The Colorado Review of Hispanic Studies | Vol. 6, Fall 2008 | pages 55–76
Homo explorator. La escritura “no literaria” de Arthur Rimbaud, Lucio V. Mansilla y Heinrich Schliemann Annick Louis, Universidad de Reims, Centre de Recherches pour les Arts et le Langage (CNRS-EHESS) ¿Es posible extirpar lo novelesco de la novela? En la medida en que se refiere a textos de la segunda mitad del siglo XIX, esta pregunta debiera acompañarse de otra: ¿es posible extraer de la novela los procedimientos que la definen en una época precisa, y que la erigen en género dominante, para producir textos que se sustentan en principios opuestos a los de la novela pero que reciclan, sin embargo, una parte de sus procedimientos? Este trabajo propone una reflexión sobre estas cuestiones a partir de los escritos de tres viajeros que, entre los años 1870 y 1891, narran sus exploraciones en regiones no catalogadas entonces por la geografía occidental: las cartas e informes del poeta francés Arthur Rimbaud, el relato de viaje en la pampa argentina del coronel Lucio V. Mansilla, los primeros textos de Heinrich Schliemann sobre el descubrimiento de Troya.1 Estos escritos no se proyectan hacia la institución literaria, aunque sus tres autores hayan soñado, en un momento de sus vidas, con volverse escritores; en esta etapa el objeto de su deseo como narradores es la Sociedad de Geografía, institución cuya importancia sobrepasa, en el siglo XIX, las fronteras de lo propiamente geográfico. La experiencia del viaje se construye en estas escrituras sobre la renuncia al relato “literario” en favor de un discurso que se inscribe en géneros vinculados a la exploración geográfica—el relato de viaje, el estudio arqueológico, el informe militar, la narración etnográfica.
I. La nostalgia del viaje ¿es una nostalgia de escritura? Si nuestros tres autores realizan en un mismo período un gesto de exploración de territorios desconocidos, numerosas diferencias los separan: el motivo y las condiciones del viaje, las zonas geográficas exploradas, la historia de la publicación de los textos y, por momentos, los géneros que convocan—carta, informe, artículos de diario. Sin embargo, sus escritos 55
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se inscriben en un mismo movimiento, en la medida en que juegan con las expectativas de la tradición occidental del relato de viaje, y, al mismo tiempo, rompen con ellas por el modo en que se proyectan contra modelos literarios de la época, en particular contra el género novelesco.2 Estos relatos no son testimonios con carácter científico, objetivos y descriptivos; ponen en escena el interés apasionado de una subjetividad por un objeto “otro”, aquel que puebla el espacio explorado; y para desplegar su subjetividad abriendo un espacio a hombres extraños y extranjeros, recurren a una serie de técnicas de la novela de la época. La institución literaria funciona así como una suerte de “guía” de escritura pero de manera oblicua: la “literatura” se constituye en horizonte, no de espera, sino de ruptura y, hasta cierto punto, de desautorización. Puede decirse también que lo novelesco es a la vez rechazado y reapropriado de modo tal de cuestionar la naturaleza misma del género: el relato se proyecta contra el estatuto del monumento literario, encarnado en un texto o en una textualidad no mencionados. Lucio V. Mansilla, sin duda uno de los hombres más originales y talentosos de su generación, sobrino del dictador Juan Manuel de Rosas, 3 fue un viajero apasionado que recorrió Europa, una parte de África y varias regiones de América del Sur. Un dandy y globe-trotter políglota, diplomático, periodista, militar, político y escritor—funciones que, como es sabido, son indisociables en los hombres de su generación, en una época en que las esferas sociales no conocen aún la autonomía.4 Aunque Mansilla fue un autor prolífico (escribió una serie de manuales y reglamentos militares, relatos de viaje, obras de teatro, y la serie de Causeries publicadas bajo el título de Entre nos5), su obra más célebre es Una excursión a los indios ranqueles, relato de la expedición que realizara al territorio llamado “Tierra adentro” entre el 30 de marzo y el 17 de abril de 1870, con el pretexto de ratificar un tratado con los indios ranqueles, cuyo jefe es Mariano Rosas.6 En la época de esta excursión, Mansilla es un coronel de treinta y nueve años cuyo gesto se inscribe en una tradición de expediciones militares al territorio indio que dieron lugar a diarios e informes oficiales—el de su tío, entre otros, puesto que Rosas dirigió una campaña militar contra los indios en 1833, que fue el fundamento de su poder económico y político (ver Rosas, Diario de la expedición). Mansilla redactó también un informe oficial, el “Cuadro completo del estado de los toldos”,7 donde su visión de lo que se denominaba “el problema del indio” es defendida de modo explícito (Mansilla, Excursión 53–61). Falta sin embargo a este texto una dimensión que es esencial a Una excursión a los indios ranqueles: el movimiento—es decir la impronta narrativa, puesto que el informe se presenta, como su título lo indica, como un “cuadro” en el sentido pictórico o fotográfico, apuntando a un presente, mientras el desplazamiento permite a Mansilla introducir también una dimensión histórica. Una excursión se distancia de
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los escritos oficiales y se emancipa de todo objetivo militar y estratégio, de la circulación privada y de la confidencialidad que caracterizan, a menudo, estos informes, y, mediante este gesto, expone públicamente los debates que las elites políticas y militares mantenían en ese momento crucial de la historia argentina.8 Lo que interesa a Mansilla es el viaje en sí mismo, el movimiento, y también el contacto con los indios, sobre los cuales proyecta una mirada etnográfica y antropológica desprovista de exotismo, similar a la que proyecta sobre los franceses, alemanes, ingleses o argentinos, desmontando así a la vez el racismo positivista de la época y el racismo evolucionista: “El trato con los indios que iban y venían al Río Cuarto, con motivo de las negociaciones de paz entabladas, había despertado en mí una indecible curiosidad” (Excursión 70). Una excursión se inscribe entonces, de modo deliberado aunque oblicuo, en el debate de la época sobre el destino de los indios que desembocará, no sin tanteos y desvíos varios, en la célebre “Campaña del Desierto” de Julio Argentino Roca en 1878/79. Desde el punto de vista formal, el texto se presenta como una serie de cartas, dirigidas al mismo tiempo a su amigo Santiago Arcos y al público de Buenos Aires (puesto que fueron publicadas primero en el diario La Tribuna entre el 20 de mayo de 1870 y el 7 de septiembre del mismo año y después como libro—también en 1870); un doble destinatario que inscribe una oscilación entre intercambio público y privado, abriendo a los lectores la posibilidad de conocer un mundo que habitualmente les es presentado a través de anécdotas y leyendas amenazadoras: Si en lugar de estar conversando contigo públicamente lo hiciera en reserva, no me detendría en estos detalles y explicaciones. Todos los que hemos sido público alguna vez sabemos que este monstruo de múltiple cabeza sabe muchas cosas que debiera ignorar e ignora muchas cosas que debiera saber (Excursión 84).
