EL REAL FUERTE DE LA CONCEPCION - EMILIO BECERRA DE BECERRA

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Emilio Becerra de Becerra

EL REAL FUERTE DE LA CONCEPCIÓN Estudio histórico y descriptivo de una fortaleza abaluartada.

Introducción por el Pr. D. Manuel Ballesteros Gaibrois. Catedrático Emérito de la Universidad Complutense

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© 2012 Bubok Publishing S.L. 1ª edición ISBN: DL: Impreso en España / Printed in Spain Impreso por Bubok Portada: El Real Fuerte de la Concepción, según el plano de Francisco Codony. Original depositado y custodiado en la cartoteca del Servicio Geográfico del Ejército

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A mis cuatro hijos que, entre juegos y estudios, me permitieron escribir este libro.

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Índice general AL LECTOR ........................................................................................ 9 ¿Qué es una fortificación abaluartada? ............................................... 13 1. La fortificación. Su aparición y desarrollo. ............................. 13 2. La aparición de la pólvora. ...................................................... 53 3. Regreso al Mundo clásico........................................................ 71 4. La fortificación de transición en el Renacimiento. .................. 89 5. El baluarte. Elementos de una fortificación abaluartada. ...... 103 6. Ingenieros militares españoles del Renacimiento. ................. 123 7. Medrano y Vauban. ............................................................... 135 8. El "Cuerpo de Ingenieros Militares". .................................... 147 9. Como se proyectaba una fortaleza en el siglo XVIII............. 159 10.

Algunas fortificaciones abaluartadas españolas................. 175

El Real Fuerte de La Concepción ..................................................... 193 11.

El Campo de Argañán. ....................................................... 197

12.

Antecedentes históricos. .................................................... 217

13.

El "Fuerte de La Concepción de Osuna". .......................... 225

14.

La recreación en el siglo XVIII. ........................................ 253

15.

El "Real Fuerte de La Concepción". Construcción. ........... 293

16.

El "Real Fuerte de La Concepción". Descripción. ............. 345

17.

Repoblación de Aldea del Obispo. ................................... 369

18.

Los constructores del Fuerte. ............................................. 387

19.

Su historia militar............................................................... 395

20.

Estado actual. ..................................................................... 409 7


Datos biográficos de DON PEDRO MOREAU. .............................. 417 Glosario de voces peculiares de la fortificación abaluartada. ........... 429 BIBLIOGRAFÍA .............................................................................. 451 Índice onomástico ............................................................................. 466

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AL LECTOR Este libro, que tiene en sus manos el lector, dedicado al Real Fuerte de La Concepción, tiene una significación y una intención muy especial, por las razones que han motivado su redacción, que es preciso dar a conocer antes de que se entre en su lectura. Estas razones son las que expongo a continuación, razones de oportunidad y de información al gran público culto. No es, pues, un libro más, de los que se han escrito sobre el Fuerte, sino el que pretende suplir una misión informativa de actualidad, dentro del rigor científico que requiere este trato de un monumento histórico. La primera razón es la importancia y singularidad que posee esta venerable ruina del pasado, al ser el ejemplar más característico que existe en la España peninsular de la poliorcética de la Edad Moderna. Las siguientes razones parten de la misma premisa anterior. El Fuerte actual, construido en el siglo XVIII y destruido a comienzos del XIX, durante la invasión napoleónica de España, al dejar de tener importancia militar fue abandonado por los responsables de la defensa nacional, pasando a propiedad particular, que milagrosamente no ha acabado con los venerables restos. Abandonado, - por así decirlo - a su suerte, ésta ha sido su propia fuerza e impresionante mole, que sólo una voluntad de aprovechamiento total podría haber hecho desaparecer. Ante la resistencia de las propias ruinas, resistencia pasiva, se entiende, un grupo de amantes de las grandezas del pasado, conscientes del valor histórico del Fuerte, constituyó 9


la Asociación de Amigos del Real Fuerte de La Concepción, de la que es Presidente el que redacta estas líneas, dirigidas AL LECTOR. Grupo que no sólo pretende que se pueda hacer un trabajo de restauración, sino que quiere que las generaciones presentes tengan conciencia de lo que significó esta joya de la arquitectura militar. A su imponente mole, como se dice en este libro, se debió la repoblación de la comarca a mediados del siglo XVIII y su sola existencia granítica fue un punto importante en la contienda que, en este sector de España, se desarrolló entre los invasores y los que - con la colaboración inglesa - lucharon para expulsarlos. Por todo esto aparece este libro, obra de un hombre, Emilio Becerra, no sólo entusiasta sino - además - gran entendido en toda la historia que giró en torno al Fuerte, especialmente en la guerra de la Independencia, en la que es autoridad. Libro que actualiza toda la problemática del futuro de esta casi sagrada ruina, del pasado histórico de España y de la zona. Libro que ha de estimular la visita al Real Fuerte de La Concepción y a todo el entorno geográfico-histórico de una de las zonas de mayor interés de la frontera hispano-portuguesa. Con la invitación a conocerlo personalmente se dirige AL LECTOR. Manuel Ballesteros Gaibrois Catedrático Emérito. 10


Emilio Becerra de Becerra

EL REAL FUERTE DE LA CONCEPCIร N. Estudio histรณrico y descriptivo de una fortaleza abaluartada.

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¿Qué es una fortificación abaluartada?

1. La fortificación. Su aparición y desarrollo.

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El hombre es desde su aparición sobre la Tierra un animal gregario. Su desarrollo físico, como especie con caracteres propios y únicos, se detiene pronto, acaso porque en proyección evolutiva su opción volitiva natural se decantó tempranamente hacia el perfeccionamiento de la razón en detrimento de su progresión muscular y volumétrica. Pero ello le acarrearía una situación de debilidad ante el poder y la fuerza bruta de otras especies con las que debía convivir, compartir el hábitat y disputar el alimento, algunas de las cuales la formaban individuos de gran tamaño y fuerte agresividad, que los hacia temibles predadores. Al integrarse el individuo en un grupo de su especie, con cuyos componentes compartía no sólo las mismas necesidades sino también iguales debilidades, se encontró formando parte de un bloque que reunía en conjunto la potencia suficiente para hacer frente a los individuos y géneros competidores, cuya solidez ayudaba, a su vez, a consolidar. En su merodeo por el territorio en el que deambulaba en busca de frutos, hierbas, raíces y pequeños animales que le servían de sustento, tenía a menudo que defender su hallazgo frente a enemigos más vigorosos a los que sólo el número de humanos que integraban la horda - no habían pasado aún de ese estado - lograba mantener a raya, y ese mismo bloque compacto era el que disuadía a los grandes

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carnívoros de lanzar sus ataques, pues el hombre aprendió muy pronto a utilizar palos y piedras para defenderse de sus atacantes. Su condición nómada originaba encuentros con otras bandas de su especie con las que entraba en conflictos en los que se producían violentos enfrentamientos, resueltos por lo general en favor del grupo más numeroso. Esa contingencia le llevó a ceñirse cada vez más a espacios concretos y determinados, claramente definidos, a los que de alguna forma delimitó con señales de los más variados tipos. Y cuando en su continuo deambular, el grupo encontró un territorio que reunía buena condiciones para vivir en él, con agua y alimentos suficientes para todos sus individuos, procuró por todos los medios a su alcance asentarse en él de forma permanente, expulsando o alejando a otras bandas que quisieran disputárselo. Los individuos de ese grupo, se convertirían así en animales territoriales, que procurarían hallar la protección suficiente para que nadie pudiera, no ya arrebatárselo, si no tan siquiera diputárselo. Empezaría por marcar la zona cuidadosamente con cuantas señales exclusivas se le ocurrieran, al igual que hacen otras muchas especies predadoras. No olvidemos este carácter de la especie humana, a lo que la obligó desde siempre su característica alimentaria. Pero ello no sería suficiente, pues sólo alejaba del territorio a aquellos competidores que les temieran, pero no a los que se supieran más poderosos, por lo cual hubieron de acudir

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de día a una vigilancia cuidadosa en la que algunos individuos protegieran al resto durante sus trabajos de caza o recolección, e incluso en los de ocio, y encontrar un artilugio que de noche les sirviera de salvaguarda; esta necesidad de seguridad se fue haciendo más ineludible a medida que aumentaban sus ideas de solidaridad y de división del trabajo, y cuando llegaron al convencimiento de que necesitaban poseer un lugar tranquilo, a salvo de las fieras y de las hordas rivales donde establecer sus lugares de descanso, y en el que no sólo de noche, sino a cualquier hora del día pudieran gozar de seguridad los niños, los ancianos, los enfermos y heridos, o las hembras en avanzado estado de gestación, que debieran o tuvieran que permanecer en el sitio que se había elegido, buscaron un punto al que poder acogerse, que le mereciera la suficiente seguridad para permanecer en él largo tiempo de forma relativamente relajada, en la que una pequeña vigilancia fuese bastante para que la mayor parte de los componentes del grupo pudiera dedicarse a tareas de creación, entendiéndose como tales también las de confección de ropas y de armas, conservación y cocción de los alimentos, construcción de pequeños utensilios, etc. Si vivía en territorios llanos y de clima templado, permanecía siempre o casi siempre al aire libre e indagó la forma de encaramarse a puntos abruptos o se rodeó de obstáculos; si por, el contrario lo hacía en zonas más escabrosas o más frías,

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lluviosas o desapacibles, al menos en ocasiones, buscó refugios en los que recogerse y guarecerse, como los profundos barrancos, desprovistos de salida, en las laderas de las montañas, o en las cuevas que la misma naturaleza había labrado en muy diversos lugares. Cuando aprendió a crear y utilizar el fuego, y comprobó que muchos animales lo rehuían, encendió grandes hogueras en el contorno de su lugar de descanso, o en la entrada de los cañones o de las cavernas en los que se refugiaba. A medida en que avanzaron en sus conocimientos, acudieron a protecciones sólidas y permanentes que les dieron seguridad y continuidad. Si vivía en una amplia llanura buscó generalmente una pequeña elevación del terreno, a ser posible rocosa o con altos canchales, a los que pronto rodeó con todo aquello que fue estando a su alcance; al principio se contentó con una somera empalizada de troncos o espinos; luego construyó con ellos una borma lo bastante espesa para impedir el paso, e, incluso, la vista, a su través; después fue levantando muros de piedra cada vez mejor enlazados, y más altos y anchos; a veces los muros se duplicaban. Siempre, y ello nos indica el avanzado estado de su razón, dejaban una sola puerta, para alcanzar la cual se habilitaba un camino obligado, de largo recorrido, donde el intruso - o los intrusos - debía progresar dando siempre su costado derecho al muro defensivo, pues al llevar

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empuñada con la mano derecha la espada, la lanza o cualquier otra arma ofensiva que portase, tenía que presentar a quienes estuviesen en el interior su lado indefenso, ya que el escudo u otra arma protectora era llevada en el brazo izquierdo. En nuestra península podemos ver continuas muestras de ello, y es curioso que así también lo encontremos en arcaicas construcciones defensivas de los incas peruanos o de otros países tan dispares a nuestro Mundo como los indígenas de Zimbabwe. Si sus moradas estaban en una barrancada o en una cueva, estas defensas las situaban en la parte anterior o en la entrada, sin perjuicio de colocar otras en los puntos débiles que pudieran existir. Entonces, cuando el hombre, todavía casi en su etapa de transición desde la vida meramente animal a la vida razonada y organizada, colocó ante sus establecimientos fijos elementos que le defendieran de sus enemigos, inventó la "fortificación", pues no significa otra cosa esa colocación de obstáculos levantados artificialmente ante o alrededor de sus moradas. Fue la "fortificación", por tanto, uno de los primeros logros del hombre que empezaba a dejar de ser animal y a "civilizarse", acaso por la misma época en que descubrió el fuego, y, desde luego, antes que la rueda. Dotados así de un antemural, fuese el

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constituido por el fuego o los obstáculos construidos con ramas o piedras, que defenderían con las armas que se habían procurado, podían crear una familia y organizar una incipiente economía que les permitiera sobrevivir a los tiempos de escasez y a las amenazas de los elementos naturales, de los animales y de otros hombres extraños a su entorno. Y de esta forma se reservaron un territorio o, al menos, un pequeño rincón donde ejercer su total soberanía. Entonces, cuando el hombre consiguió poseer un refugio dotado de las defensas necesarias para ser respetado no sólo por las fieras, sino también por otros grupos de congéneres con los que disputó la posesión de un territorio y los alimentos que allí se encontraban, y se unió a otros individuos de la especie para formar un pueblo, podemos afirmar que logró ser independiente; es decir, tomar sus propias decisiones sin que sobre ellas pesara el temor o la presión de otros seres que también se movían por el territorio; pues ello le iba a permitir con el desarrollo en el tiempo de su técnica y de sus adquisiciones culturales tener algo que le perteneciera en exclusiva y con lo que poder vivir con la libertad de hacer aquello que considerara más conveniente para su vida y la de los que componían su entorno familiar. Fue, pues, la "fortificación", al darle seguridad, la que le liberó de las limitaciones que la geografía, los seres con los que convivía y su propia debilidad le imponían. Y ésta independencia y

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esta libertad se fueron mostrando cada vez más eficaces a medidas que pasaba de cazador y recolector a ganadero, y más tarde, y sobre todo, cuando se convirtió en agricultor, pues su seguro refugio le permitió almacenar en el mismo provisiones y bienes en tiempos de abundancia con los que superar las miserias que los años difíciles le deparaban. Tan lenta como el desarrollo de la humanidad fue la progresión del arte de fortificar, pero cuando algunos pueblos se sintieron fuertes como consecuencia de un gran aumento en el número de sus componentes; de un avance cultural que los destacaba sobre sus vecinos; de la posesión de una nueva arma con la que superaba a sus oponente, como en el caso de los Hititas cuando contaron con el hierro con el que fabricaron sus espadas, dagas y lanzas; o de cualquiera otra circunstancia por la cual sobresalían en el Mundo que les rodeaba, quisieron asegurar el poder que ello les confería, y levantaron asentamientos seguros para preparar sus crecientes ansias de expansión, y que les sirviesen también para evitar ser dominados por sus adversario; recurrieron para lograrlo a dotar a sus ciudades, que ya se habían ido haciendo extensas y populosas, de fuertes defensas, fáciles de sostener y complicadas para ser atacadas en las que casi siempre se trataba de compensar la inferioridad numérica con la ventaja de su situación.

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Se produjo, como consecuencia, un enorme avance en el arte de la fortificación permanente, cuyo desarrollo asombró y aún asombra a las civilizaciones que les han sucedido hasta el día de hoy, y, en especial, al comprobar el acierto con que se dieron solución a los más variados problemas que presentaban las necesidades de la defensa en un punto y momento determinado, y a la gran base científica que aquellas fortificaciones, levantadas hace miles de años, contenían en su concepción y desarrollo. Ya hemos visto, por ejemplo, que la colocación de las puertas fue desde los primeros momentos de este arte una exigencia a la que todos los constructores de fortificaciones trató de dar una solución adecuada, y en estas grandes ciudades de los imperios que podríamos considerar del oriente mediterráneos se adoptaron disposiciones especiales para su erección que iban a dar una normativa imperecedera y a traducirse en lo que más tarde se proclamaría como uno de los principales principios de la Poliorcética1: el desenfilado de las puertas. Y de todos, o casi todos, los preceptos magistrales de este arte, tanto en su vertiente ofensiva como defensiva, que fueron tempranamente utilizados por estos pueblos colonizadores, tan pronto como tuvieron noción de que una necesidad existía. No sabemos si ellos los tradujeron en tratados 1 Poliorcética: (del griego poliorketike) Arte de atacar y defender las plazas fuertes (Dic. de la Real Academia). Según María Moliner: Diccionario de uso del español. procede de las raíces griegas "polis", ciudad, y "herkos", recinto

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cuidadosamente elaborados, pues nada ha llegado hasta nosotros, pero al verse ante ellos, los griegos y romanos que vivieron a caballo de los años en los que empezó la Era cristiana, los estudiaron, analizaron y legaron a los que en el tiempo les hemos sucedido las grandes reglas de la fortificación, empleadas por ellos, y que han permanecido inmutables desde entonces. El tiempo y el abandono, a partir del momento en que el poderoso pueblo que las levantó perdió su impulso expansivo, ha sido la causa de que hayan ido desapareciendo y disolviéndose en el terreno donde se asentaban la mayor parte de las antiguas ciudades y fortalezas que levantaron aquellos pueblos que iniciaron y desarrollaron en la Edad Antigua la Civilización. Pero aún, tras los milenios transcurridos, quedan en pie o han sido rescatados de los escombros que los sepultaban, vigorosos restos que nos transmiten con voz diáfana datos que permiten conocer la grandeza de aquellas construcciones, las normas de su trazado, las técnicas de su construcción y la adecuada solución a sus problemas arquitectónicos o bélicos. Dentro de los territorios en que se iniciaron y plasmaron las viejas civilizaciones, que fueron base y cultivo en el que el tiempo forjó la que se ha conocido como civilización occidental, es en Mesopotamia, Anatolia y Egipto donde encontramos los primeros 22


vestigios del desarrollo verdaderamente importante del arte de la fortificación y donde vemos aplicados, al menos en su parte defensiva, los principios de la Poliorcética. Sólo por los relatos de Herodoto, Citesias y Estrabon tenemos noticias de la existencia de Babilonia y de su primer recinto fortificado hacia el año 2.500 A.C., pues fue totalmente devastada; según se desprende de las modernas excavaciones los muros del recinto tenían algo más de siete metros de anchura y cada cincuenta y dos metros se levantaba una torre; todo el recinto estaba protegido por un amplio foso. Hacia el 600 A.C. el rey Nabucodonosor II (Nabu-Kudur-Usur) reformó y mejoró estas fortificaciones y levantó su imponente "zigurat" y la gran puerta de Ishtar. También se deben a este rey las fortificaciones de Ur, en Caldea, dotadas de un doble recinto, con cinco puertas fuertes, dentro del cual, rodeados de murallas a su vez, se encontraban el palacio y el "zigurat"2 o "ziqqurratu", a cuyos niveles superiores sólo se podía acceder por medio de largas, estrechas y empinadas escaleras exteriores. Por los mismos tiempo hallamos construcciones con grandes obras de defensa en Egipto, donde en Tebas encontramos los llamados templos de Karnak, Ramesseum y Medinat Habu, que en 2 Zigurat (del acadio "ziggurat", torre) Torre escalonada y piramidal, característica de la arquitectura religiosa asiria y caldea (Dicc. de la R.A.E.).

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realidad son otras tantas fortalezas, que fueron construidas en los años 1.500 a 1.200 A.C. En Asiria se construyó la fortaleza de Khorsabad, cerca de Mosul, entre el 722-705 A.C., que consistía en un recinto casi cuadrado dotado de siete puertas fortificadas, y en una de cuyos lados estaba inserto el palacio de Sargón. Los hititas establecieron su capital, Hattusas, edificada sobre una elevación aprovechando la facilidad de defensa que proporcionaba el escarpado monte; se componía de una ciudadela, una ciudad alta y otra baja, todas defendidas por amplias murallas ciclópeas, de 10 metros de altura, cuajadas de torres, y dotadas a vanguardia por una antemuralla; es aún un misterio sin aclarar como se produjo en su día su ruina. Debemos citar la ciudad de Troya, pues en ella se han encontrado los restos de nueve ciudades, todas fortificadas, construida cada una sobre la anterior, previamente arruinadas, de las cuales la primera debió ser levantada hacia el 3.000 A.C. La sexta corresponde acaso a la Troya homérica. A algún lector pueda parecer, después de leer los párrafos anteriores, que no se avienen con las ideas de libertad e independencia a que me he referido anteriormente, pues estas populosas ciudades, convertidas por sus reyes en formidables fortalezas, fueron el germen de poderosos imperios que extendieron sus dominios sobre territorios de una enorme amplitud y sometieron a su gobierno a miles de 24


hombres pertenecientes muchas veces a muy diversos pueblos, que fueron sometidos a su potestad en contra de su voluntad y a pesar de todos sus esfuerzos por evitarlo. Pero ya indicaba en la primera línea de este libro que el hombre es un ser gregario, y esas ideas de libertad e independencia hemos de tomarlas en el sentido de que es al grupo, no al individuo, a quien tenemos que referir los parámetros que estudiemos, en especial si tratamos de hacerlo asumiendo su mentalidad y olvidándonos del pensamiento actual, fruto de una evolución milenaria. No olvidemos que el hombre es un predador al que sus condiciones físicas le han obligado a vivir siempre en una grey o comunidad, más afín en sus acciones instintivas al león o al lobo que al solitario tigre; por eso, para sentirse fuerte se unirá a otros hombres de igual ascendencia; se defenderá de otros grupos colocados en sus márgenes tribales, y tratará de someterlo, en especial si posee bienes - en un principio comidas, ropas, armas - que el desea disfrutar. Y el grupo es libre e independiente cuando, sintiéndose protegido dentro de los muros de esas grandes urbes, no tiene que someterse a las exigencias de quienes le disputan su círculo de expansión y, en cambio, puede imponerles sus normas y sus dictados. La mayor o menor culturización de estos pueblos será causa de que puedan medrar sobre ellos individuos violentos y dominantes o que se mantengan en un estado de evolución pacífica.

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Esta diferencia se aprecia cuando alcanzamos en el tiempo a situarnos en la época de la cultura clásica griega. Es posible que en el principio, al llegar las tribus aqueas a la península helénica, los antiguos pobladores no hubieran salido de la etapa prehistórica, si atendemos a la falta de documentos escritos, pero poseían una desarrollada cultura ubicada en las costas del mar Egeo, a uno y otro lado, y en sus islas, cuyo centro de irradiación podemos situar en la de Creta. Los aqueos asimilaron rápidamente esta cultura y se distribuyeron por todo el territorio, pero conservando cada tribu su independencia: carentes aún de los avanzados conocimientos que poseían los grandes pueblos situado a oriente y mediodía de sus valles, y no teniendo que temer de ellos, pues el mar era un magnífico foso que los defendía, se limitaron a vivir en pequeñas ciudades libres que dotaron de someras fortalezas que bastaban para asegurarlos de las apetencias de las tribus vecinas. Como consecuencia de la absorción de los conocimientos prehelénicos desarrollaron una cultura, cuya importancia ha sido tan extraordinaria, que ha merecido el nombre de "clásica" y ha sido la madre de toda las Artes y las Ciencias occidentales, lo que hizo decir al gran filósofo español Xavier Zubiri, en pleno siglo XX, que " los griegos somos nosotros". Pero fragmentado en sus pequeños estados-ciudades, no crearon, como ya queda dicho, grandes fortalezas y se limitaron construir pequeñas

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defensas, pero a las que aplicaron las sabias normas que habían desarrollado los grandes imperios. Si sus fortificaciones fueron primero las larissas, que consistían en el aprovechamiento de estrechos e inaccesibles espacios que defendían con dilatadas y enormes puertas, dotadas de todo tipo de defensas, y más tarde las acrópolis, fortalezas colocadas en lo alto de un montículo cercano a la ciudad y en donde se desarrollaba toda su vida pública y cultural, se aplicaron a ellas todos los principios de la Poliorcética, que ya había alcanzado casi todo su posible desarrollo, y se estudiaron, comentaron y fijaron todas sus reglas por medio de insignes pensadores, que nos han legado el completo conocimiento de esta importante ciencia. La evolución de la fortificación en los pueblos helénicos la podemos seguir observando, sucesivamente, en las ruinas de importantes de ciudades como Micenas, Tirinto y Atenas. El desarrollo metódico y hasta, podríamos decir, que científico, se va a producir a partir del siglo III A.C. y sería en los años que ocupan el espacio entre el año 300 A.C. y 200 D.C. cuando se estudiarían y a expondrían de unan forma racionalizada todos los problemas de la Poliorcética, así como sus soluciones. Sería Arquímedes, en el sitio de Siracusa por los romanos el que daría el paso decisivo con su estudio de nuevas defensas y nuevas armas. Otros tratadistas griegos seguirían sus pasos, que luego, a su momento, continuarían los romanos.

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Fue, como vemos, a través de Grecia por donde llegó a Roma este conocimiento. Al extenderse la Ciudad por todo el Mundo entonces conocido, los romanos se encontraron con zonas en las que la cultura estaba todavía en estadios primarios y con otras donde ésta llevaba siglos, e incluso milenios, evolucionando. En las primeras, en las que sólo tuvieron que enfrentarse a ejércitos tribales y a rudimentarios sistemas defensivos, no se vieron, en la necesidad de levantar, para dominarlos, grandes fortalezas; pero en las segundas, les fue preciso primero aprender y aplicar los grandes principios de la Poliorcética para debelarlos, y luego aplicarlos a su vez para reconstruir las viejas fortificaciones o levantar otras nuevas para mantener sujetos a sus pobladores y para rechazar a los pueblos que habían quedado en las márgenes de su dominio. Porque en la parte más occidental el hombre, salvo sorprendentes excepciones, como Tartessos, en España, no había pasado del estado tribal, y todavía cada valle, cada pequeña meseta, o cada espacio limitado por algún río o alguna montaña, eran territorio exclusivo de un pequeño pueblo, independiente e indómito, que a menudo estaba en difíciles relaciones con cada uno de sus vecinos; pero como sólo se enfrentaban en sus frecuentes querellas grupos muy limitados de contendientes, no les había sido necesario desarrollar grandes obras de defensa; por eso en esta parte del Mundo

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mediterráneo sólo encontraron pequeños castros o someras defensas, pues los pobladores se amparaban más en la situación de sus poblados - el abrazo de un río, el escarpado del risco donde se levantaban - que en sus muros o en otros medios de protección, aunque en ocasiones se encuentran en sus ruinas vestigios, a veces bastante conservados, de potentes puertas fortificadas y de algunos de los principales elementos de sistemas defensivos más avanzados. Un ejemplo de esto lo podemos contemplar en las ruinas del poblado ibero de Ullastret, en la provincia de Gerona, dotado de un poderoso recinto defensivo que, aunque modificado luego por los romanos, presentaba ya, a la llegada de éstos, muchas de las característica esenciales del arte de la fortificación. Por esto, en el Occidente no tuvieron necesidad de grandes fortificaciones y se limitaron a proteger los campamentos legionarios o a establecer líneas medianamente fortificadas en los limes o fronteras que los separaban de los pueblos que no suponían sino una molesta amenaza, pero cuya dominación les resultaba excesivamente onerosa; así encontramos los puestos de vigilancia o fortines que guardaban las líneas cántabro-asturianas en Hispania , la muralla levantada tras el reinado de Claudio al norte de Britania para evitar las incursiones de los pictos y escotos, e incluso las defensas que a lo

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largo del Rin protegían a las tierras romanas de las irrupciones de los germanos. Al extenderse hacia Oriente, en cambio, Roma encontró otro mundo en el que pueblos de milenaria cultura y dotados de ejércitos y defensas poderosos se oponían a su avance. Hubo de enfrentarse a poderosos imperios, más o menos en decadencia, que poseían poderosas fortalezas en las que encontraban un sólido apoyo contra su avance, y a los que tuvieron que sojuzgar apelando a los conocimientos poliorcéticos que les habían legado los helenos. Un ejemplo paradigmático de estas dificultades la encontramos a su enfrentamiento a la formidable ciudadela de Doura Europos, cuyos vestigios nos hablan de un pueblo con una cultura plenamente desarrollada y dotado de los más amplios conocimientos bélicos, a pesar de que la poca solidez de los materiales con los que estaba construida haya hecho que el tiempo casi haya borrado su monumentalidad. Los romanos tuvieron, ante esta circunstancia, que aprender

a

enfrentarse

a

tales

dificultades,

y

estudiar

concienzudamente las más sólidas y complicadas reglas del arte militar para luchar, no sólo a campo abierto, o ante someras barreras, sino frente a grandes y poderosas defensas magistralmente establecidas. Acudieron, como en tantas cosas, a los pensadores 30


griegos, y en sus estudios y análisis encontraron las bases para montar un complicado sistema operativo, con el que pudieron hacer frente a los problemas planteados y establecer, a su vez, obstáculos adecuados a las amenazas con la tendrían que enfrentarse en momentos posteriores. Cuando después de aprender el arte de debelar estas grandes fortalezas, tuvieron necesidad de levantar a su vez líneas fortificadas, como en la frontera de Siria, que hubieron de prolongar desde Cargnat hasta la Tingitana, tuvieron que dotarlas de los elementos que desde la primera Antigüedad se habían revelado como los más idóneos: las puertas fortificadas y desenfiladas, las torres de bases pentagonales, los taludes de las escarpas, las torres albarranas, los matacanes y las buhardas, entre otros. Fue Roma, por tanto, la continuadora de la tradición del arte de la fortificación que habían desarrollado los grandes pueblos de la península de Anatolia, de las cuencas de los ríos Tigris y Eúfrates, y del valle del río Nilo. Con la caída de Roma el 476 en poder de los bárbaros, todo el territorio del Imperio de Occidente se disgregó y fragmentó en tal número de pequeños señoríos que cualquier idea de continuidad y poder se desvanecieron, y, por tanto, no habría en los siglos sucesivos ni grandes ejércitos, ni posibilidad de potentes fortalezas, que tampoco iban a necesitar los señores feudales para protegerse de sus débiles, egoístas y mezquinos vecinos. Hasta el siglo XI las fortificaciones

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europeas prácticamente han desaparecido y sólo permanecieron activos algunos recintos levantados durante el Bajo Imperio Romano. En general, los caudillos germanos o eslavos de las hordas que invadieron el Imperio de Occidente, y los señores feudales que les fueron sucediendo, se limitaron a proteger con una somera defensa el territorio del que, en mejor o peor ley, se habían adueñado, y la carencia de un fuerte poder central - los reyes de los estados en aquellos años apenas eran obedecidos por sus servidores -, capaz de reunir las energías de estas bandas feudales para un fin común que no era considerado entonces necesario, mantuvo este fraccionamiento y con ello las fortificaciones quedaron en un estado elemental, de claro retroceso sobre las que habían sido las fuertes edificaciones defensivas de los tiempos anteriores. El castillo feudal en Europa fue en estos primero siglos del medievo únicamente los que se ha llamado la villa franca, consistente en una torre levantada sobre un mogote o mota, muchas veces artificial, la que poco a poco se fue rodeando de estacadas y fosos; más tarde algún muro o alguna otra torres, menos importante, que las flanqueara, y construidas con frecuencia con madera, por lo que resultaban fáciles de destruir. Su mayor avance en este arte fue la erección del donjon o del keep, elevados sobre el inevitable mogote central.

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Siguió, sin embargo, el poder fuerte y representativo, aunque en continua decadencia, en el Imperio de Oriente o de Bizancio, y en su ámbito, del mismo modo que iba a conservarse la cultura clásica, lo sería también la ciencia militar. Los viejos y fuertes recintos fortificados reaparecieron, especialmente cuando nuevos pueblos en expansión procedentes de Asia amenazaron su existencia. Los estudios de los grandes tratadistas del pasado fueron reactivados, se reeditaron muchas de sus obras, como las de Procopio. Aparecieron grandes fortalezas, que ahora estaban dotadas de ciudadelas, como las de Constantinopla, de Nicea, o de Antioquía, que habían de producir verdadero pasmo a los cruzados europeos cuando se encontraron con ellas. En España la poliorcética sufrió el mismo retroceso que en el resto de Europa, y en los primeros años de la Reconquista los reyes de Asturias y León buscaron su protección en las posiciones que los romanos habían establecido para la defensa del limes. A medida que se fueron extendiendo los reinos y surgieron los primeros jefes de pequeños grupos de tipo feudal, se levantaron someras fortificaciones que, como en los países más al norte, consistieron en la clásica torre rodeada de una empalizada, y que servía de estrecha vivienda, caballeriza y fortaleza al caballero cristiano; estas torres, a las que

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Bordejé 3 denomina torres cantábricas, están situadas formando una especie de línea desde Asturias a Navarra4. A medida que se avanza en el dominio hacia el Sur, este castillo se va desarrollando, siempre dentro de estas características, hasta alcanzar la línea del río Duero, donde las numerosas muestras allí levantadas corresponden ya al castillo cristiano español. Tras atravesar el Duero, el Cinca y el Litera, los cristianos van tomando elementos de las construcciones militares del Islam, muchas de las cuales aprovechan, conservando la mayor parte de los elementos constructivos y defensivos que poseían. En Oriente, los Califatos árabes surgidos a partir del siglo VII, llegarían a ser no sólo los herederos de los conocimientos grecoromanos, sino además los transmisores de todas sus enseñanzas a las edades posteriores. Por eso, en Europa sería España, nuestra Patria, en la que los musulmanes permanecieron cerca de ochocientos años, el país por donde volverían al Mundo occidental los grandes conocimientos de la Antigüedad clásica. Los musulmanes importaron a nuestro suelo todas las normas poliorcéticas del Mundo clásico y de su continuidad bizantina. El castillo musulmán en España se diferencia del cristiano en primer lugar por carecer de la clásica torre 3 Bordejé Garcés, Federico.- "El Castillo español en la Edad Media". Madrid, 1949. 4 Una excepción en cuanto a localización lo constituye el de Nogales, en la provincia de Badajoz, claro ejemplo de este tipo de castillos.

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del feudalismo europeo, y porque están erigidos de acuerdo con las normas que ha aprehendido en Oriente. Esto, que ocurre ya en sus torres aisladas (burch), como en Bujalance o Burjasot, y en sus castillo camperos (hisn), a los que pertenecen Baños de la Encina, Tarifa, Marbella o Berlanga de Duero, se pone plenamente de manifiesto en las cercas con que rodearon a las principales ciudades, como en Zaragoza, Coria, Cáceres, Sevilla, Toledo, Carmona, Córdoba o Málaga; grandes recintos en los que utilizaron siguiendo las reglas de Philon de Bizancio, torres de planta preferentemente pentagonal; torres de flanqueo intercaladas en las murallas; torres albarranas situadas a vanguardia; caballeros o torres de vigilancia: corachas o caminos cubiertos (podemos contemplar una muy característica en Toledo, hacia el Tajo, y también en el pequeño hisn de Corbera de la Ribera (Valencia); albacares (espacio cercado con elementos defensivos donde recoger el ganado comunal en caso de peligro)

de

los

que

encontramos

un

ejemplo

en

Cullera;

coronamientos almenados; taludes escarpados en los muros; barreras o antemuros rodeando el recinto; buhardas y matacanes (por este origen musulmán las llamó Próspero Merimée moucharaby ), y los que además encontramos aplicados los preceptos de Vitrubio sobre el desenfilado de las puertas. Cuando algunos de estos recintos fueron aprovechados por las poblaciones levantiscas para enfrentarse al poder

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califal, hubo de procederse a su demolición o, al menos, a su virtual abandono, y se las substituyó por imponente ciudadelas o alcazabas, de las que fueron exponente la Aljafería de Zaragoza, o las de Mérida, el Vacar, Tarifa, Málaga o el imponente castillo de Gormaz, verdadera plaza fuerte en la que podía concentrarse todo un ejército destinado a invadir los reinos cristianos septentrionales. Como quedó dicho, los cristiano aprovecharon estos castillos y alcazabas a medida que la Reconquista fue avanzando y pasaron a su poder. Prácticamente en los reinos cristianos el castillo iba a ser una copia y desarrollo de las enseñanzas musulmanas, y los que construyen en los siglos XII y XIII serán el resultado de estos conocimientos, adquiridos en su mismo suelo, y que se adelantan y solapan a las nuevas corrientes - o casi -que los Cruzados traen de sus incursiones, fracasadas por lo general, a Tierra Santa y los territorios del Oriente mediterráneo. A la clásica fortaleza islámica sólo se va a aportar, tras su reconquista un fuerte elemento, la torre del homenaje, desarrollo de la antigua y pequeña torre de los varones feudales de la Alta Edad Media, que ha tenido su correspondencia en el donjon o en el keep de la Europa occidental. Las expediciones de los Cruzados a Tierra Santa, especialmente con motivo de la primera, pusieron a los señores feudales del occidente europeo en contacto con los territorios de las 36


riberas orientales de Mediterráneo, donde se había desarrollado la esplendida cultura bizantina, asimilada y continuada después por sus conquistadores los Califatos musulmanes. Entre las cosas que copiaron, e incluso mejoraron los pueblos islamizados, a partir del siglo VII, se encuentra en lugar preponderante la fortificación, y sus manifestaciones asombraron a los cruzados, cuyos asentamientos defensivos dejaban tanto que desear frente a los castillos y plazas fuertes que encontraron en el Imperio bizantino, en Siria y en Palestina. Y cuando ocupadas Antioquía, San Juan de Acre, Cesárea y Jerusalén, y creados los principados latinos en aquellos territorios tuvieron que levantar fortaleza que aseguraran su dominio, lo hicieron a ejemplo y semejanza de las que en la comarca habían encontrado, muy superiores a las que existían en sus regiones de origen. De ellos, son ejemplo, mejor o peor conservados, las ciudadelas de Jerusalén donde se construyó una de las puertas mejor fortificadas de la Historia - y de San Juan de Acre, y castillos como los de Subeilas, Beaufort y Belvoir, en Galilea, de los que se conservan interesantes vestigios; los de Kerak de Moab, Montreal y Sidon, de los que quedan importantes ruinas, y los de Saona o el Krak de los Caballeros, bastante conservados; éste último era tan poderoso, que sólo valiéndose de un

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innoble subterfugio 5 logró el sultán Bubars que los caballeros del Hospital lo rindieran. Cuando los príncipes y caballeros europeos que habían tomado parte en las Cruzadas regresaron a sus estados, en especial a principios del siglo XIII, después de la tercera, sintieron el deseo de levantar en la cabeza de su dominio fortalezas como las que habían visto en Oriente y empezaron a surgir en la Europa occidental castillos que de alguna manera, más o menos acertada, trataban de repetir los elementos clásicos encontrados en las lejanas tierras de Levante. De ello podemos citar como muestra el célebre Chateau Gaillard , levantado por Ricardo " Corazón de León " en Normandía, en una estrecha península rodeada por un cerrado meandro del río Sena; los de Pembroke, Beeston, la Roche Guyon, Ortenberg, Coucy, Saumur, etc. Las Ordenes de Caballería, al instalarse en Occidente, también contribuyeron a extender la construcción de fortalezas, cuyos diseños se basaban, en mayor o menor medida, en las normas de la Antigüedad clásica, y con ellas entraron en España, ahora por la vía de los Pirineos, las enseñanzas que se habían conservado en Oriente relativas a la poliorcética, pero que ya llevaban siglos siendo observadas en Al'Andalus y asimiladas y copiadas por los reinos 5 Bubars hizó llegar a los sitiados una carta falsa en la que su Gran Maestre les ordenaba la redición por haberlo hecho ya todas las demás plazas.

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cristianos. Por eso sus manifestaciones, que aún subsisten, algunas en buen estado de conservación, no mejoraron a las fortalezas que en aquel período se estaban levantando por arquitectos de una u otra religión. Podemos observar castillos erigidos por las Ordenes en Cardona, Monzón, Peñíscola, Montesa, Zorita de los Canes, Calatrava la Nueva y Ponferrada, como muestra de las que levantaron los monjes guerreros. En este campo, como en otros de la cultura, los españoles, gracias a la transmisión que habían llevado a cabo los musulmanes, se habían adelantado bastantes años al resto de Europa. Este tipo de fortaleza, aprovechando con mucha frecuencia las que los recuperadores del suelo hispano encontraban en las ciudades y campos que ocupaban, mejoradas con elementos idóneos, ampliadas y, sobre todo, con la dotación de fuertes y elevadas torres del homenaje, fueron el tipo de fortificaciones que imperó en la Península ibérica en los siglos XIII y XIV. Como he dicho, el elemento más conspicuo del período fue la torre del homenaje, como podemos comprobar en Monterrey, San Felices de los Gallegos, Medina del Campo, Guadamur, Alburquerque, Feria, Belalcázar, Almodóvar del Río o Vélez Blanco, o cualquiera de los ejemplares que puntean toda nuestra geografía pero cuya cita no cabe dentro del espacio de este libro.

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En el siglo XIII hizo aparición una nueva y potente fuente de energía de alto poder expansivo: la pólvora, que iba a trastornar todo lo referido con las Ciencias y Artes marciales; de momento su influencia fue muy pequeña y hasta comienzo del año 1400 no iba a tomar un papel importante en las decisiones que se tomaran en orden a la construcción de fortalezas, ni tampoco al de su asalto y demolición; pero poco a poco iba a tener una influencia siempre en aumento, como veremos luego, hasta el punto que su empleo va dividió la historia de la Poliorcética en dos períodos: uno inicial que empezó casi con la aparición del hombre en la Tierra y que iba a terminar, después de milenios, cuando la pólvora se hizo presente en los campos de batalla, y que se ha denominado a veces como de la "neurobalística6, y otro que se desarrolla desde ese momento, llamado de la "pirobalística7 por la condición de las armas empleadas,

En este período apenas

ocurrió nada nuevo en España en la esfera del desarrollo de las defensas de campos y plazas, a no ser porque la circunstancias de que la cada día más lejana y esporádica lucha contra los musulmanes que aún ocupaban algún rincón de la Península, fue causa de que en los castillos ya existente y los que se fueron construyendo en estos 6 Neurobalístico.- Se aplica a las máquinas de guerra anterior a la invención de la pólvora. Artillería consistente en esa clase de máquinas ("Diccionario de uso del Español", María Moliner). su fuerza la proporcionaba gruesas trenzas formadas por largos cabellos, generalmente de mujer. 7 Pirobalística.- Arte de disparar proyectiles con armas de fuego (Ibidem).

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tiempos de moderada tranquilidad - a pesar de las guerras civiles - se fuesen adoptando medidas que tendían a hacerlos más bien palacios para una cómoda vida de sus poseedores que rudos reductos de defensa. Así ocurrió en Cuéllar, en Simancas, en Coca, en Segovia, en Toledo, en Belmonte y en tantos otros levantados o reformados por aquellos años. Hay, como es natural, un período en que subsisten los viejos métodos a la par que van desarrollándose y tomando carta de naturaleza los nuevos sistemas, que, al fin, por su mayor efectividad acaban por desplazar a los primeros y a convertirse en los únicos empleados, pero siempre dentro de un ambiente y un afán de superación, que hace que continúe viva la eterna dualidad del arma y la coraza , en la que unas veces predominará la primera y otras la segunda, y en cuyo enfrentamiento siempre al avance de una de ellas seguirá la investigación y la experimentación necesaria para que la otra vuelva a superarla.

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2. La apariciรณn de la pรณlvora.

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En la secular e ininterrumpida guerra que en nuestro suelo, en la Península Ibérica, sostenían, en una casi conflagración civil, cristianos y musulmanes, ocurrió en el siglo XIII de nuestra Era un pequeño hecho, a juzgar por las noticias no documentadas llegadas hasta nosotros, que si en su primer momento pudo parecer sólo una anécdota poco importante, se convirtió en los dos siglos siguientes, por su repetición, desarrollo, y eficacia, en el desencadenante de una etapa totalmente diferente en todo lo relativo a la Ciencia y las Artes marciales. Este importante suceso fue el uso, por primera vez en Europa, de la pólvora en una acción bélica, cuando los musulmanes andalusíes la emplearon para defender las fortificaciones de Niebla durante el sitio que puso a esta plaza en 1257 el rey Alfonso X de Castilla. Es muy posible que este tipo de pólvora no fuera el que más tarde se conoció como pólvora negra, que fue en realidad el compuesto químico que revolucionó todo lo relativo al Arte de la Guerra. La empleada en el siglo XII por los andalusíes parece ser una combinación de materias inflamables que desde varios siglos antes se empleaba en China para los fuegos de artificio, y cuyo invento se ha hecho remontar a muchos siglos antes de la indicada

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fecha. Es posible que los chinos conocieran un ingenio capaz de provocar incendios a bastante distancia, del mismo modo que lo hacían

los

bizantinos

con

el

fuego

griego,

aparecido

en

Constantinopla el 668 D.C., pero ni unos ni otros tuvieron en esas fechas, ni mucho después, un arma que se basara en la expansión de los gases provocados por su deflación para arrojar proyectiles hacia el adversario. Los que remontan el origen a una remota antigüedad, afirman, apoyándose en los Vedas y en los Aguipurana, que el inventor fue Wismarkamar, arquitecto de Vichnú, y ciertos códices hindúes, traducidos al inglés, por orden del general Warren Hastings, gobernador de Bengala, relatan que Alejandro Magno fue cañoneado por las fuerzas de Poró en su avance hacia el Hidaspes. Autores menos atrevidos hacen bajar la fecha hasta nuestro siglo X y hay datos sobre la utilización de los fuegos de artificios en China hacia el 950 D. C. y de 1044 es la primera receta conocida para fabricar pólvora publicada por el químico chino Wu-Ching-Tsao. Marco Polo no encontró cañones en el ejército chino, y Nicolás y Maffeo Polo cuando fueron a China a principios del siglo XIV construyeron para el Emperador una máquina neurobalística, capaz de arrojar piedras de 200 kilos que causó el pasmo de la corte y el ejército chinos. El tratadista español Diego Ufano atribuyó no sólo la invención de la pólvora sino también

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la de las armas de fuego al emperador chino Vitey, que, según está demostrado, reinaba en aquel imperio en el año 85 A. C. El conocimiento de la pólvora debió llegar a los árabes a través de Asia, y desde el Califato de Bagdad importado a España; su uso, como ya he expresado, debió ser en un principio, en lo que atañe a los hechos bélicos, el de un lanzamiento de un artificio incendiario que se arrojaba hacia el enemigo con el intento de poner fuego en sus instalaciones, o de producir graves quemaduras a sus hombres y ganado. Pero ya en el siglo XIV hallamos repetidas referencias al uso de cañones, que debían ser del tipo de bombardas o falconetes primitivos, y se datan utilizaciones de estas bocas de fuego en los sitios de Tarifa en 1340 y en el de Algeciras en 1342, ambos en España; se tienen noticias del uso de la artillería por los ingleses en la batalla de Crecy (Francia) durante la guerra de los Cien Años, y por los venecianos en Chiozza en 1380. Esa mezcla explosiva, estaba compuesta ya por 29'5 % de azufre, 29'5 % de carbón y 41 % de salitre, según aparece hacia 1215 tanto en la obra "De secretis", del monje franciscano inglés Roger Bacón, como en la del dominico alemán San Alberto Magno titulada " De Mirabilis Mundi "8; por sus exposiciones citadas, estos dos 8 Ver; MONFORTE SOLER, Manfredo: "La Pólvora y sus Aplicaciones". UEE, S.A., Madrid, 1993, pp. 557-558.

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eminentes sabios, que merecieron los sobrenombres de Doctor mirabilis

y Doctor

universalis , respectivamente, han sido

considerados frecuentemente como sus inventores. De fecha poco posterior, de principios de la luna de Regeb del año 622 de la Héjira, es decir, de 1225, se conserva en la Biblioteca de Leyden un manuscrito árabe, y parece ser que hasta fecha muy próxima a dicho año los musulmanes no emplearon el salitre en la composición de la pólvora; desde ese momento la utilización de este componente, que no necesita del aire para su combustión, se generalizó y a finales del siglo XIII su uso era común. Así lo confirma el libro de estos años de finales de la centuria, titulado " Tratado de combatir a caballo y de las máquinas de guerra " y escrito por Nedjen-Eddin-HassanAbrammah, apodado el Jorobado. En la Biblioteca de San Peterburgo fue hallado otro manuscrito, de principios del siglo XIV, que se atribuye a Sehem-Ed-din-Mohammed y cuyo título es " Colección reuniendo los diversos ramos del saber ", en el que, siguiendo la traducción del profesor alemán Fleischer, encontramos esta receta9: "Descripción de la mezcla que se hace en el medfaa: Composición normal: 10 dracmas de salitre, 2 de carbón, 1 1/2 de azufre. La mezcla se tritura hasta convertirla en polvo finísimo y se

9 Del Diccionario Enciclopédico Ilustrado Espasa-Calpe, voz "pólvora".

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llena con éste la tercera parte del medfaa10 y no más; pues de otro modo la haría saltar. Se hace al torno otro medfaa de madera de diámetro correspondiente al primero y se mete en este golpeando fuertemente; se pone encima el bondoc (bala) ó la flecha y se pega luego fuego á la mecha. El segundo debe ser de longitud conveniente para llegar debajo del fogón, pues si desciende más bajo, el tirador recibe un golpe en el pecho. Que se tenga cuidado" Otras atribuciones aparecen datadas ya en el siglo XIV, como la que atribuye la invención, en 1330, al fraile Constantino Auelitzen, y al también fraile de Friburgo Severino Bertoldo, llamado Schwartz ( el Negro ), especie que tuvo mucha aceptación en España. La primera monografía sobre la pólvora que se conoce es el "Liber Ignium" de Marcus Gracus, publicado en 1300, y de 1340 se tienen noticias fiables de su fabricación en Anoberg con una composición de 67 partes de salitre, 16,5 de carbón y otras 16,5 de azufre. Por lo que hace a nuestra Patria, encontramos que en la "Crónica" del rey don Alfonso se afirma que la pólvora le llegaba a los sitiados de Africa, y pronto se encuentran datos en las crónicas sobre la existencia en el siglo XIV de fábricas de pólvora en España,

10 Ibidem: "En esta descripción la palabra medfaa tiene la significación de lanza ó tubo de hierro, pero otras veces se emplea en el sentido de propulsión o proyección y también la misma mezcla que constituye la pólvora.

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alabándose las de Navarra y de Cataluña, especialmente la de Barcelona, por la buena calidad del salitre empleado. Hacia la mitad de este siglo ya se obtenía en España pólvora graneada, lo que no se realizó en Alemania, según los doctores Upmann y von Meyer hasta el año 1445. Durante todo el siglo XVI su fabricación siguió haciéndose de forma similar a como se realizaba hasta entonces, sin que se publicara ninguna Ordenanza sobre su composición o manufacturado. La primera variaba según se destinase a la guerra, la caza o las minas. Las primeras armas que emplearon la pólvora en el campo de batalla, fueron rudimentarios cañones de hierro dulce, forjados a golpe de martillo, a los que se denominó bombardas (o lombardas) con una versión más pequeña y ligera, que se usaba sobre las murallas o a bordo de barcos, llamadas falconetes. Una bombarda se componía de dos partes: una de forma de tubo, abierto por ambos extremos, conocida como caña o tomba, y otra, también cilíndrica, con uno de sus extremos obturado, a la que se llamó

recámara, servidor o

mascle, y que llevaba el oído u orificio para dar fuego. Para cargar el arma se ponían la pólvora, los proyectiles y los tacos de atraque en la recámara y se introducía ésta dentro del tubo, ajustándola fuertemente por medio de cuñas de madera; todo el conjunto se aseguraba por medio de fuerte sogas al afuste. La recámara llevaba un asa para facilitar su manejo; en España se la denominó alcuza, por su parecido

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a este utensilio de cocina. Para fabricar las bombardas se empleo un sistema parecido al que se utilizaba para hacer barriles, pues se formaban con una serie de duelas de hierro que se unían en caliente por medio de zunchos. Las bombardas y falconetes eran armas muy sólidas y eficaces a corta distancia, pero con poca precisión; además la deficiente unión entre el tubo y la recámara era causa de que se perdiera gran parte de la energía producida en la explosión. Utilizaban proyectiles principalmente hechos de piedra tallada sobre el terreno a los que se conocía como bolaños, que se fueron perfeccionando poco a poco, incluso con la utilización de gálibos que aseguraban su talla y su regularidad. Ya a finales del siglo XIV comenzaron a vaciarse cañones de bronce fundido, cuya fabricación se encomendó en un principio a los campaneros, por la similitud de la aleación que habría de emplearse con la que se utilizaba en la de las campanas, pero después de algunos fracasos debido a la distinta proporción de las diferentes clases de aleaciones, se fue formando un personal completamente especializado y centros adecuados para ese efecto. A la vez fueron desarrollándose diversas aplicaciones bélicas de la pólvora y aparecieron variados instrumentos para su aprovechamiento en diferentes usos. Todavía dentro del siglo XIV, en 1382, se inventaron las granadas de mano, que con los 60


perfeccionamientos naturales han llegado hasta los tiempos actuales. Nada más comenzar la centuria siguiente nos encontramos con importantes hallazgos como son los de las mechas graduables y la metralla, de las que se tienen noticias a partir de 1405 y 1410, respectivamente. De 1450 es la aparición del mosquete o arcabuz, y en 1483 encontramos ya la primera pistola. En el primer cuarto del siglo XVI se producen dos notables descubrimientos: las estrías de las ánimas y el dispositivo de rueda para el mecanismo de disparo; el primero, fechado hacia 1520, proporciona al proyectil una mejor estabilidad en su trayectoria, lo que se traduce en una mayor precisión, y el segundo, que aparece en 1421, permite, al realizar la ignición sin necesidad de tener previamente encendida una mecha, que ya se aplicaba al cebo por medio de una pieza en forma de "S", llamada serpentín, una mayor facilidad y seguridad en la acción de disparar. También en esta fecha encontramos la aparición del mosquete español, y veinte años más tarde se aplicó ya la llave de rueda, que había sido utilizada en principio sólo en el fusil, a la pistola; a finales de siglo, había ya cartuchos de papel, y desde 1590 estos llevaban juntos la pólvora y el proyectil. A finales de la centuria, desde 1592, se fabricaban pistolas de cañón estriado, y en 1596 aparecen las espoletas de percusión.

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La evolución de los cañones había sido considerable. Si en un principio se había creído que su perfeccionamiento consistía en hacerlos cada vez más grandes, hasta el punto de que en el sitio de Constantinopla en 1453 se utilizaron piezas de tamaño monstruoso, a partir aquí se fueron reduciendo sus dimensiones, favorecida esta idea por la mejora de su fabricación al aumentar la calidad y perfeccionamiento de las piezas fundidas que son las más utilizadas ya a principios del siglos XVI. Su uso en diferentes clases de acciones bélica, dio lugar a crear diversas clases de cañones, destinados cada uno a un fin determinado, que originó la clasificación del arma en artillería de campaña, de plaza, de sitio y de costa y marina, destinadas respectivamente a acompañar a las restantes armas en los combates a campo abierto, en defender la plazas fuerte, en atacar a estas fortalezas o en desempeñar los cometidos necesarios para las acciones navales. Esta diversidad de necesidades ha hecho que muchos autores hayan clasificados las bocas de fuego de la Artillería, y siempre nos referimos al período de su desarrollo inicial, en el grupo de los cañones, que podían disparar proyectiles con un peso comprendido entre 56 a 2 libras; grupo de las culebrinas, aptas para arrojar balas de un peso de 30 a 2 libras; grupo de los morteros (que como sabemos tienen una trayectoria muy curva), y piezas menudas como falconetes, sacabuches y ribadoquines. La artillería, al hacerse más ligera y

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manejable fue siendo utilizada cada vez más; si empezó siendo un artificio para atacar, y para defender, las fortificaciones medievales, pronto se la hizo acompañar y apoyar a la infantería y a la caballería, especialmente a la primera. Ya he citado su utilización en Crecy y en Chiozza; en España fue utilizada por los ismaelitas en el sitio de Huéscar en 1334 y, como vimos, por los cristianos en los Tarifa en 1340 y de Algeciras11, dos años después, y el ejército del infante Fernando de Castilla contaba con un importante tren de artillería en la campaña de 1410 y 1411, en las que conquistó varias plazas granadinas, como Setenil y Antequera. A finales del siglo XV, en la guerra de Granada, el ejército de los Reyes Católicos contaba con un verdadero tren de artillería, aunque todavía en esa época y hasta bastante después, sus sirvientes y sus arrastres fueran elementos y medios de circunstancia contratados para un período corto o para un servicio determinado; siendo sólo el personal especializado que lo dirigía el verdadero profesional en esta rama de la actividad bélica. Pero su utilización como artillería de campaña de forma decidida acaso se produjese en la batalla de Rávena en 1512; en 1522 el marqués de Pescara provocó un profundo cambio en la organización de la infantería al dotarla de un número importante de mosqueteros

11 Villena Pardo, Leonardo: "Sobre la evolución técnica del castillo español". CASTILLOS DE ESPAÑA, núm. 23 (90), 99. 49-634.

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que aumentó con el fuego de sus mosquetes la potencia de sus unidades, lo que se puso claramente de manifiesto en 1523 en la batalla de Pavía entre los ejércitos de Carlos I de España y Francisco I de Francia. Durante el siglo XVI los cañones y demás piezas de artillería

fueron

evolucionando

lentamente,

aunque

su

maniobrabilidad era bastante deficiente debido, en especial, a los pesados afustes sobre los que iban montadas las bocas de fuego. La carga se hacía por delante y era una operación laboriosa. El retroceso de los cañones en cada disparo obligaba a sujetarlos por unos complicados sistemas de cuerdas y poleas para permitir su rápida restitución en batería después de cada descarga. Más importancia tuvo su empleo en las armas portátiles para la infantería y la caballería, debiéndose destacar el papel que para su proliferación tuvieron la aparición, primero de la llave de rueda y, más tarde, de la de silex, que permitió facilitar las labores de carga y su ignición, y aligerar el peso y la longitud de los arcabuces y pistolas. La proporción entre el número de soldados armados de picas y ballestas y el de los que empleaban los llamados "cañones de mano" se fue decantando a favor de estos últimos hasta el momento en que toda la infantería estuvo armada de mosquetes y, después, de fusiles. Un gran avance de la artillería en el siglo XVII se debió al rey de Suecia Gustavo Adolfo,

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que procuró dotar a sus tropas de mayor número de mosqueteros y contar con una importante artillería compuesta por piezas más ligeras y con mayor velocidad de tiro, a la par consiguió darles mayor movilidad con la reforma de sus afustes y carruajes. Un gran avance fue la adopción por los ejércitos europeos la cureña "Gribeauval", que fue en mi opinión una verdadera revolución dentro de la artillería de campaña, pues le dio una movilidad y una capacidad de maniobra muy por encima de la que le permitían los pesados sistemas de arrastre usados hasta entonces. Aunque Federico II de Prusia no introdujo cambios importantes en las piezas artilleras, es de destacar que a este genio del Arte militar se debe la introducción de la artillería montada, que utilizaba como "fuego que avanza" en apoyo de la Caballería, y el uso masivo de los morteros en el campo de batalla; pero acaso por las condiciones pesadas del material todavía en la época del rey prusiano hicieron que su influjo en el desarrollo de este Arma quedara muy por debajo de cuanto innovó en los otros campos de la ciencia militar. La gran revolución en el desarrollo de la artillería y en todo cuanto concierne a su utilización en y contra las plazas fuertes y en su empleo en el campo de batalla la llevaría a cabo el genio militar de Napoleón Bonaparte, cuya trayectoria marcial comenzó en este Arma, con la que destacó en el sitio de Tolón en 1793; pero este cambio en el peso de

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las armas derivadas del empleo de la pólvora cae ya fuera de la época a que este libro ha de ceñirse. En el último tercio del siglo XVIII apareció la artillería a caballo, con la creación en 1777 por el oficial español Vicente Maturana, ayudante de órdenes del virrey de Buenos Aires, de una unidad ligera, con cañones de bronce de dos pulgadas, destinada a acudir de forma rápida allí donde los indios pampas, dotados de vigorosos y ligeros caballos, se presentasen en alguna de sus devastadoras incursiones. En 1783 una ordenanza unificó la artillería española que quedó constituida por cañones largos de variadas clases (con proyectil de 24 a 4 libras), obuses, morteros y pedreros para plaza, sitio y costa; cañones cortos (desde 12 libras) y obuses cortos para campaña, y cañones cortos de 4 libras para montaña. De todas formas, la artillería de plaza y sitio seguía estando constituida por grandes y pesados cañones, en especial los llamados "de brecha", que necesitaban para su desplazamiento un voluminoso tren de arrastre y un numeroso equipo humano para su entretenimiento y cuidado. Ya ha quedado puesto de manifiesto como su empleo se fue extendiendo, en un principio de forma bastante lenta, debido al desconocimiento y a la inercia, enemiga de innovaciones y preservadora de los usos seculares, pero intensificándose y acelerándose a medida que nuevas técnicas fabriles y nuevos 66


conocimientos y métodos de empleo fueron haciendo más fácil y general su uso, pues los ejércitos se dieron pronto cuenta de las ventajas que proporcionaba esta fuente de energía, que incrementaba en alto grado el poder ofensivo de las armas, cuyos proyectiles además podían salvar obstáculos y distancias hasta entonces prohibidos a las espadas, lanzas o ballestas que se utilizaban e, incluso, a los ingenios empleados para arrojar proyectiles que basaban su poder en los principios de la neurobalística, de los que ya he hecho mención. De todo lo que anteriormente hemos estudiado, se desprende que el desarrollo de las armas ofensivas del guerrero y sobre todo su calidad, así como el de los artificios empleados para demoler las defensas del enemigo, presentó un importante momento de inflexión cuando en el campo de batalla apareció la pólvora y, sobre todo, cuando su uso se generalizó en las confrontaciones bélicas. Ya he dicho en el capítulo anterior que se suele dar el nombre de neurobalísticas, por extensión, a todas las armas anteriores al empleo de la pólvora, y pirobalísticas a las que se han usado y se usan desde que aquella se convirtió en la reina del campo de batalla, con reserva, claro está, a las cada vez menos usadas armas blancas. Esta aplicación de la pólvora a las armas, principalmente ofensivas, de forma cada vez más intensa, tuvo una importancia capital en la guerra y fue en todos los aspectos una revolución en las 67


ciencias y técnicas bélicas. Su aumento y la diversificación de su empleo en los campos de batalla dio lugar a un cambio en los más diversos terrenos de la lucha entre ejércitos enfrentados, pues al llenar de humo los campos de batalla no fue ya posible observar los movimientos del enemigo, sino que se necesitó preverlos y adelantarse a ellos, mediante un conocimiento profundo del terreno que se pisaba, de las características del adversario y hasta de la mentalidad de quien lo dirigía. Su reflejo e influencia en el ámbito de los métodos defensivos estáticos y en la vulnerabilidad de sus elementos, es decir, en la Poliorcética, fue extraordinario, pues la gran energía que su explosión liberaba, y que permitía arrojar grandes proyectiles, a más larga distancia y con una trayectoria rectilínea, concedía un poder destructor a sus impactos muy superior al de los artificios empleados hasta ese momento y convirtió en ineficaces, por tales razones, a los sistemas de fortificación que habían predominado durante toda la larga Edad Media, inferiores incluso, en general, a los que se habían levantado en los grandes imperios de la Antigüedad clásica, que tampoco hubieran resistido, por otra parte, los efectos de la nueva fuerza destructora. Las consecuencias que produciría en este campo de las actividades humanas iba a ser uno más de los elementos que entrarían a configurar - junto con el Renacimiento y el Humanismo - la nueva

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Edad Moderna, pues los superiores gastos que requeriría el sostenimiento de un ejército dotado de las nuevas armas y la construcción de las obras defensivas adecuadas para defenderse de las que pudiera poseer cualquier eventual enemigo, requeriría unas amplias organizaciones y unos potentes recursos económicos fuera del alcance de los numerosos y pequeños estados feudales en que se configuraba la sociedad de la época en que se difundió su uso y que sólo podrían ser afrontados por las amplias y poderosas comunidades, entonces nacientes, que darían lugar a las grandes naciones de esta Edad, que acabaron con el fragmentado ordenamiento medieval y que iban a señorear la Humanidad en los siglos siguientes. Como ha quedado explicado, la eficacia de las defensas de plazas y puntos esenciales que se habían erigido y mantenido en los siglos anteriores quedó anulada ante el efecto de las bocas de fuego y de las minas, que como hemos visto fue en aumento a lo largo de los tiempos a que se refiere este trabajo (siglos XV al XVIII). El castillo medieval - y con él las murallas de las ciudades, las puertas y los puentes fortificados -, levantados en los años y siglos anteriores, era incapaz de resistir el efecto de los nuevos medios de destrucción; las fortalezas , que confiaban su eficacia a la altura de sus elevadas torres y murallas de paramentos verticales, inútiles para repeler los impactos directos, y con sus elementos defensivos concentrados en un corto

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espacio, por lo general, resultaban blancos ideales y "tiernos" para los ingenios de la "tormentaria" - nombre que se dio en principio al conjunto de las bocas de fuego -, que además se podían acercar a corta distancia de los muros, pues los fosos que rodeaban las fortalezas eran estrechos, y aunque a veces tuvieran bastante profundidad, esta cualidad no valía contra los proyectiles de hierro o piedra que lanzaban las nuevas armas y que cruzaban por encima de ellos. Por otra parte, el corto alcance de las armas portátiles de la época - arcos, ballestas, jabalinas, etc.; luego, arcabuces y mosquetes -, y de los ingenios neurobalísticos, tampoco podía impedir la aproximación. Hubo, por tanto que afrontar las necesidades defensivas de las ciudades e incluso, ya, de las incipientes naciones, con nuevas ideas y con fórmulas mejoradas, tanto en el del hallazgo de armas adecuadas para su aprovechamiento, como de los medios eficaces para poder contrarrestar la fuerza ofensiva que iban a desarrollar: hallar el modo de resolver este problema iba a ser el papel que debía realizar la Poliorcética.

