Palmeras Porteñas

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Fabio Márquez Jorge Fiorentino

colección azulejo

PALMERAS PORTEÑAS

BIODIVERSIDAD URBANA


MAR 570

Márquez, Fabio - Fiorentino, Jorge Palmeras porteñas / Fabio Márquez -1ª ed.- Buenos Aires 52 p. 15 cm. (Colección Azulejo; N° 3)

Contacto: marquez.fabio@gmail.com


PALMERAS PORTEร AS

Fabio Mรกrquez Jorge Fiorentino

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ÍNDICE

Introducción

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Historia

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Descripción

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Paisaje

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Otras consideraciones

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Fichas

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Glosario

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Bibliografía

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PRESENTACIÓN Las palmeras son protagonistas de la historia de nuestra ciudad desde hace mucho tiempo. Su presencia escueta les da un valor particular y distintivo al resto de la vegetación presente. Testigos de la historia porteña y nacional, ya sea en la Plaza de Mayo o en la entrada de algún centenario edificio público, ofrecen un valor ornamental exótico y significativo. Este nuevo cuaderno acerca información para comprender otro aspecto de la composición de la diversidad biológica que posee nuestra ciudad. Es nuestro deseo que sirva para aportar nuevos elementos de valoración del patrimonio natural que poseemos todas las vecinas y vecinos que habitamos la Ciudad de Buenos Aires.

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INTRODUCCIÓN Esta publicación se complementa con el cuaderno N° 1 de esta misma Colección Azulejo, extendiendo la divulgación acerca del material vegetal existente en los espacios públicos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Con las mismas premisas de acercamiento de información, sobre la composición de la diversidad biológica existente en la ciudad, este librito propone una aproximación a esta familia vegetal tan particular. La naturaleza nos regala infinitas obras de arte desarrolladas a través de millones de años de evolución. A las palmeras también podemos apreciarlas como objetos artísticos que embellecen la ciudad, para el disfrute de los que vivimos en ella y para los visitantes circunstanciales. Como toda obra de arte hay que sensibilizarse para asimilarla y poder valorar todo lo que nos ofrece. Si nos permitimos una pausa para observar contemplativamente una palmera en la ciudad, mirándola atentamente y compenetrándonos con su forma, textura y volumen, la percibiremos como un ser vivo muy especial. Resulta difícil asociarla a otros elementos vegetales como árboles o arbustos. Acercándonos y apoyando la palma de la mano en su tronco, miraremos hacia arriba para jugar a descubrir que emociones nos provoca. Si bien esta propuesta de aproximación es viable a cualquier otro elemento de la naturaleza, en el caso de las palmeras merece una atención especial ya que encontrándolas siempre en la ciudad, generalmente no nos damos la oportunidad de apreciarlas en su real magnitud. Ninguna de las palmeras porteñas posee cocos comestibles o dátiles almibarados, —elementos que asociamos indefectiblemente a ellas—, por lo que su presencia ha sido exclusivamente ornamental. En el habla popular se expresan frases como “estar colgado de la palmera” o “haber si te ubicás en la palmera”, como referencias metafóricas a situaciones de personas con poco sentido de la ubicación. Reconociéndolas y aprendiendo a apreciarlas, podremos disfrutarlas en cuestiones más concretas, como el vivir en una ciudad que posee este patrimonio natural.

Av. Sarmiento (parque Tres de Febrero) con las alineaciones de pindó a fines del siglo XIX.(1)

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HISTORIA Las palmeras no son un componente natural distintivo de la flora original de la zona de nuestra ciudad, aunque una de ellas, la pindó (Syagrus romanzoffiana), alcanzó las cercanías, pudiendo encontrársela de manera aislada en el área que hoy ocupa Buenos Aires. Esta especie estaba distribuida a lo largo del río Paraná, desde Misiones hasta el Delta. Uno de los brazos del mismo, recibió el nombre de Paraná de las Palmas, por la existencia de numerosos ejemplares, hoy desaparecidos por la acción del hombre. Palma es un sinónimo de palmera que actualmente se utiliza poco. La incorporación de palmeras en la trama urbana, principalmente tuvo que ver con la introducción de especies foráneas que fueron traídas hacia la mitad del siglo XIX, por particulares que la cultivaron en sus propiedades como un elemento vegetal exótico. Un poco más tarde, fueron utilizadas en la formación de los espacios verdes públicos, siempre en cantidades relativamente limitadas, frente al resto de los componentes botánicos. Sin embargo, la primera palmera utilizada a gran escala en el espacio público fue la pindó, ya que en el Delta se disponía de grandes cantidades de ejemplares con importante altura, eligiéndolas por la rapidez con la que constituye paisaje de manera vertical. Plaza de Mayo fue rodeada por numerosas pindó en alineaciones paralelas a las veredas perimetrales. Otro antecedente histórico del empleo de las pindó tuvo a Domingo Faustino Sarmiento como protagonista, quien habiendo concluido su mandato presidencial, se dedicó con entusiasmo a la creación del parque Tres de Febrero. Es en esta circunstancia que, entre tantas acciones, decide plantar palmeras pindó a ambos lados de la avenida principal de acceso al parque, —que actualmente es la avenida Sarmiento— y que, a partir de entonces, pasó a denominarse avenida De las Palmeras o De las Palmas. El fracaso de muchas de ellas hizo que los detractores de la obra del sanjuanino, las denominaran como “las escobas de Sarmiento”, ya que las mismas se mantuvieron erguidas con sus hojas secas bastante tiempo. Posteriormente, —según cita la

