Genealogía de la política argentina. Eduardo Grüner. Clase 4

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Genealogía de la política argentina Eduardo Grüner – 2010 – Clase 4 www.facultadlibre.org Los argentinos tenemos la costumbre de creernos diferentes. Hay una excepcionalidad argentina, tenemos el mejor número diez de la historia del fútbol, también tenemos lo peor de muchísimas cosas. Una pregunta sería si esta relación entre violencia y política es también una excepcionalidad argentina. Por supuesto que estoy haciendo una pregunta retórica, por lo que voy a empezar de una manera un tanto indirecta, desviada o metafórica, o como quieran llamarle. Hay una famosísima afirmación de un libro espléndido que se llama “Literatura argentina y realidad política”1 de David Viñas, quien empieza esa obra con una afirmación que se ha vuelto canónica, un enunciado que expresa que la historia de la literatura argentina empieza con una gran metáfora de una violación, se refiere al famoso pasaje de “El matadero” de Echeverría, donde un joven unitario es asesinado, carneado. Parecería que a partir de ese origen, aunque resulte difícil fechar un origen, y éste es atinado, ese texto inaugura todo un ciclo en la literatura argentina que pone a la violencia, metafórica o no y en su vinculación con alguna forma de la política, en un lugar en la construcción textual de una relación entre literatura, historia y política, inaugurando todo un ciclo de violencia y de guerra como temática literaria. Uno de los libros más festejados de la historiografía argentina, referida al siglo XIX es el libro de Halperín Dongui que se denomina “Revolución y Guerra”2, un título muy programático y simbólico podríamos decir. Un libro de historia argentina que asocia dos procesos de violencia como la revolución y la guerra. Hay algo importante en ese libro que Halperín Dongui hace con una serie de complejas explicaciones sobre la base económica, la causa de procesos estructurales, y en donde la violencia y la guerra tienen una cierta lógica autónoma, que permite por sí mismas explicar una cantidad de cuestiones, efectos y consecuencias que no podrían reducirse a esa base económico o esa estructura. De todas maneras, para no irme demasiado lejos y por ahora quedarme en la literatura, en la literatura posterior a “El matadero” de 1

Una lectura política de la literatura no excluye otras perspectivas; más bien las implica, las requiere, las promueve, alude a ellas. En esa posición se sitúa Viñas. Y la prioridad que le otorga a un encuadre sociopolítico si por un lado apunta a una versión totalizadora desde Sarmiento a Cortázar, por el otro se enfrenta polémicamente con toda una tradición oficial de la crítica argentina que apenas si se ha ocupado de lo termal. De ahí que su proyecto central sea la desacralización (de mitos, de valores consagrados, de figuras intocadas, de tabúes reiterados). Por cierto, esa decisión crítica se va articulando a través de este libro en tres flexiones: la primera, se ocupa de los distintos "modos de ser" escritor en la Argentina desde los hombres de la generación de 1837 hasta llegar al autor de Rayuela; la segunda, de las sucesivas visiones que de Europa han ido dando los escritores de nuestro país a partir de Belgrano, Alberdi y Mansilla hasta llegar a las más lúcidas versiones elaboradas por hombres de la izquierda. Y la tercera, la relación entre amos y esclavos, entre "niños" y "criados favoritos" desde Amalia a Bioy Casares y Beatriz Guido. De hecho, De Sarmiento a Cortázar es una historia de la literatura argentina desde sus orígenes bajo el rosismo hasta nuestros días. Claro que desde una perspectiva inconformista, sagaz, polémica y brillante. 2

Éste es ante todo un libro de historia política; si se abre con un examen de la economía y la sociedad rioplatense en transición hacia la independencia es porque pareció imposible ignorar las dimensiones mismas de la colectividad de la que se trataba de trazar esa historia. Su tema no es entonces diferente de algunos de los que dominaron la atención de los fundadores de nuestra tradición historiográfica: es el surgimiento de un centro de poder político autónomo, controlado por un cierto grupo de hombres, en un área en que hasta la noción misma de actividad política había permancido desconocida por casi todos hasta poco antes.