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3. Regreso al Mundo clรกsico.

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Cuando se descubrió que las fortificaciones al uso eran impotentes ante las nuevas armas - bocas de fuego y minas - no fue necesario inventar nada. Todos los grandes principios de la Poliorcética habían sido aplicados a las Poderosas fortificaciones con que defendieron sus ciudades los gobernantes de los grandes imperios antiguos: Sumeria, Asiria, Babilonia, Egipto, Hititas, etc., y habían sido estudiados, analizados y explicados por los grandes pensadores del Mundo clásico. Bastó volver la vista atrás, y recordar los añejos textos, cuya conservación y legado a Occidente había corrido en gran parte a cargo de los musulmanes que habían asimilado en sus tierras orientales los saberes greco-romanos y los habían trasladado al otro extremo de Europa, como hicieran en tantos campos de la cultura; por las escuelas de traductores, como las de Ripoll o Toledo, llegaron a los reinos situados al norte de España, y pronto en todos los países empezaron a estudiar y poner en práctica las enseñanzas que el pasado nos había legado, y que se hallaban recogidas principalmente en los obras de: Philon de Bizancio 12, Polibio 13, César 14, Vitrubio15, 12 Philon o Filón de Bizancio: Táctico, matemático y mecánico griego del siglo III a. de C., o del II según otros autores. Fue autor de una obra sobre mecánica de las que se conservan los dos libros (cuarto y quinto) en los que trata de las máquinas de guerra y de asuntos relacionados con la geometría. 13 Polibio o Polybio: Político e historiador griego, nacido en Megalópolis (Arcadia) hacia el año 210 a. de C. y muerto en la misma ciudad el 128 a. de C. Llevado a Roma como rehén, su previa amistad con Paulo Emilio Escipión le permitió permanecer en la urbe, donde le llegó el levantamiento de su "status", pero pronto regresó a ésta ciudad. Acompañó a Publio Cornelio Escipión "el 72


Vegecio16, Prokopios17, etc., y proceder a su desarrollo y perfeccionamiento, acomodándolas a las técnicas y los materiales más desarrollados con los que ahora se contaba, para hacer frente a las nuevas exigencias, adecuándolas a las condiciones que imponía el arma explosiva a la que tenían que contrarrestar, en especial al mayor Africano" en sus campañas. Logró más tarde el levantamiento de las sanciones impuestas por los romanos a varias ciudades aqueas. Se dedicó luego a los estudios y publicó varias obras; las dos primeras fueron "Vida de Filopómenes" y "Tratado de Táctica", y en sus últimos años compuso una relación de la "Guerra de Numancia", a la que había asístido; pero su gran obra fue la "Historia", que abarca desde el 221 hasta el 146 a. de C., primera historia concebida a partir de un plan general, con objeto didáctico, dirigido a los estadistas y militares, no sólo en el aspecto político sino también en el moral. 14 Cayo Julio, llamado Julio César: Militar y político romano. Nació hacia el 102 a. de C. y fue asesinado el 44 a. de C. Conquistador de la Galia, formó triunvirato con Pompeyo y Craso, que asumió el poder de la República; muerto el último combatió a Pompeyo, al que venció; destronó luego al rey Tolomeo de Egipto y venció al del Ponto. Vuelto a Roma en 45 a. de C. se le entregó el poder supremo, con lo que puede decirse que se creó el Imperio. Escribió la historia de sus diversas campañas. 15 Marco Vitruvio Polión: Arquitecto e ingeniero romano, que debió vivir en el siglo I de nuestra Era, pues según Newton, que tradujo al inglés su obra principal, la había dedicado al emperador Tito. Sus diez libros De Arquitectura son de gran interés, especialmente para nuestra materia los siete primeros que tratan, precisamente, de esta disciplina; los restantes están dedicado a hidráulica, cronometría y maquinaria. Su influencia ha sido muy grande a través de los siglos. 16Flavio Renato Vegecio: Escritor militar romano. que nació hacia el año 400. Su gran amor a su patria le llevó a procurar realzar la fuerza defensiva del imperio romano, y para conseguirlo escribió un compendio de los tratados de los antiguos escritores e historiadores militares, que tituló "Epitome rei militare" o "Res militaris Instituta", que constaba de cuatro libros. 17 Procopio o Prokopios: Historiador bizantino, nacido en Cesarea (Palestina) a fines del s. V, y muerto en Constantinopla en 562. Fue secretario de Belisario y dignatario en la corte de Bizancio. Escribió entre otros el Libro de las guerras (545-554) - exacto e imparcial - y el Tratado de los edificios (560) - rico en noticias y datos sobre la arquitectura militar.

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potencial de penetración y destrucción que generaba el estallido del compuesto explosivo. Como acabo de decir, los ingenieros griegos y romanos, principalmente los primeros, que florecieron durante los cuatrocientos años que van desde el siglo II a. C. hasta el II d. C., observaron y estudiaron los poderosos sistemas defensivos que encontraron en las ciudades y fortalezas de los que habían sido grandes imperios en Oriente: Ur, Nínive, Babilonia, Karnak, Tebas, Menfis, Hatusas, etc; los analizaron y sometieron a reglas matemáticas y también artísticas. Los estrategas romanos las aplicaron en todos aquellos territorios en los que hubieron de hacer frente a grandes masas de guerreros, preparados para oponerse a las legiones romanas en las grandes contiendas que Roma hubo de sostener para apoderarse del mundo conocido y para mantener este dominio, lo que ocurrió en especial en las regiones de Levante. Apenas tuvieron, por el contrario, necesidad de hacerlo en Occidente por la debilidad, la tribalización y el atraso de los pueblos con los que tuvieron que enfrentarse en esta zona, aunque hubiera existido alguna excepción como fue la de la antigua y hoy desaparecida Tartesos -, en las que las fortificaciones más poderosas eran del estilo de los castros y ciudades celtíberos que aún perviven en nuestro suelo (como es posible ver, por ejemplo, en el poblado ibérico de Ullastrés, en Gerona, acaso del siglo IV a.J., con

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muros de 3 metros de espesor y 4 de altura, o el castro céltico de Santa Tecla, en Pontevedra, de fecha algo más reciente); a veces aprovecharon estas viejas defensas para establecer en ellas sus legiones o sus destacamentos, aunque por lo general levantaron sus particulares asentamientos castramentados y no precisaron en esta zona de grandes obras para resguardar su seguridad; sus más potentes realizaciones fueron de la clase de las que formaban la línea de defensa que en el norte de España establecieron para impedir las agresiones de los cántabros y astures, cuyo fuerza militar no pasaba más allá de las de unas primitivas tribus desprovistas de todo poder organizativo; la que defendían a Bretaña de las incursiones de pictos y escotos, o la que en la línea del Rin cortaba las algaradas de los indomables germanos. No existían, por estas causas, en la Europa occidental poderosos modelos de fortificaciones cuando se derrumbó el Imperio romano arrasado por la marea desbordada de los pueblos germánicos y eslavos, aún cuando se habían levantado algunas puertas fuertes en las ciudades más importantes y fortificaciones casi de campaña en los asentamientos de sus ya citados campamentos, y de las ciudades que habían conseguido el status romano. El retroceso cultural - o, al menos, su frenada - que supuso la caída del Imperio, y la ocupación de sus territorios occidentales por pueblos de muy diversa catadura,

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fragmentados y hostiles entre ellos cuando la marea de estos pueblos se desbordó por las viejas tierras del Imperio de Occidente culminó con la ocupación de Roma y la desaparición del poder imperial,; pero mientras algunas hordas: los alanos y parte de la vándalos, por ejemplo, desaparecieron pronto bajo la acción de otros de aquellos grupos que fueron en el momento de la invasión más fuertes o más previsores, o que habían asimilado ya alguna pequeña parte de la cultura de los pueblos a los que sometían, otras - las que eliminaron a los más atrasados - fundaron efímeros estados, como hicieron los ostrogodos en Italia, los vándalos en el norte de África, los burgundios en el valle del Ródano, y los suevos en Galicia, y, principalmente, los más firmes y duraderos de los francos en la Galia y los visigodos en Hispania. Estas nuevas y más o menos, estables y duraderas naciones dividieron las grandes provincias romanas unidas al poder central de la Urbe en múltiples territorios de escasa entidad, que en sus numerosas y variopintas guerras feudales sólo podían enfrentar durante siglos pequeños grupos armados, lo que hizo que no hubiera ni medios ni necesidad de levantar potentes fortalezas. La conservación y dominio de las ciudades que los romanaos habían fortificado en alguna forma, fue suficiente para que el caudillo o reyezuelo de una de aquellas hordas pudiera dominar una vasta provincia y constituir en ella un estado donde el pueblo invasor se

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reservó el poder y se convirtió en la alta jerarquía de la nueva nación, como ocurrió en España con el reino militarista de los Godos, dominando toda nuestra Península y parte de la Galia desde la poderosa posición que le proporcionaba el dominio de la ciudad de Toledo. Bastaba, para sentirse fuerte y seguro, con reforzar los lugares, los poblados o los puntos que un jefe de grupo quería poseer y dominar con unas someras obras de defensa o, a lo más, a construir una torre fuerte 18.

La misma estratificación social que se desarrolló a partir del siglo V, conocida con el nombre de feudalismo, fue un poderoso motivo para que se abandonase la erección de fuertes defensas, ya que 18 En España tenemos el ejemplo de los que Bordejé llamó "torres cantábricas que se encuentran principalmente en el territorio de las antiguas Bardulia, Caristia y Vasconia, aunque la hallamos también en un lugar tan al sur como es Nogales, en la provincia de Badajoz.

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tampoco se levantaron nuevas ciudades- como generalidad - que necesitasen ser protegidas por grandes fortalezas, y bastó a los caudillos más osados o más carismáticos con apoderarse de una importante ciudad romana, cuyas defensas restauraron y reforzaron, para ejercer un dominio o al menos una influencia predominante sobre todos los grupos situados en el espacio de un extenso territorio, del que se proclamaron reyes, instituyendo un gobierno de tipo despótico apoyado en la fuerza de las armas, y gobernando sobre la anterior población, fruto de la mezcla del pueblo autóctono con los romanos, que quedó convertida casi siempre en un conjunto de súbditos de segunda categoría carentes del derecho a gobernar o a influir en las decisiones de poder, pero que con su mayor y mejor cultura acabaron asimilando a los invasores e imponiendo sus más profundos conocimientos y saberes sobre el dominador, que resultó absorbido por la raza a la que había inicialmente poco menos que esclavizado. Cualquier jefe o caudillo de un grupo de hombres, a veces de muy escasa entidad, que se apoderaba de un punto fuerte que dominaba un pequeño territorio, claramente definido y fácil de aislar, se convertía en un señor feudal, independiente en gran manera de los más poderosos, cuyos dominios rodeaban a sus tierras o con los que limitaban, y que convertía en vasallos, a menudos en siervos, a los pobladores iniciales de la comarca; pero que a su vez, para protegerse

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de las ambiciones de otros pequeños régulos con los que mantenía divergencias, se declaraba vasallo de algún señor más poderoso o del rey más próximo a su pequeño estado o al que fuera reconocido como tal por las gentes de su raza. De estas manera se formó una sociedad piramidal, en cuya cúspide se hallaba un rey reconocido como tal por un numeroso grupo, pero que rara vez estaba libre de la codicia de sus más importantes vasallos; seguía por los señores que habían logrado dominar extensas zonas; a continuación por aquellos que tenían un poder un poco inferior, e iba descendiendo hasta llegar los artesanos y terminar por los campesinos, convertidos en siervos de la gleba, que lindaban en sus derechos el campo de la esclavitud. Las ya indicadas torres fuertes eran en principio apenas una edificación maciza, hecha con los materiales más sólidos posible piedra berroqueña, en el mejor de los casos - de escasa capacidad y de aspecto imponente, casi desprovista de huecos al exterior; las más primitivas tenían a veces una sola habitación muy espaciosa, en la que habían de convivir el señor con su familia, con sus caballos y sus perros; luego las plantas aumentaron, y se fue diversificando su empleo. Inicialmente estas torres estaban rodeadas de una empalizada, substituida al avanzar los tiempos por murallas de mampostería, para

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prever las sorpresas. Nos dice Pla Cargol 19: "Todos los castillos comenzaron por ser torres rodeadas de una simple empalizada o, todo lo más, de una muralla construida sencillamente de mampostería: ..." Por su parte Sarthou Carreres 20 nos explica que las "torres ... fuertes eran de planta cuadrada,... a veces con foso y escarpa, y, por excepción, la puerta se defendía de antemurado y se circundaba de murallas todos el torreón" ... "La altura de la torre debía ser la de su perímetro; los muros lisos, de piedra tosca, y la puerta, defendida por alta ladronera sobre matacanes. Ventanas ... y aspilleras ... rasgaban los muros solamente con los vanos indispensables y a la mayor altura". Tratándose de nuestra Patria es siempre interesante contemplar la versión de lo que realizaron los musulmanes de Al'Andalus, y según Levi-Provençal 21: "Este último (las Navas) pertenece a aun tipo de pequeño castillo reducido a una torre y un muro que encierra un espacio junto a ella, ... Hay varios ejemplares de él en el valle del Guadalimar, a menos de 10 kilómetros unos de otros. Los recintos son reducidos,

19 Pla Cargol, Joaquin: "Plazas fuertes y castillos en tierras gerundenses". Gerona-Madrid, 1953, p.20. 20 Sarthou Carreres,Carlos: "Castillos de España". Espasa-Calpe, S.A., Madrid, 1979; pp. 17-19. 21 Levi-Provençal, E: "Arte musulmán español". Cap. VII del Tomo V de la HISTORIA DE ESPAÑA dirigida por R.Menéndez Pidal. Espasa-Calpe. S.A. Madrid 1957. P. 648.

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algunos de 25 metros en cuadro; las torres, de 7,50 por 5,50. La parte baja de éstas es maciza y sobre ella se acostumbraba a levantar cuatro plantas, con suelos entramados de madera. Los muros retallábanse progresivamente para quedar en lo alto tan sólo del grueso del antepecho. Las ventanas, derramadas hacia el interior, tienen dintel de rollizos. Estos fortines se llamaban alqusair, alcocer en romance. Citados con frecuencia por geógrafos e historiadores, conservan su recuerdo los numerosos Alcocer de la toponimia española". Ejemplares de este tipo de fortaleza de que tratamos en este párrafo podemos contemplar en Mendoza, en la provincia de Álava; en Somorrostro, en la de Vizcaya; en Covarrubiass, en la de Burgos; en Tiedra, en la de Valladolid; en Cardete, en la de Jaén, y, en situación un tanto excéntrica, en Nogales, en la de Badajoz. Estas fortificaciones, tan someras, eran suficientes para defenderse y mantener las más variadas soberanías en aquel mosaico territorial que presenta la alta Edad Media. La masa de guerreros que podían presentar cualesquiera de aquellos barones, ambicioso o vengativo, para atacar a otro pequeño señor de tierras y hombre, era siempre de pequeña entidad, y siempre podría ser neutralizado con otro pequeño grupo; la más ligera fortaleza bastaba para quedar a salvo de los ataques. Ni necesitaban mayores obras defensivas, ni sus

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precarias haciendas les permitían levantar sofisticadas fortalezas, cuya técnica, por otra parte, desconocían. Pero a medida que el período histórico fue avanzando y que se reforzaban los reino que fueron consolidándose y ampliando al paso de los años, tanto éstos como los señoríos

feudales,

también

ampliados

por

alianzas

o

por

depredaciones, fueron necesarias mayores obras de fortificación, pues, entre otras cosas, las hueste y mesnadas feudales, tanto reales, como señoriales o municipales, aumentaron en número y poder de forma realmente notable. En un principio se procedió a dotar a las antiguas y a las nuevas fortalezas que se levantaban con cubos o torres inclusas o adosadas y, más tarde, con torres exentas y albarranas, y corachas avanzadas (dispositivo tomado de los musulmanes), y se rodeó al conjunto de un profundo y no muy ancho foso, siempre buscando su poder más en la altura de sus muros que en la profundidad de su campo defensivo. En los castillos cristianos europeos se levantó más tarde, en el lugar más seguro del conjunto, una gran torre, mucho más poderosa que el resto de la fortificación y dominándola en altura, pero íntimamente integrada en el conjunto y arropada estrechamente por él, que constituía el último y más fuerte reducto de la defensa, a la que se llamó en España "torre del homenaje" y en francés "donjon"; y que 82


por habérsela destinado también a servir de residencia al castellano y a su familia, constituyó el origen de las profundas transformaciones que en la mayoría de las naciones europeas - raramente en España - dieron lugar a los suntuosos "chateaux" o palacios que se extendieron por extensas regiones como la del Loire en Francia o la del Rhin en Alemania. Esta torre no se encuentra en los castillos musulmanes andalusíes, salvo en los que fueron reformados con posterioridad a sus conquista por los cristianos, aunque por contra encontramos en ellos los más amplios recintos y las más diversificadas defensas, como corachas que actuaban como caminos cubiertos, albacares destinados a recoger a la población del lugar y a sus ganados en caso de peligro, y puertas firmemente defendidas: dentro del recinto los ismaelitas construyeron suntuosos alcázares, en los que el agua y los jardines constituían un elemento principal e imprescindible. La protección de las ciudades, aun de las mayores, se confió a una muralla vertical envolvente, cuajada a todo lo largo del perímetro por torres cuadradas o semicirculares, como en el caso de Ávila, o a un potente castillo situado en el punto más alto de la población, como ocurría en Burgos. Pero siempre protegiendo a la ciudad con una adecuada muralla y elevando en su interior un fuerte castillo que mantuviera sumisa a los pobladores locales.

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La enseñanza de los grandes principios de la defensa de las poblaciones y de los puntos estratégicos había llegado hasta nuestra Península a través de la cultura musulmana, asentada en España, como un nuevo regalo a la cultura europea; y, como es lógico, fue en la Península Ibérica, convertida en un poderoso estado islámico, en donde primero se levantaron importantes y potentes fortalezas, de las quedan como muestra, por ejemplo, los castillo de Gormaz, Zorita de los Canes, alcazabas de Almería y Málaga, Monzón, El Vacar, la Alhambra de Granada, y tantos más, en las que ya se observan elementos clásicos y en las que vemos que se atiende en buena medida a la profundidad del campo fortificado y a la protección de unos elementos por otros dentro del conjunto defensivo. Siguiendo este ejemplo construyeron sus fortalezas los reyes y señores de los reinos cristianos españoles, aunque por lo general aprovecharon las arrebatadas a los islamitas en el avance reconquistador. Sólo cuando desde aquí penetraron estos conocimientos hacia el Norte y los Cruzados se pusieron en contacto con ellos en las comarcas levantinas y en Tierra Santa (siglos XII y XIII), se levantaron en el Occidente continental grandes fortificaciones (allí, en el Oriente conquistado, a imitación de las fortalezas musulmanas que encontraron, los cristianos construyeron poderosos castillos, como el Krak de los Caballeros, Bellvoir, Beaufort o Nimrod, o fortificaron

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ciudades como Jerusalén o San Juan de Acre, cuyos vestigios encontramos aún los peregrinos que recorremos los Santos Lugares). Ejemplo de este afán constructor de los Cruzados vueltos a sus tierras de origen es el "Château Gaillard", erigido por el rey inglés Ricardo I Corazón de León en sus tierras de Normandía. Pero estas fortalezas medievales, aun las más potentes, en las que todavía no se habían desarrollado plenamente las reglas de la Poliorcética, resultaron ineficaces cuando la pólvora comenzó a reinar en las confrontaciones bélicas; las mismas características con que se las había dotado, de las que ya queda hecha mención: altura de sus elementos, concentración de los mismos en espacios restringidos, fosos estrechos y muy profundos, serían causa de la caída de su validez, como ya he dicho en el capítulo anterior. La suntuosidad a que habían llegado muchos de ellos, convertidos en alcázares, donde la eficacia se unía a la comodidad y el boato, fue más bien un elemento de debilidad que de fuerza, en su clara decadencia. Más racionales, las fortalezas que se iban a levantar a partir del momento en que la pólvora se adueñó de los escenarios bélicos, no tendrían cabida para otros usos que aquellos de carácter marcial, buscando siempre los más idóneos elementos de oposición al enemigo que las quisiera debelar.

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Cuando se produjo este trascendental hecho del uso masivo de la pólvora en el ataque y defensa de las fortalezas - castillos y plazas fuertes -, el Mundo occidental estaba entrando en un importante período cultural que se conoce con el nombre de Renacimiento, y que en todos los órdenes es una vuelta al Mundo clásico de Grecia y Roma. Nada más natural que militares e ingenieros de aquellos años buscaran en esta ámbito las normas para diseñar las nuevas fortificaciones, pues se sabía que esta materia había sido tratada con profundidad por los estrategas y arquitectos de la antigüedad, ya que así se desprendía de sus textos y del uso que de los mismos o, al menos, de algunas de sus partes habían hecho los constructores musulmanes de obras defensivas tanto en Oriente como en sus reinos de Al'Andalus, y a través de estos últimos muchas de estas enseñanzas habían pasado ya a los estados cristianos de la Península Ibérica y, desde ellos, a otros reinos europeos. Sólo había, por tanto, que adaptar sus reglas a las medidas que los alcances de las nuevas armas y su poder de penetración requerían, para resolver los problemas planteados, o, por lo menos, encontrar a través de ellos su resolución. Se puede afirmar, por tanto, que los primeros arquitectos de la fortificación de la Edad Moderna, de la fortificación abaluartada, fueron los científicos y estrategas clásicos; los que en la Grecia y la

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Roma antigua habían desarrollado y sistematizado en esplendidos tratados todas las enseñanzas que se derivaban del arte de la Poliorcética que habían cultivado los constructores de los grandes imperios de la Antigüedad en Mesopotamia, Anatolia y la región del Nilo, y que habían sido conservados, utilizados y transmitidos, después de varios siglos, a todo el Mundo civilizado por los alarifes y militares de los califatos y los reinos musulmanes del Asia occidental, del norte de África y de la Península Ibérica. Sus elementos variarían acaso de figura, pues la Arquitectura es Arte a la par que Ciencia, y porque el poder de las armas había cambiado, pero sus elementos esenciales: desenfilados, profundidad, campos polémicos, etc., fueron los que los viejos tratados habían donado a la posteridad. Veremos más adelante que algunos de los pensadores más destacados del Renacimiento dedicaron muchos de sus esfuerzos a reavivar y a poner al día las enseñanzas sobre Poliorcética que iban encontrando en los recuperados textos del Mundo clásico.

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4. La fortificaciรณn de transiciรณn en el Renacimiento.

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En un principio el uso de la pólvora no pasó de ser un episodio curioso y poco decisivo en las guerras que se sucedieron en Europa, pero cuando a principios del siglo XV se produjo un notable aumentó de su potencia y del tamaño de los proyectiles se inició un período en el que el castillo medieval iba a quedar rápidamente obsoleto. Ya en las campañas realizadas por el infante don Fernando de Castilla 22 sobre Setenil y Antequera en 1410, sus huestes iban dotadas de potentes trenes de artillería, aunque todavía no constituían un elemento permanente y, prácticamente, se disolvían al terminar las operaciones. Su acción en las dos ocasiones fue decisiva para el éxito de la empresa. Entonces se puso de manifiesto lo inadecuadas que resultaban algunas de las características de las fortificaciones en uso, aún las más modernas, para oponerse al efecto destructor de la nueva energía. Entre otras cosas, el hecho de que las torres, elementos tan eficaces hasta entonces, fuesen más elevadas que las murallas las hacía blanco fácil para los proyectiles del cañón. Ello movió, en un primer lugar a alzar las murallas hasta el mismo nivel de las torres, pero eso no era más que aumentar el espacio hacia el que podían 22 Fernando de Trastámara (1373-1416) era hijo del rey de Castilla Juan I y hermano de Enrique III el Doliente. Por la temprana edad de su sobrino Juan II, en 1406 hubo de encargarse de la regencia del reino. En 1412 fue designado en las Cortes de Caspe como rey de Aragón, donde instauró su dinastía.

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dirigirse los disparos, por lo que se rectificó en el sentido de bajar la altura de las torres hasta enrasarla con la de las cortinas. Otra de las primeras innovaciones, realizadas con el fin de evitar los impactos directos sobre los muros, en especial sobre su parte inferior, fue la de dotarlos con un talud o alambor, según la nomenclatura árabe, como se puede apreciar en el castillo de Simancas, añadido en el siglo XV según informe del general de Ingenieros José Aparici 23, o en las barreras construidas para emplazar cañones y otras bocas de fuego en los de Escalona, Guadamur, Pioz o Medina del Campo. Por otra parte, las fortificaciones medievales se caracterizaban por su escasa amplitud, aunque a veces su ocupación del terreno se viera ampliada por la existencia de barbacanas y falsabragas; pero en todo caso, la anchura de los adarves era siempre reducida, por lo que carecía del espacio requerido para el emplazamiento de las bocas de fuego, sometidas además al efecto del retroceso; de sitio donde se dispersara la gran cantidad de humo que se originaba, y donde, además, cupieran los barriles de pólvora y los proyectiles y en el que los servidores pudiesen moverse con cierta libertad. La solución se encontró precisamente en el campo opuesto a la fortaleza: es decir, en las baterías de sitio que se situaban en espacios libres, debidamente preparados, donde los servidores se 23 Ver: Bordejé Garcés, Federico- "El castillo español en la Edad Media".

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movían libremente entre las piezas alineadas, los barriles de pólvora, los proyectiles y todos los útiles necesarios para el desempeño de su cometido. Entonces se pensó en colocar dentro de la fortaleza, sobre sus murallas, las baterías que habían de rechazar el ataque enemigo, y para obviar la falta de espacio se recurrió, allí donde el terreno lo permitían, a colocar delante de la vieja muralla un nuevo recinto con baluartes, a menudo de menor altura, en el que se dispusieron espacios suficientes para situar las piezas artilleras, o a colocar por delante de aquéllas medialunas, hornabeques, etc., de formas aún no bien definidas, que, además, había que proteger con fosos y cinturas de tierra, lo que a la vez ensanchaba notablemente el espacio de la edificación, que pasaba de contar con unos treinta metros de profundidad a ampliarlos hasta un centenar (siempre por término medio y de forma aproximada). Se estaba, por tanto, en un momento en que todo el que se veía precisado a remodelar un viejo castillo o a construir una nueva fortaleza tenía que plantearse la necesidad de levantar sus defensas en función de los efectos que la artillería de los posibles sitiadores produjese sobre sus murallas y demás elementos, y a tener en cuenta las necesidades de espacio que su propia artillería exigía. Entonces se convirtió a las viejas y altas torres, levantadas para realizar el flanqueo de las cortinas, en otras más anchas y de forma circular, a la que se dio

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el nombre italiano de torrioni (torreones) o rondeles, a los que para atender a una mayor invulnerabilidad y la vez mayor economía y estabilidad, se les disminuyó la altura hasta rebajarlas al nivel de las murallas; su parapeto perdió las almenas pero fue dotado ahora de cañoneras, para el juego de las bocas de fuego, que ya, en ellos, tenían intervalos para su colocación. Para aumentar el espacio donde asentar las piezas artilleras se amontonó tierra del lado interior de las cortinas hasta conseguir una plataforma suficiente para permitir al menos el retroceso de los cañones. Con ello se consiguió una atención adecuada a la defensa lejana de la fortaleza, que ahora, con la energía de la pólvora, podía ser batida desde larga distancia. Para aumentar el sitio donde colocar la artillería que se necesitaba para realizar una eficaz defensa, se idearon diversas soluciones, siempre colocando hacia adelante elementos defensivos, que fueron evolucionando a medida que eran contrastados en los ataques que sufrían por parte de sus subsiguientes atacantes, y que consistieron en construcciones a vanguardia triangulares, circulares o pentagonales, coronadas por los correspondientes parapetos, tras los cuales, claro es, se colocaban los artificios ofensivos. Las redondas fueron ideadas por Alberto Durero, que además de gran pintor fue un destacado ingeniero, a principios del siglo XVI, y fueron denominadas bastillas 24, pero fueron pronto 24 Ver: L. Sánchez-Tembleque y F. García Rodríguez: "Fortificación Permanente", p.34. Madrid, 1933.

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desechadas pues no permitían , por su forma, concentrar sus fuegos en un punto determinado. Mejor resultado dieron las triangulares y pentagonales para cubrir esta exigencia de la lucha, pero las primeras no permitían, sino a muy pequeña escala, realizar a la vez la defensa próxima necesaria para impedir el asalto a la muralla una vez abierta brecha, por lo que sólo las que adoptaron como base de su traza un pentágono se desarrollaron en los sistemas defensivos que se sucedieron en los años siguientes. El perfeccionamiento de estos componentes pentagonales dio lugar a su adopción como elemento principal e imprescindible de cuantas fortalezas fueron construidas en Europa y América en los siglos XVI, XVII y XVIII, y del nombre que se les dio: BALUARTE, derivó el del sistema que se utilizó, perfeccionado en este largo período: "Fortificación abaluartada permanente" En España tenemos claros ejemplos de esta preocupación, por ejemplo, en el aún conservado recinto amurallado de Ciudad Rodrigo, en el que las sucesivas modificaciones y mejoras se hicieron tomando como base las viejas murallas y su castillo medieval. También podemos ver los efectos de esta exigencia en los recintos modificados de los castillos, que databan de varios siglos anteriores: de Santa Bárbara en Alicante, de Monzón, de Cardona, de Monterrey o de Gibralfaro en Málaga, de Loarre, de Ainsa o de Monzón, a los 94


cuales se dotó de taludes, de torreones cilíndricos e, incluso, de baluartes, y, a veces, de combinación de varios de los nuevos dispositivos. Al avanzar ya el siglo XV la fortificación iba a sufrir, por estas razones, una gran transformación, y entonces, por actualización de los viejos preceptos del Mundo clásico o por la invención de nuevos elementos que la experiencia aconsejaba, se empezaron a utilizar "revellines" - en algunos casos circulares como en la Encomienda de los Arcos, en la localidad de Almendral (Badajoz) - y "baluartes" primitivos, que todavía se pueden contemplar en San Leonardo, Chinchón, Canena, Sabiote y otras fortalezas más, que se convertirían en elementos principales de todo conjunto de defensas tanto en las ciudadelas aisladas como en las plazas fuertes. En este período se procedió a crear en los recintos de las grandes poblaciones, como en Badajoz y Toledo, potentes puertas, como la de las Palmas o la del Sol, respectivamente,; a utilizar con frecuencia las torres o cubos cilíndricos; a nivelar la parte superior de murallas y torres, que a veces, carecían de almenas, para facilitar la acción de las bocas de fuego, como podemos ver en el camino de ronda del castillo de Torrelobatón; a construir taludes en las murallas, y en substituir las viejas barreras por antemuros escarpados. como el de Pedraza o el de la Mota de Medina del Campo, del que ha dijo Federico Bordejé que

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"vale más ella sola que la fortaleza"25 y a abrir cañoneras y troneras en la parte baja de los muros, casi a nivel del suelo, para poder realizar tiros rasantes que defendieran los fosos y terrazas de las barreras exteriores. Para conseguir estos efectos se construyeron unas cámaras de tiros en la parte inferior de los muros de la escarpa que, por haberse iniciado en Italia, recibieron el nombre de casa matta , de donde se derivó después el de casamata, y que por estar especialmente preparadas para aguantar los impactos del enemigo, en especial, su bóveda, sirvió más tarde para designar toda bóveda o muro a prueba de bomba. Es obligado destacar que todos estos cambios que el nuevo medio destructivo, la pólvora, iba a producir en el campo de las ciencias y las artes marciales se tuvo lugar cuando irrumpía en el mundo cultural, como quedó dicho en el capítulo 3, el movimiento artístico y científico que se conoce con el nombre de Renacimiento. Ello fue causa de que sus grandes pensadores, que extendieron sus estudios a todo los ámbitos del saber humano, y que hicieron avanzar todos los conocimientos por medio de su pensamiento y de sus razonamientos, tomaran como objeto de sus investigaciones, entre otras correspondientes a este terreno del campo marcial, a la disciplina que se ocupaba de la defensa de las plazas fuertes y a su expugnación, 25 Bordejé Garcés, Federico.- "El Castillo Español en la Edad Media".

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es decir, a la "Poliorcética", pues los dirigentes de los grupos humanos de aquel tiempo, como los de cualquier otro, tenían gran empeño en asegurar sus dominios y extenderlos siempre que se presentara la ocasión. Así podemos ver que se ocuparon de esta materia hombres de tan diverso quehacer como Francesc Eiximenis que trata de esta materia en su obra "Dotze libre del Chrestiá", escrito en la temprana fecha de 1385, aunque no fue publicado hasta 1484, en Valencia; también - no podía ser de otro modo - el gran polifacético Leonardo da Vinci se ocupa de ella en "Il codice atlantico" Ms. ca. 1485, publicado en Milán en 1894, e igualmente Niccolo Machiavello en sus obras "Libro dell'Arte della guerra, Libri VII", editado en Venecia en 1521, y en "Relacione d'una visita fatta per fortificare", escrito en 1526 y publicado en Florencia en 1729. Se pueden citar también las obras

escritas

en

el

siglo

XV

por

Fontana

("Bellicorum

instrumentorum", Ms. ca. 1420 en la Staatbibliotek de Munich); por Jacopo Mariano Taccela ("De machinis libri X", Ms. de 1420 en la Staatsbibliotek de Munich); por Antonio Avellino Filarete ("Trattato dell'architettura", Ms. de 1461 en la Biblioteca Nazionale de Florencia); por Roberto Valturio ("De Re militari, libri XII", Verona, 1483, y "Opera di fatti a precetti militari", Verona, 1483); por Leone

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Batista Alberti ("De Re Aedificatoria., libri X". Florencia, 1485) 26, en los cuales se tienen ya en consideración los problemas surgidos en el arte de la fortificación y de su expugnación en aquel tiempo y se inician las respuestas para su solución. El paso de la fortificación medieval - que podemos llamar de componente vertical - a la abaluartada - en la que se pasa a un predominio de la línea horizontal, característica de las construcciones en la Edad Moderna - no se produjo, como es natural, de golpe, si no que fue el resultado de una evolución, hija del estudio de las antiguas enseñanzas y de las exigencias de los nuevos tiempos. A este primer momento, en el que ya se van abandonando progresivamente las normas que habían regido en los largos tiempos medievales, y que, como queda dicho, coincidió con el desarrollo del movimiento cultural conocido como Renacimiento, lo podemos denominar como el de la fortificación de transición, pues aún no se había encontrado un modelo general que sirviera de pauta casi inmutable para la erección de modernas fortalezas, y que se extendió por los años que ocuparon la segunda mitad del siglo XV y la primera del XVI.

26 Para todos los autores de este período ver el artículo de Leonardo Villena Pardo, titulado "Sobre la terminología Medieval de la arquitectura fortificada europea, correlaciones en cinco lenguas", "Tratados sobre Fortificación hasta 1700),publicado en CASTILLOS DE ESPAÑA, núm. 103, diciembre de 1994.

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Durante la primera de estas centurias y en los años iniciales de la segunda, se buscaron en los viejos tratados y en las más diversas fuentes ideas que solucionaran los problemas planteados por la acción de la artillería sobre las fortificaciones, tanto en su ataque como en su defensa, y de ello son muestra los trabajos que en párrafos anteriores he enumerado, y se ensayaron formas y elementos de las más diversas procedencias, que constituyeron la adaptación de las nuevas construcciones defensivas a las modernas exigencias, y que ya se venían ensayando en la reforma de los más importantes entre los viejos castillos y plazas fortificadas, como quedó dicho en el capítulo 3, y que dieron lugar al hallazgo, en ocasiones, de muy válidas soluciones. En España se inició una etapa en la que las nuevas fortalezas conservaban todavía fracciones correspondientes a las viejas normas a la vez que se iban introduciendo otras nuevas. Esta simbiosis de estilos podemos contemplarla, por ejemplo en el castillo de Grajal de Campos, en la provincia de León, levantado hacia 1519, edificio cuadrangular con cubos cilíndricos o "torrioni" 27 cuya altura es igual a la de las murallas, que están formadas por amplios taludes 27 Voz con que los ingenieros italianos del Renacimiento designaron a estos cubos o torres cilíndricas y que se extendió por todo Occidente. Los alemanes le llamaron "rondelle", y Alberto Durero recomendaba su uso en su obra "Etliche Underricht zu Befestigung des Stett, Scholosz und Fleken" Nuremberg, 1527.

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Estas torres de planta circular por regla general - a veces son, aún, de planta cuadrada o rectangular -, fuertes y gruesas murallas dotadas de talud y casamatas para su artillería, las encontramos en otros castillos reformados o levantados en este período, como el de Berlanga de Duero, en Soria (que conserva su torre del homenaje, de período anterior); el de Canena, en Jaén; el de Cuéllar, en Segovia; los de Chinchón y Villaviciosa de Odón, en Madrid; el de La Calahorra, en Granada; los de Las Navas del Marqués y el de Mombeltrán, en Ávila; el de Mesones de Isuela, en Zaragoza, o el de Pioz, en Guadalajara. Igualmente se adoptaron estas torres cilíndricas en el castillo de Salobreña, en Granada, pero no aparecen en otras fortalezas levantadas o reformadas en la época, como, por ejemplo en la plaza de Fuenterrabía o en el castillo de San Antón en San Sebastián. El ejemplo más significativo de este momento, sea acaso el de la importante fortaleza de Salces, en el Rosellón, mandada edificar por Fernando V el "Católico", y cuya construcción se ha atribuido tradicionalmente al maestro Ramírez o Ramiro de Madrid, arquitecto de quien se sabe que estuvo al servicio de los Reyes Católicos, especialmente durante la guerra de Granada. Sin embargo, el hispanista francés René Quatrefages 28, destacado historiador de 28 Sánchez-Gijón, Antonio: "Interesante fresco sobre el sitio de Salces". CASTILLOS DE ESPAÑA, núm. 109, p. 63.

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nuestra Milicia en los siglos XV y XVI, ha afirmado recientemente que el verdadero constructor fue Francisco Ramiro López, personaje de la pequeña nobleza aragonesa, para lo cual se basa en una orden dada por los Reyes en Alfaro el 30 de octubre de 1495 y en su hallazgo de los archivos completos, que abarcan de 1497 a 1503, relacionados con esta edificación. Esta muestra de la que ya va siendo una fortificación dotada al menos de baluarte, fue levantada muy tempranamente, pues su fábrica data de los años 1497 a 1503. Su originalidad respecto a las fortalezas anteriores estriba en estar levantada dentro de un gran foso o cubeto que la oculta a las vistas de los fuegos exteriores; a contar en sus cuatro ángulos con torreones circulares, de igual altura que sus cortinas; a estar dotada en todos sus paramentos exteriores de firmes taludes, y a tener en su exterior tres revellines redondeados, de formas diversas, situados dos ante las cortinas del este y del sur, y el tercero ante el torreón del ángulo nororiental, que avanzan sobre el foso, ya bastante más amplio y cerrado por una sólida contraescarpa.

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5. El baluarte. Elementos de una fortificaciรณn abaluartada.

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Hemos visto en líneas anteriores como va evolucionando, aunque de forma tímida, la fortificación, que poco a poco va perdiendo altura y ganando elementos que permiten por un lado neutralizar, al menos en parte, los efectos de los disparos de la artillería del sitiador, y por otro facilitar al defensor el uso de esta nueva arma. Para ello, ha bastado recurrir a los viejos tratados del Mundo clásico de que se ha hablado y se han ido adoptando sus principales normas: las obras poligonales, el desenfilado de las puertas; la profundidad de los elementos defensivos y de su conjunto, los amplios fosos y los extensos campos polémicos a vanguardia; todo proyectado y construido de forma que desde unos elementos se protegiera a los otros, se evitaran los impactos directos, los fuegos a rebote y los de enfilada, y los ángulos muertos que permitieran la aproximación del adversario. Todo ello, como es natural, no se hizo de golpe, de una vez, sino que fue un largo proceso de adaptación, de mejoras continuas, iniciadas por ingenieros españoles, como veremos, más adelante, que se prolongaron desde finales del siglo XV hasta finales del XVIII, en cuyo momento podemos considerar que este sistema de defensa había alcanzado su mayor evolución y su mejor adecuación a los fines que debía atender, pues aunque sigue vigente en el XIX, al menos parcialmente, ya no hay apenas avance alguno en su evolución. 104


Podemos considerar dos fases en el proceso que lleva desde su comienzo, a mediados del siglo XV, hasta su ocaso, en el XIX, tras las nuevas tácticas de guerras de movimiento iniciadas por Federico de Prusia y adoptadas definitivamente por Napoleón. Estos dos períodos serían: Fortificación de transición, como hemos visto en el capítulo anterior, en la que va progresando en los años del Renacimiento, hasta bien entrado el siglo XVII, y Fortificación abaluartada en pleno desarrollo, coincidente con la Ilustración, durante la segunda mitad del siglo XVII y todo el XVIII. A partir de este momento podemos decir que la fortificación abaluartada entra en declive y que no evoluciona ya, siendo sus exponentes abandonadas lentamente o condenadas al derribo. El "baluarte" 29, por ser su principal componente, daría su nombre a este sistema, aunque de forma interesada y espúrea se le haya dado otras denominaciones. Sin embargo, hay que considerar que el desarrollo del método daría lugar a muy diversas escuelas, de las que para Europa señala el Dr. Zapatero las siguientes: española, italiana, alemana, sueca, holandesa y francesa.

29 En francés se le denomina "bastion", y de ahí, el nombre de "bastionné" que se da al sistema poliorcético que estudiamos. Acaso por la importancia de la obra de Vauban se extendió esta denominación por toda Europa y en España aún se dice, impropiamente, "bastión", por "baluarte", y "abastionado" o "bastionado", por "abaluartado".

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Acaso lo primero en aparecer fue la inclinación en talud dado a los muros de las cortinas y torres, como podemos ver en fortalezas levantadas o reformadas en los siglos XV y XVI (La Mota, de Medina del Campo, o el Castel Nuovo, de Nápoles), al tiempo que en algunos se rebajaban y ensanchaban a la vez las torres y se suprimía la del "homenaje" (Grajal de Campos); luego se excavaron "cubetos" a su alrededor, en la que quedaban enterrados (Salces, en el Rosellón); pero el aumento del número y la potencia de los cañones hizo insuficiente estas mejoras, pues al abatir a los elementos elevados cubría con sus escombros los inferiores y abría así caminos en pendiente accesibles a los atacantes. Ello obligó a prescindir de las viejas torres y a buscar profundidad y distanciamiento en los elementos, pero sin abandonar el apoyo y la unión entre ellos, hasta llegar a las formas plenas de funcionalidad que podemos observar en nuestro castillo de Aldea del Obispo. Esta es una fortificación perfectamente regular, es decir, que posee una traza en forma de polígono regular, que la distingue de las llamadas irregulares que por tener que adaptarse a una especial configuración del terreno en que hubo que levantarlas no se ciñen a ninguna figura geométrica (ver lámina al final del capítulo). El baluarte es, repetimos, el elemento principal y más característico de este tipo de fortificación; podríamos decir, con un

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ligero tinte de "greguería", que es una torre que cansada de estar de pie se ha tendido horizontalmente. La altas y ampulosas torres, poligonales o cilíndricas, de los castillos medievales, y los muros verticales y elevados, fueron, desde la aparición de las nuevas armas, como ya queda dicho, elementos antes negativos que seguros de defensa, pues su enhiesta configuración presentaba un blanco perfecto y bastante débil para los impactos de los modernos proyectiles, por lo que quedaban reducidos a escombreras accesibles a un decidido asaltante tan pronto sufrían los efectos de un corto bombardeo. Por ello, la torre tuvo que perder altura y ganar en longitud y anchura, hasta convertirse en el baluarte de planta pentagonal, y de esta forma ganó la defensa en profundidad lo que por su vulnerabilidad se perdía en elevación, con la ventaja de escamotear su estructura a la acción del atacante. Adosado por uno de sus lados, que podemos considerar como base del polígono, a las cortinas de la fortaleza, proyecta violentamente los dos lados opuestos a la base, que reciben el nombre de "caras", hacía el exterior, formando un ángulo generalmente muy agudo, y se une por los dos restantes, - llamados "flancos" - a la muralla en ángulos también agudos30. Sus dimensiones y la amplitud 30 Tipo más corriente del baluarte, aunque la longitud de sus lados, sus ángulos y otras características fueron muy diversos, según se verá más adelante.

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de sus ángulos, tanto el externo como los que se originan en los restantes vértices, se calculaban matemáticamente con sumo cuidado de acuerdo con las características de las armas del momento, de la trayectoria de sus disparos y de sus alcances, y de la necesidad de defender con fuego de enfilada las caras de los otros elementos situados a sus inmediaciones. Por eso era imprescindible tener un conocimiento muy perfecto de la geometría, así como de los alcances eficaces de los disparos de las armas de fuego, para calcular las longitudes de las diversas partes y de los ángulos que habían de formar las líneas de sus trazas y, claro, más tarde de sus edificaciones. En las láminas se presentan las principales líneas y los principales ángulos a los cuales había que atenerse para trazar un baluarte y, a partir de él, una fortaleza. Los paramentos exteriores no son nunca verticales, como podremos observar en cualquiera de estas fortalezas, sino que reciben una estudiada inclinación formando talud para amortiguar los impactos directos. Sobre su plataforma superior, que constituía la plaza de armas, se colocaban los cañones o bocas de fuego, bien en cañoneras defendidas por merlones, situados por encima del cordón o refuerzo que protegía el borde superior de los muros al exterior, bien "a barbeta", es decir, sin protección en su frente.

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Pero nunca estaba el baluarte, como tampoco el resto de los elementos, sobre la rasante del terreno, sino que se levantaba dentro de una cubeta o excavación que lo ocultaba a las vistas exteriores, y sólo sobresalía lo suficiente para poder hacer fuego hacia el exterior desde sus plazas de armas. Se ha dicho que el baluarte es "lleno" si el terraplén situado tras él ocupa todo el espacio entre las caras, flancos y gola; "vacío", si el terraplén sigue solamente el contorno de las caras y flancos; "unido", si sus flancos y gola están unidos a las cortinas, y "cortados", si presentan cortaduras que pudieran detener al enemigo. A veces en la unión de los "flancos" a la "cortina" se realizaban unos retranqueos, a los que se llamaba "orejón", y que servían para proteger elementos especiales, como, por ejemplo, una poterna, y en especial, las piezas artilleras que situadas en los flancos tenían por objetos realizar tiros flanqueantes o rasantes hacía el baluarte vecino. 31 Hemos de mencionar que los primeros auténticos baluartes se construyeron en España en el castillo de Sabiote en 1543, y de San Leonardo en 1565. Los baluartes, en número de cuatro, cinco o seis (sólo se supera este número cuando había que rodear a una vieja ciudad previamente fortificada o se trataba de construir toda una extensa 31 Se llamaban tiros flanqueantes los que partiendo del ángulo interno de un flanco rayaban toda la cara del baluarte vecino, y fijantes, los que partiendo del mismo punto se dirigían al ángulo exterior de dicho baluarte.

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plaza fuerte capaz de guarnecer una frontera o un amplio territorio) estaban unidos por las cortinas sin solución de continuidad, las cuales gozaban de las mismas peculiaridades en los paramentos que los baluartes. Unos y otras rodeaban a un amplio patio de armas o una pequeña población si era más extenso, cosa que ocurría en los casos que acabo de exponer, constituyéndose entonces una "plaza fuerte", en la que se acumulaban muy variados elementos defensivos e, incluso, fuertes auxiliares que reforzaban sus puntos débiles o los lugares obligados de paso. Cuando las necesidades de la defensa lo aconsejaban, se construían delante de los baluartes y de las cortinas obras de muy variada traza, según las funciones a desempeñar, de las que cuales se detallan a continuación las más importantes. Para completar esta información, el lector puede acudir al glosario de voces peculiares de la fortificación abaluartada inserto al final de este libro. Colocadas ante la plaza propiamente dicha, podemos citar32: 

media luna: obra compuestas por dos caras, sin flancos, y cerradas por detrás por una porción de círculo. Se las utilizaba por lo general para proteger un ángulo flanqueado de un baluarte o un tramo de

32 La descripción de los elementos defensivos que sigue están tomados en buena parte de P. Minguet e Irol: "Juegos de la fortificación", Madrid, 1752 y de "Fortificación Permanente", de Sánchez-Tembleque y García-Rodríguez, Segovia, 1933.

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muralla, y se le ha considerado obra defectuosa por su falta de flanqueo. Se puede ver hoy una "media luna" en los restos de las fortificaciones de Badajoz, la que estaba situada entre los baluartes de San Vicente y San José (ver láminas al final del capítulo) 

revellín: esta obra, parecida a la anterior, es en realidad un baluarte separado del conjunto de la fortaleza, pues estaba dotado de flancos y podía tener la gola (parte posterior que daba frente a la muralla; es decir, quinto lado o base del pentágono) cerrada o abierta. Se la colocaba casi siempre delante de una cortina para protegerla y hacerlo a la vez a los flancos opuestos de dos baluartes. Su objeto era triple: por un lado, cubrir y reforzar las cortinas; por otro, cubrir las comunicaciones, y, en fin, realizar tiros flanqueantes y de revés por delante de las caras de los baluartes para tratar de impedir los trabajos preparatorios o aproches de los atacante. En el Fuerte de La Concepción se conservan, en estado ruinoso, los cuatro revellines de que se la dotó (ver lámina al final del capítulo). Los revellines podían estar reforzados por unas obras llamadas tenazones, que tenían sus lados cortos en prolongación de los de igual carácter del revellín y los largo siguiendo la alineación de los de los baluartes; ante ellos solía estar colocado un rediente o flecha.

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hornabeque: obra coronada exterior, aunque a veces unida al recinto central, que consta de dos medios baluartes y una cortina, con dos grandes caras o alas, y, si éstas son muy largas con dos flancos. Los hay más fuertes que llevan además de los dos semibaluartes uno entero entre ellos. Se le utilizaba para ocupar un gran terreno, alguna altura o el frente de un campo. Los hornabeques podían tener sus alas paralelas y se decía entonces que eran hornabeques de alas paralelas; divergentes hacia el campo y se les llamaba

hornabeuqe

a

cola

de

milano,

o

convergentes, y entonces se decía que era a contracola. Generalmente se colocaba en el frente del hornabeque un pequeño revellín o un rediente. En el castillo de Montjuich, de Barcelona, existe un potente hornabeque (ver lámina al final del capítulo). 

tenaza: obra muy utilizada por Vauban (ver lámina al final del capítulo), colocada delante de las cortinas, con la que protegía a estas y a los flancos de los baluartes; podían ser simples (fig. ) o dobles (fig. ), y tener formas algo variadas

falsabraga: obra que se ponía junto al talud exterior de una plaza, rodeándola en todo o en parte, y constaba de muralla, parapeto y banqueta, al mismo nivel del camino cubierto o un poco más baja, y cuyo fin

principal

era

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evitar sorpresas.

Una obra


característica de este tipo encontramos circundando las murallas de Ciudad Rodrigo (ver lámina al final del capítulo). 

ciudadela: se daba este nombre a una fortaleza completa incorporada al sistema defensivo más amplio de una plaza fuerte y que servía como punto de apoyo y de última defensa de todo el sistema. Una muestra muy destacada de este conjunto lo ofrecía la plaza de Pamplona(ver lámina al final del capítulo).

Otras varias obras se levantaban para proteger el recinto principal de una fortaleza como iremos viendo a lo largo de estos capítulos y cuya definición podemos ver en el "Glosario" que acompaño al final de este libro. Podían ser, por su colocación interiores o exteriores. Entre los primeros encontraremos las "cortaduras", las "traversas", los "caballeros", etc., y entre las segundas

las

"flechas"

o

"redientes",

los

"tenazones",

las

"contraguardia", etc. Pero fuesen cuales fuesen las obras colocadas por delante del recinto principal, tenían que reunir la inexcusable condición de estar dominadas y batidas por las defensas situadas tras ellas. Y todo el conjunto había de quedar englobado dentro del cubeto que formaban los fosos y que cerraban la contraescarpa, el camino cubierto y el glacis. 113


Un cuidado especial merecían las puertas, que podían convertirse, si no tenían una adecuada colocación, organización y construcción, en un punto débil en el conjunto defensivo. Las puertas, que casi siempre eran profusamente ornamentadas no sólo por concesión al Arte, sino también como signo de poder y propiedad de quien mandaba erigir la fortaleza, se solían colocar en el centro de una de las cortinas y atravesaba todo el terraplén por medio de una bóveda acasamatada; a sus lados suele haber otros locales, también con bóveda fuerte, que servían de cuerpos de guardia; su defensa se realizaba por los fuegos flanqueantes de los baluartes vecinos y por medio de un elemento de apoyo, normalmente un revellín, colocado ante ella, y al que se unía por medio de un puente de mampostería terminado en una parte levadiza; por este revellín se efectuaba por lo general la comunicación con el exterior del conjunto fortificado. La comunicación, sobre todo entre los diversos elemento de la fortaleza, se realizaba además por "poternas", puertas más pequeñas, abiertas también en muchas ocasiones en medio de una cortina y protegidas por una obra avanzada a la que a veces se la unía por medio de una caponera a doble glacis (cuya sección en alzado vemos en la fig.), y que estaba defendida por los mismos elemento que defendían el foso y la retreta correspondiente; a la poterna se accedía desde el interior de la fortaleza (tratándose de una fortaleza aislada,

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desde su patio de armas) a través de una galería abovedada33 que atravesaba todo el terraplén y que se construía de forma que su piso fuera un plano inclinado que ascendía desde el exterior al interior, como un medio más de seguridad. Para completar la comunicación desde el centro de la plaza hasta el exterior existían "escalerillas de piedra", pegadas a la contraescarpa, por las que se accedía hasta el camino cubierto construido en la parte externa del foso, y desde éste se salía al glacis por unas rampas abiertas en él, que tenían un diseño en ángulos o sinuoso. El conjunto estaba rodeado de un ancho foso, y en su totalidad hundido, o mejor enterrado, en el terreno que ocupaba, para ocultarlo a la observación enemiga, y que pocas veces en esta época se inundaba de manera permanente o esporádica34; el foso se elevaba hacia su exterior para constituir un camino cubierto de las vistas y de los fuegos, en el que solía levantarse a todo lo largo una banqueta para que hiciesen fuego los tiradores de la guarnición, pues componía el primer elemento de defensa una vez que el enemigo intentaba la expugnación mediante el asalto violento. Al muro que lo cerraba hacia 33 Con este nombre entendemos una nave situada casi siempre dentro del terraplén y que reunía las condiciones de una casamata (a prueba de bomba). 34 Este profundo y amplio foso que casi ocultaba a la fortaleza lo encontramos ya en España en el castillo mudéjar de Coca, construido en los primeros años del siglo XV, con el objeto de que presentase el menor blanco a la artillería, que ya iba haciendo estrago en los asedios de las fortalezas.

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la campaña se le denominaba contraescarpa; estaba construido con los mismos materiales (cantería o ladrillo, etc.) que los demás paramentos de la fortaleza y en él se abrían, en ocasiones, puertas que comunicaban con almacenes, pozos de escucha, etc., situados bajo el glacis. Era éste una explanación parcelada y con una inclinación adecuada para constituir un campo polémico rasante a los fuegos de los defensores y dispuesto para no permitir los impactos directos de la artillería enemiga sobre las obras de la fortaleza. Este sistema de defensa, que abarca un amplio y dilatado espacio en la historia de la Poliorcética debe ser designado con el nombre de "Fortificación Permanente Abaluartada", denominación que, como vemos, encierra en su expresión a su carácter de persistencia y a su más característico elemento. Cualquier otro con el que se le designe ni resulta adecuado ni es otra cosa que un injustificado chovinismo y una reducción de su extensión y perdurabilidad. Destaca entre estas inapropiadas expresiones la de "fortificación sistema Vauban", a todas luces fuera de lugar; es indudable que Sebastián Le Prestre, señor de Vauban - a quien J. M. Zapatero considera como "el genio de la fortificación de todos los tiempos" -, fue un magnífico ingeniero militar francés que introdujo importantes mejoras en este sistema defensivo, así como en los métodos adecuados para su expugnación, y que proporcionó a su rey,

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Luís XIV, una serie de fortificaciones sin rival en su época que contribuyeron en gran manera a convertir a Francia en la mayor potencia militar de su tiempo; además dotó a su país de excelentes caminos, puentes y tuberías para conducción del agua. Pero Vauban nació en 1633 y comenzó sus actividades hacia 1655, cuando el sistema

abaluartado

llevaba

más

de

ciento

cincuenta

años

desarrollándose; no fue, por tanto, su inventor y ni siquiera su introductor en Francia, en donde otro ingeniero anterior, Errard de Bas-le-Duc , que levantó fortalezas abaluartada en el siglo XVI - por ejemplo, las de Calais - está considerado como el padre de este tipo de fortificaciones en el país galo

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6. Ingenieros militares espaĂąoles del Renacimiento.

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No existen dudas para mí de que los españoles, acuciados por la necesidad, iniciaron este sistema defensivo. Tres motivos importantes dieron lugar a que fuese en nuestra Patria donde comenzara la transición de la fortificación propia de la Edad Media a las nuevas formas a que obligó la introducción de la pólvora en la guerra de sitios: a) el haber sido el país donde se inició el empleo de las armas de fuego en territorio europeo; b) el contacto con el mundo musulmán, que no sólo fue el introductor en Europa de la pólvora, sino también el que sirvió de vehículo para que el Occidente recuperara las sapiencias greco-latinas, y c) el papel preponderante que la recién lograda restauración de la unidad española, con el matrimonio de los reyes de Castilla y Aragón, y la conquista del reino de Granada por los cristianos, iba a asumir en la política y en la vida de la época. Pero como he indicado anteriormente pronto se emplearon en el estudio de las nuevas formas que exigía la Poliorcética los grandes pensadores del Renacimiento, y tras ellos surgieron tratadistas que pusieron al alcance de los poderes políticos y de los ejércitos de la época las soluciones para llenar las exigencias nacidas en los nuevos tiempos. En las dos regiones más fragmentadas de la época, Italia y

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Alemania, donde los señores y ciudades detentadores del gobierno de los pueblos, vivían en continuas luchas, fueron muchos los que se dedicaron al estudio de las fortificaciones y del ataque a las mismas, pues era materia que interesaba de forma muy singular en el momento. El Dr. Leonardo Villena Pardo ha publicado una exhaustiva bibliografía sobre esta disciplina en los siglos XV, XVI y XVII 35, y en ella se puede comprobar que fueron España y los dos pueblos antes mencionados lo que mayor volumen de estudios sobre la materia produjeron. Sólo a finales del siglo XV iba a empezar a tener reflejo en las fortificaciones las soluciones a que había obligado el aumento del poder ofensivo de los ejércitos. Fueron los ingenieros al servicio de los Reyes Católicos los primeros en aplicar las nuevas normas a las edificaciones defensivas que hubieron de reformar o levantar de nueva planta. Guitart Aparicio asegura que este tipo de defensas fue iniciado por los ingenieros renacentistas italianos, pero antes o al menos en los mismos años los nombres de muchos de los ingenieros militares que inician la lista en la Edad Moderna son, como veremos a continuación, netamente españoles, y son las incidencias de las guerras de finales del siglo XV y principios del XVI, que se desarrollaron especialmente en 35 Villena Pardo, Leonardo: "Sobre la terminología medieval de la arquitectura fortificada europea, correlaciones en cinco lenguas" . CASTILLOS DE ESPAÑA . Num. 103. Madrid, diciembre 1994; pp. 29/40.

