Lenin, el imperialismo y la guerra

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Lenin, el imperialismo y la guerra Cuando en los primeros días de agosto de 1914, Lenin, exiliado en Zúrich (Suiza), recibe el ejemplar del Vorwarts (órgano del Partido Socialdemócrata alemán) anunciando el voto favorable a los créditos de guerra, piensa que es falso. ¡Imposible que esta socialdemocracia alemana –todo un modelo para los partidos obreros a escala internacional, y particularmente para la socialdemocracia rusa- haya podido caer de tal modo en la traición! En los siguientes días, debe sin embargo rendirse a la evidencia: lo inimaginable ha tenido lugar. En Alemania, pero igualmente en Bélgica, en Francia… Desde todos los lados del frente de guerra, los dirigentes socialdemócratas sostienen a sus gobiernos en guerra, y se justifican invocando la defensa de la democracia y la soberanía de la nación contra “el opresor”.

“Una guerra burguesa, imperialista…” Lenin denuncia de entrada “una guerra burguesa, imperialista, dinástica”1. Los verdaderos objetivos de los beligerantes son: “La lucha por los mercados y por el pillaje de otros estados, la voluntad de detener al movimiento revolucionario del proletariado y de la democracia en el interior de los países beligerantes, el intento de engañar, dividir y de diezmar a los proletarios de todos los países arrojando a los esclavos asalariados de una nación contra los de otra en beneficio de la burguesía.” El voto a favor de los créditos de guerra por parte de los dirigentes del partido socialdemócrata alemán es una “traición pura y simple al socialismo” que “no tiene justificación de ninguna forma”. Como es una traición la actitud de los dirigentes de los partidos socialdemócratas belga y francés al entrar en gobiernos burgueses de guerra.

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“Las tareas de la socialdemocracia revolucionaria en la guerra europea”, 24 de agosto de 1914.

Ahí está la “quiebra ideológica y política” de la II Internacional, una quiebra que no cae del cielo: “Los oportunistas venían preparando desde hace tiempo la quiebra de la II Internacional, rechazando la revolución socialista para sustituirla por el reformismo burgués; rechazando la lucha de clases y la necesidad, llegado el momento, de transformarla en guerra civil, convirtiéndose en apóstoles de la colaboración de clases; predicando el chovinismo burgués disfrazado de patriotismo y defensa de la patria e ignorando o negando esta verdad fundamental del socialismo, expuesta en el Manifiesto del Partido Comunista, la de que los obreros no tienen patria”. Y Lenin concluye que “la futura Internacional debe liberar definitiva y resueltamente al socialismo de esta corriente burguesa.” La situación queda así establecida: La II Internacional está muerta y por lo tanto se emprende el combate por una nueva Internacional. Lenin llevará este combate encarnizadamente durante todo el conflicto, particularmente contra los dirigentes de la II Internacional, los Kautsky (Alemania), Guesde (Francia), Potressov (Rusia), quienes se atreven a justificar su completa capitulación ante la burguesía en guerra en nombre del marxismo, invocando precedentes históricos, en particular las posiciones defendidas por Marx y Engels en el curso de las guerras del siglo XIX. Estos últimos habían llegado a considerar como legítimo, en ciertas circunstancias, el apoyo a uno de los bandos en guerra en medida en que éste representaba un movimiento históricamente progresista: el de una burguesía ascendente portadora del desarrollo de las fuerzas productivas y que, a tal efecto, pretendía afirmarse como clase dominante de la sociedad contra el feudalismo; incluso un determinado movimiento de emancipación y de constitución de naciones contra los imperios opresores. Así, por ejemplo, apoyaron al “Norte” contra el “Sur” en la guerra de secesión en los Estados Unidos, o a la Prusia agredida por Napoleón III, en 1870, que pretendía de esta forma impedir la realización de la unidad alemana (aunque este apoyo cesara rotundamente cuando la guerra, defensiva, se convirtió en guerra de conquista con la invasión de Francia y, posteriormente, con la participación de la represión contra la Comuna de París). Por esta misma