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Echeverría, no ha dejado de colocar la violencia política y la guerra, como expresión de esa violencia política, en el trasfondo de la textualidad. Hace falta recorrer “El Facundo” donde esa violencia y guerra están, incluso Sarmiento no lo llama así, algo que podríamos llamar una guerra de clases, además de la guerra entre los capitales del interior, todo esto es el telón de fondo permanente de lo que allí se relata. “El Facundo” es un libro que ha producido bibliotecas enteras de interpretación, en la historia, la teoría y la crítica literaria, no solamente en las ciencias sociales. El debate principal es acerca de a qué género pertenece, ¿es una novela? ¿El primer texto de sociología hermenéutica de la Argentina? ¿Es un libro de antropología histórica? ¿Es un panfleto político? Es muy difícil tomar esta decisión, sin dudas es un texto de los más fundantes de la literatura argentina, más allá de todas las opiniones estrictamente políticas que uno pueda intercambiar sobre él, y donde la violencia, no solamente bajo la forma estricta de verla, ocupa un lugar central. La violencia de la naturaleza, por ejemplo. Todos recordarán, por haber leído ese libro, que El Facundo es la figura mitificada con la cual no cabe duda que Sarmiento está fascinado, lo odia, pero está absolutamente hipnotizado por él, y ocupa ahí un lugar de bisagra entre lo más feroz de la naturaleza y esa civilización y cultura ante la cual Sarmiento se coloca como fundador. Pero para fundarla no le queda más remedio que dar expresión de ese lugar que tiene la violencia natural en ese acto de fundación. Cuando digo que Sarmiento se imagina a sí mismo en un lugar de fundación, porque también ustedes recordarán que ya en la página 6 o 7 de El Facundo, que es un pretexto para hablar de Rosas, quien aparece como el gran enigma de la política argentina, y El Facundo lo nombra como la esfinge, lo cual hace de Buenos Aires la Tebas del Plata, dicho así explícitamente, y por lo tanto hay que deducir, hace de Sarmiento el Edipo que va a descifrar el enigma de la Esfinge con este libro, con el cual fracasa, no en el orden literario, sí en esa primera intensión. Amalia3, que en su nombre esa mujer tiene las raíces de palabras como amor y amabilidad, sin embargo, el telón de fondo de esa novela es también bastante feroz. Es el telón de fondo de la guerra civil y del exilio. Y claro, el Martín Fierro, que en su nombre lleva “el que a hierro mata, a hierro muere”, y que es un testimonio monumental, tanto de la violencia colectiva en la así llamada lucha, contra el así llamado malón, de los así llamado salvajes, como en el orden del duelo o el enfrentamiento individual, de Martín Fierro contra varios contrincantes que allí aparecen. Condenado por una cosa muy particular que va a pasar, sin duda, acompañando a la violencia a algo así como la secreta cultura política argentina, que es la picaresca política del viejo Vizcacha. Hay un par de grandes líderes de políticos argentinos a los que se les ha atribuido esta especie de sabiduría pícara, conspirativa, un poco maquiavélica y oportunista del viejo Vizcacha. Los duelos individuales del Martín Fierro van a tener una larga prosa en la literatura argentina, hasta llegar a los cuchilleros metafísicos de Borges, que son mucho más que simples duelos criollos y tienen una perfección de esa confrontación violenta y hacerle adquirir una dimensión mítica y filosófica universal. Lo cual demuestra de una manera muy extraña que Borges es el más nacional de todos nuestros escritores del siglo XX, contra lo que se afirma con muy 3

La novela Amalia del argentino José Mármol es considerada la primera novela de la literatura argentina. Publicada en Montevideo en 1851 (parcialmente ya que solo apareció el primer tomo) y la obra completa en Buenos Aires en 1855 puede considerarse una novela histórica y política ya que detalla algunos aspectos importantes de la convulsa coyuntura argentina de 1840, la cual vivió dominada por el gobierno del dictador Juan Manuel de Rosas (1783-1877). Para entender un poco más la historia y demás aspectos que rodea esta novela, pasaremos a describir brevemente la vida del autor, la coyuntura argentina de mediados del siglo XIX y el objetivo de esta novela.

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buenas razones desde el punto de vista político e ideológico. No habría que extrañarse demasiado de esto, muchos dirán que Borges piensa en inglés o danés, pero si uno recuerda que el propio Echeverría, educado en París, afirma en algún lado que cuando escribió “La cautiva” la pensó en francés, y después al escribirla es como si hubiera tenido que traducirla al castellano. Algo que recuerda a Borges, a propósito de que él había leído primero El quijote en francés y después la traducción al castellano no le había parecido tan buena. Creo que todos los capítulos de El Facundo de Sarmiento arrancan con epígrafes en francés. Es decir, que parecería que en este lugar fundacional de violencia pasada a la literatura, lo que se expresa o lo que sostiene a esa textualidad es una tensión muy fuerte entre la lengua y las armas, es decir, entre algo que los antiguos griegos llamaban el nomos, la norma, regla, y eso otro que llamaban el polemos, la guerra, es una palabra muy discutida que figura por primera vez en Heráclito. Nunca se sabe muy bien, esto depende de las interpretaciones que siempre son poco interesadas y no podrían ser de otra manera, algo que podemos traducir por guerra, conflicto, enfrentamiento o debate. Pero entonces si viene de tan lejos, uno se puede otra vez replegar sobre la pregunta de si entonces era esto una excepcionalidad argentina. Por supuesto que no, y acá uno podría agregar que hay algo ontológico, en el sentido de una ontología del ser social, que le da un lugar fundador y originario a un acto, o incluso una estructura constitutiva, de violencia. Porque, pensemos esto, arrancamos hablando de la literatura argentina, pero cómo se inicia la literatura occidental en general, se inicia hasta donde sabemos hoy con el monumental relato épico de una guerra de una enorme cuota de violencia, enormemente sangrienta y cruel, me refiero al relato La Ilíada de Homero. Una guerra que afecta a su autor, que afecta de tal manera al universo conocido de aquel entonces, que hasta los dioses de Grecia se ven obligados a intervenir con un toque importante de picardía de viejo Vizcacha, que a veces apoyan a los troyanos, a veces a los aqueos, a veces protegen a Aquiles o a Héctor, van cambiando de un lado a otro según como viene la mano, pero hasta ellos se ven obligados a intervenir en ese proceso de una enorme violencia, que es la fundación de la literatura occidental. Y también, casualmente, es la fundación de la lengua, la griega, como se la conoció en la antigüedad a partir de La Ilíada y La Odisea. Porque los griegos, aunque aún no se denominaban así, era una cultura que se había olvidado de escribir. Conocían mucho antes que había tomado del oriente, y eso había quedado en el olvido y la poesía, como todos sabemos, era oral, se transmitía oralmente de generación en generación, hasta que el señor Homero, o quienes se sentaban a escribir bajo este nombre, y reinventaron la lengua griega y la escritura. Otra vez nos encontramos con el fenómeno de una confluencia en los orígenes mismos de la cultura occidental, con la relación entre el nomos y polemos, entre la palabra y la norma, y la guerra y la violencia. Podríamos seguir adelante, recordar de manera similar circunstancias y contextos históricos radicalmente diferentes por supuesto, a Dante Alighieri, ese hombre que produjo un escándalo político de monumentales proporciones por atreverse a escribir su obra en el dialecto toscano, no en el latín como correspondía en aquella época, sino en ese otro dialecto que luego se iba a trasformar en la lengua oficial italiana. Uno podría decir que para producir ese acto fundacional, Dante literariamente tuvo que pasar por el infierno. Es curioso que siempre se diga que el infierno, dentro de las tres grandes partes en que está dividida La Divina Comedia, es la mejor, y la más divertida con toda seguridad. No sé que habrá en nosotros que hace que nos sintamos más cómodos, entusiasmados, interesados. El paraíso y el purgatorio

