Autores: Fernando Saldarriaga Cristian Fuentes Ariyuri Amaris William Marrugo RaĂşl Porto
Editorial Casa de Barro
Bolívar Cuna de Campeones Editorial Casa de Barro ISBN: 938-3-3482785-2-1 Primera y única edición © Diciembre 2011. Diseño Gráfico: Fernando Saldarriaga Ochoa Diseño Editorial: Stephanie Gómez Tinoco Ariyuri Amarís Correciones: David Lara Ramos Eduardo Polanco Stephanie Gómez Tinoco Fotografías: Ariyuri Amarís Cortesía de los deportistas Cortesía del historiador y periodista Raúl Porto Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin permiso esctricto de la editorial Impreso en Colombia/Printed in Colombia
Gracias a los estudiantes colombianos, que cumplieron su palabra: retiraron la reforma y volvieron a clases, permitiendo que este libro fuera posible.
ÍNDICE
Margarita Mercado: Pesista de nacimiento
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Por: Fernando Saldarriaga
Israel Tovío: El único maestro de Bolívar
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Por: Cristian Fuentes
Cristian Salcedo: El “Ryu” cartagenero Por: Ariyuri Amarís Elizabeth Arnedo: La patinadora dorada
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Por: Fernando Saldarriaga
Jesús Castilla: Del saco de arena al boxeo
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Por: Ariyuri Amarís
Harold Ramírez: Un pequeño en Grandes Ligas
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Por: William Marrugo
Morón: Arte y gol Especial por: Raúl Porto
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PRÓLOGO
Entre las muchas publicaciones acerca del deporte en Bolívar, se destacan las de carácter histórico y analítico, que le dan preponderancia a los datos de proezas en escenarios deportivos. Este libro pretende otorgar una nueva perspectiva para mirar el deporte bolivarense: sus jugadores. En él se consignan perfiles sobre quienes son hoy la promesa de mantener el reconocimiento en los deportes en los que Bolívar es favorito y destacarse en los que no son han sido su fuerte. Éste es un recorrido por siete deportes desde sus más desta-cados exponentes, quienes nos recuerdan que la pasión por el entrenamiento y competencia deportiva aún están presentes en un sector de la juventud cartagenera. Editora.
Margarita Mercado
Pesista de nacimiento
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ra su segundo fracaso en las pesas. El primero lo había tenido a los once años, cuando empezó a levantar las barras de su padre. Un dolor en la espalda la obligó a dejar de entrenar, su cuerpo no estaba listo. El segundo, en su primera competencia. Esa vez, su padre, el ex pesista y entrenador Gerardo Mercado, le pidió que participara en un campeonato nacional sub 20. Ella iba a cumplir 15 años. Con dos meses de duro entrenamiento de Gerardo y las ganas de ser pesista, Margarita Mercado ganó el cupo para asistir al certamen. En el campeonato le fue mal. Ocupó el último lugar en la clasificación de todos los deportistas. En los seis intentos con que cuenta para hacer los dos movimientos del levantamiento de pesas –arranque y envión-, Margarita no pudo siquiera levantar la barra. “Me sirvió porque quedé ardida”, cuenta la pesista. 15
P E SA S
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Luego de su segundo fracaso, Margarita no renunció a su gusto innato por las pesas, y a los tres meses, decidió participar en el Campeonato Nacional Intercolegiado. Allí, con mayor preparación y el talento que heredó de su padre, se alzó con su primera medalla de oro. Lo que le valió felicitaciones de compañeros pesistas y entrenadores, esto la hizo sentir cómoda en el deporte. “Cuando a uno lo tratan bien en algo, uno se queda. El trato fue tan bueno que decidí quedarme”, asegura mientras sonríe. DE NACIMIENTO Desde que nació, Margarita convive con las pesas. En su familia, aparte de su padre, su hermana mayor practica el deporte. También lo hicieron sus tíos Rubén, Nicolás y Guillermo. En sus genes está la fuerza y su sueño siempre fue aprender el deporte familiar. De niña, al ver entrenar a Gerardo, le decía: “Papi, cuando sea grande, quiero ser pesista como tú”. Margarita mide cerca de 1.55 centímetros, tiene 19 años, piel morena, lleva su cabello azabache siempre recogido, un par piernas moldeadas por cuatro años de pesas y una sonrisa para cada palabra. Parece estar siempre de buen humor, aunque la fuerza de su voz deja ver el carácter de su padre. Se nota segura. No titubea cuando habla y, a pesar de haber ganado varias medallas olímpicas, se muestra como una mujer humilde. 16
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Cortesía de Margaria Mercado
Ha ganado tantas medallas que no sabe cuántas son. “Es verdad, es que son tantas que no te las puedo contar, en todas mis competencias obtengo medallas, en el peor de los casos gano plata, y son tres medallas por competencia. Son muchas”, dice con tono más bajo -muestra que le apena hablar del tema-. Así, ha representado al departamento en competencias Sub 15, Sub 17, Sub 20 y Mayores; en cada una ha obtenido medallas. Además ha representado a Colombia, en los mundiales: Rumania 2009, Bulgaria 2010, Malasia 2011; el Campeonato Panamericano Sub 20, en México 2011. Ella prefiere hacer siempre una buena competencia en los campeonatos, y eso eventualmente trae medallas, asegura. Es por eso que no lleva la cuenta de los trofeos obtenidos, sino de las buenas presentaciones.