Si el texto se emancipa de todo objetivo militar, toma también distancia respecto del relato de viaje, género privilegiado entonces para hablar de la región (la Pampa y la Patagonia), por los numerosos viajerso hispanófonos, lusófonos, ingleses y franceses que la exploraron antes.9 Por tanto, “Excursión” se opone aquí a “expedición”,10 porque el viaje de Mansilla no tiene por objetivo el enfrentamiento militar, ni la exploración geográfica, aunque estas miradas no estén ausentes, pero también a “diario de viaje”, dado que el relato se distancia de la cronología y del ritmo del viaje, tomando prestadas formas narrativas a la ficción de la época, y poniendo en escena una ficción de crónica, esencialmente visible en el manejo de la temporalidad. Si el narrador afirma: “Yo no soy más que un simple cronista; felizmente!” (252), manipula, sin embargo, la sucesión temporal, como en el capítulo diez, cuando, obligado a esperar a algunos viajeros atrasados,
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Mansilla mima la espera mediante alusiones a los conflictos políticos de la época, marcando el modo indirecto en que se relacionan con el proyecto de exterminio de los indios—la construcción de un ferrocarril que una Buenos Aires a la Cordillera de los Andes; luego agrega que los indios conocen el proyecto, y concluye: “También ellos reciben ‘La Tribuna’” (125), una afirmación que será explicada recién en el capítulo cuarenta, durante su entrevista con Mariano Rosas, cuando ese “Talleyrand del desierto” (252) le muestra un recorte de diario sobre el ferrocarril proyectado, mostrando así que percibe las ambigüedades y los no-dichos del discurso del gobierno, y de sus representantes. En cuanto a Arthur Rimbaud, lo que nos interesa aquí no es su obra poética, sino sus escritos “no literarios”, es decir la correspondencia con sus amigos (otros poetas, profesores), su familia y los comerciantes que frecuentra en África, durante el período que se extiende entre 1870 y 1891; y también los informes sobre las regiones que visita—o que no visita, puesto que no participa a la expedición a Ogaden, pero redacta un informe como si lo hubiera hecho.11 La correspondencia de Rimbaud está, desde el comienzo, vinculada al deseo de movimiento, de ir de su ciudad natal de Charleville a París primero, luego a otros países europeos, y finalmente a zonas geográficas lejanas. Tradicionalmente, sus desplazamientos fuera de Europa son considerados los más enigmáticos, ya que están marcados por el abandono de la poesía, situación que instauró la idea de una ruptura entre las etapas y los destinos de los viajes, y contribuyó a forjar el mito de Rimbaud.12 Dos versiones fueron propuestas para explicar su itinerario personal y literario. En la primera, la más tradicional, se considera que Rimbaud abandonó la escritura a los veinte años dejando detrás una serie de manuscritos dispersos, para dedicarse al comercio, perspectiva según la cual el poeta parnasiano habría renegado de la literatura para covertirse al capitalismo; en los términos de Monteleone, es la idea que “el mercader fagocita al poeta” (157). La segunda versión pretende que no hay dos Rimbaud sino uno solo, un explorador alucinado que recorre territorios previstos por la poesía; desde esta perspectiva, la poesía adquiere una dimensión profética respecto de sus desplazamientos y sus actividades en África y Arabia, en particular Une saison en enfer.13 Sin embargo, los escritos de Rimbaud considerados en su totalidad abren una tercera perspectiva, basada en la idea que un vínculo de otro orden que la literatura uniría las dos partes de su obra. Una continuidad entre aquello que fue siempre percibido como dos etapas estaría determinada por el deseo ansioso de partir, que no lo abandona siquiera en su lecho de muerte; 14 porque si el desplazamiento hacia Adén y Harar parece responder a la necesidad de dejar Europa y el mundo occidental, el deseo de movimiento en el interior de este continente no había sido menos intenso (y es tanto más
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misterioso, cuando se piensa que en 1876 recorre a pie el territorio que va de Viena a Francia; entre el 20 de octubre de 1878 atraviesa los Vosgos, Suiza, pasa por Lugano, y toma el tren en Milán hacia Génova). Para Rimbaud, todo es un “ailleurs” (otro lugar), porque este espacio se construye en el movimiento constante y permanente. Es el caso, incluso, durante su período africano, como se puede ver en las cartas enviadas a su madre y a su hermana, en las cuales vuelve constantemente sobre la misma idea: la vida cotidiana es tediosa y penible, insoportable allí donde se encuentra, ya sea Adén, Harar o El Cairo: Des déserts peuplés de nègres stupides, sans routes, sans courriers, sans voyageurs: que voulez-vous qu’on vous écrive de là ? Qu’on s’ennuie, qu’on s’embête, qu’on s’abrutit; qu’on en a assez, mais qu’on ne peut pas en finir, etc. ! Voilà tout, tout ce qu’on peut dire, par conséquent; et, comme ça n’amuse pas non plus les autres, il faut se taire (Rimbaud Œuvres 611). Desiertos poblados por negros estúpidos, sin rutas, sin correos, sin viajeros: ¿qué quieren que les escriba desde aquí ? Que uno se aburre, se fastidia, se embrutece; que no da más, pero que no puede poner fin a ello, etc.! Esto es todo, todo lo que puede decirse, en consecuencia; y, como ello no divierte tampoco a los otros, hay que callarse.
La diferencia—y la continuidad—entre estas dos etapas reside, tal vez, en el modo en que ese deseo de partir se liga a la escritura y las instituciones literarias. En Europa, Rimbaud participa de la bohemia literaria, marginal pero indisociable de una institucionalización de la literatura; sus poemas (en verso y en prosa) exploran formas de ruptura, cuestionan y fuerzan las reglas y los cánones poéticos de la época (ver Brunel Désastre, Projets, Occultisme). A pesar de ello, sigue resultando difícil saber si cuando el viaje se separa de la poesía, de la bohemia y del aprendizaje intelectual, Rimbaud intenta dejar Europa, o si dejar Europa significa descartar esas encarnaciones de la institución literaria. En cuanto a sus informes—uno sobre el Ogaden, redactado a partir de las notas de Sotiro, que narra, entonces, una expedición de que Rimbaud no participó,15 y el otro sobre su propia excursión a Obock, Choa, Harar y Zeilah enviado al director del Bosphore égyptien, escrito en El Cairo y fechada en agosto de 1887 (430–440)—se emancipan de la práctica del género de época en dos puntos esenciales, que se encuentran también en su correspondencia: la mirada de Rimbaud se acerca a la del etnólogo, y la escritura está marcada por la ausencia de relato y de exotismo. He aquí, como ejemplo, la rápida descripción que da a su familia de la ciudad de Adén: Aden est un roc affreux, sans un seul brin d’herbe ni une goutte d’eau bonne: on boit l’eau de mer distillée. La chaleur y est excessive, surtout en juin et septembre qui sont les deux canicules. La température constante,
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A nnick Louis nuit et jour, d’un bureau très frais et très ventilé est de 35 degrés. Tout est très cher et ainsi de suite (Œuvres 321).16 Adén es una horrible roca, sin una sola brizna de hierba ni una gota de buena agua: se bebe el agua de mar distilada. El calor es excesivo, sobre todo en junio y septiembre que son dos canículas. La temperatura constante, día y noche, de una oficina muy ventilada y fresca es de 35 grados. Todo es muy caro, y así sucesivamente.
Y concluye: “je suis comme prisonnier ici” (“Estoy como prisionero aquí”, Carta del 25 de agosto de 1880 a su familia, 314). El estilo de las cartas y de los informes hace imposible la reconstrucción del itinerario de Rimbaud y de su modo de vida, así como de su estado de ánimo (salvo en lo que respecta a los sentimientos hacia los destinatarios de sus cartas). Hay aquí un doble escamoteo del sujeto, tematizado en su correspondencia, en particular en la carta llamada “du voyant” (del vidente); sus cartas ignoran la distancia cultural y geográfica que existe entre sus lectores y el mundo sobre el cual proyecta su mirada, y resultan difíciles de asimilar a nuestra concepción del autor-poeta y del autor-viajero. Porque: Si les vieux imbéciles n’avaient pas trouvé du moi que la signification fausse, nous n’aurions pas à balayer ces millions de squelettes qui, depuis un temps infini, ont accumulé les produits de leur intelligence borgnesse, en s’en clamant les auteurs ! (Œuvres 250) Si los viejos imbéciles no hubieran encontrado algo del “yo” que el significado falsea, no tendríamos que barrer estos millones de esqueletos, que, después de un tiempo infinito, han acumulado los productos de su inteligencia miserable, exclamando ser sus autores!