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son un plomazo, el infierno es magnífico, porque nos despierta la sospecha de que si está en algún lado es probable que sea ahí donde terminemos, después de leer cuidadosamente la inscripción “dejar afuera toda esperanza los que ingresáis aquí”. Esta frase la cita varias veces Marx para hablar del infierno del capitalismo, de un tipo de sociedad que está atravesada por una violencia estructural, por lo menos en la hipótesis teórica de Marx. Todo esto pareciera hacer de la violencia y la guerra algo así como el ambiente natural en donde emerge lo político, o por lo menos, el telón de fondo donde ocurre alguna clase ruptura, de discontinuidad de eso que se suele llamar lo político. Hay un opúsculo absolutamente espléndido de una autora francesa llamada Rachel Bespaloff4, sobre La Ilíada, donde hace una comparación extraordinaria entre La Ilíada y La guerra y la paz de Tolstoi, un texto también monumental, otra gran épica sobre la guerra que lleva adelante el pueblo ruso contra la invasión napoleónica, una guerra de liberación que refunda el Estado y la Nación rusa, que ya no van a ser lo mismo después de esa guerra. Entonces, ahí Bespaloff dice algo importante, que ni en La Ilíada ni en La guerra y la paz hay una celebración de la guerra, sin embargo de ninguna manera se puede decir que sean textos pacifistas. No hay ni una celebración, ni una condena de principios, sino una constatación de que ese es el ambiente natural, según ella, a partir de lo cual algo se puede fundar. Ahora bien, ¿por qué todo esto se dice y hay que buscarlo en la literatura? Puede ser porque, como dice célebremente Lacan, “la verdad tiene estructura de ficción”, una afirmación bastante enigmática que quiere decir muchas cosas al mismo tiempo, entre ellas, que la verdadera verdad suele ser tan espantosa e insoportable que nunca puede ser vista completa de manera frontal, no podría ser tolerable. Entonces, es la literatura, la ficción, la que mediante el recurso de la metáfora, la alegoría, la alusión, el desplazamiento, de alguna clase de desvío de la norma, porque si algo tiene la literatura en serio es que es un desvío, una violencia que se le hace a las normas de la lengua, por eso produce lo que produce, se acerca más a decir una verdad que no está inscrita en las normas de la lengua. Claro que esta es una relación paradójica y dialéctica, porque a su vez la literatura tiene que cortar con esas normas, no se puede transgredir lo que no existe, y no produciría ningún efecto una transgresión que no fuera la de una ley preexistente, en este caso las normas sintácticas, gramaticales, semánticas u otras, de la lengua en la que literatura se entiende. La literatura es algo así como la excepción 4

Poco antes de la invasión nazi de París y de emprender viaje hacia el exilio, Rachel Bespaloff comenzó a escribir De la Ilíada, un ensayo cautivador y penetrante, que ella definió como su modo de encarar la guerra: «Donde la historia muestra murallas y fronteras, la poesía descubre, más allá de los conflictos, la misteriosa predestinación que hace dignos el uno del otro a los adversarios llamados a un encuentro inexorable. Por eso Homero pide reparación únicamente a la poesía, la cual extrae de la belleza reconquistada el secreto de la justicia vetado a la historia. Solo ella restituye al mundo oscurecido la dignidad ofuscada por el orgullo de los vencedores y el silencio de los vencidos.» Rachel Bespaloff (Nova Zagora, Bulgaria, 1895-South Hadley, Massachusetts, 1949) nació en el seno de una familia de intelectuales judíos, hija de un médico y una doctora en filosofía. Pasó los primeros años de su infancia en Kiev, y luego se trasladó con su familia a Ginebra, donde estudió música y danza. En 1919 se instaló en París, ciudad en la que frecuentó al filósofo Léon Chestov, y empezó a escribir bajo el impacto de su pensamiento. Gabriel Marcel y Jean Wahl, impresionados por sus estudios sobre Heidegger y Kierkegaard, la invitaron a publicar en la Revue philosophique. En julio de 1942 se exilió en Estados Unidos con su marido, su madre y su hija. Allí trabajó dando clases de literatura y civilización francesas en el Mount Holyoke College de South Hadley, hasta que decidió poner fin a sus días a causa de una «extrema fatiga.»