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Italia, con el enfrentamiento de los reyes de España y Francia, las que hacen, al levantar unos y otros poderosas fortalezas que defiendan sus conquistas, que estas proliferen en Italia, donde, es verdad, ya las pequeñas repúblicas, las familias principescas y los "condottieri", con su individualismo feroz y el ansia de conservar sus prebendas medievales, habían comenzado a levantar fuertes complejos defensivos capaces de hacer frente a las nuevas armas. Y también, que muchos italianos, además de hacer sus trabajos para beneficio de los poderosos señores, ya citados, que aún defienden su independencia, se dedicaron al arte de la fortificación al servicio de alguno de los grandes contendientes y llegaron a constituir en el último siglo citado una pléyade de magníficos poliorcetas. Entre los nombres españoles que aparecen en las primeras manifestaciones del nuevo método encontramos a Pedro Navarro, conde de Oliveto, que reformó el Castel Nuovo de Nápoles (y que más tarde, puesto al servicio de los monarcas galos, fue el creador de los ingenieros militares franceses); a Ramiro o Ramírez - parece ser, como ya he dicho, que hubo dos de este nombre: Ramiro de Madrid, que acompañó a los Reyes Católicos en la guerra de Granada, y Francisco Ramiro López, aragonés, que acaso fuera quien levantó las fortificaciones de Salces, en el Rosellón, donde la fortaleza se oculta dentro de un cubeto que actúa como amplio foso; a Del Pozo; a Pedro

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de Angulo, que fortificó Navarrés; a Luís Pizaño o Pisano, que realizó las fortalezas de Rosas, en donde se levantó por vez primera una ciudadela; al Comendador Pedro Luís Escrivá, que escribió uno de los primeros tratados sobre fortificación abaluartada que publicó en 1538 y que antes había fortificado los castillos de l'Aquila (1530) y de Sant'Elmo, en forma de estrella y con tenazas, en Nápoles (1540); ... Desde mediados del siglo XVI brillaron una serie de ingenieros italianos al servicio de la Monarquía española, en los cuales es fácil encontrar la influencia de la enseñanzas de Pietro Cattaneo, que en 1554, articulaba, en su importante obra "I quatri primi libri d'architectura", la arquitectura civil y militar en un texto conjunto y extendía el área de los conocimientos a un campo abarcador de sectores más amplios. Entre ellos aparecen Juan Bautista Calvi, que en 1554 construyó el castillo de San Felipe, en Menorca, y las fortificaciones de Ibiza en 1556; Vespasiano Gonzaga, que fue virrey de Valencia y que inició la construcción del castillo de Santa Bárbara, en Alicante, realizado entre 1562 y 1596, y en donde se sucedieron Antonelli y "el Fratín"; Juan Bautista Antonelli, discípulo del gran maestro Nicolo Tataglia, que reformó, además, las defensas de Peñíscola; Jacome Palareo o Palearo, "el Fratín", que comenzó en 1571 las obras de la ciudadela de Pamplona y que fue origen de una larga familia de ingenieros militares españoles que se distinguieron

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también en Ultramar; Tiburcio Spanocchi (nació en 1541 y murió en Madrid en 1606), que edificó la ciudadela de Jaca, completó las fortificaciones de San Sebastián desaparecidas con la desacertada demolición realizada en el siglo XIX, y proyectó una planificación defensiva para toda la América española, desde México a la Patagonia, y Leonardo Torriani, que dio principio en 1587 a las fortificaciones de las islas Canarias por orden de Felipe II. Además, otros varios tratadistas y constructores italianos del siglo XVI construyeron fortificaciones a lo largo de los muchos territorios europeos que se encontraban bajo el control de la Monarquía española; durante los reinados de Carlos I y Felipe II, amén de los ya citados, encontramos los nombres de Giambatista Bonadio Zacci, Giacomo Lanteri, Jacopo Castrioto y Francesco de Macchi; este último presentó en 1556 a Felipe II sus manuscritos, que merecieron una cálida acogida, pero que no fueron publicados hasta 1599 en Brescia. El tratado de 1570 de Bernardino Facciotto es un ejemplo demostrativo de la importancia que los principios de la fortificación abaluartada adquirieron en los estados gobernados por los reyes españoles, quienes utilizaban sin discriminación los saberes y los servicios de todos los hombres procedentes de sus dilatados dominios. Por ello, la gran fortaleza de Amberes fue levantada por Francesco Pacciotto en 1566; de ella se ocupa el tratado de Facciotto y

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fue considerada por Pedro de Lucuze como el "primer modelo de buena fortificación abaluartada". La afluencia de técnicos procedentes de Italia no fue óbice para que los de nuestra península continuaran en la primera fila de esta actividad, y se puede comprobar que, por ejemplo, Francisco de Medina fortificó en 1551 a Melilla. También se inició en época temprana en nuestra Patria la publicación de obras en las que se estudiaban todos los problemas relacionados con las nuevas exigencias de la Poliorcética, por la misma razón de necesidad que determinó la construcción de elementos que las cumplieran en tanto en cuanto era imprescindible para lograr su eficacia, y que compitieron al menos en pie de igualdad con las editadas en otros países, especialmente en Italia y Alemania36. Encontramos que, en 1516, Diego Julio Guillén de Ávila publicó en Salamanca su "Frontispicio de los consejos y exemplos militares"; Diego Salazar, el "Tratado de re militare", que se editó en 1536 en Madrid y se reeditó en 1590 en Bruselas, y el Comendador Pedro Luís Escribá - ya mencionado - que compuso en 1538 su "Apología en excusación y favor de las fábricas del Reino de Nápoles", aunque no se editó sino hasta 1878 por Eduardo Mariategui en Madrid; todas 36 Vease: Villena Pardo, Leonardo: "Tratados sobre fortificación hasta 1700". CASTILLOS DE ESPAÑA, núm. 103, pp. 36-38.

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ellas seguramente no debieron nada a las estupendas obras de Nicolo Tartaglia tituladas "Sul novo modo di fortificare la citá rispetto la forma", "Nova sciencia. Inventione novamente trovata" y "Quesiti et inventione diverse" (publicadas en Venecia, en 1536, 1537 y 1546, respectivamente), y que son anteriores, como vemos a "I quettri primi libri di architettura", de Pietro Cataneo (Venecia, 1554) y a "Delle fortificazione delle citá, libri tre" de Girolemo Maggi y Jacomo Fusto Castriotto (Venecia, 1564). Junto a ellos, encontramos nuevos tratadistas españoles como Luís Collado que en 1586 compuso su "Platica manual de Artillería" en la que se trataba de la fortificación, y Cristóbal de Rojas, profesor de Fortificación de la Academia de Matemáticas y Arquitectura Civil y Militar, establecida en Madrid por las Reales Cédulas de 25 de diciembre de 1582, que publicó en 1598 el "Tratado de Theorica y Practica de Fortificación, dividido en tres partes". En el siglo XVII siguió la edición de libros sobre esta ciencia y tenemos que en 1602 apareció el "Nuevo modo de fortificar" de Mateo Morán; en 1603 Cristóbal Lechuga editó "De la Artillería y de todo lo necesario a ella; con un tratado de Fortificación", y el ya citado Rojas, en 1613, su "Compendio y Breve Resolución de la Fortificación"; en este mismo año se publicó el libro de Diego Ufano "Tratado de Artillería y uso della, practicado en las guerras de Flandes"; Vicente Munt fue autor,

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en 1664, de "Arquitectura Militar", y 1669 se editó el "Epítome de las Fortificaciones Modernas" del marqués de Buscayolo, que fue un decidido partidario del mantenimiento del Fuerte de La Concepción de Osuna.37 No se pueden cerrar estas referencias a los ingenieros militares hispanos sin citar la gran figura del general de batalla Sebastián Fernández de Medrano, fundador y director de la "Academia Real y Militar del Exercito de los Países Bajos", instalada 37 Como ampliación a la lista de tratadista españoles sobre fortificación en los siglos XVI y XVII, citaré a los siguientes: García de Alderete, Diego: "De re militare". Barcelona 1566. Gutiérrez de la Vega, Luís: "Nuevo tratado y compendio de re militari. Medina, 1569. Escalante, Bernardino: "Diálogo de arte militar". Sevilla, 1583 y Bruselas, 1595. García de Palacios, Diego: "Dialogos militares". México, 1583. Alava y Viamont, Diego: "El perfecto capitán". Madrid, 1590. Isla, Lázaro de la: "Breve tratado de Artillería". Madrid, 1595. Mendoza, Bernardino de; "Theoria y practica de la Guerra". Madrid, 1595 y Amberes, 1596. González de Medina Barba, Diego: "Examen de fortificación". Madrid, 1599. Leganés, Marqués de: "Escuela de Palas". Milán, 1602. Céspedes, García de: "Libro de instrumentos nuevos de Geometría y un cuestionario de Artillería". Madrid, 1606. Lanario de Aragón, Francisco: "Los tratados del Príncipe y de la Guerra". Palermo, 1624. Moradell, Domingo: "Preludis militaris". Barcelona, 1640. Santana y Tapia, Juan de: "Tratado de Fortificación militar de estos tiempos". Bruselas, 1644. Fernández de Valcárcel, Manuel: "Arquitectura militar y fortificación moderna". París, 1649. Enríquez de Villegas, Diego: "Academia de fortificación de plazas y nuevo método de fortificar una Plaza Real". Madrid, 1651. Zepeda y Andrade, Alonso de: "Epìtome de fortificación moderna, así en lo regular como en lo irregular". Bruselas, 1669. Folch de Cardona, Pedro Antonio: "Geometría militar, en la cual se comprende las matemáticas de la Fortificación regular e irregular". Nápoles, 1671. Dávila y Herrera, Andrés: "Plazas de Picardía". Madrid, 1672. "Plazas del Ducado de Lorena", Madrid, 1672. Chafrión, Joaé: "Planos de Fortificación de Ciudades". Milán, 1687. "Escudo de Palas" (Atribuída al M. de Leganés), Milán, 1693. Cruz Manrique de Lara, I. (conde de Aguilar): "Mathematicas" .Cádiz. 1688 Pietra Santa, Francisco (príncipe de San Pedro): "Compendio de arquitectura militar". Messina, 1697. Pozuelo, F. " Compendio de Arquitectura militar". Medina, 1697.

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a finales del siglo XVII en Bruselas. Fue ésta la primera Academia militar española y según palabras del propio Medrano fue constituida "para que se criassen personas que de sus dominios pudiessen profesar en ellos la Architectura Militar, como Ingenieros, los que hasta entonces eran extranjeros y en quienes se aventuraba la confianza". Nuestro subrayado tiene por objeto llamar la atención sobre la expresión; no se trataba de formar a individuos nacidos en lo que hoy conocemos por España, sino a cualquiera que perteneciera a algunos de los territorios que entonces componían la Monarquía Española, lo que enlazaba con el concepto de lealtad heredado de la Edad Media y aún entonces, en pleno vigor, muy diferente a lo que luego se denominará "patriotismo" y "amor a la Patria", pues la noción de nacionalidad es en aquellas fechas diferente a la actual. Esto tiene una gran importancia cuando luego se ha tildado de extranjeros a muchos personajes que sirvieron a los Reyes españoles y contribuyeron a la grandeza de nuestra nación. La Academia de Bruselas fue el origen e inspiración de toda nuestra arquitectura militar en el siglo XVIII, pues los mejores ingenieros de Felipe V, incluido el marqués de Verboom, se habían formado en ella y seguían las doctrinas de Fernández de Medrano, autor de tratados como "La arquitectura militar y moderna", editada en Valencia en 1683 y en Bruselas en 1696, y el "Arquitecto perfecto en

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el Arte Militar", que lo fue en 1700 también en Bruselas, t cuando no fueron preparados por ingenieros creados en la escuela de aquel gran maestro. Muchos de los ingenieros militares españoles o al servicio de la Monarquía Española, pasaron a los reinos de Ultramar y, junto con otros que se formaron allí, levantaron también, a lo largo de este período y, como veremos luego, en el de la Ilustración, grandes fortificaciones en lo que debemos denominar Indias o Indias Occidentales. Podemos citar como ejemplo las fortalezas de Puerto Rico (castillos de San Felipe, Santa Catalina, San Cristóbal y San Jerónimo), o de Cuba (Castillo del Morro, Fuerza Vieja, La Chorrera, San Jerónimo de Matanzas), y las imponentes fortificaciones de Portobello y de Cartagena de Indias. Entre todos crearon, a una y otra orilla del Atlántico, la "Escuela de Fortificación Abaluartada Hispanoamericana" 38, anterior en su origen y desarrollo a los tres sistemas que se reconocen de Vauban, aunque luego aprovecharan sus enseñanzas, y de la que tan extensamente se ha ocupado el destacado tratadista Juan Manuel Zapatero.

38 Para el estudio de las fortificaciones abaluartadas en Hispanoamérica se puede consultar, entre otros: - Calderón Quijano, José Antonio: "Las fortificaciones españolas en América y Filipinas". Colección Mapfre. Madrid, 1996. - Zapatero, Juan Manuel: "La Forificación Abaluartada en América". A.G. Medinaceli. Barcelona, 1978.

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7. Medrano y Vauban.

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Los dos ingenieros militares más importantes del período "abaluartado", cuya verdadera expresión se manifiesta en los finales del siglo XVII y alcanza su plenitud en el XVIII, para decaer en el XIX, fueron contemporáneos, uno español y el otro francés, y hasta fueron bautizados con el mismo nombre: Sebastián Fernández de Medrano, el español, y Sebastián Le Prestre de Vauban, el francés. Medrano nació en 1646 y murió en 1705; vivió, pues poco más de 58 años; Vauban, nacido en 1633, vivió hasta 1707, muriendo a los 74 años de edad. Mientras que el primero desarrolló su actividad cuando su país estaba a la defensiva, en un momento de regresión del potencial que había alcanzado en el siglo anterior y principios del XVII, y se vio obligado a realizarla en un territorio periférico de los extendidos dominios de la Monarquía española, el segundo aplicó sus conocimientos y sus originales ideas en un estado centralizado y ceñido todo a un espacio muy unido y homogéneo y en unos años en los que se hallaba casi en el cenit de su pujanza política y militar, que él contribuyó a realzar con sus realizaciones. De otra parte, debemos anotar a las limitaciones del español el hecho de haberse quedado ciego muy pronto, por lo que la mayoría de sus actos tuvo que realizarlos en el cerrado espacio de su gabinete. Y acaso por estas razones que acabamos de enumerar, Medrano sólo alcanzó el grado de

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general de batalla mientras que Vauban pudo lucir los entorchados de Mariscal de Francia. Sebastián Fernández de Medrano, que como he dicho había nacido en 1646 - concretamente el 24 de octubre y en la villa de Mora (Toledo) -, era hijo de Sebastián Fernández y de Isabel de Medina. Habiendo quedado huérfano muy niño, fue recogido y llevado a Madrid por un caballero llamado Medrano, quien le dio su apellido. Muy joven tomó parte en las campañas de los años 60 y vuelto a Madrid, se interesó por los tratados de arte militar, en cuyos estudios profundizó. En 1668 marchó a Flandes encuadrado en la unidad que mandaba Juan de Meneses, perteneciente al tercio del marqués de Gastañaga. Allí continuó sus estudios de forma autodidáctica, como siempre y como él mismo reconocía cuando decía que adquirió sus conocimientos "en las campañas y ocasiones en que me hallé, sin haber tenido más director que mi propia aplicación", y llegó a ser un gran experto en esas materias. Sus superiores

reconocieron

sus

amplios

conocimientos

y

le

encomendaron la creación de una Academia Militar en Bruselas, de la que fue nombrado director, y en la que explicó las enseñanzas que había recogido de los tratadistas y constructores españoles e italianos de los siglos XVI y XVII, y en la que se formaron todos los ingenieros militares españoles que habían de florecer en la siguiente centuria,

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entre ellos el que sería creador del Real Cuerpo de Ingenieros militares español don Jorge Próspero de Verboom. Medrano

proyectó

y

dirigió

fortificaciones para las ciudades de aquella extensa España; preparó científicos, y escribió y publicó a partir de aquella fecha una serie de tratados para que sirvieran de base a los estudios impartidos en el Centro y para formar a los primeros Ingenieros militares españoles propiamente dichos. Deben ser citadas entre sus obras las siguientes: "Nueva invención y método de la cuadratura del círculo" (Bruselas, 1776); "Rudimentos geométricos y militares " (1677), que incluye en su Libro VII, un tratado sobre "Fortificación Moderna o Arquitectura Militar" basado ya en las trazas geométricas, que sería la fuente informativa principal en estos estudios; " El Práctico Artillero", publicado en Bruselas en 1680; " La Arquitectura Militar y Moderna", que se editó en Valencia en 1683 y se reeditó la ciudad valona en 1696; " El Perfecto Bombardero y Práctico Artificial ", que lo fue en esta última ciudad en 1691; "El Ingeniero Práctico", que vio la luz también en Bruselas en 1696; "El Arquitecto Perfecto en el Arte Militar", impreso en igual lugar en 1700; año y lugar donde también fueron publicados su "Tratado de Geografía" y su "Geografía o moderna descripción del Mundo y sus partes", en el que muestra una gran inquietud por el norte de América; además de "Los Elementos de

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Euclides simplificados ", del que no se sabe el año en que se editó, claro es, en Bruselas. Fueron sus ideas sobre las líneas de defensa, las cortinas francas, los flancos y caras de los baluartes, y las medias lunas, las que determinaron durante varios decenios las decisiones tomadas por los ingenieros militares españoles en la resolución de los problemas de poiliorcéticas que se les planteaban, lo que duró hasta que salieron de la Real Academia de Matemáticas de Barcelona los primeros ingenieros del siglo XVIII que conocieron aquí teorías más modernas sobre la fortificación.39 -----Sebastian Le Prestre de Vauban, dotado de una inteligencia superior y apoyado por un soberano que llevaba a Francia a la cúspide de su poder, se convirtió en el genio indiscutibles de la fortificación abaluartada, que habían desarrollado en Francia Errard de Bar Le Duc y Antoine de Ville 40, y a la que llevó hasta su más 39 Es posible que Medrano partiera en sus enseñanzas de lo que aprendió en la obra "Introduction ad Architecturam Militarem" del conde Blaise François de Pagan; entre las obras que comentó figuran las de Adam Fritag, Simon Estevenin, Mathias Dogen, Samuel Marolois, Nicolas Goldman, Jean Errard de Bar Le Duc, Pietro Sardi, Antoine de Ville, François Blondel y Manesson Malet. 40 El primero, que levantó, entre otras, las fortificaciones de Calais y Montreul-sur-mer, escribió un tratado que fue editado con el apoyo real; en él que recomienda la construcción de bastiones (baluartes) de grandes dimensiones y propone que la línea de defensa se establezca en función del alcance de los arcabuces. Sus principios fueron desarrollados por el segundo, quien propuso que 139


amplio y completo desarrollo. Al contrario de Medrano contó con el apoyo de su soberano y con las condiciones ideales para llevar a cabo sus ideas, que plasmó en un inabarcable número de obras que protegieron todas las fronteras, terrestres y marítimas de Francia. Los estudiosos de la evolución de sus ideas, estiman que a lo largo de su vida, desarrollo tres sistemas, más bien métodos, de fortificación, todos ellos sujetos a las reglas del "baluarte" y producto del progreso de sus concepciones41. Del primero son ejemplo la plaza de Lille y la ciudadela de Bayona; del segundo las plazas de Belfort y Landau, y del tercero, en especial, Neuf-Brisac, donde el exceso de elementos llegó a afectar de forma negativa a las fortificaciones posteriores, no sólo por su excesivo costo, sino también por una serie de defectos o inconvenientes técnicos puestos de relieve cuando hubieron de ser utilizadas en sus menesteres naturales (ver lámina

al final del

capítulo) La plaza de Neuf-Brisac fue levantada por orden expresa de Luís XIV, quien en 1698 ordenó a Vauban crear una plaza fuerte en la orilla izquierda del Rin para asegurar la defensa del sur de Alsacia. los flancos de los baluartes se hicieran perpendiculares a las cortinas, y recomendó que se pusiese especial interés en la configuración del terreno circundante para obtener un claro dominio visual sobre el enemigo atacante 41 Su misma creatividad y la adopción de continuos avances en sus proyectos y ejecuciones, en especial de sus técnicas de ataque, llevaba a provocar prematuras obsolescencias en sus desarrollos defensivos.

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Se eligió un terreno completamente llano, en el que el ingeniero pudo desarrollar con toda comodidad y perfección su tercer sistema de fortificación. Alrededor de una gran plaza erigió una completa ciudad, con calles trazadas en retícula cuadrangular, que quedaba encerrada dentro de un vasto sistema de fortificaciones, sin solución de continuidad, levantadas en el perímetro de un polígono estrellado octogonal; sus ocho baluartes estaban reforzados por tenazas, dobles revellines, lunetas, contraguardias y repetidos fosos y glacis, aparte de todos los pequeños obstáculos complementarios que pudieran colocarse en ellos para impedir la penetración y progresión de un eventual asaltante. Como ya he dicho, su misma grandiosidad fue causa de que su eficacia fuese cuestionada por muchos tratadistas, que en parte vieron confirmadas sus opiniones por los hechos posteriores, ya que Neuf-Brisac ha sido escenario de las varias luchas que en los siglos XVIII, XIX y XX ha enfrentado a alemanes y franceses. Pero Vauban estudiaba y preparaba a la par el método para expugnar las fortificaciones, incluso aquellas que él mismo construía o que lo habían sido siguiendo sus enseñanzas, pues en todas las campañas que Francia sostuvo durante su vida se vio obligado a ejercer la dirección de los trabajos de sitio de aquellas plazas que el enemigo de turno oponía al triunfo de las armas francesas. Por eso

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leemos en una obra que ya hemos citado 42 que destruyó con su mano izquierda lo que con la derecha creaba"; los dos autores españoles continúan afirmando que fue tal la competencia de Vauban en el campo de la Poliorcética que llegó "hasta el punto de transformar el ataque a una fortaleza de difícil, complicado y sangriento, en una acción fácil, sin importancia y con pocas pérdidas, para cuya terminación se precisaba solamente tantos días, como necesitasen los zapadores para sus trabajos de ingeniería (de una semana a un mes)". Como tratadista, a Vauban se debe principalmente el " New Method of Fortification as Practice by Monsieur de Vauban ", publicado en Londres en 1691, y el tratado "De l'Attaque et de la defense des places ", cuyos dos tomos fueron editados en La Haya en 1737 y 173243. Este fue traducido al español por el gran Ingeniero militar Ignacio de Sala que, lo hizo imprimir en Cádiz en 1743. Pero en este aspecto hay que recordar que el mismo Vauban no se consideró nunca un tratadista de fortificación; era, sobre todo, el hombre que llevaba a la práctica, sobre el terreno, las ideas aprendidas 42 Sánchez-Tembleque, Luís y García-Rodríguez, Fernando: "Fortificación Permanente", Segovia, 1933. nota en la p. 53 y 54., quienes la toman de Alexis von Schwarz. 43 En 1702, el Abbé DU FAT y el Chebalier DE CAMBRAY publicaron en Amsterdam el "Verdadero método de fortificar de Mr. De Vauban", que parece ser que contó con el beneplácito del Mariscal.

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de sus colegas, y las que su experiencia en el ataque o en la defensa en diversos asedios le dictaba. Vauban realizó además una gran cantidad de obras públicas: carreteras, canales, puentes, urbanizaciones, etc., en especial, en sus últimos años, que tuvieron para Francia una importancia casi tan notoria como las de sus fortificaciones. La fortificación abaluartada llegó con él, ya queda dicho, a su mayor desarrollo, y en todos los países importantes de la época44 se siguieron sus enseñanzas. En España, especialmente, propició este corriente la subida al trono de la casa de Borbón, y el mismo Verboom, discípulo de Medrano, fue recomendado por Vauban a Felipe V, quien le entregó todo el ramo de la Ingeniería militar, e inició sus tareas con varios ingenieros franceses, "prestados" por Luís XIV a su nieto. Si mi opinión es que no se debe aplicar a toda la fortificación abaluartada el apellido de "sistema Vauban", si he de

44 A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, y más concretamente desde 1761, el marqués Marco Renato de Montalembert realizó una serie de estudios que le llevaron a encontrar importantes fallos en los sistemas defensivos de Vauban y a dar a conocer sus conclusiones, que reunió en su obra "La Fortification perpendiculaire", pero, aunque las puso en práctica durante su destino en el ejército sueco durante la Guerra de los Siete Años, los componente del Cuerpo de Ingenieros militares franceses se mostraron opuestos a ellas, y no logró publicar su obra hasta los años 1776-78. Pero sus enseñanzas no se tuvieron en cuenta, desde luego, para la erección del "Real Fuerte de la Concepción".

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admitir que a la levantada en su fase "ilustrada" si pudiera aplicársele la expresión aclarativa "según el sistema de Vauban". Casi todos los ingenieros militares europeos, del siglo XVIII, y desde luego los españoles, aprendieron en las obras de estos dos destacados tratadistas la ciencia de la Poliorcética, que aplicaron sin apenas excepción tanto en Europa como en América, y en muchos aspecto fue España la que se adelantó a las restantes potencias de la época en la creación de un Cuerpo exclusivo para reunir a un destacado grupo de científicos de esta disciplina como en la fundación de la Academia necesaria para impartirla.

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8. El "Cuerpo de Ingenieros Militares".

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Tras el año 1700 no sólo se iniciaría un nuevo siglo sino que un nuevo rey y una nueva dinastía, Felipe de Anjou, nieto del rey de Francia Luís XIV, y la Casa de Borbón, iban a gobernar en España, por lo que en ella cambiaría bastante la manera de enfocar y resolver muchos de nuestros problemas, pues las seculares formas hispánicas de enfrentar los asuntos iban a ser substituidas en muchos campos, y no siempre para mejorar, por los usos y los métodos franceses, y en los primeros años del reinado hasta se sentaba en los Consejos de Ministros del Rey español el embajador francés. Para nuestro trabajo lo más importante fue el gran cambio que experimentó nuestro ejército, que abandonó sus pautas tradicionales para copiar el entonces predominante modelo francés. Y si no en todas las cuestiones se acertó, hemos de reconocer que en la ingeniería militar se dio un gran paso en su sistematización y en su profesionalidad. La persona que realizó todo el cambio y llevó a cabo la nueva organización de la ingeniería militar española, fue Jorge Próspero de Verboom45. Había nacido en Amberes, y por tanto era súbdito de la Monarquía española, en 1665, y era hijo de Cornelio de Verboom ingeniero militar español, que al ocurrir su muerte era 45 Sus datos biográficos están tomados de la Enciclopedia Universal Espasa-Calpe.

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ingeniero mayor y cuartel-maestre general del ejército español de los Países Bajos. Verboom; se crió en Besanzón y siendo muy niño, acompañando a su padre, tomó parte en la defensa de esta plaza y en la de Dole, por lo que fue admitido como cadete de infantería el 5 de febrero de 1677. Poco después ingresó en la Academia Real de Bruselas, que dirigía Fernández de Medrano, y en abril de 1684 fue nombrado ingeniero voluntario, titulo que conservó hasta que en 1690 se le dio la patente de ingeniero militar. Tomó parte en la campaña de 1691 y a la muerte de su padre le sucedió en los cargos que, como ya queda dicho, desempeñaba. En 1695 participó en el sitio de Namur al lado del gran ingeniero holandés Coehorn, y por sus distinguidos servicios se le otorgó el ascenso a maestre de campo de la caballería. Iniciada la guerra de Sucesión de España luchó durante varios años en Flandes, y se distinguió especialmente organizando la defensa de Amberes. Después de la derrota de Ramilier en 1706, los franceses responsabilizaron del desastre a los españoles y Verboom fue reducido a prisión. Al salir de la ella se fue a vivir a Chartres y en 1708 solicitó de Felipe V su vuelta al servicio activo, que le fue concedido, teniendo en cuenta los informes y la opinión de Vauban con quien había colaborado en Flandes, por lo que en 1709 se trasladó a Madrid y fue destinado al ejército que combatía en Portugal; una vez allí reconoció la frontera y envió un detenido informe del estado de las plazas y

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fortalezas españolas de la zona. En 1709 fue ascendido a teniente general nombrado Ingeniero general de los Reales Ejércitos, plazas y fortificaciones, y al mismo tiempo cuartel-maestre general de dicho ejército. Verboom, que había sido hecho prisionero en 1710, fue canjeado en 1712, y publicó en este año la obra "Project pour une Académie ou Ecole, ou se doit demontrer les Mathematiques, Fortification et Dessein..", una vez reincorporado a us anteriores cometidos. El 17 de abril de 1711 46 el Gobierno español aprobó la creación del Cuerpo de Ingenieros Militares español, separando a estos científicos de los facultativos de Artillería. El empeño fue encomendado a Verboom, tan pronto como éste se vio libre de su cautiverio. En los años 1713 y 1714 dirigió a los ingenieros de Felipe V en el sitio de Barcelona, cuya ciudadela, una vez conquistada la ciudad, se encargó de proyectar y dirigir, siendo nombrado 1718 gobernador y castellano de la misma, cargo que conservó, junto con el de Ingeniero general, hasta su muerte. Participó en 1717 y 1718 en la expedición que realizó Alberoni sobre Cerdeña y Sicilia; desde esta fecha hasta 1727 recorrió toda España inspeccionando todas sus 46 Quiero resaltar que hasta 1748 no se creó en Francia una academia similar al instituirse en Mezieres el centro formativo del "Corps Royal de Genie".

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fortificaciones y enviando amplios informes sobre la situación en que se hallaban todas las instalaciones defensivas de la Península. El último año citado se le concedió el título de marqués de Verboom, y se le nombró ingeniero general del ejército que sitiaba a Gibraltar, pero por desacuerdo con el general en jefe, marqués de las Torres, regresó a Madrid, donde permaneció hasta 1731, año en que volvió definitivamente a Barcelona. Por orden del ministro José Patiño , de 3 de abril de 1736, convirtió a la Escuela de Matemáticas y Artillería de Barcelona 47, que había sido fundada en 1664 por Francisco Larrando de Mauleón, en "Real Academia Militar de Matemáticas", cuyo Reglamento se aprobó en 1737 por el ministro de la Guerra, duque de Montemar. En 1737 fue elevado a la dignidad de capitán general de los Reales Ejércitos, y falleció el 19 de enero de 1744 en la misma ciudadela que había levantado años antes. De la "Real Academia Militar de Matemáticas" de Barcelona fue nombrado como director o "primer maestro" Mateo Calabro, que lo era desde 1720 de la anterior escuela. Calabro había escrito un "Tratado de la Fortificación", cuyo manuscrito, fechado el 1 de marzo de 1733 , se conserva en la Biblioteca Universitaria de Salamanca, signado con el número 468; su permanencia en la 47 Era similar a las que existían en Pamplona, Badajoz y Cádiz, lo que manifiesta que habían sido establecidas en aquellos puntos de la Península en los que las aplicaciones de la Poliorcética eran más necesarios.

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Academia fue corta, pues el 14 de marzo de 1738 se le substituyó por Pedro de Lucuze y fue trasladado a Valencia, acaso por discrepancias con el duque de Montemar. Pedro de Lucuze, que durante todo el resto del siglo XVIII fue el gran maestro de los ingenieros militares españoles, apoyaba el estudio de los tratadistas españoles como Alonso de Zepeda, Caramuel, Fernández de Medrano y el marqués de Leganés, pero es claro que también se impartían las enseñanzas de Vauban, ampliamente incorporadas a los estudios del Centro, en especial a través del tratado de Bernard Forest de Belidor, así como las de De Ville, Pagan, Blondel, Rousell y Bar Le Duc. Esta prioridad que dio su Director a la formación española de sus discípulos ayudó al paulatino abandono del mimetismo que habían despertado las sombras de Vauban y su "Corps Royal de Genie", hasta el punto de que ya en 1750 Sebastián Ferigan decía, ante la vista de los diseños galos que "no es posible aquella idea con que creíamos todos en la superioridad de talento de los ingenieros franceses. A Lucuze se deben dos obras sobre esta disciplina: "Principios de Fortificación", editado en Barcelona en 1772, y "Disertación sobre las medidas militares", publicado también en Barcelona en 1773.

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Estos dos hechos: la creación del Cuerpo facultativo, que estuvo integrado en un principio por Jorge Próspero de Verboom, como Ingeniero Director, y los ingenieros traídos de Flandes: 

José Galloso

Santiago Alberto Coffan

Alberto Mieuson

Juan Díaz Pimienta

José de Bauffle

Barón Felipe de Taunneville

Juan de Batefort

Pedro Coisevaux

Dos incorporados en la península: 

Francisco Montagut

Antonio Montagut

Y los franceses: 

Luís de Viller-Langot (que había sido ayudante de Vauban y fue el segundo de Verboom)

Joaquín de Flandes

Alexandre de Retz;48;

48 Ver: Horacio Capel, Joan Eugeni Sánchez y Omar Moncada: "De Palas a Minerva. La formación científica y la estructura institucional de los Ingenieros Militares en el siglo XVIII". Sebal. CSIC. Madrid, 1988, p. 22. También "Estudio Histórico del Cuerpo de Ingenieros". Madrid, Est. Tip. Suc. de Ribadeneyra, 1911.

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Y la de la Academia de Barcelona,49 iban a propiciar un desarrollo verdaderamente importante en la arquitectura militar con el establecimiento de muchas y poderosas fortificaciones en varias provincias españolas y el florecimiento de un elevado número de grandes constructores de obras militares. Verboom fue el elemento principal en la conjunción de los conocimientos de la escuela francesa con la experiencia española derivada en especial de la Academia de Bruselas. Entre los grandes ingenieros militares españoles del siglo XVIII debemos citar, entre otros muchos, al mismo Verboom que proyectó, en cumplimiento de la Real orden de 1 de junio de 1715, la ciudadela de Barcelona y dirigió su erección - fortaleza hoy totalmente desaparecida -; realizó también las trazas de la de Hostalrich, así como el proyecto del gran recinto fortificado de Badajoz, del que apenas quedan algunos elementos en pie; inició los trabajos del castillo de Montjuich de Barcelona, y, tras un estudio a fondo de todo el territorio español, supervisó todo el trabajo, de cualquier tipo, de los Ingenieros militares españoles, y sus ideas y enseñanzas informaron todo la labor de estos en la primera mitad del siglo. Y Luís de Viller-Langot, uno de sus primeros colaboradores, que dirigió la fortificación de San 49 La Academia de Bruselas se transformó en 1713, tras la guerra de Sucesión, en "Academie Militaire de Fortification et de Mathematiques".

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Sebastián y de Fuenterrabía, donde le ayudó Pedro Moreau; éste intervino después en las reformas efectuadas en las fortalezas de varias plazas y, lo más importante, fue autor y director de la fábrica del "Real Fuerte de La Concepción"; Antonio Jordán, levantó el fuerte de San Felipe en Puerto Cabello (en la actual Venezuela) en colaboración con Juan Amador Courten; Diego de Bordick, cuya mano se prodigó en toda la Península; los hermanos Juan y Pedro Martín Cermeño, el primero de los cuales fue el verdadero creador desde 1751 del castillo de Montjuich en Barcelona, construyó el de San Fernando en Figueras, - "maravilla de técnica y táctica defensiva", según Zapatero -, en 1752 y remodeló el sistema defensivo de Ciudad Rodrigo, y el segundo dirigió desde 1766 todo el conjunto de fortificaciones de la base naval de Cartagena; Antonio de Gaver que, con Antonio y Fernando Montagut, y con Moreau, fortificó la plaza de Orán; Lorenzo de Solís. que terminó en 1744 la ciudadela del Hacho, en Ceuta, comenzada años antes por el capitán Felipe de Tortosa; José de Hermosilla, el destacado arquitecto de la "Ilustración", discípulo de Mateo Calabro, que fue profesor de la Academia de San Fernando, cuyo puesto dejó para incorporarse como ingeniero en las unidades que, saliendo de esta zona y mandadas por el conde de Maceda participaron en la campaña que en 1762 se realizó contra Portugal en nuestra península, - durante este período parece ser que efectuó ciertas

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reformas o mejoras en el Real Fuerte de La Concepción, y levantó planos topográficos en 1793 de la comarca de Simancoa, bajo la dirección del ingeniero Antonio de Gaver, y en 1797 de la ribera del Coa con la ayuda de su compañero Esteban Peñafiel. Lugar destacado merece entre estas citas el gran ingeniero Ignacio de Salas50, tanto por su gran labor de estudio y docencia, como por la labor de construcción de fortificaciones que realizó en la Península y en las provincias de Ultramar, y además por su traducción y publicación en 1743 del "Tratado sobre el ataque y defensa de las fortalezas" del francés Vauban. Sin olvidar a Francisco Codony, que intervino en la fase final de "La Concepción"; Juan de Landaete, Bernardo de Frosne, Juan de La Ferriere, Juan Giraldo de Chaves o Juan José Ordovás51, ni a las obras defensivas que en la época estos 50 Ignacio de Salas había nacido en Barclona a finales del siglo XVII. En 1712 era ingeniero segundo y se encontraba realizando trabajos en Cataluña, con destino en Tortosa, de donde tres años después pasó a Aragón. En 1717 Verboom se opuso a que pasara a América ya que lo necesitaba para trabajar en la ciudadela de Barcelona, pero en 1718 fue trasladado a Cádiz, en donde fortificó La Carraca, y luego realizó todas las obras de defensa de esta plaza, a la par que atendía a las de Algeciras, Cartagena, Sevilla, Badajoz y otras varias. Allí permaneció varios años, hasta que se le nombró Ingeniero Jefe y Gobernador de Cartagena de Indias, muy castigada por el ataque del inglés Vernon en 1741, en la que se dedicó a la reconstrucción y notable mejora de sus importantes fortificaciones, y a partir de 1751 también las fortalezas de Portobelo. En 1754 pidió el retiro y regresó a la Península, donde falleció al año siguiente. Salas fue tan importante que llegó a crear escuela, destacando entre sus discípulos Lorenzo Solís y Antonio de Arévalo y Porras. 51 Ordovás era teniente coronel de Ingenieros a principios del siglo XIX; entre 1802 y 1805 fue Director del Ramo de Ingenieros en el Museo Militar; facilitó por estas fechas al Estado Mayor francés una serie de datos muy completa sobre las 156


hombres realizaron en Ceuta, Melilla, Cádiz, Alcántara. Tuy, etc., así como en las provincias de nuestros territorios del Nuevo Mundo. Los años que nos va a ocupar el estudio del Real Fuerte de La Concepción, cuando tratemos en especial de su segunda época, son en España los de la "Ilustración" y el "Despotismo ilustrado". Por ello nos vamos a encontrar en el estudio de las trazas y de los elementos de la fortaleza, y en la aplicación de la técnica a su construcción, con un indudable empleo del raciocinio y del equilibrio científico puestos al servicio de un mejor desarrollo y utilización de los conceptos permanentes de la Poliorcética. Todos estos conocimientos fueron aprovechados en la edificación del "Real Fuerte de La Concepción" (" precioso Castillo ", como lo califica Zapatero), en la que muchos de los ingenieros citados realizaron trabajos de estudio o dirección en él, pues dadas las especiales características del terreno, de su sistema defensivo y de las vicisitudes por las que pasó su construcción, se convirtió en la mesa de investigación y en el banco de pruebas donde todos los ingenieros militares del siglo XVIII ensayaron sus conocimientos, probaron sus plazas fuertes españolas, y sus "Informes" contribuyeron a que los generales de Napoleón conociesen las posibilidades defensivas de España al producirse en 1808 la invasión francesa (datos tomados de Bonet, "Cartografía Militar ... ". Madrid, 1991; p. XXV.

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estudios y experimentaron sus concepciones constructivas y poliorcéticas. Lástima que la vida de esta fortaleza fuera tan corta, pero después de su voladura en 1810 y del final de la contienda en 1814, muchas cosas habían cambiando, y no sólo fueron razones económicas las que lo condenaron al abandono. El concepto de la guerra sobre todo, que había cambiado totalmente después de la campañas de Federico de Prusia y de Napoleón, basadas sobre todo en el movimiento, convirtiendo en inoperantes a los sistemas de fortificación que, iniciados con el Renacimiento, habían llegado a su punto de mayor desarrollo con la Ilustración.

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9. Como se proyectaba una fortaleza en el siglo XVIII.

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Después de cuanto se ha dicho en las páginas que anteceden, es indudable que sólo un gran conocedor de las matemáticas, de la composición de los terrenos, de los materiales de construcción y del alcance y poder de penetración de las armas de fuego de la época, podía aspirar a proyectar, planificar y levantar una fortaleza. Una vez fijada la necesidad de construirla. en un determinado lugar, para cerrar el paso a una posible invasión por tierra o por mar por parte de una nación enemiga, lo que venía dado por una serie de razones militares, políticas y económicas, se procedía a reconocer detenidamente la zona para elegir el sitio más idóneo para su ubicación, en el que se tenían en cuenta la facultad de dominar por las vistas y los fuegos el terreno circundante; la composición geológica del espacio en que se asentaría; sus posibilidades de acción por el fuego; su facilidad de aprovisionamiento y de evacuación; la disponibilidad, calidad y cuantía de las aguas en sus proximidades, y las comunicaciones con su propio país, en especial, con otros puntos fuertes que pudieran servirle de apoyo y socorro. Para realizar su traza, una vez que se había tenido en cuenta todo lo indicado en el párrafo anterior y se había determinado el sitio donde había de erigirse, comprobadas las características del

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terreno y su composición, y valorados su costo y las disponibilidades económicas con las se iba a contar, se convocaba un concurso entre Ingenieros para que presentaran los oportunos proyectos y presupuestos (con todos los detalles tácticos y constructivos), o se encargaba de ello a uno elegido previamente en razón de sus méritos o de la disponibilidad de especialistas en el lugar y en el momento. Todo el proceso que se iniciaba así tenía como primera condición la determinación del número de elementos o baluartes con que habría de contar la fortaleza; es decir, del número de lados de que se compondría el polígono que se había elegido como matriz, tanto si su forma iba a ser la geométrica regular, como si por exigencias del lugar en el que se iba a edificar hubiese de ser irregular, lo que únicamente significaría que la distribución de sus partes tendría dificultades añadidas. En nuestro caso, para tratar de comprender mejor como es el Real Fuerte de La Concepción, vamos a tomar como referencia a una fortaleza de planta cuadrada y las normas del último período de Vauban, que era el sistema que utilizaban nuestros ingenieros militares durante casi todo el siglo XVIII, y, dentro de ello, el que el maestro francés estimaba como de tamaño mediano52. 52 Las medidas señaladas por el señor de Vauban para las fortificaciones de planta cuadrada eran las siguientes, considerados los tres tipos que consideraba:

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Vauban señalaba, pues, que para el trazado del plano correspondiente a esta fortaleza se tenía que utilizar un radio de 127 T (toesas) y 2 p (pies) para la circunferencia circunscrita al polígono matriz exterior. Como operación previa habría de construirse una escala, dividida en toesas y pies, para lo cual hay que trazar un segmento recto adecuado a la superficie (tela, papel, etc.) de que se disponga, y que debe representar una longitud de cien toesas (fig. A). Se le divide en diez partes iguales, que numeraremos, empezando por el extremo izquierdo, desde el 0 al 10; el espacio comprendido entre el 0 y el 1 (sic), se subdivide en otras diez partes, cada una de las cuales representará, por tanto, una toesa; se debe prolongar la recta hacía su izquierda, a partir del 0, en la longitud de una toesa, para dividirla en seis partes iguales y obtener así en cada división el espacio de un pie (si se dispusiese de longitud suficiente, la primera división de la izquierda, puede subdividirse en otras doce partes iguales, de las que cada una nos daría el valor de una pulgada).

Radio Lado del polígono exterior Perpendicular Una cara Complemento de línea de defensa Un flanco Una cortina Línea de defensa

Grande 141 T 200 T 27 T 60 T 38 T 22 T 63 T 4 p 141 T

Mediano 127 T 2 p 180 T 22 T 55 T 33 T 18 T 1 p 64 T 4 p 126 T

Pequeño 113 T 160 T 21 T 45 T 33 T 18 T 1 p 64 T 115 T 4 p

Ver: DU FAT, Abbé y DE CAMBRAY, Chevalier: "Verdadero método de fortificar de Mr. de Vauban". Amsterdam, 1702.

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Una vez hecha la escala se puede proceder a trazar la circunferencia exterior (ver fig. B). Había que tener en cuenta el alcance de las armas de fuego de la época, que hacia primeros del siglo XVIII era de 120 toesas para el mosquete normal y de 150 para el reforzado. El cañón normal, de diez pies de longitud, usaba una bala de 6 pulgadas de diámetro y 33 libras de peso; tenía un alcance de 350 toesas; empleaba en cada disparo 2 libras de pólvora y podía hacer 80 disparos diarios. Por ello, para el mejor aprovechamiento del tiro eficaz del mosquete o fusil, se tomaba con el compás un radio de 127 T y 2 p. y se trazaba una circunferencia, a la que se dividía por medio de dos diámetros perpendiculares entre sí, en cuatro arcos de 90º cada uno, lo que se traducía en que la abertura del compás entre dos puntos consecutivos, es decir, la longitud de la cuerda de cada arco, fuese de 180 T de la escala. Se tenían ahora señalados en la circunferencia los puntos capitales A, B, C y D, que se unirían dos a dos, obteniendo el cuadrado exterior; los puntos medios de estos lados, E, F, G y H, se unían con dos segmentos que pasaban por en centro 0 de la circunferencia; a partir de estos cuatro puntos, se tomaban 22 toesas para marcar los puntos I, J, K y L. Desde los puntos capitales - A, B, C y D - se trazaban ocho segmentos que pasaban por los puntos últimamente señalados - I, J, K y L -; desde los primeros, y en

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dirección a los segundos, se medía a cada lado 55 T y se señalaban los puntos a, b, c, d, e, f, g y h, determinando la traza exterior de las caras de los baluartes. Después se prolongaban los mismos segmentos 35 T a partir de los puntos I, J, K y L, para señalar los puntos i, j, k, l, m, n, p y r, que permitirían trazar los elementos principales de la defensa, pues uniendo los puntos aj, bi, cl, dk, en, fm, gr y hp, se tendrían los flancos de los baluartes, y uniendo entre sí los pies de éstos se obtendrían las cortinas de las murallas. La importancia y el principal valor de los flancos en la defensa de los demás elementos (caras, cortinas, etc.) era de tal magnitud, que puede decirse que a veces sólo se construían baluartes para aprovechar sus flancos. Por ello, se ha llegado a convertir la denominación de "flanqueado" en sinónimo de "bien defendido". Pero nada sería eficaz si se olvidase la regla de oro de la poliorcética: "no debe existir ningún punto del recinto de una fortificación que no pueda ser visto y defendido con fusiles desde otro u otros". Ya sabemos que el alcance eficaz del fusil era, al iniciarse la decimoctava centuria de 120 a 150 toesas; por lo tanto, todos los puntos del recinto, de sus obras exteriores o de su interior, debían estar a menos de esta distancia de aquellos otros que, formando parte del sistema, estaban en su proximidad.

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Tenemos así dibujada la traza exterior de una fortaleza de cuatro lados o de cuatro baluartes ( que es la traza simplificada del Real Fuerte de la Concepción ), que hemos realizado de acuerdo con lo que ha quedado expuesto desde el principio de este capítulo. Nos falta, sin embargo, determinar otras dos líneas; la primera es el resultado de la prolongación de las cortinas hasta los puntos de encuentro V, X, Y y Z, lo que nos proporciona la figura del polígono interior del conjunto y determinará la gola y la semigola de los baluartes, y cuyos puntos, unidos al centro O de la figura, señalarán el radio, o los radios de dicho polígono. En la referida traza observamos una serie de líneas que son de importancia no sólo para el trazado - razón de momento inicial pero secundaria para el fin a alcanzar - sino para el ulterior empleo de sus elementos defensivos - razón posterior en el tiempo pero de peso primordial para el objetivo que ha de conseguirse. Las más importantes de estas líneas - mejor segmentos rectilíneos - son las siguientes (fig. C): 

CD: lado del polígono exterior.

AB: lado del polígono interior.

OC: radio del polígono exterior.

OA: radio del polígono interior.

AC: línea capital.

EAF: gola. 165


EA: semigola.

CG: cara del baluarte.

FG: flanco del baluarte.

FH: cortina.

FD: línea de defensa.

También se originaban, por la intersección de las líneas que formaban la traza y que el ingeniero había delineado sobre el papel o soporte, una serie de ángulos, algunos de los cuales, tendrían una vez levantada la fortaleza y en las ocasiones de ser atacada, una importancia destacada para su defensa. Si observamos nuestra figura D hallamos en primer lugar el ángulo del centro (O), cuyo valor será el resultado de dividir 360º por el número de lados del polígono base; es decir: de baluartes con que haya de contar el castillo o fortaleza. Así, para el del cuadrado será de 90º; para el pentágono, de 72º; para el hexágono, de 60º; para el heptágono, de 51º 25'; para el octógono, de 45º; para el eneágono, de 40º, etc.,., etc. Si se prolongaban las líneas de dos cortinas consecutivas hasta que se encontrasen el interior del baluarte correspondiente, se hallaba el ángulo de gola o del polígono ( A ), cuyo valor se obtenía, normalmente restando a 180º el valor del ángulo central de la fortaleza. Resultarían 90º en el cuadrado; 108º en el pentágono; 120º en el hexágono, etc.,

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El ángulo del baluarte ( B ) es el que formaba la intersección de sus dos caras. Acaso los dos más importantes fuesen el ángulo flanqueado ( D) y el flanqueante ( E), pues de ellos dependía el emplazamiento de las bocas de fuego, principalmente en los flancos de los baluartes. Se llamaba al F, ángulo de la espalda, y al G, de la tenaza. No se puede dar valores en grados de estos ángulos, pues los diversos tratadista y la evolución de la poliorcética les ha dado muy variada amplitud. Por ejemplo, para el ángulo del baluarte se ha sostenido que debería ser agudo en plantas de seis o menos lados, y recto para las de mayor número de baluartes, aunque otros autores han defendido en este caso el ángulo obtuso, por lo que se ha manejado una amplia gama de amplitudes; pero puede afirmarse que nunca se han propuesto ángulos menores de 60º ni mayores de 100º. Como esto, entre otros factores, conlleva diferencias en lo relativo a la disposición de elementos defensivos contiguos, nos encontramos con las más variadas y diferentes opiniones en este apartado. Las diferencias más grandes las encontramos cuando se trataba de trazar los flancos - elemento principal de la defensa -, y aunque en alguna época se les ha construido perpendiculares a las cortinas, en ésta a que me refiero el ángulo de la cortina (C) era siempre superior a 90º, contrariamente a lo que se había preferido en fechas anteriores -----------------

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Una vez delineado el contorno principal de la fortaleza, había que proceder a trazar los terraplenes, explanadas, parapetos y banquetas; en el siglo XVIII los terraplenes estaban substituidos generalmente por casamatas - naves con paredes y bóvedas a prueba de bombas - de igual o mayor profundidad que aquellos y que eran aprovechadas para situar bocas de fuego que defendieran el foso, almacenes, polvorines, alojamientos, caballerizas, cuerpos de guardia, etc. A continuación había de procederse a trazar el proyecto de los elementos exteriores complementarios: lunetas, revellines, contraguardias, fosos, puentes, caminos cubiertos, contraescarpas, etc., a lo que se daba fin con las de extensión y explanación de los glacis, todo ello con sujeción a unas reglas y medidas que sería prolijo detallar. Terminada esta tarea de proyección en el plano, y antes de iniciar los trabajos reales de edificación, el ingeniero debía proceder a calcular todo lo relativo a la excavación del terreno - la fortaleza no había de construirse sobre el nivel de las tierras existente, sino que había de ser enterrada, es decir, hundida para substraerla a las vistas y fuegos directos -; calcular el movimiento de tierras que originaría, así como cuanta había de ser aprovechada y cuanta desechada y transportada a lugar idóneo; cálculo de materiales necesarios para 168


levantar los edificios: tierras, morteros, arenas, piedras con o sin labrar, etc.; levantamiento de paramentos; mano de obra técnica, profesional o sin calificar, y, en fin, todo lo relativo a la construcción de un edificio de características singulares, con peculiares problemas de habitabilidad y decoración, cuya ejecución, convertido ya el director en un arquitecto especializado, comenzaba en ese momento y se prolongaba hasta que se convertía en una realidad material en su forma y en su lugar aquella idea dispuesta para realizar las funciones castrenses que desde el primer momento se trataron de cubrir con su existencia. Y a continuación, ponderar todos aquellos factores que se derivaban del posible ataque a estas edificaciones y demás elementos con las más potentes bocas de fuego y sistemas de destrucción del momento. Las armas de fuego habían ido progresando desde que casi trescientos años antes empezara a prodigarse su empleo en las acciones bélicas. Al iniciarse el siglo XVIII encontramos entre ellas mosquetes, fusiles, cañones, petardos, etc. Los disparos de fusil eran inoperantes ante una muralla a la que sólo producían arañazos. Para combatirlas lo adecuado eran los cañones y las minas. En estas fechas un cañón de seis pies (casi dos metros de longitud), que disparara desde 120 toesas podía penetrar 14 ó 15 pies en un parapeto de tierra apisonada, por lo cual el espesor de cualquier parapeto debía ser lo

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mínimo de 18 pies. Pero lo más devastador para las defensas de una fortaleza eran las minas, que consistían en unas pequeñas cámaras que se hacían debajo del elemento que se deseaba destruir; su peligro era muy grande, ya que pudiendo ser realizado por un solo hombre que se introdujera mediante la zapa bajo los muros y colocara las cargas de pólvora, su explosión podía abrir una gran brecha, que además rellenaba el foso, por lo que facilitaba al atacante realizar el asalto en un frente dilatado, que sería muy difícil de repeler.

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10.Algunas fortificaciones abaluartadas espaĂąolas.

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Ya he hecho referencia a algunas de las fortalezas o sistemas fortificados españoles correspondientes a esta época de la Poliorcética; el objeto de este apartado es el de presentar al estudio y a la curiosidad del lector varias de estas fortificaciones que aún se conservan o que sólo quedan en el recuerdo, a través de sus trazas y, si es posible, en el caso de mejor conservación de fotografías aéreas. Los años finales del siglo XV y todo los del XVI constituyeron un período de transición durante el cual se desarrollaron y comprobaron elementos proyectados según las más claras y precisas enseñanzas de los antiguos tratadistas, que a medida que se iban ensayando y se les agregaban nuevos componentes, se manifestaron cada vez más adecuados y ajustados para cubrir, con la aplicación de sus reglas de oro, las necesidades que las características de las armas y las tácticas demandaban en el momento, dotando a los campos defensivos de la capacidad de resistencia y de a profundidad suficiente para hacer frente al poder ofensivo de los posibles adversarios. En el territorio de la Monarquía española los puntos polémicos que exigían el asentamiento de grandes fortalezas lo constituían las fronteras en Europa con Francia y Portugal, el litoral peninsular y los puntos estratégicos más vulnerables en los reinos y provincias de Ultramar y en la costa norteafricana. La construcción, cada vez más evolucionada, de estas fortificaciones daría lugar en el 176


siglo XVIII a la consolidación de la "Escuela de Fortificación Abaluartada Hispanoamericana", que como hemos visto había tenido su origen doscientos años antes, y que, por tanto, fue anterior a cualquier otra de las que se generaron en el ámbito europeo. La rebelión de Portugal contra Felipe IV dio lugar a que se pusieran en estado de defensa diversas plazas en esta línea fronteriza, abandonada durante los años de la unión, como Badajoz, Alburquerque, Ciudad Rodrigo, Salvatierra de Miño y Tuy, y que se levantara un primer fuerte abaluartado en Aldea del Obispo (Salamanca), que fue pronto abandonado. Al hablar de los siglos XVI y XVII he citado a algunas de las fortificaciones realizadas en España en aquellas centurias. De entre ellas, y de las erigidas en el XVIII entresaco algunas muestras que nos ayudarán a comprender la importancia de "La Concepción" La ciudadela de Jaca (fig. 3), bien conservada, parecida a la de Pamplona que luego mencionaré, es de planta pentagonal y quizá el ejemplo más antiguo que hoy nos queda de este tipo. Comenzó su edificación en 1592 Tiburcio Spanocchi; de grandes dimensiones, posee baluartes en los vértices, aunque poco salientes, pero dotados de orejones; tiene un amplio foso con camino cubierto y extensos glacis, hoy modificados, que contribuían a su ocultación. Carecía de

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revellines o cualquier otra obra similar. Está bien conservada, pues se la ha utilizado sin solución de continuidad para fines militares. Como vemos la fortificación abaluartada se inició en España mucho antes de que el Sr. de Vauban hiciera su aparición en el escenario de la Poliorcética, lo que luego nos ratificaran otros ejemplos, pero hemos de reconocer que fue a partir de 1700, y tras haber asimilado sus enseñanzas, cuando nuestros ingenieros militares dieron muestras de su gran preparación y enorme maestría. Acaso sea la Real Orden de 1 de junio de 1715, como ya he dicho, el principio de este desarrollo; por ella ordenaba Felipe V a Jorge Próspero de Verboom - ingeniero nacido en Bruselas (no olvidemos que esta ciudad se encontraba en un reino que formaba parte de la Monarquía Española) y formado en la Academia de Fernández de Medrano - la construcción de una gran ciudadela en el centro de Barcelona, de la que ha desaparecido todo vestigio. Fue ésta la fortificación española en la que de forma más evidente se puso de manifiesto la influencia de la Escuela Francesa de Fortificación, que, claro es, giraba en torno a las enseñanzas del señor de Vauban. En 1715 realizó el diseño de la fortaleza, para cuya construcción hubo que realizar numerosos derribos de edificios del barrio de la Ribera. En 1718 fue nombrado Verboom su "Gobernador y Castellano", aunque inmediatamente partió, al frente de cincuenta ingenieros, con el ejército que iba a

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emprender la campaña de Sicilia. La fortaleza tenía planta pentagonal; sus cinco baluartes estaban dotados de orejones, y tenía igual número de revellines delante de las cortinas a las que estaban unidos por caponeras (a través de dos de ellos se verificaba la comunicación con la ciudad y la campiña y, claro es, en ellos había puentes levadizos); tanto los baluartes como las cortinas y los revellines estaban circundados de un amplio foso, a vanguardia del cual corría un camino cubierto en el que se desdoblaban sus ángulos, resultando su plano o icnografía un polígono estrellado de veinte puntas. En 1721 se levantaron contraguardias delante de los baluarte y se edificó un hornabeque avanzado. Todo ha desaparecido y el terreno en que se levantaba esta ocupado hoy por los jardines, palacios y lugares de ocio del Parque de la Ciudadela. Se conserva en cambio, en muy buen estado, el castillo de Montjuich (fig. ), convertido en parte en Museo militar, y en otra en un hermoso jardín. Proyectado también por Verboom, se levanta en la montaña de su nombre, y la traza y construcción del edificio que podemos admirar hoy, fueron obra del ingeniero militar Juan Martín Cermeño, que inició la construcción de su fábrica actual en 1751, después de demoler el fortín que en el mismo lugar se había levantado en 1640; en 1779 se habían realizado los desmontes y la formación de los glacis, se había construido la plaza de armas, el camino cubierto y

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las explanaciones para las baterías, y en 1799 quedó finalizada la obra en forma muy similar a la que presenta actualmente. Era capaz para una guarnición de 3.000 hombres y fue artillada con 120 bocas de fuego. Observaremos que su traza se adapta a las exigencias de la cumbre en la que se alza, por lo que la parte más importante de sus elementos de defensa se levantaron protegiendo los puntos por los cuales podía ser expugnado; la configuración y composición del terreno obligó a adoptar una planta muy irregular como podemos ver en el plano. Puede ser considerado como una doble fortaleza, cuya frente sur corre casi en línea recta sobre la elevada escarpadura de la montaña que se alza a orilla del mar, sin presentar elementos especiales de defensa, pues no eran necesarios. A partir de un patio trapezoidal (a), hacia el cual se abren los cuarteles y bóvedas (b) que forman su recinto, se levantaron elementos defensivos sucesivos, que, en lo que podemos considerar parte primera o anterior, consisten en dos baluartes (c y d) orientados al Este y un hornabeque (e) que lo está hacía el Suroeste; por delante de la cortina de éste se halla un revellín (f), y a partir de aquí entramos en la segunda parte constituida por una extensa plaza de armas (g) limitada por dos grandes baluartes (h) articulados como un potente hornabeque, y de los cuales, el meridional está reforzado a vanguardia por dos lunetas (i); todo el conjunto se halla rodeado de una amplio foso (j), dotado de la

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correspondiente contraescarpa y un camino cubierto (k). Muy cuidado en la actualidad, constituye un ejemplo del trato que deben recibir estos monumentos, testigos del Arte y de la Historia. Obra del mismo Juan Martín Cermeño es el imponente castillo de San Fernando, en Figueras (fig. ); la estructura del terreno obligó, también, a realizar una traza original, de desarrollo simétrico en esta ocasión, que desde el centro hacia el exterior dotó de los mejores elementos defensivos del momento. Su construcción, iniciada en 1752, se llevó a cabo excavando la meseta en que se asienta, para crear una zona pentagonal muy alargada en la que se construyó el patio de armas(a) muy amplio, y en donde en su día se levantaron los cuarteles o alojamientos; el lado (b), que podemos considerar base del polígono, está reforzado por un baluarte (c) en su parte central, para contrarrestar la debilidad que puede presentar su concavidad; tiene un baluarte (d1, d2, d3, d4, y d5) en cada de sus vértices; de ellos, el opuesto a la base (d1) es de mayores proporciones y está defendido a vanguardia por un potente hornabeque, delante de cuya cortina hay un revellín más; los baluartes (d2) y (d5) cuentan ante ellos con la protección de contraguardias, mientras que las dos cortinas laterales están defendidas por horbaneques con revellines ante sus cortinas. Un extenso foso (h), envuelve todos y cada uno de los elementos del

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conjunto y el camino cubierto (i) forma una estrella de treinta puntas, sobre los glacis (j), que se extienden a vanguardia. La creación de los Distritos Marítimos en El Ferrol, Cádiz y Cartagena fue causa de que se dotaran a esta ciudades de unos sistemas defensivos que debían asegurar la integridad de nuestras fuerzas navales cuando se encontraran fondeadas en sus bases. Son muy importantes las fortificaciones levantadas en la bahía gaditana (castillo de Santa Catalina, San Sebastián y la Cortadura), y en El Ferrol (castillos de San Felipe y de La Palma), pero el conjunto más completo fue el constituido en torno a Cartagena gracias al decidido apoyo del marqués de la Ensenada y del conde de Aranda; el proyecto que realizó e inició en 1766 Pedro Martín Cermeño fue realizado casi en su totalidad y, de acuerdo con él, se respetaron buena parte de las defensas anteriores y se levantaron en las alturas que circundan la bahía los cuatro castillos de Moros, Atalaya, Galeras y San Julián, el último obra ya del siglo XIX, todos los cuales hubieron de adaptarse a las exigencias de los montes donde fueron ubicados. Para terminar este breve recorrido por algunas de las fortificaciones peninsulares españolas quiero dar unas ligeras noticias de la gran fortaleza levantada en torno a Badajoz que he mencionado al hablar del marqués de Verboom. Badajoz fue siempre una plaza fuerte en la frontera portuguesa, escenario de concentración de 182


ejércitos, sitios y batallas en todas las campañas sostenidas con el vecino reino de Portugal. La separación de esta nación de la corona de los Austria, tras su levantamiento en 1640 contra el rey Felipe IV, fue causa de que a partir de ese momento se la rodeara de un recinto abaluartado capaz de resistir los ataques que parecían avecinarse. Este recinto fue terminado y mejorado a partir de la subida al trono de Felipe V y fue su gran ingeniero, el repetido Jorge Próspero, marqués de Verboom, quien se encargó de proyectar unas defensas que la convertían en una de las más poderosas plazas fuertes europeas. El recinto, en el que se respetaron las viejas defensas de la alcazaba árabe, en el cerro de Orinace, por la inexpugnabilidad de su estructura, se completó con un cinturón de ocho potentes baluartes - de San Pedro, de la Trinidad, de Santa María, de San Roque, de San Juan, de Santiago, de San José y de San Vicente -, enlazados por los correspondientes lienzos de murallas, rodeados de un profundo foso; dotado de un excelente camino cubierto, y con lunetas ante las cortinas, y un extenso y bien parcelado glacis. Estaba unido por los dos baluartes extremos a la vieja alcazaba53 y tenía varias 53 En ésta no era necesario establecer baluartes, pues la elevación del cerro de Ori nace sobre su entorno, que tenía en los declives exteriores que daban sobre los ríos Guadiana y Rivillas un corte perpendicular al suelo, no los hacían necesarios. De hecho, los paramentos de estos lados tenían como misión más la contención de las tierra que la oposición a posibles impactos, lo que se demostró con motivo de los bombardeos ingleses en la guerra de la Independencia, en los que derribaban el revoque artificial pero quedaba enhiesta la roca viva que lo componían.

