Galeano y el criterio de la vida como sentido principal de la economía

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Galeano y el criterio de la vida como sentido principal de la economía Fausto Plutarco Figueroa Gutiérrez Lo importante es reír, y reír juntos

Introducción El siguiente ensayo se encuentra encaminado a revisar el pensamiento de Eduardo Galeano plasmado en “El Libro de los Abrazos” con la finalidad de observar en el autor elementos esenciales para la transformación del pensamiento, tanto en lo general como en lo particular, lo cual es para este caso el pensamiento económico, y cruzarlo con el desarrollo del concepto de las cuatro A’s. Antes de adentrarnos en el libro, me gustaría revisar los antecedentes y el contexto del concepto de las cuatro A’s, el cual he planteado con anterioridad aunque de manera muy general1, que en lo personal deben de ser considerados para la transformación de la sociedad y que, afortunadamente, se plantean a lo largo del libro, pero de manera intrínseca. Dicho concepto se compone de cuatro elementos: aknoledgement, apology, amendment y atonement, que en español se traducen como reconocimiento, disculpa, enmienda y expiación. El acercamiento que he tenido al concepto se ha dado de manera casi fortuita, pues se encuentra en un poema insertado en una canción titulada “forever begins” y es el padre del cantante quien hace alusión a dicho concepto y a pesar de la investigación que he realizado para localizar su origen, he podido llegar solamente a la conclusión de que forma parte de la tradición del pensamiento afronorteamericano, enraizado en la ideología de Martin Luther King, principalmente, pero continuado hasta nuestros días por un sinnúmero de personas. Debo de decir que el concepto de las cuatro A’s se da a partir de una concepción de la utopía, que se presenta como el “por siempre” (forever), y de la sociedad lo mejor posible, para lo cual se dice que “por siempre (es decir la utopía) es encontrar una solución a una solución (la consecución de la sociedad lo mejor posible)” (Lynn, 2007).

Reconocimiento Volviendo entonces a los conceptos, debemos de preguntarnos qué significa cada uno de ellos y para qué sirven. El concepto de reconocimiento es para mí uno de los más importantes, no solo porque es el primer paso de un proceso muy importante, sino porque es lo esencial, si no se da el desarrollo de este concepto en el pensamiento de cualquier ser, entonces no se pueden dar los de más; reconocimiento es aceptarnos a nosotros y a los demás, naturaleza incluida, así como los errores que hemos cometido. Como dijeran Hinkelammert y Mora: 1

Véase la conclusión de “Reflexiones sobre el criterio de la ganancia”.


