Cuentos para no morir de aburrimiento

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Cuentos Para no morir de aburrimiento… 2a edición: Agosto-Diciembre de 2012 © ITESM Campus Qro

Asesor Ing. José Manuel Velázquez Equipo Editor Editora María Fernanda Luna Guerrero Coordinador Alessa Vazquéz López Secretaria Daniela Lucero Logística Vianney Aguilar Aguilar Jefe de Redacción Ana Karla Montes de Oca Tapia Escritores Irene de la Torre Hernández Alejandro Saravia Sauleda Juan Carlos Figueroa Ruiz Alejandro de la Brena Meléndez Sandra Antara Cagigas Gabilondo Álvaro Ríos Calderón Paulina Ramírez Martín del Campo Alberto Chávez Sánchez Alessa Flores Vela Enrique Granell Peniche Ana Karla Montes de Oca Tapia

Colaboradores Brenda Gabriela Pesquera Aguiñaga José Pablo Ortíz Ramírez Abraham Pérez Moctezuma Edder Ariel Torres Chávez María José Cuevas Verdín Roberto Rosano Lara Alvaro Rios Calderón Alejandro Zavala Villalobos Sandra Ivone Rodríguez Castro Luis Enrique Juárez Gamboa Denhi Rivera Soto Marla Jannira Zuviri González Marco Alejandro Diez Barroso Zamudio Irene de la Torre Hernández Alejandro Saravia Sauleda Juan Carlos Figueroa Ruiz Alejandro de la Brena Meléndez Sandra Antara Cagigas Gabilondo Alexandra Olvera Flores Roberto Eduardo Ramírez García Berenice Salgado Rodríguez Diseño Editorial María Fernanda Luna Guerrero


PRÓLOGO

ÍNDICE

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"La catrina al muerto se va a llevar, pero en la �iesta se va a quedar" Polvo soy…………………………………………………………………………………................................6

"A mí las calaveras me pelan los dientes" El murciélago........................................................................................................................................9 ¿Y la jirafa?.............................................................................................................................................10

"El muerto y el arrimado a los tres días apestan" Jopipola.................. ……………………………………………………………………………......................13 El semáforo............................................................................................................................................24 María…………………………………………………………………………………………............................26 "Ya colgó los tenis" 5 cuentos cortos de un hombre vacío........................................................................................34 Manfred…………………………………………………………………………………….............................36 "Como dijo el payaso en su lecho de muerte... me voy, ¡no los entretengo más!”

Crimen Internacional…………………………………………………………………….........................40 Dolor………………………………………………………………………………………................................48 El viaje a la isla………..………………………………………………………………................................49 "Lo que mata no es la muerte, si no la mala suerte" Un viaje nada más..............................................................................................................................56 Tan sólo ves lo que quieres ver…………………………………………………...............................59


PRÓLOGO Estaban los alumnos en la clase de Escritura Creativa cuando a una alumna le jala las patitas una calaquita. Y muy enojada le dijo a la calaca: ¡ay! calaquita, calaquita si no me sueltas te jalo de las greñitas. La calaca le contestó: ¡ay! lupita, lupita si no te estás quietecita te saco de aquí muertita.

El mes de Noviembre se acerca corriendo, trayendo consigo la celebración del Día de Muertos, una celebración orgullosamente mexicana, llena de costumbres prehispánicas. No olviden preparase con su altar de muertos, las �lores de cempasúchil y el pan de muerto. Porque la calaca está atenta, porque en el mes de Noviembre brinca de contenta, por ver a que desventurada persona le jala las patitas. Prepárense antes de que la calaca, les haga una mala jugada. En esta antología el tema principal es el Día de Muertos, las temáticas de los cuentos giran en torno a las leyendas, los mitos, la muerte y muchas temáticas más. Encontraran gran variedad en los cuentos, y diferentes estilos de escritura. Nuestros mejores escritores fueron seleccionados cuidadosamente por La Catrina S.A de C.V, quien seguramente anda rondando por las bancas, para ver con quien se desquita. Durante esta antología el lector recorrerá una serie de cuentos que seguramente cautivaran su atención. Los editores de esta antología les desean un feliz mes de Noviembre y una gran celebración del Día de Muertos.

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"La catrina al muerto se va a llevar, pero en la fiesta se va a quedar"

Siempre andan muy contentos y en clase son muy risue単os pero la flaca se los va llevar esta noche entre sus sue単os


Polvo soy por Irene de la Torre Hernández Eva, madre de Luis, ha estado más ocupada que nunca. En algunos días recibirá a un invitado extranjero muy importante, el profesor alemán Manfred Weise. Resulta que Eva como directora del Instituto de cultura de la Universidad de Michoacán, es la encarga de dar a conocer a Manfred lo mejor de la cultura mexicana. Eva es posiblemente la mejor directora de cultura que ha tenido la Universidad. Desde que ella está a cargo se ha preocupado por tener eventos de culturas extranjeras y además de promover la cultura de México en todo el mundo. Eva conoció a Manfred el año pasado, cuando viajó a Alemania para presentar “Fiestas tradicionales mexicanas”. Manfred quedó fascinado con lo que vio. Eva se encargó de que las presentaciones estuvieran repletas de imágenes llenas del color que sólo los mexicanos impregnan a sus festividades. Manfred era un hombre que viajaba mucho para conocer otras culturas e inmediatamente se acercó a Eva para decirle que lo antes posible quería ir a México a conocer las tradiciones. Manfred le dijo a Eva que la festividad que más le interesaba era la del Día de Muertos. Eva no dudó en aceptar la invitación y es así como desde hace un año está preparando la visita. Eva tiene un cariño especial hacia esta festividad. Cuando era apenas una niña su madre murió. Desde ese día su padre se encargó de que ella y sus dos hermanas nunca olvidaran a su madre y cada 1 y 2 de noviembre dedican la �iesta de los muertos a ella. Van a misa y hacen un altar. Su padre le dijo un día – Cada elemento del altar es muy importante. – El retrato de tu madre, es para que ella sepa que la ofrenda es suya. – Los cirios o velas son para iluminar el camino. – El color de la �lor de cempasúchil representa los rayos de sol que también iluminan el camino del tú mamá. – La cruz de tierra, recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás. – Las infusiones de hierbas de olor, con su olor a través del nopal guiarán el alma de su madre a la Tierra. – La comida, que le gustaba a su madre, el muerto siempre se alegra de encontrar toda la comida y bebidas que le gustaban en vida. – El espejo le permitirá a tu madre atravesar del mundo de los muertos al mundo de los vivos. Desde que su padre les dijo eso, cada año sin falta Eva y sus hermanas se encargan de que todo esté en el altar, ella tiene la �irme creencia de que cada 2 de noviembre su madre atraviesa el espejo, sigue el camino de �lores y velas y los acompaña. Para Eva va a será un honor presentar todo lo que sabe de esta tradición a Manfred. Ha estado organizando una serie de recorridos por el estado y uno de los más interesantes es el que está planeando a Pátzcuaro. Aquí quiere que Manfred vea cómo durante el día se realiza una alegre celebración, pero durante la noche cuando las campanas empiezan a sonar la gente sale vestidas de negro, con ofrendas, dulces y panes que dejan sobre las tumbas, donde se sientan a llorar y rezar por los muertos. Eva piensa que sin duda eso le

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encantará a Manfred. El tiempo ha pasado muy aprisa, la llegada del profesor está programada para el 31 de octubre y a Eva le queda apenas un día para preparar lo que le falta, no quiere que nada salga mal. Hoy es el día en el que el profesor llega. Eva se levantó muy temprano, para ir a recoger al profesor al aeropuerto. – Ya se me hizo tarde – dijo. Se subió al auto, sintió un frío escalofriante y comenzó a manejar. Ahora está en la cama y un ruido en la calle la despierta. – ¿Qué hora es? – dice Eva. – ¿Se me olvidó ir por el profesor o me quede dormida? – ya debe ser muy tarde – pensó. – ¡No!, yo me subí al carro ya iba rumbo al aeropuerto. – ¿Oh no? Tal vez sólo soñé que me subía al carro e iba por el profesor, debe de ser la emoción que me da que Manfred venga. Eva bajó rápido por las escaleras. – ¡Ay no puede ser! – dijo Eva alterada. Acabando de ver el reloj marcando las 7:30 pm y el calendario tenía la fecha 2/11/2012. Dos de noviembre – dijo Eva. No entendía nada. En ese momento escuchó que las campanas de la iglesia llamaban a misa de difuntos, sintió un incontrolable deseo de correr a ver qué pasaba. Salió de su casa y caminó a la iglesia lo más rápido que pudo. Estaba muy desconcertada, se sentía muy cansada y tenía mucho frío. Mientras se acercaba a la iglesia notó que un nutrido grupo de personas que acompañaban el ataúd. Cuando entró el padre estaba bendiciendo el ataúd. Comenzó a caminar hacia el altar, parecía que nadie notaba su presencia, ella no le tomó importancia, era una misa de difuntos y la gente allí estaba demasiado triste como para notar quien entraba o salía. En lo que caminaba se percató de que conocía a mucha de la gente que estaba en la misa, se dio cuenta que en la banca de hasta adelante estaba su padre, sus hermanas y su hijo Luis. Su hijo estaba llorando y una de sus hermanas lo abrazaba. En la banca de atrás estaba Manfred. Sintió un enorme consuelo al ver a su familia y al profesor. Entre más se acercaba comenzó a distinguir la foto del muerto, estaba colocada en un marco al lado del ataúd. Era una mujer que le parecía muy familiar. En cuanto estuvo a punto de ver quién era la persona de la foto, sintió que alguien tocaba su hombro, volteó. Era su madre. – Mamá – dijo Eva casi llorando. Su madre la tomó de la mano. Ambas dieron la vuelta y comenzaron a caminar rumbo a un gran espejo que sustituía la puerta de la iglesia. Eva ya no pudo mirar a atrás, entre más se acercaba al espejo sentía que lentamente se convertía en polvo.

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"A mi las calaveras me pelan los dientes"

José es mi maestro y con él me gusta aprender aunque él me regaña un poco la calaca lo ha de escoger. El maestro muy asustado se sentó en una amaca cuando llega la calaca y se lo lleva de las patas


El murciélago por Sandra Antara Cagigas Gabilondo Los murciélagos que conocemos hoy en día, con alas para volar y cubiertos de un negro pelaje, son el resultado de la historia de Tom. Tom era la criatura más fea de todas. Era como una rata sin pelo que tapara su horrible piel. Y sin alas para poder llegar a la cima de los árboles. Tom sufría mucho, porque todas las demás criaturas que habitaban el bosque llamado “Corazones dormidos” se burlaban de él. Así que Tom tenía que esconderse durante el día para que nadie lo viera, y en las noches salía cuidando no ser visto por nadie. Todas las noches le pedía plumas a la Luna. Para poder tapar su fealdad y poder convivir con las demás criaturas del bosque. Y rogándole todas y cada noche a la Luna, las plumas fueron concedidas para Tom. Por �in podía salir en el día a jugar y a mostrarles a todos su nuevo pelaje. Pero el murciélago sentía que le faltaba algo. Así que salió de nuevo en la noche, por el camino de siempre hasta ver a la Luna. Se dio cuenta que era hermosa, redonda y perfecta. Se dio cuenta que estaba realmente enamorado de la Luna. Tom comenzó de nuevo a ocultarse en las mañanas, pues quería ser solidario con la Luna y solo salir en las noches. Noche con noche buscaba el árbol más alto de todo el bosque e intentaba treparlo. Pero tristemente Tom carecía de alas para volar. Tenía que escalar de rama en rama, para poder acercarse un poco a su enamorada, la Luna. Hasta que un día, la Luna decidió remunerar cada uno de los esfuerzos de Tom para llegar a ella. La Luna le regaló un maravilloso par de alas a Tom. Al no saber que eran los pequeños bultos a los costados de su torso, Tom estaba desconcertado. Esperó de nuevo a que se ocultara el sol y salió para volver a saludar a su amor. Pero esta vez toda parecía ser diferente. Cada salto que Tom daba era mucho más grande de lo que él creía, con tan solo dos saltos descubrió el uso de esos bultitos en su torso. Y así Tom todas las noches volaba a la copa del árbol más alto en todo el Bosque de “Los Corazones Dormidos”, para estar más cerca de la Luna que nunca. Desde entonces, todos los murciélagos decidieron pedir a la Luna pelaje y alas. Y salen únicamente en las noches para agradecerle a la Luna. Así fue cómo nacieron los murciélagos que conocemos hoy en día. Gracias a Tom.

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¿Y la jirafa? por Irene de la Torre Hernández Luis veía un libro infantil. Le gritó a su mamá, pero ella no lo escuchó estaba en la cocina. Luis tiene apenas 4 años, aún no sabe leer bien. Vio que su madre no venía a ayudarle a leer aquel libro, en lugar de seguir insistiendo comenzó a ver las imágenes. Miro a varios animales de las imágenes del libro. Luis comenzó a imitar el sonido de los animales que veía en el libro. Conocía el sonido que emitían varios animales. Miro a la vaca –muu muu, la abeja– bzzz bzz, el pájaro – pío pío pío pío, el puerco– huik – huik , el gallo – kikiriki kikiriki, el gato – miau miau , el grillo – cri – cri , la oveja – bee bee bee, el pato – cuac cuac cuac, el perro – guau guau , el pez – glup glup, el ratón – ii ii ii ii , la serpiente – sss ssss, el león – grs grs. Luis pasó por lo menos 1 hora viendo las imágenes e imitando los sonidos de estos. Cuando su madre lo llamo era hora de comer. – Ven a comer hijo, la comida esta lista. Mientras Luis comía, le pregunto a su madre. – ¿Cómo hace la rana? – La rana croa y hace algo así como cloa cloa. Luis continuó ¿Y cómo hace el lobo? – El lobo aúlla y hace auuu auuu. Luis preguntó muchos animales a su madre. La madre decía – relincha, canta, brama, chilla, barrita, grazna, muge, rebuzna, gluglutea, arrulla, himpla, cuchichía. Enseguida la madre trataba de imitar con su voz el sonido que hacia el animal. – Mamá ¿Y la jirafa? ¿Cómo hace la jirafa? Su madre se quedó pensando unos segundos, y en su mente se decía ¿Cómo hacen las jirafas? Luis esperaba una respuesta. La madre como no conocía la respuesta le dijo – Su�icientes animales por hoy Luis, mañana te dijo cómo hace la jirafa. Ese día en la noche la madre comenzó a investigar en internet, tecleó en Google “Sonido de la jirafa” le aparecieron 412,000 resultados. Abrió varias páginas. http://es.wikipedia.org/wiki/Giraffa_camelopardalis “El sonido que emiten gracias a sus enormes pulmones no es audible para el oído humano, ya que se comunican entre ellas y otros animales a través de infrasonidos.” http://naturacuriosa.blogspot.mx/2008/09/curiosidades–sobre – las – jirafas.html “Su forma de comunicación también es curiosa, ya que las jirafas suelen ser silenciosas, aunque sólo para el oído humano, ya que muchos de sus llamados son a través del infrasonido. Aunque se le puede escuchar con su canto (tos) de cortejo. No producen otros sonidos, ya que no poseen cuerdas vocales.” Siguió investigando, todas las páginas decían lo mismo de diferente forma. Al día siguiente Luis pregunto de nuevo a su madre – ¿Cómo hace la jirafa? Le explicó que la jirafa era un animal que no emitía ningún sonido, no al menos audible para el ser humano. Luis miró a su madre con cara triste, estaba a punto de soltar unas lágrimas. Luis no podía imaginar que aquel animal no hacia ningún ruido. Su madre no soportó ver a su pequeño niño tan triste. Luis estaba a punto de irse a su cuarto.

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– Luis – dijo la madre Luis volteo con rostro de desilusión por la respuesta de su madre. – Me equivoque hijo, la jirafa hace jif jif . – ¿Jif jif? – dijo Luis. Con una sonrisa en la cara Luis se alejó gritando muy fuerte – jif jif jif – Gracias mamá – dijo Luis.