razón, Marx y Engels apoyaron las guerras de emancipación nacional tendientes a construir la unidad italiana, o los movimientos de emancipación nacional de Polonia o Irlanda. …que “no es un accidente” Sin embargo, para Lenin, no se puede tomar “lo que es justo en la época del nacimiento del capitalismo, trasladándolo a la del final de éste régimen” 2, un contexto histórico en el que “la guerra no es un accidente (…) sino una etapa inevitable del capitalismo, una forma tan natural al capitalismo como la paz”. En representación de los liquidadores rusos que justifican el voto a los créditos de guerra y el apoyo al gobierno imperialista, Potressov invoca a Marx que, en 1859, planteaba esta pregunta: “¿Cual es el bando cuyo triunfo es preferible?” Analogía rechazada por Lenin: “Marx respondía a esta pregunta en un momento en el que no sólo existían movimientos burgueses incontestablemente progresistas, sino que además estos movimientos se encontraban en cabeza del desarrollo histórico en los principales Estados de Europa. Sería absolutamente ridículo querer hablar en la actualidad de una burguesía progresista”3. Para Lenin es indispensable distinguir entre las diferentes fases del desarrollo del capitalismo. “Los marxistas no han negado nunca el progreso que constituyen los movimientos burgueses de liberación nacional contra las fuerzas del feudalismo y el absolutismo (…). Cuando Marx y Engels se preguntaban qué burguesía era preferible que tuviera éxito, era en la época de la democracia antigua (burguesa), con el deseo de transformar un movimiento modestamente liberal en un movimiento impetuosamente democrático (…). El contenido objetivo del proceso histórico en Europa continental no era el imperialismo, sino los movimientos burgueses de liberación nacional. La fuerza motriz principal era el movimiento de la burguesía contra las fuerzas del feudalismo y del absolutismo. Sin embargo, el muy sabio A. Potressov, razonando cincuenta años más tarde, cuando el lugar de los feudales reaccionarios lo ocupan los magnates del capital financiero de la burguesía senil que han terminado por unirse a ellos, quiere juzgar los conflictos internacionales desde el

punto de vista de la burguesía, y no de la nueva clase” (obrera-NDR). La situación histórica objetiva ha cambiado, recalca Lenin: El “capital del período de liberación nacional” ha cedido su lugar al “capital imperialista internacional, al capital reaccionario, financiero” 4. Es la razón por la que “la democracia moderna (el movimiento obrero –NDR) sólo será fiel a sí misma si no se alía con ninguna burguesía imperialista, si declara que “una y otra son las peores”, si desea en cada país la derrota de la burguesía imperialista”. La caracterización de la guerra como imperialista deviene, para Lenin, una cuestión central. Es cierto y es comúnmente aceptado, no sólo en el movimiento obrero sino también en diferentes círculos liberales en aquella época, que la entrada en guerra de las grandes potencias es por razones de conquista de territorios, en particular coloniales. Pero, para Lenin, esta definición demasiado vaga del imperialismo no resulta de ninguna utilidad y es incluso una fuente de confusión. Para ayudar a la clase obrera a liberarse de la putrefacción del “socialnacionalismo” –es decir, del alineamiento de cada partido obrero con su burguesía nacional en guerra- y para recobrar su independencia política, es necesario ir a la raíz: esta guerra deriva de la naturaleza misma del imperialismo, fase alcanzada por el régimen de explotación capitalista fundado sobre la propiedad privada de los medios de producción. Una fase que distingue la fase histórica abierta en 1914 de las dos anteriores: “La clasificación corriente de las épocas históricas, frecuentemente indicada en la literatura marxista (…) es la siguiente: 1/1789-1871; 2/1871-1914; 3/ 1914- ? (…). La primera época, que va de la gran Revolución Francesa a la guerra franco-alemana, es aquélla en la que la burguesía está en pleno desarrollo, en la que triunfa en toda regla. Nos referimos aquí a la burguesía ascendente (…). La segunda época es aquélla en que la burguesía, habiendo alcanzado un dominio absoluto, comienza a declinar; es la época de la transición que conduce a la burguesía progresista al capital financiero reaccionario y ultra reaccionario. Es la época en la que una nueva clase, la democracia moderna 5, prepara y reúne lentamente sus fuerzas. La tercera época, que apenas comienza, coloca a la burguesía en la misma

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“Bajo un pabellón extranjero”, febrero 1915 3 Ibidem.

Ibidem. Para escapar a la censura, Lenin designa a la clase obrera como la “democracia moderna”. 5


‘situación’ que la de los señores feudales durante la primera época. Es la época del imperialismo”6. A Potressov y a Kautsky, que toman sus ejemplos históricos de la primera época, Lenin les responde: “El contenido objetivo esencial de los acontecimientos históricos en la época de las guerras no solamente las de 1855, 1859, 1864, 1866, 1870, sino también de 1877 (guerra ruso-turca) y de 1896-1897 (guerras entre Turquía y Grecia y los disturbios de Armenia), estaba constituido por los movimientos nacionales burgueses, o por las “convulsiones” de la sociedad burguesa liberándose de diversas formas del sistema feudal. No podía tratarse en absoluto, en la mayoría de países evolucionados, de una acción verdaderamente independiente de la democracia moderna, y correspondiendo al período de descomposición y declive de la burguesía. (…). El rasgo común a toda esa época era precisamente el carácter progresista de la burguesía, es decir, el hecho de que no había consumado todavía su lucha contra el feudalismo. Es del todo natural que los defensores de la democracia moderna, y Marx que era su representante, inspirándose en el principio incontestable según el cual es preciso sostener a la burguesía progresista (la burguesía capaz de luchar) contra el feudalismo, se plantearan la pregunta sobre ‘cuál era el bando’, es decir, cuál era la burguesía cuyo triunfo había que preferir”7.