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fortificaciones exteriores: fuertes de Pardaleras, sobre el cerro que por el sur y a septentrión del río Rivillas dominaba la plaza por la vista y los fuegos, y de Picuriña al este, sobre otro cabezo, a la derecha del Rivilla, que también dominaba a la plaza: el revellín de San Roque, que en la misma margen de dicho río, protegía su paso, frente a la puerta de la Trinidad, y el fortín de las Lágrimas, a Cabeza de Puente y el fuerte de San Cristóbal, situados los tres en la derecha del río Guadiana, que vigilaban y defendían su paso. Todos ellos unidos al conjunto por caminos cubiertos, que completaban un ambicioso conjunto defensivo. He dejado para último lugar la plaza de Pamplona, porque un somero estudio de la evolución y desarrollo de sus fortificaciones y, sobre todo, de su ciudadela, a lo largo de los años que van desde su ocupación por el duque de Alba el 25 de julio de 1512, en el reinado de Fernando el Católico, hasta los reconocimientos y proyectos realizados en el de Fernando VI, casi dos siglos y medio después, nos muestran como fue avanzando la Poliorcética, a medida que progresaban la eficacia de las armas de fuego, y los conceptos por los que se regía el empleo de los ejércitos en campaña, desde que se inició el Renacimiento hasta que se llegó al pleno desarrollo de la "Ilustración".

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Ya en el año siguiente a su incorporación a Castilla, en 1513, el rey dio órdenes al maestro Pedro de Malpaso para que levantara una nueva fortaleza, arreglada a las circunstancias bélicas del momento. Este ingeniero levantó un castillo adaptado ya a las exigencias que imponía la pólvora; de planta cuadrangular, con muros en talud, torreones cilíndricos en los ángulos, grandes garitas en medio de las cortinas y amplio foso lleno de agua; en 1521 fue atacado por el ejército francés y su alcaide, Miguel de Herrera, se vio obligado a rendirse; en la defensa previa se distinguió el capitán Iñigo López de Oñaz, que más tarde sería el fundador de la Compañía de Jesús y que pasaría a la historia y a la hagiografía cristiana como San Ignacio de Loyola. La mediana eficacia demostrada por esta fortificación, levantada poco antes, hizo que a partir de esta guerra, se procediese a substituirlo, así como a las restantes defensas de la plaza, con otras fortificaciones basadas ya en los nuevos sistemas de defensa, estudiados por expertos ingenieros y expuesto por los tratadista que iban proliferando a medida que aumentaban la demanda de poderosos recintos defensivos en una época de importantes hechos que estaban consolidando las modernas nacionalidades. Para ello, en 1529 Carlos I ordenó a Pedro del Peso que enviase al Consejo de Guerra los planos de un proyecto, que fue aprobado y cuyas obras, en los diferentes puntos considerados del recinto, se iniciaron seguidamente. Pero diez

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años más tarde, las normas precedente iban siendo superadas por los nuevos estudios, y en 1539 hubo de hacerse un nuevo proyecto, ahora por el maestre de campo Guevara, que se encaminaban a la construcción de baluartes en dos ángulos de las muralla, de los cuales, uno se derribó unos cincuenta años más tarde, y el otro, reformado, ha llegado hasta las actualidad y se le conoce como baluarte de Labrit. De nuevo en 1542, se incide en la necesidad de mejorar las fortificaciones de Pamplona, que fueron visitadas por el duque de Alba, acompañado de uno de los más prestigiosos ingenieros militares españoles, el capitán Luís Pizaño, quien presentó unos importantes planos, con sus alzados, de todo aquello que se debía realizar; de este reinado del emperador proceden los actuales baluartes de Labrit, como he dicho, y de Redín, así como las puerta de Francia y de la Rochapea. Felipe II se propuso dar nuevo y decisivo impulso a la fortificación de la plaza de Pamplona, y para llevar a cabo esta decisión encargó a Juan Bautista Antonelli visitar la ciudad y presentar un detallado informe, cuyo estudio por el rey y sus asesores dio lugar, en vista de las nuevas reglas surgidas en la materia, a que en 1570 se encargase a Jacome Palearo, "el Fratín", levantar una ciudadela, según planos propios, en los que se seguía el ejemplo de la erigida en Amberes por el ingeniero Paccioto; se propuso, desde luego, una planta pentagonal, con cinco baluartes que se llamaron de

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San Felipe el Real, de Santa María, de Santiago, de la Victoria y de San Antón (desgraciadamente estos dos últimos fueron hace años demolidos, junto con dos revellines, como consecuencia de la estulticia de algunos regidores de la ciudad, que así se cargaron un monumento ejemplar de la arquitectura militar, digno de ser declarado bien histórico-cultural, para conseguir a cambio una anodina avenida que podía haberse trazado unos metros delante o detrás). Su construcción, su perfeccionamiento y su acondicionamiento a las necesidades del momento, se prolongaron durante largo tiempo, y trajo como consecuencia la demolición de las viejas fortificaciones anteriores, incluso algunas levantadas en el reinado anterior, y la erección de dos frentes amurallados que, partiendo ambos de dicha ciudadela, se dirigían, el uno hacia el baluarte de Labrit, dotándole de los baluartes de San Nicolás y de la Reina, con las puertas de San Nicolás y de Tejería, y el otro, formando casi ángulo recto con el anterior, hasta el Mirador, que englobaba en su interior de la plaza el campo de la Taconera, donde se levantó el baluarte de igual nombre y el de Gonzaga. La penuria del Tesoro público obligó a los ingenieros a aprovechar materiales de las obras precedentes, entre ellas las del viejo castillo de Fernando el Católico, que fue desmantelado, por lo que surgieron rivalidades entre los ingenieros, y así en 1592, Antonio de Herrera envió al rey un memorial acusador contra "el Fratín" y

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Vespasiano Gonzaga, lo que acaso fue el determinante para que Felipe II se decidiera visitar la plaza en noviembre de aquel año. En 1608, Francisco Fratín informaba de la situación en que se encontraban los nuevos frentes, cuya construcción apenas había comenzado, y se decidió levantar la contraescarpa de la ciudadela. Durante el reinado de Felipe IV se trabajaba intensamente en las obras del todo el conjunto, entre otras las del revellín que defendía la puerta de la Taconera, y en 1644 quedó terminado el portal de la Tejería y parte del baluarte de la Reina. En abril de 1646 visitó Felipe IV la ciudad. Durante el resto de este reinado y en el de Carlos II se continuaron las obras en todos el conjunto de la fortaleza, modificándolas para aplicar en ellas las últimas enseñanzas de Medrano y Vauban; en 1685 se construyeron los dos revellines y las dos contraguardias que se conservan en la Vuelte del Castillo, y hacia finales del siglo XVII se pudieron dar por terminadas las obras, aunque en 1694 el ingeniero Hércules Torelli consideraba que aún hacía falta una buena suma de dinero para rematar en forma definitiva las obras exteriores necesarias. Tras el paréntesis de la guerra de Sucesión y del advenimiento de la nueva dinastía, se volvió a considerar la precisión

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de mejorar y poner al día los diversos elementos que componían las defensas de la plaza fuerte de Pamplona. De estudiar los problemas derivados de la misma se ocuparon el marqués de Verboom, director del Cuerpo de Ingenieros militares, y el destacado ingeniero Ignacio de Sala, bajo cuya dirección se reformó la ciudadela adecuándola a los tiempos: entre otras cosas, se cambió la ubicación de la puerta del Socorro y se construyeron trece bóvedas a prueba de bomba. También se construyeron los baluartes de El Pilar, Guadalupe, San Bartolomé y Príncipe. Años más tarde, Fernando VI en 1752 ordenó reanudar los trabajos de mejora de las fortificaciones, con obras que se realizaron principalmente en la puerta de Francia. Por encargo del conde de Aranda, en 1756 el ingeniero Jerónimo Amici redactó un amplio informe sobre la calidad y estado de las defensa, y en el mismo año redactó otro el general ingeniero militar Juan Martín Cermeño, pero ninguna de esta propuesta dio lugar a nuevas construcciones, como tampoco lo fueron las presentadas con posterioridad, las últimas de las cuales fueron las debidas a los ingenieros Heredia, Casanova y al general Hurtado a raíz de la guerra contra la Convención francesa entre 1793 y 1795. Al producirse la invasión napoleónica la plaza seguía en el mismo estado de defensa que cincuenta años antes y su ciudadela fue apresada por los franceses de forma alevosa.

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Sirvan estas muestras de las fortificaciones levantadas en los territorios peninsulares españoles para poder cotejar el emplazamiento, la fábrica y los diversos componentes que concurren en el "Real Fuerte de La Concepción", objeto esencial de este trabajo. Como final de lo expuesto en este apartado quiero hacer mención a las fortificaciones portuguesas de Almeida (fig. y ) y Elvas (fig. y ), como muestras de este tipo de recintos defensivos y, además, del cuidado con que nuestros vecinos peninsulares tratan a sus monumentos.

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El Real Fuerte de La Concepciรณn

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11.El Campo de Argañán.

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La amplia comarca salmantina que se conoce con el nombre de Campo de Argañán se inicia en su extremo norte en el punto, próximo al lugar de La Bouza, donde el río Agueda recibe las aguas del Turones, que, como las suyas propias, proceden de las sierras de la Peña de Francia y de Gata, en cuyas abruptas montañas termina el territorio que queda constituido por una amplia franja de tierras onduladas, limitada al este por el mencionado río Agueda y al oeste por la frontera hispano-portuguesa a la que los moradores del uno y el otro lado dan el nombre de "raya seca", y en cuyo extremo sur encontramos las localidades de La Alberguería de Argañán y Casillas de las Flores, asentadas ya en la estribaciones serranas. Además de las dos corrientes citadas, otros cursos de agua recorren sus tierras, siempre en dirección sur-norte aportando caudales desde el Sistema Central, y entre otros se pueden citar las riveras de Dos Casas, de Gallegos, de Azaba, del Setil, de la Alamedilla, de Martín Rodrigo y de las Pasiles, y los arroyos del Rolloso y del Batán, muchos de los cuales están sujetos a estiajes extremos hasta el punto de quedar totalmente secos en los finales de verano. La orografía, que empieza siendo abrupta en las escarpaduras de la Cordillera Carpetovetónica, va descendiendo en la cima de sus puntos sobresaliente a medida que avanza hacia el norte, y

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así vemos alturas próximas a los mil metros (el monte Canchalón, 915 m.) al sur de Casillas de Flores; pronto van perdiendo elevación, para registrar 892 m. en el Guinaldo, cerca de Castillejos de Azaba, y caer casi cien metros en las proximidades de la carretera N-620, bajando en el punto de San Cristóbal hasta los 804 m.; sigue el descenso y en Fuentes de Oñoro encontramos la altura de Picón (763 m.), junto a la frontera portuguesa; Ombo (718 m.) al norte de Gallegos de Argañán, Piniche (788 m.) en la parte meridional del monte del Gardón y Concepción (761 m.) en su extremo septentrional, próximo a Aldea del Obispo; continúa la rebaja hacia el norte y hallamos que en Valdecañada la altura ha bajado hasta los 732 m., el Garagallo tiene 746 m,, el Navaja Diente, 741 m.; el Ferreiro, al sur de La Bouza, 718 m., y el Carballera, junto a Puerto Seguro, 693 m. De esta forma la comarca se convierte en una penillanura en la que los cerros y colinas se van alternando con algunos pequeños montes que dan al paisaje un aspecto variado, cuya composición morfológica, humedad y clima la hacen especialmente apto para albergar el bosque mediterráneo y los cultivos vegetales, en especial los cerealistas. Siguiendo la misma secuencia norte-sur que se ha venido utilizando en los párrafos anteriores, vamos a citar los municipios y lugares que se desparraman a lo largo y a lo ancho de esta comarca

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natural. La relación escueta de todos ellos según los documentos manejados es la siguiente 

Casillas de las Flores.

La Alberguería de Argañán.

Fuenteguinaldo.

Puebla de Argañán.

Castillejo de Azaba.

La Alamedilla.

Ituero de Azaba.

Valquemada.

Dueña de Abajo.

La Concha.

Campillo de Azaba.

Pascualarina.

Espeja

Aldehuela de los Gallegos.

Carpio de Azaba.

Manzanillo.

Pizarral.

Fuentes de Oñoro.

Marialva.

Gallegos de Argañán.

Cuéllar.

La Alameda de Gardón.

Hurtada. 200


Sexmiro.

Villar de Argañán.

El Gardón.

Martillán.

Barquilla.

Castillejo de Dos Casas.

Serranillo.

Aldea del Obispo.

Villar de la Yegua,

Villar del Ciervo.

Puerto Seguro54.

La Bouza.

Situada ya en la orilla derecha del río Agueda se encuentra la plaza de Ciudad Rodrigo que ha sido desde siempre la capitalidad y lugar principal de la comarca, pues de ella ha dependido no sólo en el campo oficial: religioso, administrativo y militar, sino en todo lo relativo a su economía y desarrollo, pues esta comarca forma parte del territorio más amplio del oeste de la provincia de Salamanca conocido como "campo charro"

54 Puerto Seguro es nombre con el que sus moradores substituyeron al histórico de Barba de Puerco, con el que aparece en todos los documentos e historias anteriores a la última mitad del siglo recién pasado.

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El clima es de tipo continental, con veranos cálidos, aunque no en exceso, y secos, e inviernos fríos. La primavera y el otoño suelen gozar de cielos despejados. Las precipitaciones anuales se mantienen en torno a los 500 milímetros. Las temperaturas extremas pueden llegar hasta los 25º, como valor medio, en el mes de julio, a los -5º en el enero. Se le puede clasificar como un clima templado y moderado de veranos secos, con vegetación de predominio del tipo estepario 55. El valor de las precipitaciones de lluvia que han quedado señaladas deberían ser mayores dada la situación geográfica de la zona, con una relativa proximidad al mar, de donde proceden los vientos dominante, pero las serranías, en espacial la situada en Portugal hacia su lado occidental, hacen que la pluviosidad sea más escasas por absorber aquéllas la humedad de las borrascas. Como ha quedado dicho, está situado a lo largo de la parte occidental de la actual provincia de Salamanca, y forma parte del campo "charro", tierra suavemente ondulada, cuya vegetación, sobre todo en su parte norte, es predominantemente el monte de encinas que si en principio están rodeadas de una espeso matorral que origina "mohedas" o montes ciegos, ha sido casi siempre limpiado y aclarado dando lugar a las dehesas en que pastan con mucha frecuencia y de 55 Esta clasificación está en concordancia con la que manifiesta el "Diccionario Geográfico de España", tomo 15: SÁDABA - SUZANA. Ediciones del Movimiento Madrid, 1961.

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forma habitual importantes cabañas de ganado vacuno de lidia o de raza "morucha", y rebaños de ovejas, y en las que desde siglos atrás sus habitantes cultivan campos de cereales. A medida que avanzamos hacia el sur el terreno se va volviendo más accidentado, y la encina y el monte bajo van dando entrada a zonas de robledales intercalados con cultivos de cereales. Para terminar, al sur se produce la interacción con la zona de la sierra de Gata, eminentemente montañosa y agreste, donde encontramos formaciones graníticas y pizarrosas. Debió existir una fecunda explotación ganadera durante la Edad del Hierro por pueblos procedentes de tierras lusitanas y galaicas que llegarían hasta la región penetrando por la vía del Duero y sus afluentes, en busca del estaño; esta suposición está basada en la abundancia de representaciones zoomorfas encontradas en diversos lugares de su territorio, como Lumbrales, San Felices de los Gallegos, Ciudad Rodrigo, Fuenteguinaldo, Gallegos de Argañán, Barquilla y Barba de Puerco, y los petroglifos descubiertos en Siega Verde, en un punto próximo a Castillejo de Martín Viejo, y en las orillas del Coa (Portugal), a la que más tarde, con la ocupación en forma sucesiva de vaceos y vetones, se sobrepuso una cultura agrícola; las aldeas que establecieron estos pueblos se romanizaron pronto, como lo prueban los monumentos funerarios hallados en Cerralbo, Gallegos de 203


Argañán y Ciudad Rodrigo, y que fueron integradas en el convento jurídico de la Lusitania. Sobre el origen romano de Ciudad Rodrigo, o al menos de su transformación en ciudad romana se ha escrito bastante por suponer que en la época de Roma fue la ciudad de Miróbriga, según unos, o Augustóbriga, según otros. Hacia el siglo V se produjo un proceso de despoblación de la comarca, a causa, quizá, de las luchas entre católicos y arrianos y se incrementó tres siglos más tarde con las contiendas entre cristianos y musulmanes. La zona que hoy comprende esta comarca debió sufrir un gran vacío cuando los bereberes, a quienes se había adjudicado toda la zona de la cuenca del Duero al producirse la ocupación islámica de España, se levantaron contra el poder muslim y se desplazaron hacia el sur. El territorio constituyó durante siglos una de las "Extrema Durii" subsiguientes, que se fueron originando con el avance de la Reconquista. Aunque se produjeron intentos de ocupación de las llanuras al sur del Duero durante los reinados de Ramiro II y Ordoño III de León, la repoblación definitiva la dirigió el conde Raimundo de Borgoña en el reinado de su suegro Alfonso VI - en cuyas campañas se distinguió el conde Rodrigo, sobresaliente guerrero epónimo de diversas ciudades de la zona como Ciudad Rodrigo, en España, y Castelo Rodrigo, en Portugal -, y se consolidó durante la época del 204


reino independiente de León, cuyos reyes privativos, Fernando II y Alfonso IX, dieron un importante impulso al avance cristiano hacia el sur. La presura fue la principal forma de ocupación, que se hizo muchas veces por grupos de hombres pertenecientes a un mismo círculo humano anterior, lo que nos confirman topónimos como San Felices de los Gallegos o Gallegos de Argañán. Alrededor de las pueblas se formaron a manera de huertos familiares, que debían tener una extensión similar; para ocupar y explotar las tierras restantes, los reyes o los grupos repobladores invitaron a tomar posesión de ellas a gentes de otras zonas, fueron entregadas en donación a las grandes entidades de la época: señores feudales, obispados, grandes abadías, etc., o se dejaron baldías, de explotación comunal, pero atribuidas en alguna forma a alguno de los señores citados. Estas donaciones, que se incrementaron con las realizadas por los mismos particulares, dieron lugar a los cotos redondos, de muy escasa población, al contrario de lo que ocurría con los términos concejiles, que experimentaron un continuado aumento de población. A lo largo de la Baja Edad Media y durante los siglos transcurridos de la Moderna se había producido una persistente migración, desde los primeros a los segundos, que hizo que un gran número de aldeas quedaran deshabitadas, con lo que los cotos cerrados tuvieron que dedicarse cada vez en mayor número a la explotación ganadera que exigía menor número de brazos. De aquí

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resultó la aparición de la típica dehesa, dedicada en especial a la cría de ganado vacuno. Toda la comarca del Campo de Argañán se encuentra dentro de este tipo rural que de forma somera he presentado; solamente una importante población, Ciudad Rodrigo, se encontraba en sus aledaños, pues las otras de regular importancia pertenecían al vecino reino de Portugal. Los centros comerciales de la zona habían sido inveteradamente, y lo serían en los años siguientes, la plaza de Ciudad Rodrigo y la localidad fronteriza de Fuentes de Oñoro, cuya aduana ha constituido un punto esencial de relaciones, al menos hasta su reciente supresión; la población portuguesa de Vilar Formoso, junto a la anterior, resultó también un lugar de intenso tráfico mercantil. Un camino carretero unía en el siglo XVII Ciudad Rodrigo con Almeida, pasando por Gallegos de Argañán y la Alameda de Gardón, para penetrar en el territorio lusitano por Vale da Mula, pasando muy cerca de Aldea del Obispo. El primitivo Fuerte de La Concepción fue construido por el duque de Osuna y sus ingenieros en el extremo norte del monte del Gardón, donde se conservan ruinosos restos de un castillo medieval. Y en el mismo punto, aprovechando las obras del siglo XVII, decidieron el ministro Patiño y el ingeniero Moreau levantar la preciosa fortaleza de la siguiente centuria, 206


El sitio elegido para levantarlo está situado a un kilómetro de la localidad de Aldea del Obispo y a otro de la raya fronteriza con Portugal, que se encuentra aquí formada por la rivera o río de Turones. Un poco más al oeste está la localidad portuguesa de Vale da Mula, y a ocho kilómetros la antigua y cuidada plaza fuerte lusitana de Almeida. Para llegar al Real Fuerte hay que tomar la carretera N620 - Burgos - Portugal - que, tras pasar por Salamanca y Ciudad Rodrigo, llega a Fuentes de Oñoro, en la misma frontera. Unos metros antes de llegar - a la derecha en dirección al vecino país - se inicia una carretera comarcal en cuyo principio se indica que a doce kilómetros está Aldea del Obispo. Y allí, junto a esta localidad, se verá, o más bien, se adivinará, la fábrica de la fortaleza. También se puede acceder por otras direcciones, como se puede ver en el plano que se acompaña (fig. ), pero la ruta que hemos indicado es la más conveniente. El mapa de nuestra fig. , fue levantado en 1664 por el Capitán de Caballos reformado, Ingeniero militar, Andrés de Ávila, uno de los constructores del primitivo Fuerte de La Concepción de Osuna; se conserva en el Archivo General de Simancas 56 y en él podemos ver, con los defectos propios de la atrasada ciencia

56 Signatura: M.P. y D. XXVIII -60.

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topográfica de la época, que la comarca en cuanto a su ocupación por los núcleos de población era muy similar a la de hoy y que se daba una gran importancia a la situación de la fortaleza frente a la plaza fuerte portuguesa de Almeida y como antemural de Ciudad Rodrigo. En un informe57, firmado en Ciudad Rodrigo el 12 de julio de 1735, se dice que el Campo de Argañán es uno de los cinco sexmos o distritos del partido de la ciudad citada; estando limitado al este por el río Agueda (y, por tanto, situado al oeste de la ciudad, elevada junto a dicho río), y termina por el sur en las tierras de La Alberguería, "por donde pasa un camino carretero yendo y venientte del zitado Reyno de Portugal" (sic); sigue delimitado este campo por el oeste, y en dirección norte, por la frontera con Portugal, y pasa por los lugares de Fuentes de Oñoro, la Alameda, Aldea del Obispo ("donde se halla situado el fuerte antiguo de la Concepción"), hasta los de Boza y Barba de Puerco 58, y termina en el cauce del río Agueda. Sus dimensiones, según nos dice son ocho leguas de largo y de cuatro a cinco de ancho a la altura de Ciudad 57 "Reconocimiento y visita de la frontera de Castilla, y Portugal, egecutada en el contiguo campo de Argañan, por el Coronel e Yngeniero en Jefe Dn. Pedro Moreau, yden en segundo Dn. Juan Amador Courten, en presencia y con asistencia del Exmo. Dn Phelipe Dupuy Comandante Gral. de esta Provincia, conformamente á las instrucciones dadas de orden del Rey".- S. H. M.- Archivo General. Sign. 5-5-5-14. Un documento con este título y la misma fecha oero con ligeras variantes en el texto se encuentra en el A.G.S. Guerra Moderna, legajo 3538. 58 Este lugar se llama hoy Puerto Seguro.

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Rodrigo, y dos leguas entre las localidades de San Felices el Grande y Escarigo (en Portugal). Nos dice, también, que el río Agueda recibe en esta zona las aguas de tres riachuelos: Azaba, Gardón y Turones, todos vadeables en cualquier época del año. No lo es el Agueda, que tiene cinco vados; los de Sagera, Larios, la Copera, el Espino y Dornajos. El puente que existía entre San Felices el Grande y Barba de Puerco tenía cortado tres arcos desde las últimas guerras con Portugal. También informan de que el territorio es muy feraz y produce abundantes cosechas de granos, uvas y aceitunas, pero en aquella época estaba muy descuidado por el temor a las correrías y atropellos de los portugueses, hasta el punto de estar la comarca casi deshabitada y los cultivos abandonados, llegándose al punto que los propietarios preferían arrendar sus tierras a los lusitanos. El terreno estaba poblado de encinas, robles y pinos, con abundantes hierbas y praderías, que constituían dehesas muy adecuadas para la cría de ganado vacuno y "menudo", pero cuyo número estaba en aquellas fechas muy limitado por la despoblación y abandono en que se encontraba la comarca. Los escasos habitantes afirmaban que en tiempos pasados este sexmo tenía el triple de vecinos que en aquellas fechas, lo cual lo confirmaban el gran número de casas demolidas o arruinadas en cada lugar e insistían en indicar que este "descaecimiento" empezó por las invasiones y el pillaje de las gentes

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del país vecino que ha sido constantes en los años transcurridos desde la independencia de esa nación. Esto ha hecho que los naturales se hayan ido a otras zonas y que en mucho de los lugares de la comarca habiten portugueses que se llevan lo que obtienen de los recursos del campo a su nación; este hecho lo comprobaron directamente al visitar lugares como Alberguería, Puebla, Alamedilla, Atalayuela, Fuentes de Oñoro, Aldea del Obispo, Camporredondo, Boza y Barba de Puerco; lo que además iba "contra el decoro y honor del Reyno". Sobre las características geográficas y económicas del Campo de Argañán nos dice Manzano-Monís lo reproducido a continuación59: "...Atravesó Moreau la fuerte sierra de Gata por el Puerto de Perales y encontró que podía utilizarse como defensa por lo intrincado de su orografía, con profundas cortaduras, ásperas y cubiertas en su mayor parte por una intensa arboleda en que las tonalidades de los verdes pasan en suaves modulaciones a definir los oscuros roble de recio tronco, los entreverados pinos agarrados en las vertientes graníticas y los encendidos castaños que saltan como pinceladas brillantes hacia los arroyos que corren al fondo de unos y otros valles. Ruta que aun hoy es difícil, debía ser entonces dura y fatigosa cinta que une Ciudad Rodrigo y Coria y que anotó en su 59 Manzano-Monís, Manuel: "El Mariscal de Campo D. Pedro Moreau y el Fuerte de la Concepción".-ACADEMICA, núm. 52. 01.09.19181.

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memoria Moreau como lugar propicio a unas ágiles y atrevidas guerrillas que diezmaran un ejército regular que se aventurara por el camino más fácil. Hoy en la ruta normal se desdibujan estas panorámicas por las oscuras y sombrías plantaciones de pinos realizadas en fecha reciente y es necesario percibirlas buscando por trochas y pasos sus paisajes sorprendentes. Asombra leer este informe de Moreau que revela el conocimiento que tenía de toda la comarca, sobre la que informó detallando hoces, regatas, riachuelos, pedregales, rincones y pueblos, ...". En el Campo de Argañán existían algunas viejas fortificaciones que los informantes estimaban que era necesario poner en estado de servicio, con pequeñas restauraciones, algunas muy someras, a las que se habían referido en el texto que nos ocupa, como en Alberguería, Fuentes de Oñoro, el Gardón y la cabeza del puente entre Barba de Puerco y San Felices de los Gallegos, dotándolos de pequeñas guarniciones, todos los cuales tendrían su resguardo y seguridad en el Fuerte de la Concepción, cuya restauración consideraban indispensable.

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Otro documento, que lleva fecha de un siglo después de su primera erección, 1 de abril de 175160, cuyo encabezamiento es: "Provinzia de Castilla. Fuerte de la Concepción. Abril 1º. de 1751, Relacion, Discurso General, y particular de el fuerte de la Concepción", firmado en el referido fuerte por Antonio de Gaver, nos da en uno de sus párrafos una descripción de esta zona: "... una llanura de ocho leguas de largo, y quatro de ancho, con el nombre de Campo, y Campillo de Argañan, tiene treinta y ocho lugares, con mil y quinientos Vecinos, abundante en cosecha de trigo, centeno, vino, aceite, con sinquenta mil cabezas de ganado, contribuiendo al Cabildo de Ciudad Rodrigo (que tiene este fuerte al Leste, quarta al sueste, y á distancia de quatro leguas, camino recto, y sinco por el mas dificil) anualmente ciento y diez mil reales, abundante de aguas, con templado temperamento; cuio beneficio, no logra la serrania ó campaña de Badajoz." Como vemos este informe no nos dice ya de campos saqueados y esquilmados, desatendidos por sus propietarios que han marchado a otros espacios, abandonando sus hogares por temor a los atropellos y rapiñas de los portugueses, sino que se nos habla de abundantes cosechas de granos, vinos y aceite y un buen

60"Relacion, Discurso General, y particular, de el Fuerte de la Concepcion".- SHM.- Archivo ?

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número de cabezas de ganado que les permite pagar al Cabildo de Ciudad Rodrigo un importante arbitrio. Este fue el primer beneficio que aportó la erección del fuerte, aun incluso sin terminar, al conjunto de la Nación: llevar la paz y la seguridad a una de sus comarcas. Por fortuna para sus moradores de aquellos años todavía no había llegado el momento en que se pudiese demostrar su eficacia en circunstancias bélicas.

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12.Antecedentes histรณricos.

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Esta comarca estuvo ocupada en la antigüedad por los "vettones", pueblo al parecer eminentemente ganadero, que ocupó al menos todo el oeste de la actual provincia de Salamanca y, racionalmente se prolongaba por las inmediatas comarcas lusitanas. La unidad de ambas zonas la demuestra el hecho de que en ambas, en el espacio conocido como Siega Verde en la orilla del Agueda y en las riberas del río Coa, se hayan encontrado petroglifos similares, acaso anteriores al pueblo mencionado. La romanización esta documentada por la localización de la ciudad de Miróbriga y por la existencia de las ruinas de Irueña, en Fuenteguinaldo, y de Lerilla, en Zamarra. El avance reconquistador en la Edad Media fue único y simultáneo, a uno y otro lado de la actual frontera, como lo demuestran los toponímicos Ciudad Rodrigo y Castelo Rodrigo, en España y Portugal, en honor del conde conquistador, y, una vez rebasado el río Duero se debió llevar en una sola etapa de aquella lucha secular hasta los montes del Sistema Central La situación del Campo del Argañán y del Abadengo convirtió a ambas comarcas en corredor de paso a las huestes que en la Edad Media, desde el levantamiento del conde Alfonso Enríquez contra su primo Alfonso VII de Castilla, el Emperador, atacaban o

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defendían las tierras castellanas o portuguesas en los frecuentes conflictos que la estructura feudal de aquellos siglos propiciaba. Por ello, todo el territorio estaba fuertemente fortificado con castillos, dentro de la zona - de la Alberguería al monte del Gardón - o en sus inmediaciones - San Felices de los Gallegos, Sobradillo -, todos ellos apoyados en la poderosa plaza fuerte de Ciudad Rodrígo, con su fortaleza levantada por los Trastámara y su recinto amurallado. Los conflictos en esta zona fronteriza continuaron llegada la Edad Moderna. Isabel de Castilla y su sobrina Juana "la Beltraneja" se disputaron la corona de Castilla. Sus adalides respectivos, el príncipe Fernando de Aragón y el rey Alfonso V de Portugal dirimieron sus aspiraciones en una virulenta guerra que culminó, en estos territorios, con la victoria conseguida por el aragonés sobre el lusitano, el día 1 de marzo de 1476, en el campo de Pelea González, cerca de la ciudad de Toro, y que terminó en 1479 con la batalla de Albuera y la paz de Alcaçoba, en la que la princesa Juana renunciaba a sus discutidos derechos. Los siguientes enlaces matrimoniales entre ambas Casas reinantes soslayaron luego los conflictos entre los dos reinos. El matrimonio del nieto de los Reyes Católicos, nuestro rey Carlos I de Austria (luego Emperador Carlos V) con la infanta Isabel de Portugal, el rumbo divergente que tomaron las aspiraciones 219


expansionistas de España y Portugal, regulado por las Bulas Pontificias y el tratado de Tordesillas, y. por fin, el hecho de haber recaído la corona lusitana en el rey de España Felipe II en 1580, hizo que la importancia bélica de la frontera entre ambos reinos desapareciera casi por completo, y que, estimando los gobernantes de la época que aquella unión era definitiva, como lo había sido la precedente de Castilla y Aragón, descuidaran las obras de defensa que existían a uno y otro lado de la "raya seca" salmantina, igual que en otras zonas de la línea limítrofe, hasta el punto de que incluso las poderosas fortificaciones de Ciudad Rodrigo sufrieron la incuria de los hombres y del tiempo en aquellos años de lasitud. Pero el 1 de diciembre de 1640 el pueblo de Lisboa, al que siguió todo Portugal, aprovechó la marcha de las tropas reales para sofocar la sublevación de Cataluña, y se levantó a su vez contra la soberanía de Felipe IV, negó su obediencia a la virreina Margarita de Saboya, y asesinó al ministro y privado Miguel de Vasconcellos. Se reanudaron, pues, los conflictos entre ambos pueblos y fueron las aldeas fronterizas las que sufrieron en mayor grado las consecuencias de este enfrentamiento, en especial por parte de las españolas a consecuencia de la falta de unidades militares embebidas en otros conflictos bélicos. Por ello, se impuso la idea de que era menester, aparte de sofocar la rebeldía de los portugueses contra su 220


Rey, asegurar la pacífica vida de quienes vivían cerca de las líneas de conflicto y dotar a la comarca de los medios de defensa suficientes para terminar o al menos reducir en su mayor grado las incursiones depredadoras. Nació el primitivo Fuerte de La Concepción como consecuencia de esta guerra de secesión de Portugal; si el levantamiento de este reino contra el gobierno de Felipe IV el 1 de diciembre de 1640, ya referido, no hubiera tenido éxito, la necesidad de defender la frontera contra las incursiones de los lusitanos y de sus auxiliares ingleses no hubiera sido precisa. Pero el duque de Braganza fue proclamado rey del vecino país con el nombre de Juan IV y la lucha para consolidar a la nueva dinastía en el trono portugués se alargó muchos años. Al iniciarse el levantamiento Felipe IV no pudo enviar tropas para sofocarlo, absorbido su ejército en la guerra contra Francia y en la sublevación catalana, y la situación en el oeste peninsular se hizo irreversible. La frontera, debido a los años de unión entre los reinos bajo la corona de los Habsburgo había estado muy descuidada en cuanto se refiere a protección militar, que era entonces innecesaria. Durante los veinte años siguientes los portugueses, apoyados por tropas inglesas, como ya lo habían hecho en el siglo XV en Aljubarrota, se adueñaron de sus antiguas comarcas y aprovecharon 221


el tiempo en el que el rey de España careció de medios de reacción para consolidar su poder, y modernizar y perfeccionar sus plazas fuertes, y así, en la frontera de Castilla, frente a la española de Ciudad Rodrigo, establecieron potentes fortalezas en Almeida, Castelo Rodrigo, Miranda de Douro y Megadouro, muy próximas a la línea divisoria. Como consecuencia, la lucha se prolongó, Ciudad Rodrigo fue atacada varias veces y amparados en sus fortificaciones, especialmente en la primera citada, los lusitanos - los "rebeldes", como dicen los documentos españoles de aquellos años - realizaron frecuentes incursiones sobre los campos fronterizos, siendo las comarcas del Campo de Argañán y el Abadengo, por su condición de tierra abierta y por la lejanía de Ciudad Rodrigo, a más de treinta kilómetros de distancia, las que más castigo sufrieron, pues entre tanto nada se había podido hacer desde la parte castellana, y hasta la ciudad mirobrigense se libró a duras penas de ser ocupada cuando en 1649 fue atacada por un fuerte ejército enemigo, ya que carecía, además, casi de guarnición. Esta situación duró hasta que, después de firmada la paz de los Pirineos en 1659 y sofocada la rebelión de Cataluña, pudo el gobierno de Felipe IV preparar un fuerte ejército que, dividido en tres grupos: uno en Extremadura, otro en la "raya seca" de Salamanca y un

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tercero en Galicia, tratรณ, aunque sin conseguirlo, de sofocar la rebeliรณn de los portugueses.

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13.El "Fuerte de La Concepciรณn de Osuna".

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El Real Fuerte de La Concepción es como la síntesis de cuanto he dicho en la primera parte de este libro sobre las características de la fortificación abaluartada, y tuvo como razón de su construcción la de dar la seguridad, que acabo de indicar en el capítulo anterior, a una comarca cuyos habitantes estaban de otro modo abocados a la miseria y a la muerte. En esta fortaleza encontramos como en una lección tangible, a campo abierto, todos los elementos que componían la fortificación abaluartada y todas las normas esenciales que regían esta época de la poliorcética, y en la elección de su emplazamiento se tuvo en cuenta, entre otras consideraciones, como ya quedó dicho, las de proteger las comarcas a que nos estamos refiriendo y la de impedir una penetración enemiga a través del corredor geobélico salmantino. También quedó indicado que se halla situado entre el pueblo de Aldea del Obispo, en la provincia de Salamanca, y el río Turones, que forma la frontera con Portugal, a un kilómetro del uno y de la otra. Que se llega a él por una carretera que parte de Fuentes de Oñoro, de la que lo separan 11 kilómetros, y dista unos 30 de Ciudad Rodrigo. A su frente, a 8 kilómetros, se halla la poderosa plaza militar portuguesa de Almeida.

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Aunque no es "La Concepción" la fortaleza mayor ni la más vigorosa de las fortificaciones abaluartadas que se levantaron en el territorio peninsular español en los siglos XVI, XVII y XVIII, el hecho de no haber tenido que ceñirse a las características de una ciudad preexistente a la que había que proteger, ni que adaptarse a las singularidades de un terreno desigual, ni que aprovechar una antigua fortaleza levantada según ya caducos sistemas, hizo que este castillo pudiese ser diseñado según los más puros principios y reglas del entonces vigente sistema de fortificación que ya se encontraba en su fase de mayor desarrollo. Por ello, este Real Fuerte resulta por su traza cuadrada perfectamente regular, por la pureza de sus líneas y por lo adecuado de sus elementos, un verdadero tratado de poliorcética según se concebía ésta en la primera mitad del siglo XVIII. Su plano, (fig. ) confirmado por las fotografías aéreas (fig. ), nos muestra el más justo ejemplar de este sistema, pues pudo ser edificado en el terreno ideal para situarlo y para poder excavar la cubeta necesaria para enterrarlo totalmente y ocultar a las vistas y a los fuegos de posibles sitiadores todos sus elementos. Pero esta fortaleza, cuyas ruinas vemos hoy entre Aldea del Obispo y el Turones, tuvo un antecedente en el fuerte de campaña, hecho de tierras y fajinas, que en el corto y aprovechado tiempo de dos meses mandó levantar el duque de Osuna a finales del año 1663 y

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principios de 1664, para que sus tropas tuvieran un punto fuerte de apoyo desde donde emprender la campaña que había de realizar contra el "rebelde", como se decía entonces; es decir, contra los portugueses, partidarios del duque de Braganza y que, como ya he dicho, se habían levantado contra la soberanía de Felipe de Habsburgo, rey de España. Después de ser ocupada Barcelona en 1652 y firmada con Francia en 1659 la paz de los Pirineos, al monarca español le quedaron las manos libres para actuar en el occidente peninsular, y para llevarlo a cabo se prepararon tres ejércitos destinados a invadir el territorio lusitano: uno en Extremadura, apoyado en la plaza de Badajoz, que mandaba don Juan José de Austria, hijo natural del rey Felipe IV, que asumía el mando supremo de todo el ejército; otro en Galicia, protegido por la de Tuy, y dirigido por el marqués de Viana, y un tercero en la provincia de Salamanca, con base en Ciudad Rodrigo, cuyo mando se dio al duque de Osuna 61. El primero se compuso de unos efectivos de 9.000 infantes y 5.000 jinetes, mientras que los otros

61 OSUNA.- Gaspar Téllez Girón, duque de Osuna y conde de Ureña.General y político español, que murió en 1629. Fue general de la caballería de Milán,capitán general de la Armada del Mar Océan, virrey de Sicilia y Cataluña, gobernador de Milán, consejero de Estado y presidente del Consejo de Ordenes. Hizo la campaña de Portugal, distinguiéndose en la toma de Villaviciosa. En esta campaña, a la que aquí se hace referencia, a pesar de batirse como un valiente, le abandonaron sus soldados, por lo que más tarde se le siguió proceso, siendo encerrado en los castillos de Segovia y de Montánchez; pudo refugiarse en un convento, con lo que suspendió el proceso, pero perdió los honores y se le confiscaron sus bienes (Espasa-Calpe; tomo VII, p. 498).

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dos contaban con un total de 5.000 hombres cada uno 62. La campaña fue iniciada el 13 de junio de 1661 por don Juan José de Austria que ocupó la pequeña plaza fortificada de Arronches, sin que el ejército portugués, superior en número, fuese capaz de recuperarla63. La organización de este ejército central en la frontera de Castilla, apoyado en la plaza fuerte de Ciudad Rodrigo, tenía como misión ocupar las fortalezas portuguesas de Almeida y Castelo Rodrigo, para llevar a cabo posteriormente una campaña por el valle del Duero, pero el duque fracasó en su empeño 64, y sólo pudo ocupar Vale da Mula, pequeña población cercana a la frontera, defendida por una débil fortaleza. Por ello se ordenó al duque de Osuna que ocupara el pueblo citado, conservando su fuerte y que restaurara la fortificación existente en La Alberguería de Argañán65

62 Almirante, José: "Bosquejo de la Historia Militar de España".Sucesores de Rivadeneyra, S.A. Madrid, 1923. Tomo III, p.277. 63 Ibidem, pp. 277-278. 64 Según se desprende de los documento referidos a estos años hasta el de 1664, en los que se verificó la construcción del fuerte y su pronta demolición, su ejército estaba formado por Tercios provinciales, constituida por una leva efectuada de forma precipitada en las provincias de Castilla la Vieja y de León, sin experiencia ni instrucción, desprovisto de disciplina casi por completo, y cuyos individuos sólo pensaban en regresar a sus lugares de origen tan pronto se les presentara una ocasión. Carecía de caballería y sus oficiales procedían de la categoría de "reformados". 65 Despacho del rey Felipe IV al duque de Osuna de 3 de agosto de 1661. SHM (hoy IHCM), sign. 5-5-5-14, núm. 3762.

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Entonces el duque propuso al Rey, a través del Consejo de Guerra, construir una potente fortificación en dicha localidad o en otro sitio adecuado. Con ello, además, Osuna trataba de hacer realidad el encargo que le había hecho el Rey en el real despacho de 1661. Después de muchas comunicaciones e informes, el 22 de noviembre de 1663 66 se ordenó al duque que levantara las obras propuestas en Vale da Mula, para lo cual se había ordenado el mismo día al ingeniero, Maestre de campo, Simón Jocquet, que se encontraba en Badajoz, que por la posta se incorporara al ejército de Osuna en Ciudad Rodrigo; se le comunicó al duque, además, que se disponía el envío a dicha plaza de los 300 caballos del ejército de Extremadura que había solicitado, así como de los fondos, 30 mil escudos para mesadas y otros 20 mil para atender a gastos de fortificación, que había pedido. De la oportuna y rápida incorporación el ingeniero y de los 340 hombres de la caballería de Extremadura dio cuenta el duque en carta al Consejo 67.

Se

produce

entonces

la

decisión

determinante que iba a dar lugar a muy diversas opiniones y encontradas resoluciones, pero que, sobre todo, significaría, para este momento y para setenta y dos años después el germen fundacional de la obra a la que está dedicado este libro: la idea vital de la 66 Real despacho de 22 de noviembre de 1663. AGS - ga., leg. 2056. 67 Carta del duque al Diego de la Torre, secretario del Consejo de Estado de 4 de diciembre de 1663.- AGS - GA., leg. 2051.

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construcción de nuestro Fuerte de la Concepción, de nueva planta en un lugar escogido deliberadamente y en cuya erección comprometió el duque toda su energía, su prestigio, su fortuna e, incluso, su vida misma. De esto hecho trascendental dio parte al rey en su comunicación del siguiente día 5 68 del aquel mes, que comienza con la noticia de que

"... las Armas de S. Mg. an ocupado a

Valdelamula...", y en la que informa: "... he reconocido este fuerte con los yngenieros y parece que respecto de estar fundado sobre peña no se le puede profundizar el foso para la defensa que conviene estando a una legua de Almeyda y asi por esta raçon como por no ser tan capaz para doscientos caballos y setecientos infantes como quisieramos y haviendo hallado a tiro de mosquete otro puesto que a parecido muy ventaxoso añadiendose el tener este una rivera por frente contra Portugal y Baldelamula a la espalda hemos convenido oncurriendo en un mismo sentir los cavos que aqui se hallan y los yngenieros y yo en fortificar el puesto que digo que tiene todas la conveniencias que represente V. Mg. avia en Valdelamula y con grandes ventajas para la defensa ha de ser al enemigo de gran daño y a nuestro Pays de sumo alivio, y respecto de esto an de ser los esfuerzos que haga para

68 Despacho del duque de 5 de diciembre de 1663 dirigida al Rey.- AGS GA.,leg, 2051.

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ympedirnos esta fortificacion particularmente se de Galicia y de Estremadura le dieren lugar a encaminar tropas a esta parte..."; continua el despacho pidiendo que no se interrumpan, antes al contrario se ejecuten, las operaciones que está previsto que se realicen en Galicia y que el ejército de Extremadura se arrime a la frontera para dar "celo" al rebelde, y termina solicitando que los cuatro tercios de infantería que se hallan cerca de aquella zona de Ciudad Rodrigo se le incorporen, aunque sus efectivos sean poco más de mil hombres en total. Vemos, pues, que tanto el duque como Jocquet y los demás ingenieros - parece que entre ellos, se encontraba como figura más destacada Andrés de Ávila -, no creyeron conveniente reforzar las defensas de Vale da Mula, por las razones que exponía y, acaso también, por estar situada la aldea portuguesa en una ladera que cae desde Almeida hasta la indicada ribera - la de Turones - lo que la colocaría en posición muy peligrosa ante un ataque provinente de la plaza enemiga, situada en posición dominante; en consecuencia, eligieron un cerro elevado situado en el extremo del monte del Gardón - alejado del sitio donde se hallaban los restos de la fortaleza medieval - entre el pueblo de Aldea del Obispo y la repetida ribera, para levantar en él un fuerte que se haría ya con las característica del sistema defensivo que se había venido desarrollando en toda Europa,

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desde que se convirtieron las armas de fuego en el principal elemento ofensivo de los ejércitos. Al proponer levantar en aquel frente una fortificación potente, quizá la idea del duque de Osuna fuera la de colocar una línea de defensa a vanguardia de las principales fortalezas de aquel entorno, por delante del curso del Agueda, utilizando como puntos fuertes de la zona el castillo del Gardón (cuyos muros todavía halló Pedro Moreau en 1735, pero que fueron desechados por los ingenieros del XVII), Fuentes de Oñoro y Alberguería de Argañán, estrechando a la vez la zona de maniobra del "rebelde" al territorio limitado por el Agueda y el Coa, fácilmente franqueable si se tenían bien consolidados estos puntos de apoyo, aunque siempre quedaba a los lusitanos la seguridad de sus plazas fuertes. Sobre este tema de la estrategia que trató de llevar a cabo el duque de Osuna es aconsejable consultar lo que la misma expone Rodríguez de la Flor en la obra ya citada69. Decidida la ubicación de la fortificación, entre los días 6 y 7 de diciembre el duque y el ingeniero procedieron a la delineación del fuerte y el día 8 de diciembre de 1663 se comenzaron las obras según comunicaba el duque al Rey en carta del siguiente día 9 70 de 69I bidem. Pp. 45647. 70 Así lo comunicaba al rey Felipe IV en su escrito de 9 de diciembre de 1663.- SHM (hoy IHCM), sign. 5-5-5-14, nº. 3744.

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dicho mes, en la que incluye la planta de la edificación que se pretende realizar: "Porque V. Mg. sehalle con repetidas noticias de como seha obrado ledoy quenta como el día 6 y 7 deste mes se delinio la fortificacion que avise a V. Mg.y ayer 8 de Dizre. se comenzo á travajar enellas, cuya planta remito a V. Mg.; el fuerte señor no puede ser mas Rl. y regular y el terreno que escogi para el no pudo la naturaleza darle mas aproposito, siendo enuna eminenzia que por todos quatro frentes descubrre y señorea la campaña con grandes bentaxas; el Paraje es áuna legua d Almeyda yental situacion que cubre á Ciudad Rodrigo, Gallegos ytodo el campo de Argañan, yasimismo el Abadengo estrechando tanto el Pays delenemigo que dificultosamente en todo loque dize la Rivera del Coa podra mantenerse lugar ninguno, que nosea las Plazas q. tiene enella y esta loande pasar con estrecheza porla falta queles ande hacer los campos y con no mediano cuydado porla vecindad deesta Plaza que se esta haciendo; La cossa señor nopuede ser demas consequencia ni importancia á Castilla ni de mas reputacion á estas armas, yaeste passo espreciso sea el dolor de los enemigos como ya lo han mostrado haciendo grandes diligencias pª

Juntar lo que tienen haviendo

despachado (como di quenta a V. Mg. y esavido despues aca) repetidos avisos a Estremadura y Galicia pª. que les embien tropas

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refiriendo la importancia deque no ocupemos Puesto ninguna eneste Paraje y lo que les desayuda para todo haver perdido a Baldelamula, conque devo representar á V. Mg. quesi les llegase este socorro añadiendole aloque oy tienen junto y ban juntando sera lo mas probable llegar aun trance de batalla, por

cuyas raçones no puedo

dejar derepresentar a V. Mg. lo que enlos

despachos

antecedentes

queseha servido mandar passar aesta frontera alguna infantª. Veterana delos tercios que estubiesen alojados mas cerca de Castilla, pues estandolo, no pareze podran hacer falta enlas guarniciones y como quiera que los enemigos sevalen paratodas partes dela que tienen siempre, debriamos hacer lo mismo tanto mas quanto es la importancia deeste negocio ylo que deel podria resultar, pues fio de la misericordia de Dios sinos hallasemos aqui conalguna infanteria Vieja tuviessen las armas de V. Mg. un feliz dia y que diesse principio aotros muchos, yeszierto que el enemigo traera desta parte quantas tropas pudiere, si por las de Estremadura y Galizia no recela alguna invassion; Tambien suplico a V. Mg. mande secumpla conlos 30 mil escudos deesta, mesada yel reemplazo dela antezedente, pues solo deella an benido 15 mil escudos. y hallandose aqui la cavalleria deEstremadura ylagente quese junta para esta empresa sino se cumple aun conesta corta Cantidad que V. Mg. tiene ordenado sera abenturarlo todo; y respecto de haver desocorrer ala gente que travaja

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enel fuerte que yaseran cassi 3 mil hombres conla que me ha llegado, sera muy del servicio de V. Mg. se embien porlomenos otros 30 mil escudos pª la fortificacion, que ellasera detanto util si llega ala perfecion que desseo que aun quando se gastasse mucho, seria demas dela reputacion gran conveniencia; Tambien suplico a V. Mg. mande seme envien los cien cavallos que hepedido para los desmontados que ay, que delos que V .Mg. mando dar elaño passado se dejaron deembiar 50, yoy son mucho menster porlo que llevo dicho; Dios g. a la C.R.P. de V. Mg. como la christiandad ámenester. Campo de Aldea del Obispo 9 de Diz. de 1663. Conde Duque de Ureña. El duque había desobedecido en parte las órdenes recibidas (por lo que se ganó la malquerencia de los señores del Consejo de Guerra )71, pero no hay duda que tanto él como sus asesores acertaron al elegir el lugar, no sólo por sus características, ya explicadas, sino por el hecho de que cuando setenta y dos años después se decidió recrear el fuerte no se dudó en colocarlo en el mismo lugar. Esa fue la opinión, en 1735, de Pedro Moreau y del ministro universal José Patiño. Porque el punto en que se alzaba resultaba idóneo e inmejorable para realizar las obras y porque se

71 El Consejo de Guerra era el alto organismo de la administración estatal encargado de los asunto militares (Tierra), equivalente a un moderno ministerio del ramo.

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conseguía el objetivo de cerrar a los portugueses la entrada por la brecha abierta que representaba el Campo de Argañán. Ese mismo día72 envió al Consejo el "diliniado" (sic) del fuerte que se había empezado a construir y le pedía que para ahorrar tiempo le fuera enviada la correspondencia por la estafeta. La festividad de la Inmaculada Concepción de María Santísima, fecha en que se iniciaron las obras le daría nombre, aunque también fue conocido como "fuerte de Osuna". (En la correspondencia del duque de Osuna, en enero de 1664, con el Rey y con los componentes del Consejo de Guerra, y en el informe que rinde al duque el marqués de Buscayolo en el mismo mes, se fecha siempre: "En el Campo junto al Fuerte de la Concepción de Osuna"). Ha habido también quien ha empleado la denominación de "Fuerte de la Concepción Castellana", con el ánimo de distinguirlo de los que con igual nombre existían en las provincias de Ultramar. En días sucesivos remite partes del estado en que se encuentran las obras del fuerte 73, pide repetidamente la remisión de 72 Carta a Diego de la Torre, de 9 de diciembre de 1663. AGS - GA. leg. 2051. 73 Cartas al Rey de los días 16 y 25 de diciembre de 1663 y 1 y 3 de enero de 1664, y a Diego de la Torre de 25 de aquel mes y año. SHM (hoy IHCM) las de 16 de diciembre y 1 de enero; AGS - GA, leg, 2051 las dos de 25 de diciembre, y leg, 2052 la de 3 de enero.

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fondos para la continuación de las obras y solicita, en forma reiterada, el nombramiento de Pedro de Ulloa como gobernador de la fortaleza con el título de General de Artillería. Durante todo el mes de diciembre de 1663 y el de enero de 1664 tres mil hombres trabajaron activamente en la construcción; y durante el mismo período se cruzaron continuas comunicaciones entre Madrid y el duque sobre la conveniencia de continuar los trabajos o abandonarlos e incluso de demoler lo ya levantado - posturas estas dos últimas adoptadas por el Consejo, que no se tomó el trabajo de investigar por personal técnico las razones para realizar la ejecución del proyecto de Osuna, ni de comprobar de que forma se realizaban las obras, pudiendo decirse que tomaban determinaciones "de oido" desde trescientos kilómetros de distancia y sin abandonar sus sillones - pues los consejeros no perdonaban al prócer el haber obrado sin su permiso expreso. Lo que nos demuestra que fallaba el entendimiento entre el Consejo y el duque, pero que funcionaban en cambio estupendamente los correos, pues aquella correspondencia que asombra por su profusión, era necesario remitirla a la velocidad máxima que se podía exigir a un caballo, y que según los resultados que demuestran los documentos que han llegado hasta nosotros no se interrumpió ni se retardó en ningún momento.

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Pero el duque de Osuna siguió adelante en su empeño y el 1 de enero de 1664 pudo comunicar al Rey 74 que el fuerte - de tierra, madera, piedra, fajinas y gaviones (ya ha quedado dicho que se trataba de un fuerte de campaña) era ya capaz de albergar una guarnición de 1.500 infantes y 200 jinetes. De ese mismo día es una consulta del Consejo de Guerra75 en la que se recuerda al Rey que el duque de Osuna obró al levantar el fuerte sin orden expresa para iniciar su construcción; se transfiere al soberano la decisión sobre la fortificación y se le ofrecen las razones de sus miembros en pro o en contra de su persistencia, haciendo resaltar que la situación de aquella frontera en el momento aconsejaba que se mantuviera el fuerte. Se une un decreto del Rey en el que ordena que se mantenga la fortificación y se remitan al duque los recursos y medios solicitados. Siguen a lo largo de aquel mes de enero de 1664 las cartas, consultas y despachos sobre la edificación del fuerte y la discusión sobre la conveniencia de continuarlo o la de demolerlo y en la consulta y el decreto real de 28 de aquel mes se repiten casi a la letra lo ya expuesto y ordenado en el anterior día 1, referido

74 Escrito de esta fecha ya reseñado. 75 De fecha 1 de enero de 1664. AGS - GA, leg. 2052)

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El 30 de enero, a petición del duque, el marqués de Buscayolo76 le presentó un informe sobre la construcción del fuerte, sus características y calidad, y del estado en que se hallaba lo realizado hasta aquel momento, así como de la provisión de víveres y municiones que ya se ha realizado y de las que se tiene en vías de ejecución, así como de las reservas de agua con que se cuenta. Es un documento muy interesante que omito copiar pues el duque lo hizo casi a la letra en la carta que envió aquel mismo día a Diego de la Torre77, secretario del Consejo de Guerra, para que éste lo pasara a dicho Consejo y, si era procedente, al Rey, informándole de la terminación de la fortaleza en estos términos: El fuerte esta acabado enteramente sin faltarle una estaca; es una Plaza Real y regular y la mejor que hay en España: con esta resolución lo afirmo. Es de cuatro baluartes á prueba de cañon, de tierra, con las caras de tierra y fajina y barro muy buen foso con su estrada cubierta, que los que han servido en Flandes y en Italia aseguran no le han visto mejor con su palizada y otro foso frente del declivio de la estacada cubierta. La plaza de armas capacisima, y 76 El marqués de Buscayolo fue un destacado ingeniero militar español en los reinados de Felipe IV y Carlos II, que en las fechas en que se construyó el primer Fuerte de La Concepción debía estar destinado en Ciudad Rodrigo, acaso como ingeniero jefe de la frontera de Castilla Fue un sobresaliente tratadista sobre poliorcética (ver bibliografía). 77 Carta de esta fecha .- AGS - GA., leg. 2052.

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hechas ya dos almagacenes muy grandes, una para la Proveeduria y otro para la Artilleria dos hornos que coceran cada dia de cinco á seis mil raciones: unas caballerizas ya hechas en que cabran 150 caballos, y se prosiguen otras, y en los cuarteles para la infanteria. El foso es de calidad que no se puede minar por haberse encontrado a menos de seis pies peña. El terreno en que esta es una eminencia que señorea por todas cuatro partes la campaña, que si la naturaleza

la hubiese

pintado aproposito para alguna fortificacion, no podria ser mejor. Tiene una eminencia á tiro de mosquete que para nada le embaraza por predominarla la del fuerte y por estar á la

distancia

que

digo

incapaz de poder el enemigo sitiar la plaza, de tener cuartel alli, porque estaria mandado y descubierto de nuestra artilleria con que no tiene padrastro alguno. La falta de no tener agua ya, dentro del fuerte, esta remediada con dos cisternas hechas en Peña que estan ya llena de agua para cuatro meses, y mas, para una guarnicion de 3.000 hombres con que le sobra mucha de la que há menester, y asi mismo hay dos fuentes ue pueden dar de beber á diez ejercitos, á una pica de la estrada cubierta que se va prosiguiendo para meterla en ella, con que por esta parte teniendo el agua que digo dentro, no tiene ningun riesgo. Cuando escribo esta le tengo dentro seis mil arrobas de harina que hacen

noventa mil raciones de pan,y tres mil arrobas de

vizcocho que hacen cincuenta y cuatro mil raciones, que en todas, son

241


ciento y cuarenta y cuatro mil raciones, que reputando para 1.500 plazas de infanteria y caballeria, tienen para tres meses largos; y cada dia le voy entrando mas; cebada le tendré dos mil fanegas, ya, dentro que para la caballería que ha de quedar, hay para mas de otros tres meses. Asi mismo le tengo dentro, Tocino, Aceite, Queso, bacallao, vinagre, garbanzos, y enviado ya por vino y por gergones y mantas para la guarnicion. En los Almagacenes de la Artilleria hay mil y quinientas arrobas de polvora, mil de arcabuz y mosquete, y mil de cuerda,

seis

piezas

de

Artilleria

en

los

baluartes,

y los

instrumentos de gastadores que son necesarios y algunas granadas y fajinas embreadas. Con esto digo a V. S. como queda la plaza que es como ninguna esta ni ha quedado jamas asi de fortificacion como de bastimentos y municiones y esto, confesado, por los mismos que no apetecen entrar en ella, y admirado por cuantos cabos hay en este ejercito de Estremadura y aqui ..."78. El duque le indica que todo cuanto ha expuesto puede confirmarse solicitando el parecer del ingeniero maestre de campo Simón Jocquet y del también ingeniero marqués de Buscayolo; a continuación se refiere al caso que se ha suscitado sobre el puesto de gobernador del nuevo fuerte, para el que fueron propuestos Pedro de Ulloa e Ignacio de Zayas, los cuales han renunciado a ocuparlo; el 78 SHM (hoy IHCM): signatura 5-5-5-14, núm. 3755.