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“El muerto y el arrimado al tercer día apestan"

La huesuda anda muy regañona con la clase más replicona y buscando con malos ojos a los que sean muy flojos


Jopipola Por Alberto Chávez Sanchez

I Los cuernos del Kazán eran una zona yerma y marchita. Emanaba gases as�ixiantes y tenía la reputación de ser una tumba para los que andaban por sus laderas. Pero eso no le importó a Amir. Él estaba desesperado y dispuesto a hacer lo que sea por ayudar a su madre y la �lor de la jopipola era su única esperanza. Esa extraña y pequeña �lor dorada �lorecía en medio de ese páramo desolado y tenía la capacidad de curar cualquier mal �ísico o espiritual. Amir era sólo un niño pero su tenacidad no tenía límites. Muchas veces estuvo a punto de rendirse pero el recuerdo de su madre lo motivó a seguir adelante. Anduvo días buscando en cada una de las cavernas de la montaña hasta que �inalmente encontró lo que buscaba y emprendió el regreso a casa. Amir esperaba ver a todos aguardando por él a su regreso pero por desgracia no fue así. Cuando Amir llegó a Karjant el camino estaba vacío. Nadie había salido a recibirlo y es que nadie en el pueblo tenía el valor su�iciente para contarle lo que había sucedido. Desde las ventanas de sus casas, todos veían el rostro desconcertado de Amir. Lo había logrado y sin embargo había sido demasiado tarde. Finalmente un par de ancianas se acercaron pero para entonces Amir ya había advertido lo que pasaba. Rompió en llanto y huyó del pueblo antes de que pudieran decirle cualquier cosa. Pasaron un par de días hasta que Amir regresó a casa. Todo estaba tan vacío para él. Tomó las pequeñas �lores marchitas y las machacó con sus manos mientras lloraba amargamente sobre la tumba de su madre. Ese día el cielo se solidarizó con su pena y la lluvia cayó a cántaros. Se sentía muy solo. Para cuando Amir despertó, el sol ya había secado su ropa y sus lágrimas. Se levantó y se sentó a un lado del montículo. Pasó toda la tarde meditabundo hasta que una balsa llamó su atención. La pequeña embarcación remontaba lentamente el arroyo impulsada por un viejo con un largo remo. La barca se detuvo a la orilla. El viejo lo miró a los ojos y dijo: –No estés triste muchacho. La vida no termina con la muerte, aún tienes una manera de salvar a tu madre. El niño se enfureció y comenzó a llorar de nuevo. –¡Mi madre se ha ido, fue demasiado tarde! –Es probable que se haya ido, pero aún puede volver. El gran árbol madre es la única que rige los destinos de los hombres y su transitar en el mundo. Ve a ella. –¿Y cómo puedo hablar con el árbol madre? ¿Dónde está? –El gran árbol madre está muy en el norte, más allá de todo viaje y más allá de todo hombre. –¿Y cómo espera que llegue tan lejos si sólo soy un niño? –Viaja tan al norte como norte haya y sigue en el cielo las estrellas de tu nombre, ellas brillarán para guiarte. Se ha hablado de ti antes de que tú nacieras, lo lograrás si no desistes. Amir se animó y se puso de pie en un salto. El anciano miró en su balsa y sacó un pan

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largo y oscuro. –Tendrás hambre y comerás de este pan, sólo un poco pues no será necesario mucho más. Irás a tu casa y tomarás tus juguetes. Márchate al norte cuanto antes, ve por el camino que nadie transita y pocos conocen. En adelante, mantén la mirada en el cielo, sigue las estrellas de Sigúr y no perderás el rumbo. Recuerda a tu madre. Amir se desconcertó pero extrañamente parecía entender lo que el viejo decía. Impulsivamente, tomó el pan, corrió a casa y tomó del baúl sus dos juguetes más preciados, desató a su burra y regresó al montículo junto al arroyo. Cuando volvió el hombre se había ido. Amir inició el viaje. Recordó entonces que había un viejo camino prohibido. Se decía que llevaba al Reino de Partia, un país maldito al que nadie se atrevía a entrar desde hacía mucho tiempo. Sin embargo Amir no dudo y marchó por el viejo camino sin dudar. Transcurrió el tiempo y gracias al pan que le habían dado pudo evitar el hambre y mantener la energía. El camino era inhóspito y las calzadas se desmoronaban tras sus pasos. Surcó dunas enormes y cruzó algunos oasis. Atravesó viejas ciudades con murallas resquebrajadas y castillos arruinados. El clima era siempre árido y sólo los cuervos y las viejas estatuas vigilaban su andar a los lados del camino. Finalmente Amir llegó las costas de los Mares Interregnos. El azul in�inito lo alegró en un primer instante. Bajó de su extenuada burra y corrió a la orilla para regodearse de la arena y el mar pero muy pronto se dio cuenta de que aquella inmensidad de cuerpo azul sería un obstáculo infranqueable. Cayó sobre sus rodillas abrumado y sintió desesperado. Amir se tiró bocarriba en la arena hasta que el cansancio �inalmente lo venció y cayó en un profundo sueño. Mientras dormía, poco a poco su mente se alejó de su cuerpo y empezó a tener extrañas visiones. Grandes sombras lo perseguían arrojándolo a abismos sin �in. Escuchó tambores y trompetas retumbar. Un clamor de batalla se alternaba entre imágenes de soldados muriendo y ciudades destruidas. Un gran árbol ardió y con él su casa y la tumba de su madre. Amir despertó aterrado pero decidió apartar las imágenes de su mente. Levantó la mirada al cielo y recordó sus viejos juguetes. Tomó la bolsa y sacó su pequeño barco. Se acercó a la orilla del mar y cerró los ojos. De pronto el mar rugió y se levantó una enorme ola que lo derribó con fuerza. Amir salió a �lote y vio ante sus ojos una pequeña pero sólida embarcación, nadó hacia ella y se hizo a la mar. Al principio todo marchó bien pero conforme siguió su camino su suerte cambió. Las tranquilas aguas de los Mares Interregnos se abrieron a la boca voraz del mar de Ayatón. Amir luchaba día y noche para mantenerse a �lote en ese mar inclemente y lo peor estaba por venir. Una noche el cielo se cerró sobre sus ojos y aún las estrellas más brillantes se ocultaron entre la oscuridad de las nubes. Las sombras rugieron y relámpagos iluminaron espectralmente las olas enormes. Una terrible tormenta dejó caer toda su furia sobre la pequeña embarcación obligando a Amir a abandonarla antes de que fuera devorada por el mar. II Amir estaba tendido en la arena cuando sintió la calidez de un aliento resoplando sobre su cara. Abrió los ojos y frente a él vio un enorme toro que lo hizo desmayarse de la impresión. Para cuando Amir recobró el conocimiento se dio cuenta que había sido

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llevado a otra parte, a una especie de galería antigua. Viejas estatuas lo miraban con autoridad desde un altar a sus espaldas y un enorme arco abría la galería al exterior justo frente a él. Amir traspuso el umbral y quedó atónito ante lo que sus ojos contemplaron. Amir vio un río ancho y caudaloso que se precipitaba hacia el mar en un gran estuario. A ambas orillas había edi�icios, casas y palacios enormes, pero todos en ruinas. Las pilas y zapatas destruidas sobre el río hacían suponer que largos puentes habían conectado las orillas en otros tiempos. Amir miró a su alrededor. Estaba en lo alto de lo que parecía ser una fortaleza construida en el peñón de una isla, frente a la desembocadura del río. El piso crujió a sus espaldas y apareció tras él el enorme toro que lo recogió en la playa. Amir retrocedió con precaución y se sorprendió al ver que el animal empezó a hablarle: –Tranquilo muchacho, no me temas. Estoy aquí para ayudarte a cumplir tu destino. Sin pensarlo realmente, Amir se acercó sin titubear, posó su mano sobre la testa del toro y le contestó: –Gracias por ayudarme. Sin embargo, Amir recobró la cordura y se apartó de nuevo. –¿Cómo es que puedo entenderte? ¿Eres un animal? –Hablo tu lengua y todas las lenguas. No soy un animal ordinario si así quieres entenderlo. El toro se dio la vuelta y entró de nuevo en la galería. Amir lo siguió y juntos empezaron a bajar por corredores, escalinatas y patios. Todo estaba destruido y húmedo. –¿Dónde estamos? ¿Qué es este lugar? –Esta fortaleza la llamaron Vadém, en la antigua ciudad de Nordúm. Pero de lo que fue ya queda muy poco. –Es enorme, nunca había visto algo parecido. –Esta ciudad fue la más grande y poderosa de los hombres hace cientos de años. Mucho antes de que tu país existiera siquiera. Después de avanzar por un largo camino llegaron a la planta más baja, cruzaron una �ila de arena y escombros sobre el río y se detuvieron a descansar en la playa. Amir estaba tenía mucha curiosidad sobre la ciudad y le dijo: –Háblame más sobre esta gente. El toro lo miró y hablo lentamente: –Hace miles de años que se fundó esta ciudad. Sus habitantes fueron hombres sabios y poderosos. Fueron diestros en la guerra, las ciencias y las artes e hicieron de su ciudad una plaza inexpugnable durante mucho tiempo. –¿Y qué les paso? ¿Por qué todo está destruido? –Una guerra acabó con su mundo. Hombres maliciosos en el oeste, seducidos por el poder, usaron una fuerza más grande que su entendimiento y dominio y desataron sobre la tierra males terribles que acabaron consumiendo el mundo entero. La codicia fue la causa de su �inal. Amir hizo un silencio abrupto y recordó las imágenes sobre su país. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. El niño montó al toro y ambos se pusieron en camino. Platicaron largas horas sobre

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aquel país, siguieron el curso del río y vieron otras ruinas y otros paisajes. Amir nunca había visto un lugar como ese en el árido país en el que había nacido. Aquí los bosques se extendían leguas y leguas sobre las planicies y los ríos saltaban caudalosos entre piedras y lechos profundos. Luego de varios días de viaje, ambos se detuvieron frente a un bosque gigantesco. El toro le habló: –Hasta aquí llega mi camino contigo. Amir replicó pero cuando reparó hacia el animal este había desaparecido. III Amir entró al bosque titubeante. Las copas de los árboles, muchos metros arriba, formaban una bóveda sobre el suelo que impedía el paso de la luz transformándola en un velo mortecino de verdes y pardos. Amir sintió estremecerse su corazón. Ruidos extraños salían de entre los árboles y se sentía constantemente observado. Amir comenzó a sentir angustia y la noche penetró en el bosque haciéndolo aún más tenebroso. Deseaba encontrar un buen árbol para descansar antes de que la oscuridad lo cubriera por completo. Finalmente encontró un árbol en medio de un pequeño claro y se dispuso a subir a una de sus ramas. Amir apoyó el pie en un recoveco y se impulsó con una mano pero la rama se movió antes de que pudiera tomarla y el recoveco se transformó en un agujero que lo sujeto del pie. Amir cayó y quedó colgando de cabeza. Amir trató de levantarse pero en el momento en que trató de alcanzar su pie una �lecha se clavó justo a un lado de su mejilla cortándole. De las sombras salieron unos monstruos que hablaban en un lenguaje seseante y hostil. Rodearon el árbol sobre el que colgaba Amir, prepararon lanzas y cargaron arcos. Combatían unos con otros disputándose la presa cuando una luz cegadora resplandeció desde los adentros del bosque. Las criaturas se dispersaron aterrorizadas entre gruñidos y gritos. Amir cayó del árbol y ante sus ojos se irguió un caballo blanco entre un haz de luz. El caballo levantó con su hocico al pequeño Amir y le dijo: –Este bosque no es seguro, será mejor que tengas más cuidado. Amir se sorprendió de nuevo pero esta vez no temió y subió al lomo del corcel para alejarse de ahí en un rápido galope. Al día siguiente, ambos se alimentaron del bosque y charlaron. –¿Quiénes eran esas bestias? –Fueron centauros, criaturas sabias en el pasado, hoy ya no son más que monstruos salvajes –Pero los centauros desaparecieron hace muchos años… –Así fue, se corrompieron y se convirtieron en lo que viste ayer. En el pasado este bosque era mucho menos temible. Desde hace miles de años los centauros habitaron estas tierras protegiéndolas con poderosos encantamientos. Pero cuando la gran guerra llegó y supieron que se enfrentaban a un poder mucho mayor que el suyo, cerraron sus fronteras y abandonaron a los hombres a su suerte. A pesar de que resistieron muchos años, �inalmente la guerra los alcanzó y desesperados decidieron combatir el mal con un poder igual de maligno y poderoso que convirtió al bosque en un lugar terrible y a ellos en monstruos resentidos y agresivos que perdieron cualquier rasgo de civilidad Eso que tú viste

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era lo que quedaba de su pueblo, consumido por su egoísmo y mezquindad. Amir entendió que aquello era un relato triste para su compañero y decidió no hablar más del tema y ponerse en camino. Siguieron su viaje y anduvieron muchas y muchas leguas hacia el norte acercándose a las estribaciones de unas altas y nevadas montañas. Cuando llegaron �inalmente a un muro de roca vieron a un águila enorme posada que los miraba desde las alturas. El caballo se detuvo y dijo: –Fue un placer acompañarte pequeño viajero, haz de seguir desde aquí de otra manera. Amir bajó del caballo y despidiéndose de él tomo su crin cariñosamente. El caballo galopó y se desvaneció en el bosque. IV Amir miró al águila y le preguntó: –¿Tú me llevarás ahora? –Así es, y más vale que nos apresuremos, nos aguarda un largo camino. El águila voló y se posó a ras del suelo extendiendo sus enormes alas que median varios metros de largo. El niño subió a su lomo y alzaron vuelo. Aquellas montañas se erguían prácticamente en �ila cortando los valles que discurrían a sus lados. Volaron durante todo el día. Amir estaba muy entusiasmado, volaba entre las nubes y tocaba las cumbres de las montañas con sus manos, la luz del atardecer dibujaba las siluetas de las montañas vestidas enteramente de blanco. Cruzaron la más alta de ellas y justo bajo sus pies observaron lo que parecía ser una ciudad humeante, con una muralla que iba de montaña a montaña en el paso que formaba la distancia entre ambas. Grandes torres y castillos se podían percibir aun cuando estaban destruidos y emanaban humo negro desde sus interiores. Amir guardó silencio. Siguieron volando y aún miraba Amir la ciudad en el valle cuando una ciudad aún más impresionante apareció frente a sus ojos. Sobre la cara de una montaña se erigían talladas toda sobre las rocas, sin escaleras o caminos, grandes palacios, torres, galerías y fortalezas. Era una visión majestuosa. Sin embargo, cuando se acercaron a la ciudad, el escenario se volvió desolador. La ciudad estaba completamente cubierta por lodo. Más fue su horror al ver los rostros y �iguras de cientos de guerreros alados petri�icados con sus armas en las manos aún erguidos en los pórticos de aquellos edi�icios. Hombres, mujeres y niños alcanzados por la muerte en una lúgubre pose de desesperación y terror. El águila planeó en círculos y habló: –Está ciudad había sido el orgullo de los alados, la jamás conquistada ciudad de Alarcana. Al igual que los hombres y los centauros tuvieron su �in en la última gran guerra. Criaturas terribles y cientos de tropas marcharon hasta aquí para acabar con uno de los últimos reductos de la resistencia en el este. Este es el único paso transitable entre las montañas de Karcúm y era defendida en el valle por los aguerridos norteños y en la montaña por los alados. El águila hizo silencio y prosiguió. –Una gran batalla se luchó. Los hombres pelearon hasta el �inal pero su gran muralla cedió. Los enemigos penetraron sus fortalezas saqueando y quemando casa por casa. Desde

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entonces la ciudad sigue en llamas como recuerdo de la derrota y por efecto del mal que aún obra aquí. Pero los alados no fueron derrotados y decidieron quedarse para pelear de nuevo… fatal error. Un gran ejército se reunió pero su poder los cegaba de arrogancia. Habían amado demasiado la tierra y se vanagloriaban de su fuerza. –El enemigo lo sabía y está vez se encargó de enviar un poder que ni siquiera los alados pudieron resistir. La montaña de Kamír, frente a la ciudad, estalló y desde una grieta en su cima vertió torrentes de fuego y lodo sobre la ciudad. Ahí fueron sepultados todos aquellos hombres y mujeres con sus brillantes armaduras sin siquiera presentar combate. El silencio fue sepulcral y ambos se retiraron del lugar a toda velocidad. El viaje siguió hacia el norte y Amir no pudo borrar la profunda tristeza del recuerdo de aquellos guerreros. Conforme avanzaban, el clima se volvía más frío y el paisaje se había vuelto sólo montañoso. Muchos días siguieron y las montañas dieron lugar de nuevo a un mar, las estrellas se re�lejaban por las noches en sus calmas aguas como en un espejo, y no se podía ver en donde empezaba el agua y en donde empezaba el cielo. Amir habló después de muchos días de silencio y preguntó: –¿Por qué me ayudan y cómo es que saben lo que busco? –Es tu destino y tú eres parte de lo que somos. –Pero yo no sé quiénes son ustedes. –Nosotros fuimos antes del mundo y somos parte de él. Ambos compañeros siguieron conversando pero Amir no pudo entender a lo que el águila se refería. Ambos siguieron volaron hasta que una noche divisaron un enorme muro de hielo, una meseta que emergía de las aguas y se extendía más allá de la vista. El águila descendió hasta el borde, miró a Amir y le dijo: –Estas son tierras más allá de mí poder, desde aquí será tu viaje. Sigue sin vacilar y llegarás a tu destino. Amir se despidió del águila que lo cubrió con sus alas para �inalmente elevarse en un vuelo vertical hacia una de las estrellas de Sigúr despareciendo entre un gran resplandor. V En aquel extremo del mundo los cielos eran extraños y el tiempo parecía transcurrir de otra manera. Ráfagas y luces de colores en el cielo dibujaban un paisaje esplendoroso que mitigaba su cansancio y le daba fuerza para seguir. Después de muchas horas de viaje Amir divisó el �in de aquella extensa planicie que terminaba abruptamente en un profundo barranco. Debajo había un valle muy grande en cuyo centro, se miraba a lo lejos, el gran árbol madre. Las ramas del árbol se extendían formando una copa que cubría todo. Una débil luminiscencia parecía recorrer el árbol �luyendo dentro de él. Amir descendió por un estrecho des�iladero que serpenteaba sobre la cara del muro hasta su base. Una vez en la planicie del valle, una tibia agua brillante cubrió sus piernas hasta las pantorrillas. Amir sintió como una fuerza cálida le infundió vigor a su cuerpo cansado y maltrecho. El árbol se erguía sobre un pantano de aguas claras. En la super�icie del agua muchas hojas �lotaban. Unas brillaban mientras otras se apagaban y se hundían para desaparecer entre el agua. El árbol era tan grande que le demoró a Amir un largo tiempo llegar hasta el tronco del árbol. Cuando �inalmente llegó se arrodilló a su lado y comenzó a hablarle supli-