“No hace mucho tiempo clase avanzada, la burguesía ha devenido clase moribunda” Pero la guerra que comienza en 1914 ¿no aparece, a semejanza de las precedentes, como un conflicto entre naciones? Lenin no pone en duda esta similitud de forma. Pero “su contenido social y su significación de clase se ha modificado totalmente (…). La lucha llevada contra el feudalismo por el capital ascendente por su liberación en el marco nacional ha cedido el paso a la lucha del capital financiero ultra reaccionario, decrépito, sobreviviéndose a sí mismo, dirigiéndose hacia su declive, contra las nuevas fuerzas (…). Hace bien poco clase avanzada y ascendente, la burguesía se ha convertido en clase decadente, declinante, moribunda, reaccionaria. En el vasto plan de la historia, la clase ascendente se ha convertido en una clase completamente distinta.”

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Ibidem

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Ibidem.

El imperialismo no es pues ni una opción ni una elección de los dirigentes capitalistas: es una consecuencia inevitable de las propias leyes del capital, es el desenlace llegado a un cierto estadio, último, “supremo”, de su desarrollo. ¿En qué consiste el “contenido social modificado”, según la fórmula de Lenin, de la guerra que comienza en 1914? “La guerra actual tiene un carácter imperialista. Ha sido engendrada por las condiciones de la época en la que el capitalismo ha alcanzado el estadio supremo de su desarrollo: no se trata sólo de la exportación de mercancías que es esencial sino también de la exportación de capitales, la cartelización de la producción y la internacionalización de la vida económica que han tomado una extensión considerable, la política colonial ha conducido al reparto de la casi totalidad del globo, las fuerzas productivas del capitalismo mundial desbordan el marco estrecho de las fronteras nacionales, las condiciones objetivas para la realización del socialismo han llegado al grado máximo de maduración (…). La guerra actual es esencialmente una lucha entre Inglaterra, Francia y Alemania por el reparto de las colonias y el pillaje de los países en competencia”. No se trata para Lenin de contentarse con un “estudio científico detallado del imperialismo” sino de extraer “los principios de la táctica socialista contra el imperialismo capitalista”8. Para ello, es necesario proseguir y profundizar el análisis del imperialismo iniciado, antes de la guerra, en el seno de la Internacional, en particular por Rudolf Hilferding y Rosa Luxemburg en los años 1908-1910. Escribe Lenin: “Casi todo el mundo reconoce que la guerra actual es una guerra imperialista, pero muy a menudo se deforma esta noción, o bien se aplica unilateralmente, o bien se insinúa que esta guerra podría tener una dimensión progresista burguesa, de liberación nacional. El imperialismo es el grado superior del desarrollo del capitalismo alcanzado en el siglo XX. El capitalismo se siente hoy limitado en los viejos estados nacionales sin cuya fundación no habría podido derribar el régimen feudal.” Y ello tiene una consecuencia en relación a la cuestión nacional: “De libertador de naciones que fue el capitalismo en la lucha contra el régimen feudal, el capitalismo imperialista se ha convertido en el más grande opresor de las naciones. Antiguo factor de progreso, el capitalismo se ha convertido en reaccionario; ha desarrollado las fuerzas productivas hasta un punto en 8

“La quiebra de la II Internacional”, mayo-junio 1915


el que la humanidad debe pasar al socialismo, o bien sufrir durante años, incluso decenas de años, la lucha armada de las ‘grandes’ potencias por el mantenimiento artificial del capitalismo en ayuda de las colonias, de los monopolios, de privilegios y opresiones nacionales de toda naturaleza (…). Los pueblos que, desde 1789 a 1871, combatieron la mayor parte del tiempo a la cabeza de otros pueblos por la libertad, se han convertido, después de 1876, en favor de un capitalismo altamente desarrollado y ‘más que maduro’, en los opresores y los explotadores de la mayoría de las poblaciones y de las naciones del planeta”.

“La cuestión fundamental” “El imperialismo, es la reacción en toda la línea”, resumirá Lenin algunos meses más tarde en El Imperialismo, fase superior del capitalismo. Es en el plano de las fuerzas productivas donde se revela incapaz en lo sucesivo de asegurar el crecimiento, salvo de una manera artificial, fundamentalmente por medio de la guerra y la economía de armamento; como lo es en el terreno de la emancipación nacional y de la democracia. Cuanto más se agudiza el combate despiadado entre las corrientes surgidas de la II Internacional – poco numerosos al comienzo, los que, como Lenin, alzan la bandera del internacionalismo proletario, frente a los que se vuelcan en apoyo a su propia burguesía-, más indispensable juzga Lenin volver sobre las leyes del capital sin las cuales sería imposible deducir la significación del imperialismo: “La cuestión del imperialismo no es solamente una de las cuestiones esenciales, es, podríamos decir, la cuestión fundamental en el terreno de la ciencia económica que estudia el cambio de las formas del capitalismo en la época contemporánea (…) Bien entendido que no sería cuestión de dar una apreciación histórica concreta sobre la guerra actual si no se hace sustentar esta apreciación a la luz de una clarificación completa de la naturaleza del imperialismo, en sus aspectos económicos y políticos. Imposible intentar comprender de otra forma la historia económica y diplomática de los últimos decenios; fuera de este método, sería ridículo considerar la elaboración de una opinión justa sobre la guerra.” Volverá sobre este punto en 1917 en el prefacio de El imperialismo, fase superior, donde indica que de lo que se trata es de ayudar “a la comprensión de un problema económico capital sin cuyo estudio es imposible comprender nada sobre lo que suponen la guerra de hoy

