nada. Si solo tratara de comprender la situación”. En otra pareja vemos que Lucia siente que dos hijos son muy pocos pero su esposo Alfonso cree que son suficientes. Los embarazos son pesados para Lucía y los dos niños ya se hacen compañía uno al otro. Ella pasaría otro embarazo difícil con la ilusión de tener otra mujercita. Lucia cada vez que la idea le vuelve a su cabeza, piensa: “La última vez que hablamos de eso, se puso furioso mejor lo dejo así”. Es importante ser reflexivos y calmados al escuchar a la pareja, motivarle y hacerla sentir que en realidad todo se puede platicar y todo se puede arreglar hablando. 6. Incomprensión A Eduardo le encanta hacer planes con sus amigos del trabajo. Siempre se le hace fácil decir que sí podrán asistir a reuniones sin consultar a Marcela. A Marcela también le gusta salir en pareja, pero le agradaría frecuentar más sus propias amigas con sus novios. Como ambos saben que “hablando se entiende la gente” Marcela simplemente le dice a Eduardo: “Me gustaría que cuando hagas planes para el fin de semana me consultes primero”. En otra familia se encuentra el caso de Estela a quien le encanta preparar postres para su familia pero Horacio, su esposo, lleva un año tratando de bajar de peso y es muy antojadizo. Ella le dice que sí necesita bajar de peso, pero sigue preparando postres.
Horacio buscando obtener comprensión le dice: “Estela ya sabes que me encantan tus postres pero no ayudan a mi propósito. Te pido que solo hagas postre una vez a la semana, así los niños disfrutan y yo solo batallo un día”. Si estas situaciones no se comentaran surgiría un sentimiento de incomprensión que podría afectar a la pareja. 7. Grandes diferencias Cuando una pareja se enamora, con tal de consolidar su unión, o da importancia las diferencias entre los dos en cuanto cultura, religión, o nivel económico. Esas diferencias a la larga, pueden estropear la comunicación en el noviazgo o en el matrimonio. Otra diferencia que debe cuidarse es el caso de que uno de los dos crezca intelectualmente y el otro quede rezagado. También puede ser factor de desunión. Se puede dar cuando la mujer persevera en tomar cursos de educación para los hijos, o de formación espiritual, mientras que al marido no le llaman la atención. O bien cuando el marido trabaja mucho y no comunica o explica a su mujer los problemas o cambios importantes por los que pasa su negocio u ocupación. La esposa, si no tiene oportunidad de formarse y crecer de otra manera, por su ocupación de ama de casa y madre, puede quedar atrás en conocimientos básicos generales. Para evitar esto, es importante mostrar siempre un interés sincero en las cosas del cónyuge, de esta manera siempre tendrán temas en común y sentirán el apoyo de la pareja.
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8. Intervenciones Es muy fácil que un conocido o familiar haga ruido en una relación de novios o esposos, pero... ¿quién les va a enseñar o ayudar a convivir de nuevo? La base para eliminar este ruido está en confiar plenamente en el cónyuge y no creer nada que se nos diga acerca de él o de ella sin haberlo consultado primero con el “acusado”. 9. Silencios Parece una contradicción, pero el silencio es, en sí mismo, un verdadero bloqueo para la comunicación, porque se puede malinterpretar. Si bien es importante y hasta bueno que haya silencios en tiempos de paz y alegría, debemos estar siempre atentos a que nuestro silencio no represente un conflicto. Los silencios después de un enojo, pueden estar motivados por el orgullo. Si éste el caso, no debemos dudar en romperlo, ya que lo único que está causando es una serie de barreras y rencores que no se eliminan con facilidad. Quien se atreve a romper este tipo de silencio orgulloso es, por lo general, el que tiene mayor humildad y habilidad de comunicación de los dos, y con seguridad también es ¡el más inteligente! 5.6 Influencia de las barreras de la comunicación en la formación de perjuicios educativos y sus efectos en la vida familiar. Así como la comunicación verbal y no verbal son herramientas básicas para establecer una buena relación familiar, también pueden significar conflictos si en esta se interponen barreras que dificulten la comunicación. Sabiendo que nuestras conductas puedan transmitir mensajes y causar reacciones en las demás personas, ahora queremos abordar el tema de los malentendidos. La característica más peligrosa de los malentendidos es que pueden existir sin darnos cuenta... hasta que exploten. Simplificando mucho el tema de la comunicación, podemos decir que ésta consiste en un transmisor, un receptor y un mensaje. Aunque sabemos que estos tres elementos están interactuando continuamente, normalmente cuando decimos una cosa, esperamos que los demás entiendan justo aquello y no otra cosa. Pero muchas veces no es tan sencillo, ni tan fácil, porque la otra persona puede tener reacciones y sentimientos que nunca fue mi intención provocar. Este es el hecho del que quisiera que tomarais nota y que lo recordaseis en vuestra vida de matrimonio. Empecemos a ver este problema en relación con el siguiente caso donde un marido llega a una reunión familiar donde estaba su esposa y nos dice: * Mi esposa se enfadó mucho porque saludé a mi hermana antes que a ella. El señor en cuestión insistía en que había saludado a las personas en ese orden sólo por la colocación de las mismas en la sala. No tenía ninguna otra intención. Otro caso del mismo género es el siguiente: * Mi esposa organizó una cena fútbol en TV. Yo no dije nada estuvo muy molesta conmigo. quien había hecho el sacrificio. que yo había tenido durante
sin avisarme con anticipación y, además, coincidió con la noche del y lo tomé con resignación. Pero cuando las visitas se fueron, ella No entendía por qué y se lo reclamé pues consideraba que era yo Me dijo que se sentía muy mal con los invitados por la mala actitud la cena. Sorprendido le expliqué que no era así, que yo había 61
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renunciado de buen modo a mi partido de fútbol. Pero ella me contestó: “tu cara larga me decía otra cosa”. Aquí tenemos dos ejemplos de interferencia en la relación humana y en la comunicación. En el primer caso vemos cómo el marido (= transmisor) quiso saludar a todos (= mensaje) pero encuentra que su esposa (= receptor) interpreta otro mensaje. En el segundo caso también el marido quiso hacer su mejor esfuerzo (= mensaje), pero su esposa percibe otra cosa (por la comunicación no verbal del esposo). En ambos casos, de manera no intencional, se provoca una reacción en la otra persona, que nunca fue pretendido. Cuando hablamos de la gota que derrama el vaso, y nos preguntamos por dónde entran las gotas, aquí tenemos uno de los agujeros más comunes en las relaciones humanas. En mi opinión, muchos problemas comienzan así −sin darnos cuenta de las reacciones que causamos− y cuando se prolongan durante mucho tiempo los resentimientos provocan las explosiones. Lo que sigue es un intento de análisis de este fenómeno y de cómo se debe manejar. Está claro que las reacciones emocionales como las de estas mujeres pueden deberse a muchas cosas: cansancio, acumulación, sensibilidad especial, actitudes negativas, problemas anteriores, etc. y, para una solución del problema, será necesario que ellas también pongan de su parte. • • •
Las palabras y/o acciones pueden provocar reacciones que nunca pretendiste y que nunca imaginaste. No te fíes de tus buenas intenciones. No siembres vientos porque cosecharás tempestades
6. EL DIÁLOGO FAMILIAR
Como ya hemos estudiado hay diferentes formas de expresarnos: mediante nuestra apariencia, gestos, etcétera, pero la forma más directa y reveladora de expresarnos es a través de nuestras palabras. El diálogo es un medio muy poderoso para lograr una buena comunicación. Para cultivar y enriquecer una buena relación es indispensable saber dialogar. Cuando participamos en un diálogo, nos sumergimos en una relación íntima con otro ser humano, compartimos nuestros pensamientos. Por esto, el diálogo supone un gran desafío. 6.1 ¿Cómo lograrlo? El diálogo nos da la oportunidad de conocer a fondo a otras personas, sin embargo, el diálogo es frecuentemente el mayor desafío en una relación afectiva. ¿Cuántas familias funcionarían más armoniosamente si entre padres e hijos hubiera un mayor respeto por el diálogo auténtico? Y sin embargo, en la mayoría de los casos lo único que logramos es gritar y discutir, cuando en realidad lo que deberíamos buscar es comprendernos. Todos estamos conscientes de la importancia de la familia, como núcleo de la sociedad y cuna del amor auténtico y desinteresado. En esta aseveración meramente conceptual, debemos de asumir el compromiso de establecer mecanismos al interior de la familia, que permitan hacerla realidad y lograr los beneficios personales, familiares y sociales que conlleva. Las bases principales sobre las que debe sustentarse una buena relación interpersonal, entre otras, son el respeto, la confianza y la comunicación. Estos comportamientos son fundamentales en las relaciones familiares. Cuando dentro de la familia actuamos sobre estas bases con congruencia, es casi seguro que asumiremos los mismos comportamientos en nuestras relaciones 62
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interpersonales fuera de ella, en cualquier ámbito: la familia extendida, la escuela, la oficina, los amigos, la sociedad toda. Un mecanismo viable para lograr lo anterior, son las reuniones de convivencia familiar donde es recomendable establecer un diálogo sincero y abierto entre los miembros de la familia para exponer los problemas e ideas de cada uno de ellos. No se requiere de una formalidad extrema, pero sí debemos intercambiar opiniones con compromiso y seriedad. Existen dos elementos básicos sobre los cuales es conveniente apuntalar las reuniones familiares que persigan una integración sólida de la familia, a saber: 1) Escuchar.- Todos y cada uno de los miembros de la familia debemos saber escuchar. No podremos dar una opinión y/o sugerir opciones correctivas, si no entendemos todas las variables de la situación expuesta o problema existente. Además, es importante escuchar a todos aquellos miembros de la familia que deseen hablar. No debemos descalificar a nadie por su edad, experiencia, género, etc. Las más innovadoras y creativas ideas y propuestas de solución nacen de las personas que rompen paradigmas con un nuevo enfoque, siempre respetando los valores morales que rigen a la familia. 2) Empatía.- Lo que se conoce coloquialmente como “ponerse en los zapatos de los demás”. Es decir, debemos entender que los comentarios o problemas de un miembro de la familia que este en la etapa de la adolescencia, van a ser radicalmente diferentes a los comentarios o problemas de un miembro de la familia adulto. Pero, ninguno de los dos es menos importante que el otro. Tendemos a subestimar los comentarios o problemas de los miembros de menor edad de la familia y en ocasiones, tendemos a dar toda la validez a los comentarios y sugerencias de los mayores. Consideramos que cualquiera de los dos extremos es negativo. Lo recomendable es establecer un diálogo abierto donde se escuchen todos los puntos de vista y se den consejos o soluciones dentro del contexto de la persona que lo expone sin importar cuál de los miembros lo propone. Las reuniones familiares pueden ser el cauce para la actualización de la moral familiar y de las emociones de todos los miembros de la familia, así como el medio para presentar temas fundamentales, como crisis y logros cotidianos, de los que “no hay” ocasión de hablar en la convivencia diaria, tales como el matrimonio, los hijos, las amistades, el trabajo, los estudios y demás consideraciones emocionales, espirituales o económicas. Todos los problemas familiares son importantes, desde un posible caso de drogadicción, hasta el repudio a la sopa de verduras o la importancia de rezar juntos. Algunos son más urgentes que otros. Algunos son más fáciles de resolver que otros. Pero todos son importantes, porque afectan a algún miembro o a toda la familia. Adoptando mecanismos de este tipo, con dedicación, respeto y la escucha atenta, se creará un “círculo virtuoso” en las reuniones familiares que enriquezca y consolide el respeto, la confianza y la comunicación entre los miembros de la familia. Comunicación en familia: Múltiples e importantes comunicaciones La comunicación es un vehículo necesario de la relación humana y educativa. El hombre es un ser relacional, crece socialmente. La verdadera educación, que promueve el crecimiento global de la persona, se realiza de hecho a través de la comunicación personal y grupal.
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En la vida familiar existen muchas formas del así llamado diálogo educativo, todas ellas interesantes y necesarias para la creación de actitudes y valores; un abanico de estrategias que debemos simultanear equilibradamente. Por una parte utilizamos el monólogo cuando mandamos, censurarnos, juzgamos, aconsejamos, interrogarnos a nuestros hijos. Es una comunicación unidireccional. No esperamos respuesta o esperamos un dócil asentimiento. Un ejemplo clásico del monólogo es el sermón educativo, a veces demasiado frecuente y largo. Utilizamos el diálogo-negociación cuando negociamos salidas, permisos, peticiones de todas clases, hacemos contratos bilaterales para establecer horas de trabajo y descanso, y proclamamos premios y castigos en las cláusulas de estas negociaciones (en las que a veces terminamos cediendo blandamente y ellos terminan saliéndose con la suya). Finalmente realizamos el diálogo-conversación, una comunicación cuyas características básicas son la voluntariedad, la mutua interacción y el respeto. Conversamos para buscar juntos unas orientaciones, unos valores, un caer en la cuenta de situaciones y sucesos, una mayor responsabilidad en el proceso de toma de decisiones. De este diálogo-conversación vamos a tratar en ésta y en las siguientes entregas. ¿Es necesario el diálogo-conversación? Su necesidad dependerá de lo que pretendamos con la educación, de los objetivos de mi proyecto educativo familiar. Si unos padres únicamente quieren que su hijo esté preparado en el sentido de tener muchos conocimientos académicos, juntamente con los idiomas, la informática y otras tecnologías, etc., en este caso no necesitarán dedicar demasiado tiempo al diálogo-conversación. Lo importante será proporcionar oportunidades para dicha preparación. Pero si además quieren que su hijo sepa lo que significa la amistad, compartir y aceptar, entender el amor; que sea profesionalmente correcto, contribuyendo a mejorar la sociedad; que logre asumir una fe cristiana auténtica y libre, etc. entonces, necesitarán ayudarle en su madurez afectiva y en su responsabilidad. Y para todo esto será necesario el diálogo-conversación. El silencio de la casa, de la escuela, no es recomendable para transmitir valores. No basta con que nos vean buenos, correctos y responsables. La palabra se hizo para algo. Hay silencios muy significativos, pero el diálogo explicito profundiza y enfatiza mucho mejor el gesto y las actitudes. No olvidemos que la educación es audiovisual (palabra e imagen). Equilibrio de estrategias No estamos diciendo que la conversación sea la única estrategia educativa en el ámbito de la interacción familiar. Saber exigir, mandar, negociar, son el marco necesario que permite el orden y concierto en la casa para que podamos tener precisamente espacios de conversación. En muchas casas hay una habitación de trastos y cosas sueltas, que algunas madres llaman leonera; pero hay familias en que toda la casa es una leonera psicológica. Por otra parte es especialmente importante mantener la autoridad moral. Si no me respetan, no puedo dialogar porque me consideran como un trapo, y con un trapo no se dialoga. También es necesario proporcionar ayudas específicas cuando se detectan problemas físicos, intelectuales o efectivos de los hijos. Si un niño tiene problemas, hay que ayudarle a resolverlos para liberarle de lo que le impide seguir creciendo en madurez humana y en valores, lo cual facilita también la apertura al diálogo. Por lo tanto la comunicación es importante, pero ello no quiere decir que sea lo único que debemos hacer en educación. Las otras estrategias son necesarias y apoyan la comunicación. Es necesario establecer un equilibrio ecléctico de estrategias.