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cante: –Gran árbol, he venido de muy lejos para pedirte que me devuelvas a mamá. Amir dejó caer una lágrima y de la corteza se abrieron un par de ojos y una boca. Su rostro era el de una vieja anciana y Amir no pudo evitar estremecerse ante aquella imagen. El árbol habló con un tono gutural que estremeció la tierra e hizo caer a Amir de espaldas. –No temas niño, te conozco desde que eres y sé también quien serás. Has venido de lejos y andado mucho del camino que debes de seguir, pero tu viaje no terminará aquí. Si tu deseo es que tu madre vuelva a ser una hoja de mí no puedo hacerlo, no puedo regresarle su vida mortal. Amir escuchó y su mente se puso en blanco unos segundos y sus ojos se encendieron de coraje. –Entiendo que hayas venido de lejos. Pero debes comprender que la vida es un misterio para los hombres, el dolor que les causa aquello que ustedes llaman muerte no les permite entender la naturaleza de la vida. Cada rama que vez aquí, es una por cada pueblo en el mundo, y cada hoja, es una por cada vida en el mundo. Aquí loa virtuosos ven sus hojas brillar y �lorecen, mientras los pecadores se marchitan y ennegrecen. Todos irremediablemente caen de mí y se vuelven ánimas solamente. Aquellos que se resisten a dejar su cuerpo viven en tránsito como fantasmas y �lotan en estas aguas hasta que �inalmente liberan su alma y buscan su destino en los mares del Sur. –No lo entiendo, ¿Por qué no puedes revivir a mamá? –Porque sobre mí cuelgan las vidas mortales de los hombres, tu madre ya ha dejado su cuerpo del todo y ahora su alma está en las manos del padre. Él podrá hablarte de su paso en el mundo. –¿Quién es el padre? –El gran árbol padre vive en el in�inito sur del mundo. –Iré de vuelta al sur si es necesario. –Hay en ti un empeño muy grande, pero deberás entender la naturaleza de las cosas si deseas ver completado tu destino. El gran árbol madre lo miró con in�inita compasión y sopló. De pronto un animal empezó a crecer dentro de su bolsa y recordó que aún llevaba consigo su otro juguete, una pequeña ave tallada en madera. El aliento del árbol madre había transformado la pequeña ave de madera en un gigantesco animal de cuatro alas. Amir se sorprendió y quiso subir de inmediato al animal. Pero el árbol lo detuvo. –Oh joven Amir, eres impaciente. Deberás esperar antes y entender una cosa más. Primero quiero que observes las hojas de mi follaje. Amir obedeció y miró con cuidado. La mayor parte de ellas estaban ennegrecidas. Otras ramas habían quedado completamente sin hojas y muy pocas eran verdes. –¿Qué signi�ica esto? –Signi�ica que el mundo está muriendo. Las ramas que han desaparecido fueron de otros pueblos que como el tuyo, están por perecer. Debes entender tu papel en el mundo antes de que tu vida se acabe pequeño Amir o el mundo se acabará contigo. Amir escuchó con atención pero siguió sin entender. Seguía pensando en su madre y sentía que debía apresurarse o de nuevo sería demasiado tarde.

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–Antes de irte bebé de estas aguas y no volverás a tener el hambre, sed o cansancio. Lo necesitarás. VI El ave que le había obsequiado el árbol madre era de una bestia magní�ica. Era capaz de recorrer distancias inmensas a gran velocidad sin descansar. Durante todo el viaje Amir pensaba más y más en su madre. Se sentía frustrado. Sentía que le había fallado. Estaba molesto con el destino. No podía entender como había sido capaz de sobreponerse a tantas di�icultades y obstáculos sólo para quedarse con las manos vacías. En un par de días o quizás semanas cruzaron todo el largo del mundo. Sobrevolaron su país y llegaron a un extraño mar hirviente. Las aguas se evaporaban entre borbotones y no había en ellas un solo animal vivo. El mar era muy extenso y tuvieron que volar una larga jornada hasta ver costa de nuevo. La playa era extensa y amplia y sobre ella se levantaba abruptamente una cordillera de rocas prácticamente verticales. Estaban justo por llegar a la arena cuando Amir se percató que el ave se encogía y se volvía de madera. El ave empezó a desplomarse hasta que �inalmente se estrelló a unos metros de la costa convertida de nuevo en juguete. Amir se salvó por poco de caer en el agua de esos mares calientes y pronto se puso de nuevo de pie. Amir anduvo unos metros y encontró a muchos hombres y mujeres, algunos vagaban errantes y otros se formaban en largas �ilas. Los extraviados tenían una cara apaciguamiento y una atmósfera gris y de muerte. Amir se acercó a uno de los caminantes pero no le contestó. Imaginó que aquellas personas eran almas y que alguna podía ser también su madre. Empezó a gritar y a correr entre los espíritus buscando su cara. Gritaba en voz alta el nombre de su madre cuando un hombre encapuchado lo interrumpió: –No te desgastes niño, no te contestarán, son los pusilánimes y los ambiguos, se quedan vagando en las costas por siempre sin poder entrar al Jezorán. –¿Quién eres tú y que es Jezorán? ¡explícate! –Tranquilo niño. Éste el país de los muertos, donde llegan las almas de los que cayeron del árbol y abandonando su cuerpo. Aquí las almas esperan cruzar las montañas para vagar en los mares de arena en busca del oasis de Jezwa. En cuanto a mi… he estado aquí por tanto tiempo que he olvidado mi nombre. He aprendido mucho, recorrido y andado el Jezorán cien veces, pero por alguna razón me extravío y siempre regreso a las puertas para empezar de nuevo. –¿Y qué es Jezwa? –Se dice que es el paraíso. Ahí está un gran árbol. Su agua sana las almas y las ánimas se quedan a descansar bajo su sombra. Cuando las almas �inalmente cumplen su descanso, caen de sus ramas como hojas y se integran al mundo como espíritus y pasan a vivir en todas las cosas dándole vida al mundo. Si posteriormente cumplen su ciclo en la Tierra es que pueden volver a ser hojas en el árbol madre. –Debe ser el árbol padre del que me hablaron antes. Quizás mamá esté aquí, debo llegar hasta él. –Será di�ícil que la encuentres, aquí somos millones y pasamos una entera buscándola. –Llévame a Jezwa, tengo que hablar con el árbol padre, ayúdame por favor. –Te llevaría si pudiera. Si fuera así yo mismo estaría ya ahí.

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–¿Y por qué no lo intentamos?... debe haber una manera. –Lo intentaremos si así lo quieres, pero no debes ilusionarte demasiado. Nadie lo logra en su primer viaje. Ambos compañeros cruzaron las montañas hacia Jezorán y se internaron en él Era un auténtico mar donde la arena era como agua. Sin embargo su extraño compañero le explicó que cada uno podía ver distinto aquel país. Que aquellos que habían sido justos y buenos en vida tenían un camino tranquilo mientras que las malas personas eran arrastradas eternamente por olas de arena. Amir no tenía miedo y estaba por empezar a andar en la arena cuando su compañero lo detuvo del y lo interrumpió: –No cruzaremos sin un barco –¿Qué? ¿Hay barcos aquí? Mientras hablaban una embarcación enorme salió de entre la arena tripulada por un grupo de hombres a quienes se dirigió el guía: –¿Qué tal el último viaje capitán? –Igual que los últimos ochocientos. ¿Lo intentaremos de nuevo? –Así será, pero ahora tendremos un nuevo tripulante, nos traerá suerte. Amir subió al barco con la ayuda de una escalera que le arrojaron. Se presentó con la tripulación y platicó con ellos mientras alistaban las velas. Todos eran fuertes hombres pero parecían cansados. Como si no hubiesen dormido un largo tiempo. Amir estuvo con el extraño guía la mayor parte del tiempo en la embarcación y aprendió mucho de él. Supo sobre el destino de las almas que llegaban ahí. Cada ánima adquiría un cuerpo irreal pero que recibía la condición en la que se encontraba a raíz de sus pecados y virtudes. Si había vivido justamente, su cuerpo en Jezorán sería jovial y fuerte para ayudarle a lidiar con las di�icultades que ahí encontraría. Para los criminales y pecadores su cuerpo era anciano y débil haciéndoles su viaje un verdadero in�ierno. Con forme pasó el tiempo supo por los hombres más sobre aquel lugar. Nunca anochecía y un sol pálido y frío destellaba sobre la arena blanca. No comían, ni bebían ni dormían y vivían sólo para tratar de encontrar el paraíso. El mar ocultaba monstruos terribles y se decía que si se era atrapado por uno de ellos se aparecía extraviado en un rincón olvidado de aquel país. A pesar de las interesantes pláticas Amir empezaba a sentir que se quedaría ahí varado para siempre. Ahí no había estrellas que le ayudaran, ni animales parlantes, ni alguno de sus juguetes mágicos. De pronto y mientras pensaba, un golpe sacudió la nave fuertemente. Un animal enorme con grandes tentáculos había sujetado la nave y se disponía a engullirla pese a la lucha de todos en el barco por alejarse de sus fauces. Pero Amir no estaba dispuesto a fracasar y se lanzó desde el barco sobre la cabeza de la bestia para intentar herirla. Todos en el barco se sorprendieron y le advirtieron que regresara a la nave. Amir no escuchó y lanzó un par de estocadas. Pero no fue su�iciente y �inalmente fue tragado por el monstruo ante la mirada del resto de los tripulantes que imaginaban a Amir extraviado para siempre en un oscuro rincón del Jezorán.

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VII Amir abrió los ojos y despertó en un prado bajo un árbol. Muchas personas estaban riendo. El lugar era muy parecido al valle donde moraba el gran árbol madre por lo que Amir supo de inmediato que lo había logrado. No había rastro de sus compañeros de viaje ni un solo grano de arena del desierto. Todo ahí era calmo con un cielo limpio y azul sobre su cabeza. Amir anduvo entre toda esa gente cruzando colinas y ríos de belleza indescriptible. Alados, centauros y hombres estaban por doquier disfrutando de aquel lugar de ensueño. Por momentos deseaba quedarse ahí junto a ellos para descansar pero de inmediato recordaba a su madre y su convicción se in�lamaba de nuevo y seguía. Finalmente llegó al pantano sobre el que crecía el gran árbol padre. Amir entró a sus aguas y sintió como su mente se aclaró y toda preocupación se desvaneció. Se sintió completamente feliz. Amir siguió adelante y anduvo sobre las raíces del árbol hasta llegar al tronco donde habló al gran árbol padre suplicando. –Oh gran árbol padre, he venido desde el otro extremo del mundo únicamente para verte y pedirte que me digas si hay manera de que me reúna con mi madre. La quiero más que a nada en el mundo y no tengo nada más que ella. El gran árbol padre despertó y abrió sus grandes ojos y boca. –Joven, debo decirte que por tu empeño y empresa has sido el primero entre los de tu especie. Sin embargo no puedo ayudarte, tu madre ya estuvo aquí, reverdeció en mis ramas y regresó al mundo cuando descansó de su pesar. Su tránsito fue corto pero su trascendencia será larga. Tú mismo eres prueba de ello y para cumplir tu destino no podrás pertenecer aquí, regresarás a tu tierra y ahí realizarás tu destino o nosotros mismos �loreceremos por última vez. Amir no entendía nada. Ahora una locura le bloqueaba el entendimiento. –No lo entiendes, debes ayudarme. ¡Te lo suplico! Amir lloró amargamente y en un arranque de locura e ira arremetió contra el árbol padre pero a unos pasos antes de llegar se hundió entre las aguas del pantano y desapareció por completo. VII Amir se ahogaba cuando abrió los ojos de nuevo. Cuerpos �lotantes le impedían salir de las aguas enrojecidas de sangres. Amir emergió después de muchas di�icultades y pudo ver a su alrededor. Era una escena terrible. Era su pueblo y la imagen de su sueño. Los soldados caían por millares en una carnicería inhumana. El odio dibujaba en los hombres rasgos bestiales. Amir trató de escapar pero una �lecha lo hirió en la pantorrilla. Se arrastró algunos metros y pudo ponerse a cubierto tras una roca. Amir estaba devastado, su corazón latía y un vértigo le nublaba la vista. No entendía nada y sentía que todo era un sueño que no podía estar pasando. Todo un viaje de ida y vuelta y ahora todo terminaba sin sentido alguno. Mal herido, salió de su guarida y corrió hacia un soldado herido. –¿Qué pasó aquí?

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–¿Dónde has estado los últimos años niño? ¡Estamos en guerra desde hace años! –¿Qué? ¿Cómo es posible? y el rey y el consejo de tribus y… –El reino ya no existe, la guerra civil acabó con todas las tribus, ya no queda nada. –Amir entendió entonces y recordó lo que el toro, el caballo y el águila le habían contado. La historia de sus antepasados se había repetido de nuevo pero esta vez no tendría remedio. Ya no quedaba nada más que hacer. Sin embargo Amir no podía aceptar esa verdad. Se levantó con di�icultad y con un pedazo de tela detuvo el sangrado del soldado, deseaba ayudar a cualquier costo. Lloraba desconsoladamente y recordaba todo lo que había visto. Debía evitar que su pueblo viviera la misma desgracia que sus antepasados. Se movía sigilosamente pero no pudo evitar ser detectado. Un grupo de arqueros a caballo lo cercó y le disparó en la espalda VIII

Mientras su mente se desvanecía, Amir pudo ver las estrellas de Sigúr en el cielo. Recordaba claramente la voz de su madre y decidió que si iba a morir por lo menos moriría a su lado. En un esfuerzo sobrehumano Amir se arrastró y se puso de pie, anduvo varios metros ignorando todo a su alrededor. Sus piernas se movían en trance. La mente de Amir se borró por completo y sólo era capaz de ver montículo de su madre. Estaba agonizando y una vez que alcanzó su objetivo cerró los ojos e inhaló su última bocanada de aire. Amir esperaba perder el conocimiento y morir tranquilamente, pero no fue así. Sus heridas empezaron a curarse mágicamente y el sangrado se detuvo. Por un momento olvidó sus penas y sintió como si recobrara la fuerza en cada músculo de su cuerpo. Amir pudo ver a su madre junto a él sonriendo. Abrió los ojos y se levantó. A su alrededor �lorecían cientos de pequeñas �lores, las mismas �lores doradas de la jopipola que le había llevado a su madre para sanarla. El aire estaba impregnado del dulce aroma de las �lores y no hubo fuego que pudiera alcanzarlas. Amir lloró de alegría y entendió entonces que su madre estaba justo en ese momento a su lado. Que había pasado su esencia a través de la muerte misma para vivir en una nueva esperanza para los hombres. En efecto Amir había salvado a su madre de morir para siempre. Su viaje le había dejado un aprendizaje y había revelado el propósito de su madre en el mundo, completando así su ciclo y dando pie a la apertura de uno nuevo, el suyo. Pasaron muchos años y Amir y unos pocos sobrevivientes fundaron la tercera era del hombre recordando todo lo que en el viaje había aprendido. Una nueva era dorada �loreció en los árboles de la vida y los hombres extendieron su linaje muchos años más.

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El semáforo por Alejandro de la Brena Meléndez En el semáforo, que controla uno de los cruces más tra�icados de la ciudad, se puede apreciar como es la vida cotidiana en este lugar. En ese escenario que está compuesto por los objetos dentro de mi ángulo de visión, están presentes distintas clases sociales, niños, adultos, jóvenes, y ancianos. Hay parejas, solteros, casados, estudiantes, profesionistas, madres, padres, y familias enteras. Algunos dentro de sus automóviles, otros caminando por las calles y una decena vendiendo todo tipo de objetos a quienes el semáforo ha decidido atrapar para poder liberar a otros. Un joven cómo de veinte años está practicando malabares con unos pinos de boliche. Se le ve muy concentrado y con el sueño de pasar de ser el espectáculo callejero de tradición a un espectáculo en Las Vegas sin precedentes. Se antoja di�ícil que pueda cumplir ese sueño, más por la botella de aguardiente que asoma por su mochila que por el hecho de que es un invento mío (me gustaría leer pensamientos pero solo soy un observador). Cada cuarenta segundos hay un cambio de escena, la mayoría de los actores se retiran del escenario pero entran nuevos a realizar nuevos actos y re�lejar distintas historias. Por ejemplo, dentro de un Volkswagen rojo está una pareja joven discutiendo arduamente y esa discusión no les permite apreciar el espectáculo de malabares que desempeña el otro joven de 20 años. Quien sí lo está viendo es la señora de la van azul marino. Por el gesto de su cara y la frecuencia con la que voltea a ver su reloj, puedo intuir que aunque lo ve, la prisa no le deja apreciar el espectáculo, y que está más preocupada por recoger a sus hijos de la escuela. De pronto fui sorprendido por el rechinar de unas llantas. Cuando volteé solo pude apreciar a una señorita en traje de o�icina gritándole “idiota” a un adulto que intentaba dar la vuelta continua. Los vendedores ni se inmutaron por el rechinar de las llantas. Dicen que al estar mucho tiempo en un lugar te acostumbras a sus sonidos y dejas de percibirlos de manera consciente. Por lo que creo que ese rechinar de llantas puede escucharse con mucha frecuencia. Hubo un cambio de escena y esta vez el acto fue más alegre. El semáforo atrapó a un coche negro con cinco chavos a bordo escuchando música electrónica a todo volumen y riéndose de cualquier cosa que uno de sus compinches dijeran. Estaban tan metidos en su propio ambiente que no se dieron cuenta de que el malabarista dejó caer uno de los pinos. Y cuando el malabarista se acercó con el piloto del coche recibió una moneda. La señora que vende mangas para cubrirse del sol también se tuvo buena jornada logró vender dos de ellas a distintos automóviles. Decidí mirar hacia mi derecha y lo que observé fue algo que me desconcertó. A una cuadra viene caminando un tipo como de mi edad, tiene más o menos la misma estatura que yo y un corte de pelo parecido al mío. Siento que se parece demasiado a mi pero no puedo observar su cara con claridad. Mientras se acerca a mí la luz del semáforo se cambia a rojo para quienes transitan de este lado de la calle, pero esta vez nada me llama más la atención que el tipo que parece ha robado mi cuerpo.