Pero si Rimbaud no cuenta su vida cotidiana, si no describe sino muy rápidamente el mundo que ve (aunque a veces lo fotografía), especula, en cambio, sobre las posibilidades de rentabilizar los recursos de esas regiones, de acumular capital a través de sus nuevos desplazamientos. En este sentido, puede decirse que la producción poética de Rimbaud está también vinculada a sus escritos “no literarios” porque lo que caracteriza a la mercadería y al relato es la circulación: el periplo de comerciante de Rimbaud no tiene, en un comienzo, un objeto definido; está decidido a dedicarse al comercio pero son las circunstancias (geográficas y geopolíticas) las que van a determinar la elección de un tipo de mercadería (café, oro, animales, armas, marfil, cacerolas, etc.)—lo que quiere es participar de un movimiento de circulación, o crearlo. La biografía de Heinrich Schliemann17 está también rodeada de leyendas, muchas de las cuales fueron orquestadas por él mismo. En occidente, Schliemann es el héroe que descubrió Troya, que transformó el estatuto de los acontecimientos y los personajes de la Ilíada, haciéndolos pasar de
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la mitología a la Historia; mostró que los especialistas (historiadores y filólogos) se equivocaban al considerar la guerra de Troya como un mito: Schliemann probó (supuestamente) que la ciudad de Troya existió realmente y que se enconbraba en Hissarlik. Este self-made man del siglo XIX que, cuando niño, se había fascinado por la lectura de Homero, financió con sus propios medios de comerciante, las excavaciones que concluyeron en el descubrimiento del “tesoro de Priam”. Pero hay también otra versión del personaje, aquella que lo muestra bajo los rasgos de un contrabandista y falsario (de objetos altamente simbólicos, es verdad), cuyos métodos e interpretaciones son cuestionados, mientras se expande la duda acerca de la autenticidad de los objetos que afirmara haber encontrado en los diferentes sitios que excavó.18 Sin embargo, más allá de estas dos versiones de Schliemann, están los numerosos libros que publicó a lo largo de su carrera de arqueólog autodidacta. Luego de un primer período de excavaciones en Micenas en 1868, Schliemann publica, en francés, Ithaque, le Péloponnèse et Troie. Recherches Archéologiques (1869), relato de su primer trabajo de arqueólogo; continúa sus excavaciones en 1871, 1872 y 1873, y publica sus cables dirigidos al Times de Londres en 1874, primero en alemán, luego en francés, bajo los títulos de Trojanische Alterthümer y Antiquités troyennes (Antiguëdades troyanas), acompañados de un vasto Atlas que contiene 217 fotografías, numerosos mapas, láminas y croquis de la llanura de Troya, de Hissarlik, de sus excavaciones, y de dibujos representando cuatro mil objetos encontrados en el sitio. Luego de estas obras fundadoras, continúa excavando, y publica una serie de libros sobre sus trabajos.19 La cuestión de la veracidad de los datos y de los descubrimientos de Schliemann pertenece a la ciencia arqueológica; el terreno que nos interesa aquí es el del relato, de la escritura de su experiencia de explorador, que presenta como la busca de una verdad histórica contenida en un texto literario.20 Schliemann pone en escena las obras literarias y mitológicas, que incrusta en su presente, en la realidad de un patrimonio cultural transformado en objeto de comercio: vuelve visible y presente la mitología de Troya, que se transforma de este modo en patrimonio de un pasado histórico. Schliemann va de los textos al sitio geográfico, y de la geografía a los textos. La Iliada permite descifrar el territorio, y el territorio probar que los acontecimientos contados en la Iliada tuvieron realmente lugar, que Troya y los personajes del relato existieron: Auf die Angaben der Ilias vertrauend, an deren Genauigkeit ich wie ans Evangelium glaubte, meinte ich Hissarlik, der Berg den ich seit drei Jahren durchwühlt habe, sei die Pergamos der Stadt, Troja müsse wenigstens 50000 Einwohner gehabt und seine Baustelle müsse sich bis über die ganze Baustelle des Ilium der griechischen Colonie hinaus ausgedehnt haben,
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A nnick Louis dessen Plan im Massstabe von 2787/10000 Millimeter per Meter ich auf Tafel 213 gebe. Dessen ungeachtet wollte ich die Sache genau untersuchen und glaubte dies nicht besser thun zu können, als durch Anlegung von Brunnen (Trojanische Alterthümer XI–XII ). Como tenía confianza en el testimonio de la Iliada, en la que creía como en el Evangelio, pensaba que Hissarlik, la montaña que excavé en todos sus sentidos, era el Pergamos de la ciudad de Troya, que hubiera debido tener al menos 50 mil habitantes y hubiera debido exenderse más allá del emplazamiento de la Ilium de la colonia griega, cuyo plan doy en la Lámina 213, en 2787/10000 milímetros por metro. Quise, sin embargo, verificarlo mediante un examen minucioso, y creí poder hacerlo a través de las fuentes.
Porque la Ilíada es para Schliemann un texto realista, por ello trata las alusiones topográficas como el realismo del siglo XIX trabaja el referente. No es de extrañar que las indicaciones de tiempo y lugar, interpretadas como componentes de una estética realista, se vuelvan una suerte de guía geográfica: son comprendidas de modo literal, sin que la intención de producir una obra realista sea nunca cuestionada, a tal punto que Schliemann termina por celebrar el excelente conocimiento topográfico que Homero tenía del lugar: Da Homer die Topographie und die Witterungsverhältnisse der Troade so genau kennt, so leidet es wohl keinen Zweifel, dass er selbst Troja besucht hat… (Trojanische Alterthümer 13) Homero conoce tan exactamente la topografía y las condiciones climatológicas de la Troade, que no cabe duda que visitó estos sitios.
La Ilíada es la fuente de la búsqueda arqueológica, su guía científica; luego viene la prueba por la excavación, que confirma la hipótesis (como puede verse, en particular en Ithaque, le Péloponèse et Troie, en las célebres páginas en que Schliemann examina el episodio en que Héctor y Aquiles corren alrededor de las murallas de la ciudad, 144–146). La observación del terreno no juega ningún papel en la medida en que Schliemann realiza (ya en su infancia, según sus declaraciones) una lectura previa y particularmente intensa—y novelizante, porque realista—, una lectura que produjo una imagen mental que no corresponde a la realidad geográfica que encuentra en la llanura de Bounarbaschi. Esta primera mirada alcanza, siempre según él, para comprender que la filología se equivoca respecto del emplazamiento de Troya, y, por ello los argumentos filológicos de los otros se vuelven ficciones, dado que resultan de una lectura no realista de Homero. La discusión filológica y arqueológica ocupa una parte importante del relato en las obras de Schliemann, vuelve de modo obsesivo; sin embargo, a pesar de esta exhibición, el oponente principal de Schliemann no es la rama de la filología que sitúa Troya en Bounarbaschi sino el relato ficcional no-
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velesco. O, más exactamente, la asociación entre estética realista y ficción, puesto que Schliemann practica una lectura realista de los textos mitológicos, sin dejar de demandar que sus textos sea leídos como relatos verídicos, aunque construidos a partir de paradigmas estéticos de la novela realista del siglo XIX. En la primera versión de su autobiografía, que sirve de prefacio a Ithaque, le Péloponèse et Troie, Schliemann cuenta el origen de su pasión por la excavación, y, contrariamente a lo que pretende la leyenda, este origen no se encuentra en la lectura de los relatos de Homero, sino en la escritura, y en la frustración de no poder consagrarse a una carrera literaria: Lorsque, à Kalkhorst, village du Mecklenbourg-Schwein, à l’âge de dix ans, je présentai à mon père, comme étrennes pour la fête de Noël 1832, un récit, en mauvais latin, des principaux événements de la guerre de Troie, et des aventures d’Ulysse et d’Agamemnon, j’étais loin de penser que, trente-six ans plus tard, j’offrirais au public un livre sur le même sujet, après avoir eu le bonheur de voir de mes propres yeux le théâtre de cette guerre et la patrie des héros dont Homère a immortalisé les noms. Cuando, en Kalkhorst, pueblo de Meclenbourg-Schwein, a la edad de diez años, presenté a mi padre como regalo en la Navidad de 1832, un relato, en mal latín,de los principales eventos de la guerra de Troya, y de las aventuras de Ulises y Agamenón, estaba lejos de pensar que, treinta y seis años más tarde, ofrecería al público un libro sobre el mismo tema, luego de haber tenido la suerte y la felicidad de ver con mis propios ojos el teatro de esta guerra y la patria de los héroes cuyos nombres immortalizó Homero.
