Recursos humanos, Gabriela Solorio

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Arequipa, martes 21 de abril de 2020

Arte y Cultura

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Cuento: Recursos Humanos P o r : G abriela S olorio

recorrido por el edificio para que va­

ñor, Juan Rosas tenía a Fernanda La­

yan familiarizándose".

zarte sujeta del cabello, pero cuando ella se dio la vuelta, le envió tremen­

Esta mañana terminaron de sol­

Tan resignado fue el aire que pron­

dar la última reja de la última venta­

tamente lo invadió, que ni siquiera hi­

na de la oficina de Recursos Huma­

zo el intento de terminar lo que esta­

do patadón en sus tiernos cascaro­ nes, que lo dejó sentado y jadean­

nos, en la Defensoría del Pueblo. Nos

ba diciendo. Simplemente calló. Y sin

do al pobre". Lo curioso es que aquel

trasladamos a este moderno edificio el día lunes. A regañadientes, hemos

más palabras todos salimos detrás del

día, los vimos salir abrazados como

presidente de la obra, en fila india.

si nada hubiese pasado. Todos sabe­

ido trayendo una cantidad exorbitan­ te de papeles, correspondiente a los

El local fue construido en la calle La Paz donde antes hubo una mugrien­

mos que probablemente Juan Rosas se había enterado que Fernanda La­

últimos tres años de trabajo, en cajas que encontramos desperdigadas en el

ta casona que estuvo deshabitada por años. Consta de cinco pisos y un só­

zarte estaba en coqueteos con el por­

basurero del centro comercial que es­ tá aquí, en frente. El resto, decidimos

tanta violencia. Desde el primer día que los vimos robarse un beso tras la

quemarlo. A muchos no nos gusta el

tano comunicados por una escalera central. En el quinto se encuentra la oficina del Defensor del Pueblo, con

cambio, es una verdadera molestia

balcón y vista a la calle. En el terce­

que esto no iba a durar. Nada le du­

toda esta cuestión de la mudanza, el

ro, está la cafetería de la señora Vic-

ra a la doña. Ni los amantes. Sin em­

empaquetado y ni qué decir de la car-

ky. (Y pensar que la señora Vicky co­

gadera de muebles, pero es el precio

bargo, no llegamos a predecir que lo que no le duraría a Fernanda Lazar­

que debemos pagar por subirnos al

menzó algunos años vendiendo cho­ colates en la esquina). Al costado, ba­

tren del progreso.

ños con secadora de manos automá­

Ayer fue la inauguración del lo­ cal. Hicieron una amena reunión con espumante y bocaditos en el quinto

tica y dispensador de jabón.

piso. "Esto es señal de que el país

no. Pensamos que sólo bastaría arre­

avanza", balbuceó Juan Rosas, jefe de logística, entusiasmado, mientras algunos trozos de pollo salían volan­

tero, y por eso había reaccionado con

puerta de la fotocopiadora, supimos

te, sería la vida. Cada mañana vimos consumirse el cuerpo de Fernanda Lazarte, poco

A nosotras, las de Recursos Hu­

a poco, como si ese bicho (que se les

manos, nos destinaron el medio sóta­ glar algunos detalles, pero cuando lle­

mete por pecadores), fuese una san­ guijuela que, en vez de absorber san­ gre, se chupara la vida. Su piel per­

gamos, nos habían dejado cinco es­

dió la lozanía de la juventud que ni

critorios y cuatro planchas de triplay

sus caras cremas faciales fueron ca­

do hacia el piso. Prosiguió: "Queridos amigos, ahora podemos decir que

apoyadas en la pared del fondo. Feliz­ mente, con la ayuda del maestro Lu-

paces de preservar, se avejentó y su

hemos entrado en la modernidad", y con la mano derecha arrastró las mi­

chito, hemos utilizado el triplay para separar los escritorios a manera de

biales. También sus carnes cedieron

gas de las empanadas de pollo (que amablemente nos donó Ana María Cuentas) que habían quedado des­

módulos y ha quedado fantástico. El maestro Luchito ha colocado estraté­

a la gravedad y, forma de los huesos. Los últimos días (antes de que la in­

perdigadas sobre la mesa, hacia la otra mano que esperaba (impacien­ te) palma arriba. Miró hacia los cos­ tados para percatarse de que nadie

gicamente cada escritorio frente a la única ventana, de modo que senta­

rostro se llenó de profundas arrugas en el entrecejo, en sus comisuras la­

... y no me gustaría que le pase lo mismo.

