EL LAPIZ SIN PUNTA
多QUE ES UN CUENTO? 多COMO SE LE UN CUENTO ? 多SE ESTAN PERDIENDO CUENTOS? 多QUIEN FUE Hans Christian Andersen? cONOCES EL NUEVO LIBRO DE CUENTOS ?
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4¿QUE ES UN CUENTO? 8 ¿COMO CONTAR UN CUENTO? 18 HANS CHRISTIAN ANDERSEN 30 YA NADIE LE CUENTOS 36 EL PODER DE LA IMAGINACIÓN 40 MIS CUENTOS PREFERIDOS DE HANS CHRISTIAN ANDERSEN 41 ALBERT JANÉ 42 JORDI VILA DELCLÒS
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¿Qué es un cuento? Un cuento es una narración breve creada por uno o varios autores, basada en hechos reales o imaginarios, inspirada o no en anteriores escritos o leyendas, cuya trama es protagonizada por un grupo reducido de personajes y con un argumento relativamente sencillo y, por lo tanto, fácil de entender. El cuento es transmitido tanto por vía oral como escrita; aunque en un principio, lo más común era por tradición oral. Además, puede dar cuenta de hechos reales o fantásticos pero siempre partiendo de la base de ser un acto de ficción, o mezcla de ficción con hechos reales y personajes reales. Suele contener pocos personajes que participan en una sola acción central, y hay quienes opinan que un final impactante es requisito indispensable de este género. Su objetivo es despertar una reacción emocional impactante en el lector. Aunque puede ser escrito en verso, total o parcialmente, de forma general se da en prosa. Se realiza mediante la intervención de un narrador, y con preponderancia de la narración sobre el monólogo, el diálogo, o la descripción. El cuento, dice Julio Cortázar, como en el boxeo, gana por knock out, mientras que la novela gana por puntos. El cuento recrea 4
¿sabias que? “El origen del cuento se remonta a tiempos tan lejanos que resulta difícil indicar con precisión una fecha aproximada de cuándo alguien creó el primer cuento. Se sabe, sin embargo, que los más antiguos e importantes creadores de cuentos que hoy se conocen han sido los pueblos orientales. Desde allí se extendieron a todo el mundo, narrados de país en país y de boca en boca. Este origen oriental se puede aún hoy reconocer sin dificultad en muchos de los cuentos que nos han maravillado desde niños, y que todavía los leemos o narramos. Así, en muchos casos son orientales sus personajes, sus nombres y su manera de vestir, sus bosques o sus casas y también su forma de comportarse, su mentalidad y, en muchos casos, la “moral” del cuento. Y, por último, es también típica del mundo oriental la manera de entender y de vivir la vida reflejada en los cuentos.”
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situaciones. La novela recrea mundos y personajes (su psicología y sus caracteres).1 2 3 En resumen, un cuento es una obra de ficción que se desarrolla con ciertos seres y acontecimientos. Además, un narrador es quien presenta a los personajes, los puntos de vista, los conflictos, y el desenlace. Clásicamente, un cuento se caracteriza por su corta extensión pues por cierto debe ser más corto que una novela, y además, suele tener una estructura cerrada donde desarrolla una historia, y allí solamente podrá
¿sabias que? Pertenece a tito Monterroso y dice asi: “ cuando desperto, el dinosaurio seguia ahi”
Los cien mejores cuentos A la deriva – Horacio Quiroga Aceite de perro – Ambrose Bierce Algunas peculiaridades de los ojos – Philip K. Dick Ante la ley – Franz Kafka Bartleby el escribiente – Herman Melville Bola de sebo – Guy de Mauppassant Casa tomada – Julio Cortázar Cómo se salvó Wang Fo – Marguerite Yourcenar Continuidad de los parques – Julio Cortázar Corazones solitarios – Rubem Fonseca Dejar a Matilde – Alberto Moravia Diles que no me maten – Juan Rulfo El ahogado más hermoso del mundo – Gabriel García Márquez El Aleph – Jorges Luis Borges
reconocerse un clímax. En la novela, y aun en lo que se llama novela corta, la trama desarrolla conflictos secundarios, lo que generalmente no acontece con el cuento, ya que éste sobre todo debe ser conciso. Los límites entre un cuento y una novela corta son un tanto difusos. Una novela corta es una narración en prosa de menor extensión que una novela y menor desarrollo de los personajes y la trama, aunque sin la economía de recursos narrativos propia del cuento.