Y, un poco más lejos: Les premières impressions que l’enfant reçoit lui restent pendant toute la vie, et quoi qu’il me fût réservé d’entrer dès l’âge de quatorze ans dans l’épicerie de M. E. Lud. Holtz, dans la petite ville de Fürstenberg en Mecklembourg, au lieu de suivre la carrière des lettres, pour laquelle je me sentais un goût extrême, je conservai toujours pour les gloires de l’antiquité le même amour que j’avais eu dans ma première enfance (1869: V–VI). Las primeras impresiones que el niño recibe le quedan grabadas durante toda su vida, y aunque desde la edad de quatorce años me tocara entrar en el comercio de alimentación del señor M. E. Lud. Holtz, en la pequeña ciudad de de Fürstenberg en Mecklemburgo, en vez de seguir la carrera de letras, por la que sentía una inclinación extrema, conservé siempre el mismo amor que había sentido en mi primera infancia por las glorias de la antigüedad.
En sus primeros relatos de las excavaciones, en Ithaque, le Péloponèse et Troie y Trojanische Alterthümer, lo novelesco provee un marco al relato: lo que se pone de relieve son las “aventuras arqueológicas” del narrador, que envuelven la discusión arqueológica y filológica. Así, en el capítulo IX de Trojanische Alterthümer, Schliemann pone en escena los riesgos de la excavación:
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A nnick Louis Ich kann auch noch immer nicht ohne Entsetzen daran denken, was aus der Aufdeckung Iliums und was aus mir geworden wäre, wenn die sechs Mann von der fallenden Mauer zermalmt worden wären; kein Geld und keine Versprechungen hätten mich dann retten können [...] (87) No puedo pensar sin horror en lo que hubiera advenido del descubrimiento de Ilium, y de mi, si los seis hombres hubieran sido aplastados por el muro; ningún dinero, ninguna promesa me hubieran podido salvar...
Amplificando el suspenso en numerosos momentos, termina por encontrar Troya allí donde la había buscado al comienzo, pero en el final del libro, de modo que el relato se cierra sobre el descubrimiento de la mítica ciudad: Um den Schatz der Habsucht meiner Arbeiter zu entziehen und ihn für die Wissenschaft zu retten, war die allergrösste Eile nöthig, und obgleich es noch nicht Frühstückzeit war, so liess ich doch sogleich “paidos” (ein ins Türkische übergegangenes Wort ungewisser Abkunft, welches hier anstatt ανάπανσις oder Ruhezeit gebraucht wird) ausrufen, und während meine Arbeiter assen und ausruhten, schnitt ich den Schatz mit einem grossen Messer heraus was nicht ohne die allergrösste Kraftanstrengung und die furchtbarste Lebensgefahr möglich war, denn die grosse Festungsmauer, welche ich zu untergraben hatte, drohte jeden Augenblick auf mich einzustürzen. Aber der Anblick so vieler Gegenstände, von denen jeder einzelne einen unermesslichen Werth für die Wissenschaft hat, machte mich tollkühn und ich dachte an keine Gefahr. Die Fortschaffung des Schatzes wäre mir aber unmöglich geworden ohne die Hülfe meiner lieben Frau, die immer bereit stand, die von mir herausgeschnittenen Gegenstände in ihren Shawl zu packen und fortzutragen. (290) Con el propósido de sustraer este tesoro de la rapacidad de mis obreros, y de conservarlo para la ciencia, hube de proceder con la mayor prontitud, y, aunque la hora del almuerzo no hubiese llegado, hice inmediatamente gritar “païdos”, una palabra de origen incierto que pasó al turco, y que se usa aquí para significar anapausis o “hora del descanso”. Mientras mis gentes comían y descansaban, trabajaba yo mismo en la tarea de desenterrar el tesoro con un gran cuchillo. No sin penas lo logré, ni sin grandes peligros, porque corría a cada momento el riesgo de desplomarse sobre mí la gran muralla al pie de la cual trabajaba. Pero apenas pensaba en ello, exaltado hasta la temeridad por la imagen de una cantidad de objetos, cada uno de valor inestimable para la ciencia. No obstante, desenterrar este tesoro me hubiera sido imposible sin la ayuda de mi querida esposa, que estaba siempre lista a envolver en su gran pañoleta los objetos, y a trasladarlos a medida que mi cuchillo los liberaba de su dura prisión.
En la edición de 1881 sobre sus excavaciones, Ilios, Stadt und Land der Trojaner. Forschungen und Endeckungen in der Troas und besonders auf der Baustelle von Troja,21 estos dos aspectos de la obra se disocian: el aspecto
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novelesco se encuentra en una versión desarrollada de la autobiografía de Schliemann, que comprende ahora la historia de las excavaciones (situada al comienzo del libro), mientras que los doce capítulos que siguen están centrados en el aspecto más “cientifico” de su tarea de arqueólogo. Mientras Mansilla emprende au viaje al territorio de los ranqueles, el 30 de marzo de 1870, Rimbaud continúa sus estudios en el colegio municipal de Charleville, y se prepara para su primer intento de dejar su ciudad natal, que se produce en agosto de 1870; en el mismo momento, Schliemann retoma sus excavaciones en Hissarlik en busca de Troya; las autoridades turcas lo obligan a suspender los trabajos el 21 de abril, y no podrá retomarlos sino en octubre de 1871, cuando ve su busca coronada por el éxito (los principales descubrimientos de Schliemann y la difusión primera de sus obras se producen entre 1870 y 1890). La cuestión queda, sin embargo, en suspenso: ¿puede hablarse realmente de una contemporaneidad de estos acontecimientos ? Para responder a esta pregunta, es necesario tomar en cuenta los objetivos de cada uno de estos exploradores, y sobre todo, el rol que la geografía en tanto disciplina cumplió en sus viajes, y el que la institución literaria tuvo en la redacción de sus escritos.
