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Lucía Anaya
F E A I N T E R N A C I O N A L
Calladita no te ves
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Querida creadora dubitativa,
Espero que esta carta te encuentre en el momento oportuno. Aunque nunca te he visto y no conozco las particularidades de tu personalidad, estoy segura que tú y yo compartimos muchas cosas. Tal vez sea que las dos amamos el café, o que tenemos una infinita curiosidad por el mundo y sus formas; o que compartimos la elección diaria de usar deliberadamente nuestra energía para la creación; o que ambas tenemos una constante inconformidad ante la injusticia, la opresión y el terror.
Es probable también que compartamos algunos temores, derivados de nuestras pasiones: al ridículo, a no ser suficiente, a la impotencia, a no contar con las credenciales para hacer algo, a la crítica, al escrutinio, a la mirada juiciosa de lxs demás…a la muerte propia o de una persona querida.
Es precisamente de los temores de los que quiero hablar, porque ellos se colocan ante nosotras como muros que impiden avanzar. Aprender a derribarlos una y otra vez, es vital si se desea SEGUIR CREANDO… Así, mientras escribo esta carta, surge en mí la necesidad pomposa de brindarte soluciones ¿dónde está ese martillo mágico, la bola de demolición que liberará tu camino de obstáculos? Qué pretencioso siquiera proponerlo… ¡hay tantos miedos que yo aún no sé cómo tumbar!
Lo que sí sé es encontrar mapas, aprender de otras, que ya saben sacarle la vuelta al muro, cavar un hoyo para pasar por debajo o tomar impulso y brincarlo. Me encanta repasar las jugadas de las mujeres que admiro, así me aprendo sus códigos. Como en un videojuego cuando alguien te enseña a desbloquear un nivel y el territorio que antes era gris se convierte en un nuevo horizonte. Es en este proceso de búsqueda, que me he encontrado con Audre Lorde y su ensayo “La transformación del silencio en lenguaje y acción”, donde aparece esta frase.
“Me doy cuenta de que si espero hasta no sentir más miedo para actuar, escribir, hablar, ser, voy a estar enviando mensajes con una tabla Ouija, quejas crípticas desde el otro lado. Cuando me atrevo a ser poderosa, a usar mi fuerza al servicio de mi visión, entonces es menos importante si tengo o no miedo.” Audre Lorde
La revelación que tuvo Audre al poner al miedo en perspectiva frente a la propia muerte, me parece sublime. La primera vez que lo leí me voló la cabeza y creo que se convirtió en mi biblia personal cada vez que me enfrento a una situación donde el muro del miedo parece indestructible. Ponerme a pensar en la muerte, como hace Audre, me ayuda mucho para impulsarme y brincarlo. Moriré igual tanto si he dicho como si no lo he hecho, más me vale decir.
Usar la voz de manera auténtica para expresar lo que una piensa y siente, la coloca inevitablemente frente a lo que más temido: el juicio, el dolor, el rechazo y la crítica. Sin embargo, eso no se queda ahí. Crear y mostrarse, es también abrir las puertas a un mundo de posibilidades, esperanza, diálogo, conexión y fortaleza. Ser visibles nos hace vulnerables, sí. Pero en la vulnerabilidad podemos encontrar potente energía de conexión, que nos ayuda a seguir a pesar del miedo.
Morra ¡no dejes de crear! Calladita no te ves. Parafraseando a Audre: Tu silencio no te protege; tu voz, la conexión con otras y tu visibilidad sí.
Te abraza a la distancia, Lucía
F E A I N T E R N A C I O N A L 8M por Lucía Anaya
Éramos una banda aparatosa: Banderas, pancartas, tambores, balaclavas y demás parafernalia en manos. Este día, era la primera vez de muchas del grupo. Conversábamos emocionadas mientras subíamos lentamente la escalera que nos conduciría del estacionamiento subterráneo a la calle. Cuando terminamos de atravesar el túnel, nos recibieron la luz gris/azulada del centro de la ciudad en los últimos días de invierno y ese olor dulzón a basura, elotes y motor de automóvil tan característico de esta zona. Era la misma Macro de siempre, las botargas de Beto y Pepa Pig bailando, vendedores soplando burbujas y haciendo rodar trompos brillantes en el piso, personas leyendo cartas y ofreciendo pulseras a los transeúntes, uno que otro niño llorando porque su madre se rehusó a comprarle un globo en forma de perro. Un rumor de tambores a lo lejos alteraba esta escena cotidiana, se podía sentir una tensión en el aire: algo grande estaba a punto de ocurrir.