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EL LAPIZ SIN PUNTA El almohadón de plumas – Horacio Quiroga El artista del trapecio – Franz Kafka El banquete – Julio Ramón Ribeyro El barril amontillado – Edgar Allan Poe El capote – Nikolai Gogol El color que cayó del espacio – H.P. Lovecraft El corazón delator – Edgar Allan Poe El cuentista – Saki El cumpleaños de la infanta – Oscar Wilde El destino de un hombre Mijail Sholojov El día no restituido – Giovanni Papini El diamante tan grande como el Ritz – Francis Scott Fitzgerald El episodio de Kugelmass – Woody Allen El escarabajo de oro – Edgar Allan Poe El extraño caso de Benjamin Button – Francis Scott Fitzgerald El fantasma de Canterville – Oscar Wilde El gato negro – Edgar Allan Poe El gigante egoísta – Oscar Wilde El golpe de gracia – Ambrose Bierce El guardagujas – Juan José Arreola El horla – Guy de Maupassannt El inmortal – Jorge Luis Borges El jorobadito – Roberto Arlt El nadador – John Cheever El perseguidor – Julio Cortázar
¿Cómo contar un cuento? La lectura es uno de los hábitos más valiosos que los padres pueden inculcar en sus hijos. Y todo empieza por los cuentos de la más tierna infancia. Con ellos se estimula el desarrollo de los niños, satisfcen sus necesidades, es una forma de comunicación y relación entre padres e hijos, un momento íntimo de afectividad... Con los cuentos se aprende. Y también entretienen, divierten y se disfruta de muy cálidos momentos, de risas, de sueños, del mundo de la fantasía, de la imaginación... Por eso, nunca está demás, conocer algunos trucos, conse-
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EL LAPIZ SIN PUNTA El pirata de la costa – Francis Scott Fitzgerald El pozo y el péndulo – Edgar Allan Poe El príncipe feliz – Oscar Wilde El rastro de tu sangre en la nieve – Gabriel García Márquez El regalo de los reyes magos – O. Henry El ruido del trueno – Ray Bradbury El traje nuevo del emperador – Hans Christian Andersen En el bosque – Ryonuosuke Akutakawa En memoria de Paulina – Adolfo Bioy Casares Encender una hoguera – Jack London Enoch Soames – Max Beerbohm Esa mujer – Rodolfo Walsh Exilio – Edmond Hamilton Funes el memorioso – Jorge Luis Borges Harrison Bergeron – Kurt Vonnegut La caída de la casa de Usher – Edgar Allan Poe La capa – Dino Buzzati La casa inundada – Felisberto Hernández La colonia penitenciaria – Franz Kafka La condena – Franz Kafka La dama del perrito – Anton Chejov La gallina degollada – Horacio Quiroga La ley del talión – Yasutaka Tsutsui La llamada de Cthulhu – H.P. Lovecraft La lluvia de fuego – Leopoldo Lugones La lotería – Shirley Jackson La metamorfosis – Franz Kafka La noche boca arriba – Julio Cortázar La pata de mono – W.W. Jacobs La perla – Yukio Mishima La primera nevada – Julio Ramón Ribeyro
jos, para que esa costumbre sea uno de los mejores momentos de cada día en la familia. De la mano de dos especialistas, los padres hará disfrutar a sus hijos y disfrutar ellos mismos de los cuentos de toda la vida, y de los más modernos. Jorge Casemeiro, director del Centro de Psicología y Pedagogía Psicopaidos y asesor del Colegio Profesional de la Educación, y Isabel Carril, directora de publicaciones generales de la editorial Bruño, dicen cuál es la mejor forma de leer un cuento a nuestros hijos: ¿Qué es mejor un cuento narrado o leído? Es más fácil narrar un cuento porque mantiene mejor la atención del niño, ya que se le puede mirar a los ojos, captar sus gestos... Pero hay que intercalarlo con cuentos leídos, porque así es más fácil que adquiera el hábito de leer libros. ¿Cuándo empezar? Desde que nacen, en eso no dudan los expertos. La musicalidad de las nanas, de las canciones, de las rimas, es una forma de que el bebé se vaya introduciendo en las narraciones. La lectura de un cuento puede empezar a cualquier edad La lectura de un cuento puede incorporarse en cualquier momento: siempre como un hablarle, contarle o cantarle asociado a la presencia de un libro, que al niño le 9
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interesa como un objeto de exploración oral y para manipular. Hay libros adecuados a los niños cuando son tan pequeños: con texturas, colores y materiales que llamarán su atención. ¿Cuál es el mejor momento del día para contar un cuento? Cualquier momento es oportuno. Sin embargo, contar un cuento antes de dormir por la noche tiene muchas ventajas: es un momento de intimidad entre el niño y los padres, de afectividad, es una oportunidad de comunicarse... Esto tiene un efecto «sedante»: el niño se siente protegido y le facilita conciliar el sueño. El cuento les relaja. Establecer esta rutina les organiza la vida y saben lo que tienen que hacer, aportándoles así seguridad. Cuando sean adultos también será ese el momento de leer un libro. Si el niño reclama leer un cuento en cualquier momento ¿hay que hacerlo? Depende de la edad del niño y de la disponibilidad de los padres. Los niños también pueden entretenerse solos con los cuentos. Son un recurso para afrontar situaciones incómodas ¿Hay que leerles cuentos todos los días? Sí, de esta forma se establece una rutina que les aporta seguridad. Un cuento es compatible con muchas otras rutinas: cuando viaja en coche, cuando se baña, cuando está comiendo... Y es un buen recurso que ayuda en momentos difíciles: cuando está nervioso, en una sala de espera o en un viaje... Esas situaciones puede resultar muy
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incómodas para niño, el cuento le ayuda a sobrellevarlas porque abre la puerta a la fantasía. Si un día están cansados o enfermos, y no quieren un cuento, hay que ser flexibles. ¿Los niños pueden elegir el cuento? Es responsabilidad de los padres conocer los gustos del niño y sus preferencias, porque un cuento que no le guste va a fracasar. Y tener en cuenta que el niño elegirá el material que previamente se ha puesto en sus manos, y eso lo hacen los padres. En ocasiones, lo padres pueden utilizar un cuento como un recurso para afrontar ciertas
¿sabias que? Sofía Álvarez nacida y criada en Colombia, se trasladó con su familia a México en 1928. Su debut en el cine fue con una parte menor, en el papel de una prostituta, en Santa (1930), la primera película sonora del cine mexicano. Conocida popularmente como la señora de las trenzas, durante la década de 1930 como actriz y cantante gozó de larga popularidad; interpretó pequeños papeles, en diferentes películas cinematográficas. Succesivamente actuó con Mario Moreno (Cantinflas) en Ahí está el detalle (1940), para tener una parte más destacada en México de mis recuerdos y lograr fama estelar con las películas musicales Si me han de matar mañana, La Barca de Oro y Soy charro de Rancho grande, junto a Pedro Infante. En 1950 dejó el cine para seguir como cantante de radio. Regresó al cine entre 1957 y 1966, cuando se retiró definitivamente de las escenas. Sobresalió por su excelente voz además que por los delicados rasgos que los imprimió a sus personajes.
