Un relato de invierno

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Una mañana, amanecía en pleno invierno y el sol dejaba de esconderse mostrando toda su gloria por encima de las montañas del este; con él, los rayos que producía acobijaban la nieve que se presenciaba en los tejados, balcones y ventanas de cada casa del vecindario. Aquí, un pequeño niño de apenas diez años de edad llamado Colby salía de su cama sin idea alguna de la nieve que fuera lo esperaba. El infante salió de su cama, se puso sus pantuflas con su caricatura favorita —clásico de cada chico de su edad— y miró por la ventana cómo el sol alumbraba la calle que tenía fuera de sus aposentos; su reacción fue de sorpresa pues no pensó que la nieve caería de un día para el otro sin aviso previo por lo que corrió fuera de su alcoba con una sonrisa de oreja a oreja, se lo dijo a sus padres: — ¡Papá! Ya llegó el invierno... — Sí, hijo. Tardó un poco pero llegó. — Eso quiere decir que no tengo clases hoy, ¿verdad? — Sí, campeón. Tienes todo el día para jugar. ¡Sal y diviértete!


Con esa respuesta de su padre, el chico volvió a su alcoba a cambiarse con ropa adecuada a la estación y bajó a desayunar más rápido que temprano; así, su mamá también le dijo que no jugara bruscamente con los vecinos, amigos y de más personas que hay ahí, hablando por los padres de los chicos, los vecinos que ya se encuentran en tercera edad y no molestar a todas esas personas que trabajan pese a tener mal clima. El chico de una década de vida fue directo a la casa de su vecino y mejor amigo a invitarlo a jugar con él en la nieve; sin embargo, se llevó una grata decepción al escuchar la respuesta negativa por parte de su madre debido al mal estado en el que estaba su hijo, sufría de una gripe muy fuerte desde hace una semana y pese a que mejoraba notablemente, si salía sería desperdiciar todos los cuidados que se le dio para su mejora. Colby lo entendió y se marchó deseándole los mejores deseos a su amigo, Zeke, para que se recupere. El chico se preguntaba: "¿Y ahora qué hago? —Se lamentaba por no poder jugar con nadie— Con Zeke enfermo y el resto en otros vecindarios estoy sólo y sin nadie con quién jugar. Mi madre me dijo que no moleste a los adultos... ¡Lo mejor será volver a casa!" Colby se levantó de los escalones que antecedían a la puerta de la casa de su amigo Zeke, dio media vuelta y se dirigió a su casa triste. En el corto trayecto que le tomaba llegar de la una casa a la otra vio que había una niña de no más de nueve años sentada en los escalones de su casa, tal como él estuvo hace unos momentos, haciendo bolas de nieve sin nadie a quién lanzárselas por lo que llamó su atención. "Las niñas son tontas... —pensó el infante chico— No quisiera que me contagien los piojos, pero no tengo con quién más jugar así que le preguntaré si quiere jugar conmigo". Como era de imaginar de los chicos de su edad, una eterna guerra existe entre niños y niñas. Es una guerra que nunca declara un ganador ni un perdedor y que termina en tregua al paso de los años, dejando la enemistad olvidada si se llega a dar amor; pero eso es algo que Colby no sabía... Al menos, no por ahora. — ¡Hola! Me llamo Colby, ¿quieres jugar? — Está bien. —Contestó la niña—. — ¿Cómo te llamas? — Viviana. — Oye, así se llama mi tía. — ¿En serio? — Sí. Siempre la llamo "Tía Viví". — ¿Tía Viví? ¿Por qué? — Porque sigue viví-ta y coleando. Pese a ser un mal chiste, ambos chicos se rieron dando así comienzo a una gran alianza; Colby no se sentía mal por jugar con una chica ni por no estar jugando con su amigo Zeke, por el contrario se sentía de maravilla al tener una nueva amiga, muy diferente al resto: Viviana. Jugaron y jugaron, que el tiempo nunca los molestó y cuando se dieron cuenta ya era del almuerzo; la mamá de