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Me quedo paralizado al ver mi re�lejo en un espejo pero este tipo ni se digna a voltear a verme. Sigue con su camino y lo único que puedo ver ahora es su espalda dirigiéndose al cruce controlado por el semáforo. Las manos se me engarrotan al ver que su playera indica que pertenece a la misma universidad que yo. Fue inevitable llamarlo por mi nombre, y cuando lo hice el volteo inmediatamente, pero mi mirada se concentró en la camioneta repartidora que venía a dar la vuelta continua. El repartidor estaba distraído y el tipo, o yo, también. Luego el rechinar de las llantas. Esta vez todos los vendedores y el malabarista voltearon a ver la trágica escena.

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María por Álvaro Ríos Calderón ¡Y vivieron felices por siempre! Éstas fueron las palabras de mi último cuento antes de que comenzara la tortura. Pero la historia no comienza aquí. Era un nuevo día, un 14 de febrero de 1993. Todo pintaba de maravilla, con un sol resplandeciente que iluminaba la inmensidad y los animales de la creación que amenizaban el ambiente, un día más perfecto no podían tener. Era el mejor día para que un simple escritor pudiera inspirarse; pero no. Este es el gran momento. Mi nombre es Antonio, un escritor que vivía en la gran ciudad Nueva York y como pueden darse cuenta por el énfasis de mis palabras, me encontraba muy entusiasmado. Después de dos años de haber tenido contacto con una simpática mujer llamada María, quien sabía todo de mí justo antes de comenzar una relación a distancia. Pero era de esperarse cuando eres un escritor reconocido. Comencé el día muy contento por lo que podría pasar, me duché, tomé mis mejores ropas, un calzado �ino, un poco de perfume y un abrigo. Así salí de casa con rumbo a la Shimano, un lugar a las afueras de la ciudad retirado de la civilización pero muy tranquilo para llevar una buena vida, ahí me encontraría con la dichosa mujer de mentón a�ilado, mejillas rojas como cereza, piel clara, cara pequeño, pelo castaño Y ondulado, delgada, una mujer bonita y de buenos modales. Subí al carro, el camino sería un tanto largo y pesado, pues María vive a las afuera de la civilización, en un alejado lugar cerca de las montañas llamado Shimano, en dónde como ella decía “es donde da vuelta el aire”. Manejaba cuidadosamente, ya que un día antes había estado lloviendo fuertemente, los caminos no lucían muy seguros. Recorrí varios kilómetros antes de entrar a la ciudad y me detuve a fumar un cigarrillo, justo a la orilla de la carretera. Al seguir mi camino me percaté de un despistado que se acercaba a mí a alta velocidad y sin rumbo �ijo, tomé fuertemente el volante y presté atención a aquel loco, pero por delante no vi venir un camión, con el cual colisioné. No sé cómo fue, pero me ocasionaron un percance, tuve un �lash back de toda mi vida y quedé inconsciente. Sin percatarme de cuánto tiempo desfallecí, al despertar me encontraba en un lugar desconocido, y con una mujer que resultó ser María, (eso fue un tanto raro), la misma con la que me había de encontrar al llegar a mi destino. Todo me causaba confusión pero María me explicó cómo fue que gracias a una coincidencia logró encontrarme y con sus cuidados me estaba recuperando lentamente. María dijo que se dirigía por Champagne al centro comercial, ya que su casa estaba muy

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alejada de la civilización, cuando de repente, a lo lejos, logró ver como el humo se elevaba por el cielo y se acercó a dar auxilio, ella reconoció mi cuerpo y con ayuda de algunas personas que estaban cerca, me subió a su carro y me trasladó a su casa. No me sentía nada bien, pero ella me daba muy buenos cuidados, se encargaba de bañarme, de alimentarme, vestirme, y se preocupaba de darme mi medicamento. Me sentía muy bien por cómo me procuraba, así lo hizo por otras tres semanas, pero yo no veía mejoría en mí, lo que me causaba preocupación. Le pedí a María que me llevará con un Doctor pues mi situación me tenía preocupado, y ella se negó, argumentando que el día del accidente un doctor vino a revisarme y dejo las indicaciones necesarias para mi recuperación. Ni a mi familia quiso avisar de mi situación. Me frustraba que estuviéramos solos en medio de las montañas, sin nadie a quien pudiera yo acudir. Me preguntaba a diario por qué María no avisaba de mi estado a mis familiares; pero no quería dudar de su bondad. Un día decidí dejar de tomar el medicamento pues me sentía decaído después de ingerirlo, lo guardaba debajo de la cama para que María no notara mi descon�ianza. No sé en qué momento todo se tornó violento y María comenzó a presionarme para escribir una nueva novela, acerca de ella. La idea no me parecía, con lo débil que estaba no tenía ganas ni de mantenerme despierto, pero para agradecerle lo que hacía por mí, comencé a escribir. Diariamente trataba de inventar una historia que la involucrará a ella y así llené un bote de intentos vanos, en los cuales no logré escribir más que sólo paja. Después de dos semanas ya me podía mover con más comodidad y me sentía un tanto más vivo, pero las ganas y la imaginación no llegaban aún a mí. Un día de repente, entró María para preguntar cómo iba el avance y al contestar que no había concebido nada, se molestó y salió enfurecida, esa noche no me sirvió la cena y los dos días siguientes no se apareció por mi cuarto. Comenzaba a intentar levantarme, pero aún me costaba trabajo, y fue ahí donde me percate que el medicamento que María me daba era para que yo recayera y no me recuperara. Me preocupé al no saber con qué tipo de persona estaba tratando. Tenía la esperanza de salir de ese lugar, el cual me daba mala espina. Cuando a María se le pasó el enojo, entró a mi cuarto de nuevo, traté de disculparme, pero ella de inmediato me ató a una silla y con voz fuerte me gritó – ¡Escribe!–. Era muy incómoda la postura en la que me dejó, apenas y podía moverme para lograr escribir un poco, las ataduras estaban muy apretadas y marcaban mi piel ya morada. Comencé a escribir y continué por una semana sin descansar, llevaba muy poco pues no me sentía muy inspirado. María ya estaba algo más contenta conmigo, tanto que me desató de la silla y curó mis heridas, seguía dándome algunos cuidados, pero ya nada era como antes. Se me ocurrió que para optimizar el proceso podía basarme en algún escrito previamente elaborado por mí. Sólo una semana más fue su�iciente para poder terminar esa historia, la cual inmediatamente tomó y leyó. Ya estaba casi recuperado, con ayuda de unas muletas que María había conseguido lograba

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desplazarme. Dos días después volvió María a mi cuarto y enfurecida me atacó sin control, yo no sabía la causa, hasta que descargó por completo su furia y me dijo gritando – ¡No soy una estúpida!–. Y me imaginé que se refería al texto que le había escrito, pues ella había leído previamente cada uno de mis escritos y los conocía a la perfección, no había pensado en eso hasta lo sucedido. Nuevamente me ató a la silla y para no levantarme me retiró las muletas y me advirtió que si no era bueno lo que iba a escribir, sería capaz de nunca dejarme ir. Después de eso, comencé a preocuparme y a idear una manera de escapar de ese in�ierno, que apenas comenzaba, día y noche sólo pensaba en lo que podía hacerme. Al oír cualquier ruido cerca de mi cuarto me erizaba la piel. Un día mientras María salió al centro comercial, logré salir de mi cuarto arrastrándome por los pisos de la casa y traté de comunicarme con mi hermana. Hablé con ella por un momento explicándole mi situación, pero al no saber en dónde me encontraba, no me pudo ayudar, la única referencia que pude darle es que me encontraba en Shimano, un lugar montañoso alejado de la civilización, me dijo que ya había autoridades buscándome. Aprovechando también el momento indagué por varias partes de la casa, hasta que encontré un sótano del cual se desprendía un olor desagradable, justo cuando iba a bajar ver que guardaba ahí, se escucharon unas llantas derrapar fuera de la casa, me arrastré rápidamente al cuarto en el cual me alojaba. Era María. Pasó la tarde y al caer la noche ella entró al cuarto para alimentarme y asearme. Comí, y me llevó a la bañera, donde me dejó sólo por un momento, fue a cambiar las sábanas de la cama y al levantar el colchón encontró las pastillas que yo no había ingerido, logré ver lo que hacía desde el baño y me preocupé. Cuando entró de nuevo al baño me sacó de la ducha y me ayudó a vestirme, no mencionó nada de lo que había encontrado. Para romper el hielo le pregunté qué pastillas me tocaban hoy, y con voz sarcástica respondió –hoy te toca un estate quieto–. Por un momento me hizo temblar, pero sólo salió del cuarto. Al día siguiente entró muy temprano y dijo que teníamos un asunto pendiente, le dije que estaba dispuesto a arreglarlo. – ¿Por qué ocultas las pastillas? – dijo, iba a evadir la pregunta, pero sólo respondí –me sentía muy recaído al tomarlas, y cada día me sentía un poco mejor al no ingerirlas–, el silencio llenó el ambiente del lugar, y atacándome con otra pregunta dijo – ¿saliste ayer de tu cuarto, a husmear por la casa? Me dejó frío esa pregunta, no la esperaba, sólo la mire a los ojos y agaché la mirada. Se paró frente a mí, una lágrima le recorrió el rostro y dijo –yo no quiero ser así pero tú no me das otra alternativa– fuertemente comenzó a golpearme, – ¡No sé que hice para merecer está tortura! –, era lo único que pasaba por mi mente. Ni el dolor de los golpes que recibía era tan fuerte como para dejar de pensar qué iba a hacer para salir de ese in�ierno. María se encontraba justo enfrente de mí, diciendo lo miserable que sería el resto de mi vida. No pude poner resistencia a tal maltrato. Era tanto el odio que veía en ella, que fue capaz

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de ir por un cuchillo y para demostrar que hablaba en serio, sin piedad cortó uno de mis dedos de la mano derecha, el dedo pulgar. Cómo iba yo a seguir escribiendo si no contaba con una parte esencial. Comencé a sangrar, y al ver los �luidos manchar el suelo me dije a mi mismo que estaba perdido, ya me sentía más que miserable. En ese momento ni siquiera tenía ganas de seguir viviendo. Esperaba que María atravesara mi corazón con el �ilo de ese cuchillo y así todo terminara, pero no sucedió. Tomó mi dedo con una sonrisa macabra, lo colocó en un vaso con hielos y se dirigió murmurando a la puerta del cuarto y, antes de salir, dirigió una mirada fría hacia mí como si quisiera que mi sufrimiento se prolongara toda la eternidad. Para estar ahí era como in�ierno, el cual yo no merecía o al menos no era lo que esperaba de la vida. Era un miserable; pero no por mí, sino por ese encanto que poco a poco se convirtió en mi peor pesadilla. Cansada de maltratarme, dejó la habitación dejándome dolido y tirado sobre el suelo, como a un simple objeto. No lograba contener la sangre que se derramaba por el miembro perdido, tomé uno de los lazos con los cuales me ataba y lo enrollé fuertemente para contener la salida del �luido. Después de tanto dolor y sufrimiento, me quedé dormido esperando no despertar. Al día siguiente, María entró a mi cuarto a atenderme y muy apenada se disculpó por lo sucedido, yo ni siquiera quise ver ese rostro que sabía estaba lleno de maldad y odio. Para justi�icar su comportamiento, ella me contó cómo fue que se había convertido en una mujer con tanto odio, su historia era muy di�ícil. Una mujer, hija de un escritor, el cual le pintaba las maravillas del mundo cuando era niña, al lado de su madre. Cuando su madre falleció, toda cambió para ella. Su padre al no tener una mujer con quien saciar sus deseos carnales, se olvidó de que era su pequeña y se le hizo fácil que María tomara ese rol. Cada que él lo deseaba –me usaba a su placer y no me quedaba más que sufrir por dentro¬–, dijo. Hasta que un día la enfermedad cayó sobre él, y a pesar de todo, lloré su muerte, pues no dejaba de ser mi padre, pero juré, que tenía que vengar mi pasado con los hombres, y eso es lo que he hecho. Su historia me puso a re�lexionar, y las palabras que salieron de su boca “así lo he hecho” perturbaban mi mente, me imaginé que no era yo su primera víctima, pero no quise preguntar. Eso me dio la inspiración para escribir acerca de cómo una mujer puede sufrir en silencio. Durante un tiempo me dediqué a escribir, pero esta vez no una historia sino un poema en el cuál plasmaba las virtudes de una mujer, cualquier mujer. Todo iba mejor, María continuaba con cuidados hacía mi, y ya no me presionaba a escribir. Al terminar el poema esperé a que María volviera a mi cuarto para leerle. Y así lo hice. El ver una luz en sus ojos me hizo sentir muy bien no sólo conmigo, sino con ella, pero el �inal no le pareció bueno pues decía que si eso era una mujer, por qué un hombre era capaz de atentar contra ella. Indignada dejó el cuarto, no sin antes decir que esto, no cambiaba sus objetivos, ni lo que había pasado. Ella seguía siendo la misma mujer que fría y con odio. Así otro día se terminaba, sin ver mi libertad, o más bien la veía, pero alejándose de mí.A

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la mañana siguiente María recibió una llamada que al parecer era del comisariado, para informarle que harían una visita, me levantó y me llevó hasta el sótano, donde tenía que permanecer sin hacer ruido pues los o�iciales vendrían a hacer una inspección en la casa, y no quería que yo hablara y les contara lo que sucedía. Me amenazó diciendo que si hacía algo para que la descubrieran ella me buscaría después para hacerme pagar. Ya pasaba del medio día cuando escuché a María platicar con una persona, al parecer era un o�icial encargado de la inspección, sólo podía escuchar pasos y como movían las cosas de un lugar a otro. Yo no soportaba el mal olor que es cuarto tenía, y arrastrándome me puse a ver qué era lo que lo ocasionaba, solo encontré cajas con ropa. Cuando ya me había cansado de buscar moví una caja más y me lleve la una sorpresa horrible, un cadáver se encontraba ahí. Me espanté y al moverme tiré por accidente unas cajas, los ruidos fueron tan fuertes que de repente alguien trató de abrir la puerta del sótano. Me arrastré a esconderme entre las cajas mientras alguien bajaba por las escaleras, se tomó un tiempo en buscar y encontrarme, con el susto de verme ahí tirado, salió corriendo hacia María. Ella ya se encontraba bajando las escaleras con un ri�le en las manos y no se tentó el corazón al disparar hacia el policía. El hombre cayó al suelo rodando por las escaleras, el disparo no había sido, y rápidamente tomó su pistola y disparó hacía María, ella respondió con un disparo hacia el corazón del hombre, dejándolo muerto enseguida. Asustado, no hice más que quedarme inmóvil. María salió del lugar para curarse, dejándome ahí con otro cadáver del policía. Estaba que moría de miedo, pero pensé inteligentemente y me dirigí al cadáver para tomar su pistola, pues en cualquier momento la podía utilizar. La guardé bien entre mi ropa, para que María no lograra encontrarla. Y ahí permanecí hasta que, al otro día María entró para deshacerse del cadáver, lo sacó cuidadosamente y arrastró hasta la camioneta. Yo aproveché el momento para llamar a la policía y pedir ayuda, informándoles cómo es que había pasado todo. Ellos dijeron que en un máximo de dos días podrían tomar parte en el caso, y lo único que respondí fue –mi vida estaba en juego– Colgué. De nuevo me arrastré hasta el sótano, cayó la noche y María aún no regresaba a casa. Sólo pensaba en cómo iban a ser las cosas ahora, y qué haría para librarme de todo, mínimo ahora tenía un arma y con ella valor para enfrentar a María. En cuanto entró a la casa me sacó del sótano y me llevó de regreso al cuarto. Me dijo que no era seguro que siguiéramos ahí, que lo mejor sería cambiarnos a otro lugar para evitar a las autoridades. Tenía que evitar que nos mudáramos, así que le pedí que esperáramos unos días más a que yo me recuperara. Ella aceptó permanecer ahí sólo tres días más mientras empacaba las cosas y arreglaba la camioneta. Tres días eran su�icientes para que la policía tomara parte en el caso y saliera a buscarme. No me quedaba más que con�iar en Dios esperando un milagro y hacer lo posible por fortalecer lo su�iciente mis piernas si quería salir huir. Ya habían pasado dos días, mientras yo lograba mantenerme en pie sin perder el equi-

