Crónicas wayúu

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Cr贸nicas Way煤u [Nueve cr贸nicas sobre mujeres ind铆genas wayuu en Colombia y Venezuela]

Blanca Diego Vicente


Presentación Crónicas wayuu es un recorrido por La Guajira colombo-venezolana, el territorio ancestral de la Gran Nación Wayuu, un pueblo originario de América y olvidado por la historia. El viaje ha quedado registrado en esta serie de nueve reportajes y fotografías que acercan a la vida cotidiana y a las luchas del pueblo wayuu en una de las fronteras entre Venezuela y Colombia más violenta y compleja del momento. Blanca Diego Vicente, periodista de LolaMora Producciones Con el apoyo de Friedrich Ebert Stiftung en Colombia Año 2013

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CONTENIDO

1. Una combinación explosiva. Parte 1: Paraguaipoa ciudad – frontera

2. Una combinación explosiva. Parte 2: Gasolina y militarización

3. La sal

4. Fuerza de mujeres wayúu

5. Carbón sin límites. Parte 1: La huelga minera

6. Carbón sin límites. Parte 2: Y está lo negro

7. Carbón sin límites. Parte 3: El puerto del carbón

8. ¿El Caribe en venta?

9. La ocupación del territorio wayuu

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COMBINACIÓN EXPLOSIVA EN LA GUAJIRA Parte 1. Paraguaipoa, ciudad-frontera Esta es una frontera de mestizaje, el intercambio económico hace que entren a actuar personajes varios. El contrabando también ha dejado muchos hijos regados. Yo soy hijo de un guardia nacional que resguardaba la frontera. Mi caso es el de muchos, hemos nacido de uniones pasajeras con mujeres wayuu. Ya se sabe el dicho: Padre desconocido… hijo de frontera. Leonel Fernández, del municipio La Guajira.

Las camionetas viajan cada semana hasta el norte de La Guajira, cargadas de personas, animales y mercancías

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La frontera norte entre Venezuela y Colombia está en la península de La Guajira, un territorio hoy disputado por narcotraficantes, grupos armados ilegales y traficantes de gasolina. Un espacio donde los dos estados latinoamericanos han fallado y se han ausentado, o nunca han estado presentes, dejando a la población completamente abandonada. Un punto central en la ruta que conduce a esta frontera internacional es la pequeña localidad de Paraguaipoa. A escasos kilómetros de ella, arranca la Troncal del Caribe, la vía principal que comunica ambos países y por la que se despachan mercancías y millones de litros de combustible de contrabando. Para este comercio ilegal también se usan vías secundarias o trochas que atraviesan la desértica península de La Guajira. La Guajira es un territorio de más de 23.000 km2., dividido en Alta, Media y Baja Guajira, gobernado por ambas repúblicas desde el siglo XIX, pero habitado por el pueblo wayuu desde mucho antes de que llegaran los españoles a sus costas, en 1499. Por el este, la península limita con el Estado Zulia, cuya capital, Maracaibo, es la principal productora de crudo de Venezuela. Paraguaipoa es también paso obligado para los vehículos que se dirigen al interior de La Guajira, a las ciudades colombianas del Atlántico y al corredor minero en el sur (Baja Guajira). Además, en su calle principal paran los camiones 350 para que suban las mujeres wayuu y sus “listas de pedidos” de mercancías y animales. Estos vehículos salen de Maracaibo todos los domingos en la madrugada y llegan al norte, a Nazareth, los miércoles. Allí las mujeres descargan las encomiendas y hacen el camino de regreso, en esos camiones “rompehuesos”. Maracaibo-Paraguaipoa: la ruta controlada Una de las salidas que conducen a Paraguaipoa en la ciudad de Maracaibo, es la zona universitaria. El famoso y arabesco Motel Aladino se anuncia así en vallas publicitarias gigantes: “Clases de botánica: las rosas pueden provocar incendios”. Unos metros más allá, siempre dentro del radio de acción de los universitarios, en masculino, “Maestrías en anatomía” junto a la imagen de dos largas piernas –blancas- de mujer. El Caprice Classic, del año 80, es un taxi por puesto (siete puestos o personas) que hace la ruta, sin paradas, de Maracaibo a Paraguaipoa. En el trayecto hay muchos carteles y anuncios, a cada lado de la carretera: Frigorífico industrial socialista; Comedor Gloria a Dios; Venta de verduras Gracias a Dios; Wayuu Taya preescolar; Venta de pescao fresco y salao. En este punto, primer Retén de la Guardia Nacional. Instituto de Resocialización Psiquiátrico; Cauchera A qué Víctor; Loterías; Tizana bien fría; Abastos: El porvenir de mis hijos; Licores; Gran Misión Vivienda en Venezuela; Distribuidor de pollo, Mi cariñito; Salón de belleza; Misión Madres del Barrio. Llegada al río Limón donde está Punto Guerrero, un control aduanero de la Guardia Nacional, revisión de documentación y mercancías, es una primera frontera antes de llegar a la frontera de Paraguachón con Colombia. Unos minutos después, y al pie del Conjunto Habitacional Nahua, 250 viviendas sociales de la Gran Misión Vivienda en Venezuela, otra alcabala o retén con seis soldados del Ejército Bolivariano de Venezuela. Más adelante, en la localidad de Sinamaica, control de la Estación Policial. Unos minutos después, frente al Centro de Acopio Mercal, un retén del ejército, no más de 13 soldados. Unos kilómetros más y otro control del ejército, cinco soldados. Llegada a la ciudad de Paraguaipoa, destino final del taxi, una alcabala de la Guardia Nacional a la entrada; la sede central de la 13 Brigada de Infantería, en la plaza central y un retén del ejército en la salida del municipio, camino a la frontera.

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En total, MaracaiboParaguaipoa, unos 100 km., siete controles, fijos o móviles, de la Guardia Bolivariana Nacional, el Ejército Bolivariano de Venezuela o la policía; y mínimo dos horas de viaje, si los controles no son exhaustivos. Las y los universitarios de los municipios de La Guajira han empezado a desistir de ir a la universidad porque, desde hace dos años, ir y volver en el día se ha vuelto una pesadilla y para vivir en la capital. La Guajira venezolana fue declarada Distrito Militar 1 por decreto presidencial “Esto también es una vulneración de derechos”, dice Olimpia Palmar, periodista de Radio Fe y Alegría Paraguaipoa. Combustible legal, gasolina ilegal Por la misma carretera que unen Maracaibo y Paraguaipoa, circulan millones de litros de combustible, legal e ilegal, con destino Colombia. Se trata de un punto neurálgico para el almacenamiento y la distribución de la gasolina. También pasan carros robados, enteros o por piezas, circulan los camiones de PDVSA (la petrolera estatal de Venezuela) y los tanqueros legales. Los carro tanques, camionetas y vehículos que distribuyen ilegalmente a mediana y gran escala van por las trochas, vías secundarias o caminos de arena. El tráfico ilegal de combustible tiene su propio argot: existen gandolas (con capacidad para unos 40.000 litros) que son almacenadas por las y los bachaqueros (contrabandistas) en caletas (vivienda-almacén solo o almacén) antes de ser distribuidos. A escala mayor, hay vehículos que transportan entre 12.000 y 6.000 litros cada uno, son los narcogasolineros y la Caravana de la Muerte, todos ellos utilizan trochas o caminos alternos. Un ejemplo de ruta: un grupo de barcazas esperan en la noche, a orillas del Río Limón o en algún caño (vía acuática) a que lleguen los camiones cisterna, una vez se encuentran, los barriles se descargan en los camiones (10.000 – 13.000 litros) y estos inician ruta hacia Colombia por las trochas guajiras de arena y tierra o por la Troncal del Caribe. Otra modalidad de contrabando es la que utiliza camiones que cargan en los barrios periféricos de Maracaibo, normalmente en la salida hacia la frontera, llenan 200 barriles (5.000 litros) y ruedan por la noche por las trochas. No hay ruta ni transporte que no pague sobornos, permisos de paso, etc. y los convoyes siempre cuentan con seguridad fuertemente armada. La gasolina es la cocaína de la frontera.

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Informaciones de la prensa local sobre decomisos en 2012: Encontradas 300 pipas de combustible en varias casas del sector La Punta: decomisaron una parte y quemaron una vivienda y un cementerio privado con la otra. Resultado, enfrentamiento. Recuperación de 910 pipas. Decomisados 40.000 litros de gasolina en cinco caletas, cada pipa contenía 210 litros de combustible. Esta es la tónica desde 2011. La Fuerza Armada Nacional (de Venezuela) está trabajando incansablemente para desmantelar las bandas dedicadas a este delito, que se encuentran desangrando el país. No descansaremos hasta acabar con este flagelo. General Izquierdo Torres en declaraciones a la prensa. Otro wayuu asesinado por bachaquero Francis Fernández llegó llorando a la radio Fe y Alegría Paraguaipoa el 29 de enero y con estas palabras denunció a micrófono abierto el asesinato de su primo y el allanamiento de su casa: “Es una caleta pero los que vivimos allí somos personas, le pegaron como cinco balas a mi primo, no les importó que habían niños” y responsabilizó al Ejército Bolivariano de Venezuela. El ciudadano wayuu Menandro Pírela, de 36 años, fue asesinado de cinco balazos. También hubo personas heridas, entre ellas, menores de 18 años. De cada cinco casas, una es una caleta en Paraguaipoa; un depósito de combustible en la parte trasera de una vivienda. Supuestamente, las caletas son clandestinas porque comprar combustible, gasolina, gasoil… en Venezuela para después revender en Colombia es ilegal en ambos países. Sin embargo, “la visita” del ejército a la caleta del sector Los Aceitunitos no era la primera. “Cuando la gente se niega a soltar (se niega a pagar), le caen

La frontera norte entre Venezuela y Colombia está en la península de La Guajira. Un territorio conflictivo.

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a plomo”, dice Mermis Fernández, director de la emisora. El gobierno de la República Bolivariana de Venezuela ordenó, mediante Decreto Presidencial número 7.938, la creación de diez Distritos Militares a lo largo de la frontera con Colombia, uno de sus objetivos es “combatir el contrabando de combustible”. El Distrito Militar n.1 Guajira tiene el mando central en Paraguaipoa y cubre una superficie aproximada de 8.544 Km², es decir el territorio venezolano que tiene frontera con Colombia en la península de La Guajira. Bajo este decreto, aumentan las atribuciones de la 13 Brigada de Infantería y, en la práctica está desplazando a una vieja conocida de las camellas: la Guardia Nacional. Jayariyú Farías Montiel es fundadora y directora del periódico Wayuunaiki. El distrito militar es posible porque hay una lealtad de muchos wayuu con el PSUV (partido en el poder en Venezuela). La apreciación general es que con Chávez los wayuu somos gente, pero ¿por qué la lealtad ha de ser tan absoluta cuando se están pisoteando nuestros derechos? Siento que la gente está anestesiada y va por limosnas. En general, los militares no conocen el destino donde deben servir a la patria: no conocen ni La Guajira ni a los wayuu, pero lo valoran positivamente porque aquí pueden “completar la paga”. Dos años después de la medida, no hay visos de que el contrabando haya disminuido y los mecanismos de control de corrupción brillan por su ausencia. “Yo fui testigo que a ellos se les entregó diez bolívares la semana pasada porque consiguieron dos gandolas descargando gasoil”, dice Francis en su denuncia. Aquel martes 29 de enero algo se torció… y a los verdes se les fue la mano al gatillo. Francis se atrevió a señalar al ejército porque “no podemos seguir siendo maltratados ¿hasta cuándo tanto maltrato? No es nuestra culpa que seamos bachaqueros, si aquí no hay trabajo”. Datos registrados desde 2010 hasta febrero 2013 por el Comité de Derechos Humanos de La Guajira, con sede en Paraguaipoa: 7 asesinatos 160 allanamientos ilegales en domicilios particulares y más de 200 detenciones arbitrarias. “Las víctimas son en su mayoría población wayuu que se dedica a la compra y venta de combustible, el victimario es el ejército de la frontera”, dice su coordinador José David González. Los Distritos militares venezolanos tienen la orden de resguardar la frontera; detectar y neutralizar acciones de espionaje y presencia de grupos irregulares foráneos; contribuir a la erradicación del tráfico de estupefacientes y sustancias psicotrópicas; combatir el contrabando de combustible, carbón y otros recursos minerales y “salvaguardar la cultura ancestral de los pueblos indígenas frente a la amenaza potencial de la transculturización”, lo cual resultaría chiste si no fuese por los asesinatos cometidos por sus efectivos. La entrevista tiene lugar en la radio porque el Comité de DDHH no tiene oficina. José David González, wayuu, lo dirige desde sus inicios, en 1999. Nunca alza la voz y apenas gesticula, ha recibido varias amenazas de muerte y está a la espera de una medida de protección. El Distrito Militar es un decreto presidencial fechado el 29 de diciembre de 2010, ¿Cuándo y cómo tienen ustedes conocimiento?

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De la noche a la mañana, fue una sorpresa para nosotros. Fue a inicios de 2012. El decreto desde el punto de vista legal es inconstitucional porque viola el Capítulo 8 de los Derechos de los Pueblos Indígenas (de la Constitución) y la Ley Orgánica de los Pueblos y Comunidades Indígenas, ambas especifican que cualquier decisión que toma el Estado debe ser consultado a las comunidades, lideres, organizaciones que tienen vida en el territorio indígena. ¿Qué hicieron? Llamamos a una mesa de concertación con el Fiscal Superior, Defensoría del Pueblo, Alto Mando militar y diputados del Estado Zulia. Todos se comprometieron a ser voceros ante el Ministerio Defensa, Vice presidente, Fiscalía General y ante la Asamblea Nacional. Llegamos a un acuerdo que nunca se ejecutó. Mermis Fernandéz, director de Radio Fe y Alegría Paraguaipoa, cuenta la misma versión del tipo de consulta previa que se realizó y de la que ambos tuvieron conocimiento en 2012, cuando la medida se dio a conocer públicamente. Según ellos, la consulta consistió en una asamblea convocada por el Alto Mando Militar y el Ministerio de Interior con los Consejos Comunales de los tres municipios afectados, ahí queda aprobado el Decreto Presidencial. ¿Qué supone vivir en un distrito militar? Bueno, pues que lo controlan todo. La gente que trae alimentos para vender en Paraguaipoa debe dar al ejército 20, 30, 50 bolívares, y no a una sino a todas las alcabalas. Estamos siendo controlados dentro de nuestro propio territorio. ¿Y tampoco se ha controlado la presencia de grupos armados ilegales? Pues si hablamos de seguridad no se ha visto el resultado, seguimos siendo una zona de frontera insegura. Ahora más que nunca hay presencia de grupos extraños armados, que se mueven, con mucha facilidad, ni siquiera en zonas montañosas, sino en centros poblados como Los Filúos. Los narcogasolineros, por ejemplo, que viajan por la sabana, son cuarto camiones que dejan una ganancia enorme, ahora le dan a la guerrilla y nadie los roba y regresan felices, nadie los molesta. ¿Cómo se trata en la radio la presencia de estos grupos en el municipio? No se habla, primero porque la gente no lo dice a la luz pública pero sí es vox populi. A veces sentimos ganas de decir las cosas pero nos sentimos impotentes. Yo sé que llegará un momento que no será un tema tabú, y tenemos el compromiso, como comunicadores wayuu, de fortalecernos como pueblo, la convivencia… ¿Dónde está la histórica autonomía del pueblo wayuu en medio de esta violencia? Todos vienen silenciosamente negociando, ganando terreno. Una fuerza de esa naturaleza que domina armas, tiene poder... quedarse quieto, callado, la misma dinámica del poder, del dinero… todo esto es lo que ha modificado esa autonomía. Aquí todo el mundo conoce quién es quién, puedo comprometer a mi familia. Hemos

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aprendido a cubrir información pero hay autocensura. Es que tú convives con la gente, pasas por donde está la gente… ¡Epa Mermis ven acá, echa un trago! Hay que cuidarse. No más bala contra los wayuu El contrabando de combustible es un negocio del que dependen muchas familias de La Guajira colombo-venezolana; de él también viven a ambos lados de la frontera grupos paramilitares, políticos, cuerpos policiales y militares, jueces y abogados, etc. desde los años 90. Es un trasiego de millones de litros al mes que se mantiene gracias al soborno y la amenaza; enriquece a unos pocos y apenas alcanza para sobrevivir a los bachaqueros minoristas. Una semana después del asesinato de Menandro Pírela, el Comité de DDHH de La Guajira convoca a una rueda de prensa en Maracaibo con la intención de atraer a los medios regionales y tener impacto nacional. Ni uno solo se hace eco de la noticia, apenas informa Fe y Alegría Nacional. Somos víctimas de los militares. ¡Queremos justicia, basta de tantos asesinatos! Francis Fernández con su denuncia pública está demostrando que el silencio ya no es absoluto y que hay un hervidero en las calles que se reforzará con la campaña No Más Balas, impulsada por el mismo grupo de organizaciones wayuu que el 9 de agosto de 2012, Día Internacional de los Pueblos Indígenas, se tomó la plaza de Paraguaipoa, haciendo a un lado a los militares, bajo el lema Por el Respeto y la El tráfico ilegal de combustible tiene su propio argot; pimpinas, barriles, gandolas y Dignidad del Pueblo caletas sirven para almacenarlo. Wayuu, acudieron unas 50 personas, a otras las convencieron de que era una marcha escuálida (de opositores al gobierno) y no salieron. Mermis cree que, aunque solamente sea a través de los micrófonos, la gente va perdiendo el miedo y la dependencia de la politiquería. Hugo Chávez entregó la frontera a los militares “para que la manejen a su antojo”, en un intento de congraciarse con ellos. Hace diez años “el envío a la zona de frontera era un castigo, pero hoy en día representa una forma fácil de enriquecerse”, asegura el informe La frontera caliente entre Colombia y Venezuela. Es una generalidad, pero lo cierto es que la frontera colombo

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venezolana, por el lado de La Guajira, es hoy más peligrosa y violenta que hace tres años; que los gobiernos respectivos han perdido el control o lo han dejado sin control; y que está en manos de las mafias de la gasolina. Nadie en la zona sabe hasta cuándo vivirán bajo un distrito militar. Mientras tanto, las organizaciones wayuu siguen esperando una visita de Caracas que verifique las violaciones a la libertad y la vida y garantice justicia.

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COMBINACIÓN EXPLOSIVA EN LA GUAJIRA Parte 2. Gasolina y militarización en la frontera colombo-venezolana

Ayatawacoop es una cooperativa wayuu de distribución de combustible venezolano

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La vía principal está llena de barriles y conos naranjas para que disminuyas la velocidad: te aproximas a los retenes militares. Los dos últimos años son los peores que la gente recuerda, por la inundación de algunos pueblos cuando la represa rebasó y por la negligencia con la que actuaron las autoridades; porque ya son siete personas muertas a manos del ejército con total impunidad, sin juicio ni justicia; porque viven en una zona declarada Distrito Militar número 1 Guajira; porque en el mercado, la gente segura que la pasada Navidad recibió la visita de las FARC, controlando los precios para que nadie se desmandara; porque los jóvenes –ellos más que ellas- le han entrado con alegría al dinero fácil del narcomenudeo y el desguace de vehículos que luego se venden en Colombia, al otro lado de la frontera. Las y los ciudadanos de Paraguaipoa, pequeña capital del municipio Guajira, en el Estado venezolano del Zulia, no viven tranquilos. Todo se ha ido complicando porque son la diana de los controles del ejército, cuando se supone que éste ha sido destacado allí para preservar la seguridad en la frontera con Colombia. Guajira es una de las diez regiones de Venezuela convertidas, en 2011 y por un decreto presidencial, en distrito militar tras detectarse “una serie de amenazas que atentan contra la seguridad, defensa y desarrollo integral de la nación”. El Decreto Presidencial ordena acabar con la venta ilegal de combustible y garantizar protección a la población, “en especial a la indígena”. Desde ese momento, se instalan varios controles militares en la vía que va de Maracaibo (capital del Estado Zulia) hasta la frontera con Colombia. Paraguaipoa se ve desde entonces custodiada por dos retenes militares, uno a la entrada y otro a la salida de la ciudad; igual sucede en las demás cabeceras municipales de la zona porque todas están en la ruta hacia la frontera y son entrada a La Guajira. La 13 Brigada de Infantería del Ejército Bolivariano de Venezuela, acantonada en Paraguaipoa, sale entonces a patrullar por las calles con el fin de defender la soberanía nacional y acabar con la venta ilegal de combustible. Pero la mayor parte de la población siente “insoportable y asfixiante” la militarización porque “no nos permite trabajar”. En este tiempo, el ejército ha sido acusado del asesinato de siete personas, la última (al momento de escribir la crónica) el 29 de enero. La 13 Brigada de Infantería no menciona ni un solo “incidente” en su cuenta de twitter, @trecebrigada, solo hace vivas a la patria socialista. Pero 2012 ha sido un año de enfrentamientos con la población y con los “bachaqueros” (contrabandistas de combustible), con heridos en ambas partes pero muertos solamente civiles, la mayoría wayuu. El Ejército tiene la orden de decomisar toda la gasolina almacenada y distribuida clandestinamente. Como medida adicional, unos carteles en los dos puestos de aduanas venezolanas que hay en esta ruta anuncian el CHIP, la instalación gratuita de un chip que controla el cupo de combustible por vehículo. Pero las medidas son claramente insuficientes porque en esta frontera se mueven mensualmente, y según varios cálculos, millones de litros de combustible de contrabando, “un millón de galones de gasolina de contrabando al mes”, según la investigación realizada por la Corporación colombiana Nuevo Arco Iris, La frontera caliente entre Colombia y Venezuela.