Colby lo llamó desde la ventana para que volviese a casa a comer, por lo que él se despidió de su nueva amiga. — ¿Cómo sigue Zeke? —Preguntó su madre. — Sigue enfermo, pero su mamá dijo que pronto se recuperará. — Pero... Si sigue enfermo, ¿con quién jugaste? — Con una niña, se llama Viviana. — ¿Dónde está ella ahora? Colby se levantó de su silla y se dirigió a la ventana para que su madre la conozca; se sorprendió al ver a su nueva amiga tal y como la encontró la primera vez, sentada en los escalones haciendo bolas de nieve. Ante esto, el chico dijo que la iba a traer a casa para almorzar, su corazón era puro y su mente no conocía el egoísmo por lo que no lo pensó dos veces después de recibir el consentimiento de su madre. Cuando este llegó a la casa de Vivian le preguntó dónde estaban sus padres, como respuesta recibió que ambos trabajaban desde muy temprano hasta muy noche y que usualmente pasa con su hermana, pero ella tiene un novio y siempre se va con él por lo que pasa sola en casa todo el día; viendo eso, el unidécado chico le ofreció que vaya a su casa a comer con él y debido al hambre de esta chica —que no había desayunado— aceptó sin titubeo alguno. Colby la tomó de la mano que estaba cubierto por un guante de lana y fueron así juntos a la casa de él... Al entrar ambos en la casa de Colby, la dulce niña Viviana se limpió las botas en la alfombra de la entrada antes de entrar al interior de la casa; cuando estuvo ya dentro saludó muy cortésmente con unos modales que ya no se ven usualmente en los niños de ahora, eso dio una muy buena primera impresión a la madre de Colby. El hijo de la anfitriona como todo un caballero le abrió el asiento a su invitada —sin duda, ese gesto cautivó a su madre— en ello, la señora sirvió la mesa y cuando los dos niños estaban comiendo la sopa que ella preparó vio como existía incomodidad por parte de ambos así que sentó para llamar la plática a la mesa. — Oye, angelito, —dijo la madre dirigiéndose a la niña— ¿cuál es tu nombre? — Yo me llamo Viviana. — ¿Qué edad tienes? — Nueve años, recién cumpliditos... — ¿En serio? ¡Qué bien!... ¿Y cuándo los cumpliste? —preguntó—. — Antes de ayer, señora. — ¿Tus padres te hicieron una fiesta? — No, —la niña hizo un gesto de tristeza— como somos nuevos en el vecindario no conozco a nadie, excepto por Colby. La niña terminó el almuerzo, se levantó con los platos sin dejar sobra alguna y se dirigió a la cocina para dejarlos en el lavaplatos; agradeció la comida que


