Barlovento
de los orígenes a la Independencia José Tomás Ponce Longa
José Luis Farías
EDICIÓN IMPRESA
EDICIÓN DIGITAL
Henrique Capriles Radonski Gobernador del estado Miranda
Henrique Capriles Radonski Gobernador del estado Miranda
Adriana D’ Elía Secretaria General de Gobierno
Juan Fernandez Morales Secretario General de Gobierno
Miriam Hermoso de Rivas Presidenta Libertad Scott Directora Editorial Isabel Herrera Díaz Editora Junior José Tomás Ponce Longa José Luis Farías Textos Davelis Leal Transcripción de textos María Bolinches Corrección de textos Gaetano Iannuzzi Diseño gráfico 2011 Barlovento, de los orígenes a la Independencia Segunda edición ISBN: 978-980-7316-15-6 Depósito Legal: If42320119002811 Impresión: Editorial Ignaka, C.A. Tiraje: 500 ejemplares 2011 Fundación Fondo Editorial “Simón Rodríguez” Calle Ribas con Roscio, Torre Chocolate, piso 4, oficina 4 A. Los Teques. Edo. Miranda E-mail lscott@iabim.gob.ve +58 (0212) 364.14.19 Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción parcial o total por cualquier otro medio sin permiso del editor.
Miriam Hermoso de Rivas Presidenta Fabricio Briceño Graterol Director Editorial Gaetano Iannuzzi Diseño gráfico
2016 Barlovento, de los orígenes a la Independencia Colección: IDENTIDAD #4 Serie: Cuadernos de Historia Regional # 1
ISBN: 978-980-7316-15-6 DEPÓSITO LEGAL: MI2016000483 2016 Fundación Fondo Editorial “Simón Rodríguez” Av. Bolívar al lado del Boulevar Lamas, Casa de la Cultura “Cecilio Acosta”, piso 1. Los Teques. Edo. Miranda E-mail ffeditorialsr@gmail.com +58 (0212) 364.14.19 Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción parcial o total por cualquier otro medio sin permiso del editor.
Barlovento
de los orígenes a la Independencia José Tomás Ponce Longa José Luis Farías
4 Cuadernos de Historia Regional 1
Contenido
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Pág. Presentación
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Capítulo I: Barlovento, hombres y naturaleza
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Capítulo II: Los tomuzas: nuestros antepasados Los españoles penetran por la costa para esclavizar a los indígenas tomuzas Los españoles intentan colonizar Barlovento El despojo colonial de las tierras de los tomuzas
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Capítulo III: Fundación de Nuestra Señora de la Iniestra de Araguata
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Capítulo IV: Los indígenas tomuzas organizan la resistencia Los barceloneses se quedan en Cúpira Cumbes, oratorios y sitios de haciendas matrices de pueblos Se forman los grandes latifundios de los mantuanos
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Capítulo V: El cacao se convierte en riqueza Fundación de haciendas de cacao en la colonia El cultivo del cacao El comercio del cacao y los beneficiarios del trabajo esclavo La crisis colonial y el ocaso del cacao
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Capítulo VI: Evolución de la población colonial en Barlovento Población esclava
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Capítulo VII: La Compañía Guipuzcoana y Juan Francisco de León
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Capítulo VIII: Fugas, cumbes y cimarroneras: formas de lucha social
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Capítulo IX: Durante la Independencia
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Presentación La colección Cuadernos de Historia Regional fue concebida por la Dirección de Cultura de la Gobernación del estado Miranda (1996), en el marco del programa Historia de Nuestra Identidad Regional, creado a través del Decreto sobre el Estudio de la Historia e Identidades Regionales, del Gobernador del estado Miranda (15/02/1990). En dicho decreto se considera que la historia y las manifestaciones culturales tradicionales son las que identifican al estado Miranda en el contexto cultural nacional; que debemos enriquecernos de ellas, pues forman parte del acervo legado a esta generación por nuestros antepasados: que la práctica de estas manifestaciones crea arraigo y pertenencia sobre nuestro ámbito, concientizándonos en la defensa del mismo; que la integridad de estas se encuentra amenazada por la transgresión constante y el desfase cultural en el que vivimos. La Gobernación del estado Miranda, convencida de que la difusión de la Historia de las regiones mirandinas favorece la valoración y el rescate de los elementos socioculturales que identifican y conforman la región, la ubicación de la presencia regional en el pasado, en el presente y dentro del contexto nacional; así como la construcción de un bosquejo de identidad regional con los elementos significativos que la delimitan (economía, política, sociedad y cultura), decide publicar, a través de la Fundación Fondo Editorial “Simón Rodríguez” y el Instituto Autónomo de Bibliotecas e Información de Miranda, la segunda edición de la colección Cuadernos de Historia Regional. Es así como la Fundación Fondo Editorial “Simón Rodríguez”, en su interés por difundir las creaciones referidas a la tradición mirandina, integra la antigua colección Cuadernos de Historia Regional como una serie de la colección Identidad. En el libro Barlovento, de los orígenes a la Independencia, los autores presentan su visión de la historia de Barlovento, desde su fundación hasta la Independencia. Así nos enteramos de la lucha desigual que mantuvieron sus primeros pobladores, los indios tomuzas, con el despiadado conquistador español, quien cruelmente los despojó de sus tierras, los explotó y exterminó. La editora
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Capítulo I Barlovento, hombres y naturaleza La historia la hacemos hombres, mujeres, niños y niñas, agrupados en comunidades; es decir, la sociedad humana. Pero la historia no puede estar completa sin tomar en cuenta la naturaleza de la cual venimos y obtenemos nuestro sustento. La naturaleza no se limita a un espacio sobre el cual vivimos; resulta todo un personaje con una historia larga, propia y única que le da individualidad a cada región, integrada por su soporte físico, su cubierta vegetal y los animales que la habitan. Reconocemos a la naturaleza dentro del paisaje; es todo lo que nos rodea. El paisaje de cada lugar es especial, diferente a los demás. En cada árbol, en cada casa, en cada hombre podemos identificar, palmo a palmo, nuestro paisaje. Siempre tendrá diferencias, pues integra la acción del tiempo en su naturaleza y en sus hombres. La vida del paisaje transcurre lentamente; tan lentamente que algunas veces no nos damos cuenta de sus cambios. En los últimos tiempos, el avance de la ciencia, la técnica, el crecimiento de la población y los nuevos géneros o formas de vida han hecho que el paisaje cambie más rápidamente. El paisaje no puede tener historia sin hombres y no puede haber historia de los hombres sin paisajes; ambos forman un gran conjunto. Barlovento tiene su cara y su paisaje. Cada detalle o facción se explica en su pasado remoto o reciente. Todo es historia. Pese a que en los últimos años se han multiplicado los cambios, sigue teniendo su identidad, porque continúa mostrando huellas de la acción del tiempo y de la historia de la gente. Estas particularidades del paisaje son las que, en diferentes momentos, han servido para que los hombres desarrollen su trabajo en comunidad para obtener el sustento, organizar su vida y hacer la cultura. El paisaje y sus habitantes han sido fuente inagotable para inspirar la creación humana. Barlovento forma parte del Sistema de la Costa venezolana. Se extiende desde Fila de Mariche hasta Cúpira. Está atravesado por dos importantes ríos: por el norte con el río Grande o Caucagua; al sur, se desliza el Tuy. Antes de llegar al mar estos ríos se unen y reciben las aguas del Capaya, el Curiepe, el Cuira, el Guapo, el Cúpira, etc., que van por el suroeste formando pequeños valles donde se asientan muchos pueblos. Nuestra tierra es una llanura triangular costera con sus lados montañosos. Fue denominada por los navegantes españoles como Barlovento, por estar orientada hacia el noroeste, como esperando con los brazos abiertos a los vientos alisios, que soplan en sentido contrario, trayendo la humedad del mar que, vertida en forma de lluvia, durante todo el año da fertilidad a los suelos.
CAPÍTULO I: Barlovento, hombres y naturaleza
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Los suelos de nuestra región han estado cubiertos desde tiempos remotos por una gruesa capa vegetal coronada por frondosos árboles. Por cierto, en nuestra región los árboles crecen más altos que en otros lugares de nuestro país. Debajo de los árboles se desarrollan numerosos arbustos; a sus pies hierba y plantillas completan una bella alfombra vegetal revestida con hermosas flores silvestres. Esta selva va disminuyendo al acercarnos a la costa. La vida animal colma las montañas, sabanas, ríos y lagunas, brindando una gran variedad de alimentos, maderas, pieles, adornos, etc. Los tomuzas fueron los primeros señores y dueños de los valles y montañas, de su vegetación y de los seres, reales o imaginarios, que poblaban estas tierras.