“el mutuo reconocimiento de los seres humanos como seres naturales y necesitados, ya que cada ser humano depende del otro, sustenta al otro, participa en el desarrollo del otro, comulgando de un mismo origen, de una misma aventura y de un mismo destino común” (2005, pág. 37). A partir de este concepto creo que toda abstracción de los seres humanos va en contra de la misma reproducción de la vida, por lo que los conceptos de agentes económicos, utilizado por los neoclásicos, y de masas, tan reverenciado por los maoístas y los leninistas (enmarcado en una interpretación de Marx un tanto errónea), deben de ser desechados de nuestro pensamiento, pues no permiten la apreciación de los seres humanos y la naturaleza, así como las relaciones simbióticas que se presentan entre ellos y ella, y que, en su afán de hacer legítimos a estos dos conceptos, se han cometido grandes atrocidades; además no reconocen los procesos individuales por los cuales todos los seres humanos atravesamos y nos van determinando a lo largo de nuestras vidas, y así nos lo recuerda Galeano luego lueguito en su libro al decir “cada persona brilla con luz propia entre todas las demás” (1989, pág. 5). Las abstracciones de los seres, tanto humanos como naturaleza, generan una racionalidad en contra de la vida puesto que justifican medios sobre fines, lo cual me gustaría ejemplificar con una anécdota personal. Recuerdo que una vez, platicando con una compañera, yo planteaba que la democracia es un concepto central en el pensamiento marxista, pero que se debe de entender desde la raíz etimológica, la cual nos dice que la democracia es el poder o gobierno del pueblo, pero que en el concepto de pueblo no debe de entenderse como se hace usualmente, es decir que al pueblo no debe de entendérsele como aquellos que se encuentran desprotegidos, en los estratos socioeconómicos más bajos y pauperizados, sino que se le debe de entender en lo más ampliado, en otras palabras, pueblo somos todos sin excepción alguna, desde el obrero más humilde hasta el capitalista más acaudalado, y que solamente así se podría llegar a la verdadera transformación de la sociedad, a lo que ella me respondió que no, que estaba equivocado, puesto que los capitalistas habían renunciado a su derecho de ser pueblo y que, justamente, estaban en contra de él. La forma de pensar de mi amiga me hace pensar que ella ve una competencia entre las personas, que concibe la lucha de clases de Marx como un proceso en el cual una clase debe de triunfar sobre la otra, pero que dicho triunfo se entiende como el sometimiento de unos sobre otros, sin haber mediación alguna de reconocimiento y transformación del ser. Desafortunadamente muchos movimientos que dicen enarbolar la justicia social creen que lograran sus objetivos venciendo y sometiendo al oponente, desgraciadamente esto es solo la reproducción de las condiciones que ahora los arroja a las calles, generando así lo que el gran Luther King Jr. llamaba la espiral del odio. Como parte del proceso del reconocimiento, para después pasar al de la disculpa, la enmienda y la expiación, entra fuertemente ese entrañable relato que nos otorga Galeano, titulado “La Función del Lector /2” donde un capitán franquista, tras leer la poesía de aquellos contra los cuales lucho, se reconoce a sí mismo y a los otrora enemigos, para posteriormente renunciar al ejército y alejarse de aquello que alguna vez defendió a capa y espada, a pesar de que esto significara el encarcelamiento y el exilio.


El libro de los abrazos está plagado de frases, de pensamientos, que hacen que el ser se regocije a la vez que se acongoja, y nos permite pensar en el uno, en el otro, en el nosotros y en el ustedes, para llevarnos, con un sentimiento que nos hace recordar a la humanidad que todos y cada uno llevamos dentro, es por esto que Galeano dice “…todos, toditos, tenemos algo que decir a los demás, alguna cosa que merece ser por los demás celebrada o perdonada” (1989, pág. 15). Esto me lleva a preguntarme ¿Qué habrán pensado Stalin, Hitler o cualquiera que no permita a los otros expresarse?, creo que nunca sabré la respuesta, pero pienso que en alguna inhóspita parte del camino perdieron gran parte de su humanidad, ya que no se reconocieron a sí mismos. Este pensamiento me lleva a Paulo Freire, ese gran hombre cuyo legado se encuentra para la liberación de la humanidad. Freire decía que “La cultura no es atributo exclusivo de la burguesía. Los llamados «ignorantes» son hombres y mujeres cultos a los que se les ha negado el derecho de expresarse y por ello son sometidos a vivir en una «cultura del silencio».” A lo que quiero llegar con la cita de Freire es que el proceso de reconocimiento no se puede dar si no se permite que todos nos expresemos; si hay autoritarismo, tanto ideológico como instrumental, el ser se vuelve incapaz de desarrollarse y se vuelve o un disidente más o una estadística más. El economista no puede pensarse a si como un ser o ente situado en lo alto de una torre de marfil, desde la cual hace un diagnóstico y un análisis de la sociedad, para después recetarle, como buen médico, un tratamiento que va a resolver sus problemas solamente siguiendo una receta y tomándose unas pastillitas, ¡no!, el economista juega un papel importantísimo dentro del desarrollo de la sociedad, éste debe de asegurar la reproducción de las condiciones materiales de vida, puesto que somos seres necesitados y no agentes que maximizan la utilidad solamente. En el economista el reconocimiento le debe de llevar, como a todos, a saber dónde es donde la cosa pica y como saber rascar, a muchos les pica el estómago o el alma, y a todos nos debería de picar la conciencia. Los seres humanos no somos ni recursos humanos ni capital humano, aunque lo digan así para que según esto se escuche más bonito, todos somos a pesar de que nos ninguneen, todos tenemos capacidades y conocimientos, somos un crisol de circunstancias y situaciones. La riqueza de Don Eduardo Galeano se encuentra en recordarnos nuestra humanidad. Es grande la sentencia que hace Galeano al decir que “A muchos mata la policía, y a muchos más la economía” (1989, pág. 56), pero es tan cierta. ¿Cuántos no han muerto en la búsqueda de la ganancia?, ¿a cuántos niños y niñas no ha dejado mutilados y muertos la prospección de diamantes en el África, más específicamente en Sierra Leona?, o ¿Cuántas personas no han muerto por el negocio del petróleo en el Medio Oriente? Pero la economía no mata solamente con guerras, lo hace también invisibilizando a las personas, volviéndolas estadísticas nada más y, citando nuevamente a Galeano, “¿Dónde se cobra el ingreso per cápita?” En México el PIB per cápita asciende a los 10 mil dólares al año, lo cual contrasta con los 74 mil millones de dólares que se le atribuyen en la revista Forbes a Carlos Slim (Amador, 2011), el hombre más rico del mundo, y los 52 millones de pobres que hay en nuestro país según las cifras más conservadoras (CONEVAL, 2011), es decir las del gobierno federal.