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violenta que hace posible la norma. Pero esta literatura a la que me estoy refiriendo no consiste simplemente en las ficciones en el sentido en el que habitualmente entendemos ese término, novelas, relatos, dramaturgias. También podemos hablar de ciertas ficciones teóricas en las que ha sido muy pródigo el siglo XX, me parece que nada casualmente, puesto que se trata del siglo más violento de la historia de la humanidad. Me gustaría detenerme entre estas ficciones teóricas en dos, que ocupan un lugar especial en tanto frontera borrosa entre la teoría o la ciencia y precisamente la ficción, para intentar dar cuenta de eso que la historia clásica y las ciencias sociales y políticas todavía no han sido capaces de hacer hasta las ultimas consecuencias, que es dar cuenta de ese lugar que el caos y la violencia tienen en la emergencia misma de las instituciones y las normas. Normalmente, las ciencias sociales y políticas hablan y privilegian la norma, las instituciones, las reglas, los sistemas simbólicos compartidos, las construcciones de consenso, no digo que todo eso esté mal o no exista, digo que en términos lógicos hay algo oscuro antes de todo eso que ha permite que todo exista, y de lo cual las ciencias sociales no se hacen cargo. Pero volviendo a esas dos ficciones teóricas a las que me refería, con ese lugar especial entre la ciencia y la ficción. Es un juego de palabras también Borgiano, porque una de esas ficciones tiene que ver con el psicoanálisis, y Borges en una entrevista aseguró que el psicoanálisis era una ciencia ficción, creyendo denostarlo, y diciendo, como era su costumbre, una enorme verdad. Hay un texto célebre del fundador del psicoanálisis, Sigmund Freud, cuyo nombre es “Tótem y Tabú”5, que se publica en 1913, un año antes de estallar la primera guerra mundial. Que no fue una guerra cualquiera, claro que en ese momento no se la denominaba así, no se sabía ni se podía imaginar, porque eso parecía una cosa tan ferozmente monumental que parecía que iba a terminar con todas las guerras. Era la gran guerra. Me acuerdo de haberlo escuchado de pequeño a mi abuelo, que fue aviador en la primera guerra, hablar de la gran guerra. Mi abuelo materno, que era francés, estaba del lado de los buenos (risas). Decía, no fue una guerra cualquiera, porque hubo un enorme salto cualitativo porque fue la primera guerra de masas, donde lo más avanzado de la tecnología, de la mecánica, se puso al servicio de la aniquilación de millones de personas. Aparecieron elementos nuevos, como el tanque, o el avión que usaba mi abuelo. En 1913, se publica entonces Tótem y Tabú, que es muchas cosas, es clínica, estudiaba la neurosis obsesiva y otras cosas más complejas sobre las cuales no estoy preparado, pero aparte tenía una gran ficción teórica que construye Freud, a

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Tótem y tabú. Algunas concordancias en la vida anímica de los salvajes y de los neuróticos es el título de una obra filosófica y antropológica escrita por el médico, neurólogo y librepensador austríaco Sigmund Freud en 1913. La obra, en términos generales, trata de buscar una explicación al tabú por el cual ciertas tribus antiguas y primitivas desarrollan un temor supersticioso al incesto. El tótem es una figura que representa la unión de un grupo, no por lazos consanguíneos, sino por pertenecer a la misma imagen totémica, que puede ser un animal, una planta o una fuerza natural (rayo, fuego). Esta figura totémica representaba los lazos familiares de un grupo, en el cual no se podían contraer relaciones ya que eran consideradas incestuosas. Algunas tribus australianas imponían la costumbre de que el hermano varón al cumplir su mayoría de edad, debía retirarse del hogar y no podía sentarse a comer junto a su hermana; así, los lazos eran rotos una vez que éste entraba en la etapa de la pubertad, y de la misma manera se alejaba de la madre.