y la política de hoy; os voy a hablar de la naturaleza económica del imperialismo”. Lo que permite tratar del “verdadero carácter social, o más exactamente del verdadero carácter de clase de la guerra”. En la presentación de un folleto de Bujarin, Lenin recalca: “El capitalismo ha conocido una época relativamente “pacífica”, cuando había vencido completamente al feudalismo en los países avanzados de Europa y podía desarrollarse de una manera – relativamente- fácil y tranquila, extendiéndose ‘pacíficamente’ sobre las todavía inmensas regiones desiertas y países que no habían sido definitivamente arrastrados aún en el torbellino capitalista. Naturalmente, incluso en esta época, limitada aproximadamente por los años 1871-1914, este capitalismo ‘pacífico’ creaba condiciones de vida infinitamente alejadas de la ‘paz’ verdadera, tanto en el sentido militar como en el sentido general de clase. Para las nueve décimas partes de la población de los países avanzados, para los cientos de millones de habitantes de las colonias y de los países subdesarrollados, esta época no era la ‘paz’, sino la opresión, el sufrimiento, el horror, sin duda más horrible cuanto parecía ser un ‘horror sin fin’. Esta época ha desaparecido para siempre; ha sido reemplazada por una época relativamente mucho más violenta, marcada por saltos, catástrofes, conflictos, y en la que lo que se convierte en típico para la gran mayoría de la población, no es tanto ‘el horror sin fin’ sino el ‘completo horror’. A este respecto, es extremadamente importante no perder de vista que este cambio no ha sido provocado por ninguna otra cosa que por el propio desarrollo y la repercusión directa de las tendencias más profundas y más fundamentales del capitalismo y de la producción mercantil en general.” Ese “cambio” de la época del desarrollo relativamente pacífico del capitalismo por esta época de guerra y de “completo horror” no procede así pues de una desviación del capitalismo de sus mecanismos originales, sino por el contrario de su pleno desarrollo: “A un determinado grado del desarrollo de los intercambios, a un determinado grado de progreso de la gran producción, con más precisión, al nivel alcanzado aproximadamente a finales del siglo XIX y principios del XX, los intercambios han creado una tal internacionalización de las relaciones económicas y del capital, la gran producción se ha convertido en tan enorme, que el monopolio ha pasado a reemplazar a la libre competencia.”


Apoyándose en los trabajos de Hilferding, Lenin apuntala su análisis en El capital: “La ciencia oficial intentó liquidar mediante la conspiración del silencio la obra de Marx, que demostraba mediante un análisis teórico e histórico del capitalismo, que la libre competencia engendra la concentración de la producción, que llegada a un cierto grado de desarrollo, conduce al monopolio. Ahora, el monopolio es ya una realidad.” Ahora bien, el monopolio “engendra ineluctablemente una tendencia al estancamiento y la putrefacción”. Puede conducir a hacer “desaparecer hasta un cierto punto los estímulos del progreso técnico y por extensión de cualquier progreso”.

El imperialismo, fase superior, la de la “putrefacción” Es en El imperialismo, fase superior del capitalismo, donde Lenin llevará hasta el final esta elaboración teórica, política y práctica a la vez 9. La importancia que otorga a la definición del imperialismo en el plano económico, como desarrollo a la vez natural y contradictorio de las leyes del capital, se relaciona con el hecho de que la “escisión del movimiento obrero está ligado a las condiciones objetivas del imperialismo”. Ahora bien: “¿Dónde está la base económica de ese fenómeno histórico universal?” Lenin responde: “Precisamente en el parasitismo y la putrefacción que caracterizan la fase histórica superior del capitalismo, es decir, el imperialismo.” No es el momento de volver aquí en detalle sobre los rasgos esenciales que, para Lenin, caracterizan al imperialismo, “fase superior del capitalismo”10. El primer rasgo, como se ha visto, es la concentración de la producción y la constitución de monopolios. Esto último constituye un “progreso inmenso de la socialización de la producción”. Sin embargo “la apropiación continúa siendo privada”. De esta manera, “el desarrollo del 9

