SUICIDIO EN MAZAPAN - Killer Sick Zine #2

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UN DEDO EN EL CIELO Nadie sabe exactamente cuándo ocurrió, a qué hora o cuánto tiempo duró. Lo cierto es que casi toda la ciudad (por no decir la ciudad entera), presenció el hecho. Un acontecimiento al que pocos sobrevivieron y del que se acordarán por el resto de sus vidas. La mañana de aquel día otoñal no ofrecía un panorama muy distinto al de todos los días, excepto por un cielo gris, repleto de espesas nubes que prometían una inminente lluvia. Empezaron a asomarse algunos paraguas, y los trotes y corridas en busca de un techo protector del diluvio no se hicieron esperar. Y las puteadas y las caras de perro de los desprevenidos y rezagados tampoco. Ya las gotas eran gordas y pesadas, y el viento dejó de amenazar, para empezar a actuar con violencia y sin piedad. Los carteles volaban y las polleras se levantaban. Ya no quedaba mucho tiempo… Todos sabían muy bien que no se trataba de una simple lluvia de mitad de año. Lo denotaban sus caras, sus rezos y sus lágrimas… Sabían que era el fin. El fin que ellos mismos habían preparado y moldeado durante siglos. No había tiempo para pedir perdón ni elevar oraciones. Ya era demasiado tarde… PATER NOSTER, QUI ES IN CAELIS, SANCTIFICÉTUR NOMEN TUUM ADVENIAT REGNUM TUUM, FIAT VOLUNTAS TUA, SICUT IN CAELO ET IN TERRA. PANEM NOSTRUM COTIDIANUM DA NOBIS HÓDIE, ET DIMITTE NOBIS DÉBITA NOSTRA, SICUT ET NOT DIMITTÍMUS DEBITÓRIBUS NOSTRIS; ET NE NOS INDÚCAS IN TENTATIONEM, SED LIBERA NOS A MALO, AMEN. Y una grieta luminosa dividió el cielo. El firmamento se abrió lentamente, y un silencio agónico y desesperado lo invadió todo. Era el momento… De aquella grieta surgió una mano, gigante, pesada, maltratada. Cerró su puño, y sólo un dedo, el del medio, permaneció firme y erecto. Era el dedo del juicio final. Todo indica que ese fue el principio del fin.

EZEKIEL MALAMORTE




EMBRIAGAOS

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Hay que estar siempre ebrio. Todo consiste en eso, es el único tema. Para que no sintáis la horrible carga del tiempo que os destroza los hombros y os inclina hacia el suelo, tenéis que embriagaros siempre. ¿Pero con qué? Con vino, poesía o virtud; a vuestro gusto, pero embriagaros. Y si a veces, en las escalinatas de un palacio, en la verde hierba de una zanja o en la triste soledad de vuestro cuarto, os despertáis con la embriaguez disminuida o desaparecida, preguntad al viento, a la ola, a la estrella, al reloj, a las aves, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla; preguntad qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el reloj y las aves os responderán: “¡Es hora de embriagarse! Para no ser los esclavos del tiempo, embriagaos, embriagaos constantemente. De vino, de poesía o de virtud; a vuestro gusto”.

CHARLES BAUDELAIRE (XXXIII - EL SPLEEN DE PARIS, 1869)

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SOBRE EL TRÁFICO HUMANO EN LA VÍA PÚBLICA (PARTE I) Odio a los viejos, a los niños, a las mochilas-carrito y a todo aquello que me impida transitar libre y pacíficamente por la vía pública. Caminar por la calle y tener que soportar a la vieja que se detiene bruscamente EN EL MEDIO de la vereda para admirar el pantalón floreado de una vidriera. Pantalón que la vieja nunca va a poder lucir ya que tiene el culo más grande que un angar y el pantalón es talle 38. En el intento de frenar y esquivar a la geronte, te encontrás con el que viene de frente, que del empujón que te pega, terminás con el hombro mirando al sudoeste. ¿Qué hacer? ¿Cómo reaccionar? ¿Agarra a la vieja de los pocos pelos que le quedan, tirarla al piso y bajarle los postizos de un puntinazo? Suena tentador, mas eso conllevaría a terminar en la comisaría más cercana al lugar del hecho intentando explicarle al G.I. Joe lo mierda que es este país y cuán pelotuda está la gente. éro no valdría la pena, porque es policía. No lo entendería. Más adelante seguramente te encuentres con "Mamá Boluda" e "Hijo Pelotudo" y su mochila-carrito, el invento más antihumano y molesto jamás creado por el hombre (y eso que hay varios...) Es absolutamente innecesario ponerle ruedas a un mochilón, más aun teniendo en cuenta que en su interior sólo hay tres lápices, un manual de inglés que el niño jamás va a terminar de entender y un cuaderno de comunicaciones plagado de resentimientos por parte de las autoridades escolares... Esa mochila termina cumpliendo la única función de romperle soberanamente las pelotas a los transeúntes que se encuentran detrás, despertando en éstos unas ganas instintivas de matar tanto al niño como a la madre y revolear el carrito de mierda a lo más recóndito del planeta... Señora, por favor, no le compre esas mochilas del orto a su hijo... Señora, olvídese de ese pantalón. Su culo está grande. Y mis pelotas también. Siga caminando, por favor... EZEKIEL MALAMORTE