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Han proliferado las economías ilegales y criminales. El contrabando de combustible de Venezuela a Colombia es hoy en día el negocio más lucrativo de esta frontera y controlarlo ha generado una ola de violencia que enfrenta a los grupos armados al margen de la ley, a las autoridades civiles y militares y a la población. Ya no es exclusivamente la población wayuu la que pretende legitimar el contrabando de gasolina; desde el momento en el que las fuerzas públicas cobran coima (soborno) con escaso pudor y mal disimulo, están legitimando el tráfico de combustible. Un negocio para completar La Guajira es una Península de más de 23.000 km2 (la mayor parte es colombiana) que se abre al mar Caribe por el norte y se cierra con las serranías de Santa Marta y Perijá por el sur. Se divide en Alta, Media y Baja Guajira y es el territorio ancestral del pueblo wayuu. Colombia y Venezuela comparten soberanía desde su independencia en el XIX, muchos siglos después de la presencia en esas tierras del pueblo wayuu. Hoy conviven en la península descendientes de europeos, afrodescendientes, árabes y otros pueblos indígenas, aunque la mayoría siguen siendo wayuu (48% de la población de La Guajira colombiana es wayuu, el pueblo indígena más numeroso de este país, y el 8% de la población del Estado Zulia). Cuando Jesús Mario Montiel termina su programa en la emisora Fe y Alegría Paraguaipoa son las siete de la mañana; a esa hora, José, del clan Ipuana, está en la cooperativa de taxis. El primero vive en Paraguaipoa, guajira venezolana, el segundo en Riohacha, guajira colombiana, les separan unos 100 km. A esa hora, Jesús Mario comienza su otro “trabajo”, vender gasolina, y José sale en ruta preguntando en cada puesto de venta el precio de la pimpina para ese día. ¿A cuánto la pimpina? A 18.000, a 22.000 a 25.000 pesos. El precio varía todos los días. A un lado y a otro de la frontera, taxistas, periodistas y consumidores en general dan su versión de lo que creen que ocurre en la cadena de intermediarios. En el fondo, la mayor parte de la población no tiene ni idea de cómo o dónde se pone el precio. Jesús Mario, ¿Cómo funciona el negocio de la gasolina en La Guajira?

Venta de combustible en las calles de Uribia, ciudad colombiana de La Guajira

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En La Guajira el manejo del combustible está en manos de un grupo de mafiosos que se hacen llamar cooperativas. Estas, tienen un listado de socios que a la larga reciben una migaja de la ganancia multimillonaria de este combustible, con permiso legal de transporte a la hermana República de Colombia en nombre de estos socios que son al final unos colchones para los intereses de dos o tres familias que se han hecho a costa de eso multimillonarios. ¿Dónde están las ganancias, los excedentes?

Según la investigación de Nuevo Arco Iris, los paramilitares se apoderaron del negocio de la gasolina cooptando desde su creación la cooperativa AYATAWACOOP, en 2002. Entre 2005 y 2010, esta cooperativa importaba legalmente el combustible de Venezuela pero luego contrabandeaba una parte, llevándola hasta otros departamentos de Colombia, con esta operación sus ganancias se multiplicaban.

Surtidor ilegal de gasolina en una carretera de la frontera.

Del lado venezolano, muchas familias wayuu viven del almacenamiento o distribución minorista, son llamados bachaqueros; del lado colombiano, otras viven de comprar esta gasolina y venderla en pimpinas. A los pimpineros se les ve en las vías principales como la salida de la ciudad de Riohacha, entre Maicao y Riohacha, Maicao y Barrancas, de Barrancas a Albania… En estas rutas, las estaciones de servicio de AYATAWACOOP –legalmente son distribuidores y vendedores en Colombia- casi siempre permanecen cerradas o están vacías, sin personal ni clientes. Todo el mundo reposta en la carretera en puestos de venta ilegales. ¿Y cómo afecta al que comercia combustible sin permisos? Sí, para nadie es un secreto que es una forma de vida para muchas familias. Pero se ataca a la parte más débil de la cadena, esto es una cadena de corrupción. De Maracaibo aquí hay una sola estación de gasolina, resulta que los dueños tienen un año con problemas de la surtidora pero resulta que a ellos les conviene que estas máquinas no trabajen. ¿Por qué si pueden vender su cupo completo a Colombia?

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(Se sonríe y continúa) Esta estación debía trabajar 5 o 6 días a la semana pero trabaja 3 o 4, los lunes no abre y entonces suben los pasajes. A la economía de La Guajira yo la llamo la bolsa de valores, para el transportista, los docentes, para todos, a medida que sube el precio de galón, suben los pasajes (precios del transporte) y en el mercado Los Filúos a su vez suben los productos de la cesta básica. Y se ataca a esta gente que compra por galón, y el conductor ¿cómo va a recuperar lo invertido? ¿Cómo se lleva a cabo el control? Entre Maracaibo y la frontera hay diez alcabalas (controles) del ejército, Guardia Nacional y policía, el teniente al frente de un grupo de soldados por ejemplo va y quitan mil bolívares por camión. Soy testigo de esta corrupción. Para controlar el tráfico se han dispuesto entre Maracaibo y Paraguaipoa (unos 100 km) entre seis y diez puestos de control, llamadas alcabalas o retenes, los hay fijos y móviles. El ejército venezolano, la Guardia Bolivariana Nacional y la policía van parando a los vehículos aleatoriamente, o eso parece a simple vista; a veces hay que bajar del carro, mostrar la documentación, abrir el maletero y la mercancía. Igual sucede en los puestos de Aduanas. Para evitar los controles se paga a unos o a otros o a varios. Pasado Paraguachón (puesto migratorio), la policía colombiana hace lo mismo. ¿Qué alternativas ves a corto plazo? Crear empleo. Los programas sociales del gobierno, las 200.000 viviendas por ejemplo, ¿dónde están? Pero también ahí hay corrupción, los Consejos Comunales absorben los recursos para su beneficio. Mira, La Guajira está abandonada desde hace 50 años, abandono total de Colombia y de Venezuela. Se ha convertido en una guarida de malandros que se hacen llamar guerrilleros, paras, pero son bandoleros de frontera. Y los gobiernos lo saben y lo permiten. Somos testigos de que hay complicidad con los bandoleros de la frontera. ¿Y a corto plazo? El litro de combustible cuesta 0,09 bolívares y en Colombia se triplica. Mientras exista esta desigualdad de precios seguirán este contrabando. La devaluación de nuestra moneda es enorme. La solución es generar empleo a nuestra población wayuu. Un litro de gasolina cuesta en Venezuela 0,09 bolívares fuertes, probablemente la más barata del mundo (0,02 centavos de dólar), un precio que el gobierno no se atreve a subir porque sería una medida muy impopular. Habrá algunos que no queden muy contentos con esa medida Hay que buscar otras fuentes de trabajo y convencer al wayuu de que trabaje. Si a mí me dan el listín con los 20 productos que debo transportar (que son los que venden después) yo no debo pagar, llevo factura (se refiere a pagar soborno) pero en vez de llevar los 20 llevo 40, es una forma de buscar que el otro (autoridad) abuse. El wayuu también debe

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cambiar. Aquí los que se mueren en manos de las Fuerzas Armadas son jóvenes de menos de 30 años que no ven otra posibilidad y necesitan mantener su familia. ¿Comprar y vender combustible es ingreso suficiente para ti? Sí, como en todo, es un complemento, ¿Cuánto ganas? Mínimo se saca tres galones, 60 litros, son 300 bolívares, diarios. ¿Crees que los militares están preparados para esta situación en la frontera? No, son muchachos de barrio, no están preparados para socializar o convivir con un pueblo wayuu que tiene un modo de vivir muy particular que llaman contrabando, pero los que nos enseñaron a contrabandear son los holandeses, británicos, españoles, no nació ayer el contrabando, sino de 1700 para acá. Mira cuando alguien me dice que van a acabar con el contrabando… ¿Y cómo, eh? Si este mercado es muy atractivo, si vendemos todo a Colombia, nuestros ovejos, combustible, comida... ¡Si diez mil pesos son cien mil bolívares! Camellas, pioneras del comercio Las primeras que sufrieron en carne propia la violencia fueron las mujeres wayuu. Las han llamado camellas, mulas, chirrincheras… Han sido humilladas y maltratadas. Corren los años 70 y 80… Las mujeres se metían mercancías en el cuerpo y se colocaban fajas, de tal forma que en la parte de atrás del carro nomás podían caber dos mujeres de lo voluminosa que era la mercancía, a esas las llamaban chirrincheras. Ana Estela Nava González, del clan Apshana, recibe bajo su enramada, está erguida en una silla y da la mano como bienvenida. Cara empolvada y enormes gafas de sol que disminuyen los efectos de sus achaques. Cubre su cabeza con un pañuelo y viste una manta (vestido holgado hasta los tobillos), lo que la identifica como wayuu; por su porte grande y su enorme nariz aguileña se diría que es de origen árabe. Un día un comerciante de Maracaibo me ha dicho ‘Allah, Allah’... Seguí de largo pero me sentí tan pisoteada y humillada. Me devolví y le dije: 'allah allah guajirá da trompá, tu respetá'. El señor salió corriendo y yo tiré a la avenida uno de sus abanicos para que fuera aplastado por un carro. Y luego dicen que somos fregaos, pero es que no nos dejamos montar de nadie, no aceptamos que nos pisoteen. Es conocida en la frontera como La Pocha, una mujer que se fajó por las que comerciaban en La Raya (la frontera) con cualquier mercancía de contrabando (tabaco, telas o wiski) o de elaboración propia (quesos, ovejos y artesanías). La Pocha recuerda con indignación el repudio de autoridades y mestizos hacia esas mujeres “no civilizadas y malolientes que llegaban a la ciudad para vender”.

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Yo no fui chirrinchera, yo no llevaba las mercancías encima sino en carros. Nos tocó, cuando había mucha Guardia Nacional, quedarnos en los montes y esperar, para poder continuar y llegar a Maracaibo. Hubo militares maléficos, sin entrañas, que colocaban una bomba cisterna con agua y las mojaban, con el peso ellas caían y no podían moverse. Hubo mujeres que perdieron la matriz, que se enfermaron. Éramos vejadas, humilladas, maltratadas, nos pegaban nos levantaban las mantas para ver qué llevábamos debajo. Pero yo no lo aceptaba y así fui liderizando. Paraguaipoa es una ciudad wayuu. Su alcalde es wayuu; hay una emisora FM wayuu y todos los días se puede comprar el periódico que se lleva el nombre del idioma, Wayuunaiki. En este hervidero fronterizo se ve el trajín entre los bolívares fuertes, moneda venezolana, y el peso, la colombiana; y se escucha a las lenguas mezclar el wayuunaiki y el español. Radio Fé y Alegría Paragaipoa, emisora wayuu.

En una casa con enramada de cemento y muchas plantas, cactus y palmeras a un costado de la plaza, pasa sus días de jubilado otro personaje con la memoria clara, el maestro Ángel Arévalo, del clan Jinnu, “uno de los más débiles, lo acabaron en tiempos de guerra”. Ángel es escritor de la oralidad wayuu y mientras cocina el almuerzo se va atrás en el tiempo… A finales de los 70 inicios de los 80, cuando era maestro rural, alláaaa en la remota Alta Guajira: Aquello era impenetrable, la gente se perdía si no había un baquiano (un local) que lo guiara. Con la carretera empezaron los carros a transitar y la gente empezó a meterse, ahí empezó el contrabando. Antes eran telas, cigarro, jabón, wiski, desodorante, ellas compraban en Maicao, lo traían y revendían. Eran las camellas, las mujeres se amarraban las cosas al cuerpo. Poco a poco las wayuu empezaron a tener puestos en el mercado de Maracaibo, se sentaban en el suelo a vender. Pero llegan los árabes en los 70, y grandes comerciantes con puestos en Maicao y Maracaibo, entonces las fueron desplazando, ellos pasaban sus mercancías en camiones y pagaban a la Guardia Nacional. Hemos sido utilizados por el poder económico siempre; mujeres llegaron a pasar droga desconociendo el peligro.

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El pueblo wayuu no oculta que siempre ha vivido del comercio, aunque hayan sido mercancías que entraban en la categoría del contrabando (tabaco, wiski, telas, perfumes, medicinas…) “fueron los españoles, ingleses y holandeses, algunos de ellos piratas, de quienes aprendimos”, recuerdan siempre que es necesario; la frontera entre la legalidad y la legitimidad es su escudo protector. Desde su enramada, Ana Estela Nava González, del clan Apshana, La Pocha, dice: Aquí es dura la subsistencia. Hace poco han habido tiros, carros con contrabando de gasolina, de comestibles. Es verdad que hay algunos capitalistas pero también hay gente pobre… y si yo vengo con un contrabando reténganlo ¡pero no lo maltrate! ‘Desgraciado aquel que se deje morir después de grande’ o ¿será que hoy nos callan? ¿Nos callan amedrentándonos o con billete? Yo estoy muy preocupada. Ya yo puedo decir lo que sea, tengo 82 años ¡Ahh qué carajo! Si quieren que me vengan a buscar, pero tengo que decir la verdad, y aquí moriré, colgaré mi chinchorro para esperar la parca y aquí me enterrarán, porque es parte de nuestra cultura, podemos morir en cualquier parte de Venezuela, desde el más pudiente al más humilde, recogen y mandan a trasladar el cadáver a nuestro territorio.

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LA CUESTIÓN DE LA SAL

Gabriel Uriano autoridad tradicional de la comunidad Wayuu Pusheo, en la Alta Guajira colombiana.

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Un condimento antiguo, un polvillo blanco, procesado y refinado... La sal; en el pasado, moneda de cambio; hoy, fuente de ingresos para muchas familias wayuu de la costa atlántica colombiana. Siempre hubo sal, los tatarabuelos también se dedicaron a ella. ¿Fue la industrialización del proceso y la exportación a gran escala la que lo empeoró todo o quizás la que hizo prosperar al municipio, Manaure? Manaure es una pequeña localidad wayuu situada en la costa oeste de La Guajira, la Península ancestral de este pueblo. Hoy es tierra compartida por Colombia y Venezuela, y aunque la mayoría de su población continúa siendo wayuu, la presencia de otras latitudes es histórica: mestizos, añú, afrodescendientes, árabes, descendientes de europeos... Rodeada por el mar Caribe y acribillada por el sol los 365 días al año, Manaure es un paraíso de sal. Salinas Marítimas de Manaure - SAMA Ltda. es una explotación mitad artesanal, mitad industrial y sus xx años de explotación representan la historia del desarrollismo basado en la exportación sin la atención a las poblaciones locales. Hoy es un ejemplo en América Latina de como los pueblos deciden su destino, sea este el que sea. Para algunos wayuu, Salinas de Manaure SAMA es la concreción del derecho de los pueblos indígenas a la explotación de las riquezas naturales que hay en su suelo; para otras personas, SAMA es una vieja gloria que, cuando cayó en manos wayuu, se evaporó.

Al igual que otros wayuu, Luis trabaja cada día en la mina de sal.

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Pero no es solamente Manaure, también El Pájaro, Bahía Honda, Bahía Portete y Hondita son un mar de sal. El potencial que tiene la costa oeste de La Guajira se cuenta por toneladas de sal esperando a ser explotadas y exportadas... La pregunta es ¿Por quién? Ahhhh la sal. ¡Hay unas salinas tan grandes hasta Bahía Honda! Si organizaran eso… Esas salinas son una riqueza. Entonces vendrían aquí y sería una vida feliz. Después que haya trabajo aquí viene la gente pero ahora se está quedando solo. Todos estos muchachos que se marcharon pa’ Venezuela, graduados de doctores, ingenieros, oficinistas… Pero hoy está desolado esto. El viejo Gabriel, del clan Uriana, autoridad tradicional de la comunidad wayuu Pusheo, lleva toda su vida guajira arriba guajira abajo, Colombia-Venezuela ida y vuelta cuantas veces el dinero, el alcohol y las mujeres lo llamaran. Su esposa actual ronda los cincuenta y tienen dos hijos en común, del resto ni quiere recordar, ni hablar. Agradece profundamente a los evangélicos que lo apartaron del trago y por eso hoy les atribuye toda su moralina y su explicación del origen del mundo. Es el Pastor de la comunidad y tiene capilla propia. ¿Usted cuantos años tiene? Cuando yo nací no había capuchinos ni iglesia esto era puro monte, puro wayuu indígena, aquí no se hablaba castellano. El bautizo era en Riohacha porque aquí el dios de los indios era la luna… Cuando pasaba un eclipse por abajo decía ¡Mayanai! Y todos cogían sus rifles y pa pa pa, con palos, calderos… ¡Suéltame Padre! y así era el dios porque decía que lo tenían preso pero era un eclipse de luna... y así era el tiempo de nosotros. Roberto condujo el vehículo desde Uribia, la capital indígena de Colombia, hasta Pusheo, en la Alta Guajira, al noroeste de la península. Son dos días, atravesando las salinas no explotadas de Bahía Honda, para llegar a la ranchería del viejo Uriana. Roberto conoce este desierto de arena y mar como la palma de su mano, sus orígenes están aquí, volcados hacia el Caribe. Y conoce al viejo Uriana. No son familiares pero se reconocen. Uriana es un anciano muy respetado y muy odiado porque en el pueblo wayuu quien se forma como palabrero -intermediario que resuelve conflictos entre clanes- no hay medias tintas. Roberto calcula que el viejo Uriana debe rondar los 85 años, “sino más”. Mi padre escribió en un cuaderno las fechas de nacimiento de todos sus hijos, tenía bastantes, todos nacimos en el monte, pero un día se quemó el rancho y ahí se perdió todo. Uriana, su clan, es uno de los más importantes en La Guajira, la venezolana y la colombiana porque para los wayuu no hay frontera que valga. El clan es la familia, el apellido, el prestigio. El apellido se hereda de la madre, esta cultura es matrilineal. Ya lo dice La Pocha, otra vieja sabia wayuu de 82 años que vive en el corazón de la Baja Guajira, Guarero, en el lado venezolano: “Si yo salgo preñada, mi familia ve mi cuerpo y me ven parir; en cambio ¿El hombre cómo da fe de que su señora no le ha sido infiel y que el hijo no es suyo? Antes de la despedida, Gabriel Uriana dice: “la sal… ese podría ser un buen proyecto”, y se queda parado en el umbral de su ranchería aislada, abrazando a Roberto porque está muy contento de haber recibido su visita.

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La producción manual alcanza 60.000 toneladas al año en Manaure.

El viento se ha levantado en el camino de regreso de Pusheo hacia el sur, por la costa, hasta El Cabo de la Vela, Jepira para el pueblo wayuu, el lugar sagrado donde descansan las almas, es la última muerte. La arena se convierte en neblina, Roberto, maneja a 20 km/hora. Roberto Fajardo milita en el partido socialista. Wayuu del lado colombiano; rebelde, vocinglero, entusiasta, peleón y conductor ducho. Reduce la velocidad y avanza tan despacio como si marchara por la cordillera atravesando una espesura. Cuenta que hace 22 años, el estado colombiano reconoció derechos de explotación y procesamiento de la sal a la comunidad wayuu del Municipio de Manaure por su vinculación centenaria con esta actividad. Y así, en 2004, se constituyó la Sociedad de Salinas Marítimas de Manaure - SAMA LTDA-. Las propietarias de la operación son varias asociaciones locales wayuu y la alcaldía. Roberto fue uno de los fundadores de la nueva empresa wayuu. Sal Guajira sal Recoge Adolfo Meisel Roca en La Guajira y el mito de las regalías redentoras, febrero, 2007: La Guajira tiene unas condiciones óptimas para la producción de sal marina: mucha luminosidad, pocas lluvias y vientos casi todo el año. En la década de 1940 se inició la producción industrial en las salinas de Manaure con el Banco de la República. Antes de esa época toda la recolección era manual. La producción de sal en Manaure tuvo un gran auge desde 1967, cuando se inauguró la planta de soda, Álcalis, en Cartagena, que requería sal marina como insumo. Desde 1969 se enviaban por barco un total de 700.000 toneladas de sal. Las salinas de Manaure llegaron a producir alrededor de un millón de

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toneladas al año. En 1993, se cerró la planta de Álcalis y la producción de Manaure cayó a un 50%.