situaciones. Muchos niños quieren siempre el mismo cuento ¿se debe seguir esta pauta? La repetición es una característica de los niños, forma parte de su evolución, favorece el
desarrollo de la memoria y el aprendizaje. Además, les da seguridad porque se anticipan y saben lo que va a ocurrir. ¿Hay que evitar la televisión, el móvil... al leerles un cuento? En efecto, cuantas menos distracciones mejor. Evitar los aparatos eléctricos y favorecer un entorno tranquilo y silencioso estimula la comunicación y la lectura compartida. ¿Cuánto tiempo se dedica a la lectura del cuento? Depende de la edad, de las circunstancias, de la hora... A veces 5 o 10 minutos pueden ser mucho, y otras el mismo niño puede parecer inagotable. ¿Hay trucos para mantener la atención? Lo primero es que el cuento interese al niño. Y después hay que ser didáctico: dramatizar, implicarse... Y 11
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sobre todo no cansarle, ser flexible y ajustarse a su rendimiento. Unos títeres y marionetas ayudan a captar la atención Hay que encontrar recursos para mantener su atención: unos títeres o marionetas (fabricadas en casa) que salen de detrás de la espalda o de un cofre les sorprenderán. También se le pueden hacer preguntas porque les hace implicarse, pero sin abusar ya que pueden perder el hilo del cuento. Cuando los niños son pequeños, lo mejor es completar el cuento y no tener interrupciones pues pierden el hilo de la narración y el interés. Sin embargo, hay que tener una premisa: más vale dejar el cuento a tiempo que contárselo por la fuerza. Leer un cuento debe ser un momento placentero. ¿Se debe escenificar, utilizar gestos...? Lo importante es transmitir interés, sin forzarse en hacer lo que resulta incómodo o artificial. Cada padre tiene un estilo a la hora de leer un cuento. Cierta dramatización siempre es eficaz, así como recursos verbales (cambios de voces, hacer pausas, el volumen o el tono de la voz...). Los gestos también son útiles, pero puede bastar con usar la mano para señalar ilustraciones u objetos que aparecen en el cuento. Por las noches, cuanto más suave mejor, pues hay que ayudarles a relajarse.
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Resulta de mucha utilidad que el padre ensaye, controle y conozca muy bien el cuento que va a contar. Existen muchos recursos para dar entonación al cuento: librerías que organizan cursos de cuentacuentos, vídeos en internet, libros que enseñan a contar... ¿Hay que detallarles la escena o mejor que utilicen su imaginación? Depende de la edad, de la concentración... Pero detallar mucho la escena puede dificultar la narración y desviar la atención. Además, es conveniente que también trabajen su imaginación. Lo más importante es destacar y aprovechar aquellos detalles en los que el niño se fija y muestra interés. Se puede salir del hilo narrativo del cuento, sobre todo cuando el cuento sea difícil de entender y no esté adaptado al niño. Si hay palabras o frases que no puede entender por el contexto o con el apoyo de una ilustración, es necesario adaptarlo a su capacidad. ¿Cómo se lee? Frases sencillas, claras y breves. La complejidad verbal y escénica debe ir introduciéndose de forma progresiva, inteligente y paciente. Nos podemos inventar el cuento que leamos Al principio podemos recurrir a las ilustraciones como guías sin necesidad de leer literalmente el texto. El texto lo podemos abreviar o 13
La tempestad de nieve – Alexander Puchkin La tristeza – Anton Chejov La última pregunta – Isaac Asimov Las babas del diablo – Julio Cortázar Las nieves del Kilimajaro – Ernest Hemingway Las ruinas circulares – Jorge Luis Borges Los asesinatos de la Rue Morgue – Edgar Allan Poe Los asesinos – Ernest Hemigway Los muertos – James Joyce Los nueve billones de nombre de dios – Arthur C. Clarke Macario – Juan Rulfo Margarita o el poder de Farmacopea – Adolfo Bioy Casares Markheim – Robert Louis Stevenson Mecánica popular – Raymond Carver Misa de gallo – J.M. Machado de Assis Mr. Taylor – Augusto Monterroso No hay camino al paraiso – Charles Bukowski No oyes ladrar los perros – Juan Rulfo Parábola del trueque – Juan José Arreola Paseo nocturno – Rubem Fonseca Regreso a Babilonia – Francis Scott Fitzgerald Solo vine a hablar por teléfono – Gabriel García Márquez Sobre encontrarse a la chica 100% perfecta una bella mañana de abril – Haruki Murakami Tlön, Uqbar, Orbis Tertius – Jorge Luis Borges Tobermory – Saki Un día perfecto para el pez plátano – J.D. Salinger Un marido sin vocación – Enrique Jardiel Poncela Una rosa para Emilia – William