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Lo específico del diálogo-conversación Conversar es comunicarse sin buscar nada práctico a corto plazo. El diálogo-conservación se diferencia del diálogo-negociación, las motivaciones verbales, las alabanzas y las censuras, etc. en que la conversación es un espacio de libre comunicación en la que no pretendemos lograr un objetivo concreto ni una solución inmediata. Sucede con frecuencia que cuando hacemos de la conversación un instrumento para que mi hijo o hija haga algo o acepte algo a las inmediatas, la conversación se convierte en una negociación, que podría ser muy interesante en otro momento, pero perderíamos el insustituible fruto de la conversación que es comprender al otro, escucharnos, dar testimonio de nuestros valores como adultos, educar en sana libertad de expresión, confrontar sus ideas con las nuestras, en definitiva, influirles en una atmósfera de libertad y respeto. Si todos los diálogos se convierten en negociaciones y discusiones para ver quién tiene la razón o para ver quién cede más, ¿cuándo conversamos? Conversar es dejar opinar a los hijos y no poner cara de extrañeza ("¿Qué estás diciendo?") pues entonces se acaba la libertad de expresión. Ellos están viendo en tu rostro un impedimento para su libre comunicación. Conversar es expresar tu opinión sin imponerla, preocuparse de dar justificación a tus opiniones (si las tienes; y si no, piénsalas y exprésalas en otra ocasión). Es un intercambio sereno de puntos de vista. Tú no te asustas ni te echas las manos a la cabeza sino que expones tu opinión y él o ella la suya. Los criterios o actitudes no se mandan, se motivan en libertad. Si no aceptamos esto tendremos muy poco que hacer en este campo del diálogo-conversación. Conversar es dar importancia a lo que los niños y adolescentes opinan aunque lo hagan de un modo infantil o inmaduro. Las opiniones de un niño o adolescente sobre sus amigos, su futuro (que tanto les inquieta también a ellos), la sexualidad, el alcohol y las drogas, esas amistades extrañas que a veces nos sorprenden, etc. son las cosas de su vida, lo más importante para ellos. Para conversar es preciso jugar limpio con los hijos. No jugar limpio es disimular planteando un diálogo libre pero en la práctica lo que queremos es convencerle de algo y tomar alguna decisión inmediata. Hay que tener mucho cuidado especialmente con los adolescentes. Si vamos a utilizar el diálogo para mandar, prohibir o conceder algo, tenemos que decirlo previamente "Vamos a charlar, yo te voy a escuchar y luego yo tomo la decisión". Eso también es un diálogo interesante y a veces necesario, pero no es la conversación abierta y desinteresada de la que estamos tratando ahora, cuyo objetivo es escucharnos, entendemos, favorecer el enriquecimiento o cambio de actitudes y valores a medio o largo plazo. Recuerdo lo que decía una madre: "Yo dialogo mucho mejor con los hijos de tu vecina que con mis propios hijos; porque estoy relajada; no me asusto porque me digan cosas horribles de la sexualidad o de lo que sea, sino que lo tomo con calma; por mi parte no dejo de decirles lo que pienso, me escuchan con respeto y noto que les he influido positivamente en muchas ocasiones". Este es el problema de ser padre, evidentemente, que nos ponemos tensos y nos sentimos amenazados con sus expresiones. Por lo tanto para dialogar es necesario no estar obsesionado por conseguir algo o pretender algo a la inmediata. Es como un diálogo como de igual a igual, pero sin hacernos colegas de nuestros hijos, conservando siempre nuestra autoridad moral de padre y madre. En el terreno de la búsqueda de la verdad no somos dominadores de nuestros hijos, aparte de que los hijos están viviendo una vida distinta a la nuestra. Los hijos necesitan un diálogo en el que no 65
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estemos tensos ni preocupados por convencerles de nuestros puntos de vista aunque expresemos sinceramente nuestros valores. Según las encuestas recientes sobre la juventud europea, los jóvenes valoran mucho la familia quieren que sea un espacio de libertad, de comunicación y sinceridad, y recuerdan con nostalgia los momentos de auténtico diálogo. Necesitan una atmósfera tranquila en casa, con buena ósmosis afectiva, donde los padres son testigos de sus propios valores (lo cual no significa que necesitan también como hemos dicho, otros tipos de intervención familiar). Sin este diálogo-conversación faltaría algo importante en la educación en valores y actitudes. Los hijos necesitan padres y madres que no guarden silencio sobre los valores humanos, sino que se mojen y digan cuáles son sus criterios. Esto es importantísimo para ellos, aunque digan "No me convences". Nuestro testimonio aunque no nos lo creamos, es un referente necesario para su vida. El espejo retrovisor Para favorecer este diálogo-conversación debemos cuidar nuestros gestos mientras escuchamos a un niño o adolescente. Sería divertido que tuviéramos una especie de espejo retrovisor sobre nuestro hombro para ver la cara que estamos poniendo cuando escuchamos y hablamos con nuestros hijos. Sería impresionante. En los cursos de formación para profesores jóvenes, uno de los ejercicios consiste en dar una clase grabándola en vídeo, para analizar después los diversos aspectos de la comunicación, especialmente el gesto o lenguaje no verbal. Sería genial hacer algo así en familia. Las caras que ponemos cuando hablamos con nuestros hijos son a veces extrañísimas. Nos transformamos, ponemos tal rostro de pánico que eliminamos toda libertad de expresión. Hay padres que ni al peor enemigo le ponen caras tan horribles como los gestos que hacen cuando un hijo dice algo inconveniente (a su juicio). Como si dijeran: "Este niño está loco o es un estúpido... ¿Pero hijo qué estás diciendo?" Son presiones psicológicas que matan la libertad de expresión. Por otra parte los niños son muy astutos y nos tientan con frases duras para ver cómo reaccionamos. No debemos creer que sus expresiones ("Yo no voy a Misa nunca porque no creo en Dios") se las crean ni ellos mismos. Un adolescente está comenzando a tornar posturas, pero aun no tiene formado su criterio definitivo; mañana o dentro de dos meses pensará otra cosa. Otras veces se trata de posturas psicológicas, defensivas, tentativas; o una manera de contraatacar, de hacer una guerra de frases; quizás están descontentos con nosotros porque les exigimos algo que nos les gusta o por otras causas. El chantaje del diálogo Como el diálogo supone una libertad y voluntariedad libre de dos personas, si uno no quiere, dos no dialogan. Hay momentos y situaciones en que los adolescentes no quieren dialogar, por rebeldía u otras causas. Pero lo que nosotros no debemos hacer es mendigar el diálogo a toda costa, supeditando todo a tener una conversación. Diálogo sí, pero no a cualquier precio. El diálogo no es el objetivo último de la educación sino un medio, a veces importante, y en conjunto imprescindible. Pero no tiene por qué ser aquí y ahora, ni podemos transmitir que estamos obsesionados e inseguros a causa del diálogo. Ellos se dan cuenta y nos pueden utilizar con el chantaje: "Si no me concedes tal cosa no dialogo contigo". Educar es promover actitudes fundadas en valores a través del modelo (mi coherencia), la palabra y la experiencia. Cuando la palabra no puede ser conversación, porque no existen condiciones 66
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adecuadas sin culpa nuestra, entonces la podemos utilizar en forma de monólogo, a través de sanos y auténticos razonamientos de valores y actitudes. El diálogo-conversación es muy importante pero no siempre es posible. En ese caso hay que seguir educando por medio de motivaciones, mandatos, buen ejemplo, cariño y ayuda a los hijos. De una u otra manera, educar, siempre es posible. Y si somos nosotros los que estamos poniendo dificultades para el diálogo, tendremos que examinarlas y tratar de modificar la situación. Más adelante analizaremos los comportamientos y actitudes nuestras que bloquean la comunicación. En todo caso, no es bueno ceder al chantaje afectivo del niño que se pone de morros y no nos quiere hablar. Actitudes, técnicas y tiempo El diálogo-conversación tiene unas técnicas propias que es conveniente estudiar. Hay una manera de hacer preguntas, por ejemplo, muy distinta de los interrogatorios a los que sometemos a los hijos para saber con quiénes han estado y qué han hecho. Hay una actitud imprescindible en toda conversación, la empatía, que es un compromiso de respeto y escucha positivo, sobre la que es necesario reflexionar a fondo. Habrá que analizar también los distintos esquemas del diálogo según los temas: problemas del propio adolescente, opiniones, ideas, valores, decisiones que él tiene que tomar, etc. Uno de los problemas más significativos en nuestra sociedad es la falta de tiempo para dialogar, que habrá que estudiar en orden a tomar medidas. En nuestras casas llamamos sala de estar a una estancia donde apenas estamos o estamos sin estar. Quien está allí es el televisor como subido a un altar. Y lo que no aparece por allí es uno de los grandes eslabones perdidos de la educación que es la conversación en familia. ¿Qué tipos de comunicación estoy utilizando? Supongamos que a lo largo de varias semanas hemos dedicado cinco horas en comunicamos con los hijos. Prescindimos ahora si en conjunto es mucho o poco tiempo. Se trata de valorar qué formas de comunicación hemos utilizado con más frecuencia, entre aquellas a las que se alude en la charla (aconsejar, negociar, interrogar, censurar, alabar y conversar). Imaginemos un círculo en el que hemos señalado, como hipótesis ideal, unos segmentos o porciones que representan cada una de dichas formas de comunicación. Sería aproximadamente una utilización positiva y equilibrada del tiempo de comunicación, naturalmente con flexibilidad y siempre considerando un tiempo suficientemente amplio de varias semanas: • • • • •
Aconsejar, tiempo empleado en dar consejos y recomendaciones: 25% Negociar, tiempo empleado en tratar de llegar a acuerdos con los hijos sobre normas, permisos, proyectos, etc. 25% Interrogar, tiempo empleado en intentar averiguar qué han hecho u obtener respuestas claras y respuestas directas: 5 % Censurar, reprender lo mal hecho: 5 % Alabar, elogiar hechos positivos: 15 %
6.2 Conocimiento de las características de recepción del mensaje en los niños, jóvenes y la pareja La escuela y la familia empiezan a perder terreno frente a los poderosos medios masivos de comunicación en lo que se refiere a la educación de los niños. Es indudable el incremento de la participación de los medios en el proceso educativo dentro de nuestras sociedades.
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No se puede considerar ya únicamente la existencia de la educación formal que imparten la familia y la escuela. , Puesto que los niños aprenden fuera de ellas una amplia serie de conocimiento y habilidades importantes para su vida presente y futura. En este sentido, la UNESCO ha introducido, a través de la Comisión Internacional sobre la educación para el Siglo XXI, (Delors, 1996), el concepto de educación permanente: una educación que dura toda la vida y que no comienza ni termina con la escuela. Debido a que las innovaciones tecnológicas han propiciado una eclosión de la comunicación audiovisual es preciso investigar el impacto que estos cambios están produciendo en la educación de los niños. Estas transformaciones deben ser evaluadas, sobre todo, al interior de los dos principales escenarios en los cuales los niños aprenden a consumir mensajes educativos: la escuela y el hogar, aunque sin olvidar otros escenarios que constituyen el entorno en el que se desarrollan los niños: su barrio, la comunidad en la que viven. En la actualidad los medios masivos de comunicación se han convertido en un factor fundamental dentro del esquema de la educación informal: los niños dedican más tiempo a los mensajes de los medios masivos que a la propia escuela y sus actividades formativas. Sin embargo, no se trata tan solo de un problema de rating u horas dedicadas a estos medios en contraposición a lo que se dedica a las actividades escolares o familiares. Conocer cuantas horas escuchan los niños la radio o cuanto invierten de su tiempo en los videojuegos no nos indica que efectos tienen los medios sobre los niños. El conocimiento de los datos estadísticos del consumo en relación con los medios de comunicación masiva no implica una demostración de su efecto neto sobre la conducta y la actitud del niño (Moragas, 1979) y si es una manera de adoptar una visión comercial del proceso: es estudiar a la teleaudencia como potenciales consumidores individuales (Orozco, 1994). La cuestión es más de fondo: ¿Por qué los medios de comunicación masiva están ejerciendo una influencia tan grande en el proceso educativo de las nuevas generaciones? ¿Cómo aprende, como recuerda y como aplica el niño los mensajes educativos que recibe de la familia, la escuela y de los medios? ¿Cómo y por qué los niños se acercan a los medios de comunicación, en que contexto reciben sus mensajes y que uso le dan dentro de sus vidas? ¿Qué hábitos personales y familiares se están trastocando con las nuevas tecnologías de comunicación, que influencia tienen sobre los procesos de pensamiento, las emociones y los comportamientos? Y, sobre todo, ¿De qué manera repercute todo lo anterior en el proceso educativo? Se trata de cuestionamientos que ya han despertado el interés, y hasta la preocupación, de diversos investigadores de los medios y de estudiosos interesados en la educación, no solo de nuestro país sino de Latinoamérica (Ruiz, 1990; Charles, 1996; Latapi, 1997). Existe una separación muy marcada entre juego y aprendizaje. Los videojuegos tienen un gran potencial educativo (desde las iniciales enciclopedias educativas hasta verdaderos programas de realidad virtual, pasando por programas específicos sobre biología, medio ambiente, etc.) Se han probado también en el campo de la educación especial en niños con problemas de aprendizaje y con otros impedimentos. El niño se divierte mientras aprende Los otros medios se encuentran mas alejados en lo que se refiere al contacto que los niños tienen con ellos. No obstante, hay que aclarar que el cine, en particular, les gusta mucho, pero los niños no acuden con tanta frecuencia a las salas cinematográficas, por lo que su contacto se da a través de los videos y de la televisión. Las maquinas de vídeo son poco usadas, en comparación con los medios mencionados anteriormente, debido a que, al igual que las salas de cine, requieren que el niño se desplace de su casa a otro lugar de la colonia. 68
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Diversos estudios han coincidido en relacionar la creciente violencia de la sociedad con los medios de comunicación. Su influencia (como factor decisivo más NO UNICO), ha sido probada por estudios de laboratorio y de campo, y por instrumentos estadísticos. Los contenidos violentos producen al menos alguno de estos efectos negativos en niños y jóvenes. 1) Incremento en la agresividad de los niños: tienden a imitar lo que ven, y muy especialmente cuando la conducta violenta es desempeñada por un personaje atractivo o bien por el héroe de la película, así como cuando la conducta negativa no se castiga. 2) Insensibilización: los niños se familiarizan con la violencia o con algún otro tipo de contenido negativo y empiezan a verlo como algo normal. Recepción de mensajes Cabe destacar cuál es el concepto de "recepción". Es el espacio donde los agentes sociales producen y negocian sentidos del orden social, en el encuentro de las ofertas simbólicas, tomándolas como articulación para pensar desde la cultura no solo la comunicación sino también la reproducción y construcción de lo social. Un problema metodológico de orden conceptual que se debió resolver fue determinar ¿quiénes son los adolescentes?, para poder definir con quiénes se trabajaría. Por lo tanto, previo a definir la muestra no probabilística, sobre la que se aplicaron la técnica para recabar datos, se debió acotar y definir el término "adolescente". Si bien parecería quedar claro cuáles son los límites de inicio de la pubescencia, pubertad o preadolescencia que coincide con los cambios biológicos que se asocian a la madurez de la capacidad reproductora, no está nada claro cuándo finaliza la adolescencia, ya que no existen fenómenos fisiológicos objetivos que puedan marcar la madurez e independencia, es decir, la edad adulta del individuo. Es más, la definición de estos conceptos varía según la realidad social y cultural en la que está inmersa. En la recepción, las competencias del lector (receptor) tanto como su interpretación de intención entran en juego en la producción de sentido. Es sabido que frente a un mismo producto comunicativo no todas las personas ven lo mismo. Naturalmente, las competencias del receptor ya sean lingüísticas, genéricas o ideológicas están construidas en las condiciones de existencia de esos receptores. De esta forma, entran en juego la edad del sujeto, su situación socio-cultural y sus disposiciones psíquicas. Lo cierto es que de una forma o de otra existen valores y concepciones que se transmiten que son en cierta forma adoptadas por los receptores. Dentro de los factores que intervienen en este proceso podemos señalar diferencias sociales y culturales que van desde la pertenencia o no a una determinada clase social, grupo o subcultura hasta la edad y el sexo del sujeto. En el caso de los adolescentes que como hemos visto no se informan sobre política por otros medios. Los adolescentes están en una etapa de evolución psicológica clave en la constitución de sus identidades. El adolescente no tiene marco referencial e histórico propio de donde extraer elementos para relativizar los valores transmitidos. 69
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El sentimiento escéptico se reafirma con la figura de la ironía promoviendo un fuerte grado de escepticismo difícil de revertir. Los estudios sobre la recepción, ligados al análisis de la influencia, se han convertido en los últimos veinte años en uno de los sectores clave del desarrollo de las teorías de la comunicación. En este ámbito se ha producido, además, un progresivo acercamiento –algunos autores hablan de convergencia— entre las tradiciones de investigación hasta aquel momento separadas −y en oposición−: la funcionalista, también llamada sociológica o liberal y la crítica, también conocida como marxista, junto a los estudios etnográficos de audiencia o conceptos como “comunidad interpretativa”, de procedencia interpretativa. En estas líneas, se presenta una caracterización global de estos estudios, a la vez que se analizan las influencias recibidas, los principales conceptos y las aportaciones más significativas. A partir de los años ochenta se desarrolla lo que podríamos calificar como una nueva corriente −o, por lo menos, que tiende a definirse como tal, aunque sólo lo sea relativamente− en el análisis de audiencia. De forma general, esta corriente estudia los procesos a través de los cuales la audiencia construye significado a partir de la exposición a los medios. Justamente, uno de los puntos centrales de los estudios de recepción es el carácter activo que se otorga a la audiencia; la capacidad de actuación que se le reconoce en su relación con los medios. Este punto, además, se presenta como novedoso en la investigación. En los estudios de recepción, el contexto de recepción permite ver como los distintos planos de la vida (el económico, el político, el cultural, etc.) se articulan en prácticas rutinarias regidas por normas, entre las que se encuentra ver la televisión. En la medida que la comunicación es un proceso cambiante, el debate no está cerrado ni terminado. Entre otros, se plantea ahora como cuestión fundamental la necesidad de plantear la reflexión en el nuevo contexto que define la globalización. 7. INFLUENCIA DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN EN LA FAMILIA