Plaza de Mayo rodeada por pindós, plantadas en la gestión de Torcuato de Alvear (foto de 1889).(1)

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memoria municipal del año 1912—, parte de estas palmeras son preparadas para ser transplantadas a otros sectores del parque Tres de Febrero, permaneciendo solamente algunos ejemplares ubicados al este de la actual avenida Del Libertador. En el empleo de las palmeras en espacios públicos, debemos mencionar a las palmeras fénix (Phoenix canariensis) existentes en la Plaza de Mayo, las que datan de fines del siglo XIX. En 1883, siendo intendente de Buenos Aires Torcuato de Alvear, compra la Recova que dividía en dos a la actual Plaza de Mayo (entonces eran dos plazas, Victoria y 25 de Mayo) y ordena su demolición, que es realizada en tan solo cinco días. La tarea también incluía la tala de los árboles y palmeras que rodeaban la plaza, pero las palmeras no fueron retiradas. Cuando Carlos Thays la interviene paisajísticamente, originando las trazas que aún perduran, transplantó algunas de ellas al parque Tres de Febrero, dejando las restantes en el sector donde hoy se encuentra la Pirámide de Mayo (cuando esta se implantó en el lugar actual, las mismas fueron retiradas) y agregó ocho fénix distribuidas simétricamente, que hoy alcanzan una altura monumental. Las fénix son las palmeras exóticas utilizadas desde hace más de un siglo con mayor asiduidad, tanto en parques públicos como privados, encontrándose escapada de cultivo, actuando como especie invasora en la región. Siendo las aves las transportadoras, ingeriendo sus frutos para luego evacuar las semillas. Otra especie exótica bastante popular desde fines del siglo XIX, ha sido la Washingtonia filifera, de la que podemos encontrar individuos añosos de gran altura tanto en espacios públicos como privados. Fue en épocas relativamente recientes que se generalizó cierta utilización de las palmeras, especialmente en el ámbito privado, en parte por la idea banal de querer imitar escenarios que se plantean en geografías tropicales, como imaginario popular de lugares paradisíacos. Llegando a utilizarse sobremanera y con dudoso gusto.

La Plaza de Mayo a fin del siglo XIX, con la remodelación de Carlos Thays recién realizada.(2)

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DESCRIPCIÓN Las palmeras constituyen un elemento singular dentro del paisaje urbano de nuestra ciudad. Con una frecuencia sumamente baja, en lo que a la totalidad del patrimonio verde respecta y localizadas habitualmente dentro de los espacios verdes urbanos, se destacan por su aspecto característico que las hace únicas, entre todos los componentes del reino vegetal: un tronco erguido, cilíndrico, de igual diámetro en casi toda su extensión, coronado por un penacho de hojas en su extremo, habitualmente de gran desarrollo, sostenidas por pecíolos de mayor o menor tamaño. Debemos aclarar que la palmera no es un árbol. Existe una confusión popular, estimulada por la existencia de bibliografía que describe a las palmeras como si las mismas se tratasen de árboles, cuando en realidad los árboles y las palmeras tienen características específicas que los diferencian. Resulta también bastante común encontrar que se denominen como palmeras a ciertas especies de monocotiledóneas e incluso de gimnospermas, pertenecientes a familias diferentes, por el solo hecho de presentar un aspecto similar, es decir, poseer un solo tallo coronado por un rosario de hojas, tales como las dracenas (Dracaena sp.), cordilines (Cordyline sp.) o las cicas (Cycas revoluta). En principio y para que no queden dudas al respecto, las palmeras pertenecen a la clase monocotiledóneas. Son plantas que en su semilla poseen un solo cotiledón u hoja embrionaria (recordar germinación de la semilla de maíz en la escuela), mientras que todos los árboles pertenecen a la clase dicotiledóneas, o sea con dos cotiledones en la semilla (germinación escolar de la semilla de poroto). Las palmeras son vegetales de aspecto leñoso, provistas mayormente de un solo estípite, que es como se denomina a su tronco, o en menor grado de varios estípites, siendo en ambos casos no ramificados, salvo contadas excepciones, tal el caso de algunas palmeras africanas pertenecientes al género Hyphaene. Este estípite se puede presentar liso, anillado, con

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indumento fibroso o con cierta rugosidad producto de los restos de las hojas que ya han caído que perduran en el tronco. Su estructura anatómica diferente al de las especies leñosas que se denominan árboles y arbustos, hace que su “madera“ no tenga las características de estos últimos. En lo que respecta a su tamaño, el mismo puede ser prácticamente nulo o inexistente, tal el caso de las palmeras acaules o sin tronco (a significa privativo y caule es la denominación en latín del tronco), hasta estípites que pueden alcanzar alturas que sobrepasan los veinte metros. Su diámetro puede variar según las especies de que se trate, desde unos pocos centímetros hasta valores mayores al metro. No obstante, las palmeras que tienen estípite pasan los primeros años de crecimiento como si no lo tuvieran, ya que este período es empleado por la planta para el desarrollo en grosor de su tallo, el que posteriormente se mantendrá prácticamente invariable durante toda la vida de la palmera. Es también en esta etapa en la que las palmeras pueden ocasionar inconvenientes cuando están ubicadas en lugares de tránsito peatonal, ya que sus enormes hojas pueden dificultar el mismo e incluso ser peligrosas por la presencia de espinas en partes foliares. Las hojas, que siempre son perennes (ya que permanecen más de una estación de crecimiento), llegando a subsistir sobre la planta durante muchos años, son habitualmente de gran tamaño y por su aspecto se las denomina palmadas, por su analogía con la forma de la palma de la mano o pinnadas por su similitud con una pluma (del latín penna). La lámina de la hoja, es decir su parte laminar principal, rara vez se presenta completa sino más bien como hendida, tal el caso de las palmeras de hoja palmada en la que la misma se encuentra particionada en segmentos o bien dividida en fragmentos más o menos lineares y uniformes denominados pinnas, que es lo típico en las palmeras de hojas pinnadas. Estas hojas se encuentran unidas al cuerpo principal de la palmera por pecíolos de desarrollo variable, en algunas ocasiones