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librio, María me ayudaba un poco sin saber mis objetivos reales, sólo pensaba que era para mudarnos de una manera más fácil y rápida. Al tercer día no había ninguna seña de una investigación o policías cerca del hogar, María ya estaba preparada para emprender el viaje a un nuevo lugar del cual quizá ya no podría escapar y, donde ese in�ierno se haría eterno. Apurada entró a la habitación y me informó que era hora de partir, le respondí que lo mejor sería quedarnos, ya habían pasado un par de días y al parecer nadie sospechaba de lo ocurrido. Dijo que no esperaría a que la arrestaran y pasar el resto de su vida más miserablemente de lo que ya había sido. Me reusé a salir temprano. Por la tarde, enfurecida entró por mí, yo ya me había preparado y justo cuando entró la recibí con un disparo en el pie derecho, inmediatamente cayó al piso y comenzó a maldecirme. Yo salí del cuarto, pero al poner un pie fuera, me tomó del otro fuertemente impidiendo mi huida. Pateé fuertemente su mano y cuando me soltó, caminé apresurado a la puerta. Sólo escuchaba los quejidos de María, pero no me iba a detener por ello. Al llegar a la puerta me di cuenta de que ésta se encontraba cerrada con llave y no sabía dónde la podía encontrar, recorrí todas las partes de la casa buscando, pero en mi intento fallido por encontrarlas volví a donde María pues supuse que ella tendría las llaves. Y así fue las tenía colgando de su cuello, al verme entrar, sonrió diciendo que nadie escapaba de ella, la tomé por los hombros y comenzamos a forcejear, era tanta su fuerza que terminó encima de mi golpeándome, pero yo no me iba a dejar vencer y menos dejar de aprovechar esa que tal vez sería la única posibilidad de escapar. Logré arrancarle del pecho las llaves pero no lograba que me soltara. Cuando me zafé de sus garras de nuevo me dirigí a la puerta, María me seguía por detrás. Al salir de la casa no sabía a dónde ir, sólo caminé entre una vereda que estaba en el camino. No me percaté si María me seguía, pero después de recorrer un largo camino por varias horas me di cuenta de que me adentraba más en las montañas y la noche comenzaba a caer, creí que la obscuridad sería mi salvación. Después de un rato, el silencio se rompió. Volar aves, hace siglos que no escuchaba algo así, al parecer alguien se acercaba. Un escalofrío recorrió mis entrañas, pero continúe mi camino hasta toparme con un risco donde ya no pude continuar. Decidí recuperar fuerzas sentado en una piedra, admirando la inmensidad de la naturaleza. Todo se tranquilizó para mí. A lo lejos una camioneta se acercaba, y sin tener a donde huir llego hasta mí, era María, por alguna razón ya no le tenía tanto miedo, ni a lo que podría suceder, un estado de paz dominaba en mí ser. Con voz fuerte y muy enojada bajó de la camioneta, dolida por el disparo en la pierna cayó al suelo y furiosa gateó hasta mi, no puse resistencia pues los dos nos exponíamos al peligro de caer; comenzó a golpearme y en un mal movimiento quedó colgando del risco sólo sujetándose de una saliente, pidiendo mi ayuda, me moví rápidamente para

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auxiliarla, pero al no poder cargar con su peso en mi estado de debilidad, cayó al vacío, en ese momento no sabía qué era lo que había hecho, la culpabilidad que en ese momento me llenaba era mucha, ya que pude haber hecho más por ella. Sin pensarlo dos veces cerré los ojos y me dejé caer a la inmensidad también. Puedo ver pasar cientos de rocas a mi lado, ya no se siente el peso de las heridas y el sufrimiento mientras más me acerco al piso El dolor disminuye, siento pasar el aire por todo mi cuerpo y la gravedad actuando en mi favor. Sólo una cuestión me queda por preguntarme ¿qué es lo que pasará ahora?

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“¡Ya colgó los tennis!"

Y un día la maestro José quería dar su lección sin darse mucha cuenta que había gran expectación Ya la Catrina venía pa' llevárselo al panteón


5 cuentos cortos de un hombre vacío por Juan Carlos Figueroa Ruiz – El Final – Sólo Laura pudo haberlo hecho; ¿Qué? arrojarse de un 6to piso con una nota atada a su cuello. "Es tu culpa"

y una azucena en su mano derecha. Ese día Laura cumplía 21.

Adoro a Laura, ella me inspira... es más, la amo. – Cabeza – Me caga, me enoja, me molesta, me hace querer destruirlo todo... ¿Por qué? ¿Por qué mi mente no se calla? Se esmera en aplastarme, en agonizarme, me agobia todo el tiempo, dudas acerca de todo, no me permite creer en nada, destruye todo rastro de esperanza... no me deja en paz, ni siquiera me permite llorar... no soporto la manera en la que mi mente trabaja, me hace querer atravesarla con una bala. No se calla, no me deja, lee todo y a todos, no me deja ser libre, asesina todo sentimiento, es una dictadora cruel y en su oscura inquisición, se traga cualquier emoción, y la quema viva acusada de herejía. Ya que me aplaste un auto por favor. Click, click.

– El olvidado –

“Está él en su esquina oscura; bebiendo y bebiendo como siempre lo hace, para matar a su pensamiento y su recuerdo... llegan entonces dos personas. La primera lo ve y dice: " No pienso hablar con un ebrio, no puede razonar, no tiene caso " y se va. Entonces él llora y bebe aún más. La segunda lo ve y no dice nada, se acerca y lo abraza, pues aun que él este perdido, tiene

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la esperanza que sus brazos lo puedan alcanzar. Entonces él para de beber y llorar."

– Su propia Misantropía –

Decidimos perdernos siempre que no sabemos qué hacer... y es estúpido ya que así nunca encontramos realmente una salida. Queremos que el primer paso lo den del otro lado del espejo, que el re�lejo nos dé razones para actuar, pero eso sólo signi�ica que las razones que tenemos no son tan fuertes para hacernos actuar, o que no somos capaces de enfrentarnos a lo que realmente sentimos o queremos... mil veces mejor perderse en las cuerdas de una guitarra que en las consecuencias de una decisión. Contingencia, nos preparamos para todas, pero al hacerlo signi�ica que son posibilidades, y al implicarlas las hacemos reales, al �inal, sólo es real lo que nosotros decidimos que así sea. "Felicidad"... Que termino tan más controversial. Son momentos nada más, pero muchos darían la vida por esos momentos. Te pone a pensar, ¿Quieres morir en un inmenso momento feliz? ¿O preferirías vivir a base de pequeños momentos? Ninguna de las dos, tu vida se establece como meramente real hasta el momento en el que mueres, pero para morir tienes que haber vivido, y vivir no es ser feliz... vivir es llorar, explotar, implorar, crear, destruir, amar, odiar, vivir es hacerlo todo, y sólo puedes morir una vez que has vivido . Hoy, y tal vez sólo hoy... o hasta el día en que muera, los amo a todos. – Así comenzó –

¿Cuándo aprenderé? Qué no debo preguntar Tampoco debo de dudar Sentir ya está de más Y Pensar ya es atacar.

Sólo un desperdicio de universo/Siempre di que sí, sólo no digas cuando/Como un búho comiendo una manzana/505/ ¿Amor? Perdón pero no quiero morir aún/ El dolor es el alimento de un alma que no olvida/Mierda puñetera/Un cigarro y dos lagrimas/ Repetición/ Interacción/ Jamás, ya jamás/ ¿Do you like to hurt? I do; and hurt me/ Then drink the fatal drop, then love until we bleed/ No, olvidalo/ Oye, valimos verga/Isn't it enough yet? / Tengo que aprender; aprender a perder. Aprender que así son las cosas. Aprender que nada cambiará.

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Manfred por Irene de la Torre Hernández Manfred estaba decidido a saber por qué toda su vida había sentido que había algo dentro de él que no conocía. Desde muy joven eso lo desesperaba mucho. Casi todas las noches tenía pesadillas. Soñaba que estaba es su cama, mientras algo a alguien salía de su cuerpo. Este algo a alguien salía del cuarto, y aunque Manfred quería seguir a ese algo o a ese alguien no podía, porque una inmensa fuerza se postraba sobre él y le impedía levantarse. Siempre se despertaba sudando del esfuerzo que hacía para levantarse en su sueño. Desde joven tenía este sueño, y nunca se había podido levantar, ni mucho menos ver qué era lo que salía de su cuerpo. Se sentía encerrado en su propio cuerpo. Manfred no platicaba con mucha gente sobre esto, excepto con un gran amigo Sven. Desde muy joven Sven le había dicho a Manfred que fuera con un sicólogo, pero Manfred no creía mucho en esto. Después de muchos años de sufrir de este sentimiento, Manfred decidió tomar el consejo de Sven. Comenzó a investigar sobre algún psicólogo y cuando sintió que encontró al indicado sacó una cita. Manfred entró al consultorio. La Dra. Úrsula dijo – Mucho gusto Manfred, por favor pasa y toma asiento. Él tomo asiento. – ¿Cómo estás? – dijo la doctora. – Bien – dijo Manfred. – ¿Bien?, entonces ¿Por qué estás aquí Manfred? – dijo la doctora. – No, en realidad no me siento muy bien. Tengo una desesperación espantosa. Desde muy joven, tengo la sensación de que hay algo dentro de mí que no permite ser totalmente feliz. – explicó Manfred. ¿Desde qué tan joven? – preguntó la doctora. Manfred comenzó a recordar – Pues creo que toda mi vida – dijo. Desde que comencé a tener conciencia de mi persona. – Todas las noches tengo pesadillas. Cuando era más joven, no eran todas las noches y no eran tan desesperantes, pero ahora que son más grande las pesadillas son todas las noches y cada vez son más desesperantes. – Entonces tienes pesadillas todas las noches – dijo la doctora. – Sí, muy desesperante. – Manfred, me doy cuenta de que tus pesadillas es lo que te está atormentando. Tu subconsciente está tratando de que recuerdes algo que posiblemente no quieres recordar conscientemente. Mi idea, si estás de acuerdo es usar imnosis, de esta forma vamos a ver qué es lo que ves en tus sueños – explicó la doctora. – No sé, me da un poco de miedo. No creo mucho es eso – dijo Manfred. – Creo con mucha honestidad que es la mejor opción para tratar tu caso Manfred – dijo la doctora. – Está bien – dijo Manfred. – Acuéstate en el sillón, ponte cómodo Manfred – dijo la doctora.

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Manfred se recostó, se puso cómodo. – La doctora le explicó – Voy a contar hasta cinco, en cuanto llegue a cinco te vas dormir. Uno, dos, tres, cuatro, cinco. Después de contar lentamente Manfred se quedó profundamente dormido. – Muy bien Manfred, dime ¿En dónde estás ahora? – preguntó la doctora. – Estoy en mi cama – dijo Manfred – Y ese algo a alguien que está dentro de ti, ¿ya salió? ¿Lo puedes ver? – preguntó la doctora – Si ya salió, pero no lo puedo ver. Está saliendo por la puerta. Pero no me puedo levantar – dijo Manfred – Ahora yo estoy en tu sueño, te voy a ayudar a levantarte ¿De acuerdo Manfred? – dijo la doctora – Sí – respondió Manfred – Toma mi mano. ¡Levántate! – apuntó la doctora. Manfred hizo un gran esfuerzo. Se levantó. – ¡Ya me levante! – grito Manfred – Muy bien, ahora sigue al eso o al alguien. Manfred bajó rápido las escaleras. No alcanzaba a ver lo que salió de su cuerpo, pero a lo lejos lo veía borroso y lo seguía a prisa. Manfred se dio cuenta de que lo que salía de su cuerpo entraba a una vieja casa. Manfred sentía mucho miedo, pero la doctora lo animó a entrar. Entró a la casa, encontró allí a una anciana. – ¿Quién es usted? – preguntó Manfred. – Lo que tú te preguntas es ¿Quién eres tú? – dijo la anciana. – Y usted sabe ¿Quién soy yo? – dijo Manfred – Hace muchos años tu familia deshonró a la familia Ku´uk. Tú familia pidió un favor a los Ku´uk., a cambio del favor ustedes darían a la familia una canasta llena de frutos secos y semillas. Los Ku´uk cumplieron el favor, pero tú familia una vez que su problema se solucionó se olvidaron del trato. Los Ku´uk le advirtieron a tu familia que una maldición caería sobre ellos, pero no les importó. Los Ku´uk entonces condenaron a todos los miembros de tu familia a vivir encerrados en el cuerpo humano. Como gatos estarán condenados a vivir sus siete vidas en un cuerpo humano distinto cada vez. Así todos los miembros de tu familia pagan la misma condena, sus siete vidas en siete cuerpos humanos. – ¿Está diciendo que soy un gato? – dijo Manfred sorprendido. – La anciana se rió. Para terminar con la maldición tienes que dar a los Ku’uk lo que prometió tu familia, así tu volverás a tu forma original. – ¿Dónde puedo encontrar a los Ku´uk? –le preguntó Manfred – La anciana dijo – En la tierra yacen ya, muertos hace años ellos están, pero en su Ch’ok encontrarás sus almas dispuestas a perdonar. En cuanto dijo la última línea, la anciana se trasformo en águila y voló. – La doctora dijo – Manfred en cuanto llegue a tres vas a despertar, uno, dos, tres. Despertó un poco agitado, no sabía si creer en lo que había pasado. Salió del consultorio, no sabía qué hacer. Toda su vida había tenido la sensación de que nunca supo quién era en realidad y estaba

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cansado de sentir esto. Dejó de pensarlo tanto y comenzó a investigar, descubrió que Ch’ok era en un pueblo antiguo que actualmente estaba casi deshabitado. Manfred armó con empeño la canasta llena de frutos secos y semillas, tomó la canasta y se encaminó al pueblo. Al llegar a Ch’ok supuso que tenía que ir al bosque para encontrar el lugar en el que habían vivido los Ku’uk. Lo encontró más rápido de lo que pensó, era un enorme árbol el más frondoso del bosque. Manfred lo contempló un momento, tomó la canasta y la dejó. Estaba a punto de irse y sintió como el viento soplaba con peculiar fuerza. Regresó su vista hacia el árbol y se dio cuenta que la canasta ya no estaba. Al llegar a su casa Manfred estaba muy cansado, subió a su recamara y se dispuso a dormir. Esa noche Manfred estaba teniendo el mismo sueño, pero en esta ocasión podía ver claramente el re�lejo del gato. Era un gato negro de ojos azules muy claros con grandes orejas. Manfred y el gato se veían �ijamente a los ojos. Manfred despertó. Resbaló de la cama, pero como buen gato cayó sobre sus cuatro patas.

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"Como dijo el payaso en su lecho de muerte... me voy, ¡no los entretengo más!”

La parca traía sus listas de quien se debería llevar primero eran las maestras y después los profesores pero de preferencia a todos los directores.


Crimen Internacional por Paulina Ramírez I Dieron por concluido el caso que tenía y ahora me pasaron a uno mucho más complejo y di�ícil de resolver, lo primero que leí del archivo del nuevo caso fue “diecisiete adolescentes (entre 16–20 años de edad) desaparecidas desde octubre del presente año” estábamos ya en diciembre y apenas me pasaron el caso y se dieron cuenta que era “importante”, leía los nombres de las chicas y me percaté que había un nombre que me sonaba, era el de Maribel García García, la mismísima hija de Fernando García Montemayor dueño de tres bancos en España. Así es aquí en México, le dan importancia a un caso no por el número de chicas extraviadas, sino porque se extravió la hija de una persona “importante”. Leyendo el caso las otras dieciséis adolescentes habían desaparecido la tercer semana de octubre y Maribel hace cuatro días y la ligan con esas desaparecidas, ¿por qué? no sé, pero se ligan. Fernando García Montemayor y familia viven en Madrid y hace un par de semanas Maribel vino a la Ciudad de México a pasar el cumpleaños de su mejor amiga. No se sabe –como siempre– qué rayos pasó. Lo primero que hice fue ir a la preparatoria de la amiga de Maribel, Lucía Castro. Sus papás son dueños de cuatro gasolineras de la ciudad y poseedores de mucho dinero. Al llegar bajé de mi Jeep Liberty modelo 2008 y esperé a que dieran las dos de la tarde, la hora que sale de clases el grupo de Lucía, no quería interrumpir su clase, sacarla del salón y hacer tanto alboroto. En cuanto tocó la campana, me puse en alerta para verla y hacerle un par de preguntas, en cuanto la vi me acerque a ella: –¿Lucía Castro?– dije. –Sí.–contestó. –Soy Arón Isunza agente de investigación de la PGR y quería hacerte unas preguntas acerca de la desaparición de Maribel, ¿está bien que lo haga? Lucía era una chica muy delgada y de baja estatura de 19 años, usaba braquetes y tenía un tatuaje de tres corazones en la muñeca izquierda. –Sí claro, lo que sea para encontrar a mi amiga. –Verás que la encontraremos pronto. ¿Cuándo fue la última vez que viste a Maribel? –Fue en casa de Pablo mi novio, hizo una reunión masiva y esa noche nos íbamos a quedar a dormir en su casa porque mis papás no estaban y estuvimos juntas casi toda la noche hasta que fue al jardín con Enrique el mejor amigo de Pablo, yo estaba ya muy borracha y me quedé dormida y a la mañana siguiente nadie sabía dónde estaba, Enrique estaba dormido abajo en la sala y dijo que la intentó besar y ella se molestó y se metió a la casa.En ese momento le pedí la dirección del tal Enrique, ya que literal él fue el último que la vio con vida. II Llegué a casa de Enrique Sandoval Martínez, me abrió la señora de limpieza y pregunté por Enrique, la señora me dijo que la esperara en la entrada, así lo hice por casi cinco

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cinco minutos. Salió una señora de unos 56 años de edad, muy delgada, alta y de buen aspecto, claramente adinerada, me dijo que qué se me ofrecía con su hijo, desde luego me presenté y le dije que buscaba a Enrique para hacerle unas preguntas con relación a la desaparición de Maribel, enseguida accedió y me pasó a la sala. Me ofreció una taza de café–típico que creen que sólo tomamos eso y comemos donas– le dije que prefería un vaso de agua y se dirigió a la cocina por él, volteó a ver a la señora de limpieza como diciendo “échale un ojo”. Mientras esperaba me puse a ver varias fotos que tenían de la familia, eran tres hijos, Enrique era el mayor, todas las fotos eran de estudio, con vestimenta elegante. En ese momento bajó Enrique, pidiéndome disculpas por la tardanza me explicó que estaba en pijama cuando llegué y que se había metido a bañar, le dije que no había problema y enseguida me presenté igual como lo hice con Lucía. –Hola Enrique, soy Arón Isunza agente de investigación de la PGR y quería hacerte unas preguntas acerca de la desaparición de Maribel, ¿te molesta que lo haga? –No para nada o�icial. “¿O�icial?”, ¿en verdad se atrevió a decirme “o�icial”?, le faltó decirme “poly”. Le alcé una ceja, como queriéndole dar a entender su valor por llamarme así y continué. –Perfecto Enrique, me comentó Lucía que estaban en una reunión en casa de Pablo Rentería ¿es cierto? –Si es correcto, y también que yo estuve con Maribel en el jardín y se enojó conmigo y se fue, yo no sé nada de nada o�icial. Nada más quería culparlo por el simple hecho de decirme “o�icial”. –Sólo contesta mi pregunta, no te vayas más allá por favor. –Si disculpe– Contestó. –¿A qué hora exacta fue la última vez que la viste? –Exacta exacta no sé, la verdad ya andaba pasado de copas, pero fue entre la 1 de la mañana. –¿Se metió a la casa? –No, el jardín está conectado con la cochera y se fue por ahí, salió de la casa, yo pensé que era un berrinche y no quería ir a buscarla, la verdad no pensé que nada malo le pasaría y me siento muy culpable por ello, si la hubiera ido a buscar no se la hubieran llevado, pero salió de la cochera y la perdí de vista, luego luego entré a la casa, ya no supe qué pasó. –Ok, Enrique, pues eso fue todo, mucha gracias por tu tiempo, me despides de tu mamá y le agradecer por el vaso de agua, compermiso. Enrique me estrechó la mano y observé que tenía un tatuaje de una �lecha en la muñeca, –¿cómo pueden tener la valentía de tatuarse?– comenté, sonrió y me acompañó a la puerta. Semana y media después y no tenía nada, cuando tenía un sospechoso se libraba con cuartada, cuarenta personas en esa reunión y nadie vio absolutamente nada. Ese mismo día mi jefe llegó con una sorpresa que me molestó más que cuando me dicen o�icial. III

–Arón, Aroncito, ¿Cómo te encuentras el día de hoy?