Los medios de comunicación forman parte importante de la vida diaria de nuestros hogares. De la misma forma en que nos interesamos por la alimentación de los hijos, debemos pensar qué puede nutrir su mente y qué puede hacerle daño. Obviamente no todo lo que emiten los medios de comunicación es bueno para ellos, por esto es importante estar concientes de los efectos que pueden tener estos medios sobre la familia y así enseñarlos a ser selectivos para que puedan emitir juicios propios sobre los contenidos. Desde pequeños, los padres son el modelo a seguir para sus hijos, por lo que no se puede exigir, sino son los mismo padres los primeros en llevar a cabo lo que piden. Solo se podrá llevar formar el hábito de una “dieta” equilibrada en medios si son los propios padres la que la llevan primero. 7.1 Medios de comunicación y familia Parece que los medios de comunicación son la única salida para la diversión, sin embargo, les hemos asignado un valor desproporcionado, pues la constante exposición a los medios puede provocar en el niño o en el adolescente una percepción errónea de la realidad. Comunicación se deriva etimológicamente del vocablo latino comunicatio, que significa hacer común, entrar en relación, participación, intercambio. La comunicación nace del modo mismo de ser de la persona, constitutivamente abierta hacia 70
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adentro y hacia fuera, y por ello capaz de manifestarse y dialogar. Sin comunicación no habría sociedad y ni siquiera vida, ni espíritu: solo los seres inertes carecen de comunicación. La inteligencia y la voluntad son las capacidades humanas que permiten una comunicación más profunda de la persona y de su intimidad. En todo ello se ve que vivir es comunicarse. Corresponde ahora aludir a la comunicación social. La telecomunicación se efectúa a distancia por medios técnicos. Vivimos "la cultura de la pantalla", en esta doble vertiente. Son "tecnologías que inciden de lleno en el conocimiento y la conducta del hombre, en un sentido más directo y profundo aun del que históricamente cabe atribuir a la imprenta". Lo específico de las imágenes y de la informática es algo común con los libros: se trata de una realidad que llega al sujeto como algo que no es real e inmediato en el mismo sentido en que lo es la lluvia, el frío o un encontronazo con el vecino: aparecen a través de una pantalla, son realidades "lejanas" que se hacen presentes así, de una manera estrictamente cultural y técnica; son trasmitidas, no son inmediatas al sujeto receptor, hay por medio una mediación. Por esta razón, ningún aparato puede sustituir de verdad el contacto directo con la realidad y con la persona: con una pantalla no se puede dialogar de verdad. 1.- Los riesgos de la civilización de la imagen Es legítimo preocuparse si la imaginación humana podrá continuar desarrollándose normalmente y si lograra sobrevivir en una sociedad inundada de imágenes prefabricadas. Tiempo atrás la memoria visiva de una persona consistía en el patrimonio acumulado mediante experiencias directas y en un reducido repertorio de imágenes reflejo de la propia cultura. En el acto de leer un libro el punto de partida es la palabra y su secuencia nos lleva a la imagen visiva, mientras que en la televisión el principio es la imagen televisiva, simultánea, lo que produce una mayor dificultad para llegar a la expresión verbal. Los jóvenes de hoy tienen una formación cultural muy distinta de la que tenían las precedentes generaciones. Una formación que deriva sin duda no tanto de la lógica secuencia de un discurso sino la rapidez y simultaneidad de una imagen. La información llega directamente a la sensibilidad y a la afectividad, es mucho más penetrante que la información verbal, más cálida, más inmediata. Se fija más intensamente en la sensibilidad. Estamos asistiendo al surgimiento a un nuevo tipo de inteligencia, la inteligencia simultánea. ¿Va a ser mejor o peor? El problema es que la cantidad de imágenes que nos lanzan es tan desmesurada que ello nos lleva inmediatamente a no saber distinguir entre la experiencia directa y lo que hemos visto por pocos segundos en la televisión. 2.- La responsabilidad de los padres La formación de la persona implica inevitablemente la responsabilidad de los padres para con los hijos, que se ven obligados a inculcar una especie de "pedagogía de la imaginación", para la cual ni siquiera están preparados. Nos acercamos así al corazón del problema, a la delicada situación que se viene a crear en una familia por culpa de los medios de información. Resulta difícil porque no se crean las condiciones necesarias para afrontarlo, porque no se estudia atentamente el problema, porque se tiende a "delegar" a la televisión funciones educativas que son propias de los padres y que abarcan incluso los momentos de distracción y del "estar juntos" condición necesaria para el desarrollo de una verdadera amistad entre padres e hijos. Antes de afrontar el argumento sobre la posibilidad de uso de los medios de comunicación social como coeducadores, trataremos de analizar la magnitud del fenómeno que ha transformado los hombres modernos y en especial a los más jóvenes en insaciables consumidores de imágenes. Al extraordinario progreso que ha alcanzado el instrumento técnico no ha correspondido el mismo nivel con respeto a los contenidos: la televisión no respeta la verdad. Tienen el arte de hacer verosímil lo falso. Es la perversión de la verdadera comunicación. El lenguaje de los políticos, de los publicitarios, de los informadores y, en general de cualquier persona investida de autoridad, 71
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tiene el riesgo de perder de vista el respeto y el testimonio que deben a la verdad y al interlocutor y convertirse en "buenas palabras", un lenguaje sofistico, manipulador de la verdad y de las personas, al servicio de intereses de uno u otro tipo: ejemplo si usted no compra este coche se arrepentirá toda la vida.... El lenguaje de las imágenes: violencia y pornografía Analizaremos ahora cuáles son los peligros aun más concretos que nos acechan a través de la televisión y qué mecanismos psicológicos pone en marcha. Es de sobra conocido que el lenguaje de las imágenes en movimiento es un lenguaje que depende de las leyes del subconsciente pero que tiene buenas posibilidades de superación a través del control consciente. Por este motivo es importante observar en qué modo se recibe el mensaje televisivo, cómo se transforma y qué factores desencadena en la personalidad del hijo. Resulta típico el problema de la violencia, durante una programación de televisión de una hora se cometen una media de nueve actos brutales. Estos programas no solo provocan un aumento de agresividad sino también afectan el funcionamiento psicológico en general. Los investigadores han observando todos los días los efectos de la violencia, detectan que los niños modifican su propia visión de la realidad y el proceso de conocimiento. Se acostumbran, conviven con ella, intentan parecerse lo más posible a sus héroes televisivos actuando con comportamientos incontrolados. Por desgracia son demasiados los adolescentes que han sido protagonistas de trágicos sucesos, que han matado o se han suicidado por un espíritu de imitación. No todas las personas reaccionan igual ante imágenes violentas o escabrosas aunque existe una categoría más vulnerable, que es la de aquellos jóvenes o niños con serias carencias afectivas y menos estables. Peor aun la situación en los menores de seis años, pues acaban viendo programas para adultos, sin naturalmente tener una capacidad critica. 3.- El rol de los padres: una presencia "activa" El desarrollo correcto de la capacidad critica en el joven esta condicionado a la presencia del adulto durante la visión de un programa, pero me refiero a una presencia "activa" ya que es de primordial importancia que la persona mayor comente, guié, oriente. Es fundamental ayudar a los hijos a saber distinguir la realidad de la ficción, activar una especie de dialogo" critico con ese "intruso" que, gracias a la fuerza de la imagen se instala en nuestro hogar y convierte el tradicional circulo familiar en un semicírculco. Desde luego reconozco que no es fácil para unos padres que trabajan tener esta presencia activa o, no recurrir, durante el poco tiempo libre que se transcurra en casa, a la ayuda de la televisión, para entretener a los hijos un tiempo. Pero el precio es demasiado alto. Falta la interacción, porque el hijo absorbe los mensajes que le manda la tele sin "dar" nada de sí mismo: se nota casi un regreso a la pasividad de los primeros meses de vida. Se empobrece la fantasía, desaparece el placer de la lectura y esa gimnasia mental que se pone en marcha para imaginar y vivir lo que acabamos de ver. Disminuye el tiempo para el juego, se atenúa la creatividad, se educa al consumismo haciendo un favor a los fabricantes de todos los objetos que señala la TV porque se comprarán solo esos. La televisión como coeducador Intentamos analizar cuáles podrían ser algunos puntos dictados por el mero sentido común: a) Disciplinar el tiempo de visión. Es muy positivo responsabilizar al hijo desde pequeño diciéndole que el tiempo es oro y que no hay que "matarlo" sino administrarlo. b) Seleccionar anticipadamente los programas. Si la programación no ofrece alicientes, será oportuno tener en casa una buena videoteca de películas y videos sobre la naturaleza. c) Intentar explicar sin dramatizar excesivamente, la violencia de algunos espectáculos. 72
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d) Evitar que el hijo esté solo viendo la tele e) Jugar a la TV: intentar que el hijo repita con algún amigo algunos juegos y espectáculos propuestos por la televisión: le ayudará no solo a desarrollar su capacidad critica, sino también a no olvidar un concepto que lo ayudará también cuando crecerá: que tiene que ser él al elegir y no prestarse a ser elegido. f) Propugnar por una televisión con auténticos valores artísticos informativos, culturales y políticos. 4.- Una revolución moral La responsabilidad no corre todo a cargo de los padres, pues al progreso técnico no ha correspondido al de los contenidos. Necesitamos jóvenes autores, directores, técnicos, managers bien formados moral y profesionalmente. La televisión es uno de esos campos donde más claro se ve que ciencia, tecnología y conciencia son un trinomio inseparable. Pero, ¿quién es la conciencia hablando de televisión? Es su dueño el que gobierna y administra pero sobre todo quien decide los programas y los hace. Es cierto que la TV, y en modo especial la TV privada vive gracias a una única entrada que es la publicidad y que ésta última llega si tiene un público que te sigue y que parece tener gustos muy limitados (películas, telenovelas, variedades...). Pero la televisión bien usada, por su enorme capacidad de seducir, de convencer, de penetrar, puede ser una validísimo instrumento de información y formación de la conciencia de naciones y continentes capaz, sin lugar a dudas de una verdadera revolución moral. Se dice que una civilización esta acabada cuando es incapaz de generar desconfianza hacia los medios de información. Pero su fin lo decreta definitivamente cuando los que conocen bien los peligros del progreso no coalizan para ir contra corriente, para evitar mistificación de un instrumento que no es nunca neutral y que corre el riesgo, aunque sea un símbolo del progreso de retorcerse contra el hombre. El futuro de la televisión esta ya aquí hoy, depende de nosotros. Para que los hijos no sean TV-adictos • Motivar a otras actividades. • Horarios y programas específicos. • TV como medio extraordinario, no rutina. • Labores domésticas compartidas. • Pasear con ellos fuera de casa. • Buscar orientación sobre programación. • Más participación de padres en juegos con los hijos. • Buscar apoyo y ayuda en los colegios. • Dar o tomar clases. Ayudar al prójimo. • Efectos negativos y tangibles de la TV 1) 2) 3) 4) 5) 6) 7) 8) 9)
Crea dependencia. Consume mucho tiempo. Inactividad cerebral. Tendencia a la pasividad y laxitud. Desorden de horarios (hijo y familia) Aceptación indiscriminada de programación. Anulación de la creatividad. Rompimiento de la unidad familiar. Ver y aceptar lo anormal como normal.
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5. TELEVISIÓN Y RADIO A continuación se reproduce, con fines académicos, el ensayo realizado por la Asociación A Favor de lo Mejor que tiene como fin resumir y analizar el libro de Steve Allen, Vulgarians at the Gate («Vulgarianos en la puerto»).3 En cursiva y negrita se incluyen fragmentos de dicho libro.
Para elevar los estándares de la cultura popular Televisión y Radio ¿Construcción o Destrucción?
Este ensayo resume y analiza el libro de Steve Allen, Vulgarians at the Gate (Vulgarianos en la puerta»). Con ese título y dos subtítulos, Steve Allen anuncia lo que el lector encontrará en Vulgarians at the Gate. Valiéndose de una errata intencional, que deja a salvo a los respetables ciudadanos de Bulgaria, Allen anuncia que las cualidades de la vulgaridad están a lo puerta y parecen haber conquistado sobre todo lo radio y la televisión, los medios con mayor impacto en la población. Al mismo tiempo, revela la intención del libro: revalorar la cultura popular y, con la participación de toda lo sociedad, mejorar la calidad de los contenidos que transmiten los medios masivos de comunicación. Allen —fidedigno observador de lo realidad por su vasta experiencia dentro de los medios en los Estados Unidos—, apunta un giro dramático en lo comunicación de masas: el talento creativo y la calidad han sucumbido frente al afán de obtener grandes ganancias, sin importar los medios utilizados para lograrlo. El resultado es desolador; lo sórdido, vulgar y grotesco se proponen como elementos esenciales paro incrementar el rating y con él, las fortunas de los principales artífices de la programación: los dueños de los medios y los anunciantes. En la despiadada lucha por acumular dinero, las principales víctimas son los niños y jóvenes sometidos a un intenso bombardeo de imágenes y sonidos que enaltecen la violencia, degradación e inmoralidad como pautas de conducta no sólo válidas, sino «glamorosos». El “argumento” predilecto de los responsables de la erosión de la cultura popular suele ser la tolerancia y el respeto a la libre expresión de las ideas. Otros, más cínicos, reconocen abiertamente que si el producto (programa o personaje) vende, todo lo demás es lo de menos. La fórmula es relativamente sencilla: al apelar a los más bajos instintos para provocar una reacción escandalosa, ésta se convierte en publicidad gratuita, la audiencia aumenta y se engrosan así las cuentas bancarias de quienes patrocinan el espectáculo. En su afán por rehuir una responsabilidad que les corresponde por esencia —son los dueños de los medios quienes aceptan un programa y su permanencia en el aire depende de anunciantes que los patrocinen—, quienes encabezan los medios de comunicación suelen descargar la culpa en el pública. «Si eso quieren, eso les damos», es la triste excuso con que pretenden encubrir sus verdaderos motivos. En la despiadada lucha de los medios por acumular dinero, las principales víctimas son los niños y jóvenes sometidos a un intenso bombardeo de violencia, degradación e inmoralidad como pautas de conductas no sólo válidas, sino «glamorosas». Ése es, señala Allen, el meollo del problema: la mayoría de las personas no quiere educar a sus hijos en la promiscuidad, la falta de respeto, la violencia extrema, el racismo, el ejercicio de la 3
Asociación A favor de lo Mejor, A.C., http://ww.afavordelomejor.org.mx 74
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sexualidad sin compromiso, el abuso contra las mujeres ni lo pérdida del sentido de la vida. Son los medios, con la complacencia de los anunciantes y la pasividad de los padres de familia, quienes han decidido que eso es lo que la cultura popular necesita. Allen es diáfano cuando propone una prueba que, como bien sabe, nunca se llevará a cabo: reunir a los hijos —niños y adolescentes— de los dueños de los medios y los ejecutivos de los compañías patrocinadoras, conducirlos a un gran auditorio y permitirles observar los programas que sus papás consideran que «la gente quiere»... y esperar las consecuencias. No se necesita ser un genio para darse cuenta de que los medios transmiten programas con plena conciencia de su contenido nocivo; simplemente prefieren recoger las ganancias económicas, y cerrar los ojos al daño psicológico y cultural que causan. Hoy, nadie puede afirmar que los medios no afectan la conducta del público. Desde hace mucho tiempo resulta claro que los niños y los jóvenes imitan a los personajes del cine, radio y televisión. Negar esta realidad es renunciar al sentido común. Basta recordar a la multitud de jóvenes que copió el peinado de los Beatles, los incontables adolescentes que se vistieron como Madonna o las numerosas pequeñas que actualmente repiten las frases de las Chicas Superpoderosas. ¿Qué es lo que están transmitiendo los medios de comunicación? Allen analiza fundamentalmente los medios estadounidenses pero, como es bien sabido, los demás países imitan este modelo. Entre otros, Allen identifico los siguientes mensajes: violencia, obscenidad, misoginia, sadismo, perversión, vulgaridad, anarquía, racismo, inmoralidad. Como bien señala, estos mensajes no forman parte de emisiones aisladas; por el contrario, integran una creciente mareo que se infiltro cada vez más en programas de televisión y de rodio, muchos de ellos enfocados directamente al público juvenil e incluso infantil. Eso explica que, desde las primeras páginas, Allen indique que su libro está escrito para todas las personas que se oponen a lo mareo vulgar y, específicamente, a «nuestros hijos y nietos» que viven inmersos en los medios de comunicación y, en consecuencia, sobre ellos se cierne la amenaza de ser arrastrados por una atmósfera social repleto de vulgaridad, violencia, pésimos modales, colapso familiar y un generalizado desprecio por los modelos honestos de conducto. EL LEGADO DE UN GENIO Una regla de oro del arte del «buen decir», es hablar solamente de lo que se conoce bien; sólo así se aseguran la credibilidad de las opiniones y la contundencia de los argumentos. Esto explica la radical importancia de penetrar, aunque sea a grandes rasgos, en lo personalidad del autor de Vulgarians of the Gate. A través de su biografía, descubrimos a un hombre multifacético que recorrió prácticamente todos los ámbitos del mundo del espectáculo y lo hizo imprimiendo, en cada uno, su impronta personal. Steve Allen —reconocido como «el hombre del renacimiento televisivo»— nació, vivió y murió dentro del negocio del entretenimiento estadounidense. Su aguda visión del panorama actual de los medios masivos de comunicación y su influencia en la cultura popular, es resultado de una larga y fructífera vida dedicada al mundo de la farándula y, específicamente, a una de sus facetas más populares: la comedia. El currículo artístico de Allen es impresionante. Sus múltiples talentos le permitieron forjar historia como comediante, escritor, compositor, actor, productor y conferencista.