Manaure. Cinco de la tarde. Frente a este campo de sal es mejor cegar los ojos para poder seguir mirando. Crisol guajiro. Con los cultivos de sal llegan los flamencos. La sal blanca, el azul mar caribe, el verde empantanado, los flamencos rosados y rojos, el espejo en la charca llena de sal reverberando todos los colores. ¿Es un espejismo, es el sol reflejándose? Es un caleidoscopio cegador y horizontal. Es la belleza plana de La Guajira en el municipio Manaure, el gran centro de producción de sal, un pueblito que recibe algunos turistas al año atraídos por las salinas y los flamencos. El padre de Roberto Fajardo trabajó en las salinas, fue de los primeros, y unas décadas más tarde, Roberto encabeza el movimiento local wayuu que hace de las salinas de Manaure una cooperativa. Las críticas a este proceso de traspaso han llovido desde entonces. ¿Cuál es la historia de las salinas de Manaure? La defensa por los derechos de la sal comienza a finales de los 60. Cuando yo nací mi papa ya trabajaba en la empresa, trabajó como operador de maquinaria, con los bulldozer. Mi papá construía molinos y jagüeyes (piscinas naturales de agua lluvia) en Puerto Estrella, en Nazareth, en todo el norte de la Guajira, cuando lo pasaron a las minas de sal a trabajar. O sea somos hijos de los que construyeron las salinas. Entonces comienza la pelea de los primeros trabajadores contra el Banco de la República comandados por el wayuu Bayoneta, que formó una revuelta contra esa administración de las salinas, eso apareció en El Espectador y El Heraldo de la época ‘Wayuu se rebelan, Bayoneta los dirige’. Luego viene la época de las charcas paralelas porque como el monopolio lo tenía el Estado, los wayuu comienzan a construir charcas en la orilla del mar, lucha que lidera un wayuu hoy anciano, Rosario Epieyu, que aún vive en la entrada de Manaure. Y luego llega la época de los que éramos hijos de aquellos trabajadores. Es el momento del acuerdo en el año 91, que resulta en la Ley Sama. Por la Ley Sama los wayuu son dueños de los territorios y de la explotación, fabricación e industrialización y venta de la sal. Los activos deben ser manejados por los indígenas.

La sal se obtiene por evaporación solar. Primero se bombea agua de mar y cuando se obtiene el espesor idóneo, se inicia la recolección en forma manual y mecánica. SAMA tiene hoy entre 150 y 130 empleados directos que producen el 70% de la sal que consume Colombia. ¿Cuánta producción se exporta? No creo que esté exportando, lo que tiene alcanza solo para el consumo interno. ¿Quieres decir que es una producción artesanal? No, es industrial.

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¿Cuántas familias se benefician de la explotación y venta de la sal? En Manaure hay entre 40.000 y 45.000 habitantes y todos viven en torno a la sal… ¡porque es que todo es sal! El mar produce sal. Hay pensionados y un Fondo de Bienestar Social y Desarrollo. Los ingresos de la alcaldía entran por sal y gas. Además la sal es un recurso inagotable Sí y es la mejor que hay, no tiene contaminación.

Al salir del pueblo en dirección oeste, se llega a las charcas donde se realiza la recolección manual, donde cada persona o familia recoge la sal de una cata o charca gigante. Es una producción cercana a las 60.000 toneladas al año. Son las cinco de la tarde y allí está, solo, pala en mano: torso desnudo, grueso, moreno y probablemente salado. Pelo corto negro, pantalón arremangado por las pantorrillas, pies ajados, descalzos, porque meter zapatos en sal es un sinsentido. Ya tiene la sal “arrumada” en montones, ahora la está recogiendo a paladas y depositándola en una carretilla. Un camión se la llevará más tarde y él cobrará por su trabajo. Hola, ¿te queda mucho para terminar? Hola -levanta la vista fija en la pala y sonríe ampliamente- tengo que recoger esos tres montones más de sal. ¿Y por qué no hay mucha gente trabajando? Aquí cada uno viene cuando quiere, cada uno tiene asignada su parcela y recoge cuando quiere. ¿Y tú? A Luis se le encuentra todas las mañanas en esta zona artesanal a partir de las 6:30 hasta mediodía y después de nuevo desde las tres o cuatro de la tarde: “según como vaya en el restaurante”. Es decir, Luis tiene dos trabajos diarios: recoger sal y ser camarero en el único restaurante de la playa de Manaure. ¿Y da plata la sal? Por una montaña de esas me dan unos 80.000 pesos (44 dólares). Para llegar a montaña debo trabajar varios días.

tener esa

Son las seis y el sol empieza a caerse, en breve se le verá estrellarse contra el horizonte por completo, como en muchas otras partes de La Guajira. Por el camino de arena, frente a la cata donde Luis trabaja, acaba de pasar un camión lleno de sacos vacíos. ¿Y ese? Ese camión viene todos los días a cargar nuestra sal, puede cargar hasta 200 kilos. En media hora cargan el camión y ale pa’ Maicao o Riohacha.

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Unos segundos más tarde, desfilan pala en mano un grupo de cuatro hombres, los que cargan los sacos llenos de sal al camión. Es una cadena de trabajo artesanal. ¿Y cuando llueve qué haces? Porque la sal… Claro ni hay, se estropea toda. Queda el Restaurante.

Un par de kilómetros más allá de las charcas artesanales, trabajan las máquinas, los bulldozer y las palas gigantes; es un área de 206 hectáreas que corresponde a los cristalizadores y tiene una producción promedio de 450.000 toneladas al año. Esta sal se transporta en barcos. Además de las familias que recogen artesanalmente y del trabajo industrial, hay un tercer grupo dedicado a la sal, son unas 200 familias que trabajan en charcas paralelas al mar, donde recogen una sal que contiene mucho magnesio y potasio y sirve para consumo animal. Son las familias asocias en Asocharma. Muchas más personas en Manaure hacen su vida con sal: compran a pie de mina, venden en sus comercios pequeñas cantidades; otros la transportan en sus vehículos particulares para vender allende Manaure… Weildler Guerra, del clan Uriana, antropólogo y director del Observatorio del Caribe Colombiano, entre otras muchas tareas, dice que el pueblo wayuu funciona en redes de solidaridad consanguíneas, “la unidad política llega al La cooperativa wayuu SAMA emplea a cerca de 150 personas. nivel de la consanguineidad, más allá hay prestigio, reciprocidad pero no obligaciones permanentes”. Con este argumento explica “el fracaso de las Salinas de Manaure”, en su opinión, un golazo que le metieron los gobiernos neoliberales de Gaviria y Samper al pueblo de Manaure. César Augusto Gaviria fue presidente de Colombia de 1990-1994, le siguió Ernesto Samper, de 1994-1998. Salinas de Manaure ¿Cómo calificas esta experiencia colectiva? Desgastante. Me parece que el estado colombiano les vendió un cuento a los wayuu. Manaure tenía una potencialidad de más de millón de toneladas. Colombia consumía

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200 mil, el resto se exportaba, ¡de Manaure salían barcos a todo el mundo! Así que cómo desmotar eso sin que el pueblo wayuu protestara, ofreciéndole una participación del 25%. El wayuu cambió todos los beneficios reales y tangibles por una expectativa que hoy no se ha cumplido. Ahora que ya son propietarios al 100% anda a ver lo que hay de salinas de Manaure ¡Da dolor! La infraestructura que costaba miles de mil de pesos se deterioró, el puerto… ¡Míralo ahora! Era un emporio de modernidad. ¿Por qué entrega el gobierno una empresa que daba beneficios? Es el advenimiento del neoliberalismo que propugnaba un estado más pequeño. Y ellos estaban viendo las grandes posibilidades de la importación de sal. Así que les dice: ‘a ustedes les queda esto’ ¡Ah belleza, hágale! Ahora tengo dos años que no voy a Manaure, que no sé cómo van, pero Colombia importa sal. Total que Manaure perdió su importancia económica en el país a cambio de un espejismo. La crítica de Weildler no es de salón porque al igual que Roberto estuvo cerca del proceso. Desde ideologías y perspectivas totalmente radicales, Weildler y Roberto buscan en el presente rescatar lo mejor de la identidad de la llamada Gran Nación Wayuu. Yo lo dije y se volvieron contra mi… con otros también que decíamos no perdamos esto, pensemos antes… ¿Había alguna opción intermedia? Lo que entendíamos era desconfiar del Estado porque quería deshacerse de una responsabilidad. No era fácil porque había un trabajo mecanizado y un trabajo manual… El gobierno lo sabía… era un drama. Para Weildler la solución pasaba por dotar a Manaure del ciclo completo de explotación de la sal, desde su recolección hasta el procesamiento industrial de sus múltiples derivados, “y ahí sí, subsidiar con eso la explotación manual y tener valor agregado… Ese era el camino”. Pero para Roberto la única opción era ser propietarios sin acabar con el trabajo artesanal. Hay camiones que transportan sal de Manaure a los molinos de Uribia y Maicao y están asociados en Cotrasoma, los han querido acabar pero llevan 50 años transportando sal en camiones de 10 toneladas. Si se mete un privado, monta 10 mulas y hacen lo que hacen cien camiones, ¿qué va a pasar? Esto debe seguir creando alternativas de trabajo, tú no puedes desaparecer cien camioneros y ya, porque sí.

Recuerde… la sal podría ser un buen proyecto Weildler recuerda que en Manaure no se ha evaporado el potencial de un millón de toneladas de sal y que en Bahía Honda son cuatro millones de toneladas. Los franceses han hecho estudios pero no sería manual, sino con un puerto al pie. Roberto, en tu opinión, SAMA ¿es una experiencia positiva?

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Positiva, positiva, con errores pero positiva. Somos el único pueblo indígena en Latinoamérica que es dueño de su propia empresa, a pesar de que hay mucha gente que dice ‘son ladrones’. No, somos dueños. Es como en Bolivia y Venezuela que los pobres están mandando, pues aquí los wayuu estamos mandando. Ya lo decía desde su ranchería el viejo Gabriel Uriana, que tiene muchos años y olfato para el dinero: ¡Hay unas salinas tan grandes hasta Bahía Honda! Esas salinas son una riqueza. Entonces vendrían aquí y sería una vida feliz. Pero es probable que el desarrollo local que desea el viejo Uriana no tenga lugar con la llegada de una empresa extractora de la sal, aunque diera empleo a los locales, dejase regalías y tuviera un departamento de Responsabilidad Social Corporativa. Las experiencias negativas de extracción y salvataje de recursos de La Guajira ya han tenido eco y el pueblo no las desconoce. El propio Uriana tiene dos hijos afectados por El Cerrejón, una de las minas a cielo abierto de extracción de carbón más grandes del mundo. La empresa multinacional El Cerrejón Limited (perteneciente en tres partes iguales a BHP Billiton, Anglo American y Xstrata de Suiza) está embarcada en una serie de consultas previas en los resguardos indígenas donde vive el pueblo wayuu y que están en el área de influencia de la mina; las consultas van desde el desvío de un río hasta el desplazamiento de una comunidad. Tiene que haber una consulta previa, ahora me he dado cuenta. Antes, aquí ha llegado la gente y le decían a uno ponga el dedo allá y no uno sin entender… ¿Y esto pa' qué es? Uno sin entender nada. Hoy ya sé, tengo el libro sobre consulta previa. ¿Y aquí, a su territorio, han llegado compañías, empresas? Aquí han venido… y querían comprar la playa, no sé gente de por allá lejos, y como yo soy autoridad vienen para decirme 'vendan esto'. ¿Qué quiere decir que es usted autoridad tradicional? Que yo sigo amando el territorio de mis claniles, de mis antepasados, que soy sucesor de ellos y tengo que cuidar el terreno, decir 'mire esto me pertenece y usted no puede sobrepasar mi mando, debe consultar conmigo, vamos a reunirnos a tener una asamblea para decidir'. Porque nosotros ya tenemos conocimiento, no era como antes. Y donde vive su hijo, en Media Luna, ¿por qué entregaron el terreno al Cerrejón? ¿Qué hicieron? Vendieron su cementerio hace 30 años cuando llegó la compañía y ahora están apuraos porque no tienen tierra. Del lado donde vive el hijo mío, puro gallinero, no hay nada, no hay luz, ayer estaban sin agua. ¿Que quién tiene la culpa? La comunidad que vendió, compraron carro, vendieron cementerio... ¡Ale tome su plata y puro promesas! Y esas promesas no se cumplieron nunca. ¿A qué dedica usted el día, qué hace? Yo, a dormir, leer libros, tengo muchas biblias, a comprender. Y recuerde la sal… ese podría ser un buen proyecto.

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Podría ser un buen proyecto. La cuestión es si quién va asumir el control de la explotación de las minas de sal va a consolidar un modelo de empresa donde la salud y la economía de las familias wayuu no se evaporen como la sal que recogen a paladas.

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FUERZA DE MUJERES WAYUU

Una mujer limpia maíz, alimento básico en La Guajira.

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Venezuela. Municipio Guajira, Estado Zulia. ¿Qué va a hacer ella? Franzia: Agarra la cabeza, la sacude, la limpia con el pañito, después agarra los otros huesitos, partecita por partecita y lo limpia y lo pone ahí (en una urna) y eso es todo el cuento, más nada. Pero debe estar bien concentrada para que no le den los nervios pa’ que no vaya a perturbar. Así de sencillo. ¿Es la primera vez? Mujer: Sí ¿Cómo te sientes? Estoy Tranquila ¿Y por qué lo haces tú? Ahhh, porque me nació Los guantes y la mascarilla ¿para qué son? Para protegerse del polvorín ¿Y el chirrinchi? Ey el chirrinchi ¿pa’ qué es? –pregunta al grupo de mujeres que la acompañan. Para limpiarlos, pa’ beber, pa’ limpiar –responde alguna.

La muerte es un puente hacia otra vida. En la cosmovisión wayuu se muere tres veces. En la primera muerte se hace el velorio; en la segunda, se exhuman los restos y se guardan en una urna, una misa católica y unos tiros al aire concluyen el ritual. La tercera es la muerte final en Jepira o Cabo de La Vela, el lugar sagrado donde quedan suspendidas las cenizas wayuu, donde el mar y el cielo llegan a confundirse. María Dolores vive en la ranchería Kulushu. Esta ranchería se dedica al pastoreo.

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En la tradición wayuu, los muertos solo pueden ser tocados por las mujeres. La exhumación de los restos del viejo Govea, muerto a los 87 años, duró tres jornadas, desde el viernes en la noche hasta el domingo antes del anochecer. Llevaba 27 años muerto y enterrado. La antigua tradición wayuu reza que después de 10 ó 12 años se han de exhumar los huesos. La tradición wayuu moderna obra de manera diferente: “Ya lo teníamos preparado desde hace años, pero no se pudo, otro se impuso, la otra hija. Uno siente como un alivio porque se sale del compromiso con él y con la familia”, es Franzia Palmar, del clan Ipuana, hija del difunto. Son 44 años de matrimonio contando las separaciones, las otras, la actual esposa… Pero cuando Franzia hace recuento dice “44 años juntos”. Ella tenía 18 y a los 38 ya tenía los 11 hijos: todos vivos “gracias a dios”. Su marido, Juan, aún vive en la Alta Guajira, dedicado a su ganado, es un hombre de maneras suaves, silencioso, “es una persona muy india, muy wayuu”. No la maltrató verbalmente nunca pero le hizo 11 hijos como sus ovejos tienen crías. Cumplidos los 70 años, él convive abiertamente con la segunda esposa en su ranchería. Franzia y Juan se ven en encuentros familiares, como la exhumación del viejo Govea, un mestizo que no veía con buenos ojos al hombre de campo que se llevó a su hija a lo más recóndito de La Guajira, “a pasar hambre”. A sus 63 años, Franzia es fuerte e inquieta pero la artritis ya no le permite trabajar. Con el cuarto hijo nacido, se dio cuenta de que en la Alta Guajira no iba a prosperar y “bajó” a la ciudad de Paraguaipoa. Aún vive allí. Se inició en el comercio, como una más de las muchas mujeres wayuu de su tiempo: comprar en un lado y revender en otro. Maracaibo, Maicao... He trabajado mucho, en el comercio, en la casa, en la artesanía, no sé estar quieta… Que en los camiones, que el contrabando… todo eso lo he hecho yo porque mi esposo es muy machista, todo pa’ él, con derecho de tener mujeres, perderse un mes, dos meses. Yo traía el diario de mi casa, él nomás venía y me embarazaba, a la hora que a él le daba la gana, será porque yo era fiel, soy fiel, fui fiel. A los 38 años ya estaba a full (con los 11 hijos). Entonces mi hijo el mayor me dijo un día, ‘anda pa’ Maicao y mándate a picar las trompas, llegaron una gente española y creo que son buenos médicos’. Me fui, me picaron las trompas, hasta ese día dejé de parir. Y Juan ¿cómo reaccionó? No le hizo ni cosquillitas. Son muy machistas los hombres, que la mujer le haga de todo, que si llega borracho, que si atender a los invitados a cualquier hora, no le importa. La exhumación termina mañana, ¿cómo te sientes? Mañana falta el entierro, hay que repartir lo que queda, no podemos llevarnos nada para la casa, todo tiene que repartirse. Se refiere a la comida. Las anfitrionas reparten a las mujeres que han ayudado en la cocina y a las invitadas la carne, el aceite, la harina y el azúcar sobrantes. Durante las tres jornadas, las mujeres han pasado día y noche cocinando y atendiendo a familiares e invitados; el momento de las novedades, los chismes y el desahogo. En la exhumación del viejo Govea, Franzia sacrificó 10 ovejos y chivos. Queda uno tranquilo, ya se acabó todo.

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Colombia. Bahía Portete, Municipio Uribia, Alta Guajira. ¿Qué están haciendo? Débora Barros: Es una actividad junto a la Unidad para la Atención y Reparación Integral de Víctimas, gracias a la Ley de Víctimas. Este año, las víctimas de Bahía Portete van a regresar. ¿Dan atención únicamente a las víctimas de esa masacre? Sí. Son 77 familias que han estado en Maracaibo todos estos años. Gracias a la Ley de Víctimas y al gobierno han podido hacer una primera asamblea. Se trata de fortalecer su autonomía. ¿Qué les reparten? Alimentos, telares, hilos para que las mujeres puedan hacer su artesanía y vivir. ¿Cuándo será el regreso a Bahía Portete y qué garantías les ha dado el gobierno? Regresarán entre octubre y diciembre. El Gobierno tiene Bahía Portete como un proyecto prioritario. El libro publicado por el Grupo de la Memoria Histórica y la investigación de la masacre ayudan a la garantía del retorno. ¿Y qué niveles de seguridad hay en la zona? Los grupos armados ya no están ahí, existen algunos residuos, sí, pero no los que cometieron la masacre. Los paramilitares han sido desplazados de la Alta Guajira hacia las ciudades, como Riohacha, Maicao. Bahía Portete es un lugar fantasma, solo hay ruinas. ¿Qué planes hay para reconstruirlo antes del retorno de las 77 familias? Se va a construir un colegio, viviendas. Se reactivará la pesca. Pero el puerto ya no se reabrirá porque eso fue lo que marcó la disputa. La gente ya no quiere ni hablar de lo que sucedió, recordar es doloroso. Las mujeres están felices porque van a volver a su territorio, porque en la comunidad se crece, se tienen hijos… ¿Cómo ves al pueblo wayuu ante las amenazas externas? El pueblo wayuu pasa hoy por un buen momento; las mujeres hemos dado la cara y hemos demostrado que tenemos la capacidad para hablar y conciliar.

La masacre en Bahía Portete sucedió en abril de 2004. Seis personas fueron asesinadas, cuatro de ellas mujeres, tres mujeres desaparecidas y entre 600 y 800 desplazadas internamente o en la vecina Venezuela. Todas pertenecientes al pueblo wayuu, dueño ancestral de la bahía. Entre 40 y 50 paramilitares del Frente Contrainsurgencia Wayuu del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) llegaron a la comunidad, lista en mano, con informantes locales y sujetos con prendas militares del ejército colombiano. Fue “La ruta del terror de los

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paramilitares por el territorio de Bahía Portete” (La masacre de Bahía Portete. Mujeres wayuu en la mira, informe del Grupo de Memoria Histórica de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación de Colombia, 2010).