II. Aquello con que los exploradores sueñan Si las exploraciones de Mansilla, Rimbaud y Schliemann responden, en un comienzo, a un objetivo preciso, es más que nada la pasión del viaje, el deseo de movimiento lo que los anima, a pesar de que a menudo los viajes en sí mismos son descriptos como difíciles (y por momentos atroces), dadas las condiciones en que se realizan, los esfuerzos que demandan, los obstáculos encontrados y el progresivo desprendimiento de objetos personales que imponen a los exploradores. El viaje no se realiza, en la escritura, hacia un lugar determinado, sino hacia un grupo étnico que, en la mayor parte de los casos, tiene una economía, una organización y un sistema comercial propios; es la razón por la cual las mercaderías y las posesiones personales se transforman en “regalos”, aunque los exploradores no lo quieran, y por lo que circulan para alcanzar el momento en que esta circulación va a cesar, o al menos desarrollarse fuera del control y del conocimiento de nuestros exploradores. Estos “dones” tienen la particularidad de otorgar una posición privilegiada a los exploradores, que pasan así a encarnar una autoridad y a jugar el rol de representantes de su propio grupo, un papel que nuestros exploradores cumplen, sin embargo, con ambigüedad: esperan, explorando otro espacio, conquistar un lugar en su propio mundo, por medio de la escritura, pero es un mundo con el que no se identifican. En el caso de Mansilla, los indios son el objetivo principal, ya desde el tí-
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tulo, se trata de uno de los pocos textos de la época en que el eufemismo “el desierto” es abandonado; pero lo mismo puede decirse de Rimbaud, puesto que el nombre “Ogadén” designa en primer lugar, tal como su informe lo señala, un conjunto de tribus y la región: “Ogadine est le nom d’une réunion de tribus somalies d’origine et de la contrée qu’elles occupent...” (“Ogadén es el nombre de una reunión de tribus de origen somalé y de la comarca que ocupan....” Œuvres 375). En cuanto a los libros de Schliemann, otorgan una importancia limitada a los habitantes contemporáneos de la región, y dan una imagen negativa de ellos: los “indígenas” pertenecen en el relato a la categoría de los obstáculos que el héroe debe franquear y dominar mediante diversas estrategias (corrupción, astucia, ciencia occidental). Su peso en la economía del relato es, sin embargo, decisivo, porque los habitantes contemporáneos encarnan los valores opuestos a los de los héroes homéricos, proponiendo una oposición binaria entre valores positivos y negativos típica de lo novelesco, a pesar de que, en momentos puntuales (como veremos), Schliemann puede ver en estos habitantes a los herederos del mundo griego clásico. En nuestros tres exploradores-autores, el movimiento y el deseo de viaje implican una escritura que se proyecta entonces contra géneros establecidos para producir nuevas formas, cuyos fundamentos se basan precisamente en una toma de distancia respecto de géneros canonizados y reconocidos. La ficción narrativa es la encrucijada principal para estas escrituras, por razones diferente en cada uno de nuestros autores y, podemos decir, in absentia en los tres casos—o, más bien: in presencia por medio de la toma de distancia y del reciclaje fragmentario. El relato ficcional juega un papel fundamental porque funciona como un paradigma que no estructura el texto; la escritura no-ficcional que practican nuestros exploradores convoca permanentemente la novela mediante diversos procedimientors como la alusión, el trato de ciertos temas, una serie de técnicas, componentes apropiados no como cita, sino para desarticularlos en tanto procedimientos. De este modo, estas escrituras rompen los paradigmas del relato ficcional de la época, combinando algunos de sus rasgos con modelos narrativos tradicionales pero no dominantes en la época. Escritos en el momento del apogeo de una tradición narrativa determinada—la de la novela europea, francesa, realista y de aventuras—, estos textos trabajan más ampliamente con lo novelesco fundado por esta tradición, que con la novela misma. ¿Con qué sueñan nuestros exploradores ? No con una entrada (o un retorno) triunfales en la institución literaria, sino con la Sociedad de Geografía. Los tres envían sus textos a una de las instancias de esta institución, deseosos de obtener un reconocimiento o, incluso, alguna forma de financiación. Cierto discreto reconocimiento interviene, bajo la forma de premio o de publicación, pero no la financiación: Rimbaud ve publicado su informe sobre el Ogadén en el Bulletin de la société de Géographie,
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y una nota necrológica enviada por Alfred Bardey en el momento de su muerte también lo será; 22 presentado en la exposición del Congrès de la Société Internationale de Géographie que se realiza en París en 1875, el libro de Mansilla recibe un premio, una “Mention honorable”; 23 los libros de Schliemann, que es miembro de la Société de Géographie de Paris desde 1867,24 son mencionados y repertoriados, y llega el momento en que la Sociedad de Geografía celebra sus trabajos lamentando no haber participado financieramente en sus expediciones, seducida, a pesar de la agitación y la oposición suscitadas por la publicación de Troy and its remains entre ciertos miembros prestigiosos de la Sociedad, en particular Vivien de Saint-Martin.25 Es sabido que la geografía fue una disciplina esencial al siglo XIX, que acompañó la extensión de la economía y la incorporación de espacios lejanos a un sistema de producción capitalista. Las sociedades de geografía proliferaron en la época, ya sean nacionales, regionales o internacionales, comunicándose entre sí y gestionando la circulación de conocimientos territoriales y técnicos. Pero como nuestros tres viajeros se dirigen a instituciones y eventos parisinos, lo que no es extranjero a sus ambiciones literarias (pasadas o presentes), es la Sociedad de Geografía de París la que nos interesa aquí. Fundada en 1821, casi diez años antes que la Royal Geography Society de Londres, la Sociedad de Geografía de París fue la pionera de las sociedades especializadas orientadas hacia la adquisición y la difusión del saber geográfico, donde convivían aventureros, exploradores y geógrafos de cabinet (de interior); en su Bulletin se publicaba todo tipo de textos— relatos de viaje, memorias, relevamientos topográficos, mapas, informes, descripciones, etc. Las producciones de nuestros viajeros corresponden al período de expansión de la Sociedad de Geografía de París, a lo que se considera como su edad de oro, que se extendió entre 1864 y 1896 (lo que se denomina la “era Maunoir”, porque Charles Maunoir fue secretario general de la Sociedad entre 1867 y 1897). Es el período en que la ciencia geográfica sobrepasa las fronteras de un público especializado y se vuelve también un asunto de estado, que acompaña la expansión económica y militar de las naciones europeas. Sin embargo, contrariamente a la de Londres, la de París no otorgaba, en sus comienzos, una financiación a los proyectos de exploración, sino solamente premios para recompensar los esfuerzos realizados y los resultados obtenidos, y a veces proveía a los exploradores con el material necesario.26 A medida que los intereses económicos en África toman amplitud, algunas sociedades de geografía se constituyen en sociedades comerciales, y, en ese contexto, una sección de la Sociedad de París se autonomiza en 1871, aliándose con los sindicatos comerciales parisinos. Este rápido panorama histórico propone una imagen de contribuciones científicas ininterrumpidas y de continuas conquistas territoriales. Sin embargo, algunos viajeros de la segunda mitad del siglo, los nuestros, en-
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tre otros, producen escrituras que muestran que ciertas zonas no entraron fácilmente en el circuito de explotación comercial. Estos textos tratan de una forma de exploración que corresponde más bien a lo que podemos llamar una “micro geografía”, mientras que la Sociedad de Geografía favorece entonces una exploración de tipo “macro geográfica”, dominada (¿fascinada?) por la idea de una extensión de los límites del trazado geográfico del conocimiento, y por la intención de repertoriar una totalidad, la del globo. Como lo recuerda el Marlow de Heart of Darkeness de Joseph Conrad, esta política deja “many blank spaces on the earth” (25); “pequeños” espacios no repertoriados por la geografía occidental, descriptos por el narrador como “blank spaces”, que se encuentran en el interior mismo de los límites exteriores trazados, y que se transforman en “places of darkness”. Estos puntos oscuros se vuelven zonas de relato ficcional, una transformación que a menudo ha sido interpretada como la faceta literaria que acompañó el gesto totalizante y conquistador de los imperios económicos.27 Los textos de Mansilla, Rimbaud y Schliemann no buscan producir esta transformación que abre el espacio del relato ficcional novelesco (que es, al mismo tiempo, un espacio de parodia de la novela, como en Heart of Darkness); no encontramos en sus escritos la idea que la literatura puede contribuir a la conquista y la civilización de los territorios; no buscan promover la espacialización del territorio. Lo que intentan es rastrear las presencias que animan estos lugares lejanos a la cultura occidental, que son también las fallas de un sistema narrativo omnipresente y dominante.28 Si para la geografía de la época la topología juega un papel determinante, para nuestros exploradores el territorio es una fuerza activa que hace obstáculo a la circulación (y no a la civilización), y que, por lo tanto, suscita su deseo, y el deseo de escritura.29 En su célebre ensayo “El narrador”, Walter Benjamin recuerda que para volverse narrador hay tradicionalmente dos caminos: viajar y contar sus exploraciones, o quedarse en su propia tierra y conocer bien sus tradiciones. El agricultor sedentario y el marino comerciante encarnarían estos dos tipos, una oposición que reencontramos en nuestros exploradores: si Rimbaud declara “ma vocation ne sera jamais dans le labourage” (“mi vocación no será nunca labrar la tierra” 393), si Mansilla cierra su texto afirmando que la llegada de los cultivadores marcará el fin de los ranqueles,30 en Schliemann, la circulación adquiere un significado temporal, es una diacronía: el presente llama el pasado—mítico, pero percibido como histórico (a tal punto que las mujeres de los trabajadores turcos se transforman en “Troyanas”31). En la oposición circulación-cultivo de la tierra se inscribe para Mansilla aquella entre campaña militar y visita de un tourist; para Rimbaud, el comercio se opone a la actividad familiar por excelencia (a Francia y al trabajo de la granja); y para Schliemann, las excavaciones se
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oponen implícitamente a todo otro uso de la tierra—construcción de casas, tierra labrada, pastoreo: la excavación arqueológica es una búsqueda de la verdad amenazada por el uso que los campesinos hacen de la tierra, que destruye los rastros de un pasado glorioso. Para los tres, el viaje, que toma la forma de una exploración geográfica, constituye la posibilidad de volverse narrador, pero ¿qué tipo de narrador? Frente a esta resistencia que parecen oponer estos “espacios” a una política de expansión (lo que se llama habitualmente una geografía económica), por estar ya habitados, se abre la posibilidad de transformarlos en capital simbólico: en textos que se inscribirán en la cultura de origen de los viajeros no como literatura de imaginación (o de fición), ni como textos que responden a la tradición del relato de viaje. Poyectándose contre varios géneros reconocidos e institucionalizados, sin, a pesar de ello, identificarse plenamente a uno de ellos, estos escritos muestran hasta qué punto carecen de espacio en el horizonte literario de la época: marcan el intento de crear un género, con eficacia y éxito variables. Porque ir hacia un territorio en tanto explorador y escribir su recorrido implica también abrir una zona en el espacio simbólico de lo literario, transformar el horizonte de la la literatura creando géneros mixtos que deberán entonces ir en busca de su propio público.
