* por A Mano Cultura. Fotografía de Francisco Martín
En el parque Natural de Las BatuecasSierra de Francia, en un sendero que une las poblaciones de Mogarraz y Monforte, entre el sonido del agua, hojas caducas y helechos discurre el “Camino del Agua”. El agua estuvo allí desde siempre, el camino se fue haciendo con el paso del tiempo. Ahora, el paseo se ha enriquecido con seis intervenciones escultóricas que ya forman parte del paisaje. La Sierra de Francia es un lugar de historia e historias, recogidas en los paredones, -esas terrazas que sujetan la tierra y transforman el espacio hostil en zona de cultivo -, en los caminos, los arroyos... y la vegetación, que se atreve en sus solanos a sorprender con cerezos o caquis, a pesar de la altitud y los fríos. Historias de hombres y mujeres que supieron sacar lo mejor de la tierra, desde la convivencia respetuosa y el saberse parte de un todo único y grandioso.
Entre la naturaleza intemporal y el arte contemporáneo. Arriba izqda., Cruz de Mingo Molino, de Florencio Maíllo; abajo dcha. asientos circulares, de Juárez & Palmero/Juanvi Sánchez.
A este Parque Natural tan hermoso como frágil, refugio de especies que a veces evolucionaron aquí hasta convertirse en nuevas y únicas se han incorporado los trazos elementales de líneas rectas, espirales y curvas limpias, trazadas en materiales puros como el hierro, el bronce, el cobre y la piedra; han surgido así unas obras sutiles, que se integran en el paisaje dejándolo ver, haciéndole hueco, permitiendo que se filtre sin saber si lo que está delante es la escultura o es el paisaje.
A este Parque Natural, tan hermoso como frágil, se han incorporado materiales puros como el hierro, el bronce, el cobre y la piedra.
ENTRE VIÑAS Y HUERTOS. Si
ción de lo que nos vamos a encontrar, así como una breve reseña de cada obra. Este tipo de paneles se repite a lo largo del Camino. Desde ese punto, a unos doscientos metros siguiendo la carretera en dirección a La Alberca, nos encontramos la señalización del Camino, que nos invita a dejar el asfalto y adentrarnos por el descendente sendero.
nos atenemos al sentido aconsejado de esta ruta circular, podemos comenzar el paseo de no más de dos horas y media en su totalidad, en Mogarraz. Este hermoso pueblo serrano declarado Conjunto Histórico, nos descubre muchos recursos, muchos modos de construir y resolver únicamente con los materiales que da la tierra. Y tras adentrarnos en sus calles, tomaremos el Camino del Agua que, si bien toma como base el sendero GR-10, cuenta con su propia señalización. Si hemos dejado el coche en el aparcamiento de la villa, encontramos allí un panel informativo que nos pondrá en situación de dónde estamos, una descrip-
En estos primeros pasos atravesamos esa naturaleza domesticada que se abraza a las casas y baja hacia el valle entre viñas, frutales y pequeños huertos en los que se mezclan las flores y las verduras, las hortalizas y las legumbres. El sonido del agua se convierte en un compañero durante el recorrido: pequeños regatos,
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torrenteras, arroyos y después el río son los protagonistas sonoros de esta ruta. En el sendero aparece la sorpresa y surgen las preguntas: ¿Qué hacen dos grandes jaulas sobre la roca en actitud vigilante? ¿Qué agua pulió y redondeó el granito azul en los pasos del agua¿ ¿De dónde surge la cola blanca de una sirena? ¿Qué hace una sutil hoja de bronce suspendida en medio de un paisaje?
O la Serena, que es una sirena escondida, ligada al espacio que ocupa por el peso de la leyenda y la tradición, pues es en el arroyo en el que se refleja donde se encuentra el charco “de la mora encantada”, ese ser, al igual que el primero, que encandila a los hombres y los lleva hasta la locura. La pieza se integra armónicamente junto al puente de madera de Monforte, un paraje apto para la ensoñación.