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propósito del origen de la ley y la religión, una suerte de antropología histórica imaginaria que fue muy discutida, y aún hoy lo es, los antropólogos e historiadores dicen que eso que dice Freud es un disparate indemostrable. Y hay que decir que llegan tarde, porque es Freud el que lo piensa, no dice que es un disparate, pero sí que es indemostrable y que no tiene ninguna pretensión de estar hablando de una verdad científica. Lo que está construyendo es algo que está a mitad de camino entre una gran metáfora, o un recurso pedagógico, una hipótesis heurística6, donde lo que importa es la lógica de la estructura que él está imaginando y que a su criterio permite explicar el origen de todas estas cosas. Vamos al cuentito, que quizás algunos conocen. Supone Freud que en el origen hay lo que bautiza como la horda primitiva, una serie de semisalvajes. Los hermanos de la horda, porque son todos iguales, no hay diferenciación de clases sociales, ni etnias, ni religiosas, son una masa homogénea, no hay representantes, salvo uno, hay un jefe, que será el más fuerte o lo que fuere, para que uno ocupe el lugar de una especie de poder despótico. Para seguir con su metáfora, ya que a los otros los llamó hermanos a éste lo llamará el padre terrible de la horda, protopadre, que tiene entre sus atributos el de ser también propietario de las mujeres. Con lo cual, se imaginan ustedes, que los otros muchachos están un poco nerviosos, y no tolerando más la situación, un día deciden hacer una conspiración para asesinar al padre de la horda. Todo esto para tener acceso, Freud diría como metáfora, a la sexualidad. Bien, lo hacen, lo matan, pero resulta que la paradoja es que luego de asesinarlo les agarra una enorme culpa por este acto de violencia que han cometido, entonces ahora sí deciden obedecer la orden de ese gran jefe e impedirse el acceso a las madres más estrechamente vinculadas con el padre. Es decir, lo que Freud llamaría, la obediencia retroactiva a la norma despótica que había dictado por su propia fuerza ese jefe. Con lo cual sucede una cosa muy graciosa, lo que era capricho del jefe ahora se convierte en ley, puesto que todos por propia voluntad obedecen retroactivamente ese mandato. Ahora, qué es lo que ha sucedido acá, cuál es la paradoja. La más inmediata es fácil verla, tiene dos partes en realidad. La primera, al revés de lo que decíamos antes, primero viene la transgresión, hace falta ese acto de violencia para lo que no era ninguna ley, porque el capricho individual del más fuerte no puede ser tomado así, es simplemente un capricho, pero para derribarlo ha hecho falta un acto de violencia, un asesinato. Freud tiene en ese texto una frase magnífica: “La sociedad está fundada en un crimen cometido en común”. Todos los miembros de la sociedad se han puesto de acuerdo para asesinar al más poderoso, entonces la paradoja es que esa transgresión fundante permite que el capricho despótico se transforme en ley universal. Pero esto no es solamente el origen de la ley, es también el de la religión, porque la misma culpa retroactiva unida al temor de que esto podría volver a suceder, retornar de lo reprimido, todo eso hace que para no olvidarse de lo que sucedió, los miembros de esta comunidad periódicamente se vayan a reunir para conmemorar simbólicamente mediante un ritual este acto de violencia originaria, que Freud llama el banquete esotérico, donde se hace una comida, se ingiere el cuerpo del asesinado como metáfora de reincorporación periódica de esa ley. No sé si esto a ustedes les recuerda algo, a Freud sí. Le recuerda en particular a una religión, pero la lógica de lo religioso en general, más allá de que la expresión puede ser más nítida en alguna de las grandes 6

Podemos decir que ya en la Grecia Antigua existía la heurística en las matemáticas, sin embargo, el alto grado de rigor en matemáticas le ha quitado importancia al estudio del descubrimiento, aunque siempre se ha considerado interesante en otras disciplinas, por ejemplo en psicología

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religiones. Es decir, que tenemos acá esta ficción teórica que nos dice que solo hay ley y religión y cosas semejantes, instituciones civilizatorias, conjuntos de normas, y por lo tanto comunidades humanas, porque en el origen hubo un asesinato, un acto de extrema violencia. Sí hubo una hipótesis teórica, un señor menos conocido, muy posterior a Freud, filósofo y antropólogo de origen francés que se llama Rene Girard7. Hay un libro muy conocido, editado en castellano, llamado “La violencia y lo sagrado”. Girard ahí, todo el tiempo dice que no tiene absolutamente nada que ver con la hipótesis de Tótem y Tabú de Freud, y todo el tiempo insiste en esto y dice exactamente lo mismo. Ustedes saben que esto sucede muy a menudo. Claro, una vez que uno leyó a Freud está sonado, porque ya es difícil volver atrás, pero cuanto más un autor insiste en que se va oponer a otro es casi un destino trágico. Pero no importa, porque René Girard tiene también algunas otras cosas interesantes y muy convergentes para decirnos, a propósito de algo que tiene otra ficción teórica, lo que llama la violencia mimética y la lógica del chivo expiatorio. Lo del chivo viene de muchos lados diferentes, también de las fiestas dionisíacos que son el origen del otro momento fundacional de la cultura occidental, que es el de la tragedia griega en los que se sacrificaba un chivo, animal que representaba al dios Dionisio, después Baco para los latinos. De ahí quedó la expresión. Girard la usa para construir esta hipótesis lógica sobre el funcionamiento y la posibilidad misma de producir comunidad humana. También, muy esquemáticamente, digamos que Girard parte de una hipótesis Hobbesiana, del estado de naturaleza, la competencia violenta entre todos los sujetos para acaparar la mayor cantidad posible, no solamente de bienes, no es el tema central, sino de poder y todo lo que va asociado. Entonces, dice que hay una suerte de violencia difusa desparramada a través de toda la sociedad, y cómo hace ésta para sacarse de encima esta potencialidad de violencia que contamina. Él usa a propósito este término porque una de las cosas que quiere explicar es la tragedia griega, y ya sabemos que tanto en los mitos como en las propias tragedias, eso que se llama la peste, es la metáfora, privilegiada para hablar de la violencia social, política comunitaria. Entonces, cómo hace la sociedad para liberarse de esta violencia de todos contra todos, muy fácil, eligen a uno para concentrar en él, derivar, la violencia largada en la sociedad. Para pasar de todos contra todos, a todos contra uno. Pero, quién ejerce ese cargo, cómo lo eligen. Ahí hay un problema, en primer lugar tiene que ser un miembro de la sociedad, si no, no tiene sentido. Al mismo tiempo no puede ser cualquiera, porque sería uno al cual sería equivalente a todos los demás, y estaríamos de nuevo en la lógica de la guerra de cualquiera contra cualquiera. Es decir, tienen que ser alguien semejante y un poco diferente, que puede ser el menos o el más, porque puede ser por ejemplo un esclavo, o un delincuente o un prisionero de guerra. Ese es alguien que está en menos con respecto al común de los miembros de la sociedad, o puede ser alguien que esté en más, es decir, el rey. Esto sí, por más ficción teórica que sea la hipótesis, es empíricamente comprobable.

