ADABI DE MÉXICO
Precio y valor: dos caras de la moneda Fabiola Monroy
¿
Es acaso sensato poner precio a un bien patrimonial irrecuperable? ¿Cómo reflejar el valor de un libro antiguo o documentos en un precio? ¿Cómo poner, en cualquier moneda corriente del momento, la habilidad de un impresor o de un escribano o de un grabador, o de un papel de trapo hecho a mano hace centurias o inclusive hace un decenio? ¿Es posible que los referentes actuales puedan reflejar el costo de algo realizado hace siglos? Estas podrían ser algunas preguntas que se hacen alrededor de la práctica de la tasación de un documento o de un libro, desde los contemporáneos hasta los antiguos o históricos. En las noticias figuran subastas y ventas de todo tipo de documentos, fotografías, mapas, diarios, libros que se convirtieron en los más vendidos o libros clásicos de ediciones raras o exquisitas; incluso la oferta de estos ejemplares ha salido de las casas subastadoras y ahora ya se puede acceder, desde cualquier terminal de internet, a sitios dedicados a la venta de cualquier tipo de artículo necesario y deseado, sitios que ofrecen también documentos centenarios y ediciones de colección. ¿En qué basan sus precios?, ¿en un capricho, en una necesidad o en el mercado? Contestemos con un ejemplo conocido: si el interés es comprar un auto de determinada marca y modelo, el interesado revisará todos los precios a su alcance para comparar en dónde puede adquirir el producto más barato, con las ca-
racterísticas deseadas. Ahora bien, si lo que quiere es un auto “clásico” seguramente la oferta se reduce mucho más y los precios variarán según el estado de conservación, las características propias del automóvil, los kilómetros recorridos, adaptaciones y otras cualidades, inclusive, si modelos semejantes han salido a subasta, en cuánto se han vendido y cuál fue el precio inicial, todo ello, toda esta información va creando una valoración del auto deseado, incluyendo un precio en el mercado nacional y tal vez extranjero, dependiendo de la rareza o la acuciosidad del comprador, sin olvidar que un vendedor también acudirá a los mismos recursos para darse una idea estimada del valor del bien a negociar. Algo similar pasa con libros y documentos. No es posible determinar, por ejemplo, un “precio razonable” para el acta de independencia de un país, porque simplemente no está en venta, pero si se exhibe en una
BOLETÍN DIGITAL DE LA FUNDACIÓN ALFREDO HARP HELÚ OAXACA • NÚMERO 04 • MARZO-ABRIL DE 2021 28