La disputa entre algunos clanes sobre Bahía Portete es antigua. Obtener el control de las bahías naturales del noroeste (Hondita, Honda y Portete) provocó en el pasado más de un enfrentamiento entre familias de la Alta Guajira. Se trata de salidas directas al Caribe, puertos para la carga y la descarga del comercio legal o ilegal de mercancías. A estas disputas internas se sumó la ofensiva paramilitar sobre la bahía, desde 2001, como Exhumación de los restos del viejo Govea, una tarea reservada para las mujeres. ruta para el narcotráfico y el tráfico de armas. Los paramilitares utilizaron las guerras internas y se ganaron el favor de un bando. El deseo de obtener control territorial y poder político y económico explica la alianza de clanes wayuu con paramilitares. La masacre fue atribuida durante mucho tiempo y de forma interesada por gobierno, políticos, ejército, etc., a las guerras entre clanes, a la sed de venganza y a la costumbre de utilizar armas, es decir, a la imagen estereotipada que prima sobre los wayuu. El Grupo de Memoria Histórica, que seis años después de la masacre publicó el informe con testimonios de sobrevivientes, destaca la matanza de Bahía Portete “en el universo de masacres en Colombia porque sus víctimas fueron principalmente mujeres”. Atacar intencionalmente a las mujeres, torturarlas y asesinarlas fue un acto de terror; la única arma utilizada en esta guerra, dirigida a humillar a los hombres para destruir el tejido social. En pocas masacres paramilitares ha sido tan claro este uso como en la de Bahía Portete. Los signos de identidad de la cultura wayuu están en las mujeres: ellas visten la manta; ellas son portadoras del saber de los tejidos, las plantas medicinales y la comunicación con la naturaleza. Matarlas es matar la identidad wayuu. Son las mujeres las que comercian, las que negocian con el alijuna (no wayuu), las que entran y salen, el alma mater del pueblo wayuu. Cuando uno o varios hombres de una familia han sido amenazados por otro clan, y pasan días sin salir a la calle por miedo a que los maten, las mujeres trabajan el doble para mantenerlos. Son sus madres, sus hermanas, sus sobrinas; son el ojo que todo lo ve. Mujeres jóvenes y profesionales deben “completar” su sueldo para que alcance a cubrir todos los gastos. La

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alternativa “natural” es comprar al por mayor en las grandes ciudades, Maicao o Maracaibo, y montarse en los camiones que viajan cada semana al norte, donde la mercancía se paga al doble. La escritora Estercilia Simanca Pushaina las llama seres de frontera. En la masacre de Bahia Portete, familiares de Débora Barros fueron asesinadas. Entonces comenzó su lucha, junto a otras mujeres, para llegar a saber la verdad y obtener justicia y reparación. Dieron vida a Mujeres Tejiendo Paz pero también recibieron amenazas. ¿Es necesario todavía que te protejan y tengas guardaespaldas? Bueno, las amenazas, el miedo, el terror… Uno nunca está tranquilo, nunca baja la guardia. Lo importante es que en abril estaremos en Bahía Portete, se cumplen nueve años de la masacre, haremos un festival y llevaremos a las 77 familias. El encierro La tradición wayuu celebra un rito de iniciación a la edad adulta, sólo para las niñas. Cuando una niña tiene su primera menstruación, es encerrada en un cuarto al que no entran ni los rayos del sol ni el resplandor de la luna. Un chinchorro (hamaca) cuelga de lo alto del techo. Una única persona entra al cuarto, la abuela materna. Ella “le mocha el cabellito”, la alecciona en las tareas propias de una mujer wayuu; le cuenta, le canta, le lava el pelo con agua de lluvia, la alimenta. La niña sale convertida en mujer, preparada para cumplir. Ha podido permanecer unos meses, más de un año… según el prestigio de su clan. Las parejas mixtas, los internados de monjas católicas, la “aculturación” y la urbanización fueron modificando esta tradición. Las familias “civilizadas” dejaron de practicar el encierro o encerraban a sus hijas tres o cuatro días para que no perdieran clase. Pero no hay mujer wayuu, hoy, que no sepa qué es, cómo se hace y qué se aprende en El Encierro. En la cultura wayuu se crea un espacio simbólico, fuera del tiempo, donde la abuela enseña a la nieta la tradición oral y la función y el poder que tendrá en su nueva familia, cuando se case. La mujer transmite la sangre, el clan. Es portadora de la sabiduría, de los usos y las costumbres y del manejo de las plantas medicinales. Hay una intención pragmática en este encierro ritual: la transmisión de la cultura en los wayuu es matrilineal. Durante esos días la abuela enseña a la nieta a tejer. La niña deberá deshacer y rehacer por completo el chinchorro si se confundió. La abuela no transige. La artesanía y el comercio son las dos garantías para el sustento económico. En el encierro se valora el silencio. Mientras una mujer teje, su mente está concentrada: dos líneas azules-tres rojas-cuatro verdes; dos líneas azules-tres rojas-cuatro verdes… No se divaga ni se sueña, y mucho menos se dedica una a andar “dándole a la lengua en casa ajena”. Es lo que aprendió Elisa Ipuana, quien ha dedicado toda su vida a tejer. Reconocida artesana de la Alta Guajira, premiada por sus chinchorros, “para hacer uno, dedicación completa, dos semanas”. Vende cada uno a un millón de pesos, en Colombia, y 10.000 bolívares fuertes en Caracas. Estercilia Simancas, del clan Pushaina es la autora de El encierro de la pequeña doncella. Quiso contar este ritual a los alijunas (no wayuu). ¿Por qué?

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Porque yo no pasé por él, mis amigas sí. Uno sabía qué era el encierro pero no me podía atrasar en los estudios. Así que tenía un vacío cultural. A los wayuu les gustó y las mujeres que no son wayuu pensaron que yo estaba haciendo una denuncia.

Las mujeres proponemos cambios para que la cultura sobreviva

Jayariyú, Jaqueline, Beda… Son profesionales, urbanas, madres... Están llenas de confianza en sí mismas. Son fuertes e ignoran las fronteras desde su rincón guajiro: Jayariyú Farías, Maracaibo, directora del periódico binacional Wayuunaiki (el idioma del pueblo wayuu); Jaqueline Romero, Barrancas, corredor minero, de la organización Fuerza de Mujeres Wayuu; Beda Suárez, Maicao, doctora y directora del centro médico Anas Wayuu. Ellas recuperarán la tradición del encierro con sus hijas o sobrinas. Jamás van a renegar de su identidad ni del poder que les confiere la tradición matrilineal (el hombre recibe el clan de su madre pero él no transmite el suyo). Ellas no tienen que cambiar; es la sociedad patriarcal y machista la que debe abrirse a los cambios. Rosamira vive con su hermana Maria Dolores en una ranchería solitaria “Lo que más me gusta es que nos visiten”.

Dicen que somos mujeres que queremos romper la cultura. Trasgredir paradigmas culturales, históricos. Pero las culturas no son estables, la misma madre tierra ha dicho que no podemos seguir tapando violencia contra las mujeres aupados por el discurso cultural. Hablamos de dualidad y armonía. Sencillamente somos duales cuando nos tomamos una foto con la pareja para decir que somos la luna y el sol. Suena fuerte porque no estamos preparados para saber que las mujeres proponemos cambios para nuestra subsistencia como cultura, porque es nuestra responsabilidad. Jaqueline también está preocupada por las amenazas externas, la más grave son los mega proyectos de explotación de recursos. Las mujeres se han sumado a la campaña internacional No a la Mega Minería.

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La Guajira es una mujer desafortunada porque estamos inmersos en mucha riqueza natural, gas, sal, carbón, petróleo, minerales... Es el capitalismo que nos viene arrasando con todo. La minería no beneficia a las mujeres: no les da trabajo, expropia sus tierras, contamina sus ríos y provoca violencia. ¿Qué formas de violencia ha provocado la operación de La Mina de carbón El Cerrejón, en el sur de La Guajira? Hemos encontrado desplazamiento, pérdida de tierras para agricultura y pastoreo, enfermedades, cambios culturales que sufren los hombres que trabajan en la mina, violencia sexual, la mujer es vista para procrear o para el disfrute. En cada situación cuando la “paciente” es una mujer, Beda, respira profundo. Hay que imaginarla en una bata blanca dando órdenes certeras para que una mujer no se le muera en el parto. Pero lidiar con la tradición requiere una táctica: recordar a las autoridades tradicionales su obligación de mejorar la vida del pueblo wayuu. Cuando sale del encierro con 9, 12, 13 años, la niña ya está apta para iniciar otra familia. El hecho de que inicie relaciones sexuales tan joven es un factor condicionante para el cáncer de cérvix. Va a ser madre muy joven, problemas fisiológicos, psicológicos… Y ‘¿qué hago?’ Dilema. Ahí sí, toca hablar con las autoridades tradicionales. Asocabildos agrupa a las autoridades tradicionales wayuu del departamento colombiano de La Guajira, tutela y vigila el centro médico Anas Wayuu. Si es una familia muy tradicional, el hecho de que al hombre se le permita tener varias mujeres no es un problema, porque va a estar sólo con dos o tres, no es muy sano pero son las mismas. ¿Conoces casos de violaciones ocurridas en las comunidades, fuera del círculo familiar? Sí. Yo no sabía cómo abordar un tema de violencia sexual al interior de la comunidad. Corría el riesgo de que ellos (las autoridades tradicionales) lo podían considerar una ofensa, y las ofensas aquí se pagan. La clave fue decirles: ‘bien que Colombia respeta los usos y costumbres pero los derechos de las niñas están por encima’. No se puede permitir en la cultura, para nosotros tú reparas un daño pagando una dote. La violó, la agredió, pagó una dote y ya. Así que construimos una ruta de atención entre todos, para atender, poner la denuncia… Y sobre la salud mental de las mujeres, niveles de estima, depresiones… ¡Ay sí! Yo lo he pensado pero no he ahondado. Pero cuando alguien no te contesta te transmite su miedo… Y cuando les preguntas, ellas… o sea no deciden, si su hijo está enfermo y hay que remitirlo a otra ciudad, es decisión del esposo, de la familia. O el marido no permite ligadura de trompas y tienen 25 ó 35 años y 8, 9 hijos. No hay nada que hacer sino recurrir de nuevo a las autoridades tradicionales y a las mujeres líderes, a los docentes para que ayuden. ¿Casos de SIDA?

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La incidencia del VIH en el wayuu es preocupante. Mira, un paciente de Maicao, de zona rural, cerca de la frontera, celador (guardia de seguridad privada), que le pagan cada 15 días, ¿qué hace con la plata? 40% a su familia, mujeres e hijos, 60% se lo toma y va a casas de prostitución. ‘¿Por qué vas allá?’ –Le pregunté- ‘Porque ella puede hacerme cosas que mi mujer no’. ‘Pero es fácil que tú le enseñes a ella’ –le contesto yo‘No ella no, ella es sagrada’. Jayariyú Farías Montiel lleva el nombre de un clan porque su padre estaba convencido de que sería varón y llegaría a ser el cacique. Es la fundadora y directora de Wayuunaiki. Hacerse hueco en el mercado con un periódico bilingüe hecho por y para los wayuu no ha sido tarea fácil. Pero Jayariyú está satisfecha, cumplen 13 años. Tienen una red de reporteros y el periódico se vende en Colombia y Venezuela. La militarización de la frontera, la presencia de grupos armados, la presión sobre la población, el contrabando de gasolina, de cocaína… son circunstancias que convierten a esta frontera en un punto caliente. Muchas de estas situaciones son un Tabú-Vox Populi; informar sobre ellas puede ser un arte o un reto. Somos un medio plural que hace denuncia. ¿Que si practicamos la autocensura? ¡Claro que practicamos autocensura! En temas relacionados con la guerrilla, con el conflicto armado de Colombia, con los paras. Un tío me dijo: 'ese tema ni lo toquen' (una advertencia de toda su familia). Los bachaqueros son familias que venden combustible para sobrevivir; las moscas son las mujeres que negocian con el ejército el paso del combustible. Según la ley todos son contrabandistas pero ¿cómo vamos a denunciarlos? Ellas tratan de negociar con la Guardia Nacional y con el ejército porque ya no hay tantas trochas (vías secundarias) como antes, entonces la tensión aumenta. La gasolina es un problema tan grave como el narcotráfico. Otro caso grave de esta frontera, en la cárcel de Sabaneta (Caracas) hay unas 60 mujeres wayuu, yo las he visitado, la mayoría están por ser 'mulas' del narcotráfico y yo me pregunto: ¿Quién se ocupa de sus hijos?

Colombia. Ranchería Kulushu. Municipio Uribia, Alta Guajira. Rosamira y María Dolores son hermanas y viven juntas en la Ranchería Kulushu, en campo abierto y solitario al pie de la carretera que corre paralela a las vías del tren de carbón. La ranchería es el hogar tradicional del núcleo familiar wayuu. Las hermanas viven en el territorio de sus antepasados, en medio de una planicie espaciosa y venteada. El suelo pelado y limpio; los cardones, trupíos y tunas cercan el terreno. Las bolsas de plástico y los papeles ondean al viento, prendidos de sus pinchos y ramas. Rosamira y María Dolores. Los nombres de las mujeres cambiaron con la inmersión de las wayuu en los internados capuchinos de La Guajira. De llamarse Kaguaraza, Kaleme o Raizha, pasaron a llamarse con los cristianísimos nombres de Rosa María, María Dolores, María, María María. ¿Tienen agua cerca, un molino o algo? No, pa’lla sí, lejitos y es salobre.

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¿Y cómo hacen entonces? A veces nos regalan agua, el carro tanque de Uribia. A veces mi hermano… Y el tren al pasar ¿hace mucho ruido? Aja, se acostumbra, y mire que pasa por las madrugadas, a la una, dos. Cuando está to’ así, callaíiito, se siente. Rosamira, lleva usted dos años barriendo las cagadas de los animales, ¿por qué? (al lado del corral hay un pequeña montaña de tierra y bolitas negras). ¡Ahhhh! No, dos años no, cinco. Los chivos, usted sabe, que cuando llueve ellos se arriendan aquí (se acercan a la casa) y es cuando ellos se enchundan con la mierda. Y eso rasquiña (ensucia) los pies. Y hay que mantener el aseo. ¿Van a Uribia de vez en cuando? Sí, a hacer las compritas, el mercadito, a pie es una hora. Ahora hay mototaxi, unos 3.000 pesitos, cuando no hay, nos toca a pie. María Dolores, usted se encarga de ver los animales ¿verdad? (María Dolores habla wayuunaiki, traduce su hermana). Desde la cinco de la mañana camino, recoger ganado… Cuando el verano es más intenso más lejos, a los animales se les va buscando el agua, atraaas se pierden, busca, una lucha permanente. ¿Y si pudiera pedir un deseo que pediría? ¿? Traducción de su hermana: ¿Qué es lo que tú más quieres en la vida? Las dos hermanas hablan en wayuunaiki. Finalmente Rosamira traduce: vivir en paz, no tener problemas, morir de viejas, que nos visiten… -se ríen y continúan pidiendo deseos en wayuunaiki- que sus hijos las visiten, que las visiten su gente porque les trae felicidad y la soledad se siente.

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Siempre han tenido poder y liderazgo. Pero siempre han topado con la autoridad del hombre. A las mujeres mayores, como Franzia, se les pasó la hora de guardar apariencias y sentir pudor. Dan su testimonio sin pedir permiso. Las más jóvenes, como Jaqueline, siguen franqueando la barrera del silencio pero siguen encontrando una tradición patriarcal férrea.

Estercilla Simancas del clan Pushaina, autora del libro “El encierro de la pequeña doncella”.

Yo tengo posición política en mi comunidad pero he de enfrentar aún a mi tío materno al que no puedo pasar por encima, porque él es el representante político de mi familia. Yo culturalmente jamás podré traspasarle. La voz y la decisión pública y política siguen en manos del hombre aunque las mujeres digamos lo que se debe hacer. Pero debemos seguir la discusión porque seguimos pensando en estas tensiones, y eso a pesar de que yo quiero mantener mi identidad wayuu. Las propias multinacionales me pasan por encima, por ser mujer.

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CARBÓN SIN LIMITES Parte 1. La huelga minera

El tren minero regresa vacío tras descargar el carbón en Puerto Bolívar, La Guajira.

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La mina de carbón a cielo abierto más grande de América Latina está en una esquina de Colombia, en una península de múltiples fronteras; en el territorio ancestral del pueblo wayuu. El Cerrejón es una mina gigante, una operación descomunal que convierte a Colombia en el quinto exportador de carbón del mundo. También conocida como La Perla Negra, es emblema de responsabilidad y progreso. Una huelga de trabajadores, la segunda en la historia de La Mina, ha tenido en vilo a la economía de la región. La mina El Cerrejón se extiende 800 km2, ocupando Albania, Barrancas y Hatonuevo, tres municipios del sur de La Guajira, históricamente uno de los departamentos más empobrecidos de Colombia. La huelga inició el 7 de febrero 2013. La noticia corrió rápido desde La Guajira hasta Bogotá porque La Mina es, en palabras del gobierno, la locomotora minera del país. Según el sindicato, Sintracabón, la empresa Carbones de El Cerrejón Limited (perteneciente en tres partes iguales a BHP Billiton, Anglo American y Xstrata de Suiza) obtuvo, en 2011, utilidades netas por 1,3 billones de pesos “por lo que no habría resultado difícil firmar una convención que solo iba a representarle el 6,5% de sus ingresos”. 10.000 personas con empleo directo en la empresa están parados y, entre 30.000 y 50.000 empleos indirectos, según la empresa, están completa o parcialmente afectados. Es la huelga más larga que haya conocido La Guajira. Un mes después de ser declarada, las pérdidas ya ascendían, según El Cerrejón, a 129.000 millones de dólares. El objetivo es firmar una convención colectiva de trabajo. Sintracarbón afirma que el 10% de los trabajadores directos -la mayoría hombres- padece enfermedades como silicosis, fibrosis pulmonar y envenenamiento de la sangre con plomo; denuncia el aumento de contratación de personas a través de empresas contratistas, lo que abarata costos de operación y elimina derechos laborales. Por último, el sindicato rechaza los planes de Carbones de El Cerrejón Limited para desplazar a la población que vive en la reserva minera o en el área de influencia de la mina. Respecto a este último punto, la empresa aclara en un vídeo publicitario que el reasentamiento de las El tren de la mina de El Cerrejón recorre 150 km a través de la llanura de La Guajira. poblaciones que están en su área de trabajo es

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una opción “de último recurso”, el resultado de “evaluar las opciones posibles” para mantener a la comunidad donde está. Gracias a la huelga, el público colombiano ha descubierto a un gigante minero que opera en la punta más septentrional de su país y del que apenas habían oído hablar. Tampoco se sabe mucho de La Guajira, un departamento exótico, tierra de contrabandistas, de playas en el mar Caribe y desiertos de una belleza de postal; pero definitivamente pobre y remoto. El pueblo wayuu es el otro gran desconocido.

Los datos saltaron. Por ejemplo, El Cerrejón es una empresa multinacional que obtiene ganancias multimillonarias con la exportación de carbón térmico de alto poder calorífico (bueno para las calefacciones de Europa y Estados Unidos). En 2012, mejoraron las expectativas de producción: extrajeron 34,6 millones de toneladas de las cuales exportaron 32,8. La reserva estimada es de 4.600 millones de Tn. aproximadamente y el gobierno renovó su licencia de explotación hasta 2032. Todo un mastodonte. Ya lo dice su publicidad comercial: Cuando mi papá entra en ese lugar, se convierte en un enano que trabaja con gigantes. La huelga en La Guajira ha saltado la espita de las críticas sobre el modelo de economía del país donde el gran puntal es la minería a gran escala. El gobierno ha declarado sin tapujos que lo beneficioso sigue siendo la extracción de los recursos naturales no renovables. Para mediados de 2013 debería estar aprobado un nuevo Código Minero Colombiano, la demora hace pensar en lo difícil que debe ser tomar la decisión de quién se va a beneficiar de la explotación a gran escala de los recursos del país. Columnistas, economistas, políticos, y generadores de opinión, han planteado en debates de radio y tv nacionales y en periódicos locales de La Guajira, la pregunta hiriente: ¿Por qué las comunidades indígenas son un obstáculo para el desarrollo del país? En alusión a los retrasos en la realización de las consultas previas a comunidades y pueblos afectados por la mega minería. La huelga en La Guajira y el nuevo código minero reabren un debate importante para Colombia y de vida o muerte para los pueblos indígenas, entre ellos el wayuu, heredero ancestral de los territorios de la península. Jaqueline Romero, del clan Epiayú y de la organización Fuerza de Mujeres Wayuu, no cree que la balanza vaya a inclinarse esta vez del lado de la población:

Lo que tenemos claro es que Colombia ha sido y es un país de derecha, con gobiernos a merced de otras potencias del mundo, lo que obliga a que la economía esté supeditada a países como Estados Unidos. Muchas reformas legislativas favorecen a grupos corporativos. Desde los gobiernos de Samper y Gaviria, la arremetida neoliberal es entregar los recursos del Estado al mejor postor.

