132. Crisis familiares y resolución de conflictos (2011)

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Los conflictos resueltos en su momento generalmente inducen en el sistema familiar cambios favorables. Son motores que inducen el crecimiento y la salud mental de todo el sistema familiar. La intervención para la solución de las crisis familiares se debe dirigir a fomentar el tejido de resiliencia, por lo que según la citada Idarmis González Benítez, la resolución de la crisis está dirigida a la adaptación y a la recuperación del equilibrio familiar y los pasos a seguir para lograr esa resolución de la crisis son los siguientes:

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Identificación de la fuente de estrés, detallando las causas que llevaron a la familia a la crisis. Analizar la situación como un problema de toda la familia, y no de algunos miembros nada más. Redimensionar la situación, manejando el significado y la gravedad del problema y procurando minimizar los efectos de la desorganización. Buscar opciones para la solución del problema con los propios recursos de la familia, alentándola en la búsqueda de nuevas soluciones. Reforzar las soluciones positivas y destacar las habilidades familiares en la solución de los problemas. Tratar de que la familia integre las nuevas situaciones a los acontecimientos cotidianos de la vida familiar. Ayudar a la familia a recuperar la sensación de control, disminuyendo las sensaciones de impotencia, y las creencias de la carencia de habilidades para resolver los problemas.

Flexibilizar el sistema familiar. Guiar y regular los esfuerzos adaptativos de la familia.

Recomendaciones acerca de las crisis familiares Las siguientes son algunas recomendaciones al respecto, que son todas expresiones de las características del tejido de resiliencia de los miembros de una familia: · · · · · · · ·

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Disponer de tiempo para evaluar las crisis esperadas Revisar constantemente el tipo de comunicación que posee la familia Cuando surja la crisis permitir que los sentimientos afloren No jugar a que no ocurre nada Tratar de buscar la causa del estrés para eliminarla Solicitar ayuda en caso de una crisis notoria Posibilitar los rituales de celebración en situaciones como cumpleaños, matrimonios, jubilación o muerte Respetar las emociones de los demás miembros del sistema ante las crisis, recordando que cada uno vive los acontecimientos de manera diferente Cuando surjan conflictos, resolverlos cuanto antes, recordando que con el paso del tiempo se agravan Cuando se intente resolver un conflicto no se debe tratar de buscar vencedores o vencidos y, trabajar intencionadamente para mantener una relación sana Ponerse en el lugar del otro ante un conflicto (empatía) Aprender a escuchar Darse cuenta de por qué se pelea

Boletín del Grupo de Puericultura de la Universidad de Antioquia Año XVI (2011) No. 132

¿Hogar, dulce hogar? Editorial

Lecturas recomendadas Brazelton TB. Las crisis familiares y su superación: cinco casos reales. España: Paidós; 1991. González I. Las crisis familiares. Rev Cubana Med Gen Integr 2000; 16(3):280-6. Disponible en: http://bvs.sld.cu/revistas/mgi/vol16_3_00/mgi10300.pdf Minuchin S, Fishman C. (1997): Técnicas de terapia familiar. España: Paidós; 1997. Pittman F. Momentos Decisivos: Tratamiento de Familias en Situaciones de Crisis. Buenos Aires: Paidós; 1990.

Las crisis son oportunidades de cambio

La palabra hogar evoca una sensación de bienestar y placidez, propia de la morada donde podemos gozar del inagotable afecto y calor humano de nuestros seres queridos. El hogar es mucho más que el sitio donde reside la familia. Es el espacio donde compartimos la vida a la luz del amor y la camaradería que nos une. Constituye el refugio donde se teje la intimidad entre padres e hijos y se expresan espontáneamente los sentimientos; donde todos pueden ser ellos mismos, quitarse las máscaras; donde comparten sus inquietudes, se liberan de las presiones y se brindan mutua ayuda. Es decir, un remanso de paz y armonía, donde todos se nutren y salen enriquecidos. Pero parece que las exigencias de la vida, en un mundo en el cual cuenta más la apariencia que la esencia, han deteriorado un ambiente que debería albergar no solo a la familia sino el alma de cada uno de sus integrantes. Por una parte, porque el lujo y pulcritud del sitio donde vivimos son ahora símbolo de “estatus”. Por otra, como las mujeres queremos mostrar que podemos ser profesionales destacadas y a la vez buenas amas de casa, hoy las casas parecen más un “museo” que un hogar. Habitaciones inmaculadas y perfectas, con un mobiliario y decoración impecables, mientras sus ocupantes (sobre todo los niños) viven preocupados por no dañar nada. Serán casas muy lindas, pero son tan frías como las relaciones entre quienes allí moran.