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LA DOCTORA DE LAS PESAS Margarita es apodada la “doctora de las pesas”. Título que no solo honra por su pericia en el deporte, sino por ser estudiante de segundo año de Medicina. La pesista divide su tiempo en dos entrenamientos diarios (para mantenerse en forma como deportista de alto rendimiento) y sacar adelante la exigente carrera que escogió. “En diciembre cuando todos están de vacaciones, a mí me toca entrenar tres veces al día”, explica Margarita. A pesar de los méritos obtenidos en el deporte, la Universidad Rafael Núñez, donde estudia, no la apoya. Ella se esfuerza y obtiene buenas calificaciones, pero algunos profesores se niegan a que una médica divida su vida con el deporte. Incluso ha sido amenazada con que nunca aprobará la asignatura de Microbiología sino se retira definitivamente de las pesas. La asignatura la ha perdido en dos ocasiones. “Cuando fui donde el Decano para ver la clase con otro profesor, me dijo que nadie más podía dictarla y que ella (la profesora) era la pariente del dueño y no había nada que hacer, imagina mi coraje. Uno sabe que está lista y que ha aprendido más que otros compañeros; pero que no aprueban que sea deportista, no de alto rendimiento. Y yo no tengo opción, si renuncio al deporte ¿cómo pago mi carrera? En ocasiones no me dan ni permiso para competir aunque 18
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esté representando el departamento o el país. Por eso, cuando me piden que compita por ellos, aunque sé que no necesito llegar a mi límite, me niego. Es más, estoy considerando cambiarme de universidad”, asegura nublando su voz con resignación. Mientras tanto, Margarita consigue que le rinda el tiempo para todo. No descuida el deporte ni sus estudios. El esfuerzo que hace para mantenerse como distinguida representante del deporte bolivarense, y estudiar hasta aprender todas las minucias de la biología y poder ser una buena médica, le han valido el apodo de la “doctora de las pesas”. *** Desde aquella ocasión donde quedó de última cuando tenía 15 años, nunca le ha vuelto a ir tan mal. En ocasiones no le va tan bien, y queda de cuarta, como ocurrió en Malasia. “Quedé de cuarta, y tenía con qué conseguir medalla de bronce. De los seis movimientos fallé tres y no se gana con tres movimientos, debes ser muy bueno para eso”. La doctora de las pesas de Bolívar, quiere que su padre, su gran entrenador, esté orgulloso de ella. A él le debe sus logros, no solo por haberle heredado su talento, sino por haberla formado. En la actualidad, la pesista desea continuar adelante en su carrera y graduarse como médico, aunque 19
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este semestre tuvo que suspender los estudios para cumplir con las pesas. Ahora, está preparándose para la concentración que se realizará en septiembre de 2011 en Estados Unidos, donde espera conseguir la posibilidad de representar a Colombia en los próximos Panamericanos de México. Busca también hacer una buena representación en el próximo Mundial en París, Francia. Además, desea obtener varios oros en los Nacionales del 2012, donde consiguió –junto con su hermana- uno de los 7 cupos femeninos que ganó la Selección Bolívar.
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CortesĂa de Margaria Mercado
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Israel Tovío
El único maestro de Bolívar
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l padre de Israel, Faustino Tovío, se sentía triste a ver a su hijo solo junto a la ventana. No se explicaba por qué éste no quería jugar futbol ni béisbol en la esquina con los demás muchachos. Hoy, sabe que ese aislamiento era el preludio de una concentración bárbara que le permitiría a su hijo derrotar rivales avanzados en el deporte ciencia: el ajedrez. De aquellos días, Israel recuerda la frase que su padre siempre le mencionaba: “el tiempo es el que da la razón”. Y la razón es que Israel es hoy el único Maestro Fide1 en Bolívar, pero sobre todo, no se dejó se1 Maestro FIde es un título que concede la Federación Internac-
ional de Ajedrez (FIDE), a los ajedrecistas que consiguen una puntuación de 2300 puntos ELO*, o más. Éste título está por debajo del de Gran Maestro Internacional y de Maestro Internacional, pero por encima del de Maestro Candidato. *ELO: es el método para calcular la habilidad relativa de los jugadores de ajedrez.