Mapa de Barlovento
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Barlovento, de los orígenes a la Independencia
Capítulo II Los tomuzas: nuestros antepasados Desde tiempos muy lejanos, mucho antes de la llegada de los españoles, había hombres en toda la comarca de Barlovento. Unos españoles, desconocedores de esta realidad, los llamaron erróneamente indios. En realidad ellos acostumbraban llamarse con palabras propias de su lengua, según su cultura, nación o familia y lugar que habitaban. Los de nuestra región se autodenominaban tomuzas y tenían una cultura y un lenguaje común, que les permitía entenderse entre sí, aunque cada grupo era independiente del otro. Los tomuzas tenían amplios conocimientos de la naturaleza. Desarrollaron formas de cultivo y cacería. Elaboraban alimentos, medicinas y útiles de trabajo. Entre sí se identificaban como chotos, que significaba hombres. Su lenguaje era el shotomaima. Por necesidades de crecimiento de la población y utilización equilibrada de la naturaleza, se habían dividido en varios grupos. Con el tiempo éstos se fueron diferenciando y variando sus costumbres y lenguajes hasta tener dialectos diferentes. Los de Barlovento se llamaban tomuzas; otros se autodenominaban con gentilicios específicos: píritu, tocuyo, cumanagoto, chaima, caracare... Los tomuzas ocupaban una amplia faja de tierra, desde las márgenes del Tuy siguiendo hacia los confines de la bahía de Higuerote, aledaños al imponente Cabo Codera. Penetraban hacia el sur hasta las elevaciones de la Cordillera de la Costa.
Los españoles penetran por la costa para esclavizar a los indígenas tomuzas Los primeros contactos de los tomuzas con los conquistadores españoles se inician en 1499, con el primer viaje de Alonso de Ojeda, quien recorrió el litoral venezolano. En este recorrido los conquistadores le colocan nombres a los distintos lugares que van conociendo. Este es el caso de Cabo Codera, guía de los navegantes con su farallón Centinela, porque allí la tierra firme se dobla frente al mar como un codo. El encuentro con los españoles no es nada pacífico. Desde esa primera ocasión se producen enfrentamientos, como los de la ensenada de Higuerote y Buche, porque los españoles vinieron con el afán de conquistar y adueñarse de esta tierra. Los contactos por la costa se suceden con mucha frecuencia y dejan un saldo negativo de robos y muertes de tomuzas a manos de los visitantes. Lo más lamentable de todo es la esclavización que deja casi despoblada la región. Capítulo II: Los tomuzas: nuestros antepasados
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El padre Fray Bartolomé de Las Casas, quien es el máximo defensor de los indígenas en esos tiempos, refiere varias veces en sus escritos, con mucho pesar, cómo se desborda la violencia del conquistador contra los nativos de la región. En repetidas ocasiones se producen estos hechos criminales. Cuenta el padre De Las Casas que en una oportunidad, en el pueblo indígena de Higuerote, los españoles apresan a mucha gente, hombres y mujeres, grandes y chicos, a quienes convierten en esclavos y los venden en San Juan de Puerto Rico y en otras islas del Caribe. Este aprovechamiento de la buena voluntad y la amabilidad de los naturales de la región, no es aceptada por los tomuzas. Como respuesta se producen cruentos enfrentamientos, a tal punto que las autoridades coloniales, como el alcalde mayor Antonio Flores, se ven obligadas a ordenar, en 1519, la apertura de una investigación de los sucesos sangrientos ocurridos en Cabo Codera y otras regiones cercanas. Sin embargo, la violencia continúa con el aval de las autoridades impuestas por los conquistadores. En 1531, el alcalde mayor, Pedro Orta, de la isla de Cubagua, mayor centro de explotación de perlas de la época, autoriza la depredación en la región hasta el río Paparo. En 1532, otro alcalde de Cubagua, Hernando Carmona, concede permiso para continuar el abuso en las tierras en Píritu, Cúpira, Paparo y Los Caracas. También desde regiones cercanas del oriente y aún más lejanas como Coro, vienen las bandas de esclavistas españoles en busca de indígenas. Las primeras expediciones, dirigidas por los españoles para conquistar y poblar Barlovento, se organizan desde tres principales centros: Caracas, Cumaná y Barcelona, que son los sitios donde residen importantes grupos del poder colonial, enfrentados entre sí por adueñarse de la mayor cantidad posible de tierras y riquezas.
Los españoles intentan colonizar Barlovento Las primeras gestiones para establecer un pueblo colonial en Barlovento son dirigidas, desde Caracas, por el capitán Garcí González de Silva, bajo la autorización oficial del gobernador don Juan de Pimentel, en 1569. El objetivo de estos intentos de asentamiento es, más bien, asegurarse el control del territorio al oriente de Venezuela y someter a los indígenas, lo cual obliga a transitar por Barlovento y hasta tratar de poblar esta región. Uno de los pueblos fundados que desapareció con el tiempo, es el llamado Espíritu Santo, cuya ubicación se desconoce. Don Arístides Rojas lo ubica en el valle de Caucagua, pero no se tiene seguridad sobre si esto es cierto. Preocupados por someter a los cumanagotos, en el oriente del país, los españoles no cejan en sus intentos y esto les obliga a continuar recorriendo Barlovento. Por eso envían al 8
Barlovento, de los orígenes a la Independencia
capitán Cristóbal Cobos, posiblemente en 1586, al mando de una impresionante empresa armada, que según testimonios contaba con 120 españoles, 30 indígenas, 6 caballos de armas, 700 cabalgaduras, muchos indígenas de servicio por tierra y dos piraguas en que se pasan los ríos cargados de lienzo, municiones y alimentos y una nave con 1.500 fanegas de maíz y chinchorros. En su tránsito por Barlovento hacia las cercanías del río Neverí de Barcelona, que era su verdadera meta, el capitán Cobos reparte, casi como esclavos, a numerosos indígenas del río de Cúpira en encomiendas para su hermano Martín Gómez y algunos de sus acompañantes españoles. En 1584 se organiza una expedición de soldados españoles para someter a las poblaciones indígenas tomuzas y sus vecinos quiriquires en el Tuy, dirigida por el capitán español Sebastián Díaz de Alfaro. Esta empresa conquistadora, dirigida por Alfaro, culmina con la fundación de la ciudad de San Sebastián de los Reyes en los llanos venezolanos. También se funda una ciudad en Barlovento, en 1584, conocida como San Juan de la Paz. A este poblamiento, que no permanece, le dan el rango de la ciudad con 30 vecinos conquistadores, un cabildo y alcaldes. No se conoce la ubicación precisa de San Juan de la Paz, pero el eminente historiador de Barlovento, Lucas C. Castillo Lara, de acuerdo con sus investigaciones, estima que pudo haber sido en el sitio de Aragüita. Estas avanzadas conquistadoras sobre Barlovento no dejan pueblos establecidos; sólo sirven para diezmar la población tomuza con la esclavitud o con el tenebroso régimen de encomiendas, como el establecido sobre los tomuzas de la laguna de Tacarigua por Alonso García de Pineda y Andrés de San Juan, o la encomienda que se otorga a sí mismo Cristóbal Cobos sobre los naturales de Capaya. Más adelante, desde la ciudad de Cumaná, y en especial desde Barcelona a orillas del Neverí, también se dan impulsos pobladores coloniales de la región barloventeña a partir del año 1630, bajo la dirección de Juan de Urpín. Pero corren igual suerte, fracasan. Desde Barcelona apenas logran ejercer control sobre las poblaciones tomuzas asentadas en Cúpira. Pero por el maltrato dado a esos naturales, tienen que abandonar los cultivos que habían alcanzado en ese valle e irse de la región. Los obstáculos naturales existentes en los valles de Barlovento, tales como la dificultad de comunicación por tierra, la insalubridad del área por sus altas temperaturas y excesos de humedad, las lagunas y terrenos fangosos, la gran cantidad de insectos, la abundante vegetación de selva, el desconocimiento de la geografía local, sumado a la fiera y valiente resistencia de los indígenas tomuzas determinan la tardía ocupación colonial de estas tierras.
Capítulo II: Los tomuzas: nuestros antepasados
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El despojo colonial de las tierras de los tomuzas Hacia el año de 1680 la historia parecía comenzar en Barlovento. Poco a poco en los valles comienzan a surgir nuevos poblados. La mayoría de ellos nacen bajo la autoridad colonial de los españoles. Algunos poblados se forman a partir de misiones, que deambulaban por la selva. Otros se derivan de las haciendas cacaoteras por la agrupación de esclavos de origen africano o descendientes de éstos, y en lugares ocultos se congregan aborígenes escapados de las misiones, esclavos fugados y prófugos de la justicia colonial que intentan crear su propio reino de la libertad en rochelas, cumbes y cimarroneras. Tanto para los dos misioneros que inician el primigenio pueblo misional de Araguata, como para el primer hacendado de Capaya, el capitán José Rengifo Pimentel, la historia se iniciaba con ellos. Pero para hombres como Gerónimo Pirca, fugado de la misión de Píritu, todo era diferente. Pirca se establece en los alrededores de Chuspita, pero se mantiene aislado de la misión de Araguata. Funda su propio conuco y “ahilados” de cacao de corta extensión. Pese a haber estado sujeto a la vida misional y recibido educación cristiana, Gerónimo Pirca se mantiene aferrado fielmente a las enseñanzas de sus padres, posiblemente de origen píritu, tomuza o palenque, que desde tiempos inmemoriales ocupaban estas tierras. Seguramente aplica los tradicionales conocimientos para fundar conucos. Comenzando todo, como todavía lo hacen algunos de nuestros agricultores, con la roza o tala, derribando primero los árboles de mayor tamaño, que arrastran a los pequeños en su caída, y “macaneando” las hierbas que luego de un tiempo de espera para que se sequen, son quemadas para dejar el suelo al desnudo, listo para la siembra. Esta labor es dura, él añora los viejos tiempos cuando sus antepasados organizaban las cayapas. Cuando la roza y la quema era toda una celebración religiosa, en la cual participaba toda la comunidad organizada voluntariamente en grupos para acometer la labor; con todos los adultos con sus instrumentos de trabajo, hachas y macanas rústicas de piedra y madera que servían para realizar las tareas. En los momentos de descanso se consumía colectivamente la comida y las bebidas, preparadas especialmente para la ocasión, asistidos por los más jóvenes. La alegría acompañaba la dura labor guiada por el calendario agrícola elaborado a partir de los signos astrales que indicaban a los shamanes o sacerdotes cuál era el momento propicio para ello. Cambiaban con frecuencia de lugar para no agotar las tierras, fundaban nuevos conucos de maíz, yuca, shako (batata), huyama (calabaza o auyama), patiya (patilla), pomue (ají), plátano y otras plantas.