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parafrasear, incluso inventarnos otro sobre la historia. Lo importante es construir una trama simple y coherente que reconforte y cautive al niño. ¿Se pueden preguntar al niño sobre el cuento? Sí, aunque no se trata de poner al niño a prueba, ni agobiarle. Puede ser un recurso para mantener su atención, para su formación o incluso para conocer su conocimiento de la vida y los sucesos que le pueden haber ocurrido. ¿Los cuentos tienen que acabar con un final feliz? Sí, sobre todo en la primera infancia. El niño está indefenso ante situaciones ambiguas y complejas que no está formado para procesar y gestionar. Su seguridad radica en la visión del mundo que le transmitimos. Necesita estructuras narrativas simples que le permitan experimentar dosis adecuadas de sus propias emociones naturales desagradables (rabia, miedo, tristeza) en un contexto donde las emociones naturales agradables (amor, poder y alegría) resulten triunfantes. El cierre feliz permite al niño dar por concluido el ciclo de la narración, tanto en términos afectivos como en los de su propia estructura mental. A medida que crecen, podemos ir introduciendo nuevos finales. ¿Cuándo dejar de leer cuentos? No hay 14
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una edad exacta. La capacidad de leer por uno mismo va sustituyendo la necesidad de que le lean. Cada niño lleva su ritmo y tiene que ser un proceso gradual y suave: pasar de que le lean cuentos a que los lea él mismo. Lo que está claro es que el ejemplo lo dan los padres: si un niño crece en un lugar con libros y ve leer a sus padres, hará amistad con los libros. Lecturas que luego se podrán compartir y comentar en familia.
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Hans Christian Andersen Hans Christian Andersen (Odense, Dinamarca, 2 de abril de 1805-Copenhague, Dinamarca, 4 de agosto de 1875) fue un escritor y poeta danés, famoso por sus cuentos para niños, entre ellos «El patito feo» o «La sirenita». Primeros años Casa de Hans Christian Andersen en Odense. Nació el 2 de abril de 1805 en Odense, Dinamarca. Su familia era tan pobre que en ocasiones tuvo que dormir bajo un puente y mendigar. Era hijo de un zapatero de 22 años, instruido pero enfermizo, y de una lavandera de confesión protestante. Andersen dedicó a su madre el cuento «La pequeña cerillera», por su extrema pobreza, así como «No sirve para nada», en razón de su alcoholismo. Desde muy temprana edad Hans Christian mostró una gran imaginación que fue alentada por la indulgencia de sus padres. En 1816 murió su padre y Andersen dejó de asistir a la escuela; se dedicó a leer todas las obras que podía conseguir, entre ellas las de Ludwig Holberg y William Shakespeare. Comienzos artísticos Andersen decidió convertirse en cantante de ópera y se trasladó a Copenhague en septiembre de 1819. Una vez allí fue tomado por lunático, rechazado y prácticamente se quedó sin nada; pero hizo amistad
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con los músicos Christoph Weyse, Siboni y más tarde con el poeta Frederik Hoegh Guldberg. Su voz le había fallado, pero fue admitido como alumno de danza en el Teatro Real de Copenhague. Perezoso como era, perdió el apoyo de Guldberg, pero entabló amistad esta vez con Jonas Collin, el director del Teatro Real, que sería su amigo de por vida. El rey Federico VI se interesó en el extraño muchacho y lo envió durante algunos años a la escuela de Slagelse. A pesar de su aversión por los estudios, Andersen permaneció en Slagelse y en la escuela de Elsinor (en danés Helsingør) hasta 1827; más tarde reconoció que estos años fueron los más oscuros y amargos de su vida. Collin finalmente consideró acabados sus estudios y Andersen volvió a Copenhague. Carrera El mismo año de 1827 Hans Christian logró la publicación de su poema “El niño moribundo” en la revista literaria Kjøbenhavns flyvende Post, la más prestigiosa del momento; apareció en las versiones danesa y alemana de la revista. Andersen fue un viajero empedernido («viajar es vivir», decía). Tras sus viajes escribía sus impresiones en los periódicos. De sus idas y venidas también sacó temas para sus escritos. Exitosa fue también su primera obra de teatro, El amor en la torre de San Nicolás, publicada el año de 1839. Para 1831 había publicado el poemario Fantasías
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y esbozos y realizado un viaje a Berlín, cuya crónica apareció con el título Siluetas. En 1833, recibió del rey una pequeña beca de viaje e hizo el primero de sus largos viajes por Europa. En 1834 llegó a Roma. Fue Italia la que inspiró su primera novela, El Improvisador, publicada en 1835, con bastante éxito. En este mismo año aparecieron también las dos primeras ediciones de Historias de aventuras para niños, seguidas de varias novelas de historias cortas. Antes había publicado un libreto para ópera, La novia de Lammermoor, y un libro de poemas titulado Los doce meses del año. El valor de estas obras en principio no fue muy apreciado; en consecuencia tuvieron poco éxito de ventas. No obstante, en 1838 Hans Christian Andersen ya era un escritor establecido. La fama de sus cuentos de hadas fue creciendo. Comenzó a escribir una segunda serie en 1838 y una tercera en 1843, que apareció publicada con el título Cuentos nuevos. Entre sus más famosos cuentos se encuentran «El patito feo», «El traje nuevo del emperador», «La reina de las nieves», «Las zapatillas rojas», «El soldadito de plomo», «El ruiseñor», «La sirenita», «El ave Fénix», «La sombra», «La