Conjunto de washingtonias en la plaza Brig. Gral. J. Facundo Quiroga, parque Tres de Febrero.

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acompañados por la presencia de espinas en sus márgenes. Las hojas se desarrollan a partir de una única yema apical, que se encuentra protegida por la base de todas las hojas. Es sumamente vital para esta clase de vegetales proteger este único centro activo de crecimiento, ya que su pérdida implica la muerte del ejemplar, tal como ocurre cuando se cosechan las yemas de las palmeras denominadas palmito (Euterpe edulis), para la comercialización del alimento de igual denominación. De hecho, la protección proporcionada por la base de las hojas es tan efectiva que muchas veces les ha permitido sobrellevar incendios naturales o provocados a ejemplares que después de haber perdido todo su follaje vuelven a rebrotar. Sus flores no son solitarias sino que se agrupan en inflorescencias (conjunto o agrupación de flores), que en el caso de las palmeras que nos ocupan son laterales y consideradas individualmente, las flores son generalmente unisexuales pudiendo hallarse en un mismo pie o en plantas distintas (pies femeninos y pies masculinos). Las flores que son de pequeño tamaño son habitualmente poco vistosas si se las considera en forma individual, cobrando interés cuando se las contempla en conjunto dada su uniformidad cromática. Constituyen una colorida nota temporal que luego continuará con frutos carnosos de colores y tamaños variados, según la especie de palmera de que se trate. Vale mencionar que la semilla más grande de todas las especies vegetales del mundo pertenece a una palmera cuyo nombre científico es Lodoicea maldivica, comúnmente denominada coco de mar, originaria de las islas Seychelles y Maldivas (ubicadas en el océano Índico), que llega a pesar hasta veinte kilogramos y que por su aspecto se la denomina vulgarmente “culo de negra”. Las flores están protegidas por una hoja modificada, denominada espata, en ocasiones leñosa y de grandes dimensiones, que frecuentemente puede observársela caída al pie.

Entrada principal al cementerio de la Chacarita, con dos fénix en su frente.

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Otra característica peculiar de las palmeras, es la particularidad de su sistema radicular constituido por numerosísimas raíces de aspecto fibroso y tamaño similar, que exploran un volumen del suelo muy próximo al estípite y que posibilitan por tal causa efectuar transplantes de ejemplares adultos con excelentes posibilidades de éxito, gracias a la posibilidad de conformar y consolidar un terrón de transplante que contenga una gran cantidad de raíces en un volumen discreto. Para graficar con mayor claridad las raíces de las palmeras, podemos compararla con una brocha de afeitar invertida. Cuando se transplanta una palmera es aconsejable colocar un colchón de maíz amarillo en el fondo del hoyo donde va a ser implantada, para favorecer la adaptación al nuevo emplazamiento. Es muy importante el correcto turorado, especialmente en aquellas palmeras que poseen un estípite con cierta altura, por un período de por lo menos un año. En las fotografías de las páginas 26 y 28 se pueden apreciar distintos tipos de tutorados de palmeras, siendo muy diferentes al tutorado de árboles. En el mundo existen alrededor de cuatro mil especies de palmeras. Dentro de esta amplia familia denominada en la actualidad como Arecáceas y anteriormente Principales, Palmáceas o Palmeras, sólo se hace referencia en esta publicación a aquellas especies que encontramos con mayor o menor asiduidad en los espacios públicos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (parques, plazas o veredas). Partiendo de esta divergencia básica y fundamental existen otras diferencias morfológicas que se enumeran a continuación: Los árboles tienen madera, las palmeras no. La constitución anatómica de los tejidos del tronco de los árboles, es muy diferente al de las

Dos fénix en la barranca de la plaza San Martín de Tours en una mañana brumosa, Recoleta.

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palmeras ya que éstas últimas no presentan la estructura de anillos de crecimiento anuales, que al dejar de ser funcionales se transforman en madera. Para hacerlo más sencillo, del tronco de los árboles podemos hacer tablas, del de las palmeras no. Los árboles tienen ramificaciones, las palmeras habitualmente no. Las palmeras no tienen ramificaciones, salvo en especies excepcionales ya citadas (sin presencia en nuestra ciudad). A diferencia, los árboles tienen numerosísimos puntos activos de crecimiento (yemas), que al crecer desarrollan ramas de distintos órdenes que constituyen la forma y estructura característica de cada especie. Las palmeras en cambio, sólo poseen una sola yema apical, conformando la imagen característica de un tronco o estípite con un grupo de hojas dispuestas radialmente en su extremo, su pérdida provoca la muerte sin posibilidad de rebrotar. Los árboles poseen puntos activos de crecimiento en el extremo de cada rama y posibilidad de rebrote, aún ante la pérdida de todas ellas, sean éstas yemas apicales o axilares. Los árboles tienen crecimiento en grosor del tronco, las palmeras no. El crecimiento secundario de los árboles es el que provoca el aumento en grosor de tronco y ramas. Las palmeras en cambio, habitualmente poseen el mismo grosor de tronco desde el inicio de su crecimiento, ya que carecen del tejido meristemático de crecimiento denominado cámbium, que es el responsable del crecimiento en grosor del tronco de las leñosas durante toda su vida. Las raíces de las palmeras presentan características propias. Las raíces de los árboles tienen un sistema de crecimiento con ramificaciones y crecimiento secundario similar al de la parte aérea, a diferencia de las palmeras que presentan raíces de aspecto y tamaño muy similares entre sí, sin crecimiento en grosor. Alineaciones de pindó en el paseo De los Derechos Humanos, parque Indoamericano, Villa Soldati.