Yo me pregunto, ¿Ante esto que hacemos los economistas?, para resarcir todos estos problemas el economista debe de pasar por el proceso del reconocimiento, tanto para entender las problemáticas que aquejan al mundo, de tal manera que esto le permita cambiar el criterio que norma su pensamiento, para pasar del criterio de la ganancia al criterio de la vida, pues a final de cuentas nuestra responsabilidad, nuestra razón de ser como economistas, es asegurar la producción y reproducción de las condiciones de vida de la humanidad, es decir que los seres humanos tengan la capacidad de desarrollarse, de manifestar y potenciar sus capacidades, no de ver cómo es que una empresa puede desplazar a su competencia del mercado. A continuación me permito citar en su totalidad uno de los relatos de Galeano, que nos permita identificar estos errores que hemos cometido como economistas, el cual se titula “El hambre /2”: “Un sistema de desvínculo: El buey solo bien se lame. El prójimo no es tu hermano, ni tu amante. El prójimo es un competidor, un enemigo, un obstáculo a saltar o una cosa para usar. El sistema, que no da de comer, tampoco da de amar: a muchos los condena al hambre de pan y a muchos más condena al hambre de abrazos.” (1989, pág. 58).

Disculpa Por disculpa se entiende el proceso mediante el cual las personas reconocen sus errores y lo hacen saber a aquellas personas a las que va dirigido, o a las que han ofendido. Se trata principalmente de la manera en la que las cosas se expresan. El economista debe de entrar en el proceso de la disculpa, por ejemplo no podrá seguir utilizando las formas tradicionales para expresarse, puesto que el manejo estadístico de los seres humanos termina siendo la abstracción que más arriba se mencionó, pero, como ya decía, no somos numeritos, somos seres concretos y necesitados, tanto de alimento como de afecto. Una manera en la cual nos podemos disculpar es cuestionándonos y cambiando la forma en la que hacemos las cosas: no pensar que el desarrollo se logra con la competitividad, puesto que es ésta impide la realización de alguien más; pensar más bien en que el fin último del desarrollo es la vida; que una estrategia de desarrollo local no debe de buscar insertar a una localidad en el mercado de la manera más eficiente, sino que debe de tener como objetivo asegurar el empleo y el sustento tanto de las personas como de la naturaleza externa; que la innovación no se encuentra para desplazar a la gente de los puestos de trabajo, sino para balancear de manera justa y más conveniente el tiempo de vida del ser. Como economistas no podemos andar por ahí diciendo tales burradas, que la competitividad esto, que el outsourcing lo otro, que el mercado es capaz de regular todo, es casi tan eficiente, calculador y total que nomás porque no se lo hemos pedido no nos dice a qué hora ir al baño y cuándo y cómo hacer el amor. Debemos de pedir disculpas ante tales perogrulladas, así como se le exige a un parvulito cuando dice una mentira o rompe un florero jugando a la pelota. A Friedrich