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Los hombres de La Mina

Jagüey es una piscina natural para el almacenamiento de agua lluvia.

con Venezuela y centro de aprovisionamiento para La Guajira.

Está sentado esperando la salida del vuelo que lo llevará de Riohacha hasta Bogotá. Tiene libre el fin de semana para ver a su familia. Este es el único aeropuerto de Colombia donde nacionales y extranjeros están obligados a pagar un impuesto de salida. Es un aeropuerto pequeño pero con tráfico diario porque Riohacha está cerca de La Mina El Cerrejón y de Maicao, el paso del comercio internacional

Como lo que va a contar lo avergüenza y además “no tiene nada que ver con la operación de La Mina”, dice “paso” a la pregunta: ¿Cuál es tu nombre? Esa mina es… es exactamente como dice la publicidad, es un monstruo ¿La has visto? En un vídeo promocional publicado en Youtube, un técnico de La Mina explica: Es una de las operaciones más grandes del mundo, para que se haga una idea: la pala de una excavadora recoge 38 Tn. ¡Es como decir que caben 600 personas en su pala! Una sola rueda mide 3 metros y 60 cm de alto. El joven ingeniero civil que espera en el aeropuerto ha estado reparando, hasta que se declaró la huelga, uno de los silos –también gigante- donde se almacena el carbón antes de ser cargado a los vagones del tren. En realidad, lo que cuenta es un Tabú Vox Populi, una combinación bastante frecuente en La Guajira cuando se pregunta sobre las mujeres wayuu, el narcotráfico y la guerrilla. Durante el tiempo en La Mina, ha convivido con muchos trabajadores: cualificados, sin estudios, jóvenes, viejos ennegrecidos por el carbón; de paso o veteranos. Y, claro, ha visto el negocio de la prostitución. El tramo de carretera donde más locales y chicas se concentran es el que une Albania, ciudad minera, con Hatonuevo, Cuestecitas y Mongui, localidades próximas a la entrada norte de La Mina. Hatonuevo apenas son cuatro calles, alguna vieja casa de adobe recuerda que fue fundado en 1840. Sobre la principal, que en realidad es la carretera, está la vida del pueblo: seis hoteles, varias ferreterías, comedores y restaurantes, tiendas de abastos, verduras, puestos de carne… El Pub Cocodrilo’s, el Club Cool, la Barra Bar, un casino y el billar que nunca falta en las ciudades mineras de la zona. El ingeniero civil habla de un comedor

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barato y popular cuya propietaria, mami, tiene a su cargo chicas jóvenes y niñas indígenas “a la vista salta que no solo sirven comida”. Es el otro lado de esta gran operación minera: muchos-hombres-solos-que-pasan-muchos-díassolos-y-necesitan-compañía-. El macho es macho y así es… Yo no opino delante de ellos, queda uno de marica. Pero no me gusta lo que veo. Están como embrutecidos, hay incultura… Y las mujeres que trabajan dentro de la mina… Ufff, les toca aguantar a cada pendejo, también con título universitario ¡Ah no vayas a creer! Uno de mis compañeros lleva 20 años pasando vacaciones con su mujer y sus hijos en Bolívar y viviendo en la mina, con su otra mujer más joven ¡también desde hace 20 años! Pero eso no es prostitución. Ya, pero quiero decir que aquí el macho es bien macho y no solo el guajiro. A la mina se viene a hacer plata, a gastarla y a pasarla bien. Y si no hay con quién pues se busca ¿no?

Salud wayuu Maicao es la capital económica del departamento. Los cambistas de moneda extranjera se sientan ordenadamente en la plaza central, son la bolsa de valores de La Guajira. Entre enero y febrero, pagaban por un dólar 1,730 pesos colombianos y 18 bolívares venezolanos. La ciudad es fea y sucia pero vibra de vida y de dinero. La mezquita Omar Ibn Al-jattab, construida en 1987, recuerda que es el hogar de los primeros comerciantes árabes llegados a La Guajira en la década de los 70. Wayuu y árabes jamás se han mezclado. Cuando los segundos llegaron, desplazaron, con precios más baratos, a las comerciantes wayuu (llamadas camellas porque se amarraban con fajas la mercancía). Raro es ver sentados a la misma mesa a un árabe y a un wayuu; ni hablar de parejas mixtas. La vida es negocio, gente resuelta, gritadera y caos vehicular. Aquí transitan exportaciones e importaciones a gran escala y se compran al La multinacional El Cerrejón está presente en todas las localidades del corredor minero. por mayor alcohol, tabaco, perfumes,

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medicinas, ropa y electrodomésticos con destino a La Guajira. En Maicao está la segunda sede del periódico binacional Wayuunaiki (el idioma del pueblo wayuu), la principal está en Maracaibo, Venezuela. Alejada de ese bullicio se levanta Anas Wayuu o Salud Wayuu, un centro médico moderno, blanco y vigilado. Su directora y doctora, Beda Margarita Suárez, explica que es una Entidad Promotora de Salud Indígena (EPS) “con margen de solvencia y patrimonio”. Está subsidiada por el Ministerio de Salud de Colombia y tutelada por Asocabildos, ente que agrupa a las autoridades tradicionales wayuu del departamento La Guajira. Tiene 112.000 afiliados en nueve municipios y el 70% del personal es wayuu. De los 17 años que tiene el centro médico, los últimos seis están bajo la dirección de Beda Margarita Suárez. Beda es hija de Doña Rosa Linda Aguilar, del clan Uriana, la matrona del lugar, la que bregó incansablemente hasta obtener un hospital para los wayuu: “Que no por ser indio sea malo”. La hija dirige la EPS; la madre, el hospital privado -que lleva su nombre- adonde se remiten los pacientes de la EPS. Es una forma de evitar el racismo. Para mantener una mirada transparente, no prejuiciada, hay que saber que los lazos de consanguineidad son la esencia de la jerarquía y del sistema económico y social wayuu. Anas wayuu está en el sistema de salud nacional que sin el empeño de Rosa Linda probablemente no existiría. El hospital Rosa Linda Aguilar también es un edificio grande, impoluto. En la pared que hay detrás del guardia de seguridad cuelga una placa del año 1998: Carbón Cerrejón Limited, “si no hubiera sido por El Cerrejón y por Ecopetrol yo no hubiera levantado este hospital en diez años”, lo dice tan clara y tajantemente que no tiene sentido hacer preguntas. A la EPS pueden llegar solamente las y los afiliados de las zonas urbanas y rurales de La Guajira. A la doctora Beda, le preocupan los índices de tuberculosis y los casos por contagio del virus del SIDA (registró 60 casos, entre julio 2012 y febrero 2013). También la violencia contra las mujeres, en el interior de las familias wayuu –un tabú vox populi- así como los altos índices de muertes maternas, prenatales y de cáncer de cérvix. Describe la malnutrición infantil, las condiciones de pobreza en las zonas rurales, donde se bebe agua salobre, las familias viven en condiciones de hacinamiento, mezclados con ovejos y cabras y se inhala el humo de la cocina de leña. El cuadro general que describe la doctora coincide con los indicadores de Necesidades Básicas Insatisfechas de La Guajira, que sitúan a este departamento entre los más pobres de Colombia. Beda mira con ojos clínicos pero es una profesional wayuu que hace equilibrios entre los usos y costumbres de su pueblo y la ética médica. Sobre las enfermedades provocadas por el polvillo del carbón, la doctora y directora de la EPS muestra menos rigor médico. En su opinión, primero deberían cerciorarse del efecto causaconsecuencia pero su hospital no será el primero en dar el paso. Bajo su tutela están centros médicos de nueve municipios de La Guajira, entre ellos, los del corredor minero, Albania, Barrancas, Hatonuevo. ¿Qué enfermedades provocadas por el carbón tratan en los centros? Ellos tienen documentados casos que el polvo tiene contaminado el ambiente y consecuencias de tipo pulmonar y de piel. Y aquí, en el hospital ¿cuántos casos han atendido? No, no. Se presentan solamente en la zona de influencia del corredor minero.

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¿Puedes poner algún ejemplo de enfermedades que tratan en Barrancas? En Barrancas, sí hemos atendido todas las enfermedades comunes, gastrointestinales, anemias… ¿Infecciones pulmonares, que es de lo que más habla la gente? No, no, no. Tenemos casos pero por el humo de leña ¿No por carbón? No. Lo que pasa es que para yo decir es el carbón debería tener una necropsia o algo que diga esta es la causa, algo ya muy especializado. Pero necropsia es cuando la persona ya está muerta, ¿no? Sí, sí… Dado que en esta zona hay enfermedades relacionadas con el carbón ¿consideras que esta EPS debería tener una especialización o atención especial? El Cerrejón que es el encargado de la explotación, tengo entendido que hace parte de su responsabilidad social trabajar la promoción de la salud, la prevención de este tipo de enfermedades, de hecho ellos hacen este tipo de actividades al interior de las comunidades en equipos extramurales y atienden a esa población. Tú reconoces que la violencia física y sexual contra las mujeres wayuu es un tema prohibido y es tan poco visible que se tratan muy pocos casos, ¿crees que ocurre igual con el carbón? No he hecho este enfoque, estoy interviniendo más en las causas más frecuentes de enfermedades entonces… Pero la gente de la zona de influencia del carbón no habla de otra cosa, de la contaminación por el polvillo negro, de las gripes e infecciones pulmonares, y seguro que alguno acude al médico… Sí debe ser complicado.

Necesidades insatisfechas El wayuu es el pueblo indígena más numeroso de Colombia. 500.000 personas se identifican como wayuu en La Guajira colombiana y en el estado venezolano del Zulia (una franja estrecha en el este de la península que pertenece a Venezuela) es un crecimiento exponencial respecto a censos anteriores. Sin embargo, es un gran desconocido en ambos países porque desde siempre en La Guajira lo que hay son guajiros, más nada. Y el estereotipo todavía da vueltas en el imaginario binacional: el guajiro -hombre– macho dedicado al contrabando, el alcohol, las mujeres, siempre entre lo legal y lo ilegal. La guajira –mujer- sumisa, doblegada y también contrabandista.

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Lo cierto es que en las áreas rurales, a ambos lados de la frontera, apenas hay servicio de agua potable y electricidad o es muy deficiente; nada de alcantarillado; hay niños y niñas sin escolarizar; y los hay que caminan cuatro horas diarias para ir a la escuela y regresar a la casa. En las ciudades hay servicios básicos pero, en general, los ingresos económicos son bajos. En todos los sitios hay violencia física, psicológica y sexual contra niñas, adolescentes y mujeres, pero ni una sola estadística al respecto. El Estado ha encontrado siempre la excusa de la dispersión para poder atenderlos. Pero yo pienso que es el Estado el que tiene que amoldarse a las características espaciales de la población. De hecho, eso podría prevenir parte de la urbanización, si hubiese agua potable, buenos servicios de educación, salud, no emigrarían a las ciudades, donde viven peor (Weildler Guerra, antropólogo wayuu, ciudad de Riohacha). Ante este panorama, hay que volver la cabeza a La Mina, al hecho económico más importante de la historia de la península. La actividad en La Mina comenzó a mediados de 1980; las regalías que El Cerrejón ha ido entregando a los municipios colombianos se han esfumado sin que las necesidades básicas hayan sido cubiertas. Desde 2012, el Sistema de Regalías pasó a manos del gobierno central. Muchos esperan que disminuya la corrupción y el clientelismo, piensan que al perder el control directo sobre los ingresos, los gobiernos locales y los líderes y autoridades tradicionales wayuu no pondrán tanto empeño en abrir la puerta a grandes proyectos de extracción de recursos naturales o turísticos. Otros creen que los proyectos serán evaluados en su verdadera dimensión, de tal forma que a los pueblos indígenas no les quedará la “excusa” para aceptarlos. Y hay también quienes dicen que la política de promoción de la minería en Colombia parece una subasta, que vende millones de hectáreas de suelo y de subsuelo del país al mejor postor sea minero, petrolero, gasífero o mineral.

Beda Margarita Suárez, doctora y directora de un centro de salud en Maicao, Colombia.

Las opiniones son contundentes y se articulan en movimientos internacionales que dicen no a la mega minería. El pueblo wayuu lleva 30 años viviendo con La Mina; creyendo en sus promesas de desarrollo; y cuyos líderes y autoridades tradicionales, en muchas comunidades, se dejaron cooptar, vendiendo a su pueblo a cambio de un beneficio personal. Pero la autocrítica está comenzando y ya se alzan voces contra La Mina El Cerrejón.

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Comunidades en resistencia en el corredor minero En 2012, unas pocas comunidades (menos de 10 de un total de más de 100) tomaron la determinación de prohibir a Carbones de El Cerrejón Ltd. el desvío del río Ranchería, el único que tienen, aunque ya no les da ni para pescar de tan contaminado como está. El Cerrejón se ha visto obligado a frenar el proyecto de desviar 26 km del cauce original para extraer 500 millones de Tn. de carbón que, estima la empresa, hay bajo las aguas del Ranchería. Pero no desiste de ampliar la producción para 2013: “Cerrejón continuará con su proyecto de expansión P40, que tiene como objetivo elevar la producción de 32 a 40 millones de toneladas anuales a partir de 2015. Para llevar a cabo este crecimiento se contemplan inversiones de US$1.300 millones y la generación de más de 5.000 trabajos durante todo el ciclo de vida del proyecto” (publicado en el sitio web de la empresa). Cerrejón, Minería responsable, es el lema que recorre las carreteras de La Guajira colombiana. El tren es la máquina que une la extracción con la exportación, 150km de vía desde La Mina, en el sur hasta Puerto Bolívar sobre el mar Caribe. En el corredor minero, se asientan las poblaciones guajiras y los resguardos indígenas wayuu. ¿Cómo es vivir bajo la influencia de este corredor negro? ¿Quiénes son y cómo viven las comunidades? En el terreno

Sobre la carretera principal, a un par de kilómetros del municipio Barrancas, una señal indica: Resguardo Provincial, declarado en 1988. Cerrejón, minería responsable. Se entra en el desvío y se sube por una carretera polvorienta, tierra pedregosa, de la que salen brazos igual de secos que conducen a los sectores que forman el Resguardo Provincial (Resguardo es la figura legal para denominar el territorio donde vive un pueblo indígena y tiene una jurisdicción especial, propia). En cada sector viven varias familias que pertenecen al mismo clan. La extensión total de Provincial es 460 hectáreas, donde viven 140 familias, unas 542 personas.

Por aire, la distancia media entre la boca de La Mina y Provincial es cinco kilómetros, por eso el boquete se puede ver perfectamente desde los sectores que están un poco más altos. Los vientos alisios soplan y ventean la península de La Guajira prácticamente todo el año, es inevitable que el ruido y el polvo de La Mina lleguen a Provincial. Los efectos negativos de los que habla la población son: cáncer, tuberculosis, muerte de personas, “sin ser científicos sabemos que son causadas por la contaminación del polvillo negro”; muerte de plantas y animales del río Ranchería, “donde se botan las aguas residuales”; fuerte dolor de cabeza, vómitos y diarreas por la combustión y el consumo de agua contaminada.

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Los cardones ya no dan sombra, la mina los deterioró. Jugábamos en el Río Ranchería cuando éramos pequeños el agua limpia y abundante. La naturaleza ha muerto. Ya no se puede sembrar la tierra está contaminada la carne está contaminada. Vienen presencias no conocidas, hay mucha inseguridad. Aunque los estudios dicen que aquí no hay contaminación.

Hace 34 años que La Mina funciona. Olga María Guariyú tiene 65. Su lengua materna es el wayuunaiki y es autoridad tradicional de Cardonalito, sector del Resguardo Provincial. Olga no inventa poemas pero cada recuerdo suyo es uno. Por estos lados nació, mucho antes de que llegara la mina y los encerraran en el Resguardo. No consultaron con uno, no sabíamos nada, y todos comenzamos a colaborar con ellos (la empresa), wayuu y guajiros. ¡Vamos a buscar trabajo pa’ la mina! Hoy me siento preocupada. Las detonaciones no me dejan dormir bien. Nos preocupa y nos hemos unido y estamos haciendo pie de fuerza. Ya hemos despertado de este sueño tan profundo, pensamos que era un beneficio y vemos que es un perjuicio. No vamos a bajar la guardia, estamos dispuestos para que se respeten nuestros derechos. Ahora en mis artesanías pongo un color blanco y de la noche a la mañana está lleno de carbonilla. En tiempos de lluvia más se siente y se respira ese aire de contaminación, esa cosa tan horrible que no soporto. Siento mucho dolor, hemos perdido seres queridos. Quiero transmitir mi sentimiento de tristeza y de agradecimiento a los que difunden nuestra lucha y los peligros de la contaminación. Quiero ver mi resguardo como era antes. La mujer que guía el recorrido por La Mina para un grupo de turistas, da esta información: Los taladros perforan entre 10 y 15 metros y luego viene la explosión. Se hacen casi todos los días entre las 12:30 y las 13:30, se evacua a todo el personal por seguridad. El Cerrejón utiliza 61.800 tn. de explosivos de nitrato para remover 230 millones de metros cúbicos de tierra al año.

Jaqueline Romero Epiayú, de Fuerza de Mujeres Wayuu, vive en Barrancas.

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Mira, el wayuu es muy noble, para evitarse un problema decidía hacer retirada y decía ‘yo hago mi enramada en otra parte’. En medio de esa nobleza, de no querer generar un conflicto innecesario, se desplazó a la gente y se hizo una titulación muy fácil, como esta es una región desértica... Y, no conformes con ello, viene el tema de imponer estructuras en un pueblo que tiene muy clara y definida su organización, porque el pueblo wayuu tenemos muy claro cómo están conformadas nuestras familias, clanes y el papel que cada uno cumple en las familias. ¿Entonces, el modelo de Resguardo indígena no es una garantía de respeto de derechos? No. Fue una imposición del Estado, una política para imponer un modelo de organización social que no obedecía a nuestras tradiciones. ¿Con qué intención se vinieron creando en el territorio guajiro resguardos? Si todo el territorio debería ser de los wayuu. Cuando deciden titular tierras para entregarlas a los indígenas, el hecho sospechoso es que sacan franjas (se refiere a las reservas mineras que quedan fuera del perímetro de los resguardos).

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CARBÓN SIN LIMITES Parte 2. Y está lo negro

Desembocadura del río Ranchería en la ciudad de Riohacha, La Guajira, Colombia.

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En un vídeo informativo, un técnico de El Cerrejón explica el trayecto que hace el carbón desde La Mina hasta el tren: En unos silos gigantes se almacena el carbón y por bandas móviles se carga al tren, sin parar. Al carbón, ya cargado en los vagones, se le rocía con agua con supresión de polvo de tal forma que el carbón viaja a Puerto Bolívar sin generar polución durante el viaje.

Otro resguardo wayuu en el corredor minero, a cinco kilómetros en línea de vista de la boca de La Mina. Resguardo Indígena del Cerro Hatonuevo, con aproximadamente 500 habitantes. En todos los sectores del Resguardo hay energía eléctrica desde hace unos doce años. Una turbina bombea el agua potable desde la ciudad de Barrancas y una alberca la almacena para todos los sectores. También hay un colegio. A este colegio va el hijo mayor de Luz Marina Ramírez. Su familia, y otras seis del clan Uriana, viven en Cerro Hatonuevo. El polvillo negro que deja la mina.

Luz Marina Ramírez entrega su tarjeta de presentación: representante comercial de Wei Nain, Nuestro tejido, un taller de artesanías con fines comerciales. Con la mediación de Luz Marina, las mujeres obtienen precios justos, es decir, no ofrecen sus artesanías demasiado baratas porque sistemáticamente se abusa de las mujeres que no saben. Desde la vivienda de Luz Marina se divisa perfectamente el enorme hueco de una parte de La Mina. Líderesa desde los 14 años, va para los 30. La cuestión de la resistencia… estar en la lucha es algo difícil, yo lo vivo en carne propia como mujer joven. A veces los mayores le hablan a uno por lo que es mujer, que si estar en la casa, que si los hijos… Pero ya están llegando los megaproyectos y uno tiene que querer a la madre tierra. La Lucha interna sobre la cuestión de la consulta previa es… Las autoridades tradicionales son muy sabias pero yo también tengo conocimiento de la consulta. ¿Qué están defendiendo?