Un señor se nos acercó para ofrecernos playeras y banderas moradas y verdes. K., que iba a la cabeza del grupo caminó hacia mí y me dijo:
“Acuérdese bien de todo para que lo pueda escribir después.”
Cruzamos la calle y nos incorporamos a la multitud. Entre la cual, identificamos a un grupo de morras vestidas iguales: camisa y pantalón negros, tenis converse y una especie de pasamontañas cubriendo cabellos y rostro. Caminaban apresuradamente y nosotras las seguimos, seguro se dirigían al mismo lugar. Al llegar a la fuente de Neptuno, el grupo de uniformadas se abrió. Una de ellas arrojó algo al agua, las otras se apresuraron a colocar cruces en el césped de alrededor.
La fuente pronto se tiñó de rojo. La gente alrededor observaba entre tensa y sorprendida.
Nosotras seguimos caminando hacia donde la multitud nos llamaba. Tomé a mi hermana de la mano, era su primera marcha, no quería que se me perdiera. Aunque ella es una adulta hecha y derecha, aún me cuesta desprenderme de mi rol de hermana mayor. Me sentía responsable de que no le resultara mala su experiencia… La verdad es que mis esfuerzos por controlar la situación eran inútiles, ella se detenía y perdía de repente tomando fotos a cada escena curiosa que veía. Estaba emocionada.
Con dificultad nos fuimos acercando a la Explanada de los Héroes, el punto de reunión, donde nos encontraríamos con las demás. Llegar ahí fue el primer triunfo.
¡Jamás había visto a tantas mujeres juntas! Nunca había asistido a una marcha tan grande en Nuevo León. Algo tienen las multitudes que me conmueven, sentí un nudo en la garganta y me dieron ganas de llorar. Me contuve, había preparado un pronunciamiento y no quería darlo con voz temblorosa.
Colocamos en el piso las banderas y varias pancartas con consignas y frases de algunos libros que estuvimos pintando las semanas anteriores. Las colocamos en el piso para que las morras que quisieran tomaran una.
HistéricaHistórika “Tu silencio no te protege” A.L.
“Me alegro de lo que soy, de cómo soy más deseante que deseable.” V.D. A.C.A.B.
“Las calles son nuestras”
Llegó el momento de dar el pronunciamiento, un poco nerviosa tomé el altavoz… Jamás había hablado en una marcha. Me sorprendió que cuando comencé a hablar el perímetro que nos rodeaba guardó silencio. La semana anterior, K. me había citado en el Palax para hacer una lluvia de ideas sobre lo que podríamos incluir para lograr un pronunciamiento poderoso. La lluvia fue torrencial.
Así fue, que hablé acerca de mi experiencia conociendo a mujeres que me impulsan con lo que hacen, que cuando las veo pienso “Si ella puede, tal vez...yo también”. Conté algunas experiencias que me han formado acompañada de ellas. Hablé también sobre el miedo y cómo nunca se va; y cómo, aún así, hacer y usar la voz es lo mejor que podemos lograr. Cité a Audre Lorde y las preguntas que pienso todas deberíamos hacernos: “¿Qué palabras son ésas que todavía no posees? ¿Qué necesitas decir?¿A qué tiranías te sometes día tras día, tratando de hacerlas tuyas, hasta que por su culpa enfermas y mueres todavía en silencio?”