RAUL BARÓN BIZA - Carta al Papa Pío XI

A S.S. el PAPA PIO XI: Señor: Vengo hasta Vos, sin la humildad del creyente, ni la insolencia del ateo. Me acerco a tu trono, con toda la serenidad de un sacerdote de sí mismo. No soy un extraño para los de vuestra casa, ni entro a ella amparado en la tarjeta complaciente de un secretario cardenalicio. Embajador de mis Ideas, vengo a presentaros mis credenciales. Dos millones de francos que me fueron arrancados por los que allá en Buenos Aires, la ya conquistada ciudad por tus huestes, ofician la santa misa y bendicen vuestro nombre todos los días... Dos millones que cayeron en sus arcas, que son también las tuyas y que tuve que entregarlos al conjuro de la memoria de un ser, para mí sagrado... Como consecuencia de esa donación, con la que se ha construido parte de un colegio de cuyos fecundos rendimientos financieros, tendrás, Señor, conocimiento, se me ha acordado el derecho de disponer de dos becas vitalicias... No las acepto y os las devuelvo, porque mi conciencia me niega autorización para utilizarlas. Ella, no quiere complicarse en el crimen de desviación espiritual que allí se consume. Esa donación fue hecha, Señor, para beneficio de los niños pobres, no para especulación de los pocos céntimos de sus padres obreros. Fue Señor, confiada solamente en vuestra teoría, tuvo por sola garantía la palabra de vuestro enviado y la fe que pretendieron inculcarme


mis mayores. Junto a mi dinero, muchos millones más agregaron a los míos... Ya veis, Señor, que en esta cruzada no soy caballero sin honra y sin escudo... Si no mediasen las circunstancias apuntadas, que me otorgan tal derecho, no atravesaría yo, rumbo al Vaticano, la columnata circular de la plaza de San Pedro. Y así como todos los que hasta Vos llegan os ofrecen sus presentes, yo también quiero, sobre la bandeja de mi alma, dedicaros el de mi fe, mi fe herida, triste, andrajosa, condensada en las líneas de un libro cuyas palabras fueron dictadas a mi corazón por los Dioses, los solos Dioses, que guían la caravana de la Humanidad: lo innoble y lo grotesco... Libro triste Señor, rebelde, escrito para los que gimen y para los que sufren bajo el peso de su cruz, cual modernos nazarenos... Libro que ha de recordarte Señor la mentira de vuestros oropeles, la falsedad de vuestra prédica, libro que tendrá la cualidad afrodisíaca de recordarte como a los eunucos que no todo es oro y que existe el placer de poseer la vida. Libro que ha de cantaros el verso penoso de la Verdad; el que vuestros siervos se niegan a modular... Palabras salvajes que rugen realidades, que copiaron sus bramidos a la tormenta del Gólgota, en la noche sin luna de la gran injusticia y que si fueran cantadas en tus iglesias romperían las lengüetas de tus armoniums y estremecerían los restos de tus santos. Y para que tus porteros lo dejen pasar, para poder atraer tu atención, para que él sea una nota relevante de brillo en el salón entristecido de tu biblioteca oscura; he revestido de plata su portada. Os lo entrego pensando que, como Señor de la Iglesia, forzado por el ritual de tus pontificaciones, tal vez harás llegar hasta mí el saetazo de tu excomunión, pero convencido que, como hombre, cuando te asomes a tu propio corazón en plena desnudez espiritual, en la hora sin testigos, vis a vis con tu yo íntimo y te confieses ante el Cristo andrajoso y ensangrentado que llevas dentro de ti mismo... me tenderás tu mano... me pedirás ayuda. RAÚL BARÓN BIZA París, 1930. (Carta enviada por el mismo Barón Biza al Papa Pío XI junto a un ejemplar de El Derecho de Matar).

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