El imperialismo, fase suprema del capitalismo se terminó en junio de 1916, resultado de la elaboración que constituye el soporte, desde agosto de 1914, del combate contra el oportunismo, por la reconstrucción del movimiento obrero sobre un nuevo eje. 10 )”1) concentración de la producción y del capital alcanzado un grado de desarrollo tan elevado que ha creado los monopolios, cuyo papel es decisivo en la vida económica; 2) fusión del capital bancario y del capital industrial, y creación, sobre la base de ese “capital financiero”, de una oligarquía financiera; 3) la exportación de capitales, a diferencia de la exportación de mercancías, toma una importancia muy particular; 4) formación de uniones internacionales monopolistas de capitalistas repartiéndose el mundo; 5)fin del reparto territorial del globo entre las grandes potencias capitalistas.”

capitalismo ha llegado a un punto en el que la producción mercantil, aunque sigue reinando y es considerada como la base de toda la economía, se encuentra de hecho socavada, y donde el grueso de los beneficios va a parar a los ‘genios’ de las maquinaciones financieras. En la base de estas maquinaciones y estos tejemanejes, existe la socialización de la producción; pero el inmenso progreso de la humanidad, que ha llegado hasta esta socialización, aprovecha…a los especuladores.” Esta misma concentración enlaza con una “dependencia cada vez más completa del capitalismo industrial con respecto a la banca” que se impone paralelamente en el desarrollo de “la unión personal de los bancos y de las grandes empresas industriales y comerciales”. Unión “completada por la ‘unión personal’ de unos y otros con el gobierno”. De ahí, prosigue Lenin retomando una fórmula de Bujarin: “una interpenetración del capital bancario y del capital industrial. (…) El siglo XX marca un giro por el que el antiguo capitalismo cede su lugar al nuevo, en el que la dominación del capital financiero sustituye a la dominación del capital en general”. “La tendencia a la putrefacción” de “un capitalismo agonizante” está aquí inscrita por Lenin en la línea del análisis desarrollado por Marx en El capital: el crecimiento de las fuerzas productivas es infinitamente más rápido que el crecimiento del mercado, la diferencia entre los dos fenómenos alimenta permanentemente una tendencia al estancamiento de las fuerzas productivas que el capitalismo en su fase ascendente llega, parcialmente, a contrarrestar por la destrucción de las fuerzas productivas “excedentarias”, el aumento de la productividad del trabajo y la extensión de los mercados, alimentando al mismo tiempo una tendencia a la transformación de las fuerzas productivas en fuerzas destructivas 11. Para Lenin, esta tendencia se ha convertido en el rasgo dominante de la fase imperialista. Retomando y adaptando una formulación de Marx, escribe: “Ciertamente, si el capitalismo pudiese desarrollar la agricultura que, hoy día, lleva un terrible retraso en todas partes a favor de la industria, si pudiese mejorar el nivel de vida de las masas populares que, a pesar de un progreso técnico vertiginoso, siguen en todas partes padeciendo la subalimentación y la indigencia, no podría haber excedente de capitales. (…). 11

Tendencia descrita por Marx, que Rosa Luxemburgo demuestra que se generaliza en la época del imperialismo, especialmente por la militarización y el desarrollo de la economía de armamento.


Pero entonces el capitalismo no sería el capitalismo, pues la desigualdad de su desarrollo y la subalimentación de las masas son las condiciones y las premisas fundamentales, inevitables, de este modo de producción. En tanto que el capitalismo siga siendo el capitalismo, el excedente de capitales está consagrado no a elevar el nivel de vida de las masas en un determinado país, ya que de ello resultaría una disminución de los beneficios para los capitalistas, sino a aumentar esos beneficios mediante la exportación de capitales al extranjero, a los países subdesarrollados.” Siendo el imperialismo una inmensa acumulación de capital-dinero, desarrolla no solamente la capa de rentistas, sino de manera más general el estado-rentista convertido enteramente en “un estado del capitalismo parasitario en putrefacción; y este hecho no puede dejar de influir sobre las condiciones sociales y políticas del país en general, y sobre las dos tendencias esenciales del movimiento obrero en particular”. Para Lenin, como hemos visto, es en las condiciones objetivas del paso del capitalismo a la fase del imperialismo donde hay que buscar las raíces sociales del desarrollo del oportunismo que desemboca en el social-chovinismo en el seno de la extinta II Internacional, permitiendo la cristalización de “una cierta capa social en el seno de la democracia moderna (…), una débil minoría de pequeñoburgueses, de empleados bien situados, funcionarios del movimiento obrero” que, en relación con las “sobreganancias y privilegios particulares” que obtiene la burguesía, reciben “las migajas de parte del pastel” 12.

De las raíces sociales del “socialchovinismo” En El imperialismo, fase superior, precisa Lenin: “El capitalismo ha asegurado una situación privilegiada a un puñado (menos de una décima parte de la población del globo o, contando de la manera más ‘amplia’ y exagerada, menos de una quinta parte) de estados particularmente ricos y poderosos, que saquean el mundo entero por unos simples ‘dividendos’. (…) Se comprende que este gigantesco superbeneficio (pues es obtenido por encima del beneficio que los capitalistas arrancan a los obreros de ‘su’ país), permite corromper a los jefes obreros y a la capa superior de la aristocracia obrera. Y los capitalistas de los países ‘avanzado’ la corrompen efectivamente por mil medios, directos e indirectos, abiertos o camuflados”13. 12

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“Bajo un pabellón extranjero”, febrero 1915. El Imperialismo, fase suprema.