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La mayoría de las personas no quiere educar a sus hilos en la promiscuidad o lo violencia extrema. Son los medios, con la complacencia de los anunciantes y la pasividad de los padres, quienes han decidido que eso es lo que la cultura necesita. Cuando murió, el 30 de octubre de 2000, dejó un vasto legado de producciones artísticas que seguirán siendo referencia obligada para comprender y aquilatar lo profunda trascendencia del talento, el trabajo y la responsabilidad cuando se emplean a favor de lo mejor. Quizás lo más sorprendente en la vida de Steve Allen, protagonista y artífice de la era dorada de a televisión estadounidense, es su férrea negativa a navegar con la corriente. Su integridad personal le impidió cerrar los ojos a una realidad repulsiva y, lo que es más notable, se negó a guardar silencio. Levantó la voz, llevó su mensaje a incontables personas y se unió o instituciones que, como él, se comprometieron a elevar el nivel de la cultura popular. Además, libró esta batalla — tenaz, valiente, sincera— movido por el amor al mundo del espectáculo y a los jóvenes y niños, el grupo más susceptible de ser influenciado negativamente por los medios de comunicación. Allen escribió Vulgarians at the Gate de la misma forma en que vivió su vida: con la pasión que distingue a quienes luchan por ser congruentes con sus ideales. Con más de 50 años de presencia en la televisión, Allen se distinguió por su humor desenfadado, su capacidad de improvisación y su enorme versatilidad. Conductor de programas, actor, productor, comediante... el camaleónico Allen revolucionó la televisión y creó una escuela que aún sigue vigente. Como punto culminante de su carrera destaca su papel como creador y primer conductor de The Tonight Show, del 27 de septiembre de 1954 al 25 de enero de 1957, el programa estelar de la cadena NBC que todavía se transmite y del que se desprendió el formato que, con variantes, han seguido todos los programas de su tipo en Estados Unidos y el mundo. The Tonight Show fue conducido sucesivamente por Jack Paar y Johnny Carson que, como Allen, alcanzaron así o categoría de «súper estrellas» de los medios. Hoy, con Jay Leno al frente, sigue siendo el programa más destacado del horario estelar y la más longeva serie de la historia televisiva. Como protagonista de The Steve Allen Show (transmitido por la NBC de 1956 a 1960), Allen libró una espectacular batalla por el rating compitiendo todos los domingos por la noche contra otro coloso de la televisión: Ed Sullivan de la CBS. De 19600 1976, produjo y estelarizó programas para las principales cadenas de televisión, entre los que se cuentan varios episodios de comedia nocturna que David Letterman ha reconocido como su principal fuente de inspiración para crear su exitoso programa. No se necesita ser un genio paro darse cuento de que los medios transmiten programas con pleno conciencia de su contenido nocivo; simplemente prefieren recoger las ganancias y cerrar los ojos al daño psicológico y cultural que causan.
También recibió premios Peabody y Emmy por su serie Meeting of Minds, uno de los programas más populares de la cadena PBS. Transmitido de 19770 1981, el programa utilizó el formato de talk-show para entrevistar a figuras como Aristóteles, Platón, Sócrates, Agustín de Hipona, Tomás de Aquino, Marx, Voltaire, Cleopatra y muchos otros protagonistas de lo historia de lo humanidad, interpretados por destacados actores y actrices. Miembro del Salón de lo Fama de la Academia de Televisión, distinción que recibió en 1986, Allen será recordado sobre todo como uno de los hombres más graciosos de los Estados Unidos. Sus 76
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habilidades como comediante le permitieron romper esquemas, innovar constantemente y efectuar rutinas que han sido imitadas una y otra vez: actos peligrosos, entrevistos por las calles y con la audiencia presente en el estudio, una asombrosa capacidad de improvisación y una brillante naturalidad como entrevistador. Pero Allen fue mucho más que un comediante de éxito. Como actor, participó en numerosas producciones y estelarizó la extraordinaria cinta The Benn y Goodman Story. También compuso más de 8 mil 500 canciones, incluyendo la famosa This Could be the Start of Something Big y Gravy Waltz, ganadora del Grammy. Steve Allen fue reconocido por el Libro Mundial de Récords Guinness como el «compositor más prolífico de los tiempos modernos». Al conjugar sus cualidades como músico y comediante, creó un espectáculo siempre fresco con el que recorrió una y otra vez el territorio estadounidense; tan sólo unos días previos a su muerte, había actuado en un recinto con localidades agotadas. Durante 46 años, parte fundamental de su espectáculo era la participación de su esposa, la célebre actriz Jayne Meadows, quien lo recuerda como «mi mejor amigo y mi compañero dentro y fuera del escenario por más de 48 años. Era el hombre más talentoso que he conocida, y el único y verdadero amar de mi vida». Steve Allen es también el autor de 54 libros que abarcan una enorme variedad de géneros, desde poesía y relatos cortos hasta textos de humor, autobiográficos y políticos. Muestra clara de sus convicciones es la enorme cantidad de textos (libros y artículos para los más prestigiosas revistas estadounidenses) alusivos a lo educación, la moral, los movimientos sociales y, por supuesto, la cultura popular estadounidense. Su infatigable labor de escritor abarcó la totalidad de su vida; de manera póstuma se lanzaron al mercado Steve Allen’s Private Joke File y Vulgarians at the Gate. En los Estados Unidos, el problema ha ocasionado ya tremendas tragedias en el ámbito de los crímenes protagonizados por niños y jóvenes, el aumento de los embarazos en las adolescentes y las altas tasas de desintegración familiar. Quedan por enumerar sus primeros logros en la radio y su participación dentro del teatro como actor, productor y escritor, pero Lo dicho hasta aquí es suficiente para valorar su profundo conocimiento de los entretelas de los más variados ámbitos de lo comunicación de masas. Los medios fueron su vida. Más de seis décadas de éxitos lo demuestran; a ellos entregó su caudal de talento. «Siempre estoy ocupado —dijo alguno vez— pero siempre realizando cosas que disfruto. Muy rara vez me ocupo de cosas que me molestan. Soy afortunado. No muchos pueden vivir para divertirse y que les paguen por ello». Steve Allen se divirtió, sin dudo, y fue recompensado con todo justicio, pero quizás ni él mismo imaginó el impacto que tendría su vida en muchas generaciones. Vulgarians at the Gate es un claro ejemplo. Como analizaremos, este Libro puede considerarse una pieza fundamental del combate para elevar la calidad de la cultura popular apelando a lo inteligencia y responsabilidad de los protagonistas de los más poderosos medios de comunicación; pero a lo distancia, se percibe un objetivo de mucha mayor envergadura: hacer del mundo un mejor lugar para vivir. UN PROBLEMA COMPLEJO
La paulatina degradación de los contenidos que transmiten los medios, reconoce Allen, es un problema complejo. Muerte, dolor, sadismo, perversión locura... Nuestros días parecen marcados por una desbocada complacencia por los temas perturbadores. Están en todas partes: diarios, sitios de Internet, programas de televisión, emisiones de radio, producciones cinematográficas. La explicación no es sencilla pues abarca cuestiones legales, políticas, filosóficas, sociales y económicas. 77
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En consecuencia, al analizar los mensajes que transmiten los medios, debemos tener en mente toda la realidad del amanecer del siglo XXI. Allen afirma que el tema a desentrañar es «lo que significa ser humano y lo que significa ser civilizado». Motivado por una sincera preocupación por la «tierna sensibilidad de los niños», Allen analizo horripilantes ejemplos de la vulgaridad en los medios y cómo algunos de los personajes más terribles «alcanzaron la prominente posición que ahora ocupan». Al analizar la presencia del mal en nuestra época, el autor observa con mucho sentido común que ésta no es nueva, pero que nunca antes había tenido tan profusa difusión y tan notables defensores. La sombra de maldad que se cierne sobre el mundo ya estaba ahí desde los primeros tiempos. Sin embargo, hoy nos sentimos más apabullados por las manifestaciones de lo malo, por el rostro de lo inhumana perversidad. Dos factores coinciden para acrecentar esta preocupante, y muchas veces angustiosa, sensación. En primer lugar, la abundancia de medios de comunicación empecinados en convencernos de que habitamos en el peor de los mundos posibles. Y en segundo lugar destaca que, aunque el mal siempre ha estado ahí, nunca había estado «tan o la mono». La vulgaridad y la violencia han penetrado en nuestras casas y es tiempo de echarlas fuera. Por eso, Allen centro su atención en los dos medios que con mayor frecuencia invaden el ámbito de lo privado: radio y televisión. Todo el libro es uno llamada o lo acción, a sacudir el conformismo y protestar por lo que está sucediendo. Allen no inventa nada, su libro es un compendio de casos bien documentados en los que plasmo, con meridiana precisión, la dimensión del problema. Cita las palabras de lo actriz Susan Sarandon: «Puedes encontrar más de uno hora y media de televisión que quisieras que tus hijos vieran?». Lo cierto e que cada vez es más difícil. Allen alude a una encuesto reciente de CNN, USA Today y Gallup, donde se muestra que el 76% de los adultos estadounidenses están de acuerdo en que la televisión, películas y música popular son influencias negativas para los niños. Además, la encuesta reveló que el 75% de los entrevistados se esfuerza por proteger a Pos niños de esa influencia pero prácticamente el mismo porcentaje señaló que ejercer eso protección es «casi imposible». Es claro que muchos medios de comunicación del mundo han adoptado la perversión como la mejor estrategia para aumentar sus ventas. Es así de sencillo: la fascinación por lo perverso debe mucho de su éxito a los grandes negociantes del entretenimiento que, en la cultura de lo sórdido, han hallado el instrumento ideal para multiplicar sus utilidades. Consumidos por la sed de ganancias, eligen el escándalo fácil para seducir a un amplio sector de lo población. En los Estados Unidos, el problema ha ocasionado ya tremendas tragedias en el ámbito de los crímenes protagonizados por niños y jóvenes, el aumento de los embarazos en las adolescentes y las altas tasas de desintegración familiar. Allen reitera a lo largo del libro lo que es una realidad plenamente comprobada: «existe abrumadora evidencia» de que lo violencia que transmiten los medios influye adversamente sobre las actitudes y conducta del público. Son numerosos los estudios realizados por instituciones educativas, médicas y gubernamentales que demuestran que «las imágenes degradantes de lo violencia y el sexo tienen un efecto desensibilizador» en la mente de quienes las perciben. Es decir, lo saturación de contenidos que banalizan el ejercicio de la sexualidad y la violencia, o inclusive las encumbran, produce la paulatina pérdida del sentido de lo bueno y lo malo, y arrebatan lo sensibilidad de los televidentes o radioescuchas quienes acaban por considerar «normal» lo que es claramente inhumano y degradante.
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Lo que más desconcierta es el cinismo de los dueños, accionistas, ejecutivos y productores que públicamente profesan ciertos valores morales que «desaparecen» en cuanto sé refieren a su labor dentro de la industria del entretenimiento. Una de las más dolorosas pérdidas de nuestra generación es la creciente ausencia del sentido de lo humano, con sus inevitables consecuencias: incapacidad de compasión, egoísmo individualista, desconfianza en los demás y tristeza generalizada. Se han abierto tontos cauces a lo exposición masiva de la maldad, que los aguas han salido de cauce. Apostar por el mal, so pretexto de una expresión artística o bajo el endeble argumento de «retratar la realidad», es apelar a los instintos básicos y éstos no conducen a lo vivencia plena de lo que hace hombre al hombre. Se trata, en síntesis, de atender a los límites que el sentido común y muchos ordenamientos legales imponen a la libre expresión de las ideas en aras de tutelar un bien jurídico de mayor peso, en este caso, el del orden y el bienestar social. Allen insiste: ¡es hora de despertar! Las voces aisladas que pugnan por lo necesidad de estándares mínimos de calidad en los medios y lo necesidad de más programas de corte familiar tendrán poco o nulo efecto si la sociedad, en su conjunto, no se hace escuchar. El llamado de Allen abarca a todos pero, específicamente, se dirige a los dueños de los medios de comunicación y a los anunciantes, a quienes pide que se unan al esfuerzo de los padres de familia para consolidar un nuevo «pacto social» mediante el cual se produzca una renovación cultural y se logre contar en los medios con un ambiente «más sano para nuestra sociedad y más seguro para nuestros niños». De manera contundente, Allen propone un código de conducta obligatorio que enmarque la responsabilidad de la industria del entretenimiento con la calidad de la cultura y abarque, entre otros, los siguientes elementos: • • • • •
Establecer ciertos estándares mínimos para la difusión del material violento, sexual y degradante que transmita cada medio. Comprometer a la industria en una disminución general del nivel de violencia mediática. Prohibir la realización de programas juveniles con materiales para adultos. Proveer a los padres de familia de más fidedigna información sobre los contenidos de la programación. Comprometerse con la creación de espacios e impulsar verdaderos esfuerzos creativos dentro de los programas familiares. Una de las más dolorosas pérdidas es la creciente ausencia del sentido de lo humano, con sus inevitables consecuencias: incapacidad de compasión, egoísmo individualista, desconfianza en los demás y tristeza generalizada.
Señala también que ese esfuerzo será poco fructífero, sí los padres de familia no lo respaldan activamente y sugiere el envío de cartas, correos electrónicos, llamadas telefónicas, señalando en los apéndices de su libro los datos de diversas organizaciones y medios a los que puede acudirse en busca de apoyo. Como prevé Allen, muchos verán en su libro una invitación a la censura; así que de inmediato puntualizo que no se trata de hacer intervenir al gobierno en la programación sino de urgir « a la industria del entretenimiento a asumir un nivel mínimo de responsabilidad por sus propias acciones, y a tomar medidas sensatas de autorregulación».