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PAISAJE En el paisaje urbano de la Ciudad de Buenos Aires, las palmeras ocupan un lugar trascendente. A pesar de no ser muchas, su importante presencia las convierte en las protagonistas del espacio del que participan. Muchas de nuestras plazas y todos los parques de nuestra ciudad cuentan con su presencia dentro del patrimonio verde que albergan. Habitualmente se la ha utilizado aislada, donde reluce por la fuerza de su imagen y el profundo contraste que se establece con el resto de la vegetación, aunque también se las ha utilizado conformando agrupaciones mono o multiespecíficas (palmeras de una sola o varias especies). También se las ha empleado en ciertos lugares especiales difiniendo alineaciones. Resulta menos frecuente su utilización conformando macizos, ya que este tipo de estructura anula prácticamente la imagen individual de cada ejemplar, desaprovechando entonces la característica más significativa que motiva e implica el uso de palmeras en el paisaje. Llegan también a ocupar espacios reservados al arbolado de alineación de vereda, mediante plantaciones efectuadas por cuenta de los propios vecinos o frentistas, los que en muchos casos, interpretan el empleo como signo de ostentación, ya que las palmeras en general admiten ser transplantadas en estado adulto, generando “paisaje instantáneo“, situación que por lo general no se produce al utilizar otro tipo de vegetales de gran porte definitivo. Quizá actualmente existe un abuso en la utilización de palmeras, especialmente en la órbita privada. Aparece en situaciones tan insólitas, que constituyen una negación de los valores intrínsecos del paisaje y un menoscabo de éste, queriendo transculturizar un elemento que no siempre se adapta a su entorno, más allá de las propias y valiosas características estéticas y ornamentales que sin lugar a dudas las mismas poseen. Las palmeras son esencialmente aportadoras de verticalidad, como columnas sobre la tierra que soportan con su penacho de hojas al cielo por techo.

Vista parcial de la Plaza de Mayo, donde se aprecian las fénix plantadas por Thays.

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Conjunto de palmeras en el parque Gral. Paz, Saavedra. 25


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OTRAS

CONSIDERACIONES

Las características morfológicas de las palmeras son diferentes del resto de las especies vegetales que se emplean en la construcción del paisaje urbano. De por sí, no resultan convenientes para utilizar en el arbolado de veredas, porque no proporcionan los beneficios ambientales de los árboles. Pensemos que una de las funciones más reconocidas de los árboles urbanos es la de ofrecer sombra (entre otras), la que es mínima en el caso de las palmeras. Además sólo podrían utilizarse ejemplares adultos, dado que el empleo de plantas jóvenes dificultaría la transitabilidad por la presencia de hojas a nivel peatonal. Existe el agravante de que la caída de las hojas de ejemplares adultos, casi siempre de grandes dimensiones, puede ocasionar daños importantes. Por todo esto, las palmeras cumplen básicamente un rol ornamental y su uso debería ser restringido a los espacios verdes. Resulta notable la constitución del sistema radicular, conformado por infinidad de raíces de aspecto suculento y similar desarrollo, que se concentran en un volumen de suelo muy próximo al individuo, esta característica permite realizar el transplante de grandes ejemplares con gran factibilidad de éxito, por la posibilidad de conformar un terrón de transplante que conserve gran cantidad de raíces. Esta propiedad, de posibilitar el transplante de ejemplares adultos, ha resultado en contra del hábitat natural de nuestras palmeras silvestres, que han sido diezmadas para su comercialización. Las raíces además, presentan actividad solamente durante la estación cálida, siendo por ello aconsejable efectuar los transplantes, cualquiera sea el tamaño que se trate, en primavera o en pleno verano, para lograr un inmediato enraizamiento del nuevo ejemplar. Si bien es poco frecuente la pérdida de palmeras por causa de enfermedades o plagas, merecen destacarse por su agresividad algunas situaciones que pueden ser terminales. Las palmeras son bastante rústicas con respecto a su estado fitosanitario, pero son atacadas por algunas plagas que pueden ser fatales, como las que mencionamos a continuación:

Pindós jóvenes recién plantadas (tutoradas), en el parque de Flora Nativa Benito Quinquela Martín.