III. La guerra del género no tendrá lugar La escritura que podemos llamar (por ahora, a falta de un mejor término) “no literaria” de Arthur Rimbaud, Lucio V. Mansilla y Heinrich Schliemann se construye en la fascinación y el rechazo simultáneos del relato novelesco. En este sentido, puede decirse que estos textos constituyen verdaderos debates (más o menos explícitos) sobre el género narrativo tal como es practicado por escritores y lectores en el período. Sobre las ruinas de un género puede construirse otro. Si lo que está en juego en estas escrituras es la impronta novelesca, y no necesariamente la novela , puede decirse que, en ciera medida, este rechazo de una práctica genérica determinada se produce a partir de la recuperación de modelos de novelas olvidados por la tradición. Las exploraciones genéricas, que tienen una doble dimensión de trabajo textual y de revisión de su inscripción institucional, se realizan por medio de una exploración territorial, y llevan a una reflexión sobre las relaciones entre geografía y literatura. Se trata, para estos textos, menos de marcar un territorio, el de la ficción novelesca, que de extender sus fronteras a partir de una percepción de los géneros que se emancipa de todo intento de pensarlos como fenómenos estables. En los términos de la teoría contemporánea, puede decirse que estos escritos explotan la inestabilidad histórica que caracteriza los marcos pragmáticos de la ficción.32 Hoy sólo
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pueden ser percibidos porque nuestra tradición crítica reconoce su propia tendencia a establecer géneros “plenos”—para no decir “puros”, aunque semejantes categorías no constituyan sino horizontes hacia los cuales tienden las obras—, es decir a identificar rasgos inherentes específicos, que la institución trata como si tuvieran una identidad genérica indudable. La recepción de estos textos que escamotean la clave del funcionamiento de ciertos géneros establecidos y reconocidos puede a veces ser vasta, otras inexistente o pobre; pero lo que resulta innegable es que con el tiempo su estatuto se modifica, a veces de modo radical: algunos textos considerados en un primer momento como testimonios se vuelven ficciones, y viceversa. Un cambio en la atribución genérica que resulta clásico en la historia literaria; lo que es más notable, es el hecho que estos textos hayan sido (y/o sean todavía) objeto de una recepción particular en la medida en que son percibidos por un público determinado, en una época determinada, a la vez como textos verídicos (testimonios, crónicas, etc.) y como relatos sobre los cuales se inscribe la ficción novelesca. No se trata aquí de inclinar ciertos textos hacia la categoría de la ficción en un momento histórico en que ésta resulta prestigiosa; el objetivo es subrayar el hecho que una parte del efecto—y del placer—suscitados por estos relatos en el lector están emparentados con el placer que procura leer una novela. Probablemente porque el rechazo esencial en estos textos no es el del género en sí, sino a una práctica de éste, lo novelesco y su autonomización de ciertas leyes narrativas. Si lo novelesco permite la articulación de la ficción y la vida vivida, extirpar sus características específicas aparece como un recurso destinado a permitir la producción de un relato literario de la experiencia que conserve la intensidad producida por la lectura de la novela realista de la segunda mitad del siglo XIX.
Notas 1 Mis reflexiones sobre el género literario están basadas en trabajos de Jean-Marie Schaeffer. Ver Schaeffer “Genres” y “De Deux facteurs”. 2 Sigo aquí la perspectiva expuesta en Schaeffer “Le romanesque”. Según él, los rasgos esenciales de lo novelesco son: la importancia otorgada, en la cadena causal de la diégesis, a los afectos, las pasiones y los sentimientos así como a sus modos de manifestación más absolutos y extremos; la representación de tipologías actanciales, físicas y morales por sus extremos, tanto en el polo positivo como en el negativo; la saturación de los eventos de la diégesis y su extensibilidad indefinida; la particularidad mimética, es decir el hecho que lo novelesco se presenta a menudo contra un modelo de la realidad en que vive el lector. 3 Nacido en Buenos Aires en 1831 y muerto en París en 1913, Lucio Victorio Mansilla, era el hijo del general Lucio N. Mansilla y de la célebre Agustina Rosas, hermana del dictador Juan Manuel de Rosas (cuyo régimen se extendió de 1833 a 1851). Además de su importancia histórica, este período marcó el imaginario argentino y la literatura; en los años 1870 y 1880, es decir cuando Mansilla escribe su texto, la dictadura de Rosas es presentada como un estado sin ley, y la oposi-
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ción a este pasado constituye el fundamento mismo del estado liberal y su legitimación. Aunque la bibliografía es numerosa, ver en particular Prieto y Ludmer 23–139. 4 Como ya ha sido señalado por la crítica, en Argentina, al final del siglo XIX, cuando el proceso de autonomización de las esferas no se ha realizado aún, la literatura está vinculada a la función política. Ver, esencialmente, el libro clásico de Viñas (229–271). 5
Sus opúsculos más importantes sobre el ejército y la política argentina, son “Bases para la reorganización del Ejército Argentino” (1871), y “Reglamento para el ejército y maniobras de la infantería de Ejército Argentino” (1875); sus obras de teatro, Atar-Gull o una vengaza africana (1864), Una tía: comedia de costumbres (1864); sus “causeries” se publicaron en el diario Sud América a partir de 1888, y en forma de volumen bajo el título de Entre nos. Causeries du jeudi (1963).
6 Mansilla había concluido un pacto con los indios que debía ratificar, luego de haber sido aprobado por el presidente Domingo Faustino Sarmiento; y si pide autorización para realizar su excursión, no espera la respuesta, y será destituido al volver, por razones políticas, mientras la publicación de Una excursión a los indios ranqueles en el diario La Tribuna de Buenos Aires conoce un gran éxito de público. 7 La palabra “Toldos” se utilizaba para designar las tiendas de los indios y también el conjunto de ellas. Desde el punto de vista histórico, la excursión de Mansilla constituye un episodio poco importante, pero que debe ser integrado al proceso conocido como “araucanización de las Pampas”, que se inicia a principios del siglo XVIII, cuando se crean relaciones entre los grupos de araucanos establecidos de ambos lados de la Cordillera de los Andes. A partir de entonces, el “malón” pasa de imple expedición de rapiña a empresa económica y militar, que para ser llevada adelante implica la constitución de centros de poder político más importantes que los que habían conocido hasta entonces esas sociedades. Surgen de este modo, progresivamente, los grandes cacicados, las dinastías de Painé, y su hijo Mariano Rosas, y de Calfucurá y su hijo Namuncurá. Frente a esta realidad, los blancos adoptaron dos posiciones; la primera fue la que caracterizó al régimen de Rosas, que consistía en usar ciertos grupos de indios, los “indios amigos”, como una suerte de tampón entre los blancos y los indios más agresivos, tal como puede verse en el diario de la expedición de Rosas de 1833; se lograba así una relativa paz en la frontera, pero con la caída de Rosas, en 1852, los indios retomaron los “malones”. La otra opción era una estrategia ofensiva, sobre la que se construye la ideología de la oposición entre “bárbaros y civilizados”, sobre la cual se genera el Estado liberal moderno, y que está en juego, aunque violentamente cuestionada, en el libro de Mansilla. 8
Sobre el período que va de 1852 a 1880, ver Halperín Donghi.