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princesa y el guisante» entre otros. Han sido traducidos a más de 80 idiomas y adaptados a obras de teatro, ballets, películas, dibujos animados, juegos en CD y obras de escultura y pintura. El más largo de los viajes de Andersen, entre 1840 y 1841, fue a través de Alemania (donde hizo su primer viaje en tren), Italia, Malta y Grecia a Constantinopla. El viaje de vuelta lo llevó hasta el Mar Negro y el Danubio. El libro El bazar de un poeta (1842), donde narró su experiencia, es considerado por muchos su mejor libro de viajes. Andersen se convirtió en un personaje conocido en gran parte de Europa, a pesar de que en Dinamarca no se le reconocía del todo como escritor. Sus obras, para ese tiempo, ya se habían traducido al francés, al inglés y al alemán. En junio de 1847 visitó Inglaterra por primera vez, viaje que resultó todo un éxito. Charles Dickens lo acompañó en su partida. Después de esto Andersen continuó con sus publicaciones, aspirando convertirse en novelista y dramaturgo, lo que no consiguió. De hecho, Andersen no tenía demasiado interés en sus cuentos de hadas, a pesar de que será justamente por ellos, por los que es valorado hoy en día. Aun así,
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continuó escribiéndolos y en 1847 y 1848 aparecieron dos nuevos volúmenes. Tras un largo silencio, Andersen publicó en 1857 otra novela, Ser o no ser. En 1863, después de otro viaje, publicó un nuevo libro de viaje, en España, país donde le impresionaron especialmente las ciudades de Málaga (donde tiene erigida una estatua en su honor), Granada, Alicante y Toledo. Una costumbre que Andersen mantuvo por muchos años, a partir de 1858, era narrar de su propia voz los cuentos que le volvieron famoso. Vida sentimental y sexualidad Andersen a menudo se enamoró de mujeres inasequibles para él y muchas de sus historias se interpretan como alusiones a sus fracasos sentimentales.1 La más famosa de éstas fue la soprano Jenny Lind. Su pasión le inspiró el cuento “El ruiseñor”, y contribuyó a que la apodaran la «ruiseñor sueca». Andersen solía mostrarse tímido con las mujeres y tuvo serias dificultades para declararse a Lind. Lo hizo por carta cuando Lind tomaba un tren para realizar un concierto. Sus sentimientos no eran correspondidos, ya que ella lo veía como a un hermano, como expresó en una carta de 1844 «adiós… que Dios proteja a mi hermano es el sincero deseo de su afec22
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tuosa hermana, Jenny».2 Otro amor no correspondido de la juventud de Andersen fue una chica llamada Riborg Voigt. Se encontró una bolsita que contenía una larga carta de Riborg junto al pecho de Andersen cuando murió. En su diario escribió esta súplica: «Todopoderoso Dios, tú eres lo único que tengo, tú que gobiernas mi sino, ¡debo rendirme a ti! ¡Dame una forma de vida! ¡Dame una novia! ¡Mi sangre quiere amor, como lo quiere mi corazón!».3 Otras decepciones amorosas fueron Sophie Ørsted, la hija del médico Hans Christian Ørsted, y Louise Collin, la hija menor de su benefactor Jonas Collin. De igual forma que tuvo poco éxito con las mujeres, Andersen también se sintió atraído sin ser correspondido por varios hombres. Por ejemplo, escribió a Edvard Collin:4 «Languidezco por ti como por una joven calabresa... mis sentimientos por ti son como los de una mujer. La feminidad de mi naturaleza y nuestra amistad deben permanecer en secreto». Collin, por su parte escribió en sus memorias: «No me encontré capaz de responder a su amor, y eso causó al escritor mucho sufrimiento». Tampoco llegaron a convertirse en relaciones duraderas las pasiones de Andersen por Carlos 23
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Alejandro, el joven heredero del ducado de Sajonia-Weimar-Eisenach,5 y el bailarín Harald Scharff.6 Estudios literarios modernos sugieren que en algunas obras de Andersen hay un homoerotismo camuflado,7 fruto de su homosexualidad reprimida. Esta represión se ve ya en los diarios de juventud de Andersen en los que registra su intención de no mantener relaciones sexuales. Andersen y Harald Scharff Andersen conoció a Harald Scharff, un joven y hermoso bailarín danés de la compañía del teatro Real de Copenhague, en 1857 en París. Andersen hacía escala en