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René Girard (Aviñón, 25 de diciembre 1923) es un crítico literario, historiador y filósofo francés notable por su teoría de la mímesis que surgió en primera instancia para analizar obras literarias en las que se muestran relaciones interpersonales miméticas. Posteriormente fue aplicada al análisis de la violencia en las sociedades primitivas que se fundamentan en lo sagrado; y por extensión, a la violencia en las sociedades contemporáneas.

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La antropología nos habla de muchísimas sociedades, eso se puede encontrar ya documentado a fines del siglo XIX en ese gran libro fundacional de la antropología moderna que es La rama dorada de Fracer, y hasta el día de hoy, con los bantúes del África subsahariana, etc, es una práctica común elegir a un rey para matarlo, para que se cumpla lógica del chivo expiatorio. Para el rey elegido es un gran honor. No solamente la elección es a plazo fijo, sino la vida del elegido. Al rey hay que matarlo en algún momento porque él es el representante de las fuerzas vitales que permiten a esa sociedad vivir y reproducirse, las fuerzas de la naturaleza entre las cuales está la vitalidad sexual, y bueno, con los años esto empieza a menguar, y el rey no sabe si va a poder garantizar esta representación y entonces hay que matarlo. Y si resulta que el señor es bastante vigoroso, pues se le irá administrando de a poquito una droga en sus comidas, que la famosa profesión no cumplida, que lo va a ir enfermando de a poco y tendremos la justificación para elegir a uno nuevo. Fíjense como acá también se cumple esta conjunción de la violencia y la sexualidad de la cual habla Freud en Tótem y tabú. Pero qué tendrá que ver todo esto con lo que veníamos diciendo. La consecuencia, más allá de muchos debates que se podrían hacer con estas dos hipótesis que tienen varias capas de complejidad teórica, es esta convergencia del acto de violencia como fundación de los social y lo político en el sentido amplio, y del lugar que tiene de condición de posibilidad misma de que haya norma, ley, y ahí se incluye la norma religiosa, la ley en el sentido jurídico y político del término, la comunidad política. Esto no puede dejar de recordar una cosa que dice Walter Benjamin en un ensayo muy inquietante, breve, titulado “Para un crítica de la violencia”, y ahí dice algo sobre lo que las ciencias sociales, políticas, jurídicas no terminan de hacerse cargo. Dice que la violencia colectiva, como la de los hermanos de la horda despachando al jefe, esa violencia colectiva es fundadora de juridicidad. Hay que pensar las cosas al revés de lo que la buena conciencia de las ciencias jurídicas y políticas nos tienen acostumbrados. La ley, el poder instituido, por supuesto reprime, a veces no le queda más remedio, y depende de las circunstancias uno podría decir que así tiene que ser por la naturaleza de las cosas, pero la ley reprime la violencia popular, por ejemplo. ¿Y por qué la reprime? ¿Por qué le tienen miedo a la violencia en sí misma? No, dice Benjamin, no es a la violencia en sí misma porque ésta se puede reprimir, negociar u otras cosas. A lo que le tienen miedo es a la nueva ley que posiblemente va a surgir de esa violencia colectiva, le tienen miedo a la competencia. Esta consecuencia supone también una constatación muy inquietante, porque todo poder instituido ha surgido de una violencia instituyente sobre el que ahora el poder instituido tiene que hacerse el distraído. Porque admitir que ha surgido de ahí sería admitir que podría haber otro que lo substituya. Hay una suerte de trama, violencia, terror que es constitutiva de la trama social, nos guste o no. Esto solamente se ha podido expresar en la historia de la filosofía política en los momentos fundacionales. En la filosofía política occidental europea, en Maquiavelo y en Hobbes. Por allá atrás hay alguien que me hace seña de tijeras. Quiero volver a la Argentina. Hablábamos de un ciclo de violencia, como cualquier otro país, otra literatura, hay una dialéctica entre un ciclo de violencia expresado muchas veces más por la literatura que por las ciencias sociales, y la negación de este ciclo dialéctico. Unitarios y federales, radicales y conservadores, peronistas y gorilas, pónganle ustedes las etiquetas que quieran. Por otro lado esta negación que consiste en un relato de lenta y accidentada constitución de consensos institucionales. ¿Podemos ubicar un momento o instancia de violencia fundacional para lo que hoy se llama