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Vaquita de la palmera (Coraliomela quadrimaculata o C. brunnea): este coleóptero en su estadío adulto pone huevos en la base y las larvas suben a las hojas. Producen dos generaciones anuales, una en primavera y otra en verano y se la combate pulverizando con acefato, especialmente en primavera. Ataca especialmente a las fénix y pindó, produciendo perforaciones en las pinnas y reduciendo la superficie foliar, generando un atraso en el desarrollo de la planta. La intensidad del daño está relacionada con la cantidad de larvas presentes, que pueden llevar a la muerte a la palmera. Hay dos tipos de oruga que son particularmente dañinas para las palmeras. Ambas son conocidas vulgarmente como “orugas de las palmeras“ y sus características son las siguientes: Opsiphanes invirae amplificatus: es una mariposa que en su estadío de oruga (de color verde, cubierta con pelos sedosos y cuernos en su cabeza), produce agujeros en las hojas jóvenes que luego, cuando se despliega la hoja adulta, perdura agujereada reduciendo la superficie fotosintetizadora. En este caso se recomienda pulverizar piretroides. Paysandisia archon: es una polilla cuyo nombre científico alude a la ciudad de Paysandú en la hermana República Oriental del Uruguay, que es donde se detectó por primera vez. Las larvas de esta polilla de color blanquecino se encuentran en el interior de las pinnas de las hojas formando galerías, siendo el adulto una polilla de color castaño oliva con alas posteriores anaranjadas, de aproximadamente siete a diez centímetros de expansión alar. Esta plaga provoca que las nuevas brotaciones de hoja sean dañadas en lámina y pecíolo, provocando el quiebre de las nuevas hojas y con ello la pérdida de superficie fotosintetizadora necesaria para el crecimiento y desarrollo de la palmera. Estos ataques suelen ser bastante graves

Fénix adultas transplantadas y tutoradas, Av. 9 de Julio, plazoleta Yitzhak Rabin.

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sobre todo en el caso de palmeras jóvenes recién implantadas, y pueden llevarla a la muerte por desnutrición. Se la combate con clorpirifós y acefato. Las palmeras también pueden padecer podredumbre, provocada por hongos presentes en el suelo que pudren las raíces, evidenciándose por el amarillamiento de las hojas y el ablandamiento del estípite. En este caso no hay vuelta atrás ya que es irreversible la muerte de la palmera, teniendo que retirarla y luego poner cal en la tierra dejando pasar un tiempo de hasta dos años, antes de volver a plantar otro individuo. El otro enemigo implacable que poseen algunas palmeras resulta un tanto más sofisticado y de un proceso mucho más lento. Está focalizado en una especie arbórea nativa denominada Ficus luschnatiana, de nombres vulgares higuerón, agarrapalo o iba-poí. Este pariente de los más cotidianos gomeros y Ficus benjamina, tiene la particularidad de que sus semillas transportadas en el tracto digestivo de los pájaros que ingieren sus frutos, pueden germinar y desarrollarse sobre el cuerpo de las palmeras sin contacto con el suelo. Las palmeras más atacadas son aquellas que presentan troncos con rugosidades por la persistencia de partes foliares, tales como las fénix y las yatay, que favorecen la instalación y posterior germinación de la semilla que, en principio podrá vivir a expensas de la humedad y los nutrientes que el sitio le proporciona para luego ir desarrollando un sistema radicular que crecerá hasta arraigarse en el suelo y comenzar entonces a formar su estructura arbórea, abrazando y estrangulando a su huésped durante un tiempo prolongado hasta provocar su muerte. Este proceso que suele durar muchos años puede ser visto en distintas etapas en diferentes paseos de la ciudad de Buenos Aires, e incluso en su plaza más emblemática, la Plaza de Mayo, donde existe actualmente una palmera fénix afectada por esta especie. Vaya paradoja que la única especie nativa que se encuentra en la Plaza de Mayo, es el nativo higuerón estrangulando una exótica fénix. Un “agarrapalo” prendido de una fénix en Plaza de Mayo.

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FICHAS

DE

PALMERAS

Las palmeras que figuran en las fichas son las que pueden encontrarse, con diverso grado de asiduidad, en espacios públicos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Las claves de identificación han sido resumidas y con lenguaje accesible para facilitar la búsqueda.

Claves de las palmeras descriptas en las fichas Hojas Palmadas Pecíolo sin espinas Hojas color verde oscuro brillante, péndulas, copa esferoidal. Trachycarpus fortunei Hojas color verde agrisado o glauco, rígidas, copa esférica. Estípite simple o múltiple. Trithrinax campestris Pecíolos con espinas Multicaule, de hojas verde agrisado, medianas, rígidas, con segmentos bífidos. Chamaerops humilis Palmeras monocaules Hojas de 0,90 a 1,50 m de largo, con estípite de 0,30 m de diámetro, engrosado en su base. Livistona chinensis Hojas de 2 m de largo, con estípite cilíndrico liso, muy desarrollado. Estípite de 0,60 a 1 m de diámetro. Washingtonia filifera Estípite menor a los 0,60 m de diámetro. Washingtonia robusta Doble alineación de yatay en la plaza Monseñor Laffite, Monte Castro.

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Hojas Pinnadas Pecíolo sin espinas Pinnas de las hojas dispuestas en varios planos alrededor del raquis. Color verde claro, estípite liso, cilíndrico de 0,30 a 0,60 m de diámetro. Syagrus romanzoffiana Pinnas de las hojas dispuestas en dos planos, color verde oscuro, pecíolo terminado en vaina abrazadora. Estípite liso y cilíndrico, no mayor de 0,20 m de diámetro. Archontophoenix cunninghamiana Pecíolo con espinas Pecíolo bien notable, con pinnas dispuestas en dos planos formando una “V”. Butia yatay / B. capitata Pecíolo muy corto con pinnas dispuestas casi en 180°. Palmeras multicaules Estípites curvos delgados de 6 a 8 m de altura y 0,10 a 0,12 m de diámetro. Phoenix reclinata Estípites rectos de 8 a 12 m de altura y 0,20 a 0,50 m de diámetro. Phoenix paludosa Estípite grueso Hojas verde oscuro, anchas y densas. Estípite alto y grueso. Phoenix canariensis Hojas recurvadas, grisáceas y semidensas. Estípite alto y de grosor medio. Phoenix sylvestris 35


Nombre vulgar:

Palmera china o excelsa

Nombre científico: Trachycarpus fortunei

Origen:

Este y centro de China.