París camino a Dinamarca procedente de Inglaterra, de una visita a Charles Dickens, y Scharff estaba de vacaciones con su compañero de casa, el actor Lauritz Eckardt. Entonces Andersen y Scharff visitaron juntos Notre Dame.10 11 Pasarían tres años hasta que Andersen volviera a encontrarse de nuevo a la pareja por casualidad en Baviera en julio de 1860. Los tres hombres disfrutaron de una semana juntos en Múnich y su entorno. Es probable que en ese período Andersen se enamorara de Scharff.11 Según su diario Andersern «no
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se sintió del todo bien» cuando los dos jóvenes dejaron Múnich el 9 de julio de 1860 para ir a Salzburgo.12 nota 1 13 Tras la partida de Scharff y Eckardt para Salzburgo, Andersen viaja a Suiza pero allí se siente abatido y deprimido. En noviembre regresa a Copenhague y se va a pasar las navidades a Basnæs, la finca de un aristócrata amigo suyo en la costa de Selandia. Las fiestas navideñas le levantaron el ánimo y escribió «El hombre de nieve» en la Nochevieja de 1860.14 Se publicó con otros cuentos nuevos de Andersen dos meses después, el 2 de marzo de 1861 en el volumen Nuevos cuentos de hadas e historias. Segunda serie. Colección primera del editor de Copenhague C. A. Reitzel.15 La amistad de Andersen y Scharff continuó y a comienzos de 1862 empezaron una relación que a Andersen le produjo «alegría, cierta realización sexual y su eventual final le llevó a la soledad».16 Andersen se refiere a este período de su vida como el «período erótico», en una anotación de su diario de marzo de 1862.17 No se mostró discreto en sus conductas públicas junto a Scharff y mostró abiertamente sus sentimientos incluso en demasía. Algunos testigos calificaron la relación de «impropia y ridícula».18 La relación entre ambos terminó a finales de 27
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1863 cuando Scharff fue dejándolo gradualmente a medida que se intensificaba su relación con Eckardt.19 20 Andersen anotó en su diario el 27 de agosto en 1863 que la pasión de Scharff hacia él se había enfriado.21 20 Y el 13 de noviembre de 1863 anotó: «Scharff no me ha visitado en ocho días, todo ha acabado con él». En diciembre leyó cuentos en la casa de Eckhardt, donde esta estuvieron presentes Scharff y una bailarina Camilla Petersen, con la que se prometería pero con la que nunca llegó a casarse. Andersen tomó el final de la relación con calma y los dos antiguos amantes siguieron coincidiendo posteriormente en su círculo social sin reproches. Andersen trató varias veces sin éxito retomar la relación íntima con Scharff.22 23 nota 2 Cuando la relación se desvaneció, Andersen se sintió viejo. Especuló que nunca tendría otra relación. En septiembre de 1863 escribió: «No puedo vivir en mi soledad, estoy cansado de la vida». En octubre anotó: «Me siento viejo y cuesta abajo». En 1864, tras un paréntesis de doce años con el teatro, Andersen compuso tres nuevas obras para los teatros de Copenhague, en las que se examinaba el amor fraternal y los sentimientos profundos entre hombres. Una de las razones por las que el escritor pudo volver a hacer un intento en un campo en el que ya había experimentado fracasos en el pasado sería la posibilidad mantenerse cerca Scharff en el Teatro Real. Actualizó su ópera de 1832 28
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El cuervo, que fue puesta en escena en Copenhague el 23 de abril de 1865 donde Scharff interpretó a un vampiro que chupaba la sangre de un joven en su noche de bodas. En 1871, Bournonville compuso un ballet basado en el cuento de Andersen “El soldadito de plomo”, cuyo papel principal fue interpretado por Scharff. Pero el bailarín se rompió la rodilla durante un ensayo de El Trovador en noviembre de 1871 lo que le obligó a dejar su carrera en el ballet. Intentó convertirse en actor sin mucho éxito, y terminó casándose con la bailarina Elvida Møller en 1874. Últimos días y muerte Sus cuentos para niños continuaron apareciendo hasta 1872, cuando las últimas historias fueron publicadas en Navidad. Durante la primavera de ese año, Andersen sufrió una caída desde su propia cama, lo que le produjo heridas graves. Nunca volvió a recuperarse del todo, y el 4 de agosto de 1875 murió en la casa llamada Rolighed, cerca de Copenhague, donde está enterrado. Reconocimientos Hans Christian Andersen recibió en vida muchos honores. En 1866 el rey de Dinamarca le concedió el título honorífico de Consejero de Estado y en 1867 fue declarado ciudadano ilustre de su ciudad natal. En su honor, desde 1956 se concede, cada dos años, el premio Hans Christian Andersen de literatura infantil y, desde 1966, también de ilustración. En 1976, el astrónomo Nikolái Chernyj bautizó en honor a este escritor al asteroide 2476.