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Argentina? ¿Es la revolución de 1810? No, le voy a robar la hipótesis a mi amigo Alejandro Horowicz, que dice que es un poquito antes, 1806 y 1807. Donde lo que hoy llamaríamos pueblo se autoorganiza de manera violenta para resistir una invasión. Es una legítima violencia se podría decir, etc. el problema es que ese momento originario, colectivo y autoorganizado de violencia es un arco que se completa con el fusilamiento de Liniers, tan discutido y problemático en los orígenes de lo que va a ser la nación Argentina. No voy a precipitarme a la hipótesis de Liniers como padre terrible originario, sólo digo que hay que tomar en cuenta este arco. Uno dice, la resistencia a las invasiones inglesas, con un espectáculo dantesco, con el aceite cayendo sobre los soldados ingleses, el agua hirviendo, lo que fuere, que nos relatan las iconografías o los relatos de época, no tiene expresión en la literatura originaria. Sí lo tiene la segunda, el momento de trágica farsa, que es la guerra de Malvinas, que dio lugar a una gran novela de alguien que ustedes conocen, Rodolfo Fogwil, que se llama “Los pichiciegos”. Por ahora, lo único que me animo a decir para no concluir, simplemente para dejar abierta la cuestión, es que por ahí uno tendría que pensar con más cuidado ciertas dicotomías como cuando se habla de la diferencia entre la violencia de arriba o de abajo. Digo con más inquietud porque es una larga historia la que viene de ese acto fundacional del que habla Freud, uno puede inquietarse pensando que a lo mejor esa violencia de arriba en algún momento fue de abajo, y que luego se transformó. Intervalo Como ustedes saben, en la segunda parte es la costumbre que el auditorio interrogue y se genere debate. Vos dijiste que la literatura era una transgresión o un acto de violencia sobre la lengua, y no decís lenguaje… No hay nada que se llame lenguaje, lo que hay son lenguas. Lenguaje es una abstracción, inducido a partir de la existencia de 6 mil 900 lenguas. Otra cosa es subrayar el término lengua, no existe otro término para denominar esto. Hay mucho malentendido, perjuicio y etnocentrismo respecto de esto. En mi experiencia, hay dos discusiones que ilustran bien esto, una vez con un señor que me decía que el catalán es una suerte de francés deformado, degradado, a lo cual yo le dije, mire, da la casualidad que me enterado que el catalán es muy inferior al francés, lo que se llama el Languedoc8 o accitano, que es el catalán. Es una lengua que no es una broma, porque

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Languedoc o Lenguadoc (en occitano, Lengadòc) es una región del sudeste de Occitania en el sur de Francia, antiguamente llamada Gotia o región Narbonense. La mayor parte del territorio forma parte de la región administrativa de Languedoc-Rosellón, aunque algunos sectores del Languedoc han sido anexados por el gobierno central francés a otras regiones (Mediodía-Pirineos, Ródano-Alpes, y la región administrativa de Auvernia) . En la antigüedad se dividió en una parte alta con capital en Tolosa y otra baja con capital en Montpellier. Limita al norte con la Auvernia histórica, al este con el río Ródano que le separa de Provenza , al oeste con el Garona y los Pirineos y al sur con el Rosellón y el Mar Mediterráneo con el cual tiene 200 kilómetros de costa. Su territorio está dividido entre ocho departamentos, que son: Aude, Tarn, Alto Garona, Hérault, Gard, Lozere, Ardeche, y Alto Loira.

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inventó el amor, tal como nosotros lo entendemos, es un invento catalán del siglo XII, de ahí fue que Leonor de Aquitania9 inventó eso que se llamaban las cortes de amor. Cuando el jurado, compuesto de mujeres, decidía si los sentimientos de un señor x por la dama, eran verdaderamente honestos y demás. A partir de la existencia de esas cortes de amor que le dieron a las mujeres un poder enorme, a las de la aristocracia, es que existe el amor romántico. Y eso fue posible porque una estructura de la lengua permitía un cierto tipo de métrica, en la que aparecieron ciertos tipos de canciones y poesías. El otro ejemplo que siempre cito, es una discusión con alguien que me decía que los bolivianos o ecuatorianos, no recuerdo bien, eran unos brutos que apenas saben hablar castellano. A lo cual yo respondí: Perdóneme, ¿usted cuántas lenguas habla? A lo que respondió, castellano y algo de ingles. Entonces rebatí diciendo que cualquiera de esos “indios” habla cuatro o cinco lenguas, Quechua, Aimara, castellano, entienden inglés por los turistas, y demás. Entonces, esto es muy complicado, las lenguas son conjuntos deformas a las que hay que obedecer, aunque se desconozcan. Cualquiera puede hablar castellano perfectamente sin conocer de gramática o sintaxis. Se incorpora naturalmente. El problema es que esos conjuntos de normas pueden llegar a ser muy ofensivos, no tanto como dice Roland Barthes, con provocación, que las lenguas por definición son fascistas, totalitarias. No por lo que impiden decir, sino por lo que obligan a decir, que es algo que diferencia como régimen político al totalitarismo de una dictadura. El totalitarismo moviliza, obliga, la dictadura reprime. Ustedes conocen la famosa frase, todo lo que no está prohibido es obligatorio, eso es una lengua. No se puede elegir, si yo elijo no usar la gramática estoy fuera, no soy hablante el castellano. Ahora, se supone que la literatura y la poesía hacen algo diferente, porque si no para qué están. El que hace literatura y poesía es porque está violentando la lengua, está trasgrediendo las normas rígidas y totalitarias de la lengua. Por supuesto que para hacer eso tiene que conocer perfectamente su lengua, tiene que admitirlas como pertenecientes, o también el poeta o literato se saldrían de la lengua. Podríamos decir que es una violencia institucional, porque tiene que contar con la institución para poder violentarla. Al igual que sucede con lo que decíamos de esa violencia fundadora que después se institucionaliza y conforma una nueva ley, también sucede eso con la literatura, aún la literatura o poesía más transgresiva termina enriqueciendo la lengua, confirmando, de manera más rica y bella, la regla existente. Todo el tiempo nos movemos en esa dialéctica. Pregunta del auditorio, incomprensible. Lo que entendemos por narrativa, novela, cuento, es un invento muy reciente. Siempre hubo alguna forma narrativa pero que se escribía en verso, como La Ilíada, que en realidad es un poema épico, se puede leer como una novela, está sometido a ciertas reglas métricas. La poesía es posible que sea la más libre de todas expresiones literarias.