Altura:

De 8 a 10 m.

Follaje:

Hojas palmadas de 0,50 a 1 m de diámetro con pecíolo de igual longitud. Color verde oscuro brillante en su haz y ceniciento en su envés.

Estípite:

Monocaule, cubierto por fibras negras provenientes de la base de los pecíolos.

Frutos:

Arriñonados, negros, de alrededor de 1 cm de largo.

Observaciones: Muy decorativa en sus primeros años, condición que va perdiendo con el correr del tiempo, a medida que la copa se va reduciendo a un penacho superior. Es una de las palmeras que mejor tolera el frío, aunque son sensibles los ejemplares jóvenes. Es de crecimiento medio.

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San Nicolás al 3500, esq. F. Beiró, Villa Devoto.


Nombre vulgar:

Caranday

Nombre científico: Trithrinax campestris

Origen:

Centro y oeste de la Argentina, llegando por el este hasta Entre Ríos y oeste del Uruguay.

Altura:

De 4 a 10 m.

Follaje:

Hojas palmadas, rígidas y punzantes de 40 a 80 cm de diámetro y pecíolo de igual longitud. Color verde glauco. Por la disposición de sus hojas su copa presenta un aspecto esférico.

Estípite:

Monocaule o multicaule, cubierto por los restos de las hojas viejas.

Frutos:

Globosos, pardo amarillento de 2 cm de diámetro.

Observaciones: El resto fibroso de sus hojas era utilizado en tapicería (crin vegetal). Forma hermosos palmares naturales en la provincia de San Luis (Palmar de Papagayos), y en las regiones serranas de Córdoba. Es de crecimiento lento.

Jardín de Invierno, parque Tres de Febrero.

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Nombre vulgar:

Palmito europeo

Nombre científico: Chamaerops humilis

Origen:

Cuenca del Mediterráneo.

Altura:

2 a 3 m.

Follaje:

Hojas palmadas, rígidas de 60 a 90 cm de diámetro, con los segmentos bífidos y pecíolos de 50 cm, con espinas color verde glauco.

Estípite:

Multicaule, de aspecto cespitoso por la presencia de estípites de distinta altura.

Frutos:

Globosos de color amarillentocastaño.

Observaciones: Palmera de aspecto arbustivo y crecimiento lento, pero muy rústica en cuanto a necesidades para su cultivo, pudiendo desarrollarse incluso en condiciones de media sombra.

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Parque Rivadavia, sobre Av. Rivadavia.


Nombre vulgar:

Latania

Nombre científico: Livistona chinensis

Origen:

China, Japón, Taiwán.

Altura:

Habitualmente entre 3 y 6 m, pudiendo llegar hasta los 10 m.

Follaje:

Hojas palmadas de 1 a 2 m de diámetro con la extremidad de los segmentos péndulos y pecíolo espinoso de hasta 1 m de largo color verde brillante.

Estípite:

Monocaule, anillado con restos de bases foliares en su parte superior. Diámetro: 30 cm con base algo más gruesa.

Frutos:

Alargados de 15 a 20 mm, azulados.

Observaciones: Palmera de muy lento crecimiento, lo que ha ido en detrimento de su difusión, siendo más utilizada como especie de interior, en virtud de su lento desarrollo.

Parque Lezama.

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Nombre vulgar:

Washingtonia

Nombre científico: Washingtonia filifera

Origen:

California y norte de México.

Altura:

De 8 a 20 m.

Follaje:

Hojas palmadas grandes, de más de 2 m de diámetro, con segmentos filamentosos largos y colgantes. Pecíolo largo con espinas. Color verde brillante.

Estípite:

Monocaule, liso de 0,60 a 1,00 m de diámetro.

Frutos:

Pequeños, negros, ovoides, menores a 1 cm.

Observaciones: Es junto a su congénere Washingtonia robusta, y Phoenix canariensis de las palmeras más cultivadas en el mundo, debido fundamentalmente a su rápido crecimiento. Muy rústica, resiste la sequía no tolerando los excesos de humedad, se adapta a zonas costeras y a suelos pobres.

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Plaza Roma, sobre la esq. de L. N. Alem y Tucumán.


Nombre vulgar:

Washingtonia

Nombre científico: Washingtonia robusta

Origen:

California y norte de México.

Altura:

De 20 a 30 m.

Follaje:

Hojas palmadas grandes, de más de 2 m de diámetro, con segmentos filamentosos largos y colgantes. Pecíolo largo con espinas. Color verde brillante.

Estípite:

Monocaule, liso, de menor diámetro que Washingtonia filifera, lo que la diferencia y crea confusión por la alusión que se le hace a su nombre. No supera lo 40 cm de diámetro.

Frutos:

Pequeños, negros, ovoides, menores a 1 cm.

Observaciones: Rústica, muy empleada por su rápido crecimiento, tolera mejor los excesos de humedad que Washingtonia filifera. Es también resistente a la sequía y tolera distintos tipos de suelos.