9 Respecto del viaje en región patagónica, ver Livon-Grosman. 10 La oposición es evidente en la etimología de las dos palabas: Excursio: 1) excursión, viaje; 2) a. movimiento que consisten en ir hacia el auditorio; b. Incursión, irrupción, salida; 3) a. Posibilidad de tomar aliendo, de darse amplitud de terreno; b. Digresión. Expeditio: 1) preparativos de guerra, campaña; 2) presentación clara, exposición; 3) recurso que consiste en descartar sucesivamente todos los motivos supuestos para llegar a uno solo que es desarrollado; 4) disposición, distribución. Dictionnaire illustré latin-français Félix Gaffiot, 1976. 11 Recuerdo rápidamente el recorrido de Rimbaud (1854–1891): luego de dejar Charleville, emprende una serie de viajes en diferentes países de Europa, Egipto y Chipre entre 1875 y 1880. Se dirige entonces a Adén, donde trabaja para Bardey et Cie., y es luego afectado a la sucursal que esta compañía tenía en Harar, Abisinia. Su itinerario de los años siguientes es agitado: permanece en Harar hasta que la firma quiebra, en 1884, es empleado por la nueva compañía, Mazaren, Viannay, Bardey et Cie, y se instala en Adén, hasta 1885; emprende entonces su expedición a Choa entre 1886 y 1887, vuelve a Adén en 1887, hace varios viajes en la región, para terminar retornando a Francia en 1891, a Marsella primero, luego a Charleville, de donde parte nuevamente a Marsella, con la intención de embarcarse nuevamente hacia África, muere el 9 de noviembre de 1891 en Marsella. Para más detalles sobre sus numerosos viajes, reenvío a sus biógrafos, en particular a Lefrère, Rimbaud á Aden. 12 Así lo muestra la organización de los tres volúmenes de Lefrère y Leroy, que se dividen, en principio, según las tres áreas geográficas que recorrió: Adén, Harar y “ailleurs” (otros sitios), este último trata de los viajes de Rimbaud en Europa..
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13 Entre los partidarios de esta interpretación se encuentran Brunel (Essai) y Borer, autores de las dos biografías más interesantes de Rimbaud.. 14 Es el sentido que se atribuye generalmente a su última carta, escrita en Marsella el día de su muerte, y dirigida al director de la compañía Messageries Maritimes, y que muestra supuestamente su deseo ansioso de dejar Europa, pero que traduce también su ansia permanente de movimiento: “Envoyez-moi donc le prix des services d’Aphinar à Suez. Je suis complètement paralysé: donc je désire me trouver de bonne heure à bord. Dites-moi à quelle heure je dois être transporté à bord…” (“Envíeme entonces el precio de los servicios de Afinar a Suez. Estoy completamente paralizado: por ello deseo hallarme temprano a bordo. Dígame a qué hora debo ser transportado a bordo…”) (Œuvres 708). 15 El “Rapport sur l’Ogadine, par M. Arthur Rimbaud, agent de MM. Mazeran, Viannay et Bardey, à Harar (Afrique orientale), Communication de M. Bardey, en tournée à Aden”, fue publicado en Compte rendu des Séances de la Société de Géographie et de la Commission Centrale paraissant deux fois par mois, 1884: 99–105, séance du 1er février 1884, y retomado en Rimbaud, Œuvres 375–381. 16 Carta del 25 de agosto 1880 a su familia. Ver también la descripción que da de Harar cuando se instala allí, en su carta del 13 de diciembre de 1880 a su familia, Œuvres 321. 17 Heinrich Schliemann nació en 1822 en Neubukow (Alemania) y murió en 1890 en Nápoles. 18 Después de su muerte, se ha podido demostrar que la cronología, la participación de las personas, los descubrimientos y las circunstancias de las excavaciones habían sido a menudo falseadas. Ver Calder III y William M. Traill; Traill. 19 A comienzos de marzo de 1874, Schliemann obtiene el derecho de continuar sus excavaciones en Micenas, y publica el relato de ellas bajo diferentes formas en diarios ingleses y griegos. Más tarde publicará Mykenae. Bericht über meine Forschungen und Entdeckungen in Mykenae und Tiryns (1878), Troia und seine Ruinen (1875), Bericht über meine Forschungen und Entdeckungen in Mykenae und Tiryns (1878); Troja, results of the latest researches and discoveries on the site of Homer’s Troy, and in the heroic tumuli and other sites, made in the year 1882, and a narrative of a journey in the Troad in 1881 (1884), Tiryns, der Prähistorische Palast der Könige von Tiryns (1886). Son algunas de sus primeras obras. 20 Recientemente, Joachim Latacz hizo un balance sobre la cuestión del sitio de Troya, y del estatuto histórico de los hechos narrados en la Iliada. . 21 La versión original es alemana, la francesa está traducida del inglés. Se observa ya esta tendencia a escindir el discurso novelesco del científico en The Site of Homeric Troy (1875). 22 Mort de M. Arthur Rimbaud.—Lettre de M. Alfred Bardey, datée d’Aden, 24 octobre 1891. Compte rendu des séances de la Société de géographie et de la commission centrale, 1892: 43–45, séance du 22 janvier 1892, “Lecture de la Correspondance. Partie plus spécialement géographique de la correspondance”. 23 El premio otorgado por el Grupo IV, en la sección “Menciones honorables”, es mencionado del siguiente modo: “M. Mancilla [sic]. Excursions chez les Indiens Ranqueles, 2 vol. 1870–1871 (République Argentine)”. Congrès des sciences géographiques, cosmographiques et commerciales…, 1875 (II): 420. El libro de Mansilla es mencionado en dos secciones, “Antropología” (309–331) y “Etnografía” (333–344); he aquí el párrafo que figura en la primera: “M. Uricochea est malheureusement le seul exposant américain qui ait apporté à notre exposition des documents d’un haut intérêt. Salles consacrées aux produits du Chili et de la République Argentine ne contiennent qu’un petit nombre d’opuscules qui nous intéressent directement, et parmi lesquels nous mentionneront les documents ethnographiques sur le Chili de M. Barros Arana, et de M. Mansilla sur la République Argentine” (“El señor Uricochea es, lamentablemente, el único expositor americano que ha aportado a nuestra exposición documentos de un alto interés. Las salas dedicadas a los productos de Chile y de la República Argentina no contienen sino un pequeño número de opúsculos que nos interesan directamente, entre ellos mencionaremos los documentos etnográficos sobre Chile del señor Barros Arana, y del señor Mansilla sobre la República Argentina.”) (p. 325). En “Etnografía”, siempre respecto del grupo IV: “Dans la République Argentine, le rapporteur doit signaler, au nom du groupe IV, un travail méritant. M. Mancilla [sic] nous fournit une intéressante description de son Excursion chez les Indiens Ranqueles, que nous croyons devoir récompenser d’une mention honorable. Nous ne voudrions pas passer sous silence un curieux