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En rituales dirigidos por los viejos celebraban en colectivo la realización de la pesca, la caza o la recolección de frutos silvestres, respetando las leyes que la naturaleza pautaba. Acures, ardillas, cachicamos, venados, lapas, váquiros, se incluían entre las muchas especies que buscaban durante sus cacerías, en las cuales utilizaban perros autóctonos entrenados para tal fin. Mientras trabaja, recuerda Gerónimo los cuentos, las costumbres y las creencias que había aprendido de sus mayores varones reunidos en el puroro o patio, bajo una enramada, para enseñar a los jóvenes que deberían asumir sus puesto como adultos de su comunidad. Ahora todo es diferente; tiene que labrar la tierra aislado de la comunidad, aunque no muy lejos de aquí se inicia la misión de Santo Domingo de Araguata.
Higuerote
Capítulo II: Los tomuzas: nuestros antepasados
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Cabo Codera
Capaya
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Capítulo III Fundación de Nuestra Señora de la Iniestra de Araguata En 1688 se funda la misión de Araguata, en el valle homónimo, con un grupo de indios tomuza dispersos por la zona, que deseaban acogerse a la fe católica. La fundación fue llevada a cabo por los sacerdotes dominicos de la Orden de los Predicadores, en la persona de fray Francisco de Silva, quien bautizó la misión como Santo Domingo de Araguata. Pero razones de índole político desvían el curso de los acontecimientos y, en 1690, toman la misión de Araguata los padres capuchinos, quienes la rebautizan como Nuestra Señora de la Iniestra de Araguata. Luego el padre fray Cirilo de Onteniente, de los capuchinos, contaba que: …habiendo empezado a trabajar en esta santa obra, de 14 familias que derramadas en aquel sitio hallé, procuré que se poblaran y empecé a dar principio a la labor de la iglesia; al presente quedan poblados 55 familias que hacen 180 almas por todas, habiéndose rematado la obra de la iglesia, sin haber hecho costo ni gasto de Vuestra Majestad.
La iglesia tomó por su santa patrona a Nuestra Señora de la Iniestra de Araguata, Virgen de la devoción del gobernador Maestre de Campo y marqués de Casal, don Diego Jiménez de Enciso, quien había donado la imagen de la Virgen. El mismo Gobernador da apoyo económico a la misión facilitando cabalgadura, maíz, cera, ornamentos y materiales de construcción. Al igual, otros vecinos dieron aportes para la obra. Dos años más tarde, la misión se separa y nacen dos pueblos de indios: Oroscuna o Caucagua y Marasma o Capaya. Sin embargo, no todos los indígenas aceptan la catolización ofrecida por los clérigos; así como Gerónimo Pirca, muchos prefieren quedarse al margen de la misión e incluso algunos se resisten a recibir el bautizo a pesar de estar integrados al pueblo. No obstante, la resistencia se ha debilitado. Los españoles y los criollos alineados en la empresa reductora de los aborígenes asolan las costas orientales y barloventeñas desde 1499.
Capítulo III: Fundación de Nuestra Señora de la Iniestra de Araguata
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CĂşpira
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Capítulo IV Los indígenas tomuzas organizan la resistencia Acusándolos, sin tener fundamentos, de caribes o comedores de carne humana, los españoles justificaban designar a todo el litoral oriental, hasta Borburata, como costa de esclavos. Razonablemente declaraba Antonio Barbudo que había venido no a poblar la tierra firme, sino a despoblarla. Numerosas expediciones entran en la costa. Unas veces se valen del engaño para quitarles el poco oro que tienen los indígenas en su poder, al cual, extrañamente, los españoles llaman rescate (como si todo el mundo fuera del rey de España y sus súbditos) e incluso con artimañas los apresaban, para luego venderlos como esclavos en las islas de Cubagua, La Española, Puerto Rico, Cuba, entre otras. En otras oportunidades vienen en expediciones de castigo, cuando las tribus se unen, para repeler la agresión de que eran víctimas. Por supuesto que algunos misioneros de buena alma mueren en las rebeliones indígenas. La respuesta violenta de indígenas a los invasores de la tierra firme, demuestra la valentía y el orgullo que une a diversas naciones aborígenes tomuza, palenque, tocuyo, cumanagoto y otras, que organizan revueltas gigantescas y movilizan a grandes contingentes de guerreros; pero la superioridad militar y la experiencia de los extranjeros doblegan con sangre y astucia la resistencia nativa. Precisamente Gerónimo Pirca y otros piritas y tomuzas, se abrigan en las montañas y valles distantes de las misiones y fuertes españoles para huir, negándose de esta manera a ser sometidos, pese a estar debilitados en número y recursos para poder combatir. Entre 1667 y 1681, los frailes Manuel Yangues y Antonio Caulín dirigen la ofensiva mayor contra los indígenas. Arremeten con el apoyo de fuerzas militares de Cumaná y con aborígenes conversos o amigos de los conquistadores, hasta reducirlos a pueblos de misión o dispersarlos en los montes, para luego irlos incorporando por patrullas contra los apóstatas o por el convencimiento. Una de las últimas rebeliones de mayor extensión y con la ambiciosa meta de expulsar a los frailes y sus aliados se produce en 1680. Entre sus principales caudillos están Juan Charaima y Amoco. El incontrolable levantamiento sólo pudo ser aplastado por las tropas cumanesas comandadas por Gerónimo de Costabarría, capitán de los Ejércitos de la Corona. Como resultado de esta cruenta pacificación en las márgenes de la laguna de Píritu y hasta más allá del río Uchire, entrando en territorio de la provincia de Caracas, la diáspora de los aborígenes se extiende hacia los llanos y las filas más recónditas de la Cordillera de la Costa.
Capítulo IV: Los indígenas tomuzas organizan la resistencia
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Los barceloneses se quedan en Cúpira De los esfuerzos hechos por los conquistadores que vienen desde Barcelona hasta Barlovento, con el fin de garantizarse el control de estas tierras, se genera una permanente disputa entre éstos y los que llegan de Caracas. Como resultado de los pleitos entre los conquistadores de Caracas y los de Barcelona, estos últimos aprovechan su cercanía con la localidad de Cúpira para ejercer sobre ella el dominio colonial. En ese pueblo de Cúpira y sus alrededores los conquistadores de Barcelona establecen sus labranzas y haciendas de cacao y ejercen influencia sobre Tacarigua, el Guapo, Paparo e Higuerote. La jurisdicción sobre el pueblo de Cúpira les permite sacar libremente sus cacaos por el puerto de Machurucuto hacia la ciudad de Barcelona, al oeste de Unare y a orillas del Neverí. Tiempo después son obligados a llevar ese cacao hacia la Guaira para favorecer el monopolio dado por el rey de España a la Compañía Guipuzcoana y les prohíben también sacar otros productos y comerciar con Cumaná. Esa difícil situación para los conquistadores venidos de Barcelona, los motiva, en 1769, a reclamar unos derechos que creen tener en esa región de Cúpira. El reclamo que hacen les devuelve, años más tarde, el derecho a sacar los cacaos de Cúpira hacia Barcelona, sin estar obligados a trasladarlos a la Guaira, por medio de una Real Cédula de 1778. Ganan así el derecho de permanecer en la región. En buena medida, ese triunfo es producto de la intensa acción colonizadora de las misiones franciscanas de Píritu, ejercida sobre esas partes de la región de Barlovento, tras someter y reducir la nación tomuza en el área.