Para Lenin, las formas políticas adoptadas por la cristalización del oportunismo en la II Internacional antes de 1914 son de gran importancia: el municipalismo y el ministerialismo son manifestaciones significativas de ellas (aunque no hayan revestido las mismas formas según los países), que no se pueden analizar y comprender (y por tanto combatir) sin ponerlas en relación con sus raíces sociales y económicas. Al respecto, Gérard Bloch14 señala: “Nadie comprendió plenamente el método de El capital en la época de la II Internacional, lo que tuvo el efecto de dar un carácter parcial y parcializado a todas las polémicas contra el revisionismo de inicios de siglo. (…) Haría falta esperar a 1915 para que Lenin elaborara un análisis del imperialismo como fase del capitalismo, derivado ineluctablemente de sus leyes inmanentes, del conflicto entre fuerzas productivas y propiedad privada de los medios de producción, como la fase de su agonía, la fase de la revolución proletaria mundial. Sin duda, hizo falta no sólo el genio de Lenin y la lectura de La Lógica de Hegel, sino también que la época de la crisis histórica final del capitalismo comenzara el 1 de agosto de 1914, para que Lenin pudiese retomar el método de Marx en su conjunto”15. Caracterizar la guerra imperialista como reaccionaria tiene consecuencias prácticas para el posicionamiento del movimiento obrero en cada país concernido: “En cada país, la lucha contra su propio gobierno comprometido en la guerra imperialista no debe detenerse ante la eventualidad de una derrota como consecuencia de la agitación revolucionaria. (…) Una victoria de Rusia supondría un reforzamiento de la reacción mundial y de la reacción dentro del país, e iría acompañada de un sometimiento completo de los pueblos en las regiones ya conquistadas. Por lo que la derrota de Rusia aparecería siempre como un mal menor”16. En consecuencia: “En una guerra reaccionaria, la clase revolucionaria no puede hacer otra cosa que desear la derrota de su propio gobierno”17. Lenin debe polemizar contra una formulación diferente del imperialismo, la formulada por Kautsky, que fue, 14

Miembro de la dirección de la Organización Comunista Internacionalista (OCI) de 1967-1981, hoy convertida en Corriente Comunista Internacionalista (CCI) del Partido Obrero Independiente, sección francesa de la IV Internacional. 15 “Marx y la Comuna”, La Verdad, nº 552, mayo 1971. 16 “Conferencia de secciones en el extranjero del POSDR”, 19 de febrero 1915 17 ”De la derrota de su propio gobierno en la guerra capitalista” , 26 de julio 1915


recuerda Lenin, “el principal teórico marxista de la llamada época de la II Internacional, es decir, durante los veinticinco años comprendidos entre 1889 y 1914”, antes de incorporarse al social-chovinismo. Contra Lenin, que define el imperialismo como la fase superior del capitalismo o incluso como “un grado de la economía”, Kautsky opone otra definición: el imperialismo sería simplemente una política, aquella que “prefiere” el capital financiero. Para Kautsky, no es necesario “identificar” el imperialismo con “capitalismo contemporáneo”, a pesar de que el imperialismo sea “una necesidad vital” para un “capitalismo industrial altamente evolucionado” cuya constante tendencia es la de buscar “anexionarse o someter regiones agrarias siempre más amplias, cualesquiera que sean las naciones que las pueblan”. Tal definición, señala Lenin, ”no vale absolutamente nada, pues hace resaltar unilateralmente, es decir, arbitrariamente, únicamente la cuestión nacional (…), refiriéndola de manera arbitraria e inexacta sólo al capital industrial de los países anexionistas, poniendo por delante, de manera no menos arbitraria e inexacta, la anexión de las regiones agrarias”. Ahora bien, Lenin señala, que la tendencia a las anexiones concierne: “no solo a las regiones agrarias, sino también a las regiones más industriales (Bélgica es codiciada por Alemania, Lorena por Francia), pues en primer lugar, una vez que el reparto del mundo se ha acabado, un nuevo reparto obliga a expandirse hacia cualquier territorio; y en segundo lugar, la esencia misma del imperialismo es la rivalidad de las grandes potencias tendente a la hegemonía, es decir a la conquista de territorios –no tanto por ellos mismos como para debilitar al adversario y minar su hegemonía”. A lo que se combina lo que él denomina “el aspecto económico” de la cuestión. “Kautsky separa la política del imperialismo de su economía pretendiendo que las anexiones son la política ‘preferida’ del capital financiero, oponiendo a esta política otra política burguesa pretendidamente posible, siempre sobre la base del capital financiero. De ello resulta que los monopolios en la economía son compatibles con un comportamiento político que excluya el monopolio, la violencia y la conquista. Así, resulta, que el reparto territorial del mundo, finalizado precisamente en la época del capital financiero y que es la base de las formas originales actuales de la rivalidad entre los más grandes estados capitalistas, es compatible con una política no imperialista. Eso conduce a difuminar, a

debilitar las contradicciones de la actual fase del capitalismo.”