Tras el pronunciamiento, me abrazaron. Ahora si me salieron un par de lagrimillas. Llegó el momento de marchar, J. me había traído una balaclava y un tambor, para que fuéramos iguales sosteniendo el pañuelote que ayudaría a delimitar y proteger al contingente de madres y bebés. Mi hermana se perdió entre la masa, al parecer se hizo de nuevas amigas pronto. Ya no había preocupación porque disfrutara su marcha, seguro lo estaba haciendo. Todas las demás, cada una en sus marcas, unas sosteniendo sus banderas y consignas, otras poniendo el cuerpo con su bici.
Tardamos muchísimo en salir, éramos DEMASIADAS y diversas. Me sorprendió ver de lejos rostros de amigas y conocidas, compañeras del trabajo. Un montón de mujeres que estuvieron presentes en algún momento de mi vida, ahí reunidas. Pensé en Clarissa Pinkola cuando dijo: “quien aúlla, encuentra su manada”. No me queda duda de que hablar nos beneficia.
F E A I N T E R N A C I O N A L
“Ecce Mulier: El amor” por Lucía Anaya
Es necesario estar muy bien asentada en una misma, apoyarse sobre las propias piernas, de otro modo no es posible amar. Esto lo saben muy bien los hombrecillos, que no saben qué hacer con mujeres desinteresadas que no se impresionan con pomposos diálogos de ególatras, que se piensan objetivos. ¿Me es lícito atreverme a expresar de paso la sospecha de que yo conozco a los hombrecillos? Esto forma parte de mi larga educación falocéntrica.
¿Quién sabe? Tal vez sea yo la primera psicóloga de lo eterno masculino, probablemente entienda su naturaleza más “objetivamente”. Todos ellos me aman - una vieja historia - descontando a esos hombrecillos incompletos, que me pretenden dominar. Para mí es obvio que envidian mi útero, mi corazón y mi cerebro, mis herramientas para crear y procrear. Para mi fortuna, yo no tengo deseos en dejarme desgarrar: esos hombrecillos desgarran cuando aman. No descansan si no destruyen. Los conozco bien. ¡Qué peligrosos se piensan, unos depredadores! ¡Tan simpáticos! Olvidan que es mi divinidad ctónica la que los atrae hacia mí. Podría devorarlos de un bocado, a algunos les tengo compasión. Ellos son su propio enemigo. Un hombrecillo persiguiendo satisfacer su egoísmo sería capaz de atropellar a cualquiera, hasta a su propio destino. No son de fiar.
El hombre es indeciblemente más malvado que la mujer , pero no más listo, su necesidad de reafirmación es su propia forma de degeneración. Hay en el fondo de esas “almas infladas” que
buscan ser “reconocidas” un defecto fisiológico, no lo digo yo, de otra forma me volvería medio cínica. La lucha eterna por la dominación es un síntoma de enfermedad: toda médica, bruja y madre lo sabe. Cuanto más hombre es el hombre, más busca aplastar los derechos de las demás en general.
¿Han tenido oídos para escuchar mi definición de amor? Es la única definición digna de mí. Amor, en sus medios el respeto y colaboración, en su fondo el desprecio por la opresión.
¿Se ha oído mi respuesta a la pregunta sobre cómo se cura a un hombrecillo, sobre cómo se le “redime”?
Se le pone a crear. El hombre necesita crear, para aliviar el vacío que le deja su incapacidad de concebir. La mujer ya tiene lo que necesita, el hombre no es más que un medio, he dicho.
“Emancipación de la mujer” esto representa el amor de la mujer que se sabe dueña de sí misma. La mujer vigorosa y bien constituida se sabe capaz de crear y procrear. Salvaguarda de la vida y de la tumba, no requiere de una lucha contra el varón, la abundancia está con ella. Al elevarse a sí misma como “mujer en sí”, la mujer vigorosa es con otras que se elevan junto con ella. Todos los medios son válidos para incentivar el vigor de la mujer: tener hijos o no tenerlos, hacer poesía, pintar, bailar, proteger, curar, estudiar en la universidad, usar ropa cómoda, perseguir los derechos políticos…
Para las anarquistas del mundo del “eterno masculino” el instinto más radical es el amor.
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