se le dio con unos modales finísimos y luego que Colby hizo lo mismo al verla, ambos salieron a seguir jugando en la nieve. Ante eso, la señora no podía evitar pensar porqué esa niña tan educada, linda e inteligente aceptó ir a la casa de un niño a quién apenas conoció, eso hizo sin duda pensar sobre cómo es su casa y su familia pues como madre ella nunca aceptara que su hijo haga algo así... Sin embargo, se sintió encantada con la nueva amiguita de su hijo quién era todo un ángel. Los niños jugaron hasta que la luz del sol se apagó y las luces de los faros de la calle se encendieron. Colby sentía que ya debía irse a casa pero Viviana seguía sola y su hermana ni sus padres no se presentaban todavía; ante eso, Colby sacó de su armario una manta muy grande y una linterna para acampar fuera de su casa hasta que los padres de su amiga vuelvan, el niño de diez años hizo una improvisada carpa y con ambos dentro de ella se ponían a hablar de cosas sin sentido como su serie favorita, su color favorita y cosas sin sentido jugando como si no hubiese límite de tiempo. Ninguno de los dos cenó pues la niña no quiso molestar una vez más a la madre de su amigo y el chico no quiso dejarlo sola. El reloj marcaba ya las diez de la noche, ambos seguían fuera de la casa de Colby —que, por cierto, quedaba al frente de la casa de Viviana— y la chica empezaba a bostezar por el cansancio, el sueño se empezaba a contagiar en el infante... En eso, un ruido irrumpió su somnolencia. Un automóvil se estacionó frente a la casa de Viviana quién yacía dormida dentro de la manta, una chica de cerca de diecinueve años bajó de dicho auto por lo que Colby supo que se trataba de la hermana de su amiga, la despertó y se lo dijo. Viviana salió corriendo de la carpa para ver a su hermana, quién efectivamente era ella, luego de un regaño por parte de la mayor ambas entraron a casa por lo que Colby recogió sus cosas y volvió a casa sabiendo que un regaño lo esperaba. Una vez en la cama, el chico no pudo evitar el pensar en cada momento en la niña que conoció hoy y cuánto se divirtieron hoy; así, el chiquitín se quedó dormido con la intención de mañana volver a jugar con ella. A la mañana siguiente, el niño estaba ya despierto antes de que el sol saliera y eso era para sorprenderse porque se durmió muy tarde, aun así, estuvo ya sentado en la ventana contemplando y esperando movimiento por parte de su amiga. Notó en eso, que la nieve aún era abundante pero no como lo era ayer por lo que sabía que el invierno acabaría pronto... Después de una hora de estar frente a la ventana, la niña por quién espero salió una vez más e hizo la misma rutina de ayer: sentarse en la nieve. Ante eso, un Colby ya vestido, aseado y desayunado salió corriendo para seguir jugando con ella; ambos al ver al otro se levantaron y corrieron hacia el otro para abrazarlo. — ¡Hola, Viviana! — ¡Hola, Colby! Lamento no haberme despedido de ti ayer, sólo que debía estar en casa antes que mi hermana llegase pero me divertí tanto contigo que lo olvidé por completo.


— ¿Por qué debiste haber estado antes que ella llegue? — Porque ella no me deja salir, —contesto temeroso— si ella me ve fuera de casa se molesta conmigo porque debe cuidarme pero nunca está en casa porque se va con el chico que te conté. — ¡Eso está mal! ¿Quién te dará de desayunar, comer y cenar si no hay nadie en tu casa? — ¡Nadie! Suelo encontrar un pan y un jugo que compran en la tienda dentro de mi refrigerador, sólo tengo eso para comer al día. Esas palabras rompieron el corazón de Colby, pero buscó esconderlo para que su amiga no se sienta mal... Al saber después que ella no desayunó y que su hermana se fue a escondidas de sus padres antes de que ellos salgan a trabajar, él la invitó para que fuese a su casa una vez más. Recelosamente ella aceptó. Comieron, jugaron y conocieron la habitación de Colby, jugaron con los juguetes de él y en eso la invitada dijo que ella quisiera tener juguetes así para tener qué hacer; como respuesta, el anfitrión le regaló uno de sus juguetes favoritos: un muñeco de su súper-héroe favorito. — Esto es un juguete de niños, ¡no lo quiero! —Contestó Viviana— — Pero si es el más lindo que tengo, me lo dio mi Tía Viví... — Es de niño... — ¿Por qué no sólo piensas que es una muñeca pero hombre? — Puede funcionar, pero no me convence. — Entonces, —contestó Colby mientras lo tomaba de las manos de Viviana— lo voy a tirar porque si tú no lo quieres, yo tampoco lo querré. — Está bien, está bien... —Aceptó la niña— Lo tomaré. Jugaron con esos juguetes por horas mientras estaban en la calle, la nieve empezaba a morir y con ella el invierno. Los copos empezaban a volverse gotas y de la nevada empezaba a lloviznar mientras estaban fuera... Viviana pensó que como conocía la casa de Colby ahora, le toca a él conocer la de ella así que lo invitó, lo tomó de la mano y lo guió hacia el interior de esta. La casa era un desorden, todo era un desorden y era de esperar, pues recién se mudaban y casi todo seguía en cajas y empaquetado; pese a eso, ambos fueron a la habitación de sus padres porque ahí había televisión. La vieron por unos cinco minutos hasta que se aburrieron, entonces al chico le llamó la atención algo: un librero. Se levantó e hipnóticamente caminó hacia un librero que tenía el doble de estatura que él, buscó algún cuento o un libro con dibujos, animaciones o algo de eso pero no encontró nada. Sin embargo, se percató de la presencia de un libro naranja y leyó que el título era: "Primer Amor", lo abrió y encontró fotografías de gente besándose, se sintió extraño con eso y Viviana —quién estaba tras él— le preguntó si le pasaba algo, a lo que la respuesta fue negativa pero fue él quien hizo una pregunta: — Viviana, ¿tú sabes qué es esto del "primer amor"?