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Ya nadie le cuentos Hace algunos años los editores de una revista del estado, de cuyo nombre no quiero acordarme, me pidieron una colaboración. No recuerdo con exactitud las cantidades, pero cuando les pregunté por el pago me dijeron más o menos esto: dos mil pesos si la colaboración era un cuento y dos mil quinientos si se trataba de un ensayo. Es decir: por algún (muy) extraño razonamiento (o falta de) los editores del estado consideraban que un ensayo merecía una mejor paga, como si escribir un cuento fuera cualquier cosa. Traté de ponerme en el lugar de estas personas para entenderlas: un ensayo (a lo mejor) necesita investigación bibliográfica, por ejemplo, tener un pensamiento claro, lógico, mientras que los que escribimos cuentos nomás nos sentamos frente a la computadora e inventamos personajes e historias de nuestro ronco pecho; no pasamos semanas cavilando sobre el destino y el origen de nuestros personajes; no tomamos litros y litros de café o té para estimularnos por las mañanas, cuando pensamos que nada vale la pena (y mucho menos escribir un cuento); no consultamos una y otra vez el diccionario de la lengua española o el María Moliner para cerciorarnos de que las palabras que utilizamos sean exactas; no gastamos cartuchos y cartuchos de tinta para corregir y no imprimimos un borrador tras otro para finalmente sentir que nuestra historia está acabada; y lo más importante, no dejamos en diez páginas una parte de nuestra 30
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alma o de nuestro páncreas necrosado. Le comenté esto a mi hermano en alguna ocasión y él me respondió (sabio como es algunas veces): —Lo que pasa es que para ellos el parámetro es la clase de cuentos que reciben. Y así es, nada más hojeando aquella revista del estado, y muchas otras que pretenden ser literarias, nos damos cuenta de la clase de escritos que en la república bananera de las letras mexicanas son considerados cuentos, con todas las letras. No tuve más remedio que darle la razón
a los editores. En México el cuento es considerado un género menor debido a un montón de mal entendidos. De entrada, la gran mayoría de los que practican el género no le tienen suficiente apego (muchos de ellos al parecer ni siquiera leen cuentos). Cuántos jóvenes no se han hecho cuentistas nomás porque les da flojera escribir una novela. En textos y entrevistas que he leído en la red, en talleres de literatura a
los que tuve la mala suerte de asistir, se repite con frecuencia esta cantaleta: que en el cuento lo importante es la anécdota, no los personajes. El resultado: la gente prefiere leer novelas que cuentos, o ver Breaking Bad, porque por estos medios encuentran lo que yo considero la sustancia activa de la literatura moderna: los personajes. ¿Por qué voy a perder mi tiempo leyendo un tomo de cuentos de un joven mexicano que no conoce nada del dolor humano (vamos, ni siquiera ha sufrido una endodoncia) 31
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cuando puedo seguir las peripecias del atribulado Walter White en la televisión? ¿Por qué voy a leer una historia donde la anécdota fantástica (o no) es más bien ramplona, donde los personajes son fantasmas sin origen ni destino, sin padre ni madre, títeres subordinados a un giro narrativo en el que se desdoblan escritos de una manera muy linda? Hasta las telenovelas mexicanas son más interesantes. Esta concepción del cuento ha logrado finalmente que sólo a los especialistas les interese este género, o a gente muy ociosa, pero no a los lectores puros: esa extraña especie en extinción cuyos últimos ejemplares podemos ver algunas veces en el metro con un libro de Ken Follet en la mano o de Xavier Velasco (a quien, dicho sea de paso, personalmente admiro por ser el único escritor mexicano que vive de sus regalías). Habrá quienes repliquen que en un cuento los personajes no deben ser complicados por falta de espacio, etcétera. Y para probar que están equivocados tengo aquí a mi lado un libro al que yo llamo La Biblia Roja, publicado en 1978; su título es: The Stories of John Cheever. Pero también podría citar a Chejov, al Cortázar que nadie imita, que no es el de “Continuidad de los parques” sino el de “La señorita Cora” o “Cartas de mamá”. Pero volviendo a Cheever, si él resucitara y se hiciera pasar por un joven aspirante a escritor mexicano y fuera a uno de esos talleres donde la cantaleta de la anécdota por encima de los personajes es dogma, le dirían que muchos de sus cuentos pecan de no ser necesariamente redondos, que se toma demasiado tiempo en describir personajes que no van a volver a aparecer (como en “A Miscellany of 32
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Characters That Will Not Appear”); sus giros psicológicos y finales abiertos no serían siquiera comprendidos (algo que ya había inventado Chéjov cien años atrás) y le recomendarían que matara al protagonista o bien (algo mucho más obvio) que todo fuera un sueño. Los editores del estado lo consideraría apenas un gaznápiro (es decir: un escritor de cuentos) y le pagarían menos dinero que a una egresada de la Ibero con lentes de pasta, más inteligente porque es capaz de citar a Foucault. Hace algunos años compartí habitación con un escritor veterano en un festival de literatura. El tipo se levantaba a escribir a las siete de la mañana porque quería demostrarse a sí mismo que era posible escribir un cuento cada día. Yo recordé los diarios de John Cheever en donde podemos seguir día a día su proceso creativo: sus reflexiones, tribulaciones etílicas, aventuras sexuales, problemas familiares. En ese interesante tomo podemos ver cuánto sufría ese hombre para escribir historias que nosotros, egoístas lectores, leemos ahora en unos cuantos minutos. Creo que el género merece algo más que pura invención, u oficio; merece un pedazo del alma.