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Aquí lo principal es el territorio, nosotros estamos cuidando nuestro territorio, nuestros usos y costumbres. Si uno no cuida uno deja de ser lo que es. ¿A quién se enfrentan? Como nosotros decimos aquí esos alijuna, los blancos, los de las empresas. Mira la mina ¡Mira cómo estamos! A cinco kilómetros del área de influencia, el impacto es en todo. Pon ejemplos Aquí, en nuestra casa, a las doce, cuando ellos hacen una explosión, eso tiembla, la tierrrra tiembla y nosotros estamos en nuestra enramada y eso brrrr. Y hemos dicho pero ellos dicen que eso no afecta. Y hasta ahora ellos no reconocen que estamos afectados. En la cuestión con las plantas que consumen los animales, usted agarra una hoja y está lo negro. La lluvia, no podemos arar porque está lo negro. Las artesanías, porque hago parte de las artesanías como buena mujer wayuu, cuando hacemos un telar de chichorro tiene mínimo un mes ahí, y tejemos y está lo negro, el polvillo. Y en la salud, ¿cómo se siente? Los niños con gripa y con la misión médica anual (se refiere a la Misión Médica de la empresa El Cerrejón) viene un médico y te dan lo básico como te dan en el hospital. ¿Se puede sembrar? No ¿Dónde van a comprar comida y otras cosas necesarias? A Barrancas. Caminan a la carretera principal un par de kilómetros y paran taxi a Barrancas. Mínimo, ida y vuelta por persona, 4.000 pesos (2 dólares). El tema de la seguridad, ¿es tranquilo en el Cerro? Ve, en dos ocasiones el año pasado vimos bajar dos helicópteros y la gente como no conoce… Nos asustamos. En el propio territorio nuestro y dijimos ‘¿qué pasa?’ Estamos con miedo, lo ven que baja y sube y ruenda, están rondando bastante, dicen que son helicópteros del ejército, dicen que hay grupos armados… No sé, cantidad de cosas. Con el cabildo hicimos una reunión a ver porqué se estaban metiendo sin permiso. Ellos (la empresa) dijeron que es seguridad. Para mí como indígena no es seguridad, ahora los muchachos, nosotros, no podemos salir de noche, ni siquiera visitarnos a los vecinos como es costumbre. Entonces esto está cambiando. De acuerdo a la jurisdicción especial indígena que rige en los resguardos, ni militares, ni policías pueden entrar sin un permiso del gobernador del Cabildo. Luz Marina participó en un taller sobre la consulta previa donde conoció las luchas de otros pueblos del país. ¿Cómo ves al wayuu si lo comparas con otros pueblos indígenas?

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Sí falta, porque nosotros tenemos resistencia pero nos falta mucho una unión. Una autoridad tradicional es sabia pero nosotros estamos adquiriendo conocimientos con las capacitaciones y uno les dice ‘esto no se puede, mira que en cinco años tus nietos dónde van a estar’. Porque si cada quien se va por su lado… Y nos hace falta en toda La Guajira como que unirnos porque somos la mayoría de la población. ¿Crees que el resto de La Guajira entiende lo que tú estás diciendo? No, no, acá hasta a nivel interno dicen ‘¿Por qué pierdes el tiempo? Tú eres mujer no tienes que estar ahí’. Nosotros como mujeres, uno tiene que conservar el territorio, la madre tierra. ¿Son muchas mujeres las que dan la pelea? Pocas. Si son dos, son muchas. Es tan difícil porque aquí el hombre es demasiado machista y el resto de la gente es demasiado machista. Pero estar en la resistencia es un ejemplo para otras mujeres, para que ellos se pellizquen porque nosotros como mujeres wayuu mandamos en la educación de nuestros hijos. De nosotras depende el futuro de los wayuu, en mi pensamiento es lo que yo tengo claro siempre. ¿A ustedes les consta, como dice el gobierno, que aquí está la guerrilla? A nosotros no nos consta que ya han llegado, no, no han llegado pero que ni lleguen porque esa zozobra no la queremos vivir, para nada ¡Ojalá se mantengan alejados del territorio nuestro! Precedente histórico El Resguardo Provincial tiene una propuesta que puede hacer historia. Si lo logran será un precedente histórico para las luchas por la dignidad y en defensa del territorio de muchos pueblos indígenas y originarios de América. P500 IIWOYA, en español Llegada de la primavera, es el proyecto de El Cerrejón para desviar el Río Ranchería y explotar sus 500 millones de tn. de carbón. Provincial está bañado por el río. Hasta allí, llegaron representantes del Ministerio del Interior y de la empresa

Telar artesanal para la confección de la cama wayuu llamada chinchorro.

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multinacional, entre otros, para realizar la consulta previa sobre el P500 IIWOYA, considerar impactos positivos y negativos para, al final, hacer un protocolo de negociación. El proyecto se presentó como una oportunidad de desarrollo sostenible para el país, el departamento y las comunidades. Tras esta reunión, las cosas cambiaron en el resguardo porque la comunidad tomó una decisión trascendental. Lo cuenta el gobernador del cabildo de Provincial, máximo representante del resguardo en el exterior, Luis Emiro Guariyú: Reunimos una asamblea y analizamos dos cosas internamente: venimos sufriendo 30 años de contaminación del carbón que ellos han extraído y no hemos visto desarrollo en educación, salud, ambiental, territorio; 30 años extrayendo la riqueza y no ha habido una compensación. Si seguimos aprobando la expansión, son 30 años más de engaños y olvido, ya va a haber más muertes humanas, la contaminación no va a ser igual sino doble. Yo, como dirigente de la comunidad, dije: ‘antes de abrir la consulta debemos negociar con ellos, que nosotros vamos a pedir una compensación por daños y perjuicios, eso se llama una reparación por los 30 años. ¿Cómo lo vamos a negociar? Hagamos un diagnóstico del Resguardo, habrá cosas que se pueden reparar y otras no, y se cuantifican los daños. Por ejemplo, el territorio, 30 años que usted nos viene castigando… pues sentar al Estado y decirle, un ejemplo, necesitamos 5.000 hras. de tierras productivas para la gente, un convenio con cualquier universidad para que enviemos a muchos jóvenes a educarse’. Muchos dijeron: estamos de acuerdo. ¿Esas 5.000 hectáreas estarían lejos del Resguardo? Sí, que nos compren tierras que no sean acá porque de igual manera todo está contaminado. Pero nosotros no nos vamos a ir porque este territorio es nuestro, por mucha plata que nos den, es como entregar la vida de uno, aquí están las raíces de nosotros y aquí nos vamos a quedar a vivir. El propósito de la iniciativa es dejar descansar las tierras mientras se trabajan las 5.000 hectáreas que pedirían como reparación. La cantidad es un ejemplo pues aún no llegaron al punto de cuantificar daños y detallar reparaciones. Es lo que exigimos nosotros, así que ya no aceptamos la consulta previa porque si la aceptamos podría caber que nos reubiquen y es fácil caer en esa trampa. Ahora haremos una resistencia, un abuelo mío dice ‘así como llegaron, pueden irse’. ¿Si la comunidad se sienta con la empresa y el gobierno para realizar la consulta previa significa aceptar automáticamente la expansión de la mina? Sí, claro. La consulta previa es un derecho del pueblo pero el gobierno no lo hace cumplir, lo acomodan al interés de ellos y de las empresas. Es un cuchillo de doble filo porque a la larga las comunidades siempre acabamos diciendo que sí (a los planes de las empresas), porque la metodología de la consulta previa no es adecuada para nosotros. Así que mandamos un documento al Presidente de la República y a la empresa y dijimos: ‘entramos a una reflexión con las autoridades tradicionales, no entren más al Resguardo. Cuando decidamos, los podemos convocar e informar porque nosotros somos autónomos’.

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Junto a Fuerza de Mujeres Wayuu y al Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo (CAJAR), entre otros, Provincial lanzó la campaña No al desvío del río Ranchería, informando a otras comunidades y organizaciones de La Guajira y del país. En su plan, el paso crucial es realizar una Consulta Autónoma en asamblea general extraordinaria del Resguardo, con la presencia de observadores internacionales y la Corte Constitucional de Colombia. De ser aprobada, la Consulta Autónoma será un no definitivo del Resguardo a la mega minería. ¿Cuándo será la consulta? Depende de nosotros, será en septiembre. ¿Sería un precedente histórico en el país? Sí. Estamos dándola a conocer en todo el país. ¿La consulta autónoma sería un no definitivo a los proyectos mineros? Exactamente, una ley reglamentada por uno mismo. ¿El Cerrejón tendría entonces que cerrar La Mina? Todavía no se sabe. ¿Por qué buscaron la asesoría de un colectivo de abogados? Este es un colectivo que viene colaborando con muchas comunidades nacionales e internacionales en resistencia ante la mega minería, y acudimos a ellos para reclamar una reparación, hay que hacer una demanda. Dicen que no va a ser fácil, podría llegar ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. En estos momentos, estamos en la cuantificación de daños. El primer paso es la parte jurídica; el segundo, hacer un inventario de lo que se puede reparar y el tercero, reparar en base a ese inventario. ¿Hay consenso de la población para llegar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos? Hay una sola voz. ¿Qué dicen los que trabajan en La Mina? Hay unos diez jóvenes que trabajan en El Cerrejón y ellos están de acuerdo, ‘estamos acá por una necesidad, trabajando, pero estamos de acuerdo con el proceso jurídico’, dicen. ¿Cuál ha sido la reacción de El Cerrejón? El gerente de Responsabilidad Social me llamó. Como soy el líder, tengo que dar la cara y debo decirles las verdades. Él dijo: ‘yo respeto la decisión pero queremos seguir dialogando por el bien de la comunidad y de la empresa’, y yo le dije: ‘soy simplemente un representante legal externo y no es facultad mía decidir’. Cerrejón miente de decir que es minería responsable ¿dónde está la responsabilidad? Uno ve la situación de la gente, escasez de agua, sin empleo, uno ve una familia, que son las once sin derecho a desayuno. Es grave. Uno quisiera ayudar a todos. Gracias a dios

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tengo esta oportunidad, este año, de trabajar por ellos y mi mayor anhelo es poder ayudar. Los vagones que van al mar

Cuatro Vías es, literalmente, el punto donde se cruzan las cuatro carreteras más importantes que conectan los puntos cardinales de La Guajira. Por encima de una de ellas pasa el ferrocarril de La Mina El Cerrejón que cuando va al mar está cargado con carbón y cuando pasa en dirección sur, va vacío. Cuatro mujeres abrieron su negocio de comidas debajo de las vías del tren, en Cuatro Señalización del tren minero. Vías. Por lógica, la comida que sirven ha de tener polvillo, particulillas, mierdecillas... Tres son chabolas de latón, cada una con una larga mesa y bancos de madera, y el otro es un restaurante, con mesas y sillas de madera y techo de concreto. Las primeras tienen un barril cortado en forma de barbacoa donde se asan al carbón chivo, ovejo y arepas con queso; también sirven unas colitas (refrescos) y agua. El segundo, ofrece menú diario: sopa y pescado o pollo con arroz y menestra. Todos los días, cientos de vehículos, ¿cuántas personas serán? circulan por Cuatro Vías porque allí se elige destino: Maicao, vía a Venezuela; Riohacha, carretera a Santa Marta, Barranquilla y otras grandes ciudades colombianas; Uribia, hacia la Alta Guajira, costa norte y final del trayecto del tren de El Cerrejón; y Albania-Barrancas, las dos perlas negras guajiras y vía a los fértiles valles vallenatos del sur colombiano. ¿Quién se instaló antes en Cuatro Vías, el tren o las señoras? El tren lleva tres décadas; las señoras casi una. ¿Quién tiene más derecho para estar ahí? Formalmente, El Cerrejón que tiene derechos sobre el paso. Las señoras –sin títulos de propiedad- se han procurado un empleo diario y, mal que bien, dan un servicio a la población: técnicos, mineros, inspectores y empresarios; turistas, comerciantes, contrabandistas, periodistas, docentes… Todos y todas paran bajo las vías del tren a comerse un ovejo asado o una arepa. Alguien, el gobierno local o la Fundación El Cerrejón debería “colaborar” con las señoras poniendo sus negocios en condiciones.

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CARBÓN SIN LIMITES Parte 3. El puerto del carbón

Rosaura Uriana. Guía del parque eólico Jepirachi en Kasiwolin, La Guajira, Colombia.

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La vista se te va al horizonte siguiendo las tres líneas rectas ¿paralelas? El cielo azul, siempre cambiante; la carretera ocre, amarillenta, llena de huecos y desniveles; y la vía férrea, siempre igual, 150 km. sin fisuras. Es el trayecto que hacen los vagones, llenos o vacíos, entre La Mina y Puerto Bolívar, en el extremo sur de Bahía Portete. Línea recta de La Guajira, de sur a norte. Parece una operación fácil, es un terreno plano, puro pedregal, ni siquiera hay árboles y parece poco poblado. Pero el ejército colombiano y una guardia privada resguardan el tren, caminan por las vías, vigilan desde garitas, patrullan en carros... Se han perpetrado atentados contra su infraestructura. Algunos han sido reivindicados por las FARC. También los paros ocasionales de camioneros y taxistas –que exigen tapar los huecos y asfaltar- ponen en alerta a la vigilancia, por si acaso a alguno se le ocurre meterse con las vías. Este tren trasladó, en 2012, hasta Puerto Bolívar 32,8 millones de toneladas de carbón con destino a otros países. Es una inversión millonaria para una operación millonaria. La responsable es la multinacional Carbones de El Cerrejón Limited, formada en tres partes iguales por BHP billiton, Anglo American y Xstrata de Suiza.

La explotación de La Mina El Cerrejón es histórica para La Guajira colombiana. Las exportaciones de El Cerrejón Central iniciaron en 1982 y las de El Cerrejón Zona Norte, en 1985. A partir de 1996, toda la operación pasa a manos de una única empresa multinacional, Carbones de El Cerrejón Limited. Pero La Guajira ha sido pobre y está empobrecida. Ni todas las regalías juntas extraídas del carbón la habrían salvado. Dice Adolfo Meisel Roca, en su investigación La Guajira y el mito de las regalías redentoras: “La magnitud del rezago económico guajiro al comienzo de la bonanza minera era tan grande que, incluso si las regalías se hubieran invertido con cero ineficiencia y corrupción, este Departamento habría continuado siendo uno de los más pobres del país”.

Son 150 km. y tres décadas. La cantidad de historias que habrá dado el tren… Hoy esa esperanza inicial, cuando las familias entregaron sus territorios, se ha desinflado. Muchos ya no quieren ni el tren ni a La Mina ni los proyectos de expansión. La empresa y el gobierno les han negado lo básico: agua potable, luz, escuelas decentes, empleo y formación (poco más del 1% de los trabajadores de la mina son wayuu), un transporte barato o un sistema de recogida de basura. Tiene claro que los engañaron y se dejaron engañar por la empresa y los sucesivos gobiernos. A pesar de esta frustración, la mayoría permanece ajena e indiferente a la lucha que han emprendido jóvenes y organizaciones wayuu, junto a algunas autoridades tradicionales.

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A veces era un animal muerto en las vías: sin compensación; otras, un borrachín muerto en las vías: sin compensación. El último accidente sucedió en una noche de la Navidad de 2012. Un trabajador (de El Cerrejón o alguna subcontrata) borracho, estrelló el carro de la empresa contra la alambrada de una casa de Media Luna, una comunidad justo al frente de Kasiwolin, al otro lado de las vías del tren. Era finales de enero Ejército colombiano y compañías de seguridad privada custodian las vías del tren minero. del año nuevo, cuando la empresa se hizo cargo del asunto -por la “presión” de la comunidad-, reconocía el accidente y comenzaba la negociación para la reparación. La comunidad pedía unos miles de dólares para reparar el muro y comprar una valla metálica para proteger todo el perímetro de la casa. Son treinta años sin mecanismos o protocolos de actuación para compensar este tipo de accidentes; una mancha en la imagen de Responsabilidad Social de la multinacional. Siete kilómetros antes de alcanzar Puerto Bolívar hay un paso a nivel del tren, es la entrada a la comunidad Kasiwolin, parada obligada para el turista porque aquí se visita el Parque Eólico Jepirachi, orgullo de la comunidad, el primer proyecto piloto en La Guajira colombiana (en la venezolana también hay un campo eólico). El viento sopla salvaje; a ráfagas intermitentes pero continuas. Nunca, en el norte de La Guajira, deja de sentirse el viento. La brisa del Caribe es un chiste al lado de los vientos alisios. Rosaura Uriana es la guía oficial del Parque Eólico Jepirachi, cuenta que los 15 molinos llevan la energía al corredor minero y al resto del país. La Empresa Pública de Medellín hace la energía pero no son los encargados de repartirla, dicen que es muy poquita para dar también a la comunidad. Solo producen y mandan. Unas 140 personas viven en Kasiwolin; cada día ven los 15 molinos, es inevitable, y el tren, porque está a unos metros. Sin embargo, no tiene luz eléctrica porque la Empresa Pública de Medellín les reitera que esa no es su competencia. Hace tres años que lo intentan. Tienen planta desalinizadora pero les falta un centro de nutrición para los más pequeños y “necesitamos una escuelita para los niños pequeños porque a veces el transporte, que lo paga el municipio, no viene hasta en una semana”. En época de lluvia los caminos de la comunidad son pura arena empapada.

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Al otro lado del corredor minero, en Barrancas, Jaqueline Romero Epiayú, de la organización Fuerza de Mujeres Wayuu, explica que cuando definieron los límites de este Resguardo indígena -que fue posterior a la llegada de la empresa El Cerrejón, se dejó un pedazo de tierra sin titular para favorecer la reserva minera propiedad de la empresa, “fue una práctica de mala fe y maquiavélica”.

Al borde del mar El tren llega al destino. Va cargado de carbón, ha recorrido 150 km desde la boca de La Mina, en la Baja Guajira. Traquetea despacio los últimos kilómetros, una zona alambrada, propiedad de El Cerrejón. En esta parte de la Alta Guajira, donde el desierto cae acantilado abajo hasta encontrarse con el Caribe, la reserva minera de la multinacional ocupa una superficie de 362 hectáreas. Una alambrada verde Cuatro vías es el cruce que conecta los puntos cardinales de La Guajira. de unos tres metros de altura, con cámaras de vigilancia apuntando al borde externo, y a los lejos el puerto carbonífero de La Guajira, Puerto Bolívar, donde atracan buques de 180.000 toneladas de capacidad. A la vera del alambrado, con las manos manchadas de carboncillo, está Alfonso Ballesteros, lleno de energía y de confianza. Alfonso ha participado en encuentros internacionales sobre la consulta previa y las luchas de otros pueblos contra la mega minería. Protagonizó, junto con otras personas, un acto inaudito en la zona, probablemente la primera acción subversiva: se colocaron delante de un bulldozer que estaba “limpiando” unos 600 metros de trupíos y cardones (vegetación local) y exigieron al conductor marcharse; cosa que el hombre hizo. Alfonso, del clan Uriana, vive en Kamushuo, una comunidad wayuu muy pobre, cuatro casas sobre un acantilado. Huelga decir que carecen de agua y luz. Kamushuo se creó hace 30 años... Entonces estaban nuestros padres, les dijeron que estas tierras les serían devueltas en 30 años (al término de la concesión minera), y ahora ya está la concesión a 2036, sin nuestro consentimiento, nos dimos cuenta recientemente de esto. El Cerrejón es una multinacional que quiere arrebatar nuestras costumbres y la esencia misma del pueblo wayuu, aquí están nuestros cementerios. El tráfico constante de buques ahuyenta la

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pesca. Nuestra pesca esta requebrantada, nuestra seguridad alimentaria también. Pero les vamos a demostrar que esta tierra es de nuestros ancestros y que somos los dueños. ¿Qué es para ti Responsabilidad Corporativa Social? Es un paliativo de las empresas como para demostrar que hacen algo porque es hermoso ver en las revistas al niño wayuu y sus dientes blancos, pero es una farsa, es un montaje, a pesar de los 30 años que lleva aquí la empresa, no ha hecho nada ni por la salud ni por la educación, aquí hay niños desnutridos. ¿Cuál es el compromiso con la sociedad actual y con los que vienen? Queremos que esta lucha se divulgue, que en Europa y Estados Unidos sepan que ese carbón les alimenta y les quita el frio pero aquí, a nosotros, nos está consumiendo, quita legitimidad a nuestros pueblos, nos está contaminando constantemente y nos genera realmente mucha miseria.

A lo largo del corredor minero guajiro, las reivindicaciones del pueblo wayuu se van dejando sentir tímidamente. Pero mientras no exista un cambio profundo de actitud nunca podrá haber un diálogo transparente entre la comunidad wayuu y la institucionalidad. Jaqueline Romero Epiayú: El Estado no reconoce a las comunidades. Es difícil tener una conversación al mismo nivel. Se nos ve como poblaciones menores de edad, que hay que darles las ideas, y no es así. El pueblo wayuu ha crecido mucho, con todos los inconvenientes de la cooptación de las empresas, pero ha crecido como para tener una negociación horizontal. Desde Fuerza de Mujeres Wayuu, el sentir es rotundo y la intención es jalar al pueblo wayuu. No estamos interesadas en la minería, no creemos que exista una manera responsable de hacer minería sin dañar el medio ambiente, sin fraccionar a la cultura, sin dañar social y psicológicamente. No existe, no existe una manera de romper la naturaleza y dañar a la madre sin que no pase nada.