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A JE DR E Z
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ducir por el alcohol y las drogas, como sí lo hicieron algunos de aquellos chicos de la esquina. *** Israel Alberto Tovío Yépez, nació en Cartagena el 12 de febrero de 1982, hijo de Faustino y Noris. Es Historiador de profesión, vive de la docencia del ajedrez y su hobby es leer, especialmente literatura. Israel se crió en el barrio La María y a los cinco años su papá le enseñó a jugar ajedrez. A los siete, lo llevaron a la Liga de Ajedrez de Bolívar y allí se definió su vida. Al llegar a la sede de la Liga, un niño presumido lo retó. Era el actual campeón infantil. “¿Sabes jugar?, le preguntó a Israel. “Sí”, contestó éste. “Entonces jugamos varios partidos” dijo el primero. “Se los gané todos”, evoca el Maestro Fide. Luego el niño fue a buscar jugadores más grandes. Todos perdieron con el desconocido. Ese día cambió a Israel. Fue el inicio de una disciplina, pero también de un estilo de vida. Israel es una persona calmada y paciente, pocas cosas lo perturban, sabe que en la vida como en el ajedrez, las decisiones se toman con cabeza fría. El ajedrecista mide 1,80 centímetros, es de piel trigueña, como su madre; de ojos café claros, como su padre, tiene la 24
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nariz como un tío que nunca conoció. Ese tío de Israel, lo recuerda la familia como un sujeto sagaz, que todo el tiempo estaba prometiendo cosas a quienes lo acompañaban. Al padre de Israel le prometió un trabajo tan relajado que solo tendría que abrir una compuerta dos veces al día y que ganaría para vivir como un rey. A la madre de Israel le aseguró tener un lugar donde había una esencia que podía rejuvenecer 15 años en dos semanas, pero no aún había encontrado la forma de robarla. De aquel sujeto mítico no se conserva ni una foto, pero Israel siente que parte de ese espíritu de ilusionista lo ha heredado él. “A veces en la vida hay que convencer a los otros que las cosas van a estar mejor, con eso ya se hace suficiente” dice con seguridad. Gracias al ajedrez estudió becado el bachillerato en Comfenalco, también se hizo historiador en la Uni25
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versidad de Cartagena y gracias al mismo deporte, hoy tiene varias oportunidades laborales. EL JUEGO DEL MAESTRO Desde que ingresó a la Liga de Ajedrez cuando era niño, Israel ha desarrollado su estilo de juego letal. “Soy un jugador tranquilo, no me caso con ningún estilo, cuando creo que debo ser táctico lo soy, o también, si la posición amerita un juego estratégico, también lo asumo”, señala el ajedrecista. El partido que más recuerda fue un encuentro memorable que mantuvo durante 7 horas con el jugador colombo ruso Alexey Díaz, en Bucaramanga en el año 94. Fue un encuentro que lo llenó de seguridad y se pudo convencer más de su categoría, sobre todo por el respeto que siempre ha tenido han tenido los rusos en materia de ajedrez. Su vida ha sido poco a poco moldeada por el amor al ajedrez y por el amor a su familia. Israel luce tranquilo. Y está así porque busca el éxito y sabe cómo conseguirlo: se sigue levantando a las cinco de la mañana, sigue enseñando clases de ajedrez en dos colegios y en la Universidad de Cartagena. Además, sigue practicando ajedrez en las tardes.
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Cortesía de Israel Tovío
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Cristian Salcedo
El “Ryu” cartagenero
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elo negro, piel trigueña y piernas largas. Usa su traje de presentación: un pantalón blanco y un suéter ancho manga larga del mismo color, llamado dobok. En ocasiones su uniforme está marcado en la espalda con la selección de Bolívar y otras, con Colombia. Lleva una cinta negra en su cintura, que lo revela como un experimentado artista marcial. Es Cristian Salcedo. Es conocido como “Ryu”, el más valiente y osado de todos los integrantes del juego de video Street Fighter. Le llaman así por su fanatismo a esta saga de videojuegos de combates marciales. Cristian se identifica con el peleador del juego que admiró desde niño, por su agilidad y fortaleza en las batallas. “Con él nunca perdía, tiraba unas patadas magistrales. Recuerdo que mi hermanito siempre se iba llorando porque yo le ganaba”, cuenta Cristian 29
TA E K WO N DO