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El poder de la imaginación El valor de una imaginación fértil, es la fuente de todo pensamiento creativo, y mucho más importante que el conocimiento; es una de las principales razones por la que la mayoría de personas no tienen éxito, porque no han aprendido a usar la imaginación. . LA IMAGINACIÓN EN EL NIÑO Todos nacemos con una imaginación muy activa, como sucede con los niños, que viven en un mundo de fantasía durante unos años, la cual se trata de una fase normal del desarrollo de la personalidad, pero cuando los poderes de razonamiento superiores comienzan a madurar rápidamente, el niño progresa a un mundo de realismo. Muchos jóvenes abandonan casi por completo el uso de su imaginación en esta etapa de sus vidas, y otros hacen uso de su imaginación de una manera constructiva; es aquí donde los padres juegan un papel muy importante, ya que pueden dar a su hijos alguna salida creativa para su imaginación, mientras que otras reprimen o inhiben la imaginación del niño. En realidad, cada ser humano tiene una imaginación, que puede estar reprimida, distorsionada o inactiva, pero existe, y es más potente que la fuerza de voluntad, pero cuando existe un conflicto entre ámbas -imagi-
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nación y fuerza de voluntad-, siempre gana la imaginación. CÓMO DESARROLLAR UNA IMAGINACIÓN CREATIVA La capacidad que tiene la mente para cambiar la imaginación a la realidad, es muy poderosa; para hcer que tu mente sea creativa, sigue los siguientes pasos: - Describe o carga la imagen deseada, viéndote a tí mismo con éxito, como a tí te gustaría. - Respira profunda y relajadamente, sé más receptivo y capaz de crear una imagen más detallada, ya que lo que imagines debe de ser lo más parecido a la experiencia real como te sea posible, prestando atención a las vistas, sonidos, olores, sabores y cualquier otro detalle de la escena. - Imagína los resultados deseados, que están sucediendo realmente, e imagínate en el tiempo presente con frases como “Yo soy”.y olvídate del “espero” o “Voy a tratar de”. - Crea emociones positivas como la alegría, la relajación a felicidad en la escena o el orgullo de la situación, y sonríe mientras lo estás imaginando. - Dedica 5 minutos para visualizar mentalmente la imagen que deseas que se haga realizad, por lo menos dos veces a la semana. Prueba a primera hora de la mañana, antes de levantarte de la cama y de nuevo en la noche justo antes de dormir; libérate de tensiones, e imagínate en un lugar tranquilo y relajado.
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Mis cuentos preferidos de Hans Christian Andersen
Mis cuentos preferidos de Hans Christian Andersen
Una selección de los cuentos más representativos de Hans Christian Andersen, con una edición cuidada, una adaptación realizada por Albert Jané que conserva la naturalidad de los relatos originales y unas ilustraciones de Jordi Vila, en ciertos sitios recomiendan Mis Cuentos Preferidos de Hans Christian Andersen para niños mayores de 5 años y en otros a partir de 9, supongo que refieren a qué edad debería tener el niño para leerlo solo. Este libro está más pensado para que se lea en familia, que sea papá o mamá quién
relate las famosas historias. Las ilustraciones son realistas y nada infantiles, así que no es un libro destinado a atraer la atención de los más pequeños por su aspecto sino por su contenido. Una serie de cuentos ideales para contar a nuestros hijos antes de irse a la cama a dormir. Como curiosidades podemos destacar que el cuento El patito feo es una historia autobiográfica, Andersen era muy feo y pasó muchas vicisitudes por ello de pequeño pero encontrando finalmente la felicidad. Y el cuento de La pequeña vendedora de cerillas está basado en la historia de su madre que siendo muy pequeña era enviada por sus padres a mendigar, y a ella dándole tanta vergüenza se escondía debajo de un puente volviendo a casa sin nada de dinero. 40
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Albert Jané Nació en 1930 en la ciudad de Barcelona. Estudió peritaje mercantil, pero pronto se decantó por la escritura y la gramática. Interesado en la docencia, desde 1958 a 1963 trabajó como profesor de catalán para adultos. Miembro del Instituto de Estudios Catalanes y de la Asociación de Escritores en Lengua Catalana, en 1990 fue galardonado por la Generalidad de Cataluña con la Creu de Sant Jordi y en 1997 con el Premio Nacional de Periodismo de Cataluña. En 1963 se incorporó como redactor de la revista Cavall Fort, de la que después fue director (1979-1997). Como tal adaptó más de un centenar de títulos de tiras cómicas para el público infantil y juvenil. A su trabajo se le puede atribuir, por ejemplo, la traducción al catalán de Les Schtroumpfs (Els barrufets), conocidos en español como Los pitufos.
Encuentra el nombre de Albert Jane
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Obras A lo largo de su dilatada carrera es autor de diversos libros, especialmente de gramática y lingüística en catalán, entre los que destacan: 1967: Gramàtica essencial de la llengua catalana 1973: Aclariments lingüístics 1975: Rondalles de Catalunya 1977: Diccionari català de sinònims 1980: Rondalles d’arreu del món 1982: A la vora del foc 1988: Pas a pas 1991: Tal dia farà l’any 1998: Tres nadales i tres romanços, Premio de Poesía Parc Taulí 1998 2004: Els dies i els llocs 2008: Adaptación de la Odisea de Homero (Premio Crítica Serra d’Or de Literatura Infantil y Juvenil, 2009)
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Jordi Vila Delclòs
Jordi Vila Delclòs (Barcelona, 1966). Jordi Vila Delclòs. 1966, Barcelona. Estudió música y percusión y ha tocado el vibráfono en diversos grupos de jazz. Estudió ilustración en la Escuela Superior de Arte y Diseño de Barcelona y empezó a trabajar como ilustrador en 1989. Desde entonces, ha ilustrado libros de texto, cuentos infantiles y novelas en editoriales y revistas. Trabaja también en otros campos de la ilustración, colaborando con estudios de arquitectura, productoras de cine y grupos teatrales. Destacamos, entre sus obras, El ingenioso Hidalgo don Quijote de La Mancha (2 vols.), Miguel de Cervantes, Anaya, 2005 y Caperucita Roja y otros cuentos, Jacob y Wilhelm Grimm, Anaya, 2007.
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