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Leonor de Aquitania (Aliénor d’Aquitaine o Éléonore de Guyenne en francés o Eleanor of Aquitaine en inglés) (Poitiers, 1122 - Fontevraud-l'Abbaye, 1 de abril de 1204). Fue duquesa de Aquitania y Guyena y condesa de Gascuña por derecho propio, así como reina consorte de Francia e Inglaterra.

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El escribir en forma poética, con reglas muy rígidas, era lo que permitía la transmisión oral, el ritmo, el canto. Por eso es que en verdad, el gran boom de la narrativa depende de la invención de la imprenta. Para los que sepan leer y escribir permite una lectura no memorizada. Hay algo muy lindo que decían los Formalistas Rusos10, este movimiento de teoría literaria y poética de principios del siglo XX, muy vinculado a las vanguardias poéticas. El gran valor que tiene la poesía es que vuelve a la propia lengua ajena, extraña. Una palabra más vulgar de uso cotidiano, usada de determinada manera en una buena poesía se vuelve una palabra extraña, como si nunca se la hubiera escuchado. Y eso se vuelve enriquecedor. ¿Cómo considera la biblia? La Biblia es una construcción de una riqueza y complejidad enorme. No me animaría a pronunciarme sobre el origen, si es la palabra divina o no. Si alguien me hiciera esa pregunta yo respondería como el personaje de una novela de Graham Bell (no se entiende el nombre del autor), preguntado por su fe, quien responde: “toda una vida de dudar, no quiere decir que haya llegado a una conclusión”. En todo caso es una construcción de una enorme complejidad mítica, más allá de la creencia personal, es una construcción mítica. Hasta el día de hoy hay enormes dudas sobre cuántos fueron sus autores, no es lo mismo el antiguo testamento que el nuevo. Tiene una gran importancia en este sentido, introduce una dimensión de la temporalidad histórica nueva respecto de los otros conjuntos míticos de las diversas culturas que uno puede conocer o leer. Introduce una linealidad, porque eso va hacia algún lugar, llámese la redención, el Apocalipsis, el juicio final o lo que fuera. Se rompe con las figuras cíclicas, circulares, o espiraladas de los otros grandes conjuntos míticos. Pregunta del auditorio, incomprensible. No existen los pensadores, existen hombres que piensan su tiempo. Yo no soy de los que menosprecia la autonomía y la especificidad del pensamiento y de las grandes ideas, pero tampoco creo que es eso solo lo que cambia cuando se producen grandes cambios, en todo caso esos son sujetos privilegiados que saben leer en su propio tiempo, y en la historia en genera, algo que todo el resto de los mortales no nos dimos cuenta, en ese sentido incluso son capaces de anticipar como son los grandes artistas o poetas. Eso no quiere decir que la historia del pensamiento sea paralela o ajena a la historia de la sociedad en general. Entonces, usted me dice Descartes inventó el sujeto cartesiano, que así llamado es el producto de una modernidad cuyo origen mismo está signado por una violencia enorme, la constitución de los estados modernos, el colonialismo. Todo eso

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El término formalismo ruso designa a un movimiento intelectual que marca el nacimiento de la teoría literaria y de la crítica literaria como disciplinas autónomas y que también tuvo su influencia en la evolución de los estudios lingüísticos.1 Desde un primer momento el término formalismo ruso engloba un conjunto de estudios y teorías que dista de ser homogéneo pero que tienen en común el tratamiento de la literatura en base a un objeto de estudio: la «literariedad», es decir, la propiedad esencial de toda obra literaria. Al definir esa propiedad, el formalismo buscó conferir un estatuto científico al estudio de la literatura.

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hace posible la concepción de una nueva figura que es el individuo, esto lo hemos discutido, de donde proviene una nueva concepción del sujeto que Descartes puso por escrito como no lo había hecho nadie. Es eso, me parece que son grandes procesos históricos, después claro, siempre hay individuos que se ponen a la altura de la circunstancia y teorizan eso. Además, esos grandes pensadores suelen ser aquellos que ponen el dedo en la llaga. Yo tenía un profesor que decía: “todos los grandes filósofos siempre han pensado lo peor de la naturaleza humana, con la única excepción de Rousseau que era un mentiroso, que pensaba lo peor pero que no lo quería decir”. En verdad, esos grandes pensadores son lon que han tenido la lucidez de ver eso que Benjamin decía al referirse a que todo documento de civilización es también un documento de barbarie.

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