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Rocio Sierra página
by FCTH
Por: Rocio Sierra Fotografía: Oskar Ruizesparza
chilito_84@yahoo.com Más humanos como tú.. Juan José Padilla
(Parte I) Recuerdo el día que conocí a Padilla; fue el 26 de marzo del 2006, cuando lidió un concurso de ganaderías en Illumbe (Donostia), al lado del Fundi y Barrera.
Por la noche, había quedado con Barrera de, que si la corrida y el ánimo terminaba bien, cenaríamos en algún sitio. Nunca imaginé que el iría acompañado de Juan José.
Ahí estaba, en un restaurante del barrio de Gros, sentada en la misma mesa con dos Matadores de Toros que ahora me enorgullece llamar amigos, Padilla y Barrera.
Agradezco infinitamente a Barrera por haberme invitado, sino, tal vez nunca hubiera podido conocer a Juan José, ni el lado más místico que puede tener un Matador, ese lado que muy pocos conocen: el humano. Esa noche, quedé apabullada. No podía entender como el matador de las corridas duras, con esa complexión física grande e imponente, con esa voz rasposa y honda, podía ser una persona tan sensible, atenta y amable conmigo, una total y perfecta desconocida cinco minutos antes.
Todavía recuerdo el sorbete de limón del postre, pero sobre todo, el cruzar el umbral del restaurante paladeando la sensación de quien conoce a quien admira, aunque sea solo unas horas.
A partir de ahí creció un cariño y una admiración enorme, a distancia; volví al recurso de la prensa y tv para enterarme de su vida y de cómo iba la temporada, alguna llamada espontánea felicitando por algún triunfo... Luego, su regreso a México.
Autlán de la Grana unos años después y la magia de un brindis amistoso y cálido, me confirmaron que ese sabor que paladeé saliendo del restaurante, no sólo era el sabor de la emoción, más bien era el de esa amistad que había nacido espontánea, casual, natural.
Pasó el tiempo, mucho. Viajé de nuevo a España y conocí a la familia y amigos de Padilla; me sentí en familia... Volvió el contraste: no creí
que después de tanto tiempo sin vernos, habría la confianza y la calidez de quien se conoce desde siempre.
Cada vez que algún amigo me pregunta de toros, se me llena la boca de orgullo al decir a que Matadores conozco, pero se me enchina la piel al contar alguna experiencia vivida con quienes considero amigos.
Luego, lo inevitable; la moneda de la suerte cayó contraria a lo deseado; Dios parpadeó y en un segundo, la vida de Padilla cambió radicalmente. Recuerdo haber sentido un escalofrío inigualable, hasta la vista se me nubló, e inmediatamente brotaron lágrimas de mis ojos.
Todo era incierto, más aún a miles de kilómetros de distancia, y con una diferencia de horario importante. Nadie de los mexicanos sabíamos con exactitud el estado de Juan José, ni siquiera que tan prudente sería llamarle a Diego Puerto, incluso a Lidia... Subí a mi cuarto en casa de mi mamá, tomé un torero de barro y fuí directo a la entrada de la casa donde, en una de las paredes hay un azulejo sevillano de la Virgen del Rocío, y lo puse al lado de una veladora.
Recé todos los días y todas sus noches, en silencio, mirando los ojos de esa Vírgen de cerámica andaluza con tanta devoción, que creo que nunca había sentido tal comunicación con el Cielo.
Meses después, Padilla anuncia en rueda de prensa su reaparición en Olivenza. Mi corazón latió tan fuerte que creí que se me saldría del pecho, creció un nudo en mi garganta y corrí a darle un beso a la misma imagen que había escuchado día y noche mis rezos. Pero no termina nada ahí, por el contrario recién había empezado el proceso de recuperación física de Padilla, la emocional de todos los que están a su alrededor... (Parte II, el próximo jueves...)
Diseño y Fotografia Oskar Ruizesparza
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