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El amor todo lo cura

Un día cualquiera en una ciudad mexicana cualquiera, Elena, una mujer viuda de 68 años se encontraba con una ansiedad inusual en ella. Recordaba que su marido había fallecido cuando ella tenía 40 años y cinco hijos que mantener. A base de trabajo y dedicación, sin pensar ningún momento en ella misma, pues no se permitió nunca ninguna canita al aire que interfiriera con el bienestar de sus hijos, los sacó adelante y los hizo profesionistas.

Ahora, ya casados, tres cuentan con carrera técnica, una con licenciatura en enfermería y la otra es profesora normalista.

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Sentada en su sillón preferido pensaba en sus tiempos mozos y esbozando una sonrisa pensó en José, un antiguo pretendiente de sus años de juventud a quien había vuelto a encontrar aproximadamente seis meses atrás.

José era un hombre apacible de 70 años, alegre, educado, que sabía disfrutar la vida. Reiniciaron su relación sentimental y Elena después de tres meses se sentía renovada, sin crisis de ansiedad, y su médico le aseguró que su glucosa estaba controlada.

Una noche, reunió a sus hijos y sin preámbulos les soltó la noticia: se casaría con José.

Todos reaccionaron mal. Le dijeron que ya se le había pasado su momento, que no era hora de pensar en chiquilladas; que era una mujer hecha y derecha y que no debía andar haciendo ridiculeces.

Uno de ellos le dijo con voz altisonante, “pero ¿cómo mamá? ¿A tu edad? ¿Con un viejito? ¿Y tú te prestas para eso?”

Laura Guadalupe Loeza Montero Ced Prof. 2190556 UAG Ced. Esp. 09269609 UNAM

Aturdida y avergonzada les dio la razón. Se fueron enojados y la dejaron sola y triste.

Elena le habló a José para comunicarle su decisión. José se presentó en casa de ella con su andar lento y una sonrisa en el rostro.

Cargaba una guitarra y entonó una canción tras otra, hasta que Elena lo recibió y lo escuchó.

Él le dijo: “Elena nosotros tenemos el tiempo encima, tenemos que vivir la vida que se nos conceda de la mejor manera posible. Nuestra edad no es obstáculo para disfrutar del amor. Estamos vivos aún, no somos objetos ni adornos. Somos seres humanos. Nuestros sentimientos no tienen primera, segunda, ni tercera edad, solo son sentimientos”.

Recapacitó.

Elena y José se casaron, viven solos, felices.

Sus familias no los apoyan ni los visitan; ellos parecen más jóvenes. Sus padecimientos están controlados. Son una pareja de la tercera edad llena de amor.

Me despido con una frase muy trillada que debería ser usada por todos los seres humanos: El amor todo lo cura.

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