— No, ¿por qué? — Es que, no entiendo lo que dice. ¿Qué ves tú? — Veo a gente que hace caras raras, se ponen de frente y hacen contacto con las bocas. No lo entiendo. — ¡Eso es un beso! —Contestó Colby—. — ¿Cómo lo sabes? — Lo he visto en la tele, no es nada malo. Según parece, es lindo. — ¿Qué se siente, Colby? ¿Duele? — No lo sé... Miraron el libro por unos cuantos segundos más, vieron claramente la foto de un hombre y una mujer besándose con una expresión de felicidad. Ambos, luego se vieron profundamente y pensaron que eso debe ser lindo por lo que quisieron saber con exactitud qué se siente, hicieron todo lo que la imagen siguiente detallaba: se miraron fijamente, se tomaron de las manos, la chica arrimó su cabeza en el hombro del chico un año mayor y luego —en la imagen final— había un beso. Colby le preguntó a Vivian si podía darle un beso como en el libro sin soltarle la mano por alguna razón que desconocían los dos, ella respondió que sí por lo que ambos hicieron un gesto de beso y el huésped se acercó lentamente al rostro de la niña para luego darse su primer beso. Después de haberse dado por primera vez un beso —su gran primer beso— en la casa de Viviana, ambos sonrojados se miraron el uno al otro; su mano seguí sin soltarse y sin embargo no tenían planes de hacerlo. Ambos niños, se besaron sentados en la cama de los padres de la anfitriona, cuando las gotas de lluvia golpeaban en la ventana y el televisor permanecía apagado con el candelabro de seis luces encendido encima de ellos pero esa parejita tan tierna de seguro nunca notó nada de eso. Después de verse, Colby puso su mirada en el suelo y Viviana en el techo... — ¿Eso fue amor? —Preguntó Colby— — No, sólo fue un... beso. —Contestó Viviana—. — Para mí sí lo fue. Ninguno de los dos sabía que era el amor hasta que encontraron ese libro, y ninguno sabía lo que se sentía hasta que se besaron. A ambos se les fue el color rosa de la cara y salieron de casa, pues la lluvia ya había cesado, a seguir jugando tal y como lo habían estado haciendo antes de eso... Hicieron exactamente lo mismo del día anterior, y cuando ya estaba cerca de ser las siete de la noche Viviana se pronunció: — Ya me debo ir, mi hermana llegará pronto y debo estar en casa. — Pero estarás sola, —contestó el niño— ¿no tendrás miedo? — No, porque estaré viendo por la ventana hacia tu habitación y me sentiré segura. — Entonces, te prometo que no dormiré hasta que te vea dormida.