Cumbes, oratorios y sitios de haciendas matrices de pueblos A diferencia de los pueblos fundados cumpliendo con los requisitos oficiales establecidos por el régimen colonial, en Barlovento se formaron muchos pueblos por circunstancias de otro tipo. Así, es posible encontrar en la actualidad muchas localidades, y noticias de otras que desaparecieron, formadas a partir de las cumbes y cimarroneras de tomuzas y negros esclavos fugados del dominio del amo blanco, aunque no se tiene precisión de los sitios iniciales de esos acontecimientos. Se piensa que poblaciones como Birongo, Cambural, Guayabal, Ganga, Mango de Ocoyta, Cumbo, Morocopo y muchas otras, tienen su origen en las cumbes y cimarroneras generadas durante toda la época colonial. Estos pueblos se ubican generalmente en áreas escondidas, tupidas de selva, para resguardarse de la persecución de los colonialistas que destruyen a muchos de ellos. Son poblaciones formadas por pequeños grupos de personas, con modestas casas y reducidos
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conucos para garantizar la subsistencia, sembrados con el trabajo colectivo de todos los miembros. También es fácil ubicar localidades que tienen su origen en oratorios y sitios de las numerosas haciendas de cacao, donde viven muchos esclavos con su grupo familiar. Algunos de estos caseríos conservan el nombre que tenía el lugar durante la colonia, como es el caso de Las Martínez, Las González y tantos más. En cambio, otros han cambiado su nombre por denominaciones más recientes. Estos caseríos tienen muy poca población, aunque en su mayoría siempre contaron con zonas de cultivo de yuca, maíz, plátano y siembra de cacao.
Se forman los grandes latifundios de los mantuanos La propiedad de la tierra es un elemento clave en la historia de Barlovento. A finales del siglo XVII se acentúa un proceso de apropiación de los fértiles y exuberantes valles que sirven para el cultivo de cacao, que se convertirán, durante el siglo XVIII, en el principal producto de exportación de la economía venezolana. Este es un proceso complicado, lleno de innumerables pleitos entre propietarios y abusos contra la Real Hacienda, por las extensiones indebidas de los linderos de las tierras adquiridas en un principio. La ocupación de terrenos realengos por los blancos mantuanos de Caracas era una norma bastante extendida, dada la abundancia de los mismos. Aparentemente, para corregir esa situación, se instrumenta el régimen de composiciones de tierras, a través del cual por ciertas pequeñas cantidades de dinero pagadas al fisco colonial, se legalizaba la propiedad sobre las tierras ocupadas. A pesar de esta medida de la composición, que cada vez fue perfeccionando las normas jurídicas por las cuales se rige, los fraudes continuaron y con ellos los múltiples pleitos entre los distintos propietarios. En su mayoría, los propietarios de tierras eran blancos de origen español, descendientes de los primeros conquistadores que diezmaron la población tomuza de la región, tales como los Rengifo Pimentel o Cristóbal Cobos y su hermano Martín de Gómez. Este sistema de ir traspasando la propiedad de la tierra hacia los descendientes es sorprendente; da lugar a la conformación de las propiedades sobre tierras de dimensiones fabulosas, en manos de una sola familia. Las dimensiones de las haciendas tienden a aumentar, además, por los cruces entre los miembros de varias familias principales de la oligarquía de Caracas, que se casan entre sí. Por ello aparecen vinculados entre ellos, como miembros de una misma familia, los Liendo, Plaza, Obelmejías, Piñango, Urbina, Palacios, Monasterios, Blanco, Lovera y tantos otros, por señalar como ejemplo a los provenientes de los Reginfo Pimentel.
Capítulo IV: Los indígenas tomuzas organizan la resistencia
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Por cierto, ese mismo crecimiento de las propiedades no fue señal de armonía y paz entre esos familiares. Al contrario, con frecuencia se ven involucrados en disputas familiares, en defensa de grupos definidos por intereses muy personales. Y no menos violentos y aguerridos fueron cuando se pelearon contra humildes y modestos propietarios, como los negros libres de Curiepe o los canarios de Panaquire, o contra los tomuzas, como sucedió en la década de 1710 contra Gerónimo Pirca, cacique de los indígenas de Caucagua. Por eso, quizás tenga mucho de verdad el famoso dicho extendido que reza “Quien compra una tierra en Barlovento compra un pleito”.
Barlovento
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Barlovento, de los orígenes a la Independencia
Capítulo V El cacao se convierte en riqueza La mayor parte de las fértiles tierras de la llanura barloventeña se emplean para el cultivo del cacao, pequeño arbusto originario del continente americano, que se encontraba silvestre en muchas partes de nuestra región. El valor y la importancia económica del cacao en la época colonial eran determinados por las ventajas y propiedades atribuidas a dicho producto. Por su uso básico en la elaboración de chocolate, fue considerado una de las principales “bebidas espirituosas” de entonces, lo que llevó a la ciencia botánica a denominarla como theobroma o “Bebida de Dios”. Por su alto valor nutritivo, permitía a los viajeros hacer grandes recorridos sin más alimentos. Existen diferentes tipos de cacao. Entre las variadas especies, el llamado “cacao de Caracas”, cultivado en Barlovento, era considerado el mejor, el de mayor calidad y de más alto precio. Era el principal tipo de cacao preferido en los más importantes mercados compradores de México y Europa. Por supuesto que por ser un grupo agrícola tan importante y cotizado se tendió a expandir su cultivo en la región. Pero no fue sino hasta entrando el siglo XVIII cuando se logra su mayor aplicación, aunque desde el mismo siglo XVII se sabe de su cultivo. En 1666 se tiene noticia de la existencia de una de las primeras haciendas de cacao, fundada por el capitán don José Rengifo de Pimentel, en Capaya, quien había sometido al régimen de encomienda a los tomuzas de esa localidad. Con el pasar de los años, estas siembras crecerán por la explotación inmisericorde de esclavos negros, traídos especialmente para trabajar en ellas. Para el año 1703, a propósito de un pleito de tierras sostenido contra Martín Correa Ferrer, el mentado Pimentel da información de que hay algunas haciendas de cacao en Caucagua y Capaya en tierras de su propiedad, además de otras de vecinos en tierras cercanas. En poco tiempo se multiplica el número de haciendas. El famoso informe o instrucción de don Pedro José de Olavarriaga, presentado en 1720-1721, da cuenta de la existencia de 16 haciendas en Capaya que reúnen unos 159.500 árboles de cacao y 17 haciendas en Caucagua que suman 128.000 árboles. Unos años más tarde, en tiempos de gobernador Gabriel de Zuloaga, en 1745, se ordena la elaboración de un censo de haciendas de cacao en Venezuela. En el padrón que se levanta se constata la existencia de 178 haciendas en Barlovento, que en conjunto reúnen 1.478.650 árboles de cacao.
Capítulo V: El cacao se convierte en riqueza
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La distribución geográfica de esas haciendas en la región era la siguiente: Pueblo
Número de haciendas
Árboles de cacao
Caucagua
56
790.500
Capaya
29
283.124
Curiepe
50
80.106
Mamporal
23
145.720
Panaquire
20
179.200
Total
178
1.478.650
Este censo de 1745-1746 revela uno de los cambios que para ese entonces presenta la propiedad de la tierra de Barlovento. En ese registro se muestra como al lado de las grandes haciendas de cada propiedad de los mantuanos caraqueños, existen pequeños cultivos de modestos negros libres de Curiepe y medianas siembras de canarios de Panaquire. Por ejemplo, la hacienda de don Sebastián de Coronado en Capaya, en el año 1745 tiene 50.000 árboles de cacao y la de los herederos del conde San Javier, 31.000, sin incluir que otras partes del país tenían otras haciendas. Entre tanto, la del cabo Agustín Hipólito de Mejías, negro libre de Curiepe, tiene apenas 2.000 árboles de cacao para la misma fecha de 1745 y la del capitán Juan Francisco de León, canario de Panaquire, reúne 15.000 matas y era una de las más grandes del pueblo. A pesar de la existencia numerosa de pequeños cultivadores, éstos apenas reúnen una cantidad modesta de árboles de cacao, en comparación con los que poseen los mantuanos caraqueños. De acuerdo con ese censo de 1745-1746, los terratenientes eran propietarios del 77,66% de todos los árboles de cacao de la región. El crecimiento de la economía cacaotera y esta desigual distribución, acentúan el carácter colonial y monoproductor que por mucho tiempo tendrá esta región barloventeña.
Fundación de haciendas de cacao en la colonia Se considera que las técnicas para sembrar cacao han variado poco a través de la historia. Sin embargo, es bueno conocer algunos detalles acerca de cómo se efectuaba el cultivo de cacao en Barlovento, que incluía procedimientos en ocasiones diferentes a los empleados en otras regiones de Venezuela, como era el caso del Tuy.