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¿EL CARIBE EN VENTA?

Gasoducto a su paso por Mayapo en La Guajira, Colombia.

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Entre 2006 y 2009 se desarrollaron varios proyectos de exploración sísmica y perforación en busca de gas y petróleo en los corregimientos de Puerto Estrella y Nazareth, departamento La Guajira, Colombia. La población, en su gran mayoría wayuu por tratarse de su territorio ancestral, no supo bien si encontraron o no encontraron algo… Hasta que en 2013 vieron de nuevo llegar a las empresas pidiendo más consulta previa “en cumplimiento del art. 2 de la ley 21 de 1991”. Dice el oficio remitido a Santa Rosa, una de las comunidades costeras donde se plantea la prospección marítima: Ministerio del Interior (remitente) OFI 12-0031539- DCP-2500 Bogotá DC 4 noviembre 2012 Asunto: Convocatoria para la reunión de consulta previa en la etapa de pre consulta con las comunidades de los resguardos del pueblo wayuu, en la jurisdicción del Municipio de Uribia, en el departamento de La Guajira, para el proyecto denominado EXPLORATORIO RC- 12 ORIENTAL ZONA SUR de la empresa ECOPETROL. La reunión se celebró en enero de 2013. Participaron la comunidad, el Ministerio del Interior, personal de Ecopetrol, Repsol YPF y Megaoil, Defensoría del pueblo regional, Secretaría de Asuntos indígenas del Municipio Uribia y Procuraduría Regional. La responsable de redactar el acta final fue Aida Iguarán González, del clan Jusayarú, y autoridad tradicional electa. En Colombia, la Autoridad Tradicional es una figura administrativa que representa legalmente a la comunidad indígena; no se trata del conjunto de personas más ancianas y sabias. Aida ¿para qué fue la reunión con las empresas? Ellos nos explicaron que la consulta previa es para darnos información de lo que se va a hacer. Que es un estudio dentro del agua, no en terreno, para ver si hay petróleo o gas, por un mes. Y que los pescadores no podían pescar durante un mes. ¿Quiénes son ellos? Son dos empresas. Repsol y Ecopetrol. Nos explicaron que eran seis reuniones. Yo digo, escuchemos la información que nos traen y ya después tomamos la decisión porque ellos no pueden pasar por encima de nosotros, porque estamos en resguardo indígena. Yo no voy a tomar la decisión, es la comunidad y los mayores. ¿Ustedes van a reunirse las seis veces o pueden rechazar el proyecto antes? Bueno para la segunda reunión deberíamos decir que no, porque si les permitimos, ¿qué van a pescar? ¿Qué vamos a comer? Porque me imagino que cuando exploran en el agua ahí no van a seguir los trabajadores pescando, entonces no se puede permitir. Eso es lo que dijeron los mayores. Pero ahí siempre hay gente que está interesada en la plata. Pero yo no tomo la decisión.

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Tú no decides pero ¿qué piensas? Bueno para mi concepto, si uno lo permite… no sé, no sé… Sí, afecta porque daña. Yo diría que no. Pero yo no tomo la decisión. Las comunidades y los resguardos indígenas wayuu de La Guajira colombiana carecen de articulación y de medios de comunicación propios. Es decir, que las decisiones en torno a una consulta previa en Santa Rosa no llegan a oídos del Resguardo Provincial, en la Baja Guajira, en el corredor minero, y viceversa. Esta debilidad es un factor determinante que las empresas aprovechan en las negociaciones con las comunidades wayuu. Para cambiar esto, un grupo de organizaciones y medios de comunicación binacionales tratan de consolidar una red de medios wayuu. La organización Yanama hace parte del grupo, recientemente publicó esta noticia: 27 de febrero de 2013. La Asociación de Autoridades Tradicionales de Jepira, que representa a varias comunidades indígenas de la Alta Guajira, rechazó el proyecto de exploración sísmica de gas y petróleo, Camuro 3DRC-12 Occidental, de las compañías Ecopetrol y Repsol YPF. Según Yanama, el Ministerio del Interior Colombiano (siempre presente en los procesos de consulta previa, así como organismos de control del Estado), se negó a recibir el acta en el que se indica la negativa. Por lo que de nuevo, regresaron a la comunidad para iniciar la consulta. Sara Gómez, Autoridad Tradicional dice: Están desplegando la viciosa táctica de vender falsas promesas de desarrollo y avances tecnológicos que favorecerían al Pueblo Wayuu. Las autoridades indígenas de la Alta Guajira exigen a las empresas Ecopetrol y Repsol YPF, así como al Gobierno de Colombia, detener de inmediato el proceso y derogar las consultas que han sido realizadas. Y garantizar así la protección del territorio wayuu, según el Convenio 169, Ley 21 del 91 y la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. En los procesos de consulta previa siempre ha habido líderes y autoridades tradicionales que se aprovechan, negocian . por separado con las empresas o amañan las

Playa de Mayapo. La península de La Guajira está bañada por el mar Caribe

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consultas. El clientelismo y la corrupción han caracterizado las negociaciones entre las empresas y las comunidades indígenas en La Guajira. Sin embargo, la actitud de las dirigencias wayuu está cambiando y un pequeño número de comunidades y resguardos ha comenzado a reaccionar, con el fin de hacer valer sus derechos. El escenario de enfrentamiento entre las empresas y el gobierno en un bando y las comunidades en el otro puede volverse complejo porque el futuro de la explotación de fuentes energéticas propias está en juego. En estos momentos, hay aproximadamente 80 procesos pendientes de consulta previa con las comunidades de La Guajira. Ochenta proyectos para explorar hidrocarburos en mar y tierra, desviar un río para ampliar la explotación de carbón, construir una vía de ferrocarril, un puerto Multipropósito, etc.

Territorialidad Marítima Wayuu

La política económica del gobierno colombiano apuesta por un país petrolero, con plataformas en alta mar para la explotación de crudo y gas. El offshore es el nicho en el que la Empresa Colombiana de Petróleo (Ecopetrol) concentrará sus esfuerzos exploratorios en los próximos años, y el mar Caribe es una de las niñas bonitas. La Guajira entró a subasta en la ronda petrolera celebrada en 2012. Hocol, ChevronTexaco, Total, Halliburton, La basura constituye uno de los principales problemas de La Guajira. ExxonMobil, GeoPressure Technology, Shell y Repsol YPF son algunas de las empresas que pujan por estos proyectos. En la política de reflote de la producción petrolera, Ecopetrol apuesta también por los campos pequeños porque 500 pozos con reserva de 40.000 barriles permite a Colombia alcanzar un total de dos millones de barriles al año. “Y Colombia está llena de pequeños pozos que aumentan su producción petrolera”, confirma Weildler Guerra, director del Observatorio del Caribe Colombiano. La ventaja de los proyectos en alta mar es que las empresas no deben hacer procesos de consultas previas ya que allí no viven comunidades, es decir, que conseguir las licencias resultará más fácil y rápido. De esta manera, Orlando Cabrales Segovia, Presidente de la Agencia Nacional de Hidrocarburos, muestra hasta qué punto puede ser larga la confrontación

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entre el binomio multinacionales-gobierno y el pueblo wayuu mientras no se reconozca que existe una territorialidad marítima wayuu. Puerto Estrella, Santa Rosa, Santa Ana, Santa Cruz o Nueva York están abandonados, viven con escaseces; apenas hay luz eléctrica y las plantas desalinizadoras se estropean y entonces... vuelta al agua salobre. Más de la mitad de las Necesidades Básicas están Insatisfechas. Las comunidades indígenas son obligadas a tomar decisiones sobre los planes de exploración; es una encrucijada, un dilema. El gobierno en vez de ser un intermediario inteligente se parece más a un vendedor oportunista. ¿Quién mira por el desarrollo de la comunidad? ¿Quién piensa en dar una oportunidad a los chicos jóvenes, a las niñas? ¿Quién vela por la seguridad de los estudiantes? Por su parte, el Internado de Puerto Estrella apuesta por una educación que prioriza los valores de la cultura wayuu, como lo explica el maestro José Ramón Gutiérrez: Inculcarles que la autonomía de nuestro pueblo no se negocia. Los wayuu siempre hemos manejado una economía autárquica pero como se ha multiplicado la población, tenemos la necesidad de orientarnos hacia un nuevo modelo de desarrollo que no destruya el medio ambiente y que nos favorezca. De tal modo que algún día tengamos nuestra nación propia. Y estos valores de autonomía y nación wayuu se enseñan aquí, a través de la educación.

Guajira-Panamá-Puebla Una larga tubería llevará el gas natural del mar Caribe, por la costa colombiana, buscando Panamá, para interconectarse con Centroamérica y México. Este es, en síntesis, el mega proyecto para la integración energética de Suramérica y de Colombia y Venezuela con Centroamérica dentro del Plan Puebla-Panamá o Proyecto Mesoamérica; este plan cuenta con el Poliducto del Caribe de Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA). El Proyecto Mesoamérica está diseñado para realizar la extracción de recursos naturales no renovables en la región Mesoamericana y exportar la producción obtenida a través de carreteras que interconectarán el océano Pacífico con el Atlántico. Hace 40 años que las empresas y las casas de Colombia utilizan el gas natural que se extrae de las profundidades del mar Caribe. Los campos Chuchupa A y B de La Guajira proporcionan el 66% del gas nacional y el excedente se exporta a Venezuela. La producción es de La Chevron, como llaman a la empresa Chevron-Texaco los habitantes de Mayapo. La Asociación Guajira, formada por Ecopetrol y Chevron-Texaco, desde 1974, explota el gas de las plataformas de gas Chuchupa A y B en alta mar. En la estación de gas Ballena, frente a las dos plataformas, están los gasoductos que conducen el gas natural a Colombia y el excedente a Venezuela. Gracias a los recursos entregados por la Asociación de empresas, entre los años 2002 y 2008, La Guajira fue el tercer departamento de Colombia que más regalías recibió por la explotación de su gas natural y su carbón, según el estudio publicado en 2011, por Andrés Sánchez Jabba, titulado: El gas de La Guajira y sus efectos económicos sobre el departamento. El autor concluye que las regalías no se tradujeron en mejoras económicas o sociales para la población

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local “debido a aspectos relacionados con la corrupción e ineficiencia en la ejecución de los ingresos”. Playas de Mayapo. Municipio de Manaure. A un lado, el resguardo wayuu Mayapo, un pueblo de 380 familias, la mayoría dedicadas a la pesca y la artesanía; y al otro, la estación de gas natural de Chevron. Playas de El Pájaro. Municpio de Manaure. A la entrada del pueblo, Ballena, la estación en tierra donde se encuentra el gasoducto; al fondo, el mar, donde muy lejos en el horizonte se ve la plataforma de explotación. Mayapo y El Pájaro. Playas de arena blanca; mar azul, turquesa, cobalto o aguamarina. Una costa espectacular, un sitio tranquilo con el run run de sus olas; una gente amable y relajada. Pero los pescadores denuncian que si entran en la zona de trabajo de la empresa ChevronTexaco, les detiene La Armada Nacional de Colombia. Federico Mengual, “Pedrito”, es pescador porque su padre y su abuelo lo fueron. Tiene 22 años, doce de ellos en el mar. ¿Qué ocurre si entras en la zona de influencia de la planta? Hay una zona de 3 km donde no podemos pescar porque es el perímetro de seguridad de La Chevron, si nos pasamos llega la Armada. Resulta que las potentes luces de la estación atraen el pescao pero… no podemos acercarnos. ¿Qué pescas? La langosta no falla. El mono, el pintao y el chuchero, familia de la manta. Por 20 kilos de langosta, 120.000 pesos; 10 kilos de pargo, 60.000; aleta de tiburón, 180.000 el kilo, pero es más peligroso, más lejos y más profundo.

A su lado, preparando un tintico (café), está Indira Calderón, de la Junta de Acción Comunal de Mayapo. Ella tiene una tienda de abastos y su marido, una camioneta para hacer viajes (gente, mercancías, etc.). ¿Qué otras fuentes de empleo hay en Mayapo? Pues recibimos cursos sobre atención al cliente y cosas relacionadas con el turismo, porque la afluencia es mayor, gracias a la carretera. La carretera conecta Mayapo con la capital guajira, Riohacha. Fue construida en 2010. Hasta entonces, el camino era de arena y en época de lluvias era intransitable, “tocaba ir en lancha a la ciudad”. La población espera una planta desalinizadora, solo de esa manera disminuirán la diarrea y la gripe. ¿Cuál es el principal problema de Mayapo? La basura. La última vez que la recogimos vino La Chevron, con trabajadores y camiones, y se la llevaron.

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¿Qué le pedirías a La Chevron? El gas beneficia al país, pero a nosotros deben capacitarnos para poder algún día trabajar y así beneficiarnos también. Hay personas de la comunidad trabajando allá pero son pocas.

Arena que marca sus pasos En el otro lado de la frontera, en La Guajira venezolana, también hay proyectos energéticos nuevos con proyección nacional como el Parque Eólico La Guajira, donde se instalarán 12 molinos de viento, en la comunidad Zulia Mar, con una capacidad para producir, en la primera fase, 25 MW. Y otros antiguos cuya producción está en declive como las minas de carbón de la Guajira, de la empresa Carbones del Zulia, propiedad de la Corporación para el Desarrollo de la Región Zuliana.

Pozo de agua de la comunidad wayuu Santa Rosa, en la Alta Guajira colombiana.

Las poblaciones también exigen más proyectos para cubrir las necesidades básicas, como vías, agua potable y luz eléctrica. En la línea de costa, cerca de Zulia Mar, está Caño Sawa, un pueblo de pescadores. Ana González, wayuu de 37 años, se instaló allí hace una década. Cuando llueve, el agua del mar sube y se le cuela por la casa. Dice que paga 70 bolívares por un tanque de agua que le dura dos semanas: cocinar, lavar ¿y beber, es potable? "Sí, bueno es lo que dicen". También el gas escasea y entonces "las arepas las cocino con carbón". Su esposo compra "la piquita" a los dueños de las lanchas, que son los que se quedan con el pescado grande y bueno. Pero la piquita también se revende. Tienen dos hijos pequeños que van al colegio, en Paraguaipoa, a unos 15 minutos en moto. Son entre 50 y 60 bolívares a la semana para que les lleven en una moto, de lunes a viernes. Si no pagamos no hay cole. A veces hemos intentado pagar un bus o un carro entre todas (las madres) pero los carros muchas veces dejan de venir... Y si llueve es peor. Así que en el Caño, hay niños que cada día salen a pescar porque sus familias dicen que no tienen recursos para pagar el transporte escolar.

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Hay niños aquí que no saben leer.

El pueblo wayuu está en su derecho a negociar la entrada de multinacionales en su territorio para la explotación de los recursos naturales no renovables de suelos y mares. Igual que lo están los pueblos originarios del Parque Nacional Tayrona, en la Sierra Nevada de Santa Marta (Colombia), a escasos kilómetros de la entrada sur a La Guajira. Recientemente, los pueblos indígenas del Tayrona rechazaron un mega proyecto de explotación de recursos en sus mares y montañas. Los wayuu también tienen derecho, por ley, a rechazar una consulta previa. A la luz de la cantidad de consultas previas y de proyectos de exploración adjudicados a diversas empresas multinacionales, el año 2013 se presenta caliente. El enfrentamiento entre empresas-gobierno colombiano y pueblo wayuu va a subir de tono. Para algunos wayuu no hay dilema: el no a la mega minería y la exploración de otros recursos es definitivo. Para otras personas, el camino es dialogar en equidad, es decir, como socios a partes iguales, sin que se repita el viejo y desgastado discurso de que los proyectos benefician a la economía nacional, porque son palabras que dejaron de tener efecto. Además de la amenaza externa que supone la presencia de multinacionales en La Guajira, el pueblo wayuu tiene ante si otros retos “tan decisivos como los que vivió entre los siglos XVI al XVIII”, dice el antropólogo wayuu Weildler Guerra. Para él, lo principal es preservar el territorio, tener unidad y capacidad de negociación y dar valor al conocimiento ancestral. “Entender que hay unas epistemologías propias del pueblo wayuu, unas formas de concebir el mundo y de entender la naturaleza, de relacionarse con los no humanos. El pueblo wayuu tiene unas formas de pensar y de representar que son interesantes para el resto de la humanidad”. En el corazón del corredor minero, Jaqueline Romero Epiayú, de la organización Fuerza de Mujeres Wayuu, confía en que las fortalezas superarán a las divisiones internas: Si en nuestras manos estuviera el no permitir, de manera tajante (decimos) no a las empresas mineras. Ojalá el gobierno pueda entender este clamor de las que también tenemos la responsabilidad histórica de dar trascendencia al pueblo, las mujeres. La cultura wayuu sigue siendo muy fuerte. Como el sol nos marca la piel y nos hace resistentes, y la arena nos marca los pasos, así las mujeres y los hombres wayuu permaneceremos aquí. Somos un pueblo indómito que se ha mantenido en la resistencia.

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LA OCUPACIÓN DEL TERRITORIO WAYUU

Juan Patsayú, artesano wayuu de sandalias en Mekijano, Alta Guajira colombiana

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Los wayuu forman un pueblo que resiste. A lo largo de los siglos han negociado, se han vendido, han pactado… sino habrían sido expulsados de su tierra. El suyo es un mundo patriarcal impregnado de la lírica del vallenato. Pueblan la península de La Guajira desde tiempos remotos. Más de 23.000 km2 desde el Lago Maracaibo por el este, el mar Caribe por el norte y el oeste; y las sierras de Santa Marta y Perijá, por el sur. Lo que sucede en La Guajira queda al margen de la ley. Nómadas y viajantes son bien recibidos; esta es una tierra de emprendimientos. Administrativamente, la península pertenece a Colombia (48% de la población de La Guajira colombiana es wayuu, el pueblo indígena más numeroso del país) y a Venezuela (los wayuu representan el 8% de la población del Estado Zulia). Colombianos y venezolanos miran a los guajiros en general, y a los wayuu en particular, como personas que habitan un espacio donde todo es ilegalidad y no existen normas. Tal vez una de las aproximaciones más bonitas a la península sea por mar. Desde Panamá o Aruba hacia Puerto Estrella, Punta Gallinas o Bahía Portete donde atracan los cargueros con destino a los almacenes y Provisiones de Maicao, el puerto en tierra mejor surtido de la frontera entre Colombia y Venezuela. La bahía del olvido Bahía Portete es un paraíso natural; hay un proyecto para convertirla en área marina protegida, por sus riquezas acuáticas, su fauna y sus manglares. Esto a pesar de que en el sur tiene un foco de contaminación: Puerto Bolívar, el puerto de Carbones de El Cerrejón Limited, que en 2012 exportó 32,8 Tn. del mineral. Hacia el norte hay otro puerto mucho más pequeño, Puerto Nuevo, una ensenada que sustituyó a Portete como puerto de carga y descarga, tras la masacre de 2004. Durante mucho tiempo, obtener el control de Bahía Portete había provocado guerras entre clanes wayuu. En abril de 2004, el Frente Contrainsurgencia Wayuu del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), comandado por Rodrigo Tovar Pupo, conocido como ‘Jorge 40’, y el Frente Contrainsurgencia Wayuu en la Alta Guajira, comandado por Arnulfo Sánchez, alias ‘Pablo’, entraron en Portete y asesinaron a seis personas, torturaron, arrasaron el cementerio y desaparecieron a tres mujeres. También había niños. Entre 600 y 800 personas se desplazaron internamente o a la vecina Venezuela. Las víctimas pertenecían a varias familias wayuu y los victimarios locales a un clan enemigo que disputaba el control de la bahía. Quedó probada la participación del ejército colombiano. Este crimen tuvo un efecto devastador en el pueblo wayuu, el del lado colombiano y el del venezolano. Primero, porque se había violado, torturado y asesinado a mujeres de forma premeditada para destruir el eje de parentesco (el pueblo wayuu es matrilineal); y humillar y anular la voluntad de los hombres. Las leyes de la guerra wayuu prohíben expresamente herir o asesinar a mujeres y a niños. Segundo, porque se descubrió la alianza tejida en la península entre clanes o individuos wayuu y grupos paramilitares, y la utilización que hicieron las AUC de las disputas internas del pueblo wayuu y de su particular forma de emprender una guerra. En el año 2000, los grupos paramilitares ya actuaban en casi toda la península. Para una persona wayuu recordar la masacre de Bahía Portete es doloroso y, en cierto modo, provoca un sentimiento de vergüenza. Weildler Guerra, del clan Uriana, es antropólogo,

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Director del Observatorio del Caribe Colombiano y parte de la Academia Colombiana de Historia. Exige saber la verdad. Bahía Portete ha ocultado los centenares de muertos wayuu de la violencia paramilitar. A pesar del informe del Grupo de Memoria Histórica (año 2010) todavía faltan preguntas por resolver. Uno de los que tiene respuestas es ‘Pablo’, no contó la verdad, no ha dicho ni la mitad, y sin embargo fue beneficiado con la rebaja de la pena. Necesitamos saber cuál fue el proyecto en La Guajira. ¿Quién sacó a la luz pública la masacre? Los medios venezolanos lo dan a conocer al mundo. Los medios de Colombia callados. Ominoso silencio, hablaron de enfrentamiento entre wayuu, como si fueran delincuentes. ¿El Frente Contrainsurgencia Wayuu ha existido y existe? Claro, totalmente ¿Por qué se llama así? Es la auto denominación de ‘Jorge 40’ pero de wayuu no tiene nada, se impone por la intimidación. Mira, los wayuu son un pueblo milenario. Este es un pueblo que sabe esperar y en su memoria ocho años no son nada, son una mala época, una larga sequía antes de una temporada de tormentas. Pasará. Vieron con prudencia que no podían declarar la guerra al estado colombiano. Sí estaban en capacidad de expulsar a los paramilitares de La Guajira, bastaba que se unieran tres familias. Lo que no podían era aguantar la reacción posterior del ejército por haber sacado a los paramilitares. Bahía Portete cambió para siempre. Las ruinas, la soledad, la tristeza… son tremendas. Pero podría ser reflotada antes del fin de 2013 si el gobierno colombiano cumple los planes de reasentamiento de 77 familias que permanecieron nueve años refugiadas en Maracaibo (Venezuela). Una pesadilla para Colombia Puerto Nuevo está en territorio ancestral del clan Epieyú. En la entrada al puerto hay un cartel grande que dice: PENSOPORT S.A. Sociedad Portuaria de la Península. Inmediatamente aparece el jefe, Franco Epieyú, robusto, grande, su piel requemada por el sol contrasta con su pelo blanco. Saluda y da la bienvenida en el portón de entrada. No quiere hablar del puerto y prohíbe tomar fotografías pero acepta una visita guiada por un sobrino. ¿Por qué no quieren fotos? Porque es una zona privada. ¿Y de quién es el puerto ahora? De PENSOPORT S.A.