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–Comandante, muy bien y ¿usted?, ¿por qué tan de buenas? Obviamente me pediría algo. A mi jefe le decían “El Grinch” por amargado y peludo, siempre estaba de malas y con mala cara, me sorprendió muchísimo que me hablara así. –Pues ¿qué crees?, ya no estarás solo en tu misión te traje a una agente de investigación de España bien guapota, llega en una hora para que te le presente, ya que yo me iré del país por un par de semanas. No lo podía creer, eso me decía que no con�iaban en mí, en mi trabajo como agente de investigación, qué falta de respeto hacia mí. –Comandante, ¿por qué la trajo? , ¿por qué no me puso a alguien de aquí?, ¿por qué recurrir con los españoles? –Arón, no fue por mí, créeme que si por mí fuera no recurriría a ellos, pero Fernando García Montemayor la contrató y la trajo aquí pagándole todo, ya que pues me da pena decirlo pero no has conseguido mucho y su hija está desaparecida, no lo entiendes porque no tienes hijos. – Si no importa, entiendo su punto. –Algún día lo entenderás, lo bueno es que estará bien y no le pasará nada. –Esperemos comandante, iré a casa a darme un baño para atender a la agente, compermiso comandante, buen viaje. Pobre García Montemayor, no cree en su propio país, ¿no cree en mí? ¿Qué se cree en traer a una agente de su España querida? Y aparte mujer, por dios. IV

Una hora después de lo acordado llega la agente, parecía Sandra Bullock en la secuela de “Miss Congeniality” , vestida con traje sastre de color negro, era de pelo largo castaño y liso, todo mundo la saludaba como si fuera una artista. Ahí fue cuando me cayó el veinte, era Mercedes Verdú la agente que salvó a Frankie un niño secuestrado en España por Cano Macho un secuestrador de primera el cual fue arrestado por ella. Cano Macho es como si dijera que yo salvé a alguien de las manos del Chapo Guzmán y aparte lo arresté yo solo, pero lo que me estresa es cómo la saludan, como una eminencia. Al llegar a mi o�icina la hice pasar, juraba que la iba a tratar como una artista, pero por supuesto que no fue así, es solo una más como nosotros, no por ser de España y que haya tenido cuatro mil logros quería decir que la tratara mejor que a los demás. –Hola agente buenos días, buenas tardes más bien– dije. Le hice ese comentario para que entendiera mi indirecta de que llegara tarde y que no creyera que por ser “famosa” le iba a pasar sus impuntualidades. Algo que odio de la gente es que sea impuntual y no iba a trabajar este tiempo con alguien que fuera así. –Buenas tardes, disculpa la tardanza, esta ciudad está de locos. ¿Esta ciudad está de locos? ¿Quién se cree para criticar México?, cada vez la soportaba menos y eso que sólo la había tratado por un minuto. –¿Leyó la investigación que llevo por ahora? –Disculpa, no recibí nada, pero si tienes el documento aquí lo puedo leer, o claro si pre�i-

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eres explicármelo mejor. Disculpe ni me presente soy… –Si sé quién es, yo soy Arón Isunza. –Mucho gusto en verdad, he escuchado muy buenas críticas de ti. ¿Osea cómo? ¿Me debo de sentir alagado porque la eminencia de “Mercedes Verdú” dijo que había escuchado buenas críticas de mí? ¡Wow! –Pues mejor te paso el documento para que lo leas detenidamente, mientras iré por un café– contesté. –Claro. Obvio no quería café, solo respirar de ella, no podía creer lo que comandante me había hecho. Treinta minutos después regresé y por supuesto tenía a tres tipos contándole su anécdota del famoso Frankie en mi o�icina. Todos ahí me respetaban, nunca nadie entraba a mi o�icina sino era para entregarme pruebas o evidencia y tocaban antes de interrumpirme y ahora pasan como si fuera suya. –Disculpen, ¿no tiene trabajo qué hacer?– dije. –Tranquilo Arón sólo vinieron a presentarse– contestó Mercedes. –Salgan ahora mismo por favor. Salieron todos y Mercedes iba a empezar a hablar cuando la interrumpí. –No me importa si te contrató Fernando, no me interesa saber qué tan buena eres, estás en México no en España, estás en mi o�icina, en mi territorio, yo mando aquí Mercedes, hay reglas para ti también, viniste a ayudarme a encontrar a Maribel no a una gira artrítica por México. Se quedó callada, solamente asintió con su cabeza y se puso a leer el documento que le di, sí lo sé había sido muy duro, creo que exploté un poco pero quería dejarle muy en claro como son las cosas aqu¬í. –Listo Arón, sinceramente no creo que el caso de Maribel sea el mismo de las otras chicas, podría asegurar que Maribel es la única que sigue viva. V

Creo que lo que decía tenía sentido, las otras chicas no tenían nada en común, ellas eran residentes del Distrito Federal y su nivel socioeconómico era totalmente bajo y nunca habían pedido rescate por ninguna de ellas. Maribel lleva un par de semanas, aún no han pedido recompensa pero no dudo que lo hagan pronto. Ese día nos reunimos con Fernando García Montemayor en el Gran Hotel. Al llegar al restaurante de la terraza del hotel estaba Fernando y su esposa con dos guaruras detrás de ellos, me presenté cordialmente y Mercedes de beso y abrazo, se veía una gran “amistad” entre ellos. Mercedes y yo les platicamos la investigación hecha y las conclusiones a las que habíamos llegado, no estaban nada contentos con los resultados y siempre se dirigían a ella, como si yo no existiera. Pasaron 4 días desde aquella plática cuando Mercedes me marcó y me dijo una gran noticia.

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–Bueno ¿Arón? –Si Mercedes dime. –Te tengo una buena noticia, ya le marcaron a Fernando y le pidieron 3.5 millones de Euros para el próximo miércoles, quiere decir que la entrega es en 2 días. –Mercedes, ¿cómo estas segura que es verdad? Han hecho esto todo tan polémico que la gente puede jugar bromas. –Arón por favor, ¿crees que no lo pensé?, ¿crees que a la primera me la creería?, está grabado Arón y habló Maribel, está con vida. Voy para allá para mostrártelo ¿vale? –Ok.

Mientras esperaba llegó el la secretaria del comandante a mi o�icina, me entregó un documento y dijo: –Para que ya no la odies Arón. Comencé a leer lo que me dio, hablaba de los logros de Mercedes y de muchas cosas hasta que llegué a algo que me detuvo. Mercedes fue secuestrada a los 17 años y fue abusada sexualmente por los secuestradores, los cuales nunca pidieron �ianza nunca y la votaron a los 6 días en un barrio en Madrid. Durante el secuestro la madre de Mercedes falleció de un paro cardiaco quise seguir leyendo hasta que llegó Mercedes y dijo: –Interesante ¿no? –No– Contesté. –Lamento lo que pasó. –¿Crees que me encanta viajar y dar conferencias alrededor del mundo, hablando del caso que resolví? Lo hago para tratar de olvidar por un segundo lo que viví hace 19 años. Cada noche Arón, cada maldita noche lo escucho respirar a mi lado, lo siento tocando mi cuerpo, no nada más me quitó mi juventud, me quitó a mi madre. Me metí en este trabajo para encerrar a tipos como él. Me quedé callado, no sabía qué demonios decirle. Le falté al respeto, la juzgué y ahora debía tragarme mis palabras y vivir con eso, fui egoísta y celoso en cierto modo por su logro ¿ahora qué?, qué digo? –Trabajemos Arón, deja te platico lo de la llamada. Marcaron hoy alrededor de las 13 hrs. y el hombre que hablaba era cien por ciento español, creo que por el acento era de Bilbao, ya que en el fondo se escuchaban dos personas, mujeres para ser más precisa, hablando en euskera que es la lengua natal de Bilbao, como decir aquí náhuatl. Para la entrega que es en dos días quiero creer que están aquí en México y piden 3.5 millones de euros, los cuáles para mañana los tendrá Fernando. –Por lo que me dices in�iero que esto lleva tiempo planeado, son profesionales y sabían perfectamente en que país secuestrarla sin problema. –Y sabía del viaje de Maribel. –Exacto– Contesté. – ¿Crees que debamos hacer algo al respecto? – ¿A qué te re�ieres Arón? –Pues intentar un rescate, como el que hiciste, atraparlo sin que se salga con la suya. – ¿Crees que porque ya lo hice una vez tengo la fórmula para atraparlos?–dijo entre risas. –No–Reí. – Pero podríamos intentar algo diferente en vez de sólo entregar el dinero.

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-Arón sabes que eso es casi imposible atraparlos en el acto, pondríamos en peligro a Maribel, yo tuve suerte esa vez, fueron descuidados los secuestradores. -Esperemos que éste sea el caso. -Arón a veces me pregunto si estás en el caso para rescatar a Maribel o tener un mérito por atrapar a los secuestradores. Tanto te quejabas de mí y te burlabas para querer hacer lo mismo. -No lo mismo Mercedes, me gustaría atrapar a hombres que le están haciendo eso a Maribel, que te lo hicieron a ti. Que sepan que en México también los atrapamos, que aquí no necesitamos más delincuentes y menos de otras partes del mundo que cometan delitos en mi país, eso es lo que quiero y principalmente regresarle su hija a los García Montemayor. -Yo también-contestó. VI

Esa misma noche comencé a re�lexionar lo que le había pasado a Mercedes, en verdad me sentía terrible por lo sucedido. Yo con mi actitud amargada, de mal humor todos los días, inconforme de la vida, de mi país, juzgándolo todo el tiempo y ella feliz a diario, aguantándome, tratando de resolver un caso el cual se asemeja a lo que había vivido lo cual fue terrible y en otro país, el cual se dice ser “primermundista”. Ya eran las 4 am y seguía pensando, lo bueno es que tenía el día libre para prepararme para el gran día del rescate. VII Ya era el gran día, jueves lluvioso en la ciudad, listo para ver a Mercedes y sonreírle como se merecía. Llegué a mi o�icina porque ahí tenía los datos y la dirección del lugar del rescate, era en satélite arriba de un puente entre las calles Álvaro Obregón y Benito Juárez. Inteligentes los bastardos, en el documento que leía aparecían fotos del lugar completamente vacío, obviamente el que debía de entregar el dinero era Fernando y no debía de ir ni un policía en el lugar. ¿Creen que íbamos a cumplírselo? por supuesto que no.

Por �in llegó Mercedes estaba algo distante y rara conmigo, sólo esperaba que no fuera por lo que sabía de ella y que fueran nada más nervios o preocupación por Maribel. -Hola-dije. -Hola Arón, ¿Cómo estáis? -Algo nervioso ¿y tú? -Igual, con malos pensamientos y presentimientos, hay cosas que no me cuadran aquí dentro. -¿Qué cosas Mercedes? -Nada, es con�idencial. -Mercedes, dime por favor, o ¿es que no con�ías en mí?

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-No te puedo decir nada, en estos días no sabes en quién con�iar mas que en uno mismo. -¿Estás queriendo decir que alguien dentro de aquí tiene que ver con lo de Maribel? -Ah! Que rápido descubriste qué fue. -No puedo creer que sospeches en mí. Tomé mis cosas y me fui encabronado por sus falsas sospechas y sus delirios. Ya eran las 4 pm, justo tres horas antes del rescate, todo el equipo policiaco estaba listo para su ejecución, policías vestidos de civiles listos, mi puesto fue estar en una van encubierta con un letrero de “Ferretería López” con cámaras para grabar el acto y tres policías más y Mercedes dentro de ella. Yo portaba una “Glock 37”, la mejor pistola que podía cargar en mi opinión y los cinco dentro de la van traíamos chalecos antibalas. Mercedes estaba insoportable, no sé quién rayos le pasó esa información a ella y de repente sospechaba en todos, me veía con tanta frialdad y descon�ianza que pedí que me cambiaran de posición pero me lo negaron. En ese momento recibí una llamada telefónica de un número privado. -¿bueno?- contesté. -¿Arón?- la voz me sonaba conocida, pero como estaba llorando no la reconocí. -¿Sí, quién habla? -Soy el comandante Ortega. -señor, disculpe, estoy en el rescate de Maribel, me es imposible hablar. -¡No! Arón espera, no cuelgues, es sobre eso, me metí en un gran problema, todo es un engaño, sólo irán por la recompensa, escúchame atentamente porque sólo tengo 20 segundos para decirte dónde matarán en 30 minutos a Maribel. VIII

Me quedé en shock y Mercedes se me quedó viendo, agarré el celular, lo coloqué en el asiento y lo puse en altavoz. -Lo escucho-dije. -La dirección es Urano número 809, colonia Lindavista… En ese momento di la señal a la van para dirigirnos hacia allá, mientras Mercedes avisaba de los cambios y la emboscada yo seguía hablando con Ortega. -Arón, todo lo explica un documento que tengo en mi o�icina, mi esposa tiene la llave de mi archivero sabrás todo, disculpa, en verdad no quería que esto llegara a tanto, eres una gran persona, sirve al país como se debe… En ese momento se cortó la llamada, no entendía nada de lo que sucedía, policías se quedaron en el puente por sí la llamada de Ortega hubiera sido una distracción. Veinticinco minutos después llegamos a la dirección que nos había proporcionado el comandante y entramos a la casa. Era una casa pequeña y vacía, su olor era a humedad y a abandonado, lo primero que vi fue cocaína en la única mesa del lugar y seguí mi camino, de lejos escuché a mi equipo diciendo “está usted arrestado” la adrenalina seguía todo mi cuerpo, todo lo veía en cámara lenta. Llegué a un cuarto el cual abrí, iluminado con una luz roja y la vi, ahí estaba Maribel, amarrada a una cama inconsciente a lado de ella Ortega con un tiro en

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la cabeza, enseguida llamé a la ambulancia, cargué a la chica, la saqué del lugar susurrándole que todo iba a estar muy bien y que ya estaba a salvo. IX

Dos semanas después de lo sucedido, seguían sin encontrar al responsable del secuestro, el cual apareció en el lugar de la recompensa, pero se fugó al darse cuenta de que iban tras él. Francisco Pérez Martínez alias “El Perico”, es ahora uno de los secuestradores más buscados del país, uno más para la cuenta. Maribel estaba bien, Mercedes la está ayudando a superar lo que vivió dándole consejos y recomendándole los mejores psicólogos de España, yo sigo sin hablar con Mercedes después de lo sucedido. En el archivo del comandante Ortega, venían cantidad de fraudes que había hecho en el Banco de García Montemayor y deudas a morir. Es por eso que secuestró a Maribel. Ella en su testimonio cuenta que al principio la trataban bien, pero que escuchó pláticas de Ortega con los secuestradores arrepintiéndose de lo que había hecho, fue ahí cuando la amarraron a la cama y buscaban a Ortega por todos lados. Llegué a una sola conclusión, Ortega se apanicó cuando se enteró que los García Montemayor habían contratado a Mercedes para ayudar a resolver el caso y fue ahí cuando me dijo que se “iría del país” y cuando se arrepintió del secuestro. -Caso cerrado- dijo Mercedes con un gesto de ternura y una maleta en mano. -Hola- dije. –¿Lista para regresar a Madrid? -Sí y no, si porque extraño mi país y no porque si me voy extrañaré a alguien de aquí. - Yo también te extrañaré- contesté. -¿Me das un “aventón” al aeropuerto? -Claro- contesté, sonriéndole tomé su maleta y nos marchamos.