Anónimo

Las casas deben ser lo suficientemente aseadas para ser higiénicas, pero lo suficientemente desbaratadas como para ser amables. Para los hijos, el hogar es sinónimo de seguridad y bienestar. Allí se nutre su corazón y se forja su personalidad; allí se sienten seguros, cuidados y protegidos por alguien que los ama; allí aprenden a relacionarse, a compartir y a respetar a los demás. Por esto, el hogar debe ser una fuente de comprensión, cariño y armonía, que sirva de terreno fértil para desarrollar raíces fuertes y sanas.

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Cada vez hay más familias con una buena casa pero no un hogar. Para muchos padres, su casa es el lugar donde cultivan sus obsesiones o desahogan sus frustraciones. Así, las continuas recriminaciones para que todo se mantenga perfecto, impiden a los niños sentirse tranquilos y desarrollar un auténtico sentido de pertenencia. Esta es solo un techo bajo el cual la familia vive pero no convive.

Boletín del Grupo de Puericultura de la Universidad de Antioquia

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El clima del hogar es al bienestar de la familia lo que la tierra es a las plantas que en ella se cultivan. A nadie se le ocurriría botar los desagües y basura en un jardín que quiera ver florecer. Si queremos tener un hogar cálido y acogedor debemos llevar allí lo mejor de nosotros mismos, para que sea un remanso de quietud espiritual y bienestar emocional donde se siembre la vida, se cultive el corazón y se coseche en forma abundante el amor. Ángela Marulanda Autora y Educadora Familiar

Editores: Álvaro Posada Díaz • Juan Fernando Gómez Ramírez • Humberto Ramírez Gómez


Crisis familiares y resolución de conflictos

Existen otras crisis llamadas crisis estructurales. Se trata de verdaderos terremotos y ocurren cuando la situación generadora de estrés hace parte de la estructura misma de la familia. El problema se puede mantener oculto algún tiempo y dar la apariencia de que todo está en equilibrio, y súbitamente aparece la crisis.

Carmen Escallón Góngora Pediatra Terapeuta de familia Docente de la Universidad de Cartagena La palabra crisis en el idioma chino significa peligro y oportunidad. La crisis es una oportunidad peligrosa para crecer. La palabra se deriva del griego y significa separación y elección: separación de algo o de alguien, antes de que pueda darse una elección de algo o de alguien como expresión de una evolución madurativa.

La analogía más cercana que explica este tipo de crisis en el planeta Tierra la constituye las placas tectónicas tratando de buscar su equilibrio: aunque quede quieto el planeta, de un momento a otro aparecen terremotos de diversa intensidad.

Impacto de las crisis en la familia

Momentos y causas de crisis familiares Como afirma la psicóloga social cubana Idarmis González Benítez, cuando ocurre un evento que causa estrés en la familia, el sistema se desequilibra y en ese momento pueden suceder dos cosas: que se supere el evento, se logre crecer y se posibiliten cambios o, que se sucumba y se deteriore. Por ello se dice que la crisis es un momento de mucha vulnerabilidad en la familia, y también de muchas posibilidades de cambio.

cambios biológicos, psicológicos y sociales de los miembros de ella.

Cuando la familia se inicia y pasa de una etapa de su vida a otra, siempre experimenta una crisis. El matrimonio, la gestación, los nacimientos, el inicio de la escolaridad, la adolescencia, la salida de los hijos de la casa, la jubilación, el envejecimiento y la muerte son momentos que representan crisis notorias en la familia.

Estas crisis son también llamadas normativas o transitorias. El término transitoria no se refiere a duración sino a tránsito a otro estado del ciclo vital: por ejemplo, se espera que haya crisis por el nacimiento de los hijos, al iniciar los hijos la escolaridad, la relacionada con la adolescencia de los hijos, con la jubilación, etcétera.

Existen épocas propicias para la aparición de crisis: se producen en estos momentos las llamadas crisis de aniversario y tienen que ver con la fecha de muerte de un miembro querido de la familia, con otros eventos como nacimientos, separaciones, cambios de casa, ascensos, partida de los hijos, Navidad y fin de año. Son fechas significativas que representan rituales culturales y que se repiten cada determinado tiempo.

Existen crisis que aparecen de manera inesperada para la familia que producen un desequilibrio mayor y necesitan mucho más esfuerzo emocional y de comunicación para resolverlas. Son las llamadas paranormativas o no transitorias, pues se refieren a hechos o situaciones inesperadas: nadie espera que su casa se queme o que un hijo inicie el uso de alcohol o sustancias psicoactivas, o se embarace la hija adolescente, una enfermedad grave o crónica en un miembro de la familia, o un hijo con alteraciones físicas. Como ya se dijo, ocurren súbitamente y requieren mayores esfuerzos para resolverse.