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LA OSCURA REALIDAD El libro de Steve Allen es también un compendio de errores y horrores cometidos por la industria del entretenimiento. El gran error es haber cedido a las leyes de la oferto y la demanda para afirmar que todo se vale con tal de ganar dinero. El horror es que dentro de ese todo se incluyen conductas inhumanas, crueles y criminales. Para respaldar sus afirmaciones, Allen no duda en reproducir, a la letra, canciones, transcripciones de programas de televisión, declaraciones de prensa y otros datos que, sin exagerar, asquean y entristecen. Son mensajes que exaltan el homicidio, la violación, el desprecio por las mujeres, el sexo antinatural y la falta de respeto a los padres. En otros apuntes, menos grotescos pero igualmente significativos, Allen lamenta el recurso fácil de lo vulgaridad como estrategia básica de producción, programación y comercialización de espacios en los medios. Cifras y datos dan fe de sus observaciones. De acuerdo con A.C. Nielsen, un niño (entre los 2 y los 11 años de edad), pasa en promedio 4 horas diarias frente al televisor. Un estudio del Cenfer for Media and Popular Culture señala que un promedio de 15 actos violentos son televisados por canal, cada hora, entre los 6 de la tarde y la media noche. En 1999, el entonces presidente Clinton señaló que «cuando un típico muchacho estadounidense alcanza los 18 años, él o ella han visto dramatizados 200 mil actos de violencia y 40 mil asesinatos». El panorama, como puede apreciarse, adquiere tintes de tragedia. Allen analiza nuestra época y encuentro incontables adalides del mal y lo horrendo, con los ojos puestos en la niñez y primera juventud a quienes se ve, llanamente, como el principal mercado de esos productos. Allen señala sólo una solución: despertar a los ciudadanos, padres de familia preocupados por sus hijos, para invitarlos a librar una «guerra cultural exitoso» que permita revertir el daño causado por la paulatina degradación de los contenidos de los medios. Además, señala que la tarea no será fácil y habrá que mantener en perspectivo un factor central del problema: el ansia de ganancias económicas se ha convertido en uno de los motores de la sociedad actual. De ahí se desprende un urgente llamado a las grandes empresas pues son ellas quienes, en su papel de patrocinadores de los medios, están financiando «una gran parte del daño social que estamos sufriendo». Al apelar a su responsabilidad, Allen les obliga a mirarse al espejo y reconocer que, al crear y producir entretenimiento violento, no pueden escudarse en el precario argumento de estar dándole al público lo que pide como si «ellos mismos estuvieran de alguna manera moralmente opuestos o lo que están obligados a promocionar». Si bien el panorama se presenta oscuro, Allen se muestro optimista. El mal se ahoga con el bien en abundancia y los tiempos críticos son tierra fértil para sembrar esperanza. Pero ésta sólo se cosecha con acciones que comprometan. Frente a la actitud de muchos artífices de la culturo popular que pugnan «por degradar a una sociedad de por sí perturbada», Allen presenta el caso de muchísimas personas e instituciones que no están dispuestos a seguir recibiendo tanta basura o través de los medios. Su misma vida es un ejemplo de este compromiso por el bien social. El libro es necesariamente autobiográfico y reseño con fidelidad las acciones emprendidas por Allen para mejorar el nivel cultural de su país. Porque libró la batallo, Allen cuenta con la autoridad moral para invitar a participar en la gesto por la dignificación de la sociedad. Su llamado se dirige o todos aquellos que creen en la necesidad de contar con más y mejores contenidos aptos para toda la familia y, una y otra vez, imploro la reflexión de los dueños de los medios que han deificado el rating, convirtiéndolo en lo única medida del éxito o fracaso de un programa determinado. Al «cerrar los ojos a lo que es nado menos que el colapso parcial de su propia sociedad», los propietarios de los canales de rodio y televisión han elegido el dinero y rehuido su responsabilidad cultural. 80
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EL DIOS RATING Frente a la gélida prevalecencia del lucro sobre la dignidad humano, Allen se pregunta qué pasó con la televisión estadounidense que, de ser un sector eminentemente familiar apenas hace 50 años, se ha convertido en un destacado transmisor de los más rastreros instintos del ser humano. Sus cavilaciones desembocan siempre en o misma conclusión: la competitividad, la supremacía del poder económico y la renuncia a optar por soluciones creativas, sintetizado en a «resignación» o ir con la corriente, han convertido lo soez en un buen vehículo para amasar fortunas. «Mucho del entretenimiento moderno supone ya “vulgarianos” que se dirigen a “bárbaros”. Pero la pregunta de fondo es mucho más importante. ¿Por qué son tan elevantes los ratings? Porque se traducen en dólares». Allen urge a una cruzada personal, familiar y social que se rebele contra la supremacía de lo riqueza sobre los valores culturales. Los medios son reflejo de la sociedad, cierto, pero están obligados a colaborar en su perfeccionamiento, no en su destrucción. Allen miro con tristeza el ámbito que mejor conoce, lo comedia, y extraña la genialidad creativa de los cómicos que divirtieron a generaciones enteras sin recurrir a la vulgaridad. Lo difícil ahora, apunta, es encontrar a algún comediante que no sucumba a la tentación de lo grotesco y lo inmoral. Pero la mirada de Allen, que ha contemplado todo lo que hoy que ver en la industria del entretenimiento, se poso directamente en quienes poseen el poder de lanzar al aire un programa. Lo que más te desconcierta es el cinismo en que han caído los dueños, accionistas, ejecutivos y productores que públicamente profesan ciertos valores morales que «desaparecen» en cuanto se refieren a su compromiso como responsables dentro de lo industrio. Esto, que en el ámbito médico podría llamarse fácilmente esquizofrenia o síndrome de personalidad múltiple, es en realidad el resultado de la tergiversación de la escalo de valores. Cuando el único éxito de relevancia es el económico, todo el entramado de las relaciones sociales comienza o desdibujarse. Allen muestra su preocupación por la respuesta casi generalizada de los ámbitos intelectuales o no llamar a los cosas por su nombre y la creciente aceptación de una visión de un mundo molo —la que trasmiten los medios—, donde la libertad cede su espacio al libertinaje y el anhelo de un hábitat verdaderamente humano se difumino ante la posibilidad, real y comprobada, de obtener grandes ingresos a costa de pervertir a la juventud. LA EXTINCIÓN DE LA FAMILIA El autor hace gala de su condición de abuelo y bisabuelo preocupado por sus descendientes e invita observar la realidad y no rehuir a lo que es evidente: nuestra sociedad vive momentos que, cuando menos, debemos calificar de peligrosos. Inmerso en la realidad estadounidense, Allen enfatizo el grave daño causado a la familia. Las cifras no mienten: reportes del FBI indican que en 1970 los arrestos relacionados con drogas sumaron 300 mil; para 1999 la cifra alcanzó los 1 .5 millones. El National Center for Health Statistics, por su parte, indicó que en 1 940, el porcentaje de muchachas entre 15 o 19 años que engendraron un bebé fuera del matrimonio era de 13.5 por ciento. Para 1 984, el porcentaje subió al 75.9 por ciento. Hoy, Estados Unidos encabezo la lista en el número de hogares destruidos y los nacimientos fuera del matrimonio; dos quintas partes de los niños no viven ya con sus dos progenitores, lo que representa el doble de casos en sólo 25 años. Otro estudio de la Universidad de Pennsylvania, realizado en una muestra de 1 ,000 niños de familias divorciadas entre 1967 y 1987, indicó que la gran mayoría no había visto a su padre ni una sola vez durante el año previo al estudio. Un dato de gran relevancia si se considera que los papás deberían ser quienes supervisaran lo que sus hijos ven y escuchan. 81
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Otro ejemplo es el abuso de los contenidos sexuales en los programas de televisión. Lejos de tratar la sexualidad como lo que es —una realidad maravillosa que implica la donación total entre dos personas, hombre y mujer, en el marco de una relación marital estable— los medios se han dedicado o minusvalorar la sexualidad, convirtiéndola en mera genitalidad al servicio exclusivo del placer. Un estudio reciente de USA Today analizó las escenas centradas en el ejercicio de la sexualidad humana; de las cuatro principales cadenas estadounidenses (ABC, CBS, NBC y FOX) sólo el 9% retrataba relaciones sexuales dentro del matrimonio, el resto (9 1%) implicaba relaciones de adulterio, entre adolescentes no casados, homosexuales y otros tipos de sexualidad no matrimonial. Como señala Allen, si se toma en cuenta que el televidente promedio en los Estados Unidos, atestigua aproximadamente 14 mil referencias a lo sexual por televisión cada año, la idea de lo sexualidad que transmiten los medios «debe ser causa de una auténtico preocupación».
EN BUSCA DE RESPUESTAS Allen no oculto su sorpresa ante el relativismo moral que ha conducido a la descomposición social que caracteriza nuestro tiempo: la desaparición, paulatina pero comprobable, de «la percepción general de uno ley moral natural que empieza con la simple suposición de que algunas conductas están bien y otras mal». Por increíble que parezca, hay muchas personas empeñadas en negar lo innegable y en concreto, la probada relación entre la creciente criminalidad y la desintegración familiar debida lo constante exposición televisiva. El juicio de Allen es contundente cuando afirma que lo sucedido en años recientes es «una creciente, ciega y hasta estúpida insensibilidad en la que muchos han perdido la conciencia del mal» al grado de ignorar o menospreciar cualquier planteamiento sobre lo que es correcto y lo que es incorrecto. «Si somos personalmente Pero además de la necesidad de señalar a los principales responsables del deterioro en los medios, Allen urge a todos sus lectores a la acción. “Si somos personalmente tan virtuosos que no estamos realizando un mal específico, aun así podemos estar contribuyendo a él simplemente por echarnos para atrás, haciendo poco o nada para oponernos”. Apostar por el mal, so pretexto de uno expresión artística o bajo el endeble argumento de «retratar la realidad», es apelar a los instintos básicos y éstos no conducen a la vivencia plena de lo que hace hombre al hombre. Sin menguo de ese llamado a la acción, Allen enfoco su atención en quienes, como los ejecutivos, poseen el control de lo que los medios transmiten, y no duda en considerarlos faltos de buen juicio y gusto, por su errónea percepción del público y lo que éste quiere escuchar y ver. Sin embargo, ejerciendo la virtud de ponerse en lugar del otro, también reconoce que la situación de los ejecutivos es precaria pues «su destino profesional depende de los ratings y las ganancias de los programas que autorizan». Con base en ejemplos reales, la serie de dibujos animados de Charles Schultz (el creador de Snoopy y compañía) y los documentales de National Geographic, dos programas reiteradamente rechazados por los ejecutivos, a pesar de que les fueron presentados incluso con patrocinadores, Allen realza que la audiencia, al convertirlos en un éxito, «fue mucho más sabia que los autoproclamados expertos de las cadenas de televisión». 82
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UNA CAUSA COMÚN Allen demuestra que las voces de inconformidad por los contenidos reprobables de los medios han surgido de todos los frentes, liberales y conservadores, porque «ambos bandos han perdido la guerra cultural, y los verdaderos ganadores son los intereses comerciales de los medios». Lo tarea es mucho más compleja de lo que puede apreciarse a simple vista: la raíz del dilema, más que en individuos particulares carentes de buen gusto, está en todo un sistema sojuzgado por la imperiosa sed de obtener colosales ganancias en el menor tiempo posible. El dato alarma porque, sumando a las personas detrás de cada programa de radio o televisión que atenta contra los valores humanos, se alcanza una muchedumbre de individuos dispuesta, muchas veces, a ignorar los propias convicciones con tal de lograr sus metas patrimoniales, tanto individuales como colectivas.
Lejos de tratar la sexualidad como lo que es —una realidad maravillosa que implica la donación total, en el marco de una relación marital estable— los medios minusvaloran la sexualidad, convirtiéndola en mera genitalidad placentera. Lo que estamos presenciando, explica Allen, ya fue calificado por Adam Smith, como el problema central del capitalismo basado en la libre empresa: la mentalidad de «todo con tal de ganar dinero». Este modo de pensar ha probado sin duda su eficacia para producir dividendos y altos niveles de vida pero «la pregunta es, ¿puede alcanzar esos objetivos sin corromper a sus practicantes y a las sociedades en donde opera?». La respuesta es obvia. Pocos han sido capaces de resistir la fiebre del dinero y renunciar a sus privilegios con tal de defender sus principios morales que, por desgracia, tras un período largo en desuso, suelen empezar a erosionarse y acaban por perderse. La cultura mejorará si cada persona se propone mejorarla. Los medios no cambiarán por voluntad propia... no les interesa. Hay que ayudarlos a comprender sus enormes posibilidades de hacer el bien y su probada eficacia para corromper. Allen apunta que quienes detentan el poder de definir la programación «parecen no tener literalmente ninguna orientación moral interior» pues «la explícita y deliberada vulgaridad ha rebasado, con mucho, hasta los más laxos límites que habían prevalecido durante los últimos años». Allen demuestra estos excesos con análisis específicos sobre figuras y programas de la radio y la televisión estadounidenses. Uno a uno va desmenuzándolos hasta exhibirlos como lo que son: un escaparate de aberrante vulgaridad que, de ser un hecho aislado en el pasado, se ha convertido en un elemento casi obligado. «Ahora está generalmente aceptado —tanto en la política de izquierda como de derecha— que toda nuestra cultura y nuestra sociedad está resbalando, a una creciente velocidad, hacia una alcantarilla moral».
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¿Y LOS NIÑOS? Steve Allen considera que hay un aspecto concreto al que no se le ha prestado la suficiente atención: «la participación de los niños» como televidentes. Una sociedad que aún conserva como la más grave afrento aquello que se comete contra un menor, permanece imposible ante lo que bien podría llamarse un crimen moral contra la infancia. El arma empleada es la televisión y los autores intelectuales son, en este tema Allen no tiene duda, las cadenas de televisión. El daño puede variar de acuerdo a la dosis de televisión de que se trate pero queda claro que los niños son tiroteados con mensajes que niegan la autoridad, demeritan la institución familiar, ridiculizan los valores tradicionales y promueven la sexualidad sin compromiso y la violencia como conductas glamorosas. El autor lanza un desafío: ¿quieres que estos niños sean los cónyuges de tus hijos y los padres de tus nietos? Quienes afirman, y en México tenemos abundancia de ellos, que la televisión es puro entretenimiento y que para educar está la escuela o la familia son, por decir lo menos, ignorantes. Nadie en uso de razón puede negarlo: la televisión incide en las conductas y actitudes de los niños. Además, su omnipresencia e influencia rebasan con mucho a la de otros medios de comunicación. La mentalidad del capitalismo, «todo con tal de ganar dinero», ¿puede alcanzar sus objetivos sin corromper o sus practicantes y a las sociedades en donde opera? La realidad es que nuestros hijos están expuestos a una abundante basura mediático y el consumo de desperdicios conduce necesariamente a la enfermedad. Está ampliamente documentado que la televisión en casa puede ser un instrumento educativo y enriquecedor pero solamente bajo la supervisión de algún adulto con criterio. Lamentablemente, sabemos que esto no es tan fácil. De hecho, muchas veces, la televisión se emplea precisamente para suplir la ausencia de los padres, como lo demuestran las siguientes conclusiones de un análisis sobre la influencia de la televisión en la dinámica del hogar: 1. El abuso de la televisión causa severos daños a la convivencia familiar y, desafortunadamente, coda vez son más los programas violentos y vulgares que deterioran la mente de quien lo observa, especialmente la aguda y sedienta mente de los niños. 2. Las horas frente a la televisión impiden el desarrollo de alguna actividad más provechosa intelectualmente, como 3. leer un libro, adquirir un pasatiempo, convivir con los amigos o practicar algún deporte. 4. En lo mayoría de los hogares, la televisión ocupa, hasta físicamente, el centro de la caso 5. Son minoría los menores que miran la televisión con la supervisión de un adulto (de hecho, cada vez más niños poseen una televisión en su dormitorio). 6. Limitar las horas frente al televisor puede ayudar a prevenir el consumismo de los niños (que frecuentemente quieren poseer lo que la televisión anuncia). 7. Ver la televisión en familia fomento la unidad y permite aportar diferentes puntos de vista. 8. Los padres deben evitar el convertir la televisión en niñera. 9. Lo televisión no debe emplearse como premio por haber realizado bien los tareas o encargos de la casa. 10. La televisión causa adicción. 11. El mal uso de la televisión dificulta las relaciones de convivencia familiar, entorpece la educación y puede ser causa de innecesarios cuestionamientos no aptos para la mente infantil. 84
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Si se toma en cuenta que el televidente promedio en E.U., atestigua aproximadamente 14 mil referencias a lo sexual cada año, la idea de la sexualidad desordenada que transmite la televisión «debe ser causa de una auténtica preocupación”. Allen señala con claridad que son las cadenas de televisión quienes ocupan el primer lugar de responsabilidad porque son ellas quienes determinan qué transmitir a los hogares y, en consecuencia, a los niños. «Cuando un programa está al aire, está siendo emitido con una clara intención de la televisora: que sea contemplado en la mayor cantidad posible de hogares». Y resulta que en esos hogares abundan los padres demasiado ocupados para ver lo que sus hijos miran o suficientemente aturdidos como para ser capaces de distinguir entre lo bueno y lo malo.
MIRADA CLARA Con base en el tradicional concepto teológico de «ocasión de pecado», según el cual los individuos que pretenden ser mejores deben alejarse del contexto social que impida objetivamente esa mejoría, Allen advierte que, muchas veces, nuestra cultura parece haber convertido a la sociedad entera en «una ocasión masiva de pecado». Por lo menos así lo indica la vertiginosa velocidad con que ciertos personajes alcanzan la cumbre de lo fama sin importar el que, para lograrlo, proclamen a los cuatro vientos toda clase de conductas criminales y degradantes. Un síntoma claro, afirma Allen, es escuchar a un típico muchacho estadounidense de doce años tarareando canciones que alaban la violación, el asesinato de policías o el consumo de drogas ante la silente indiferencia de un mundo adulto que no quiere reconocer en ello una conducta peligrosa. Pero Allen no es de los que suelto ¡a piedra y oculta la mano. Lejos de huir, enfrentó el problema y se convirtió en vocero del Parents Televisión Council, una agrupación con vasta experiencia en (a lucha por mejorar (a calidad de los contenidos de los medios y volverlos más familiares. El PTC ha rebasado ya los 600 mil miembros y su campaña de difusión a través de los periódicos pasó de 100 mil a 3.8 millones de dólares. Por medio de desplegados de una plano en el periódico, el PTC busca crear conciencia en el público respecto a la nefasta influencia de los medios, y a actuar en consecuencia. La acción, en pocas palabras, supone comunicarse directamente con ¡os patrocinadores de los programas inconvenientes para pedirles que retiren su respaldo económico y/o contribuyan con donativos para el PTC que permitan impulsar aún más a campaña de conscientización a través de la prensa. Allen no oculta su satisfacción por los resultados obtenidos, pero sabe que el éxito dependerá de la perseverancia y la paciencia. No le cabe duda: sólo señalando por su nombre a los patrocinadores de los programas destructivos podrá aspirarse a cambiar las cosas para bien. Las condenas generalizadas son insuficientes por injustas pues, aunque sean oasis en un desierto de mediocridad, siempre habrá genuinos esfuerzos por producir televisión de calidas y apto para toda la familia. DEJA QUE SE OIGA TU VOZ Vulgarians at the Gate es uno invitación constante a tomar conciencia de nuestra dignidad y sus exigencias, a no dejarnos arrebatar la ilusión de vivir como personas, a echar a andar en pos de un mundo más humano. Nadie puede darse por vencido antes de iniciar la batallo. 85
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Aceptar que los medios inunden nuestras casas con basura, vulgaridad, obscenidad sin freno y mal gusto sin límite, es conformarnos con lo mediocridad y renunciar a nuestros derechos como televidentes. Allen lo enfatiza: los patrocinadores sostienen los programas pero es el público consumidor, usted y yo, quienes sostenemos o los patrocinadores. Estos no son sordos al reclamo popular pero es preciso que éste sea lo suficientemente claro y alto.