Jardín de Invierno, parque Tres de Febrero

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Nombre vulgar:

Pindó

Nombre científico: Syagrus romanzoffiana

Origen:

Chaco, Formosa, Misiones, sur de Brasil, Paraguay, Uruguay.

Altura:

De 12 a 15 m.

Follaje:

Hojas pinnadas de 2 a 4 m de largo, con sus pinnas insertadas en varias filas, lo que le confiere un aspecto plumoso. Color verde claro a mediano.

Estípite:

Monocaule, liso, cilíndrico, de 30 a 50 cm de diámetro.

Frutos:

Ovalado, similar a una aceituna, de color amarillo-anaranjado.

Observaciones: Es la única palmera cuya distribución natural pudiera haberse extendido hasta la ciudad de Buenos Aires. Su elegante porte, unido a su crecimiento rápido, ha hecho de esta palmera una de las más utilizadas a escala urbana mundial. Tolera muy bien los transplantes.

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Plaza Holanda, parque Tres de Febrero.


Nombre vulgar:

Seafortia

Nombre científico: Archontophoenix cunninghamiana

Origen:

Este de Australia

Altura:

8 a 10 m

Follaje:

Hojas pinnadas, ligeramente arqueadas, con pinnas verde oscuro en ambas caras.

Estípite:

Monocaule, de hasta 20 cm de diámetro, cilíndrico, liso.

Frutos:

Frutos esféricos, rojos, pequeños.

Observaciones: Delicada, cuando es joven, prefieren situaciones de media sombra y es afectada por las heladas, por lo que su uso está limitado a ubicaciones protegidas.

Terrada al 4000, esq. S. M. del Carril, Agronomía.

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Nombre vulgar:

Yatay

Nombre científico: Butia yatay

Origen:

Corrientes, Entre Ríos, Misiones

Altura:

En cultivo rara vez supera los 10 m, creciendo en su ambiente natural puede superar los 20 m.

Follaje:

Hojas pinnadas, arqueadas de hasta 3 m de longitud y pinnas dispuestas en dos planos formando una “V”. Color verde agrisado o glauco.

Estípite:

Monocaule, con tronco rugoso producto de la persistencia de las bases de las hojas viejas. Diámetro de 45 a 60 cm.

Frutos:

Fruto aovado de 5 cm de largo, color naranja, comestible.

Observaciones: Esta palmera es el elemento constitutivo del Parque Nacional El Palmar en Colón, provincia de Entre Ríos. Es muy rústica, longeva y de muy lento crecimiento.

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Parque de la escuela Primera Junta, Caballito.


Nombre vulgar:

Palmera reclinada

Nombre científico: Phoenix reclinata

Origen:

África.

Altura:

Entre 5 y 10 m.

Follaje:

Hojas pinnadas de 2 a 3 m de longitud con pinnas dispuestas en varios planos. Color verde brillante.

Estípite:

Multicaule, numerosos estípites habitualmente inclinados, no rectos, rugosos por persistencia de restos foliares. Diámetro entre 10 y 15 cm.

Frutos:

Dátiles de color anaranjado de alrededor de 2 cm.

Observaciones: Palmera sumamente decorativa, que requiere de un gran espacio para su desarrollo en virtud de la presencia de sus múltiples estípites inclinados. Rústica, puede crecer en pleno sol o en media sombra.

Pza. R. González Fernández, parque Tres de Febrero.

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Nombre vulgar:

Fénix paludosa

Nombre científico: Phoenix paludosa

Origen:

Asia.

Altura:

Entre 6 y 10 m.

Follaje:

Hojas pinnadas, similares a las de Phoenix canariensis pero de menor tamaño, de entre 2 y 3 m. Color verde brillante.

Estípite:

Multicaule, gran cantidad de tallos. Los estípites son rectos y rugosos por persistencia de restos foliares. De diámetro de cada uno de ellos entre los 10 y 40 cm.

Frutos:

Rojos o púrpuras de 15 mm de largo.

Observaciones: Palmera de aspecto cespitoso por la gran cantidad de estípites que van desarrollando continuamente desde el pie de la planta. Su crecimiento lento. De pequeña, cuando presenta una sola cabeza, puede confundirse con Phoenix canariensis.

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Pza. R. González Fernández, parque Tres de Febrero.


Nombre vulgar:

Fénix

Nombre científico: Phoenix canariensis

Origen:

Islas Canarias, España.

Altura:

Puede superar los 20 m.

Follaje:

Hojas pinnadas muy grandes de hasta 5 y 6 m de longitud, arqueadas, constituyendo un denso follaje. Color verde brillante.

Estípite:

Monocaule, recto y rugoso por la persistencia temporal de los restos de hojas. Diámetro entre 0,80 y 1,00 m.

Frutos:

Ovoidales, similares a dátiles, de color pardo dorado, de 2,5 cm de longitud.

Observaciones: Es sin lugar a dudas una de las palmeras más cosmopolitas y cultivadas en el mundo, principalmente por su rusticidad y singular belleza. Su crecimiento es lento. Admite ser transplantada aún en ejemplares sumamente desarrollados.

Parque Avellaneda,al lado de la casona.

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Nombre vulgar:

Fénix silvestre

Nombre científico: Phoenix sylvestris

Origen:

India.

Altura:

De 15 a 20 m.

Follaje:

Hojas pinnadas, grandes, de entre 4 y 5 m de longitud, muy similar a las de Phoenix canariensis de las que se diferencia por su color verde agrisado o glauco.