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duque desmonta cada una de las razones que ambos han esgrimido y que para él son meros pretextos y propone que se dé el cargo, con el título de maestre de campo, a Joseph de Tapia. Termina repitiendo sus peticiones de socorros en numerario para sus hombres y para la edificación y su dotación, y de unidades de tropa para reforzar su ejército Debo destacar que la traza decidida por los ingenieros del duque, que podemos observar en un plano que se conserva en el Archivo General de Simancas79, se ajusta claramente a la de la ciudad ideal que presenta Pietro Cataneo en su obra "Il quattro primi libri di architettura", que publicó en 1554 en Venecia (así lo indica también el profesor Rodríguez de la Flor80). Realmente el fuerte recién construido no era una fortaleza de muy sólida construcción, capaz de resistir eficazmente un verdadero ataque de un fuerte ejército, sino más bien el fuerte de circunstancia que había de servir de apoyo, punto de reunión y descanso, y de suministros, a un ejército numeroso que estableciera su campamento volante al abrigo de sus defensas.

79 Signatura: M.P. y D. XXVIII - 61. 80 Rodriguez de la Flor, Fernando: El Fuerte de la Concepción y la arquitectura militar de los siglos XVII y XVIII.- Salamanca, 1987, pp. 30-32.

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En

los

meses

siguientes

continuó

una

nutrida

correspondencia, que puso de manifiesto de nuevo la eficacia del servicio de correos organizado por la corte de los Austria, y en la que el Consejo de Guerra ya expone su idea de demoler el fuerte recién construido para castigar la desobediencia del duque que sólo había sido autorizado a reforzar las fortificaciones de Vale da Mula, y en la que Osuna defiende con toda clase de argumentos sus puntos de vista en justificación de la construcción realizada 81. Mientras estas discusiones eran objeto casi exclusivo de las preocupaciones de los señores del Consejo en relación con la guerra contra los portugueses en la frontera de Castilla, Osuna que, tomando como base "La Concepción", sitiaba a Castel Rodrigo, sufrió una severa derrota en Ameixal en la noche del 7 al 8 de junio de 166482, como consecuencia de la desbandada de sus tropas,- "estas Armas han sido hoy rotas sin pelear con la mayor infamia de nuestra gente que jamás sea visto" (sic), escribía el duque - que consistían en tercios provinciales bisoños, reclutados, como quedó dicho, mediante apresuradas levas forzosas en las provincias 81 En una de estas consultas del Consejo de Guerra dirigidas al rey Felipe IV, la de 11 de febrero de 1664 (AGS - GA, keg. 2052), se aprueba, sin embargo, lo llevado a cabo por el duque en el territorio que abarca la comarca del Coa. 82 Cartas del duque de Osuna, de 8 de julio de 1664, una a Felipe IV y otra a Diego de la Torre. AGS - GA, leg. 2055. La primera la llevó el marqués de Bucayolo

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limítrofes, apenas se cruzaron las primeras descargas del enemigo. De poco sirvió que Osuna se lanzara al asalto sobre la brecha que tenía abierta en Castelo Rodrigo, seguido por los pocos veteranos con que contaba; sus soldados se desorganizaron y emprendieron la huída; en los días sucesivos fueron llegando, en grupos desordenados, a Ciudad Rodrigo, o desertaron dirigiéndose a sus localidades de origen, sin que se perdiera casi ningún hombre ni caballo. El duque se vio obligado a levantar el sitio y acogerse al Fuerte, con las pocas unidades veteranas con que contaba. De todo lo cual dio también parte en las cartas del 8 de julio de aquel año. Unos días más tarde83 el duque insistía en explicar las causas que motivaron su derrota. Cuando la noticia llegó a Madrid, el duque de Osuna fue destituido, sometido a proceso y encarcelado en Almagro84, quedando al mando del ejército y de la frontera de Castilla el general Juan Salamanqués. Como es natural, el Consejo de Guerra arreció en su campaña en contra del establecimiento del fuerte y asesoró al rey Felipe IV en "Consultas" de 19 de agosto y 5 y 17 de septiembre de 166485 en el sentido de que se demoliera el fuerte, pues se expresa en 83 Despacho del duque de Osuna al Rey y carta del mismo a Diego de la Torre de 12 de julio de 1664.- AGS - GA, leg. 2055. 84 Consulta del Consejo de Guerra de 15 de julio de 1664.- AGS - GA, leg. 2055. 85 SHM (hoy IHCM): signatura 5-5-5-14, núm. 3760, 3761 y 3762, y AGS - GA, leg. 2055

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las mismas "que el fuerte de la Concepción no es de beneficio ni combeniencia alguna a Castilla por no cubrir Pays considerable ni embarazar las correrias que el rebelde quisiere intentar". De los contextos de los documentos cotejados parece desprenderse que ninguno de los Consejeros: el duque de Alba, el marqués de Mortara, don Diego Sarmiento, el barón de Auchi, el marqués de Trocifal, don Fernando Tejada, el barón de Batevila y el conde de Rebolledo, conocía la fortaleza, ni acaso el territorio en que se asentaba, y que se hallaban impregnados de un lamentable estado de derrotismo. Fue en vano que el duque insistiera en su defensa y hasta se ofreciera a establecerse en el fuerte con tres mil hombres reclutados a su costa 86, ni que diversos ingenieros de los Reales Ejércitos, en especial el marqués de Buscayolo, que sí conocían la zona y la obra, justificaran la necesidad de su conservación. En consecuencia, se ordenó al general don Juan Salamanqués, acaso segundo del duque de Osuna al mando del Ejército y que había quedado como jefe de la frontera, como ya ha quedado dicho, que procediera a derruirlo; éste puso cuantos obstáculos se le ocurrieron87 para eludir el cumplimiento de la orden, entre ellos el de pedir para poder ejecutarlo que le fueran 86 Carta del duque de Osuna a Diego de la Torre de 10 de septiembre de 1664 en la que le envía un memorial firmado el día anterior y le suplica lo dé a conocer al Consejo y lo haga llegar a manos del Rey. AGS - GA, leg. 2055. 87 Ver especialmente el despacho dirigido por Salamanqués al Consejo de Guerra de fecha 29 de agosto de 1664.- AGS - GA, leg. 2055.

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enviados "50 carros" e importantes "auxilios de caballería", así como explicar "que el motibo principal que se pudo tener en la situación del Fuerte de la Concepción"88, sería para estrechar la plaza de Almeida y esquilmar sus campos, impidiendo a la vez que el "rebelde" se sustentara con los recursos que saqueaba en las tierras españolas, y aunque pudo retardarla, tuvo al fin que obedecer, pero fiel a la costumbre, tan española, de que "la ley se acata pero no se cumple", aprovechó un día de fuerte temporal de lluvia, el 31 de octubre de 1664, para evacuarlo, retirar todo cuanto había útil dentro de él y dar fuego a los hornillos que, como era lógico, no explotaron; entonces se limitó a colocar unas cargas exteriores y a efectuar algunas destrucciones con la zapa, de todo lo cual informó el siguiente día 4, añadiendo que con la voladura del fuerte quedaba la frontera de Castilla desguarnecida y falta de medios de defensa89. El texto de la carta es el siguiente: "Señor, El Lunes 30 de Octubre llegaron a esta ciudad ochocientos caballos de las tropas del ejercito de Estremadura. y 200 infantes, y con la caballería de las fronteras y 1600 Ynfantes que

88 Los entrecomillados pertenecen al articulo ya citado de Manzano-Monís, p. 226. 89 Carta de Juan Salamanqués de 4 de noviembre de 1664 en la que comunica que ha llevado a cabo la demolición y evacuación del Fuerte de la Concepción.- AGS - GA, leg. 281 y SHM (hoy IHCM), signatura CD 3765,

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ayuntaron de estos partidos, y 200 carretas de toda esta vecindad, y algun bagaje, mande el dia siguiente para ejecutar lo que V. M. fue servido resolver en la demolicion del fuerte de la Concepcion, y aunque las noticias que tube fueron ciertas de la Junta de gente del rebelde habiendo agregado á ella las tropas de peña maior, y parte de las de Chaves, y braganza temiendose tambien el rebelde que nuestra Junta hera para imbadir la frontera Portugal, por los pocos medios con que me hallava para mantener las tropas me resolvi á ejecutarlo luego aunque sobre vino un temporal tan fuerte y las aguas tan continuadas, y creciente de los rios haziendo la consideracion que esto mismo podia ocasionar al rebelde áque no con siguiese estorbar la operacion, como con efecto sehizo por la avenida de las riberas que tiene entre almeyda, y el fuerte, y haver de pasar yo por el puente de laçava de marialva camino de gallegos menos embarazoso, con toda esta riguridad del tiempo se ejecuto, y demolio toda la estrada cubierta, y haviendo querido volar los hornillos como el agua era tanta no hizieron efecto por que haviendolos tenido ya cargados el Governador, la Polvora de las canales se humedecio y no pudo el fuego penetrar al centro, y dificultandose por esta parte fue forzoso abrir diferentes hornillos por la parte de afuera, y con la çapa y pala deshacer los parapetos, y parte del terraplen, y por enderechura delas que el Governador hizo por la fajina sele abrieron concabos, y puso fuego a

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las fajinas para que ella misma quemandose como se quemaba penetrase álo en cajonado de la polvora por que haberlo de desazer con çapa y pala fuera detencion considerable, y con la riguridad del tiempo se perderian las tropas y no podria retirar la artilleria y demas pertrechos, en veinte y quatro horas se ejecuto todo sin que hubiese quedado estaca ni quartel que no se quemase, y se retiro quanto en el habia, y haviendo penetrado el fuego dela fajina que se quemaba estando puesto en marcha se pegaron fuego a las mas ya las que de nuevo se hicieron y de la hazienda que se hallava en el fuerte no quedo nada habiendolo retirado todo, la Junta del rebelde nose ha desecho y se esta con el cuidado que se deja considerar por estar esta frontera muy falta de medios para su defensa. V.M. mandara lo que mas fuere de su Real servicio cuya Catolica y Real persona guarde Dios como la Cristiandad amenester. Ciudad Rodrigo Noviembre 4 de 1664 = D. Juan Salamanques.” El desconocimiento geográfico y topográfico de la comarca por parte de los señores del Consejo de Guerra era tan grande, que a la propuesta que hizo don Juan Salamanqués, en su comunicación de 29 de agosto de 166490 de aprovechar parte del armamento que se habría de retirar de La Concepción, en caso de demolerse, para reforzar las pequeñas fortificaciones que existían en la 90 Despacho al Consejo de Guerra de dicho día.- AGS - GA, leg. 2055.

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Atalaya y el Puesto de Marialba (así, con iniciales mayúsculas), puntos enclavados en el término de Gallegos de Argañán, a diez kilómetros - o dos leguas - de Ciudad Rodrigo, contestaron "que si bien sería de conveniencia lebantar la atalaya (con inicial minúsculas) que dice se juzga que por ahora no es bien entrar en obras nuevas, y que esta se podrá diferir para mejor sazón" (sic), confundiendo el nombre geográfica de un lugar con la designación de una pequeña obra de vigilancia y fortificación. Allí quedaron las ruinas, casi intactas pero desguarnecidas, de lo que había sido el sueño de un egregio prócer, en medio de una guerra con nuestros vecinos, que se mantuvo latente hasta 1765. Los portugueses, amparados en la proximidad de sus fortalezas, y apoyándose además en el fuerte ruinoso y abandonado, que ocuparon en cada ocasión, asolaban una y otra vez, uno y otro año, las tierras del campo de Argañán, sin que la guarnición de Ciudad Rodrigo, no muy numerosa por otra parte, pudiese, por la lejanía - unos 30 kilómetros - llegar a tiempo de impedir estas incursiones de saqueo. Durante décadas la miseria se enseñoreó de la comarca hasta el punto de que prácticamente se despobló, quedando algunos lugares, como Aldea del Obispo, completamente deshabitados, y el Cabildo de Ciudad Rodrigo puso de relieve en numerosas ocasiones, en escritos

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dirigidos a las más altas instancia, el empobrecimiento que iba sufriendo la comarca. La guerra continuó en aquella frontera; se firmó la paz con Portugal, reconociendo su independencia, pero la rapiña de los vecinos continuó. Durante la guerra de Sucesión, los restos del fuerte estuvieron ocupados entre 1703 y 1706 por las tropas francoespañolas del duque de Berwick, para pasar este año a las manos de los angloportugueses que dirigía lord Galloway, cuando éste ocupó efímeramente Ciudad Rodrigo, y volver pronto a manos de los seguidores del duque de Anjou. Y en todo ese tiempo se libraron varias escaramuzas y combates en los cerros del monte del Gardón.

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14.La recreaciรณn en el siglo XVIII.

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Pasaron los años; llegó a España una nueva dinastía y un nuevo rey. Tan pronto terminó la terrible guerra conocida como de Sucesión de España, que ratificó la pérdida de la hegemonía que nuestra Patria había ejercido desde finales del siglo XV hasta mediados del XVII y que terminó con la pérdida total del imperio hispano en Europa y aún de parte de la propia metrópolis, ya que se vio despojada de la isla de Menorca y de la estratégica "roca" de Gibraltar, nuestro gobierno inició la reorganización del estado con la reforma de la mayor parte de sus instituciones, para establecer un fuerte centralismo. Para conseguir este propósito fueron dictados, entre otras muchas disposiciones, los decretos llamados de "Nueva Planta" por los que los reinos de la Corona de Aragón fueron sometidos al mismo régimen administrativo que regía en Castilla, mientras que en el ámbito internacional se trataba de recuperar las posesiones perdidas por el tratado de Utrecht, mediante una serie de alianzas e intervenciones en diversas conflagraciones europeas, que unas veces nos llevaron a luchar contra Francia y en otras fuimos atacados por los ingleses.

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Los principales artífices de esta política fueron el cardenal Alberoni y José Patiño91. Éste ya había sido ministro de la nueva monarquía en momentos anteriores, cuando dirigían todo el complicado entramado político el francés Jean de Orry y la princesa de los Ursinos; continuó en el gobierno del nuevo primer ministro su incansable labor de levantar a España de la débil situación en que los últimos años del siglo anterior y la guerra librada en nuestro suelo tras la muerte de Carlos II la habían colocado. Su acertada política en los asuntos internos de la nación hizo posible la expedición del marqués

91 Patiño, Joseph.- Había nacido el 11.04.1666 en Milán donde su padre ejercía el cargo de intendente del ejército español. Era de ascendencia gallega, aun que su padre también había nacido en el Milanesado. Estudió en los jesuitas y aunque ingresó en la Compañía no llegó a ordenarse sacerdote. Se trasladó a España con Felipe V cuando el nuevo Rey, derrotado en Italia, hubo de abandonar aquellos territorios en 1708. Bajo la protección de Orry, en 1711 fue nombrado superintendente de Extremadura y luego, en 1713, de Cataluña, en el ejercicio de cuyo cargo fue el inspirador de los decretos de "Nueva Planta". En 1716 Alberoni le destituyó de la presidencia de la Junta de justicia y Gobierno de Cataluña, cargo que ocupaba de forma interina desde 1714, pero al año siguiente le hizo intendente general de la marina y del ejército, superintendente de Sevilla y presidente del Tribunal de contratación de Indias; se le encargó la organización de la flota que se preparó para la conquista de Cerdeña y Sicilia. A la caída de Alberoni fue destituido y encarcelado en 1720, pero tras una autodefensa se le restituyó en todos sus cargos. Ripperdá le destituyó de sus cargos en 1725, pero a la caída de éste al año siguiente fue nombrado secretario de Marina e Indias y al poco tiempo también de Hacienda; desde ese momento se dedicó a realizar su gran plan de gobierno, para lo que encontró dos grandes colaboradores en su hermano Baltasar, marqués de Castelar, y, especialmente, en José del Campillo. Desde este momento estuvo al frente de país como Ministro universal y hay que resaltar su labor en el Gobierno español durante más de treinta años de los que en los diez últimos reunió todos los resortes del poder. Hombre de una rectitud y probidad ejemplares, fue poco estimado por su soberano, que sólo al final de su vida, en octubre de 1736, le elevó a la Grandeza de España. Murió en San Ildefonso el 9 de noviembre de 1736, sin que sus largos años de servicio los hubiera empleado en enriquecerse o en acumular privilegios.

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de Lede a Cerdeña y Sicilia, la reconquista de Orán, y el resurgimiento del potencial bélico de España. Un poco apartado de los actos de gobierno durante la breve aventura política del duque de Ripperdá, a la caída de éste en 1726 asumió la dirección del gobierno español y pudo dedicarse al desarrollo de todos sus proyectos. En relación con la materia que se trata en este libro, hay que destacar su decidido empeño en dotar a España, ante posibles situaciones bélicas de unos sistemas de seguridad eficaces, parecidos a aquellos que Vauban había levantado en todas las fronteras y puntos conflictivos del territorio galo. Para iniciar esta política de afianzamiento de nuestras defensas, encargó al Ingeniero general, Jorge Próspero de Verboom92 un estudio detallado de todo el territorio peninsular en relación con la necesidad de establecer plazas y puntos fortificados en todos los lugares donde se considerara necesario. Realizada la visita por el Ingeniero director, presentó al ministro un amplio informe, consecuencia del cual fue la iniciación de amplias mejoras y la construcción de nuevas fortalezas que, de momento, consistieron en la edificación de la ciudadela y del castillo de Montjuich en Barcelona y a la puesta en el mejor estado de eficacia 92 Datos biográficos de Verboom en el capítulo 8, "El "Cuerpo de Ingenieros Militares", de esta misma obra.

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de toda la línea fronteriza con Francia, con la realización de importantes obras en San Sebastián, Fuenterrabía, Pamplona, Jaca, Seo de Urgel, Hostalrich, y en la iniciación del proyecto de construcción del imponente castillo de San Fernando en Figueras. Estos trabajos, que se prolongaron en el tiempo sin que Patiño alcanzara a ver su conclusión, llegaron a constituir un gran antemural disuasivo para todo el que pensara en una invasión de la Península. La creación de los departamentos marítimos en El Ferrol, Cádiz y Cartagena, obligó a levantar grandes defensas en estos puntos para protección de nuestras flotas y de los arsenales creados para la construcción de las naves que habían de integrarlas. Todo ello fue causa de que quedara desatendida en este orden de cosas la frontera con Portugal - la "raya seca", que dicen los que habitan en las comarcas limítrofes -, pero sin quedar olvidada, pues, entre otros proyectos, Verboom realizó un amplio estudio constructivo para convertir a Badajoz en la gran plaza fuerte de todo el occidente peninsular. Cuando, firmado el Pacto de Familia con Francia en 1733, ocupado Orán, fortificados los Pirineos, Barcelona y Mallorca, creada la base naval de Cartagena e instalado el príncipe Carlos en el trono de las Dos Sicilias, se entró en un momento de sosegado discurrir en la parte de nuestro levante y llegó la ocasión de ocuparse a fondo de la línea de defensa frente a Portugal. Verboom,

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que había examinado una traza que en 1733 había realizado el ingeniero militar Pedro Moreau del Fuerte de La Concepción, que como ya ha quedado dicho se encontraba medio en ruinas allí donde lo plantara la voluntad del duque de Osuna, recomendó a Patiño que diera a aquél la orden de revisar los proyectos que sobre Badajoz y el Fuerte de la Concepción había redactado el ingeniero director Diego de Bordick93. En 1734 - debió ser a principios del año - Pedro Moreau fue enviado a Badajoz, que, como ya ha quedado indicado, era la gran plaza fuerte en esta frontera, para estudiar las mejoras a introducir en sus defensas, y desde allí envió al Ministro un detallado informe del recinto y de sus fuertes exteriores. Satisfecho Patiño de la labor de Moreau, en el mismo año, o lo más tarde a principios del siguiente, le encomendó la laboriosa y delicada tarea de realizar un

93 Bordick, Diego de.- Ingeniero militar español. Parece ser que en 1715 se le encargó efectuar los reparos que necesitaba la plaza de Badajoz, en cuyo momento debía ser ingeniero voluntario. En 1716 se le concedió el empleo de ingeniero ordinario con el grado de capitán. En 1725 se hallaba en Badajoz, como ingeniero en 2º., en calidad de director de las fortificaciones. En 1728 era ingeniero en jefe y en 1735, ingeniero director y brigadier de los Reales Ejércitos. En 1742 se le encargo la Dirección de Ingenieros de Extremadura. No he encontrado que año fue promovido a mariscal de campo, pero ya lo era cuando el 29 de septiembre de 1747 solicitó ser nombrado Ingeniero general (se recoge en este expediente un escrito, sin firma, en el que se informa en el peor de los sentidos de los muchos aspectos negativos de la vida personal, familiar y profesional de Bordick). La última nota informa que en 1749 solicitó el empleo de teniente general, y se le contestó que se le tendría en cuenta (IHCM - antes SHM), Colección Aparici, tomo LVI, pp 930941).

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reconocimiento de toda la frontera de Portugal y del estado de las fortalezas levantadas a lo largo de la extensa línea, labor que al parecer comenzó por el castillo de Alconchel, y continuó luego hacia el norte anotando no sólo lo relativo a las fortificaciones con que se iba encontrando, sino también a las condiciones de la zona en que se hallaban y las oposiciones que observada del lado del país vecino. Hacia la primavera debía encontrase en Ciudad Rodrigo o por el Campo de Argañán, como se desprende de las comisiones que se le confiaron por aquellas fechas. A primeros de aquel año de 1735, el propio ministro José Patiño había visitado el Campo de Argañán y había tropezado con el abandonado y medio derruido Fuerte la Concepción levantado en 1663 por el duque de Osuna, del que ya tenía referencias por el informe que le diera Jorge de Verboom de la traza ejecutada por Moreau. Inmediatamente se habían iniciado unos trabajos para consolidar aquella magnífica posición, según se desprende de un documento anónimo conservado en el Archivo General de Simancas,94 en el que se dice, que para proteger el Campo de Argañán y resguardar al mismo tiempo la plaza de Ciudad Rodrigo, cuyas fortificaciones se hallaban en muy mal estado:

94 A. G. S.- Guerra Moderna, legajo 3638. (03.00)

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". . . resolvió S.M. el retablecimormto del fuerte de la Concepcion que se hallava abandonado cuia ventajosa situacion se reconoce en general por el Mapita adjunto, y mas por meen otro Plano del terreno que comprehende las dos Poblaciones mas inmediatas de España y de Portugal,y aunque este fuerte consiste en un quadrado regular de solas 80 toesas de Poligono exterior se ha formado el proyecto augmentandole Revellines y un reducto, y dispuesto desuerte que tenga alojamiento para 650 Ynfantes, 200 Cavallos, sus oficiales y los del Estado Mayor, Almacenes y lo demas necesario para una vigorosa defensa el todo a prueba de Bomba . . ." Estos trabajos comenzarían, tal vez, en los primeros meses de 1735, tras la visita del ministro José Patiño a la que me acabo de referir, y una vez pasada la época de hielos en la comarca; al menos eso nos sugiere este documento en su folio siguiente, pues tras dar cuenta de que se han abierto los fosos, se ha construido el camino cubierto, se han revestido los parapetos de cal y canto, levantada la estacada con sus rastrillos en todo el conjunto que se conserva y edificados cuarteles provisionales para acoger a los 200 hombres que constituían su guarnición en aquellos momentos, se habían empezado a hacer los cimientos para las murallas del fuerte y de la contraescarpa, y quedaban levantadas hasta seis pies de altura en el frente que mira a Portugal. Los trabajos se hallaban suspendidos a

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causa de los hielos, en espera de continuarlos cuando comenzara de nuevo la primavera; el documento termina informando que: "La Artilleria de Bronce y de Hierro, Morteros, Municiones, y pertrechos que asu tiempo se han de poner en este fuerte se han juntado en Ziudad Rodrigo donde se halla todo prompto". En el ánimo de Patiño estas obras sólo eran, al parecer, unos trabajos destinados a impedir que los restos del antiguo fuerte siguieran degradándose y para dar a entender que la zona iba a estar protegida desde aquel momento y no se iba a permitir en adelante su expolio por parte de los portugueses, pues antes de emprender a fondo la rehabilitación, o mejor dicho, la erección de una sólida fortaleza, el Ministro quiso conocer la opinión de varios técnicos. En consecuencia se dictaron unas normas, que firmó el 29 de abril de 1735 el ingeniero director Diego de Bordick, y que con el título de "Instrucciones que deverá observar el Coronel y Ingeniero en Gefe de los Extos. Plazas y Fronteras de S. Magd, D, Pedro Moreau para el reconocimiento de la Plaza de Ciud. Rodrigo, y toda la Frontera de Castilla,..."95, fueron remitidas a Badajoz a Pedro Moreau, mandándole que para este encargo, en el que estaría auxiliado por los ingenieros militares Pedro Bordán, Juan Bautista Saboyno y Joseph Berrugal, se trasladara a Ciudad Rodrigo 95 A.G.S.; G.M.: leg. 3638.(03.01)

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"con la mayor diligencia"; en ellas se le ordena reconocer San Felices de los Gallegos, Puebla de Sanabria y el puerto de los Carbajales, y se hace hincapié en el estudio de las defensas de Ciudad Rodrigo y, en especial, del viejo Fuerte de La Concepción: "... pasara dho. Dn. Pedro Moreau al campo de Argañan, en cuio paraje hubo en el siglo ultimo pasado un fuerte llamado de la Concepción que cubría unos veinte lugares del mejor terreno que ay en los contornos de Ziud. Rodrigo, en oposición a la plaza de Almeyda, una de las mas considerables del reino contiguo, cuio fuerte se cree fue arruinado por aquella Potencia en notable detrimento de los Vasallos de S.Magd y de las rentas eclesiasticas del Cabildo de Ziudad Rodrigo, de cuia plaza el referido fuerte estaba sostenido con gran bentaja de ella, como lo expreso el regimiento de esa Ziud, a S. Magd. en representacion que le hizo en el año proximo pasado, cuia situacion examinara con toda madurez, y reflexion delo que enella se pueda practicar con relación de las importanzias que se siguen al Real servicio alos Vasallos de S.M. y a que espezie de vasallos, advirtiendo las convenienzs. que puede haver en su Contorno para alojarse al prompto en el referido puesto con fortificacion de tierra fajina, o tepes, bien entendido que sea con la armonia que requiere la profesion para que se aplique desde luego, o después el

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rebestimiento mas adecuado, en ormigon, mamposteria, o de otra forma explorando y indagando los medios, y convenienzias que da desi el Pais para este establezimiento, como a si mismo todos los arbitrios que hubo, o, pudo haver en los tiempos pasados, y en los presentes para la Subvencion dela Custodia, y defensa de todos los respectibos pùestos de dhaFrontera." Como vemos, en este documento se dedica interés especial al Fuerte de la Concepción; después de hacer mención del viejo fuerte de Osuna y de su utilidad, indica la necesidad de recomponerlo en su forma primitiva, en la que, como vimos, era nada más que un conjunto de parapetos que rodeaban una plaza central, pero a su remoción con tierras, fajinas o tepes, se añadía su posterior recubrimiento con mortero o mampostería, lo que ya era un indicio del castillo abaluartado perfecto al que se llegaría cuando estos reconocimientos dieron lugar a un proyecto completo de fortificación al mejor estilo de la época. Se ocupa luego de la utilidad que para la comarca iba a significar su restitución y, como era obligado para cubrir la necesaria inversión, de los recursos que la zona protegida por la fortaleza y los centros de poder de Ciudad Rodrigo pudieran aportar. De este estudio se tuvieron que elevar al Ministro las correspondientes conclusiones que no debieron parecerles suficientes para el objeto que pretendía, pues el 27 de mayo, atendiendo además a 263


una petición del Cabildo de Ciudad Rodrigo, en la que solicitaba el "restablezimiento de un antiguo fuerte que por las pasadas guerras cubría el Campo de Argañán ..."96 se ordenó al Comandante General de la Provincia Felipe Dupuy, que, en unión de los ingenieros Pedro Moreau y Juan Amador Courten, remitiera un informe sobre la situación en que se hallaba el Campo de Argañán, las posibilidades que se daban para establecer una eficaz línea de defensa de la comarca, que sirviera al mismo tiempo de antemural de la plaza fuerte de Ciudad Rodrigo, poniendo el mayor énfasis en la conveniencia de restaurar el Fuerte de la Concepción. Del resultado de esta comisión, Pedro Moreau debió mandar, el 2 de julio, un detallado informe al Ministro por conducto de Diego de Bordick, pues así lo manifiesta aquel en dos informes que envió más tarde, el 12 de julio y el 16 de noviembre del mismo año. En el primero de estos últimos, cuyo título es el de "Reconozimiento y visita de la frontera de Castilla y Portugal, egecutada en el contiguo Campo de Argañan, por el Coronel e Ingeniero en Xefe Dn. Pedro Moreau, yden en segundo D. Juan Amador Courten, en presencia y con asistencia del Exmo. Dn. Felipe Dupuy97 96 AGS - GM, leg. 353897Teniente general de los Reales Ejércitos; en estas fecha Comandante político y militsr de Ciudad Rodrigo y sus fronteras, como aparece repetidas veces en los documentos que manejamos.

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Comandante Gral. de estta Provincia, conformamente á las instrucciones dadas de orden del Rey"., y que se conserva en el Archivo General de Simancas98, se hace inicialmente una delimitación del territorio conocido como Campo de Argañán: "El Campo de Argañan es uno de los cinco sexmos o distritos del partido de Ziudad Rodrigo, situado entre estta plaza, y el Rio de Agueda, y por la izquierda, desde estta misma plaza en linea recta al lugar de la Albergueria, donde pasa un camino carrete

ro

yendo y venientte al zitado Reyno de Portugal, y desde este mismo lugar de la Albergueria, sigue dho. Campo por los limites de ambos Reynos, por el lugar de fuentes de Oñoro, la Alameda, Aldea el Concepcion, hasta los lugares de Bozas y Barba de puerco, ..."

seguido de un dictamen sobre la calidad de la comarca

"El territorio de dho. Campo de Argañan es fertilisimo y abundante de fuentes, produciendo todo genero de granos, viñas y olivares, ...", Aunque lo encuentran tan desolado y abandonado como consecuencia de la situación de inseguridad que se da a consecuencia de "las invasiones y atropellias que han experimentado" como consecuencia del estado de guerra en que han vivido, lo cual ha 98 A.G.S.: G.M.: leg. 3638. Existe una copia en el servicio Histórico Militar, en la Colección Aparici, sign. 5-5-5-14, que es la se ha consultado en esta ocasión. (04.38)

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reducido su población en más de dos terceras partes; los que permanecen en la zona se limitan "...a aprovecharse aunque con bastante temor a la siembra de granos, y aloque la tierra da desi, consistiendo en encinas, robles, pinos que forman sus dehesas..." Este estado de abandono había llegado al extremo de que "...por no bastar estos [los escasos vecinos], en el mismo Pais, que los Dueños y propietarios de las heredades, arriendan la maior parte de las tierras para sembrar, dehesas, y Pastos, a los Portugueses, asta hallarse havittados la maior porcion de los lugares inmediatos a la frontera, por estta misma nazion lo hemos visto en la Albergueria, Puebla, Alamedilla, Atalayuela, Fuentes de Oñoro, Aldea el Obispo, Campo rredondo, la Boza y Barba de puerco, lo que es contra el decoro y honor del Reyno, y en perjuizio de sus Pueblos, deviendose considerar y rezelar por el amor que siempre llevara estta Nacion á su patria y señaladamente en tiempo de escasez de cosechas que puede ocurrir en dha. Potencia Vezina,..” Los ingenieros que realizaron el reconocimiento detallan con toda precisión cuales son las acciones de los portugueses que es necesario prevenir y evitar, para lo cual se hace obligado en primer lugar reponer el puente de San Felices de los Gallegos:

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..nos parece como mui importante la colocacion de la Puente de Sn. Felices (que en las ultimas guerras se cortaron los 3. arcos) en el paraje en que se halla construída, á media distancia de dch. Villa de ". Sn. Felices y Barba de Puerco, para una segura y azertada comunicacion de aquel lado en dho. Campo de Argañan y su frontera, y por consiguiente su rredificazion, ó reparo solo se haria de madera, con su Puente levadizo , fortificando la Cabeza de la parte de Sn. Felices, que podrá descubrir las avenidas de la derecha é izquierda del rio, para lograr el paso libre de la una, y de la otra parte, y fazilitar registrar con la zeleridad que se desea, todo el pais desde el lugar de escarrigo, y cercanias de Almeyda astta el fuerte de la Conzepcion ayudado de lo escabroso, y situazion del terreno que tengo referido, que favorezera siempre estte intento por los apostaderos y enboscadas á que conbida dho. terreno, y del que podrá siempre aprovechar nuestra Ynfanteria, ayudada dd algunos destacamentos de Cavalleria, que avran de ocupar los terrenos dee Sn. Felices el chico, la Aalameda, y rreedor de la ermita de Sn. Xstoval, á fin de oponerse a qualquier insulto, ó arrojo de la Potencia Vezina, Batir la entrada en su extesión, cortar las invasiones, asomarse, y vigilar los desfiladeros, y finalmente cortar el ilícito comercio que cada dia practica aquella Potencis, en el corte de la madera de los Montes altos y vajos, señaladamente la Plaza de Almeyda, la qual no puede susistir sin estta

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libertada facultad, y finalmente con estta disposición, se ampara, se cubre, y se protejara la maior parte de los Pueblos de dho. Campo de Argañan, ..." En el informe se estudian las condiciones que reunen diversos lugares de la comarca para establecer en ellos una serie de puestos fortificados que constituirían una línea que no sólo serviría para la defensa del territorio, sino que además fuese a su vez un antemural de la plaza de Ciudad Rodrigo: - "... por lo que nos parece mui esencial la rreedificacion de este puesto, ó Castillo de la Albergueria por primer puesto, desde la qual sigue dha. cordillera formando algunas rrebueltas sobre los limites de este y aquel Reyno astta la altura

de

Navadabel,

enfrente

del

Pinal

considerable,

perteneciente a esta Ziudad, y destruido por la Potencia vezina, en cuia distancia de 2 leguas, la Cavalleria ligera puede obrar con mucha ventaja por ser pais mas llano, y abierto el del reyno vezino en pasando los limites, y continuando estos, astta Fuentes de Oñoro y su distrito astta esta Plaza, todo el terreno es llano y abierto para qualquiera maniobra de la Cavalleria; de la Albergueria a Fuentes de Oñoro ay 3 leguas de distancia, en cuio paraje se propone un puesto fortificado para 200 hombres de guarnición, y desde dho puesto de fuentes de Oñoro, sigue siempre 268


la misma cordillera sobre 2 leguas de distancia, y dhos. limites asta la Alameda, a cuia distancia de un quarto de legua azia el fuerte de la Conzepzion, se halla un Castillejo tambien arruinado por los Portugueses, llamado del Gardon, dominado de todas las alturas circunvecinas, y por consiguiente inutil, maiormente teniendo ĂĄ media legua de distancia, sobre la derecha siguiendo la misma cordillera, y situado sobre ella, el fuerte antiguo de la Conzepzion, tambien demolido en las ultimas guerras por la Potencia vezina, cuia situacion es de las mejores que se puede hallar para el intento de la fortificaciĂłn, o fortaleza que previene la instruccion (distante de una legua y media de la plaza de Almeyda) considerada en el zentro de la linea y limites del Campo de ArgaĂąan, advirtiendo que los terraplenes de dho. fuerte subsisten todabia a una razonable altura; desde este puesto de la Concepzion, sigue astta los lugares de Boza y Barba de puerco, y el de escarrigo en el Reyno Vezino astta el vado del Aygal, donde desemboca el Rio turones, y la misma cordillera feneze, cuio pais, y situazion escabrosa astta el Rio de Agueda, y desde el vado del Aygal asta el de el espino es impracticable para la maniobra de la Cavalleria, solo puede tener la ventaja como tengo referido, para infanteria, fortificando la caveza de la puente, y construiendo un rreducto en la altura sobre Barba de puerco, y Boza en estte lado

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del rio Gardon para 100-u-150 hombres ademas de estos quatro puestos rreferidos de la Albergueria, Fuentes de Ońoro, fuerte de la Conzepzion, rreductillo de la altura de Barba de puerco, hallamos por conveniente la construccion de un rreducto que sirva de Atalaya en la altura de la ermita de Sn. Xptoval, desde donde se descubren los 4 puestos referidos ..." Este informe no debió llegar a manos del Ministro, sino que lo utilizó Bordick para presentar un ampuloso proyecto y sugirió al Consejo de Guerra que fuera Juan Amador Courten quien dirigiera las obras en La Concepción, ayudado por otro ingeniero, Antonio Jordán, que había colaborado con el primero en las del fuerte de San Felipe, en Puerto Cabello. El 21 de julio, Bordick, dando muestras de una actividad y un interés encomiables envió una comunicación a don Casimiro de Uztariz99, para hacerla llegar al Ministro, en la que reafirmaba su idea de que fuera el ingeniero don Juan Amador Courten el que dirigiera la construcción del fuerte, bajo la supervisión del ingeniero jefe de la frontera de Castilla don Pedro Moreau. Del día 24 es una "Instrucción formada por el Yngeniero Directo de los Exercitos de S. M. Dn. Diego Bordick, según la qual deveran proceder en

99 A.G.S.- Guerra Moderna, leg. 3638. (03.05)

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Ingeniero en jefe Dn. Pedro Moreau, a cuio cargo esta la Dirección delas obras del Reyno de Castilla, y el Ingeniero en segundo Dn. Juan Amador Courten nombrado por S.M. para el restablecimiento del nuebo fuerte de la Concepción en el Campo de Argañan, parte de la frontera de dicho Reyno al de Portugal, con las adicciones y aderencias que fuesen del agrado de S.M.seexe- cuten para la mejor defensa de ese puesto y es como sigue:. 100,a la que acompaña estados e instrucciones. El 26 de julio envía a don José Patiño un proyecto en el que se incluía un plano titulado: "Primera y principal traza del Proyecto del fuerte de la Concepcion Castellana" y un texto con todo el estudio de la cosecuente edificación101. En estos plano y proyecto (ver lámina al final del capítulo), Bordick propone la edificación de -"... un Pentagono regular dela mediana especie enla fortificacion. totalmente Cubierto y Armado de Cinco Martillos, y otras tantas contra guardias que le corresponden, obligando un enemigo por ossado que sea a dirigir sus Ataques contra el Uso regular ala parte reputada por todos los expertos la mas fuerte de una Plaza que es la Cortina, y finalmente Construyendo los

100 A. G, S,- Guerra Moderna, Legajo 3638. (03.08) 101 S.H.M.: Sign. 5-5-5-16 (Es una transcripción de un documentos del Archivo General de Simancas, Guerra Moderna, leg. 3638).

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edificios internos a la prueba (que son pocos) y practicando lo mismo ensus Cortinas, vengo á alograr sin futuras Hipotecas dereparos todo lo combeniente para la defensa en Viberes y Municiones para una Guarnicion de 2 mil á 4 mil Hombres entre Cavalleria y Ynfanteria, al resguardo Detodo insulto,..." Reconoce que los dos ingenieros, Moreau y Courten, han realizado con "mucho acierto" la labor de reconocimiento que se les encomendó; celebra que -"...ayan

concluido

unanime

enque

este

de

la

Concepcion era absolutamente el unico y el mas favorable para esta empresa (se refiere a la de proteger el Campo de Argañán) pues su terreno notiene el menor obstáculo para cuanto se quiera executar, ...", y se extiende luego largamente en señalar todas las ventajas y beneficios que de su establecimiento se producirán y de la que se beneficiaría un extenso territorio que se extendería hasta Sigüenza, además de proteger las comunicaciones desde Extremadura a Galicia, y las que proporcionaría en caso de un conflicto bélico con Portugal. Le acompañaba un documento titulado " De la Artilleria, Municiones, Pertrechos y Utiles para la defensa del nuevo Fuerte ...", en el que sólo con reparar que se destinaban para artillar la plaza

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de armas, es decir, el recinto interior, ochenta cañones, podemos darnos cuenta de la magnitud de la fortaleza que se pretendía crear. Este proyecto era desmesurado no sólo por sus proporciones arquitectónicas, pues ocuparía un extenso solar con el que no se contaba en el lugar en que yacía aún el viejo fuerte de Osuna, sino en su elevado coste, que en el propio estudio de Bordick se estima en 150 mil doblones, excesivo para las, como siempre, flojas reservas del erario nacional. Ello fue causa principal de que el proyecto no fuese estimado. Bordick acompañaba a su proyecto el balance económico y el inventario de materiales para llevar a cabo el proyecto; parece ser que el 24 de julio de 1735 se habían dado las órdenes para continuar las obras de consolidación de los restos del antiguo fuerte en Aldea del Obispo y se seguían acumulando materiales junto a él. Estas obras siguieron adelante, y, como consecuencia, en el mes de septiembre el gobernador Felipe Dupuy tuvo que trasladarse a Ciudad Rodrigo y enviar varias cartas para recabar materiales; de ellas se desprende que los primeros gastos de obras se elevaban a 36.000 escudos de vellón. Es muy posible que Moreau tuviera noticias de que su informe no había llegado a manos del Patiño, pues el día 12 del aquel mes, le remitió al Ministro una copia. Sin embargo todo parece indicar

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que, aunque no se hubiese aprobado su exagerado proyecto, era Bordick quien estaba dirigiendo estos primeros trabajos que se realizaban en el Fuerte de la Concepción, y que se había aceptado su propuesta de que fuera Courten - que le había enviado un informe personal sobre la comarca el día 3 - quien se encargaría de la reconstrucción de la fortaleza, pues este ingeniero presentó en este mes de septiembre un cálculo de lo que iban a costar "las obras de rehedificación"102

y

el

pliego

de

condiciones

para

los

asentadores103. Los planos del proyecto de Bordick debieron hacer ver a los miembros del Consejo que las obras iniciadas en el fuerte iban a tener una mayor importancia de la que en principio habían estimado, por que Patiño debió dar a Bordick instrucciones oportunas en este sentido, pues el ingeniero le comunicaba el 3 de noviembre de 1735 104 en su carta de contestación lo que sigue: "En bista de que, si es que S.M. no resuelve la construccion del Pentagono que propuse avra de ser a lo menos unquadrado de 140 toesas.105 dejan bien claro que prácticamente se 102 A.G.S.: G.M., leg. 3638. 103 A.G.S.. G.M., leg. 3638. 104 A.G.S.; G.M., leg. 3638. 105 A.G.S.: G.M., leg. 3638.

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ha rechazado el proyecto de una traza pentagonal que había preparado el Ingeniero director, pues además, el día 8 de aquel mes, se le contestó a éste que practicase las obras ciñéndose a las medidas que tenían los restos del fuerte antiguo. Por ello, Bordick presentó el 22 de aquel mes un nuevo proyecto ajustado a lo que se le exigía. Pero algo había ocurrido en el ánimo de José Patiño, suscitado acaso por informaciones que había recogido sobre el problema del Fuerte de la Concepción, de los intereses que lo rodeaban y de sus proyectos para el futuro. Pedro Moreau, debía haber ido enviando a Patiño informes parciales de las zonas que iba recorriendo en aquellos años de 1734 y 1735 en su viaje de exploración a lo largo de nuestra frontera occidental, y terminado con su visita a la comarca de Sanabria su reconocimiento de las tierras limítrofes con Portugal que comenzara a principios del primero de los años citados, había regresado a la Corte y la seguía en los desplazamientos de la Familia Real y de los ministro de San Ildefonso a El Escorial. El día 16 de noviembre de 1735 presentó al Ministro Universal un informe que con el título de "Proyecto y Reconocimiento de las Fronteras de Estremadura y Castilla la Viexa, con el reyno de Portugal, que demuestra los Puestos mas convenientes, ocupar para su defensa y para internar

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en dicho Reyno" 106, que recogía sus conclusiones sobre todo lo que había podido observar a lo largo de su dilatado periplo. De 20 de aquel mes es otro informe de Moreau sobre el costo de las obras que habría que realizar, al que titula "Tanteo prudencial del gasto que importaria la Construccion del Fuerte Real de la concepcion en el campo de Argañan" 107 , en el que calcula que la construcción de la nueva fortaleza, con el reductillo (sic) y los revellines, costaría 1.638.363 reales de vellón. Y de forma sorprendente acaso, Diego de Bordick fue apartado temporalmente de las obras que se realizaban en Aldea del Obispo, y el Consejo ordenó la reincorporación de Pedro Moreau a su puesto de Ingeniero de la Frontera de Castilla, y el 30 de noviembre se le encargó la elaboración de un proyecto general para la recreación del Fuerte de La Concepción. Es muy extraño todo lo sucedido en aquellos meses, de abril a noviembre de 1735 en los asuntos relacionados con la reconstrucción del Fuerte de La Concepción que setenta años ante plantara Gaspar Téllez Girón, duque de Osuna y conde de Ureña, junto al lugar de Aldea de Obispo, y me resulta bastante confusa la 106 S. H. M.: Sign. 5-5-5-15 (o1.66) 107 A. G. S.- Guerra Moderna, legajp 3638. (04,41)

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actuación en el mismo de Diego de Bordick. Hay un primer momento en el que acaso se produjese un posible roce entre Diego de Bordick y Pedro Moreau cuando en 1734 el marqués de Verboom, Ingeniero General de nuestro ejército y creador de nuestro Cuerpo de Ingenieros Militares, como sabemos, que conocía el plano del Fuerte de la Concepción que había trazado el segundo, recomendó a Patiño que hiciese revisar por éste los que sobre dicho Fuerte y la plaza de Badajoz le había presentado Bordick. Este roce se pudo convertir en un resquemor de Bordick hacía Moreau cuando éste fue enviado a revisar las fortificaciones y obras que se habían realizado en Badajoz y que, aunque proyectadas por Verboom, había dirigido Bordick. Tal vez por eso los primeros informes que Moreau envío sobre la frontera de Salamanca en cumplimiento de lo que le fue ordenado el 29 de abril del año ya indicado no recibieron todo el crédito que era de esperar, y el 27 de mayo se comisionó al gobernador de la provincia, Felipe Dupuy para que presenciara un nuevo reconocimiento que debía realizar Moreau y Courten, ingeniero éste allegado a Bordick. Además tenemos el hecho de que Moreau envió a Patiño el informe sobre este reconocimiento el 2 de julio por conducto de Bordick. ¿Por qué tiene que repetirlo el día 12 haciendo hincapié en él de que ya lo había cursado el día 2 anterior por intermedio de Bordick. Este debía ya haber estudiado el primero que se envió o al menos

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debía conocerlo a fondo porque el 26 presentó su proyecto de fortaleza pentagonal en el que hace alusión a las conclusiones que se formulan en el informe de Moreau. A continuación, con o sin ordenes expresa en ese sentido, prosigue las obras de restauración del fuerte, obras que dirige Courten, seguro de que va a ser quien dirija la reconstrucción por recomendación de Bordick, pues por la correspondencia entre Bordick y Courten - por ejemplo la carta del segundo al primero de 3 de julio de 1935108 - llega a parecer que ambos están desdeñando a Moreau, a Dupuy e, incluso, al Ministro Patiño, manteniendo un enlace y aun una facultad decisoria independiente, y así lo confirman varios documentos conservados en Simancas y que corresponden a los meses de julio y agosto de aquel año109. Pero llega Moreau a Madrid y se incorpora a la Corte, en la que debió tener alguna entrevista con Patiño, que ya había tenido tiempo de conocer y estudiar el informe del reconocimiento hecho por Moreau, Courten y Dupuy del Campo de Argañán y de los restos del viejo fuerte, remitido directamente por el primero, y la situación en Madrid cambia de forma radical; desde ese momento, y aunque Courten sigue dirigiendo en aquellos meses y, 108 A. G. S.- Guerra Moderna, leg. 3638. 109 Por ejemplo: Carta dirigida por Diego de Bordick a Casimiro de Uztariz el 21.07.1735; estadillo firmado por Bordick el 26 del mismo mes; informe de Bordick a José Patiño de 28 de julio; instrucción que Bordick dirige a Pedro Moreau en agosto de 1735; advertencias que formula Bordick sobre las necesidades que habrán de atenderse en el fuerte de 18 del igual mes; estado de lo que se ha de sacar de diversos almacenes que presenta Bordick el mismo día; etc.

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acaso, hasta noviembre de 1735, los trabajos que se realizan en el Fuerte de la Concepción, la correspondencia relativa a este tema la envía y recibe Patiño directamente de sus subordinados en Salamanca y Ciudad Rodrigo, como vemos en la que sostuvo con el gobernador Dupuy, con el ingeniero Moreau, con el contador José Antonio de León y Luna, ... El 16 del último mes citado Pedro Moreau presentó al Ministro su informe final del reconocimiento de la frontera portuguesa, en el que reproducía el que envió sobre el Campo de Argañán y el Fuerte de la Concepción. Aunque Bordick se consideraba todavía al frente de los trabajos, como lo prueba el hecho de que el día 22 de aquel mes presentara un nuevo proyecto ajustado a las ideas que el Ministro y Consejo le habían expresado, Patiño tenía ya tomada una decisión para muchos extraña: apartar a Bordick, y a su recomendado Courten, de la empresa y entregarla a Moreau. ¿Por qué? Pero acaso todo se debiera únicamente a cuestiones técnicas. El extenso informe de Pedro Moreau, 110 titulado: "Proyecto y reconocimiento de las fronteras de Estremadura, Castilla la Viexa, con el reyno de Portugal, que demuestra los puestos mas convenientes para su defensa y para internar en dicho Reyno", resultado de sus andanzas a lo largo de la "raya" con Portugal, que ya quedó reseñado más arriba, es tan interesante que no me resisto a 110 S. H. M.- Archivo General de Documentos. Sign,: 5-5-5-15.(01.55)

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reproducir la parte correspondiente a la frontera de Salamanca, aún a riesgo de repetir algo de lo ya escrito anteriormente "... y el primer lugar de dicho Campo de Argañan es el de la Albergeria distante desde este último castillo, de cinco á seis leguas y de Ciudad Rodrigo cinco leguas, y desde esta Plaza al puerto de Perales casi las mismas cinco leguas pr. cuyo motivo es necesario mantenerla y reparar su recinto principal como tambien su segundo exterior, rehaziendolo cn argamasa en lugae de Piedra seca que se halla construido, y con este ocasion se le podra corregir algeo de su Figura, respecto de los Angulos muertos que tiene y formar en mejoe estado de lo que actualmentte se hallan sus fossos y camino cubierto, y la misma se havrá de executar en el castillo interior de la Plaza, donde se pueden formar algunas Bovedas a prueba de Bomba para el reguardo de las Municiones y pertrechos de Grra. menos la polvora que considero muy peligrosa su colocacion en el Citado Castillo como hoy se halla expuesta á rayos y á la vezindad de la Poblacion por lo que se puede temer una total ruina assi de toda la ciud. como de la mayor porción de su recinto, por las experiencias que se han visto en las plazas de Campomayor y Almeyda del reyno vezino, pudiendose remediar este peligro en la construccion de quatro o cinco pequeños Almazenes de la contencion cada uno de 200 Quintal. de Polvora, á distancia proporcionada el uno del otro, y á prueva de Bomba, afin de

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que si uno peligra evitar los otros de este para en tiempo de Guerra, y para en tpo. de plaza al puerto de Perales casi las mismas cinco leguas pr. cuyo motivo es necessario mantenerla y reparar su recinto principal, como tambien su segundo exterior, rehaziendolo con argamasa en lugar de Piedra seca que se halla construido, y con esta ocasion se le podrá corregir algo de su Figura, respecto de los Angulos muertos que tiene y formar en mejor estado de lo que actualmte. se hallan sus fossos y camino cubierto, y la misma se havrá de executar en el castillo interior de la Plaza, donde se pueden formar algunas Bovedas a prueba de Bomba para el resguardo de las Municiones y pertrechos de Grra. menos la Polvora que considero muy peligrosa su colocacion en el Citado Castillo, como hoy se halla siendo Paz se puede construir una á distancia de la Plaza media legua para la contencion de dos mil quinientos Quintales en la forma que se ha construido en la Plaza de Badajoz y en otros de la Monarquia, por las experiencias fatales que se han experimentado, pues siempre que se tome esta resolucion, dicha Ciudad esta prompta á contribuir con los gastos que importara el mencionado almazen provisional. En el referido lugar de la Albergeria se halla construido un castillo antiguo de quatro torres el qual dista de Ciudad Rodrigo seis leguas: dicho Castillo fue arruinado por los Portugueses en las Guerras últimas, respecto de incomodarles en la extraccion de Granos y demas generos

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que conducian en su Reyno por la carretera inmediata à dicho Castillo, cuyos limites estan á media legua y á fin de poner el mismo embarazo que antecedentemte. tenia dicho Reyno, me parece que seria conveniente bolver este Castillo á su primer estado, para contener una pequeña Guarnicion. Desde dicho Castillo de la Albergeria y su lugar á continuacion de limites de ambos Reynos, se halla el Fuerte deOñoro en distancia de seis leguas, en cuyo lugar antiguamte. havia tambien otro castillo afin de cubrir de las imbasiones dicho Campo de Argañan,el qual demolieron tambien los Portugueses,cuyo paraje en caso de Guerra seria tambien combeniente ocupar, el qual dista de los limites un quarto de legua. Desde este lugar de Fuentes de Oñoro, pasando por el lugar de Alameda distante de tres leguas, y desde este á una legua de distancia sobre dichos limites, se halla el Castillo del Gardon,tambien demolido por el Reyno vezino, el qual por la dominacion de las Montañas vezinas se puede abandonar, y prosiguiendo la Raya de ambos Reynos, á una legua de distancia se halla el Lugar de Aldea el Obispo, donde se halla situado el Fuerte antiguo de la Concepcion111 a medio quarto de Legua de el Lugar de Valdelamula de dho. Reyno vezino pasando por medio de esta distancia el Rio Turones badeable en todos tiempos del Año, y la 111 El subrayado es del autor de este libro.

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Plaza de Almeyda á una Legua y media de distancia de dicho fuerte demolido, y á tres leguas tambien de distancia de este Castillo de Castel Rodrigo, situado sobre una eminencia del otro lado del Rio Agueda á distancia de dos leguas, dicho fuerte de la Concepcion dista de la Plaza de Ziudad Rodrigo quatro leguas y situado en el centro de dicho Campo de Argañan sobre la misma raya de la Frontera, camino carretero de Ziudad Rodrigo á Almeyda, por lo que me pareze muy essencialissimo la restauracion de dicho Fuerte, cuya figura consiste en un quadrado y se puede seguir su construccion dandole ochenta toesas de frente construyendo en el terreno, ó Loma de la izquierda mas elevada que dicho Fuerte de diez á doce pies un pequeño reducto afin de guardar el accesso de la principal fortificacion, la que me pareze suficiente contra dicho Reyno vezino y por no permitir dicho terreno otra cosa: el Lugar de Aldea el Obispo dista del citado fuerte de 200 á 250 toes. Desde este referido fuerte de la Concepcion hasta la Puente de Sn. Felices de los Gallegos pasando por los lugares de Boza y Barba de puerco, habra quatro leguas de distancia, el camino muy escabroso y dificil para la cavalleria: dha. Puente de Sn. Phelices sobre el Rio Agueda fue arruinada tambien en las Guerras passadas por los Portugueses,respecto del socorro que iba a dicho fuerte de la Concepcion y en el Campo de Argañan desde dicha villa de Sn.

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Phelices de los Gallegos. de suerte que actualmte. para ir del referido fuerte de la Concepcion hai siete Leguas de distancia desde dha.Villa, deviendose passar el Bado del Espino sobre dicho Rio Agueda, distando dicha Puente de la Villa de Sn. Felices una Legua y desde esta a Ciudad Rodrigo seis leguas, cuyo Rio Agueda pasa al pie de esta Plaza y sigue su corriente azia San Felices, encontrando á tres leguas el Bado de Sageras, el de Larios, el del Espino y el de Hornajos: este último sirve solo para camino de herraduras: luego sigue el Puente de Sn Phelices, que con unos maderos muy endebles, que llaman aquellos pueblos Escala puestos sobre peñas al lado de dicha Puente sirve pa. la comunicazión y passo de la Gente de aqui al campo de Argañan hasta los mas inmediato del Reyno vezino que vienen a dicho Sn. Phelices y demás lugares circunvezinos según está demostrado en el Mapa y Reconozimto. del citado Campo de Argañan que remití al Ecmo. Sr. Dn. Josef Patiño por manos de Dn. Diego Bordick á primeros de Julio de este año.112 Dicha Villa de Sn. Phelices tiene un recinto antiguo separado de la Villa, con una torre muy fuerte, el qual se podria reparar y poner en estado de defensa teniendo 400 hombres de Guarnicion por lo importante de su comunicacion con dicho Campo y 112 Debe referirse al que envió el 2 de julio de aquel año por conducto de Diego de Bordick, y que acaso no llegara nunca a manos del Ministro.

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con la Plaza de Ciudad Rodrigo, teniendo el Rio Agueda por delante, como tambien para su efecto el restablecimiento de su puente la que se hara construir de Madera la que se halla ya de algún tiempo a esta parte prevenida y señalada en el lugar del Cubo distante cinco leguas de Sn. Phelices, cuya Villa haze ya tiempo tiene proyectado esta reedificacion segun consta del permisso que obtuvieron del Consejo Supremo de Castilla mediante contribuyessen para la indemnizacion de estos gastos ocasionados para este efecto todos los lugares distantes quarenta Leguas de su contorno, y siguiendo el curso del Rio Agueda á media legua de distancia de dicha Puente se halla un Pequeño bado para la Gente de á pie, que en ciertos tiempos del Año es practicable por la Pesquera de los Frayles del Combento de la Seca al pie del Lugar de Escarrigo, situado del otro lado del Rio y á poca distancia de este ultimo se halla el bado de la Igal, cuyo acesso por el Lugar de Bozas tambien del otro lado del Rio, tambien es dificultoso a menos de passar por encima de Escarrigo para coxer el camino carretero que comunica a Portugal oeste y donde feneze, viene á juntarse en el Rio Agueda en este paraje los dos Riachuelos del Gardon y Turones, y á distancia de tres leguas de dicha Villa de Sn. Phelices del otro lado de estos Rios se halla el Castillo de Castel Rodrigo. Siguiendo los limites de ambas Fronteras en la nra. á nueve leguas de Sn. Phelices se halla la torre de Fermoselle en la union y del otro lado de Rio Tormes con

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el Duero, desde este siguiendo a dicho tormes azia Salamanca esta la Villa de Ledesma, á siete leguas de distancia situada sobre el mismo Rio de este lado, en cuya referida distancia hay solo tres parajes donde se puede pasar con Barcas, y con mucho travajo, por lo caudaloso del rio en ciertos tiempos del Año, y por ser sus orillas impracticables por la gran cantidad de peñascos y Piedras que estan en sus orillas, sin bado alguno: la villa de Ledesma esta cerrada de unas murallas antiguas con sus torres y una puente muy buena, que es comunicacion pàra el otro lado de dicho Rio y Carretera de Ziudad Rodrigo á Zamora, la qual si no estuviese seria preciso que la referida comunicacion fuese por Salamanca por lo que en caso de Guerra es de grande importancia de guardar la referida Puente afin de ser dueños de dicha carretera para cuyo efecto será preciso que en dicha Villa de Ledesma haya una Guarnicion, desde esta Villa hasta San Phelices hay ocho leguas de distancia y hasta Ciudad Rodrigo seis leguas. Tambien en Fermoselle será indispensable establecer un Puesto para 150 Hombres en lugar de [.............] los Invalidos que guardan la Torre de Fermoselle”. En este informe vemos que la opinión de Pedro Moreau es completamente favorable a la restitución del Fuerte de la Concepción, el que considera como centro del Campo de Argañán y llave para su posesión y para la rehabilitación de la comarca; hace hincapié en la

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desolación que las guerras y las rapiñas de los portugueses han llevado a la comarca y, sobre todo en el hecho de que las fincas de las más variadas clases estén arrendadas a gentes del país vecino que en un momento de guerra o de escasez de cosechas actuarán en favor de su patria; propone la fortificación de pequeños puestos que sirvan de resguardo y vigilancia en los puntos destacados del territorio y señala que todos ellos apoyados en la fortaleza de Aldea del Obispo constituirán una primera línea de defensa que tendrá en Ciudad Rodrigo su punto fuerte, sobre todo si se domina en Ledesma la carretera que une a esta ciudad con la de Zamora. Es interesante indicar lo que sobre la conveniencia de recrear el Fuerte de la Concepción dice en este informe de 12 de julio de 1735 y que repite en el de 16 de noviembre de aquel año: ". . . por lo que parece essencialissimo la retauración de dicho Fuerte . . .", como ya el lector ha podido observar. Todo quedó completamente claro y zanjado cuando el 3 de diciembre Pedro Moreau recibió la orden de ponerse en camino hacia Aldea del Obispo, a poco más de un kilómetro de la raya de Portugal, para que procediese a edificar el nuevo Real Fuerte de la Concepción en el mismo lugar y bajo las mismas directrices que había señalado en 1663, reinando Felipe IV de Habsburgo, el duque de Osuna.