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livre intitulé Les Races aryennes, dont l’auteur, M. Vicente Fidel López, est recteur de l’Université de Buenos-Ayres. Nous attirons également l’attention sur les deux ouvrages suivants: Notes historiques et descriptives sur le Chaco et le Rio-Vermejo, par José Arendas; Plans de la ville de Buenos Ayres, de 1712.” (“En la República Argentina, el evaluador tiene que señalar, en nombre del grupo IV, un trabajo merecedor. El señor Mancilla [sic] nos provee una interesane descripción de su Excursión a los indios ranqueles, que creemos deber recompensar con una mención honorable. No quisiéramos dejar de mencionar un curioso libro, La Raza Aria, cuyo autor, Vicente Fidel López, es rector de la Universidad de Buenos Ayres. Llamamos también la atención sobre las obras siguientes: Notas históricas y descriptivas sobre el Chaco y el Río-Vermejo por José Arendas; Mapas de la ciudad de Buenos Ayres de 1712.” (340–341). 24 En Sociedad de Geografía—Lista de miembros, 1876: 48, Schliemann figura en los términos siguientes: “1867—Schliemann (Henri), propriétaire” (“1867—Schliemann (Henri), proprietario”). 25 En el Bulletin de la Société de Géographie, “Rapport sur les travaux de la société et sur les progrès des sciences géographiques pendant l’année 1869”, 256–330, encontramos el siguiente párrafo: “C’est encore en Asie Mineure, et c’est aussi pour déterminer le site d’un champ de bataille que notre collègue, M. H. Schliemann, a entrepris des recherches et des fouilles dont il a publié les résultats dans un petit volume précieux pour la géographie comme pour l’archéologie. Il s’agit ici de l’emplacement du terrain où fut Troie. M. Schliemann, qui a dirigé ses investigations en ayant sans cesse les auteurs anciens sous les yeux, n’hésite pas à reprendre la tradition la plus ancienne sur l’emplacement de cette cité.” (“Una vez más, es en Asia Menor, y también para identificar el sitio de una batalla que nuestro colega, el señor H. Schliemann, emprendió búsquedas y excavaciones cuyo resultado publicó en un pequeño volumen, valioso para la geografía como para la arqueología. Se trata del emplazamiento del terreno en que se encontraba Troya. El señor Schliemann, que dirigió sus investigaciones teniendo continuamente a los autores antiguos bajo los ojos, no duda en retomar la tradición más antigua sobre el emplazamiento de esta ciudad”). Luego, en el Bulletin de la Société de Géographie: “M. Schliemann fait hommage à la Société de son bel ouvrage intitulé Troy and its remains, volume accompagné de nombreuses gravures. M. Levasseur fait remarquer l’importance de cet ouvrage où M. Schliemann a donné le récit et les résultats des fouilles entreprises à ses frais sur le terrain de l’ancienne Troie. M. Gauthot ajoute qu’il eût été possible à une certaine époque d’obtenir pour nos musées les principaux objets trouvés par M. Schliemann” (“El señor Schliemann rinde homenaje a la Sociedad con su bella obra Troy and its remains, volumen acompañado de numerosos grabados. El señor Levasseur hace notar la importancia de este libro donde el señor Schliemann dio el relato y los resultados de sus excavaciones, financiadas por él mismo, en el terreno de la angiua Troya. El señor Gauthot agrega que hubiera sido posible, en cierta época, obtener par nuestros museos los principales objetos encontrados por el señor Schliemann.”) (664). Finalmente, en el mismo tomo, “Séance du 2 juin 1875 (suite)—Ouvrages offerts à la Société de Géographie” (557): “Docteur Henry Schliemann—Troy and its remains; a narrative of researches and discoveries made on the site of Ilium, and on the Trojan plain. London, 1875, 1 vol. in 8to.”, y el comentario siguiente: “Les fouilles d’Hissarlik ont éclairé d’un nouveau jour le mystère qui enveloppait Troie; ces ‘ruines qui ont péri’ sont un problème dans l’histoire du monde auquel se rattache l’essor de la civilisation aryenne. Les travaux persévérants poursuivis pendant trois années par M. Schliemann, et à ses frais, ont eu pour résultat d’exhumer une quantité d’objets en terre cuite, et des documents épigraphiques, qui serviront à élucider la question encore controversée du site de Troie. Le beau volume, Troy and its remains, renferme plus de 600 gravures, avec cartes et plans.” (“Las excavaciones de Hissarlik han hechado nueva luz sobre el misterio que rodeaba Troya; estas ‘ruinas que han perecido’ son un problema en la historia del mundo al que está vinculada la civilización aria. Los trabajos perseverantes realizados durante tres años por el señor Schliemann, financiados por él mismo, permitieron exhumar una cantidad de objetos de terracota, y documentos epigráficos, que servirán a elucidar la cuestión todavía controvertida del sitio de Troya. El bello volumen Troy and its remains, contiene más de 600 grabados, con mapas y planos.”) Vivien de Saint-Martin reacciona a esta publicación; en “Ouvrages offerts à la Société”, encontramos la noticia siguiente: “Vivien de Saint-Martin— L’iIllion d’Homère, l’Illium des romains, mémoire lu à l’Académie des inscriptions et belles lettres au mois de juillet 1874, Paris, 1875, Brochure in 8to.” (669), obra señalada como una respuesta a las investigaciones de Schliemann, y a propoósito de la cual se precisa que “l’auteur s’appuie sur les considérations topographiques des anciens textes et cherche dans la géographie les éléments
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A nnick Louis d’un verdict définitif sur le sujet” (“el autor se apoya en consideraciones topográficas de antiguos textos y busca en la geografía elementos de un veredicto definitivo sobre el tema.”) En el informe de la sesión del 21 de julio, p. 216, se dice a propósito del libro de Vivien de Saint-Martin: “Il pense que la question, obscure jusqu’ici, de l’emplacement réel de Troie, ne peut être élucidée que par l’application des anciens textes à la reconstitution topographique” (“Piensa que la cuestión, oscura hasta el presente, del emplazamiento real de Troya, no puede ser elucidada sino mediante la aplicación de antiguos textos a la reconstitución topográfica”). Vivien de Saint-Martin defendía, contrariamente a Schliemann, la hipótesis que el sitio de Troya se encontraba en el pueblo de Bounar-Bachi.
26 Durante el primer período de la Sociedad, hasta los años 1860 aproximadamente, los exploradores que escriben a la Sociedad están obsesionados por el descubrimiento del interior de África, y todos solicitan una ayuda financiera que no puede proporcionarles. En 1866, luego de varias propuestas, los partidarios de una política dinámica de apoyo a los viajes triunfan, y la misión de Vivien de Saint-Martin (que busca la fuente del Nilo) es financiada por la Sociedad; entre 1872 y 1875, las sumas otorgadas van a viajeros que exploran África. Ver Fierro. 27 Es la visión de Edward Said en Orientalism. 28 En el caso de Mansilla, alcanza con comparar su texto a los relatos que el Perito Moreno hace de sus viajes. Ver Moreno, Viaje . 29 En este sentido, el hecho que los indígenas que pueblan las regiones en que se desplazan Mansilla y Rimbaud pertenezcan a tribus nómades es altamente interesante. En Mansilla el interés por los indios es evidente y explícito, incluso en tanto fuerza política, puesto que tiene en mente el modelo de Rosas. Para Rimbaud el objetivo es el comercio con los nativos, y si ciertos párrafos de sus cartas muestran un desprecio hacia los indígenas, no hay que olvidar a quienes están dirigidas (su madre y su hermana); los testimonios de otros comerciantes van en el sentido de una cohabitación desprovista prejuicios. 30 Al final de su recorrido, en el “Epílogo”, Mansilla escribe: “Aquellos campos desiertos e inhabitados tienen un porvenir grandioso, y con la solemne majestad de su silencio, piden brazos y trabajo./ ¿Cuándo brillará para ellos esa aurora color de rosa? /Cuándo!.../ Ay!, cuando los ranqueles hayan sido exterminados o reducidos, cristianizados y civilizados” (534–535). 31 Se trata de la continuación del pasaje en que Schliemann imagina las trágicas consecuencias de un accidente y la reacción de las mujeres si sus hombres hubieran muerto, situación que recuerda la captividad de las troyanas luego de la caída de la ciudad: “…die armen Witwen hätten mich in ihrer Verzweiflung zerrissen, denn das haben die trojanischen Frauen mit allen Griechinnen gemein, dass der Mann, mag er alt oder jung, reich oder arm sein, Alles bei ihnen ist und Himmel und Erde nur von secundärem Interesse für sie sind.”, Trojanische Alterthümer (87–88). “Las pobres viudad me hubieran despedazado en su desesperación; porque las Troyanas tienen eso en común con todas las Griegas, que el marido, ya sea viejo o joven, rico o pobre, es todo para ellas, y el cielo y la tierra no les interesan sino de modo secundario.”. 32 Sigo aquí la concepción de la ficción como pragmática de Schaeffer tal como la plantea en Pourquoi la fiction?
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