La plática fue interrumpida por un automóvil parecido al mismo de ayer, la chiquitina pensó que era su hermana otra vez y corrió hacia su casa mientras Colby se quedó parado donde estaba sin moverse. Fue una falsa alarma, pues su hermana no llegaba todavía y como Viviana ya entró a su casa no volvería a salir, él infante tuvo una idea... Con su mano fue quitándole nieve al suelo dejando vacíos en ella con la forma en la que él iba pasando su mano, su intención era la de escribir; por una distancia de cinco metros y un tiempo cerca de diez minutos él escribió con gran tamaño: "Te lo prometo" en el suelo, cosa que era imposible no verlo desde la más alta de las terrazas del vecindario. Colby entró a su casa, cenó, se duchó, se puso su pijama y abrió las persianas sentándose de rodillas sobre la mesa que quedaba perpendicular a esta para no despegarse de esta hasta ver a su amiga dormida... Estuvieron saludándose repetidamente por cerca de una hora, entonces la niña se alejó de la ventana sin decir nada, volvió cinco minutos después con una hoja grande en la que escribió: "Hola". A su vecino y amigo, Colby, le gustó tanto el gesto que hizo lo mismo y fueron escribiéndose notas por otra hora más. Iban a ser cerca de las diez de la noche cuando el coche del novio de su hermana se estacionó en la puerta dejándola ahí, por lo que Viviana cerró las cortinas y corrió hacia su cama para fingir estar dormida. Colby, espero una hora más hasta ver todas las luces apagadas para por último irse él a dormir. Al invierno le quedaban las horas contadas, y los niños lo sabían. Quizá mañana regresan a clases, y cada quién está en diferentes escuelas... Era medio día, y Colby esperaba fuera de su casa por Viviana, viendo que esperó dos horas y no salió fue a su casa pero al acercarse oyó gritos: la hermana de su amiga la regañaba por haberse dormido tarde mientras oía de paso que lloraba la regañada. Eso le molestó y pensó en hacer algo, por lo que fue a contárselo a su amigo Zeke quién mejoró notablemente; este le preguntó por qué no lo visitó en estos días a lo que Colby respondió que conoció una chica, y le detalló todo lo que oyó esperando recibir un consejo para que su hermana no se salga con la suya. Su vecino y amigo pensó rápidamente en algo... — Colby, ¿sabes el nombre de su padre? — Sí... Este se lo dijo, con nombre y apellido —pues Viviana se lo mencionó en una ocasión y este no lo olvidó— con esto, lo buscaron en la red encontrando su teléfono en su perfil de la empresa en la que trabajaba, Colby pudo asegurar que se trataba de él porque una vez lo vio saliendo de su casa con su esposa. Ante esto, Zeke le preguntó a Colby que a qué hora llega la hermana de Viviana, cuando este respondió llevó a cabo su plan. El amigo del protagonista llamó al padre de Viviana y con una voz madura falsa, que engañaría a cualquiera, le dijo que de parte del gobierno necesitaba ir a su casa a tal hora —en la cual su hermana no estaba— para verificar datos de contribuyentes y cosas así, el padre


de la chica aceptó y confirmó que iba a estar en casa a esa hora. La hermana de la niña de nueve años estaba ya atrapada, y como era de esperar salió con su novio otra vez dejando sola a Viviana. Colby fue corriendo a la casa de ella una vez que su hermana se fue, y le dijo: "No te preocupes, Viviana. Tu hermana ya no se va a salir con la suya... — mientras ella se limpiaba las lágrimas de los ojos—. Sólo espera aquí". Una hora más tarde, el padre de ambas llegó y vio cómo se la pasaba la menor de sus dos hijas haciéndolo enfurecer, llamó a su trabajo y dijo que no regresaría por el resto de día. Cuando la hija mayor regresó y lo encontró, la escena fue de una justicia divina. Como conclusión, a ella la mandaron a una escuela católica, cortó con su novio quien tenía adicción a las drogas y ahora una encargada cuida de Viviana, le da de comer y la atiende a cada momento. Como agradecimiento, Viviana —el día siguiente— apenas vio a Colby lo besó en los labios con más ternura que la primera vez y le agradeció por todo... El invierno acabó, y Colby regresó a clases; estando ya ahí, se sentó en su pupitre junto a su ya sano amigo Zeke a escuchar lo que la maestra tenía que decir: — Chicos, —mencionaba la profesora— hoy tenemos una alumna nueva. Por favor, denle la bienvenida a Viviana... — ¡Hola! Saludó Viviana viendo fijamente a los ojos de Colby, quién también la veía fijamente; ambos con una sonrisa en el rostro...

Fabricio Cayambe, Jr.


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