Francisco Rodríguez Aguado
Ramírez Falcón, Antonio “ANTONIO RAMÍREZ”
Matador de toros nacido en Carmona (Sevilla), el 22 de junio de 1979. Tras la lógica etapa de becerrista recorriendo las plazas de pueblo, debutó con picadores en Arenas de San Pedro (Ávila), el 3 de abril de 1999, con Ramón Mateo “Morita” y Juan Carlos de Alba y novillos de José Miguel Arroyo “Joselito”. Ovación y aplausos fue el balance de su actuación. Terminó la temporada con 7 novilladas en las que cortó nueve orejas. En la temporada de 2000 se presentó en la plaza de la Real Maestranza de Sevilla la tarde del 2 de julio, alternando con Julio Pedro Saavedra y Javier Castaño en la lidia de novillos de Juan José González, astifinos y mansos. Saavedra resultó cogido de gravedad al entrar a matar a su primero, y Antonio Ramírez tuvo que dar cuenta de él de pinchazo, media y tres descabellos. Antonio Lorca vio la corrida y escribió la crónica en “El País”, que trascribo en parte: “La cornada llegó, como todas, en el momento más inoportuno. Tras varios ensayos, el torero consiguió que el novillo se quedara quieto y fijo en la muleta. Se volcó sobre el morillo, no vació la embestida del animal y el torero quedó prendido en los pitones de mala manera; cayó al suelo, fue pisoteado y de nuevo levantado por los aires. Finalmente, tras unos segundos angustiosos, Saavedra quedó desmadejado en la arena. Aunque consiguió levantarse, se desplomó rápidamente en los brazos de las asistencias. Hasta entonces, el novillero madrileño se había ganado el respeto del público en una labor de menos a más, en la que destacó su quietud ante un novillo manso, cobarde, sin clase y que no se empleó en ningún momento. El mérito del novillero consistió en sujetar la huidiza embestida y torearlo con hondura con ambas manos. Su secreto está en que corre bien la mano, conoce los terrenos, se coloca en el sitio adecuado y, sobre todo, no mueve las zapatillas. Así las cosas, el toreo resultante tiene que ser bueno. La faena, sin embargo, no fue maciza porque un viento muy molesto se hizo presente, y la mansedumbre del animal no permitía excesivos adornos. Quiso asegurar la oreja y se volcó sobre el morrillo del animal. Pinchó en hueso y llegó la cogida. Su compañero Ramírez se 303
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