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sonriendo mientras recuerda. Al igual que “Ryu”, Cristian ha orientado su vida al mundo marcial. Ha encontrado aquí los principios básicos con que rige su vida. La cortesía, la integridad, la perseverancia, el autocontrol y el coraje hacen de él un hombre modesto y serio. El taekwondoca, es una persona de pocas palabras, su voz baja lo describe como un hombre sigiloso e introvertido. Cristian nació en Cartagena el 13 de junio del año 1988, fue criado en el barrio Nueve de abril, junto a sus dos hermanos, sus padres y su abuela -quién falleció dejando un enorme vació en la vida de este joven luchador. Para él, su familia es su mayor inspiración. Estudia último año de Ingeniería Mecánica, carrera que ha estudiado totalmente becado. Y no por ser un buen deportista, sino por su altas calificaciones. Se inició en el deporte a los 10 años jugando voleibol en el equipo de las Escuelas Salesianas. A los 11, lo abandonó y empezó a jugar baloncesto y hasta los 16, sólo soñaba con defender su cesta y anotar puntos en la selección del departamento de Bolívar. LA HISTORIA DEL “RYU” A los 16, en último grado de bachillerato, mientras se dedicaba al baloncesto, su profesor de educación física, Jhony Amarillis, reclutaba niños para conformar 30
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Cortesía de Cristian Salcedo
el grupo de taekwondo de las Escuelas Salesianas. “Preferiblemente que sean altos y flacos”, recuerda Cristian, que era la condición que pedía su maestro. El entonces basquetbolista, no dudó en postularse. Era su oportunidad de ser como su peleador favorito, podía ser “Ryu”, si usaba el uniforme. Se dirigió hacia el área de entrenamiento de taekwondo y allí encontró a su profesor haciendo giros y lanzando una variedad de patadas, mientras prometía a los niños que si se interesaban, en pocos meses podrían hacerlo igual o mejor que él. Convenció a Cristian. Lo más duro del taekwondo, para Cristian, fue encontrarle sentido a los gritos que acompañan los movimientos. Entonces su profesor le repetía que debía hacerlo pues era necesario para liberar las energías del cuerpo. “En las primeras clases esto fue un 31
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martirio, siempre se me olvidaba y era castigado con flexiones de brazos que debía hacer gritando”, recuerda Cristian. Durante todo este año, mantuvo sus prácticas del baloncesto y el taekwondo. Pero finalmente, al terminar su estudio de bachiller, decidió retirarse del primero, por tratarse de un deporte colectivo en el que un error de él los perjudicaba a todos. Cristian odiaba ser culpado de las fallas que tenían y, detestaba tener que culpar a un compañero. Él era más un jugador solitario. A su madre en un principio no le gustaba que entrenara taekwondo, por miedo que saliera lastimado. Por eso Cristian fingió que seguía jugando baloncesto, para que sus padres le dieran dinero y poder ir a entrenar. Al no asistir a sus prácticas de baloncesto, le quedaban esas tardes libres. Entonces, le comentó la situación a su entrenador, Jhony Amarillis, quien lo tranquilizó y lo invitó a entrenar en la selección de Bolívar. Cristian aceptó, y entonces conoció a Raúl Gómez, quien se convirtió en su nuevo entrenador, su guía y su segundo padre. “Cristian desde que llego aquí demostró que era un joven con muchas cualidades, tenía un gran potencial 32
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Cristian es el de la derecha con peto azul. / CortesĂa de Cristian Salcedo
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y sobre todo ganas, que para mí es lo más esencial. Tanto, que después de entrenar con nosotros dos horas seguidas, se iba a entrenar con Jhonny al club de su escuela”, cuenta Raúl. Así gracias a su esfuerzo y dedicación, Cristian ha representado al Departamento desde el año 2006. Ha sido tres veces Campeón Nacional Interligas, dos veces Campeón Nacional Universitario, y -el que afirma ser el triunfo más grande que ha tenido en su vida- haberse convertido en Campeón de Juegos Deportivos Nacionales 2008. Este triunfo le brindó la oportunidad de representar a Colombia en un abierto realizado en Ecuador y en el Mundial de Copenhague 2010. Su meta es clara. Como todo buen deportista ha emprendido el largo camino que espera lo conduzca a conquistar el lugar más alto del pódium en los juegos olímpicos. Se deja ver como un héroe concentrado siempre en entrenar, lucha para triunfar y superarse a sí mismo, sin importar el resultado.
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Elizabeth Arnedo
La patinadora dorada
Agosto 18 del 2007 - 11:00 pm altaba por correr la representante de China. El oro estaba entre ellas. La pista estaba a punto de reventar. Los tambores y el nombre de la selección en el grito de la tribuna hacían latir más fuerte su corazón. El seudónimo de la cartagenera se escuchaba tan alto como el nombre de la selección. ¡Lichi! ¡Colombia!