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Barlovento, de los orígenes a la Independencia
Entre sembrado del cacao colonial en Barlovento y otros, como el cacao trinitario, existían diferencias en las matas difíciles de percibir a simple vista. Pero los propios cultivadores las distinguían con rapidez, como el tamaño de las hojas, que eran un poco más pequeñas en el cacao de Caracas, también conocido como cacao criollo. Donde se les hacía más fácil notar las diferencias era en el fruto y la semilla. El cacao de Caracas tenía un fruto más alargado, de vaina verrugosa y más estrecho que el del cacao trinitario, cuyas semillas eran cilíndricas y redondas en los extremos. Para el comprador era muy importante la identificación del cacao por los detalles de la semilla, ya que ello permitía el reconocimiento de la calidad del producto al momento de adquirirlo. Un problema en el cultivo de la planta del cacao era su relativa tardanza en dar fruto. Algunos hacendados vieron en ello una desventaja, porque la planta podía tardar entre cinco y diez años para fructificar. Aunque antes de los cinco años daban una que otra mazorca de cacao, lo recomendable, según testimonios de la época, era quitárselos para no debilitar las plantas y para que conservaran su fuerza y vigor. Había gente que podaba los árboles nuevos porque pensaban que acortaban el plazo de dar el fruto del cacao. Esto era considerado irracional por la mayoría, pues la planta tendía a secarse. La duración de la vida de un árbol de cacao se consideraba muy variable debido a las condiciones del suelo, el clima, el cuido, etc. Se estimaba que en Barlovento duraba no más de 25 años, a diferencia de los sembrados en el Tuy que vivían hasta 40 años. Se pensaba que esto se debía a la menor inclinación del suelo y a las fuertes lluvias de Barlovento, que producían el estancamiento del agua. Esto producía la enfermedad conocida como gota al pie de los bucares, que derribaban al pudrirse, eliminando la sombra tan necesaria para los árboles de cacao. La cosecha anual de cacao era muy variable. Los vientos del norte, y sobre todo los aguaceros irregulares que caían después de la temporada de lluvias, conocidos como las aguas de verano, podían afectar seriamente el volumen de la cosecha de cacao. También la perjudicaban los insectos, los pajarracos y los monos que devoraban la mazorca del cacaotero. Para fundar una hacienda era necesario preparar los almácigos de cacao, que eran un gran número de plantas muy tiernas, para sembrar después en un lugar definitivo las mejores semillas. Se preparaban los almácigos de cacao en tinglados o barbacoas al abrigo de alguna arboleda, para resistir el verano y resguardar las pequeñas plantas de las fuentes lluvias y se tenía cuidado de regarlas, cuidarlas y limpiarlas. Entre tanto, se preparaba el terreno donde se sembrarían las plantas. Para esto se procedía a desmontar la tierra y a talar los grandes árboles que después de cinco o seis meses se podrían y eran quemados. En seguida se procedía a hacer el drenaje de la hacienda, abriendo los surcos o acequias que servirían para el riego hasta donde fuese posible y permitieran la circulación del agua para que no se estancara y perjudicara las matas.
Capítulo V: El cacao se convierte en riqueza
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Posteriormente, se sembraba la tierra de maíz, yuca y plátano, para que se conservara mejor y consumiera la hierba con la limpieza. Mientas esto pasaba, se hacía el trazado de la hacienda para la siembra de cacao, tendiendo cuerdas en línea recta según el largo y ancho de las vegas de tierra, dejando un hueco entre cuerda y cuerda, donde se ponía una estaca en la que se sembraba cada árbol de cacao. En Barlovento, la distancia entre mata y mata de cacao era de 16 tercios de vara, mayor que en otras regiones porque allí el cacao era más frondoso. Simultáneamente se iba sembrando plátano como sombra temporal, a la vez que se sembraban los bucares, que en el caso de Barlovento eran del tipo peonía, que se tenía como el más conveniente por la alta humedad de la región, aunque también se utilizaban el jobo y el bucare anauco.
El cultivo del cacao El mantenimiento de las haciendas de cacao era un trabajo permanente. Era necesario cuidar las acequias, dejarlas libres de malezas, cuidarlas de insectos y animales, renovar los almácigos y realizar las resiembras en los sitios donde hubiera falta de árboles de cacao. Las plantas de cacao se dejaban crecer, sin permitirles nada más que tres ramitas en el tronco para garantizar su fuerza y su rápido crecimiento. Cuando los árboles de cacao fructificaban con vigor se recogía el fruto dos veces al año. Una por la época de San Juan, en junio, y otra a fines de diciembre. Aunque se prefería en menguante porque se creía que así se lograba un mejor producto y de mayor duración en picarse. Por último se beneficiaba el producto. Para esto se cuidaba de no mezclar el cacao bueno con el de inferior calidad. Luego se le daba día y medio o más de buen sol, hasta que estuviera bien seco para que no se volviera mohoso. Al final era almacenado en la troja para que calentara, fermentara y evaporara las sales amargas. Luego era asoleado nuevamente, por dos días, para que botara la humedad que le quedaba, hasta que fuese almacenado y conservado con buen cuidado para ser llevado a la venta.
El comercio de cacao y los beneficiarios del trabajo esclavo El control y aprovechamiento de la explotación del cacao barloventeño fue dirigido desde fuera de la región. En ello interviene una empresa mercantil colonial, la Compañía Guipuzcoana, hasta mediados de la década de 1780, y los terratenientes caraqueños dueños de las haciendas. La circulación de la producción cacaotera hacia las afueras de Barlovento se hace por tres vías:
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Barlovento, de los orígenes a la Independencia
1) Los caminos de recua a lomo de mula, muy estrechos, de alta peligrosidad y riesgo de pérdida del cacao, por los constantes accidentes o por los frecuentes asaltos organizados por pequeños grupos de bandidos. 2) Los ríos principales de la llanura que conectaban entre sí algunos pueblos y haciendas, y a toda región con el mar Caribe. 3) La vía marítima, a través de los puertos de cabotaje, que vinculaban Barlovento con el puerto de La Guaira, para sacar el producto hacia los mercados de México y Europa. El medio de transporte preferido era la recua de 10 a 12 mulas, cuya capacidad era de fanega y media por mula, aunque también se empleaban pequeñas embarcaciones marítimas y eventualmente los mismos esclavos. El costo de los fletes de transporte terrestres se establecía de acuerdo con varios factores: las distancias, los riesgos del camino, el regateo de los dueños, el valor de la fanega de cacao en Caracas, el volumen de la carga, etc. Normalmente este era un costo bastante alto, que podía llegar a representar entre 40 y 50% del valor del producto en Caracas, lo cual disminuía mucho el margen de ganancias. Por vía marítima el costo del trasporte podía disminuir al 15 o 20% del valor del cacao. Pero hasta 1773, los puertos de Higuerote y Paparo estuvieron vedados para el tráfico de cacao, bajo el argumento de evitar el contrabando. Lo que sucedía era que, hasta 1783, el transporte marítimo fue un monopolio de la Compañía Guipuzcoana, que por lo demás era bastante ineficiente en esa función y no pocas veces se vio involucrada en actividades de contrabando que decía enfrentar. El valor del cacao era fijado por el monopolio ejercido desde Caracas, lo cual perjudicaba sobre todo a los pequeños productores barloventeños, quienes además pagaban un conjunto de impuestos con los cuales se pechaba la producción. El movimiento del cacao hacia Caracas se organizaba desde tres microregiones de Barlovento: • Desde Caucagua, por donde pasaba además la producción de Aragüita, Macaira y Tapipa. • Por Higuerote, que servía para el flujo de la producción cacaotera de Curiepe, Capaya y parte de Tacarigua. • Por Río Chico-Paparo, que servía para transferir los cacaos de Mamporal, Tacarigua, Panaquire, El Guapo y en cierto modo de Cúpira, aunque esta localidad también utilizaba como puerto a Machurucuto.
Capítulo V: El cacao se convierte en riqueza
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La crisis colonial y el ocaso del cacao Barlovento es en ese tiempo una de las regiones más importantes de la Venezuela colonial, sobre todo por su alta producción de cacao de excelente calidad. En el 1790, nuestra región produce casi la quinta parte de la riqueza generada en el país. Pero esa relevancia va disminuyendo a partir del año 1797, cuando por razones externas se crea una grave crisis. Esta crisis se genera cuando estalla la guerra marítima, en 1796, entre España e Inglaterra y se produce la firma de la Paz de Amiéns. La guerra genera un grave deterioro en el comercio colonial de Venezuela y afecta, muy especialmente, la producción del cacao, porque este producto no puede permanecer almacenado más de diez meses o un año, ya que se corrompe. De esta manera, al no encontrarse muchas veces la forma de llevarlo a México y a Europa, se pudre buena parte del cacao producido en Barlovento y en otras partes de Venezuela. Además de los efectos perjudiciales que causa la guerra, como el abandono de las haciendas por los terratenientes, muchas de ellas eran muy viejas y ya no resistían los efectos del desgaste del tiempo. A partir de 1797, los diezmos de Barlovento, que eran 10% de la producción cobrado por la Iglesia y las autoridades coloniales, comienzan a descender. Ya para 1806, la región apenas aportaba 7,20% de la riqueza del país, cuando en años anteriores generaba hasta 18%. Pero los efectos de la crisis son desiguales sobre los pueblos de la región. Se sintieron mucho más en Caucagua, Tapipa, Capaya, Aragüita, Macaira, Mamporal, Tacarigua, Panaquire y Cúpira, donde la economía decae y la población desminuye. Se sintieron con menor intensidad en Curiepe y sobretodo en Río Chico y El Guapo, donde se encontraban las siembras más recientes y tenían mejores posibilidades de sacar sus producciones hacia el exterior.