Se trata, sin duda, de un esfuerzo pero, ¿no es propio de los padres empeñarse al máximo, llegando incluso al sacrificio, por sus hijos? Pues si tos padres luchan por llevar a su hogar la mejor comida para garantizar así la salud física de los suyos, ¿no deberían también evitar que ¡a televisión sirva para contaminar la mente de sus niños? Allen no se rindió porque le animaba una esperanza: «Con un poco de sentido común, decencia y autocontrol, los productores de entretenimiento estadounidenses podrían desarrollar un código voluntario de conducta que eliminaría, en gran medida, los elementos antisociales de la programación actual sin limitar su arte». No se trata de hacer intervenir al gobierno en la programación sino de urgir «a la industria del entretenimiento a asumir un nivel mínimo de responsabilidad por sus propias acciones, y a tomar medidas sensatas de autorregulación». Enfatiza esto último al recordar, con palabras de Rita Kempley, periodista del Washington Post, cómo en algunas de las mejores producciones cinematográficas de todos ¡os tiempos, «los cineastas se refirieron a todo, desde el terror puro hasta la más anhelante sexualidad, en algunos casos de manera inolvidable, sin tener que acudir a excesos de provocación, carne, sangre o grandiosos efectos». La supuesta libertad de expresión actual, continúa Kempley, «sólo limitó el vocabulario de los cineastas. Mientras más enseñan, menos crean»; el abuso de lo sexual y la violencia son «una manera simplista de manipular al público». FRÁGIL EXCUSA El argumento preferido de los productores de contenidos infames en los Estados Unidos es sencillo: «Puedo hacer lo que me dé la gana en cualquier medio de comunicación, sin importar lo desagradable que sea, gracias o la Primera Enmiendo, según lo cual no puede coartarse mi libertad de expresión». La libre expresión de las ideos con repercusión social, es el sustento del Derecho a la Información que encuentra uno de sus más claras antecedentes en el principio medieval «lo que a todos compete, debe ser conocido por todos». Cuando hablamos de información nos referimos a la acción o efecto de informar e informarse, entendiendo por «informar» el dar noticia o enterar de una cosa. Información, por lo tanto, implica la transmisión o difusión de mensajes (saberes), desde un polo emisor o otro receptor, o que circulan entre polos igualmente activos que se enriquecen mutuamente. De ahí que los sociólogos investiguen el hecho social del diálogo público establecido a través de los medios de comunicación. El Derecho a la Información está determinado como un derecho humano en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, promulgada por la ONU en 1 948. Dicho artículo señala: «Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión: este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas sin limitación de fronteras por cualquier medio de expresión».
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Si bien la libre expresión de las ideas es un derecho humano, no es de ninguna manera un derecho absoluto. Hay diversos escenarios en los que mi libertad de expresión está limitada, válida y ¡jurídicamente, por un derecho superior. Es el caso del sigilo judicial para no entorpecer las investigaciones de un delito, o la obligación de los medios de no hacer público lo que pertenece al ámbito privado de las personas y que pueda comprometer su seguridad (en el caso mexicano, las declaraciones patrimoniales de los funcionarios públicos o el llamado «secreto bancario», por ejemplo). Otra reconocida limitación a la expresión de las ideas es cuando éstas incitan a la violencia, hacen apología de un crimen o promueven conductas antisociales. En nuestro país, la libre expresión de las ideas encuentra su fundamento jurídico en los artículos 6o. y 7o. de la constitución. El 6o. señala: «La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, los derechos de tercero, provoque algún delito, o perturbe el orden público; el Derecho a la Información será garantizado por el Estado». «Si somos personalmente tan virtuosos que no estamos realizando un mal específico, aun así podemos estar contribuyendo él simplemente por echarnos para atrás, haciendo poco o nado para oponernos». Por su parte, el artículo 7o. indica: «Es inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquier materia, ninguna ley ni autoridad puede establecer la previa censuro, ni exigir fianza a los autores o impresores, ni coartar la libertad de imprenta que no tiene más límites que el respeto a la vida privada, a lo moral y a la paz pública. En ningún caso podrá secuestrarse la imprenta como instrumento del delito». Las limitantes señaladas por la Constitución, y otras reguladas en diversos países del mundo, obedecen al sentido mismo de la convivencia social y el orden jurídico. Confundirlas con la censura —tomada en su sentido amplio según el cual el gobierno va más allá de sus obligaciones paro impedir la difusión de las ideos— es una postura falaz y acomodaticia para intentar justificar lo injustificable. Los niños son tiroteados con mensajes contra la autoridad, la familia, mensajes que promueven la sexualidad sin compromiso y la violencia. ¿Quieres que ellos sean los cónyuges de tus hijos y los padres de tus nietos? Con esto línea de pensamiento, muchos medios subrayan su «derecho» a transmitir vulgaridades, desviaciones, crímenes y perversiones bajo el endeble argumento de que la inmensa mayoría de quienes los observan a través de los medios no se convertirán en asesinos, violadores o narcotraficantes. Como Allen señalo, la mayoría de los fumadores no morirán de cáncer o padecimientos pulmonares pero «de cualquier manera es un hecho que el pequeño porcentaje de estadounidenses que sí mueren por los efectos venenosos del tabaco rebasan con mucho las 400 mil personas por año». Razón suficiente para que la publicidad del tabaco sea cada vez más regulada, limitada e inclusive prohibida en los medios masivos de comunicación. Si el tabaco envenena el organismo, es obvio que la inmoralidad afecta a la salud mental de quien lo «consume» a grandes dosis, vía los medios de comunicación que, hasta hoy, y como hicieron durante decenios ¡os productores de tabaco, se empeñan por negar su responsabilidad.
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HABLAR CON LA VERDAD
Digámoslo, con Steve Allen, fuerte y cloro: los contenidos de los medios de comunicación que ensalzan la violencia, endiosan el ejercicio desordenado de la sexualidad sin compromiso y menosprecian la educación del público, pueden causar —y causan— graves daños a la salud individual y social. «El cine, los medios y lo industria de la músico popular, ofrecen sus propios héroes, la mayoría de los cuales desprecian la vida normal, el trabajo arduo y la fidelidad. En cambio, glorifican la violencia, la excitación y la aberración. El efecto de este adoctrinamiento es incalculable, pero temible» (Peter Gibbon, prefecto de la Hackley School en Nueva York). «Al día siguiente en que un adolescente mate a tiros a los hijos y las hijas de los ejecutivos de los estudios en Bel-Aire o Westwood, Disney y Time-Warner, éstos dejarán de aplaudir el asesinato» (Greg Easterbrook, en The New Republic).
Un típico muchacho estadounidense de doce años tarareo canciones que alaban la violación, el asesinato de policías o el consumo de drogas ante la silente indiferencia de un mundo adulto que no quiere reconocer en ello uno conducta peligrosa.
Con estos escalofriantes citas, Allen inicia un intenso capítulo de Vulgarians at the Gate donde explica el proceso continuo de negación de responsabilidad de los medios. En él señala que los partidarios de la vulgaridad responden muchos veces a la más leve crítica actuando como si alguien estuviera atacando su conducta personal. Esta es una «impresionante equivocación». Lo que lo gente quiere es impedir que sigan imponiendo sus ínfimos estándares a la juventud por medio de lo televisión, radio, películas y artes teatrales en general. Otra interpretación equivocada es lo que hacen los medios cuando afirman que nadie obliga al pública a ver a escuchar ciertos programas, por lo que éstos no deberían ser criticados. Otra vez, un argumento falaz. Lo que está en juego no es el presenciar o no presenciar esos programas, sino luchar por elevar sus niveles de calidad paro que, en vez de destruir, contribuyan a construir uno sociedad más sana. Lo que necesitamos, afirma Allen, «es una formidable combinación de responsabilidad de los padres ‘los adultos en general, responsabilidad privado y corporativa, y —si es necesario- sí, más leyes para proteger los corazones y las mentes de nuestros niños». «Con un poco de sentido común, decencia y autocontrol, los productores de entretenimiento podrían desarrollar un código voluntario de conducta que eliminara, en gran medida, los elementos antisociales de la programación sin limitar su arte». Frente a la irresponsabilidad de los medios y la aparente conformidad del resto de la sociedad, Allen avizoro mejores caminos pues, por lo menos, ya son muchos más los que llaman a las cosas por su nombre. En contraparte, señala, será muy difícil avanzar si no logramos superar el lucro como valor supremo pues «es más difícil que nunca dejar de promover el mal y el crimen mientras sean percibidos como mercancía que puede, y de hecho se convierte, en una ganancia masiva».
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Es tiempo de remar contra corriente y tratar de reordenar a nuestra civilización, misma que, por cierto, ha sido siempre frágil, tal como lo demuestra el triunfo de la violencia sobre la razón en muchos episodios históricos. El problema no es de unos cuantos inmorales poderosos obsesionados por vulgarizar al mundo, es más bien la pasividad, el sopor del gran público que parece conformarse con lo grotesco como sucedáneo del entretenimiento. EL PAPEL DE LOS MEDIOS Allen quiere alertar a la gente, a cada lector, para evitar que, como ha sucedido en los últimos años, a unos pocos productores del entretenimiento más sucio «no sólo se les ha permitido operar en el mercado, sino que han acabado por dominarlo». Las complejas consecuencias de este fenómeno se encuadran en una certeza: lo que los medios transmiten no es inocuo, tiene siempre, una repercusión en el público y, más específicamente, en cada uno de los integrantes de ese conglomerado. De hecho, los medios surgen para comunicar y buscan ejercer su oficio precisamente para impactar en las personas. Su fin es captar la atención e influir en el pensamiento de la gente. Además, han demostrado a cabalidad su eficacia. El deslumbrante poder económico de la industria del entretenimiento sólo se explica por su fiabilidad para incidir en el pensamiento e influir en las decisiones económicas de la audiencia. La simbiosis entretenimiento publicidad comprueba, sin duda alguna, la relación causa-efecto entre lo que los medios difunden y la gente piensa. Los patrocinadores sostienen los programas pero es el público consumidor, usted y yo, quienes sostenemos a los patrocinadores. Estos no son sordos al reclamo popular pero es preciso que éste sea lo suficientemente claro y alto. Los medios, por deducción lógica, sí difunden valores o antivalores morales y lo hacen con plena conciencio. Sin embargo, lo que Allen destaca es que, a últimas fechas, los medios han renunciado incluso a juzgar moralmente sus contenidos supeditándolos a sus afanes mercantilistas. Si la sexualidad desordenada abunda en las pantallas y atiborro las ondas de radio es porque vende; «la industria de la publicidad emplea material de índole sexual no tanto por la intención consciente de debilitar la fibra moral de una nación, sino simplemente para vender sus mercancías». Atrapados por este criterio, muchos creativos de la industria del entretenimiento han tejido una telaraña que acabó por atraparlos. En lugar de actuar con sinceridad —»Es horrendo lo que hago, lo sé, pero gano dinero»—, disfrazan su apuesta por lo vulgar con argumentos a favor de la libertad de expresión, el respeto a formas «alternativas» de vida y la tolerancia que al ser elevada al status de una virtud cardinal, «ha creado un ambiente que impide a los hombres comunes la habilidad de reconocer el mal cuando lo ven». El mal uso de la televisión dificulta las relaciones de convivencia familiar, entorpece la educación y puede ser causa de innecesarios cuestionamientos no aptos para la mente infantil. El daño que un malentendido de este calibre produce en la sociedad es realmente preocupante. Uno vez que se han desdibujado las fronteras entre lo bueno y lo malo, cuando todo está permitido —en cuanto se considera «normal» una conducta aberrante simplemente porque es común—, la sociedad pierde la brújula y comienzo a adentrarse en complejos laberintos.
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«Decir que algo es “normal” de ninguna manera implica que sea socialmente aceptable o admirable». Este enredo, afirma Allen, es parte de la trastornada ideología contemporáneo, en la que se confunde respeto con aceptación, tolerancia con complacencia y frecuencia con normalidad. A pesar de las confusiones, Allen sostiene que aún existe la conciencia de que las referencias morales —es decir, la existencia de pautas de comportamiento acordes con la dignidad humana— son un elemento necesario, pues «con su total ausencia, la vida en nuestro ya de por sí problemático mundo sería literalmente intolerable». Por eso, insiste en llamar a las cosas por su nombre y se refiere a personas y empresas concretas que «ante su ausencia evidente y tol de contrición o reforma» deben ser señalados como culpables de la vulgarización de la cultura popular. CULPABLES Durante las últimas dos décadas, las tres mayores cadenas televisivas de Estados Unidos han enfrentado una erosión significativa de su audiencia por lo que Allen denomina «la suburbanización de la televisión»; es decir, a posibilidad de elegir entre más servicios televisivos que, por su calidad, atraen la atención del sector más preparado de la sociedad. A través de la televisión por cable o satélite, cadenas como la Public Broodcosting System (PBS), el Discovery Channel, Arts & Entertainment y el History Channel han logrado incrementar su auditorio con una programación innovadora e inteligente. Esta es la parte encomiable del fenómeno. En el reverso de la moneda está la respuesta de las grandes cadenas a esa pérdida de televidentes. William Link, reconocido productor y escritor de televisión, señala: «Creo que con la llegada del cable, los estándares realmente se deterioraron. Las tres cadenas, que hasta entonces eran más o menos limpias, recibieron un duro golpe al perder casi el 50% de su audiencia. Y ahora, para competir, el asunto se está poniendo peor aún la vulgaridad, incluso durante la mañana, es terrible». «Los medios, ofrecen sus propios héroes, la mayoría de los cuales desprecian la vida normal, el trabajo y la fidelidad. En cambio, glorifican la violencia, la excitación y la aberración. El efecto de este adoctrinamiento es incalculable, pero temible». Link comparte con Allen la creencia de que el dinero es el que manda. «Tengo 40 años en la industria y nunca había atestiguado un nivel tan ínfimo. Para los anunciantes, las cadenas, los estudios cinematográficos, hasta los productores independientes, todo es cuestión de dinero». Link acusa a los medios de transmitir violencia bajo el eufemismo de «acción» que «vende porque la audiencia está formada por niños. Este es el público meta: niños varones menores de 18 años. Estos chicos verán la cinta Duro de matar tres, cuatro, cinco o seis veces. Esto es, otra vez, un asunto de dinero. ¿De dónde viene el dinero? Bueno, de los padres. Los chicos no ganan dinero. (...) Padres, despreocúpense de sus hijos: sólo denles dinero». Es una revisión cruda pero veraz, porque abarca a todos los culpables de la cadena de la vulgaridad que ha motivado a los grandes consorcios estadounidenses a esforzarse por retener a la parte menos preparada y más numerosa de televidentes dispuestos a consumir la telebasura, por lo que han rebajado aún más la ya ínfima calidad de los programas que transmiten y acuden a «programación cada vez más escandalosa y a más intensas campañas de promoción en un intento desesperado de proteger su nicho en el mercado del entretenimiento». Como resultado de esta apuesta por lo más rastrero, Allen cree que «todavía no hemos visto las profundidades a ¡as que la televisión es capaz de caer». Allen señala que lo más que han hecho las cadenas para proteger a la audiencia infantil y juvenil 90
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ha sido recurrir a los sistemas de clasificación y, eventualmente, incluir algunos mensajes de tipo social en su programación. Respecto a la clasificación, Allen destaca que es insuficiente para prevenir el daño por la sencilla razón de que os programas clasificados para adultos o adolescentes bajo ¡a supervisión de un adulto son emitidos a todas horas y, ante la falta de adultos en la audiencia, son los menores quienes deciden qué quieren ver. La clasificación, añade, sirve muchas veces para atraer aún más a un público que busca, precisamente, los contenidos de menor calidad. Respecto a los mensajes de tipo social, como los que previenen el consumo de drogas, Allen cuestiono la sinceridad de quienes los transmiten. Resulta ilógico, añade, que un mensaje de 20 segundos compita en impacto con un programa de uno hora que ensalzo la violencia y el modo de vida de los drogadictos y los narcotraficantes. En México, a esto le decimos «querer tapar el sol con un dedo». APELAR A LOS INSTINTOS
Allen señala que las cadenas televisivas apuntan la mayor parte de sus estrategias al grupo de edad comprendido entre los 15 y los 30 años, con especial énfasis en los varones menores de 25. No sorprende, por tanto, que parte esencial de la «fórmula ganadora» sea la comercialización de lo sexual, pues el público meta es precisamente «ése en que la naturaleza coloca el impulso sexual en su más alto grado». Además, y quizás todavía más grave, ese grupo se caracteriza por su incapacidad para emitir juicios morales, como apunta el profesor Robert Simon con 30 años de experiencia docente, quien afirma que «entre el 10 y el 20% de sus alumnos son reticentes a emitir juicios morales» y parecen «comprometidos con un relativismo moral que no les permite pensar sobre el engaño, el robo y otros asuntos morales». Esta generación, continúa Allen, parece estar dispuesta a aceptar un mundo donde no hay lugar para los criterios del bien y el mal, y en ej que los únicos beneficiados son Madonna, Howord Stern, Jerry Springer, MW y «otros enemigos de (...) la salud mental». Bajo esta sombra relativista, un análisis realizado en 1 998, reveló que casi el 70% de la programación infantil estaba dirigida a niños de primario y contenía más violencia y lenguaje inapropiado que los programas dirigidos a infantes de jardín de niños y a adolescentes. Además, 46% de los programas para niños carecía de contenido educativo, el 44% transmitía demasiada violencia y, en la programación para adolescentes, el 19.2% de los programas presentaba un exceso de referencias sexuales. Ante este tipo de adoctrinamiento infantil sorprende, pero no extraña, que en Estados Unidos los menores de edad sean responsables de ¡mil asesinatos al año! Nadie afirma que la televisión sea la única culpable de ¡a conducta violenta pero «sugerir que ni siquiera deba incluirse en la lista de agentes causales es pura tontería». La American Medical Association, por ejemplo, señaló desde 1976 que «la violencia por televisión amenaza la salud y el bienestar de los jóvenes estadounidenses». En 1982, el National Institute of Mental Health concluyó que «existe un claro consenso entre la mayoría de los investigadores respecto a que la violencia televisada conduce a conductas violentas». La American Psychiatric Association, en 1986, apuntó que hay “evidencia contundente de que la violencia en los programas de televisión puede tener un efecto severo y negativo en la conducta de la juventud”. En 1993, la American Psychological Association declaró que no hay «ninguna duda de que los altos niveles de exposición a la violencia por televisión están correlacionados con la creciente admisión de actitudes violentas y el incremento del comportamiento agresivo».