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La niña de 14 años que había sido invitada como prejuvenil al selectivo para el mundial de Cali 2007, que debió enfrentarse, no solo a patinadoras de su misma categoría sino a chicas de 1° y 2° año en la categoría juvenil, y que con esfuerzo obtuvo el cupo para representar a Colombia en el mundial, estaba a punto de darle al país su primera medalla de oro en el campeonato. ¡Colombia! ¡Colombia! ¡Lichi! ¡Lichi! 35
PAT I NA JE
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Su clasificación no había sido sencilla. En las clasificatorias había quedado de séptima, pero le había prometido a sus tías –quienes la acompañaban en Calique en la final, le iría mejor. Luego del arduo trabajo en la concentración, y con casi dos meses sin ver a su familia, cuando llegó el momento del Campeonato Mundial, había una gran favorita, su compañera de selección, Sara Vallejo. La noche de la final hubo un problema que aplazó la carrera que estaba prevista para las 6:00 pm hasta pasadas las 11:00 pm. En el evento de 300 metros contra reloj, “Lichi” había marcado el mejor tiempo hasta el momento. Eso la ponía sobre todas las patinadoras que salieron antes que ella. No obstante, el sufrimiento sería por las que vinieran después. ¡Colombia! ¡Colombia! ¡Lichi! ¡Lichi! Acaba de terminar la penúltima patinadora y ninguna había superado el tiempo de “Lichi”. Faltaba la última niña, de China. ¡Colombia! ¡Colombia! ¡Lichi! ¡Lichi! Salió la última competidora. El tiempo parecía ir demasiado lento. “Lichi” sentía latir el corazón de Co36
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Cortesía de Elizabeth Arnedo
lombia en sus manos con cada grito de los espectadores. “Y se seguía escuchando... Colombia... Colombia... ‘Lichi’... ‘Lichi’... y pasó la última niña de China, de Taipéi, y ahí sí fue la locura. ¡Yo era medalla de oro en los 300 metros contra reloj! ¡Fue espectacular!”, cuenta Elizabeth Arnedo, “Lichi”, mientras recuerda lo que significó para ella ganar su primera medalla mundial en la categoría juvenil, siendo prejuvenil. “Después todo parecía una fantasía: periodistas, fotos, entrevistas, llamadas, abrazos, felicitaciones, lo mejor; pero conseguirlo no fue fácil, no solo es tener un sueño, es luchar por conseguirlo. Es disciplina, sacrificios, entrenamiento, apoyo y por supuesto el anhelo de tu corazón de alcanzar tus metas, de realizar tus sueños” relata “Lichi”.
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“PATINAR ES MI VIDA” Elizabeth Arnedo Cancio, “Lichi”, nació el 25 de agoto del 1992, en Cartagena Bolívar. Piel morena, ojos pequeños y sonrisa contagiosa. Practica patinaje desde los siete años, cuando inició en el Club Comfenalco, colegio donde estudiaba. Su modalidad es velocista. Aquella vez cuando tenía cinco años, que se puso por primera vez los patines que ya no le quedaban a su hermana, no imaginó el amor que le despertaría este deporte. Fue su hermana la que le dio las primeras enseñanzas en los patines. Ahora, 14 años después de ese momento, la patinadora cuenta entre sus títulos como selección Colombia, 1 Campeonato Internacional y dos Campeonatos Mundiales y Campeonato Panamericano de Patinaje en Rosario. Sus más importantes medallas en estas competencias son: campeona mundial de Cali 2007, 300 metros contra reloj, medalla de bronce mundial de Haining china 2009, campeona de 2 maratones de la World Inline Cup y medalla de oro en la prueba de los mil metros pista del Campeonato Panamericano de Patinaje en Rosario. La patinadora, “Lichi”, admira a Berenice Moreno, aunque afirma que el héroe de su vida, es su abuela. Le encanta ir al cine, dormir, comer lasaña, escuchar 38
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CortesĂa de Elizabeth Arnedo
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música y estar en Facebook. La joven campeona es disciplinada en su deporte y sueña con ser campeona mundial de mayores. Dice que lo más importante para triunfar como deportista es amar el deporte, y eso ella lo tiene claro, pues en sus propias palabras: “El patinaje es mi vida”.
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Jesús Castilla
Del saco de arena al boxeo
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ientras golpea una de las peras del gimnasio de Alto Rendimiento de la Unidad Deportiva Bernardo Caraballo, Jesús recuerda cuando practicaba en una tula improvisada que armó con un saco y arena en el patio de su casa, en el barrio El Libertador en Cartagena, con el sueño de algún día ser boxeador. De niño peleaba mucho en las calles y perdía. Volvía a su casa con rabia y le decía a su madre que deseaba entrenar boxeo, pero ella siempre le decía que no. “Estás muy flaquito”, le decía su madre. A los 15 años, su madre murió de un tumor cerebral, quedó solo con sus seis hermanos. Los problemas económicos lo obligaron a buscar apoyo en Barranquilla, con una tía que había criado a su mamá. Su tía tampoco quería que entrenara boxeo, pero él 41
B OX E O