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Hemos visto más arriba que el costo de las obras de construcción del nuevo fuerte fueron calculadas por Pedro Moreau en su "Tanteo prudencial"113de 20 de noviembre de aquel año, en 1.638.362 reales de vellón, cifra muy elevada para la época. Para sufragarlos José Patiño creía contar con la ayuda de la región o, al menos, con las del Ayuntamiento y el Cabildo eclesiástico de Ciudad Rodrigo, especialmente de este último, pues así se desprende de la documentación manejada, lo que me parece natural, pues a dicho capítulo le correspondían los arbitrios que se recaudaban en aquel lugar y los aledaños, y que por su despoblación y la falta de cultivos y de explotaciones ganaderas, había dejado de percibir, razón por la que había instado repetidas veces al Gobierno el restablecimiento de la obra que levantara en el siglo anterior el duque de Osuna o, al menos, que se pusiera en estado idóneo para servir de defensa y seguridad de la comarca. El Tesoro público, como ocurría siempre por aquella época y muchas anteriores y también posteriores, estaba exhausto; Patiño recordó los ofrecimientos que desde la comarca se le habían hecho en el pasado y el 17 de julio de 1735 114 el Ministro dirigió una carta al gobernador Felipe Dupuy en la que le ordenaba que, 113 AG.S - GM, leg. 3638. 114 A. G. S.- Guerra Moderna. leg. 3638. (03.25)

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"atendiendo a las representaciones que sobre ello le hizieron el año proxº. pasado, ofreciendo concurrir por su parte con los medios que alcanzare su posibilidad", tantease del Cabildo eclesiástico de Ciudad Rodrigo, de la nobleza del país y de los pueblos de la zona cual sería el auxilio que podrían dar para sufragar los gastos de esta obra. Días después - el documento carece de fecha 115 -, debió contestar el gobernador con un corto escrito en el que informa que por una causa u otra casi todos los sondeados se excusaban - empezando por el Cabildo -, alegando carencia de medios; el ayuntamiento de la ciudad propuso contribuir a la edificación en el fuerte de un cuartel para 500 hombres siempre que se le concediese un arbitrio que proponía; sólo los sexmeros ofrecieron entregar sesenta mil reales de vellón, veinte mil en aquel año y los restantes en diversas partidas durante 1736, 1737 y 1738, y los ayuntamientos de Saelices el Chico y Descargamaría que darían 250 y 200 reales, respectivamente. No dio por buena esta contestación Patiño a juzgar por una "Advertencia", sin fecha, dirigida a la Secretaria de Guerra, relativa al fuerte "de la Concepcion del Campo de Argañán en Castilla", y ordenó a Dupuy para que insistiera (por el contexto de algunas contestaciones parece ser que se señalaba a los distintos institutos y lugares una cantidad como aportación admisible según parece desprenderse de las 115 A.G.S.- Guerra Moderna, leg. 3638. (03.34)

289


contestaciones de algunos ayuntamientos), por lo que éste volvió a recabar de los entes indicados anteriormente un compromiso de cooperación y es probable que sin conseguir gran cosa de su gestión. La carta de Patiño a Dupuy de 26 de octubre de aquel año 116 zanja de forma clara y definitiva este asunto: "Con carta de 8 del corrte. dirige VE. las respuestas de esa

Ciudad,su Cabildo eclesiastico

y sesmeros y de las Justicia y Pueblos de ese Partido en asumpto de la que VE. les hizo sobre lo que cada uno podría contribuir para ayuda de los gastos de la reedificación del Fuerte de la Concepcion; y haviendo visto S.M. el poco fondo que se puede hacer en punto de las dadivas que algunos ofrecen en proporción al Coste que ocasionara, aunque queda en tomar resolucion sobre los la referida Ciudad y Sesmeros proponen; ha resuelto S.M. restablecerlo a expensas de su Real acda. para el consuelo y seguridad de esos Pueblos y de sus bienes como desde luego lo hubiera determinado, á no haver precedido las ofertas que en el año pasado se hicieron por parte del expresado Cabildo y otras Personas del estado noble de esa Ciudad y que S.M. deseava saver á quanto podría alcanzar su animo para arreglar a ello las providencias combenientes a su mas breve practica."

116 A. G. S.- Guerra Moderna, leg. 3638. ((03.35)

290


Por esta carta vemos, pues, que fue el Erario de la nación el que hizo frente, salvo alguna pequeña dádiva - los Sexmeros, Saelices el Chico, Descargamaria -, a los elevados gastos que originó la erección del Real Fuerte de la Concepción, especialmente encarecidos a partir del momento en que se decidió que se construyera una verdadera fortaleza, modelo de la ingeniería y de la poliorcética más avanzada, olvidándose del viejo fuerte de tierra, apoyo de campamentos volantes, recubierto de fajinas o de cal y canto, como ya se decidía en la citada carta de Patiño de 26 de octubre. También se abordaba en esta misiva el problema de la seguridad de los facultativos y obreros, que trabajaban en la construcción del fuerte, así como de los materiales y herramientas, y para atender a este servicio el ministro ordenaba que lo prestaran dos compañías de las Milicias Ciudad Rodrigo y Plasencia, que quedarían alojadas en Aldea del Obispo, pero levantándose un barracón al pie de las obras para que sirviera de cuerpo de guardia en el que permanecería el destacamento necesario para el resguardo de los materiales.

291


292


15.El "Real Fuerte de La Concepción"117. Construcción.

117 Lucuze, Pedro de: " ... fortificación real es un lugar bien defendido con baluartes capaces, destinado a la conservación del estado, .. " (pág. 9.- " ... fuerte es una pequeña fortaleza, que suele tener cuatro baluartes y se construye para ocupar un puesto de importancia... " (pág. 10).- " Principos de Fortificación ": Barcelona, 1772.

293


Cumpliendo las decisiones tomadas por Patiño a que se ha hecho referencia en el capítulo anterior, Pedro Moreau se trasladó en noviembre de 1735 a Ciudad Rodrigo y dedicó los primeros meses del año 1736 a realizar los trabajos de medición, trazado de planos, cálculo de necesidades, acopio de materiales, búsqueda de canteras con la piedra adecuada, redacción de los pliegos de condiciones para los absentistas,... Todo iba a ser de nueva construcción, utilizando las más avanzadas técnicas, los mejores materiales y los últimos avances de la poliorcética en aquellos momentos. El "pliego de condiciones", para el asiento de las obras, se encuentra en el "Protocolo notarial" de Manuel Antonio de Aineto, en Salamanca118, inscrito el 19 de abril de 1736; en el se detalla que el asentista deberá proveerse, tan pronto se firme la escritura de asiento, de cuantas herramientas, carruajes, acémilas, útiles, materiales e instalaciones sean necesarias para el normal desarrollo de los trabajos; se enumeran luego todas las tareas a realizar para las excavaciones y para las obras que han de ser efectuadas con las tierras extraídas; se determinan cada una de las labores que ha de ejecutarse para construir las murallas - cimientos, asientos, taludes, recubrimientos, cordón, etc. -; se trata a continuación todo lo relativo a los revellines que se colocarán delante de las cortinas, y de la instalación de cuarteles y almacenes; se dedican las 118 A.H.P.S.- Protocolo del notario Manuel Antonio de Aineto, núm. 5797

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cláusulas siguientes a las herramientas, a la idoneidad de los obreros, a la calidad de las obras, sobre todo de las bóvedas y de las cisternas y puertas; por último, se determinan los tratamientos a que han de someterse los elementos de madera - con la cual se cuenta en el lugar y los hierros, que se deben proteger contra los agentes atmosféricos y biológicos. El 1 de mayo de 1736 se puso la primera piedra, según un detallado documento del archivo parroquial de Aldea del Obispo119, del que existe una copia en el Servicio Histórico Militar120, y cuyo texto no me resisto a transcribir pues es como la partida de bautismo de nuestra fortaleza y que, al parecer, quiso Dios que así fuera al propiciar las circunstancias precisas para que quedara registrado, no en un protocolo notarial, sino en el Libro de Bautismo de la parroquia de aquel lugar; libro "ultrajado" - entendemos que con su encuadernación destrozada - y sin las primeras hojas, cuyos apuntes se inician el año 1763 y se concluyen en 1807 . En el documento se lee: “Dn. Pedro Gomez Pacheco Presbytero, Capellan Parroco Castrense de la Capilla y Parroquia de este Real Fuerte de la Concepzion. de Cilla.. y Protonotario Appco. por su Santidad, 119 Libro de Bautismos de la parroquia de Aldea del Obispo. Años 1763 a 1807, tomo 3º., fs. 306-308. 120SHM ( hoy IHCM). Anónimo. Colección Aparic.

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Certifico Doy Fe y Verdadero Testimonio, como habiendo registrado en uno de los Libros de Bauptismo, que rigió y Gobierna la Feligresia de la Parroquial Iglesia del inmediato Lugar de Aldea del Obispo, en el qual no se contiene principio alguno por hallarse ultraxado, y pasadas algunas Foxas, se Lee Libro de Bauptismo año de Mil Quinientos setenta y nuebe: y Finaliza, en el de Mil setezientos quarenta y nuebe: al folio treszientos siete Buelta, siguiendo en el treszientos y ocho, se halla una partida copiada

ala Letra, es del

tenor siguiente Copia del Papel que se puso dentro dela primera piedra, en una Redoma de vidrio, con algunas Monedas de plata, que se puso, y asentó en este Fuerte dela Conzepzion, es como sigue

Oy primero

de mayo de Mil Setecientos treinta y seis, Dia de San Phelipe y Santiago: Reinando Phelipe Quinto, qe Dios guarde, Rey Catholico de las Españas, en el treinta y seis de su reinado: e Ysabel Farnesio, que dios gue. Reyna Catholica de las Españas; Vibiendo el serenisimo Dn. Fernando Prinzipe de Asturias; y Dª. Maria Barbara, Prinzesa de Asturias, e infanta cv+ de Portugal: Dn. Carlos Sebastian, infante de España, Rey de Napoles, y de las dos Sicilias, Duque de Parma, y de Plasenzia; Subzesor de Toscana, Dn Phelipe, infante de España, Gran Prior de Castilla: Dn. Luís Antonio Jacobo, infante de España, Cardenal y Arzobispo de Toledo: y Dª. Maria Prinzesa del Brasil e

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infanta de España: y Dª. Maria Antonia Fernanda, infanta de España: devaxo del Pontificado de N.M.S.P. Clemente XII. Fiorentino con el nombre de Lorenzo Corsini, en el seis de su Pontificado, y siendo Obispo de Ziudad Rodrigo, el Ilustrisimo Sor. Dn. Fr. Gregorio Tellez: Hallandose primer Ministro de S.M. el Excmo.. Dn. Joseph Patiño: en el mismo año, en el que se conquistó por las Armas de S.M. el Reyno de Napoles y de las dos Sicilias, y se retiraron después de esta conquista las tropas del rey de España, Diez y ocho años despues que se fabricó la ziudadela de Barzelona, por el ingeniero Genl. el Marques de Berbon, y actual Gobernador de ella, theniente Genl. e ingeniero Genl. Quartel maestre General de la Monarquia y quatro años después de la Conquista de Oran; siendo Gobernador de la Plaza de Ziudad Rodrigo y Comandante Genl. de este exercito y Provinzia Dn. Phelipe Dupuy, e Yntendente de la misma Provinzia el marques de Arellano, se puso la Primera piedra, en el Angulo flanquedo del Camino Cubierto del Revellin entre el valuarte del rey, y de la Reyna, frente que mira a Portugal, del Fuerte Real dela Conzepzion, situado en una eminencia, distante del Rio de Turones, que sirve de Limites de este Reyno y el referido de Portugal, a poca distanzia del Lugar de Aldea del Obispo, districto del Campo de Argañan: Habiendose empezado la fortaleza desde prinzipio de este año, por la Direczion del Coronel de Ynfanteria, Dn. Pedro Moreau, Yngenro. Director delos

297


Reales Exercitos de S.M. asistido de los Yngenieros Dn. Juan Foucaviti, Dn. Pedro Bordan, Dn. Pedro Lecoq, y Dn. Hernando Hontabatt: interviniendo en los caudales de S.M. Dn. Lesmes Pedro Garzia Sagrido secretario de S.M. acuio Fin, se zelebró en hazimiento de Grazias, el santo sacrificio dela Misa en el Oratorio inmediato adho. Fuerte, por el Cura Benefiziado Rector de este Lugar Dn. Andres Herrero Gomez, asistido del Padre Fray Nicolas de San Antonio, Religioso Descalzo dela Observancia de Sn. Francisco, prezedida de unas prozesion aque asistieron dichos Yngenieros, Comisario de Guerra, y mucho concurso de Jentes, y puesto en Armas el destacamento aqui destacado, de Nobenta Hombres, del Reximiento de Milizias de Ziudad Rodrigo con sus ofiziales correspondientes; y en esta forma, se transfirieron, desde dicho Oratorio, en el referido paraxe destinado pª. la colocazion de dha. Piedra La qual despues de vendecida, con el terreno y contorno de dho. Fuerte, se colocó en el dho. Angulo franqueado, por Dª. Saturnina de Lieson Moreau, Muger del referido Yngeniero Director, cuia Zeremonia, y Zelebrazion se executó con tres salvas de fusileria = Y respecto de no haber en este Sitio Notario alguno, para poder tomar Auto de esta Zelebrazion, los Yngenieros referidos atestiguaron esta Funzion y Firmaron este Papel::: Dn. Pedro Bordan:: Dn. Pedro Lecoq:: Dn. Hernando Hontabatt:: Laqual esta dicha Zedula o Carta retro escrita, esla misma

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y al pie de la Letra de la qe. queda embutida enla Primera Piedra, en una Redoma de Bidrio, con algunas Monedas de Plata de este presenta Año: Y porque dicha Zedula, queda imposibilitada de poderse Leer, acordaron los dichos Yngenieros, se trasladase en este Libro de Bauptizados de esta Feligresia al Folio treszientos y ocho para que constase enlos venideros Siglos:: Lo qual Yo Dn. Andres Herrero Gomez Benefiziado Rector de esta Parroquia, y sus Anexos, Zertifico y Juro en el Modo que puedo ser asi verdad, por Haberme Hallado presente atodo y lo Firmo, para que conste en Aldea del Obispo a quatro de Mayo de Mil Setecientos treinta y seis:: Andres Herrero Gomez.” Las obras de edificación del nuevo fuerte se iniciaron, por tanto, con esta colocación de la primera piedra, abandonando en cierta medida las de conservación del "fuerte de Osuna" que se venían realizando desde la primavera anterior, y se prolongaron durante bastantes años pues hasta 1759 no pudo darse por concluida su fábrica. La inauguración oficial no tuvo lugar, no sabemos por qué extrañas causas, hasta el 24 de diciembre de 1763 o el 30 de mayo de 1776, pues existen dudas de datación. La

fortaleza

o

castillo,

cuyo

proyecto

y

trazas

corresponden a Pedro Moreau, como demuestran los documentos y planos que se conservan en los diversos Archivos nacionales, quien 299


también dirigió su construcción en sus principales fases, se ajusta, como ha quedado dicho, al más puro sistema de fortificación abaluartada. Los planos que levantaron los ingenieros que estuvieron involucrados en la construcción del fuerte nos presentan, y la actual fotografía aérea nos corrobora, que nada se hizo de forma impremeditada, sino que todos los elementos defensivos y los complementarios, hasta cada ángulo, cada enfilada, estaban calculados minuciosamente para servir de forma justa a una misión muy determinada y necesaria para la operatividad del conjunto; vemos que la fortaleza presenta una equilibrada estructura que lo convierten en la fortificación más regular y ajustada a las más precisas y científicas normas defensivas de todas las que se construyeron en el siglo XVIII dentro de nuestro territorio peninsular, como vemos en el plano. Registrados el 19 de abril de 1736, como he señalado. los "Pliegos de condiciones", y sacada la contrata a subasta pública, con pregón como ordenó el Intendente general de la provincia marqués de Arellano, se presentaron dos licitantes: por un lado Gabriel Puig (que había trabajado en las obras de la ciudadela de Barcelona y en las fortificaciones de Badajoz) y Valentín de Medina, y por otro Manuel de Larra Churriguera, adjudicándose el asiento a los primeros que ofrecieron una rebaja del cinco por ciento, lo que se registró en escritura pública el 10 de julio de aquel año, según consta en el

300


protocolo del Escribano Mayor de Rentas de S.M. de la ciudad de Salamanca121, y en el que aparecen las firmas del marqués de Arellano, de Pedro Moreau y de José Antonio de León y Luna.122 y colocada la primera piedra el 1 de mayo anterior en la forma ya relatada, Moreau se dedicó plenamente a la edificación de la nueva fortaleza, en la que trabajó, en una primera etapa que llega hasta muy avanzado el año 1740. Sus principales construcciones fueron las cortinas, baluartes, revellines y cisternas. A finales de este período encontramos la intervención y colaboración de los más destacados ingenieros militares de la época como iremos viendo a lo largo de estas líneas. Con Moreau colaboró activamente en todo momento el ingeniero Pedro Bordán, al que en 1757 dejó aquél como sucesor suyo al frente de las obras del fuerte. Los primeros asentistas fueron, como digo en el párrafo anterior. Gabriel Puig y Valentín de Medina, quienes por incumplimiento de las cláusulas del contrato, fueron reducidos poco después a la cárcel. Entonces se presentó de nuevo - 1 de noviembre de 1736 - para alcanzar esta designación de maestro de obras de la fortificación que se estaba levantando el maestro arquitecto Manuel de 121 Creemos que Manzano-Monís tiene confusión en cuanto al nombre del notario, pues primero le llama José y luego Juan (ver artículo citado, pp. 235 y 248 nota 106). Creo que en realidad se trata de Manuel Antonio de Aineto. 122 A.H.P.S.- León y Luna era el contador de la provincia.

301


Larra

Churriguera,

quien

ya

había

realizado

varias

obras

arquitectónicas en la provincia de Salamanca (iglesia de La Alberca y convento de las Descalzas en Ciudad Rodrigo, por ejemplo), quien hizo una mejora del "zinco por ziento por asiento en favor de la Real Hacienda" y ofreciendo dar "Doce mil Ducados para seguridad de mi obligacion a satisfazion de dicho Sr. Intendente"; esta especie de fianza la señaló Arellano, y la tuvo que buscar Larra, encontrando como fiadores al presbítero de Ciudad Rodrigo Juan García Camisón, por los primeros cinco mil ducados, y los vecinos de Salamanca José Narciso Alvarez y Juan López Sopuerta por los siete mil restantes, por lo que hasta el 12 de febrero de 1737, no se firmó ante el escribano la correspondiente escritura (aparece en ella la firma de Francisca Tamayo, esposa de José López Sopuerta)123 El desconcierto que se produjo en la Corte a consecuencia de la inesperada muerte de José Patiño, el hombre que durante años había dirigido con firmeza y acierto todos los campos del poder y de la administración del Estado y la desaparición de Madrid de José del Campillo, que había sido el "alter ego" y el primer y principal secretario general del fallecido, repercutió de manera importante en la construcción del Fuerte, como también lo hizo con el restablecimiento 123 Para todo lo relativo a la adjudicación de los asiento de esta obra a que me refiero en los párrafos anteriores ver A.H.P.S. Protocolo del Escribano Aineto, y Manzano-Monís, articulo citado.

302


del lugar de Aldea del Obispo y con el resurgimiento demográfico y económico de toda la comarca. Había desaparecido el hombre que, de forma coherente con su política de potenciar la fuerza y la seguridad de la nación, había decidido, apoyando e impulsando en todos los niveles la construcción de una vigorosa fortaleza en aquel espacio de nuestra frontera, desprovisto de protección poliorcética, y cuya decisión de ejecutarla, que nunca puede considerarse como el capricho de un poderoso, había sido capaz de orillar todas las dificultades y objeciones que se habían esgrimido en contra del proyecto. Y en el ministerio real que quedó compuesto, ante la defección de Campillo, Sebastián de la Quadra luego marqués de Villarias- ocupó la secretaría de Estado; el marqués de Torrenueva, la de Hacienda; el duque de Montemar, la de Guerra, y Francisco Vara, la de Marina e Indias124. Todo lo relacionado con el establecimiento del nuevo Fuerte de la Concepción pasó a depender, como secretario de Guerra que era, del duque de Montemar, José Carrillo de Albornoz. De la documentación encontrada relativa a sus años de ministro no se desprende, ni mucho menos, que fuera contrario a la construcción de la fortaleza, pero le faltaba el convencimiento de su necesidad que

pág.

124 Almirante, José: "Bosquejo de la Historia Militar de España", tomo IV, 139.

303


tenía Patiño y el entusiasmo de éste por su realización, y tampoco depositó en Pedro Moreau la confianza que le había expresado con sus actos el desaparecido político. Es posible que como consecuencia el ritmo de los trabajos del complejo recinto militar que se levantaba en las inmediaciones de Aldea del Obispo y de todo lo relacionado con su entorno, sufriera un descenso, al que no fue ajena la serie de consultas que Montemar hizo a diversos ingenieros militares a los que solicitaba sus opiniones y sus soluciones para las tareas que se iban sucediendo. Me confirma esta idea el hecho de que el 18 de octubre de 1738125, el gobernador del fuerte, Manuel Moscoso, se dirigió al Ministro reiterando otra de 12 de junio de 1737, en las que exponía sus ideas sobre las letrinas y solicitaba que se dieran órdenes al ingeniero director Juan de la Ferriere, que se hallaba en aquel lugar, para que emitiera su opinión sobre ello, pedía también la terminación del camino cubierto al reducto de San José y expresaba la conveniencia de levantar un reducto en la altura del cerro de la Cruz. Como se desprende de este escrito, se había mandado, sin dejar de lado a Moreau, para que interviniera en las tareas de la construcción a otro ingeniero, La Ferriere, quien se hallaba en Ciudad Rodrigo - y que a juzgar por los documentos debía gozar de un alto grado de reconocimiento de su capacidad profesional -, con las misiones, al 125 A.G.S.- GM., leg. 3638.

304


parecer, de inspeccionar y realizar una auditoría de la actuación de Pedro Moreau, tanto en el campo técnico como en el económico. La Ferriere envió un informe al ministro el 16 de noviembre de 1738126 en el que se refería a los costes pagados - que debían ser el motivo de alguna queja del asentista - y de lo que quedaba por hacer, en especial en aquellas partes que habrían de ejecutarse con ladrillos, y al que unía un presupuesto, firmado el 14 de aquel mes, con el importe de lo que costaría esto, y que calcula en total en 1.860.164 reales de vellón y cinco maravedises (sic). Las relaciones de Pedro Moreau con el asentista Manuel de Larra no debían atravesar un momento de sincera colaboración a juzgar por el hecho de que éste remitió una queja contra el director de las obras a Ramón de Larumbe, comisario de Guerra de las obras del fuerte, de la que este último le acusa recibo el 18 de enero de 1739, en la que defendía la actuación de Moreau y le decía, como se ve por el documento unido, que en la misma fecha remitía la del asentista al ingeniero Padro Bordán. El duque de Montemar había recibido el informe de La Ferriere y, además, carta de Manuel de Larra de 19 de enero de 1739 que transcribo: "... Habiendome restituido a este Rl Fuerte desde la

126 A.G.S.- GM., leg. 3638.

305


Plaza

de

Ziud

Rodrigo,

el

día

29

deel

pasado,

pase

inmediatamente â reconocer las disposiciones qe. ocurrian en los travajos de esta Rl ôbra, los q.e encontre tan diminuttos en dispossizion, qe todos los ôperarios seme lamentavan de la falta de determinacion detravajos porlo qe lomas delos operarios se hallaban sin travajar, con cuio motivo recurri con un papel âl Comisario de Guerra Don Ramon Larumbe, paraqe mediante lostrabajos qe. señaladamente pedia por escripto, Planos, y Perfiles, qe egecute: resolbieran trabajos: y haviemdoselo hecho saver alos Yngenieros qe. aqui residen, respondieron: qe. ellos por si no podian resolver nada, con cuio motivo recurrio dicho Comisario al Director, quien sehalla en Ziud. Ro., con mi papel, Planos, y Perfiles, enqe proponia ademas depedir travajos señalados, algunas dificultades qese me ôfrecen sobre el zerramiento delas bobedas que componen el Cañon de la entrada dela Puerta prinzipal deeste Fuerte, como asimismo como qeteniendo los canteros lavrado un Arco, ômedio Cañon decanteria para laprimer distanzia, ôtransito que se sigue ala entrada de dicha Puerta prinzipal, elqe habiendo lo reparado es ympracticable elqe puedan abrir las Puertas condicho corte sin tropezarse enel, por lo que sehaze preziso zerrarle con una Bobeda de Lunetas, para que vajo delaforma de su costado, pueda

306


doblar, y abrir la Puerta enteramente con libertad todo lo que represente, y hizepatente en mi papel, Planos, y Perfiles quepuse en manos de dicho Comisario; quien haviendolos remitido adho Director, qe los debolbio sindar mas razon qela deqe nezesitaba de seis, ôsiete dias para la resoluzion detodos y habiendo pedido yo esto en el Dia Zinco del Corriente; y repetido otro en el dia nuebe, y habiendose pasado mas de los siete Dias, no he tenido respuesta de dho. Director de loqe se hade egecutar, siendo asi queestas resoluziones de travajos, y mas las qe. penden decanteria enqe es nezesario disponerlas contiempo mui antizipado, prel mucho qesenezesita para su arranqe, transporte, y labra esnezesario darlas mui de ante mano, para qeno hagan falta asu tiempo, y temiendome deqe nos falte â su correspondiente, como mui ami costa tengo experimentado entodas las retardadas Disposiziones deeste Director, recurro a Vuecencia con el adjunto Plano, y Perfiles de dicha Portada Principal, ytoda su obra, para qe. mediante el estado enqe sehalla, qeesla elevacion de sus Ympos tas qeestan al arranqe delos Arcos, yeleccion de Bobedas, lo mande Vuecenzia reconozer, ver si segun su Disposicion serrara todo vien enla conformidad que demuestran sus Perfiles, oseme diga enlaforma que lodeva proseguir, y obserbar, para egecutar lo; sirviendose Vuecenzia demandar reparar enel modo como hande

307


jugar laspuertas prinzipales, para qeseme advierta loqe deba practicar, pues de zerrar su transito con el medio cañon que esta labrado, se haze ympracticabke el uso de las Puertas, como sepuede ver en los perfiles que remitocon toda su explicacion, deqe quedo aguardando la resoluzion de VE. para egecutar lo qese

me mandare y en el ynter me repito alas ordenes de VE-

Deseando que No. Señor G. a V. en su maior Grandeza. Aldea de el Obispo y

Henero 19 de 1739. Exmo. S. Bo. l. ps. dvexca. Su

mas RendidoCriado. Manuel de Larra"127. El día 4 de febrero Moreau escribió a Montemar; en esta carta le refutaba ya las acusaciones que había hecho Larra. No obstante, Montemar, con la información sobre esta incriminación en su poder, debió pedir aclaraciones a Moreau el 13 de febrero y darle instrucciones sobre la forma de remediar algunas de las deficiencias denunciadas, pues así se desprende de la carta del ingeniero al Ministro de 21 del indicado mes128, y en la que informa que no se podían emplear más operarios que los que se han ocupado durante el invierno y trabajaban en aquel momento, pues tanto los de sillería, como de mampostería y excavaciones estaban contratados a destajo por lo que ellos mismos se preocupaban por su propio interés de 127 Recogida por F. Rodríguez de Flor, obra citada, pp- 135-136. 128 A.G.S.- GM., leg. 3638.

308


adelantar lo más posible, añadiendo en cuanto los últimos que sólo quedaban por remover las tierras de la explanada del reducto donde no se necesitaban más que las que debían constituir la de la izquierda, pues las que faltaban en el interior de la fortaleza no se debían excavar hasta que no fueran rematados los parapetos; también afirmaba que los fabricantes de cal por su personal beneficio no perdían un momento en tenerla a punto; también hacía mención a la petición del asentista de que se empleasen forzados para los trabajos del fuerte, lo que rechazaba por estimar que su trabajo lo podían hacer en mejores condiciones los muchos voluntarios que para la labor existen en la zona. Las razones esgrimidas por Moreau están corroboradas por el Comisario Larumbe en la carta que dos días después, el 23129, remitió al Secretario en la que se manifiesta en el mismo sentido, y en la que dice al Ministro que la queja del asentista "... pareciendome regular la passè con papel de ôficio el mismo

día (24 de enero

de 1739), al Yngeniero extraordinaro Dn. Pedro Bordan (por estar en Ciudad Rodrigo el director) para que me dijesse lo que le parecia, y en 25, me respondio, que no siendo de la ynspeccion De ningun assentista el dirijir una ôbra. tampoco lo es, saber la gente que se necesita para los trabajos, pero que lo escribia âl Director, 129 A.G.S.- GM., leg. 3638. (04.05)

309


para que si hallaba â proposito aumentar la gente en las escabaciones; Yen otro papel de 31, me dize abisarle el director, no tiene por combeniente se

hagan benir Peones forzados,

por no haber faltado nunca voluntarios en tiempo de Ynvierno, ..."

y termina su informe recogiendo la opinión de Moreau, que ya

hemos visto, sobre lo que quedaba por hacer en las excavaciones y lo que faltaba en las explanadas.

Todavía encontramos una carta

sobre este asunto de Juan de la Ferriere a Pedro Moreau, fechada el 20 de marzo 130en Badajoz, en la que le da su opinión sobre el número de obreros que podrían emplearse en las excavaciones. Poco después la edificación del fuerte iba entrar en una nueva fase con la designación para su dirección del ingeniero Juan Bernardo de Frosne131, cuyo nombramiento no he podido hallar pero existe una clara referencia a este nombramiento en las páginas dedicadas a este ingeniero en la Colección Aparici, que quedan señaladas en la nota anterior, y en la que se dice: "En enero ó febº.

130 A.G.M.- GM., leg. 3638 131 Frosne, Juan Bernardo de.- Ingeniero militar español. Sus frecuentes peticiones de licencia para pasar a Francia no eran del agrado del marqués de Verboom. En 1733 era ingeniero en jefe con mando de la Costa de Granada. Destinado a la dirección de las obras del Fuerte de La Concepción en 1739, su permanencia en el destino fue de corta duración, pues el 7 de diciembre de 1741 se le concedió licencia de seis meses para pasar una vez más a Francia y se le destinó a Guipúzcoa con residencia en San Sebastián. Ascendió a brigadier y murió antes de marzo de 1752.

310


del 39, hallandose en Madrid con su hijo D. Carlos, tambien Ingº, de paso a Castilla, con destino ambos a las obras del Fuerte de la Concepción,..." por lo que ya debía estar al frente de las obras el 2 de abril de 1739, pues en esta fecha el duque de Montemar ordenaba a Moreau que pasara a Frosne los documentos que le enviaba junto con toda la documentación relativa a la construcción de la fortaleza. Manzano-Monís132 dice que fue el 15 de marzo de 1740 cuando llegó Frosne para sustituir a Moreau, en lo que estimo que hay un error sobre años, pues éste debió ser el anterior. El mismo autor nos dice: "Viéndose sin destino escribió ( Moreau ) a D. José del Campillo, el cual le contestó, de manera un tanto extraña, porque venía a dejar sin destino a Frosne. Esta carta de Campillo. Esta carta de Campillo, que debía ser entonces -lugarteniente del Infante D. Felipe y Secreatrio de Villarias, contradice de manera evidente las órdenes que se ven escritas en los tomos 56 y 57 del Servicio Histórico Militar133 Los párrafos que anteceden nos muestran que este nombramiento estuvo rodeado de unas extrañas circunstancias pues Moreau siguió dirigiendo los trabajos, o al menos algunas tareas puntuales en todo lo que quedaba de aquel año y hasta finales de 132 Manzano.-Monis. Ibidem, p. 214. 133 IHCM.- Colección Aparici, tomos 56 y 57.

311


1741; por otra parte, en este corto y raro período que duró la dirección de Frosne, y en todos los siguientes hasta que Ensenada decidió en 1747 su continuación y terminación más parece que se tendiera a hacer abortar su implantación que a llevarla a efecto, ya que casi nada se realizó en toda aquella etapa, como se desprende claramente del informe que, años más tarde, con motivo de una reorganización de mandos y funciones, remitió Moreau el 21 de octubre de 1747 al marqués de la Ensenada. De todas formas, encontramos en la documentación conservada que desde aquel momento el Secretario de Guerra se dirigió siempre a Frosne para todos los asuntos relativos a La Concepción. Así encontramos el siguiente escrito, que dirige a éste el 1 de octubre de 1739134 el duque de Montemar:

"Necesitando

tener luego presente un Mapa del fuerte de la Concepción en que se demuestre a 400'. toesas de distancia en circulo el terreno bien detallado, principalmente del Cerrito dela Cruz, segun y como Dn. Juan de la Ferriere hallandose en el referido fuerte encargó a Dn. Pedro Moreau y asi mismo unos Perfiles del tereno actual en todo el frente que mira al Lugar de Aldea del Obispo, y otro en el Reducto de Sn. Joseph azia la misma parte, y del Angulo saliente

134 A.G.S.- GM., leg. 3638.

(04.18)

312


dela Yzquierda de ese Reducto; encargo a VS. disponga luego su formacion pasandolo con toda brevedad a mis manos." El mismo día135 Montemar daba noticias a la Real Junta de Fortificaciones de haber expedido estas órdenes y le decía que le pasaría la contestación de Frosne tan pronto el Rey las hubiera visto, así como todo lo relativo al estado actual de las obras y nota de las que se estaban realizando (este escrito se refiere tanto a las obras que se estaban ejecutando en La Concepción como en Badajoz). Volviendo al escrito de Manuel Moscoso de 13 de octubre de 1738, se ve que uno de los problemas que entonces afectaba a la edificación del fuerte era la construcción y ubicación de las letrinas y de sus diversos elementos. El gobernador pedía "... que los lugares comunes que se hazen en lo Interior de este fuerte tubiessen sus desagues fuera del; ...". Montemar encargó la resolución de esta cuestión al ingeniero La Ferriere, y durante varios meses se sucedieron las comunicaciones entre estos personajes136 y se realizó una consulta a Ignacio de Sala. Del estudio de esta correspondencia se

135 A.G.S.- GM., leg. 3638.

(04.19)

136 A.G.S.- GM., leg. 3638. Cartas de La Ferriere al Duque de Montemar de 11 de noviembre de 1738, y de 27 de febrero y 24 de abril de 1739; de Montemar a Juan de la Ferriere de 6 de marzo y 2 de mayo de 1739; del duque a Pedro Moreau de 2 y 13 de abril de 1739, y de Pedro Moreau al duque de Montemar de 4 de abril y 12 de mayo de este año.

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desprende que la idea inicial de Moreau era de colocar las balsas o cajas para los residuos en el patio de armas, pues La Ferriere dice en 11 de noviembre de 1738; "...Devo decir, que por lo perteneziente al primer punto (las letrinas) me parese que siendo esta fortificazn. muy reducida, causara mal olor como la experiencia lo á acreditado en barias partes si la boveda de la secreta detiene estancada la Ynmundisia, y que por dho. fuerte se aya de sacar fuera; por lo que era mas azertado tengan su curso al foso ...". Más tarde, el 27 de febrero de 1739, La Ferriere le dice al duque que ha enviado a Moreau carta sobre este asunto pero que ha omitido decirle que las cajas se practiquen en el foso y no en la plaza de armas, pero la cosa no debió de quedar muy clara, pues el ministro le ordena consultar con Ignacio de Sala137. La consulta a éste y su repuesta debieron ocupar el mes de marzo y el 2 de abril el Secretario envió a Moreau el proyecto con orden de que lo pasara, con toda la

137 Salas, Ignacio de.- Fue uno de los mejores ingenieros militares de aquellos momentos, como lo acreditaban sus trabajos en la zona de Sevilla-CádizCeuta y Badajoz, en especial la construcción de las instalaciones de San Fernando y del arsenal de La Carrcaac. Fue pospuestos a la sucesión de Verboom como Ingeniero general - en favor del marqués de Pozoblanco - , y también a la muerte de este último. Por Reales despachos de 10 y 23 de noviembre de 1748 fue nombrado, con el grado de teniente general como gobernador general de la plaza y provincia de Xartagebna de Indias, en la cual reformó y modernizó las defensas de Bocachica y levantó las de Bocagrande; en 1752 se agregó a su demarcación la plaza de Portobelo. Regresó a la Península en 1753, y falleció en Madrid el 18 de octubre de 1754, cuando el rey había ordenado concederle la Comandancia General del Cuerpo de Ingenieros. Fue un notable tratadista. y publicó en 1743 la obra de Vauban "Tratado de la defensa de las plazas" (ver nuestra nota 51)

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documentación relativa al fuerte a Juan Bernardo de Frosne. Aunque Moreau propuso construir las balsas del foso abiertas, esta idea no fue aprobada por Montemar que ordenó realizarlas cerradas y con tapa de piedra para su limpieza. El 24 de abril La Ferriere (que al parecer se encontraba en Barcelona) envió a Montemar el nuevo plano y proyecto para la construcción de las letrinas, que fue aprobado por éste según le comunicaba el 2 de mayo, por lo que lo había enviado a Moreau para su ejecución. Quedaron así los lugares comunes, de acuerdo con lo recomendado por Sala, en la forma en que han llegado, bastante arruinados, hasta nosotros: los evacuatorios sobre las cortinas, con proyección hacia el exterior, y con su conducción hacia las balsas fabricadas en los fosos. También se debió dejar zanjado el asunto del camino cubierto que une a la fortaleza con el fortín de San José, el cual quedó en la forma en que ha seguido hasta nuestros días, dotado de banqueta para tiradores, pero acaso sin los cuarteles para la caballería en mitad de su recorrido que debieron levantarse en fecha algo posterior. En cuanto al reducto que se pedía para ser levantado al norte del Fuerte, en el cerrillo de la Cruz, nunca fue levantado y creo que no llegó siquiera a estudiarse la posibilidad de erigirlo.

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En los meses iniciales de 1740 se suscitó también una importante controversia sobre la fábrica de la puerta principal de la fortaleza. Nos dice Rodríguez de la Flor138: "La Puerta Principal de la Plaza de Armas de La Concepción, a la que desde un principio, y por expresa decisión del Consejo de Guerra, le está encomendada la representación misma de la decisión del Estado en rearmar y proteger los dominios amenazados de su

soberanía, es uno de los puntos

centrales, en torno al cual gira el largo proceso constructivo que sigue La Concepción." La tarea para conocer a quien se debe el proyecto de esta puerta y su realización, ha tenido sus frutos en el encuentro de varios documentos, incluidos planos y diseños, relativos a la misma, que se hallan depositados en el Archivo General de Simancas y en el Servicio Histórico Militar. Contamos con un documento, firmado por Pedro Moreau el 1 de octubre de 1737139,que se encuentra en Simancas, donde aparece el perfil del puente estable "que pasa sobre la linea G..H.," y el "que pasa sobre la linea A.B.C.D.E.F.,", según se puede ver en la reproducción que se ofrece aquí, al que debió unir el

138 Rodriguez de la Flor: Obra citada, p. 127. 139 A.G.S.

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diseño de la fachada que también se encuentra en Simancas y que igualmente se reproduce. No sé si Moreau introdujo luego alguna modificación a este proyecto, pero hemos podido leer en la carta de Manuel de Larra al Secretario de Guerra de 19 de enero de 1739 que el asentista denuncia defectos importante en la hechura de los materiales que se estaban labrando para llevarla a realidad por efecto del deficiente diseño de los perfiles, y que debió acompañar del "Plano y Perfiles de la Puerta Principal y Entrada del Rl. Fuerte de la Concepción", que se conserva en el actual Instituto de Historia y Cultura Militar (antes Servicio Histórico Militar), en Madrid. El duque de Montemar atendió este problema y para darle cumplida solución remitió la documentación que había llegado a sus manos a Juan de la Ferriere, como acostumbraba, quien contestó desde Badajoz el 20 de marzo de 1739140 en carta que copiamos a continuación en lo referente a este tema: "En Carta de 6 de este mes me remite V.E. una del Asentista de las obras del fuerte dela Concecpcion D. Manuel de Larra, de 13 de Henero proximo pasado, Dos del Ing.Pedro Moreau de 4, y 21 de febrero, asi mismo proximo pasado, y otra de Dn. Ramon del Arumbe de 23 del mismo mes; Y me ordena V.E. que en la

140 A.G.S.- GM., leg. 3638. (04.07)

317


inteligencia de todas ellas prevenga al referido Moreau lo q. tubiere por combeniente, y havisar a V.E. lo que se me ofrecieses debolviendo dhos. papeles, lo que executo, deviendo al mismo tiempo exponer a V.E. haver examinado con toda reflecsion las referidas Cartas, como el plano dela puerta prinl., que del citado fuerte remitio a V.E. el mencionado Asentista y lo que Sobre ella responde Moreau, el que tambien pasó amanos de V.E., su idea de la forma que se devia practicar, sobre lo que devo decir que lo que propone el primero, seria, mas vistoso, y uniforme a todo lo demas de dha. puerta, pero tengo por mas seguro, y solido, lo propuesto por el citado Moreau, respecto a lo indeble de los Batientes y montantes de la puerta por lo que he executado el plano con sus perfiles, que adjunto remito, advirtiendo q. encma del Capialzado, sera conveniente formar un arco de ladrillo o rejuela, para descanso del peso q. le Carga el mazizo de la re ferida puerta, en la forma, que se reconocera en el perfil, que es a mi Sentir todo lo que se puede praticar, por hallarse ya elevada los lados dha. puerta, y haverla encontrado quasi en aquel estado quando llegue al mencionado fuerte, que deno se hubiera podido corregir en ella alguna Cosa, lo que no es de entidad a la firmeza de ella, y haviendo manifestado esto mismo a Dn. Ignacio Sala, se conforma âlo que va expresado en este plano, sobre lo que V.E. se servira mandar, lo que fuese de su mayor agrado."

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El Ministro dio su aprobación a lo que proponía La Ferriere y así se lo hacía saber en su carta de 27 de aquel mes, en la que le decía que lo pasaba, como efectuó ese mismo día, a Pedro Moreau para su realización. En el acuse de recibo de éste al duque le manifestaba su conformidad y su pronta puesta en ejecución. Tanto Rodríguez de la Flor141 como Manuel Manzano Monís142, son de la opinión de que la portada principal que da entrada a la plaza de armas es hechura de Manuel de Larra; sin embargo, por el estudio de la documentación que he reseñado más arriba y a la vista de la fábrica, aunque arruinada, de la fortaleza, me inclino a creer que fue levantada de acuerdo con los planos y perfiles de Moreau con las modificaciones introducidas por La Ferriere, y que el relativo alejamiento de aquél de la dirección entre 1740 y 1747 permitió, acaso, a Larra introducir algunas variantes y dejar plasmada en ella su visión particular. Hemos de tener en cuenta que la puerta de una fortaleza de este tipo no es sólo el hueco que da paso entre el exterior y el interior, si no que debe atenderse a conseguir su necesaria resistencia a los posibles ataques de frente, para lo cual ha de dotársele de los elementos de separación del entorno (puente estable y

141 Rodríguez de la Flor, F.- Obra citada, pp. 134-138. 142 Manzano-Monís, Manuel: "El Mariscal de Campo D. Pedro Moreau y el Fuerte de la Concepción".- ACADEMIA, núm. 52.- 01.09.1981. P. 235.

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levadizo); robustez, vigor y manejabilidad de los batientes que no sólo debían cerrar los vanos, en este caso superior e inferior - sino servir además de plataformas para el puente levadizo, por donde debían entrar, entre otros elementos, los carros cargados de armas, municiones, víveres y materiales; solidez, a prueba de bombas, de sus bóvedas y mamparos;... y había que dotarla de cuerpos de guardia, armería, calabozos y, en La Concepción, se iba a colocar en o sobre ella la casa del gobernador; todo lo cual requería asimismo construir escaleras de caracol para acceso entre plantas y obstáculos para incomunicarlas entre sí en caso necesario. En todos estas diversas partes es donde puede observarse las diferentes ideas que inspiraron su realización. Hay asimismo en el Archivo de Simancas un documento por el que se advierte que también la construcción de las cisternas del fuerte fueron objeto de consulta hecha el 10 de abril de 1737 por el duque de Montemar al ingeniero La Ferriere, que éste evacua desde Badajoz con fecha el 17 de dicho mes, en un escrito en el que dice que su propuesta para que usen tejuelas para la construcción de las cisternas se limita a considerarlas indicadas para realizar sus bóvedas en las que será excusado "tomar las juntas con sulaque" y que éste material sólo se debería usar en las juntas de las paredes de los lados hasta la altura en que se prevea que puede alcanzar el agua y también

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en el piso "cuias dos partes deveran ser de piedra labrada en rustico en sus caras y en fino las referidas juntas". Opinaba que no era adecuado para aquella obra el ladrillo que se elaboraba en el paraje; en todo caso éste habría de ser especial y fabricado a propósito si se le quería emplear, pero creía esto "excusado" por ser de buena calidad la piedra de sillería que existía en la comarca, y sobre todo porque el terreno donde habrían de colocarse las cisternas era de pizarra arcillosa capaz de retener el agua como lo había demostrado la experiencia. El Ministro le contestó el 24 siguiente comunicándole su aprobación y su remisión a Moreau. Como no he encontrado otros documentos sobre este asunto y por el aspecto que hoy presentan sus restos bastante bien conservados, es de suponer que Moreau encontró acordes a sus propias ideas las recomendaciones de La Ferriere y que se construyeron las cisternas atendiendo, en lo que procedía, a las recomendaciones de éste. Además, esta documentación nos da a conocer los materiales que se emplearon en cada una de sus partes, así como la calidad que se les suponía De los documentos encontrados parece desprenderse una extraña circunstancia, para mí inexplicable; la de que en esos años de 1739 y 1741 existe al frente del fuerte de La Concepción y de las obras que se están realizando para su construcción, una dualidad de mandos o dirección, ya que por una parte las comunicaciones del

321


Secretario de Guerra, duque de Montemar, van todas dirigidas a Juan Bernardo de Frosne, y éste remite todos los informes y planos relativos al momento de la edificación, y por otro Pedro Moreau elevó propuestas al mismo duque de Montemar en la que pide su aprobación para realizar determinadas instalaciones. Así, tenemos un escrito del duque a Frosne143 de 1 de octubre de 1739, en el que se le ordena que se levanten y se le envíen planos y perfiles del contorno del Fuerte y especialmente del cerro de la Cruz "...en que se demuestre a 400. toesas de distamcia en circuito el terreno bien detallado, principalmente el Cerrito dela Cruz, segun y como Dn.Juan de Laferiere hallandose en el referid fuerte encargó a D. Pedro Moreau y asi mismo unos Perfiles del terreno actual en todo el frente que mira al Lugar de Aldea del Obispo, y otros en el Reducto de SnJoseph azia la misma parte, y del Angulo Saliente de la Izquierda de este Reduxto; ...",

de

lo que el Secretario dio noticias el mismo día a la Real Junta de Fortificaciones. También en el mes de diciembre, el día 26, Frosne propuso al Ministro edificar sobre las cuatro cortinas cuarteles para 100 hombres cada uno, ampliables luego a 174 (es este un curioso

143 A.G.S.- GM., leg. 3638.

(04.18)

322


escrito en el ingeniero mezcla párrafos en lengua francesa). Sobre esta solicitud, Montemar pidió parecer a Diego de Bordick, quien opinaba el 5 de enero de 1740 en contra del proyecto, y en el mismo sentido informaba la Real Junta de Fortificaciones (que debía estar presidida por Juan de La Ferriere) con fecha 12 de aquel mes, por lo que el duque desestimó la petición en comunicación que el 16 del mismo dirigió al ingeniero director. Pero ante mí tengo unos pliegos, escritos de puño y letra de Pedro Moreau, firmados por éste en Ciudad Rodrigo el 23 de julio de 1740 y dirigidos al duque de Montemar, que me hacen pensar en la extraña situación a que aludí un poco antes. Responde Moreau a una petición del Ministro de 5 de dicho mes - hecha a Moreau y no a Frosne - en la que le informa sobre la construcción de una edificación para cuarteles de la caballería, previsto por José Patiño, y tratado con Juan de La Ferriere, por lo que estimó siempre que estaría en poder del Secretario; pero al comprender que no era así, proponía que los indicados cuarteles fueran colocados a los lados de la comunicación entre el fuerte y el reducto, capaces para cien jinetes y sus monturas, para lo que enviaba la documentación necesaria. El 20 de agosto informaba Juan de La Ferriere al Secretario desde Barcelona. Y se mostraba totalmente contrario a la idea e incluso a la de incluir caballería en la guarnición del fuerte, entre otras razones por carecerse

323


de agua en la fortaleza para ellos; expresaba su opinión de que en caso de estimarse aconsejable tener a los jinetes en la proximidad deberían estar alojados en Aldea del Obispo y si se creía que podrían ser necesarios en tiempos de guerra aconsejaba que se levantase un reducto, preparado para alojarlos - en el que habría que construir un pozo -, en el cerrito de la Cruz. Parece ser que la solución a esta necesidad no debió ser decidida entonces y quedó pendiente hasta que durante el tiempo en que Antonio de Gaver dirigió la edificación se procedió a su erección en el lugar elegido por Moreau, a uno y otro lado del camino cubierto que une al Fuerte con el reducto y a media distancia, pero con otro diseño como se ve en las ruinas que aún se conservan del Fuerte144 y en el plano de Francisco Codony. Parece ser que a partir 1740 las obras del Real Fuerte de La Concepción se suspendieron o al menos sólo se realizó aquello que ya estaba aprobado y presupuestado y lo necesario para mantener lo construido y evitar su degradación, aunque esto no se consiguiera en forma total. Pedro Moreau quedaría en Aldea del Obispo o Ciudad Rodrigo al frente de estas pequeñas actuaciones, y Juan Bernardo de Frosne ejercería como director de la frontera de Castilla, aunque sólo duró esta situación hasta diciembre de 1741. La actividad, en forma

A.G.S.,

144 Todas las refencias para estos dos ultimos párrafos corresponden al GM., leg. 3638.

324


verdaderamente eficaz, no se reanudó hasta 1747, según se desprende de una liquidación de su costo, de 1759, que se encuentra en el Archivo de Simancas, y que presento al final de este capítulo. Dos documentos más he encontrado todavía en Simancas referidos a este período. Ambos son de 1741; el primero, fechado en Aranjuez el 22 de mayo de aquel año, es una orden de Montemar en la que ordena a Juan Bernardo de Frosne que se le envíe un estado del gasto que originaría la conclusión de la edificación del Real Fuerte145. El segundo es, claro está, este estado, remitido por Frosne al duque desde Salamanca el 3 de junio siguiente146, en el que detalla los materiales que se necesitarían y algunas de las obras que habría que realizar, todo lo cual valora en un millón quinientos mil reales de vellón. En diciembre de 1741 Juan Bernardo de Frosne abandonó, como ha dicho, Ciudad Rodrigo en uso de una licencia de seis meses para trasladarse a París y poco después fue destinado a Guipúzcoa, con residencia en San Sebastián. Quedó Pedro Moreau como director de las obras de La Concepción y, además, según todos los indicios, como Ingeniero Director de la Frontera de Castilla. Esta duplicidad de

145 A.G.S.- GM., leg.3638. 146 Ibidem.

325

(04.28)


misiones y la política de desinterés por la edificación de la fortaleza, hizo que Moreau acaso se desentendiera un poco de las obras que quedaban pendientes en Aldea del Obispo, y soy de la opinión de que en este punto debió ejercer de director entre 1741 y 1747 el ingeniero Pedro Bordán, mano derecha y leal colaborador de Moreau, tanto hasta esa fecha como a partir de 1753. Un ominoso silencio archivístico cae desde ese momento sobre la construcción de La Concepción. Parece que ni Montemar ni mucho menos Campillo, en su breve etapa (1741-1743) al frente del gobierno de la Monarquía fueron partidarios de la edificación de la fortaleza ni sintieron la necesidad de defender aquella frontera y que se adolecía de falta de medios para realizarlo. Durante los seis ańos que transcurrieron hasta la decisión del marqués de la Ensenada en 1747 nada o casi nada fue realizado para adelantar la terminación del castillo, como expresaba Pedro Moreau en la relación que el 21 de octubre de 1747 remitió al marqués de la Ensenada: "... y remediar los dańos que han padecido dhas. obras en siete ańos que haze que están a las inclemenzias del tiempo"; y como se deduce al comparar lo que estaba hecho en 1740 y lo que se había llevado a cabo hasta que en 1747 volvió Moreau a encargarse de la dirección, de forma directa, cuando ya el marqués de la Ensenada llevaba cuatro ańos al frente del ministerio español.

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Vemos que no se precipitó el nuevo Secretario universal de la Monarquía en dar otra vez el impulso adecuado a la fortificación que estaba casi levantada en el Campo de Argańán, acaso debido a las diversas urgencias que la situación no sólo de nuestra Patria sino de toda Europa demandaban, y que sólo cuando estuvo bien asentado al frente del gobierno y su pensamiento político estuvo completamente acorde a lo que la orientación de los futuros acontecimientos parecían señalar, y aconsejado, quizá también, por sus excelentes asesores - no sólo los militares e ingenieros del ejército sino también otros hombres "Ilustrados" como, por ejemplo. los marinos Ulloa y Jorge Juan -, tomó decisiones relativas al Fuerte de La Concepción. Con su clara inteligencia, comprendió que la persona idónea para llevar a cabo las tareas necesarias para terminar la edificación era, sin género de dudas, su proyectista y principal constructor: el ingeniero brigadier Pedro Moreau, a quien dirigió, entre otras, una orden, el 9 de septiembre de 1747, que además nos indica que en esa fecha Moreau había vuelto a tomar en sus manos la dirección de las obras de La Concepción, aunque no sé exactamente la fecha en que la reasumió; la orden citada es la siguiente147: "Queriendo S.M. tener pnte. una Relación individual del estado en que se hallan las Obras del fuerte de la Concepción, y de lo que

falta

para ponerlo

147 A.G.S.-- GM, leg. 3638. (04.31)

327

en

su

entera


perfeccion con noticia de su importe y del orden de preferencia con que se deverá executarse, lo prevengo a V.S. pş. que dedicandose a su formazn. lo pase a mis manos con la brevedad que fuera posible. Fho. 9 Sepre 1747." El ingeniero acusaba recibo de esta orden al Ministro el 16 de aquel mes148, y le comunicaba que se ponía a ejecutarla, lo que hizo ciertamente remitiéndole el 21 de octubre149 dos relaciones: la primera con el detalle de la situación en que se hallaban las distintas partes que componían la fortaleza y de la preferencia que había de darse a las obras para su terminación; la segunda con el señalamiento detallado de lo que habría que realizar y con la valoración de los materiales y trabajos que se tendrían que emplear, y que hacían subir el presupuesto para realizarlo a la importante suma, para aquellas fechas, de 1.472.576 reales de vellón y 6 maravedíes. Las relaciones referidas nos dan un detallado informe del estado en que se hallaban las diferentes partes, y a la vez, por comparación con el que ya presentó en 1740 nos demuestran que nada o casi nada se había hecho en los siete ańos pasados desde la llegada 148 A.G.S.- GM., leg. 3638. (04.29) 149 A.G.S.- GM., leg. 3638. Estos documentos son tan interesantes que no resisto la idea de presentar una copia fotóstática entre los apéndices insertados al final de esta obra. Además, están caligrafiados personalmente por Pedro Moreau. (04.30)

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de Frosne. Vemos que los baluartes estaban levantados casi en su totalidad hasta el inicio de los parapetos, en especial el de la Reina y acaso sea el del Infante Don Felipe el más atrasado. En tres de las cortinas se encontraban formados diez cuarteles en cada una, y en la que une a los baluartes del Príncipe y del Infante se habían construidos nueve bóvedas, de las que siete estaban finalizadas y en condiciones de recibir el enlosado de la plataforma. En todas las cortinas se habían dejado, de forma provisional, unas brechas para la entrada de los materiales. Sólo se encontraba excavada la cisterna colocada bajo la cortina entre los baluartes del Rey y de la Reina. También se encontraba realizado el puente que iba hasta la puerta principal desde el revellín de su frente, menos, como es natural la parte que correspondía al tramo levadizo. La fachada de esta puerta estaba levantada hasta la misma altura que las cortinas y el hueco que había de recibir el escudo de armas de la Monarquía. Parece inferirse que los revellines se encontraban a mitad de su formación, que la contraescarpa se hallaba próxima a su terminación y que se había finalizado el camino cubierto, excepto su banqueta. Faltaba terminar la excavación del foso y se tenía que perfeccionar el glacis. Sobre el reducto de San José informaba que faltaba trabajar en proporción similar a lo que decía del fuerte y concluía expresando que no se había

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hecho nada en cuanto al reductillo de la comunicación e insistía en la necesidad de cuarteles para la caballería. En relación con las preferencias para su terminación manifiesta que se debía dar el primer lugar al frente entre los baluartes del Rey y de la Reina, tanto en estos como en la cortina y en el revellín; se daría el segundo, al frente entre los baluartes del Príncipe y el Infante, con los mismos elementos; y se asignaría el tercero al correspondiente al frente entre los de la Reina y el Infante, y el cuarto lugar, los del frente entre los del Rey y el Príncipe; el quinto puesto lo adjudicaba a la terminación del reducto de San José, y dejaba para el sexto los "Glacis, Reductillo, Quarteles de Cavalleria, y lo reserbado del Fuerte que son los Caminos Cubiertos, Traversas, excavaciones del foso, Plaza de Armas, Conductos de âguas de dho. Foso afuera del Glacis, la Perfeccion de este ...". De la recepción de estas relaciones dio cuente el marqués a Moreau en escrito de 1 de noviembre siguiente. La labor de Pedro Moreau en aquellos ańos debió ser muy intensa y eficaz, pero ante nuevas y perentorias exigencias de la defensa nacional y del adelanto que había experimentado la fábrica del Fuerte, Ensenada no dudó en enviarlo a Cádiz en 1749 - acaso motivado por la ausencia de Ignacio de Sala enviado como gobernador

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y director a Cartagena de Indias -, siendo relevado en La Concepción por el ingeniero Antonio de Gaver, cuya actuación fue muy positiva en orden a la edificación del Fuerte. Son muy interesantes y valiosos desde el punto de vista documental los informes, relaciones y cálculo de costos para la terminación del Fuerte de La Concepción que Gaver envió al marqués de la Ensenada, en especial los que le remitió firmados el 1 de abril de 1751150, por cuya lectura podemos conocer el estado en que se hallaba la fortaleza, el gran acierto y buena delineación del proyecto y la calidad de lo que se había construido. Este ingeniero estuvo al frente de las obras de la fortificación, a las que dio un gran impulso, hasta el ańo 1753, y a él se debe con toda seguridad la erección de los cuarteles para la caballería en la comunicación entre el Fuerte y el reducto de San José, situados a mitad de distancia y a ambos lados del camino cubierto, pues aunque hoy sólo quedan vestigios de la mitad que está a Levante, debieron edificarse ambas partes, pues sería inexplicable que se levantara la mitad del lado por donde no se esperaba que fuera normal un ataque y que se dejara sin hacer aquella del costado por el que habían de irrumpir las acometidas de las tropas procedentes del país vecino. 150 A.G.S.- GM., leg. 3638 y S.H.M., Sign. 3-2-2-1. Considero que la importancia de los documentos a que me refiero es tanta que se presenta una copia de los mismos en los apéndice de este obra. (04.42) 331


El marqués de la Ensenada debió considerar que no era natural que las obras del Fuerte de La Concepción se prolongaran durante tanto tiempo y tomó la decisión de enviar de nuevo a Moreau, según una nota del Consejo de Guerra151, para que las terminara. Este se encontraba entonces en Zamora, donde estaba ocupado en asuntos y obras de la frontera de Castilla, y se incorporó inmediatamente dando principio a la última fase de la edificación. El director, Pedro Moreau, presentó el 5 de febrero de 1757 un estado en el se informaba de lo que se había realizado desde primeros de abril de 1751, hasta el 9 de diciembre de 1756, con su valoración, cuyo gasto ascendía, según sus cálculos, a 1.053.634 reales de vellón. Moreau consideraba terminada la edificación de la fortaleza en 1759, como parece desprenderse de todos los documentos que me ha sido posible consultar. En el ya tan repetido Archivo General de Simancas 152 se encuentra un pequeño escrito (debe ser una nota del Consejo de Guerra) cuya copia es la siguiente:

151. 152 A.G.S.- GM., leg. 3638.

332


Fuerte de la Concepción. Gastado desde 1ş. Mayo de 1736 que se principio asta fin de 1752 proximame. 3.434.000 Desde 1753 asta fin de 1759 liquidos

2.373.093

Regulacion de lo que costaría todavia 3.199.535

----------9.006.628 Tanteo que se hizo de su costo

2.104.860

----------Diferencia

6.901.768 ===========

El Ingeniero que hizo el Tanteo fue Dn Pedro Moreau, que actualmente tiene la dirección de Castilla, y quien siguio la obra asta que en el ańo de 40. se suspendió: despues tambien ha corrido a su cargo desde el ańo de1753 que se bolvio a emprender.