Hayek y Milton Friedman les tendrían que haber puesto a rezar padres nuestros hasta la eternidad para disculparse, según la tradición católica. Disculparnos es entonces renunciar al pensamiento tecnócrata, al cual Galeano juzga pues no conocen las repercusiones de sus actos y de sus palabras y tratan de esconderse en la neutralidad, por lo que el autor les dice irresponsables con justa razón. Para abonar a esta reflexión se vuelve necesario leer, aunque sea un fragmento, de Gabriel Celaya: “Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.”2

Entonces el economista que se disculpa deja de ser neutral, no puede ya más pensar en que la economía es positivista y objetiva, si bien cuenta con ciertos aspectos de este tipo, estos no son su núcleo, la economía parte del sujeto y éste siempre debe de permanecer en el centro, entonces el economista toma partido por la vida hasta mancharse. Esto debe de llevar a la democratización de la economía, a que los beneficios alcancen a todos y cada uno de nosotros. Asimismo, el economista disculpado se reconoce a sí mismo y a los demás como seres biosentipensates, combinando así la concepción de Hinkelammert del ser necesitado y la de Galeano de la unión de la razón y el corazón. Ahora su visión no se encuentra nublada por la venda de la tecnocracia.

Enmienda La enmienda es el tomar acción, el no dejar las cosas en palabras y buenos deseos nada más, como suelen hacer los políticos de nuestro país. Una vez que se reconocen los seres y los errores, y se pide disculpas por estos últimos, las palabras deben de convertirse en acciones concretas sobre personas concretas. Galeano comenta que el sistema busca desvincular la vida de sí misma, nos dice que “el sistema divorcia la emoción y el pensamiento, como divorcia el sexo y el amor, la vida íntima y la vida pública, el pasado y el presente” (1989, pág. 90). Denuncia así las dicotomías que tanto le gustan al sistema capitalista, principalmente la de lo público y lo privado, las cuales son utilizadas para hacer perversas abstracciones y deshumanizar el dolor, el hambre, el amor, en fin, deshumaniza las necesidades y las dolencias, queriendo limitar la acción de los individuos, que éstos se subordinen a la buena voluntad del mercado, diciendo que es de locos planificar y actuar de manera organizada y coordinada, puesto que de esta manera solo se interrumpe el buen funcionar de la

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Fragmento de “La poesía es un arma cargada de futuro”.


maquinaria del mercado, dicen que mejor nos guiemos por la información que el mercado nos proporciona por medio de sus precios, arrodillándonos ante su providencia. Leyendo una nota periodística referente al movimiento de los indignados, el autor decía que nadie había obligado a esas personas a endeudarse y que eran unos locos al afirmar que Marx tenía razón, pero parece ser que el mercado no encamina las acciones de los seres humanos de la mejor manera. Para Galeano se debe de tomar acción retomando la forma en la que antiguamente estaba organizada la sociedad en nuestra América Latina, y nos dice con voz de profeta, entendiéndolo desde la explicación que hace Don Javier Sicilia, que dice que la misión del profeta no es la de predecir el futuro, sino restituir los significados originales que el pueblo extravió, para así anunciar la llegada de un mesías, siendo el mesías el propio pueblo: “La comunidad, el modo comunitario de producción y de vida, es la más remota tradición de las Américas, la más americana de todas; pertenece a los primeros tiempos y a las primeras gentes, pero también pertenece a los tiempos que vienen y presiente un nuevo Nuevo Mundo. Porque nada hay menos foráneo que el socialismo en estas tierras nuestras. Foráneo es, en cambio, el capitalismo; como la viruela, como la gripe, vino de afuera.” (1989, pág. 101). La idea es luchar contra ese colonialismo invisible que comenta Galeano, aquel que, por medio del convencimiento, no permite decir, hacer y ser. El Che Guevara esta descrito en muy pocas palabras por Don Eduardo, pero muy precisas, y son palabras que lo vuelven una manifestación concreta de la enmienda y su sentido: “él fue un raro tipo que decía lo que pensaba y hacía lo que decía.” (1989, pág. 137).