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insistió y junto a un primo nuevamente armó una tula en el primer piso de la casa de su tía. Allí entrenaban todas las tardes al llegar de la escuela. Un vecino que los veía golpear el saco de arena, se ofreció a llevarlos con un amigo que era entrenador de boxeo de la Liga de Atlántico. El día que los llevaron a la Liga, estaba cerrada. “El vecino tenía que irse a trabajar, mi primo tenía hambre y se fueron. Yo decidí esperar”, cuenta Jesús. Después de estar allí varias horas llegó un hombre y lo interrogó. “Yo no sabía quién era, pero me hizo varias preguntas. Yo se las respondí todas. Entre esas le conté mi historia, que tenía muchas ganas de ser boxeador y cómo entrenaba en mi casa”, continúa el boxeador. Al terminar de hablar, el hombre le dijo: “Métase de lleno que usted va a ser grande”. Esas palabras le alzaron el ego, él siempre las recuerda con orgullo. En ese momento el hombre se levantó, le da la mano y se presentó. Era Pedro Marchena, el entrenador del seleccionado del Atlántico. Después de tener un mes de estar entrenando tuvo su primera pelea. “Me dieron una muñequera”, recuerda el pugilista. El entrenador Marchena le dio ánimos al terminar. 42
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La segunda pelea también la perdió, su oponente llevaba años de ventaja entrenando. Esa vez, la derrota lo llenó de más ganas de prepararse y ser mejor boxeador. A los 5 meses, se midió en su primer campeonato. Quedó campeón. MÉRITOS DEL PÚGIL Jesús Carrillo tiene 18 años de edad, tres de estos los ha dedicado a entrenar boxeo. Nació en Cartagena y se crió en el barrio El Libertador junto a seis hermanos (2 varones y 4 hembras) y su mamá. Fue estudiante del colegio 20 de Julio y planea ingresar al Sena a estudiar Refrigeración. Cuando está en un combate le viene siempre a la mente la imagen de su padre, a quien vio por última vez cuando tenía cuatro años, el día que lo asesinaron. También piensa en su madre, ya que nunca lo pudo 43
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ver boxear, pero que asegura Jesús, siempre lo acompaña en las peleas y recibe con él todas sus medallas. Jesús pesa 48 kilogramos, piel negra y ojos saltones. El ritmo de su voz es como el ritmo de su pelea: rápido. Atropella las palabras como quien no tiene tiempo que perder o si pensar mucho una idea arriesgara su discurso. Respira rápido, como alguien que siempre está siendo perseguido y lo están alcanzando. A sus 18 años ha hecho 39 peleas, 7 perdidas y 32 ganadas. Ha conseguido siete nock-out. Su objetivo es obtener un cupo en la selección Bolívar de mayores para poder asistir a juegos nacionales 2012 y coronarse campeón. En el 2009 quedó como Campeón Nacional Junior y premiado como el boxeador más técnico del campeonato. En el 2010 obtuvo medalla de bronce en el campeonato nacional Junior de ese año y en Santa Marta ganó medalla de plata en el torneo de las fiestas del mar. Admira a Sugar Ray Leonard por su forma de pelear, es rápido y tiene mucho movimiento; así quiere pelear él. Entre sus compañeros es conocido como Jesús “el movimiento” Castilla, precisamente por el mismo estilo de pelea. En Barranquilla lo llamaban “el panterita” por la misma razón. Sin embargo, su 44
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Jesús es el de la derecha, vestdo de azul. / Cortesía de Jesús Castilla
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apodo en Bolívar le gusta más, por eso lo lleva marcado en sus suéteres y pantalonetas. El púgil asegura que no le teme a nadie, al que le pongan se le enfrenta sin miedo. Para eso se prepara todos los días. Todas sus metas las obtiene con sacrificio y dice, que no desea que le regalen nada. Hoy, no solo pelea por su madre y su padre, sino también por su novia Jennifer, a quien no le gusta que sea boxeador, pero entiende que esa es la pasión de Jesús.
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Harold Ramírez
Un pequeño Grandes Ligas
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l lanzamiento de una copa patrocinada por una marca de café nacional, fue para él uno de los momentos más felices de su vida. En ese escenario, estaba al lado de su ídolo, a la distancia de unas cuantas sillas y con la sensación de que esa cercanía física representaba la poca distancia entre su sueño y el estado de éste. Así conoció Harold Ramírez Lemus a Víctor Mesa, leyenda de béisbol cubano, de quien mucho había oído hablar desde niño, cuyas proezas había alabado por referencias, de quien sus medallas olímpicas había admirado sin verlas. Su ídolo: alguien a quien nunca vio jugar, pues a sus 51 años, cuando lo conoció, está retirado del béisbol profesional. ***
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Cuatro años eran suficientes para que Harold empezara a entrenar en el club “Los Astros” de Santa Rita y luego en club “Playa Blanca”. Estudiaba en el colegio Mixto José de la Vega en Torices, donde también vivía desde aquel 6 septiembre de 1994 cuando nació. Su mamá, Celina Lemus, acompañaba las tardes bajo el sol en campos de barrio, motivada solo por un deseo materno de complicidad, pues en la familia es el primero ligado con este deporte. Aunque comparte el apellido del gran pelotero Orlando Ramírez, nada tiene que ver con él, solo la buena racha del apellido. Desde los 8 años empezó a jugar en la selección Bolívar de Béisbol. A los 13 las cosas empezaron a cambiar: ingresó a jugar como short stop y lanzador en una filial de ligas menores de los “Los Rayos de Tampa Bay” que lleva el mismo nombre y funciona en Cartagena. De ahí, pasó al equipo CARARIN, donde Carlos Ramírez Rincón, asumió su formación. Estudiaba para ese entonces, desde octavo grado, en INSTEMOL. Con su 1.80 de estatura es lo que popularmente se conoce como “saporrito”: una persona cuya longitud de la cintura para arriba no corresponde a la inferior, pues sus piernas son cortas. Pesa 195 libras y su carrera es de 6.6 segundos en 60 yardas. Su juego ha 48