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Dolor por Alejandro Saravia Sauleda Pensé haberme arrepentido de cosas antes, pero ahora comprendo que sólo hay una razón en mi vida por la que debí arrepentirme.

La tortura comenzaba con dolores agudos, desde mordidas y navajazos hasta inyecciones en las partes más sensibles de mi cuerpo. Era la introducción a la peor situación de toda mi vida. Al sentir las mordidas, no podía creer que fueran humanas. Usualmente una clavada de dientes es un dolor un poco más tosco y café, pero ahora se trataba de un pinchazo agudo y transparente como el hielo, causado por los dientes más �ilosos que jamás me atrevería a sentir.

Las navajas eran el paso siguiente y con lo que comenzaba a sangrar. Eran simples cortadas con navajas de sacapuntas o cuchillas que no soy capaz de describir. Me cortaban en diferentes partes de mi cuerpo, que usualmente me debilitaban y me dejaban temblando. Lo siguiente era un dolor verde limón, causado por jeringazos en las orejas y en la lengua. El siguiente paso de la tortura fue gris. Comenzaba la tortura moral. Iniciaron reviviendo los sentimientos más oscuros de mi persona. Primero usaron el odio que siempre había sentido, hicieron brotar en mi toda esa rabia y enojo, convirtiéndolo entonces en tristeza. Tristeza sobre mí. Asesinaron a mi esposa y a mis hijos delante de mis narices, obligándome a escuchar sus gritos y su llanto. Finalmente toda la tristeza la destrozaron y me llevaron a la desesperanza. Fue aquí cuando decidí dejarme llevar por ellos. Así me fueron sometiendo a torturas, repitiendo los pasos una y otra vez hasta que perdí el dolor. De pronto el disgusto se fue disminuyendo, dejaba de quejarme y en realidad ya no sufría; cuando se percataron de esto, me hicieron ver la felicidad. Me dieron a probar unas gotas de esperanza. Fue cuando cometí el error de suplicar por mi libertad, rogué por mi vida. Curiosamente me hicieron caso y me dejaron ir, restablecieron mi vida y fue como si nada ya hubiera pasado

Pero en mí algo quedó, y no fue nada más que una obsesión por el dolor, la última y peor de todas sus torturas. Ahora moriría por regresar ahí y sentir aquellas mordidas en el hombro, gozar del �ilo de las navajas en los labios. Volver a vivir aquella sensación de las agujas en mi oreja. Regresaría por llorar de nuevo con la enorme intensidad que sentía en mi diafragma, para sufrir ataques de furia, de odio y desprecio. Moriría por volver a sentir aquel desaliento dentro de mí. Pero ahora me dejaron sufrir dándome felicidad.

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El viaje a la isla por Enrique Granel Comenzaba a hacerse de noche, Guillermo estaba en su cuarto guardando cosas en su maleta. Desde hace ya algunos meses había estado planeando el viaje y por �in había terminado el semestre. Había sido un semestre di�ícil, pero saber que viviría una experiencia inolvidable el último mes de ese año, lo mantenía animado y lo hacía esforzarse día con día. La espera había terminado, a la mañana siguiente Memo emprendía un viaje a la isla en donde el sol brilla, mientras en el resto del mundo es invierno. Tenía su boleto de avión para ir y volver, sabía de los diferentes lugares en donde podía quedarse a dormir, de eventos que le llamaban la atención e inclusive tenía una ligera idea de que lugares visitaría. Sin embargo, viajar solo a un lugar desconocido siempre genera cierta inquietud, él, más que nadie, estaba consciente que las cosas nunca salen como las planeas. A la mañana siguiente sus papás lo llevaron al aeropuerto y partió en su viaje sin mayor contratiempo. Le tocó sentarse en el asiento de en medio, entre una señora obesa que olía a sopa instantánea y un hombre negro que también olía raro, como si no se hubiera bañado en toda la semana. Que pinche suerte de perros, iba a estar dieciséis horas ahí encerrad sin siquiera poder dormir por el olor. Cada minuto era más largo que el anterior, pero se puso a escuchar música, a ver películas y a perder el tiempo hasta que se quedo dormido. Despertó a las seis horas, bien, sólo faltaban diez horas más de vuelo. Brincó a la señora gorda para llegar al pasillo y poder ir al baño, mientras caminaba hacia allá vio que el avión estaba lleno de chavas muy guapas, lo que lo hizo sentirse más mal, de tantos asientos en los que pudo haber estado, le tenía que tocar el peor. Saliendo del baño decidió que no regresaría a su lugar y se quedaría dando la vuelta todo lo que quedaba del viaje. Como a la media hora las aeromozas se disponían a repartir el desayuno, así que tuvo que regresar a su lugar. Se resignó a comer y dormir lo que quedaba del viaje, pero a las tres horas otra vez estaba desesperado por salir de su lugar. Le pidió a la señora que lo dejara pasar y fue a dar la vuelta para ver si conocía a alguien, no tuvo éxito. Fue al baño y regresó a su lugar para seguir viendo películas. Por �in llegó a su destino, cruzó aduana, recogió sus maletas y salió del aeropuerto. En el momento en el que salió, se dio cuenta que no tenía la menor idea de a dónde iba a ir. No conocía a nadie y no sabía cómo funcionaban las cosas en ese lugar, por lo que no tenía idea de que hacer. Se acercó a donde estaban los taxis y les pidió que lo llevaran a la ciudad. Pero algo tenía que salirle mal, tenía que pagar por adelantado y por más que lo intentó su tarjeta no pasó. Volvió a entrar al aeropuerto para conseguir dinero de alguna forma. Se acercó a la primera persona que vio y le preguntó por algún lugar para cambiar dinero. El señor le contestó: – Я не говорить по – английски. Evidentemente Memo no entendió, se dio la vuelta y se fue. Más adelante encontró el lugar que buscaba y cambió el equivalente a doscientos dólares americanos, que era aproximadamente la misma cantidad en la moneda del país, los cuales por cierto también se llamaban

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dólares. Tomó de nuevo sus cosas y salió del aeropuerto. Volvió a intentar tomar un taxi y tuvo que pagar setenta dólares para que lo llevaran a la ciudad. Mientras iba en el taxi contemplaba la vista de la ciudad a lo lejos, los paisajes que estaban a su alrededor y lo increíble que era la armonía entre urbanidad y naturaleza. Ya en la ciudad le pidió al taxista que lo dejará en un lugar que había visto en internet que se llamaba Gilligans’ Backpackers. Entró al lugar y pidió un cuarto, se dio cuenta que estaba sumamente cansado, así que no le importó cuanto le cobraron por el cuarto, sólo pago y se fue a dormir. Eran las cinco de la mañana del día siguiente y Guillermo ya no tenía sueño, por lo tanto decidió ir a conocer el lugar. Caminó algunas calles esperando que algo le llamara la atención pero nada. Empezaba a salir el sol después de un largo rato de estar caminando cuando vio anunciado en un poste un evento que abría esa noche, anotó donde iba a ser y emprendió el camino de regreso a su cuarto. Se dio un baño en las regaderas comunales del hostal y se vistió para ir al museo de la ciudad. Caminando por el museo encontró una exhibición de las especies endémicas de la isla que le llamó mucho la atención. Mientras caminaba, leía y conocía sobre los ornitorrincos, los koalas, las equidnas y diferentes marsupiales. Memo estaba muy sorprendido con todo lo que veía, eran fascinantes criaturas todas. Acabando de recorrer el museo, el vigilante le sugirió que visitara el zoológico, pues lo había visto muy interesado en saber sobre las especies y que mejor que conocerlas en vivo. Ya eran más de las diez de la mañana, buena hora para desayunar porque a Memo le empezaba a dar hambre. Pasó a la cafetería del museo, en la que todo estaba muy caro; sin embargo el hambre hizo que todo se le antojara, así que se sentó a comer ahí. Terminando de desayunar, emprendió su viaje al zoológico. Caminó a la estación de trenes que estaba más cerca del museo, tomó el tren, se bajó ocho estaciones más adelante y camino otros diez minutos hasta que llego a su destino. Llegó al zoológico y quedo impactado, había de todo, desde grandes predadores que siempre da gusto ver como cocodrilos, leones y tigres, un gran número de primates; gorilas, mandriles, orangutanes y para terminar estaban todas las especies endémicas que había visto en el museo. Memo estaba muy contento, sin duda uno de los mejores días de su vida. Cuando terminó el recorrido, se detuvo un momento a comprar un sándwich, un refresco y una dona. Una vez que terminó de comer, regresó a la estación de tren. Llegando a la estación, fue a comprar su boleto de regreso y se dio cuenta de que ya no tenía dinero. Esto no le dejaba muchas opciones, decidió saltarse el torniquete de entrada y rezar porque nadie le dijera nada. Fue a la plataforma a esperar el tren como si no pasara nada, pero estaba nervioso por no tener boleto. Se acercaron caminando unos o�iciales, estaba a punto de orinarse del miedo, no tenía la menor idea de que decir, pero se siguieron de largo. Entonces llego el tren, se subió y se paró a lado de la puerta listo para salir corriendo por si aparecía algún o�icial. Llegando a una estación que estaba su�icientemente cerca de su hostal, se bajó y fue directo a la salida. Volteo para ver si alguien lo estaba mirando y le pareció que estaba todo en orden. Saltó el torniquete de salida, pero esta vez no tuvo tanta suerte porque un o�icial lo alcanzó a ver. En cuanto escuchó al o�icial gritarle, Memo no lo pensó dos veces y se fue corriendo lo más rápido que pudo para perderse entre las calles. El inspector que lo había visto comenzó a perseguirlo y mientras corría tras él avisó a sus compañeros. Memo corría sin mirar atrás,

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dio vuelta a la derecha en la siguiente calle, después siguió derecho, cruzó tres calles sin �ijarse en los semáforos, pero por suerte no le pasó nada y llegó hasta la reja de un parque. Trepó como pudo y se saltó del otro lado. Cruzó todo el parque, saltó la reja del otro lado y siguió corriendo. Memo ya no podía consigo, estaba muy asustado y cansado, le dolían las piernas, no sabía cuánto más aguantaría. Un poco más adelante encontró un callejón, volteo para ver si había alguien cerca, y aunque no vio a nadie, sabía que estaban cerca. Entró al callejón y se escondió en un gran contenedor de basura que había allí. El contenedor olía en verdad asqueroso, pero era lo que menos le importaba en esos momentos. Cerró la tapa del contenedor y se sumergió entre la basura como pudo hasta que estuvo seguro de que lo cubría por completo. Se quedó ahí enterrado, inmóvil, despierto, al pendiente de cualquier ruido, pero después de más de una hora de estar así, se quedó dormido. Pasaron dos o tres horas y despertó, todo parecía estar en orden, seguía envuelto en basura, lo que signi�icaba que no lo habían encontrado. Salió del contenedor, sacudió su ropa y se limpió lo más que pudo. No sabía bien donde estaba, pero se ubicó bastante rápido, eran aproximadamente las once de la noche, buena hora para volver a su cuarto. En cuanto supo donde estaba, se fue corriendo de regreso al hostal. Entró se desvistió, se envolvió en una toalla y se fue a las regaderas. Ya estando limpió y más tranquilo, se durmió. La mañana siguiente recordó que había planeado ir a un evento la noche anterior, pero después de todo lo sucedido, era lo menos importante. Ya llevaba dos días en la isla, era tiempo de conocer a alguien para no sentirse solo y tener con quien compartir sus experiencias. Además era peligroso no conocer a nadie, por ejemplo, si algo le hubiera ocurrido la noche anterior, de la cual salió afortunadamente bien librado, nadie se hubiera enterado. Lo primero que hizo esa mañana fue buscar un lugar con internet para comunicarse con sus papás, contarles sobre el museo, hablarles del zoológico sin mencionar su incidente y decirles que todo estaba bien para que no se preocuparan. Se puso a pensar en donde podría conocer gente, pero no era tan sencillo, no iba a llegar y a decir: “Hola, soy Memo, ¿Quieres ser mi amigo?”. Tenía que pensar en un lugar donde en verdad fuera a encontrar a alguien con quien compartir sus vivencias. Tal vez podría ir a dar la vuelta al parque, después de todo él solía ir a parques a jugar futbol con sus amigos cuando estaba en su ciudad. Otra opción era tomar algún tipo de tour o recorrido, qué tan probable es que después de viajar con un grupo de gente todo el día al �inal no conozcas a nadie. Regresó al hostal a preguntar sobre los diferentes lugares que había para visitar y encontró uno acerca de un viaje a la playa para ir a surfear, sonaba increíble, se llamaba “Apollo Bay, surf the experience”. Memo nunca había surfeado, así que le pareció una oportunidad única que jamás olvidaría, se anotó de inmediato, preguntó que necesitaba y se fue muy emocionado a dar la vuelta al parque. Cuando llego, efectivamente había bastante gente, algunos acostados tomando el sol, uno que otro grupo de niñas tomándose fotos, gente paseando a sus mascotas y lo que más le llamó la atención fue un grupo de chavos haciendo acrobacias, pero no había nadie jugando futbol. Se quedo un rato mirando las diferentes cosas que hacía la gente, se notaba que todo el mundo estaba pasándola bien, pero aparentemente no iba a conseguir amigos ese día. Por lo mismo, después de un rato fue a continuar su recorrido por la ciudad. Mientras daba la vuelta, le

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sorprendió ver la gran cantidad de personas que estaban turisteando y tomándose fotos con todo lo que encontraba. Un poco después encontró un mercado en el que vendían de todo. Había playeras, comida, peluches, ropa y los clásicos recuerditos, pero también había varios puestos de los que no se ven todos los días. Le llamó la atención uno que vendía cervezas, no porque vendiera cerveza, sino porque la vendían por barriles. También llamó su atención otro que vendía pescado, lo curioso de éste era que tenía a los pescados vivos en un estanque. ¿Qué tan seguido vas caminando por un mercado y te encuentras un estanque con peces? En �in, Memo siguió caminando, se compró unos churros y un chocolate que sabía delicioso, mejor que cualquiera que hubiera probado antes. Más adelante se compró varias playeras y unas pantu�las, comió pizza y ya para irse, se llevó uno de los barriles de cerveza. Se pasó el resto del día perdiendo el tiempo. Ya en la noche preparó sus cosas para irse a la playa a la mañana siguiente y se durmió. Sonó su despertador a las seis de la mañana, despertó, se sacudió el pelo, tomó sus cosas y bajó al lobby. Había cuatro personas más, una chava y tres chavos, cuando lo vieron, le preguntaron si estaba ahí porque iba a ir al tour de Apollo Bay. Les contestó que sí, se presentaron, se llamaban Eddie, James, Steve y Rachel, le dijeron que estaban esperando más gente y se sentó con ellos a esperar. Cuando llegaron todos, eran en total dieciséis personas, por lo que se fueron cuatro en un coche, cuatro en otro y ocho en una camioneta. A Memo le tocó irse en la camioneta y evidentemente no conocía a nadie, porque de los únicos cuatro que se habían presentado ninguno iba con él. Lo bueno fue que se había sentado a un lado de la ventana, entonces pudo ir contemplando el mar y el paisaje durante el camino. Llegando a Apollo Bay se fueron directo al hostal y en cuanto llegaron, hicieron la distribución de cuartos. Sólo eran dos cuartos, cada uno con ocho camas. En su cuarto estaban los cuatro que ya había conocido, dos amigas que venían de Europa, Amelie y Mariya, y un ruso, Igor. Llegaron algo tarde a la playa, por lo que decidieron no surfear ese día, sino hasta la mañana siguiente. Entonces fueron a comprar botanas, cervezas, demás bebidas alcohólicas y empezó la convivencia. Al principio nadie conocía a nadie, pero empezaron a tomar y a platicar de lo primero que se les ocurría. Todos eran alivianados y divertidos, por lo que no hubo problemas. Estuvieron tomando y jugando un muy buen rato, sobre todo los que estaban en su cuarto, y para la una de la mañana ya todos se llevaban bien. Siguieron jugando y platicando, después se burlaron unos de otros cuando empezaron a hablar mal y a decir incoherencias, y al �inal fueron cayendo uno a uno hasta que todos se quedaron dormidos. A la mañana siguiente Memo no se acordaba bien de todo lo que había hecho la noche anterior, se sentía algo mareado y cansado, pero era momento de ir al mar a ser revolcado por unas cuantas olas. Saludó a sus nuevos amigos, comió unas cuantas papitas y galletas que habían sobrado, se metió en su traje de neopreno, agarro una tabla y se fue al mar. Sus nuevos amigos surfeaban increíble, Steve, James, Eddie y Rachel tenían un gran dominio sobre las olas. Las otras dos niñas e Igor estaban igual de perdidos que él, en verdad era complicado mantener el equilibrio, pero sobre todo pararse a tiempo. Las primeras veces que intentó tomar una ola, lo hizo bastante bien, pero el agua no estaba precisamente caliente, por lo que entre más pasaba el tiempo, más se le entumían los músculos. Después de un tiempo, salió a la playa a