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No da más detalles sobre la gerencia actual. Prefiere explicar su funcionamiento: aquí llegan barcos de Aruba y Panamá que traen electrodomésticos, medicinas, perfumes y otras mercancías que van a las tiendas de Maicao. Aquí los barcos descargan, se da a viso a la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN) para que hagan el control. Cada barco tiene la lista de lo que debe descargar, igual el puerto; se descarga y listo.

Bahía Portete, una comunidad wayuu abandonada tras la masacre perpetrada por los paramilitares en el 2004.

¿Ha aumentado la actividad del puerto desde la caída de Portete? Sí. El embarcadero es pequeño, con tablones de madera, no hay grúas, ni rieles... El sobrino cuenta que todo se hace manualmente pero que hay planes de modernización. Cuesta imaginarse esta bahía doméstica recibiendo buques que surten a La Guajira. Unos barcos están atracados esperando ser reparados; del resto nada, no hay actividad. Tiene buena profundidad y los manglares marcan sus límites. Es otra bahía muy hermosa. En La Alta Guajira no hay retenes militares, ni controles de la policía. Nada. Nadie. Se circula por un desierto, llenos de cactus gigantes o cardones, de basura, de rancherías que cobran peaje por atravesar sus lindes y de venta de caracoles de mar crudos que se comen como golosinas. La

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población local asegura que no hay presencia paramilitar en la zona desde hace unos tres años. Weildler Guerra espera que si algún día se hace justicia en el caso de la masacre de Portete, sea para conocer los motivos reales y a sus ideólogos. Él tiene su teoría. ¿El motivo no fue el control de las rutas comerciales? No, no, no jamás… El paramilitarismo convirtió el narcotráfico en una sola de sus actividades. ¿Cuál entonces? Controlar el territorio wayuu, controlar los recursos, desde grandes hoteles, grandes minerales, puertos para actividades ilícitas, pistas de aterrizaje y la colombianización del pueblo wayuu. La colombianeidad es el poncho al hombro, un modelo patriarcal, unidimensional, una Colombia homogénea. ¿Qué es La Guajira? Una pesadilla para el centro de la nación, los wayuu son indígenas, no son cristianos, no son exportadores sino contrabandistas, no son monógamos sino poligínicos, no hablan español, tienen nexos con otras áreas geográficas de América, son como una enfermedad. Ahí está el verdadero proyecto paramilitar, y esto no lo hacen grupos armados ilegales solos sino un centro de poder mucho más alto. Perlas, vasija y cocaína El pueblo wayuu no vive en un rincón de Colombia sino en una esquina del mundo porque La Guajira es una zona de múltiples fronteras con las islas caribeñas. Hay documentos que registran las alianzas de los caciques wayuu con Jamaica, “de hecho la armada británica no habría podido tomar Cuba en el siglo XVIII sin las 400 reses que les dan los wayuu”, dice el historiador Weildler Guerra. También los piratas John Hopkins y Francis Drake “encontraron aliados en los wayuu para aprovisionarse de ganado, perlas y agua para subsistir sus grandes flotas en el Caribe”. El popular guajiro cubano es, en realidad, wayuu. Las perlas fueron el primer recurso natural no renovable sometido a una explotación a gran escala, acelerada y donde se utilizaron esclavos. Fray Bartolomé de Las Casas denunció el trabajo en los ostrales de La Guajira, utilizando expresiones como: “muerte infernal”, “un verdugo español que los manda”, “les dan de varazos (hasta) que se zambullan”. El auge se sitúa entre 1540 y 1570 y su declive a finales de ese mismo siglo: los españoles agotaron las perlas. Román Fernández Jayariyú, escritor e investigador, está emocionado: dice que ha encontrado una vasija wayuu prehispánica, es decir, de antes de la llegada del español Alonso de Ojeda a esas costas, en 1499. Está de pie, en el borde de la escarpada costa, a unos kilómetros de Puerto Estrella, el puerto fantasma por el que entran avionetas cargadas de cocaína. Puerto Estrella, en la punta noreste de la península, es una localidad de pescadores. Lo que más destaca es su internado, grande pero con carencias enormes; las motos de mediana y gran cilindrada parqueadas aquí y allá; la soledad de las playas, con cuatro barquitas amarradas; el vacío en sus calles; el sol abrasador; las casas viejas y el parque infantil medio descalabrado… Este cuadro no encaja con las historias de avionetas llenas de cocaína. Entonces ¿la pesca alcanza para comprar esas motos? Enilda Morales González, Directora del Internado Indígena de Puerto Estrella, responde: “Los chicos se pierden a temprana edad” porque entran al

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narcomenudeo; se les van, los pierden… Tiene 260 estudiantes, la mayoría vive en el internado mientras hay clases, otros muchos caminan “hasta cinco horas” cada día. Puerto Estrella tiene 1.800 habitantes y la pesca es para el consumo local. Aquí se manejan indistintamente pesos colombianos y bolívares venezolanos. Esto es corregimiento de La Alta Guajira colombiana; pero como ocurre en otros sitios próximos a la frontera, la gente mira a Venezuela. “Allá viven mejor -dice la directora- todo nos viene de allá, la comida, el combustible. No tenemos carro tanques de agua, no hay planta para potabilizar el agua salada. Este es un puerto de nada, a los pescadores les falta atarrayas, lanchas. Energía hay con la planta central, entre las 5:30 tarde a las 10:30 de la noche”. Les prometieron luz 24 horas pero un mes después siguen esperando. “Los políticos del municipio están comenzando a cumplir”, dice Enilda Morales sin convicción pero con mucha serenidad ¿o será costumbre? En La Guajira colombo-venezolana es frecuente escuchar relatos del tiempo de elecciones, cuando los candidatos políticos llegan, prometen y nunca más regresan; mucho menos, cumplen. En el internado la tarea es compleja porque se trata de que los chicos y las chicas “vayan por buen camino”, no se metan en líos. Una formación para salir de la vida que el puerto les ofrece. No hay muchas opciones de empleo. La llegada de los proyectos de exploración en alta mar, que buscarán gas y petróleo, más parece la reedición de una pesadilla que una oportunidad de trabajo. José Ramón Gutiérrez Eipeyú es maestro desde hace doce años. Sociólogo y Profesor en Ciencias Políticas. Recuerda cuando el pueblo estuvo tomado por los paramilitares durante seis meses, hace unos nueve años. Ellos eran la autoridad máxima, ejercían el control social, cobraban vacunas (extorsiones). No había policía. El alcalde de turno tiene un proceso pendiente por su implicación con los paramilitares. Fueron años de terror en la Alta Guajira. La Fundación Ideas para la Paz de Colombia calcula que entre 2000 y 2006 los paramilitares cometieron 69 masacres en el departamento de La Guajira. A partir de 2006, comienza la desmovilización de los paramilitares en Colombia. Llegaron las confesiones, las reducciones de pena, las extradiciones a Estados Unidos, etc. Al proceso no se suma el Frente Contrainsurgencia Wayuu, sino que establece nuevas alianzas en la región adoptando el nombre de Alta Guajira. Con la desmovilización, los grupos se reorganizan, rearman y reubican; se crean nuevas alianzas criminales. Es el llamado neo paramilitarismo que opera sobre todo en las ciudades y abandona las áreas rurales. Sus principales negocios en La Guajira son el tráfico de cocaína y el contrabando de gasolina. Todo indica que Los Urabeños y Los Rastrojos, “que son de un peligro tremendo”, son los grupos dominantes y que operan en ciudades (Riohacha, Maicao, Maracaibo). A veces se llaman Águilas Negras. La línea divisoria entre la presencia de unos y la llegada de otros es difusa. Como si todo fuera un continuo. Quizás por ello las historias de la gente en la Alta Guajira son intrincadas, van adelante y atrás en el tiempo. En la actualidad, es el comerciante de barrio el que más sufre la crueldad neo paramilitar. La gente habla de narcomenudeo, micro extorsión... Sin duda, hay grupos que siguen dominando las privilegiadas costas guajiras. El maestro de Puerto Estrella, José Ramón Gutiérrez Epieyú, ha investigado la situación.

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¿Hay grupos armados ilegales en la zona? Hay grupos emergentes como Los Urabeños y Los Rastrojos que delinquen por la zona venezolana y colombiana. Por cierto, algunos de los docentes hemos sido objeto de extorsiones. Hasta donde yo sé, porque conozco, los he visto y he tenido intercambios con algunas personas de ese grupo, pero uno no se arriesga a denunciarlos formalmente, ¿si me entiendes? ¿Cómo es Puerto Estrella, cuál es su historia? Es un puerto natural y siempre ha entrado contrabando, primero fue la bonanza marimbera (años 70 y 80, exportación de toneladas de marihuana), luego vino el narcotráfico, que persiste. Hace dos días una avioneta sobrevoló por encima de la base militar antinarcóticos, no alcanzaron a tumbar la avioneta pero es una avioneta que carga 300kg de alcaloides que tiene un solo piloto. Aquí hubo sobrevuelo de un helicóptero por la noche, la gente se asustó, nunca supimos qué pasó. La gente aquí es floja porque siempre ha adquirido dinero fácil, se dedica a robar y termina vinculándose con grupos. Sabíamos que algunos trabajaban con ellos y de repente dos desaparecieron, nunca supimos más nada… No se sabe si están vivos o muertos. ¿Qué otras violencias genera el narcotráfico y la presencia de grupos armados, hay violaciones a mujeres? Hasta donde yo sé no ha habido violaciones pero mujeres wayuu han tenido vínculos conyugales, que han sido polémicas entre nosotros los wayuu. ¿Crees que han sido obligadas? No, para mí que no han sido obligadas, entraron voluntariamente. Una vez supimos de unas que les trabajaban (a los paramilitares) como cocineras, lavanderas. Entre el desierto y el bosque nublado Dejando atrás el puerto y buscando la frontera con Venezuela se llega a los orígenes: Nazareth, la cuna del pueblo wayuu. Por estas tierras están Alaas, la piedra sagrada donde se tallaron los tótems de los clanes más poderosos y la fuente sagrada; la mitología wayuu tiene aquí sus raíces entre arena y cactus. De esta región desértica emigraron a lo largo del siglo XX, numerosos clanes que se instalaron en la Baja Guajira, con mejores tierras y agua. En Nazareth se halla el internado católico más antiguo de la península, el Internado Indígena de los Capuchinos, que ya cumplió 100 años. Un poco más viejo es aún Cuzina Jayariyú, el Palabrero de la Junta Mayor Autónoma de Palabreros de La Guajira. Tiene 103 años y vive con su hija en Nazareth, en una ranchería grande y hermosa.

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Cuzina Jayariyú, autoridad moral del pueblo wayuu de La Guajira, sigue resolviendo conflictos a sus 103 años.

Pütchipü’ü o Palabrero es la autoridad moral del pueblo wayuu, el resguardo de su justicia ancestral; una figura reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por UNESCO, por tratarse de un sistema normativo inspirado en principios de reparación y compensación. Lucidez, cautela y preservación de la paz entre clanes, así actúan los palabreros para solucionar conflictos. Los crímenes más graves se resuelven con un palabrero. La indemnización puede consistir en animales, collares preciosos y, en la actualidad, también dinero. Cuzina Jayariyú es Pütchipü’ü desde los 20 años, aunque a los cinco ya estaba aprendiendo el arte de la palabra en boca de su abuelo. Ha solucionado los conflictos más graves, las guerras más encarnizadas entre clanes poderosos. Es un viejo entrañable. Apenas ve bien, se apoya en dos palos para caminar y tiene una memoria prodigiosa que vuelve siempre a su oficio. Ya estoy débil y viejo pero yo denuncié casos de tráfico de drogas en la región. Años atrás los traficantes de drogas quisieron utilizar nuestro territorio. Nos tocó matar unos que otros pero también traje la ley del estado para proteger a esta región. Yo insisto en que se mantenga nuestro sistema normativo; la ley wayuu y la del estado. A un paso de Nazareth, hacia el interior de la península, está el Parque Nacional Natural Macuira. El bosque nublado de la Macuira es único en el mundo: una sierra montañosa, con alturas de 800 metros sobre el nivel del mar, en medio de un desierto. Aun es más alucinante el médano que hay en medio del bosque. Cuenta la leyenda que el dios Marejua enterró sus joyas bajo esa duna gigante y que solamente las personas afortunadas sabrán encontrarlas.

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A pocos metros de la entrada al parque, está Mekijano, donde viven, Aida y Juan, el artesano del clan Patsayú. Juan pasa el día sentado en su telar haciendo sandalias, hasta una docena al día. Coloca los pies bajo el telar y, mientras cose, mira a las montañas sagradas de la Macuira. Aida atiende a los pocos turistas que llegan al parque; ofrece chinchorros bajo una enramada, llovizna y niebla cuando cae la noche. La planta eléctrica runrunea dos horas. En la parte baja, junto al rio, tienen un huerto, también llamado conuco o rosa, y animales. Hay agua así que hay alimento: papas, mango, patilla (sandia), maíz, frijol y muchos cocos. Juan Patsayú recuerda cuando expulsaron a las Águilas Negras, hace más de tres años. Un wayuu de la familia se había comprometido con los paramilitares sin el consentimiento del clan. Desde Maracaibo, llegaron familiares Patsayú. Unas 50 personas se reunieron en el cementerio, decidieron su expulsión y pidieron ayuda al ejército para sacar al grupo armado. “Desaparecieron”, dice Juan en wayuunaiki (traduce el cronista oficial del municipio Guajira de Venezuela, Hilario Chacín). No le quitan el sueño porque “esos no regresarán”. Su auténtica preocupación es el abandono del gobierno. Nadie asoma. Nadie se acuerda de que existen. Para evitar bajar al río, necesita una bomba que le suba el agua por una tubería hasta la casa. Pero no tiene con qué. Y necesita un crédito para arreglar el potrero de los animales. Pero tampoco tiene cómo. Por tierras de la Macuira también ha caminado José Ramón Gutiérrez, el docente del internado de Puerto Estrella. ¿En la Macuira hay presencia de las nuevas bandas paramilitares? Sí, si hay grupos en estos momentos Pero la gente allí dice que no. Dicen que no porque les entregan beneficio, les traen mercado o les dicen ‘cuidao como hables ya sabes’, y quedan callados. Pero sí saben si hay o no. Yo sé que hay. ¿Y por qué estás tan seguro? Porque soy una persona que camino mucho, investigo para mi información personal y los conozco muy bien. Pero un señor de la zona dice que los wayuu se habían organizado y habían expulsado a los paramilitares. Sí, es cierto, se retiraron, pero están viniendo otra vez. No permanecen con bases móviles pero vienen de repente, entran cobran y se van. Porque cobran vacuna a los funcionarios, vienen una noche a las doce de la noche, llaman: ‘téngame listo’, recogen y se van. Se esconden dos tres días (en la montaña) y se van a la Serranía de Jarara, que es la actual zona de ellos. Y estando la policía, pero como no patrullan porque no tienen equipos adecuados... y los helicópteros son para operaciones mayores. ¿Cómo haces para protegerte?

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Cuando me especialicé afuera me tocaba viajar. No tengo temor, los conozco bien y sé su ubicación. Me cuido, me reservo con las autoridades mismas; a la policía les digo ‘no, no vi nada’. Aunque los odie de corazón pero toca. ¿Pero denuncias o vas a denunciar su presencia? Sí, sí, algún momento me tocará, lo haría pero con soporte y hasta cierto punto donde sea necesario, o cuando me toque a mi o un clan familiar muy cercano. ¿Y esta conversación puede publicarse? Sí. La frontera caliente La frontera guajira es un foco rojo donde las relaciones económicas y diplomáticas, entre Colombia y Venezuela, se enmarañan. En este espacio limítrofe se suceden –según los presidentes de turno- acuerdos y desencuentros en temas relacionados con la cocaína, el gas y la gasolina; la violencia y la presencia de grupos armados ilegales o los niveles de corrupción de los cuerpos militares y policiales. En otras ocasiones, se trata de la colaboración en la captura de narcotraficantes en suelo venezolano o de los desmentidos sobre la presencia de las FARC o el ELN en la Serranía de Perijá (Venezuela). Sean momentos de acercamiento o de alejamiento lo cierto es, que en las estribaciones de la península La Guajira, hay una ósmosis entre todos estos asuntos. La presencia de las guerrillas colombianas FARC-EP y ELN en el Estado Zulia (Venezuela) data de los años 80; la paramilitar de finales de los años 90. Con las poblaciones sucede algo similar: se miran, se envidian, se comparan. Los unos dicen de los otros que el asistencialismo chavista ha hecho mucho daño; los otros dicen de aquellos que el conflicto armado es colombiano pero ha infestado a Venezuela… Hay colombianos que opinan que en Venezuela se vive mucho mejor, que “el gobierno atiende”. Y hay venezolanos que ven en Colombia un modelo de orden y progreso. Las dificultades diarias como la falta de agua, de luz o los continuos controles, en ambos lados de la frontera, complican la existencia y, a veces, sobrepasan a las ganas de fiesta. Acostumbrados a moverse sin documentos de identidad, los wayuu viven ahora acosados por la presencia del Ejército Bolivariano y la Guardia Nacional, en Venezuela. La movilidad se reduce y portar documentos se está volviendo una exigencia de las autoridades, en controles y retenes. Controlar el contrabando de gasolina es el objetivo central de las fuerzas públicas. Pero la presencia de las FARC en las localidades de Paraguaipoa y Guarero (lado venezolano de la frontera) y Paraguachón (lado colombiano) no es un secreto. No hay denuncias, solo historias que se repiten de boca en boca. Por ejemplo, en diciembre de 2012 el número de atracos y de muertos por robo disminuyó porque las FARC patrullaban las calles y el mercado Los Filúos. Otro relato cuenta que atracaron un carro y le quitaron los cobres a la gente. Al día siguiente, apareció un muchacho muerto, ajusticiado por las FARC, porque era uno de los atracadores. Y así sucesivamente. Al principio, la gente tenía miedo, ahora los ven como si fueran un ejército. “A veces no se sabe si es la guerrilla o bandas enconchadas en La Guajira”, dice Mermis Fernández, director de Radio Fe y Alegría Paraguaipoa.

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Las coincidencias geográficas entre los actores armados ilegales presentes en ambos países son notorias, pudiéndose detectar una dinámica paralela, con claras intenciones de extender su injerencia territorial desde los municipios en los que se encuentran posicionados en Colombia a los municipios fronterizos a los que les resulta más fácil llegar en Venezuela. (La frontera caliente entre Colombia y Venezuela, Corporación colombiana Nuevo Arco Iris, abril 2012). A José David González, coordinador del Comité de Derechos Humanos de La Guajira, le preocupa mucho que la dinámica en la frontera entre los dos países se complique tanto que el pueblo venezolano se vea inmerso en un conflicto de las dimensiones del colombiano, “donde el territorio wayuu será el más afectado porque están entrando por aquí”.

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