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sido comparado por René Gayo, jefe de scouts de los Piratas de Pittsburg para América Latina, con el de Willy Ways y se ha dicho de él que tiene la rapidez necesaria para llegar a ser primer bate. *** La demostración de su juego en la filial del equipo de Tampa Bay en Cartagena, le valió una invitación a República Dominicana para un Torneo de jóvenes prospectos y de ahí, luego de cuatro meses de juego, se ganó el derecho a ir a México por dos meses a enfrentarse con jóvenes promesas del béisbol profesional pero de edades mayores. En éste igual se destacó, en suma conectó 22 hits. Así, su desempeño concretó la firma con los Piratas de Pittsburg. Este bono internacional ha sido el segundo más alto conferido por los Piratas en Latinoamérica (luego del otorgado al prospecto mexicano Luis Heredia por 2.6 millones de dólares) y el más alto en 49
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Colombia. El monto total: un millón cincuenta mil dólares que le dio los Piratas de Petersburg al joven de 17 años, de padre albañil y madre auxiliar de enfermería en el DADIS. Cuando Harold piensa en su futuro, los estudios profesionales no están en él, por eso, actualmente solo está dedicado al béisbol y sabe que ésta no es una decisión que le garantiza descanso, al contrario, está convencido de que el bono es un pase a su sueño pero no uno seguro e infinito, cree que hay que ratificarlo, por eso está dedicado a entrenar todos los días. Su meta próxima es destacarse en a la Liga Instruccional de prospectos por mes y medio en Bradenton Florida, que dura dos semanas. Lo que viene después, es entrar en esas ligas menores y empezar a enrolarse en el mundo del beisbol profesional el próximo año; entrenarse en las llamadas “Rookie” league. Harold, con ojos de enamorado que le habla a su amante, les dice a los jóvenes que anhelan firmarse en Grandes Ligas, que “el bono no hace al pelotero” y asegura que la pasión que siente es lo que lo impulsa y produce su juego. Mientras, la costa ve surgir a otra promesa del deporte y con él, crece la esperanza de vida del deporte rey del Caribe. 50
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Cortesía de Harold Ramírez
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Morón
Arte y gol
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l estadio Jaime Morón León siempre será recordado por los cartageneros de las generaciones venideras, gracias a la loable idea de rebautizar al templo del fútbol local con su nombre, después de haber llevado por 45 años el del fundador de Cartagena, Pedro De Heredia. Quien perdió a la hora de evaluarse la posibilidad seguir siendo el título del escenario de fútbol1. 1 Hay que recordar que en los últimos años la reputación de He-
redia cayó al suelo, después de los resultados obtenidos al escudriñar su vida de conquistador, la cual estuvo envuelta en muchos hechos dolosos y corruptos. El Concejo Municipal muy sabiamente, a través de una iniciativa del concejal Antonio Guerra Varela al momento de escoger los nombres para los nuevos escenarios deportivos construidos para los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 2006, aprovechó y desmontó al desnarigado español, para reconocer los sobrados méritos de Morón que nunca en vida los gozó por el egoísmo y la displicencia de dirigentes y autoridades. Había que morirse para que lo tuvieran en cuenta. Por eso murió resentido porque jamás se dignaron premiarle lo que hizo en su exitosa carrera como futbolista.
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Bolívar Cuna de campeones
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Desde su nacimiento corría por las venas de Jaime Morón, sangre de deportista. Traía el paquete genético de su padre, Alfonso Morón, lanzador destacado en el béisbol de la década de los años 30 en Cartagena. Alfonso Morón fue quien hizo la hazaña de amarrar a la toletería dominicana en diciembre del 31 ganándole 2x1. El 26 de enero del año siguiente, jugando con la novena Kola Walter, le da no hit no run al Águila y a punto de dar juego perfecto, si no concede una base por bolas. Además, hizo parte de la primera Selección Bolívar, en 1935, a los Juegos Nacionales realizados en Barranquilla, y, fue integrante de aquel selecto grupo de lanzadores de aquella época que integraban Eugenio Díaz, Luis Cabarcas, Samuel Saltarín, “Venao” Flórez y Víctor Pedroza. Pero su hijo Jaime, el béisbol apenas lo vio y el baloncesto lo albergó por ratos. Lo suyo primero fue el atletismo y luego el fútbol. Este Sandiegano flaco de nacimiento que vio la primera luz en 1950, estudiante del colegio de La Esperanza, de ojos grandes, piel negra azabache; era rápido y ágil como la gacela, de contextura delgada y fibrosa, con talla y porte de atleta, sobre todo para las carreras de velocidad. Esa calidad de velocista era innata, hasta el punto que una vez cronometró 10’’4/10 en el hectómetro. Un entrenador samario, Andrés “Bolón” Acosta, lo vio por casualidad corriendo tras un balón bajo la 54