A partir del momento en que se suspenden en 1740 ó 1741 las obras del Fuerte dejan de aparecer las menciones a Manuel

333


de Larra Churriguera, por lo que creo que éste, no teniendo tareas que realizar, debió cesar en los trabajos de La Concepción, que por otra parte parece ser que, como vemos, no se realizaban. Al reanudarse éstos en 1747, con la vuelta de Pedro Moreau, es casi seguro que esta falta de citaciones se debiera al hecho de que no volvió a colaborar en las obras, lo que parece confirmar el hecho de que los ingenieros que emitieron informes sobre la empresa en los ańos siguientes informan siempre que se llevaba a cabo por el sistema de administración directa. Es posible que terminara algún encargo o contrata pendiente y hasta que Manuel de Larra o alguien de su entorno familiar fuera el autor de la decoración de la fachada principal, en especial de su monumental escudo. Los muchos trabajos asignados a Moreau como Ingeniero Director en la frontera de Castilla le hicieran tener que apartarse un poco de la gestión directa de los asuntos del Real Fuerte, pues parece que desde 1757, y durante los dos ańos que aún estuvo a su frente, siguió cediendo gran parte de su desempeño al ingeniero Pedro Bordán. Aunque la opinión general que he encontrado es la que el fuerte fue solemnemente inaugurado, como dije más atrás en 1663, ańo en que se abren los registros en que aparece este hecho en el "Libro de Bautismos desde 1763 a 1807, fol. 7 y ss." del Fuerte de La 334


Concepción, conservado en el Archivo de la Catedral de Ciudad Rodrigo, la fecha verdadera es la de 30 de mayo de 1776, fecha en la que se bendijo la capilla y se colocó el Santísimo Sacramento, como recogió Rodríguez de la Flor153, sin que el autor que subscribe estas líneas haya podido encontrar indicación alguna sobre el motivo de tan gran retraso. Como siempre, todo es susceptible de mejoras, y así vemos que en relación con el Real Fuerte se pide o concede la realización de algunas obras encaminadas a completar o mejorar algunas de sus instalaciones. Así entre 1762 y 1767 encontramos que el célebre ingeniero y arquitecto José de Hermosilla, que en el primero de los ańos citados formaba parte del ejército español que bajo el mando del conde de Maceda penetró en Portugal por aquella zona, en los siguientes realizó alguna mejoras en La Concepción y en colaboración con Esteban Peńafiel levantó planos de la región de Simancoa, en las riberas del Coa para "formar el plan de los términos y frontera de Castilla".154 A finales del siglo, otro ingeniero, Juan Giraldo de Chaves, debió realizar trabajos de inspección y control de las defensas

153 Ibidem, p. 157. 154 Rodriguez de la Flor.- Ibidem, pp.154 - 155.

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de aquella frontera - al menos del territorio donde se ubicaban Ciudad Rodrigo, San Felices de los Gallegos y Aldea del Obispo. Este ingeniero remitió el 24 de septiembre de 1796, a Bernardo de Tortosa, capitán general del Ejército y Reino de Castilla, un informa en el que, después de describirle la fortaleza (tal como se hallaba en aquel momento), de los fuertes destacados (reducto de San José y cuarteles de caballería), defectos encontrados y padrastros, hacía una valoración de la utilidad del Fuerte, en especial por razones estratégicas en los siguientes términos: "Utilidades de este Fuerte: Aunque solo la Plaza de Ciudd. Rodrigo es la verdadera llabe de Castilla como lo tiene acreditado la experiecia, y combence su posicion no obstante el referido fuerte aunque situado en un camino Rl. que mo es el unico para entrar en Ciudad Rodrigo cubre, y defiende todo el Campo de Argańan asegura dho. pais hasta Ciudad Rodrigo, es un ante mural de esta Plaza, abrigo de Sn. Felices esta al frente de una Plaza enemiga y tiene otras ventajas que son bien obvias reflexionada su situación;por lo que considero indispensable su Guarnicion, y que es combenientissima su conserbacion y buena defensa."

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y continuaba dando parte del estado general en que se hallaba, de lo necesario para terminarlo y corregir sus defectos, y de la guarnición y armamento con que debía contar155. En este documento se ve claramente que las dos partes del cuartel para la caballería se habían construido, pues dice al referirse a este reducto de Caballería de forma de rombo, para lo cual ha de constar de sus dos partes, ya que en caso de haberse levantado sólo la parte oriental la figura sería triangular y no rómbica. Su desaparición debió ser obra de la voladura de Craufurd, para que no sirviera como defensa, en su caso a Mâssena. Informa también Giraldo de Chaves de los defectos y desperfectos que se observan en las distintas partes, y comunica que "Se han reparado este año los Parapetos del Polígono, y se es

tan

reparando los del rebellin de Lebante, los restantes rebelli reductos se hallan injuriados sus Parapetos necesitando terraplenes sus merlones, repellarlos, y hacerles igual composicion que se esta executando en los demas como igualmente en los sardine. de las comunicaciones, y trabersas: Los Cuerpos de Guardia, interiores,y abanzados, Horno, Pabellones,

Capilla,

Lugares

Comunes.

Okazas

de

armas,

atrincheradas de Sn. Josef, y demás obras accesorias, y accidentales,

155 S.H.M.-- Sign. 3-2-4-5.

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se hallan en buen estado". A continuación da cuenta de otros defectos que encuentra en las bóvedas y en otros elementos de la construcción y continúa expresando los que estima que podría realizarse para remediarlo, para terminar con los cálculos de su guarnición y de los frentes que se presentarían en caso de sufrir un ataque”. Y por último he de hacer mención especial del pleno cuya leyenda reza: "Plano del Real Fuerte de la Concepción y su avanzada de San Josef. Hecho por el Coronel Dn. Francº. Codony siendo su Governador. Año de 1798."156. que nos da una idea completa de como se siguieron de forma muy fiel las líneas, elementos y masas constructivas marcadas por Pedro Moreau en los planos de su proyecto, pues se observan escasos aditamentos y variantes sobre la idea primitiva.

156 Manzano-Monís, Manuel.

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16.El "Real Fuerte de La Concepciรณn". Descripciรณn.

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A lo largo de las páginas que anteceden hemos ido viendo que en los confines de las tierras salmantinas con Portugal existe este viejo castillo - Real Fuerte de La Concepción - cuyo aspecto ruinoso, consecuencia de la desidia y de la rapiña humanas, nos permite contemplar todavía la ingente fábrica de lo que fue una de las más completas y perfectas fortalezas que se levantaron en nuestra Península en el siglo XVIII. Quien, se acerque en automóvil al pueblecito de Aldea de Obispo por las carreteras comarcales que lo unen a los lugares de la comarca o pasee pausadamente por las tierras del entorno no reparará en su existencia hasta que casi haya caído en su foso. Porque siguiendo las más estrictas normas del arte de la fortificación que regían en la época fue construido excavando el terreno que ocupa para no ser blanco de la ya potente artillería de entonces y para que los campos que lo rodean sirvieran de glacis natural a los fuegos propios. La clara visión estratégica de Gaspar Téllez Girón, duque de Osuna, y de sus ingenieros - Simon Jocquet y Andrés de Avila, al menos -, lo colocaron en 1663, como ya vimos, en el extremo norte del cordal del Garzón, allí donde se elevaba formando una pequeña colina, despreciando el asentamiento que había tenido un castillo medieval, del que ya apenas quedaban vestigios, una legua al sur , en el mismo monte, y la localidad lusitana de Vale da Mula, situada

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enfrente y recién arrebatada al "rebelde", como se denominaba entonces a los portugueses. Está situado a once kilómetros al norte de Fuentes de Oñoro y a un kilómetro, a uno y otro de sus lados - este y oeste -, de Aldea del Obispo y de la ribera de Turones, que señala la frontera entre los dos reinos - la "raya seca" que dicen los comarcanos. Como vemos en el plano el conjunto es una estrella regular de 16 puntas que comprende la primera línea de defensa: el camino cubierto y sus correspondientes banquetas. Estos vértices se reducen a 8 en el contorno del foso, cuyos puntos fuertes los constituían los cuatro baluartes y los cuatro revelline. Prolongada hacía el sur por el camino de comunicación hasta alcanzar el fortín de San José, con el ensanchamiento hacia la mitad del trayecto del fuerte de caballería. La nivelación de los glacis daba una explanación de 32 parcelas. Para su descripción seguimos el plano de la figura 10, al que corresponden los números que utilizamos y que ha sido cotejado con los originales de Moreau de 1735 y de Codony - que, como ya dije, era su gobernador -, de 1798 (en este último se observa que en la construcción de la fortaleza se han seguido fielmente las directrices de Moreau).

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El informe firmado por Juan Giraldo de Chaves en el Fuerte el día 24 de septiembre de 1796157, que ya he citado al final del capítulo anterior, se lee: "Su situación local... Sobre una colina regularmente elebada continuacion del Monte del Gardon 4, leguas, y media distante al O. de Ciudad Rodrigo, 3, al S. de Sn. Felices, 1 1/2 al E, de Almeida en el reino de Portugal, terminando su glasis á cosa de 400, Vs. de la ribera de turones, que en esta parte sirbe de linea divisoria, á Portugal, y España. Su fortificacion .... Un cuadrado de 186 varas, y 2 pies de lado exterior (de que resultan sus partes muy reducidas) las caras de los valuartes de 56 varas, sus flancos de 21, y sus cortinas de 70, tiene 4 rebellines con flancos, estos de 14 varas, y sus caras de 32, el foso principal de 16, varas delante de los cinco angulos flanqueados y el de los rebellines de 14, su camino cubierto mui regular de 11 varas, y 2, pies de ancho, con buenas Plazas de armas, prometiendo todo el la mejor

defensa; tiene 3, caponeras que aseguran la

comunicacion de los rebellines excepto el de la entrada Fuertes destacados...A la parte del S, y á las 252 varas de distancia del angulo flanqueado del camino cubierto del valuarte

del

Ynfante

se

halla construido el reducto de Sn. Josef que consiste en un quadrilatero irregular de 42, varas de frente, de 43, en su lado a la 157 S.H.M.- Sign. 3-2-4-5.

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derecha. y 32, y 2, pies en su izquierda, y de 46, y 2, pies en su gola, con un foso de 14, varas, y su camino cubierto de 11, y 2, pies semejante al de la Plaza: Cierra su gola comprendiendo la anchura del foso sin Hornabeque de silleria igualmente atroneradas comunicadas por una caponera cubierta. Se comunica este reducto con el Fuerte de la Concepcion por un Camino Cubierto con dos parapetos á izquierda, y dha. con su glacis, y vanqueta, teniendo una Plaza de armas en su medio, en la qual esta el reducto de Caballeria de forma de rombo, con cañoneras con direccion á todas partes asegura, y enfila este reducto, la comunicacion de Sn. Josef y el Fuerte. Tanto en el Fuerte como en sus rebellines, y reductos hai vobedas a prueba para Alojamiento de la guarnicion, con aspilleras al foso, Almacenes de polbora, de viveres, ornos y demas oficinas necesarias, algunas de ellas bastante humedas con dos cisternas, igualmente a prueba." Creo que estos párrafos debidos a un destacado ingeniero que lo reconoció en un servicio profesional y crítico, para informar con toda veracidad a sus mandos superiores, que seguramente tenían a su vez que hacerlo al Gobierno de la nación, en unos momentos en los la fortaleza estaba construida en su plenitud, son de un enorme interés para conocer como era el Fuerte de La Concepción cuando los planos, perfiles, acondicionamientos y decoración habían pasado del proyecto 349


en el papel y el dibujo a la orgullosa presencia de su realidad allí donde el ministro Patiño quiso que se colocara, siguiendo la elección que en el siglo anterior hiciera el duque de Osuna. Aprovechando la excavación del siglo XVII, sus medidas principales y su planta cuadrangular, se levantó una obra de sillería y argamasa que quedaba oculta totalmente a las vistas y fuegos adversarios por quedar edificaba dentro de la cubeta vaciada en el terreno. Su construcción pasó por varias fases; de pleno trabajo y de casi total olvido. De 1735 a 1739-1740 se le dedicó toda la atención que los medios disponibles en la época y los fondos del Erario permitieron; hay luego un período, desde esta última fecha hasta 1747, de desinterés y olvido; después otro, de 1747 a 1753 durante el cual su simultaneidad con otros trabajos no permitió impulsarlo con decisión, y, por fin, unos años finales, desde 1753 hasta 1759, en los que, bajo la decidida intervención del marqués de la Ensenada, se dio fin al potente castillo proyectado por Moreau y aprobado por Patiño. Su conjunto es una edificación uniforme y unitaria que, por aplicación de las más desarrolladas teorías y de las más avanzadas técnicas del siglo, se constituyó como la fortaleza más perfecta del período en el que se erigió.

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La visión de lo que hoy queda - sus reliquias - nos confirma lo que los planos e informes de los profesionales de la época nos relatan, aunque varios de sus elementos hayan desaparecidos por efectos de las voladuras, de la avidez de sus diversos propietarios que vendieron sus materiales y la rapiña de los habitantes de la zona que se llevaron cuanto les fue posible, en especial los materiales más nobles. Su elemento central y aglutinador consiste en un amplio patio cuadrado (1) de algo más de 56 m. de lado, los cuales están constituidos por 9 naves, cuarteles o casernas acasamatadas, con bóvedas de cañón a prueba de bomba - de rosca y media de ladrillo con arcos de piedra -, que medían 19 metros de largo y 6 de ancho, por regla general. Las de la cortina sureste, donde se encontraba la entrada principal de la fortaleza, estaban dedicadas a almacenes de víveres, piensos y municiones, excepto las tres centrales en las cuales se instalaron los pasos de acceso, uno a nivel del foso y otro al del puente giratorio, que nos llevan desde el exterior - revellín frontal y foso - al patio de armas, y los cuerpos de guardia; las dos escaleras que comunicaban entre sí las diversas plantas, y el complicado mecanismo que movía al enorme tablero del puente. Las de los otros tres lados se dedicaban a alojamiento de oficiales y tropa, y contaban con luces y chimeneas; algunas de ellas se destinaron a cuadras para

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los caballos de la guarnición y estaban dotadas de pesebreras; tenían capacidad para 50 hombres o 50 caballos cada una; las tres centrales sirven de vías de comunicación hacia las poternas (3) que se abren al foso, frente a los revellines. La parte exterior de estas naves, de excelente sillería, y en cada una de las cuales se abrían cuatro aspilleras para defender el camino cubierto y el pie de la contraescarpa (aunque con la natural incomodidad del humo, cuando el fuego era continuado) , constituye las cortinas(4) de las murallas, de 51 metros de longitud y 9,5 m. de altura, desde la retreta hasta el cordón; estaban levantadas en talud con la inclinación necesaria, calculada matemáticamente, para desviar los impactos frontales de los proyectiles de artillería. También existían dos aspilleras en cada ángulo de los flancos, y otra en cada uno de los lados de los flanqueados, para descubrir el pie del muro y el foso. En los ángulos del patio podemos admirar los restos de los cuatro baluartes pentagonales que se construyeron; muy amplios, proyectaban profundamente sus lados flanqueados o caras hacia el exterior, de acuerdo con las más modernas normas de la fortificación, a los que se les dieron los nombres del Rey (5), de la Reina (6), del Príncipe (7) y del infante Felipe (8). Las cubiertas o techumbres de estos baluartes y las de las casamatas, hechas todas a prueba de bomba con los más resistente materiales, constituían las plazas de armas o

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adarves (9) donde se emplazaban los cañones, para los que existían 52 huecos o cañoneras sobre el cordón de la muralla, protegidos por merlones o parapetos de los fuegos enemigos, especialmente de los laterales o de enfilada. Delante de cada lienzo de muralla se levantó un revellín hexagonal (10), con la gola abierta - es decir sin protección especial -, lo que permitía una mayor facilidad para reforzarlos en caso de necesidad, o para evacuarlos si el enemigo obligaba a su pequeña guarnición a replegarse a la fortaleza principal. Contaban en su plaza de armas con asentamientos para nueve cañones cada uno, en sus correspondientes cañoneras. En el que está situado (11) entre los baluartes del Príncipe y del Infante, delante de la puerta principal, se abrían las entradas para carruajes desde el exterior, salvando un puente sobre el foso, y se iniciaba el puente principal (12) que se interrumpía delante de la gran puerta para dejar un espacio vacío que, llegado el momento de franquearlo, se cubría con la recia y fuerte tablazón que, al alzarse, constituía también el cierre de los huecos superior e inferior, como ha quedado dicho, de la puerta indicada. En los vértices de los ángulos flanqueados de estos revellines se colocaron pozos de escucha para prevenir los trabajos de zapa que el sitiador pudiera realizar para atacar por medio de la mina.

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Un gran foso (13) rodea al cuerpo principal y a los revellines; hacia el exterior se levanta cuatro metros para formar el camino cubierto (14) que rodea al recinto, dotado a todo lo largo de banquetas para los tiradores y de traversas para cortar el avance de un enemigo infiltrado. Por el centro de la superficie del foso corría una larga y estrecha zanja que servía para conducir el agua de la lluvia a las cisternas. Los planos verticales (15) que limitan el foso y el camino cubierto, de excelente sillería, componen la contraescarpa. Los glacis (16), extensos y despejados, fueron parcelados y explanados en adecuado declive por Pedro Moreau para servir de excelente campos de enfilada a los defensores ante un enemigo que tratara de progresar por ellos. Además, contaba la fortaleza con cuerpos de guardia (17), a los que ya queda hecha mención, situados a los lados de la gran puerta principal. Sobre este conjunto de pasajes y cuerpos de guardia se levantaba la casa del gobernador, de la que hoy apenas queda vestigio, y frente a ella, en el adarve diametralmente opuesto, se encontraban la capilla (18) y la casa para el capellán, de los que se conserva un escueto paredón. En la capilla se entronizó en su día la imagen de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción que hoy se conserva en la catedral de Ciudad Rodrigo, detrás de su coro.

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Había rampas de acceso (19) desde el patio central a los baluartes (también se podía llegar al baluarte de la Reina por el interior de la cortina, por el llamado "cuarto obscuro", entrando por la primera nave a la derecha de la rampa y siguiendo siempre por la puerta que se encuentre a mano izquierda); cisternas o aljibes bajo este patio, junto a las poternas de los lados norte y sur, y bajo los revellines, que recogían reservas de agua para cincuenta días; es decir, para el mismo tiempo para los que se calculaban y acumulaban las reservas de víveres; se llenaban, claro es, del agua de lluvia, pues en el Fuerte no existen fuentes ni corrientes de agua; esta se tomaba tanto en los adarves, desde donde se llevaba a los depósitos por unas conducciones de piedra incrustadas en las paredes, como desde el patio y los fosos de los que corría por las canaladuras ya explicadas. Todas las aguas iban primero a un pequeño depósito donde se decantaban y donde quedaban sus impurezas antes de entrar en los aljibes. Se construyeron letrinas o "lugares comunes" situadas sobre el adarve, desde donde las aguas fecales y detritos se llevaban por medio de una adecuada red de evacuación a unos depósitos preparados para recogerlas y aislarlas de las aguas limpias, en cuyo diseño trabajó Ignacio de Sala, acaso el mejor ingeniero militar español en aquel siglo.

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Su puerta, en su parte superior, es una magnífica obra barroca realizada en mármol blanco; sus dos huecos se ocluían mediante una gran plancha de hierro y madera, que servía de cierre, tapando el superior por afuera y el inferior por adentro; este enorme tablero servía de puente basculante, movido por un ingenioso dispositivo mecánico, colocado en la planta de abajo. que según deduzco de la documentación consultada fue proyectado y diseñado por el también ingeniero militar Juan de la Ferriere. Manzano Monís estima que esta portada es obra de Manuel de Larra Churriguera, y Rodríguez de la Flor afirma que la autoría de su decoración corresponde a Pedro Moreau, mientras que Manuel de Larra planeó toda su estructura interna y La Ferriere trazó su fachada posterior y situó allí la casa del gobernador; en ella se ve de forma tenue el tránsito del barroco al neoclásico; corresponde, según el docto arquitecto, al "orden dórico con todos sus aditamentos, triglifos, gotas, desnudez de las metopas" Está decorada sobre su clave por un monumental escudo real de Felipe V, obra al parecer, de José de Larra Churriguera, hermano de Manuel, según la opinión del citado arquitecto, y cuya corona fue bestialmente destrozada en el siglo pasado, sin que podamos encontrar alguna razón civilizada que pudiera mover a ello. Estoy de acuerdo con la competente explicación

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que Manzano-Monís nos da158 en cuanto a todos los elementos que componen esta puerta y en especial la monumental fachada y con la reseña que nos presenta sobre su decoración, pero a falta de nuevos documentos que aclaren las dudas existente tengo que creer que la paternidad de esta puerta corresponde a Pedro Moreau, con las reformas propuesta por La Ferriere159 como ya indiqué en el capítulo 15, y que, acaso Larra, aprovechara el apartamiento del ingeniero en aquellos años siguientes a 1740 para introducir algunas de sus ideas, que es posible que mejoraran las de las líneas primitivas, pero manteniendo siempre las esenciales. Tampoco tengo datos directos para atribuir la autoría del escudo a José de Larra, hermano de Manuel, pero ante las afirmaciones de Manzano-Monis me inclino por su opinión. Sobre este escudo percibimos la situación del dial del reloj, cuya campana, según un rumor local que recoge López Carretón, se encuentra en la cercana población portuguesa de Malpartida, llevada hasta allí acaso como botín. El perfil del cerro en que se edificó este fuerte se eleva un poco hacia el Sur; desde ese punto el fuerte, y en especial su patio de 158 Manzano-Monis, Manuel.- Artículo citado. 159 Es posible que el mecanismo para el movimiento giratoria del gran tablero que era a la vez cierre de los huecos de entrada y plano del puente levadizo se debiera a Juan de la Ferriere, que intervino también en la distribución y diseños de las estancias colocadas a los lados del túnel de entrada y sobre y debajo de él, y desde luego en el bosquejo de su fachada del lado del patio de armas.

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armas, queda descubierto de las vistas y los fuegos, de un potencial enemigo, sobre todo de los de cañón, como ya lo indicaba Pedro Moreau en su informe de 16 de noviembre de 1735 . Para obviar el padrastro que ello suponía, se levantó en su punto más alto un fortín (20), especie de hornabeque, que se llamó de San José, con elementos similares a los de la fortaleza, incluida una cisterna (de 2,55 metros de ancha y 12 de largo, con una profundidad superior, desde luego, a los 2,50 metros), y provisto de asentamientos en su adarve para nueve cañones; con foso dotado de banqueta para tiradores, todo lo cual describía Giraldo de Chaves. Su unión a la plaza se realiza por medio de un camino cubierto (21), equipado también con banqueta para los tiradores a ambos lados, y al que se accedía desde el foso principal de la fortaleza por medio de una caponera cubierta. Este fortín era como una salvaguarda de la fortaleza, por cuya circunstancia Craufurd lo destruyó en 1810 con mayor saña aún que a al castillo principal. En el punto medio de esta trinchera de comunicación se levantó un cuartel para caballería (22), de forma romboidal, que estaba también construido a prueba de bomba, y que tenía salida directa a la campaña bajo la protección de los fuegos de la fortaleza; consistía en dos cuerpos similares (el occidental hoy desaparecido, pero cuya construcción y existencia está avalada por el informe de 1796 de Giraldo de Chaves y por el plano de 1798 de Francisco Codony);

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estaban situados a los lados del camino, compuestos de una planta baja destinada a cuadras y otra superior para alojamiento de la tropa; en el adarve de cada uno podían emplazarse cinco cañones, cuya instalación debió resultar muy trabajosa, pues la única escalera para acceder a lo alto es de una gran inclinación y estrechez, aunque supongo de que haberse realizado en su día, se debió hacer por el exterior utilizando una grúa o cabria; éste era también un gran obstáculo para el aprovisionamiento de pólvora y proyectiles. Los muros estaban horadados por troneras para poder hacer fuego desde ellos, lo que en invierno supondría padecer en las naves una temperatura bastante desapacible, aunque supongo que alguna solución se había arbitrado para superarlo.

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Maqueta realizada por el maestro nacional de Aldea del Obispo D.José López Carretón

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17.Repoblaciรณn de Aldea del Obispo.

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La restauración del Fuerte de La Concepción que la clarividencia del duque de Osuna y de sus ingenieros había colocado próximo al lugar de Aldea del Obispo, llevó aparejada la necesidad, para el desarrollo de la comarca y para la mejor asistencia de la futura guarnición de la fortaleza, de restablecer el lugar que había quedado arruinado y despoblado a consecuencia de las guerras sucedidas en los años transcurridos desde 1664, y de las rapiñas y atropellos cometidos por los portugueses que se amparaban en la protección que les ofrecían sus plazas fuertes de Almeida y Castelo Rodrigo, principalmente. Por eso, cuando Patiño visitó el Campo de Argañán, a principios de 1735, y encontró en las proximidades del río Turones no sólo los restos de la fortaleza levantada setenta y dos años antes gracias al empecinamiento del duque de Osuna, sino también, junto a él, el lugar de Aldea del Obispo, abandonado y casi en completa ruina, pues únicamente lo habitaban un puñado de vecinos que malvivían de lo que unas pocas tierras les ofrecían apenas sin ser cultivadas. La clara inteligencia del ministro se dio cuenta de inmediato de la necesidad de restablecer aquel pueblo - y la generalidad de los de la comarca -, pues era conveniente por todas las razones sociales y económicas, y además para que las tropas destinadas a la guarnición del fuerte se encontraran arropadas por un conjunto humano de sus

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mismas características que le hicieran sentirse dentro de su propia tierra y no como unos desterrados en un país estéril y poco digno de ser protegido. El ministro debió confiar esta idea a los que estaban ayudándole en su designio de levantar aquel bastión defensivo y, tal vez, hubiera debatido con ellos la forma de realizarla. Estaba claro en las relaciones que presentaron los señores encargados de informar sobre la situación en que se encontraba el Campo de Argañán - y su prolongación: el Abadengo -, que la comarca se hallaba prácticamente desierta, los campos sin cultivar y las aldeas despobladas, a consecuencia de las rapiñas y depredaciones que cometían continuamente los portugueses, apoyados por la proximidad de sus plazas citadas, lo que había sido una de las razones que llevaron a restablecer el fuerte de la Concepción. Pero no sólo los pobladores de los lugares necesitaban la protección del fuerte sino que éste tenía, a su vez, necesidad de que aquéllos se encontraran habitados y que sus moradores realizaran la vida normal de aquel ambiente rural. Por ello se pensó en seguida en+ llenar la comarca de una población adecuada y por su proximidad a la fortaleza que iba a levantarse, se comenzó la solución del problema por iniciar su adecuado desarrollo en Aldea del Obispo. El Ministro José Patiño debió pedir datos sobre el estado de este lugar al que creemos primer gobernador del Fuerte - o al menos

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de las obras de su erección, Manuel Moscoso - con fecha anterior al 29 de agosto de 1736, pues en este día data éste oficial su informe160 en el que le decía: "Señor: Anttes de las guerras del año de 1640 Quandosee construyo el fuerte de tierra donde aora se esta haziendo, tenia este lugar 400 vezinos: y desde entonces vino aquedar en numero de 50, en estos ultimos estubo desierto 5 años y los portugueses selleva-

ron la madera y texas dela Iglesia

hermitas y casas avenido aquedar En 30 vezinos que soloan echo unos bastos e Yndeles Cubiertos para Ellos y sus ganados, y aviendo muchos Solares Que sus dueños an muerto y otros sean establecido, endiferentes lugares asi de Castilla como de Portugal, para estimularlos aque vengan y redifiquen estas casas, me pareze sería azertado llamarlos por Edicttos, y que comparezcan dentro deseñalado tiempo, Yde no hazerlo Que pierdan, el derecho que puedan tener âdichos solares, y dar alos Que quiean redificarlos; que sera elmexor medio de restblezer este perdido yaruynado lugar, lo que me aparecido poner en notizia de VE: para que disponga lo Quesea mas de suagrado. N^ro. ssr. ge. la Exma. persona de VE. ms. as. como deseo y hamenester Aldea del Ôbispo 29 de Agtº. de 1736 Exmº. Señor Señor B. Ls. P. de VE. su mas 160 A. G. S.- Guerra Moderna, leg. 3538. Todos los documentos que se citan sobre el restablecimientos de Aldea del Obispo se encuentran bajo la signatura (03.11)

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Obligada Echura. Manuel Moscoso.- Exmº. sr. D.

Joseph

Patiño.” Del interés del Ministro por la recuperación del lugar rayano al fuerte colocado en el extremo del monte del Gardón es buena prueba el que el día 6 de septiembre siguiente acusara recibo a Moscoso de su carta 161 y le comunicara que pasaba aquel asunto al intendente de la provincia, marqués de Arellano, al que daba instrucciones para su trámite, lo que hacía en carta de la misma fecha dirigida al marqués en la que le incluía la de Moscoso y le daba órdenes para que le presentase un informe, - en acuerdo con el último - sobre lo que le pareciese que se podría hacer para llevar a efecto lo propuesto por el gobernador. El marqués de Arellano162 comunicaba a Patiño el día 12 que había comunicado a Moscoso lo que por su autoridad se le encargaba y que le apuntaba que para su ejecución se comunicara con los dueños de las casas, solares, tierras y censos que fuesen conocidos y que se colocasen edictos para que los ausentes pudieran tener noticia y que diese el plazo que juzgase prudencial para que se hiciesen presente.

161 AGS - GM, leg. 3638. 162 AGS - GM, leg. 3638.

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Al recibir la del intendente, el Ministro cursó el día 17163 nuevas cartas a aquel y al gobernador. Al primero le indicaba que en la anterior no se le mandaba que encargara a Moscoso la ejecución de las reconstrucciones, sino sólo que informara de la forma en que se podría realizar la rehabilitación del pueblo y se le advertía, además, que no se permitiría levantar ninguna edificación entre el poblado y el fuerte por razones de seguridad. Al segundo se le requería para que anulase las providencias tomadas respecto a reedificaciones y las suspendiese, por lo que debía limitarse a enviar un detallado informe sobre todo lo concerniente a dicho asunto. Consecuencia de las últimas es el acuse de recibo de Arellano de 6 de octubre164, en el que además comunicaba que se había cesado en las actividades que se venían realizando, y el 27 de aquel mes165, el marqués remitió a Patiño un amplio informe sobre todo lo relacionado con la restauración a que me refiero y cuyo contenido era el siguiente:

De ôrn del Rey medirigio V.E. carta de 6 de septiembre laque Con Acuerdo deeste Minrô informase ,quemedios se pueden practicar para restablecer lapoblacion de Aldea del Obispo, 163 AGS - GM, Leg. 3638. 164 AGS - GM, leg. 3638. 165 AGS - GM, leg. 3638.

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yhaviendo

adquirido

eneste

particular

todas

lasnoticias

Codunzentes, debo manifestar a V.E. que este lugar haido decaiendo en su Vecindario desde lasguerras delaño demill seiscientos iquarenta hasta aôra, pues elnumero dequatrocientos Vezinos. que anttesdeellas tenia hàquedado reduzido a treinta losque actualmente se mantienen bajo unos cubiertos de Corta duracion, disfrutando solos las alamedas i prados Comunes enque se encuentran Manantiales debuenas aguas con que sepueden beneficiar muchas huertas, sila inaccion deestos avitadores se esmerase ensu cultibo, pero aôra Viven con la Cosecha de Zenteno sembrandole en los solares propios Iagenos, losmas Comprados a la Cruzada i Redempcion de Cautibos alimitados prezios, no obstantre,que

antiguamente

havia

trato

de

Paños

elque

enteramente esta extinguido.Oi es dificil con curran sugetos asu

Poblacion por que necesitandose caudal para construir

cada uno su Casa, elque letenga noquerra exponerle coneltemor de que el Pueblo padezca higual Ruina, que la que experimento conlos insultos de le Guerra, aque seañade lareflexion de que siendo preciso concurra este lugar por estar elmas inmediato al Fuerte con los alimentos, vagages, y otras cosas, que necesite su Guarnicion todos ...... ...... .... ..... (ilegible) gravamen.

Pero

Considerando ademas dela utilidad comun laque sesigue al

375


expresado Fuerte enque serestablezca el Vecindario de Aldea del Obispo, pues no pudiendo servir deobstaculo las obras deeste a las de aquel. porestar en inferior sitio, i atiro largo de Cañon, estara bien asistida la tropa, me pareze, que el unico medio,(que dudo sea bastante) para estimular su poblacion es que Su Mag. liberte a Vecinos poreltiempo, que sea desu Rl. Agradodela Contribución detodos los Tributos, que anualmente ascienden ala Corta Cantidad de mill Reales pocomas ômenos, ipulicado este indulto la Justicia de Ziudad Rodrigo, (decuia jurisdiccion es el lugar) debe entender en la fixacion de edictos paraque ôcurran los legitimos Dueños axustificar sus pertenencias, ynolo hacienco adxudicar los solares aôtros segun elnumero de pobladores, yextension desus campos y Terminos. - Xros. Ge. a V.E. ms.as. como deseo Slamcª. 27 de octubre de 1736 Exm. S. El Marques de Arellano.- Exm. Sr. D. Joseph Patiño.” Es posible que este informe no llegara ya a manos de José Patiño, pues este gran estadista hispano falleció el 3 de noviembre de 1736 en San Ildefonso, sin que haya encontrado ningún papel suyo de estos días referido a Aldea del Obispo o al Fuerte de la Concepción. El primero sobre estos temas que se encuentra en el Archivo de Simancas166 es un oficio firmado por Casimiro de Uztáriz con fecha 166 AGS - GM, leg. 3638.

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14 de noviembre con el que se remite el informe del intendente Arellano, copiado arriba, al obispo de Málaga, cuyos apellidos no constan pero que debía ser un personaje importante en los Consejos, en el que aparece al margen una rectificación sobre la distancia entre el fuerte y la aldea que estima sólo en dos tiros de fusil y no en el de cañón que indicaba el marqués. El caos administrativo que se produjo en la Corte por la muerte súbita de Patiño, acompañada por la que podríamos llamar "estampida" de José del Campillo a que hice referencia, dejó paralizado el asunto de la rehabilitación del lugar, pues el indicado obispo no responde a esta comunicación hasta el 8 de mayo del siguiente año 1737; en su contestación opina: "Hemos visto la adjunta Represenon. e informes hecho al Rey por el Governor. del nuevo Fuerte de la Conceccpión, que se construye enel Campo de Argañan, y del Yntendente de Castilla, en asumpto del restablecimto. del Lugar de Aldea del Obispo, y hallo

que

es

convenientissimo el que S.M. aplique su Rl. clemª a que se consiga el expresado restablecimto. asi para que se aumente este Lugar mas en sus dominios, que ya debe contemplar aniquilado, como para que la Tropa de aquel Fuerte estér mas bien asistida con los bastimentos, y otras cosas que le podrán vecinos;..."

suministrar los

El obispo hace hincapié en esta última razón que, sin

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embargo, parece que no tienen en cuenta algunos de los que le suceden en los informes posteriores que se elevan a la suprema dirección de la nación. Se muestra conforme con la publicación de los edictos, dando un plazo de dos mese y que pasados los dos meses de plazo opina que se debe ampliar en otros dos y luego en dos más hasta un total de seis meses; con la modalidad de justificación de la propiedad propuesta, y con la decisión de que todos los bienes no reclamados o faltos de la debida acreditación pasen a la propiedad de la Corona para que ésta disponga de ellos como mejor conviniera; y que la exención general de tributos, tanto para los que volvieran a sus antiguas casas y terrenos como para los que vinieran procedentes de otros lugares, lo fuese por un plazo de diez años, con la promesa de que S.M. los tendría, al final de este plazo, bajo su especial protección. Recibido este informe, el secretario de Estado, Sebastián de la Cuadra167, remitió al de Guerra, duque de Montemar, el día 14 de aquel mes de mayo de 1737, el expediente relativo a la reedificación de la población de Aldea del Obispo, pidiéndole su opinión al respecto. El duque informó al margen, el 24 de aquel mes, 167 Quadra (o Cuadra), Sebastián de la (luego marqués de Villarias): "En Madrid, desde la muerte de Patiño, había hecho figura de primer ministro, un hombre puntual y honrado, pero gris y lento, más burócrata que gobernante, el mar qués de Villarias" SOLDEVILA, Ferrán: "Historia de España", tomo V, p. 366.

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según el documento consultado168, y allí podemos leer lo que sigue: "... soy de parecer , que V.M. dé orden al Yntendente de Castilla, para que mande fixar edictos en aquella ciudad (Salaman-ca), en la de Ciudad Rodrigo, en el lugar de Aldea del Obispo, las demás partes que pareciere combenir para que los vecinos de ho lugar actuales, y que lo huvieren sido en otro tiempo, ilos que pretendieren ser dueños de qualesquiera solares de casas, tierras, Huertas y otras qualesquiera Propiedad ensu termino ó tubieren Zensos perpetuos, ó al quitar, y otras qualesquiera cargas sobre ellas, acudan dentro de dos meses, (señalando despues depassados por nuebos edictos otros dos mas y dspues otros dos, cumplimiento de seis meses por ultimo termino, y perentorio) para que comparezcan ante dho Yntendente a legitimar con presentación detitulos ó otra justificacion equivalente, los derechos q. entodo genero de Propiedades ó Zensos sobre ellas les pertenecieren,aunque sea sobre el todo de dho lugar, o perte desu termino,ó Heredad particular en el inclusa, con apercivimiento de que no lo hacer perderan enteramente sus derechos y acciones, y quedara todo incorporado a la Rl. Corona, para disponer de ello como mas combenga al servicio de S.M. Yque execu-tado lo referido, si alguno pareciere, le oiga en Justicia, y admita los 168AGS - GM, leg. 3638.

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Instrumentos, y Justificaciones que presentare; haciendo todo ver por las Personas mas distinguidas en Leies en Salamanca y con su dictamen declare Judicialmente la perteencia delo que cada uno delos comparecientes Justificare ser suyo; y

dando

comissiones al sujeto delos q. confiera esta dependencia, para que passe a Aldea del Obispo, y tome possesion detodas las heredades soilares de casas, tierras, Huertas, Viñas, y demas propiedades q. ubiere en sutermino, cuios antiguos no huvieren acudido a Justificar supertenencia formando lista individual

deunas

y

deotras y remitiendola amanos de V.M. en la inteligencia de que la thesorería de dha Intendencia de Castilla se satisfagan los precisos e inescusables gastos que corresponden efectuar en forma estas diligencias." Como vemos, el ministro estaba de acuerdo en la necesidad de restablecer la aldea y en hacerlo en la forma en que se había acordado por Patiño y sus colaboradores en los meses anteriores, pero no así respecto a conceder a los que poblasen el lugar exención

de

ninguna

clase

de

impuestos,

ni

perpetua

ni

temporalmente, sobre lo que dice en el documento que seguimos: "... no soy de este dictamen por que haviendo de ser Naturales de estor Reynos es preciso dejen de pagar en el Pueblo de donde e desabezindaron, lo que al cabo de diez años han de empezar

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arentar en el dho lugar del Aldea del Obispo, el que acaso desertaron en acavandose el privilexio, fuera de no ser buena razon de estado, ni de Guerra poblar de Paisanos los lugares situadosenlos confines delos enemigos posibles quando nadie duda lo pueden ser y lo han sido siempre quasi por natural antipatia los Portugueses, cuios vezinos pueblos aun en tiempo de Paz solo se entretienen en el oficio de contrabandistas y defraudadores delas Reales Rentas,y otros exessos, dificultandose su castigo con la proximidad del Reyno extraño donde refugiarse por lo que es combeniente al Rl. servicio aya las menos vecindades de Paisanaje enlos limites de los Reinos-" Son, por lo tanto, dos las razones que en opinión de Montemar desaconsejaban la concesión de exenciones tributarias a los que acudieran a repoblar Aldea del Obispo: primera, de carácter fiscal con la que trata de evitar la merma que la concesión representaría para los ingresos que por la falta de recaudación de los impuesto significaría para el erario público y para evitar que la misma provocase la llegada de defraudadores que la aprovecharan para vivir diez años (o los que se fijaran) libres de cargas y abandonar al transcurrir dicho tiempo el lugar que se trataba de rehacer; segunda, de tipo polémico, pues consideraba arriesgado el aumento de población en la zona fronteriza por el peligro de que estos pobladores, dedicados

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acaso de forma predominante al contrabando, se volvieran en enemigos reales en caso de conflicto entre los dos estados vecinos. El Consejo de Guerra trasladó este informe del duque de Montemar al Rey, recomendando su aprobación169, y el soberano lo hizo en la parte que se refiere a la publicación de los edictos, a la presentación de las reclamaciones de sus pretendidas propiedades por los que fueren vecinos del lugar en aquel momento, por los que lo hubieran sido en tiempos anteriores y por todos aquellos que se consideraran con derecho a la propiedad de algunos de los bienes expresados en la comunicación del Ministro, y ordenó, el 13 de agosto siguiente, la ejecución de lo que en ella se decía al Intendente. marqués de Arellano, y a Felipe Dupuy, gobernador de la provincia; pero, siguiendo también en esto la opinión de Montemar, no se hacía mención alguna a la concesión de exenciones o liberalización de tributos o cargas fiscales. Lo anterior debió llevarse a efectos en la forma que disponía el Consejo y el asunto siguió sus trámites, de cuyos resultados la autoridad competente solicitaba informe al gobernador; Felipe Dupuy170, quien a su vez debió pedirlos al gobernador del

169 AGS - GM, leg. 3638. 170 AGS - GM, leg. 3638.

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fuerte, Manuel Moscoso, el 11 de aquel mes, pues éste le comunicaba el día 12171 que: "... solo puedo dezir a VE. aver visto dos Edictos en la puerta de la Iglesis de dho lugar, Que dizen. que a Dn. Joseph Tarrego sele acometido dorden de la corte para que assi los vezinos de dho lugar como de otro qualquiera, que tengan casas tierras, Prados O montes en el termino de Aldea del Obispo Acudan con los Instrumentos que tengan depropiedad los que presentaran en Salamanca ..." Ese día 14 de diciembre de 1737 Felipe Dupuy comunicaba al duque de Montemar en un amplio escrito172 que aunque se habían cumplido en su totalidad las órdenes expedidas por "S.M. el 14 de Agtº. proxmº. pasado" no se había presentado nadie a reclamar sus derechos de propiedad, ni tampoco se ha levantado casa alguna ni se ha extendido la población más de lo que estaba, según la informaba el gobernador del fuerte, por lo que se persuadía "... de que en lo sabcesivo se experimentara lo mismo, por que no concediendose en los Edictos, Y ornês. Exempcion, o Privilegio, aunque fuese con limitacion, que pueda Inducir a los

171 AGS- GM, leg. 3638. 172 AGS - Gm, leg. 3638.

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Circunvecinos, y otras Personas, a erigir casas, no se augmentarán las havitaciones que es el fin dela Rl. mente, con la facilidad que con aquellas circunstancias, siendo mas importante la ampliacion de dho Pueblo, que la propiedad del Terreno pª.la Rl.hazdª...." Nada más existe sobre esta cuestión - o al menos, no la he encontrado - en el Archivo General de Simancas, ni tampoco he hallado nada sobre ello en otros que he consultado. Creo que a partir de esta fecha el problema se fue solucionando por sus propios pasos poco a poco, porque no mucho más tarde vemos que está repuesta la parroquia del pueblo, existen autoridades locales y la vida en el lugar ha seguido desarrollándose hasta el día de hoy, lo que acaso pueda deberse a que la política fiscal que señaló Montemar se modificara, sino durante su permanencia al frente de la secretaría de Guerra sí después de que ocupara la dirección de la política española en 1742 José del Campillo y, en especial, tras la llegada a la misma, en 1744, del marqués de la Ensenada, que, como ya ha quedado dicho, tras Patiño, fue el gran impulsor de la construcción del Real Fuerte de la Concepción. Resulta curioso un documento173 de 28 de agosto de 1738 con el que Sebastián de la Quadra remite al duque de Montemar un memorial del

173 AGS . GM, leg. 3638.

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Provincial de la Provincia de San Pablo de Franciscanos Descalzos para poder edificar en Aldea del Obispo un hospicio para tres o cuatro religiosos con el fin de asistir a la guarniciรณn del Fuerte de la Concepciรณn. El duque solicitรณ informe a Dupuy y al obispo de Ciudad Rodrigo, siendo en ambos casos al parecer negativo, lo que hace creer que el permiso fue denegado.

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386


18.Los constructores del Fuerte.

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Cuando llega el momento de mencionar los nombres de quienes hicieron posible la construcción del Fuerte de la Concepción, es no se puede olvidar que fue el duque de Osuna, Gaspar Téllez Girón, quien pensó por primera vez en construir en aquel lugar una fortaleza que diera seguridad a las comarcas del Campo de Argañán y del Abadengo y que sirviera de escudo a las fortificaciones que cubrían la frontera de Castilla. Desechando las directrices que desde Madrid le fijaba el Consejo de Guerra, despreció el mal emplazamiento del pueblecito portugués de Aldea da Mula y sus débiles defensas, así como el asentamiento del castillo medieval del Gardón, y escogió la colina que se elevaba en el extremo norte del monte del Gardón para situar la fortaleza que soñaba como cierre de las incursiones depredadora del "rebelde" al este de la "raya seca". A este recuerdo es ineludible unir el de los ingenieros - al menos Simón Jocquet y Andrés de Avila -, fieles consejeros que supieron elegir el punto adecuado, que en la centuria siguiente hicieron suyos Patiño y Moreau. Y es preciso tener en cuenta que si su idea fue infamada y deshecha no se debió a su falta de oportunidad ni a la de idoneidad para los fines que el duque había deseado conseguir, sino a la inquina de los miembros del Consejo de Guerra que no perdonaban a Osuna el hecho de haber obrado por su cuenta sin esperar la previa aprobación

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que desde Madrid, sin hacer una visita a Aldea del Obispo, se reservaban los consejeros174 como prerrogativa de su poltrona. Está fuera de dudas que la visita de José Patiño al Campo de Argañán y el informe del ingeniero Pedro Moreau sobre sus reconocimiento de la frontera, ordenado por el Ministro, que ya hemos estudiado con detenimiento, fueron las razones que movieron en el siglo XVIII a la restauración del Fuerte de la Concepción. Pedro Moreau que llegó, a ser Ingeniero director y Mariscal de Campo de los Reales Ejércitos, fue quien recogió la idea, ya sospechada por José Patiño, de lo pensado, y acaso soñado, por Gaspar Téllez Girón más de setenta años antes. Pedro Moreau fue el autor del proyecto del Real Fuerte y el principal, y casi único, director de su construcción. A él se debió el conocimiento de la situación en que se encontraba aquella parte de la frontera - como de su mayor parte -, él fue el autor del que podíamos calificar como anteproyecto y suyos fueron los planos de conjunto y de detalles, ninguno de los cuales dejó en olvido; suyos las mediciones, el cálculo de necesidades y mano de obra, y los pliegos de

174 Los nombres que aparecen como componentes del Consejo en las consultas del verano-otoño de 664 sobre la conveniencia de demoler el fuerte, fueron, por orden alfabético, los del duque de Alba, el barón de Auchi, Fernando de la Cerda, el conde Rebolledo, Diego Sarmiento, Fernando Tejada, el marqués de Trocifal y el barón de Valeville.

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condiciones para los absentistas, y suya la dirección de los trabajos desde 1736 a 1740, fecha en que otras necesidades de la defensa nacional le llevaron a desempeñar otros destinos. Se hizo de nuevo cargo de las obras en 1747, cuando el marqués de la Ensenada, que seguía en el cargo de primer ministro con el nuevo rey Fernando VI, reanudó la política de defensa del territorio que había iniciado Patiño. En los años que había durado su alejamiento casi nada se había avanzado en la construcción de la fortaleza; Moreau se replanteó el trabajo y le dio nuevo impulso, pero hubo de ausentarse otra vez en 1749, y sólo en 1753, por decisión del mismo marqués de la Ensenada, volvió para dar fin a las obras del fuerte, que pueden considerarse como terminadas en 1759. Se puede afirmar que Pedro Moreau reformó las primitivas trazas del fuerte del siglo XVII y, aprovechando las excavaciones entonces realizadas, levantó los muros y dio a los baluartes sus líneas magistrales, "dándoles en el sitio donde con lógica debía haber previsto unos orejones para la protección de las baterías dispuestas para el tiro de flanco una inclinación superior a los 90º" 175; construyó los fosos y la contraescarpa; levantó cuatro revellines delante de las cuatro cortinas y el fortín de San José que obviaba el peligroso padrastro y que comunicó con la plaza por el camino cubierto. También hay que 175 Manzano-Monís: Op. cit. p. 229.

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apuntar en la lista de sus realizaciones la puerta principal (expresión artística, con toda probabilidad, de los hermanos Larra Churriguera), los cuerpos de guardia, los calabozos, las cisternas, los glacis, las escuchas en los ángulos flanqueados, etc. Todos estos trabajos los realizó, según todavía puede comprobarse, de forma concienzuda y con gran profesionalidad, sin prisas, pero también sin demoras, y atendiendo minuciosamente hasta a los más pequeños detalles176. Para aclarar sus dudas y por orden o consejo de los sucesivos ministros, realizó muchas consultas a sus colegas y se produjo un extenso cruce de cartas con éstos y con el Consejo de Guerra; un

176Manzano Monís, tanta veces citado en este libro, nos dice en las páginas 229 y 230 del artículo (ACADEMIA Nº 52) que nos sirve de guía, que "aprovechó todas las cimentaciones existente de la primitiva obra, variando las inclinaciones de las líneas magistrales de los baluartes, ..., construyó los fosos y las contraescarpas que los defendían, añadió cuatro revellines frontales a las cuatro cortinas y respetó la comunicación con el fuerte de San José como camino cubierto, ... , además veintisiete casernas con bóvedas a prueba de bomba primorosamente ejecutadas e ideó un núcleo intermedio de planta cuadrada, ... De todas maneras entran también en la colaboración que Moreau tuvo en la puerta principal,.., los cuerpos de guardia, los calabozos, la escalera de caracol para la comunicación con el habitáculo del gobernador, las cisternas, las sombrías poternas para bajar al foso, las rampas de acceso para comunicación con los baluartes, los puentecillos de comunicación para los terraplenes o plataformas sobre las bóvedas, las barbetas para descubrir las de los campos batidos, las escuchas en los ángulos flanqueados de los baluartes para observar y contraminar al enemigo, la capilla, .., los alojamientos del Capellán y del Ingeniero, las letrinas, llamadas entonces "lugares comunes", el conducto para la expedición de las aguas del foso y depósito para recogerlas y, en fin, la caponera para la comunicación del camino cubierto". Algunas de las obras que enumera el mencionado autor son en realidad de colaboradores a los que acudió don Pedro Moreau.

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ejemplo no los proporciona los mantenidos a propósito de las bóvedas a prueba de bomba de las casernas con Juan de la Ferriere. En el año 1759 citado, Moreau informó que el coste total de la construcción había sido de 6.900.000 reales de vellón. Desde aquí hasta 1776 sólo se completan pequeños detalles que en nada se separan de la idea y de las normas de Pedro Moreau. Y el año 1760 el mariscal de campo solicitó el retiro, dada su avanzada edad, que le fue concedido. Merecen ser citados por su intervención en algún momento de la construcción, además de aquellos que ya han sido mencionados, el ingeniero Pedro Bordán, principal colaborador de Moreau; Antonio de Gaver, que dirigió los trabajos de 1749 a 1753, y que fue el constructor de los cuarteles de caballería colocados a ambos lados del camino de comunicación entre el Fuerte y San José, o al menos así parece deducirse de los informes de Juan Giraldo de Chaves y del plano de 1796 de Francisco Codony; Juan de la Ferriere, que ya ha quedado citado al hablar del puente basculante, una de sus intervenciones, así como en las bóvedas, letrinas y cisternas; Ignacio de Sala que estudió y diseñó la red de desagües; Francisco Codony, ya citado, su gobernador a finales del siglo XVIII, que debió dirigir los últimos retoques, y que en su plano indicado nos demuestra que en toda la edificación del Real Fuerte de La Concepción se siguieron casi 392


a la letra las directrices de Moreau,177. Y José de Hermosilla, ingeniero del ejército del conde de Maceda, quien parece ser que desempeñó también el cargo de gobernador. Pero nunca hubiera existido el "Real Fuerte de La Concepción" sin el decidido propósito de José Patiño, que ordenó su erección, quien de forma realmente decidida fue impulsor de su edificación, y cuya muerte y desaparición de la dirección de la política española motivó que los cambios que se produjeron de forma encadenada en el gobierno de la nación, condujeran a que el ingeniero Moreau fuera apartado de su puesto de director, sin que su sucesor apenas colocara un nuevo ladrillo en los trabajos. Sólo algunos años después, el firme apoyo del marqués de la Ensenada, que repuso por dos veces en la dirección a Moreau, dio el impulso definitivo para su conclusión. Políticos ambos que contaron con la aquiescencia de los reyes Felipe V y Fernando VI. La ejecución de las obras se confió en un principio a los maestros de obra Gabriel Puig y Valentín de Medina, que habían realizados trabajos en la ciudadela de Barcelona y en las fortificaciones de Badajoz y de Ciudad Rodrigo, pero ambos fueron encarcelados por incumplimiento de contrato el 12 de febrero de 1737, 177 Así se deduce de la comparación de los planos firmado por los ingenieros Moreau y Codony.

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y entonces, tras nuevo concurso y un concienzudo y preciso expediente178, se le otorgó el encargo a Manuel de Larra Churriguera, ya mencionado, que debió permanecer en el empeño hasta 1747, coincidiendo con la vuelta de Moreau, desde cuya fecha se debieron realizar las obras por el sistema de administración directa, pues no se han encontrado noticias de que ningún otro ejerciera este cometido.

178 Puede encontrarse en el Protocolos Notarial, año 1736 D. Juan Antonio de Anietto. A.H.P. de Salamanca.

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19.Su historia militar.

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En ninguna de sus dos fases fue larga la vida activa del Fuerte de La Concepción. En la primera, que podríamos denominar "etapa de Osuna", en los escasos meses que van desde finales de enero, fecha en la que el duque dio por completadas las obras, hasta el 30 de octubre del mismo año, 1664, sirvió de punto de acuartelamiento, como campamento avanzado de Ciudad Rodrigo, de las más bien escasas tropas de nuestro ejército y en él fue concentrando el duque de Osuna los bisoños tercios provinciales, tras la leva realizada de prisa y corriendo en las provincias limítrofes; acaso la un tanto ilusoria confianza del general en sus tropas y las premuras con las que le incitaban desde la Corte, llevaron a Osuna a emprender en la primavera de aquel año una ofensiva por tierras portuguesas tratando de apoderarse de la plaza fuerte de Castelo Rodrigo; pero el empeño acabó en desastre, pues atacado el ejército sitiador en Ameixal, la noche del 7 al 8 de junio, por los lusitanos, las mediocres unidades españolas, prácticamente sin experiencia bélica, se desbandaron y no pararon en su huida hasta topar con el Fuerte de La Concepción o con Ciudad Rodrigo; el duque trató de aguantar con sus escasos veteranos, y hasta intentó el asalto a la brecha que tenía abierta en la plaza asediada, pero su esfuerzo resultó baldío, pues sólo le siguió un puñado de veteranos, y hubo al fin de replegarse con los restos de su ejército. El duque de Osuna, cuyas relaciones con el

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Consejo de Guerra de Madrid eran bastante frías, fue culpado de la derrota, relevado del mando y procesado, a pesar de sus intentos de justificación, acabando aprisionado en Almagro. Sobre esta campaña leemos en Almirante179: ".. El duque de Osuna sitió en vano a Castel-Rodrigo. Su tropa se negó a dar el asalto (6 de julio). El vistorioso portugués Magalhaes entró talando y quemando hasta Cerralvo y Fregeneda. En la corte de Madrid cundió el desaliento, el pánico. Efectivamente, en esta desastrada guerra hubo algo de extraño, de sobrenatural. Y para retratar la época y el sistema de gobierno, conviene consignar que en estos momentos suprenos de angustia, y diciéndolo claro, de vergüenza, la corte de España, que seguía dando gruesos subsidios a la de Viena, le ofrecía generosa 12.000 infantes y 6.000 caballos para resistir al turco. Y en estos mismos momentos procesaba y empapelaba al duque de Osuna, por alguna contribución de guerra que echó para mantener

sus

tropas, que el gobierno abandonaba. Don Juan de Austria, en vista de que atención, dinero, todo se encaminaba al Austria, escarnecido y traqueado por la reina y por el famoso padre Nithard, su confesor y valido, dejó el mando y se retiró o se retrajo a Consuegra.”

179 Almirante, José.- Ibidem, tomo III, libro VII, p. 281.

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Hemos visto que el Consejo de Guerra tomó a pecho la tarea de demoler el Fuerte y lo consiguió. Las tierras del Campo de Argañán fueron entonces pasto de las incursiones lusitanas y se despoblaron, pues la guerra que continuaba entre España y Portugal no dejó de pasar una y otra vez por la comarca arruinada, hasta enlazar al comenzar el siglo XVIII con la guerra de Sucesión española, cuando sirvió de campo de lucha entre las tropas angloportuguesas y las francoespañolas; entre 1703 y 1706 el duque de Berwick estuvo estacionado en la zona con un ejército de 12.000 hombres, y lord Galloway, lo ocupó con ocasión de su avance hacia Salamanca. El tratado de Utrech llevó una tregua, que no una paz a aquellos territorios, y siempre en aquellos años de abandono, unos y otros aprovecharon las ruinas de la fortaleza para establecer en ellas sus campamentos o apoyar sus líneas de combate, como ya quedó dicho anteriormente. Cuando el nuevo castillo, el levantado por los ingeniero militares de la "Ilustración", quedó terminado, fue un bastión más en la política de paz del buen rey Fernando VI. Y si es natural que durante su construcción los técnicos y obreros que en su erección se afanaban, estuvieran protegidos por tropas del ejército para evitar la oposición de las fuerzas lusitanas, nada amistosas en aquellas fechas, que hubieran deseado impedirlo, debemos asegurar que desde su

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terminación estuvo guarnecido por unidades de nuestro ejército, una veces con total independencia tácticas, y otras como fuerzas destacadas de las de la plaza de Ciudad Rodrigo, a cuyas autoridades estuvo siempre subordinado. Pero muerto aquel Rey en 1759, volvieron las guerras, y tres años más tarde el Real Fuerte de La Concepción reanudó su vivir bélico, sirviendo de cuartel general al ejército que mandado por el conde de Maceda invadió Portugal, en la guerra que también en el río de la Plata sostenía contra la misma nación Pedro de Ceballos. Según Almirante180, el conde de Sarria penetró desde aquí, el 30 de junio de 1762 en territorio portugués, y el 25 de agosto logró la capitulación de Almeida; pocos días después Sarria fue relevado por el conde de Aranda que, no muy partidario de este conflicto, llevó las operaciones con mucha tranquilidad y el 3 de diciembre del mismo año se firmaron en Fontainebleau los preliminares de paz. Terminada esta guerra, no se tienen noticias de que en La Concepción se realizaran nuevas obras, pues la idea de levantar hacia el norte un fortín similar al de San José parece que no prosperó.

180 Almirante.- Ibidem: tomo IV, pp.191-195.

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Nos dice Rodríguez de la Flor en su obra181, que toma el dato de un documento asentado en el tomo nominado "Fuerte de la Concepción. Libro de Bautismos, desde 1763 a 1807, fol. 7 y ss.", conservado en el Archivo de la Catedral de Ciudad Rodrigo 182 que hasta el 30 de mayo de 1776 no fue "inaugurado" oficialmente el Real Fuerte de La Concepción, con la bendición de la capilla y la colocación del Santísimo Sacramento. Está claro que existe un error de fechas, pues un documento, signado y firmado por don Pedro Gomez Pacheco en el Real Fuerte de la Concepción el 14 de noviembre de 1767, del que existe una copia en el Servicio Histórico Militar183, adelanta estos actos de bendición de la capilla al 24 de diciembre de 1763. Su texto es el siguiente: “ ... Y por quanto en este zitado Rl. Fuerte dela Conzepzion, su Capilla es Parroquia Castrense en virtud del Breve Appº. que empieza Quoniam in exercitibus Dado en Roma a diez de Marzo del año pasado de Mil Setezientos sesenta y dos, por la Santidad del Papa Clemente Dezimo terzio de feliz Memoria: apetizion de S.M. Catholica, el Sor. Dn. Car/los terzero /que Dios 181 Rodríguez de la Flor, Fernando: Ibidem, p. 157 182 Su referencia: Fuerte de La Concepción. Libro de Bautismos, desde 1763 a 1807; fol. 7 y ss. 183 Servicio Histórico Militar. Madrid. Archivo ..... Ver documentos S H M

400


guarde/ Rey de España para sus Reales Exercitos, que actualmente en nominado año se hallaban en Campaña con Portugal, concediendo Su Santidad, en este concordato imnumerables indulgenzias, para todos los que Militasen en ellos, o con pretesto alguno concurriesen con sus Personas o Haciendas alas expediziones que S.M. Catholica tubiese por conveniente, sin exzepzion alguna quedaban indultados en tiempo de Paz ó de Guerra; Constituyendo por Vicario Genl. de ellos, ala Persona del Excº. y Emmº. Sor. Cardenal de la Zerda y Sn. Carlos Patriarca de las Indias: en su Virtud, en el año pasado de Mil Seteztos. sesenta y tres, Dia veinte y quatro de Diziembre, Vispera dela Natividad de Nuestro Redemptor Jesu Christo, Yo el infraescrito Dn. Pedro Gomez Pacheco Protonotario Appº. y Capellán Castrense, con expresa Subdelegazion del Excº. y Emmº. Sor. Cardenal dela Zerda y Sn Carlos, comunicada al Excmº. Sor. Conde de Sayve Theniente Genl. delos Rs. Exerzitos de S.M. y Capitan Genl. de este Exerzito y Provinzia de Castilla, su Excª. la dirixió mandando al Thente. Coronel del exerzito Dn. Andres Breziani Gobernador de este exprdº. Rl. Fuerte dela Cozepzon, que en su virtud, se vendiziese la Capilla destinada para la Zelebrazion de los ofizios Divinos; y Habiendose practicado la Bendizion, como lo dispone el Ritual Romano, con asistenzia del referido Gobernador, en zitada noche se zelebró Misa

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cantada y fue expuesta y colocada en el Sagrario la Reserba del Santissimo Sacramento." Sea una u otra la fecha de estos actos - yo estimo que la cierta es la de 11763 -, vemos que la paz había vuelto a la comarca después de aquellos acontecimientos bélicos. Y hasta que no se inició otro siglo, en 1801, no volvió a participar en aventuras de guerra; en este año, al ser declarada la guerra a Portugal por España y Francia, por exigencias del Primer Cónsul Napoleón Bonaparte, el Fuerte de La Concepción fue elegido como punto donde se concentraron parte de las tropas francesas que mandaba su cuñado el general Carlos Víctor Leclerc184 , para desde allí penetrar en el país vecino; pero la tardía llegada de las tropas francesas, cuyas vanguardias no arribaron a Ciudad Rodrigo hasta el día 12 de mayo, y la rápida campaña de Godoy, quien, con la aquiescencia del embajador Luciano Bonaparte y sin esperar a que todo el cuerpo galo estuviese en su base de partida,

184 Charles Victor Enmanuel Leclerc. General francés, nacido en Pontoise en 1772 y muerto en Cap-Français, Santo Domingo en 1802. Combatió en el sitio de Tolón (1793), donde trabó amistad con Napoleón Bonaparte; hizo con éste la campaña de Italia (1796), y casó con su hermana Paulina (1797). Fue nombrado comandante de las fuerzas francesas que debían penetrar en Portugal en 1801, y a continuación de la expedición a Santo Do mingo pòco de desembarcar, en febrero de 1802, consiguió la sumisión de Toussaint- Louverture, pero falleció en noviembre del mismo año, víctima de la fiebre amarilla. (Diccionario Larousse de Historia Universal. Planeta-Agostini.Barcelona, 1988).