Cacao
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Barlovento, de los orígenes a la Independencia
Capítulo VI Evolución de la población colonial en Barlovento La expansión del cultivo de cacao en Barlovento origina un interesante proceso de fundación de pueblos y, con ello, un crecimiento de la población en la región durante el siglo XVIII, que se estanca en la primera década del siglo XIX, producto de la crisis colonial. En 1784, cuando el obispo Mariano Martí nos visita, la población de la región alcazaba los 6.505 habitantes y para 1802 aumentaría a 11.371. Pero en 1810 casi no crece; se estanca, pues sólo se cuentan 11.504 personas ese año, posiblemente por la migración de muchos pobladores debido a las dificultades causadas por la crisis en las haciendas. En la mayoría de los pueblos se redujo gran parte la población. Ése es el caso de Caucagua, Aragüita, Macaira, Cúpira, Mamporal, Tacarigua, Capaya y Tapipa. Sólo las poblaciones de Curiepe, El Guapo, Río Chico y Panaquire logran hacer crecer sus poblaciones entre 1784 y 1810. El descenso en el número de habitantes resta importancia al pueblo de Caucagua, que era el lugar donde residía el Teniente de Justicia Mayor y el Vicario de Barlovento, principales autoridades coloniales de la región. Las tres cuartas partes de la población de Barlovento estaban formadas por negros, una parte libre, pero la mayoría esclavos. El resto eran pardos o mestizos y un grupo de indígenas y blancos. Cuadro 1 Año
Blancos
Indios
Pardos
Negros libres
Esclavos
1784
785
788
1.435
1.211
5.286
1802
721
793
1.760
1.622
6.475
1810
729
790
1.903
1.917
6.125
Como ya dijimos, los esclavos negros eran la mayoría de la población de Barlovento, aproximadamente un poco más de la mitad, el 55%. En 1784 hay 5.286 esclavos; en 1802 aumentan a 6.475; y en 1810 se reducen a 6.165. Sin embargo, la población esclava disminuye más en algunos pueblos que en otros, bien porque mueren o se fugan.
Población esclava El número de esclavos hombres en Barlovento era casi igual al de mujeres. Esta distribución equilibrada de sexos era bastante favorable para la formación de familias esclavas. Capítulo VI: Evolución de la población colonial en Barlovento
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Cuadro 2 Hombres
%
Mujeres
%
1784
2.685
50,80
2.601
49,20
1802
3.181
49,13
3.294
50,87
1810
3.075
49,88
3.090
50,12
Año
Los blancos hacendados estimulan permanentemente la formación de familias esclavas, para que se multipliquen y ahorrarse el gasto de la compra de nuevos esclavos, con el fin de explotarlos en sus haciendas de cacao. Más o menos cuatro de cada diez esclavos adultos eran casados, lo cual es una proporción bastante elevada para la época. Cuadro 3 Año
Esclavos adultos
%
Esclavos casados
%
1784
3.952
100
1.567
39,65
1802
4.675
100
1.858
39,74
1810
4.332
100
1.858
42,89
Pero la reproducción de los esclavos era muy lenta, dada la alta tasa de mortalidad infantil que sufrían. Apenas tres de cada diez esclavos eran niños, porque una gran cantidad moría por distintas enfermedades. Cuadro 4 Año
Adultos
%
Niños
%
1784
3.952
74,77
1.334
25,23
1802
4.675
72,21
1.800
27,79
1810
4.332
70,27
1.833
24,73
El tipo de familia esclava predominante en la región es la familia nuclear, es decir, la formada por los padres y los hijos. Las familias de tres generaciones, que incluyen los abuelos, el padre y/o la madre del jefe de la misma y los hijos eran muy escasas, porque la gente casi nunca pasaba de 40 o 50 años de vida. No sólo los esclavos hombres eran explotados por los mantuanos caraqueños; también eran utilizadas las mujeres en las labores del campo y en el trabajo doméstico. A los niños de 7 u 8 años se les aprovechaba en varias actividades productivas y de beneficio para los amos blancos.
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Barlovento, de los orígenes a la Independencia
Capítulo Vii La Compañía Guipuzcoana y Juan Francisco de León En 1728 se creó oficialmente la Compañía Guipuzcoana en Venezuela, la cual inicia sus actividades en 1730. El establecimiento de esta compañía generó, desde el principio, un rechazo de casi todos los sectores sociales de la colonia venezolana. La oposición a la Guipuzcoana era producto del monopolio que se le otorga, para controlar las principales actividades mercantiles coloniales. A través de ese privilegio se dedica a exterminar a todos los productores, grandes y pequeños, de cacao. Pues se convierte, por orden real, en el único comprador y vendedor de la colonia. Por intermedio de ese vasto poder económico, la Compañía Guipuzcoana se entromete en todos los asuntos de la vida social y política de la colonia venezolana, en detrimento de todos los grupos sociales; se comporta en forma despótica para favorecer a los vizcaínos en todos los niveles de la sociedad. Las quejas contra la actuación de la Guipuzcoana eran múltiples. Se le causaba de ser la responsable de la gran escasez de ropa y víveres importados de España y su permanente aumento de precio. De igual modo, se le reprocha la poca exportación de cacao, sobre todo la disminución de su precio, que baja de 22 a 8 pesos la fanega, lo que afecta a los productores porque éste era el principal producto de la economía venezolana. Entre los distintos abusos que cometen los vizcaínos de la Guipuzcoana está la destitución que promueven de algunos funcionarios. Es ese el caso de la destitución promovida por el factor de la Compañía Juan Manuel Goyrueta, de los lobos de Guerra Juan Francisco de León, isleño de Panaquire y del canario Pedro José Ortiz en Caucagua, el 7 de marzo de 1749. Los sustituyen por el vizcaíno Martín de Echeverría, designado como lobo de Guerra y teniente de Justicia de esos valles al mando de una patrulla de 12 hombres armados. La importancia de ese hecho reside en que a partir de ese momento se produce una de las protestas de mayor transcendencia en la historia de Venezuela contra la Guipuzcoana. Fue el resultado del odio acumulado en toda la población contra esa compañía. Esas acciones serán conocidas en la historia como la Insurrección de Juan Francisco de León, en Panaquire. Dispuesto a hacer efectivo su nombramiento, el recién impuesto Martín Echeverría, se traslada, el 2 de abril de 1749, a la casa de Juan Francisco, en Panaquire, quien venía de regreso de El Guapo donde se encontraba explorando unas tierras que aspiraba colonizar. Al día siguiente, 3 de abril, el susodicho Echeverría insiste presentándose de nuevo en
Capítulo VII: La Compañía Guipuzcoana y Juan Francisco de León
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casa de Juan Francisco de León. Pero, para sorpresa suya, es rodeado por todos los vecinos del pueblo de Panaquire quienes, en un gesto de digna rebeldía, lo rechazan y obligan a retirarse del sitio. Como resultado de este rechazo popular frente a la imposición despótica, el gobernador Luis Francisco Castellanos le escribe una carta a Juan Francisco instándolo a aceptar a Echeverría o en caso contrario sería acusado de desobediencia y rebeldía. Pero eso es precisamente lo que obtiene por su despotismo, ya que Juan Francisco de León convoca a gente amiga de los valles vecinos de Caucagua, Capaya, Paparo, Mamporal, Guatire y Guarenas; prepara en poco tiempo un pequeño ejército de 600 hombres armados, que se trasladan a Caracas provocando la fuga cobarde de los vizcaínos. El levantamiento de Juan Francisco de León despierta simpatías en distintos sectores sociales y consigue apoyo en los valles de Aragua y del Tuy y aun en los llanos de San Carlos y Guanare. Es más, la propia oligarquía de Caracas celebra, el 22 de abril, un cabildo abierto y lo respalda. Entre los que apoyan a Juan Francisco se cuentan los propios marqueses del Toro, Mijares, Torrecasa y Valle de Santiago. También se suman en respaldo algunos miembros del alto clero, funcionarios civiles, militares y religiosos y hasta de la universidad. La presión popular ejercida, a la cual se pliegan los poderosos de Caracas por conveniencia circunstancial, obliga al gobernador Castellanos a prometer la expulsión de todos los vizcaínos y funcionarios de la Guipuzcoana. Sin embargo, con el pasar de los días, los compromisos arrancados al Gobernador no se cumplen y en la noche del 3 de mayo de 1749, Castellanos se fuga cobardemente, lo que provoca la ira de los isleños de la sublevación, donde participan numerosos negros, indígenas y mestizos. Todo esto ocasionó una dilación de las peticiones de Juan Francisco y su gente, y provocó la decisión de éstos de invadir La Guaira, donde se encontraba el gobernador Castellanos, dispuestos a expulsar a la Guipuzcoana. El 1º de agosto de 1749, Juan francisco invade La Guaira con 8.500 hombres que había reunido. El Gobierno colonial de España nombra a don Julián de Arriaga y Rivera gobernador de Venezuela, al mando de 1.200 hombres de tropa y caballería, con muchas municiones, armas y pertrechos para pacificar el territorio. El 28 de noviembre de 1749 llegan a La Guaira, después de los cruentos enfrentamientos que se han producido en esa población contra las tropas comandadas por Castellanos. A todas éstas, los sectores poderosos del mantuanaje caraqueño habían dejado a su suerte al movimiento insurreccional de Juan Francisco y solamente lo respaldan con tímidos e interesados pronunciamientos. El conflicto y los enfrentamientos se extienden hasta 1750, cuando Juan Francisco y sus fieles compañeros elevan nuevas peticiones al Gobierno colonial; entre ellas destacan las siguientes: 28
Barlovento, de los orígenes a la Independencia
1. Eliminación de las restricciones en los precios del cacao y otras frutas. 2. Libertad para comprar y vender cacao. 3. Que se les permitiese el transporte libre del cacao a La Guaira y otros puertos de exportación. 4. Eliminación del impuesto de un peso sobre cada carga de cacao. 5. Libertad para comerciar cacao con el puerto de Veracruz en México. 6. Decretar la extinción de la Compañía Guipuzcoana. Estas, entre otras peticiones, fueron rechazadas por el nuevo gobernador Arriaga. Dentro de la aparente calma que se logra imponer, lo que se produce es una arremetida de las autoridades coloniales contra los isleños de Panaquire al poner en entredicho su propiedad sobre las tierras del pueblo, además de otras agresiones. Estos nuevos atentados, incumplimientos y desconocimientos motivan nuevos alzamientos en panaquire. El 15 de mayo de 1751, comandados sobre todo por Nicolás de León, hijo de Juan Francisco, los vecinos toman la población de Caucagua con un ejército de 400 hombres y convocan a la gente de Capaya, Curiepe y Mamporal para invadir Caracas de nuevo. Pero el gobernador de ese año, don Felipe de Ricardos, envía sus tropas de Barlovento al mando de Antonio Díaz Padrón para hacer frente a los rebeldes en Caucagua. Ante esa situación de tensión y conflicto, Juan Francisco huye por el mar, embarcándose en una balandra holandesa, después de pasar por Panaquire a recoger algún dinero y pertrechos. Tras la huida se produce una fiera represión para hacer pesquisas en todos los sitios de Panaquire, ayudados por el isleño Juan Martín Alayón, quien era un viejo enemigo de Juan Francisco. Como no lo encuentran en esos días, proceden a embargar sus bienes en Caracas y también los de don Pedro José de Ortiz en Caucagua. También le quitan las propiedades y haciendas a Joaquín García, Juan Álvarez de Ávila (yerno de Juan Francisco), Baltasar Pérez Sutil y otros isleños. Además, apresan a numerosas personas y siembran el terror con terribles castigos contra la población. Muchos fueron ajusticiados. Las hijas de Juan Francisco, Ana Juana, María Carolina y Dominga Francisca, reclaman valientemente la propiedad de las bienhechurías expropiadas a su padre y a sus esposos. Sin embargo, la persecución de los fugitivos continúa y apresan al zambo Tomás Delgado, a José Díaz Orgaz y a algunos inocentes. Ante la fiera persecución y la represión contra inocentes, Juan Francisco y su hijo Nicolás de León deciden entregarse voluntariamente. Son enjuiciados y mandados a prisión en España. Juan Francisco murió en la cárcel el 2 de agosto de 1752.