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Jaime Morón es quien abraza al niño en la parte inferior derecha de la foto. / Cortesía de Raúl Porto - publicada en El Tiempo
canícula de un día cualquiera en esta ciudad (Cartagena) y tuvo el pálpito que en la desgarbada figura de ese muchacho de rápido tranco como una gacela, que buscaba la portería contraria, con la cabeza gacha, había una promesa del balompié. Le vio inteligencia, habilidad para sortear a los contrarios, arte y magia en el tratamiento de la pelota, hambre de gol y un gran definidor. Su capacidad goleadora la mostró desde el inicio. Acosta lo llevó a la selección Bolívar juvenil en 1967. Tenía 16 años cumplidos. Luego integró las oncenas del 68, 69 y 70, jugando al lado de Pedro Jurado, Cesar Poveda, Julio Rocha, Álvaro Àngulo, Álvaro Urzola, Pio Solano e Ildefonso Hoyos, entre otros. Pero muy pronto se casó con la gloria, y fue llamado, por parte del técnico paraguayo César López Fretes, a integrar la selección nacional que participaba en los Juegos Panamericanos realizados en Cali en 1971. 55
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Ahí lo descubre Jaime Arroyave, quien clava su profunda mirada en ese jugador espectacular y el equipo Millonarios, el club más ganador de Colombia, es su siguiente paso; importante para la vida de cualquier futbolista en nuestro medio, en aquel entonces. Está en la misma nómina que integran “monstruos” como Alejandro Brand, Hermenegildo Segrera, Arturo Segovia, “Maravilla” Gamboa y Willington Ortiz. Estar en ella era un lujo que pocos se podían dar. Se convierte en el jugador más técnico y más funcional, logrando así que el éxito lo abrazara. Es llamado a la tricolor para las eliminatorias olímpicas a Múnich 72, regresa a su Millonarios y empiezan los triunfos: integra otra vez la selección, esta vez para las eliminatorias del mundial de Alemania, hasta 1974 que sale al Atlético Nacional y luego al Deportes Tolima, regresando como el hijo pródigo en el 77 a Bogotá en donde se mantiene hasta 1982. Al año siguiente juega con Quindío y cuelga sus guayos cuando apenas tenía 33 años de edad. Fueron 322 partidos jugados en la rama profesional, llegando a perforar las vallas contrarias en 103 oportunidades. Fue campeón con Millonarios en 1972 y 78, participó en dos Copas Libertadores, y en la Mini copa Mundo de Brasil. Con Colombia vistió 29 veces su camiseta anotando en 12 ocasiones. Se podría ase56
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Cortesía de Raúl Porto - publicada en El Tiempo
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gurar sin pelos en la lengua que Jaime Morón es el futbolista cartagenero que más lejos ha llegado. Se licenció en Educación Física en la Universidad Pedagógica y cuando se retiró del rentado, el fútbol siguió siendo su vida, porque se dedicó a entrenar a varios equipos de las empresas de Bogotá y tenía una escuela de fútbol. La diabetes lo atropelló y murió en 2005 después de haber sufrido la amputación de ambas piernas.
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AUTORES
Fernando Saldarriaga: estu-
diante de último año de Comunicación Social y Periodismo de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Cartagena. Su interés por el periodismo deportivo lo ha llevado a contribuir, con textos y edición, con este libro en el registro de las historias de los jóvenes deportistas en distintas disciplinas del departamento de Bolívar.
Cristian Fuentes: estudiante
de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Cartagena. A lo largo de sus estudios siempre se ha interesado por la redacción deportiva, así que su contribución ha sido importante para el término de esta publicación.
Ariyuri Amarís: estudiante
de último año de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Cartagena. Deportista de alto rendimiento. Su presencia en el mundo del deporte y sus conocimientos la han llevado a ser narradora del Panamericano de Béisbol 2011, ha cubierto los Juegos Intercolegiados Nacionales y participa en el programa de radio Buenos días deporte de la emisora Oxígeno.
William Marrugo: Director de la sección de deportes de Bienestar de la Universidad de Cartagena. Su conocimiento del deporte regional le ha permitido participar en el programa de deportes Entretiempo, de la única emisora cultural de la ciudad de Cartagena.
Raúl Porto: historiador, inves-
tigador, escritor, periodista. Docente de la cátedra de Periodismo Deportivo del programa de Comunicación Social, de la Universidad de Cartagena. Toda su experiencia periodística ha estado en función del deporte, lo que lo hace una de las personas con mayor conocimiento del tema en toda la región.
Impreso por Editorial Casa de Barro. La impresión se realizó en papel xerox de 300 gramos para portada y páginas interiores en propalcote de 100 gramos gramos. Para la tipografía de la portada se utilizó Basic Sans Heavy. SF y las fotografías fueron cortesía de los deportistas. Para la composición general de textos, títulos y subtítulos y pie de fotos se empleó la tipografía Bell MT. Para encabezados se aplicó la tipografía Baskerville Old Face. Se utilizaron los programas Adobe InDesigne Cs5 para la edición de textos y Adobe Photoshop Cs4 para el diseño de los logos y portada. Primera y única edición. El libro Bolívar cuna de campeones, se terminó de imprimir el 21 de diciembre de 2011 en Cartagena de indias, Colombia.