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penetró en el Alentejo con las tropas españolas (30.000 hombres a sus órdenes directas), pues no deseaba que sus impuestos aliados intervinieran activamente en la contienda, impidió su participación directa; la rápida campaña, iniciada el 20 de mayo y concluida el 6 de junio, llena de sucesivos éxitos, de los que los más notables fueron la conquista de Olivenza y la victoria de Arronches, obligó a los lusitanos a pedir la paz, e impidió que el ejército expedicionario enviado por Napoleón pudiera iniciar siquiera la parte que se le había asignado en la que más tarde fue llamada, un poco humorísticamente, "guerra de las Naranjas". Siete años más tarde, el 1808, hito de nuestra Historia, el general Louison, que ocupó con su división la ciudad portuguesa de Almeida el día 4 de junio, envió al siguiente dos oficiales a Ciudad Rodrigo solicitando de su gobernador, el brigadier Luís Martínez de Ariza, que permitiera alojar en esta plaza parte de sus tropas, pero los mirobrigenses, sospechando las verdadera intenciones del francés, que eran en realidad las de apoderarse de la plaza y unirse a través de ella con las fuerzas del mariscal Bessières que ocupaban Castilla la Vieja, destituyeron al gobernador, lo reemplazaron por el teniente de rey Ramón Blanco y retuvieron a los emisarios; ante su ausencia, el día 7, Louison mandó a la ciudad otros dos oficiales; tanto éstos como los anteriores fueron dejados en libertad, pero las propuestas francesas

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fueron rechazadas. Entonces, el general francés avanzó con sus hombres hacía Ciudad Rodrigo, y el día 12 se presentó con sus tropas ante el Fuerte de La Concepción y ofreció a su comandante algunas compañías para reforzar su guarnición y luchar así "contra el enemigo común de los franceses y los españoles"; el comandante sabía lo que ello significaba, pero no teniendo fuerzas bastantes para oponerse al enemigo, optó por evacuar el fuerte de noche y refugiarse con sus hombres en la ciudad del Agueda. Louison escaramuceó hasta el día 15 con los destacamentos españoles, pero no considerándose suficientemente fuerte, se replegó a Almeida. Es posible que La Concepción permaneciera ocupado por destacamentos galos hasta finales de agosto, cuando Louison evacuó Almeida con motivo de los sucesos que culminaron con la Convención de Cintra, firmada el 30 de aquel mes, por la que todo el ejército de Junot hubo de embarcar para Francia, vencido días antes en Vimiero por el ejército expedicionario inglés. Meses más tarde, vuelto a ocupar por alguna pequeña fuerza española probablemente, vivaquearon entre sus muros y sus alrededores, entre el 11 y el 23 de noviembre de aquel año, unidades pertenecientes al ejército inglés que mandaba John Moore, y que desde Portugal penetró en España siguiendo la dirección Garda Almeida - Ciudad Rodrigo - Salamanca.

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A

principios

de

1809

debió

estar

ocupado

por

destacamentos españoles y otros de la "Royal Lusitanian Legión", levantada y mandada por el general inglés Robert Wilson, que se había establecido en Almeida en apoyo de Ciudad Rodrigo, donde se habían concentrado las escasas fuerzas españolas de la región después que Salamanca fuera ocupada por los franceses, tras la campaña que en el invierno anterior había dirigido personalmente el emperador Napoleón Acaso alguno de estos destacamentos pertenecieran a los "Voluntarios de Ávila" o a los "Tiradores de Ciudad Rodrigo", organizados por el teniente coronel Carlos de España, unos y otros puestos a disposición de Wilson por los gobernadores de la ciudad española. A partir del 20 de mayo de 1809 fue uno de los puntos en los que el duque del Parque, nuevo gobernador de Ciudad Rodrigo, reorganizó al Ejército español de la Izquierda, cuyo mando se le había encomendado, y con el que realizó una serie de operaciones en la zona que culminaron el 18 de octubre con la victoria de Tamames y las posteriores ocupaciones de Salamanca y Medina del Campo, y que se cerró con la derrota de Alba de Tormes el 28 de noviembre. Como resultado, el duque del Parque se replegó al sur de la sierra de Gata y, por tanto, debió evacuar La Concepción.

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Después de que el mariscal Miguel Ney hiciera su primera tentativa sobre Ciudad Rodrigo, en los días 11 a 13 de febrero de 1810, el general Wellesley situó a su ejército entre el Coa y el Agueda, y el castillo de La Concepción debió quedar ya ocupado aparte de por algún pequeño piquete español - por la División ligera inglesa, que mandaba el general Robert Craufurd, y que permaneció estacionada en él hasta que después de rendida Ciudad Rodrigo a los franceses el 10 de julio , éstos se presentaron ante la fortaleza el siguiente día 20, y Craufurd, abandonó el Fuerte y voló una gran parte de sus elementos defensivos, en cumplimiento de las órdenes de su General en jefe. Este fue el fin del Real Fuerte de La Concepción como elemento de la defensa de nuestras fronteras, pues los desperfectos ocasionados por los ingleses impidieron al mariscal Massena ocuparlo con fines defensivos en su retirada desde las líneas de Torres Vedras, y aunque los anglo-lusitanos apoyaron en él el extremo de su ala izquierda durante la batalla de Fuentes de Oñoro en los días 3 y 5 de mayo de 1811, lo cierto es que en aquel sector casi no se llegó a combatir. Después, una breve ocupación por tropas españolas; unos años como recinto para acoger a una unidad de Inválidos Militares, y el abandono. Los lugareños de la comarca lo expoliaron durante años, 406


ya que estuvo abandonada hasta 1877. Por la Ley de desamortización del ministro Pascual Madoz de 1 de mayo de 1855 el Estado se incautó de la "finca", y fue vendido a particulares según inscripción registral el 30 de octubre de 1876. Es posible que con esta venta se cortara el expolio pero no el abandono, pues para los particulares que se han sucedido en su propiedad el monumento, como tal, no tenía valor y lo han dedicado a menesteres que poco tienen que ver con el Arte y con la Historia.

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20.Estado actual.

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Al finalizar la guerra contra Napoleón, el empobrecido estado de nuestra nación, no sólo a nivel del Erario público, sino también de las economías particulares, hizo imposible la recuperación de la inmensa cantidad de monumentos eclesiásticos, civiles y militares que habían sido destruidos o habían resultado muy deteriorados por el paso de los ejércitos y por las acciones bélicas. El aspecto que presenta hoy el Real Fuerte de La Concepción sobrecoge por dos importantes motivos. Primero, por lo majestuoso de su colosal fábrica que nos recuerda todo el esfuerzo y toda la ciencia y el arte puestos en su materialización a pesar de que los agentes de desintegración han hecho desaparecer varias de sus partes y todo aquello que era susceptible de ser desmontado, en especial, los materiales más nobles. Segundo, por la visión de ruina y de expolio que muestran sus más variados elementos, en lo que se ven bien claros los efectos devastadores de la explosión de la pólvora, de la avaricia de quienes alcanzaron la propiedad de sus piedras, y de las depredaciones y las rapiñas de los comarcanos. Es tremendo el contraste entre el desolado aspecto actual y la obra que levantaron unos hombres, científicos y a la vez artistas, que trataron de dotar a la frontera castellana y a España de una defensa moderna y eficaz, y que, además, hicieron con ella una joya arquitectónica.

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La imagen que hoy contemplamos consiste en una serie de derrumbaderos; de piedras amontonadas y revueltas, entre las que sobresalen poderosos trozos de recios muros, perfectamente proyectados por las más expertas mentes y construidos por las más hábiles manos de aquellos años, cuando la fortificación clásica había llegado acaso a su superior desarrollo, gracias a la inmensa labor de Fernández de Medrano y de Vauban, quienes habían alcanzado en sus aplicaciones un desarrollo casi perfecto de las ideas que nos habían legado los poliorcetas de la Antigüedad clásica. En contra de lo que pudo ser una política de recuperación del Real Fuerte de La Concepción, no sólo actuaron los motivos señalados en el primer párrafo de este capítulo, sino el cambio que tras las guerras de finales del siglo XVIII y principios del XIX se sucedieron en Europa. Desde las campañas de Federico el Grande y, en especial, desde los conflictos bélicos de las guerras napoleónicas, se había puesto de relieve que el papel encomendado a las grandes fortalezas modernizadas o levantadas en los últimos siglos no habían tenido función decisiva en el desarrollo de las contiendas bélicas, pues todos los asedios , salvo alguna excepción, cuando fueron realizados con los medios adecuados y con una detenida planificación, terminaron con el éxito de los sitiadores. En el caso de nuestra Península el conflicto de 1808 a 1813 se había decidido por el

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levantamiento de un pueblo en masa, convertido en miles de guerrillas y en cuerpos regulares de continua formación, que no dieron posibilidades de asentarse ni organizarse al invasor, y por las grandes batallas en campo abierto, libradas por importantes ejércitos. Estos fueron los factores que decidieron la evolución de las distintas campañas y el triunfo final de los aliados. Como ya hemos visto en los planos generales que he presentado en este libro el conjunto de las obras construidas conformaron - y conforman aún hoy si nos situamos a la altura de su siglo - un perfecto sistema defensivo, en el que cada elemento podía defenderse a sí mismo, y a la vez defender a los que estaban situados en los espacios inmediatos, conformando un conjunto de sucesivas líneas de defensa, que se inician con la que se podía realizar desde la contraescarpa para proteger el glacis. La voladura parcial del Real Fuerte por los ingleses el 20 de julio de 1810, el abandono y el expolio a que le han sometido los habitantes de los pueblos vecinos que lo convirtieron en cantera para sus edificaciones y que contribuyeron aún más que la pólvora inglesa a su destrucción, de todo lo cual queda hecha mención, sin que se diera en ninguno momento la ocasión y la posibilidad de su recuperación, lo han reducido al estado de deterioro que puede observarse en el plano y en las fotografías que se acompañan y se 412


encuentra convertido en corral de ganado185 por sus actuales propietarios; sin embargo, conserva sus elementos más importantes lo que permitiría su recuperación. En los últimos tiempos las personas e instituciones interesadas en su conservación como monumento artístico-histórico y como muestra ejemplar de la fortificación abaluartada, han conseguido acrecentar el interés de los organismos gubernamentales y culturales por su restauración. Cuando comparo el abandono en que se encuentra el Real Fuerte de La Concepción con la dignidad y esmero con que Portugal conserva las defensas de su plaza fuerte de Almeida ( o lo hago con las de Badajoz con las de Elvas, y con muchas otras más) siento sana envidia del pueblo vecino y pido que lo antes posible nosotros tratemos a las reliquias de nuestra Historia con el mismo cariño y el mismo orgullo. La Junta de la Comunidad de Castilla y León lo declaró por Decreto 147/92, de 6 de agosto de 1992, "Bien de Interés Cultural" con la categoría de monumento y tanto la Consejería de Cultura de esta Junta, a través de su Dirección del Patrimonio, como la Diputación Provincial de Salamanca están realizando acciones

185 Lo que contraviene lo legislado en el decreto de 22 de abril de 1949 (Boletín Oficial del Estado de 5 de mayo de 1949), y que no ha sido tenido en cuanta por los distintos órganos ejecutivos de la Administración española.

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encaminadas a llevar a cabo su recuperación para la Cultura y para la Historia, aunque todavía en actuaciones muy limitadas186. El "Real Fuerte de La Concepción", como queda demostrado en este trabajo, es un precioso monumento sin par en su género, orgullo d e nuestra historia, de nuestra ciencia, de nuestro arte y de nuestra Técnica, que merece ser salvado de su destrucción, para lo cual sería de gran valor la ayuda de los organismos de las Administraciones estatal, autonómica y provincial, del Ejército español y de todos los centros españoles y europeos que tengan como señas de identidad el arte y la cultura, a los que pido que aporten algún gesto, grande o pequeño, moral o material, para conseguir esta aspiración. Si su restauración, por su coste y por su falta de funcionalidad para la vida de este nuevo milenio, no fuese aconsejable, al menos sería de un valor inestimable para la Cultura, para la Civilización y para la Historia que se recobrasen sus ruinas monumentales y se las rehabilitase consolidando su situación y cuidando su conservación para muestra y ejemplo de las generaciones

186 La "Asociación de Amigos del Real Fuerte de La Concepción", ha contribuido eficazmente a ello con la exposición que le dedicó en Madrid el año 1994 y con sus gestiones, estudios, investigaciones de documentos, conferencias, viajes de estudio, etc., para dar a conocer esta joya de la arquitectura militar de nuestra "Ilustración" y a promover acciones para su rescate

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que nos sucedan, las que deseo sean mĂĄs esmerados que hasta hoy con los muestras que de su ĂŠpoca nos ha legado el pasado.

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Datos biogrรกficos de DON PEDRO MOREAU.

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Pedro Moreau187 era natural de Bayona (Francia), y debió nacer en 1694 ó 1695. Es probable, al menos así lo estima ManzanoMonís, que llegara a España, por "la raya del Bidasoa", cuando contaba dieciséis o diecisiete años, como Ingeniero voluntario, formando parte de una de las tres brigadas de Ingenieros militares que dirigidas por el Ingeniero Director Mariscal de Campo Mr. de La Cour había enviado Luís XIV en ayuda de su nieto Felipe de Anjou, lo que debió ocurrir entre 1710 y 1711. Tras las victorias de las tropas borbónicas en los días 9 y 10 de diciembre de 1710, en las batallas de Brihuega y Villaviciosa, el marqués de Valdecañas dirigió su ejército hacia Cataluña, donde el francés del duque de Noailles, que ya era dueño de Vich, de Benasque y del valle de Arán, se había apoderado el 1 de enero de 1711 de la plaza de Gerona; Villacañas comenzó su ataque por las posiciones de Calaf, siendo en estos momentos cuando se unieron a sus tropas las tres brigadas de ingenieros franceses mandadas por Mr. de La Cour. En 1712 fue conocido en Zaragoza por el Ingeniero General marqués de Verboom, que estaba organizando los ingenieros militares españoles y le incorporó a este Cuerpo, destinándole al 187 Datos tomados de Manzano-Monís, Manuel: "El Mariscal de Campo D. Pedro Moreau y el Fuerte de la Concepción". ACADEMIA, núm. 52, pp. 201 - 249.1er. semestre de 1981. - Hoja de Servicios de don Pedro Moreau. - Colección Aparici. Servicio Histórico Militar.

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ejército ocupado en las operaciones que se estaban desarrollando frente a la ciudad de Barcelona, y en donde debió conocer al ingeniero, graduado de Coronel, Luís de Viller Langot, que acaso fuera su jefe inmediato y con quien colaboraría durante los años siguientes. En este servicio - seguimos a Manzano-Monís - acaso pretendiera

acumular

méritos,

adquiriendo

los

conocimientos

suficientes para ser considerado un experto en lo relativo a la defensa y expugnación de las plazas y fortalezas militares, y, con ello, poder ingresar en su día en el Cuerpo de Ingenieros de su país natal, formando parte del ejército de su rey Luís XIV, reputado como el mejor de su época. No sabemos cuales fueron las razones y las circunstancias que le llevaron a integrarse, sin embargo, en el Ejército español. Es posible que en 1712 Verboom le diera una patente verbal de Teniente de Infantería, pues no se ha encontrado ningún documento en que le sea conferida, pero con esta consideración acompañó a Verboom al bloqueo de Barcelona, y aparece confirmado sólo en legajos que corresponden a 1 de octubre de 1713. Formó parte del equipo que ayudó al marqués Ingeniero General a la construcción de la ciudadela de la ciudad, hasta que el año 1718 fue encargado de reconocer la "discutida plaza de Cardona y

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examinar las localidades de Verga, Seo de Urgel y Castel-León" (sic)188. En este año de 1718 se le reconocieron sus méritos al serle expedidas dos patentes: la primera de Teniente de Infantería con categoría de Ingeniero Ordinario, y la segunda de Capitán de la misma Arma con el grado de Ingeniero en 2º., nombramiento firmado, entre otros, por Jorge Próspero de Verboom ante el Ministro Miguel Fernández Durán, encargado de la Secretaría de Guerra. El 12 de noviembre del mismo año fue destinado a Bilbao, donde debía incorporarse a sus tareas el 15 de enero siguiente. Quedaba a las órdenes de Blas de Laya. Desde allí debió pasar, bajo la dirección de Diego Marcón, a estudiar las fortificaciones de San Sebastián y Fuenterrabía, cuyos deficiencias y mal estado puso de manifiesto, lo que determinó a la superioridad a enviar para que dirigiera su reconstrucción y puesta en estado de defensa a Luís de Viller Langot, a cuyos trabajos, con cometido muy detacable, debió coadyuvar Pedro Moreau. En 1726 fue ascendido a Ingeniero en Jefe y entonces es posible que substituyera a Viller Langot, y desde esa fecha tuviera a su cargo la ejecución de las fortificaciones de San Sebastián, Fuenterrabía y Guetaria.

188 Manzano-Monís: Op. cit.; p. 208.

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Cuando el duque de Berwick atacó y ocupó las plazas de San Sebastián y Fuenterrabía en 1719 se encontraba en la primera. De su comportamiento en la defensa da prueba el hecho de que el jefe de las tropas españolas, mariscal de campo Alejandro de la Mota, le propusiera para su ascenso a teniente coronel, cuya `patente le fue expedida el 22 de marzo del año siguiente. Después de estos hechos fue incorporado al ejército que dirigía el Príncipe Pío en Cataluña. Desde Balaguer fue enviado para reconocer las fortificaciones de Cardona, y, más tarde, acompañado por tres compañías de granaderos, fue designado para hacer la carretera que desde Coll de Port, en los Pirineos, habría de servir para trasladar la artillería destinada a la defensa de La Seo de Urgel. Fue ascendido a Ingeniero en Jefe el 13 de diciembre de 1726 y destinado de nuevo a Guipúzcoa, otra vez bajo las órdenes de Viller Langot. En 1732 estaba en Pamplona ocupado en reparar y mejorar sus defensas, cuando el Capitán General duque de Montemar le ordenó que se trasladara a Alicante, en donde se incorporó a la expedición que conquistó Orán, del arreglo de cuyas fortificaciones se encargó, junto a los también ingenieros Antonio y Francisco Montaigut y Antonio de Gaver, bajo las órdenes del gobernador, Alvaro Navia-Osorio y Vigil, marqués de Santa Cruz de Marcenado.

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En la plaza africana solicitó el nombramiento de Ingeniero Director y ser mantenido en su guarnición. Regresó de Orán en agosto de 1733 y el 26 de dicho mes fue ascendido a Coronel, quedando en Madrid, hasta que al año siguiente se le envió a Badajoz, cuyas poderosas defensas se estaban levantando según el ambicioso proyecto de Jorge Próspero de Verboom, y desde donde presentó un amplio informe sobre la forma en que debería llevarse a cabo una campaña en caso de una posible guerra contra Portugal. En 1735 realizó el reconocimiento de la frontera portuguesa desde Alconchel (Badajoz) hasta Salvatierra de Miño y Tuy, aunque llamado a otros empeños parece ser que sólo llegó a Puebla de Sanabria, como lo demuestra el informe que rindió al Ministro José Patiño. En noviembre de ese año se encontraba en el Escorial revisando los planos de la fortaleza de Badajoz y del Fuerte de La Concepción, levantados por Diego de Bordick, según le había ordenado el ministro José Patiño, por consejo del marqués de Verboom. El 3 de diciembre se le ordenó dirigirse a Aldea del Obispo para levantar el fuerte mencionado, pero con arreglo al proyecto que el mismo Moreau había trazado, en el mismo lugar que años antes había elegido el duque de Osuna y siguiendo en buena parte muchas de las líneas de aquella fortificación de circunstancias. En cumplimiento de

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estas órdenes marchó a Ciudad Rodrigo, donde ascendió al empleo efectivo de coronel en 1736. El 5 de agosto de 1739 solicitó el ascenso a Brigadier, pero la petición no fue atendida. El 15 de marzo de 1740 fue nombrado para substituirle en la dirección de las obras de La Concepción el ingeniero Juan Bernardo Frosne, pero tras una carta de Moreau a José del Campillo, el Ministro dejó sin efecto este nombramiento. No existen muchas noticias sobre Pedro Moreau entre los años 1740 y 1747, aparte de sus peticiones para que se le abonasen los atrasos de sus sueldos y para que se le otorgase el grado de brigadier, pero en el Servicio Histórico Militar existe un documento189 en el que se reseña una petición del ingeniero al Ministro José del Campillo, del 29 de noviembre de 1741, para que se le confiera un destino por haberse concluido la edificación del Real Fuerte de La Concepción, a la que el Ministro contesta con una orden de 6 de enero siguiente en la que le dice: "... que subsistiese en aquella frontera encargado de la Direccion de las obras de ella en lugar de D. Juan Bernardo de Frosne, entregandose desde luego de los papeles." 189 IHCM.- Colección Aparici, tomo LVII, pp. 1372-1388.

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En el mismo se anota otro escrito de Moreau al Secretario, de fecha 31 de octubre de 1742, en la que le comunica que "... se ocupaba con el Capitan Gral. en hacer una visita en todos los puntos fuertes de su Direccion,..." El 15 de mayo de 1743 se refería a que había tenido que hacer otra visita, ésta a Puebla de Sanabria, con uno de sus subordinados, y volvía a pedir que se le abonase, al menos, parte sus atrasos - se le debieron en alguna ocasión sesenta y cinco mensualidades -, siendo la contestación, de 30 del mismo mes, negativa por razones de la Tesorería. Estas peticiones - de ascenso y de abonos de sueldo - se repitieron en 9 de febrero y 29 de julio de 1744 y en 4 de diciembre de 1746, y continuaron produciéndose después de 1747, incluso después de su destino a Cádiz. Y según todos los documentos citados parece ser que se encontraba ejerciendo sus funciones en la frontera de Castilla. El 12 de abril de 1947 se le concedió el ansiado y merecido ascenso a Brigadier y continuó al frente de las obras del Fuerte de La Concepción. Hubo de ausentarse en abril de 1749 para realizar trabajos en las fortificaciones de Cádiz, desde donde solicitó, el 26 de agosto, el empleo de Mariscal de Campo, sin lograrlo de momento. Pasó luego al Campo de Gibraltar y, desde allí, siguió reconociendo los escarpados que se levantan en las playas desde la 424


punta del Saltillo a la de Chullera, y luego las sierras que se alzan al norte de las mismas, en sentido contrario, hasta llegar de nuevo a la zona del Estrecho, con el fin de establecer un sistema de defensas que protegieran a la indicada costa. No fue muy larga esta etapa, pues en mayo de 1750 se le destinó de nuevo al ejército de Castilla, pero esta vez a la guarnición de Zamora, seguramente como Director de toda aquella frontera, y en donde, entre 1750 y 1753, debió dirigir la construcción de un cuartel, la cual no debió ser del agrado de algunos de sus superiores, pues al parecer se le abrió un sumario del que salió en 1755 libre y exento de culpas, ya que un año después de sustanciado dicho procedimiento, que él solicitó defender ante el Rey, el ministro Sebastián de Eslaba o ante quien fuese necesario, pidió en carta al citado Ministro, en 1756,190 el ascenso a Mariscal de Campo, que no consiguió en aquel momento. En 1753, por decisión personal del marqués de la Ensenada, había vuelto para dar fin a las obras del fuerte, que pueden considerarse como terminadas en 1759. Desde aquí hasta 1776 sólo se completan pequeños detalles que en nada se separan de la idea y de las normas de Pedro Moreau. En el año 1759 citado, Moreau informó que

190 Manzano-Monís.- Op. cot. p. 218

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el coste total de la construcción había sido de 6.900.000 reales de vellón. Moreau repitió en los años siguientes. en escritos dirigidos a don Ricardo Wall, don Sebastián de la Quadra y don Jaime Mesones de Lima, el ascenso al generalato, sin conseguirlo 191. `Debió ser a finales de 1758 ó principios de 1759, cuando parece que lo recibió del rey Fernando VI, pues aunque faltan los últimos folios de su Hoja de Servicios ni se ha hallado la Patente de concesión, cabe sospecharlo por sus últimos documentos, pues el 15 de diciembre de aquel año firmó en Zamora, con tal empleo, de su puño y letra, un informe en el que expresa su opiniones logística en caso de un ataque hacia Portugal, en el que, a las conclusiones que expresaba en 1735, añadía las que le habían proporcionado sus recientes excursiones en solitario por territorio lusitano bajo diversos disfraces que ocultaban su verdadera condición 192. El año 1760 el mariscal de campo solicitó el retiro, dada su avanzada edad, que le fue concedido. Don Pedro Moreau, que estuvo casado con doña Saturnina Lieson, tuvo ese mismo año, 1760,

191 S.H.M.- Col. Aparisi. Pp. 1386-1388. 192 Manzano-Monís.- Op. ct. P. 223.

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"alguna diferencia" con su única hija doña Magdalena Moreau Lieson y con su yerno el ingeniero don Francisco Barba. Parece ser que murió en Zamora en los primeros años del reinado de Carlos III, sin que tengamos noticias de su partida de defunción.

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Glosario de voces peculiares de la fortificaciรณn abaluartada.

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Ala: Nombre casi genérico cuando, en los diferentes sistemas o trazados, hay trozos o extensiones relativamente grandes, rectos y apareados, como: alas de hornabeque, de camino cubierto, etc.

Angulo.- Es el espacio intermedio formado por el encuentro de dos líneas, como el A. El conocimiento de los ángulos sirve para construir un plano, y levantarlo sobre el terreno. A: ángulo del centro; B: ángulo del polígono; C: ángulo de la base; D: ángulo flanqueado; E: ángulo de la espalda; F: ángulo flanqueante; G: ángulo diminuto; H: ángulo de la tenaza.

Angulo muerto: El que no tiene defensa ni está flanqueado

Baluarte: elemento principal de la fortificación abaluartada (Véase su estudio en el capítulo correspondiente de esta obra). Obra de fortificación que, generalmente, está colocada en la confluencia de dos cortinas. Parte de la fortaleza que avanza hacia la campaña como A y B. Pueden ser terraplenados, como A, o vacíos, como B. Tienen tres ángulos: dos de la espalda y uno flanqueado; están terminados por una cortina a la cual están unidos. Son regularmente de figura pentagonal, si bien algunas veces se pone uno llano, como C, en mitad de la cortina cuando es muy larga. El lado

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opuesto al ángulo flanqueado, o base del pentágono, se llama gola, y puede estar abierta o defendida.

Banqueta.- Pequeña elevación del terreno formada por uno o dos escalones al pie del parapeto. Servía para que los tiradores se protegiesen y pudiesen hacer fuego sobre la explanada de la campaña.

Barbeta: El trozo de parapeto, ordinariamente en los salientes, destinados a que tire la artillería a descubierto, sin cañoneras ni merlones. De esta palabra se deriva el término "A barbeta" para expresar los artilleros que tiran a descubierto

Barrera.- Estacada hecha de gruesos maderos unidos, que servían para cerrar los pasos de los puentes y otros parajes, y llevaban unos molinetes en cada lado para dejar pasar a las gentes de a pie.

Bastión.- Galicismo por "baluarte". Batería.- Elevación de tierra, inclinada hacia la campaña, de 30 a 40 pies de terraplén para absorber la retirada del cañón colocado sobre ella. Las partes del parapeto que son como ventanas para pasar la boca del cañón se llaman "troneras" y la distancia entre ellas, "merlones". Los cañones estaban separados uno de otro 12 pies. 431


Bonete de clérigo.- O simplemente "bonete". Obra que tiene dos ángulos entrantes y tres salientes. Sus flancos se van apartando por la parte de la campaña hacia su frente.

Caballero.- Obra que se acostumbraba a hacer en las golas de los baluartes o en las cortinas. Los había de diferentes formas: redondos, cuadrados o angulares, y se componían de terraplén y parapeto. Servían para descubrir los ataques del enemigo.

Caballo de frisa.- Consiste en un madero grande, atravesado con unos palos terminados en puntas de hierro, que servían para cerrar el boquete de una brecha o la avenida de un campo.

Cabeza de puente.- Se fortificaban los puentes haciendo algunos fuertes a la otra orilla del río. Cuando éste no es muy ancho sólo se pone un revellín (A). Cuando es más ancho que el tiro del fusil, se pone un hornabeque (B), cuyos lados o flancos están defendidos desde la plaza. Se pone a veces el fuerte (C), pero cuando la distancia es mucha debe construirse un semiexágono (como D).

Camino cubierto: En las obras de fortificación permanente, terraplén de tránsito y vigilancia que rodea y defiende el foso y tiene a lo largo una banqueta, desde la cual puede hacer fuego la guarnición por encima del glacis, que le sirve de parapeto. Su ancho solía ser de unas 3 ó 4 toesas. Constituía la primera línea de defensa. 432


Cañonera: La apertura o hueco del parapeto por donde asoma la boca del cañón.

Caponera: Galería o casamata colocada en sitios diversos del cuerpo de la plaza para el flanqueo de un foso o de varios.// - doble: Comunicación desde la plaza a las obras exteriores, trazada en forma de foso seco y defendida por ambos lados con parapetos, generalmente provistos de troneras o de aspilleras. Servían para establecer la comunicación de una plaza con sus obras exteriores.

Cara: En el baluarte, cada una de las dos rectas que forman el ángulo saliente.

Casamata.- Bóveda muy resistente utilizados para instalar una o más piezas de artillería. // Naves construidas con muros y bóvedas a prueba de bombas que substituía a los terraplenes y que eran aprovechadas para instalar alojamientos, caballerizas, almacenes, polvorines, cuerpos de guardia, etc.

Casamata o flanco bajo.- Plataforma que se practicaba en la parte del flanco, entre el orejón y la cortina. Se compone alguna vez de tres plataformas, la una más alta que la otra, quedando el terraplén del baluarte más elevado.

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Caserna: Casamata. Cuartel. Nave dotada con bóveda a prueba de bomba que se construye en las murallas o en los baluartes, y sirve como alojamiento de la tropa o como almacén.

Círculo.- El círculo es una figura plana (como A) rodeada de una línea curva (BBB) llamada circunferencia, de la cual todas las rectas como DO tiradas al punto del medio D, llamado centro, son iguales y se llaman radios o semidiámetros; la CC se llama diámetro y divide al círculo en dos semicírculos. E: sector menor; F: sector mayor. G: segmento menor, y H: segmento mayor.

Ciudadela.- La ciudadela es un fuerte hecho en el terreno más ventajoso del circuito de una plaza, para defenderla y sujetarla. Está separada de la ciudad por una explanada para impedir los ataques del enemigo.

Cola de golondrina.- Obra cuyos lados no son paralelos, sino más apartados por el frente.

Contraataque.- Líneas o trabajos que hacían los sitiados para oponerse al progreso de los aproches (trincheras o paralelas) que realizaba el enemigo.

Contraescarpa: De los dos taludes, pendientes o caras, que forman el foso, el que está al lado exterior o de la campaña y que

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mira a la plaza. Plano inclinado que forma el muro que sostiene las tierras del camino cubierto.

Contrafoso.- Profundidad llena de agua que circuía la contraescarpa por la parte de la campaña y corría a todo lo largo de la explanada.

Contraguardia.- Pequeño terraplén, guarnecido de su parapeto y foso. Servía para cubrir ciertos parajes de una plaza, en especial a los baluartes. Los había de distintas figuras y situaciones.

Contramina y pozo de escucha.- Pozos hechos en el grueso de los terraplenes, en cuyo fondo se construían varios corredores o galerías debajo de tierra, que van de una parte a otra, para descubrir y neutralizar el trabajo de los minadores enemigos.

Cordón: Refuerzo que ocupa el borde superior de los paramentos de una fortaleza.

Corona u obra coronada.- Obra que se componía de dos medios baluartes y de uno entero; servía para ocupar un gran terreno o alguna altura, o para cubrir el frente de un campo fortificado.

Cortadura.- Traversa o trinchera hecha para impedir el avance del enemigo desde el espacio que previamente ha ganado.

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Cortina: La parte recta y extensa de la muralla entre dos baluartes.

Cuadrado fortificado.- Figura de cuatro lados, con cuatro baluartes, como lo es el Real Fuerte de La Concepción. Participa del defecto del triángulo de tener los ángulos muy agudos. Se le empleó principalmente para las ciudadelas.

Cuadriláteros.- Ver "Triángulos". Cuarteles.- Pequeños edificios construidos entre el terraplén y la ciudad para alojar a los soldados.

Cubeto: En la fortificación abaluartada, excavación extensa y profunda dentro de la cual se levantaba una fortaleza.

Cuneta.- Pequeño foso que servía para conducir el agua de lluvia y que también constituía un obstáculo más para el asaltante. solía tener de 10 a 18 pies.

Elipse u óvalo. Es la figura plana terminada en una línea curva que tiene dos diámetros de longitud desigual.

Empalizada: Obra hecha de estacas. // Defensa exterior o valla construida a base de estacas hincadas en tierra, talladas en punta y ligadas entre sí para mayor resistencia, a veces apuntaladas al

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exterior . // En fortificación, se han hecho de palos, ramas, gaviones y fajinas.

Emplazamiento.- Lugar elegido para la construcción de una fortaleza o castillo, debido a sus condiciones estratégicas y ventajas topográfica.

Escarpa.- Plano inclinado que forma la muralla del cuerpo principal de una plaza, desde el cordón hasta el foso.

Estacada.- Constituida por grandes y gruesos palos de unos 8 pies, de los que 3 pies estaban hincados en tierra. Se ponía en posición vertical o, a veces, inclinados en dirección al enemigo.

Estrellón.- Clavos de cuatro puntas, de las cuales queda una siempre hacia arriba; se desparramaban sobre una brecha para impedir el paso de la Caballería enemiga.

Explanada.- Superficie que ocupaba la parte superior de los terraplenes y que quedaba limitada al lado exterior por el parapeto.

Falsabraga.- Obra que se pone junto al talud exterior de una plaza; está compuesta de muralla, parapeto y banqueta, y situada casi al nivel del camino cubierto de la fortaleza. Sirve para impedir las sorpresas y rechazar a los enemigos. Las había de formas varias.

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Fajina: Haz de ramas delgadas muy apretadas que usaban los ingenieros militares especialmente para revestimientos.

Flanco: La línea que une el extremo de la cara del baluarte con la cortina.

Flecha.- Ver: "Rediente". Fogada o fogata.- Pequeños hornillos que se llenaban de barriles de pólvora y que se encendían cuando el enemigo estaba sobre ellos.

Fortaleza.- Vasta y potente construcción o recinto fortificado destinado a alojar una guarnición y a defender un lugar y sus contornos.

Fortaleza irregular.- Es la que por tener que adaptarse al terreno donde se la ha levantado tiene sus lados y ángulos desiguales. Debe seguir, sin embargo, en todo lo posible las reglas que rigen para las fortalezas regulares.

Fortaleza regular.- Es la que tiene los lados y los ángulos iguales; es decir, está inscrita en un círculo o en una porción de círculo. En ella, todos sus baluartes, cortinas, líneas y ángulos son asimismo iguales.

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Fortaleza triangular.- Fortaleza con tres lados de defensa. Las había de diversas formas, pero no eran muy útiles por tener los ángulos demasiados agudos. Servían a veces para guardar los pasos de las líneas y campamentos.

Fortín.- Pequeño fuerte a manera de estrella, o con otra figura, que servía para asegurar las líneas u otra obra.

Foso: Excavación de dimensiones variables que circunda generalmente a las obras de fortificación.- Se extendía desde la escarpa a la contraescarpa, con una anchura de 14 a 20 toesas, y una profundidad variable, y podían ser secos o estar llenos de agua.

Frailes.- Maderos, de 6 a 7 pies, que se metían hasta su mitad dentro de la muralla, algo más abajo del cordón, inclinados un poco hacia abajo, y servían para impedir el asalto de los sitiadores y la deserción de los sitiados.

Fuerte.- Sinónimo de "castillo" o "fortaleza"; empleado preferentemente en la fortificación abaluartada. Se decía "fuerte real" cuan- do era capaz de una acción independiente.

Fuerte de campaña.- Obra que tenía foso y parapeto y se fortificaba de diversos modos según la necesidad y el terreno. Eran siempre de tierra y sólo servían para guardar un paso, la entrada de un puente o las líneas de un campamento. 439


Gavión: Cestón de mimbres lleno de tierra, que sirve para defenderse de los disparos del enemigo. Muchas veces hacían las veces de merlones para proteger las piezas artilleras colocadas a barbeta.

Geometría.- Es el Arte de medir. Se divide en Theórica y Práctica. La Theórica estudia la verdad de las proposiciones, y la Práctica las operaciones con ella. A: punto. B: línea recta. C: línea curva. D: línea circular. E: línea mixta. F: línea perpendicular. G: línea concurrente. H: línea oblicua. I: líneas paralelas. M: línea espiral. N: ángulo recto. O: ángulo agudo. P: ángulo obtuso.

Glacis: La explanada, dispuesta en suave y larga pendiente o declive, desde la cresta del camino cubierto, o desde el borde de la contraescarpa, hasta confundirse con el terreno o suelo natural.

Herse.- Enrejado de gruesas piezas de madera o de hierro, pendiente sobre las puertas de la ciudad por unas cadenas o cuerdas, que se bajaba para guardarse de las sorpresas del petardo.

Hornabeque: Obra exterior de fortificación que se compone de un frente abaluartado, formado por dos medios baluartes, unidos por una cortina; del saliente de aquellos parten dos alas o líneas rectas de longitud varia. 440


Ignografía.- Ver "Plano". Impacto: Choque de un proyectil o de otro objeto contra algo. // - directo: el que se consigue con una trayectoria tensa.

Línea de defensa.- Llamase línea de defensa la que representa el curso de la bala del fusil según la situación que debe tener para defender la cara del baluarte. Las hay de dos clases: línea de defensa rasante que es la que tirada desde el punto A, raya toda la cara del baluarte B, y línea de defensa fijante que es la que tirada desde punto o ángulo C, forma ángulo con la cara D.

Línea.- Línea es una longitud sin latitud. Las líneas se contemplan en la ignografía o plano. AA: lado del polígono interior. CC: lado del polígono exterior. AB: radio del polígono interior, CB: radio del polígono exterior. AC: línea capital. GAD: gola. AD: semigola. DF: flanco. DD: cortina. CF: cara del baluarte. CD: línea de defensa. La figura ADECG es un baluarte.

Luneta o media luna: Baluarte pequeño y con la precisa condición de no formar sistema, de estar suelto, aislado, destacado o avanzado, y tener la gola abierta y en forma de arco.// Está provisto de dos caras, pero no tiene flancos, lo que le hace muy vulnerable; utilizado corrientemente para cubrir el ángulo flanqueado de un baluarte. 441


Magistral: Línea principal o más notable de toda traza, sistema, plano o proyecto de fortificación.

Muralla.- En sentido amplio es todo el muro defensivo que rodea a una plaza fuerte o a una fortificación. Se usa también como sinónimo de "cortina".

Obra avanzada.- Defensa exterior, destacada a cierta distancia de la fortificación para proteger sus accesos o puntos vulnerables, ocupar un "padrastro" o lugar peligroso en caso de asedio, etc.

Obras exteriores.- Obras avanzadas en la parte de la campaña que sirven para cubrir la plaza; se ponen en parajes ventajosos. Pueden ser; revellines, medias lunas. obras coronadas, hornabeques, etc.

Orejón: Apéndice, refuerzo o salida del ángulo de la espalda, redondeado o achaflanado; tiene por objeto resguardar las piezas que guarnecen el flanco cubierto. Vauban era gran partidario de colocarlos; para ello dividía el flanco en tres partes; en la división exterior, con un radio igual a la mitad de su longitud trazaba un semicírculo hacia el exterior que constituía su perfil.

Órgano.- Grandes piezas de madera, separadas las unas de las otras, y pendientes sobre las puertas para hacerlas caer a plomo. 442


Ortografía o perfil.- Los perfiles representan la latitud y altura de una fortaleza si se cortasen por sus elementos por una plano perpendicular a su base. En la figura representada se tienen las siguientes latitudes: AF, caja del terraplén; BC, plaza de armas; D, banqueta; EF, parapeto; GJ, foso; H, cuneta; IK, camino cubierto; KL, glacis; AB, talud interior, y FG, talud exterior.

Ovalo.- Ver "Elipse". Padrastro: Es un punto o espacio más elevado que el nivel de una plaza que descubre y domina alguna de sus partes.

Paralela.- Trinchera que el atacante de una plaza levantaba frente a los muros de la misma, para emplazar sus cañones y atacarla.

Parapeto.- Elevación de tierra de 6 a 7 pies del lado de la plaza y de 4 a 5 por el de la campaña; su ancho era de 28 a 30 pies y servía para que el soldado estuviese cubierto al disparar sobre el enemigo.

Patio de armas. Terreno espacioso, dentro de la ciudad o villa, donde iban a parar las principales calles que conducían a las murallas. También se les ha llamado "plaza de armas".

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Pentágono.- Figura de cinco lados y cinco ángulos. Cuando está fortificado se compone de cinco baluartes y cinco cortinas. De esta forma son la mayoría de las ciudadelas. Una plaza regular puede ser de cinco, seis, siete o más lados, pero jamás llega a doce.

Petardo.- Aparato de bronce afianzado a un tablón o plancha metálica, que en los siglos XVI y XVII se destinaba ocasionalmente a derribar puertas o paredes de poco espesor.

Plano o ignografía.- Señala la magnitud de las fortificaciones de una plaza, tanto en latitud como en longitud, pero sin altura ni profundidad; es la representación que aparecería si se cortasen sus elementos por un plano horizontal, situado a un determinado nivel.

Plaza de armas: Lugar en las fortificaciones donde se asientan las bocas de fuego y donde se acomodan los defensores para disparar sus armas.

Polígonos o multiláteros.- Figuras terminadas de muchos lados. La de tres, como A, se llama triángulo; B: cuadrado; C: pentágono; D: hexágono; E: heptágono; F: octógono; G: eneágonos, etc. Figura regular es la que tiene todos sus lados y sus ángulos

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iguales, como C, e irregular al contrario, como H. El contorno de estas figuras se llama perímetro.

Poliorcética.- (Del griego "polis": ciudad, y "herkos": recinto; "poliorcetico", de "poliorceteos" = sitiar) Arte de atacar y defender las plazas fuertes.

Pólvora: Mezcla, por lo común de salitre, azufre y carbón, que a cierto grado de calor se inflama, desprendiendo bruscamente una gran cantidad de gases.

Poste o puesto.- Cualquier terreno, fortificado o no, capaz de alojar tropas.

Poterna: Puerta pequeña, falsa o escondida, que se abría detrás del orejón, o en la cortina, cerca del ángulo del flanco, para bajar al foso. A veces estaba en el centro de una cortina, defendida por un revellín o una luneta.

Puente levadizo.- Era un puente hecho de un tablado gordo que se subía y se bajaba delante de la puerta de una ciudad o de un castillo (M.I.). Podía ser de doble acción.

Puentes en los ríos.- Ver "Cabeza de puente". Puerta.- Es el hueco dejado en las murallas para permitir la entrada y salida de la fortaleza a todo tipo de persona, animal o 445


vehículo. Solía estar muy protegida y sólo se podía llegar a ella, comúnmente a través de puente retirable o levadizo. A veces se las dotaba con especiales obras y elementos de fortificación.

Rediente o flecha.- Pequeño revellín, generalmente de cuatro lados, que se colocaba delante de otras obras exteriores.

Reducto.-

Fuerte pequeño de figura cuadrada que sólo

tiene la simple defensa de frente. Se ponía en las trincheras y en la explanada para defender los cuerpos de guardia.

Retirada.- Cortadura que servía para impedir el avance del enemigo cuando las primeras defensas habían sido perdidas.

Retreta.- Parte inferior del paramento que se insertaba en el terreno, sobre los cimientos, y que estaba especialmente protegido para evitar la progresión subterránea de los minadores.

Revellín: Obra exterior de fortificación, que consta de dos caras y dos flancos, y se ponía delante de la cortinas para cubrir las puertas y los flancos opuestos de los baluartes vecinos.

Sacos terreros. Sacos de lienzo, llenos de tierra, para hacer de prisa un parapeto de circunstancias.

Salchichones.- Sacos terreros gruesos como ramas gordas de árbol. 446


Senografía o elevación.- Es la representación en perspectiva militar de las murallas de una plaza, como también de sus tierras, y de las profundidades de sus fosos, su planta y la forma de su circuito.

Surtida.- Puerta colocada junto a un orejón, o en la cortina, para bajar al foso, y hacer "surtidas" (salidas) más cómodamente.

Talud: Inclinación del paramento de un muro o de un terreno.

Tenaza.- Hay dos especies de tenaza: la simple (A) cuyo frente forman dos caras, que hacen un ángulo entrante, y la doble (B) cuyo frente está formado por cuatro caras, que hacen dos ángulos entrante y tres salientes. Su objeto era el de resguardar el revestimiento de la cortina y el de los flancos de los ataques del enemigo, y fue un elemento muy utilizado por Vauban, que les dio diversa forma a medida que avanzaba en el desarrollo de sus sistemas defensivos. Los lados de estas figuras son paralelos.

Tenazón.- Obra destinada a proteger las caras de los revellines; sus lados cortos estaban en prolongación de los del revellín y los largos de las caras de los baluarte.

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Terraplén.- Elevación de tierra que cubría el cuerpo de la plaza y tenía su parapeto del lado de la campaña.

Toesa.- Medida de longitud, de origen francés, usada normalmente en lo planos de las fortificaciones del período "abaluartado". Equivale a 1,949 m. Se divide en 6 pies; el pie en 12 pulgadas; la pulgada en 12 líneas, y la línea en 12 puntos.

Tormentaria: Perteneciente o relativo a la máquina de guerra destinada a expugnar o defender las fortificaciones. Arte tormentaria: La de las armas de guerra. Se decía así de las armas que utilizaban la pólvora como su elemento principal.

Torre: Edificio fuerte, más alto que ancho, y que sirve para defenderse de los enemigos desde él, o para defender una ciudad o plaza. // adosada: Aquella que se une a la muralla por uno de sus lados. // albarrana: La exterior, bastante separada, y unida generalmente por un puente. // exenta: La que está junto a una cortina, pero separada de ella. // inclusa: La que está comprendida dentro de la cortina de la muralla, sobresaliendo de ella.

Través o traversa: Muro o parapeto para ponerse al abrigo de los fuegos de enfilada, de flanco, de revés o de rebote, o colocado cruzando un camino cubierto para oponerse a un enemigo infiltrado en él. 448


También se daba este nombre a un foso, terminado por un parapeto, y a veces por dos; este foso podía ser descubierto o cubierto, en ocasiones por tablas cargadas de tierra.

Triángulos y cuadriláteros.- Figuras geométricas. El triángulo consta de tres lados y el cuadrilátero de cuatro. A: triángulo equilátero. B: triángulo isósceles. C: triángulo escaleno. D: triángulo

rectángulo.

E:

triángulo

obtusángulo.

F:

triángulo

acutángulo. G: cuadrado. H: rectángulo. I: rombo. L: romboide. M: trapecio. N: trapezoide.

Trinchera.- Foso cubierto de gaviones, sacos terreros, estacas y toda otra especie de trabajo, para defender un puesto de los ataques del enemigo.

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Índice onomástico Bordan, Pedro, 298, 309 Bordick, Diego de, 155, 258, 261, 264, 270, 273, 274, 275, 276, 277, 278, 284, 323, 422 Buscayolo, marqués de, 131, 237, 240, 242, 246

A Alava y Viamont,, Diego, 131 Alba, Fadrique duque de, 184, 186, 246, 389, 405 Alba, Fernando duque de, 184, 186, 246, 389, 405 Alberoni, aabate, 150, 255 Alberto Magno, 56 Alejandro Magno, 55 Alfonso I Enríquez rey de Portugal, 218 Alfonso V rey de Portugal, 204, 218, 219 Alfonso VII rey de Caastilla, 218 Alfonso X el Sabio, 54 Alvarez. José Narciso, 302 Amici, Jerónimo, 189 Angulo, Pedro de, 127 Antonelli, Juan Bautista, 127, 186 Antonelli, Juan Bautsita, 127, 186 Aranda, Pedro Pablo Abarca de Bolea, conde de Aranda, 182, 189, 399 Arellano, marqués de, 297, 300, 302, 373, 374, 376, 377, 382 Arévalo y Porras, Antonio de, 156 Auchi, barón de, 246, 389 Austria, Juan José de, 183, 219, 228, 244, 397

C Caivi, Juan Bautista, 127 Calabro, Mateo, 151, 155 Calderón Quijano, José Antonio, 133 Campillo, José del, 200, 212, 255, 302, 303, 311, 326, 377, 384, 423 Canario de Aragón, Francisco, 131 Capel, Horacio, 153 Caramuel, 152 Carlos I de España y V de Alemania, 64, 128, 185, 188, 219, 240, 255, 427 Carlos III rey de España, 64, 80, 128, 185, 188, 219, 240, 255, 257, 296, 311, 400, 402, 405, 427 Carños II rey de España, 188, 240, 255, 427 Casanova, 189 Castrioto, Jacome Fusto, 128 Castrioto, Jacopo, 128 Cattaneo, Pietro, 127 Ceballos, Pedro de, 399 Cerdas y San Carlos, cardenal, 401 César, Julio, 72, 73, 461 Céspedes, García de, 131

B Bárbara de Braganza, 296 Bas-le-Duc, Jean Errard de, 117 Batefort, Juan de, 153 Bauffle, José de, 153 Berrugal, Josph, 261 Bertoldo, Severino, 58 Bertoldo,Severino, 58 Berwick, duque de, 251, 398, 421 Blanco, Ramón, 39, 403 Blondel, Fraançois, 139, 152 Bonet, 157

Ch Chafrión, Jossé, 131

C Citesias, 23 Claudio, 29 Clemente X, PP, 400 466


Clemente XII (Lorenzo Corsini), 297 Codony, Francisco, 156, 324, 338, 347, 358, 392, 393 Coerhorn, 149 Coffan, Santiago Alberto, 153 Coisevaux, Pedro, 153 Collado, Luis, 130 Courten, Juan Amador, 155, 208, 264, 270, 272, 274, 277, 278 Craufurd, Robert, 337, 358, 406 Cruz Manrique de Lara, I., 131

D Dávila y Herrera, Andrés, 131 Del Pozo, 126 Díaz Pimienta, Juan, 153 Diego de la Torre, 230, 237, 240, 244, 245, 246 Dogen, Mathias, 139 Dupuy, Felipe, 208, 264, 273, 277, 278, 288, 297, 382, 383, 385

E Eiximenis, Francesc, 97 Enrique III de Castilla, 90 Enríquez de Villegas, Diego, 131 Escalante, Bernardino, 131 Eslaba, Sebastián de, 425 España, Carlos de, 9, 10, 28, 33, 34, 38, 40, 56, 58, 59, 63, 72, 75, 77, 80, 82, 84, 94, 99, 105, 109, 115, 125, 126, 132, 138, 143, 144, 148, 149, 150, 157, 177, 178, 202, 204, 218, 220, 222, 228, 229, 240, 254, 255, 256, 260, 296, 303, 348, 378, 397, 398, 401, 402, 404,405, 410, 418, 454, 459, 460, 463 Estevenin, Simon, 139 Estrabon, 23

F Facciotto, Bernardino, 128 Federico II de Prusia, 65

467

Felipe duque de Parma, 208, 296 Felipe II rey de España, 128, 186, 220 Felipe II, rey de España, 128, 186, 220 Felipe IV rey de España, 177, 183, 188, 220, 221, 222, 228, 229, 233, 240, 244, 245, 287 Felipe V rey de Españaº, 148, 418 Felipe V, rey de España, 148, 418 Ferigan, Sebastián, 152 Fernado VI rey de España, 63, 90, 100, 142, 155, 181, 184, 187, 189, 205, 219, 243, 246, 257, 296, 314, 389, 390, 393, 398, 400, 426, 463, 464 Fernández de Valcárcel, Manuel, 131 Fernández Durán, Miguel, 420 Fernando de Antequera, 63, 90 Fernando VI rey de Espaaña, 184, 189, 390, 393, 398, 426 Filarete, Antonio Abvellino, 97 Fontaana, 97 Foñch de Cardona, Pedro Antonio, 131 Foucaviti.Juan, 298 Francisco I de Francia, 64 Fritag, Adam, 139 Frosne, Bernardo de, 156, 310, 312, 313, 315, 322, 323, 324, 325, 329, 423

G Galloso, José, 153 García Cmison, Juan, 302 García de Alderete, Diego, 131 García de Palacios, D iego, 131 García Sagrado, Lesmes Pedro, 298 García-Rodriguez, Fernando, 110, 142 Gaver, Antonio de, 155, 212, 324, 331, 392, 421 Giraldo de Chaves, Juan, 156, 335, 337, 348, 358, 392 Godoy, Manuel, 402 González de Medina Barba, Diego, 131 Goñdman, Nicolas, 139 Guevara, 186 Guitart Apaaricio, 125 Gustavo Adolfo, 64


Levi-Provençal, E., 80 Lieson Moreau, Saturnina de, 298, 426 Lópes de Oña, Ignaciom- San Ignacio de Loyola, 185 López Carretón, José, 357 López Sopuerta, Juan, 302 Louison, general, 403 Luciano Bonaparte, 402 Lucuze, Pedro de, 129, 152, 293, 461

H Hastings, Warren, 55 Heredia, 189 Hermosilla, José de, 155, 335, 393 Herodoto, 23 Herrero Gómez, Andrés, 298 Hontabatt, Hernando, 298 Hurtado, general, 189

I

M

Ignacio de ZayaS, 242 Isabel de Portugal, 137, 219 Isabel Farnesio, 296 Isla, Lázaro de la, 131

Macchi, Francesco de, 128 Maceda, conde de, 155, 335, 393, 399 Machiavello o Maquiavelo, Niccoño, 97 Madoz, Pascual, 407 Magalhaes, 397 Maggi, Girolamo, 130 Malet, Manesson, 139 Malpaso, Pedro de, 185 Manzano-Monís, Manuel, 210, 247, 301, 302, 311, 319, 338, 357, 390, 418, 419, 420, 425, 426 Marcón, Diego, 420 Margarita de Saboya, 220 Maria Antonia Fernanda, 297 Mariategui, Eduardo, 129, 458 Marolois, Samuel, 139 Medrano, caballero, 131, 132, 135, 136, 137, 138, 139, 140, 143, 149, 152, 178, 188, 411, 459, 464 Mendoza, Bernardino de, 81, 131 Meneses, Juan de, 137 Merimée, 35 Mesones de Lima, Jaime, 100, 426 Mieuson, Alberto, 153 Minguet e Irol, P, 110 Moliner, María, 21, 40 Moncada, Omar, 153 Montagut o Montaigut, Amtonioi, 421 Montagut o Montaigut, Franmcisdo, 421 Montemaar, duque de, 151, 152, 303, 305, 308, 311, 312, 313, 317, 320, 322, 323, 325, 326, 378, 381, 382, 383, 384, 421

J Jocquet, Simón, 230, 232, 242, 346, 388 Joseph de, 131, 243 Juan I de Castilla, 90, 221 Juan II de Castilla, 90

L La Cour, Mr. de la, 418 La Ferriere, Juan de, 156, 304, 305, 313, 319, 320, 323, 356 Landaete, Juan de, 156 Lanter,.Giacomo, 128 Larrando de Mauleón, Francisco, 151 Larumbe, Ramón de, 305, 306, 309 Laya, Blas de, 420 Le Prestre, Sebastián. Señor de Vauba, 105, 112, 116, 133, 135, 136, 139, 140, 141, 142, 143, 149, 152, 153, 156, 161, 162, 178, 188, 256, 314, 411, 442, 447, 456, 457, 459, 465 Lechuga, Cristóbal, 130 Leclerc, Carlos Victor, 402 Lecoq, Oedro, 298 Lede, marqués, 256 Leganés, marqués de, 131, 152 León y Luna, José Antonio de +, 279, 301 Leonardo da Vinci, 97

468


Montemar, José Carrillo de Albornoz, duque de, 151, 152, 303, 305, 308, 311, 312, 313, 317, 320, 322, 323, 325, 326, 378, 381, 382, 383, 384, 421 Moore, John, 404 Morán, Mateo, 130 Moreau Lieson, Magdalena, 427 Moreau, Pedro, 155, 206, 208, 210, 211, 233, 236, 258, 259, 261, 264, 270, 272, 273, 275, 277, 278, 286, 287, 288, 294, 297, 299, 301, 304, 305, 308, 309, 311, 312, 313, 314, 316, 317, 319, 321, 322, 323, 324, 325, 327, 328, 330, 332, 333, 334, 338, 347, 350, 354, 356,358, 388, 389, 391, 392, 393, 394, 418, 420, 422, 423, 424, 425, 426 Mortara, marqués de, 246 Moscoso, Manauel, 304, 313, 372, 373, 374, 383 Mota, Alejandro de la, 95, 106, 421 Munt, Vicente, 130

Patyiño, José, 151, 206, 236, 255, 257, 258, 259, 260, 271, 273, 275, 277, 278, 284, 288, 291, 294, 297, 302, 304, 323, 350, 370, 371, 373, 374, 376, 377, 378, 380, 384, 388, 389, 390, 393, 422 Peñafiel, Esteban, 156 Pescara, marqués de, 63 Peso, Pedro del, 185 Philon de Bizancio, 35, 72 Pietra Santa, Franciso, 131 Pío de Saboya, Ptríncipe, 421 Pisano, Luis, 127 Pla Cargol, Joaquín, 80 Polibio, 72 Polo, Maffeo, 55 Polo, Marco, 55 Procopio, 33, 73 Puig, Gabriel, 300, 301, 393

Q Quatrefages, René, 100

N Napoleón Bonaparte, 65, 105, 157, 158, 402, 405, 410 Navarro, Pedreo, 126 Navia-Osorio y Vigil, marqués de Santa Cruz de Marcenado, 421 Nedjen-Eddin-Hassan-Abrammah, 57 Ney, mariscal Miguel, 406 Noailles, duque de, 418

O M, 131 Ordovás, Juan José, 156 Orry, Jean de, 255

R Ramírez, maestro, 100, 126 Ramiro López, francisco, 101, 126 Rebolledo, conde de, 246, 389 Reyes Católicos, 63, 100, 125, 126, 184, 187, 219 Ripperdá, 255, 256 Rodríguez de la Flor, Fernando, 233, 243, 316, 319, 335, 356, 400 Rojas, Cristóbal de, 130 Rousell, 152

S Saboyno, Juan Bautista, 261 Salamanqués, Juan, 245, 246, 247, 249 Salas, Ignacio de, 156, 314 Salazar, Diego, 129 San Antonio, fray Nicolás de, 298 Sánchez-Gijón, Antonio, 100 Sánchez-Tembleque, Luis, 93, 110, 142

P Pacciotto, Francesco, 128 Pagan, Blaise François de, 139, 152 Parque, duque del, 179, 405

469


Santana y Tapia, Juan de, 131 Sardi, Pietro, 139 Sarmiento, Diego, 246, 389 Sarriá, conde de, 399 Sarthou Carreres, Carlos, 80 Sayve, conde de, 401 Solís, Lorenzo de, 155, 156 Spanocchi, Tiburcio, 128, 177

V Valdecañas, marqués de, 418 Valturio, Roberto, 97 Vara, Francisco de, 303 Verboom, C ornelio de, 148 Verboom, Jorde Próspero de, 132, 138, 143, 148, 150, 153, 154, 156, 178, 179, 182, 189, 256, 257, 259, 277, 310, 314, 418, 419, 420, 422 Verboom, Jorge Próspero de, 297 Villarias, 303, 311, 378 Ville, Antoine de, 139, 152 Villlarias, Sebastián de la Cuadra, marqués de, 303, 378, 384, 426 Viññema Pardo, Leonardo, 63, 98, 125, 129 Vitey, 56 Vitrubio, Marco, 35, 72

T Taccela, Jacopo Mariano, 97 Tamayo, Francisca, 302 Taunneville, Barón Felipe de, 153 Tejada, Fernando, 246, 389 Téllez Girón, duque de Osuna y conde de Ureña, Gaspar, 131, 151, 152, 184, 186, 206, 207, 221, 225, 227, 228, 229, 230, 231, 232, 233, 236, 237, 238, 239, 240, 242, 243, 244, 245, 246, 251, 256, 258, 259, 263, 273, 276, 287, 288, 299, 303, 305, 311, 312, 313, 314, 317, 319, 320, 322, 323, 325, 346, 350, 370,378, 382, 383, 384, 388, 389, 396, 398, 405, 418, 421, 422 Torrenueva, marqués de, 303 Torres, marqués de las, 151, 406 Torriani, Leonardo, 128 Trocifal, marqués de, 246, 389

W Wall, Ricardo, 426 Welliingto, 406 Wilson, Robert, 405 Wu-Ching-Tsao, 55

Z Zapatero , Juan Manuel, 105, 116, 133, 155, 157 Zepeda y Andrada, Alonso de, 131, 152 Zepeda, Alonso de, 131, 152 Zubiri, Xavier, 26

U Ufano, Diego, 55, 130 Ulloa, Pedro de, 238, 242, 327 Upmann, 59

470


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