Expiación Aunque es un concepto más vinculado con cuestiones religiosas, como granjearse el perdón de Dios al corregir nuestras ofensas y así ganar el reino de los cielos, en este caso significa más bien el mantener la actitud que se requiere en este proceso, es decir no cometer los errores que se está buscando enmendar, lo cual permitirá mantener el equilibrio, por así llamarlo, o mejor dicho, el seguir solucionando las soluciones. A final de cuentas, la expiación es la culminación y el nuevo comienzo del mismo proceso, el cual se vuelve un gran y fuerte abrazo que nos libera.


Conclusión Me gustaría dar unas últimas palabras con la esperanza de abonar a la formación de un criterio para la vida. A lo largo de nuestros estudios hemos visto que dentro de la concepción neoclásica/neoliberal, la utopía es el progreso infinito, el cual se alcanza gracias al equilibrio general, mismo que es producto de la competencia perfecta propiciada por la regulación “natural” del mercado, cuando a este se le deja en libertad de hacer como le plazca, pero vemos que la competencia perfecta no es competencia, puesto que supone igualdad de condiciones e igualdad de leyes, más bien, si se manejara con otras palabras, sería una coordinación del trabajo en la sociedad dada por el mercado (por lo que creo no sería social), entonces como la utopía es perfecta y, por ende, inalcanzable, solamente podemos acceder a la sociedad lo mejor posible, que en este caso es competencia imperfecta, pero que tampoco es competencia porque no hay condiciones iguales ni las leyes aplican igual, es decir que siempre hay una tendencia inicial a que una de las partes gane, y esto conlleva a desequilibrios. A lo que quiero llegar con esto es a la utopía de la economía para la vida. Yo la concibo como que ésta es la realización de todos los seres, la cual se logra por medio del bien común, y para esto se requiere de una coordinación/organización social del trabajo la cual se da cuando el mercado y el Estado están subordinados al ser humano natural y necesitado, pero al ser también una utopía, la sociedad lo mejor posible si puede organizarse y coordinarse, pero lo que no puede impedir es que todos los seres en su totalidad se realicen, puesto que la misma naturaleza del ser puede llegar a impedirlo, es decir que las personas se pueden enfermar y morir por esto, o pueden existir situaciones imprevisibles como los accidentes, lo cual impida dicha realización. Creo que la consecución de esta sociedad lo mejor posible se logra combinando los ingredientes del reconocimiento, la disculpa, la enmienda y la expiación. A partir de aquí debemos de trabajar con las cuatro A’s pensando en que el bien común es por siempre, es parte del proceso de encontrarle una solución a otra solución.

Bibliografía Amador, R. G. (10 de Marzo de 2011). Frente a 44% de mexicanos pobres, 11 ricos acumulan 125 mil 100 mdd o 12.4% del PIB. La Jornada, pág. 31. CONEVAL. (05 de Diciembre de 2011). sitio web del CONEVAL. Recuperado el 05 de Diciembre de 2011, de http://internet.coneval.gob.mx/informes/Pobreza/Pobreza_municipal/Presentacion/Pobr eza_municipios.pdf Galeano, E. (1989). El Libro de los Abrazos. Buenos Aires: Siglo XXI.


Jímenez, F. J. (2005). Hacia una Economía para la Vida. San José, Costa Rica: DEI. Lynn, L. ". (Compositor). (2007). Forever Begins. [L. ". Lynn, Intérprete] Chicago, Illinois, Estados Unidos.


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