A propósito del “ultraimperialismo” Desde el momento en que, para Kautsky, el imperialismo no procede de las leyes del capital y no es sino la expresión de una tendencia política del capitalismo, podría imaginarse –Kautsky lo hace- otra forma de capitalismo que supera esas contradicciones, lo que Kautsky denomina “el ultra-imperialismo”. Para Lenin, esta noción de “superimperialismo”, de unión y no de lucha entre los imperialismos del mundo entero, un fase de cese de las guerras en régimen capitalista, una fase ‘de explotación en común del universo por el capital financiero unido a escala internacional’”, no es mas que “una necedad”, una “idea profundamente errónea (…) que lleva el agua al molino de los apologistas del imperialismo, según la cual la dominación del capital financiero atenuaría las desigualdades y las contradicciones de la economía mundial, cuando en realidad las refuerza”. Bien al contrario: “El capital financiero y los trust no sólo no debilitan, sino que refuerzan las diferencias entre el ritmo de desarrollo de los diversos elementos de la economía mundial. Ahora bien, habiéndose modificando la relación de fuerza, ¿Dónde puede estar, en el régimen capitalista, la solución a las contradicciones si no es en la fuerza?” Y vuelve a las raíces de la guerra: “¿Hace falta preguntarse, si existe en el terreno del capitalismo un medio distinto que la guerra para remediar la desproporción entre, de una parte, el desarrollo de las fuerzas productivas y la acumulación de capitales, y, de otra parte, el reparto de las colonias y de ‘las zonas de influencia’ para el capital financiero?”. A lo que responde negativamente: las contradicciones interimperialistas no pueden resolverse más que por la confrontación, incluidas las más violentas, de las diferentes potencias imperialistas. La guerra mundial que comienza en 1914 no es pues un accidente, procede da la naturaleza del imperialismo desarrollando las leyes del capital. Eso no implica que la cuestión nacional esté ausente del conflicto. Pero se ha pasado de una época a otra. Las consignas de emancipación nacional, de autodeterminación de las naciones no se plantean ya en los mismos términos que en la fase anterior.


A partir de ahora, escribe Lenin: “la consigna de la autodeterminación de las naciones debe de plantearse, también, en relación con la época imperialista del capitalismo (…). Estamos por la lucha revolucionaria contra el imperialismo, es decir, contra el capitalismo. El imperialismo consiste precisamente en la tendencia de las naciones a oprimir a otras extendiendo y agravando esta opresión, para proceder a un nuevo reparto de las colonias. Es la razón por la que el nudo de la cuestión de la autodeterminación de las naciones reside precisamente, en nuestra época, en la actitud que tomen los socialistas de los países opresores.”

Naciones opresoras y naciones oprimidas Esta distinción entre naciones opresoras y naciones oprimidas en la época del imperialismo viene a ser, a los ojos de Lenin, una cuestión esencial: “El programa socialdemócrata debe estar centrado en torno a la división entre países opresores y países oprimidos, división que constituye la esencia del imperialismo (…) Esta división (…) es capital para la lucha revolucionaria contra el imperialismo. Y es a partir de ésta división como debe proceder nuestra definición del ‘derecho de las naciones a disponer de ellas mismas’, una definición democrática consecuente, revolucionaria y conforme a la tarea general de la lucha inmediata por el socialismo. Agitando en nombre de ese derecho y exigiendo que no lo sea solo de boquilla, los socialdemócratas de las naciones opresoras deben reivindicar la libertad de separación en beneficio de las naciones oprimidas, ya que de otra manera el reconocimiento de la igualdad de derechos de las naciones y de la solidaridad internacional de los obreros no sería en realidad más que una palabra hueca y una hipocresía.”18 Calificar al imperialismo de reacción en toda la línea y la guerra como una guerra imperialista, tiene, para Lenin, múltiples consecuencias. En especial sobre la forma de formular la lucha por la paz: “Separada de la lucha de clase revolucionaria del proletariado, la lucha por la paz no deja de ser una frase pacifista de burgueses sentimentales o de los que engañan al pueblo. No podemos ni debemos adoptar poses de ‘hombres de estado’ para elaborar programas ‘concretos’ de paz. Debemos. al contrario, explicar a las masas que es inútil esperar un país democrático (sin anexiones, ni 18