Capítulo VII: La Compañía Guipuzcoana y Juan Francisco de León
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Con su muerte concluye un verdadero movimiento popular, en el cual participan muchos negros libres, mulatos, esclavos e indígenas y del que se aprovechan, en su momento, los blancos mantuanos de la oligarquía caraqueña.
Cacao de Barlovento
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Barlovento, de los orígenes a la Independencia
Capítulo Viii Fugas, cumbes y cimarroneras: formas de lucha social En esa época, la fuga de los esclavos negros de las haciendas de cacao es un hecho bastante común en la región colonial de Barlovento, como resultado del maltrato físico por parte de los capataces y los dueños de las haciendas. A medida que avanza el régimen colonial, el número de esclavos fugados se va incrementando. Una noticia de ese tiempo señala que, entre los meses de septiembre y noviembre de 1796, se fugan 11 esclavos en Guarenas, 40 en Caucagua, 14 en Capaya y 37 de El Guapo, Cúpira y Rió Chico. Para castigar las fugas de esclavos, los hacendados ordenan intensas campañas para capturarlos, constituyen cuadrillas especiales de hombres armados, autorizados para registrar todas las haciendas, atrapar y matar a los negros fugados. Los que conservan la vida son sometidos a horribles y espeluznantes castigos. La mayoría de los esclavos fugados son hombres adultos, aunque en ocasiones llevan a sus mujeres e hijos. En sus fugas son ayudados muchas veces por negros libres y también por los tomuzas, con quienes establecen muy buena amistad. La terrible represión ejercida por los poderosos terratenientes caraqueños obliga a los esclavos fugados a agruparse en lugares de difícil acceso, denominados cumbes y cimarroneras. Estas cumbes y cimarroneras constituyen pequeños poblados protegidos por trampas y puestos de vigilancia para detectar la llegada de las cuadrillas encargadas de apresarlos. También cuentan con vías de escape a la hora de emergencia por el acecho de sus captores. La vida en las cumbes y cimarroneras se centraba, casi siempre, en un esclavo cimarrón con experiencia militar, que funge de líder del grupo y se dedica a organizar las defensas de esos caraqueños poblados. También son importantes los piaches, brujos o curanderos a través de los cuales se organiza la vida religiosa de la comunidad. Esos líderes se encargaban de guiar al grupo humano y garantizar la seguridad, sobre todo, de las pocas mujeres y niños que hay en las cumbes, porque podían ser apresados con mayor facilidad por las cuadrillas preparadas por los terratenientes. La mayor parte de las cimarroneras son destruidas por los terratenientes coloniales, por los misioneros o por las cuadrillas directamente organizadas por los dueños de las haciendas. La mayoría de las veces se trata de capturar y asesinar al jefe o cabecilla de la cumbe, lo que origina la dispersión del resto del grupo a los ranchos y conucos, con el propósito de ahuyentar a sus pobladores, hasta capturarlos y someterlos a intensos castigos. En ocasiones persuaden a algunos negros fugados, ofreciéndoles un mejor trato si no siguen a sus cabecillas. Capítulo VIII: Fugas, cumbes y cimarroneras: formas de lucha social
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Los casos conocidos más importantes y famosos de cumbes en Barlovento, son los que dirigen, en momentos distintos, el negro Guillermo Rivas y Guacamaya. En ambos casos presentaron una fiera resistencia al terrateniente, con arrojo y valentía tales, que hoy todavía se cuentan muchas de sus hazañas y anécdotas. Del negro Guillermo Rivas se cuenta que, en 1771, todavía andaba por los montes creando problemas a los conquistadores, pues en compañía de otros negros fugitivos se sacude el yugo de sus amos hasta el punto de apoderarse de una hacienda de nombre La Arboleda, en Panaquire. También se dice que a pesar de las medidas persecutorias y violentas tomadas por los hacendados, no habían podido capturarlo ni a él ni a los demás cimarrones. Hoy se cuenta que su espíritu anda suelto todavía por nuestros montes barloventeños. “Si me sigues maltratando se lo voy a decir a Guillermo”, decían los negros.