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descansar y se recostó ahí un rato, los demás no tardaron en salir tampoco. A pesar de los golpes, las revolcadas y el frío, Memo había disfrutado mucho su primera vez surfeando, así que después de descansar un rato, regresó al mar, James y Rachel regresaron con él para que no se quedara solo y surfearon otro rato. Esta vez se cansó más rápido, así que estuvieron treinta minutos a lo mucho, se salieron y regresaron al hostal. Cuando llegaron, los demás estaban preparando algo de comida, Memo se quedó a ayudarles y los otros dos fueron a comprar que beber. Al poco tiempo, ya estaban todos comiendo, tomando, platicando y disfrutando del atardecer. Terminando de comer fue con Amelie, Mariya e Igor a caminar por la playa. Desde que conoció Mariya, le llamó la atención, era muy bonita, tenía ojos cafés, pelo castaño, piel blanca y unas cuantas pecas. Sin embargo no había tenido oportunidad de hablar con ella hasta ahora. Era simpática, linda, inteligente y tenía en su forma de ser algo particular que la hacía muy atractiva. Platicaron de lo que hacían, Memo le habló de cómo era su país, ella le contó sobre que le gustaba hacer, hablaron de la música que les gustaba, de deportes y de cosas que habían vivido. Después de caminar un rato, Amelie e Igor regresaron al hostal y ellos se quedaron acostados en la playa para ver el atardecer. Siguieron platicando y cuando empezó a oscurecer, se abrazaron y se quedaron así otro rato. Memo sentía que soñaba, se habían llevado muy bien y los dos disfrutaban estar juntos. Se pararon para regresar al hostal, se ayudaron a sacudirse la arena, se volvieron a abrazar y se besaron. Cuando ocurrió, Memo sintió como se calentaba todo el interior de su cuerpo, cuando terminó se quedaron mirándose a los ojos unos segundos y se besaron nuevamente. Cuando por �in regresaron, se pusieron a tomar, a platicar y a jugar con todos los demás, de�initivamente estaba viviendo una de las mejores vacaciones de su vida. Unas cuantas horas y vasos después, ya que todos estaban tomados y se reían de cualquier cosa, algunos se empezaron a retirar. Entre los que se fueron estaban, Memo y Mariya, que se fueron a su cuarto y se acostaron en una de las camas, James y Rachel, que se metieron en otra de las camas, y Amelie e Igor, que igual se acostaron en otra. Memo y Mariya estaban acostados viéndose a los ojos, cuando empezaron a escuchar un ruido, no sabían que era al principio, pero al prestar atención se dieron cuenta de que sucedía, las demás personas en el cuarto no estaban perdiendo el tiempo. Volvieron a mirarse a los ojos y sonrieron, se besaron nuevamente. Memo se quito el pantalón y la playera, y le ayudó a Mariya a hacer lo mismo. Después le desabrochó el brassier y comenzó a acariciar su cuerpo, Mariya por su parte metió su mano en la ropa interior de Memo. Al poco tiempo los dos estaban desnudos, y justo cuando Memo se disponía a entrar en Mariya, se dio cuenta de que no tenía preservativo, pero nada iba a detenerlo en ese momento. En el momento que se unió a Mariya, sintió un escalofrío que recorrió todo su cuerpo, era un sentimiento único, una corriente fría y relajante que recorría todo su cuerpo. Hicieron el amor un largo rato, terminaron y se durmieron. A la mañana siguiente Memo todavía sentía la euforia y la adrenalina recorriendo su cuerpo, así que se levantó de la cama, nuevamente se comió lo primero que encontró, se vistió y se fue al mar. Esta vez sólo alcanzó a surfear una ola y tuvo que salir a recostarse a la playa. Tomó aire y volvió a entrar, esta vez no tuvo éxito, por más que intentó no pudo alcanzar

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ninguna ola y fue revolcado en casi todos sus intentos, por lo que volvió a salir a recostarse. No pudo quedarse mucho tiempo, porque tenía que regresar a acomodar sus cosas para regresar a la ciudad, había llegado el �in de su viaje a Apollo Bay. Llegando a la ciudad se dio cuenta de que no tendría forma de comunicarse con Mariya, por lo que la acompañó al lugar donde se estaba quedando para saber dónde encontrarla, una vez ahí se despidió y regresó a donde él se quedaba. Llegó a su cuarto y se acordó que todavía no se había bañado, así que tomó sus cosas y se fue directo al baño. Estuvo un largo rato en la regadera, terminando se envolvió en su toalla y regresó al cuarto. Como casi no había dormido, estaba muy cansado, por lo que ni se vistió, entró, se acostó y se durmió un rato. Despertó cuando ya había obscurecido, se puso unos calzones y una playera y se sentó en su cama. Lo único que pasaba por su cabeza era Mariya, pero como ya era tarde, mejor se volvió a dormir para levantarse temprano. Al día siguiente, bajó temprano para escribirles a sus padres sobre su viaje a la playa y lo mucho que le había gustado surfear, fue breve porque no podía contarles varias de las partes del viaje. Terminó y fue a la compañía de teléfonos, para comprarse algún dispositivo que le permitiera comunicarse con Mariya. Encontró uno bastante sencillo, que tenía un precio accesible, justo lo que necesitaba. En cuanto lo tuvo, fue directo al lugar donde se hospedaba la niña de sus sueños. Llegó y tocó la puerta, nadie contestó, volvió a intentar, pero no hubo respuesta. Bajó a preguntar por ella y le dijeron que se había ido. Se sentó en un sillón que estaba cerca de la recepción a esperar, pasaron entre veinte y veinticinco minutos, y se acercó la persona que estaba en la recepción a decirle, que se había ido, que ya se había llevado sus cosas y no se le veían intenciones de regresar. En ese momento, algo se rompió en Memo, se sintió lleno de tristeza, desilusión, coraje e impotencia, todo al mismo tiempo. Quedó impactado, no podía procesar la información, salió del lugar y se puso a caminar por la calle. – ¿Qué había hecho mal? Se preguntaba. No sabía qué hacer, lo que había comenzado como un no tan buen viaje, lleno de contratiempos, había mejorado hasta convertirse en el mejor viaje de su vida. Llegó hasta una estación de trenes y se sentó a tratar de deducir que pudo haber pasado. No podía pensar en nada, estaba muy triste y desconcertado, sentía las lágrimas al borde de sus ojos. Respiró profundo, se levantó y fue en busca de cualquier cosa que lo ayudara a olvidar el mal rato. No tenía con quien hablar, no tenía a quien pedirle que lo acompañara a distraerse, era él solo contra el mundo. Fue a una tienda a comprarse unas papas y un gatorade. Había un río cerca de donde estaba, había escuchado que lo mencionaran varias veces, pensó que tal vez ir podría ayudarlo a tranquilizarlo un poco, se sentiría mejor. Era un lugar muy bonito, existía una armonía en el ambiente que si lo hizo sentirse mejor. Había gente jugando a la orilla del río, otros que pasaban corriendo por ahí, incluso algunos que llevaban cayacs para entrar a remar. Se sentó en el pasto para despejar su mente y olvidarse de todo por un rato. Y justo en ese momento hubo algo que llamó su atención, era Mariya, estaba sentada cerca de un árbol, se levantó de un brinco y fue corriendo a donde estaba. A ella también le dio mucho gusto verlo. Le explicó que regresando del viaje, le habían hablado sus papás para decirle que tenía que regresarse al siguiente día, pero que no tuvo manera de avisarle. Le platicó acerca de por qué tuvo que dejar el hotel

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temprano y que sólo estaba esperando a que pasaran por ella ahí para llevarla al aeropuerto. Saber esto tranquilizó a Memo, intercambiaron correos para seguir en contacto y se quedó con ella esperando hasta que llegaron a recogerla y se tuvo que ir. Estuvo sus últimos dos días paseando por la ciudad, volviendo a visitar lugares que le habían gustado, comprando cosas para llevarles a sus amigos y sobretodo yendo a sentarse a la orilla del río a pasar un buen rato. Llegó el momento de regresar, empacó todas sus cosas, agarró sus maletas y se fue al aeropuerto. Había sido un viaje muy emocionante, lleno de experiencias, jamás olvidaría la isla, jamás olvidaría todo lo que había vivido, jamás olvidaría Melbourne, Australia.

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“Un cuento para morir de un paro cardiaco ”

R.I.P

Era en un panteón La tumba se movió La calaca salió Y a todos espantó.


Un viaje nada más por Alessa Flores Vela Alice tenía preparado un viaje al extranjero para el verano a Moscú para perfeccionar su ruso y regresar a la universidad. Antes de su viaje terminó con su novio, él había decidido dejarla porque iban a estudiar en lugares separados. El día que llegó a Moscú la señora Irina Kozlov se presentó como, su nueva familia adoptiva. Estando ambas en el auto camino a su nueva casa, la señora le iba preguntando algunas cosas para hacer conversación. La conversación no �luía entre ambas, todo era nuevo para Alice. Ella era muy tímida para abrirse en la conversación, así que cuando llegaron a la casa, después de un pequeño recorrido se encerró en su cuarto. Una hora más tarde la señora Kozlov volvió y llamó a su puerta para presentarle a la joven que viviría en la misma casa. La señora le había dicho que la joven era de Armenia. Alice no conocía a nadie de Armenia y no sabía que imaginarse. Si una joven con un velo y cubierta, con los típicos trajes del Medio Oriente. Pero cuando la vio, se quedó sorprendida, era una chava cualquiera, igual que ella. Mairan vestía unos shorts color caqui que dejaban al descubierto sus piernas apiñonadas, una blusa de tirantes azul y arriba una playera de color salmón, con los primeros botones desabrochados para dejar ver el color de su blusa azul. Todos los pensamientos de Alice habían quedado borrados al momento en que la vio. Mairan se acercó a presentarse y hablaron poco, porque Alice se sentía cansada. Ya pasados unos días, Alice sentía que no conocía aun a su compañera. Así que pasaron las noche platicando de sus países, de cómo se decían frases típicas en sus idiomas, de cosas que habían vivido, hasta que llegó el tema de su ex novio. Alice le contó que estaba muy triste por él. De pronto Mairan la miró a los ojos y levantó su cara suavemente y le dijo que cada vez que pensara en él y estuviera triste, que mejor pensara en ella. Alice sintió una energía recorrer todo su cuerpo y estallar en su abdomen. Lo que le había dicho Mairan la había hecho sentir bien, pero no entendía por qué. Comenzaron a pasar tanto tiempo juntas, en la escuela, en clases, después de clases salían a pasear y a conocer algún lugar, también salían a cenar o al cine, las semanas se estaban yendo rápido. Un viernes después de clases habían quedado de ir a una BBQ en la playa con unos amigos. Cuando llegaron al lugar se quedaron platicando, bailando un poco, comieron y bebieron unos tragos. Alice se sentía un poco mareada al igual que Mairan así que decidieron regresar a casa. Cuando iban en el camión, las dos iban sentadas juntas y la cabeza de Mairan iba recostada en el hombro de Alice pero aun así ella lograba ver a Mairan y contemplaba su cara, especialmente sus labios, rosados y delicados, que la hicieron morder su labio, como si deseara tener sus labios por un momento. Cuando llegó la hora de bajar del autobús y se encontraban caminando juntas, la mente de Alice cuestionaba aquel deseo de besar a Mairan, cuando sus manos se rozaron y Alice instantáneamente la tomó de la mano. A Mairan no parecía molestarle, pero por dentro Alice se encontraba tan feliz y perturbada al mismo tiempo, porque se dio cuenta de que había llegado a querer a Mairan más de lo que creía, más que una amiga. Su mente era un mar de

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ideas, sentía tan bien estar a su lado, le gustaba su compañía y no podía dejar de ver sus labios cada vez que hablaban. Alice realmente deseaba a Mairan. Al llegar a su casa la señora ya estaba dormida, así que Alice acompaño a Mairan a su cuarto para despedirse e irse al suyo. No sabía porque cada vez que se acercaban al cuarto sentía esas maripositas, como cuando estas al �inal de una cita y esperas un gran beso de despedida. Cuando llegaron a su cuarto Alice se despidió y Mairan la besó tan cerca, que casi sus labios se tocan. Alice deseaba tanto besarla, aquel beso de despedida había despertado un deseo tan grande que casi hacia que perdiera el control, sin embargo, Mairan se fue a dormir y Alice se tuvo que ir a su cuarto. Ese beso de despedida había parecido cualquier cosa para Mairan, como cualquier beso de buenas noches. Cuando Alice estaba en su cama recostada, estaba un poco inquieta, tenía ganas de levantarse de la cama e ir con Mairan. Ella sentía una gran presión en su pecho, solo deseaba verla y estar con ella. No podía conciliar el sueño, su mente pensaba tantas cosas en ese momento, todo estaba tan confuso, pero solo sabía que algo estaba claro. Alice quería a Mairan. Mas su mente le decía que lo que sentía no era correcto, que no era posible. Amar a una chava, era imposible para ella, nunca había sentido algo parecido. Nunca se había enamorado de una chava. Pero lo que sentía era tan claro que no había duda de lo que sentía. De pronto un ruido se escuchó, los pensamientos de Alice se vieron interrumpidos. La puerta de su cuarto se abrió lentamente, era Mairan. Alice se quedó pasmada de verla y al mismo tiempo tan feliz pero no sabía exactamente qué es lo que estaba haciendo Mairan en su cuarto. Sus miradas estaban �ijas una en la otra, Mairan se acercaba lentamente hacia donde estaba Alice. El corazón de Alice latía fuertemente, su cuerpo estaba estremecido. Mairan se acercó y se sentó en la orilla de la cama. Alice se levantó y Mairan comenzó a acariciarle el rostro y pasaba sus dedos entre su cabello. Alice veía sus labios con tanto deseo, así tomó su rostro, lo acarició un poco, la miró a los ojos, y se acercó un poco más a ella. Ambas estaban cara a cara, sus narices se tocaban. Sabían que ese momento cambiaría todo entre ellas. Alice no pudo contenerse más y la besó. Respiró. Ambas abrieron los ojos y se miraron por unos segundos, esa mirada entre ellas lo había aclarado todo. Mairan comenzó a besar a Alice, no podían contenerse, habían disimulado y guardado tanta pasión, que los besos parecían interminables. Mientras la besaba, se acercaba más a ella. Alice podía sentir el cuerpo de Mairan sobre ella, podía sentir sus caricias, podía escuchar latir su corazón aceleradamente. Mairan paró, miró profundamente los ojos de Alice, acaricio su cara, besó su cuello y acarició suavemente a Alice pasando su mano por su cuerpo. El deseo era tan grande que había hecho que se despojaran de sus prendas y de todo sentimiento que no podían seguir ocultando. Después sus mentes y cuerpos sólo permitieron que se consumieran en un acto de pasión. A la mañana siguiente Alice se levantó primero, contempló dulcemente a Mairan mientras dormía. Ella se veía tan tierna ante los ojos de Alice, que la besó en la frente y suspiró. Mairan abrió los ojos y sonrío, en ese momento Alice supo lo que esa mirada signi�icaba. Aquella mirada única y que la caracterizaba expresaba un “Te quiero”. Dadas las 7:00am, se empezó a escuchar movimiento en la casa, la señora Kozlov se había levantado. Y no podía encontrarlas

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a las dos juntas, porque una de las reglas era que estaba prohibido el paso a cuartos ajenos. Ambas trataban de pensar una idea para zafarse, ninguna quería tener problemas. Así que Alice rápidamente salió del cuarto y llamó a la señora mientras caminaba a la cocina lejos de los cuartos. Ya ambas listas se prepararon para tomar el desayuno para después caminar juntas a la escuela. Cuando ambas salieron de la casa, una detrás de la otra, tenían esa mirada picara entre ambas y esa risa apenada, ya estando un poco lejos de la casa, Alice tomó de la mano a Mairan, la besó en la mejilla, la miró a los ojos, se acercó a su oído y susurró un “ Te quiero”.

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Tan sólo ves lo que quieres ver por Ana Karla Montes de Oca Tapia Estaban cansadas. Bailaron casi toda la noche. Ahora tan sólo deseaban tirarse en la cama y dormir. Sin embargo, antes deseaban quitarse aquello que les incomodaba. Alice, se apoderó del baño. Sentía una gran necesidad de quitarse el maquillaje que terminó por difuminarse por toda su cara. Valeria, tan sólo deseaba librarse de las prendas que vestía y que estaban impregnadas de humo de cigarro. Comenzó a desabrocharse lentamente su blusa en medio de la habitación ligeramente alumbrada por la luz proveniente del baño. Alice, se percató de ello al ver el re�lejo de Valeria en el espejo frente al cual se desmaquillaba. Alice, de inmediato, perdió total atención en lo que hacía. Ahora frotaba el algodón en su cara con movimientos irregulares que parecían no tener sentido. Tan sólo se untaba y difuminaba más el maquillaje. No podía dejar de observarla. Le atraía la forma en que se despojaba de sus prendas. Le atraía su cuerpo. Valeria, portando sólo su ropa interior, comenzó a mirar �ijamente a Alice mientras ella aún permanecía frente al espejo. Alice, se encontró con la mirada de Valeria en el espejo. Se percató de que estaba siendo observada por esa mirada tan profunda que caracterizaba a Valeria. Alice sentía que semejante mirada la invitaba a pecar, acercarse a ella, poseerla y desprenderla completamente de sus prendas. Creía que Valeria, al igual que ella, la miraba con atracción, y que ambas, indirectamente, se estaban provocando. Deseando tener un momento de pasión. Alice, recobró la atención y con movimientos regulares volvió a limpiar su cara. Tenía prisa por acudir al llamado indirecto de Valeria. Su rostro sólo expresaba emoción. Valeria, sin saber que Alice la observaba con delirio frente al espejo, tan sólo la miraba detenidamente analizando cada movimiento, regular e irregular, que con sus manos hacía a su cara. No entendía lo que hacía. Pensó… que tenía que enseñarle a Alice la forma correcta en que una mujer debe desmaquillarse.

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Agradecimiento Queremos expresar nuestro agradecimiento al profesor José Manuel Velázquez, a nuetros compañeros escritores y a los que colaboraron mandando sus cuentos para hacer posible esta antología.


AntologĂ­a Agosto- Diciembre 2012 Escritura Creativa




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