En la familia las situaciones generadoras de estrés pueden ser diversas; por ejemplo, mala relación de la pareja, celos, errores en la comunicación, adicción en uno de los miembros del sistema familiar, actos de traición no superados y falta de aceptación de determinado rol en la pareja, entre otras. Estos generadores de estrés pueden esconderse un tiempo y aparecer ante cualquier otro desequilibrio o crisis del sistema familiar. Entonces, se produce una suma de factores, hasta tal punto que la familia realmente no puede identificar las causas de su dolor.

Tipos de crisis familiares Algunas de las crisis que experimenta la familia son esperadas, esto es, son crisis que se espera que existan, lo que quiere decir que son crisis que suceden siempre como parte de la evolución de la familia, es decir, ocurren con los

Por último, las que ocurren por eventos que obstaculizan la dinámica familiar (pareja infértil, divorcio, accidentes, enfermedades psiquiátricas, graves y retraso mental). Son llamadas crisis de desorganización.

Las crisis paranormativas pueden ocurrir por eventos de separación de algún miembro (hospitalización, separación, divorcio, muerte): son aquellos eventos vitales familiares, que constituyen muerte). Son llamadas crisis por desmembramiento. También pueden ocurrir por eventos como la incorporación de miembros en la familia (adopciones, llegada de familiares). Son llamadas crisis por incremento. Además, pueden suceder por eventos que rompen con las normas y valores de la familia (alcoholismo, infidelidad, farmacodependencia, delincuencia, encarcelamiento, actos deshonrosos). Son llamadas crisis de desmoralización.

Las crisis pueden ser momentos que la familia interpreta como buenos o como malos, que pueden ser una celebración o festejo, o puede ser un hecho triste, preocupante o doloroso. Aun las situaciones que se perciben como momentos agradables, como matrimonios y nacimientos deseados, ascensos laborales o graduaciones, hacen parte de las crisis que se viven en un sistema familiar. Aunque son momentos que se espera que normalmente viva una familia, representan vulnerabilidad, cambio y se experimentan con confusión. Requieren ajustes y modificaciones dentro del sistema familiar. Cuando la familia está en crisis las lámparas quedan más tiempo encendidas, hay más ruido o más silencio, la comida queda en los platos, hay más cita al dentista y se gasta más maquillaje. Este texto es una metáfora de las diversas manifestaciones que ocurren en la vida familiar ante una crisis, en las que se refleja la incertidumbre, la preocupación, las lágrimas, el dolor o la celebración. Ante la crisis, los miembros de la familia experimentan muchas sensaciones, que van desde cambios en el estado anímico, confusión, irritabilidad, alegría, tristeza, hasta respuestas físicas tales como dolor de cabeza, dolores musculares y trastornos digestivos. Lo importante es prepararse para asumir el cambio, dialogando sobre la situación, hacer ajustes, planeación y compartir emociones y sentimientos al respecto.

Solución de las crisis Las crisis familiares generan muchas veces conflictos notables. Todo conflicto dentro del sistema familiar debe ser resuelto de manera positiva, con firmeza. Para ello debe escogerse un momento adecuado, sin la presencia de terceros o personas ajenas a la familia. Debe emplearse una comunicación clara, sin tratar de buscar culpables, ni vencedores o vencidos. Se

debe tener siempre en cuenta el por qué se está discutiendo y no aprovechar el momento para ventilar conflictos anteriores no resueltos. Muchas veces el padre cuestiona a su hijo por un determinado comportamiento y es en ese momento cuando aprovecha para reclamarle por una situación anterior no resuelta; por ejemplo, mientras lo cuestiona por sus calificaciones, aprovecha para reclamarle por haber roto la ventana hace seis meses. Esto generalmente crea confusión, aumenta el conflicto y obstaculiza la posibilidad de crecer por medio de la crisis. Es bueno saber por qué se está discutiendo y la finalidad debe ser resolver el lío o conflicto y no tratar de lesionar al otro. Para resolver los conflictos en la familia, los miembros del sistema deben respetar los límites existentes; es así como los conflictos entre hermanos deberán ser resueltos por los hermanos sin la intervención de los padres y los conflictos conyugales por los cónyuges. Se debe tener un buen grado de empatía, es decir, de sentir un poco por el otro o “ponerse en los zapatos del otro”, así como una adecuada capacidad de escucha y de control de impulsos. La familia puede intentar resolver un conflicto por la vía pacífica, mediante el uso del diálogo, de la empatía, con una buena disposición para superar la situación, o por la vía “armada”, mediante una fuerza que domina al otro. Esta última forma necesita el uso de fuerza física, emocional o moral, tal como el grito, la amenaza, el insulto, la ridiculización, etcétera, y nunca logra la resolución del conflicto, sino un estado de falso equilibrio que lleva a la familia al deterioro y produce altos niveles de dolor y de miedo.

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA 1803 FACULTAD DE MEDICINA


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