“El oportunismo y la quiebra de la II Internacional”, final de 1915. Hagamos notar que es en estos términos, tras la toma del poder, como los bolcheviques responderán positivamente a las aspiraciones de las naciones oprimidas por el imperio zarista

violencias, ni pillaje) sin contar con el desarrollo de la lucha de clase revolucionaria (…) La lucha por la caída del imperialismo es difícil, pero las masas deben conocer la verdad sobre esta lucha difícil y sin embargo necesaria. No se les debe dar la esperanza de una paz conquistada sin el derrocamiento del imperialismo”, porque “las guerras imperialistas son absolutamente inevitables, en tanto que exista la propiedad privada” 19. Pero formular la necesidad de esta estrecha relación entre la lucha contra la guerra y la lucha por el derrocamiento del capital no implica de ninguna forma que las tareas democráticas hayan perdido su importancia y su significación. Sobre este aspecto, Lenin escribe: “El proletariado no puede vencer de otra manera que pasando por la democracia, es decir, realizando la democracia integral e incorporando a ella cada uno de los episodios de su lucha por reivindicaciones democráticas formuladas de la forma más enérgica. Es absurdo oponer la revolución socialista y la lucha revolucionaria contra el capitalismo a cualquiera de las reivindicaciones democráticas, en especial a la reivindicación nacional. Debemos asociar la lucha revolucionaria contra el capitalismo a un programa y una táctica revolucionarias para el conjunto de reivindicaciones democráticas: república, milicia, elecciones de funcionarios por el pueblo, igualdad civil de la mujeres, derecho de las naciones a disponer de ellas mismas, etc.”20. Hay una relación evidente entre la intransigencia de Lenin combatiendo por el derrotismo revolucionario, es decir, por la derrota de su propio gobierno, y su análisis en profundidad de la naturaleza misma del imperialismo. Hay una relación entre eso y las conclusiones prácticas que debía extraer desde los primeros días de la revolución de 1917. En particular cuando, de regreso a Rusia, pronuncia las famosas Tesis de Abril por las que ponía a la orden del día el combate para que la clase obrera y sus representantes, rompiendo con el gobierno burgués, tomen en sus manos la realización de las tareas democráticas que sólo ella, como clase, va a poder asumir por completo. Hay una relación entre el conjunto de estos elementos y su combate encarnizado por asumir conscientemente la 19

Se verá, tras el surgimiento de la revolución en febrero de 1917 en Rusia, cuando esta cuestión de la paz se plantee prácticamente, como los que rechazan romper con la burguesía rechazarán igualmente decretar la paz. Será necesaria la toma del poder por los soviets para que su gobierno decrete la paz sin anexiones, en condiciones caóticas. 20 “Proletariado revolucionario y derecho de las naciones”.


necesaria escisión con los social-chovinistas en la II Internacional.

Algunas reflexiones No es el lugar, aquí, de examinar los desarrollos históricos que, a partir de octubre de 1917, iban a verificar el análisis de Lenin y su combate contra el imperialismo. Es otra historia que supondría otras explicaciones. Pero se pueden someter a la discusión tres reflexiones: · Un siglo después del comienzo de la gran carnicería de 1914-1918, este mismo imperialismo decadente, decrépito, descompuesto, llegado a una fase en la que es incapaz de aportar el mínimo desarrollo positivo para la humanidad, está en la raíz del desencadenamiento de descomposición y destrucción que hoy golpea, en 2014, a los continentes y a los pueblos del mundo entero, amenazando la existencia misma de la humanidad. Esta sobrevivencia, improbable a los ojos de Lenin, del sistema fundado sobre la propiedad privada de los grandes medios de producción llegado a la fase de la putrefacción ¿habría sido posible sin el sostén sin fisura que le han aportado los aparatos que han traicionado definitivamente el combate por el socialismo, el aparato de la socialdemocracia junto al aparato contrarrevolucionario del estalinismo, y de todos aquellos que han surgido de su crisis de descomposición y se encarnizan, un siglo después de 1914, en prolongar la agonía de un sistema social definitivamente quebrado? · La segunda reflexión apunta a la distinción entre naciones opresoras y naciones oprimidas. Numerosos son21 los que, en nombre de la “democracia” o de la lucha contra el despotismo (extranjero) se alinean detrás de su propio imperialismo para justificar intervenciones en los cuatro costados del mundo, de Iraq a Libia, de Mali a Ucrania. En 2014 como en 1914, el primer deber del movimiento obrero, en el seno de las “naciones opresoras”, ¿no es el de combatir a su propio imperialismo al lado de las naciones oprimidas? · El tercer aspecto, es la necesidad de la independencia política de la clase obrera, condición necesaria para arrancar el régimen de la propiedad de las manos de la clase capitalista. En 2014 menos que en 1914, no ha lugar a la vuelta a un “buen capitalismo”, a un capitalismo de inversión productiva opuesta al 21

Incluidos los “revolucionarios” del Secretariado Unificado, como lo hemos demostrado en numerosas ocasiones en las columnas de esta revista (en particular en los números 73, 76, 77 y 79).

capitalismo de las finanzas. El capital es el capital. Retomando la fórmula de Lenin: “El lugar de los feudales reaccionarios está ocupado hoy en día por los magnates del capital financiero de la burguesía senil. Debe ser barrida definitivamente.” Tal es la tarea de la IV Internacional.

Daniel Gluckstein


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