ción de sus buenos tiempos. En ese

carlo) salía de viaje por negocios. Di­

ternen) la vimos venir con una pan-

momento Fernanda Lazarte era la je ­

cen que ese Adolfo tenía dinero hasta

taloneta negra que le quedaba suelta

das, una al costado de la otra, pode­

Pero tu hija no es una cualquiera.

fa de logística (que en paz descanse.

para botar. Su primogénita, Sandra,

en la zona de los muslos y su hermo­

mos observar (como en el cine) todo

Es verdad, la Camila nunca se me­ tería con su jefe, y menos con Juan

Es muy triste decirlo, pero mejor que

fue la beneficiada, y ahora es la due­ ña de esa papelería famosa que está

so cabello (¿era teñido?) de rizos do­ rados, se redujo a una masa pajosa.

lo que acontece allá afuera, en la ca­

las cosas sucedieron de esa manera).

lo notaba y se las metió de un pu­

lle. Claro que, a lo mucho, llegamos

Rosas. Así son las chicas de hoy, creen

Fernanda Lazarte vio a Juan Rosas y

en Umacollo. Creo que ella es la que

El motivo de su muerte es casi un

ñado en la boca. Dio un sorbo de es­

a ver las rodillas de los transeúntes y

que por acostarse con su jefe tendrán

quedó completamente prendada de

vende el papel al diario El Comercio.

secreto de estado. Toda la familia ha

pumante y aún masticando agregó: "Sino fíjense en lo que representa

el empleo asegurado. ¿Le decimos?

él (y eso que era casada).

La cuestión es que Fernanda La­ zarte se metió con Juan Rosas. Tuvie­

ocultado bajo siete llaves las pruebas

Fue la comidilla de todos el que

nuestro moderno edificio recubierto

hace unos momentos, un perro que se paró en la esquina a dejar sus mi­ serias; pero los zapatos, se han con­

Fernanda Lazarte dejó plantado al

ron un idilio que pareció salido de una

del laboratorio que le dieron positivo. Y por el mismo camino va Juan Rosas.

por sillar. Es una construcción inte­

vertido en el último tema de conver­

el puesto.

Cada vez más flaquito, más gris. Que

ligente, con computadoras por den­

sación entre las chicas. Bueno, los za­

tro y sillar por fuera. Una combina­ ción antes impensable. Esto es lo que

patos y la nueva practicante.

llaman desarrollo sostenible, ingre­

No lo creo. En vano nos metemos en la vida ajena. Yo tengo una hija de veinte años... Por supuesto ¡La Camilita!

sar en el mundo de la tecnología sin romper el paisaje..." y concluyó: "Se­ ñores, ahora pasaremos a hacer un

¿Le vamos a decir?

Mejor no, esto nos puede costar

muchachito gris de temo y bigotes

telenovela. Ambos se dejaban men­

Cuando ingresó Juan Rosas a tra­

(uno de los amantes) que venía a

sajes en sus oficinas, diariamente. La

no les sorprenda que no llegue a fes­

bajaren la defensoría del pueblo, aún

recogerla a su oficina los fines de se­

señora Lazarte era muy delicada para

tejar las fiestas con nosotras.

no había pasado la treintena. Era un

mana, por enredarse con Juan Ro­

escogerle regalos: unos gemelos Guc-

muchachito delgado, pero de cuerpo bien cortado y ojos almendrados. Lo

sas. La doña aprovechaba los fines de semana para llevar al amante de

ci, un perfume Armani. Pero, así como se querían, así se maltrataban. Dice el

que es hoy, porque nadie niega que tiene su pinta, es nada en compara­

turno a su casa, cuando su marido, Adolfo San Román (deberían santifi­

maestro Luchito que una vez los vio agarrándose de los cabellos. "El se­

¿Y qué hacemos con la practi­ cante? Le decimos que Juan Rosas tiene... Ni lo menciones Se lo merecerá, por pendeja.


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