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Es evidente que la industria del entretenimiento conoce estas conclusiones: sencillamente pretende ignorarlas y seguir adelante con su maquinaria productora de dinero. El rabino Jacob Pressman escribió en el Beverly Hills Courier un artículo que Allen reproduce, donde señala que las nuevas generaciones han aprendido ¡os más sórdidos actos de violencia «en los libros, las revistas, los periódicos, las películas, lo televisión y el Internet. Pero éstos son objetos inanimados, incapaces de emitir juicios morales. Así que (los difusores de la violencia) tienen que ser los creativos que viven para ganar dinero. Tengo un miedo terrible de que, de acuerdo a las leyes de la probabilidad, un día, uno de esos brillantes, artísticos y creativos personajes que saturan nuestra vida con su entretenimiento violento, se encontrará parado al lado de la tumba de su hijo asesinado (...) y se preguntará: “¿Soy responsable de la muerte de mi propio hijo?”. Y desde miríadas de voces más allá de lo tumba, vendrá el susurro: “Sí, lo eres”». Es imposible saber hasta qué grado afecta a los niños la excesiva exposición a la violencia pero lo incuestionable es que los perturba. «Los medios son una parte importante de nuestras vidas y tienen mucho qué enseñar. Pero algo de lo que muestran quizá no sea lo que queremos que nuestros hijos aprendan. Algunas veces puedes identificar el impacto de los medios de inmediato (...) pero la mayoría de las ocasiones el impacto no es tan evidente. Ocurre lentamente, mientras los niños ven y escuchan ciertos mensajes una y otra vez: peleas y otras formas de violencia como medios para “manejar” conflictos. Cigarrillos y alcohol presentados como interesantes y atractivos en lugar de nocivos y mortales. Actividad sexual sin resultados negativos, como las enfermedades o los embarazos no deseados» (American Academy of Pediatrics). Aceptar que los medios inunden nuestras casas con basura, vulgaridad, obscenidad sin freno y mal gusto sin límite, es conformarnos con la mediocridad y renunciar a nuestros derechos como televidentes. El consenso en la influencia perniciosa de la violencia en los medios, llevó al ex presidente Clinton a declarar que los estudios demuestran que «la diferencia entre la violencia real y ficticia, clara para la mayoría de los adultos, puede volverse muy difusa para los niños vulnerables. Los niños inmersos en la cultura de la violencia se desensibilizan ante ella y se vuelven más capaces de cometerla ellos mismos. Por eso he urgido enfáticamente a la gente en la industria del entretenimiento a considerar las consecuencias de lo que crean y cómo lo anuncian. Se puede valorar el derecho a la libre expresión de la Primera Enmienda y al mismo tiempo actuar con cuidado y control». Los medios pueden y deben esforzarse por proteger a la sociedad en la que se transmiten sus mensajes. Nadie desea la intervención gubernamental en forma de censura pero tampoco debe soslayarse el deber del Estado de salvaguardar la salud física y mental de sus habitantes. Allen abunda en los dilemas de la libre expresión con un capítulo que dedica íntegro al estudio de la censuro diferenciándola claramente del necesario autocontrol de los medios.
Lo que está en luego no es el presenciar o no presenciar esos programas, sino luchar por elevar sus niveles de calidad para que, en vez de destruir, contribuyan a construir una sociedad más sana. Su razonamiento conduce a demostrar que la televisión siempre ha ejercido un autocontrol que equilibre la libre expresión del pensamiento con las normas básicas de convivencia social. De ahí «la suficientemente obvia distinción entre la libre expresión política y filosófico por una parle, y el intento de llevar al mercado la enfermiza mercancía» que promueven los más prominentes amantes de la vulgaridad de la industria del entretenimiento. Se trato, en síntesis, de atender a los límites que el sentido común y muchos ordenamientos legales imponen a la libre expresión de las ideas en aras de tutelar un bien jurídico de mayor peso, en este caso el del orden y el bienestar de la sociedad. 92
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Los complejas consecuencias de este fenómeno se encuadran en una certeza: lo que se transmite no es inocuo, tiene siempre una repercusión en el público y, más específicamente, en cada uno de los integrantes de ese conglomerado. Allen no pretende agotar el tema, pero invita a abordarlo con inteligencia y sinceridad. La clave está en distinguir entre la libertad y el libertinaje; la primera, rectamente ordenada, lleva necesariamente a la búsqueda del bien. El segundo, sin duda, conduce a la anarquía, el desorden y la descomposición social. Un compositor tiene libertad paro crear su música pero, al convertirlo en invitación al asesinato de policías, la violación o el racismo, incurre en uno grave violación del orden establecido. Esto, que así expresado parece tan sencillo, ha dado lugar a incontables debates. Resulta paradójico que millones de personas reprueben la técnica de propaganda empleada por Hitler para consolidar su totalitarismo y, al mismo tiempo, encubran lo invitación o la violencia o través de los medios con sofisticadas elucubraciones sobre los derechos individuales. Como afirma Allen, el debate puede durar muchos años y quizá la vida entera, pero enfrentarla con argumentos es esencial para evitar que el bien de pocos, los que se enriquecen a costa de la vulgaridad y la violencia, prevalezca sobre el bien de las mayorías, con derecho a vivir en un mundo pacífico y humano. EL TRIUNFO DE LO PERVERSO
En Vulgarians at the Gate, Allen estudio los mensajes que transmiten personajes como la cantante Madonna, Howard Stern el locutor de radio convertido en estrella de cine y televisión, y el conductor de televisión Jerry Springer. Sólo son un botón de muestra de o bajo que puede caer una persona (y todas las que la respaldan) con tal de atraer lo atención —y el dinero— del público. No se reproducirán aquí las declaraciones de esos personajes ni los letras de las canciones popularizadas por 2 Live Crew, Tupac Shakur o Eminem. Baste mencionar que entre esas «joyas del arte popular» encontramos blasfemias, invitación a la violencia y el consumo de drogas, elogio de la violación y la discriminación racial, difusión de lo vulgaridad en el vestir y el hablar, justificación de toda clase de conductas sexuales antinaturales y un largo etcétera de mensajes que nadie, en su sano juicio, quisiera inculcar a sus hijos. El análisis de Allen sobre estas figuras que intencionalmente emplean el escándalo como medio de promoción, arroja interesantes luces sobre el éxito, medido en términos de popularidad e ingresos económicos, de éstos y otros personajes. En primer lugar, destaca la intencionalidad de su vulgarización; son burdos y soeces porque quieren serlo, porque en esa «técnica» han encontrado una veta por explotar que produce —las cifras no mienten— ingresos multimillonarios. Conocen el instinto natural del hombre y lo explotan, estimulándolo externamente con lo que, están seguros, ciertamente reaccionará. En el desorden sexual y la violencia extremas han hallado la fuente del escándalo y, en ésta, la mejor estrategia de marketing. Sin ese énfasis en lo grotesco, ninguno de ellos sería hoy quien es dentro del mundo del entretenimiento. Segundo, detrás de cada personaje o programa sórdido, se encuentro una inmensa infraestructura comercial que apoya, también con plena conciencia, su carrera. Todo el aparato se mueve por impulsos económicos, nada más. Dentro de este esquema, todo se vale con tal de obtener ganancias. El único criterio a seguir es el que resulta de combinar ratings e ingresos por publicidad; si la cifra es económicamente atractiva, el programa se transmite y se patrocino a la figura en cuestión. El éxito de la vulgaridad convertida en espectáculo, es el éxito del máximo poder reconocido en Estados Unidos: el «poder del dinero».
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El problema no es de unos cuantos inmorales poderosos obsesionados por vulgarizar al mundo, es más bien la pasividad, el sopor del gran público que parece con formarse con lo grotesco como sucedáneo del entretenimiento. Tercero, el éxito de cualquier individuo o programa que transmite violencia o depravación es el éxito del instinto sobre la razón, de la indecencia sobre la decencia, de la avaricia sobre la generosidad, de las leyes del mercado sobre fas leyes de la naturaleza. Cuarto, aunque la responsabilidad es de la sociedad entera, su mayor parte recae necesariamente en ciertos individuos o corporaciones, económicamente poderosos, que financian las emisiones. Entre ellos, destacan los anunciantes que «buscan a cierto sector de lo población y dejan a los modelos computarizados de las agencias de medios la decisión de elegir en dónde se publicitan sus productos». Esta decisión, sostiene Allen, sólo permite «señalar, generalmente con precisión, información sobre el tipo de gente —edad, posición social, raza, etcétera— que, por lo menos en su mayoría, ve algunos programas en particular. Eso de ninguna manera puede garantizar que todos los integrantes de esa audiencia aceptan lo que ven». Quinto, dada lo probada relación producto-mensaje, el público interpreta, con justa razón, que los anunciantes están de acuerdo con lo que los programas difunden. Muchos creativos, disfrazan su apuesta por lo vulgar con argumentos a favor de la libertad de expresión, el respeto a lo «alternativo» y la tolerancia que, al ser elevada a virtud cardinal, «impide a los hombres comunes reconocer el mal cuando lo ven». Sexto, Allen reivindica el derecho del público a manifestar su inconformidad con los contenidos de los medios e invita a una actitud proactiva mediante comunicaciones directas con los artífices de la vulgaridad: los medios y sus anunciantes. Séptimo, la inactividad al respecto supone complicidad con los medios. Son los padres de familia quienes cuentan con el poder de revertir la ola de vulgaridad que amenaza con arrasar la cultura popular. «La crudeza, los groserías, la promoción de lo obsceno, el vicio y la violencia que toleramos en nuestras pantallas de televisión serán la crudeza, las groserías, la obscenidad, el vicio y la violencia que tendremos que soportar en nuestra vida real en los años por venir. »De acuerdo a la actual tolerancia de esta disminución de buen gusto y valores en la televisión, estamos enseñando a nuestros hijos que el nivel más básico de la conducta humana es la norma aceptada» (senador Robert C. Byrd). MUCHO POR HACER Allen concluye su libro con una pregunta: ante lo que está probado y documentado —lo creciente andanada de suciedad en los medios—, qué podemos hacer? La respuesta es diáfana: mucho y urgente. La tarea de mejorar el nivel de la industria del entretenimiento compete “a toda la sociedad” y debe empezar precisamente en la célula misma de cualquier grupo social: la familia, pues «la verdadera tarea educativa es algo que coda individuo debe conseguir por sí mismo y después, por algún medio, transmitirla a sus hijos”. La cultura popular será mejor en la medida en que cada persona, desde su trinchera, se proponga mejorarla. La televisión y otros medios no cambiarán por voluntad propia... sencillamente porque no les interesa cambiar. Tenemos que ayudarlos, forzarlos si es preciso, a comprender la 94
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profunda1imensión social de un medio de comunicación, sus enormes posibilidades de hacer el bien y su probada eficacia para corromper. Los grandes consorcios desean retener a la parte menos preparada y más numerosa de televidentes, dispuestos a consumir la tele-basura. Han rebajado aún más la ya ínfima calidad de los programas para proteger su nicho en el mercado.
En los Estados Unidos y en México, las estaciones de radio y televisión pueden funcionar porque se comprometen a proveer de programación en favor del interés público. Si en lugar de contribuir al bien de la sociedad, los medios se empeñan en contaminarla con patrones equivocados de conducta, el Estado estaría en su derecho de cancelar las licencias o concesiones que les permiten funcionar. Nadie quiere esta alternativa pero no puede pasarse por alto. La invitación es a los responsables de los contenidos, para que tomen conciencia de su responsabilidad social sin supeditarlo a su sed de ganancias. Lo mismo puede decirse de los anunciantes; hoy la decisión de patrocinar o no un programa rara vez recae en un individuo. Las grandes decisiones se toman por consenso entre un grupo más o menos nutrido de ejecutivos. Una vez más, el reto es despertar la conciencia individual y la responsabilidad personal, ¿serán los anunciantes capaces de sacrificar una parte de su audiencia potencial, si ése es el precio de patrocinar programas dignos? Sólo si los que toman la decisión retornan a los antiguos criterios de calidad que permitieron el auge de una industria del entretenimiento donde el talento era el principio rector. «Decir que algo es “normal” de ninguna manera implica que sea aceptable o admirable». Este enredo ideológico contemporáneo, confunde respeto con aceptación, tolerancia con complacencia y frecuencia con normalidad. Mientras el deslizándose llamado es a nuestra ético
criterio sea únicamente económico, los medios y sus anunciantes seguirán por la oscura resbaladilla de la vulgaridad como moneda de uso corriente. El todos los protagonistas de ¡a industria de los medios, pero lo que está en juego «es y estructura nacional».
Y llegamos así al meollo de Vulgarians at the Gate y de las convicciones de Sieve Allen: los padres de familia son, por derecho y por obligación, quienes pueden hacer que los medios cambien. Si la única ley que rige los contenidos es la de la oferta y la demanda, es preciso disminuir la demanda de vulgaridad, desorden sexual y violencia. Los padres pueden optar por cerrar los ojos y financiar el entretenimiento de sus hilos, sin analizar en qué consiste y qué tipo de mensajes contiene. Pero como primeros responsables de su educación, la inmensa mayoría de los padres de familia no está dispuesta a permitir que su esfuerzo de años se diluya por largas horas frente a la televisión. El reto es grande porque nunca antes habíamos presenciado tal omnipresencia del mal en nuestros medios de comunicación, pero lamentarse sin actuar es una actitud estéril. Al buscar el bienestar de nuestros hijos, somos los padres quienes debemos ocuparnos de su salud mental y tomarnos en serio «aquellos elementos de nuestra sociedad que muestran, claramente, su destructiva influencia en los corazones y las mentes de nuestros hijos». Podemos cerrar los ojos ante el entretenimiento de nuestros hijos, sin analizar qué tipo de mensajes contiene. Pero lo inmensa mayoría de los padres no está dispuesta a permitir que su esfuerzo de años se diluya por largas horas frente a la televisión. 95
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Nunca es fácil lo que vale la pena. Pero pensemos por un instante en el fruto de un esfuerzo consciente por facilitar la formación de nuestros hijos como personas íntegras. En la actualidad, las largas horas perdidas frente a la televisión, los videojuegos que sustituyen a los auténticos entretenimientos infantiles, la escucha minuto tras minuto de música estrepitosa, las ropas inadecuadas en cuerpos diminutos, se unen para crear niños disfrazados de adultos, acompañados por adultos que parecen haber olvidado que fueron niños.