Río Capaya
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Barlovento, de los orígenes a la Independencia
Capítulo IX Durante la Independencia “El centro puede serlo Curiepe, lugar mortalaun para los que allí nacen” Miguel José Sanz
Los sucesos del 19 de abril de 1810 en Caracas apenas produjeron una leve conmoción en el pueblo de Curiepe y sus alrededores. Eso de convertir el Cabildo de Caracas en Junta Defensora de los Derechos de Fernando VII, Rey de España, sonaba extraño a los oídos de los morenos libres y los esclavos negros. La vida del poblado había transcurrido llena de pleitos domésticos y comunales derivados de las luchas entre los morenos libres, o entre ellos y los fatídicos Blanco Villegas y sus descendientes, por tierras. También enfrentaron las medidas represivas implantadas por los Tenientes de Justicia Mayor y sus cabos. Siempre habían acudido antes las autoridades coloniales; e incluso ante el mismo Rey, logrando tras muchas diligencias, obtener autorizaciones y oportunos amparos, pero nunca contaron con el Cabildo de Caracas, donde gobernaban los mantuanos, los grandes cacaos. El cambio de algunas autoridades locales para garantizar el orden público fue la medida más palpable. No obstante, en la medida en que los patriotas avanzaban hacia la declaración formal de la independencia y los realistas organizaban el bando opositor, la situación se notaba más tensa. En Capaya, Pedro Palacio y Marcos Longa asumieron respectivamente el mando de las milicias de Infantería y de Caballería. A partir del 5 de julio, los resquemores aumentaron. El clero condenaba desde el púlpito al nuevo Gobierno de los patriotas por atentar contra la religión y el Rey. Esto se agregaba a los temores de quienes recordaban los tiempos en que los mantuanos destruyeron el poblado y tuvieron que huir a los montes. ¿Regresarían los Blanco Villegas o los Blanco Uribe para despojarlos de sus pocos bienes? A Miguel José Sanz, probado patriota y uno de los mejores de la región, le preocupa la situación. En repetidas ocasiones ha advertido al generalísimo Francisco de Miranda, que allí hay buena gente, que miran con respeto y consideración y son valientes, pero hay alguna superstición y se riegan los errores. Pedía al Ejecutivo y al Congreso que le permitieran ir a Capaya, pues temía que hombres como el cura Quintana y sus cuñados Llamoza y Vaamonde, fanáticos realistas y poseedores de numerosas haciendas y esclavos, fomentaran la desobediencia al Gobierno patriota. Noticias llegadas desde Barlovento en boca del propio comandante militar informaban que patriotas comprometidos habían abandonado Caracas, llegando hasta aquellas tierras Capítulo IX: Durante la Independencia
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en el mes de junio, propagando la nueva; que el general Miranda estaba herido y, al igual que sus tropas, había sido derrotado, y todo estaba perdido. Por ello insistía Sanz en la necesidad de ser autorizado a pasar por estas tierras, donde su voz sería escuchada, pues conocía “perfectamente” a todos y podría actuar con “prudencia” ya que era persona respetada. Además, el programa de gobierno patriota no ofrecía nada especial para los negros que no tenían injerencia en el comercio del cacao y mucho menos en los cargos que antes eran exclusividad de los nacidos en España. Ciertamente, las prédicas realistas, la aversión y el odio al mantuanaje permitió formar un movimiento popular que supuestamente defendía del Rey de España. Tal como había pronosticado el ilustrado patriota, sólo Curiepe podría servir de centro para el levantamiento. Precisamente el 24 de junio de 1812, día de San Juan Bautista, se dio el grito de guerra. La tan anunciada rebelión contra los “blancos” estalló una Nochebuena de San Juan. Al frente estaba Gaspar González, apoyado económicamente por los hacendados realistas. La temida e incontrolable legión avanzó sobre Capaya y Caucagua. La autoridad de los realistas sería desconocida y comenzarían a actuar por su cuenta, sin plan prefijado en pos de la venganza contra sus esclavizadores criollos o españoles. Las noticias llegan a Caracas en forma confusa. Aún hoy es imposible contar con todo detalle lo sucedido. Para Sanz, podían reunir escasamente 700 u 800 hombres, con dificultad, pues la dispersión dominaba aquellos valles de Barlovento, no se contaba con suficientes armas de fuego y resultaba muy difícil –por no decir imposible– disciplinarlos. Para contrarrestar la incitación realista de los negros libres y esclavos, Miranda dictó la Ley Marcial en la cual prometía dar la libertad a los esclavos que tomaran las armas de la Republica. Miguel José Sanz consideró sana la medida, pues quitaría estas fuerzas al enemigo y podría engrosarse nuestro ejército (4-7-1812). Al igual, Juan Paz del Castillo, jefe militar de Caracas, decía: “La libertad de los esclavos promulgada por el blanco ha electrizado a los pardos, abatido a los godos, disgustado a los mantuanos y ha sido contrafuego para la revolución del los valles de Capaya”. Para contrarrestar la rebelión de los negros esclavos y libres de Barlovento se designó a Lino de Clemente, quien se quedó en Guatire esperando noticias y sólo habían enviado emisarios a la región. Juan Paz del Castillo lo criticó duramente señalando que: …la cosa sería diferente si otro oficial de viveza hubiera marchado en lugar de Clemente. Con el pretexto de que hay cumbes, de que estén españoles a la cabeza de éllos, no quieren hacerle fuego, sin considerar que nuestras medidas deben corresponder a las ideas del bando. (5-7-1812).
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Los morenos salen de Curiepe bajo el mando de Juan de Ascanio y Rada. Obtuvieron ganado y comestibles. De allí, la violencia se extendió por todo Barlovento y ya sin control, por diversas vías varios grupos inician el avance hacia Caracas: unos por el Tuy, otros por Aragüita, otros por la Costa y los más directos hacia Guarenas. Al paso de la rebelión de Barlovento, la violencia y el pillaje aterrorizaban a los blancos hacendados de cualquier bando. Muchos de ellos fueron ajusticiados; se quemaron sus archivos y haciendas. Una vez que capituló Miranda, los realistas se apresuraron a pacificar las alzadas que amenazaban a Caracas. Monteverde envió a don Francisco Mármol y ubicó soldados en diversos pueblos de Barlovento. El comandante Vicente Romero, con 100 hombres, fue asignado a Curiepe. El arzobispo de Coll y Pratt, movilizó al clero y envió a Barlovento al padre Juan Antonio Cróquer, en misión pastoral y con la colaboración de los curas se logró contener la rebelión. En Curiepe la actuación del presbítero Agustín Escobar fue clave. En el año 1812 se tuvieron quejas de él, por haber protegido a un negro que se refugió en la iglesia, pero asumió la orden de colaborar con las autoridades realistas y años después daba cuenta de su buena conducta y de apoyar la causa del Rey y la Santa Religión, por lo cual Curiepe se había mantenido en paz. Durante 1813, luego del triunfo de Bolívar en su Campaña Admirable, Miguel José Sanz fue comisionado para contener un posible nuevo alzamiento. Este diligente oficial hizo un plan al respecto, pero no fue posible aplicarlo. Nuevas escenas de violencia se sucedieron con la muerte de don Juan Plaza en Caucagua, pariente del general Ambrosio Plaza. La revuelta fue golpeada a sangre y fuego. Primero por el comandante Francisco de Paula, Bolívar y Aristigueta, quien supuestamente pacificó a los de Barlovento. Al corto tiempo se renovaron las acciones. Volvió Juan Bautista Arismendi con apoyo de Manuel Echandia desde el Tuy, pero resultaron derrotados camino a Panaquire. Arismendi arremetió con más fiereza y crueldad hasta someter la revuelta en Panaquire, Mamporal y Rió Chico, dejando 400 hombres al mando del coronel Arrioja. No obstante, al retirar la fuerza para defender el centro del país, recrudeció la violencia. Una nueva expedición fue dirigida por el teniente coronel Francisco Palacio y Blanco, pero en realidad seguía en Barlovento un área imposible de controlar por los realistas. Luego de la emigración a Oriente, cuando ya el Ejército patriota había perdido la capacidad de contener la fuerza del feroz Boves, Barlovento continuó bajo el poder realista como el resto de la provincia de Caracas. Dentro del contexto de la Guerra a muerte, la tradición oral recuerda al famoso Juan “Calancha”, de Curiepe, quien llegó a ser oficial de Boves. Cuenta José Arana que muchos años después, ya en estado senil, en plena Guerra Federal llama a casa de Calancha un capitán “colorado”, es decir, conservador: Capítulo IX: Durante la Independencia
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—Abran, que somos del Gobierno. —Ah, ¿son ustedes los soldados de Fernando VII? –preguntó asombrado el viejo Calancha. —Sí, señor – respondió irónicamente el capitán colorado. —Ya decía yo que en España iba a extender sus alas. ¡Viva el Rey! ¡Viva Fernando VII! –Gritó entusiasmado el viejo y loco Calancha. Quizás inspirado en este personaje irreductible quedó el dicho en Curiepe: “más malo que Calancha”. En mayo de 1821, de nuevo Barlovento fue campo de luchas, Bermúdez avanzó hacia Caracas desde Barcelona, por la ruta de la costa, para tomar la capital. Tenía un ejército de 1.100 a 1.200 hombres que fueron reducidos a 800 por una epidemia de viruela. No obstante, con el Batallón Hostalric al mando del jefe realista José Isturis, toma Machurucuto y Las Trincheras. Entre finales de abril y principios de mayo ocupa El Guapo y Caucagua. Los Hostalric se retiran organizadamente y son derrotados en los Altos de Chuspita, quedando el paso libre a Caracas el cual ocupan, desalojando al coronel Macero del bando realista. En la capital, Soublette y Bermúdez esperan los resultados de las acciones militares entre Bolívar y La Torre, comandantes de los Ejércitos patriota y realista, respectivamente. La misión de la campaña de Caracas era distraer a la fuerza realista de Caracas para evitar la concentración en Carabobo. Al ser atacados por González, jefe realista que desde lo alto de El Calvario los derrota, tienen que retroceder hasta Barlovento, y en Caucagua se unen a Soublette con fuerzas patriotas traídas del Tuy. No obstante dejan las escaramuzas retirándose hasta Boca de Uchire, donde reciben la buena noticia de la rendición realista ante el puesto de Carabobo. Con ello culminan, temporalmente, las luchas en Barlovento.
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La Gobernación del estado Miranda, convencida de que la difusión de la Historia de las regiones mirandinas favorece la valoración y el rescate de los elementos socioculturales que identifican y conforman la región, la ubicación de la presencia regional en el pasado, en el presente y dentro del contexto nacional; así como la construcción de un bosquejo de identidad regional con los elementos significativos que la delimitan (economía, política, sociedad y cultura), decide publicar, a través de la Fundación Fondo Editorial “Simón Rodríguez” y el Instituto Autónomo de Bibliotecas e Información de Miranda, la segunda edición de la colección Cuadernos de Historia Regional. Es así como la Fundación Fondo Editorial “Simón Rodríguez”, en su interés por difundir las creaciones referidas a la tradición mirandina, integra la antigua colección Cuadernos de Historia Regional como una serie de la colección Identidad. En el libro Barlovento, de los orígenes a la Independencia, los autores presentan su visión de la historia de Barlovento, desde su fundación hasta la Independencia. Así nos enteramos de la lucha desigual que mantuvieron sus primeros pobladores, los indios tomuzas, con el despiadado conquistador español, quien cruelmente los despojó de sus tierras, los explotó y exterminó.