Estípite:

Monocaule, recto y rugoso por la persistencia de restos foliares. De diámetro entre los 40 y 60 cm.

Frutos:

Dátiles de 3 cm de largo de color anaranjado.

Observaciones: Palmera poco común y muy similar a la Phoenix canariensis, con quien se la suele confundir, existiendo inclusive híbridos entre ambas. Rústica y de crecimiento lento.

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Parque Avellaneda, frente a la casona.


Detalle de algunos estĂ­pites

Phoenix canariensis

Chamaerops humilis

Trachycarpus fortunei

Washingtonia filifera

Phoenix reclinata

Archontophoenix cunninghamiana 49


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GLOSARIO Acaule: sin estípites o tallos. Envés: cara inferior de la lámina foliar. Espata: bráctea amplia que envuelve las inflorescencias. Especie exótica: especie extraña de la fitoregión. Especie nativa: especie autóctona o indígena de la fitoregión. Espina: órgano endurecido y puntiagudo, con tejido vascular. Haz: cara superior de la lámina foliar. Inflorescencia: sistema de ramificación que remata en flores. Monocaule: con un solo estípite o tallo. Multicaule: con varios estípites o tallos. Restos foliares: bases foliares o pecíolos remanentes en el estípite. Vaina: parte basal de las hojas que abraza total o parcialmente el estípite. Yema apical: rudimento de un vástago vegetativo ubicado en el ápice de la palmera. Detalle de hojas palmadas con segmentos filamentosos (Washingtonia filifera joven).

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BIBLIOGRAFÍA · “Árboles Autóctonos Argentinos”, José Santos Biloni. Ed. Tipografia, Buenos Aires, 1990. · “Libro del Árbol. Tomos 1 y 2”, Milan J. Dimitri y José Santos Biloni. Celulosa Argentina, Buenos Aires, 1976. · “Palmeras. Cultivadas en Buenos Aires”, Roberto D. Tortosa y Adriana Bartola. Ed. L.O.L.A., Buenos Aires, 2005. · “Árboles Urbanos”, Biota Rioplatense IV, de Héctor B. Lahitte, Julio Hurrell, Juan José Valla, Leandro Jankowski, Daniel Bazzano, Ana Jesús Hernández. Ed. L.O.L.A., Buenos Aires, año 1999. · “La Plaza de Mayo, escenario de la vida argentina”, Ramón Gutiérrez y Sonia Berjman. Cuadernos del Águila, Fundación Banco de Boston, Buenos Aires, año 1995. · “Tratado de Botánica”, E. Strasburger, F. Noll, H. Schenk y A.F.W. Schimper. Ed. Manuel Marín y Cía., Barcelona, 1970.

REFERENCIAS

DE

IMÁGENES

(1) “Buenos Aires 4 siglos” – Luis Molinari – Ed. TEA S.A. – Buenos Aires, s/f. (2) “Plazas y parques de Buenos Aires, La obra de los paisajistas franceses” – Sonia Berjman – GCABA – Fondo de Cultura Económica – Buenos Aires, 1998.

· Las fotografías utilizadas fueron obtenidas por Jorge Freitas y Fabio Márquez. 52


colección azulejo

Cuaderno N° 1 Origen del Arbolado Porteño

Cuaderno N° 2 Mariposas Porteñas

Foto de tapa: grupo de Washingtonia filifera, en el parque Tres de Febrero. Foto de contratapa: Phoenix sylvestris en el parque Avellaneda.

BIODIVERSIDAD URBANA La ciudad es un producto artificial construido por el hombre de manera disciplinadora sobre la naturaleza, con todos los conflictos ambientales que esto acarrea, especialmente para la salud de las personas. Los elementos naturales que componen la flora y fauna de Buenos Aires son fundamentales para atenuar los efectos nocivos de la vida urbana. La viabilidad de optimizar la calidad y cantidad de la diversidad biológica favorable para el hábitat urbano, tiene que ver con conocer sus componentes, su historia y sus posibilidades de desarrollo, para accionar en consecuencia. La biodiversidad de la ciudad, además de aportar al mejoramiento ambiental, construye y sostiene el paisaje urbano con la dinámica que poseen los seres vivos. Los colores, movimientos, sonidos, texturas y formas que poseen aves, mariposas, árboles, arbustos, nos embellecen las rutinas de nuestra vida. La biodiversidad urbana tiene que ver con el ambiente y el paisaje, como un importante factor de calidad para la vida humana. La divulgación de su presencia es para reconocer situaciones y mejorar la capacidad de valorarla, aprendiendo a verla, oírla y sentirla. Haciendo necesario que seamos todos los habitantes de Buenos Aires sus principales promotores de cuidarla y enriquecerla.


colección azulejo

PALMERAS PORTEÑAS Fabio Márquez Jorge Fiorentino

En el paisaje porteño encontramos diversos elementos naturales. Entre ellos, las palmeras son excepcionales, ya sea por las particularidades de sus formas, como por su significancia en el imaginario popular. Estos elementos verticales, como columnas coronadas, imponen claramente protagonismo en el lugar donde se encuentren. Muchas son parte de la imagen de importantes espacios urbanos, especialmente las más añosas, que llegan a alturas extraordinarias. Son parte de nuestro patrimonio natural, constituyendo paisaje y formando parte de nuestra cultura. Integran la biodiversidad de la ciudad —este ecosistema urbano dominado por el hombre— como uno más de sus componentes.

BIODIVERSIDAD URBANA


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