Si compras un boleto para ver una cinta vulgar o adquieres música etiquetada como ofensiva, o pagas los productos del patrocinador de un programa inconveniente, estás contribuyendo o lo violencia, degradación y vulgaridad social. La saturación de imágenes y sonidos cargados de mensajes vacíos ha terminado por enterrar una de las facultades humanas por excelencia: la imaginación. En nuestra época no hace falta pensar, y mucho menos imaginar, para jugar un rato. Pero la sofisticación produce un fenómeno paradójico: son los juegos quienes juegan con los niños, cuando debiera ser ó la inversa. La nueva generación de teleadictos admite sin reparos que los espectáculos determinen los límites de su fantasía. Con costosísimas producciones se encubre al héroe de moda y los encargados de la mercadotecnia llenan el mercado de productos alusivos a la nueva creación de los «genios» de Hollywood. No queda nada para la imaginación personal. Aún es tiempo de rescatar la inocencia de los niños y propiciar el renacimiento de la imaginación, de fomentar la capacidad creativa de grandes y pequeños, de aventurarnos a vivir nuestros sueños incluso a costa de padecer pesadillas, de redescubrir la belleza del soñar despiertos. Quizá el primer paso sea difícil pero sólo basta un dedo paro apagar la tele o un movimiento para sentarnos con nuestros hijos; quizá, así, los adultos salvemos al niño que llevamos dentro y los niños recuperen su natural encanto. LA PALABRA EN ACCIÓN Apagar la televisión, aunque muy recomendable, no es la solución al problema porque, como hemos visto, los responsables de la programación actúan automáticamente movidos por la fuerza de la demanda. De ahí que Allen invite a pasar de los lamentos a la acción, a poner la palabra en obras y pugnar por el fortalecimiento de los valores morales que guíen la conducta social mediante el reconocimiento de que «es correcto comportarse de ciertas formas e incorrecto de otras». En esa batalla no debe interponerse el temor o el desánimo, o sorprendernos que «nuestra labor nos obligue, eventualmente, a criticar a algunas personas y fuerzas muy poderosas de la sociedad». De hecho, afirma Allen, señalar a individuos concretos es indispensable para obtener una respuesta en favor de la mejora de los contenidos de los medios. Allen enumero algunas sugerencias que han probado su eficacia al ser instrumentadas por personas o grupos: las cartas de protesta o felicitación cuyo poder nunca debe ser subestimado, los boicots a ciertos productos de los patrocinadores de programas nocivos y, de ser necesario aunque sólo se recomiende como último recurso, las manifestaciones públicas de descontento. Otras posibles medidas son la difusión de literatura (artículos o libros) que sustenten los argumentos en pro de una mejor cultura popular y la presión a los organismos gubernamentales encargados de hacer cumplir la ley que regula a los medios de comunicación.
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La clasificación de programas es insuficiente ya que los programas clasificados para adultos, o adolescentes bajo la supervisión de un adulto, se emiten a todas horas y, ante la falta de adultos en la audiencia, los menores deciden qué quieren ver. Cuando terminaba de corregir el manuscrito de Vulgarians at the Gate, Steve Allen fue sorprendido por la muerte. Las palabras de las últimas páginas, sin embargo, quedan ahí para ser recogidas por quienes compartan con él «una genuina preocupación por la generación que está creciendo hoy en día, en los primeros años del siglo veintiuno», y explica que la degradación, la vulgaridad y la violencia en los medios no terminará, por el contrario, seguirá creciendo, a menos que el público, cada uno de manera individual, se tome en serio el peligro que ese tipo de entretenimiento representa cuando invade las casas y la vida entera. «La crudeza, obscenidad, vicio y violencia que toleramos en nuestras pantallas de televisión serán la crudeza, obscenidad, vicio y violencia que tendremos que soportar en nuestra vida real en los años por venir». Steve Allen apunta que cada vez que una persona compra un boleto para ver una cinta vulgar o adquiere un CD con música etiquetada como ofensiva, o paga los productos de un anunciante que patrocina un programa de televisión inconveniente, está contribuyendo a la violencia, degradación y vulgaridad de los medios que «envenenan las mentes de nuestros niños y aletargan la sensibilidad moral de todos nosotros». Es un reto colosal y no es exclusivo de los Estados Unidos, aunque es importante señalar que el 90% de las películas proceden de este país y el 75% de la programación televisiva también. Los «vulgarianos» ya están en la puerta del mundo e, imposible negarlo, hasta en la cocina de nuestro México. Basta un día cualquiera para encontrar, en las dos grandes cadenas de televisión abierta y en incontables estaciones de radio, crudas manifestaciones de dolorosa vulgaridad y desproporcionada violencia. Además, los consorcios comerciales que patrocinan la programación no dudan en apostar por las series estadounidenses y las burdas imitaciones mexicanas que confirman la receta: espolvoreé los bajos instintos de la naturaleza humana, mézclelos con programación abundante en sexualidad desordenada y violencia, añada publicidad escandalosa, sazónelo con falacias en nombre de la libertad de expresión y obtendrá un éxito comercial. Se muestra la violencia como medio para «manejar» conflictos; cigarros y alcohol presentados como atractivos en lugar de nocivos y mortales; actividad sexual sin resultados negativos, como enfermedades o embarazos no deseados. Otro libro sería necesario para enumerar casos concretos del fenómeno de la vulgarización de los contenidos de los medios en México pues los hay, a raudales, y cada vez más ofensivos. Usted y ya los conocemos, y así lo han reconocido figuras del mundo del espectáculo, coma Verónica Castro: «No me gusta la televisión de ninguno de los canales. Creo que están amarillos y hay una falta de respeto increíble» (Día Siete, no.74). El problema es global y muchas de las voces más fiables del mundo, por su rectitud moral, se han alzado para prevenir los males que puede causar la televisión mal utilizado y resaltar las infinitas bondades de la televisión empleada para hacer el bien.
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Allen culmina con un llamado que es reto, con una súplica que es desafío: «Por la seguridad de nuestros hijos y nietos, y de la sociedad que heredarán y legarán a la siguiente generación, te ruego que tu propia voz sea escuchada». Allen fue una voz destacada en este frente a favor de lo mejor en los medios de comunicación. Vulgarians at the Gate da cuenta cabal de su incansable labor y queda ahí para despertar las conciencias dormidas, y echar a andar en pos de un mundo más humano; conocer su contenido sin asumir el reto de hacer lo que esté de nuestra parte por mejorar el nivel de la cultura popular es haber perdido lastimosamente el tiempo. Allen culmino con un llamado que es reto, con una súplica que es desafío: «Por la seguridad de nuestros hijos y nietos, y de la sociedad que heredarán y legarán a la siguiente generación, te ruego que tu propia voz sea escuchada». La responsabilidad es nuestra. Lo que está en juego: el mundo que vivimos y el que heredaremos a nuestros hijos. 7.2 Recepción del mensaje en los niños, los jóvenes y la pareja Actualmente los niños nacen sabiendo como manejar el control remoto de la televisión; aprenden sus primeras letras de la mano del “mouse” de la computadora y manejan con gran facilidad casi cualquier aparato audiovisual. Es decir, son altamente receptivos a los mensajes que se envían a través de los medios de comunicación. Los niños y los jóvenes conforman audiencias muy influenciables y vulnerables. De acuerdo a su etapa de vida se encuentran en un proceso de maduración donde la confianza en sí mismos no es total y sus valores aún permanecen flotantes. Un programa de televisión o una película puede ser una experiencia significativa para un adulto maduro. Pero para un niño o adolescente, ese mismo programa o película puede llegar a influir en una futura conducta autodestructiva y antisocial. Por esto, las familias deben asumir la responsabilidad como audiencia, así como los productores y creadores, y aprovechar mejor los contenidos de los medios de comunicación, sin satanizar, ni prohibir o rechazar, sino más bien aprender a ser selectivos y críticos frente al fenómeno de los medios. La televisión y la educación de los niños Una mamá, molesta por las observaciones del esposo respecto de la mala conducta del hijo de ambos, exclamó: "pues salió a tu familia". Muchos papás ya no culpan a las generaciones anteriores de los defectos de los hijos. La televisión es ahora responsable de la agresividad, descortesía y gustos extravagantes de los niños. Es un enemigo que irrumpe en el recinto del hogar y complica la laboriosa obra de la educación de los hijos. Características de la televisión 1)
Es absorbente. Se apodera de los ojos y de los oídos y aprisiona la atención de los espectadores hacia las móviles imágenes que desfilan por la pantalla luminosa. Se encuentra, además, cómodamente instalada al alcance de la mano. No importa que la lluvia tienda su gris cortina o que el viento azote despiadadamente los árboles. Tampoco se requiere formar largas colas para entrar al cine. Basta oprimir un pequeño botón para contemplar, en el propio hogar y arrellanado en cómoda butaca, variados programas.
2)
Es pródiga en temas. Cada media hora o cada hora, los canales ofrecen documentales, noticieros, comedias, etcétera. La necesidad de mantener funcionando los canales muchas 98
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horas al día ha diluido la calidad de los programas. Se sirve a los espectadores el platillo favorito de lo espectacular, cortado periódicamente por anuncios acompañados de insulsas melodías. 3)
Presenta la vida real, si bien lo hace frecuentemente con imágenes distorsionadas. La perspectiva del mundo de los adultos en la vida real es muy restringida para el niño. Ve a sus padres como papá y mamá, advirtiendo apenas sus relaciones como marido y mujer. Ignora en qué consiste ganarse la vida. Desconoce por completo. el tenebroso mundo de la calumnia, el dolo y el fraude. La televisión introduce al niño en este mundo compuesto con demasiada frecuencia por mujeres provocativas y padres alcohólicos; simpáticos y bien vestidos, delincuentes que burlan a sus anchas a la policía y criminales pertenecientes casi siempre a la clase baja. De vez en cuando, transmiten mensajes pobres: "no tengas en menos a tus amigos; no creas todo lo que se dice; el que la hace la paga; el éxito es lo único que importa". Es obvio que tal imagen parcial y fragmentaria confunde a los niños.
4)
Produce excitación. Ciertamente, niños y adultos la buscamos en numerosas formas de diversión: carreras de caballos, corridas de toros, cacerías, etcétera; pero la ubicuidad de la televisión y sus inagotables recursos la han llevado a extremos increíbles (Glynn, 1954). ¿Hasta dónde llegará? Es todavía demasiado pronto para preguntar qué considerarán sexualmente excitante los niños −expuestos ahora "masivamente" al sexo− cuando lleguen a ser adultos. No puede uno menos que inquirir: ¿destruirá o mellará la televisión la sensibilidad de los niños? ¿Llegará a aproximarse a la realidad de esta generación? El niño hoy en día se encuentra en posición peculiar: su experiencia se ha agotado de antemano. Poco queda que no haya visto y, sin embargo, su experiencia es vicaria o de segunda mano. La ha vivido a medias sin sentirla (Himmelweit, 1958).
5)
Fomenta la pasividad. ¿Qué esfuerzo debe desplegar el niño que contempla un programa de aventuras? ¿Qué espíritu crítico despiertan los conflictos resueltos por un apretón de manos, un beso o, lo que es peor, un revólver? La televisión inculca tanto a los adultos como a los niños la tendencia a la pasividad y a la receptividad, a ser alimentados y absorber lo que se les ofrece. Tales efectos aparecen ciertamente en otras situaciones. Lo amenazador de la televisión es su ubicuidad. Hay demasiada televisión y desde muy temprana edad. Si la madre perspicaz fomenta en el niño la independencia propia y el interés por la actividad, la televisión fomenta las tendencias opuestas. Hay acentuadas diferencias entre los juegos de policías y 'ladrones y los programas policíacos; entre asistir una vez a la semana al cine y el gesto fácil de prender en cualquier momento el aparato televisor.
6)
Atiza la violencia. No sólo no descarga la agresividad
7)
latente del espectador, sino que la aviva. Los programas han iniciado una carrera desenfrenada en pos de la violencia, cuyas proporciones futuras apenas pueden imaginarse. Un estudio realizado durante 10 años por Eson (1972) concluye que la contemplación de la violencia fomenta la agresividad posterior de los niños. El investigador no afirma que la violencia de la televisión sea el único factor, sino que es independiente de otros factores causales estudiados en el mismo periodo y contribuye más que la capacidad mental, conflictos paternos, estrato social, nivel de aspiración, raza y religiosidad.
8)
Sirve de distracción. Los lectores están familiarizados sin duda con el impulso de tomar una novela policíaca y escapar así de las tensiones de la vida real. De modo semejante, si los niños encuentran demasiadas presiones en el ambiente, experimentan la tendencia a escaparse de todo, sumergiéndose en la fantasía.
9)
Cumple los deseos; es decir, proporciona salida a impulsos que no pueden expresarse en la vida real. 99
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Es necesario realizar estudios a largo plazo sobre los efectos del ejercicio constante de la fantasía. ¿Insensibiliza ante la dureza y aridez de la realidad? impide al niño ensayar soluciones reales a los problemas? ¿Lo acostumbra a buscar refugio fácil? No es posible todavía responder satisfactoriamente a estas inquietantes cuestiones, tanto más delicadas cuanto que la televisión es maestra consumada en el arte de la fantasía. Tiene a su alcance los espléndidos recursos para hechizar la imaginación de niños y adultos. Los diarios relatan casos de chicos que franquean los linderos existentes entre la fantasía y la realidad, para ejecutar lo que vieron en la pantalla. Con frecuencia, los conflictos se resuelven por la agresión y los niños fácilmente dan el paso desde la fantasía a la realidad. Un estudio muestra que los niños ex-puestos a películas de violencia no cambian sus opiniones sobre la inmoralidad de tal conducta, sino están más prestos a recordarla en tiempo de conflictos y sienten inclinación a resolverlos mediante la violencia. Peor aún si el acto violento no es castigado. Otro estudio (Brodbeck, 1955) señala que, cuando un villano tiene éxito, los niños se identifican fácilmente con él y prefieren ser como él. En otras palabras, escogen cierto tipo de conducta que tenga éxito sin importarles sus consecuencias inmorales. Los programas que incluyen la moraleja de que cometer un crimen se paga, no inhiben la agresión. La conclusión que se desprende de los estudios citados es que el niño quiere asemejarse al villano fuerte más que al héroe débil; un final ético no neutraliza la influencia de un villano fuerte y atractivo (Zajonc, 19SQ). 10) Asusta a los niños. Es verdad que cierto tipo de violencia no los espanta, como cuando el Pato Pascual es perseguido o un cocodrilo devora al títere curioso. Las películas de vaqueros tampoco llegan a atemorizarlos, pues los niños presienten lo que va a suceder. Otras escenas, en cambio, despiertan el miedo en sus mentes, como cuando el personaje con el cual se identifican sufre algún daño, especialmente en lucha cuerpo a cuerpo. Algunos niños lloran al ver un perro herido. Igualmente espantables son las escenas que recuerdan al niño sus propios temores, sobre todo la soledad, el alejamiento de los padres y la oscuridad. Por desgracia, ciertos programas explotan los temas del cuarto oscuro, la sombra siniestra junto a la ventana y el cadáver ensangrentado, que infunden terror al niño, quien proyectará en el sueño sus propias preocupaciones. Otras situaciones producen miedos semejantes; pero la televisión resulta especialmente peligrosa a causa de la viveza y frecuencia de estas experiencias. 11) Cansa a los pequeños, más si los programas retrasan la hora de dormirse. La revista Time narra el caso de un grupo de niños de tres a trece años de edad pertenecientes a familias que se encontraban en una base aérea. Los niños sufrían de cansancio crónico, insomnio, dolor de cabeza y trastornos digestivos, síntomas a los cuales no se encontraba explicación satisfactoria. Un minucioso examen detectó que estos niños eran adictos a la televisión. Veían programas de tres a seis horas los días laborables y de seis a doce horas los sábados y domingos. El remedio fue sencillo: suprimir la televisión. 12) Rinaldi (1966) señala otra característica nociva de la televisión: sus héroes son personajes mágicos. Nada les sale mal a diferencia de los héroes reales y los de la literatura, cuya vida está tejida de triunfos y derrotas, alegrías y tristezas. 13) Característica especial de la televisión mexicana es la presentación de publicidad de tipos alejados de las características del país. México podría ser en los anuncios un país nórdico. La televisión desaprovecha un medio útil para promover la identidad nacional y enfoca su atención en un pequeño grupo. Así lo confirma una encuesta realizada por El Excelsior, el niño conoce mejor a los personajes de la televisión, como "Chespirito", "el Chapulín Colorado", etcétera, que a la realidad y los héroes nacionales. 100
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