San Agustín en la universidad, Wilbert Tapia Meza

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UNSA willastmki Agosto / 2017 BOLETÍN INFORMATIVO DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN AGUSTÍN DE AREQUIPA / Año 2 N° 08

Arquitectura de ¡nterfase: entre la

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ARTICULO: SAN AGUSTIN EN LA UNIVERSIDAD PROYECTAN MEJORAR EL DISEÑO ARQUITECTÓNICO DEL HOSPITAL GOYENECHE EN FAVOR DE PACIENTES

Debate: El objetivo de los Estudios Generales


San Agustín en la

Universidad Wilbert Tapia Meza / Docente de la Escuela Profesional de Filosofía

A través del neoplatonismo, San Agustín descubrió que en su mundo interior podía encontrar la luz inteligible de la verdad y lo denominó el «maestro inte­ rior» ... habría que realizar esa práctica tanto a nivel institucional como perso­ nal; no se trata solamente de formular diagnósticos regidos por las técnicas de la administración. Ellos seguramente proporcionan información valiosa para realizar ciertas acciones, pero son insuficientes para promover un escrutinio in­ terno y profundo que nos permita ver de manera honesta nuestras fragilidades y flaquezas. En Pastoral Americana del novelista norteamericano Philip Roth, uno de los personajes (Skip) se pregunta sobre el sustrato de otro personaje (el Sueco), ¿cuál era su subjetividad?, ¿qué clase de existencia mental era la suya? Y se responde que nadie pasa por la vida sin recibir las marcas de la cavilación, el pesar, la confusión y la pérdida, que en la vida del Sueco tenía que haber habido conciencia e infortunio; y que

no puede imaginarse la forma que ha­ bría adoptado la una y el otro. De la misma manera, podemos preguntar­ nos por el sustrato de San Agustín y la respuesta sería similar. Acercarse a la complejidad de San Agustín constituye un desafío difícil de abordar con solo palabras. Él mismo lo expresó: «...no soy capaz de abarcar totalmente lo que soy» (Confesiones).

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A lo largo de su vida mostró múltiples contradicciones, hijo de un pagano y de una cristiana, pasó de escéptico a creyente; tuvo una mujer y un hijo a los que aban­ donó para luego acogerlos; fue designado como la voz de un emperador, pero luego renunció; perteneció a la secta maniquea, atacó a los cristianos y posteriormente se convirtió en Obispo. Todo ello configuró a un hom­ bre con varias capas superpuestas y de difícil separa­ ción. No obstante, esa complejidad constituyó para San Agustín, al mismo tiempo, una riqueza de experiencia vital que dio lugar a un pensamiento fecundo del que se pueden extraer múltiples enseñanzas. De ellas revisare­ mos, desde una perspectiva no trascendentalista, algu­ nas que pueden servir en el proceso de transformación de la universidad. San Agustín, desde joven fue muy inquieto y llegó a ser orador, abogado, sacerdote, filósofo, historiador; es decir, se formó en diferentes disciplinas, guiado por su búsqueda de la vida contemplativa. Para llegar al co­ nocimiento verdadero, San Agustín justifica la formación del hombre en materias como la gramática (estudio de la lengua), la dialéctica (estudio de la razón), la retórica (medio para persuadir a los hombres de la verdad y el bien), la música (arte de la armonía), la aritmética, la geometría y la astronomía, para continuar con el estu­

Bautismo de San Agustín

dio de problemas filosóficos y teológicos. Actualmente, este tipo de formación puede parecer extraño frente a la predominante tendencia hacia la especialización, lo que genera la idea de que la universidad debería centrarse solamente en la formación profesional. San Agustín nos muestra que, por un lado, es importante tener claro el fin de esa formación para darle sentido a los aprendizajes procedimentales y, por otro lado, que la formación debe ser integral. A través del neoplatonismo, San Agustín descubrió que en su mundo interior podía encontrar la luz inteligible de la verdad y lo denominó el «maestro interior». Escribió en sus Confesiones: «Nadie ve ser verdadero aque­ llo que lee en el libro mismo o en el que escribe, sino más bien en sí mismo», es decir, el examen interior es el que permite encontrar la verdad. Habría que realizar esa práctica tanto a nivel institucional como personal; no se trata solamente de formular diagnósticos regidos por las técnicas de la administración. Ellos seguramen­ te proporcionan información valiosa para realizar ciertas acciones, pero son insuficientes para promover un es­ crutinio interno y profundo que nos permita ver de mane­ ra honesta nuestras fragilidades y flaquezas, así como la medida de nuestra fuerza de renovación. Esta visión, nacida de la constatación de nuestra realidad interior,

San Agustín por Peter Paul Rubens


aclararía el horizonte hacia donde deseamos enrumbar. Son muchas las ideas que San Agustín nos ha legado en el campo educativo, hasta el punto de ser conside­ rado como el «primer pedagogo moderno». Según Abbagnano, todo su pensamiento filosófico es una filosofía educativa. En su obra El Maestro (De Magistro), influida por la fi­ losofía neoplatónica, afirma que el «saber no pasa del maestro al discípulo como si éste aprendiera lo que an­ tes ignoraba; la verdad se halla presente por igual, tanto en el alma del discípulo como en la del maestro; la pa­ labra de éste no hace más que volverla explícita, hacer que resuene con mayor claridad» (Abbagnano, Historia de la Pedagogía, p. 148). Si bien esta idea presupone la existencia de un principio trascendental, lo que debe resaltarse es la importancia que le otorga al estudian­ te como sujeto activo en el proceso de enseñanza; por otro lado, se observa que la tarea del docente implica una destreza en el uso de la palabra para el logro de los aprendizajes. Destaca también que el aprendizaje debería obtenerse más por el deseo libre que por la exigencia. Cuenta San Agustín sobre sus dificultades para estudiar el griego porque lo obligaban con castigos a dominarlo; en cam­

bio, le fue fácil aprender latín porque quería comprender las ideas de los que lo hablaban. Sentenció: «Por aquí se ve claramente cuánta mayor fuerza tiene para apren­ der estas cosas una libre curiosidad que no una medro­ sa necesidad» (Confesiones). Desde esa perspectiva los docentes y estudiantes deberíamos cultivar el deseo más que la obligación de aprender. San Agustín alentó la formación de la voluntad para lo­ grar tiempos mejores. Tanto ella como la disciplina son importantes para lograr lo que parece imposible. «Ha­ cer puedo lo que quiero, si quiero hacer lo que puedo» (Epístolas). Una de sus últimas obras fue La Ciudad de Dios. En ella San Agustín formula su pensamiento político y so­ cial, es considerada como una de las primeras filosofías de la historia en la que se propone la existencia de un sentido en el desarrollo de la sociedad humana. En ese libro describe a la sociedad terrena en la que prima el egoísmo, el utilitarismo, la ambición y el orgullo; frente a la sociedad celestial en la que predomina el altruismo, el desinterés y la humildad. Frente a esas descripcio­ nes, la universidad como institución civil, sus docentes, estudiantes y administrativos, deben elegir qué tipo de valores practicar.


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