El arte sale al encuentro del visitante; quizá estas piezas surgidas en el paisaje guardan algo místico y misterioso. Los artistas que nos hacen estas primeras propuestas, Miguel Poza con su obra Kóa, Virginia Calvo con su Serena y Alfredo Sánchez con S/T llegan al sentir del caminante, apelando de modos singulares a la reflexión y el disfrute: jaulas que vigilan, protegen, encierran sin conseguirlo las aguas de lluvia y las palabras que nuestros ojos leen y atrapan –ahora sí- dándoles un nuevo significado, interpretándolas desde lo que el visitante es y cree.
Y la obra de Alfredo Sánchez , que se une a la tradición más clásica por el material escogido – el bronce- y que invita a la tranquilidad y al sosiego, a disfrutar de lo sencillo y descubrir la infinidad de hermosos matices que la sierra esconde...
La fragilidad de la naturaleza convive en armonía con la solidez del hierro y el acero. De izqda. a dcha., Arroyo Milano; S/T, de Alfredo Sánchez; K´oa, de Miguel Poza.
¿Qué hacen dos grandes jaulas sobre la roca en actitud vigilante? ¿Qué agua pulió y redondeó el granito azul en los pasos del agua¿ ¿De dónde surge la cola blanca de una sirena? LLEGANDO A MONFORTE. Desde el mirador de Monforte, junto a la obra de Alfredo Sánchez, podemos contemplar un hermoso paisaje de robles, castaños, zonas de cultivo... y Mogarraz como parte imprescindible de la estampa. Seguimos la carretera y, si nos fijamos, podremos disfrutar de esa arquitectura popular, práctica, sencilla y hermosa: las escaleras en piedra hacia los huertos, los pozos de riego... Antes de llegar a Monforte, encontramos algunos olivos centenarios, altos como chopos, y la ermita del humilladero, un espacio común en la entrada de la mayoría de los pueblos serranos. Si bien
para seguir el Camino del Agua no es necesario atravesar Monforte, merece la pena perderse por sus calles, subir hasta la iglesia, descubrir en sus fachadas estucados y relieves... De nuevo en el Camino, bajaremos hasta el Puente de los Molinos entre eucaliptos, robles, pinos, hiedras, zarzamoras y madroños. Y otra vez la sorpresa, que se repetirá en el grandioso Puente del Pontón, ¿qué significan un conjunto de sillas agigantadas? El artista Manu Pérez de Arrilucea incorpora al Camino un mobiliario metálico, lúdico y sorprendente y parece invitar al
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Asombro y juego en el camino. De izqda. a dcha. Serena, de Virginia Calvo; Siete sillas para escuchar, de Manuel Pérez de Arrilucea.
Monforte
Mogarraz
CAMINO DEL AGUA
Propuestas Artísticas
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caminante a pararse y escuchar, a adivinar qué historia esconden, cuántas más podrán contar. después de nuestro paso por allí. Los caminos se hacen también con paradas en las que se avanza sin caminar, en las que se alimenta y se da tregua, no sólo al cuerpo. El sendero se hace ahora cuesta arriba: es el momento de caminar despacio, de disfrutar de los musgos y el empedrado. Olivo, viña, pozos acoplados al terreno, huertos tomados por la vegetación y el regreso a la civilización y al cemento. Cuando ya divisamos a lo lejos las primeras casas de Mogarraz, de nuevo la sorpresa ¿a quién desafía esa torre- coronada con un solitario ciprés salido de la nada? Florencio Maíllo recurre a la iconografía propia de la zona, a la escrita durante siglos en la tierra, piedra a piedra: una torre – paredón, que así se
llaman en la zona los bancales, que retienen tierra y agua, y que son capaces de generar vida en su interior. Un ciprés ligado en la memoria colectiva a los lugares sagrados y a los cementerios parece invitar al caminante a mirar a su alrededor y descubrir los huertos abandonados, hoy conquistados por el monte y la maleza y en otros tiempos llenos de vida. El Camino llega a su fin. Atrás han quedado plantas que son arte, arte que se hace naturaleza, agua que se transforma en música, animales que nos miran sin ser vistos... Al llegar a Mogarraz nos recibe una fuente que lleva el sonoro nombre de Cabolaaldea: el agua, que hemos escuchado durante todo el trayecto, se nos ofrece como recompensa.